Lo irreparable
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Lo irreparable - José María Vargas Vilas
Lo irreparable
Copyright © 1898, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726680447
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
CAPÍTULO PRIMERO
BÍBLICO
Salvado estaba el mundo.
La cólera de Dios había pasado.
Dios había castigado la humanidad culpable, ahogándola en un diluvio universal.
Sólo el justo y su familia se habían salvado.
La virtud había flotado con el arca, sobre la corriente de las aguas.
La luz reflejándose en las capas de la atmósfera, había formado el arco-iris, que se creía testimonio de alianza entre Dios y los hombres.
La paloma había regresado, trayendo la señal de paz.
El arca yacía en la cumbre del Ararat y las aguas vueltas á su lecho.
La naturaleza renacía en espléndida primavera.
Pero, he aquí, que aunque sólo se habían salvado los justos, el espíritu del mal también se había salvado, ocultándose en el corazón del hombre.
El pecado de los hijos de Adán, perduraba en los hijos de Noé, después de salvados.
Y el desacato de un hijo, traería la maldición sobre una raza.
Era el día en que el mundo iba á presenciar el tremendo espectáculo déla maldición de un padre.
La cólera de Dios caería sobre una parte de la humanidad.
Y he aquí que el padre dormía....
El zumo de la vid lo había sumido en inconsciente embriaguez. Y desnudo estaba á presencia de sus hijos.
Dos de ellos toman un manto y con púdico respeto, andando para atrás, cubrieron la desnudez de su padre.
Y el tercero se rió al verlo ebrio.
Y he aquí que el padre despertó y al saberlo lo maldijo.
Y Dios lo castigó por la maldición del padre ebrio.
I
Y envió sobre su frente una mancha negra como la sombra de la noche. Y condenó á su maldición á él y á los hijos de sus hijos. Y castigó con el padre culpable generaciones inocentes.
Y los hermanos, no malditos, que eran los hermanos virtuosos recibieron el poder de oprimir al hermano ya castigado por Dios.
Y el padre vuelto en sí, no perdonó.
Y Dios también fue inexorable.
Y aquella maldición engendró el odio de los hermanos contra los hermanos y creó la enemistad de razas entre los hombres.
Y el hombre maldito huyó, para refugiarse en los bosques y allí fue perseguido y cazado por sus hermanos.
Y he aquí que en nombre de esa maldición desapareció en igualdad de entre los hombres.
Y los hijos de Adán no se conocían unos á otros.
Y hubo oprimidos y opresores.
Y la maldición del padre sembró la discordia entre los hijos y mató en ellos el amor, y anonadó el derecho.
Y los hermanos se creyeron con derecho á la libertad y á la vida dé su hermano. Y he aquí que en nombre de aquella maldición surgió la esclavitud.
Hasta aquí la tradición....
CAPÍTULO II
LA CIENCIA
Y pasaron los tiempos.
El inmenso atentado era siempre ley.
El Derecho, que es eterno, permanecía oculto en la sombra, y el hecho pasajero como todo lo humano, reinaba.
Y la humanidad estaba envilecida, porque el reinado del hecho es degradante y sólo el reinado del derecho es digno.
Y he aquí que hubo en el espíritu humano como claridades de aurora, y la ciencia todavía oculta en la tiniebla dijo:
La legendaria maldición
no es cierta.
Dios no ha podido establecer la desigualdad entre los hombres.
Dios, que es el amor, no impone el odio.
Dios, que es el bien, no ordena el mal.
Dios, que es la virtud, no manda el crimen.
Dios, que es la caridad, no ordena lo cruel.
Dios, que es el padre de los hombres, no quiere que sus hijos sean siervos de sus hijos.
Dios, que es la paz, no quiere la guerra entre hermanos.
Dios, que es el padre del Derecho, no ha ordenado jamás el atentado....
Dios no ha establecido distinción de razas ni colores entre los hombres.
Dios no ha hecho siervos ni señores.
Dios no ha coronado reyes.
Dios, que es el padre de la libertad, no ha sancionado jamás la esclavitud.
Todos los hombres son libres é iguales ante Dios.
Y hubo un como dulce estremecimiento en la conciencia humana.
Y un rumor apacible se repitió de pueblo en pueblo: Todos los hombres son hermanos.
Mas, la sombra seguía.
La voz inspirada, del Cristo, predicando la igualdad, necesitó diez y nueve siglos para implantarla.
Y hombres que creían en la redención de la humanidad por el sacrificio de un Dios, no creyeron en la redención de las razas esclavas y siguieron oprimiéndolas.
Pesaba más el pecado de Cham, que el pecado de Adán. La maldición de Noé perduraba más que la de Dios: suponiendo que Dios pudiera maldecir.
Y en vano dijo la ciencia.
Ese tinte oscuro que veis sobre la frente de vuestros hermanos, no es fruto de una maldición, es el resultado natural del suelo en que han nacido y la influencia del crimen en que viven.
La desigualdad de colores no es desigualdad de condiciones.
Y los que creían en el Paraíso del Génesis dijeron: no hubo más que un primer hombre y una primera mujer. Todos hemos nacido de allí, todos somos hijos de Adán, luego todos somos hermanos.
Y los espiritualistas dijeron: Si el alma es distinta del cuerpo, si es un soplo divino Dios ha soplado igualmente sobre la frente de todos los hombres, luego todos tenemos igual alma. Si el alma es lo que forma el ser, todos somos seres iguales.
Y el materialismo dijo: Si todos somos hijos de la tierra, nos alimentamos de tierra y á la tierra volvemos, todos somos iguales.
Pero he aquí que los gritos de la ciencia y 1a filosofía no fueron escuchados, porque los hombres ensoberbecidos necesitaban oprimir, para vengarse en alguien de la opresión de los reyes sobre ellos.
Los reyes á su turno necesitaban pueblos esclavos y no hallando títulos de su dominio sobre la tierra, en su ambición insólita quisieron derivarlos del cielo y ebrios de orgullo hablaron del derecho divino.
Y los reyes oprimieron los pueblos en nombre de Dios, y los pueblos tuvieron esclavos en nombre de Dios también. Y fueron á buscar en la tradición apoyo para su atentado, y hallaron un libro en cuyas páginas, llenas de castigo y anatemas, se ven naciones conquistadoras en nombre de Dios, y pueblos asesinados y naciones pasadas á cuchillo y razas sometidas á la esclavitud, todos en nombre de Dios!... Y en estas páginas sangrientas creyeron hallar la razón de su dominio y oprimieron los pueblos en nombre de Dios.
Y Dios había dicho por boca del Cristo:
Entre vosotros no hay primero ni último.
Amaos los unos á los otros.
Pero más desgarrada que su túnica, fue la doctrina del mártir, y en su nombre se alzaron autocracias nefandas y teocracias sombrías.
Y las razas y pueblos oprimidos, gritaron en vano contra sus opresores, su voz se perdía como el grito de un viajero extraviado en los desiertos de Sahara.
Pero he aquí que un día en que la razón humana se inclinó sobre la raza oprimida y le dijo:
Raza de esclavos, alzad la frente.
Vosotros también sois hombres, como vuestros opresores.
Vosotros también sois razas de reyes.
Vuestros padres reinan aún en África y han dominado un continente.
Vuestros padres han sido príncipes y guerreros y conquistadores.
Vosotros también habéis tenido esclavos.
Alzad la frente.
Y la raza oprimida alzó la frente pálida y sombría abatida por tantos siglos de injusticia.
Y la razón humana inclinándose entonces sobre los opresores les dijo:
Vosotros, hijos de raza orgullosa y engreída, vosotros también habéis sido esclavos.
Vosotros habéis sorprendido el mundo con los crímenes de vuestros hombres y habéis producido monstruos dignos de hacer avergonzar la humanidad.
Vuestros grandes pueblos antiguos, los griegos y los romanos, eran pueblos de guerra y de pillaje que vivían sometiendo á la esclavitud á hombres de su misma raza.
Y á su turno ellos fueron esclavos.
Y todos vosotros lo habéis sido y lo sois aún sometidos como estáis al poder de los reyes.
Pero va á llegar el momento de redimiros.
Aprestaos á la lucha.
Oprimidos y opresores alzad la frente.
Y