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Lección 2ª.- DISPOSICIONES COMUNES A LA CONTRATACIÓN PÚBLICA.

I.- INTRODUCCIÓN: LOS DISTINTOS GRADOS DE APLICACIÓN DE LA


LCSP.

No todos los contratos regulados en la LCSP se sujetan a la misma de


forma homogénea. Como quedó apuntado en la lección anterior, existen
distintos niveles de aplicación de la Ley, en función del diferente ámbito
subjetivo y objetivo ya estudiados. Podría decirse que la LCSP regula para
todos los contratos celebrados por Entes del sector público la aptitud del
contratista (arts. 43 y ss) y las características del objeto contractual (art.
74) y del precio (art. 75).

Las cuestiones relativas a la preparación y adjudicación de los


contratos del sector público se regulan en la Ley con muy distinta intensidad,
según la categoría del Ente que los celebre. Y así tenemos:

- En relación con los contratos celebrados por meros Entes del sector
público (que no son además Poderes Adjudicadores), la LCSP se
ocupa de su adjudicación exigiendo simplemente se respeten los
principios de publicidad, transparencia, libre concurrencia,
confidencialidad, igualdad y no discriminación (art. 176).

- Para los contratos de meros Poderes Adjudicadores (los que no son


además Administración Pública), la LCSP incorpora una escueta
regulación de su preparación (art. 121) y se centra en su adjudicación
(arts. 174 y 175), especialmente si son contratos SARA para los cuales
traspone las exigencias comunitarias de la Directiva 18/2004. Esa misma
regulación es aplicable a los contratos subvencionados (art. 177)

- Para los contratos de la Administración (sean administrativos o


privados) la LCSP regula tanto su preparación como su adjudicación, y
lo hace en atención al principio de legalidad (art. 9 CE) que también
afecta a las decisiones contractuales, exigiendo que se tomen con pleno
sometimiento a la Ley y al Derecho. Si además son contratos SARA la
LCSP, como no podía ser de otro modo, introduce las previsiones de la
Directiva 18\2004

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En cambio, por lo que hace a los efectos y extinción de los contratos
(cumplimiento, interpretación, modificación, extinción, resolución o anulación),
la LSCP únicamente se preocupa de los contratos administrativos (sean o no
SARA), con la previsión de potestades administrativas que aseguran la
satisfacción del interés general subyacente en el contrato. En consecuencia las
cuestiones relativas a sus efectos y extinción de todos los contratos privados a
los que la LSCP es aplicable se ajustan al Derecho privado que,sea de
aplicación, en función de su objeto.
En esta lección estudiaremos, por tanto, los aspectos fundamentales
de la preparación y adjudicación de los contratos del sector público, así como
los principales conceptos en relación con el cumplimiento y extinción de los
contratos administrativos.

II. REQUISITOS SUBJETIVOS, OBJETIVOS Y FORMALES DE LA


CONTRATACIÓN PÚBLICA.

Son elementos esenciales de todo contrato: el consentimiento de los


contratantes, el objeto acerca del que ha de versar el negocio jurídico, la causa
y la forma. Todos estos elementos están presentes en los contratos que
celebren los Entes del Sector Público. Pero, por ser éstas personas jurídicas
cuya finalidad se cifra en el servicio objetivo de los intereses generales, se
desenvuelven de manera procedimentalizada, esto es, mediante trámites o
actuaciones preestablecidas a través de las que se pretende proteger los
principios y objetivos a que hemos hecho alusión más atrás: publicidad,
transparencia, libre concurrencia, igualdad, y no discriminación. De ahí que,
junto a los elementos generales de los contratos que acabamos de enunciar,
en los que participan los Poderes Adjudicadores (si son contratos SARA) ó en
los que lo hacen las Administraciones públicas, la forma tenga una importancia
especial pues, es un elemento esencial de la efectividad de tales principios.
Además, como sabemos, en el caso de las Administraciones Públicas, sus
manifestaciones de voluntad deben tener lugar a través de actos
administrativos y éstos han de producirse necesariamente según el
procedimiento establecido en las leyes, so pena de invalidez (arts. 62 y 63 Ley
30/1992).

II.1. LOS REQUISITOS SUBJETIVOS. EL CONSENTIMIENTO.

El consentimiento de las partes es la causa eficiente de todo tipo de


contratos en nuestro Derecho, de manera que gran parte de la normativa

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contractual se orienta a asegurar la correcta manifestación y recepción de los
respectivos consentimientos. En relación con la contratación pública las partes
son, obviamente, un particular, al que se suele denominar contratista, y un Ente
del Sector Público.

II.1.A) LOS ENTES DEL SECTOR PÚBLICO COMO SUJETOS


CONTRATANTES.

Dado que los sujetos integrantes del Sector Público son personas
jurídicas, una condición de validez de su consentimiento es que provenga del
órgano de contratación, que es el que ostenta la representación del Ente,
Entidad u Organismo, por tenerla atribuida por una norma legal o
reglamentaria, o en sus Estatutos.
Si los órganos de contratatación son órganos administrativos, podrán
desconcentrar estas competencias mediante Real Decreto, sin perjuicio
naturalmente de las posibilidades de delegación que ofrece el art. 13 de la Ley
30/1992, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y de
Procedimiento Administrativo Común. Si, por el contrario, son órganos de
personas jurídico-privadas (sociedades o fundaciones) podrán hacerlo
otorgando poderes.

En la Administración General del Estado, los Ministros y los


Secretarios de Estado son los órganos de contratación y están facultados para
celebrar en su nombre contratos en el ámbito de sus competencias (art. 291
LCSP). No obstante el órgano de contratación necesitará autorización previa
del Consejo de Ministros en los supuestos del art. 292 LCSP:
- en los contratos cuya cuantía supere los 12 millones de euros.
- En los que tengan carácter plurianual, cuando se modifiquen los porcentajes o
el número de anualidades previstos en el art. 47 de la Ley General
presupuestaria
- En los que se pague mediante arrendamiento financiero o con opción de
compra, y se supere el número de cuatro anualidades.
Tratándose de Organismos Públicos estatales, la competencia
contractual corresponde al respectivo presidente o director. Y en el caso de sus
Sociedades y Fundaciones, habrá que estar a lo que digan sus Estatutos y a
lo previsto en las normas de Derecho Privado que sean aplicables.

En el ámbito local, la competencia se atribuye al Presidente o al


Pleno de la Entidad local, en función de la cuantía. De acuerdo con la
Disposición adicional 2ª LSCP, la competencia corresponde al Presidente para

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los contratos administrativos cuyo valor sea inferior al 10% de los recursos
ordinarios del presupuesto, pero no superen, en cualquier caso, los 6 millones
de euros, incluidos los de carácter plurianual de menos de 4 años (a condición,
ha de añadirse, de que el importe acumulado de todas las anualidades no
supere ni el porcentaje del 10% de los recursos ordinarios del presupuesto del
primer ejercicio, ni los 6 millones de euros). En otro caso, la competencia
corresponde al Pleno, si bien en los municipios de gran población (art. 121
LBRL) la Junta de Gobierno Local puede contratar, sin límite alguno ni de
importe ni de duración del contrato.

En cuanto a las Administraciones autonómicas, habrá que estar a lo


que dispongan sus Estatutos o leyes propias. Así, por ejemplo, en la
Comunidad autónoma de Andalucía, la competencia ordinaria de
contratación corresponde a los consejeros, en relación con los contratos
relativos a los asuntos propios de su consejería, salvo en los casos en que
corresponda al Consejo de Gobierno (art. 26.2.i Ley 9/2007, de
Administración de la Junta de Andalucía).

Como órgano contratación de existencia potestativa, la LCSP prevé la


existencia de Juntas de Contratación, como órganos de contratación que
pueden crearse en los diversos departamentos ministeriales, organismos
públicos estatales y entidades gestoras y de servicios comunes de la Seguridad
Social, para determinados contratos (art. 291.4 y 5LCAP), con los límites
cuantitativos o sobre los contratos que les imponga el Ministro. . La LCSP
admite igualmente la constitución potestativa de Juntas de Contratación en las
Entidades Locales para ciertos contratos (Disposición adicional 2ª). Estas
Juntas no deben confundirse con la Junta Consultiva de Contratación
Administrativa, órgano consultivo específico de la Administración General del
Estado, de sus organismos autónomos y demás entidades públicas estatales,
en materia de contratación administrativa; ni con la Comisión Consultiva de
Contratación Administrativa ,órgano consultivo con similares funciones en el
ámbito de la Administración de la Junta de Andalucía, de su sector público y de
las Entidades locales de Andalucía

Distinto del órgano de contratación es la noción de “órgano


responsable del contrato”, una de las novedades de la LCSP. Se trata de un
órgano que puede ser designado por el órgano de contratación, con la función
de supervisar la ejecución del contrato y asegurar su correcto
desenvolvimiento, para lo que podrá tomar decisiones que sean necesarias, así
como dirigir instrucciones al contratista (art. 41 LCSP).

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II.1.B) EL CONTRATISTA PRIVADO.

La LCSP sintetiza las exigencias respecto al contratista, diciendo que


“sólo podrán contratar con el sector público las personas naturales o jurídicas,
españolas o extranjeras, que tengan plena capacidad de obrar, no estén
incursas en una prohibición de contratar, y acrediten su solvencia económica,
financiera y técnica o profesional o, en los casos en que así lo exija esta Ley,
se encuentren debidamente clasificadas” (art. 43). Los requisitos son, pues,
tres: capacidad de obrar, solvencia (o clasificación, cuando proceda) y no
hallarse en prohibición de contratar.
B.1. Capacidad para contratar (arts. 43 a 48 LCSP)
Tienen capacidad para contratar, con independencia de que sean
extranjeras o españolas:
- las personas físicas, siempre que no hayan sido declaradas incapaces
o pródigas (art. 199 y 286 Cc). A los empresarios que sean personas
físicas se les requiere que cuenten con la habilitación empresarial o
profesional que, en su caso, sea necesario para la realización del objeto
contractual.
- y también las jurídicas, siempre que las prestaciones contractuales
queden dentro de los fines o ámbito de actividades propias de acuerdo
con sus estatutos o normas fundacionales.
- Pese a no tener personalidad jurídica, la LCSP reconoce capacidad de
obrar a las uniones temporales de empresas (UTE), es decir,
agrupaciones de empresas que, sin dar lugar a un nuevo sujeto de
derecho, permiten que temporalmente varios empresarios desarrollen en
común las prestaciones contractuales, obligándose frente al contratante
con carácter solidario. La formalización en escritura pública de la
agrupación de empresas sólo se exige si resulta adjudicataria del
contrato.

La capacidad de obrar de las personas jurídicas se acredita


fundamentalmente de dos maneras: a) documentalmente, según indica el art
61 LCSP (vgr. para las personas jurídicas españolas, escritura o documento de
constitución de la empresa en donde consten sus normas reguladoras,
debidamente inscritos, en su caso, en el registro público que corresponda); b)
certificación de estar inscrita la persona en el Registro Oficial de Licitadores
y Empresas Clasificadas (inscripción voluntaria, y con validez frente a todos
los Entes del Sector Público), o en el órgano autonómico con funciones
equivalentes que se haya podido crear (vgr. Registro de Licitadores de la
Comunidad Autónoma de Andalucía), en los que la inscripción tendrá efectos

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jurídicos limitados al ámbito de contratación de esa Administración autonómica
y de las Entidades Locales de dicha Comunidad Autónoma.

B.2.- Solvencia o clasificación


A través de la exigencia de la solvencia, el ente contratante puede
verificar si el contratista reúne las condiciones mínimas de aptitud para la
ejecución del contrato. La solvencia es, pues, a diferencia del concepto de
capacidad de obrar, un concepto relativo que depende de las características
del contrato que se quiera celebrar. De ahí que la Ley especifique que los
requisitos que en el pliego del contrato se pidan para acreditar la solvencia,
tengan que estar vinculados al objeto del contrato y ser proporcionales al
mismo.
La Ley distingue dos tipos de solvencia: la económica y financiera , y
la técnica o profesional. Ambas se acreditarán mediante la aportación de los
documentos que el órgano de contratación elija de entre los previstos en los
artículos 64 a 68 de la Ley. Así, por ejemplo, la solvencia económica y
financiera del empresario puede acreditarse, entre otros, por informe de
instituciones financieras, justificante de seguro de riesgos profesionales,
balances en el caso de sociedades, declaraciones relativas a cifras de
negocios y actividades en los tres años previos a la contratación, así como
cualquiera otra documentación considerada como adecuada por la
Administración. En cambio los medios a través de los cuales puede justificarse
la solvencia técnica o profesional de los licitadores en los contratos de obras,
suministros, así como en el resto de los contratos, giran en torno a los medios
materiales y elementos humanos con que cuentan, su nivel tecnológico y
cualificación, características de los trabajos efectuados en los últimos años e
igualmente de los controles de calidad de los que disponen.
Sin embargo, para la conclusión de algunos contratos es necesario
acreditar la solvencia (tanto la económica y financiera como la técnica o
profesional) a través de la clasificación del empresario y su inclusión en el
Registro Oficial de Licitadores y empresas clasificadas. La clasificación es un
instrumento administrativo para la verificación anticipada de la solvencia de un
empresario, pues consiste en el control previo y abstracto de la aptitud para
ejecutar contratos de los grupos, subgrupos y categorías definidos
reglamentariamente en atención a las características del contrato y a su
cuantía (art. 25 y 37 y ss Reglamento General de la Ley de Contratos de las
Administraciones Públicas).
La competencia para clasificar empresas corresponde, con efectos
para todos los órganos de contratación, a la Junta Consultiva de
Contratación (órgano estatal), debiendo inscribirse en el Registro Oficial de
Licitadores y Empresas Clasificadas (también estatal). La clasificación no

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tiene, bajo la LCSP, carácter temporal, sino que se considera indefinida, si bien
condicionada a que el empresario mantenga las circunstancias y condiciones
que permitieron la concesión de la clasificación. Para ello habrá de justificar
periódicamente que mantiene ambos tipos de solvencia (art. 59).

En principio, la Ley exige la clasificación del empresario sólo para


celebrar contratos administrativos que sean:
- de obras de importe igual o superior a 350.000 euros;
- de servicios de presupuesto igual o superior a 120.000 euros.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que existen importantes


excepciones al requisito de clasificación (art. 54). En concreto la propia LCSP
excluye del mismo a los siguientes contratos de servicios del anexo II:
1. Los de servicios financieros de la categoría 6 (servicios de seguros,
bancarios e inversiones).
2. Los de servicios de investigación y desarrollo de la categoría 8.
3. Los de servicios jurídicos de la categoría 21.
4. Los de esparcimiento, culturales y deportivos, de la categoría 26.
5. Los de la categoría 27 (otros servicios).

Recoge también la Ley algunas exenciones de corte subjetivo, entre las que
cabe destacar la relativa a los licitadores extranjeros de Estados miembros de
la Unión Europea, aunque seguirán obligados a acreditar su solvencia.
Pero además la Ley permite que con carácter general y mediante Real
Decreto pueda eximirse de este requisito algunos contratos en atención a las
circunstancias especiales concurrentes en los mismos (y también permite,
mediante Real Decreto, lo contrario, o sea, extender la exigencia de
clasificación a contratos a los que la Ley no se lo impone). Si lo que se quisiera
es obtener una dispensa singular de este requisito, tendría que pronunciarse en
tal sentido el Consejo de Ministros (art. 55.2)
La acreditación de la clasificación se realiza mediante certificación del
Registro Oficial de Licitadores y Empresas Clasificadas, con eficacia ante
cualquier Ente del Sector Público.

B.3.- Prohibiciones de contratar o idoneidad del contratista.


Finalmente, el empresario que aspire a la contratación pública no debe
haber sido declarado incurso en una prohibición de contratar de las recogidas
en su extenso art. 49 LCSP. Este precepto incluye dos listados: uno con las
prohibiciones para contratar con cualquier sujeto del Sector Público (aptdo 1); y

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otro aplicable sólo para la contratación de las Administraciones Públicas en
sentido estricto (apartado 2). Es decir, no basta sólo con tener capacidad y
solvencia, sino que se exige una especial legitimación, o lo que algunos
autores denominan gráficamente una honorabilidad, pues de no ser así podría
perjudicarse al interés público. Estas prohibiciones aparecen relacionadas
como numerus clausus en la Ley.
La acreditación de no estar incurso en prohibición se hace mediante
testimonio judicial o certificación administrativa, según los casos, y cuando
dicho documento no pueda ser expedido por la autoridad competente, podrá
ser sustituido por una declaración responsable del licitador otorgada ante una
autoridad administrativa, notario público u organismo profesional cualificado.

Estos tres requisitos subjetivos (capacidad, solvencia e idoneidad)


son tan relevantes que de no concurrir, la consecuencia jurídica es la
nulidad de pleno derecho del acto de adjudicación del contrato (art. 32
LCSP), y con ella, la nulidad misma del contrato.

II.2. EL OBJETO DE LOS CONTRATOS PÚBLICOS.

El objeto propiamente dicho lo constituyen las recíprocas prestaciones


de las partes en las que se integran , por un lado, la actividad del contratista
consistente en dar o hacer y, por otro, el precio que por ello paga el Ente del
Sector Público. En cuanto a las prestaciones correspondientes al contratista, el
objeto del contrato en sentido estricto, ha de ser determinado y su necesidad
para los fines del servicio público correspondiente debe quedar justificada en
el expediente de contratación (arts. 22 y 74.1 LCSP), en consonancia con el
objetivo de eficiente utilización de los fondos públicos que recoge el art. 1
LCSP.

El expediente debe abarcar la totalidad del objeto del contrato y no


podrá fraccionarse con la finalidad de disminuir la cuantía del mismo y eludir
los rígidos requisitos de publicidad de la contratación del sector público, el
procedimiento o la forma de adjudicación que corresponda.

El precio ha de ser cierto, es decir, concretado y sólo excepcionalmente


se admite la celebración del contrato con precio provisional (art. 75.5). Ha de
abonarse al empresario en función de la prestación realmente efectuada.
En los contratos de las Administraciones Públicas se prohíbe
expresamente el pago aplazado, excepto en los supuestos en que el sistema
de pago se establezca mediante la modalidad de arrendamiento financiero o

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mediante el arrendamiento con opción de compra y en los casos en que una
ley lo autorice (art. 75 LCSP).
Aunque la situación más habitual es la que se acaba de describir (el
Ente del Sector Público es el que debe abonar el precio), hay contratos en que
cambian las posiciones, y el Ente del Sector Público es quien realiza la
prestación y el contratista quien satisface el precio. Ocurre así, por ejemplo, en
el caso de contratos vinculados a la gestión –arrendamiento de bienes
públicos- y enajenación del patrimonio. Como sabemos, el art. 4 LCSP excluye
la mayoría de ellos de su ámbito de aplicación, lo que les impide tener la
consideración de contratos administrativos.

II.3. EL ELEMENTO FORMAL.

Los contratos que celebren las Administraciones y los contratos sujetos


a regulación armonizada tienen carácter consensual, ya que se perfeccionan
por la prestación del consentimiento, lo que, cualquiera que sea el
procedimiento de adjudicación utilizado, tiene lugar al efectuarse la
adjudicación definitiva del contrato (art. 27 LCSP). En otras palabras, el
momento de la adjudicación cuando se produce la confluencia de la voluntad
entre contratante y el contratista, siempre, obviamente, que dicha adjudicación
se realice en el momento previsto, o si se hiciera más tarde, siempre que el
empresario no haya hecho uso del derecho de retirar su proposición.

La declaración de voluntad del órgano se explicita a través del acto de


adjudicación definitiva, y éste es el que resulta apto para generar derechos y
deberes en el seno del contrato, pero previamente ha de satisfacerse toda una
serie de trámites procedimentales que constituyen el elemento formal del
contrato.
El procedimiento de contratación es un procedimiento complejo que se
desarrolla a través de fases y formalidades cada una de las cuales cumple una
finalidad específica. La primera fase tiene como objetivo la preparación del
contrato. La segunda fase corresponde tiende a la selección del contratista, a
través de distintos sistemas, haciendo uso de los diferentes criterios de
valoración de las ofertas presentadas.
Por su extensión les dedicamos sendos epígrafes

III. LA PREPARACIÓN DEL CONTRATO: EL EXPEDIENTE DE


CONTRATACIÓN. LOS PLIEGOS DEL CONTRATO.

Aunque la preparación del contrato es exigencia común a todos los


contratos del sector público, la LCSP lo regula con distinto calado dependiendo

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del grado de aplicación de la misma. En esta lección nos centraremos en la
exposición de la tramitación del expediente que se exige a los contratos de
las Administraciones Públicas (sean administrativos o privados), ya que a
la preparación documental de los restantes contratos del sector público la
LSCP sólo dedica algunas normas dispersas en sede de disposiciones
generales, con una función similar a la que realizan los pliegos de contratación.

III.1. EL EXPEDIENTE DE CONTRATACIÓN Y SUS CLASES.

A través de estas actuaciones que integran el llamado expediente de


contratación se realiza la preparación del contrato en el ámbito interno de la
Administración. El expediente se inicia por el órgano de contratación
justificando la necesidad del contrato y concretando además su objeto. La Ley
detalla los documentos que habrán de incorporarse al expediente, siendo los
más importantes los pliegos de cláusulas administrativas particulares y
las prescripciones técnicas del contrato, y los que aseguran que la
Administración podrá hacer frente al pago tales como el certificado de la
existencia de crédito y la fiscalización previa por la Intervención, de
acuerdo con las normas presupuestarias. Completado el expediente, el órgano
de contratación aprueba motivadamente el expediente, y decide activar los
mecanismos de adjudicación del contrato. Salvo excepciones (vgr. art. 134.3.a
LCSP) esta aprobación lleva implícita la aprobación del gasto que para la
Administración supone el contrato.

III.1.A) Clases de expedientes de contratación.


La tramitación de los expedientes de contratación podrá ser ordinaria,
urgente o de emergencia.
La tramitación ordinaria es la que corresponde cuando no hay
ninguna circunstancia que singularice la preparación del contrato. Hay que
matizar que la tramitación ordinaria se simplifica en los denominados contratos
menores, que son contratos administrativos de poca cuantía: en concreto, los
de obra de menos de 50.000 euros, o los restantes de menos de 18.000 euros
(art. 122 LCSP). La simplificación del expediente lo reduce a la aprobación del
gasto y a la incorporación de la factura correspondiente, y si el contrato es de
obra, además habrá de añadirse el presupuesto de las mismas, así como, en
su caso, el proyecto. El régimen jurídico de los contratos menores, además de
este expediente simplificado, se caracteriza por no poder tener una duración
superior a un año ni ser objeto de prórroga (art 23 LCSP) .

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La tramitación urgente del expediente está prevista para los
contratos de las Administraciones Públicas cuya necesidad sea inaplazable o
cuya adjudicación sea preciso acelerar por razones de interés público (art. 96
LCSP). A tales efectos el expediente deberá contener la declaración de
urgencia hecha por el órgano de contratación debidamente motivada, que
conlleva las siguientes especialidades:
i) Preferencia para su despacho por los distintos órganos
administrativos, fiscalizadores y asesores que participen en la tramitación
previa, que dispondrán de un plazo de cinco días para emitir los
respectivos informes (o hasta diez días cuando la complejidad del
expediente o cualquier otra causa igualmente justificada impida el
despacho en el plazo antes indicado)
ii) Reducción de los plazos establecidos en la LCSP para la
licitación y adjudicación del contrato, que, salvo excepciones, se acortan a
la mitad.
iii) La Administración podrá acordar el comienzo de la ejecución del
contrato aunque no se haya formalizado éste, siempre que, en su caso, se
haya constituido la garantía definitiva correspondiente.
iv) El plazo de inicio de la ejecución del contrato no podrá ser
superior a quince días hábiles desde la fecha de la notificación de la
adjudicación definitiva. En caso contrario el contrato puede resolverse,
salvo que el retraso se debiera a causas ajenas a la Administración
contratante y al contratista y así se hiciera constar en la correspondiente
resolución motivada.

Tramitación de emergencia (art. 97 LCSP) Se puede acudir a la vía


de emergencia cuando la Administración tenga que actuar de manera
inmediata a causa de acontecimientos catastróficos, de situaciones que
supongan grave peligro o de necesidades que afecten a la defensa nacional.
En estos casos está previsto un régimen excepcional que consiste en:
i) ordenar la ejecución sin previo expediente: El órgano de
contratación, sin obligación de tramitar expediente administrativo,
podrá ordenar la ejecución de lo necesario para remediar las
consecuencias negativas del acontecimiento producido, satisfacer la
necesidad sobrevenida o contratar libremente su objeto, en todo o en
parte, sin sujetarse a los requisitos formales establecidos en la
LCSAP, incluso el de la existencia de crédito suficiente. El acuerdo
se acompañará de la oportuna retención de crédito o documentación
que justifique la iniciación del expediente de modificación de crédito.
Sólo la contratación de emergencia puede hacerse verbalmente.

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ii) Comunicación al Consejo de Ministros y libramiento de fondos.
Se dispone en el plazo máximo de sesenta días, para comunicar los
anteriores acuerdos al Consejo de Ministros, siempre que se trate de
un contrato de la Administración General del Estado, de sus
organismos autónomos, entidades gestoras y servicios comunes de
la Seguridad Social o demás entidades públicas estatales.
Simultáneamente el Ministerio de Hacienda autorizará el libramiento
de los fondos precisos para hacer frente a los gastos, con carácter de
a justificar.
Ejecutadas las actuaciones objeto de este régimen
excepcional, se procederá a cumplimentar los trámites necesarios
para la intervención y aprobación de la cuenta justificativa.
iii) El plazo de inicio de la ejecución del contrato no puede superar el
mes, contado desde el acuerdo de ejecución.
iv) No procede el recurso especial en materia de contratación.

La gestión del resto de la actividad necesaria para completar el objetivo


propuesto por la Administración, pero que ya no tenga carácter de emergencia,
se contratará conforme a lo establecido en la Ley.

Puede observarse que las reglas de la tramitación de emergencia, que


entrañan importantes excepciones sobre el expediente ordinario, se aplican
tanto para el expediente de contratación propiamente dicho como, en general,
a todo el procedimiento a través del que se prepara el contrato y se selecciona
el contratista.

III.2.- LOS PLIEGOS DEL CONTRATO COMO INSTRUMENTOS


CONFIGURADORES DEL CONTENIDO CONTRACTUAL.

La ingente cantidad de contratos que dentro de las diversas


modalidades y supuestos de contratación celebran de forma cotidiana las
Administraciones públicas aconsejan, por razones de eficacia y economía,
aprovechar la experiencia que se ha ido gestando y utilizar fórmulas y cláusulas
cuya utilidad se ha ido contrastando con el uso. De ahí que cuando una
Administración va a contratar puede encontrarse con que, de entrada, dispone
de un variado conjunto de criterios que sirven para integrar el contenido del
futuro contrato, ayudándole así a formar su voluntad y facilitándole cautelas y
cláusulas para salvaguardar su posición en la relación que va a entablar.
Se trata de los denominados pliegos de cláusulas administrativas y
pliegos de prescripciones técnicas, que regula la LCSP en sus arts. 98 a
104. Estos documentos contienen las condiciones jurídicas, económicas y

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técnicas que rigen la licitación, adjudicación y ejecución de los contratos de las
Administraciones Públicas. Su función es, en esencia, fijar el contenido del
contrato. A este respecto conviene destacar que, aunque la Administración se
encuentra sometida al principio de legalidad, la LCSP le reconoce libertad de
pactos (art. 25), de modo que podrá incluir en sus contratos los pactos y
condiciones que tenga por conveniente, siempre que no sean contrarios al
interés público, al ordenamiento jurídico o a los principios de buena
Administración.
Los pliegos de cláusulas administrativas incorporan todas las
normas y criterios determinantes del conjunto de derechos y obligaciones
derivado del contrato, así como su régimen jurídico y económico, dentro de los
límites legales y reglamentarios. A diferencia de estos, los pliegos de
prescripciones técnicas se ciñen a reunir aquellas especificaciones,
características, calidades o virtualidades que deba reunir el objeto del contrato
de obra, suministro o servicio, con lo que vienen a precisar con todo detalle la
prestación para cuya realización se obligan las partes. La LSCP prohíbe que
las prescripciones técnicas puedan representar obstáculos injustificados a la
apertura de los contratos públicos a la competencia y dentro de lo posible se
redactarán teniendo en cuenta los criterios de accesibilidad universal y de
diseño para todos (art. 101).
Los pliegos de cláusulas administrativas pueden ser, a su vez
generales o particulares. Los generales tienen la función de homogeneizar las
cláusulas de los contractos, sirviéndose de la experiencia contractual
acumulada por la Administración. Como su nombre indica, tienen alcance
general para la Administración que los aprueba, aunque no son vinculantes
para el órgano de contratación. Su aprobación, que es potestativa, corresponde
al Consejo de Ministros en el ámbito estatal o a los supremos órganos de
gobierno autonómicos o locales.
Los pliegos de cláusulas administrativas particulares tienen carácter
necesario, puesto que son los que configuran el contenido final del contrato, en
todos sus detalles. Concretan, por tanto, la oferta de contrato que la
Administración plantea a los interesados en ser adjudicatarios del contrato.
Esto explica que el órgano de contratación tenga que aprobarlos antes de la
celebración del contrato y que su contenido se incorpore literalmente al
documento de formalización del contrato (de ahí la afirmación de que los
contratos administrativos son contratos de adhesión). Los pliegos de cláusulas
administrativas particulares tendrán, entre otro contenido, que especificar la
duración del contrato y la posibilidad de prorrogarlo (así como la extensión de
la misma). Esto es importante porque la LSCP prohíbe expresamente que los
contratos puedan prorrogarse por consentimiento tácito de las partes, por lo
que la prórroga habrá de ser expresa. Además los pliegos de cláusulas

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administrativas particulares tienen también la función de regular el desarrollo
del procedimiento de selección, respecto del que actúan como bases de la
convocatoria.

El órgano de contratación, si lo estima oportuno, puede establecer


modelos tipo de pliegos de cláusulas administrativas particulares para
contratos de naturaleza análoga.

IV. EL PROCEDIMIENTO DE LICITACIÓN y SUS PRINCIPIOS


INFORMADORES .

La LCSP no regula los procedimientos de selección del contratista y los


criterios de selección de forma homogénea. Recordemos que a los “restantes
sujetos del sector público” (ni Administración ni Poderes Adjudicadores), y a los
Poderes Adjudicadores cuando celebren contratos no sujetos a regulación
armonizada sólo les exige que la selección del contratista y la adjudicación del
contrato discurra respetando los principios de publicidad, concurrencia,
igualdad, no discriminación, transparencia y confidencialidad (arts. 175 y 176
LCSP).
Mucho más intensa es la regulación que la LCSP hace sobre la
selección y adjudicación de los contratos de las Administraciones Públicas
(sean administrativos o privados) y de los contratos SARA celebrados por
Poderes Adjudicadores. En ambos casos son de aplicación los arts. 122 a 172
LCSP, si bien para los contratos SARA de Poderes Adjudicadores que no sean
Administración Pública se prevén ciertas especialidades procedimentales (art.
174).

● Principios informadores de la selección y adjudicación. En


especial, la publicidad.

Toda esta diversidad de régimen procedimental tiene un sustrato


común en los principios informadores de la selección y adjudicación, que la
LCSP recoge en los arts. 1 y 123 la LCSP
i) Publicidad.
ii) Transparencia. Manifestación de este principio es el mandato de
creación del perfil del contratante (art. 126 LCSP). Otra de sus
consecuencias es la remisión obligatoria de la adjudicación de los
contratos al Tribunal de Cuentas (para la fiscalización del gasto) y a la
Junta Consultiva de contratación (a efectos estadísticos)

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iii) Concurrencia ó libre acceso a las licitaciones
iv) Igualdad y no discriminación
v) Confidencialidad, respecto de la información que los licitadores
designen como confidencial por tratar de secretos técnicos o comerciales
y que tengan facilitar durante el procedimiento. De forma similar, sobre el
contratista pesa un deber de confidencialidad sobre la información
reservada a la que tenga acceso para la ejecución del contrato.

Especial atención merece el principio de publicidad, en la medida en


que garantiza la concurrencia competitiva o libre acceso a las licitaciones. La
LCSP exige la publicidad de los procedimientos de licitación, regulando los
medios de publicidad (en función del sujeto contratante y de si el contrato está
sujeto a regulación armonizada) y tasando los supuestos en que, como
excepción, procede contratar sin publicidad.
El instrumento de publicidad de los contratos de las Administraciones
públicas y de los contratos sujetos a regulación armonizada lo constituye la
publicación en los Diarios oficiales, reforzada con la publicidad en INTERNET
a través del “perfil del contratante” (art. 126 LCSP) y con cuantos otros
medios de difusión se consideren convenientes aplicar (periódicos, tablones de
anuncios, etc).
Para los contratos de las Administraciones Públicas la regla general es la
publicación en el Boletín Oficial del Estado de todos los procedimientos de
contratación con excepción de ciertos procedimientos negociados que se
admiten sin publicidad (art. 161 LCSP). Sin embargo, algunos contratos de las
Administraciones Públicas que se vayan a adjudicar por el procedimiento
negociado con publicidad (acogiéndose a su poca cuantía) podrán publicarse
únicamente en el perfil del contratante cuando no superen ciertas cuantías
(1.000.000 en obras y 100.000 € en servicios o suministros)
Tratándose de contratos de las Comunidades Autónomas o de las
Entidades locales (o de sus respectivas Entidades de Derecho Público) cabe
sustituir la publicad en el BOE, por la del Boletín autonómico o el Boletín oficial
de la Provincia, respectivamente.
Si el contrato de la Administración está sujeto a regulación
armonizada, a la publicidad en el BOE (que no puede ser sustituida por
boletines autonómicos ni provinciales) debe precederle el envío del anuncio de
publicidad al Diario Oficial de la Unión Europea. La exigencia de publicidad es
doble: DOUE y BOE.
Para los contratos SARA de los Poderes Adjudicadores que no
sean Administración Pública, basta la publicidad en el DOUE y en la plataforma
de contratación del Estado (o su equivalente autonómica o local). Para los

15
contratos no SARA de los Poderes Adjudicadores que no sean Administración
Pública, basta con respetar el principio de publicidad (por ejemplo, informando
al respecto en la web donde se encuentre el perfil del contratante).

EL PROCEDIMIENTO DE LICITACIÓN: LOS SISTEMAS DE SELECCIÓN


DEL CONTRATISTA Y CRITERIOS DE ADJUDICACIÓN

En el procedimiento de contratación la LCSP distingue entre sistemas


de selección y criterios de adjudicación. El sistema de selección tiene como
misión identificar quiénes pueden participar en el procedimiento de licitación,
formulando propuestas.

Los sistemas de selección pueden agruparse en:


sistemas normales. Son los procedimientos abierto y restringido
ii) sistemas especiales. Constituyen fórmulas para flexibilizar la
selección y son tres: el procedimiento negociado, el diálogo
competitivo (art. 163 y ss) y el concurso de proyectos (art. 168 y
ss).
sistemas especializados para contratos masivos. Son tres: el acuerdo marco
(art. 180 y ss), el sistema dinámico (art. 183 y ss) y el sistema centralizado (art.
187 y ss).

Los sistemas especiales sólo pueden emplearse en los supuestos


previamente tipificados por la Ley. La regla general es, por tanto, que el
procedimiento de contratación tiene que desarrollarse por los sistemas
normales de selección, en orden a la máxima vigencia del principio de
concurrencia. En los dos sistemas normales queda prohibida toda negociación
de los términos del contrato con los licitadores, por lo que el resultado es un
contrato de adhesión.
El procedimiento abierto se configura de manera que todo
empresario interesado pueda presentar una proposición (art. 141 LCSP). La
oferta debe remitirse en dos sobre diferentes: uno con la proposición y otro con
la documentación que acredite que reúne los requisitos previos. Este último
sobre es el que se abre en primer lugar para proceder a su calificación; y
posteriormente, en acto público se procede a la apertura de las proposiciones
para su valoración de acuerdo con los criterios de selección expuestos en los
pliegos, para lo que pueden solicitarse cuantos informes técnicos sean
precisos. A la vista de todo lo anterior, el órgano competente para la valoración

16
eleva una propuesta de adjudicación; propuesta que no vincula al órgano de
contratación, el cual puede no adjudicar el contrato siempre que motive
convenientemente su decisión (art. 144 LCSP). El siguiente trámite es el de
adjudicación provisional, que debe realizarse en los plazos señalados por la
Ley. Si se sobrepasan tales plazos los licitadores tienen derecho a retirar su
proposición.
En el procedimiento restringido “sólo podrán presentar proposiciones
aquellos empresarios que, a su solicitud y en atención a su solvencia, sean
seleccionados por el órgano de contratación” (art. 142 LCSP). Por ello en los
procedimientos restringidos cabe hablar de dos fases: una primera para
seleccionar a los participantes en la licitación, y otra segunda para seleccionar
la propuesta u oferta. En la primera fase se abre un plazo para que se
presenten solicitudes de participación en el procedimiento de licitación. Entre
estas solicitudes, y aplicando los criterios de solvencia que se especificaran en
el anuncio de licitación, el órgano de contratación invitará simultáneamente y
por escrito a algunos empresarios (mínimo 5) a presentar proposiciones en un
plazo mínimo determinado por la Ley. La adjudicación del contrato en el
procedimiento restringido discurre procedimentalmente de la misma forma que
se ha expuesto en el abierto. La única diferencia es que no es necesario
calificar previamente los documentos acreditativos de los requisitos previos.

De los sistemas especiales, nos ocupamos por su relevancia práctica


del procedimiento negociado, caracterizado por permitir la negociación sobre
las cuestiones económicas y técnicas del contrato que desemboca en una
adjudicación directa. Salvo que, en razón a la cuantía, sea exigible la
publicidad del procedimiento, la Administración o el Poder Adjudicador invita
directamente a un número no inferior a tres aspirantes a que presenten una
oferta. A la vista de las que se presenten, negociará sobre los términos
técnicos o económicos que permita el pliego de cláusulas administrativas, y
motivadamente elegirá una. Los supuestos en que puede emplearse el
procedimiento negociado se regulan en el art. 154 LCSP, incorporando
especificaciones para los distintos contratos administrativos típicos.

La LCSP contiene algunas normas o criterios que son de común


aplicación a todos los procedimientos de contratación, entre ellas las referidas
a las proposiciones de los interesados (art. 129 LCSP). Las proposiciones
serán secretas, hasta el momento de la licitación pública. La presentación de
proposiciones presupone la aceptación incondicionada de la totalidad del
contenido del pliego de cláusulas administrativas particulares.

Cada licitador solo puede presentar una proposición, sin que se pueda
tampoco compatibilizar la propuesta individual con figurar en una unión

17
temporal con otros empresarios, ni pertenecer a más de una unión. El infractor
de estas normas será excluido en todas sus proposiciones.

El plazo de presentación de las proposiciones varía en función,


principalmente, de la clase de contrato, del sistema de selección –abierto,
restringido o negociado-, y de si se han utilizado o no medios electrónicos en la
publicidad de la licitación.

● Los criterios de adjudicación

Distintos de los sistemas de adjudicación son los criterios de


adjudicación, a través de los cuales se identifican los elementos o factores
con los que se valoran las ofertas presentadas en los procedimientos abiertos,
restringidos o negociados, con el objetivo de determinar cuál de las
presentadas es la “oferta económicamente más ventajosa”. Los criterios de
valoración de ofertas se determinan por el órgano de contratación, y se detallan
en los pliegos de cláusulas administrativas particulares. Deben estar
relacionados directamente con el objeto contractual, pudiendo referirse a la
calidad, al precio, al plazo de ejecución o entrega, el coste de utilización, la
rentabilidad, el valor técnico, el coste de los repuestos, el mantenimiento, la
asistencia postventa, las características medioambientales, etc. Puede
utilizarse una combinación de criterios cuantitativos y cualitativos; pero si sólo
se utiliza un criterio de selección, entonces necesariamente será el precio más
bajo. El art. 134 LCSP contempla los supuestos en que la adjudicación debe
responder a la valoración de más de un criterio (vgr. contratos cuyo proyecto o
presupuesto deban presentar los licitadores por no haber podido establecerse
anteriormente; contratos cuya definición de prestación puede ser mejorada por
soluciones técnicas que propongan los licitadores; los que requieran tecnología
especialmente avanzada para su ejecución; los contratos de gestión de servicio
público; etc).

V. LA ADJUDICACIÓN DEL CONTRATO.

Mediante el acto de adjudicación definitiva del contrato se pone fin al


procedimiento de selección y se culmina la expresión de la voluntad contractual
de la Administración seleccionando a un contratista concreto de entre las
empresas que acudieron a la convocatoria efectuada. El artículo 27 LCSP
declara que los contratos de las Administraciones Públicas y de los
contratos sujetos a regulación armonizada se perfeccionan mediante su
adjudicación definitiva, cualquiera que sea el procedimiento utilizado. Esto es
así porque es precisamente en este momento cuando se produce la confluencia

18
de la voluntad de la Administración o del Poder Adjudicador con la del contratista.
De ahí que el Tribunal Supremo haya podido afirmar que la eficacia del contrato
se inicia... con la fecha de la adjudicación (S. 20 abril 1992).

Debe tenerse en cuenta, no obstante, que a la adjudicación definitiva le


precede una adjudicación provisional que dicta también el órgano de
contratación. A éste se le habrá elevado una propuesta de adjudicación por parte
de la Mesa de contratación (órgano colegiado de asistencia al que corresponde la
valoración de las ofertas). La propuesta no vincula el contenido de la adjudicación
provisional, pero la Ley exige que la adjudicación provisional se motive siempre.
La propuesta no crea derecho alguno para el licitador propuesto (art. 144 y 152
LCSP).
El órgano de contratación sólo puede declarar desierta la licitación si
no existen proposiciones admisibles de acuerdo con los criterios que figuren en
los pliegos. Sin embargo, si el órgano de contratación presume fundadamente
que la proposición no puede ser cumplida porque se basa en valores anormales
o desproporcionados, no podrá adjudicarse el contrato a la empresa que haya
presentado tal propuesta, debiendo adjudicarse provisionalmente a favor de la
siguiente proposición económicamente más ventajosa que no incurra en
anormalidad o desproporción (art. 135.2 y 136 LCSP)
La adjudicación provisional debe notificarse a los participantes en el
procedimiento y publicarse en un diario oficial o en el perfil del contratante del
órgano de contratación. Desde el día siguiente de esta publicación comienzan a
contar dos plazos muy relevantes:
1) el plazo para interponer en vía administrativa el recurso especial en
materia de contratación regulado en el art. 37 LSCP (diez días, ó siete si la
contratación es urgente). Este recurso sólo puede utilizarse en relación con
los contratos SARA y con algunos de los contratos administrativos (los de
servicios de las categorías 17 a 27 de cuantía igual o superior a 210.000
euros; y los de gestión de servicio público de más de 5 años de duración y
con un presupuesto de gastos de primer establecimiento superior a 500.000
euros). Este recurso sustituye a los recursos ordinarios en vía administrativa.
Su resolución pone fin a la vía administrativa, por lo que su no interposición
impide la impugnación de la adjudicación en vía contencioso-administrativa.
La interposición del recurso supone la suspensión del procedimiento hasta
que se resuelva expresamente.
2) Un plazo de 15 días que debe preceder a la adjudicación a
definitiva, con objeto fundamentalmente de que el adjudicatario justifique
documentalmente que está al corriente de sus obligaciones tributarias y con la
Seguridad Social; y de que proceda a constituir garantía.

19
Finalizado este último plazo, la adjudicación definitiva habrá de realizarse
en los diez días siguientes. Si el adjudicatario provisional no hubiere presentado
la documentación y la garantía, no podrá adjudicársele el contrato (y perderá, si
se exigió, la garantía definitiva), si no que o bien se procede a una nueva
convocatoria, o bien se adjudica provisionalmente al siguiente licitador según el
orden de valoración de las ofertas, otorgándole un nuevo plazo para aportar la
documentación y la garantía. También puede posibilidad de utilizarse este
procedimiento cuando se declarase resuelto un contrato no sujeto a regulación
armonizada, cuya ejecución ya se ha iniciado.
La adjudicación definitiva también es objeto de publicidad obligatoria en
ciertos supuestos (art. 138 LCSP). En concreto, si el contrato es SARA habrá
de publicarse en el DOUE y en el BOE. Y tratándose de contratos
administrativos no SARA, se exige publicidad en el perfil del contratante,
aunque habrá que publicarlo en el BOE (con posibilidad de sustituirlo por el
Boletín oficial autonómico o de la provincia) si supera los 100.000€ la cuantía
del contrato o la de los gastos de primer establecimiento en el contrato de
gestión de servicio público (o la duración de éste supere los 5 años).

VI.- LA FORMALIZACIÓN DE LOS CONTRATOS DEL SECTOR


PÚBLICO.
Para los contratos celebrados por entes, organismos y entidades del
sector público la Ley prohíbe la forma verbal, salvo que el contrato tenga
carácter de emergencia (art. 28 LCSP).

Los contratos que celebren las Administraciones Públicas se formalizarán


en documento administrativo en el plazo de diez días hábiles a contar del
siguiente al de la notificación de la adjudicación definitiva, sin perjuicio de la
posibilidad que se otorga al contratista de elevarlo a escritura pública corriendo
con los correspondientes gastos (art. 140 LCSP):

La formalización es el primer efecto de la perfección del contrato por lo


que, desde este punto de vista, se configura como una obligación de cada una de
las partes. Su incumplimiento se considera causa de resolución del contrato
ejercitable por cada una de ellas. Si la parte a la que se imputa la falta de
formalización del contrato dentro del plazo establecido es el contratista, la
Administración podrá acordar su resolución previo informe del Consejo de Estado
o del órgano consultivo equivalente de la Comunidad Autónoma, si el contratista
formulase oposición, así como la incautación de la garantía provisional (Art. 140.
3 LCSP). Si, por el contrario, las causas de la no formalización fueran imputables
a la Administración, se indemnizará al contratista por los daños que ocasionare la
demora y procederá también la resolución del contrato a petición de éste (Art.
140.3). Importa destacar que en ambos casos la resolución se articula como un

20
derecho ejercitable por la parte perjudicada. Esta posibilidad de resolución
reconocida a ambas partes constituye una manifestación de la tendencia
niveladora de las posiciones de ambas partes contratantes que se observa en la
Ley.

No podrá iniciarse la ejecución del contrato sin su previa formalización,


salvo en los supuestos de la tramitación urgente del expediente de contratación
en que la Administración podrá acordar el comienzo de la ejecución del contrato,
aunque no se haya formalizado éste, siempre que se haya constituido la garantía
definitiva correspondiente (Art. 96 LCSP) y de la tramitación de emergencia en
que, por las características propias que la configuran, la ejecución es previa a
aquélla, pues la Administración puede actuar legitimada por determinadas
circunstancias excepcionales sin sujetarse a los requisitos formales establecidos
en la presente Ley (Art. 97 LCSP).

Las exigencias de forma se reducen considerablemente en los


denominados contratos menores (Art. 95 LCSP)

VII.- LAS GARANTÍAS EN LOS CONTRATOS DEL SECTOR


PÚBLICO.

Mediante la prestación de garantías se persigue asegurar la perfección y


formalización del contrato -garantías provisionales- así como su correcta
ejecución -garantías definitivas-.

La LCSP únicamente regula con detalle las garantías cuando la parte


contractual es una Administración Pública en sentido estricto. Si quien contrata es
un Poder Adjudicador o un sujeto del sector público que no tiene la condición de
AP, la ley se limita a establecer que el órgano de contratación también puede
exigir garantías provisionales y definitivas (Art. 92 LCSP).

Forma de prestar las garantías: Las garantías del contrato sólo pueden
prestarse en la forma que determina y tipifica la LCSP en su Art. 84: a) en
efectivo; b) en valores de Deuda Pública; c) mediante aval; d) mediante contrato
de seguro de caución; o e) excepcionalmente mediante retención del precio, en
los casos previstos en la Ley.

Las garantías provisionales tienen por fin asegurar la seriedad de las


ofertas y que el adjudicatario seleccionado procederá a la formalización del
contrato y a la constitución de la garantía definitiva.

21
A diferencia de la anterior TRLCAP, que establecía como regla general la
obligatoriedad de constituir la garantía provisional para participar en el proceso de
selección (con alguna excepciones, como en el caso del procedimiento
negociado, los contratos administrativos especiales o los contratos privados), la
vigente LCSP otorga el órgano de contratación un amplio margen de
discrecionalidad para decidir si exigir la constitución de la garantía provisional
para participar en el la licitación.

En caso de exigirse garantía provisional, su importe de no puede


rebasar 3 por ciento del presupuesto del contrato. Sin superar este máximo, el
órgano de contratación puede reducir discrecionalmente el importe en el pliego de
cláusulas administrativas.

En cuanto a su devolución, conviene saber que para quienes no


resulten adjudicatarios del contrato la garantía provisional se extingue
automáticamente después de la adjudicación definitiva, por lo que les será
devuelta inmediatamente, salvo que la empresa haya retirado injustificadamente
su proposición, en cuyo caso la garantía le será incautada.

Por el contrario, a quien haya sido adjudicatario del contrato la


Administración le retendrá en todo caso la garantía provisional hasta que se
constituya la garantía definitiva. En este caso el adjudicatario puede optar entre
conservar la garantía aplicando el importe de la garantía provisional a la definitiva,
completando la diferencia o, constituir una nueva garantía (en cuyo caso se
cancelará la garantía provisional).

Se procederá a la ejecución de la garantía cuando de forma


injustificada (por ejemplo, porque el licitador cometa un error de cálculo en su
proposición) se retira una oferta antes de la adjudicación provisional; cuando
quien resulta seleccionado adjudicatario no constituye la garantía definitiva; o, por
causas que le sean imputables no formaliza el contrato.

Las garantías definitivas son las que presta el adjudicatario provisional


del contrato con el fin de cubrir los siguientes riesgos: el cumplimiento tardío o
defectuoso de las obligaciones contractuales; y, el incumplimiento del contrato. La
garantía definitiva debe constituirse en el plazo de quince días hábiles desde que
se haga pública la adjudicación provisional del contrato. Si vencido el plazo no se
cumpliese este requisito la Administración declarará decaída la adjudicación
provisional, y realizará una nueva adjudicación provisional al siguiente licitador en
el orden de valoración de las ofertas.
Existe una obligación general de constituir las garantías definitivas. Sin
embargo, en razón de las circunstancias –no tipificadas por la Ley- el órgano de

22
contratación puede, motivadamente, exonerar al contratista de la obligación de
constituir la garantía definitiva (por ejemplo, en los contratos menores, o cuando
se trate de un contrato de suministros de bienes consumibles, en los que la
entrega de los bienes deba efectuarse antes del pago del precio). Esta
exoneración de la garantía no procederá en los contratos de obras o de
concesión de obra pública.

La LCSP fija el importe de la garantía definitiva (Art. 83.1) en el 5 por


ciento del precio de adjudicación del contrato (excluido del IVA), aunque
excepcionalmente, el pliego de cláusulas administrativas puede elevar dicho
importe hasta el 10 por ciento del precio del contrato (por ejemplo cuando se exija
una garantía complementaria).

El órgano de contratación podrá en determinadas circunstancias (que la


Ley no precisa) exigir una garantía complementaria, que puede ser hasta el 5 por
ciento del importe de adjudicación. Se trata de una potestad discrecional aunque
deberá motivarse.

La garantía se devuelve o cancela por el cumplimiento satisfactorio del


contrato unido al transcurso del plazo de garantía; por la resolución del contrato
sin culpa del contratista.

La LCSP permite que la garantía definitiva pueda ser individualizada para


cada contrato, o global para el conjunto de contratos que una misma empresa u
operador económico celebra con una Administración Pública, o con uno o varios
órganos de contratación. La garantía global, regulada en el Art. 86 de la LCSP se
puede aplicar tanto a la garantía provisional como definitiva

VIII. LA INVALIDEZ DE LOS CONTRATOS

El art. 31 de la LCSP dispone que los contratos de las AAPP y los


contratos sujetos a regulación armonizada (incluidos los subvencionados a que
se refiere el art.17) serán inválidos:
- si su clausulado es ilegal
- o también, cuando alguno de sus actos preparatorios o los de
adjudicación provisional o definitiva sea inválido por concurrir en los mismos
alguna causa de invalidez de Derecho administrativo o de Derecho civil.

La Ley no hace sino remitirse a las normas generales de la invalidez de


los actos administrativos tanto de nulidad (a las que añade la falta de capacidad

23
de obrar o de solvencia económica, financiera, técnica o profesional, o estar
incurso en alguna de las prohibiciones para contratar en el contratista, o, la
carencia o insuficiencia de crédito presupuestario) como de anulabilidad; y
también al Derecho civil (lo normal es que en este caso se trate de motivos
atinentes al consentimiento del contratista privado pues es difícil inducir otros
supuestos de causas de Derecho civil aplicables en el ámbito de la contratación
pública).

La cuestión de mayor interés para nosotros se cifra en la regulación de


los efectos de la declaración de nulidad que se contiene en el Art. 35 LCSP a la
que hay que asimilar también la anulación del contrato. Declarada la invalidez de
los actos preparatorios o de la adjudicación provisional o definitiva de un contrato,
éste entrará en fase de liquidación, debiendo restituirse recíprocamente las partes
las cosas que hubiesen recibido en virtud del mismo y, si esto no fuese posible,
se devolverá su valor. Además, la parte que resulte culpable, deberá indemnizar
a la contraria de los daños y perjuicios que haya sufrido. Cuando se trate de un
acto que no sea preparatorio –acto de fiscalización contable o financiera- la
nulidad sólo alcanzará éste y a sus consecuencias.

Siendo el interés general el fin justificador de los contratos de la


Administración, es necesario preservar su consecución evitando que pudiera
ponerse en peligro por la invalidez de un contrato. Para ello la Ley a la vista de un
posible grave trastorno del servicio público habilita a la Administración a que
disponga en el acuerdo de declaración de nulidad la continuación de los efectos
del contrato, bajo sus mismas cláusulas, con carácter provisional hasta que se
adopten las medidas urgentes para evitar el perjuicio (Art. 35. 3).

IX. LAS PRERROGATIVAS DE LA ADMINISTRACIÓN Y LAS


GARANTÍAS DEL CONTRATISTA.

Antes de proceder al desarrollo de este epígrafe conviene advertir que las


denominadas prerrogativas de la Administración o potestades administrativas
sólo se diseñan por la Ley en relación con los efectos y extinción de los contratos
administrativos (sean o no SARA). El desarrollo y extinción de los contratos
privados de la Administración no puede verse interferido por el ejercicio las
potestades administrativas que se exponen a continuación, y ni tampoco los
contratos de los restantes el entes del sector público que no sean Administración
pública, pues son igualmente contratos de naturaleza privada, con
independencia, a su vez, de que estuvieran sujetos a regulación armonizada para
su preparación y adjudicación .

A la Administración, y sólo a ella, se le confieren determinados poderes

24
para garantizar la consecución de los intereses generales, poderes que conserva
cuando contrata. El reto del Derecho Administrativo, en éste como en todos sus
demás campos de actuación, estará en conjugar esos poderes con las exigencias
de justicia y equilibrio entre las diversas posiciones e intereses de fondo.

El Art. 194 de la LCSP enuncia cuales son estas prerrogativas que el


órgano de contratación ostenta y que puede ejercitar, naturalmente dentro de los
límites y con sujeción a los requisitos y efectos señalados en dicha Ley. De
acuerdo con este precepto son las siguientes: interpretar los contratos
administrativos, resolver las dudas que ofrezca su cumplimiento, modificarlos por
razones de interés público, acordar su resolución y determinar los efectos de
ésta.

Puede, sin embargo, afirmarse que, dejando aparte la potestas o ius


variandi y el poder de resolución, todas estas prerrogativas se reducen al
tradicional privilegio de la decisión ejecutoria, verdadero núcleo y origen del
desarrollo de nuestro Derecho Administrativo, que si bien sigue los pasos del
francés, en este punto lo ha rebasado, llevando esta potestad mucho más allá de
lo que se la admite en el país vecino. La decisión ejecutoria, es decir, el poder de
resolver las controversias por si misma, sin acudir al auxilio de los Tribunales de
Justicia, ha sido considerada como una exigencia del principio de separación de
poderes. Y hoy tiene encaje en nuestra Constitución como un poder que genera
resoluciones provisionales susceptibles de enjuiciamiento y control por la
Jurisdicción contencioso-administrativa.

Este poder de decisión unilateral, presente en todos los ámbitos de la


acción administrativa no es ajeno, por tanto, al régimen de los contratos
administrativos. Mediante él, la Administración resuelve cualquier tipo de dudas
que se planteen en la interpretación de las cláusulas contractuales o de su
validez o de cualquier otro tipo que pudieran presentarse y, a través de él, es la
Administración la que actualiza su derecho a resolver el contrato o mediatiza este
mismo derecho cuando, de acuerdo con la norma, corresponde al particular.

Sin embargo, como se acaba de decir, nos encontramos ante un poder


de decisión provisional que, como ha afirmado el Tribunal Supremo, no se
mantiene cuando el administrado no se aquieta o conforma y el asunto traspasa
las fronteras jurisdiccionales, ya que, de lo contrario el contencioso se convertiría
en una pura máscara y en una ficción, lo que implica que, entre otras cosas, el
control de la revisión judicial debe servir para que la Administración no pueda
decidir libremente sobre el alcance de lo pactado (STS 29 de febrero de 1984).
No se trata de un poder para revisar las cláusulas contractuales otorgándole el
sentido que aconsejasen la necesidad o la conveniencia, sino de indagar su

25
sentido genuino investigando la voluntad de las partes.
El poder de modificación, o potestas variandi, se suele considerar
característica esencial del contrato administrativo. Obedece a la idea capital de la
contratación administrativa de vinculación directa a las exigencias del interés
general que genera el desplazamiento de principios característicos de la
contratación civil como el clásico de contractus lex. A pesar de que esta potestad
no parece estar tan lejos de la previsión del Art. 1594 del Código civil (desisti-
miento del contrato de obras) tiene, sin embargo, su propia fundamentación por
completo ajena a las reglas del contrato privado pues, como decimos, conecta
nada menos que con el interés general o, por mejor decir, la necesidad de allegar
comportamientos (las prestaciones contractuales) para satisfacer las exigencias
del funcionamiento de la Administración de cara al servicio de los intereses
generales. De ahí que, esta potestad no pueda confundirse con un poder
arbitrario o caprichoso sino que la LCSP la vincula a acontecimientos que pueden
presentarse en la ejecución de un contrato y pueden requerir un tratamiento
diferente del inicialmente previsto.

La modificación de los contratos por razones de interés público se regula


en el Art. 202 de la LCSP: una vez perfeccionado el contrato, el órgano de
contratación sólo podrá introducir modificaciones por razón de interés público y
para atender a causas imprevistas, justificando debidamente su necesidad en el
expediente. Estas modificaciones no podrán afectar a las condiciones esenciales
del contrato.

Este precepto habilita y delimita al mismo tiempo las posibilidades de


ejercicio de esta potestad. Sólo el órgano de contratación, por tanto, no se
reconoce al contratista, y sólo por razones de interés público y para atender a
causas imprevistas debidamente justificadas se podrá realizar la modificación.
Ambos datos confluyen precisamente en la consideración de la prestación del
contratista como acción con incidencia en los intereses generales. La
consecuencia inmediata de todo ello es que la potestad que estamos tratando, se
vincula a situaciones objetivas, valorables y susceptibles del correspondiente
control.

Estas modificaciones deberán formalizarse de la misma manera que se


hizo con el contrato originario. Serán obligatorias para el contratista que deberá
aceptarlas, a menos que la Ley le reconozca la posibilidad de resolver el contrato.
Finalmente, la resolución unilateral del contrato también se incluye en la
LSCP como una potestad que la Administración puede ejercer en los contratos
administrativos, provocando su extinción, ya sea de oficio, ya a instancia del
contratista (en los supuestos en que la LCSP le reconoce esa opción como
garantía jurídica frente a la Administración)

26
Nota común a cualesquiera de las potestades analizadas es que su
ejercicio requiere la tramitación del correspondiente expediente, cuyos trámites
esenciales son la audiencia al contratista y el informe del Consejo de Estado u
órgano equivalente de la Comunidad Autónoma en los siguientes casos (Art. 195.
3 de la LCSP):

a) Interpretación, nulidad y resolución, cuando se formule oposición por


parte del contratista.

b) Modificaciones, cuando la cuantía de las mismas, aislada o


conjuntamente, sea superior a un 20% del precio primitivo del contrato y éste sea
igual o superior a 6.000.000 €.

Este precepto, al igual que otros de la LCSP, necesita completarse con


otros de la propia Ley al objeto de determinar su preciso alcance. Así, por lo que
respecta a la declaración de nulidad de los contratos no puede perderse de vista
el Art. 34 que impone el dictamen favorable del Consejo de Estado u órgano
consultivo equivalente de la Comunidad Autónoma, aunque no exista la oposición
por parte del contratista; pero esto no es privilegio alguno de la posición
contractual de la Administración, sino que forma parte del régimen jurídico de los
actos administrativos (Art. 102 LRJAP).

Frente a las prerrogativas de la Administración el contratista cuenta con


una serie de garantías previstas en la LCSP a través de las cuáles se persigue
preservar el equilibrio contractual.

X. LA EJECUCIÓN DE LOS CONTRATOS ADMINISTRATIVOS.

La Ley LCSP dedica dos capítulos -el tercero y el cuarto, del Título I, de
su Libro IV- a regular lo que podemos considerar la vida del contrato
administrativo cifrada en torno a dos haces de cuestiones: las relativas a la
ejecución y las referentes a la modificación. Nada de esto es, por tanto, aplicable
a los contratos privados.

X.1. La ejecución de los contratos.

Bajo la rúbrica que encabeza este apartado se regula la ejecución por el


contratista de las prestaciones que constituyen el contenido más importante de
sus obligaciones contractuales y, al mismo tiempo, se establecen normas sobre
el pago, la prestación que, por excelencia, incumbe a la Administración.

27
Es fácil comprender el diverso peso que de cara a los intereses
generales, tiene el cumplimiento de las prestaciones del contratista y de la
Administración, hasta el punto de que el fin de estos contratos se centra
precisamente en allegar determinados comportamientos (realizar una obra,
proporcionar determinados bienes, efectuar una actividad frente a los particulares
etc) a través de los cuales la Administración satisface una necesidad general o se
sitúa ella misma en las mejores condiciones para satisfacerla. Frente a ello el
pago, la parte de la ejecución que corresponde a la Administración, es sim-
plemente el fin que persigue un empresario particular, por lo que, al margen de
consideraciones económicas, sociológicas o morales, su trascendencia, en si
mismo considerado, es mucho menor. De ahí que el ordenamiento jurídico se ha
preocupado, por encima de todo, de asegurar la prestación del contratista y ha
dejado en un discreto segundo plano de sus preocupaciones la garantía del pago
por parte de la Administración. No obstante los excesos en este aspecto se tratan
de corregir en la actual regulación.

En relación con la ejecución de los contratos la LCSP en sus Arts. 196 y


ss. se refiere a: a) la ejecución defectuosa y demora en la misma, b) la
indemnización de daños a tercero, c) el principio de riesgo y ventura, por lo que
respecta al contratista y e) al pago del precio, por lo que respecta a la
Administración. Todo ello debe completarse con las nuevas normas sobre
revisión de precios que se contienen en el Capítulo II, del Título III del Libro I de
la Ley.

A) La ejecución defectuosa y el retraso en la ejecución.

El contratista está obligado a cumplir correctamente sus compromisos


contractuales así como a cumplir el contrato dentro del plazo total fijado para su
realización, así como los plazos parciales señalados para su ejecución sucesiva
(Art. 196. 1 y 2 LCSP). El cumplimiento defectuoso del contrato podrá dar lugar a
la imposición de penalidades proporcionales a la gravedad del incumplimiento y
de cuantía no superior al 10 por ciento del presupuesto del contrato. El
incumplimiento del plazo establecido en el contrato por causas imputables al
contratista, constituye a éste en situación de mora, sin necesidad de previa
intimación por parte de la Administración. Frente a ella LCSP ofrece a la
Administración la posibilidad de reaccionar imponiendo penalizaciones al
contratista en la proporción de 0,20 € por cada 1000 € del importe del contrato
por cada día de retraso, o bien, la resolución el contrato.

Si la Administración opta por la imposición de penalidades, podrá


reconsiderar la medida cada vez que las penalidades alcancen el 5% del precio

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del contrato o un múltiplo del mismo y, como consecuencia, seguir acumulando
penalidades, o resolver el contrato.

Estas facultades las tiene también la Administración si se produce


retraso en el cumplimiento de los plazos parciales, cuando así se hubiese
previsto en el pliego de cláusulas administrativas particulares o cuando la demora
en el cumplimiento de aquéllos haga presumir razonablemente el incumplimiento
del plazo total.

Cuando se trate de incumplimiento de prestaciones parciales de otro tipo


que no sean el plazo de ejecución, la Administración podrá optar indistintamente
por la resolución del contrato o por la imposición de las penalidades que se
hubiesen previsto en el pliego de cláusulas administrativas particulares.

Si la Administración optase por la resolución en los supuestos anteriores,


ésta deberá acordarse por el órgano de contratación, previa audiencia del
contratista y dictamen del Consejo de Estado u órgano consultivo equivalente de
la Comunidad Autónoma, en los términos que ya conocemos.

Si, por el contrario, el retraso no se debiera a motivos imputables al


contratista y éste ofreciese cumplir sus compromisos dándole prorroga del tiempo
que se le había señalado, se concederá por la Administración un plazo que será,
por lo menos, igual al tiempo perdido, a no ser que el contratista hubiese
solicitado otro menor. La prórroga se configura, por tanto, como un derecho del
contratista que, actuando correctamente, por causas ajenas, se ve abocado a
una situación de incumplimiento. La Administración está obligada a otorgar la
prórroga en el plazo que se le solicite (STS de 13 febrero 1992) -por lo menos el
del tiempo perdido- sin que la norma establezca tope máximo.

B) La indemnización por daños a terceros.

El Art. 198 consagra la obligación que con carácter general incumbe al


contratista de indemnizar todos los daños y perjuicios que se causen a terceros
como consecuencia de las operaciones que requiera la ejecución del contrato.
Sólo dos excepciones admite la Ley a este principio: a) que el daño fuera
consecuencia inmediata y directa de una orden de la Administración, en cuyo
caso responderá ésta dentro de los límites señalados en las leyes, remitiendo, la
regulación de la responsabilidad patrimonial de la Administración pública a las
Leyes sobre esta materia, y b) que el daño que se cause a terceros sea como
consecuencia de los vicios del proyecto elaborado por ella misma en el contrato
de obras o en el de suministro de fabricación.

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C) Principio del riesgo y ventura:

Supone que cada parte y, en concreto, el contratista asume los riesgos


que se deriven de su propia actividad, sin que pueda, en manera alguna,
traspasarlos a la otra. El Art. 199 de la LCSP establece que la ejecución del
contrato se realizará a riesgo y ventura del contratista, sin perjuicio de lo
establecido para el de obras en el artículo 214 (causas de fuerza mayor), y de lo
pactado en las cláusulas de reparto de riesgo que se incluyan en los contratos de
colaboración entre el sector público y el sector privado.

Se trata de un principio general exigido por la propia dinámica


contractual. Sin embargo, el carácter general del principio no está reñido con la
posibilidad de excepciones que, en el ámbito de la contratación administrativa,
tienen una fuerza caracterizadora tan importante como el principio mismo,
precisamente porque se asientan en la propia concepción que subyace al
contrato administrativo. Estas excepciones se concretan en la llamada teoría del
riesgo imprevisible y en la revisión de precios. La primera contempla la posibilidad
de circunstancias sobrevenidas que alteren el equilibrio financiero del contrato. La
Administración acude en auxilio del contratista antes que permitir una situación
empresarial que comprometa el futuro de la prestación. Sin embargo, son
precisas dos notas para que pueda aplicarse esta doctrina: la buena gestión y el
carácter imprevisible de la circunstancia que altera el entorno contractual.

En la misma línea de matización al principio de riesgo y ventura que


supone la doctrina del riesgo imprevisible, se encuentra la técnica de la revisión
de precios. De acuerdo con lo previsto en el Art. 77 LCSP la revisión de precios
procederá, salvo que su improcedencia se hubiese previsto expresamente en los
pliegos o pactado en el contrato, cuando se hubiese ejecutado al menos el 20%
del importe del contrato y haya transcurrido un año desde su adjudicación. En
consecuencia, el primer 20 por ciento ejecutado y el primer año de ejecución
quedarán excluidos de la revisión de precios. En los contratos de gestión de
servicios públicos la revisión de precios podrá tener lugar una vez transcurrido el
primer año de ejecución sin que sea necesario haber ejecutado el 20 por ciento
de la prestación.

No pueden ser objeto de revisión de precios los contratos cuyo pago se


hubiese pactado mediante el sistema de arrendamiento financiero ni como
arrendamiento con opción de compra, ni los contratos menores. En los restantes
contratos el órgano de contratación, en resolución motivada podrá excluir la
procedencia de la revisión de precios.

El pliego de cláusulas administrativas particulares deberá detallar la

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fórmula o sistema de revisión aplicable (Art. 77.3 LCSP).

E) El pago del precio.

El pago del precio constituye, de ordinario, el núcleo fundamental de los


derechos del contratista y el norte de su interés.

El Art. 200.1 LCAP dice: El contratista tendrá derecho al abono de la


prestación realizada en los términos establecidos en esta Ley y en el contrato,
con arreglo al precio convenido. Dicho pago podrá realizarse de manera total o
parcialmente mediante abonos a buena cuenta (Art. 200. 2). El derecho del
contratista se extiende también a percibir abonos a cuenta por el importe de las
operaciones preparatorias de la ejecución del contrato y que estén comprendidas
en el objeto del mismo, en las condiciones señaladas en los respectivos pliegos,
debiéndose asegurar los referidos pagos mediante la prestación de garantía (Art.
200. 3).

Destacan en la LCSP las cautelas de que se rodea al cumplimiento -o


incumplimiento- de la obligación de pago por la Administración, establecidas de
conformidad con la Ley 3/2004, de 29 de diciembre, de medidas de lucha contra
la morosidad en las operaciones comerciales. Así, se establece en el Art. 200.4
que la Administración tendrá la obligación de abonar el precio dentro de los
sesenta días siguientes a la fecha de la expedición de las certificaciones de obras
o de los correspondientes documentos que acrediten la realización total o parcial
del contrato ( a salvo el plazo especial establecido en el Art. 205.4) y, si se
demorase, deberá abonar al contratista, a partir del cumplimiento de dicho plazo
de sesenta días, los intereses de demora y la indemnización por los costes de
cobro en los términos previstos en la Ley por la que se establecen medidas de
lucha contra la morosidad en las operaciones comerciales.

Pero la mayor severidad con que la LCSP trata a las Administraciones


públicas se observa precisamente en relación con la posibilidad de suspender el
contrato en los términos del punto 5 del artículo que venimos refiriendo: si la
demora en el pago fuese superior a cuatro meses, el contratista podrá proceder,
en su caso, a la suspensión del cumplimiento del contrato, debiendo comunicar a
la Administración, con un mes de antelación, tal circunstancia, a efectos del
reconocimiento de derechos que puedan derivarse de tal suspensión, en los
términos establecidos en esta Ley. Estos efectos se refieren al abono al
contratista por parte de la Administración de los daños y perjuicios que se deriven
de la suspensión (Art. 203.2).

Si la demora de la Administración fuese superior a ocho meses, el

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contratista tendrá derecho, asimismo, a resolver el contrato y al resarcimiento de
los perjuicios que como consecuencia de ello se le originen (Art. 200.6 LCSP)

XI. LA EXTINCIÓN DE LOS CONTRATOS DEL SECTOR PÚBLICO.

La forma normal de extinción de los contratos es mediante el


cumplimiento por la partes de sus respectivas obligaciones. El contrato se
entiende cumplido por el contratista cuando éste haya realizado, de acuerdo con
los términos del mismo y a satisfacción de la Administración, la totalidad de la
prestación. Para su constatación se considera preciso un acto formal y positivo de
recepción o conformidad por parte de la Administración que deberá realizarse
dentro del mes siguiente de haberse producido la entrega o realización del objeto
del contrato, o en el plazo que se determine en el pliego de cláusulas
administrativas (Art. 205.1 y 2 LCSP).

En los contratos se fijará un plazo de garantía a contar de la fecha de


recepción o conformidad, (salvo los supuestos en que se establezca otro plazo en
la LCSP u otras normas, o no sea necesario), transcurrido el cual sin objeciones
por parte de la Administración, quedará extinguida la responsabilidad del
contratista (Art. 205.3 LCSP).

Producida la recepción del objeto del contrato se procederá a notificar al


contratista la liquidación y abonársele el saldo resultante dentro del plazo de un
mes, a contar desde la fecha del acta de recepción. Si se produjere demora en el
pago del saldo de liquidación, el contratista tendrá derecho a percibir el interés de
demora, así como a que se le indemnicen los costes de cobro (Art. 205.4).
También puede extinguirse el contrato “anormalmente” por resolución si
se da alguna de las causas que enumera el 206 LCSP y que son las siguientes:

1) La muerte o incapacidad sobrevenida del contratista individual o la extinción de la


personalidad jurídica de la sociedad contratista.

2) La declaración de concurso o la declaración de insolvencia en cualquier otro


procedimiento.

3) El mutuo acuerdo entre la Administración y el contratista (se entiende, siempre que se


produzca por una razón de interés público, es decir que no esconda tras de sí un
incumplimiento contractual, o un arreglo entre las partes contrario al ordenamiento
jurídico).

4) La no formalización del contrato en plazo.

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5) La demora en el cumplimiento de los plazos por parte del contratista y la demora en el
inicio de la ejecución del contrato a partir de la adjudicación definitiva.

6) La falta de pago por parte de la Administración en el plazo de ocho meses, o de otro


menor fijado por las CCAA.

7) El incumplimiento de las restantes obligaciones contractuales esenciales. La LCSP


introduce como novedad la exigencia de que el pliego o el contrato identifique cuáles
son las obligaciones cuyo incumplimiento justifica la resolución del contrato por tener
carácter esencial (Art. 206 g). Hay que recordar que la jurisprudencia es más exigente
para admitir que concurre una causa de resolución del contrato.

9) Aquellas que se establezcan expresamente en el contrato.

10) Las que se señalen específicamente para cada categoría de contrato en el articulado de
esta Ley.

La resolución del contrato se acordará por el órgano de contratación, de


oficio o a instancia del contratista, en su caso, mediante procedimiento en la
forma que reglamentariamente se determine. En algunos casos la resolución es
obligada y en otros tiene carácter potestativo para la parte perjudicada a la que
no le sea imputable la causa de resolución.

Aunque en sentido estricto no cabe hablar de extinción del contrato,


pues no ha llegado a nacer, la LCSP regula una forma anticipada y anormal de
terminación de las relaciones contractuales. En su Art. 139 permite, por razones
justificadas de interés público debidamente justificadas en el expediente, tanto la
renuncia a la celebración del contrato por parte de la Administración como el
desistimiento del procedimiento. En ambos casos, el órgano de contratación debe
tomar la decisión antes de la adjudicación provisional, y compensar a los
candidatos o licitadores por los gastos en que hubiesen incurrido.

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