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Por el país que quiero, contra lo que no nos gusta

Víctor Maldonado

Ya no quedan más debates

El último debate presidencial dejó incólumes las opciones presidenciales de Frei y


de Piñera. Arrate apoyó a Frei y emplazó efectivamente a MEO; Piñera mantuvo la
ambigüedad respecto de la política y los negocios; Frei estuvo bien en las
preguntas difíciles y tuvo dificultades en preguntas fáciles y esperables.

Pero el debate dejó las cosas como estaban y lo que puede variar ha de asociarse
ahora a la presencia en terreno, antes que a los mensajes entregados por los
candidatos a través de los medios de comunicación.

Sobre las franjas de televisión se podrá conversar mucho, pero lo cierto es que la
calidad de ellas no han resultado desequilibrantes para ninguna candidatura
presidencial, por lo cual no están alterando los datos básicos que ya conocemos.

Al final lo que queda es que se siguen despejando las dudas sobre el resultado de
primera vuelta y continua aumentando la incógnita de lo que ocurrirá en la
segunda oportunidad. Sacar conclusiones acertadas de dos elecciones bien
diferentes entre sí, a partir de lo que los electores dicen antes de que concurran a
las urnas en diciembre.

En cambio, ha comenzado a perfilarse el modo como se entiende la disyuntiva que


se enfrentará cuando queden solo dos contendores en carrera.

El debate presidencial dejó en claro lo que está en juego en estas elecciones:


tanto para Frei como para Arrate lo importante es ganarle a la derecha y, en
opinión de ambos, hay que sumar fuerzas en segunda vuelta tras el candidato que
enfrente a Piñera.

Valida esta forma de presentar la definición fundamental el hecho de que el


empresario de RN no haya podido o no haya querido separar a tiempo la política
de los negocios. En los hechos, lo que parece guiar al abanderado de derecha es
la idea de que “sólo me separo de mis negocios si gano”. Aunque esta solución es
bien representativa de un comportamiento característico de Piñera, lo cierto es
que más corresponde a la actitud de un especulador que a la de un Presidente.

En segundo lugar, con cierta lentitud (y eso no habla bien de las candidaturas
principales), se ha ido imponiendo la convicción de que al mando de la nación se
ha de tener un Presidente, un amplio equipo y un programa bien definido a ser
cumplido y exigido.

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La presidencia no se improvisa y, más allá de las virtudes que se pueden
demostrar en el desarrollo de una campaña, hacerse cargo de la nación es algo
distinto de entretenerla.

En tercer lugar, si dentro de las tareas importantes que se demandan del próximo
gobierno está la de descentralizar el poder, entonces la concentración del poder
en pocas manos resulta ser perjudicial para la democracia. Sigue siendo cierto
que “no da lo mismo quien gobierne” y que, al final, más que por el candidato que
más se adapta a nuestros gustos personales, e incluso más allá de la coalición a
la que se apoya, lo que va a ser determinante será el tipo de país que más nos
gusta y el tipo de gobierno que más desagrade a la mayoría.

Acuerdos según propósito

Hay que preparar con tiempo y dedicación todo lo que viene, pero no hay que
dedicarse a conversar por la prensa todas las ideas que se nos pasen por la
cabeza, dando señales equívocas a los propios adherentes.

El que se adelanta demasiado a las tareas propias del tiempo de segunda vuelta,
demuestra que no está abocado por completo a los desafíos del momento político.
Es más, una forma de distraer esfuerzo es anticipar debates que solo tienen
sentido si se gana la primera vuelta y con un margen en crecimiento de la
votación.

Por supuesto, la idea de distraer esfuerzos en polémicas laterales y de poca


monta parece ser el papel que se le ha asignado a la prensa más adicta a Piñera.
En sus páginas no se deja pasar un día sin que se ponga en titulares el motivo de
discordia que le ofrecen, como presente griego, a la Concertación: presencia del
candidato presidencial en la franja televisiva de los partidos; participación del PC
en el próximo gobierno; nota puesta por Frei al gobierno de Allende, etc.

De todas las discusiones sin piso ni sentido de la oportunidad, la más


desorientada es la incorporación a un posible gabinete de Frei del partido
comunista.

No hay nada peor que ponerse a debatir algo que ni siquiera han pedido los
supuestos interesados. A la Concertación le ha ido bien proponiendo alianzas
acorde al acuerdo político que se requiere alcanzar. Si lo que se requiere es un
acuerdo nacional, entonces se convoca a todos, incluida a la oposición de
derecha. Si lo que se requiere es un pacto contra la exclusión, entonces el
acuerdo es con los excluidos.

De manera que lo que manda al momento de concertarse es el propósito político


compartido que se busca. Ciertamente, si el próximo gobierno se propone
implementar varios acuerdos nacionales relevantes, esto ha de ser respaldado por
una mayoría política y parlamentaria capaz de dar soporte a esfuerzos colectivos
de amplia magnitud.

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En todo caso, ha de quedar claro para todos que la mejor manera de acercar
posiciones en segunda vuelta es obtener el mayor número de votos posible en la
primera oportunidad. Mientras más evidente es la ventaja electoral del segundo
respecto de quienes le siguen, más fácil es producir diálogos y entendimientos
entre actores que tienen disímil respaldo en votos.

Un gobierno para la mayoría ciudadana

Muchos seguidores de Enríquez-Ominami han visto demasiado cerca el triunfo


como para que se acomoden fácilmente a un tercer lugar. Sin embargo, lo que los
ha llevado a esta meritoria posición ha sido una reacción ciudadana que nada
tiene que ver con las directrices de una cúpula en formación. Perder la sintonía
con esta base es la mayor equivocación a evitar por los líderes circunstanciales de
hoy. Por lo mismo, en su momento no habrá que apelar de preferencia a una
cúpula heterogénea sino al sentido común de los ciudadanos que optaron, en
primera instancia por esta alternativa presidencial.

Por lo anterior, hay que asegurar la coherencia en las acciones que se emprenden
en campaña y mantenerse fieles a las prioridades que se deciden marcar. En el
caso de la franja de Eduardo Frei, lo que se hace es poner el acento en el cambio
de vida conseguido en Chile durante los gobiernos de la Concertación y en su
proyección futura. Es esto lo que se quiere validar mediante la exhibición de
testimonios reales.

El mensaje de fondo consiste en argumentar que ningún candidato puede


gobierna solo, que no se trata de una aventura personal y que la política se hace
en equipo. Porque cambiar un país, darle gobernabilidad y ampliar sus conquistas
sociales, son empresas colectivas.

De momento, lo que se pone de relieve es lo sustantivo que aporta la


Concertación a la candidatura: su soporte partidario en la base social, un
importante liderazgo local, el respaldo parlamentario, el respaldo que significa
darle continuidad a un gobierno que cumple y la existencia de personalidades de
prestigio internacional.

Lo que el oficialismo quiere lograr es marcar la diferencia mediante la movilización


de todos los componentes de la Concertación. Con ello persigue que su
candidatura quede avalada por los hechos, por lo obrado, por representar a una
coalición que ha hecho promesas que se han convertido en realidad.

En otras palabras, hace rato que la candidatura de Eduardo Frei está apelando a
canalizar los resultados de lo que consigue la centroizquierda unida, más allá de
las preferencias personales por tal o cual liderazgo específico. Esta es la línea
central a profundizar en segunda vuelta.

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