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La presente publicación es un resumen del Informe mundial sobre desastres 2009 cuya versión completa
se publica únicamente en inglés.
Swedish International
Para más datos, dirigirse a:
Development Cooperation Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja
Agency Apartado postal 372 – CH-1211 Ginebra 19 – Suiza
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consultar nuestro sitio web: http://www.ifrc.org o enviar un mensaje a: secretariat@ifrc.org
Foto de portada: Louis Jean toca las campanas de una iglesia de Cabo Haitiano, Haití. Ese es uno de los medios que se
puede utilizar para alertar de huracanes y lluvias torrenciales. En todo el mundo, personas como Louis Jean son el núcleo
de los sistemas de alerta temprana centrados en la gente. Sin una alerta y una acción tempranas de base comunitaria, las
tecnologías más avanzadas de pronóstico y rastreo de fenómenos climáticos no bastan para prevenir y mitigar desastres.
Sociedad de la Media Luna Roja de los Emiratos Arabes Unidos Abbie Trayler-Smith/Panos
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Índice
Introducción__________________________________________________ 2
Capítulo 1
Alerta temprana, acción temprana – Introducción __________________ 5
Recuadro – Tecnología y apoyo de los voluntarios
a un SAT de Jamaica __________________________________________ 9
Capítulo 2
Los sistemas de alerta temprana centrados en la gente
y el “último kilómetro” _______________________________________ 10
Recuadro – La capacitación previa en ayuda psicosocial contribuye
a la acción temprana _________________________________________ 14
Capítulo 3
Alerta temprana, acción temprana – De una escala temporal a otra ______ 15
Recuadro – Fondo de Reserva para el Socorro
en Casos de Desastre (DREF) __________________________________ 20
Capítulo 4
Cambio climático y alerta temprana _____________________________ 21
Cuadro: Tendencias recientes y proyecciones
de los fenómenos climáticos extremos en los que se observó
una tendencia a finales de siglo XX ______________________________ 26
Capítulo 5
Inseguridad alimentaria: ¿Qué hacer tras la alerta temprana? __________ 27
Recuadro – La crisis de Níger en 2004-2005 – Enseñanzas
sobre alerta temprana y acción temprana __________________________ 31
Alerta temprana,
acción temprana:
una asociación
esencial para
prevenir desastres
El año 2008 fue uno de los más devastadores en términos de peligros naturales y sus
consecuencias. Aunque en gran medida esos peligros son inevitables, debido sobre
todo a la creciente amenaza del cambio climático, sólo se convierten en desastres
cuando rebasan la capacidad de los mecanismos de resistencia de las comunidades y
éstas se ven en la imposibilidad de sobreponerse a sus impactos. En todo el mundo,
las personas más expuestas a riesgos son aquellas más pobres y más vulnerables.
El informe de este año versa sobre dos aspectos esenciales de la reducción del riesgo
de desastres: alerta temprana y acción temprana. En los 30 últimos años, el número
de heridos y la pérdida de vidas y medios de subsistencia causados por desastres
disminuyeron, lo que en parte obedece a la creación y el perfeccionamiento de
sistemas de alerta temprana. Al respecto, los principales aportes procedieron de los
avances científicos y tecnológicos, las técnicas de previsión y la difusión de la
información. Aun así, es indispensable fomentar un enfoque más centrado en la gente
para garantizar que las alertas captadas vía satélite, los modelos informáticos y las
demás tecnologías lleguen a las comunidades en situación de riesgo y se tomen las
medidas del caso.
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Los sistemas de alerta temprana por sí solos no bastan para evitar que los peligros
naturales se conviertan en desastres; la acción temprana es indispensable.
Ahora bien, incluso en aquellos casos en que la alerta temprana es oportuna y la acción
temprana está programada, la gente padece las desastrosas secuelas de los peligros
naturales. Por ejemplo, en marzo de 2008, el Gobierno de Zimbabwe y organismos
especializados de la ONU alertaron del rápido deterioro de la seguridad alimentaria
por diversos motivos, entre ellos, la mala cosecha de 2007. Se hizo un llamamiento
internacional de urgencia y, en octubre, miles de voluntarios de la Cruz Roja, en
colaboración con el Programa Mundial de Alimentos, comenzaron a distribuir
alimentos en todo el país. Una vez más, la política y otros factores, junto con la terrible
situación económica, comprometieron la labor de la comunidad humanitaria. A pesar
de la alerta temprana y los esfuerzos en pro de una acción temprana, la mayoría de los
zimbabwenses deberá afrontar otro año de carestía crónica.
La acción temprana es una inversión para el futuro y una solución mucho más eficaz a
largo plazo que la mera intervención frente a emergencias. Ahora bien, al parecer,
particulares, donantes, países y algunos miembros de la “comunidad humanitaria”
todavía no aprendieron esa lección. Sigue habiendo demasiada resistencia al cambio,
aunque cada vez hay más pruebas de que un dólar invertido en prevención permite
ahorrar cuatro dólares en la intervención de emergencia. ¿Por qué no fijarnos objetivos
audaces, tales como asignar a la reducción de desastres por lo menos el 20 por ciento
de los recursos destinados a las intervenciones de emergencia?
Bekele Geleta
Secretario General
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Alerta temprana,
acción temprana
Introducción
En febrero de 2000, los medios de comunicación de todo el planeta focalizaron su
atención en Mozambique. La cobertura de prensa fue intensa a pesar de que las
inundaciones en ese país se cobraron un número inferior de vidas en comparación con
otros desastres recientes (Christie y Hanlon, 2001). Ahora bien, los medios de
comunicación internacionales prácticamente no mencionaron las inundaciones de
2007 y 2008 porque no hubo sensacionales rescates por helicóptero y, además, en las
primeras las víctimas mortales fueron menos de
30 y en las segundas sólo seis (EM-DAT).
¿Se pueden mejorar aquellos sistemas de alerta temprana de ciclones e inundaciones que
funcionan bien como los de Mozambique? Aunque muchas comunidades
© China, Federación Internacional
Por último, ¿a partir de la experiencia de Mozambique, se puede deducir que los SAT
evolucionaron lo suficiente como para impedir que los desastres naturales causen un
gran número de muertes? La respuesta es un “no” rotundo; citemos como ejemplo las
138.000 víctimas mortales del ciclón Nargis que embistió Myanmar en 2008.
Desastres recientes demostraron que las alertas técnicamente adecuadas de poco sirven
sin una previa evaluación del riesgo, una difusión clara y una capacidad de
intervención apropiada. Es esencial contar con un sistema de alerta centrado en la
gente que no sólo comprenda los aspectos científicos y tecnológicos que sustentan la
alerta sino también los aspectos sociales y psicológicos de la alerta y la acción
tempranas, así como actividades orientadas a crear una cultura de prevención, en lugar
de una cultura de intervención a corto plazo. Los hechos muestran que la devastación
causada por el ciclón Nargis en Myanmar en 2008 no obedeció a deficiencias técnicas
del SAT, pues el Servicio Meteorológico de Myanmar alertó en su debido momento,
sino a deficiencias de otros elementos que contribuyen a la eficacia de la alerta
temprana, en particular, las comunicaciones y la preparación en previsión de desastres.
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Si bien la alerta temprana es una responsabilidad nacional, muchos países aún carecen
de la capacidad necesaria (recursos financieros y humanos, organización y políticas)
que les permita aplicar sistemas eficaces de alerta temprana para afrontar múltiples
riesgos. Los esfuerzos desplegados a escala mundial, en el marco del sistema de la
EIRD, están orientados a garantizar un uso más eficiente de las tecnologías de
vigilancia, promover un enfoque multirriesgos e intensificar la colaboración y el
intercambio regionales, internacionales e interinstitucionales.
En la mayoría de los casos, antes de llegar a las personas vulnerables, las alertas
deben ser emitidas por un organismo técnico de ámbito nacional (o, a veces,
internacional) a través de múltiples canales. Cuando un mensaje pasa por muchas
manos antes de llegar al destinatario final, se corre el riesgo de que haya demoras o
distorsiones. Si bien las combinaciones de distintos canales en función de las
condiciones locales pueden dar resultado, es indispensable que haya una estrecha
coordinación entre todos los organismos participantes y una comprensión clara de
las respectivas funciones y responsabilidades. Incluso cuando existe una buena
coordinación de las estructuras, en muchos casos, la difusión en zonas apartadas
sigue siendo difícil, por lo cual, es preciso combinar avances tecnológicos y
soluciones de otra índole.
La gente presta mayor atención a las alertas cuando conoce de antemano los riesgos y
las medidas que debe tomar. A tales efectos, se puede capacitar mediante campañas de
educación pública e incorporar la sensibilización sobre el riesgo de desastres en los
planes de estudio.
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Una de las tareas más difíciles reside en incorporar a quienes están fuera del sistema
de alerta y acción tempranas que, por lo general, son los más marginados y tampoco
participan en el proceso de desarrollo. A esa situación corresponde lo que se ha dado
en llamar “el último kilómetro”, frase utilizada por algunos profesionales de la
© Darren Staples/REUTERS
gestión de desastres para indicar que, en muchos casos, las alertas y los medios para
actuar en consecuencia no llegan a quienes más lo necesitan. Puede tratarse de
personas que quedan al margen de los programas de preparación en previsión de
desastre por razones de edad, sexo, cultura, condición económica, enfermedad o
discapacidad.
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Para poder llegar a las personas de ese “último kilómetro”, es preciso que en los SAT
participen todos los miembros de la comunidad, que la gente los haya suyos y que
sean económicos. Cabe señalar que los sistemas que propician la integración redundan
en mayor bienestar y promueven el desarrollo de las comunidades a muchos niveles.
Los beneficios de los conocimientos locales en materia de alerta temprana para los
programas de desarrollo en zonas urbanas o rurales se constatan en todo el mundo.
Un buen ejemplo lo tenemos en los cursos de formación práctica para agricultores que
World Vision imparte en Mozambique y en los que se enseña a productores locales a
pronosticar la probabilidad de una cosecha abundante. Las estrategias participativas
que se basan en la comunidad resultan muy valiosas para prevenir crisis asociadas con
los alimentos, los medios de subsistencia, la salud, el medio ambiente, el desarrollo
económico, etc. Ahora bien, la participación puede dar poco resultado cuando es
superficial y la población local no la hace suya.
En muchos casos, el riesgo de desastres abarca una compleja gama de factores sociales,
económicos, ambientales, políticos y psicológicos; el reto reside en integrar toda esa
información para determinar el lugar y el momento en que deben tomarse medidas y
decidir quién debe participar en las consiguientes actividades. Todo ello requiere el
compromiso de la población local que debe estar al tanto del conjunto apropiado de
indicadores de cambios y contar con medios que le permitan seguir de cerca la
evolución de los mismos.
Pocas son las sociedades que disponen de sistemas de alerta y acción tempranas
institucionalizados que respondan a las necesidades de toda la población. Del huracán
Katrina al ciclón Nargis, pasando por las persistentes hambrunas en África, el recurso
a agentes externos, la pericia y el gobierno nacionales no han bastado para evitar
desastres. Si bien las estrategias basadas en la comunidad son importantes, la alerta
temprana en el contexto de una gestión eficiente de las emergencias incluye
esencialmente las funciones y responsabilidades de otros cuatro “participantes
primordiales”, a saber: profesionales de la gestión de emergencias, científicos, medios
de comunicación y funcionarios públicos. El tiempo necesario para preparar una
alerta temprana que redunde en una acción temprana a nivel local, tanto interna
como externa, se considera prioritario desde hace décadas.
Las reacciones de la gente frente a los riesgos dependen de múltiples influencias del
pasado y el presente, así como de los conocimientos adquiridos durante el proceso de
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Los sistemas centrados en la gente subrayan una verdad importante: las personas son
quienes deben tener derechos, no las instituciones. Por lo tanto, los SAT son sistemas
o instituciones que deben suplir las necesidades de la población. Establecer normas
mínimas en materia de alerta temprana puede ser un objetivo razonable para los
sistemas centrados en la gente y quienes se ocupan de contribuir al bienestar de las
comunidades.
La inversión en el desarrollo podría compensar gran parte de los impactos de las crisis
ambientales o de cualquier otra índole. El apoyo a servicios cruciales en un marco de
alerta temprana puede aportar la combinación adicional de información que las
comunidades necesitan para contrarrestar los nuevos peligros y factores de
Los sistemas esbozados en este capítulo han de incluir cálculos sobre el número de
vidas que podrían salvarse y las ingentes sumas de dinero que podrían ahorrarse
invirtiendo en sistemas de alerta y acción tempranas centrados en la gente.
Texto del capítulo: Dr. Andrew E. Collins, Profesor y Director del Centro de Desastres y
Desarrollo de la Facultad de Ciencias Aplicadas de la Universidad de Northumbria, Reino
Unido. Texto del recuadro: Asta Ytre, consultor en comunicaciones del Centro de Referencia
de Apoyo Psicosocial de la Federación Internacional.
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Alerta temprana,
acción temprana
De una escala
temporal a otra
Frente al aumento de riesgos e incertidumbres, una acción temprana y eficaz es más
importante que nunca. La acción temprana da mejores resultados cuando abarca
actividades en diferentes escalas temporales y, en lugar de limitarse a intervenciones
más rápidas en casos de desastre, prevé esas intervenciones con una antelación de días,
horas, meses, años e incluso décadas, lo que a la
larga contribuye a reducir el riesgo de toda una
gama de peligros. La acción temprana, fruto de
la alerta temprana en todas las escalas
temporales, es práctica e idónea para reducir
riesgos y salvar vidas.
riesgos crecientes.
En las escalas temporales más cortas, uno de los ejemplos más importantes de acción
temprana es la evacuación y el traslado de personas y bienes fuera de las zonas
expuestas. Sin embargo, en algunos casos, como ocurrió con el ciclón Nargis, la
evacuación puede verse sumamente dificultada por la topografía y las grandes
distancias, sin olvidar la carencia de los medios logísticos y la infraestructura local que
requiere una evacuación. De ahí la importancia que reviste la acción en escalas
temporales más largas. Las iniciativas de reducción del riesgo de desastres (RRD) que
duran varios años, o incluso decenios, pueden incluir la adaptación, creación, mejora
y aplicación de disposiciones de zonificación, códigos de construcción y normas de
infraestructura, pero siempre se ha de trabajar en estrecha colaboración con las
comunidades locales para evaluar y abordar los riesgos que deberán afrontar.
La acción temprana para reducir el riesgo también puede darse a todo nivel. En el
ámbito local, una familia puede almacenar alimentos en los puntos más altos de la casa
cuando se alerta de inundaciones o, a más largo plazo, construir una casa sobre pilotes.
En escalas temporales más largas, la comunidad internacional puede ajustar los
mecanismos de financiación para destinar fondos a iniciativas de RRD que prevean
intervenciones antes de que sobrevengan los desastres, así como movilizar nuevas
fuentes de financiación y fondos adicionales para afrontar los riesgos crecientes que
trae aparejado el cambio climático. Para reducir el riesgo, los gobiernos pueden, por
ejemplo, revisar los planes de uso de las tierras y adoptar códigos de construcción más
estrictos o facilitar medidas eficaces de preparación e intervención. A su vez, las
organizaciones humanitarias pueden movilizar recursos antes de que ocurra un
desastre para limitar sus impactos y también apoyar la capacidad local de reducción
del riesgo.
Frente a tendencias significativas de los riesgos y sus efectos, ya no basta con adoptar
medidas de reducción del riesgo y preparación en previsión de desastres a partir de la
experiencia adquirida. Algunas comunidades de Bangladesh informaron que las
inundaciones son más rápidas y feroces que hace 30 años. En un pueblito, una
pequeña zanja que suele cruzarse de un salto supone un gran obstáculo en caso de
inundación. Aunque parezca insignificante, el simple puente de bambú que se tendió
sobre esa zanja, ahora permite salvar vidas. Ese puente se construyó después de una
consulta celebrada con la comunidad que contó con el apoyo de CARE y en cuyo
contexto la gente acabó por entender que las crecidas actuales y futuras podrían ser
más rápidas y graves que antes.
Lo mismo ocurre a la hora de volver a trazar una carretera costera, pues tener en
cuenta la experiencia adquirida en términos de trazado, supervisión y
mantenimiento ya no basta. La planificación y reglamentación del uso de las tierras,
los códigos de construcción, las normas de infraestructura y los proyectos de
desarrollo comunitario contribuyen a reducir el riesgo, incluso en las condiciones
climáticas actuales. Ahora bien, la eficacia y sostenibilidad de unos y otros son muy
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En primer lugar, la acción temprana requiere una buena comprensión de los riesgos y
vulnerabilidades más importantes. Bases de datos internacionales sobre desastres,
como EM-DAT del CRED y NatCat de MunichRe, y análisis como aquellos de los
puntos más expuestos a desastres naturales (Dilley et al., 2005) revelan características
de peligros y vulnerabilidades del pasado, permiten identificar las zonas de alto riesgo
y pueden contribuir a determinar el orden de prioridades de los esfuerzos de reducción
del riesgo. En el plano local, los patrones de riesgo subyacentes se caracterizan por una
vulnerabilidad mucho mayor y los riesgos varían considerablemente en zonas muy
pequeñas. Mapas detallados, que indiquen claramente las personas y los bienes
expuestos a riesgo, pueden ser una herramienta inestimable para establecer planes y
actividades con conocimiento de causa.
Sabemos que el clima está cambiando, pero en lo que respecta a las variaciones
extremas en determinados lugares aún no sabemos exactamente qué ocurrirá; ni
siquiera los científicos lo saben. En muchos casos se observa una clara tendencia:
mayor riesgo de olas de calor, mayor variabilidad de las precipitaciones, posibilidad de
tormentas de mayor intensidad, etc. Las previsiones meteorológicas “comunes” y los
modelos hidrológicos aportan un conocimiento más preciso para organizar una
intervención concreta en un plazo de horas o tal vez días. Asimismo, los sistemas de
previsión meteorológica permiten pronosticar condiciones del tiempo sumamente
anómalas.
Sin lugar a dudas, las alertas tempranas se pueden utilizar mejor en todas las escalas
temporales pero cabe puntualizar que su utilidad depende totalmente del contexto
tanto en lo que respecta a la calidad de la información científica en las diferentes
escalas temporales, el tipo de riesgo a abordar y la capacidad local de intervención,
como a otras prioridades.
Otro reto más general que se plantea a las organizaciones humanitarias tiene que ver
con los organismos donantes, es decir, la movilización de recursos financieros para la
acción temprana, incluida la reducción del riesgo a largo plazo y la preparación en
previsión de desastres inminentes en lugar de la intervención después que sobrevienen.
Los donantes humanitarios deben asegurarse que la totalidad de los fondos destinados
a las actividades de socorro se gaste con la mayor eficiencia posible, lo que puede
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Textos del capítulo: Maarten van Aalst, Director Adjunto del Centro de la Cruz Roja y la
Media Luna Roja sobre Cambio Climático. Texto del recuadro: Elizabeth Soulié,
Federación Internacional, Ginebra.
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Cambio climático
y alerta temprana
El cambio climático es el ejemplo más claro de alerta temprana. Expertos de todo el
mundo coinciden en que un gran número de pruebas científicas indican que en las
próximas décadas habrá grandes variaciones climáticas. Es muy probable que aumente
la frecuencia y la intensidad de fenómenos climáticos extremos como inundaciones,
sequías y tormentas. Estos fenómenos podrían darse en zonas donde antes eran
inexistentes o contados. Esas variaciones del clima mundial, y tal vez otros cambios
que aún desconocemos, aumentarán el riesgo de desastres relacionados con el clima.
de los países pobres, ya de por sí complejos, lo que podría contribuir a crear una
espiral de desarrollo decreciente para millones de personas.
Es preciso actuar a dos niveles. Debemos contar con sistemas eficaces de alerta
temprana (SAT) que nos permitan reducir los efectos de los diferentes fenómenos
extremos y, lo que es más importante, tomar medidas para reducir la vulnerabilidad a
largo plazo a fin de que las comunidades sean capaces de afrontar la variabilidad
climática y los imprevisibles fenómenos extremos, y puedan seguir prosperando a
pesar de ellos.
Aun así, subsiste la necesidad de coordinar más dos enfoques: el nuevo de adaptación
al cambio climático y el tradicional de reducción del riesgo de desastres (RRD).
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Traducción libre.
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Los foros regionales sobre la evolución probable del clima (FRPC) son otro buen
ejemplo de cómo hacer llegar la información sobre el clima a quienes la necesitan; en
este caso, se trata de pronósticos estacionales que se remiten a planificadores y
encargados de tomar decisiones en los distintos sectores. Con apoyo de la OMM, estos
foros regionales congregaron por primera vez en África a científicos y representantes de
los sectores usuarios para determinar los impactos e implicaciones de las previsiones y
planificar intervenciones apropiadas. Aunque muchos países en desarrollo ya cuentan
con FRPC, es necesario crear muchos más para que todos los países dispongan de ellos
y mejorar la utilidad de la información para los usuarios finales.
La más obvia sea tal vez el crecimiento demográfico. Según las previsiones, la
explosión demográfica del siglo XX no se detendrá por lo menos hasta mediados de
este siglo y la mayor parte de ese crecimiento se concentrará en las regiones menos
desarrolladas del mundo. Un mayor número de habitantes supone un mayor uso de
recursos en momentos en que la amenaza de una utilización insostenible ya se cierne
sobre los limitados recursos disponibles. Al crecimiento demográfico y las prácticas de
desarrollo insostenibles debemos añadir una serie de tendencias ambientales que son
inquietantes, entre ellas, la pérdida de biodiversidad, los cambios observados en los
sistemas hidrológicos y las fuentes de agua dulce, la desertificación y la degradación
de las tierras.
Por consiguiente, el cambio climático es sólo una de las varias tendencias mundiales
que ponen en peligro la estabilidad y sostenibilidad de nuestro planeta. Abordar esas
tendencias una por una no tiene sentido; por lo tanto, se necesita un enfoque
integrado para analizar a fondo las deficiencias de las políticas y las desigualdades que
contribuyeron a crear estos problemas y agudizaron la vulnerabilidad de muchas
personas frente a sus impactos. Desde la perspectiva del cambio climático, la gestión
de los riesgos climáticos representa un punto de partida pero habrá que integrarla en
una estrategia de desarrollo sostenible más amplia que tenga en cuenta las deficiencias
de los enfoques actuales.
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Si bien podríamos citar algunos buenos ejemplos de la gestión del riesgo climático en
varias partes del mundo, por el momento, se trata de una actividad ad hoc, que se lleva
a cabo en una escala limitada. El cambio climático pone en peligro la vida y los medios
de subsistencia de muchos millones de personas. Para que la gestión del riesgo
climático llegue a aportar una diferencia real en la reducción de la vulnerabilidad, es
preciso integrarla en las actividades de desarrollo y reducción del riesgo de desastres a
todo nivel.
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Inseguridad alimentaria
¿Qué hacer tras
la alerta temprana?
En muchos casos, la escasez de alimentos, el hambre y la hambruna son las
consecuencias más devastadoras de un desastre. Las reservas de alimentos, la
producción de alimentos y otras fuentes de ingresos son vulnerables a sequías,
inundaciones y otras calamidades. A medida que disminuyen los ingresos y los
medios de subsistencia, las familias recurren a estrategias cada vez más
desesperadas. Cuando esas estrategias se agotan, cunden el hambre y la muerte. Un
trágico ejemplo de esa concatenación, lo
tenemos en las catastróficas hambrunas
provocadas por la sequía en el Sahel y
Bangladesh en el decenio de 1970, y en la
región del Cuerno de África a mediados del
decenio de 1980.
En las tres últimas décadas, se fueron adoptando enfoques cada vez más
perfeccionados para prevenir y mitigar las crisis alimentarias, así como medidas de
© Howard Burdill/REUTERS
preparación para afrontarlas. Podría decirse que los mayores esfuerzos y las sumas más
altas se destinaron a mejorar los sistemas de alerta temprana (SAT), pilar de las
actividades de preparación en previsión de emergencias y prevención de hambrunas.
En el contexto de la seguridad alimentaria, los SAT consisten en recabar datos y seguir
de cerca el acceso de la población a los alimentos para dar un aviso oportuno cuando
Si bien el SAT “tradicional” está concebido para supervisar y analizar los impactos de
los desastres naturales y presentar los informes correspondientes, cada día está más
claro que la complejidad de las crisis alimentarias es cada vez mayor. De ahí que sea
necesario evaluar y analizar el impacto de los peligros meteorológicos, hidrológicos y
climáticos en el contexto de otros cambios que se observan paralelamente en los
niveles de pobreza, los conflictos, las pandemias y la evolución de la economía. La
combinación de esos factores causales influye en el volumen global de necesidades y
en la idoneidad de las intervenciones.
comprender y seguir de cerca los diversos factores causales para tener una idea cabal
de la magnitud de las necesidades y planificar una intervención apropiada.
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Existen serias dudas sobre la conveniencia de la ayuda alimentaria para abordar las
verdaderas causas de la desnutrición. En un análisis comparativo de las crisis de 2001-
2003 y 2005-2006 en África meridional (Maunder y Wiggins, 2007) se concluye que
en lo esencial, las intervenciones de emergencia no habían variado y seguía
predominando la ayuda alimentaria en gran escala. La ayuda alimentaria resulta
particularmente ineficaz e ineficiente cuando el objetivo es proteger también los
medios de subsistencia. En el último decenio hubo un rápido crecimiento de la
experimentación y en situaciones de emergencia se utilizaron bonos y transferencias
en efectivo para suplir las necesidades alimentarias. Dichas transferencias pueden
redundar en diversos beneficios tales como una mayor rapidez y flexibilidad, la
posibilidad de que los beneficiarios decidan a qué destinarán los recursos, y la
reducción de costos. También pueden incidir positivamente en la economía y los
mercados locales. No obstante, la pertinencia de ofrecer esos bonos y transferencias en
efectivo varía considerablemente según el contexto.
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donantes tienen que cumplir mejor con sus compromisos de ayuda financiera en
lo que respecta a las intervenciones humanitarias y a abordar las causas
estructurales subyacentes asignando más fondos para el desarrollo.
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