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Dejan sotana por hijos

Cuatro testimonios de sacerdotes casados


Por Emiliano Ruiz Parra

(Publicado en Reforma el 19 de junio de 2005).

Ángel Saldaña

El cura guerrillero

Con un traje opaco de tanto planchar y una sonrisa bondadosa, es difícil pensar que Ángel
Saldaña fue guerrillero y funcionario público, que estuvo detenido en las celdas de la Dirección
Federal de Seguridad de Miguel Nazar Haro y que durante 13 años fue sacerdote carmelita.

Hoy, a 27 años de renunciar a ser cura, celebra el Día del Padre con sus hijos Aída y Juan Pablo,
y con Graciela Tapia, su compañera de 30 años.

Mientras cuida que sus alumnos de prepa no copien durante el examen, Ángel Saldaña, de escaso
pelo blanco, recuerda su vida de Padre: misionero en la sierra de Durango, alfabetizador en la
paupérrima colonia Vicente Guerrero en Iztapalapa, y apoyo logístico del Ejército Guatemalteco de
los Pobres (EGP).

"Crecí en una familia de profunda religiosidad por la Virgen del Carmen y decidí ser sacerdote a
los 17 años", recuerda.

Y Ángel luchó contra el amor "hacia una vecinita", en sus primeros años de seminario; disciplinado
y de talento, fue enviado a estudiar filosofía a Roma, en donde lo ordenó sacerdote el Secretario
de Estado del "Papa bueno" Juan XXIII, el Cardenal Gaetano Cicognani.

Celebrar por primera vez la eucaristía, recuerda, fue un momento tan luminoso y alegre que lo
tiene grabado en una cinta de carrete.

De regreso a México, pidió que lo enviaran a la misión carmelita de la sierra de Durango, en donde
atendía 267 pueblos y celebraba siete misas cada domingo.

"Los pobres han sido mi mayor fuente de espiritualidad; cuando me muera y esté tendido, quiero
que toquen Guantanamera, en especial esa parte con los pobres de la Tierra, quiero yo mi suerte
echar".

El contacto con los pobres en Durango e Iztapalapa lo fue radicalizando, al igual que la carrera de
sociología en la UNAM "que cursó cuando empezaba el noviazgo con Graciela" además de la
amistad con los obispos de la Teología de la Liberación, Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruiz.

"Rolando Morán, el máximo dirigente del EGP, estaba oculto en México, y yo le presté mi
identidad, mi carta de sacerdote y mi alzacuellos y Graciela y yo lo acompañamos hasta
Guatemala; entramos por Comitán a las 12 de la noche, en el cambio de guardia, así que durante
un tiempo Morán fue el sacerdote Ángel Saldaña".

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Rolando Morán, con su verdadera identidad de Ricardo Ramírez, fue luego el máximo dirigente de
la Unión Nacional Revolucionaria de Guatemala, que aglutinó a las fuerzas de izquierda de ese
país.

Descubiertos por Nazar Haro, Ángel y Graciela pasaron 10 días en los sótanos de la Dirección
Federal de Seguridad (DFS). Aída, su hija mayor, ya venía en camino, y Nazar Haro les ofreció el
exilio a cambio de no presentarles cargos.

De vuelta de Canadá, Ángel renunció al ministerio, pero años después volvió a celebrar la
eucaristía.

"Casé a un matrimonio mixto: ella era bautista y él católico y ninguna de las dos Iglesias los quería
casar, a pesar de que el derecho canónico permite los matrimonios interreligiosos", expresa.

En su casa, Ángel no se molesta en volver a vestir la casulla con la que celebraba misas.

"Si volviera a vivir en las mismas circunstancias volvería a hacer lo mismo, menos ser político,
porque los políticos no piensan en servir sino en ejercer el poder", dice el ex funcionario público de
la delegación Iztapalapa.

"El celibato debería ser opcional y la Iglesia debería aceptar el sacerdocio de casados"

Lauro Macías

Celebra misa... y es casado

Con tres hijos, Lauro Macías todavía celebra la eucaristía en los funerales de sus amigos o en
bodas que la Iglesia católica se niega a oficiar. En diciembre cumple 37 años de sacerdote.

"Estoy enamorado de Jesús, lo amo más que a mis hijos, y los hijos son lo más maravilloso que
Dios me ha dado ¡de lo que me estaba perdiendo!", expresa en su consultorio de sicoanalista,
donde ofrece terapia de grupo.

Padre diocesano y padre de tres hijos "dos de ellos profesionistas y uno en preparatoria" Lauro
renunció al clero harto de que los sacerdotes se pelearan por la parroquia que dejaba mejores
limosnas y de una jerarquía integrada por obispos enamorados del poder.

Formado en el seminario de Durango, en donde compartió aulas con el ahora Cardenal Norberto
Rivera Carrera, Lauro es integrante del colectivo Ministrare "antes Presencia Nueva" que agrupa a
ex sacerdotes católicos casados de la Ciudad de México. Existen otros grupos similares en
Zacatecas, Guadalajara, Aguascalientes y Puebla.

"Estoy convencido de que Dios me quiere sacerdote; si vuelvo a nacer me vuelvo a ordenar y me
vuelvo a salir, yo renuncié a ser clérigo, me salí del estado clerical pero no del sacerdocio", afirma
convencido.

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Una vez ordenado, a los 26 años, Lauro era el responsable de la pastoral del Centro de
Readaptación Social de Durango. Ahí, fundó el segundo templo ecuménico que hubiera en una
cárcel mexicana.

"Cometí el error de no invitar al padre Esquivel, párroco cuya jurisdicción comprendía el Cereso. Mi
Arzobispo, Antonio López Aviña, acudió a poner la primera piedra.

"Esquivel y otros padres le mandaron una carta al Arzobispo donde le pedían que me procesaran
como sospechoso de herejía, porque estaba en contra de la sana fe, porque era ecuménica la
capilla", recuerda.

El Arzobispo desechó la acusación.

Lauro rememora que también fue regañado por impartir el catecismo holandés "todavía
considerado liberal" y por dar pláticas de educación sexual a los laicos en el Centro Taurino de
Durango.

Esas experiencias lo convencieron de que debía renunciar al clero. Durante dos años estuvo
pensando de qué iba a vivir, por lo que terminó la carrera de psicología.

"Me daba mucho miedo, se siente mucha presión, cómo le iba a decir a mi madre y a mi abuela",
recuerda; su tío bisabuelo, su tío abuelo y su tío carnal habían sido sacerdotes y él había decidido
entrar al seminario desde los 15 años.

Sin embargo, pensó que, de quedarse, se iba a amargar y a dar un "antitestimonio". Cuando salió
sólo tenía un coche brasilia, del que debía la mitad.

"Lo hablé con la madre de mis hijos antes de salirme y empecé una relación afectiva, pero no fue
por eso que me salí", recuerda.

Ya fuera del clero, Lauro ha celebrado la eucaristía: recuerda que una mujer, cuando le
diagnosticaron cáncer terminal, decidió casarse con la pareja con quien había vivido en unión libre,
pero el párroco se negaba a casarla porque carecía de fe de bautismo.

"La casé en articulo mortis y murió en paz un mes después. Ella era un huesito. Yo me hago una
pregunta, ¿qué haría Jesús en esa situación?, yo no sé si consideren que Jesús era muy tonto
porque no sabía derecho canónico", expresa en entrevista.

"Ahora que me presente ante él, qué tal que me dice que sí estaba prohibido, entonces sí me va a
dar un buen susto", ríe.

"(Soy) profundamente enemigo de la estructura clerical porque está en contra del Evangelio"

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Antonio González Rosen

Abandona votos por familia

21 años después de haber renunciado al ministerio, Antonio González Rosen dedica la mayor
parte de su día a la evangelización de los habitantes de Ocotlán de Morelos, un pueblo a 35
kilómetros de Oaxaca.

"Si volviera a nacer recorrería el mismo camino", expresa el ex religioso marista, quien colabora en
la redacción del catecismo para adultos de la Comisión de Evangelización del Episcopado
Mexicano.

Casado desde 1987 con Luz Elena Moctezuma, Antonio celebra el Día del Padre con sus hijos
Pablo, Pedro y Francisco, los tres por entrar a la adolescencia.

Para Antonio, la vida de laico y de padre de familia no está reñida con difundir el Evangelio, y si el
celibato fuera opcional, habría más sacerdotes y religiosos en la Iglesia.

"La Iglesia, al no cambiar eso se está empobreciendo, podría tener a muchos más agentes
capacitados y atender a la población", expresa.

Cuando era niño, los maristas lo invitaron a estudiar en su secundaria, en donde fue descubriendo
la vocación religiosa.

A los 23 años acabó su formación y empezó a dar clases; con el impulso del progresista Concilio
Vaticano II, Antonio y un grupo de maristas organizaron a los jóvenes alumnos de colegios de la
orden para construir 39 casas en los barrios más pobres. Uno de los jóvenes albañiles era el
panista Felipe Calderón.

Luego de estudiar teología en Roma y París, y ya con los votos perpetuos de obediencia, pobreza
y castidad, Antonio fue profesor y subdirector de la preparatoria vespertina del Centro Universitario
México.

Pero el trabajo social lo llevó otra vez a trabajar con los pobres e inició, con otro grupo de
religiosos y laicos, un programa de alfabetización en La Presa y Barrio Norte, dos barrios bravos
del poniente de la ciudad de México. En el grupo colaboraba Luz Elena.

Ahí fue cuando Antonio decidió renunciar a la orden, en 1984. Tres años después se casó con Luz
Elena.

"Cero crisis, hay un poco de dolor al dejar un grupo, pero seguí trabajando en el barrio en
proyectos de alfabetización; salirme fue un llamado de Dios y me salí con permiso de Juan Pablo
II, expuse mis motivos y me dieron la dispensa de votos", sostiene.

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Como laico, Antonio promueve con el párroco Aristeo de la Vega la catequesis de Ocotlán de
Morelos. Cada semana tienen 2 mil personas en la clase de otro religioso marista, además de
impulsar proyectos de autogestión para los habitantes.

"Es la parroquia de México con mayor formación", dice con orgullo.

"La Iglesia, al no cambiar eso (el celibato) se está empobreciendo"

Rafael Parra

Alterna paternidad con ministerio

Con todo el peso de su cuerpo, Rafael Parra se cuelga del badajo de Doña María, una de las 35
campanas de la Catedral Metropolitana, para llamar a misa.

Cuando era niño, Rafael quería ser sacerdote, pero un padre distraído le perdió sus papeles y lo
dejó sin posibilidades de entrar al Seminario Menor.

Como laico, Rafael vivió de la soldadura, se casó con María Teresa Tovar, con quien tiene cuatro
hijos, la mayor de 31 años.

Pero el sueño se cumplió para Rafael el viernes 3 de junio, cuando el Cardenal Norberto Rivera
Carrera, en la Basílica de Guadalupe, lo ordenó diácono permanente -una especie de sacerdote
casado- que le permite a los hombres casados ejercer el ministerio, con excepción de celebrar la
Eucaristía y de escuchar confesiones.

Con la inquietud de apoyar en la evangelización, Rafael se matriculó en un grupo de


evangelizadores en su parroquia, cerca de la Basílica de Guadalupe, pero su cura lo mandó a
Catedral a estudiar teología.

El sacristán del recinto, Luis Ávila, lo invitó a tocar las campanas, y pronto se convirtió en el
campanero mayor del templo.

"Nuestro pastoreo en la comunidad es un servicio para los ancianos, los enfermos, las viudas, para
los ricos que son pobres de espíritu", expresa.

En México existen 670 diáconos permanentes, de los cuales la mitad están en la diócesis de San
Cristóbal de las Casas, ordenados por el anterior Obispo Samuel Ruiz García.

En contraste, en Estados Unidos existen aproximadamente 20 mil diáconos permanentes.

"El diácono hace mucha falta a la Iglesia; La Iglesia está llena de amor y de fe, pero no hay quien
lo dé a la comunidad, nosotros podemos dar ese amor.

"Si hubiera más diáconos caminaría más en conjunto el cuerpo místico de Cristo", expresa.

Para Rafael, entrevistado durante la misa del Cardenal Norberto Rivera, el ministerio que recién
adquirió es un apostolado compartido con su esposa María Teresa. Incluso, su padrino le dijo que
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si hubiera diaconisas en la Iglesia católica a María Teresa ya la habría ordenado, por su
compromiso con la evangelización.

"No hay palabras para decir lo que sentí (cuando me ordenaron), lo más feliz fue darles la
comunión a mi padre, a mi esposa, y a mis cuatro hijos, que dejaron todo para estar conmigo",
recuerda Rafael.

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