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Los que han gobernado el Perú, en las últimas décadas -con excepciones
meritorias- han sido personas ambiciosas de escasos valores democráticos y
exiguos principios morales. Han sido demócratas de palabra pero autoritarios
de hecho. “Si no está bien la raíz, no puede estar bien la copa”, se expresa en
un hermoso texto confuciano. Alan García, Alberto Fujimori y Alejandro Toledo
tienen en común lo que tienen todos los políticos peruanos: mesiánicos y
sectarios. Ellos son los salvadores. Llegaron al poder con sus partidos y
gobernaron con sus familiares y amigos. Tal vez la diferencia entre unos y otros
reside en que, uno de ellos, comparada con los otros, actúa como un simple
piraña. Los otros, en cambio, actúan con la mentalidad de capos de verdaderas
mafias. Uno dice mentiras increíbles –“me secuestraron” cuando se fue de
juerga- mientras que los otros mienten con seguridad, firmeza y
perseverancia… y, hasta se llegan a creer sus mentiras. Pero la esencia es la
misma.
¿Es posible cambiar la política en el Perú? Creemos que sí. Eso requiere que
reconozcamos que la corrupción es el problema número uno pues corroe,
destruye, mina -día a día- la moral de los ciudadanos y liquida las instituciones.
Cuando los ciudadanos, los niños y los jóvenes no confían, no creen en nada ni
en nadie, entonces, no hay futuro para el país. Por ello, el líder que demuestre
a través de su acción -y no en el Poder Judicial porque allí las sentencias se
compran o prescriben- que tiene la conciencia y las manos limpias y que puede
liderar el país, podrá empezar una nueva era para el Perú… de lo contrario,
estaremos como mula de noria, dando vueltas sobre lo mismo, mientras los
demás pueblos del mundo se seguirán alejando, cada vez más, de nosotros.
9. El mundo actual es totalmente asimétrico. Los países ricos son cada vez
más ricos y los pobres cada vez más pobres. Esa tendencia se ha
consolidado con el paso del tiempo. En un mundo poblado por 5,900
millones de personas, 3 mil millones viven en pobreza, con menos de
dos dólares diarios de ingreso. Cada año se incorporan 90 millones de
personas al mundo. Se prevé que en el año 2030 el mundo tendrá 10 mil
millones de habitantes.
Líderes son aquellos que tienen seguidores y que unen, en su vida, palabra y
acción. Pensamiento y capacidad para conducir a sus pueblos. En nuestro país
hay un problema estructural en la creación de nuevos líderes y en la
construcción de nuevos liderazgos. Las estructurales culturales, políticas,
psicológicas, emocionales fagocitan, tragan a los nuevos líderes y los
incorporan a los viejos moldes. El resultado es la sensación de fracaso
permanente. El fracaso real, pues casi 3 millones de peruanos han salido del
país -el año 2004 partieron mil personas diariamente con el fin de no volver-.
Evidentemente se van los mejores y los desesperados. El Perú está siendo
descremado. Estamos perdiendo talentos.
Se toca con las manos en el Perú la falta de liderazgo. Esta carencia está
vinculada a las preguntas precedentes. ¿Es imperativo que, aquellos que
ingresamos a la política en nuestra juventud, reneguemos de nuestros ideales
de democracia, libertad, justicia, igualdad de género, respeto a los derechos de
las gentes, paz y una vida creadora, porque la política se ha convertido en
actividad de grupos mediocres, carentes de profundos principios morales o de
profundo compromiso con la gente? ¿Debemos adaptarnos a la cultura política
predominante?
¿Qué es la cultura política? Son los usos, las costumbres, las formas, las
maneras de hacer política. ¿Cuál es la cultura política peruana? La de la
exclusión, la desigualdad, la confrontación, la apariencia… el predominio del
autoritarismo, la verticalidad, el mando de arriba abajo, sin respeto a los
demás. Lejos del diálogo, la reflexión colectiva, el respeto a las ideas
discrepantes, la cultura política dominante ha ido cayendo cada vez más. Si en
los años 30 había pensadores dedicados a la política y entre los años 60 y 70
nuevas generaciones se entregaron a la tarea de servir al país, entre los años
80 y 90 hacia delante, los que han llegado al gobierno han demostrado, con
creces, que no están a la altura de las necesidades del país.
Son muchas las preguntas que nos hacemos los que estamos en política. En
primero lugar, definamos la política como la ciencia, la pasión y el arte de
gobernar al servicio de la gente. La política es, para algunos, la ciencia del
poder. ¿El poder de quién y para qué? La política sólo tiene sentido si sirve, si
está al servicio de la mejora de las relaciones humanas, si ayuda a la
cooperación entre todos, si contribuye a la paz, la unidad, el desarrollo integral
sustentable. Sostenible. La política tiene que contribuir a la felicidad de la
gente. Tiene que ser acción de gente noble y con fines nobles.
En las últimas elecciones presidenciales, el país tuvo que enfrentar una terrible
disyuntiva, votar por Alan García que en cinco destruyo al país o por Alejandro
Toledo que tuvo la virtud de enfrentar durante los últimos meses del gobierno
ilegal e ilegítimo de Fujimori. Las dos eran malas opciones. Hoy, a un año y dos
meses de las elecciones del 2006, las perspectivas no son las mejores. Los
que tanto daño le hicieron al país suman poco más del 30 por ciento de la
intención de voto.