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Ibáñez
Química cerebral
El cerebro de los mamíferos está constituido por miles de millones de neuronas, cada una
de las cuales está conectada con otras a través de miles de sinapsis. El conjunto ofrece la
imagen de una red extraordinariamente densa, que cuando se enfrenta a un problema
complicado llega a desarrollar una potencia de 14 vatios.
Los mecanismos químicos por los cuales actúan son prácticamente una incógnita, dado lo
difícil del estudio del tejido cerebral. Parece ser que los receptores son moléculas
proteínicas de gran tamaño en las que pueden encajar los neurotransmisores,
activándose así la neurona receptora. Pero también deben existir en la sinapsis
determinadas enzimas que inactiven a los transmisores para permitir que la neurona
recupere su potencial de reposo.
Los neurotransmisores mejor conocidos son los más simples; contienen un solo grupo
amino. A este conjunto de monoaminas pertenecen la norepirefrina, sustancia estimulante
de la actividad cerebral y relacionada con los mecanismos del placer; la dopamina, muy
similar a la anterior y reguladora además de los movimientos complejos; la serotonina,
implicada en la percepción sensorial y en el control térmico y la feniletilamina, que
contribuye a la regulación de nuestras emociones.
Para que una droga provoque actividad cerebral debe poseer una estructura similar a la
de algún mediador ya existente en el cerebro, reforzando los efectos excitantes o
inhibidores de éste. La anfetamina, por ejemplo, es un estimulante que multiplica la
actividad cerebral; de ahí su popularidad entre algunos estudiantes en épocas de examen.
Este medicamento actúa aumentando los niveles de norepirefrina y dopamina en las
sinapsis.
Química cerebral
El nivel de los mediadores químicos no sólo aumenta mediante drogas; puede hacerlo
simplemente ante cualquier situación de alegría o de euforia, ya que el cerebro posee
sustancias activadoras que se comportan como drogas de alto poder estimulante.
También hay en el cerebro narcóticos naturales -encefalinas y endorfinas- con
características similares a la morfina o la heroína. Algunos estímulos físicos como golpes
violentos o la acupuntura provocan descargas de encefalinas o endorfinas en el cerebro,
que amortiguan la sensación de dolor.
También deben existir en las sinapsis determinadas enzimas que inactiven a los
transmisores para permitir que la neurona recupere su potencial eléctrico de reposo. En
este sentido, la monoaminoxidasa (MAO) es una enzima que contribuye más que
cualquier otra a la regulación de los estados emotivos. La función de esta enzima se basa
en eliminar a los transmisores con estructura de monoaminas por un mecanismo químico
de oxidación. Cuando la producción de MAO es muy elevada, estos mediadores
desaparecen rápidamente, originando un estado depresivo. Al parecer las personas
pesimistas tienen un nivel de MAO más alto que los optimistas. La eficacia de muchos
medicamentos antidepresivos se debe a la inhibición de esta enzima.
Vemos que todos los sentimientos están asociados a algún tipo de actividad química.
Incluso el enamoramiento parece estar ligado a intensas estimulaciones cerebrales, que
originan estados comparables a los provocados por ciertas drogas. Este hecho es
razonable si recordamos que la acción de las drogas no se basa en crear nuevas
reacciones químicas, sino en acelerar o inhibir los procesos ya existentes.