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Un conflicto violento: proteger la salud de los civiles

The Lancet
Mientras el mundo mira los terribles eventos que suceden en Gaza, otras tantas zonas de conflicto
alrededor del mundo permanecen ignoradas. A partir de que la ofensiva israelí por aire y tierra
contra el régimen de Hamas en Gaza capturara la atención política y mediática internacionales,
cientos de personas –400 en un solo día– han muerto en la República Democrática del Congo y
muchos más carecen de la atención médica que tan desesperadamente requieren.
Las serias dificultades para llevar asistencia a las personas afectadas por un conflicto es una
característica prominente de los diez desastres humanitarios más desatendidos, compilados
anualmente por Médecins Sans Frontières. De acuerdo a la lista, los desplazamientos masivos de
civiles, la violencia y las necesidades médicas no atendidas en Somalia, que encabeza la lista por
tercer año consecutivo, la República Democrática del Congo, Irak, Sudán y Pakistán son algunas
de las peores emergencias humanitarias y médicas en el mundo.
Es una cicatriz social que algunas vidas aún se consideren más importantes que otras,
especialmente al ser vistas a través de un lente distorsionado por la política, la economía, la
religión y la historia. El valor percibido de un país –incluyendo su valor económico, comercial y
político– y el grado de cobertura mediática no debieran determinar el valor de las vidas de sus
ciudadanos perdidos en guerra. Desafortunadamente, pocos líderes políticos comparten
consistentemente esta visión y Naciones Unidas ha fallado miserablemente en sostener su principio
fundacional: toda vida tiene el mismo valor.
En un discurso reciente, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, dijo: “[la ONU] no ha
sido capaz de proteger a la gente inocente de la violencia”. Aunque tal admisión es
refrescantemente honesta, no hace más aceptable a este hecho deplorable. El Secretario General de
la ONU y líderes políticos han llamado en repetidas ocasiones al cese al fuego de dichos conflictos
en vano. La credibilidad de la ONU está seriamente dañada por la completa falta de un mecanismo
que responsabilice a quienes rompan el derecho internacional. ¿Cómo puede el sistema de la ONU
ser el adecuado cuando ni siquiera intenta mantener códigos internacionales acordados como
proteger a los civiles, asegurar que los heridos y enfermos durante un conflicto reciban atención
médica, y que el personal médico, establecimientos, transporte y equipo sean respetados? Los
gobiernos involucrados en conflictos recientes y actuales han mostrado, en repetidas ocasiones, un
flagrante desprecio por tales principios, y sin embargo no ha habido represalias de ningún tipo.
Adicionalmente, los eventos recientes en Gaza, y el levantamiento –y brutal represión– en Burma
el año pasado, muestra que la organización del Consejo de Seguridad de la ONU, donde una
minoría poderosa está autorizada para tomar decisiones unilaterales para lograr sus propios
intereses políticos, es desgraciadamente inadecuada.
Quizá en los días venideros, mientras el mundo continúa tambaleándose entre los efectos políticos
y humanitarios de la situación en Gaza, la comunidad internacional podría usar esta catástrofe
como catalizador de cambio para mejorar la respuesta médica y humanitaria durante los conflictos.
La reafirmación global de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que consagra el
valor igualitario de la vida humana, y la Convención de Ginebra, que protege a los civiles y
personal médico durante un conflicto, podrían ser un buen punto de partida. A pesar de que esta
sugerencia no requiere una reinvención, sólo tiene sentido hacerla si se combina con la noción más
bien revolucionaria de que los países, territorios, regiones y líderes que violan dichos códigos
deben ser responsabilizados. Las organizaciones no gubernamentales y los grupos de la sociedad
civil debieran jugar un papel crucial en tal propuesta. Pero tal vez es tiempo de que entre un grupo
diferente y se suscriba para ser los guardianes, y defensores, de las necesidades de salud
humanitarias de civiles atrapados en un conflicto. ¿Quién mejor para tomar este rol que la
profesión médica?
Justo como la ONU fue fundada en el espíritu de humanidad compartida, también lo fue la
medicina. El Juramento de Hipócrates, y sus populares equivalentes modernos, ponen en su propio
corazón el cuidado de los seres humanos y tratar cada vida como igual. Por supuesto que no son
sólo los pocos valientes profesionales de la salud en la línea de fuego quienes tienen la
responsabilidad de satisfacer las necesidades de salud de los civiles heridos en un conflicto.
Médecins Sans Frontières –médicos sin fronteras– no debiera ser sólo el nombre dado a una
organización médica humanitaria. Si el Juramento de Hipócrates significa algo, todos los doctores,
cualquiera que sea su situación, especialidad o grado, debieran vivir bajo este nombre al exigir a
sus gobiernos nacionales y a la comunidad internacional –quizá por medio de sus organizaciones
médicas nacionales– que aseguren que los civiles heridos o afectados por un conflicto reciban la
atención médica que requieren, sin importar dónde esté esta gente en el mundo. Tal acción no es
una supuestamente humanitaria: es de lo que debiera tratarse formar parte de la profesión médica.

Redacción. “Un conflicto violento: proteger la salud de los civiles” en The Lancet. Trad. Oliver
Davidson. 373.9658 (2009): 95.

doi:10.1016/S0140-6736(09)60015-5

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