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Niños(as) Enfermos
¿Qué debe hacer cuando su niño(a) se cae y le sale un chichón en la cabeza? ¿Necesita ir a
la sala de urgencias ahora? ¿Es grave la tos de croup que apenas le empezó? Estas son
preguntas que todos tenemos y que frecuentemente surgen por la noche y el fin de semana
cuando el consultorio del médico está cerrado.
Influenza (Flu))
La gripe, también conocida como influenza, es una infección vírica altamente contagiosa
de las vías respiratorias. A pesar de que la gripe afecta a ambos sexos y a todos los grupos
de edad, los niños tienden a contraerla más a menudo que los adultos. Se trata de una
enfermedad estacional, que se da entre noviembre y abril, ocurriendo la mayoría de los
casos entre finales de diciembre y principios de marzo.
¿Cuáles son los síntomas de la gripe?
La gripe a menudo se confunde con el resfriado común, pero los síntomas de la gripe
suelen desarrollarse deprisa (generalmente entre 1 y 4 días después de que la persona se
exponga al virus de la gripe) y suelen ser más fuertes que los típicos estornudos y la nariz
tapada propios del resfriado.
• fiebre
• escalofríos
• dolor de cabeza
• dolores musculares
• mareo
• pérdida de apetito
• cansancio
• tos
• dolor de garganta
• moqueo nasal
• náuseas o vómitos
• debilidad
• infección de oído
• diarrea
Cuando un bebé contrae la gripe, puede dar la sensación de que, de repente, parece
encontrarse mal o que "no tienes buen aspecto".
Al cabo de 5 días, la fiebre y otros síntomas suelen desparecer, pero pueden persistir la tos
y la debilidad. Todos los síntomas suelen desaparecer en un plazo de una o dos semanas.
De todos modos, es importante tomarse la gripe en serio, porque puede evolucionar a una
neumonía y a otras complicaciones que pueden poner en peligro la vida, sobre todo cuando
afecta a bebés, ancianos y personas con problemas de salud crónicos.
¿Es contagiosa?
La gripe es contagiosa, pues se propaga a través de gotitas infectadas por el virus que se
expulsan al toser o estornudar. Las personas con gripe son contagiosas mientras presentan
síntomas (la mayoría de las veces los síntomas duran aproximadamente una semana en los
adultos, pero en los niños pueden durar hasta dos semanas).
Aunque usted vacunara a su hijo el año pasado, eso no lo protegerá contra el virus de la
gripe este año, ya que la protección "caduca" porque los virus de la gripe cambian
constantemente. Éste es el motivo de que la vacuna se tenga que actualizar cada año para
incluir las cepas más actuales del virus.
Para los niños menores de 9 años que se pongan la vacuna por primera vez, ésta se deberá
administrar en dos inyecciones separadas entre sí por un período de un mes. Después de la
administración de la vacuna, el cuerpo puede tardar entre 1 y 2 semanas en desarrollar la
protección contra la gripe.
Si la vacuna se administra antes de que la gripe esté en pleno apogeo, el cuerpo tendrá más
oportunidades para desarrollar la inmunidad o protección contra el virus. Aunque la vacuna
se puede administrar durante la período del año con más gripe, es mejor que se la ponga a
su hijo pronto que tarde, siempre y cuando el pediatra lo considere necesario.
De todos modos, no todo el mundo necesita vacunarse contra la gripe. En los momentos en
que haya escasez de vacunas, algunas personas la necesitarán más que otras. Usted, el
pediatra de su hijo y su médico de familia deberán determinar qué personas de su familia
deberían vacunarse cada año.
Aparte de la inyección, hay otra opción para vacunarse contra la gripe: mediante un
aerosol nasal. Esta vacuna se dispone desde 2004 en algunos países y actualmente su uso
está aprobado para personas de edades comprendidas entre los 5 y los 49 años. Pero el
aerosol nasal no es para todo el mundo y está contraindicado para niños y adultos de alto
riego. Así mismo, puesto que este aerosol contiene virus de la gripe vivos, puede provocar
síntomas gripales leves, incluyendo moqueo de nariz, dolor de cabeza, vómitos, dolores
musculares y fiebre. Pregúntele al pediatra de su hijo si éste puede -o debería- utilizar este
tipo de vacuna de la gripe.
A pesar de que no hay ninguna forma garantizada -incluyendo la vacuna- de evitar que una
persona contraiga la gripe, la forma más sencilla de reducir las probabilidades de
contagiarla una vez contraída es evitar las multitudes. Puesto que no se puede enjaular a un
niño, aquí tiene algunas pautas que pueden seguir usted y su familia para evitar la
propagación de infecciones como la gripe:
Usted debería llamar al pediatra en cuanto su hijo presente síntomas gripales y si:
De todos modos, en la mayoría de los casos, la gripe suele remitir en una o dos semanas
con reposo, cuidados y mucho cariño.
Probablemente todos los padres han experimentado el siguiente escenario alguna vez: se
despiertan a media noche para encontrar a su hijo parado al lado de su cama, encendido,
acalorado y sudando. La frente de su pequeño está caliente. Inmediatamente sospechan que
su hijo tiene fiebre pero no están seguros de qué hacer a continuación. ¿Deben buscar el
termómetro? ¿Deben llamar al médico?
Aun cuando su hijo tenga fiebre, es probable que no sea nada grave. Aunque puede asustar
que la temperatura de su hijo aumente, la fiebre en sí no es perjudicial y, de hecho, puede
ser buena; muchas veces es la forma que tiene el cuerpo de combatir las infecciones. Y no
es necesario tratar todos los tipos de fiebre. Sin embargo, la fiebre alta puede incomodar a
su hijo y agravar problemas tales como la deshidratación.
Pero puede seguir algunos pasos para tomar correctamente la temperatura de su hijo y
hacer que se sienta cómodo cuando es más alta de lo normal. En este artículo, hablaremos
de la fiebre, cómo medirla y tratarla, y cuándo llamar al pediatra.
¿Qué es la fiebre?
Exceso de ropa: Los bebés, especialmente los recién nacidos, pueden tener fiebre si
están demasiado abrigados o se encuentran en un ambiente caluroso puesto que no pueden
regular su temperatura corporal.
Inmunizaciones: Los bebés y los niños pueden presentar algo de fiebre tras la
administración de una vacuna.
Antes, los médicos aconsejaban tratar la fiebre en base a la temperatura. Pero ahora,
recomiendan tener en cuenta tanto la temperatura como la condición general del niño.
Los niños con una temperatura inferior a los 102 grados Fahrenheit (38,9 grados
centígrados) no suelen necesitar medicamentos, a menos que se sientan incómodos. Esta
regla tiene una importante excepción: si su bebé tiene 3 meses o menos y su temperatura
rectal es de 100,4 grados Fahrenheit (38 grados centígrados) o superior, llame al pediatra o
acuda a la sección de urgencias. Incluso un poco de fiebre puede ser síntoma de una
posible infección grave en niños muy pequeños.
Y no se preocupe demasiado por un niño con fiebre que no quiere comer. Eso es común en
infecciones que producen fiebre.
Un beso suave en la frente o tocar levemente la piel de su hijo suele ser suficiente para
saber si tiene fiebre. Sin embargo, este método para medir la temperatura (denominado
temperatura táctil) depende de la persona que la toma y no ofrece un nivel exacto de la
temperatura del niño.
Con un termómetro fiable, puede saber si su hijo tiene fiebre cuando su temperatura esté
en alguno de los siguientes niveles:
• 100,4 grados Fahrenheit (38 grados centígrados) medidos rectalmente (en el recto)
• 99,5 grados Fahrenheit (37,5 grados centígrados) medidos oralmente (en la boca)
• 99 grados Fahrenheit (37,2 grados centígrados) medidos en la axila (bajo el brazo)
Pero la fiebre no dice si su hijo está muy enfermo. Un simple resfriado u otra infección
viral producen a veces una fiebre bastante alta (entre los 102 y 104 grados Fahrenheit ó
38,9 a 40 grados centígrados), pero generalmente no es indicio de que el problema sea
grave. Y las infecciones graves pueden no producir fiebre o incluso disminuir la
temperatura corporal de modo anormal, sobre todo en niños pequeños.
Puesto que la fiebre puede aumentar o disminuir, un niño con fiebre puede tener
escalofríos cuando la temperatura corporal comienza a subir y el cuerpo intenta generar
más calor. Puede que el niño sude cuando el cuerpo libera calor y la temperatura comienza
a descender.
A veces, los niños con fiebre pueden respirar más rápido de lo normal y tener un ritmo
cardíaco más elevado. Debería llamar al pediatra si su hijo tiene dificultad en respirar, o
respira mucho más rápido de lo normal, o sigue respirando rápido cuando le baja la fiebre.
Los termómetros digitales suelen tener una sonda flexible de plástico con un sensor de
temperatura en un extremo y un indicador digital fácil de leer en el otro.
Los termómetros de tira plástica (pequeñas tiras plásticas que se adhieren sobre la
frente del niño) pueden decirle si su hijo tiene fiebre pero no son fiables a la hora de medir
la temperatura exacta, sobre todo en bebés y niños. Si necesita saber la temperatura exacta
de su hijo, los termómetros de tira plástica no son los adecuados.
Los termómetros chupete pueden parecer apropiados pero tampoco son fiables y no
deben utilizarse en bebés menores de 3 meses. También es necesario que el niño mantenga
el chupete en la boca durante varios minutos sin moverse, algo casi imposible para la
mayoría de los bebés y niños pequeños.
Como todos los padres saben, tomar la temperatura a un niño que se retuerce puede
suponer un reto. Pero es uno de los instrumentos médicos más importantes para averiguar
si su hijo está enfermo o tiene una infección. El método que usted elija para medir la
temperatura de su hijo dependerá de la edad y de si su hijo está dispuesto a cooperar.
Si su hijo es menor de 3 meses, usted obtendrá datos más fiables si mide la temperatura
rectal con un termómetro digital. Los termómetros electrónicos de oído no son
recomendables para bebés menores de 3 meses porque sus conductos auditivos suelen ser
demasiado pequeños.
Si su hijo tiene entre 3 meses y 4 años, usted puede utilizar un termómetro digital para
medir la temperatura rectal o un termómetro electrónico de oído para medir la temperatura
en el interior del conducto auditivo. También podría utilizar un termómetro digital para
medir la temperatura axilar, aunque este método es menos preciso.
Si su hijo tiene más de 4 años, usted puede utilizar un termómetro digital para medir la
temperatura oral, si su hijo coopera. Sin embargo, puede que los niños que tosen
frecuentemente o respiran por la boca porque tienen la nariz congestionada no sean
capaces de tener la boca cerrada el tiempo necesario para realizar una lectura oral exacta.
En estos casos, puede usar el método timpánico (con un termómetro electrónico de oído) o
el método axilar (con un termómetro digital).
Antes de llegar a ser padres, la mayoría de las personas sienten repulsión con solo pensar
en medir la temperatura rectal. Pero no se preocupe; es fácil:
1. Espere 20-30 minutos después de que su hijo termine de comer o beber para medir
la temperatura oral y asegúrese de que su hijo no tiene chicle o dulces en la boca.
2. Coloque el extremo del termómetro bajo la lengua y pida a su hijo que cierre los
labios. Recuérdele que no apriete los dientes y pídale que se relaje y respire con
normalidad por la nariz.
3. Espere hasta oír el número de pitadas correspondientes u otra señal que indique que
ya se puede saber la temperatura. Lea y anote el número que aparece en la pantalla
y la hora del día.
Una vez más, no es necesario tratar todos los tipos de fiebre. Y, en la mayoría de los casos,
la fiebre solo debe ser tratada si causa malestar a su hijo. He aquí algunas cosas que puede
hacer para aliviar los síntomas que suelen acompañar a la fiebre:
La temperatura exacta que debería dar lugar a una llamada al médico depende de la edad
del niño, la enfermedad y si el niño presenta otros síntomas además de la fiebre.
• un bebé menor de 3 meses con una temperatura de 100,4 grados Fahrenheit (38
grados centígrados)
• un niño mayor de 3 meses con una temperatura superior a los 104 grados
Fahrenheit (40 grados centígrados)
Si un niño mayor a 3 meses tiene una fiebre inferior a los 104 grados Fahrenheit, llame al
médico si el niño también:
Asimismo, pregunte al pediatra cuáles son sus pautas en cuanto a llamadas en caso de
fiebre.
Todos los niños tienen fiebre alguna vez y, en la mayoría de los casos, vuelven a su estado
normal después de unos días. En bebés mayores y niños (pero no necesariamente en bebés
menores de 3 meses), es más importante el comportamiento del niño que la lectura del
termómetro. Todo el mundo se enoja cuando tiene fiebre. Es normal y es algo que debe
esperarse.
Pero si alguna vez tiene dudas sobre qué hacer, o lo que puede significar esa fiebre, o si su
hijo se enferma de forma preocupante aunque no tenga fiebre, llame a su pediatra para que
le asesore.
La mayoría de los casos de vómitos en la población infantil están provocados por una
gastroenteritis, generalmente motivada por un virus que infecta el tubo digestivo. (La
gastroenteritis a veces se denomina "gripe intestinal" y, además de los vómitos, también
puede cursar con náuseas y diarrea). Estas infecciones no suelen durar mucho y son más
molestas que peligrosas. Sin embargo, si un niño (especialmente un lactante) no puede
tomar líquidos adecuadamente y, aparte de vómitos, tiene diarrea, podría deshidratarse.
• Evite darle agua sola a un lactante de pocos meses o días a menos que el pediatra
del bebé especifique la cantidad que debe darle.
• Ofrézcale a su hijo cantidades pequeñas, pero frecuentes -unas 2 ó 3 cucharaditas, o
hasta un máximo de 20 ml- de una solución oral electrolítica cada 15 ó 20 minutos
aproximadamente con una cucharita o jeringuilla. Las soluciones orales
electrolíticas (disponibles en la mayoría de supermercados o farmacias y conocidas
también como soluciones electrolíticas orales de mantenimiento) contienen sales en
las concentraciones necesarias para restablecer lo que se ha perdido a través de los
vómitos o la diarrea, y también contienen algo de azúcar. Es especialmente
importante que los líquidos administrados a un lactante de corta edad tengan un
equilibrio adecuado de sales (las soluciones electrolíticas sin sabor son más
recomendables para bebés de corta edad).
• Aumente gradualmente la cantidad de la solución que le administra a su hijo si éste
es capaz de tolerarla durante más de un par de horas sin vomitar. Por ejemplo, si el
bebé ingiere normalmente unos 120ml por toma, vaya incrementando lentamente la
cantidad de solución durante el transcurso del día hasta darle 120ml.
• No le dé a su hijo de una vez más cantidad de solución electrolítica de lo que suele
ingerir en una sola toma –sólo conseguiría llenar demasiado un vientre ya de por sí
irritado y probablemente provocarle más vómitos.
• Cuando su hijo lleve un período de tiempo (más de 8 horas) sin vomitar, puede
volver a introducir lentamente la leche infantil, en el caso de que haya optado por
la lactancia artificial. Empiece con cantidades reducidas (entre 20 y 30ml) y tomas
más frecuentes de lo habitual, aumentando progresivamente la cantidad de cada
toma hasta llegar a la pauta de lactancia normal del bebé. Si su hijo ya tomaba
papillas infantiles, puede volver a introducir estos sólidos en pequeñas cantidades.
• Si su hijo sólo toma leche materna y vomita (no sólo babea o regurgita, sino que
vomita lo que parece ser una toma completa) más de una vez, amamántelo durante
5 a 10 minutos cada 2 horas. Si sigue vomitando, llame al pediatra. Cuando lleve 8
horas sin vomitar, puede volver a amamantarlo normalmente.
• Si su bebé tiene menos de 1 mes y vomita todo lo que ingiere (no sólo lo regurgita),
llame inmediatamente al pediatra.
• Evite darle agua sola a un lactante de menos de un año a menos que el pediatra del
bebé especifique la cantidad que debe darle.
• Ofrézcale a su hijo cantidades pequeñas, pero frecuentes -unas 3 cucharaditas o
unos 20 ml- de una solución oral electrolítica cada 15 ó 20 minutos
aproximadamente. Es importante que los líquidos que ingieren los lactantes de
menos de un año contengan sales en las concentraciones necesarias para restablecer
lo que han perdido a través de los vómitos o la diarrea.
• Las soluciones electrolíticas orales sin sabor pueden no ser del agrado de un bebé
de más de 6 meses. En el mercado también puede encontrar soluciones con sabor, o
usted puede añadir media cucharadita (unos 3 ml) de zumo de una fruta suave a
cada toma de solución electrolítica sin sabor. Los polos de solución electrolítica
suelen ser del agrado de los bebés de este grupo de edad y tienen la ventaja de que
favorecen la ingesta lenta de líquidos.
• Aumente gradualmente la cantidad de la solución si el bebé es capaz de tolerarla
durante más de un par de horas sin vomitar. Por ejemplo, si su bebé ingiere
normalmente unos 120 ml por toma, vaya incrementando lentamente la cantidad de
solución durante el transcurso del día hasta darle 120 ml.
• No le dé a su hijo de una vez más cantidad de solución electrolítica de lo que suele
ingerir en una sola toma –sólo conseguiría llenar demasiado un vientre ya de por sí
irritado y probablemente provocarle más vómitos.
• Cuando su hijo lleve más de 8 horas sin vomitar, puede volver a introducir
lentamente la leche infantil. Empiece con cantidades reducidas (entre 30 y 60 ml) y
tomas más frecuentes de lo habitual, aumentando progresivamente la cantidad de
cada toma hasta llegar a la pauta de lactancia normal del bebé. Si su hijo ya estaba
habituado a tomar sólidos, como plátanos, papillas de cereales, galletas u otros
alimentos blandos especiales para bebés, puede volver a introducir estos sólidos en
pequeñas cantidades.
• Si su hijo no vomita en 24 horas, usted podrá reanudar su pauta normal de
lactancia.
• Déle a su hijo una dieta líquida absoluta (evitando la leche y los productos
lácteos) en pequeñas cantidades (de 2 cucharaditas a 2 cucharadas, o hasta unos 30
ml) cada 15 minutos. Una dieta líquida absoluta incluye:
o Pedacitos de hielo o sorbos de agua.
o Soluciones orales electrolíticas con sabor, o agregar 1/2 cucharadita
(aproximadamente 3 ml) de zumo de una fruta no ácida a una solución
electrolítica oral sin sabor.
o Polos de solución electrolítica oral.
• Si su hijo lo vomita, vuelva a empezar con una cantidad menor de líquido (2
cucharaditas o unos 5 ml) y siga las indicaciones anteriores.
• Si su hijo lleva 8 horas sin vomitar, introduzca gradualmente una dieta blanda a
base de alimentos ligeros. Pero no fuerce a su hijo a comer nada -ya le indicará él
cuándo tiene hambre. Puede ofrecerle galletitas saladas, tostadas, caldo, sopas
ligeras (si quiere, con fideos), puré de patatas, arroz y pan.
• Si su hijo no vomita durante 24 horas, usted podrá reanudar lentamente su dieta
habitual. Espere de 2 a 3 días antes de ofrecerle productos lácteos.
• boca seca
• llantos con pocas o ninguna lágrima
• comportamiento inquieto en un lactante
• menos de seis pañales mojados por día en un lactante (más de 4 a 6 horas sin mojar
el pañal en un lactante menor de 6 meses)
• no orinar durante 6 a 8 horas en un niño
• la fontanela se ve más plana de lo habitual o un poco hundida en un lactante
Deshidratación grave:
Los siguientes síntomas podrían indicar un trastorno más grave que la gastroenteritis, en
cuyo caso debería llamar inmediatamente al pediatra:
Su bebé se pasa varias horas llorando cada tarde, y a usted los llantos le están empezando a
agotar hasta tal punto que tiene ganas de ponerse a llorar con él. ¿Qué le puede estar
ocurriendo?
A pesar de que todos los recién nacidos lloran y se ponen inquietos de tanto en tanto,
cuando un bebé que, por lo demás, está sano llora durante más de 3 horas cada día, padece
un trastorno conocido como cólico del lactante, que es completamente normal y que, a la
larga, acaba remitiendo espontáneamente.
Se ha estimado que hasta el 25% de todos los lactantes tienen cólicos. Suelen iniciarse
entre la tercera y la sexta semana de vida y remiten espontáneamente cuando el bebé tiene
unos tres meses de edad. Si un bebé sigue presentando llantos recurrentes después de
cumplir tres meses, es posible que padezca otro tipo de problema de salud.
Para saber si su bebé tiene cólico del lactante, primero le interesará descartar que pueda
estar llorando por otro motivo médico. He aquí algunos puntos clave sobre los cólicos:
• Los bebés que padecen cólico del lactante tienen un reflejo de succión normal y
buen apetito, y, por todo lo demás, se ven sanos y están creciendo bien. Un bebé
enfermo puede presentar síntomas similares a los del cólico, pero no comerá bien
ni tendrá un reflejo de succión tan fuerte.
• A los bebés que padecen cólico les gusta que los cojan y los abracen. Los bebés
enfermos parecen estar molestos o incómodos cuando los cogen y son difíciles de
consolar.
• Los bebés con cólico pueden babear o regurgitar de vez en cuando, pero si su bebé
vomita, y/o está perdiendo peso, llame al pediatra. Vomitar repetidamente no es un
síntoma de cólico.
• Los bebés que padecen cólico típicamente tienen las heces normales. Si su bebé es
difícil de consolar y tiene diarrea o sangre en las heces, llame al pediatra.
Los médicos no están seguros de cuál es la causa de los cólicos. Algunos autores han
sugerido que los cólicos están causados por la alergia a las proteínas de la leche de vaca
(leche de fórmula), pero actualmente los médicos consideran que este tipo de alergia muy
raramente provoca cólicos, si es que los provoca. Los bebés alimentados con leche materna
también pueden padecer cólicos. De todos modos, en algunos casos los cambios en la dieta
de la madre se han asociado a remisión del cólico.
Actualmente los médicos tampoco creen que los cólicos estén provocados por los gases.
Las investigaciones sugieren que es más bien al contrario, es decir, que es más frecuente
que los bebés con cólico desarrollen gases al tragar demasiado aire mientras lloran.
Existen algunos datos indicativos de que los cólicos se producen cuando hay problemas en
el tránsito de los alimentos a través del sistema digestivo del lactante, bien porque aquél es
demasiado rápido o bien porque es demasiado lento.
Algunos médicos atribuyen los cólicos al temperamento del bebé. A algunos lactantes les
cuesta más que a otros adaptarse al mundo exterior o al ciclo de sueño-vigilia.
A muchos padres les preocupa que puedan estar haciendo algo para provocar los cólicos en
sus bebés o que no estén siendo buenos padres. Pero no existen pruebas de que la ansiedad
y/o la personalidad de los padres pueda ser un factor causal del cólico del lactante.
Muchos médicos creen que otra de las posibles causas de los cólicos puede ser una
enfermedad por reflujo gastroesofágico no diagnosticada.
Tratamiento
No hay ningún tratamiento que, considerado aisladamente, se haya demostrado que "cure"
el cólico del lactante. Pero hay algunas cosas que usted puede hacer cuando su bebé tenga
cólicos para que éstos resulten más llevaderos para toda la familia.
Cuidar de un bebé que padece cólicos puede ser sumamente frustrante, de modo que
asegúrese a cuidarse usted también. No culpe al bebé ni se culpe a usted por los llantos
continuos del bebé -los cólicos no son culpa de nadie. Intente relajarse y tomárselo con
calma, y recuerde que su bebé acabará superando esta fase cuando madure. Mientras tanto,
si necesita desconectarse de los llantos del bebé, hágalo. Probablemente sus amigos o
familiares estarán encantados de cuidar del bebé cuando usted necesite un respiro. Si no
puede contar inmediatamente con la ayuda de otra persona, no pasa nada si deja un rato al
bebé solo en la cuna para tomarse un respiro antes de volver a intentar consolarlo.
Si no está seguro de si los llantos del bebé obedecen a un cólico o son síntoma de otra
enfermedad, llame al pediatra.
Por eso es tan importante llevar un registro exhaustivo de la información médica de su hijo
y tenerlo siempre a mano. En muchos casos, esa información puede ayudar al personal
médico a emitir un diagnóstico y a tomar decisiones rápidas en una urgencia médica,
cuando el tiempo es oro.
Lea las siguientes categorías para aprender más cosas sobre la salud de su hijo a fin de
elaborar su historia médica completa. Guarde una copia de la historia en un lugar accesible
de su casa (por ejemplo, en la puerta de la nevera), otra en cada coche familiar, otra en su
lugar de trabajo y en el lugar de trabajo de su pareja, y otra en el bolso o cartera de ambos.
La canguro de su hijo y el centro escolar o de preescolar adonde lleva al niño también
deberían disponer de una copia, en la que deberían figurar también el nombre y el número
de teléfono del pediatra del niño.
Alergias
Anote cualquier alergia conocida que tenga su hijo, tanto a medicamentos de venta con
receta médica como a los que se pueden adquirir sin receta. Las reacciones alérgicas a
picaduras o mordeduras de insectos y las alergias alimentarias también son importantes.
Además, algunos niños pueden tienen alergias al látex. En muchos casos, la información
sobre alergias ayuda al personal médico a descubrir la causa de problemas como las
convulsiones o las dificultades respiratorias.
Medicamentos
Algunos medicamentos no se pueden mezclar porque interactúan entre sí, de modo que el
personal médico y de enfermería necesitarán conocer todos los medicamentos (tanto de
venta con receta médica como sin receta) que tome su hijo antes de administrarle ningún
fármaco. Asimismo, necesitarán conocer las dosis, la pauta de administración y cuándo se
medicó el niño por última vez. Usted deberá facilitar esa información, indicando cuándo
tomó su hijo el medicamento por última vez y la dosis exacta que tomó.
Las enfermedades o trastornos preexistentes pueden tener un gran impacto sobre el tipo de
pruebas o tratamientos administrados en una urgencia médica. Si su hijo tiene algún
problema de salud - desde la diabetes hasta la epilepsia o el asma - el personal médico de
Urgencias lo debería saber. Para una protección adicional, los niños con enfermedades o
trastornos crónicos deberían llevar una etiqueta o placa colgada de una pulsera. Este tipo
de notificación inmediata puede ayudar a los médicos a salvar la vida de un niño.
La historia médica también debe contener información sobre las fechas en que su hijo ha
sido hospitalizado y el tipo de operaciones a que se ha sometido. Esta información puede
ser de gran utilidad durante el tratamiento posterior a una urgencia médica.
Vacunas
Llevar un registro actualizado de las vacunas que le han puesto a su hijo es importante. Si
necesita ayuda para recordar y recopilar toda la información, el personal de la consulta del
pediatra le puede echar una mano. Asegúrese de incluir información sobre cualquier
reacción que haya tenido su hijo a alguna vacuna, como convulsiones, fiebre alta o gran
malestar.
Estatura y peso
Para calcular las dosis de los medicamentos, puede ayudar mucho saber aproximadamente
cuánto mide y cuánto pesa su hijo. (Aunque usted deberá actualizar esa información
periódicamente, puesto que los niños crecen muy deprisa.)