Este documento presenta una discusión sobre la vocación del hombre y la vida en el Espíritu Santo a través de siete artículos. Explora temas como la dignidad de la persona humana, las bienaventuranzas, la libertad y moralidad de los actos humanos, la conciencia moral, las virtudes y dones del Espíritu Santo. El documento concluye con una lista de fuentes bibliográficas relacionadas con estos temas.
Original Description:
Original Title
La Vocación Del Hombre, La Vida en El Espíritu_informe
Este documento presenta una discusión sobre la vocación del hombre y la vida en el Espíritu Santo a través de siete artículos. Explora temas como la dignidad de la persona humana, las bienaventuranzas, la libertad y moralidad de los actos humanos, la conciencia moral, las virtudes y dones del Espíritu Santo. El documento concluye con una lista de fuentes bibliográficas relacionadas con estos temas.
Este documento presenta una discusión sobre la vocación del hombre y la vida en el Espíritu Santo a través de siete artículos. Explora temas como la dignidad de la persona humana, las bienaventuranzas, la libertad y moralidad de los actos humanos, la conciencia moral, las virtudes y dones del Espíritu Santo. El documento concluye con una lista de fuentes bibliográficas relacionadas con estos temas.
FE CRISTIANA Y COMPROMISO PASTORAL ULADECH CATLICA SEDE CENTRAL ACTIVIDAD DE INVESTIGACIN FORMATIVA DOCENTE TITULAR: ANA ISABEL ARELLANO CARRANZA ALUMNO GUILLERMO BOBADILLA CERVANTES
JUNIO - 2014 LIMA - PERU junio de 2014
Guillermo Bobadilla Cervantes Pa gina 1
LA VOCACIN DEL HOMBRE: LA VIDA EN EL ESPRITU
La vida en el Espritu Santo realiza la vocacin del hombre (captulo primero). Est hecha de caridad divina y solidaridad humana (captulo segundo). Es concedida gratuitamente como una Salvacin (captulo tercero).
CAPITULO PRIMERO: LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA
Artculo 1 EL HOMBRE IMAGEN DE DIOS
"Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocacin. Dotada de alma espiritual, de entendimiento y de voluntad, la persona humana est desde su concepcin ordenada a Dios y destinada a la bienaventuranza eterna.
El hombre camina hacia su perfeccin en la bsqueda y el amor de la verdad y del bien La libertad verdadera es en el hombre el "signo eminente de la imagen divina" (GS 17). El hombre debe seguir la ley moral que le impulsa "a hacer el bien y a evitar el mal" (GS 16). Esta ley resuena en su conciencia.
El hombre, herido en su naturaleza por el pecado original, est sujeto al error e inclinado al mal en el ejercicio de su libertad. El que cree en Cristo tiene la vida nueva en el Espritu Santo. La vida moral, desarrollada y madurada en la gracia, culmina en la gloria del cielo.
Artculo 2 NUESTRA VOCACION A LA BIENAVENTURANZA
Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad; expresan la vocacin de los fieles asociados a la gloria de su Pasin y de su Resurreccin; iluminan las acciones y las actitudes caractersticas de la vida cristiana; son promesas paradjicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discpulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas.
Las bienaventuranzas recogen y perfeccionan las promesas de Dios desde Abraham ordenndolas al Reino de los Cielos. Responden al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazn del hombre, nos ensean el fin ltimo al que Dios nos llama: el Reino, la visin de Dios, la participacin en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiacin, el descanso en Dios. Es un don gratuito de Dios; es sobrenatural como la gracia que conduce a ella. Las Bienaventuranzas nos colocan ante elecciones decisivas respecto a los bienes terrenos; purifican nuestro corazn para ensearnos a amar a Dios por encima de todo, Y determina los criterios de discernimiento en el uso de los bienes terrenos conforme a la Ley de Dios.
junio de 2014
Guillermo Bobadilla Cervantes Pa gina 2
Artculo 3 LA LIBERTAD DEL HOMBRE
El hombre es racional, y por ello semejante a Dios, creado libre y dueo de sus actos La libertad es el poder de obrar o de no obrar y de ejecutar as por s mismo acciones deliberadas. La libertad alcanza su perfeccin, cuando est ordenada a Dios, el supremo Bien.El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad del hombre, especialmente en materia religiosa y moral. Pero el ejercicio de la libertad no implica el supuesto derecho de decir ni de hacer todo. "Para ser libres nos libert Cristo" (Gal 5,1)
Artculo 4 LA MORALIDAD DE LOS ACTOS HUMANOS
La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando acta de manera deliberada, el hombre es, por as decirlo, el padre de sus actos. Los actos humanos, es decir, libremente elegidos tras un juicio de conciencia, son calificables moralmente. Son buenos o malos.
El objeto elegido especifica moralmente el acto del querer, segn que la razn lo reconozca y lo juzgue conforme o no conforme al bien verdadero. Frente al objeto, la intencin se sita del lado del sujeto que acta. La intencin es un movimiento de la voluntad hacia un fin; mira al trmino del obrar. El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias.
Artculo 5 LA MORALIDAD DE LAS PASIONES
La persona humana se ordena a la bienaventuranza por sus actos deliberados: las pasiones o sentimientos que experimenta pueden disponerla y contribuir a ellos. El trmino "pasiones" pertenece al patrimonio del pensamiento cristiano y designa los afectos y los sentimientos.
Las emociones y los sentimientos pueden ser asumidos por las virtudes, o pervertidos en los vicios. La perfeccin moral consiste en que el hombre no sea movido al bien slo por su voluntad sino tambin por su apetito sensible de su corazn.
Artculo 6 LA CONCIENCIA MORAL
"La conciencia es el ncleo ms secreto y el sagrario del hombre, en el que est solo con Dios, cuya voz resuena en lo ms ntimo de ella" (GS 16).
La conciencia moral es un juicio de la razn por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto. Para el hombre que ha cometido el mal, el veredicto de su conciencia constituye una garanta de conversin y de esperanza.
Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios segn la razn, conforme al bien verdadero querido por la sabidura del Creador. Cada uno debe poner los medios para junio de 2014
Guillermo Bobadilla Cervantes Pa gina 3
formar su conciencia. Ante una decisin moral, la conciencia puede formar un juicio recto de acuerdo con la razn y la ley divina o, al contrario, un juicio errneo que se aleja de ellas. El ser humano debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia.
Artculo 7 LAS VIRTUDES
Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta" (Flp 4,8).
La virtud es una disposicin habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no slo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de s misma.
El objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios (S. Gregorio de Nisa, beat. 1)
Las virtudes humanas son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guan nuestra conducta segn la razn y la fe. Pueden agruparse en torno a cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
La prudencia dispone la razn prctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo. La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prjimo lo que les es debido. La fortaleza asegura, en las dificultades, la firmeza y la constancia en la prctica del bien. La templanza modera la atraccin hacia los placeres sensibles y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados.
Las virtudes morales crecen mediante la educacin, mediante actos deliberados y la perseverancia en el esfuerzo. La gracia divina las purifica y las eleva.
Las virtudes teologales disponen a los cristianos a vivir en relacin con la santsima Trinidad. Tienen a Dios por origen, motivo y objeto, Dios conocido por la fe, esperado y amado por l mismo.
Hay tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad (cf. 1 Co 13,13). Informan y vivifican todas las virtudes morales.
Por la fe creemos en Dios y creemos todo lo que l nos ha revelado y que la santa Iglesia nos propone creer. Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme confianza la vida eterna y las gracias para merecerla. Por la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prjimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es el "vnculo de la perfeccin" (Col 3,14) y la forma de todas las virtudes.
junio de 2014
Guillermo Bobadilla Cervantes Pa gina 4
Los siete dones del Espritu Santo concedidos a los cristianos son: sabidura, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.