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La nueva Al Qaeda

Juan José Escobar Stemmann

La organización de Osama bin Laden es el vértice de un movimiento yihadista descentraliza-


do y flexible. Células terroristas globales, agentes individuales, grupos afiliados y, sobre todo,
redes de base han creado una estructura resistente capaz de regenerarse continuamente.

E
l atentado con coche bomba contra una patrulla del ejército espa-
ñol en el sur de Líbano el 24 de junio y el ataque suicida a un gru-
po de turistas españoles en Yemen el 2 de julio han vuelto a situar
España como objetivo del terrorismo de origen yihadista. Seis
años después de los ataques del 11-S, continúa el debate sobre el estatuto de
Al Qaeda y su papel en la construcción del movimiento yihadista global.
Tras el éxito de la intervención militar contra el régimen talibán en Afga-
nistán en 2001, ciertas voces auguraron una rápida desarticulación de la or-
ganización y su conversión en mera franquicia de grupos islamistas radicales
con menor capacidad para atentar contra el territorio de Estados Unidos. Es
cierto que este país no ha vuelto a sufrir un ataque desde entonces, y que los
sucesivos golpes contra Al Qaeda han permitido la detención de más de dos
tercios de sus dirigentes, acabando con su infraestructura en Afganistán. Sin
embargo, se minusvaloró la capacidad de adaptación y el dinamismo del mo-
vimiento yihadista.
Los máximos dirigentes de la organización, Osama bin Laden y Ayman al
Zawahiri, han logrado sobrevivir a la persecución, convirtiéndose en mitos
para la insurgencia islamista radical. La intervención militar en Irak dio un
balón de oxígeno a Al Qaeda que, desde entonces, ha conseguido realizar o
inspirar cientos de atentados en distintos lugares del mundo. Ha facilitado,
además, la constitución de una coalición de grupos insurgentes repartidos
por todo el arco musulmán, desde el Magreb a Indonesia. El creciente empu-
je de los talibanes en Afganistán y la incapacidad del gobierno pakistaní pa-
ra controlar las regiones tribales fronterizas con ese país han permitido a Al

Juan José Escobar Stemmann es diplomático.

POLÍTICA EXTERIOR, núm. 119. Septiembre / Octubre 2007


64 Política Exterior

Qaeda renovar su propia organización, descentralizándola y sustituyendo a


buena parte de sus cuadros operativos.
La organización de Bin Laden es hoy la punta de lanza de un movimiento
yihadista global, descentralizado y estructurado en redes multidimensionales,
que gira en torno a tres ejes operativos; Al Qaeda y su infraestructura global
de células locales y agentes individuales; los grupos terroristas afiliados, que
mantienen una cierta independencia operativa, aunque reciben el apoyo espi-
ritual e incluso material de la organización; y finalmente los grupos yihadistas
de base, cuyos miembros no pertenecen formalmente a la estructura jerárqui-
ca de la organización, pero aceptan los objetivos estratégicos del movimiento
yihadista global. Se trata de una red global de terrorismo resistente y capaz
de regenerarse continuamente. Su estructura celular dispersa y el método de
“franquiciar” el mensaje a grupos locales le permiten superar fronteras y de-
safiar a las respuestas militares tradicionales.

El legado de Bin Laden


Los líderes de Al Qaeda han logrado sobrevivir en las montañas de las comar-
cas pakistaníes limítrofes con Afganistán, protegidos por las tribus locales y
la red de madrazas Deobandi que nutre de militantes a los talibanes. A pesar
del compromiso del presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, el país no ha
conseguido eliminar este santuario. En abril de 2004, tras una fallida opera-
ción para capturar a Al Zawahiri, se produjo un enfrentamiento armado en
Waziristán del Sur, donde el ejército pakistaní pactó con los notables de la zo-
na y detuvo sus operaciones a cambio de que las tribus organizaran una fuer-
za de voluntarios para expulsar de su territorio a todos los extranjeros.
La falta de cooperación de las tribus pakistaníes provocó en septiembre
de 2006 una nueva operación contra militantes talibanes y de Al Qaeda en
Waziristán del Norte, que se saldó con un nuevo fracaso y un nuevo pacto
con las tribus. Se liberó a los activistas detenidos y se les devolvieron las ar-
mas. Con el ejército pakistaní replegado en sus cuarteles, los talibanes han
podido consolidar su ofensiva sobre Afganistán, y Al Qaeda ha reconstruido
su poder en Waziristán del Norte, donde hoy cuenta con más de 100 activis-
tas que asesoran a más de 5.000 insurgentes talibanes.
La estructura de la organización se ha descentralizado y su liderazgo es
más difuso, con varios núcleos de planificación que operan de manera autó-
noma y no dependen del permanente contacto con Bin Laden y Al Zawahiri.
Su estructura operativa se ha traspasado a grupos e individuos afiliados,
mientras que la dirección se centra en la articulación de la ideología yihadis-
ta. Poco se sabe sobre los nuevos líderes de Al Qaeda. La mayoría tiene po-
co más de 30 años y gran experiencia en el campo de batalla, tras combatir
en lugares como Afganistán y Chechenia. El origen geográfico de los nuevos
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dirigentes es más variado que en la primera generación, en la que provenían


preferentemente de Egipto y de los países del golfo Pérsico. Hoy abundan
los agentes operativos pakistaníes y norteafricanos.
La regeneración del liderazgo de Al Qaeda sugiere que su núcleo conta-
ba con una estructura de agentes operativos experimentados más profunda
de lo que algunos expertos vaticinaron. No hay que olvidar que Al Qaeda y
los talibanes entrenaron a cerca de 70.000 combatientes en los campos de
Afganistán. Desde 2004, la dirección de la red ha multiplicado sus aparicio-
nes en los medios de comunicación y sus amenazas se han convertido en
tristes realidades. Hoy sabemos que la cúpula de Al Qaeda estuvo implicada
de forma indirecta en los atentados de Madrid y Londres. Aunque los dos
ataques fueron obra de redes yihadistas de base, las conexiones con la orga-
nización son evidentes. En los atentados de Madrid, la figura clave es Serha-
ne ben Abdelmajid, El tunecino, vinculado con Amer el Azizzi, destacado
militante de Al Qaeda. Otro hombre de la célula de Madrid, Mohamed al Fa-
lah, pudo huir de España a Bélgica gracias a la ayuda de Omar Nackhcha, di-
rigente de la organización en Europa y responsable del envío de militantes
yihadistas europeos a Irak.
Los atentados de Londres del 7 de julio de 2005 también llevan la huella
de Al Qaeda. El líder de la célula que actuó en Londres, Mohamed Sidique
Khan, visitó Pakistán en 2003 y posiblemente Afganistán, donde habría reci-
bido entrenamiento y conocido a diversos líderes de la red. La planificación
del ataque comenzó poco después de la visita que hizo Khan con otros suici-
das como Shehzad Tanweer a Pakistán entre noviembre de 2004 y febrero de
2005. Las últimas tentativas en Reino Unido demuestran la implicación di-
recta de la nueva dirección operativa de Al Qaeda. En agosto de 2006 la poli-
cía británica desbarató un plan para atentar con explosivos líquidos contra
diversos aviones con destino a EE UU. Hoy sabemos que uno de los nuevos
dirigentes operativos de la organización, Abu Ubaida al Masri, coordinó des-
de Pakistán a la célula encargada de ejecutar el atentado.
Al Qaeda sigue existiendo como estructura terrorista diferenciada de
otros grupos que integran las redes del movimiento yihadista global, y se ha
fortalecido gracias a la impunidad con la que se mueve en las provincias
fronterizas entre Pakistán y Afganistán.

El movimiento yihadista global


Al Qaeda no solo ha sobrevivido, sino que ha logrado convertirse en líder de
una coalición de cerca de 20 organizaciones terroristas que se extienden por
todos los países musulmanes. Desde el 11-S, sus grupos afiliados han sido
los responsables de la mayor parte de los ataques terroristas que se han pro-
ducido en el mundo. La intervención militar en Irak ha sido determinante en
la evolución del movimiento yihadista global, pues le ha permitido volver al
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corazón del mundo árabe tras años luchando en el exilio, en lugares como
Afganistán, Bosnia, Kosovo o Asia central. Irak es hoy escuela del nuevo
yihadismo transnacional, centro de entrenamiento y reclutamiento y polo
magnético para muchos terroristas. Ha provocado, además, la aparición de
una nueva generación de ideólogos salafistas que han elaborado un nuevo
conjunto de principios sobre el significado y los objetivos de la yihad, incor-
porándolos a la estrategia global de Al Qaeda.
La consagración de Abu Musaf al Zarqawi al frente de la insurgencia
yihadista en Irak, tras los atentados en agosto de 2003 contra la embajada
de Jordania y el hotel Canal, sede principal de las Naciones Unidas en Bag-
dad, facilitó la integración de parte de la insurgencia iraquí en Al Qaeda. An-
tiguo miembro de la organización, Al Zarqawi reclamó el apoyo de Al Qaeda
en una carta a Al Zawahiri en enero de 2004. En octubre de ese año selló su
alianza con Bin Laden tras el juramento de adhesión del grupo Tawhid wa
Yihad y la creación del Comité de Al Qaeda para Mesopotamia, coalición de
varios grupos insurgentes de origen salafista. La integración de la rama ira-
quí tuvo una serie de consecuencias para la propia Al Qaeda, que hizo suyos
los objetivos estratégicos de la insurgencia y las ideas de una nueva genera-
ción de ideólogos yihadistas centrados en la península Arábiga.
Al Qaeda en Mesopotamia ha conseguido sobrevivir a la muerte de Al
Zarqawi y hoy funciona de forma autónoma, siendo un foco de atracción pa-
ra miles de yihadistas en todo el mundo. En 2006 se produjeron 14.338 aten-
tados en todo el mundo que causaron más de 20.000 muertos. El 45 por cien
de los ataques y el 65 por cien de las víctimas se produjeron en Irak.
El principal representante de la nueva hornada de ideólogos yihadistas
fue Yusef al Ayiri, líder de Al Qaeda en Arabia Saudí hasta su muerte, en ju-
nio de 2003. Al Ayiri fue autor de numerosos libros y artículos sobre la estra-
tegia y los objetivos de la yihad. En su obra principal, El futuro de Irak y la
península Arábiga tras la caída de Bagdad, desarrollaba una nueva estra-
tegia que proponía no solo luchar contra Occidente y los regímenes impíos,
sino también contra el expansionismo iraní, cuya punta de lanza son las po-
blaciones de origen chií en todo Oriente Próximo, y muy especialmente en
Irak. Al Ayiri proponía también extender el círculo de la lucha yihadista a
los países limítrofes. Tras su muerte, varios académicos salafistas como Fa-
res al Zahrani, Abu Omar Seyf –ideólogo de los batallones de voluntarios
árabes en Chechenia– o Hamed al Ali han intentado recoger su testigo. Sus
textos circulan hoy por todos los foros yihadistas.
La nueva estrategia de Al Qaeda en Oriente Próximo se ha ido imponien-
do lenta pero inexorablemente. Arabia Saudí ha sufrido desde mayo de 2003
una cadena de atentados contra complejos residenciales, instalaciones petro-
líferas y edificios públicos que han provocado la muerte a más de 300 perso-
nas. El último, el pasado 26 de febrero, en el que murieron cuatro ciudadanos
franceses. Aunque la policía saudí ha logrado desarticular un gran número de
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células, Al Qaeda sigue manteniendo capacidad de acción en la península Árá-


biga. El atentado contra los turistas españoles en Yemen así lo atestigua.
Jordania también ha sufrido los embates de Al Qaeda, cuya rama iraquí
ejecutó los ataques contra tres hoteles de Ammán en noviembre de 2005,
causando 56 muertos. El mensaje de la organización también ha calado en
el Sinaí egipcio. En octubre de 2004, tres bombas explotaban en Taba, Ras
al Shaytan y Nuwaiba, en el sur de la península del Sinaí, cerca de la fronte-
ra con Israel, matando a 34 personas. En julio de 2005 un atentado en Sharm
el Sheij provocó la muerte de 70 personas. En abril de 2006 otra localidad
turística del sur del Sinaí era golpeada por tres atentados simultáneos que
causaron 19 muertos y cerca de 90 heridos. Aunque los ataques fueron reali-
zados por una red yihadista de base, liderada por Khalid al Masaid, sin apa-
rentes conexiones con el núcleo de Al Qaeda,
compartían con ésta la ideología salafista, los ob-
jetivos y los métodos de acción.
Al Qaeda ha intentado también establecerse en La guerra entre
Siria y Líbano. El grupo salafista sirio Jund as Hamás y Al Fatah
Sham, cuyos miembros estuvieron implicados en
septiembre de 2006 en el ataque a la embajada de ha permitido a
EE UU en Damasco, anunció ese año su integra- Al Qaeda abrir
ción en la organización, aunque apenas ha inquieta- un frente en
do al gobierno sirio. En Líbano, el grupo palestino
libanés Usbat al Ansar también anunció en 2006 su
terreno palestino
incorporación a la coalición yihadista. Sin embar-
go, a partir de la aparición del grupo Fatah al Islam
y su sublevación en el campo de refugiados de Nahed al Bared el pasado mes
de mayo, Al Qaeda se ha convertido en un actor más del laberinto libanés.
Fatah al Islam nace en 2006 tras una escisión de la organización palesti-
na prosiria Fatah al Intifada, promovida por Shaker al Absi, compañero de
Zarqawi y condenado a muerte por las autoridades jordanas por su partici-
pación en el asesinato del diplomático norteamericano Laurence Foley en
noviembre de 2002 en Ammán. Al Absi permaneció tres años encarcelado
en Siria hasta que las autoridades lo liberaron en 2005. Ello lleva al gobierno
libanés a acusar a Siria de haber enviado a Al Absi a Líbano para desestabili-
zarlo. Sea como fuere, Fatah al Islam permite a Al Qaeda abrir en Líbano un
nuevo frente no sólo contra el enemigo chií, sino también contra Occidente,
como demuestra el atentado a las tropas españolas el 24 de junio.
Aunque hasta ahora Al Qaeda no había podido abrir un frente en los te-
rritorios palestinos, el grave deterioro de la situación en los mismos y la
guerra abierta entre Hamás y Al Fatah en Gaza ofrecen una oportunidad de
oro a la organización. De hecho, ya ha surgido un grupo, denominado Ejér-
cito del Islam, que ha mostrado sus simpatías por Al Qaeda y que se ha he-
cho responsable del secuestro en Gaza, el pasado marzo, del periodista de
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la BBC, Alan Johnston, liberado el 4 de julio. Tras haber criticado duramen-


te a Hamás por su decisión de participar en las elecciones legislativas pales-
tinas y su sumisión a Israel, la dirección de Al Qaeda ha modificado su dis-
curso y ha realizado un llamamiento a Hamás para que se integre en su
organización, a la vez que solicitaba a los musulmanes el envío de armas y
dinero para hacer frente a la presumible invasión de Gaza por parte del ejer-
cito israelí. Aunque es poco probable que Hamás preste oídos a los cantos
de sirena de Al Qaeda, el deterioro de la situación en Gaza facilitará la ex-
tensión de la ideología yihadista en los territorios palestinos.
El Magreb se ha convertido en otra de las áreas prioritarias para Al Qae-
da. La organización lleva años intentando consolidar su presencia en la zo-
na. Ya en 1996 fomentó una escisión en el Grupo Islámico Armado (GIA) ar-
gelino que terminó con la creación del Grupo Salafista para la Predicación y
el Combate (GSPC). Otro año clave es 1998, cuando se forma una serie de
grupos de orientación salafista radical en el Magreb. Auspiciados por Al Qa-
eda, que fija sus orientaciones estratégicas, surgen organizaciones como el
Grupo Islámico Combatiente marroquí (GICM), el Grupo Combatiente Tune-
cino o el Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL) para facilitar ayuda lo-
gística a la red de Bin Laden.
Estos grupos se constituyen alrededor de predicadores salafistas y se
nutren de activistas procedentes de los barrios marginales de las grandes
ciudades y no de los barrios populares de la medina o de las zonas indus-
triales, que han sido el vivero tradicional de los movimientos islamistas. Se
trata de una nueva generación de islamistas totalmente excluidos de la so-
ciedad y carentes de un sentimiento de pertenencia nacional. Son el produc-
to de la ruptura entre la población desintegrada de la periferia de las ciuda-
des y el resto de la sociedad. Aunque en un principio se formaron para dar
apoyo logístico a Al Qaeda, los atentados del 11-S y la guerra internacional
contra el terrorismo llevó a estos grupos a redefinir sus prioridades y a con-
vertirse en actores autónomos del yihadismo global.
En abril de 2002 un camión bomba estallaba en una sinagoga de la isla
de Yerba en Túnez, matando a 14 turistas alemanes. En mayo de 2003, el
GICM realizó una serie de ataques simultáneos contra varios edificios de
Casablanca, entre ellos la Casa de España, provocando la muerte de 40 per-
sonas, cuatro de ellas españolas.
La explosión sincronizada de siete coches bomba en la Cabilia en febrero
de este año, y el ataque simultáneo en Argel contra el palacio de gobierno y la
dirección de la policía judicial el pasado 11 de abril, que provocó la muerte de
33 personas, marcan el macabro inicio de las operaciones de un nuevo grupo,
Al Qaeda en el Magreb, producto de la integración del GSPC en la organización.
El 11 de septiembre de 2006, Al Zawahiri anunció la integración formal del
GSPC en Al Qaeda. En enero de este año, el líder del GSPC, Abdelmalek
Droukdel, conocido como Abu Musaf Abdelwadoud, anunciaba la creación de
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Al Qaeda en el Magreb en un comunicado en el que subrayaba que no es posi-


ble luchar contra EE UU si no se produce la unidad de todos los combatientes
yihadistas, y que no existía otro grupo más capaz que Al Qaeda para liderar esa
lucha. El GSPC ha sufrido un severo desgaste en los últimos años, pero ha sido
capaz de encajar los golpes y mantener su estructura operativa, como demues-
tran los atentados de Argel. La nueva organización está intentando incorporar
a los militantes de otros grupos como el GIC marroquí o el GIC libio, cuyas es-
tructuras han sido duramente golpeadas por la policía de estos países. La inte-
gración del GSPC en Al Qaeda traerá consigo una intensificación de la activi-
dad terrorista en el Magreb, una mejora en la preparación de los terroristas y
hará aumentar la amenaza contra Europa, muy especialmente contra España y
Francia. Los grupos yihadistas magrebíes cuentan con numerosas redes de
apoyo en Europa que constituyen una amenaza di-
recta contra la seguridad de nuestro continente.
Pero Al Qaeda en el Magreb también cuenta
con infraestructura para tratar de extender su in- La integración
fluencia en el Sahel. El GSPC ha logrado sobrevi- del GSPC en Al
vir al acoso de las fuerzas de seguridad argelinas
protegido por los desiertos que rodean la región Qaeda amenaza a
de Taoudeni, donde confluyen el norte de Malí, los europeos,
el noroeste de Mauritania y el sur de Argelia. Allí especialmente a
ha conseguido establecer una base operativa
desde la que se ha atrevido a asaltar un cuartel
Francia y España
del ejército mauritano o derribar un helicóptero
argelino sobre la frontera de Malí. El GSPC ha
penetrado en las redes tradicionales de contrabando y se ha beneficiado de
los conflictos tribales y la inestabilidad institucional de los países de la zo-
na. El cinturón desértico que se extiende entre Sudán, Chad, Níger, Malí,
Mauritania y el norte de Senegal amenaza con convertirse en un refugio pa-
ra los miembros del movimiento yihadista global.
EE UU impulsó en 2005 la creación de la Asociación Transahariana de
Contraterrorismo para hacer frente a esta amenaza y en 2006 destinó 80 mi-
llones de dólares para entrenar a las fuerzas armadas de los países del Sa-
hel. Argelia se ha implicado también y ha ofrecido su mediación para acabar
con el conflicto que mantenía el gobierno de Bamako con los tuareg, finan-
ciando la conversión de los grupos armados tuareg en fuerzas auxiliares del
ejército de Malí para combatir la presencia de fuerzas extranjeras en el nor-
te del país. Con ello, pretende acabar con la impunidad con la que el GSPC
se movía por el norte de Malí.
Bin Laden siempre ha mostrado un especial interés en el Cuerno de
África. Sudán ya sirvió de base a la organización antes de que los talibanes
se hicieran con el poder en Afganistán. Sus últimas apariciones públicas se
centraron en esta zona de África. El 23 de abril de 2006, Bin Laden hacía un
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llamamiento a sus seguidores para preparar una larga guerra contra los
cruzados en Darfur. En septiembre de ese mismo año, un grupo denomina-
do Al Qaeda en Sudán y África se hacía responsable del secuestro y poste-
rior decapitación de Mohamed Taha, director del diario independiente su-
danés Al Wifak. Al Qaeda mantiene, además, fluidas relaciones con las
milicias árabes janjaweed, responsables de parte de las masacres de civiles
de origen cristiano en Darfur.
Las tropas que desplegarán la Unión Africana y la ONU en Darfur serán
objetivo prioritario de Al Qaeda. Por otra parte, en junio de 2006, Bin Laden
aludía a Somalia e instaba a sus seguidores a hacer frente al gobierno provisio-
nal del presidente Abdulahi Yousuf Ahmed, apoyado por el gobierno etíope.
Poco después, la Unión de Tribunales Islámicos (UTI), coalición de diversos
grupos islamistas somalíes, se hacía con el poder en Mogadiscio. La interven-
ción del ejército etíope permitió al gobierno provisional recuperar el poder a
principios de este año. Sin embargo, la inestabilidad continúa en medio de un
desastre humanitario. Al Qaeda ha abierto un nuevo frente en Somalia, estable-
ciendo lazos con la UTI y aprovechando el santuario que ésta posee en la zona
comprendida entre el norte de Kenia y el sur de Etiopía y Somalia.
Por otra parte, Al Qaeda tiene una larga trayectoria en el sureste asiáti-
co. La participación de islamistas indonesios en la yihad afgana facilitó la
simbiosis de Al Qaeda con la Yemaa Islamiyya (YI), que lleva mas de 10 años
ligada a la organización. YI funciona hoy como una red de radicales islámi-
cos que se extiende a través del sureste asiático. En 2000 creó una organiza-
ción paraguas que agrupa en la actualidad a un buen número de los grupos
insurgentes de la zona, entre los que destacan el Frente Moro para la Libera-
ción Islámica de Filipinas, el movimiento Aceh Libre o la Yemaa Salafiyya
de Tailandia. YI es responsable de la mayor parte de los atentados que han
sacudido la zona. Bali, en octubre de 2002, con 202 víctimas; el hotel Marriot
en Yakarta, en 2003; la embajada australiana en Yakarta, en 2004; y nueva-
mente Bali, en 2005. Aunque la policía indonesia ha asestado varios golpes a
la organización, YI cuenta con un núcleo importante de activistas que man-
tienen en jaque a las autoridades indonesias.
Finalmente, cabe destacar a la organización Lashkar e Taiba en Cache-
mira, cuyos lazos con Al Qaeda son conocidos. Esta organización fue la res-
ponsable de los atentados a los trenes de cercanías de Bombay, que causa-
ron más de 45 muertos en agosto de 2006.

Redes yihadistas de base


El tercer eje operativo del movimiento yihadista global está compuesto por
lo que Javier Jordán denomina redes de base. Se trata de grupos constitui-
dos generalmente de forma espontánea que comparten los objetivos del mo-
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vimiento, pero que carecen de lazos organizativos con el núcleo dirigente o


con las organizaciones asociadas a Al Qaeda, aunque ocasionalmente pue-
dan tener relación con sus miembros.
Se trata de redes autónomas en términos de planificación, reclutamiento
y financiación, lo que les proporciona mayor flexibilidad y eficacia. Las tare-
as de las redes de base pueden ser logísticas o de ataque. Su ámbito principal
de actuación es Europa, y en menor medida otros países occidentales como
Canadá, EE UU y Australia, ya que se nutren de musulmanes inmigrantes o
de segunda generación con problemas de integración. Los tres principales
atentados cometidos en Europa desde 2004 (los atentados de Madrid y Lon-
dres, así como el asesinato de Theo van Gogh en Holanda) y las innumera-
bles tentativas abortadas por la policía son obra de este tipo de redes.
Mustafa Setmarian, dirigente de Al Qaeda de
origen sirio aunque nacionalizado español, y de-
tenido por las autoridades pakistaníes en no-
viembre de 2005, ha sido quien mejor ha descrito Internet ha hecho
este tipo de redes. En un libro de más de 1.600 posible la
páginas publicado en Internet en enero de 2005,
Llamada a la resistencia global islámica, que
descentralización
se ha convertido en obra de referencia para el y ‘alimentación’
movimiento yihadista global, Setmarian propone del movimiento
dos nuevos objetivos para la yihad global. Por un
lado, identificar nuevos frentes en el mundo ára-
yihadista global
be más allá de Irak; por otro, conseguir la des-
centralización radical del movimiento.
Uno de los mayores errores del movimiento yihadista fue depender de
campos de entrenamiento en localizaciones fijas (Afganistán, Sudán) que
podían ser atacados por las fuerzas occidentales. También considera Setma-
rian que el modelo jerárquico tradicional de los grupos insurgentes, que
conforman el yihadismo de segunda generación, es un riesgo y un signo de
debilidad. Por ello, propone una yihad de terroristas individuales, que deno-
mina tercera generación de muyahidines, con células autónomas que deci-
den sus propios objetivos y sin lazos organizativos entre ellas. Los atributos
esenciales de los miembros de las células deben ser la creatividad letal y la
adaptabilidad. Las operaciones terroristas deben realizarse en los lugares de
residencia de los militantes, especialmente si se trata de países europeos.
En los procesos de ingreso y continuidad en las redes de base son funda-
mentales los vínculos de amistad y la participación en organizaciones sociales
previas que pueden ser instrumentalizadas por los yihadistas con fines de cap-
tación (mezquitas, prisiones, universidades, militancia en movimientos islamis-
tas, etcétera). Una vez formadas, adoptan una estructura en red y en círculos
concéntricos que ofrece considerables ventajas en términos de operatividad,
prevención de la infiltración y regeneración de nuevas estructuras.
74 Política Exterior

Aunque las redes de base son autónomas en su acción sobre el terre-


no, también se encuentran bajo la órbita del núcleo del movimiento yiha-
dista global. Éste puede ejercer su influencia tanto estratégica, al estable-
cer los objetivos y las directrices, como operativa, a través de la
designación de posibles blancos y operaciones. En un contexto en el que
las organizaciones yihadistas clásicas han sufrido un enorme desgaste y
están sometidas a una importante presión, con cientos de militantes muer-
tos o encarcelados, las redes de base ofrecen una tabla de salvación para
los promotores de la yihad global.
La tercera generación de yihadistas está en proceso de consolidación y
de ella va a depender el futuro del movimiento yihadista. Este tipo de redes
son las más peligrosas para la seguridad de los países occidentales. El he-
cho de que los grupos terroristas pueden formarse espontáneamente y cau-
sar grandes daños con escasos fondos muestra la complejidad de la amena-
za a la que debemos hacer frente.

El poder de la comunicación
El proceso de descentralización del movimiento yihadista global no se en-
tiende sin una referencia a Internet, que se ha convertido en uno de sus pila-
res. Desde hace años, los grupos yihadistas hacen un uso intensivo de la red
con fines de comunicación interna, propaganda, adoctrinamiento, capta-
ción, financiación y apoyo operativo. Internet facilita el adoctrinamiento
ideológico y contribuye a que los individuos inmersos en la cultura yihadista
no se perciban a sí mismos como sujetos aislados, sino como miembros de
una amplia comunidad global.
Internet refuerza los valores del imaginario yihadista, justifica las con-
ductas transgresoras y deshumaniza al enemigo, al tiempo que mantiene
unidos virtualmente a yihadistas de diferentes países. Cumple, además, una
función de transmisión de conocimientos terroristas. La red se ha converti-
do en una verdadera universidad abierta para los yihadistas. La célula que
cometió los atentados de Londres fabricó los explosivos con fórmulas obte-
nidas en Internet. La proliferación de páginas web con contenidos radicales
facilita esta labor. Hasta el momento se han censado más de 5.000 páginas
en más de 40 países, y el número continúa aumentando. Hoy nadie discute
la idea de que Al Qaeda ha encontrado un santuario en el ciberespacio.
Internet también ha permitido a Al Qaeda desplegar una maquinaria
propagandística cada vez más sofisticada y efectiva que le permite estar
presente en todos los medios de comunicación. La política de comunica-
ción del movimiento yihadista gira en torno dos ejes. La dirección de Al
Qaeda y los distintos foros yihadistas impulsados por la nueva generación
de académicos salafistas en la península Árábiga. Tras varios años de co-
Juan José Escobar Stemmann 75

municaciones esporádicas, imprevisibles y cargadas de mensajes genéri-


cos, Bin Laden y sobre todo Al Zawahiri aumentaron desde 2004 el ritmo de
sus intervenciones, asociando su política comunicativa a hechos concretos
de la realidad geopolítica.
La televisión qatarí Al Yazira, la productora yihadista As Sahab, medios
de comunicación on line como Global Islamic Media Front (GIMF), con su
informativo “La voz del califato”, o las revistas virtuales como Sada al
Yihad sirven de voceros a la dirección de Al Qaeda, cuyos comunicados son
siempre recogidos por la prensa occidental. Al Zawahiri continúa hoy aren-
gando a sus tropas y no sólo se dedica a amenazar a distintos países, sino
que se permite afirmar, como hizo en un comunicado el pasado mayo, que la
lucha de Al Qaeda redunda en beneficio de los musulmanes y de todos los
oprimidos del mundo. La organización trata de convertir el radicalismo
yihadista en una ideología alternativa y militante contra el orden neoliberal.
El conflicto iraquí ha provocado la proliferación de foros y blog donde,
además de introducir en la red, en tiempo real, vídeos y grabaciones con co-
municados, secuestros y atentados de los diversos grupos que componen el
movimiento, circulan documentos estratégicos de los nuevos ideólogos de
Al Qaeda. En estos foros podemos encontrar desde un “Manifiesto en favor
de la unidad de todos los yihadistas”, publicado hace unos meses por el je-
que Hamed al Ali, uno de los principales ideólogos del movimiento yihadis-
ta, hasta artículos que subrayan la importancia estratégica de África para Al
Qaeda o la necesidad de potenciar la actividad yihadista en Egipto. Los gru-
pos insurgentes iraquíes han ido más allá y han creado Al Qaeda TV, que
desde noviembre de 2006 ha emitido las 24 horas del día en el satélite egip-
cio Nilesat. El objetivo es alcanzar la máxima audiencia posible para seguir
reclutando adeptos y prolongar la insurgencia en Irak.

España y Al Qaeda
Los atentados contra las tropas españolas en Líbano, el 24 de junio, y el pri-
mer atentado suicida contra una columna española en Afganistán, en no-
viembre de 2006, dejan pocas dudas sobre nuestra situación en la lucha con-
tra el terrorismo internacional. España está entre los objetivos del
movimiento yihadista y va a seguir intentando atacar los intereses españo-
les en cualquier lugar del mundo.
En diciembre de 2003, Global Islamic Media, el antecedente de GIMF,
distribuyó dos documentos en los que se comentaba la situación en Irak y
se recomendaba golpear a España. Poco después, se producían los atenta-
dos del 11-M. Desde entonces no hemos dejado de estar entre los objetivos
de Al Qaeda y el ritmo de las alusiones a nuestro país se ha incrementado a
partir de 2006. En diciembre de ese año, Al Zawahiri hacía un llamamiento a
76 Política Exterior

sus seguidores para liberar Ceuta y Melilla. En marzo de 2007, el GIMF pu-
blicó un comunicado exigiendo a los gobiernos de Alemania, Austria y Es-
paña la retirada de las tropas en Afganistán, y tras los atentados del 11 de
abril en Argel, Al Qaeda en el Magreb instaba a sus partidarios a recuperar
las tierras de Al Andalus. El pasado mayo, la misma organización volvía a
aludir a Ceuta y Melilla en un comunicado en el que amenazaba con más
atentados suicidas.
La amenaza no sólo proviene de los grupos insurgentes que conforman
el movimiento yihadista global, sino también, y muy especialmente, de las
redes de base que pueden constituirse en nuestro territorio. Los atentados
de Madrid marcan un antes y un después en la evolución del activismo yiha-
dista en España, que había sido hasta entonces una base de apoyo. Desde
esa fecha, la policía española ha detenido a más de 330 personas acusadas
de actividades ligadas al radicalismo islámico. Se han desarticulado varias
redes de apoyo al GSPC y al GICM que siguen siendo las organizaciones que
mayores riesgos plantean para la seguridad del país. También se han deteni-
do varios grupos ligados a Al Qaeda en Mesopotamia. Fuentes policiales es-
timan que más de 100 jóvenes musulmanes residentes en España podrían
haber sido reclutados y enviados a Irak. Entre ellos se cita a Belgacem Be-
llil, de origen argelino, responsable del atentado suicida que acabó con la vi-
da de 16 soldados italianos en Nasiriya. La creación de Al Qaeda en el Ma-
greb y las continuas alusiones a Ceuta y Melilla son señales de alarma.
Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado han realizado un importan-
te esfuerzo en los tres últimos años para mejorar sus capacidades en la lucha
contra el activismo yihadista, y han conseguido importantes éxitos. El núme-
ro de detenidos así lo atestigua, aunque también muestra la extensión y el di-
namismo de las redes de base. El radicalismo islámico constituye hoy la prin-
cipal amenaza para la seguridad de España. El país está experimentando una
profunda transformación demográfica y la población de origen musulmán se-
guirá creciendo en los próximos años. La falta de integración de los recién lle-
gados y los problemas de identidad de los jóvenes musulmanes españoles de
segunda generación son factores de riesgo que seguirán siendo aprovechados
por el movimiento yihadista para potenciar la creación de redes de base.

Controlar las bases


Las redes yihadistas de base constituyen hoy la principal amenaza para Eu-
ropa. Al igual que España, los principales países europeos han detenido a
cientos de activistas en los últimos años. Especialmente preocupante es la
situación de Reino Unido, cuya policía ha desbaratado en los últimos años
más de 30 tentativas de atentados. Especialmente preocupante es la situa-
ción de Reino Unido que este verano volvia a sufrir nuevos ataques en sus
aeropuertos por parte de redes yihadistas constituidas en el propio país,
Juan José Escobar Stemmann 77

aunque afortunadamente sin causar víctimas. La policia británica ha desba-


ratado en los últimos años mas de 30 tentativas de atentados.
Aunque el modelo organizativo de las redes de base conlleva importan-
tes ventajas, también presenta grandes vulnerabilidades. La escasa profesio-
nalidad de sus miembros y la necesidad de abrirse al entorno para poder
captar recursos humanos y materiales han permitido la desarticulación anti-
cipada de numerosas redes. Las fuerzas de seguridad europeas deben seguir
infiltrando las organizaciones yihadistas y controlando las redes sociales
que utilizan para captar nuevos militantes.
Todavía hay mucho que hacer en la comprensión de los procesos socia-
les que están fomentando los sentimientos de agravio y la radicalización de
una parte de las comunidades musulmanas que viven en Europa. No sólo se
necesitan medidas para garantizar la correcta integración de la población de
origen musulmán, sino una decidida actuación para hacer frente a una ideo-
logía que disfraza de contenido religioso un mensaje radical que se nutre de
la frustración y la desesperación.
El conflicto es ante todo un conflicto de ideas. El reto es hacer frente a
la extensión de la ideología yihadista y, para ello, se precisa la colaboración
de las comunidades musulmanas residentes en Europa. Éstas deben ser
conscientes de que el activismo yihadista es su principal enemigo, por lo
que deben abandonar la ambigüedad y el doble lenguaje e implicarse más en
la lucha contra el movimiento yihadista global.

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