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Víctor Maldonado
Pero el debate dejó las cosas como estaban y lo que puede variar ha de asociarse
ahora a la presencia en terreno, antes que a los mensajes entregados por los
candidatos a través de los medios de comunicación.
Sobre las franjas de televisión se podrá conversar mucho, pero lo cierto es que la
calidad de ellas no han resultado desequilibrantes para ninguna candidatura
presidencial, por lo cual no están alterando los datos básicos que ya conocemos.
Al final lo que queda es que se siguen despejando las dudas sobre el resultado de
primera vuelta y continua aumentando la incógnita de lo que ocurrirá en la
segunda oportunidad. Sacar conclusiones acertadas de dos elecciones bien
diferentes entre sí, a partir de lo que los electores dicen antes de que concurran a
las urnas en diciembre.
En segundo lugar, con cierta lentitud (y eso no habla bien de las candidaturas
principales), se ha ido imponiendo la convicción de que al mando de la nación se
ha de tener un Presidente, un amplio equipo y un programa bien definido a ser
cumplido y exigido.
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La presidencia no se improvisa y, más allá de las virtudes que se pueden
demostrar en el desarrollo de una campaña, hacerse cargo de la nación es algo
distinto de entretenerla.
En tercer lugar, si dentro de las tareas importantes que se demandan del próximo
gobierno está la de descentralizar el poder, entonces la concentración del poder
en pocas manos resulta ser perjudicial para la democracia. Sigue siendo cierto
que “no da lo mismo quien gobierne” y que, al final, más que por el candidato que
más se adapta a nuestros gustos personales, e incluso más allá de la coalición a
la que se apoya, lo que va a ser determinante será el tipo de país que más nos
gusta y el tipo de gobierno que más desagrade a la mayoría.
Hay que preparar con tiempo y dedicación todo lo que viene, pero no hay que
dedicarse a conversar por la prensa todas las ideas que se nos pasen por la
cabeza, dando señales equívocas a los propios adherentes.
El que se adelanta demasiado a las tareas propias del tiempo de segunda vuelta,
demuestra que no está abocado por completo a los desafíos del momento político.
Es más, una forma de distraer esfuerzo es anticipar debates que solo tienen
sentido si se gana la primera vuelta y con un margen en crecimiento de la
votación.
No hay nada peor que ponerse a debatir algo que ni siquiera han pedido los
supuestos interesados. A la Concertación le ha ido bien proponiendo alianzas
acorde al acuerdo político que se requiere alcanzar. Si lo que se requiere es un
acuerdo nacional, entonces se convoca a todos, incluida a la oposición de
derecha. Si lo que se requiere es un pacto contra la exclusión, entonces el
acuerdo es con los excluidos.
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En todo caso, ha de quedar claro para todos que la mejor manera de acercar
posiciones en segunda vuelta es obtener el mayor número de votos posible en la
primera oportunidad. Mientras más evidente es la ventaja electoral del segundo
respecto de quienes le siguen, más fácil es producir diálogos y entendimientos
entre actores que tienen disímil respaldo en votos.
Por lo anterior, hay que asegurar la coherencia en las acciones que se emprenden
en campaña y mantenerse fieles a las prioridades que se deciden marcar. En el
caso de la franja de Eduardo Frei, lo que se hace es poner el acento en el cambio
de vida conseguido en Chile durante los gobiernos de la Concertación y en su
proyección futura. Es esto lo que se quiere validar mediante la exhibición de
testimonios reales.
En otras palabras, hace rato que la candidatura de Eduardo Frei está apelando a
canalizar los resultados de lo que consigue la centroizquierda unida, más allá de
las preferencias personales por tal o cual liderazgo específico. Esta es la línea
central a profundizar en segunda vuelta.