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Fadhila Mammar
La migración, hoy
El marco para los latinos que llegan a España es muy difícil, mucho más que hace
15 ó 16 años, cuando yo llegué. Entonces, en la ciudad de Madrid la migración
extracomunitaria era del 0.5%. En 16 años hemos pasado de 0.5% al 17% y eso
es mucha gente en muy poco tiempo. Nada que ver con los procesos franceses,
alemanes o del Reino Unido, etc. Pero a la vez, el abanico de nacionalidades es
absolutamente impactante. En Madrid hoy existen 168 nacionalidades diferentes.
Si hace 15 años se requerían dos años para asentarse –quiero decir regularizar su
situación, obtener un trabajo estable tener una vivienda digna— hoy día a un
emigrante eso le cuesta entre cinco o seis años. Y en ese tiempo pasan muchas
cosas, allá o aquí, en las familias. Este hecho influye enormemente en los
procesos migratorios.
Las personas llegan con una idea, con algún proyecto y si ven que éstos se
dilatan, muchos terminan frustrados. Se improvisa mucho, las personas son
reactivas, no son dueñas de sus proyectos migratorios, tienen que improvisar y
adaptarse continuamente a los procesos que se dan en estos cinco años. Por
ejemplo, una persona que ha salido el momento “x” pudo contar con el apoyo de
su familia para el cuidado de sus hijos, por ejemplo, los abuelos o los tíos. En seis
años pasan cosas a los abuelos, a los tíos, tías. Por lo tanto las familias se
reagrupan, a veces en las peores condiciones. Hay que improvisar mucho y,
cuando el contexto es difícil, la improvisación no es buena. Hoy es imposible llegar
a España y regularizar su situación de inmediato. Quien llegue como emigrante ha
de estar un mínimo de tres años sin papeles.
Otra dificultad que no conocimos hace 10 ó 15 años, es la enorme competitividad
que hay en los sectores laborales que se brindan a la migración. La mayoría de los
emigrantes –de donde vengan, sea del Este de Europa, África o América Latina—
se insertan en el sector de la agricultura, la construcción, la hostelería, la
restauración, aunque en puestos menores. Hay mucha competencia. Las
personas sin papeles son tomadas a subcontrato y siempre existe alguien cuya
situación es peor a la tuya y está dispuesto a realizar el mismo trabajo por un
sueldo menor. Esta situación también crea conflictos con españoles. Ellos tienen
la sensación de que pierden derechos adquiridos. Es decir, si para tal trabajo se
había fijado un pago de 12 ó 15 euros, con los inmigrantes sin papeles, ahora
puede hacerse por 6 euros. Eso es malo, porque se crean conflictos entre
trabajadores, aunque si hay responsables esos son los empresarios. Pero el
objetivo de las iras son los emigrantes.
Racismo institucional
En España los latinos obtienen la nacionalidad española al cabo de dos años. No
sucede lo mismo con todos los colectivos. Hay otros colectivos que están pasando
lo peor. Eso sucede con el mío. El colectivo árabe—musulmán está en
condiciones peores. Vivimos un marco de islamo—fobia que cala profundo en la
sociedad europea. Son tiempos adversos para nuestro colectivo. Gran parte de la
sociedad cree que cada musulmán es un terrorista en potencia. Si el colectivo
latino es muy visible, los árabe—musulmán prefieren excluirse. Viven su vida, se
relacionan muy poco con la sociedad española y habitan circuitos cerrados, de
manera que se enfatiza la visión sobre su imposibilidad de integrarse con la
sociedad europea. Realmente es una voluntad de invisibilización y auto—
exclusión.
Pero a la vez, asoman algunos rasgos de racismo institucional. Hace ya un año
que vengo denunciando esta situación hacia los negros y los árabes, en España.
Hay una segregación en el acceso laboral por colectivos. España tiene convenios
referenciales con países latinos y no los quiere tener con países del norte de
África o del África negra. ¿Qué quiere decir eso? Que las multinacionales de la
alimentación, los supermercados españoles, sólo emplean a ecuatorianos.
Grandes cadenas de restauración sólo emplean a latinos y no hay convenios con
ningún país africano. A la vez existe un reproche continuo porque los colectivos
negros y árabe—musulmán no quieren integrarse.
Hijos de la migración
Pero, en este momento, los hombres y mujeres que han salido de su país, que
han llegado a España que, al fin y al cabo hacen su vida contra viento y marea, no
me preocupan. Me preocupan sus hijos. Ya tenemos niños que han nacido en
España y muchos jóvenes han sido reintegrados por sus padres. Esos jóvenes no
quisieron ir, ellos han sufrido varias rupturas, cuando sus padres se fueron ellos
quedaron a cargo de los abuelos y tíos. Y cuando los reagruparon, los separaron
de los abuelos y tíos con quienes habían vivido. No pidieron ir y hoy están con
muchas dificultades. Hay momentos muy dolorosos para estos jóvenes. Primero,
porque la escuela no se ha adaptado todavía a ellos, no los ha terminado de
incorporar pero, además, pasan muchas horas solos. Sus padres trabajan más de
12 ó 14 horas diarias. Y pasan solos muchas horas.
A la vez es una juventud bella, son dinámicos, muy creativos, son capaces –sin
analizarlo—de hacer una simbiosis de culturas. Pero tienen pocos apoyos en la
escuela, en la calle y poco apoyo de sus padres. Una de las tareas de nuestro
servicio es hablar con los padres para que apoyen más a sus hijos. Estamos
perdiendo niños en procesos de escolarización, perdemos jóvenes y lo que
planteamos a los padres es que, si han pasado por todo esto y no son capaces de
hacer que sus hijos se sientan bien allá donde estén, quizás no hubiera valido la
pena hacer todo esto.
El otro reto que plantean estos jóvenes es muy interesante. Ellos nunca van a
aceptar trabajar en los puestos que no quieren los españoles ni trabajar en
condiciones tan duras como lo han hecho sus padres, porque finalmente son
españoles. Entonces, la gran pregunta es ¿está preparada la sociedad española a
que mañana sus hijos españoles compitan en condiciones de igualdad con los
hijos de los inmigrantes. Ese es el reto. Hoy los padres lo están haciendo bien.
Están trabajando. El gran reto es saber si España está preparada a que el hijo de
un inmigrante boliviano, marroquí, rumano, le gane un trabajo a su hijo español.
Allí estará lo conflictivo.