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biodiversidad
Alfonsina Szpeiner, M Alejandra Martinez-Gherza y Claudio M Gherza
IFEVA, UBA/CONICET
Biodiversidad
La diversidad biológica o biodiversidad puede ser definida como la variedad de formas de vida
que existen en un ecosistema. En su acepción más sencilla, biodiversidad es sinónimo de
número ó abundancia de especies. En sus inicios, a principios del siglo XIX, los estudios sobre
biodiversidad, realizados por grandes naturalistas como Charles Darwin o Alfred Russel
Wallace, estuvieron guiados por el interés en conocer las maravillas de la naturaleza. Pero, con
el tiempo, surgieron causas más prácticas para estudiar la biodiversidad, pues se advirtió que
ella es fuente directa de beneficios para la sociedad.
Así, en la década de 1990 se constató que 118 de las 150 drogas de venta bajo receta más
consumidas en los EEUU eran de origen natural: 74% provenían de plantas, 18% de hongos,
5% de bacterias y 3% de animales. Asimismo, en los ecosistemas naturales la biodiversidad
proporciona bienes como madera, pescado, forraje o animales silvestres, que forman parte
importante de la economía humana. Además, la biodiversidad contribuye a que los ecosistemas
proporcionen los denominados servicios ecológicos, que muchas veces pasan inadvertidos. El
término se refiere a los beneficios que proporciona a la sociedad, y en particular a las
actividades productivas, la conservación del ambiente natural; alude a los procesos naturales
que purifican el aire y las aguas, mantienen la fertilidad del suelo, disminuyen la posibilidad de
que se produzcan inundaciones o atenúan las consecuencias de las sequías.
El concepto de servicios ecológicos indica que las áreas naturales protegidas brindan mucho
más que bosques en que obtener madera, ríos donde pescar y paisajes para la recreación.
Suministran, por ejemplo, regulación del flujo del agua en cuencas hídricas, que se perdería si
se deteriorara la cobertura vegetal, la que, a su vez, se debilitaría con la pérdida de la
diversidad de formas de vida.
Los principales factores que determinan la biodiversidad de un área, expresados en la figura 3,
son la productividad del sistema natural, la estabilidad del ambiente, su heterogeneidad
espacial, la competencia por recursos y la depredación. Además, la biodiversidad está
relacionada con la extensión del tiempo en que se la mida. Si bien se puede analizar el efecto
individual de cada uno de estos factores, lo esencial es su interacción.
Por productividad de un sistema natural se entiende la cantidad de materia viva o biomasa que
produce; se suele expresar en unidades de peso por área o volumen. Se considera que cuanto
mayor sea la productividad, habrá más recursos disponibles, y en consecuencia, a igualdad de
otras condiciones, mayor será la biodiversidad. (El tema fue objeto de una nota publicada en la
revista Nature: Jonathan M Chase y Mathew A Leibold, 2002, 'Spatial scale dictates the
productivity-biodiversity relationship', 416:427-430.)
La estabilidad del ambiente ha sido planteada como un factor determinante de la biodiversidad,
aunque el concepto genera alguna controversia. Aquí definimos estabilidad como la ausencia
de variación en la cantidad de biomasa producida por las poblaciones de las distintas especies
que viven en un lugar. El primer experimento que demostró la relación entre estabilidad y
diversidad de especies fue realizado por el ecólogo estadounidense David Tilman en la década
de 1980. Este midió, a través del tiempo, la riqueza de especies de una pastura experimental
de larga duración. Llegó a la conclusión de que la estabilidad del ambiente influye y es, a su
vez, influida por la biodiversidad del sistema. Ello fue confirmado por varios trabajos
posteriores, según los cuales la biodiversidad de un ecosistema aumenta a medida que crece
la estabilidad de la comunidad de plantas.
Corredores biológicos
En 1936, el paleontólogo norteamericano George Gaylord Simpson (1902-1984) dio por
primera vez un sentido biológico al término corredor. Lo hizo para referirse a la dispersión de
organismos entre continentes. Desde entonces se utilizó el concepto con frecuencia en un
amplio rango de disciplinas, como la ecología de paisajes y la biología de la conservación. En
la actualidad, también lo adoptó la agroecología, que aplica los principios ecológicos al estudio
de los sistemas agrícolas.
El objetivo de la agroecología es que los procesos naturales permitan disminuir o eliminar
insumos como fertilizantes y pesticidas. Entre los principios agroecológicos más importantes
está la incorporación de heterogeneidad espacial en los sistemas agrícolas, por la relación
directa de esta con la biodiversidad y la provisión de servicios ecológicos. Una de las maneras
de aumentar tal heterogeneidad espacial es la creación de corredores biológicos.
Algunos autores definen a los corredores sobre la base de sus características estructurales,
como la forma del terreno que ocupan; otros lo hacen por sus aspectos funcionales, como el
hecho de que permiten intercambiar semillas entre lotes distantes. Los primeros conciben a los
corredores como bandas alargadas en el paisaje, con mucho borde por unidad de área y cuyas
características difieren de las del resto del paisaje. Los segundos los ven como un ambiente
que permite la supervivencia y el movimiento de las especies, aunque no necesariamente su
natalidad.
Para comprender el concepto de corredor biológico, es útil considerar tanto los aspectos
estructurales como los funcionales. Así lo plantearon los científicos norteamericanos George
Hess y Richard Fisher, quienes definen a los corredores como bandas alargadas de terreno
que cumplen ciertas funciones potenciales para con los organismos vivos, entre las que se
podrían contar las siguientes:
• Movimiento: ciertos organismos podrían pasar de un lugar a otro por el corredor,
aunque no residan en él;
• Hábitat: ciertos organismos podrían sobrevivir y reproducirse en el corredor;
• Refugio: ciertos organismos podrían subsistir en el corredor, aunque no se reproduzcan
en él;
• Filtro: ciertos organismos podrían resultar retenidos en el corredor;
• Barrera: ciertos organismos podrían verse imposibilitados de atravesar el corredor;
• Fuente: el corredor podría constituirse en una fuente de organismos para el medio que
lo circunda. De acuerdo con lo anterior, en este trabajo designamos corredores
biológicos a bandas alargadas de terreno que pueden cumplir todas las anteriores
funciones (movimiento, hábitat, refugio, filtro, barrera y fuente).
La pampa ondulada
La llamada pampa ondulada es la porción de provincia de Buenos Aires, una porción del sur de
la de Santa Fe y una pequeña parte del este de la de Córdoba, como se aprecia en el mapa de
la figura 1. En agroecosistemas como este u otros, la producción agraria depende no solo de
los cultivos que se implantan sino, también, de los diferentes organismos que integran el
ecosistema, y de las funciones que ellos cumplen. Así, el establecimiento de un cultivo, ya sea
anual o perenne, se ve afectado directamente por la implantación de otros cultivos o por
cambios en el uso de la tierra.
Por otro lado, las distintas actividades humanas generan modificaciones en los procesos
naturales de esos organismos integrantes del agroecosistema.
Tales modificaciones incluyen, entre otras, la migración de las poblaciones de una especie, su
crecimiento o decrecimiento, el establecimiento de cadenas de alimentación o cadenas tróficas
entre los organismos, y cambios en la dinámica de las comunidades a lo largo del tiempo.
Para su funcionamiento, los agroecosistemas necesitan de una red trófica relativamente
compleja, que produzca, por ejemplo, la descomposición y mineralización de la materia
orgánica. Así se posibilita el cumplimiento del ciclo de nutrientes de los organismos vivos, la
desaparición de los residuos de la cosecha o de los derivados de cualquier grupo de
organismos (como artrópodos, moluscos, nematodos, aves, mamíferos o bacterias) y la
retención de agua en el suelo. Asimismo, la red trófica de los sistemas agrícolas provee
servicios como el control de plagas; por ejemplo, la eliminación o la disminución del número de
insectos o roedores herbívoros que procuran alimentarse con el cultivo.
Por regla general, al cultivar una especie se provoca la reducción de la diversidad original del
medio natural. En los sistemas agrícolas, las comunidades se articulan principalmente a partir
del cultivo, de las plantas asociadas con el cultivo y de los organismos que dependen de esas
especies vegetales en forma directa (porque se alimentan de ellas) o indirecta (porque se
alimentan de organismos que las consumen). Esa biodiversidad empobrecida se reduce aún
más cuando los productores aplican herbicidas, insecticidas o fungicidas para eliminar los
organismos que procuran consumir el cultivo, o para evitar a este la competencia de otras
plantas.
Si los procesos naturales requeridos por cambios en los sistemas agrícolas -por ejemplo, los
servicios ecológicos esenciales para que se pueda realizar el reemplazo de un cultivo por otro-
se vieran restringidos por falta de los organismos participantes, se necesitaría conseguir que
estos arribaran de lugares más alejados y biodiversos, o se necesitaría lograr que se crearan
sus funciones mediante procesos que pueden llevar cientos o miles de generaciones. En su
defecto, los agricultores podrían proveer y administrar los servicios faltantes; por ejemplo,
quemar residuos, agregar abonos orgánicos o sintéticos para sostener la capacidad productiva
del suelo, introducir abejas domésticas para polinizar o depredadores para el control biológico
de herbívoros.
La incorporación en el paisaje agrícola de corredores de vegetación natural que cumplan
alguna o todas esas funciones atenuaría el efecto del cultivo en la disminución de la diversidad
de especies. Ello sucedería porque los cambios en todos los factores causales de la
biodiversidad de un sitio (competencia, depredación, productividad, estabilidad, y
heterogeneidad espacial) provocados por los corredores permitirían la recuperación de la
biodiversidad y de sus servicios ecológicos asociados, ya que el corredor facilita el movimiento
y la inmigración de los organismos, actúa como refugio y es fuente de enemigos naturales de
plagas herbívoras.
En el INTA Santa Fe se llevaron a cabo en 1993 censos que mostraron cómo un grupo de
malezas, entre ellas el apio cimarrón (Ammi majus), el cardo (Carduus acanthoides) y el diente
de león (Taraxacum officinalis), resultan claves para la supervivencia de insectos benéficos
para los cultivos.
La mayoría de los trabajos que analizan las consecuencias de los corredores biológicos en los
sistemas agrícolas solo han estudiado su importancia en el control de plagas. En algunos
casos, han permitido controlar plagas de un cultivo distante más de 100 metros del corredor.
Sin embargo, las ventajas de los corredores no se restringen a esa función. Ciertos
investigadores sostienen que a medida que aumenta la variedad de las plantas que los habitan,
aumenta la diversidad de especies polinizadoras de los cultivos, lo que repercute en la
productividad de estos.
También se ha recalcado la importancia de los corredores como barreras contra el viento y
como agentes atenuadores de la erosión del suelo. De esta manera, se conserva la fertilidad de
los suelos agrícolas y se regula la disponibilidad de agua en ellos.
Los corredores de vegetación natural actúan como zonas de transición entre diferentes cultivos,
por ejemplo, entre soja y maíz o girasol. Su acción como filtro y barrera impide que el
agroecosistema creado por un cultivo genere, a través de un flujo de organismos, efectos
adversos en el otro. Reducen la propagación de malezas, hongos, bacterias o nematodos de
un agroecosistema al otro. También disminuyen la contaminación del aire por herbicidas o
insecticidas,
al hacer menos necesaria la aplicación de estos. Y actúan como verdaderas membranas que
facilitan la conservación de las comunidades de un cultivo con relación a las de los cultivos
contiguos. Constituyen un espacio de transición natural entre distintas áreas de un paisaje
agrícola (figuras de 4 a 7).
En síntesis, la conservación o incorporación de corredores de vegetación entre o dentro de
cultivos permiten mantener o incrementar la biodiversidad de los agroecosistemas, así como
obtener una amplia gama de servicios ecológicos. Uno de sus principales efectos es disminuir
los insumos necesarios para alcanzar buenos rendimientos, según se demostró en numerosos
trabajos.
Un estudio realizado en Holanda (GR de Snoo, 1999, 'Unsprayed field margins: effects on
environment, biodiversity ano agricultural practice', Landscape and Urban Planning, 46:151-
160), que llevó a cabo un análisis de beneficio-costo de la incorporación de corredores, mostró
que, en cultivos como el trigo, los corredores ocasionan una disminución del uso de pesticidas
sin merma del rendimiento.
Pese a estas evidencias, la vegetación de los ambientes no cultivados suele ser combatida por
diferentes métodos, pues se la considera fuente potencial de invasión de malezas y de plagas
(figura 6). Pero tal control transforma a los corredores en ambientes similares a los lotes
agrícolas, y disminuye los servicios ecológicos que proveen, con el resultado de que se
transforman, efectivamente, en fuentes indeseadas de tales malezas y plagas.
En el caso particular de la pampa ondulada, los efectos indeseados de la generalización del
cultivo
de soja podrían atenuarse con una red de corredores con vegetación natural o espontánea y
con alta diversidad biológica. Los márgenes de los cultivos, los cercos y los bordes de los
caminos pueden convertirse en tales corredores y, así, contribuir a mantener la biodiversidad
de los paisajes agrícolas.
Sin embargo, los procesos biológicos son específicos de cada agroecosistema. Por ello, a la
hora de promover la utilización de corredores para preservar la biodiversidad es imprescindible
apoyarse en investigación realizada localmente. Hasta el momento esta es escasa para los
sistemas agrícolas de la región pampeana.
Dados los indicios sobre las posibles consecuencias negativas de la extensión persistente del
cultivo de soja sobre la biodiversidad, y que la incorporación de corredores de vegetación
natural aparece como una posible herramienta para disminuir tales consecuencias, es hora de
producir la investigación científica necesaria y de ponerse en marcha en esa dirección.
Agradecimientos
Los autores agradecen a G Baldi, F Weyland y a JON Marshall su ayuda para ilustrar este
artículo. La primera autora era becaria del CONICET.