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Intervención
Dr.


Edgar
Belmont,
Sociólogo,
egresado
del
Centre

Pierre
Naville

(Francia)
y
de
la
UAM
Iztapalapa.


Conferencia
:
27
octubre
de
2009



El
 conflicto
 entre
 el
 Gobierno
 Federal
 y
 el
 SME
 tiene
 diversas
 aristas,
 entre
 estas

quiero
 resaltar
 que
 estamos
 ante
 un
 conflicto
 entre
 el
 interés
 público
 y
 el
 interés

privado.
En
este
escenario
el
Secretario
del
Trabajo
ha
señalado
en
diversas
ocasiones

que
 el
 decreto
 de
 extinción
 fue
 además
 de
 una
 decisiones
 patriótica
 (empleando
 las


metáforas
 de
 la
 guerra,
 de
 la
 batalla
 por
 el
 empleo
 y
 por
 la
 competitividad);
 una

decisión
legal
y
legitima.



Son
estos
dos
últimos
aspectos
los
que
voy
analizar
muy
brevemente.



Sobre
el
carácter
legal
no
hay
mucho
que
agregar
a
lo
que
ya
sabemos.



Con
el
decreto
de
extinción,
el
poder
Ejecutivo
no
sólo
omite
las
facultades
del

poder
legislativo,
cancela
las
posibilidades
de
un
debate
abierto
y
democrático

(al
negar
incluso
la
información
en
la
que
fundamenta
su
decisión);
sino
que
se

extralimita
en
sus
funciones

y
pone
en
juego
el
equilibrio
de
poderes.



Al
respecto
es
importante
resaltar
la
controversia
que
existe
entre
los
Poderes
de
la

Unión
 ‐desde
 hace
 tiempo‐
 en
 torno
 a
 los
 criterios
 con
 los
 que
 se
 orienta
 la
 política

energética
pues
:



El
 poder
 ejecutivo
 es
 capaza
 –
 lo
 vimos
 en
 el
 debate
 petrolero
 y
 ahora
 en
 el

decreto
 de
 extinción‐
 de
 reclamar
 en
 nombre
 de
 la
 Nación,
 en
 nombre
 del

interés
general,
su
facultad
para
administrar
los
recursos
energéticos
del
país;

de
 proponer
 el
 cierre
 de
 la
 empresa
 pública
 y
 hasta
 la
 privatización
 de
 los

servicios
 públicos;
 por
 cierto
 hay
 que
 agregar
 ‐como
 coinciden
 especialistas‐

que
es
mal
administrador
y

agrego
que
ha
sido
incapaz
de
construir
consensos

en
torno
a
la
restructuración
productiva
de
las
empresas
estatales.




El
 Poder
 Legislativo
 reclama
 su
 facultad
 para
 legislar
 en
 materia
 energética
 y

que
la
política
del
sector
se
apegue
a
los
preceptos
constitucionales
:
seguridad

energética.




El
 Poder
 Judicial
 no
 es
 ajeno
 a
 este
 debate
 y
 ha
 señalado,
 por
 ejemplo,
 que
 la

privatización
 simulada
 y
 las
 imprecisiones
 que
 existen
 en
 las
 leyes

reglamentarias
contraviene
los
preceptos
constitucionales.



En
 este
 escenario,
 la
 participación
 del
 poder
 legislativo
 en
 la
 controversia

constitucional
sobre

la
extinción
de
LyFC
es
importante
no
sólo
para
reequilibrar
los

Poderes
 de
 la
 Unión,
 sino
 para
 precisar
 los
 objetivos
 sociales
 y
 económico
 de
 la

empresa
 pública.
 Ello
 es
 fundamental
 incluso
 en
 el
 contexto
 de
 la
 crisis
 que

enfrentamos
pues
queda
demostrados
un
país
competitivo
requiere
servicios
públicos

eficientes.




Ahora
 bien,
 sobre
 el
 tema
 de
 la
 legitimidad
 también
 encontramos
 aspectos
 muy

controvertidos
 porque
 el
 decreto
 de
 extinción
 busca
 justificarse
 en
 una
 serie
 de

prejuicios
y
en
un
juego
mediático
en
el
que
se
confronta
al
trabajador
de
LyFC
con
el

cliente
 insatisfecho,
 al
 trabajador
 con
 el
 contribuyente
 y
 al
 trabajador
 con
 el

ciudadano.



Sobre
el
primer
aspecto
no
sólo
nos
interrogamos
sobre
la
responsabilidad
que
tiene

la
 administración
 en
 torno
 al
 deterioro
 de
 la
 calidad
 del
 servicio,
 sino
 también
 en

torno
a
las
consecuencias
de
una
política
restrictiva
en
una
infraestructura
que
con
el

tiempo
 se
 ha
 hecho
 vulnerable,
 ello
 explica
 porque
 el
 gobierno
 recula
 en
 su

argumento
 de
 que
 liquidando
 a
 los
 trabajadores
 de
 LyFC
 el
 servicio
 mejoraría
 por

decreto,
 ahora
 pide
 paciencia
 al
 cliente
 insatisfecho
 y
 culpa
 al
 mal
 tiempo
 de
 las

interrupciones
 del
 servicio.
 
 Desprenderse
 de
 la
 mano
 de
 obra
 que
 conoce
 las

dolencias
de
la
red
eléctrica
son
parte
de
los
costos
que
los
usuarios
tendrán
que
estar

dispuestos
a
pagar.



Sobre
 el
 segundo
 aspecto,
 el
 juego
 mediático
 entre
 el
 trabajador
 y
 el
 contribuyente;


además
 de
 lo
 controvertido
 que
 ha
 sido
 el
 tema
 de
 los
 llamados
 privilegios
 de
 los

trabajadores,
 que
 en
 promedio
 ganan
 220
 pesos
 diarios
 (6600
 pesos
 mensuales)
 se

encuentra
 el
 hecho
 de
 que
 se
 requieren
 fuertes
 inversiones
 en
 la
 infraestructura

eléctrica
 para
 renovar
 equipo,
 para
 ampliar
 la
 capacidad
 de
 transformación,
 para

sustituir
transformadores
viejos
o
en
mal
estado,
etc,
etc.
Costos
que
van
a
recaer
en
el

contribuyente
 pues
 como
 hemos
 visto
 no
 existe
 el
 interés
 de
 acabar
 con
 el
 régimen

especial
que
exenta
a
grandes
empresas
del
pago
de
impuestos
ni
el
interés
de
la
clase

política
de
reducir
el
subsidio
de
las
tarifas
energéticas
a
los
grandes
consumidores.



En
 cuanto
 al
 tercer
 aspecto
 resulta
 claro
 que
 se
 creo
 un
 escenario
 en
 el
 que
 los

trabajadores
del
SME
son
presentados
como
un
peligro
para
la
seguridad
y
el
orden

público;
en
este
terreno
la
lectura
del
Secretario
de
Gobernación
es
simplista
debido
a

que
detrás
de
las
distintas
expresiones
de
solidaridad
que
se
han
aglutinado
alredor

del
SME
aparece
el
tema
de
la
injusticia
social
que
se
vive
en
México;
es
decir,

es
de

interés
ciudadano
no
sólo
el
respeto
a
la
legalidad
:
orden

y
seguridad,
sino
también

las
aspiraciones
de
una
sociedad
democrática
y
que
sea
vivible.
La
critica
social
ocupa

por
ello
un
lugar
importante.



Finalmente
resulta
claro
que
existe
un
conflicto
entre
interés
privado
e
interés
público

con
 la
 convergencia
 del
 sector
 de
 las
 telecomunicaciones
 con
 el
 sector
 eléctrico;
 por

ello
 es
 deseable
 que
 se
 reequilibren
 
 los
 poderes
 y
 que
 se
 precisen
 los
 objetivos

sociales
y
económicos
de
la
empresa
pública:
lo
que
implica
redefinir
los
criterios
que

orientan
la
política
energética
y
la
modernización
del
servicio.



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