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ALEGATO CONTRA LA PERSEVERANCIA

De los vivos es este mundo, no es de los muertos. Ayer, hoy y


mañana y quizá, más bien seguramente, pasado mañana también
esperaré. Esperaré muerto en este mundo que ya no es mío.

Y podré esperar porque tengo voluntad propia, porque nadie me


forja, bueno si bien solo tu recuerdo, y eso es de derrotados. Lo ves,
tan cruel es mi estar, así decadente, ni aquí ni allá, así me has dejado
y mira que ni estuve ni estaré a tu lado. La razón ya es cara y
siniestra en mi contra, y continuaré realizando que esto es lo que
quiero así olvidando que este planeta rota y gira y que solo ello no me
hace estático. ¡De los ayeres también se vive!

Permanezco expectante y con la vida muerta o con la muerte viva,


para lo que importa. Permiso le pido a cada minuto que me deje
llegar al que viene y así he llegado hasta hoy, así hasta esta palabra
que ya no es la última y pasará sin pena ni gloria, que esa no es mi
suerte, pues la segunda no se asoma y la primera se acomoda y dice
que quiere quedarse. Aun, acá sigo.

Y la paciencia es la virtud del que espera y el veneno del que


quiere, que mata lento, sin premura y con todo el odio que se
acumula. No te encuentras pusilánime, desde hace mucho te
rompiste y supongo que fue tu cabeza, idiota dueño de esta mi mano
derecha. Tu pecho sigue intacto, ¡ah, por eso escribes, querido idiota!
Paciencia.
POLILLAS EN LA CABEZA (Formato de José Saramago)

Tiemblan las manos y surge la duda. ¿Quién sabe?, Tú es que


debes saber. Se escapan las palabras; acto seguido uno se asusta.
Pero ¿quién sabe?, Bueno, tú, si eres pensante, Pero ese es el error,
¡Ah! ¿Y cómo sabes?, Porque con eso no basta, ¿Entonces qué basta?,
Meter la pata, eso sobra, Vaya que sobra, ya lo hemos visto, Sí, pero
es que es muy poco, ¿Y eso quién lo decide?, Yo creo que el tercero,
Pero es que ese no sabe, Claro que debe saber, ¿Por qué estás
seguro?, Porque ambos lo sabemos, Yo lo sé, pero no sé qué es lo que
tú sabes, Pues lo mismo que tú, solo que yo soy más cauto, yo soy
más racional y tú impulsivo, Lento es lo que eres, Esa es tu excusa,
No lo es, solo digo la verdad, ¿Por qué es la verdad?, Porque ambos lo
sabemos, Yo no, Preguntémosle al tercero, Ese no sabe, Claro que
sabe, Cuenta contigo y no confío, También contigo y mira cómo
estamos.

Mientras tanto él pensó: “Si tan solo fuera fácil” y ella se iba
perdiendo de su vista y él continuaba su crucigrama.
TESTAMENTO

Algunas letras se combinan y hacen feliz a quien las escucha o lee,


otras se agrupan y matan a otro o a ambos. En ese momento son dos
o tres que se van, y para los dos o tres que no resucitan debe haber
testamento.

A ti, amor, te dejo quinientas mil palabras que ya no te diré, las


noches que solo me encontrarán y las rabietas que iré a descargar. A
ti, unión de nosotros, no te puedo dejar nada, morirás junto conmigo
o ya te adelantaste, quién sabe.

A ustedes les dejo el desprecio, la desdicha, la farsa, el odio, el


rencor, la culpa. No les dejo más, pues con eso basta. Nunca quise
dejar ese legado, pero ustedes me obligaron cuando renacieron y me
olvidaron o solo no recordaron por siempre, sí, no recordaron que no
son solo tú y ella, que también existía yo, ustedes dos juntos.
MUTILACIÓN

Destrozado, llorando y mirando al cielo. No volverá a ser el mismo,


pensé. Ese día Alfredo se volvió incompleto, por ello lloraba, lo hacía
como quien perdió lo que no vuelve, lo hacía como el más
desdichado, y quizá sí lo era. Pero vino el tiempo y le dijo “no
olvidarás por completo, sin embargo cambiarás” y ahora estamos en
este bar, con una cerveza en la sangre y otra en la mano, después
que antes estuviéramos con una pena en el alma y la Muerte al lado.
Él ya no era el mismo, todos lo sabíamos, no era necesario
mencionarlo tampoco. Para él no existían prótesis ni cosa parecida,
esa mutilación era sería, la de Fernanda de Machado, que como él
dice debe estar en algún lado, además del Cementerio del Barrio.
SOLO ES UN CAFÉ

Solo miraba, respiraba y a veces intentaba dejar la abstracción.


Imposible. Continuaba mirando, de pronto suspira, después respira.
Se sienta. Empieza a pensar. Esto ya me era familiar, casi somos
iguales. Casi.

Ya salía de ese estado y entraba a otro. Ahora menos autómata,


ahora menos lerdo, ahora más él. Camina, piensa. Regresa y se
sienta, ya hacía falta el café. Otra vez, la abstracción ya vuelve.

A medio trecho, todavía no se resigna, total ya se habituó, ya


aprendió a vivir menos, ya puede subsistir más. La experiencia ayuda
mucho a soportar el hastío diario. Pero se pregunta si es lo que
quiere, esto ya es un avance.
De nuevo, respira, ahora va la Coca.

Mira el reloj y piensa que el tiempo va volando, pero ese imbécil


sigue yéndose a la misma velocidad.

De nuevo piensa. Ahora se siente abatido, ahora quiere que acabe


esto, pero vuelve al automatismo. Ahora reflexiona -estas ya son
palabras mayores-, regresaré a esto. Ni modo, hay que seguir
comprando café.

VIDA

Ramiro llegaba muy tarde y cansado del trabajo, se sentaba frente


al televisor unos minutos y miraba el noticiero deportivo, como todos
los días. Después preparaba comida para dos, y lo hacía lo mejor que
podía, con todo su empeño. Pasaba a su estudio y continuaba con su
lectura diaria. Conocer era su afición y por eso podía llegar hasta la
madrugada con sus libros y textos raros, como los llamaba su madre.
Llegada la mañana se decía, solo son diez horas, ya lo has hecho
antes, trata de hacerlo bien. Odiaba llegar a la oficina, allí nadie
entendía que las personas necesitamos espacio y que no es
obligación reírse diariamente de estupideces ajenas, suficiente con
las propias. Es que era el tedio de las vidas simples sinsentido como
la suya las que lo fastidiaban, vidas que parecían ser más completas
que las suyas, pero que solo eran mentira, una cantidad enorme de
ellas. Al menos él era autentico. Él sabía que la hipocresía es ubicua
como el aire en un bosque, por eso no podía estar con nadie. Siempre
decía cuando respondía como todos no esperaban: “Yo solo dije lo
que todos pensaron”.

Pero no todo puede ser malo, debe haber balance, es como el


maniqueísmo, es la polaridad de la vida. Para eso estaba Nuno, para
aliviar la pena, para dar amistad, compañía y sin hipocresía. Ramiro
entendía que era una relación de mutuo acuerdo, no estaría solo y
nada más tendría que dar comida, ese era el trato inicial. Así es con
los perros, no son payasos con muchas caras, como somos nosotros.

Cada día se decía para sí, mientras más conozco a los hombres
más quiero a mi perro. Cada vez con más seguridad. Él creía en la
bondad humana, pero también en su bajeza, y realizó que eso es lo
que predomina, aunque duela aceptarlo. Un día llegó a querer a Nuno
más que a nada.

LOS MILAGROS
Cada tarde José marcaba el mismo número, ya por inercia, ya todo
un autómata. Siempre con la certeza de algo, que no era seguro que
su llamada fuera contestada. A veces sí, a veces no, ese era el juego,
incluso intentaba adivinar si sería en la primera, en la segunda,…, en
la sexta. Nunca hubo una séptima. No se aburrió jamás de hablar con
el aparatito, pero cada vez se sentía más estúpido, era el único que
hablaba con un objeto inanimado con el más grande amor del mundo.
Para cada millar de palabras solo recibía un monosílabo y él se sentía
mucho más inútil.

La distancia es cruel, pero más la impuesta que la física. Él no se


rendiría, aunque tenía todo en la mesa para hacerlo. Su celular era su
peor enemigo y a la vez le daba vida. No necesitaba escuchar de su
amada palabras dignas de Coelho, solo necesitaba los típicos sí, no,
aja, tal vez. Lo de siempre, eso servía para saber que ella estaba bien
y eso bastaba, era suficiente porque sabía que no la tendría, solo por
celular, solo sus monosílabos.

Un día se acabaron las llamadas. Pasó una semana, dos, tres,


cuatro. Y apareció la llamada inesperada, ni sospechada:

–Buenas tardes.

– ¿José?

–No, soy su hermano.

– ¿Y él, dónde está?

–Eso ya no importa. Nunca le importó verdad. Sabe, un mes es


mucho tiempo, él dijo que llamaría antes, veo que hasta en eso se
equivocó. Sí, mi hermano no acertaba una, sino mire cómo le fue con
usted.

–Eso no respondió a mi pregunta.

–Es que no está en ningún lado, o depende de su creencia. Él me


pidió que le dijera que quizá debía haber intentado una séptima.
Buenas tardes –dijo Luis–, hermano de José, después tiró el celular
contra la pared.

QUIÉN SABE, QUIZÁ LO HAGA

Un buen día de estos me iré decía para sí. Ya no te soporto decía


para el otro. Con pena y sin esperanzas nacía cada día, para morir
todas las noches con su todo. Cada día era lo mismo y se preguntaba
por qué no hacía algo, por qué no cambiaba. Así siguió preguntando,
cuestionándose, amargándose; todo mientras el otro reclamaba su
lugar, sus atenciones, siempre necesitaba a su esclava.

No es de sorprendernos, la vida nos da de todo, a veces bueno,


otros malo, pero de todo. En la otra cuadra cada día él lloraba sin
consuelo, no quería ser consolado. Para vivir escogió el olvido y se
mudó a vivir con la soledad, a veces iba de vacaciones a la tristeza y
se hospedaba con la desolación. Así vivía. La extrañaba, la idealizaba
aun vestida elegante, se veía con ella y sus tres hijos que no fueron;
lo hacía todo en su mente, como loco dibujaba castillos en el aire y
con ella en la alcoba. Incluso en su delirio estudiaba alquimia y
galvanismo, nada más le faltaban los textos de Pedro Arriga. Su
conclusión y su final él los desconocía, quería terminar y reunirse con
lo que amaba.

Quizás por tanto ir y venir y por tanta ceguera con ojos buenos,
nunca se vieron, la del apartamento de la resurrección y el de los
experimentos. Pensaban que el otro era un ser distinto y se
idealizaban como seres plenos, y pensaban, “un día le preguntaré por
qué parece tan alegre, no lo sé quizás me atreva”. Además se decían,
ese puente es suficientemente alto, no lo sé un día quizá lo haga”.
TAMPOCO TAN POCO

De lunes a viernes se levantaba muy temprano y se alistaba para


salir. Solo volvía hasta el almuerzo y esperaba una hora y se
marchaba adonde solo él sabe. Esperaba cada día la pregunta, pero
nunca llegaba; a veces se desesperaba y maquinaba tantas opciones
que solo le desconcertaban. Los fines de semana se quedaba toda la
mañana en casa y en la tarde se iba al estadio con José, Carlos, su
hermano Gerardo y su suegro don Gaspar. Regresaba solo pasada la
medianoche y ni aun así, su momento nunca aparecía, nunca se daba
y eso ya lo estaba volviendo loco.

Así pasó un año. Y decidió quedarse en las tardes e ir en las


noches, pero eso en nada cambiaba y no aparecía la situación que él
deseaba. Desesperado intentó ponerse borracho, pero su impulso fue
un desastre. Nunca probó trago alguno y ya era muy tarde para
comenzar con la “artillería pesada”, un champán habría sido idóneo.
Pero como pudo llegó a casa. Se le acabaron las ideas, así accedió al
Plan B, a su última opción, quedarse todo el día en casa y no aportar
nada.

Así pasó un mes y no ocurrió nada. Se decía a sí mismo: “Treinta


años es mucho tiempo y ya no soporto pasar así más tiempo”. Se
armó de valor prestado –se hizo vicioso– y atacó con violencia. Él
preguntó por qué, por qué nunca reclamaba y ella le contestó:
“Porque nunca lo necesité, hace mucho que se fue cualquier
sentimiento”. Sintió la impotencia de un cobarde y la rabia de una
bestia, pero se dijo de nuevo para sí “vete a la cama idiota, ya será
mañana”, ella se sorprendió de todo y pensó “no es justa la vida y no
es bueno irse a los extremos, pero tampoco tan poco”.

CHOCOLATE

Me dirigía a mi aula asignada, allí noté que no tenía un miserable


bolígrafo azul y ese era el color que debía usarse para el examen. Salí
del aula y empecé a buscar caras conocidas en el pasillo, miraba a un
lado, a otro y nada. De pronto encontré a una joven de primer año,
que supuse conocía de algún lado o quizá la presión por el examen
me hicieron preguntarle si tenía lo que yo buscaba, un bendito
bolígrafo azul.

Regresé lo más rápido que pude al salón y ya estaban repartiendo


los exámenes. Me dieron el mío y no empecé de inmediato. Primero
me dediqué a calmar los nervios, a calmarme yo, entonces tomé el
lapicero y lo estudié como quien tiene en sus manos un aparato de
esos de nueva tecnología que salen a la venta cada cinco minutos. No
era nada que yo hubiese visto en los míos antes, ese tenía mejor
aspecto que uno nuevo y ya estaba a medias, tenía el nombre de su
dueña dentro del cilindro en el que se inserta la mina de la tinta.
Silvia, así es que se llama tu dueña pensé.

No volví a verla en lo que faltaba de la semana, lo hice hasta un


sábado en el que no sé por qué estaba en la universidad y no en mi
casa. No sabía cómo devolvérselo, jamás la había visto y eso
desbarató mi teoría inicial. Bueno, pensé, qué de complicado tiene
devolver una nimiedad como esto, no debe ser nada para ella. Hice el
primer intento y fallé, no pude acercarme y no era que hubiese algo
en ella que lo impidiera, era algo en mí. Hice de nuevo lo que ya
había mencionado, calmarme, así pude recordar lo que nos pasaba
repitiendo mi maestro de microeconomía, “los chocolates son tan
útiles como las rosas y dar un crimen de esos es más significativo que
un poema de Neruda”. No lo pensé, compré el chocolate más decente
que encontré y junto con el bolígrafo se los entregué sin decirle nada
más que solo “Gracias”. Ella no se inmutó. Solo me miró y se quedó
así unos cinco segundos y me preguntó: “¿Por qué?”, yo respondí,
“son los intereses y por favor disculpa la tardanza”. Efectivamente el
profe no se equivocó, sí eran sustitutos perfectos, pero lo que no
predijo es que para ella era sustituto de todo, de las flores, de todo.
Vaya producto.

CLASE DE RELLENO

―Decime, ¿qué digo?

―No sé, es que ya lo dijeron todo.


―Entonces dime otra forma de decir lo mismo.

Me quedé pensando en lo que me dijo Beatriz, luego tomé el


teléfono y le llamé a mi madre y le dije:

―Mamá, toda la vida te he dicho que te amo, solo que nunca dije
te amo.

―Lo sé hijo, lo sé.

― ¿Cómo?

―La vida hijo, la vida.

VALOR
Todas las noches ella lo visitaba, se quedaba con él desde las once
y se iba al final de la madrugada. Era un hastío vivir de día, estar
despierto. Cada día se negaba a acostumbrarse, nunca lo hizo.

Un día planeó no despertar, un día se quiso mantener soñando y


buscó esposa.
DESPLAZADO

Ni modo, la clase era una porquería, pero había que llevarla. La


profesora llegó a la hora y con un buen tema, vaya, eso no me lo
esperaba. Inició la discusión habitual y con esto se olvidó el
compañerismo, la desesperación se desbordaba, llovían por
montones las opiniones estúpidas. Eso continúo y yo empecé con este
párrafo.

Se me estaba colmando la paciencia: una a una seguían cayendo


más soluciones rosadas. Ni intenté levantar la mano.
APRENDÍ DEL CASO

En la universidad se aprende con experiencias de otros, con


historia, en fin, con el trabajo de otro. Y sí, eso pasa. Cuando estaba
en tercer año de Economía cursé muchas materias, entre ellas
Realidad Empresarial Nacional: todos se sentían unos expertos al leer
un caso del que solo conocían por letra de otro lo que se vive, nunca
lo habían visto. Habían algunos que decían saber cómo era vivir en la
pobreza, decían lo duro que era con solo haberla observado tres días.

Y era una cuestión colectiva. Tuve que hacer esfuerzos


sobrehumanos para no partirme de la risa y decirles a un par por
separado: cacho cabrón, si no sabes cierra el pico. Eso hubiera sido
reconfortante.

En el “mundo de la pizarra y la filmina” los pobres pasan a ser


animales de la creación, en los casos solo eran un objeto de estudio,
quizá considerados como pseudopersonas, quizá imaginados peores,
quizá visualizados como estúpidos. Y mientras ellos seguían
“aprendiendo del caso” yo intentaba no olvidar lo aprendido en la
vida y parafrasear a un disque rey español y pluralizar: ¿por qué no
se callan?
LOS EXCESOS

Ya me tenía harto, esto era cuento de todos los días. Amo el


silencio y compraría el disco si existiera –sin importar la calidad de su
banda sonora–. Esto debería ser lo más normal, pero es el caso
atípico, ya hay muchos que se desviaron, ya hay muchos criminales,
asesinos del silencio. Todas las noches o tardes lo escucho agonizar:
cada vez de forma diferente, unas veces con gritos de trogloditas en
plena cacería, otras de retrogradas confundidos y en otras de
estudiantes estresados.

Los últimos son los que no tienen perdón. Ellos deberían tener
sentido común, pero murió con todos los casos que aprendieron,
falleció por culpa de las derivadas arbitrarias, murió por culpa de una
mente de matemáticas y por ausencia total de la vida real. Así murió
el silencio. Pero acá seguimos sus admiradores, acá lo veneramos.
BRUJA

A él no le gustaba el café, tampoco las galletas caseras de doña


Blanca; pero desde que vio esos ojos se volvió un adicto. Existen
varias teorías, como la de los griegos, que creían que la mujer tenía
un demonio en los ojos, o la de algunos que decían que “a las
mujeres hablarles poco y oírlas menos”, todo por una razón, evitar ser
arrasado y arrastrado al abismo sin retorno.

José siguió yendo religiosamente allí seis años, y se alejó cuando ya


no vio a esos ojos, ese día terminó la adicción.

La encontró otra vez en el lago, allí se perdió con ella en un bote


hasta el centro del enorme pacífico y regresaron al día siguiente con
la mente en blanco, se la borraron de tantos recuerdos y de tanto
todo. Ya no lo olvidaron, ya no lo recordaron.
ECONOMÍA

Se levantaba a las tres de la madrugada, preparaba un aproximado


de comida, relativamente parecido, y después caminaba cinco
kilómetros hasta la carretera, tomaba el microbús o el bus, tiempo
versus centavos. Ya en el centro buscaba a la señora de la esquina e
iba por café o chocolate, nada más, eso para herir al frío.

En la fábrica pasaba horas y horas frente a la misma máquina,


haciendo monótono movimiento y pensando en línea recta. Así se
procuraba el sustento de mañana, pues el de hoy fue cubierto por el
de ayer, y el de ayer por el de anteayer; esto siendo optimistas. Los
economistas le llaman especialización, yo le digo alienación y
eficiencia multiplicadora.

Un mal día se desbarató el sistema y perdió su empleo. Con el


imperativo de vivir se fue para la ciudad y empezó a quitar lo no
suyo, y a vender lo ajeno. Después volvió a su típica Ahuazarca y le
contó a su amigo:
―Si no lo hacía me moría de hambre, prefiero la cárcel a eso, sino
estaría loco.

ESPANTOS

―No vayas Gilberto, no ves que acá es seguro y allí no sabemos.

―No están vivos madre, es solo tu impresión.

―Eso es lo que tú dices, hijo de mi muerte, pero a mí me lo


parecen; ¿qué no ves cómo andan y hablan; como se maltratan entre
ellos, como apresuran nuestro encuentro?

―Ilusiones tuyas madre, si no los ves con palidez mortal, no


pueden estar vivos.

―No irás y punto.


―Está bien, pero no entiendo por qué tanto miedo, si en todo caso
estuvieran vivos, no tengo miedo, yo soy muy valiente.

―Y muy tonto también hijo.

―Valiente, que no es lo mismo.

―Eso mismo dijo tu padre y mira, aun sigue con vida.

Ellos se acercaron más:

―Sí están vivos, tenías razón ―dijo Gilberto―, y se fue a esconder en


el ectoplasma de su madre.

―Lo ves, pero no temas hijo, solo no hagas ruido y que no te vean,
quizá seamos invisibles.

VERDADES ABSOLUTAS

Pensaron que descubriría la quintaesencia de la vida, creyeron y


querían que conquistara el mundo. Pero el niño solo quería jugar. A él
nadie le explicó que la grandeza se alcanza con la admiración de los
demás, primera verdad. Caminó siendo feliz consigo, pero todos se
empeñaron en decirle que tenía que hacer felices a los demás.
Llegó a la flor de su vida y entristeció porque no hizo nada de lo
que todos esperaban de él, no fue grande, nadie lo reconocía así.

Y siguió así con su vida en la vida y supo que no hay verdades


absolutas y se sintió muy estúpido, porque pensó que lo había
comprendido.

DESPEDIDA

Llovía como en el Diluvio y hacía frío. Era mejor así.


La cena transcurrió sin mayor trascendencia y luego cada quien se
ocupó de lo suyo. Llegada la hora de dormir se manifestó todo:
vinieron los besos, abrazos y hechos que no tengo derecho a contar.
Él le enviaría cartas, ella las respondería, así el adiós se prolongaría.

Era el que tenía más experiencia en artillería de su brigada,


poseedor de un cálculo milimétrico y la metralla más despiadada del
ejército francés. Un soldado digno de los elogios de Joffre. Después de
los dragones él era la última línea de defensa. A la señal de bandera
roja descargaba un obús, y luego un huracán endiablado de obuses
que pulverizaban todo a su paso e impacto. Así, al compás de los
estruendos decía adiós Marne, al menos lo que de ella se conocía.

Los alemanes alineados como soldaditos de madera, blanco fácil.


Pobres infelices, nunca supieron el nombre de su asesino. Para ellos
no hubo despedida, en tierras galas nadie los reconocía y pedía por
ellos.

Con más penas que glorias y a salvo volvió a casa.

― Papá, ¿has matado alemanes?

― Sí hijo, pero me pregunto si fui yo o el que se quedó acá en casa.


BREVEDAD

No tenía importancia y resolvió con nada decir. Unos minutos más


tarde regresó y murmuró:

―Aunque diga que no se acuerda.

―No es que no me acuerde, es que no se dice.


MEMORIAS

Don Chendo no estaba loco, solo era un anciano muy niño con
memoria de elefante. Todos los días una historia y una para cada
hora, para cada lugar.

Sin él los lunes eran muertos en el bar de Willy; los martes poco
apetitosos en la fonda de Cindy y los miércoles solo seguían del
martes y antecedían al jueves. ¡Ah, los miércoles! Cada uno de ellos
asistí religiosamente a escuchar las anécdotas de los dinosaurios, de
los míticos, de los campeones…

Un día cansado de tantos campeonísimos, pregunté por sus


adversarios, por los segundos, y pasó lo que nunca pensé: él no
recordaba y al sentirse muy asediado resolvió:

―Esos no importan, de esos nadie se acuerda luego.

―Pero sin ellos los primeros no tendrían gloria alguna.

―Entonces su gloria es hacer que los grandes sean recordados, a


costa del olvido de ellos.

―Del olvido de ellos no, sino de nuestro olvido.

―Tú, hijo, eres muy joven, aun no comprendes que cada cosa tiene
su lugar.

Así ya no fui los miércoles a la plaza. Yo quería recordar a los


vencidos.
EL RELOJ

Para las joyas antiquísimas conozco dos tipos de valor: su precio y


el otro valor más importante, su historia. Así crecí viendo el viejo reloj
de la sala de mi casa. Un adorno horrible para el gusto de algunos.
Sin embargo, mi familia y yo nos acostumbramos al obsoleto objeto y
le tomamos cariño, por así decirlo, y él lo compensaba dándonos la
hora puntualmente. No fallaba nunca.

Fue mi amo por un tiempo, me ordenaba siempre cuándo irme y


cuándo regresar. En alguna forma, me esclavizó y yo ni lo notaba.
Ahora, siempre fue un amo benevolente. Es más drástico su amo, ese
no espera a nadie y no conoce de excepciones.

Y se cayó el viejo reloj de pared. Pensé que mi mamá se pondría


nostálgica como cuando arruiné su radio, pero no. Contrariado le
pregunté:

― ¿Mamá, no está molesta?

―No ―me dijo―, las cosas no son eternas, además lo


cambiaríamos pronto.

―Pero es el reloj que nos regaló mi abuela, que viene de la familia


desde no sé cuándo.

―Sí, pero ¿¡qué!? Que él se detenga no es grave, de todas formas


el tiempo no para nunca, y no le importa si el instrumento es de ayer,
del siglo pasado y tampoco si será de mañana. Él no se detiene y no
necesita que lo midan para existir.
SOLO DETENERSE

Salió de la sala de cine, solo. Afuera llovía muy fuerte. Mejor así,
más seguro era así no encontrar a nadie. Empezó a caminar muy
lento y buscó la oscuridad. Seguro de que nadie le seguía tarareó una
canción triste como ella sola. Parecía un alma en pena.

Las lámparas iluminaron las calles y la lluvia cesaba. Igual, siguió


su marcha. Solo quería seguir. Pensaba y pensaba y le gustaba cómo
se sentía.

Llegó hasta su casa y no encontró a nadie. Sus compañeros


seguían en el cine o en algún lugar celebrando que terminaba un año
más en la universidad. Y continúo caminando hacía algún lado…
LA MEJOR HISTORIA DEL MUNDO

Decidido tomaba papel y lápiz, empezaba. Escribía. Así en


continuos deja vù’s intentó grabar en papel ideas fantásticas y no lo
consiguió nunca. El papel lo sitiaba. Las mejores ideas se escaparon y
las tomó otro o vinieron de otros y él no se daba cuenta o le dolía
enterarse. Siempre aspiró a escribir la mejor historia del mundo.

Miles de páginas a la basura. ¡Millones!

No se rendía, tenía que escribir la mejor historia del mundo. Para


Rafael ya era imperativo; por eso se la vivía en su estudio con mucha
tinta, papel, imágenes, música, libros y,…, distracciones.

Caminó en la vida y la vida en él por ochenta años. Vivió como


quiso, hizo lo que quiso, menos escribir la mejor historia del mundo.
La vida fue buena con él, con ella vinieron hijos y unos cuantos nietos
e hijos de los nietos, vinieron libros, críticas y mucho de todo y más
de nada. Nosotros quedémonos con los nietos:
―Abuelo, ¿qué es la muerte? –preguntó la dulce Maribel, su nieta
menor–.

―Es lo contrario a la vida.

― ¿Qué significa lo contrario?

―Es su opuesto, por ejemplo si te dijera blanco tú contestarías


negro, malo-bueno. Es lo que debe existir para que el otro sea.

―No te entiendo abuelo.

―Te lo explicaré sencillamente: contrario es lo que no sería si fuese


cierto lo que es originalmente el no contrario.

―Abuelo, pero ¿qué es o cuál es el no contrario?

LOS 4 JINETES DEL APOCALIPSIS

La muerte, la peste, la guerra, el hambre ¿importa el orden? Todos


son nuestros grilletes y condenas. Vivimos para alimentarlos, para
hacerlos más fuertes. ¿No es el humano una maravilla?

Muchos autores dicen que estos se acercarán al final de los


tiempos, también los creyentes lo esperan enfermizamente con su
Apocalipsis. Sin embargo, yo no los espero, esos jinetes están
presentes desde que el humano tiene uso de conciencia –si es que
alguna vez la tuvo– y no veo por qué prolongar y vaticinar su llegada.

Cada uno en su corpulento caballo de fuego y en vertiginosa y


maquinal carrera contra la humanidad. No podemos huir de lo que
creamos diariamente. Y, risiblemente, siguen esperando sus ríos de
sangre.

La Muerte aqueja a todo el mundo, en mi país son asesinadas


muchas personas diariamente. La peste, esta se encuentra presente
en todo el mundo con distintos apellidos, pero sigue siendo la Peste.
El Hambre, de esa trato de escapar, y conmigo muchos; aunque para
algunos no es posible pensar que de eso se muere la gente, son los
que nunca la han tenido y –seguirán esperando a este jinete–. La
Guerra, funesta, arrolladora y maldita, supongo que podría
preguntarle al lector si sabe cuántas guerras hay en el mundo hoy en
día y no sabría responder.

Para muchos esos jinetes algún día, en el final de los tiempos,


vendrán; pero yo los he visto cabalgando a nuestro lado, a veces más
ensañados, a veces adormecidos, pero siempre han estado acá.

Es irónico pensar que quienes temen la llegada de ellos son el


alimento de las bestias galopantes, la religión que, es culpable de
tantas muertes, alimenta a la Muerte en regiones de África, Europa,
India y Asia. El corcel del Hambre pasta en África y se ha vuelto muy
fuerte. La Peste es un trotamundos. ¿Y qué diré de la Guerra?

¿Importa el orden?

¿Debo arrepentirme y rogar por no ser arrasado? Yo ya no temo a


los jinetes. Los veo todos los días en las noticias, en el periódico, en la
vida. Ya no los espero.

PODEMOS VERLO ASÍ

― Mi papá es el hombre más bueno del mundo. Él no es bombero


como el papá de Pedrito, ni médico como el de Juanito, pero para mí
es tan importante como ellos. Me dice que todos los días trabaja muy
duro para mí y mi hermanita Laura.

― Es un maldito malnacido, nos debe ya mucho dinero y nos ha


hecho perder muy buenos negocios. No me interesa que siga con
vida.

― Es alto, fuerte, moreno y con una cara muy amable. Un día seré
como él.

― Es alto, delgado, negro y con cara de fracasado. Nunca quisieran


ser como él.

― Muchas gracias compañeros, maestro. Así es mi papá.

― Señores, el precio de siempre por su cabeza.

DIARIO EL AMBULANTE: “Encuentran cadáver en un basurero en las


afueras del bar “El de siempre”, posible ajuste de cuentas”.
Índice
ALEGATO CONTRA LA PERSEVERANCIA..........................................................1
POLILLAS EN LA CABEZA (Formato de José Saramago)..................................2
TESTAMENTO.................................................................................................3
MUTILACIÓN...................................................................................................4
SOLO ES UN CAFÉ..........................................................................................5
VIDA...............................................................................................................6
LOS MILAGROS...............................................................................................7
QUIÉN SABE, QUIZÁ LO HAGA........................................................................9
TAMPOCO TAN POCO....................................................................................10
CHOCOLATE.................................................................................................11
CLASE DE RELLENO......................................................................................12
VALOR..........................................................................................................13
DESPLAZADO...............................................................................................15
APRENDÍ DEL CASO......................................................................................16
LOS EXCESOS...............................................................................................17
BRUJA...........................................................................................................18
ECONOMÍA....................................................................................................19
ESPANTOS....................................................................................................20
VERDADES ABSOLUTAS................................................................................21
DESPEDIDA...................................................................................................22
BREVEDAD...................................................................................................24
MEMORIAS....................................................................................................25
EL RELOJ.......................................................................................................26
SOLO DETENERSE........................................................................................27
LA MEJOR HISTORIA DEL MUNDO.................................................................28
LOS 4 JINETES DEL APOCALIPSIS..................................................................29
PODEMOS VERLO ASÍ...................................................................................30
Índice........................................................................................................... 32

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