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EXPRESIÓN Y FORMAS DE LA FILOSOFÍA

EN COLOMBIA

Para el colombiano, el conocimiento filosófico acer-


ca a la realidad "como la liga al pájaro", según la
expresión hegeliana. No vale por tanto, la pena de
esforzarnos mucho en asumir una actitud filosófica
ante la vida. La aproximación a ella la obtenemos
por medios más directos, por vías más expeditas; a
veces hasta brutales.
¿Pero es que se puede vivir como hombre, sin te-
ner ya una filosofía? Seguramente no; pero tener una
filosofía no es equivalente a hacer una filosofía. Ni
menos a expresarla. Y muchas veces la filosofía que
se expresa es la que menos corresponde a la filosofía
que se tiene.
En Colombia ha predominado generalmente algún
tipo oficial de filosofía. ¿Qué es esto de filosofía ofi-
cial? Hemos de entender en esta frase algo así como
una filosofía del gobierno o del Estado, una filosofía
de las clases dirigentes? Antes habría que establecer
cómo en Colombia no siempre han coincidido en
unas mismas personas el carácter de clases dirigentes
y el de autoridades estatales. Casi podríamos decir
que la filosofía predominante entre nosotros ha sido
siempre precisamente la que defienden los grupos de
oposición. Y entonces esto conduciría a decir que las
clases dirigentes, al menos en filosofía, han sido las
que dirigen la oposición.
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¿Por qué ha sido ello así? La respuesta no parece divulgado, cómo no estaba por entonces maduro el
darla otra consideración sino la de que nuestra vida pensamiento colonial para las tareas filosóficas. En
viene determinada por la política, y lo que nos fuer- realidad las obras citadas y muchas de temas teológi-
za a pensar realmente, no es la magnífica naturaleza cos y filosóficos abstractos que no hemos de mencio-
que nos rodea, sino el poder que quisiéramos comba- nar aquí, han sido apenas conocidas en los últimos
tir o contrarrestar. Pero ¿por qué, en esa misma lí- tiempos, y ello por obra de eruditos dedicados pacien-
nea, no habría de surgir también al lado de cada go- temente a la ingrata labor de redescubrir nuestra re-
bierno un pensamiento que fuera su sostén, su susten- mota Colonia.
táculo de tipo ideológico? Como habremos de verlo Pero el suarismo de las primeras épocas, casi con-
en seguida, es ésta una de las más graves fallas, tanto cretamente asignado al estudio de los temas metafísi-
de nuestro pensamiento, cuanto de nuestros sistemas cos del gran maestro español, entra de lleno en la
gubernamentales. última etapa del gobierno colonial, a acoger, con en-
Pero sea como fuere, el caso es que desde nuestra tusiasmo no disimulado, la tesis propiamente filosó-
remota Colonia, nuestra cultura filosófica, o lo que fico-política del gran jesuíta. En efecto, el tema del
así pueda llamarse, háse mantenido constelada por origen del poder que para contrarrestar la doctrina
el signo de la política. regalista imperante en las monarquías absolutas de
Es cierto, y algunos investigadores lo han así desta- Europa, propugnara Suárez, haciéndolo radicar en el
cado, que en los primeros decenios coloniales, en tor- pueblo, tenía grata resonancia en las mentes de los
no de las universidades de los dominicanos y de los criollos, ya bastante desvinculados de la España que
jesuítas, figuraron conscientes investigadores de la había dejado en ellos, tras largas generaciones, su
filosofía en las ramas del tomismo y del suarismo. Fi- sangre mezclada a la del aborigen americano.
guras eminentes de la filosofía franciscana inspirada Es de allí de donde arranca una preocupación filo-
en Duns Scoto, publicaron también obras de serio sófica auténtica entre nosotros, pero no desligada, co-
contenido filosófico, casi siempre en polémica con el mo hemos visto, del tema político.
tomismo por entonces decadente. Pero tratados como Hacia finales del siglo xviii, como quien dice en
el "Liber unicus de virtutibus", de 1641, atribuido vísperas de la emancipación, un soplo nuevo de pu-
Padre Jerónimo Escobar, obras como el Tractatus jante vigor inunda por todos los ámbitos de la cul-
Mysterio Yncarnationes del Padre Andrés de la Ba- tura colonial. España misma ha contribuido, a tra-
rra, las Disputaciones in libros Aristóteles de ani- vés de la Expedición Botánica, a que este florecimien-
ma, etc., revelan en la sola circunstancia de haber pa- to del nuevo espíritu, recibiera por entonces una
sado tanto tiempo sin que se les hubiese conocido y acogida definitiva en nuestro país. Las ciencias de la
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naturaleza son colocadas en muy alta jerarquía. Del ras generaciones de la independencia. Y muchos de
Arzobispo-Virrey Caballero y Góngora son las famo- los coetáneos de las guerras emancipadoras habían
sas advertencias: "Porque un reino lleno de produc- escuchado precisamente al Arzobispo-Virrey, o ha-
ciones que utilizar (escribía), necesita ciertamente bían leído el plan de reformas del fiscal Moreno y
más de sujetos que sepan conocer y observar la natu- Escandón, en que clamaba por la necesidad de que el
raleza, que de quienes entiendan y discutan el ente estudiante fuera conducido a la observación de la na-
de razón, la primera materia y la forma sustancial." turaleza, dejando de lado las disputas de los dialéc-
¿Quién no advierte en estas aspiraciones de carác- ticos.
ter científico, con que se buscaba reemplazar la anti- ¿Por qué Colombia proclama en la primera admi-
gua docencia de la filosofía formalista, un eco remo- nistración del general Santander, un plan de estudios
to de lo que ocurrió en Europa tres siglos antes, a base de la filosofía utilitarista de Jeremías Ben-
cuando surgía el Renacimiento? En este fenómeno tham, y del sensualismo de Esteban Bonet de Condi-
debe hallarse la explicación de por qué en alguna llac? No se trataba ciertamente de suplantar concep-
forma todos los mejores escritores de tipo humanís- tos metafísicos como los de Dios, la inmortalidad del
tico, que producirá el país en la centuria siguiente, alma, la eternidad de las leyes morales, que más que
estarán imbuidos de ciencias naturales, singularmen- con base en una metafísica, venían impuestos a las
te de la botánica. Hasta el punto de que todavía los conciencias de estos hombres por una profunda fe re-
hombres cultos de la penúltima generación que ha ligiosa. El sentido de todo esto era más propiamente
regido a Colombia, han considerado de su deber el! el de buscar los medios de afianzar en las masas la
conocimiento científico de la flora y de la fauna, con idea de la emancipación de España, que en un prin-
sus exóticos nombres latinos, que suelen enunciarse cipio fue profundamene impopular.
con el orgullo con que un alemán culto cita, en ita-
Sabido es de todos cómo nuestros libertadores tu-
liano, un terceto de la Divina Comedia.
vieron que luchar abiertamente con la inercia del
Pero también este sentimiento de la naturaleza ten- criollo ante la idea emancipadora. No eran solamente
drá mucho que ver con los movimientos políticos. Ol- los pastusos los que se mostraban renuentes a recibir
vidaban nuestros primeros gobernantes, a raíz de la la República, sino que en toda la gran masa popular
emancipación, que el fermento liberador que ella im- palpitaba un sentimiento de profunda desconfianza
plicaba había sido engendrado en la propia España ante los hombres que habían hecho la emancipación.
y que el ímpetu vital era también oriundo de menta- Por ello era necesario borrar hasta donde fuera po-
lidades españolas. La Expedición Botánica contaba sible todo rasgo que denotara en América la grandeza
todavía en el recuerdo vivo de su obra en las prime-
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de España, y cómo de muchos ingredientes nítida- Bacon que proclaman el saber como instrumento del
mente hispanos estaba compuesta nuestra realidad dominio de la naturaleza. Para nosotros la edad me-
cultural. Así, por tanto, si la Expedición Botánica dia tendría que durar unos cuantos siglos todavía,
nos había abierto los ojos a las riquezas de nuestro una vez que expiró en Europa. Pero en América, el
suelo y a las posibilidades del trópico, resultaba polí- remezón contra el concepto medieval del universo, no
ticamente peligroso seguir fiando en ella la inspira- era, ni mucho menos, algo interno, una fuerza que
ción de los estudios académicos y universitarios. Pero surgiera de nosotros mismos. Venía provocada de
el principio había que conservarlo. ¿Cómo? Recluían- fuera, y como todo lo exterior, tenía el carácter de un
do de la Europa continental lo más accesible a ese cuerpo extraño en nuestra simbiosis cultural. Hacia
sentimiento. Una filosofía sensualista sería por lo finales del siglo xviii se proclamaba, en paralelo afán
pronto, lo que a primera vista dijera más directamen- por el estudio de la naturaleza, la necesidad de disci-
te qué fundamentación habría de tener esa concep- plinas matemáticas. Pero ni por la herencia españo-
ción del mundo que se venía predicando desde la úl- la que había dejado tanto tiempo su cultivo en gran
tima etapa colonial, concepción que implicaba un estilo, ni por urgencia cultural nuestra, las matemá-
contacto directo con la naturaleza, en forma de pa- ticas podían obtener entre nosotros la resonancia que
thos de la naturaleza, de eros hacia los horizontes y ellos pedían. Mas otro de los, también a primera vis-
escenarios en que la vida del americano habría de ta, inspiradores de nuestra lucha libertaria, había
moverse. sido el pueblo sajón; los americanos del norte por
Por otra parte, el recurrir a un francés tan clásico su guerra de emancipación y su constitución política,
como Condillac para hacerlo el mentor de nuestras ampliamente estimada en los círculos criollos de las
juveniles inteligencias, no resultaba otra cosa que un colonias españolas de América, y los ingleses por su
homenaje apenas natural a la nación en quien el pró- positiva financiación y colaboración efectiva en las
cer emancipador encontraba el origen de la idea li- campañas de nuestra independencia.
bertadora. Pero para un hispanoamericano, un pueblo sajón
Mas ¿por qué, se preguntará, se impuso también 1 no era otra cosa que la expresión más viva del éxito
enseñanza del utilitarismo benthamiano? La lucha de la vida, del triunfo en la lucha por la existencia.
contra la escolástica en el humanismo renacentista es- "Quién me diera ser un inglés, rico y protestante, y
taba presidida por figuras como Galileo, Copérnico no un español, católico y pobre." Un sentimiento co-
y Keplero. Fue a ellos debida la gran imagen física mo el que palpita en la famosa frase, era el imperan-
del universo, imperante hasta hace pocos decenios. te. En tales condiciones, el benthamismo, escuálida
Ellos, a su manera, inspiraron también a Descartes y filosofía de tenderos, tenía que aparecer a nuestros
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hombres de gobierno como la mejor propedéutica en
la instauración de la república. tergar la fe, sino convertirla en negocio de concien-
cia, en mera inquietud o problema personal, sin po-
He aquí, pues, cómo la política inspira en mucho
sible influjo en la vida pública, y menos en la vida
nuestra filosofía. Y así habrá de continuar. Hacia
del Estado.
1840, fuerzas espiritualistas desalojan de la enseñan-
Los católicos colombianos de ese entonces comba-
za oficial el sensualismo de Condillac y el utilitaris- ten por lo tanto la tolerancia religiosa que hace igua-
mo benthamista. Y se inicia entonces, por el lado ca- les todos los cultos, y la indiferencia que a ella con-
tólico, una corriente inspirada en el pensamiento de duce.
Balmes con atisbos, no por tímidos, menos afectivos Pero no se encontraron los pensadores católicos
a Víctor Cousin y a Maine de Birán, con un sistema filosófico como el positivismo de Au-
El movimiento espiritualista inspirado en Balmes, gusto Comte, que por entonces cobraba innúmeros
no tendrá mayor importancia, sin embargo, sino cru- prosélitos en los restantes países de América.
zando más allá de la mitad del siglo xix, esto es, por Y la explicación parece obvia: el padre del positi-
la época en que rige a Colombia la Constitución libe- vismo no sólo era un hereje para los católicos, sino
ral de 1863. Es la edad más brillante del pensamiento también para los liberales educados en los principios
católico colombiano, pero sin dejar de ser un produc- de 1863. Pero para los liberales lo era en un doble
to de oposición. Con la no extinguida influencia de sentido: ¿Cómo es que este hombre (diría uno de
José Eusebio Caro y la aún viviente dirección de Ma- nuestros radicales), tras de afirmar que las libertades
riano Ospina, florecen recios varones que conocen a de la Revolución Francesa son puros conceptos meta-
físicos, vacíos de todo contenido real y positivo, vie-
fondo la dogmática de la Iglesia de Roma, y advier-
ne a sostener que la Iglesia Católica es uno de los mo-
ten con extraordinaria lucidez el sentido de la crisis
delos en que debe inspirarse toda sociedad a causa de
porque atraviesa en Colombia la fe cristiana.
su orden jerárquico y de su constitución monárquica?
El empeño religioso en la Colombia de entonces Planteado así el sistema como lo fundamental del
no se enderezaba primordialmente a la defensa del positivismo comtiano, es apenas natural que éste no
dogma. Fincaba sus intentos, más que todo, en con-. tuviera ninguna acogida en nuestros pensadores de
tener una grande avalancha de anticlericalismo en- izquierda.
tonces dominante. Pero este sentimiento de aversión
Por eso, bien avanzada la segunda mitad del si-
al clero, denotaba, en el fondo, un odio a Roma y a
glo xix se prefiere más bien retornar a Bentham y al
la organización jerárquica católica. Nuestro liberalis- sensualismo, pero no durarán mucho. Las generacio-
mo, si se quiere, era el más consecuente liberalismo nes imperantes preferirán ya a Stuart Mill y a Spen-
de América. Hijo de la Ilustración, no pretendía pos-
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cer, pensadores uno y otro ingleses, liberales y ajenos


al catolicismo romano.
Cuando en Colombia se inicia hacia 1910, una se-
rie de gobiernos auténticamente republicanos, la filo-
sofía, que es nuestra forma de oposición al gobierno,
empieza a decaer lamentablemente. Al menos como
filosofía vigente. Ya los grandes políticos católicos no
tienen nada que decir, entre otras cosas, porque los
políticos que les son contrarios han dejado de ser he-
rejes, o al menos, de presumir de tales.
Pasan varios años, y surgen gentes que escriben de
filosofía, quizás con mayor seriedad y rigor que todos
los que lo hicieron antes. Mas como no es una filoso-
fía de oposición, tardará todavía algunos decenios
para hacerse vigente.
Y henos aquí, al final de esta historia, que es una
historia de la filosofía en Colombia, pero una histo-
ria casi sin gentes a quienes historiar. ¿No decía He-
gel que la filosofía es aquella postrera hazaña del Es-
píritu en que ciencia y conciencia se confunden? No
es que hayamos empezado por donde, de creer a He-
gel, habría de terminarse, sino que con lo dicho se
demuestra una vez más que la actitud filosófica siem-
pre existe aunque no existan filósofos en el sentido
profesional del vocablo.

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