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Información de Salud para Su Familia

Niños(as) Enfermos
¿Qué debe hacer cuando su niño(a) se cae y le sale un chichón en la cabeza? ¿Necesita ir a
la sala de urgencias ahora? ¿Es grave la tos de croup que apenas le empezó? Estas son
preguntas que todos tenemos y que frecuentemente surgen por la noche y el fin de semana
cuando el consultorio del médico está cerrado.

La Atención En Casa Para Los Síntomas De Adultos


¿Qué debe hacer cuando se tuerce el tobillo? ¿Necesita ir a la sala de urgencias ahora? ¿Es
grave la tos que ha tenido por tres días? Estas son preguntas que todos tenemos y que
frecuentemente surgen por la noche y el fin de semana cuando su médico está menos
disponible.

Influenza (Flu))

La gripe, también conocida como influenza, es una infección vírica altamente contagiosa
de las vías respiratorias. A pesar de que la gripe afecta a ambos sexos y a todos los grupos
de edad, los niños tienden a contraerla más a menudo que los adultos. Se trata de una
enfermedad estacional, que se da entre noviembre y abril, ocurriendo la mayoría de los
casos entre finales de diciembre y principios de marzo.
¿Cuáles son los síntomas de la gripe?

La gripe a menudo se confunde con el resfriado común, pero los síntomas de la gripe
suelen desarrollarse deprisa (generalmente entre 1 y 4 días después de que la persona se
exponga al virus de la gripe) y suelen ser más fuertes que los típicos estornudos y la nariz
tapada propios del resfriado.

Los síntomas de la gripe pueden incluir:

• fiebre
• escalofríos
• dolor de cabeza
• dolores musculares
• mareo
• pérdida de apetito
• cansancio
• tos
• dolor de garganta
• moqueo nasal
• náuseas o vómitos
• debilidad
• infección de oído
• diarrea

Cuando un bebé contrae la gripe, puede dar la sensación de que, de repente, parece
encontrarse mal o que "no tienes buen aspecto".

¿Cuánto dura la gripe?

Al cabo de 5 días, la fiebre y otros síntomas suelen desparecer, pero pueden persistir la tos
y la debilidad. Todos los síntomas suelen desaparecer en un plazo de una o dos semanas.
De todos modos, es importante tomarse la gripe en serio, porque puede evolucionar a una
neumonía y a otras complicaciones que pueden poner en peligro la vida, sobre todo cuando
afecta a bebés, ancianos y personas con problemas de salud crónicos.

¿Es contagiosa?

La gripe es contagiosa, pues se propaga a través de gotitas infectadas por el virus que se
expulsan al toser o estornudar. Las personas con gripe son contagiosas mientras presentan
síntomas (la mayoría de las veces los síntomas duran aproximadamente una semana en los
adultos, pero en los niños pueden durar hasta dos semanas).

La gripe suele ocurrir en forma de pequeños brotes, pero se producen epidemias


periódicamente. Las epidemias de gripe (cuando la enfermedad se propaga muy deprisa y
afecta a muchas personas de la misma área al mismo tiempo) suelen ocurrir durante las 2 o
3 semanas que siguen a la aparición de los primeros casos, pero después los casos
empiezan a decrecer.
¿Y la vacuna de la gripe?

Generalmente administrada entre septiembre y mediados de noviembre (aunque se puede


administrar en otro momento del año), la vacuna de la gripe reduce las probabilidades de
que una persona promedio contraiga la gripe durante esa estación en hasta un 80%. Pero,
puesto que la vacuna de la gripe protege de la infección provocada sólo por una cantidad
reducida de los virus que pueden provocar síntomas gripales, el hecho de que una persona
se ponga la vacuna no es una garantía de que no vaya a enfermar durante la estación de la
gripe. Pero, si una persona que se ha puesto la vacuna contrae la gripe, lo más probable es
que presente menos síntomas y éstos sean más leves.

Administrada en forma de inyección en el brazo, la vacuna de la gripe contiene virus de la


gripe muertos que no le provocarán la gripe a su hijo, pero harán que su cuerpo luche
contra la infección provocada por el virus de la gripe. Si una persona se pone una vacuna
que contiene determinadas cepas del virus de la gripe, estará protegida contra esas cepas en
particular en el caso de que entrara en contacto con ellas.

Aunque usted vacunara a su hijo el año pasado, eso no lo protegerá contra el virus de la
gripe este año, ya que la protección "caduca" porque los virus de la gripe cambian
constantemente. Éste es el motivo de que la vacuna se tenga que actualizar cada año para
incluir las cepas más actuales del virus.

Para los niños menores de 9 años que se pongan la vacuna por primera vez, ésta se deberá
administrar en dos inyecciones separadas entre sí por un período de un mes. Después de la
administración de la vacuna, el cuerpo puede tardar entre 1 y 2 semanas en desarrollar la
protección contra la gripe.

Si la vacuna se administra antes de que la gripe esté en pleno apogeo, el cuerpo tendrá más
oportunidades para desarrollar la inmunidad o protección contra el virus. Aunque la vacuna
se puede administrar durante la período del año con más gripe, es mejor que se la ponga a
su hijo pronto que tarde, siempre y cuando el pediatra lo considere necesario.

De todos modos, no todo el mundo necesita vacunarse contra la gripe. En los momentos en
que haya escasez de vacunas, algunas personas la necesitarán más que otras. Usted, el
pediatra de su hijo y su médico de familia deberán determinar qué personas de su familia
deberían vacunarse cada año.

La Academia Americana de Médicos de Familia (AAFP), la Academia Americana de


Pediatría (AAP), y los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC)
recomiendan administrar la vacuna de la gripe a los siguientes grupos de personas, que
tienen mayor riesgo de presentar complicaciones relacionadas con la gripe:

• bebés y niños de entre 6 y 59 meses


• todas las personas que tengan 65 años o más
• las mujeres que estarán embarazadas durante la estación de la gripe
• todas las personas que trabajen con bebés de menos de 6 meses
• las personas que vayan a residir durante períodos prolongados en centros
asistenciales, como los asilos de ancianos.
• todo niño o adulto que padezca una enfermedad crónica, como el asma
• el personal de los servicios médicos que esté en contacto directo con los pacientes
• los niños - de 6 meses a 18 años - que sigan un tratamiento de larga duración con
aspirina.

Las personas que no se deberían poner la vacuna de la gripe incluyen:

• bebés de menos de 6 meses


• cualquier persona que sea muy alérgica al huevo y/o a sus derivados - porque los
ingredientes de la vacuna de la gripe, de hecho, se cultivan en el interior de huevos.
Si su hijo es alérgico al huevo o a sus derivados, coménteselo al pediatra antes de
ponerle la vacuna de la gripe.
• cualquier persona que haya tenido alguna vez una reacción fuerte a la vacuna de la
gripe.
• todas las personas que padezcan el síndrome de Guillain Barré, un trastorno médico
muy poco frecuente que afecta a los sistemas inmunitario y nervioso.
• cualquier persona que se encuentre mal y tenga fiebre.

Aparte de la inyección, hay otra opción para vacunarse contra la gripe: mediante un
aerosol nasal. Esta vacuna se dispone desde 2004 en algunos países y actualmente su uso
está aprobado para personas de edades comprendidas entre los 5 y los 49 años. Pero el
aerosol nasal no es para todo el mundo y está contraindicado para niños y adultos de alto
riego. Así mismo, puesto que este aerosol contiene virus de la gripe vivos, puede provocar
síntomas gripales leves, incluyendo moqueo de nariz, dolor de cabeza, vómitos, dolores
musculares y fiebre. Pregúntele al pediatra de su hijo si éste puede -o debería- utilizar este
tipo de vacuna de la gripe.

¿Hay otras formas de evitar que se propague la gripe?

A pesar de que no hay ninguna forma garantizada -incluyendo la vacuna- de evitar que una
persona contraiga la gripe, la forma más sencilla de reducir las probabilidades de
contagiarla una vez contraída es evitar las multitudes. Puesto que no se puede enjaular a un
niño, aquí tiene algunas pautas que pueden seguir usted y su familia para evitar la
propagación de infecciones como la gripe:

• Lavarse las manos a conciencia y frecuentemente.


• No coger nunca pañuelos de papel usados.
• No compartir vasos, tazas o cubiertos hasta que uno se encuentre mejor.
• Quedarse en casa y no ir al trabajo o al colegio cuando se tiene la gripe.
• Cubrirse la boca y la nariz con un pañuelo de papel al toser o estornudar.

¿Cómo se trata la gripe?

En la mayoría de los casos, la gripe no requiere un tratamiento médico específico. Pero


algunos niños con enfermedades crónicas pueden empeorar si contraen la gripe -y podrían
requerir hospitalización. La gripe también puede ser peligrosa en los recién nacidos. A un
niño gravemente enfermo o con otras circunstancias especiales, es posible que el pediatra
le recete un medicamento antiviral para atenuar los síntomas gripales, que debe
administrarse antes de que transcurran 48 horas desde el contagio.
He aquí algunos consejos prácticos para que un niño que estaba sano pueda recuperar la
salud después de contraer la gripe:

• Beber mucho líquidos para evitar la deshidratación.


• Dormir mucho y tomárselo con calma.
• Tomar acetaminofeno (paracetamol) o ibuprofeno para bajar la fiebre y aliviar los
síntomas gripales. De todos modos, no le dé aspirina a su hijo a menos que se lo
indique el pediatra.
• Llevar varias capas de ropa, ya que la gripe hace que uno pase rápidamente del frío
al calor y viceversa. Llevar varias capas -como una camiseta, un jersey y una bata-
facilita el proceso de abrigarse o desabrigarse cuando sea necesario.

¿Cuándo debería llamar al pediatra?

Usted debería llamar al pediatra en cuanto su hijo presente síntomas gripales y si:

• cree que su hijo debería vacunarse contra la gripe


• los síntomas gripales de su hijo empeoran
• su hijo tiene fiebre alta durante varios días seguidos
• su hijo parece mejorar inicialmente, pero después se encuentra peor que al
principio.

De todos modos, en la mayoría de los casos, la gripe suele remitir en una o dos semanas
con reposo, cuidados y mucho cariño.

LA TEMPERATURA EN LOS NIÑOS

Probablemente todos los padres han experimentado el siguiente escenario alguna vez: se
despiertan a media noche para encontrar a su hijo parado al lado de su cama, encendido,
acalorado y sudando. La frente de su pequeño está caliente. Inmediatamente sospechan que
su hijo tiene fiebre pero no están seguros de qué hacer a continuación. ¿Deben buscar el
termómetro? ¿Deben llamar al médico?

Aun cuando su hijo tenga fiebre, es probable que no sea nada grave. Aunque puede asustar
que la temperatura de su hijo aumente, la fiebre en sí no es perjudicial y, de hecho, puede
ser buena; muchas veces es la forma que tiene el cuerpo de combatir las infecciones. Y no
es necesario tratar todos los tipos de fiebre. Sin embargo, la fiebre alta puede incomodar a
su hijo y agravar problemas tales como la deshidratación.

Pero puede seguir algunos pasos para tomar correctamente la temperatura de su hijo y
hacer que se sienta cómodo cuando es más alta de lo normal. En este artículo, hablaremos
de la fiebre, cómo medirla y tratarla, y cuándo llamar al pediatra.

¿Qué es la fiebre?

La fiebre se produce cuando el "termostato" interno del cuerpo aumenta la temperatura


corporal por encima de su nivel normal. Este termostato se encuentra en la parte del
cerebro denominada hipotálamo. El hipotálamo sabe qué temperatura debe tener el cuerpo
(normalmente alrededor de los 98,6 grados Fahrenheit o 37 grados centígrados) y envía
mensajes al cuerpo para mantenerla así.

La temperatura corporal de la mayoría de las personas varía inclusive un poco a lo largo


del día: generalmente, es un poco más baja por la mañana y un poco más alta por la tarde y
puede fluctuar cuando los niños corretean, juegan y hacen ejercicio.

No obstante, a veces el hipotálamo "reajusta" el cuerpo y aumenta su temperatura como


respuesta a una infección, enfermedad o algún otro motivo. Entonces, ¿por qué el
hipotálamo ordena al cuerpo que varíe la temperatura? Los investigadores creen que el
aumento de la temperatura es la forma que tiene el cuerpo de combatir los gérmenes que
causan infecciones y de hacer que el cuerpo sea un lugar menos agradable para ellos.

¿Qué causa la fiebre?

Es importante recordar que la fiebre en sí no es una enfermedad; la mayoría de las veces es


síntoma de un problema subyacente. Las causas potenciales de la fiebre son:

Infección: La mayoría de las fiebres se deben a una infección u otra enfermedad. Al


estimular los mecanismos naturales de defensa, la fiebre ayuda al cuerpo a combatir las
infecciones.

Exceso de ropa: Los bebés, especialmente los recién nacidos, pueden tener fiebre si
están demasiado abrigados o se encuentran en un ambiente caluroso puesto que no pueden
regular su temperatura corporal.

Inmunizaciones: Los bebés y los niños pueden presentar algo de fiebre tras la
administración de una vacuna.

Aunque la dentición puede provocar un leve aumento de la temperatura corporal,


probablemente no sea la causa de que la temperatura de su hijo esté por encima de los 100
grados Fahrenheit (37,8 grados centígrados).

¿Cómo sé si la fiebre de mi hijo es síntoma de algo grave?

Antes, los médicos aconsejaban tratar la fiebre en base a la temperatura. Pero ahora,
recomiendan tener en cuenta tanto la temperatura como la condición general del niño.

Los niños con una temperatura inferior a los 102 grados Fahrenheit (38,9 grados
centígrados) no suelen necesitar medicamentos, a menos que se sientan incómodos. Esta
regla tiene una importante excepción: si su bebé tiene 3 meses o menos y su temperatura
rectal es de 100,4 grados Fahrenheit (38 grados centígrados) o superior, llame al pediatra o
acuda a la sección de urgencias. Incluso un poco de fiebre puede ser síntoma de una
posible infección grave en niños muy pequeños.

En niños mayores, tenga en cuenta el comportamiento y nivel de actividad física. Al


observar el comportamiento de su hijo, puede usted tener una idea de que se trata de una
enfermedad menor o necesita acudir a un médico.
Probablemente la enfermedad no sea grave si su hijo:

• sigue queriendo jugar


• come y bebe bien
• está alerta y sonríe
• tiene la piel de color normal
• tiene buen aspecto cuando le baja la temperatura

Y no se preocupe demasiado por un niño con fiebre que no quiere comer. Eso es común en
infecciones que producen fiebre.

¿Cómo sé si mi hijo tiene fiebre?

Un beso suave en la frente o tocar levemente la piel de su hijo suele ser suficiente para
saber si tiene fiebre. Sin embargo, este método para medir la temperatura (denominado
temperatura táctil) depende de la persona que la toma y no ofrece un nivel exacto de la
temperatura del niño.

Con un termómetro fiable, puede saber si su hijo tiene fiebre cuando su temperatura esté
en alguno de los siguientes niveles:

• 100,4 grados Fahrenheit (38 grados centígrados) medidos rectalmente (en el recto)
• 99,5 grados Fahrenheit (37,5 grados centígrados) medidos oralmente (en la boca)
• 99 grados Fahrenheit (37,2 grados centígrados) medidos en la axila (bajo el brazo)

Pero la fiebre no dice si su hijo está muy enfermo. Un simple resfriado u otra infección
viral producen a veces una fiebre bastante alta (entre los 102 y 104 grados Fahrenheit ó
38,9 a 40 grados centígrados), pero generalmente no es indicio de que el problema sea
grave. Y las infecciones graves pueden no producir fiebre o incluso disminuir la
temperatura corporal de modo anormal, sobre todo en niños pequeños.

Puesto que la fiebre puede aumentar o disminuir, un niño con fiebre puede tener
escalofríos cuando la temperatura corporal comienza a subir y el cuerpo intenta generar
más calor. Puede que el niño sude cuando el cuerpo libera calor y la temperatura comienza
a descender.

A veces, los niños con fiebre pueden respirar más rápido de lo normal y tener un ritmo
cardíaco más elevado. Debería llamar al pediatra si su hijo tiene dificultad en respirar, o
respira mucho más rápido de lo normal, o sigue respirando rápido cuando le baja la fiebre.

¿Qué tipo de termómetro debería utilizar?

Independientemente del tipo de termómetro que elija, asegúrese de saber usarlo


correctamente para obtener una lectura precisa. Conserve y siga las recomendaciones del
fabricante.
Los termómetros digitales suelen ofrecer datos más rápidos y precisos. Vienen en
muchos tamaños y formas y están disponibles en la mayoría de los supermercados y
farmacias, a varios precios. Aunque debería leer las instrucciones del fabricante para
determinar los métodos para los que está diseñado el termómetro, muchos termómetros
digitales se usan para las siguientes modalidades de medición de temperatura:

• oral (en la boca)


• rectal (en el recto)
• axilar (bajo el brazo)

Los termómetros digitales suelen tener una sonda flexible de plástico con un sensor de
temperatura en un extremo y un indicador digital fácil de leer en el otro.

Los termómetros electrónicos de oído miden la temperatura timpánica: la


temperatura en el interior del conducto auditivo. Aunque son rápidos, precisos y fáciles de
usar en niños mayores, los termómetros electrónicos de oído no son tan exactos como los
digitales cuando se usan en niños muy pequeños, y son más caros. La Academia
Estadounidense de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés) no aconseja el uso de
termómetros electrónicos de oído en bebés menores de 3 meses.

Los termómetros de tira plástica (pequeñas tiras plásticas que se adhieren sobre la
frente del niño) pueden decirle si su hijo tiene fiebre pero no son fiables a la hora de medir
la temperatura exacta, sobre todo en bebés y niños. Si necesita saber la temperatura exacta
de su hijo, los termómetros de tira plástica no son los adecuados.

Los termómetros chupete pueden parecer apropiados pero tampoco son fiables y no
deben utilizarse en bebés menores de 3 meses. También es necesario que el niño mantenga
el chupete en la boca durante varios minutos sin moverse, algo casi imposible para la
mayoría de los bebés y niños pequeños.

Los termómetros de mercurio se usaban frecuentemente pero la AAP aconseja no


utilizarlos por miedo a una posible exposición al mercurio, que es una toxina ambiental.
(Si aún tiene un termómetro de mercurio, no lo tire a la basura porque el mercurio puede
filtrarse. Pregunte al pediatra o al departamento de sanidad local cómo y dónde puede
deshacerse de su termómetro de mercurio).

Como todos los padres saben, tomar la temperatura a un niño que se retuerce puede
suponer un reto. Pero es uno de los instrumentos médicos más importantes para averiguar
si su hijo está enfermo o tiene una infección. El método que usted elija para medir la
temperatura de su hijo dependerá de la edad y de si su hijo está dispuesto a cooperar.

Si su hijo es menor de 3 meses, usted obtendrá datos más fiables si mide la temperatura
rectal con un termómetro digital. Los termómetros electrónicos de oído no son
recomendables para bebés menores de 3 meses porque sus conductos auditivos suelen ser
demasiado pequeños.

Si su hijo tiene entre 3 meses y 4 años, usted puede utilizar un termómetro digital para
medir la temperatura rectal o un termómetro electrónico de oído para medir la temperatura
en el interior del conducto auditivo. También podría utilizar un termómetro digital para
medir la temperatura axilar, aunque este método es menos preciso.

Si su hijo tiene más de 4 años, usted puede utilizar un termómetro digital para medir la
temperatura oral, si su hijo coopera. Sin embargo, puede que los niños que tosen
frecuentemente o respiran por la boca porque tienen la nariz congestionada no sean
capaces de tener la boca cerrada el tiempo necesario para realizar una lectura oral exacta.
En estos casos, puede usar el método timpánico (con un termómetro electrónico de oído) o
el método axilar (con un termómetro digital).

¿Cómo se utiliza un termómetro digital?

El termómetro digital ofrece la forma más precisa y rápida de medir la temperatura de su


hijo y puede colocarse en la boca, la axila o el recto. Antes de utilizar este dispositivo, lea
detenidamente las instrucciones. Necesita saber cómo el termómetro anuncia la
finalización de la lectura (normalmente, mediante una pitada o una serie de pitadas, o la
temperatura aparece visualmente intermitente en la pantalla digital del termómetro).
Después, accione el termómetro y asegúrese de que la pantalla se limpie de lecturas
previas. Si su termómetro dispone de cubiertas protectoras de plástico desechables,
colóquelas según las instrucciones del fabricante. Recuerde desechar la cubierta después
de usarla y limpiar el termómetro según las instrucciones del fabricante antes de volver a
colocarlo en su estuche.

Para medir la temperatura rectal:

Antes de llegar a ser padres, la mayoría de las personas sienten repulsión con solo pensar
en medir la temperatura rectal. Pero no se preocupe; es fácil:

1. Lubrique el extremo del termómetro con un gel lubricante hidrosoluble (pregunte


al farmacéutico o pediatra).
2. Coloque a su hijo boca abajo sobre su regazo y sosténgale la cabeza o túmbelo
sobre una superficie plana y firme, como por ejemplo un cambiador.
3. Ponga una mano sobre la zona lumbar de su hijo para que no se mueva.
4. Con la otra mano, inserte el termómetro lubricado en el recto por la apertura anal,
de media a una pulgada (1,25 a 2,5 centímetros). Si siente que hay resistencia, no
siga.
5. Sostenga el termómetro entre el segundo y tercer dedo. Tranquilice a su hijo y
háblele en voz baja.
6. Espere hasta oír el número de pitadas correspondientes u otra señal que indique que
ya se puede leer la temperatura. Si desea llevar un registro, anote la temperatura y
la hora del día.

Para medir la temperatura oral: Este proceso es fácil en un niño mayor y


dispuesto a cooperar.

1. Espere 20-30 minutos después de que su hijo termine de comer o beber para medir
la temperatura oral y asegúrese de que su hijo no tiene chicle o dulces en la boca.
2. Coloque el extremo del termómetro bajo la lengua y pida a su hijo que cierre los
labios. Recuérdele que no apriete los dientes y pídale que se relaje y respire con
normalidad por la nariz.
3. Espere hasta oír el número de pitadas correspondientes u otra señal que indique que
ya se puede saber la temperatura. Lea y anote el número que aparece en la pantalla
y la hora del día.

Para medir la temperatura axilar: Ésta es una manera práctica de medir la


temperatura de su hijo. Aunque no es tan precisa como la temperatura rectal u oral en un
niño que coopere, algunos padres la prefieran si sobre todo su hijo no puede sostener un
termómetro en la boca.

• Quítele a su hijo la camisa o camiseta interior y póngale el termómetro en la axila


(debe tocar solo la piel, no la ropa).
• Coloque el brazo de su hijo sobre el pecho para sujetar el termómetro.
• Espere hasta oír el número de pitadas correspondientes u otra señal que indique que
ya se puede leer la temperatura. Lea y anote el número que aparece en la pantalla y
la hora del día.

Independientemente del método que elija, he aquí algunos consejos adicionales:

• Nunca tome la temperatura a su hijo inmediatamente después de bañarlo o si ha


estado muy abrigado durante algún tiempo; esto puede afectar el nivel de la
temperatura.
• Nunca deje a un niño solo cuando le esté tomando la temperatura.

¿Cómo puedo hacer que mi hijo se sienta mejor?

Una vez más, no es necesario tratar todos los tipos de fiebre. Y, en la mayoría de los casos,
la fiebre solo debe ser tratada si causa malestar a su hijo. He aquí algunas cosas que puede
hacer para aliviar los síntomas que suelen acompañar a la fiebre:

• Si su hijo está irritable o parece incómodo, puede darle acetaminofén (paracetamol)


o ibuprofeno siguiendo las recomendaciones del envase según la edad o peso. Si no
sabe cuál es la dosis recomendada o si su hijo es menor de 2 años, llame al pediatra
para averiguar qué cantidad debe administrarle.
• Recuerde que los medicamentos para la fiebre bajarán temporalmente la
temperatura pero no harán que vuelva a la normalidad; y no curarán la causa
subyacente de la fiebre.
• (Nunca administre aspirina a un niño menor de 12 años porque está asociada al
síndrome de Reye, una enfermedad poco común pero potencialmente mortal).
• Bañe a su hijo con una esponja para que se sienta más cómodo y ayudar a que le
baje la fiebre. Utilice solo agua tibia; el agua fría puede causar escalofríos, lo que
suele aumentar la temperatura corporal. Nunca utilice alcohol (puede producir
intoxicación cuando la piel lo absorbe) o bolsas de hielo/baños fríos (pueden causar
escalofríos, que aumentan la temperatura corporal).
• Vista a su hijo con ropa ligera y cúbralo con una sábana o cobija fina. El exceso de
ropa y abrigo puede evitar que el calor corporal se libere y provocar un aumento de
temperatura.
• Asegúrese de que la temperatura de la habitación de su hijo sea placentera: ni muy
caliente ni muy fría.
• Dé a su hijo mucho líquido para evitar deshidratación; la fiebre provoca una rápida
pérdida de líquidos. El agua, la sopa, las paletas y la gelatina de sabores son buenas
elecciones. Evite las bebidas con cafeína, incluidos los refrescos y el té, porque
pueden aumentar producción de orina.
• Si su hijo también tiene vómitos y/o diarrea, pregunte al pediatra si debe darle
alguna solución hidratante especial para niños. Puede encontrar esta solución en
farmacias y supermercados. No le dé bebidas energéticas; no están ideadas para
niños pequeños y los azúcares añadidos pueden empeorar la diarrea. Asimismo,
limite el consumo de frutas y jugos de manzana.
• En general, deje que su hijo coma lo que quiera (en cantidades razonables) pero no
le obligue a comer si no apetece.
• Asegúrese de que su hijo descanse mucho. No es necesario que pase todo el día en
la cama, pero un niño enfermo debería permanecer en calma.
• Es mejor que el niño no vaya a la escuela o a la guardería si tiene fiebre. La
mayoría de los médicos creen que se puede volver a la escuela cuando la
temperatura haya sido normal durante 24 horas.

¿Cuándo debería llamar al pediatra?

La temperatura exacta que debería dar lugar a una llamada al médico depende de la edad
del niño, la enfermedad y si el niño presenta otros síntomas además de la fiebre.

Llame al pediatra si tiene:

• un bebé menor de 3 meses con una temperatura de 100,4 grados Fahrenheit (38
grados centígrados)
• un niño mayor de 3 meses con una temperatura superior a los 104 grados
Fahrenheit (40 grados centígrados)

Si un niño mayor a 3 meses tiene una fiebre inferior a los 104 grados Fahrenheit, llame al
médico si el niño también:

• rechaza los líquidos o parece demasiado enfermo como para beber


• tiene diarrea persistente o vómitos continuos
• presenta síntomas de deshidratación
• presenta una dolencia específica (p. ej., dolor de garganta o de oído)
• lleva más de 24 horas con fiebre si es un niño menor de 2 años; o 72 horas, si es
mayor
• tiene fiebre recurrente, aunque solo dure varias horas todas las noches

Acuda a urgencias si su hijo presenta cualesquiera de los siguientes síntomas además de


fiebre:

• llanto inconsolable durante varias horas


• irritabilidad extrema
• aletargamiento o dificultad para estar despierto
• sarpullido o manchas moradas que parecen pequeños moretones en la piel (que no
estaban antes de que su hijo se enfermase)
• labios, lengua y uñas azuladas
• zona blanda en la cabeza que parece una protuberancia
• rigidez en el cuello
• fuerte dolor de cabeza
• flacidez y negativa a moverse
• dificultad para respirar que no desaparece cuando se le despeja la nariz
• inclinación hacia delante y babeo
• convulsiones

Asimismo, pregunte al pediatra cuáles son sus pautas en cuanto a llamadas en caso de
fiebre.

Fiebre: Algo común en la infancia

Todos los niños tienen fiebre alguna vez y, en la mayoría de los casos, vuelven a su estado
normal después de unos días. En bebés mayores y niños (pero no necesariamente en bebés
menores de 3 meses), es más importante el comportamiento del niño que la lectura del
termómetro. Todo el mundo se enoja cuando tiene fiebre. Es normal y es algo que debe
esperarse.

Pero si alguna vez tiene dudas sobre qué hacer, o lo que puede significar esa fiebre, o si su
hijo se enferma de forma preocupante aunque no tenga fiebre, llame a su pediatra para que
le asesore.

VÓMITOS EN LOS NIÑOS

La mayoría de los casos de vómitos en la población infantil están provocados por una
gastroenteritis, generalmente motivada por un virus que infecta el tubo digestivo. (La
gastroenteritis a veces se denomina "gripe intestinal" y, además de los vómitos, también
puede cursar con náuseas y diarrea). Estas infecciones no suelen durar mucho y son más
molestas que peligrosas. Sin embargo, si un niño (especialmente un lactante) no puede
tomar líquidos adecuadamente y, aparte de vómitos, tiene diarrea, podría deshidratarse.

Probablemente su principal intervención deberá ser mantener la calma y tranquilizar al


niño –es normal que los vómitos asusten a un niño pequeño (y también a sus padres), y
pueden agotar a un niño de cualquier edad. Tranquilizar a su hijo y tomar las medidas
apropiadas para impedir que se deshidrate son factores clave para una rápida recuperación.

Qué hacer cuando su hijo está vomitando:

Con bebés menores de 6 meses:

• Evite darle agua sola a un lactante de pocos meses o días a menos que el pediatra
del bebé especifique la cantidad que debe darle.
• Ofrézcale a su hijo cantidades pequeñas, pero frecuentes -unas 2 ó 3 cucharaditas, o
hasta un máximo de 20 ml- de una solución oral electrolítica cada 15 ó 20 minutos
aproximadamente con una cucharita o jeringuilla. Las soluciones orales
electrolíticas (disponibles en la mayoría de supermercados o farmacias y conocidas
también como soluciones electrolíticas orales de mantenimiento) contienen sales en
las concentraciones necesarias para restablecer lo que se ha perdido a través de los
vómitos o la diarrea, y también contienen algo de azúcar. Es especialmente
importante que los líquidos administrados a un lactante de corta edad tengan un
equilibrio adecuado de sales (las soluciones electrolíticas sin sabor son más
recomendables para bebés de corta edad).
• Aumente gradualmente la cantidad de la solución que le administra a su hijo si éste
es capaz de tolerarla durante más de un par de horas sin vomitar. Por ejemplo, si el
bebé ingiere normalmente unos 120ml por toma, vaya incrementando lentamente la
cantidad de solución durante el transcurso del día hasta darle 120ml.
• No le dé a su hijo de una vez más cantidad de solución electrolítica de lo que suele
ingerir en una sola toma –sólo conseguiría llenar demasiado un vientre ya de por sí
irritado y probablemente provocarle más vómitos.
• Cuando su hijo lleve un período de tiempo (más de 8 horas) sin vomitar, puede
volver a introducir lentamente la leche infantil, en el caso de que haya optado por
la lactancia artificial. Empiece con cantidades reducidas (entre 20 y 30ml) y tomas
más frecuentes de lo habitual, aumentando progresivamente la cantidad de cada
toma hasta llegar a la pauta de lactancia normal del bebé. Si su hijo ya tomaba
papillas infantiles, puede volver a introducir estos sólidos en pequeñas cantidades.
• Si su hijo sólo toma leche materna y vomita (no sólo babea o regurgita, sino que
vomita lo que parece ser una toma completa) más de una vez, amamántelo durante
5 a 10 minutos cada 2 horas. Si sigue vomitando, llame al pediatra. Cuando lleve 8
horas sin vomitar, puede volver a amamantarlo normalmente.
• Si su bebé tiene menos de 1 mes y vomita todo lo que ingiere (no sólo lo regurgita),
llame inmediatamente al pediatra.

Con bebés de 6 meses a 1 año:

• Evite darle agua sola a un lactante de menos de un año a menos que el pediatra del
bebé especifique la cantidad que debe darle.
• Ofrézcale a su hijo cantidades pequeñas, pero frecuentes -unas 3 cucharaditas o
unos 20 ml- de una solución oral electrolítica cada 15 ó 20 minutos
aproximadamente. Es importante que los líquidos que ingieren los lactantes de
menos de un año contengan sales en las concentraciones necesarias para restablecer
lo que han perdido a través de los vómitos o la diarrea.
• Las soluciones electrolíticas orales sin sabor pueden no ser del agrado de un bebé
de más de 6 meses. En el mercado también puede encontrar soluciones con sabor, o
usted puede añadir media cucharadita (unos 3 ml) de zumo de una fruta suave a
cada toma de solución electrolítica sin sabor. Los polos de solución electrolítica
suelen ser del agrado de los bebés de este grupo de edad y tienen la ventaja de que
favorecen la ingesta lenta de líquidos.
• Aumente gradualmente la cantidad de la solución si el bebé es capaz de tolerarla
durante más de un par de horas sin vomitar. Por ejemplo, si su bebé ingiere
normalmente unos 120 ml por toma, vaya incrementando lentamente la cantidad de
solución durante el transcurso del día hasta darle 120 ml.
• No le dé a su hijo de una vez más cantidad de solución electrolítica de lo que suele
ingerir en una sola toma –sólo conseguiría llenar demasiado un vientre ya de por sí
irritado y probablemente provocarle más vómitos.
• Cuando su hijo lleve más de 8 horas sin vomitar, puede volver a introducir
lentamente la leche infantil. Empiece con cantidades reducidas (entre 30 y 60 ml) y
tomas más frecuentes de lo habitual, aumentando progresivamente la cantidad de
cada toma hasta llegar a la pauta de lactancia normal del bebé. Si su hijo ya estaba
habituado a tomar sólidos, como plátanos, papillas de cereales, galletas u otros
alimentos blandos especiales para bebés, puede volver a introducir estos sólidos en
pequeñas cantidades.
• Si su hijo no vomita en 24 horas, usted podrá reanudar su pauta normal de
lactancia.

Con niños de 1 año en adelante:

• Déle a su hijo una dieta líquida absoluta (evitando la leche y los productos
lácteos) en pequeñas cantidades (de 2 cucharaditas a 2 cucharadas, o hasta unos 30
ml) cada 15 minutos. Una dieta líquida absoluta incluye:
o Pedacitos de hielo o sorbos de agua.
o Soluciones orales electrolíticas con sabor, o agregar 1/2 cucharadita
(aproximadamente 3 ml) de zumo de una fruta no ácida a una solución
electrolítica oral sin sabor.
o Polos de solución electrolítica oral.
• Si su hijo lo vomita, vuelva a empezar con una cantidad menor de líquido (2
cucharaditas o unos 5 ml) y siga las indicaciones anteriores.
• Si su hijo lleva 8 horas sin vomitar, introduzca gradualmente una dieta blanda a
base de alimentos ligeros. Pero no fuerce a su hijo a comer nada -ya le indicará él
cuándo tiene hambre. Puede ofrecerle galletitas saladas, tostadas, caldo, sopas
ligeras (si quiere, con fideos), puré de patatas, arroz y pan.
• Si su hijo no vomita durante 24 horas, usted podrá reanudar lentamente su dieta
habitual. Espere de 2 a 3 días antes de ofrecerle productos lácteos.

¿Cuándo debería llamar al pediatra?

El mayor riesgo de los vómitos provocados por una gastroenteritis es la deshidratación.


Llame al médico de su hijo si rechaza los líquidos o si continúan los vómitos después de
seguir las indicaciones anteriores. Llame al pediatra si observa cualquiera de los signos de
deshidratación que figuran en la siguiente lista.

Deshidratación leve a moderada:

• boca seca
• llantos con pocas o ninguna lágrima
• comportamiento inquieto en un lactante
• menos de seis pañales mojados por día en un lactante (más de 4 a 6 horas sin mojar
el pañal en un lactante menor de 6 meses)
• no orinar durante 6 a 8 horas en un niño
• la fontanela se ve más plana de lo habitual o un poco hundida en un lactante

Deshidratación grave:

• boca muy seca y pastosa (parece "pegajosa" por dentro)


• piel seca, arrugada o pálida (especialmente en el abdomen y la parte superior de
brazos y piernas)
• inactividad o disminución del nivel de alerta
• parece débil, flácido o sin fuerzas
• ojos hundidos
• fontanelas hundidas en un lactante
• desorientación o somnolencia excesiva
• respiración profunda y rápida
• más de 6 a 8 horas sin orinar en un lactante
• más de 8 a 10 horas a 8 horas sin orinar en un niño
• pulso rápido o debilitado

Los siguientes síntomas podrían indicar un trastorno más grave que la gastroenteritis, en
cuyo caso debería llamar inmediatamente al pediatra:

• Vómitos como un chorro en un lactante, especialmente si tiene menos de 3 meses.


• Vómitos en un lactante después de administrarle una solución electrolítica oral
durante cerca de 24 horas.
• Los vómitos empiezan de nuevo en cuanto se intenta reanudar la dieta normal.
• Los vómitos empiezan después de una lesión en la cabeza.
• Los vómitos van acompañados de fiebre (38? C de temperatura rectal en un
lactante menor de 6 meses o más de 38,3 a 38,8? C en un niño mayor).
• Vómitos de bilis, un líquido verdoso o amarillento.
• El niño tiene el vientre duro, hinchado y dolorido entre los episodios de vómitos.
• Los vómitos van acompañados de fuertes dolores abdominales.
• El vómito se parece al café molido (la sangre mezclada con los ácidos del
estómago tiene un color marrón similar al del café molido).
• Vomita sangre.

CÓLICOS EN LOS NIÑOS

Su bebé se pasa varias horas llorando cada tarde, y a usted los llantos le están empezando a
agotar hasta tal punto que tiene ganas de ponerse a llorar con él. ¿Qué le puede estar
ocurriendo?

A pesar de que todos los recién nacidos lloran y se ponen inquietos de tanto en tanto,
cuando un bebé que, por lo demás, está sano llora durante más de 3 horas cada día, padece
un trastorno conocido como cólico del lactante, que es completamente normal y que, a la
larga, acaba remitiendo espontáneamente.

Se ha estimado que hasta el 25% de todos los lactantes tienen cólicos. Suelen iniciarse
entre la tercera y la sexta semana de vida y remiten espontáneamente cuando el bebé tiene
unos tres meses de edad. Si un bebé sigue presentando llantos recurrentes después de
cumplir tres meses, es posible que padezca otro tipo de problema de salud.

Para saber si su bebé tiene cólico del lactante, primero le interesará descartar que pueda
estar llorando por otro motivo médico. He aquí algunos puntos clave sobre los cólicos:
• Los bebés que padecen cólico del lactante tienen un reflejo de succión normal y
buen apetito, y, por todo lo demás, se ven sanos y están creciendo bien. Un bebé
enfermo puede presentar síntomas similares a los del cólico, pero no comerá bien
ni tendrá un reflejo de succión tan fuerte.
• A los bebés que padecen cólico les gusta que los cojan y los abracen. Los bebés
enfermos parecen estar molestos o incómodos cuando los cogen y son difíciles de
consolar.
• Los bebés con cólico pueden babear o regurgitar de vez en cuando, pero si su bebé
vomita, y/o está perdiendo peso, llame al pediatra. Vomitar repetidamente no es un
síntoma de cólico.
• Los bebés que padecen cólico típicamente tienen las heces normales. Si su bebé es
difícil de consolar y tiene diarrea o sangre en las heces, llame al pediatra.

¿Cuál es la causa de los cólicos?

Los médicos no están seguros de cuál es la causa de los cólicos. Algunos autores han
sugerido que los cólicos están causados por la alergia a las proteínas de la leche de vaca
(leche de fórmula), pero actualmente los médicos consideran que este tipo de alergia muy
raramente provoca cólicos, si es que los provoca. Los bebés alimentados con leche materna
también pueden padecer cólicos. De todos modos, en algunos casos los cambios en la dieta
de la madre se han asociado a remisión del cólico.

Actualmente los médicos tampoco creen que los cólicos estén provocados por los gases.
Las investigaciones sugieren que es más bien al contrario, es decir, que es más frecuente
que los bebés con cólico desarrollen gases al tragar demasiado aire mientras lloran.

Existen algunos datos indicativos de que los cólicos se producen cuando hay problemas en
el tránsito de los alimentos a través del sistema digestivo del lactante, bien porque aquél es
demasiado rápido o bien porque es demasiado lento.

Algunos médicos atribuyen los cólicos al temperamento del bebé. A algunos lactantes les
cuesta más que a otros adaptarse al mundo exterior o al ciclo de sueño-vigilia.

A muchos padres les preocupa que puedan estar haciendo algo para provocar los cólicos en
sus bebés o que no estén siendo buenos padres. Pero no existen pruebas de que la ansiedad
y/o la personalidad de los padres pueda ser un factor causal del cólico del lactante.

Muchos médicos creen que otra de las posibles causas de los cólicos puede ser una
enfermedad por reflujo gastroesofágico no diagnosticada.

Tratamiento

No hay ningún tratamiento que, considerado aisladamente, se haya demostrado que "cure"
el cólico del lactante. Pero hay algunas cosas que usted puede hacer cuando su bebé tenga
cólicos para que éstos resulten más llevaderos para toda la familia.

Primero, asegúrese de que el bebé no tiene hambre. Si no tiene hambre, no insista en


continuar alimentándolo. En lugar de ello, intente consolar al bebé. No tema mimar al bebé
dedicándole atención. En lugar de ello, le estará mostrando que usted responde a sus
necesidades. También puede probar a:
• Pasearse o mecerse en una mecedora con el bebé en brazos, probando diferentes
posturas.
• Ayudarle a eructar más a menudo durante las tomas.
• Colocarse al bebé estirado boca a bajo sobre el regazo y frotarle suavemente la
espalda.
• Colocar al bebé en un balancín. Es posible que el movimiento tenga un efecto
tranquilizante.
• Colocar al bebé en una sillita de seguridad en los asientos posteriores del coche y
darle una vuelta en coche. La vibración y movimiento del coche suelen tranquilizar
a los bebés.
• Probar a ponerle cintas de música; algunos bebés responden positivamente al
sonido además de al movimiento.

Cuidar de un bebé que padece cólicos puede ser sumamente frustrante, de modo que
asegúrese a cuidarse usted también. No culpe al bebé ni se culpe a usted por los llantos
continuos del bebé -los cólicos no son culpa de nadie. Intente relajarse y tomárselo con
calma, y recuerde que su bebé acabará superando esta fase cuando madure. Mientras tanto,
si necesita desconectarse de los llantos del bebé, hágalo. Probablemente sus amigos o
familiares estarán encantados de cuidar del bebé cuando usted necesite un respiro. Si no
puede contar inmediatamente con la ayuda de otra persona, no pasa nada si deja un rato al
bebé solo en la cuna para tomarse un respiro antes de volver a intentar consolarlo.

Si no está seguro de si los llantos del bebé obedecen a un cólico o son síntoma de otra
enfermedad, llame al pediatra.

HISTORIA MEDICA DEL NIÑO

Si su hijo cae enfermo o se lesiona y necesita ir a Urgencias, los médicos, enfermeras y el


personal paramédico tendrán muchas preguntas que hacerle sobre su historia médica. Y,
aunque usted conozca todas las respuestas en un momento de calma, hasta el padre más
organizado puede no ser capaz de recordar los detalles de la historia médica de su hijo en
una situación estresante.

Por eso es tan importante llevar un registro exhaustivo de la información médica de su hijo
y tenerlo siempre a mano. En muchos casos, esa información puede ayudar al personal
médico a emitir un diagnóstico y a tomar decisiones rápidas en una urgencia médica,
cuando el tiempo es oro.

Lea las siguientes categorías para aprender más cosas sobre la salud de su hijo a fin de
elaborar su historia médica completa. Guarde una copia de la historia en un lugar accesible
de su casa (por ejemplo, en la puerta de la nevera), otra en cada coche familiar, otra en su
lugar de trabajo y en el lugar de trabajo de su pareja, y otra en el bolso o cartera de ambos.
La canguro de su hijo y el centro escolar o de preescolar adonde lleva al niño también
deberían disponer de una copia, en la que deberían figurar también el nombre y el número
de teléfono del pediatra del niño.
Alergias

Anote cualquier alergia conocida que tenga su hijo, tanto a medicamentos de venta con
receta médica como a los que se pueden adquirir sin receta. Las reacciones alérgicas a
picaduras o mordeduras de insectos y las alergias alimentarias también son importantes.
Además, algunos niños pueden tienen alergias al látex. En muchos casos, la información
sobre alergias ayuda al personal médico a descubrir la causa de problemas como las
convulsiones o las dificultades respiratorias.

Medicamentos

Algunos medicamentos no se pueden mezclar porque interactúan entre sí, de modo que el
personal médico y de enfermería necesitarán conocer todos los medicamentos (tanto de
venta con receta médica como sin receta) que tome su hijo antes de administrarle ningún
fármaco. Asimismo, necesitarán conocer las dosis, la pauta de administración y cuándo se
medicó el niño por última vez. Usted deberá facilitar esa información, indicando cuándo
tomó su hijo el medicamento por última vez y la dosis exacta que tomó.

Enfermedades o trastornos preexistentes

Las enfermedades o trastornos preexistentes pueden tener un gran impacto sobre el tipo de
pruebas o tratamientos administrados en una urgencia médica. Si su hijo tiene algún
problema de salud - desde la diabetes hasta la epilepsia o el asma - el personal médico de
Urgencias lo debería saber. Para una protección adicional, los niños con enfermedades o
trastornos crónicos deberían llevar una etiqueta o placa colgada de una pulsera. Este tipo
de notificación inmediata puede ayudar a los médicos a salvar la vida de un niño.

Si su hijo tiene necesidades especiales, usted y el pediatra de su hijo pueden completar un


formulario elaborado por la Academia Americana de Pediatría (American Academy of
Pediatrics (AAP)) y el Colegio Americano de Médicos de Emergencia (American College
of Emergency Physicians (ACEP)) o por una entidad oficial de su país. Puede encontrar
los formularios de EEUU en http://www.aap.org o en http://www.acep.org, y puede irlo
actualizando cuando sea necesario. Al igual que cualquier otra información importante
sobre la salud de su hijo, usted debería guardar una copia del formulario en un lugar de
fácil acceso de su casa, otra en cada coche familiar, otra en su lugar de trabajo y en el lugar
de trabajo de su pareja, y otra en el bolso o cartera de ambos. Además, si su hijo emprende
un viaje, usted deberá incluir otra copia del formulario en su equipaje. También debería
haber una copia del formulario en la consulta del pediatra del niño y en la enfermería de su
colegio o centro de preescolar. La información del formulario también se puede introducir
en una base de datos actualizable para que el personal médico pueda acceder a ella en caso
de urgencia.

Hospitalizaciones e intervenciones quirúrgicas

La historia médica también debe contener información sobre las fechas en que su hijo ha
sido hospitalizado y el tipo de operaciones a que se ha sometido. Esta información puede
ser de gran utilidad durante el tratamiento posterior a una urgencia médica.
Vacunas

Llevar un registro actualizado de las vacunas que le han puesto a su hijo es importante. Si
necesita ayuda para recordar y recopilar toda la información, el personal de la consulta del
pediatra le puede echar una mano. Asegúrese de incluir información sobre cualquier
reacción que haya tenido su hijo a alguna vacuna, como convulsiones, fiebre alta o gran
malestar.

Estatura y peso

Para calcular las dosis de los medicamentos, puede ayudar mucho saber aproximadamente
cuánto mide y cuánto pesa su hijo. (Aunque usted deberá actualizar esa información
periódicamente, puesto que los niños crecen muy deprisa.)

Es relativamente fácil recopilar y escribir la historia médica de su hijo. Y ello puede


suponer ganar minutos críticos - ¡en un momento en que el tiempo es oro!

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