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Busco una palabra

Mario Bonilla
A todas las personas que me han servido de inspiración.

A todas las personas que, al conocer el producto de mi


inspiración, se sientan identificadas, o, por lo menos,
conmovidas.

Mario Bonilla

2
He aquí una recopilación de palabras que no siempre riman, ni tampoco logran siempre
expresar lo que siento, pero que de alguna manera representan el final de una búsqueda.

Busco palabras comunes, que al combinarlas con otras, produzcan impresiones


duraderas.
Busco palabras mágicas, que al pronunciarlas, causen espejismos.
Busco una palabra que sea a la vez una idea, una ilusión, un recuerdo.

La búsqueda continúa.

Mario Bonilla © 2009

3
En orden de aparición
VERSOS

Haiku Röntgen
Plagio
Nuestras Vidas
Simple
No me olvides
Recuerdo aquellos días
Debo ocultarme
Todavía
Qué fácil sería mentirte
Creo que son once
Sellemos este pacto
Proyecto número uno
Hoy quiero cantar
Ha llegado la hora
Van a hacerme falta
Recuerdos
Quiero escribir un verso
Inextinguibles
Cuando estás ausente I
Cuando estás ausente II
Cuando estás ausente III
Cuando estás ausente IV
No hace falta la luna (cuando estás ausente V)
Cuando estás ausente VI
4
Cuando estás ausente VII
Me faltabas tú
Sal
Soledad
Tantas veces
El invierno fue implacable
He detectado un aumento
Las brasas de tu rastro
Los medios
A los niños
Busco una palabra
Mi última esperanza
Psicología del verso
No me Quites Tus Palabras
Haiku Secular
Haiku para un nuevo milenio
Haiku Definitivo

PROSAS
Espero con un corazón negro en el bolsillo. Dedicatoria. Días hipotéticos. La mesa del comedor.
Soy tu pierna. Mimetismo experimental. El día que me dejes (noche de jueves de agosto). En tu
cuarto hay un espejo. Se acabó el exilio. Noche de viernes. El anatomista. En tiempos de muerte.
De siglos y milenios. Caminar bajo la lluvia. Solamente pienso en ti cuando es de noche.

5
Haiku Röntgen*

Berta, tu mano

vi huesuda, otoñal

y transparente.

*
El ocho de noviembre de 1895, el profesor Wilhelm Conrad Röntgen, rector de la Universidad de
Wurzburgo, hace un importante descubrimiento científico: una misteriosa emanación capaz de mostrar
las partes invisibles de la mano, como sus huesos, a la vez que no deja ver las que se observan a simple
vista, como la piel. Convencido que al revelar este fenómeno podía ser considerado como un loco,
concentró todos sus esfuerzos en confirmar la presencia de estos rayos, a los que llamó X, por su
naturaleza desconocida. No descansó hasta obtener la prueba definitiva: un registro fotográfico de la
mano de su esposa Anna Bertha.
Aunque hacer la primera radiografía jamás tomada de una persona le significó al profesor Röntgen la
evidencia de que no estaba alucinando, la visión de sus propios huesos fue para su esposa una aterradora
experiencia, casi una premonición de la muerte.
El 10 de diciembre de 1901, se organizó la primera ceremonia de entrega de los premios instituidos por el
científico y filántropo Alfred Bernhard Nobel, como reconocimiento a la «mayor contribución en
beneficio de la humanidad» en diferentes áreas. Por su descubrimiento, Wilhelm Conrad Röntgen fue
galardonado con el primer premio Nobel de Física, el cual recibió de manos del Príncipe de la Corona de
Suecia, en el Gran Salón de la Academia de Música, en Estocolmo.

6
PLAGIO
Yo no sé por qué los poetas
se entusiasman
con cosas tan pequeñas
como un pétalo
o peor aún
una minúscula gota
del tamaño de una lágrima
lágrima, al fin, hecha neblina.

Tampoco imagino cómo


de un blanco y lejano satélite
sale tanta inspiración
ni cómo se hace
para usar palabras tan gastadas
como flor, noche y estrella
o boca, piel y seda
sin sonar redundante

no sé nada de esto
no siento nada
al ver un amanecer
las sonrisas me resbalan
no me erizan las miradas
y a la luna
la prefiero nueva

no entiendo nada de esto


yo sólo copio
frases muy trilladas
plagio a los sensibles
a los tristes y acongojados
a los enamorados
a los que no duermen

plagio a los poetas


cuando te sueño
plagio a los ausentes
cuando te escribo
pues yo de este oficio
no entiendo nada.
7
NUESTRAS VIDAS

Tus ojos y los míos


se pierden entre sueños
se bañan en las lágrimas
de nuestras ilusiones

nuestros labios
se pierden entre versos y canciones
y callan
cuando son necesarias las palabras

tus penas y las mías


nos confunden
pero nos consuelan
cuando las compartimos

tus manos y las mías


se entrelazan, se acarician
y nos llenan de alegría
cuando trabajan juntas

nuestras vidas
se contemplan desde lejos
y se preguntan
si podrían ser una sola.

8
SIMPLE

Invencible
como un río
que se abre paso
entre las rocas.

frágil
como la espuma de las olas
que tapiza la arena
de las playas blancas

como una mariposa


que con sus alas
cubre de destellos
todos los jardines

como un águila
sobre el horizonte

Inalcanzable.

Increíble
como una flor
que aún marchita
conserva su perfume.

Simple
como la mirada de un niño
como el rocío
que cubre los pétalos

como saber
que yo te quiero

9
NO ME OLVIDES

Justo antes de entrar a clase


dibujé en su cuaderno
una carita

que no me salió feliz


sino asustada.

-Para que no me olvides-


contesté a su mirada.

Entonces tomó mi lápiz


y trazó en mi cuaderno
siete perfectas bolitas
formando un círculo.
Del centro bajó una raya
le agregó hojas, algo de césped.

Esta flor - me dijo -


se LLAMA nomeolvides

Lo que no me acuerdo
es de que se habló
en esa clase.

10
RECUERDO AQUELLOS DÍAS

Recuerdo aquellos días


en que nos mirábamos
y sonreíamos.

Recuerdo que alguna vez quise


tenerte entre mis brazos
Recuerdo haber soñado con tus besos.

Tal vez no pueda olvidarte


olvidar tus sonrisas
tus miradas
tu forma tan especial
de hacerme sufrir.

Recuerdo aquellos días


en que nos mirábamos
Hoy me he dado cuenta
que siempre has estado lejos.

11
DEBO OCULTARME

Debo ocultarme
entre rosas y orquídeas
para conservar, aunque distantes
mis esperanzas.

Debo ocultarme
entre versos y perfumes
para mantenerme, como siempre
fuera de sitio

Me he ocultado
en la melancolía
para no perderte
para no olvidarte
para tenerte, aunque sólo en sueños,
junto a mí.

seguiré oculto
con tu recuerdo
y llevaré conmigo
tus penas, tus triunfos
y los momentos que pasamos juntos.

me hallarás oculto
en mis sentimientos
en cualquier momento
o quizás muy tarde
como el recuerdo
de aquel que te amó
y te amará siempre

12
TODAVÍA

...llevo tu mirada
en mi pensamiento
guardo tu sonrisa
con mis alegrías...

todavía
te llevo conmigo
todavía
llevo en mi mente
tu recuerdo

llevo tus sonrisas


con mis alegrías
guardo tus tristezas
con mis pensamientos

todavía
paso las noches
soñando contigo
todavía
te quiero conmigo

quiero tus sonrisas


con mis alegrías
quiero tus tristezas
junto con las mías

todavía
y para siempre
llevaré tu corazón
al lado del mío

13
QUE FÁCIL SERIA MENTIRTE

Sería fácil decirte


lo mucho que te quiero
si por ti nada sintiera

sería fácil mentirte


si no te llevara conmigo
si no me gustara
estar contigo

sería fácil decirte


cuánto te quiero
si no deseara
estar junto a ti

si no temiera
que tú por mí nada sientas
si no deseara
que tú también...

Si no me gustaras
qué fácil sería
decirte: «te quiero.»

14
CREO QUE SON ONCE

Esa mañana
llegamos temprano al colegio
y pudimos jugar
mientras comenzaba el día.

Con sus manos se tapó la cara


y mirándome por entre sus dedos
preguntó cuántas pecas tenía en la nariz

dije creo que son once


aunque sabía perfectamente
que eran seis a la derecha
y cinco diminutas a la izquierda

en mi turno pregunté
cuántos años cumples mañana
dijo creo que son once
aunque sabía perfectamente
que eran menos de una docena
y uno más que yo.

15
SELLEMOS ESTE PACTO

Tenemos un pacto:
seremos el mejor amigo
que tendrá cada cual

y podrás acercarte a mí
y cada día tendrás
cuanto quieras de mí
en cualquier momento

y podré acercarme a ti
y cada día debo
amarte un poco menos
y quererte mucho más

Ahora que sabemos


lo que tiene cada uno
ahora que entendemos
lo que quiere cada uno

sellemos este pacto


sólo tienes que quererme
y contar conmigo
para siempre.

y yo haré lo mismo.

16
PROYECTO NÚMERO UNO

Tenía planeadas
mil formas de decirlo
inventé las razones
sin necesitarlas

había estudiado
todas las respuestas
acumulé el valor
para soportar rechazos

Encontré el momento
- no pude hacerlo:

No existe estrategia
ni plan o proyecto
para decirte
cuánto te quiero.

17
HOY QUIERO CANTAR

Hoy quiero cantar


los versos más hermosos
y llenar de sonrisas
todos tus días

quiero revivir
ese momento
en que tendiste tu mano
para ser mi amiga

quiero invitarte
a soñar conmigo
caminar nuevamente
por aquellos senderos
que conocimos juntos

porque solo no puedo


hacer más grande
esa amistad
que hemos construido.

Hoy quiero cantar


los versos más hermosos
decirle al mundo:
«tengo una amiga»

y saber
que cuando te vayas
me llevarás contigo
como se lleva un recuerdo
una canción
un amigo.

18
HA LLEGADO LA HORA

Ha llegado la hora
predecible y temida
de dejarte.

porque ahora que sabes


cuánto te ofrezco
ha llegado el momento
- ese terrible -
para que decidas

si prefieres andar
por viejos senderos
y repetir
los mismos tropiezos

o conocer conmigo
un nuevo camino
escoger no moverte
o avanzar sin compañía.

ahora que sabes


cuánto te ofrezco
ha llegado el momento
de dejarte.

volveré
cuando sospeche
que has elegido
la soledad.

19
VAN A HACERME FALTA

Van a hacerme falta


las noches contigo
esas largas noches
de jugar con tu pelo y con palabras
de ocultar deseos
y compartir silencios.

Van a hacerme falta


esas noches contigo
aquellas primeras e inolvidables
las de dejar en el alma
huellas permanentes
de invencible amistad.

llegarán momentos
de recuerdos implacables
interminables instantes
de añorar tus besos
de extrañar tus ojos
y callar angustias

En esos momentos
llenos de vacíos
voy a extrañar
acariciar tus manos con fingida indiferencia
compartir desdichas
y repartir sarcasmos.

20
RECUERDOS

Hay un lugar en mi memoria


para cada fracción de instante
que vivimos tan intensamente
para cada caricia tuya
y cada beso
para todas tus sonrisas
y para cada una de tus miradas.

Tengo mil recuerdos en mí


de mil momentos increíbles
de cautelosos movimientos
y sentimientos invencibles
de cuando tuvimos
todo el tiempo y el espacio
solamente para nosotros.

No han pasado en vano


ninguno de aquellos momentos
ni todas esas horas juntos
pues gracias a ellos
mantengo la esperanza
de vivirlos nuevamente
y compartir muchos más.

21
QUIERO ESCRIBIR UN VERSO

quiero escribir un verso


o cuando menos
dejar constancia escrita
de cuánto me trastorna
tu mirada
tu sonrisa
tu presencia.

tengo elementos de sobra


para hacer poesía:
están tus ojos,
las caricias
y tu piel junto a la mía.

también tengo tus manos,


los besos robados
y los que me regalaste
y cuento con la ayuda
de alguna que otra estrella.

pero al mezclar palabras


y sentimientos
no logro buenos versos
y apenas si obtengo
una vaga descripción escrita
de una sensación tan clara.

y si decido en cambio
decirte cuánto te quiero
sólo soy capaz
de balbucear silencios.

22
te pido entonces
que cuando escuches
mis silencios crueles
y cuando leas
mis intentos vanos

entiendas
que entre las líneas
de mis callados versos
y tras el tono
de mi insegura voz
se encuentra siempre
un franco
«te quiero tanto !»

23
INEXTINGUIBLES

llegaste
tan de repente
tan a tiempo

traías contigo
las mariposas
que vuelan por dentro

las que aún siento


cuando te siento
respirando conmigo
abrazando conmigo
el escaso tiempo
que nos han dado

anhelando conmigo
que la luz de las velas
fuera realmente
inextinguible

te fuiste
tan de repente
pero dejaste
las mariposas
que aún siento
cuando te siento
entre las velas
que enciendo

anhelando que su luz


y nuestro amor
sean realmente
inextinguibles.

24
CUANDO ESTÁS AUSENTE I

En noches como ésta


cuando miro al cielo
prefiero
no encontrar la luna
ni hallar estrellas

pues es ésta
y son ellas
las que me recuerdan
tu mirada
tu sonrisa
y aquellas otras noches
en que nos amamos

y al verlas tan lejanas


prefiero la densa nube
a la noche clara
para que no duela tanto
mirar arriba
y mirar atrás
sin encontrarte

por otra parte


en noches como ésta
cuando estás ausente
si miro al cielo
quisiera verte
en cada estrella

sentirte
al mirar la luna
y poder decirte
que me haces falta

25
CUANDO ESTÁS AUSENTE II

mis labios te buscan


en la oscuridad
mis manos te acarician
sin sentirte

mi cuerpo reclama temblando


al tuyo tan ausente
mi cama protesta
al descubrirme sin ti

mi locura por tu ausencia


me hace verte
y puedo soñar
que sigues siendo mía

también puedo hablarte


y explicarte
cuán largas son las noches
cuando estás ausente.

en mi tristeza por tu ausencia


logré alucinarte
y hasta puedo amarte
sin sentir tu cuerpo.

26
CUANDO ESTÁS AUSENTE III

Te aluciné olvidándome
y en mi locura por tu ausencia
justifiqué tu odio

escuché tu voz
diciendo nunca vuelvas,
ya no quiero verte.

Desperté dudando
que todo fuera un sueño.
Busqué tu cuerpo
y al no encontrarlo
confirmé llorando
que me habías dejado.

Te aluciné volviendo
y en la locura de tu ausencia
encontré tu cuerpo
lo recorrí sudando

escuché tu voz
diciendo amante,
te espero siempre.

desperté temblando
de un terrible sueño
y aunque ausente
te besé en la frente
y te seguí amando.

27
CUANDO ESTÁS AUSENTE IV

Cuando estás ausente


y no puedo verte
cierro mis ojos
para recordarte

lloro y me desnudo
para identificar tus partes
en mi cuerpo
y saborear tus lágrimas
en mi delirio

busco en el ambiente
los detalles para acercarte
encuentro tu retrato
una trompeta
y un violín azul celeste

miro nuevamente
la imaginación me ayuda:
que cada atardecer
carezca de color

y que cada nuevo día


sea igual al anterior
para que al volver a verte
todo parezca un sueño

para que al encontrarte


pueda volver a amarte
y que todo sea
sólo un largo día sin ti.

28
NO HACE FALTA LA LUNA (CUANDO ESTÁS AUSENTE V)

para pensar en ti
no hacen falta la luna
ni sus reflejos de plata
sobre las indecisas olas
del mar que nos separa

para recordarte
me sobran las estrellas
y no parecen necesarias
las largas caminatas
por inmensas playas

para amarte
no importa que el sol no caliente
ni que se acaben las playas
sólo hace falta
saber que existes

para sentirte
cuando estás ausente
no hace falta
detener el tiempo

basta con mirarte


en mis propios ojos
y tener presente
que somos uno solo.

29
CUANDO ESTÁS AUSENTE VI

en las noches sin ti


las horas duran más
y trato de acortarlas
soñando con tus besos
inventando largas alas
para volar hasta ti

en las noches sin ti


la lucha es intensa
el tiempo se hace denso
la distancia inmensa
y avanzo lentamente
hasta el amanecer

en los días sin ti


hacen falta minutos
para disfrutar el sueño
de verte en las nubes
y de vernos juntos
construyendo nidos

soñando con tus besos


terminaré venciendo
a las largas noches
en que estás ausente
y a los cortos días
en que creo verte.

30
CUANDO ESTAS AUSENTE VII

Porque ahora
tocar tu cuerpo
respirar tu aliento
y besar tu pecho
ya no es un sueño

porque al volver
puedo vivirte en verso
y abrazarte
sin tener que inventarte a mi lado

porque te encuentro amante


adorable
y azul celeste

porque cuando estás ausente


no me bastan los sueños
para verte

porque ya no hace falta la luna


para amarte

no volveré a dejarte.

31
ME FALTABAS TU

yo que pensaba
que fácil
era palabra común
cuando de amor se hablaba

pero llegaste tú
para enseñarme
que fácil y amor
no siempre riman

y que incluso a veces


cuando se acercan
pueden producir dolor

pero llegaste tú
y me enseñaste
a enamorarme

y me llevaste a caminar
por donde yo soñaba
y conocimos juntos
el dolor de amar

y descubrimos juntos
que fácil puede ser
una común palabra
cuando de amor se habla

y logramos ver
cómo fácil y amor
pueden producir calor

32
y que incluso a veces
al acercarse
producen intensa luz

yo que pensaba
que ya había visto
toda la luz

me faltabas tú

33
SAL

Anoche soñé
que sentado en tus mejillas
contemplaba el azul
de tus ojos de cielo

y mientras buscaba nubes


para inventar siluetas
brotó un manantial
de tristeza líquida
que me arrastró furibundo
hasta tus labios.

Entonces creíste
que a tu vida
le doy sabor a lágrima.

34
SOLEDAD

eres grande
pero cabes en mí
eres luz y penumbra
eres cálida y fría
y sin embargo
me gusta tu abrigo
tu compañía
tu forma de jugar conmigo

eres espejo
reflejo
y caleidoscopio a la vez
me transportas
como a uno de tus cristales
y me das
tus sueños sin final
para terminarlos
mientras me duermo

eres fiel
cruel
y sin embargo
eres mi amiga,

Soledad.

35
TANTAS VECES

Tantas veces lo he visto al mirarla


que ya adivino en sus ojos el brillo
que le causa sólo imaginarla

Tantas veces lo he visto estudiarla


que he visto en sus ojos al verla
el secreto deseo de abrazarla

Varias veces lo he visto al mirarla


y lo he sorprendido soñando
que ella quisiera mirarlo

y al verla jugar con su pelo


ha querido sentir en sus manos
las de ella rozando su cuello

tantas veces sentado con ella


lo he visto mirando sus labios
- secreto deseo de besarlos -

tantas veces lo he visto al mirarla


que al ponerme en su sitio y mirarte
he sentido lo mismo que él

36
EL INVIERNO FUE IMPLACABLE

Aunque vivo en esta franja de planeta


en donde no existen estaciones
se que descubrí la primavera
en su aroma de flores
la suave caricia del sol en su pelo

Me entregó el ardor del verano


con su mirada azul
y su sonrisa despejada
una estación de días hermosos
cuerpos amantes y sudorosos

como era de esperarse


hubo también días de lluvia
y nubes de melancolía
en el otoño sus ojos eran grises
su mirada triste y lejana

por fin llegó la estación fría


que me heló médula y alma
- el invierno fue implacable -
pues descubrí que a ella
ya no le gustan mis versos

37
HE DETECTADO UN AUMENTO

He detectado un aumento
en el brillo de tus ojos
y sé que es mucho más alegre
la sonrisa que hoy llevas

He notado que el sol


siempre te acompaña
y que cuando te alejas
te llevas su calor

He detectado un aumento
en la distancia entre los dos
pero aún siento a mi lado
el calor que ya me has dado

He detectado un aumento
en el brillo de tus ojos
pero no quiero que en estos versos
escuches tristes lamentos

tan sólo intento decirte


que el nuevo brillo en tu mirar
y tu sonrisa más alegre
aún dan a mi alma calor.

38
LAS BRASAS DE TU RASTRO

En la intangible inmensidad de la tristeza


la soledad se mide con palabras.
Para poder cantarle a la tristeza
habría que llorar con lágrimas de sangre.

Tendría que escribir un largo verso


después de cada noche de tormenta.
Tendría que hablar con voz de trueno
para ensordecer al mundo con mi grito.

Tendría que tener la fuerza del relámpago


para iluminar en un segundo mil caminos.
Tendría que romper muchos espejos
para espantar todos tus fantasmas.

Tendría que quemar tantas de tus cartas


para incendiar todos tus recuerdos.
Tendría que pisar descalzo las brasas de tu rastro
y asfixiarme en el perfume de tu humo.

Tendría que olvidarte a mi lado


para volver a caminar sin sentir miedo.
En la impalpable dimensión de la tristeza
Habría que dar los pasos con palabras.

39
LOS MEDIOS

Me he enterado por los medios


que es posible ahora
escribirle a los violentos
para decirles no más
para pedirles la paz
ese intangible
que se mide en presos
que se pesa en muertos
que se cuenta con lágrimas de revólver

tantas balas perdidas


cuántas vidas perdidas
tantas voces calladas
cuántos nombres perdidos

Por supuesto los medios


quieren ser protagonistas
en esta nueva cruzada
quizá para compensarnos
por tanta mirada cómplice
disfrazada de primicia
por tanta pregunta estúpida
disfrazada de noticia

¿reconoce este cuerpo, madre?


¿le trataron bien, secuestrado?
¿cómo se siente?
al ser liberado
o al saber a su hijo muerto, señora

cual si fueran medios


se justifican los fines
cual si fueran fines
se justifican los medios

40
me he enterado por los medios
el efecto de los gritos
sobre los sordos
la reacción de los ciegos
a las ráfagas de luz
el resultado de escribirle
a los analfabetas
o el de entregarle palomas
a los buitres

cuántas cartas escritas


tantas letras perdidas
cuántos medios perdidos
en tantos charcos de sangre.

41
A LOS NIÑOS

A mis hijos
quisiera hablarles de gigantes
y enseñarles
a descubrir sus huellas en las rocas.
Quisiera sorprenderlos
con dinosaurios inextinguibles
y mostrarles la magia
en el vuelo de las gaviotas.

Quisiera también contarles


historias de valientes
y de cómo hay algunos
que llaman héroes
a los que logran
la primera sonrisa
de los niños

A los niños
quisiera enseñarles
a encontrar las más brillantes estrellas
y contarles las leyendas
de los seres que recorren los cielos.

Quisiera inventarles historias


de grandes felinos
y de bosques encantados

y contarles
de una misma pluma
que sirve al ave
para adornar su cortejo
y al guerrero
para anunciar la batalla.

42
También les contaría
que no hay tristeza
en cada lágrima
y que no es alegre
cada sonrisa.

A los hijos que no tengo


quisiera enseñarles
a decir mi nombre.

43
BUSCO UNA PALABRA

Busco una palabra


que aún no haya sido escrita
que no se encuentre
entre páginas clásicas

que no esté tallada


en la corteza de un árbol
ni en la banca del parque.
Que no aparezca traviesa
en una hoja de cuaderno.

Busco una palabra


que defina al calor
que evoque alegría
y me recuerde tu sonrisa.

Una palabra
parecida a la ternura
que tenga el color de la miel
y el mismo brillo de tus ojos

una palabra
con la que un poeta
nombraría a una estrella
una palabra tan fuerte
como un abrazo nuestro

sólo hay una palabra


dulce como una canción
sólo una que cuando pronuncio
me llena de emoción

esa palabra eres tú.

44
MI ÚLTIMA ESPERANZA

si lograra dibujar
tu sonrisa matinal
tu retrato sería
una noche estrellada

si pudiera retener
la fiebre que en tu cuerpo
con cada abrazo siento

-el incendio que inicio


con cada beso-

el invierno sería
como el fresco delirio
de un suspiro tuyo

si pudiera describir
lo que al tocarte siento
mis palabras serían
una audaz sinfonía

si tan sólo quedara


un brillo en la distancia
-una última esperanza-
esa luz serías tú.

45
PSICOLOGÍA DEL VERSO

Le oí decir a una psicóloga


que los niños no pueden hacer poesía
que no saben de métrica
no tienen síntesis
ni ritmo ni versos

pero he visto a mi hija


caminar en verso
mover sus manitas
con rima perfecta
y mirarme con métrica
de soneto clásico

cuando me habla
su voz es un canto
ella inventa odas
y domina el haiku

pero si me llama
no sólo me conmueve
me sacude y sintetiza
sino que confirma
mi psicología del verso:

mi hija es un poema.

46
No me quites tus palabras

No me quites tus palabras, dijo la musa al bardo

no me quites tus palabras no me dejes en silencio


mi silencio es una búsqueda
no me abandones a la noche
busca palabras para mí busco estrellas distantes
no me dejes sin palabras palabras brillantes
busco metáforas, mi musa
metáforas de ti
no hables por hablar noches estrelladas
palabras aladas
sílabas volátiles
no me quites tus palabras
mis palabras son tuyas
no me rompas a pedazos mis diptongos indisolubles
no me dejes a oscuras
busco una luciérnaga legible
no me lleves a tus cavernas un escarabajo palíndromo
no me dejes en tus túneles que acaricie mi lengua
quiero tus palabras, un eco tuyo
que zumbe en tus oídos

quiero simplemente que recites


ágiles cánticos
melodías infinitas
odas milenarias
no me quites tus palabras
no me cubras con la noche
no me dejes sin palabras

dame tus palabras musa mía toma mis palabras mi bardo


viaja a través de los reflejos refleja con ellas tus metáforas
escribe estrellas volátiles
sílabas aladas
palíndromos luminosos
diptongos cosquillosos
noches indisolubles
rompe con ellas el silencio canta con ellas en la noche

47
Haiku Secular

Viejo milenio

siglo que agoniza

acábate ya.

Haiku para el nuevo milenio

Hoy me despierto

en una nueva era

¡cuánto por hacer!

Haiku definitivo

después del final

quedan sólo recuerdos

y ganas de más.

48
Espero con un corazón negro en el bolsillo

Hace mucho frío. Voy caminando por una calle oscura. Voy hacia la casa de un amigo. El sol se

oculta tras los rascacielos. Las palomas se van hacia sus nidos en lo alto de unos edificios. El

viento lleva consigo desde las más pequeñas partículas de contaminación hasta grandes hojas de

árboles, papeles, cáscaras y basura en general. Una pequeña hoja de papel llega hasta mis pies.

Está pintada de rojo con un corazón negro en el centro. La recojo, la doblo y la guardo en mi

bolsillo.

Cruzo a la izquierda. Al fondo del callejón está la casa de mi amigo. Paso a paso me acerco a ella

y la veo con más claridad. «Soy yo, ábreme», contesto a la pregunta de «¿Quién es?» Entro. Lo

primero que veo, justo en frente de mí, allí está, es el mismo, idéntico, sí. El mismo dibujo que el

viento trajo hasta mis pies, el mismo que ahora yace en mi bolsillo está allí, enmarcado en una

pared de la casa de mi amigo.

Al salir, ya es de noche. Está muy oscuro. Doy uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho,

nueve, diez, once doce, trece, catorce, quince...

Un hombre sale de no sé dónde, se sitúa frente a mí. Me clava un puñal. Caigo al suelo. Antes de

cerrar los ojos pienso cuán lejos están de aquí. Sí, muy lejos. Papá y mamá están muy lejos. Y

yo, aquí, mientras tanto, a quince pasos de la casa de mi amigo, esperándolos, con un corazón

negro en el bolsillo.

49
Dedicatoria

«Palpamos un redondel, vemos un montoncito de luz color de

madrugada, un cosquilleo nos alegra la boca, y mentimos que

esas tres cosas heterogéneas son una sola y que se llama naranja.»

-Jorge Luis Borges, en Palabrería para Versos.

Caminaba entre los pasillos de una librería, cuando me topé con una colección de ensayos que,

treinta y cinco años después de ser escritos, eran considerados como hijos ilegítimos por su

autor. Me enteré entonces que Borges llegó a negar públicamente la existencia de El Tamaño de

Mi Esperanza, libro en el que encontré deliciosos y cítricos juegos de palabras.

Como estaba frente a la sección de diccionarios, pensé en palabras con las que me gusta jugar, y

recordé noche, seda, arco, miel y piel. Tras acariciar tu pelo y recorrer mentalmente tu cara,

pensé en pétalos y perlas, y en cómo inicias incendios con tus besos y sonrisas.

Pensé en el tamaño de mi esperanza, pequeña, cual instrumento de escribano, que se acomoda a

mi mano diestra, pero a la vez tan grande que puedo entrar en ella. Desperté de esta divagación

sosteniendo un grueso volumen en mi mano, y encontré que mi dedo índice señalaba la

definición de tu nombre.

esperanza. Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.

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Días Hipotéticos
«Así empezó nuestro amor. Es decir, el de ella y el mío. Empezó cuando
yo empecé a temer que no regresara al día siguiente.»
-Alfredo Bryce Echenique, en «El Hombre Que Hablaba De Octavia De Cádiz».

Siempre he querido escribir algo titulado «tardes hipotéticas sin ella.» Pero no debo decir
«siempre he querido,» pues, aunque a veces lo parece, no la conozco desde siempre, ni desde
ese entonces me hace tanta falta como para escribirle algo titulado así. Y si aquí se insinúa que
me hace «tanta falta», es porque tal vez ya no está conmigo, y, por lo tanto, esas tardes dejarían
de ser hipotéticas. Su ausencia comenzó hace tanto, que por ahora debe bastar con «su
ausencia» para entender aquello de «tanta falta» -la que me hace-.
Talvez fue desde aquel día cuando, entre inminentes bofetadas, parecía que yo nunca más la iba a
ver, o lo que es peor -pero mejor dicho-, que ella ya nunca más me iba a mirar. Aquí me refiero
al momento en que comencé a sentir ganas de escribir algo titulado «tardes hipotéticas sin ella»,
y no al momento en que comenzó su ausencia, aunque a veces me parece que esos momentos
tienden a coincidir.
Aquí debo aclarar que, hasta la fecha, no he entendido porqué, teniendo ella tantas ganas de
hacerlo, y yo mereciéndolo tanto, no pasaron de inminentes las hipotéticas bofetadas, pero baste
con saber que me sentí completamente abofeteado aquella tarde. También es prudente aclarar
que para ese entonces ya había comenzado «su ausencia» y se comenzaba a notar la ya
mencionada «tanta falta» que me hacía.
Pero ella no podía creerlo, porque yo parecía tan insensible y a veces tan desesperantemente
inmutable, que ella no podía siempre creer que realmente me hacía falta. Y yo no siempre pude
creer que ella muchas veces pareciera no sentirse tan ausente.
51
En muchos otros momentos me han dado ganas de escribir acerca de hipotéticas tardes sin ella y
hasta de hipotéticas tardes y noches enteras sin ella, pero el día en que he sufrido la mayor
intensidad de ganas -usando las mismas unidades con que se miden la rabia y la tristeza- de
escribir acerca de hipótesis y ausencias fue aquella

TARDE DE LAPSUS

¿Qué la llevó a llamar «nuestro» lo más suyo y tan completamente suyo? Aquí debo aclarar que
inicialmente sonó hermoso aquel «vamos a nuestro apartamento.» Lapsus genial, reconfortante,
pegajoso y fortificador de pactos y alianzas. Pero al llegar allá, a lo que el burlón
sub-?-consciente llamó «nuestro», queriendo decir «mi» -su-, casi desde el mismo instante en
que crucé su -«¿nuestra?»- puerta, sentí que todo lo que me rodeaba era completamente suyo y
en absoluto mío. Lapsus histórico, lapsus cruel y abofeteador.
La cama de las Américas, destendida, lejana y por ese día convertida en la cama de la Antártida.
La lámpara de mil colores, por ese día pálidos y todos tan parecidos al gris. El escritorio gigante,
esa tarde más grande que nunca y más lleno de cajones cerrados, llenos de ella y sólo para ella.
Sus libros tan llenos de sus recuerdos. Su teléfono, distante, indiscreto y tan lleno de voces sólo
para ella; la manzana con dueño que no debía yo morder y tantas y tan crueles evidencias de
dueños mucho más dueños de todo aquello que yo, quien con mi mano completamente suya en la
suya tan completamente suya observaba, mientras tomaba en su taza de su té, y escuchaba,
mientras lloraba por dentro, lo único que parecía no serme ajeno: la lluvia que me esperaba
AFUERA.
Aquí debo aclarar que, hasta la fecha, no he entendido por qué, sin tener ella ganas de hacerlo, y
yo sin merecerlo, pasaron de inminentes las bofetadas que nunca me dió, pero baste con saber
que me sentí completamente torpe aquella tarde.
Mis días hipotéticos sin ella habían comenzado hacía tanto...
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La Mesa del Comedor
Porque esa mañana, como todas las otras mañanas, había escuchado en la radio, esa negra y

grande radio que cuando joven le había regalado su abuelo un día, sin motivo, porque hay

regalos que no necesitan de un motivo para hacerse. Ese aparato que estaba sobre su mesa de

noche, junto a la cama, y que permanecía encendido gran parte del día y de la noche dejando

escapar melodías, disparates, novelas y noticias, noticias como la que escuchó esa mañana, y

todas las otras mañanas, de gente que moría sin motivo, porque hay muertes que no necesitan de

un motivo para suceder, como la muerte de su abuelo, aquél que le regaló la radio donde escuchó

la noticia que le hizo ir a ese gran almacén a la vuelta de la calle, ese grande y nuevo almacén

donde se conseguía de todo, incluso esas armas que se ven en las películas y que usa la gente

para matarse sin motivo, un arma como la que compró esa mañana luego de oír la radio y que

usó para dispararla sobre la mesa del comedor.

Aquella grande y reluciente mesa cuyo florero central se cayó y se rompió en mil pedazos,

aquella tarde cuando jugaba con su hermano, después de oír en la radio del abuelo una de sus

favoritas novelas de aventuras, en la que el galán huye fabulosamente de las balas de sus

enemigos corriendo veloz y ágil entre los árboles del bosque, árboles que se convirtieron en las

sillas del comedor, una de cuyas raíces hizo tropezar al galán en su fantástica huída, cayendo

estrepitosamente, no sin antes golpearse contra la mesa, exactamente en la mitad de la frente,

donde quedó marcada para siempre aquella grande y reluciente mesa de comedor en forma de

una pequeña cicatriz que ahora recibía un disparo sin motivo, porque hay disparos que no

necesitan de un motivo para hacerse.

53
Soy tu pierna

-Soy la fuente de la vida-, exclamó el extremo inferior del torso, con cierto tono antipático, -

dentro de mí nacen las ilusiones y la esperanza. No los necesito.

Los brazos replicaron que sin ellos no podría cargar sus ilusiones, las manos recalcaron su papel

en las caricias, los pechos resaltaron su función recreativa y nutricional, el hígado señaló su

control sobre el humor, el riñón habló de su función purificadora, el corazón mencionó su

carácter vital.

Los nervios sugirieron templanza, las tripas insinuaron prudencia, la pupila dio alguna luz al

anotar que se movían.

El cráneo, con moderación, tomó la vocería del grupo, e interrogó al pedestal que los cargaba.

-¿Y tú, quién eres? ¿A dónde me llevas?

-Soy tu pierna. Cada parte de ti es también parte de mí. Tú me nutres, me das tu humor y tus

caricias. Me purificas, me das calor, eres mi carácter vital. Sin tu voz, me invade el tedio, sin tu

peso, pierdo mi equilibrio y tropiezo. Sobre mí te apoyas, sobre mí te llevo.

¿A dónde quieres ir?

54
Mimetismo experimental

Se coloca un camaleón en una caja cuyas seis paredes internas están formadas por espejos. Al

principio, el reptil no sabrá qué hacer al encontrarse sin otro patrón que sí mismo para imitar. Se

han descrito varios tipos de respuesta ante el reto de enfrentar al espejo a quien se mantiene

ocultándose:

1) Camaleón Evasivo

Opta por convertirse en tortuga. Al abrir la caja se le encontrará retraído dentro de su caparazón

y sin intenciones de asomarse. Confirma la teoría de la transmutación de las especies.

2) Camaleón Invisible

Para pasar desapercibido se hace transparente. Al abrir la caja, ésta parecerá vacía. Algunos de

los más hábiles lograrán parecer parte del reflejo de la cara del investigador sorprendido,

fenómeno que no deja de ser interesante.

3) Camaleón Indiferente

Se niega a resolver el misterio de verse rodeado de reflejos infinitos. Cierra los ojos y espera

pacientemente a que la caja sea abierta y a ser expuesto a un ambiente más fácil de imitar. Se le

encontrará dormido.

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4) Camaleón Evasivo Tipo II

Es aquel que no sólo cierra los ojos, sino que además aguanta la respiración. Convencido de

estarlo logrando, el animal cree ver cómo progresivamente su reflejo desaparece, sin darse

cuenta que en el intento se consume lentamente junto con él. Se le encontrará tieso pero con cara

de satisfacción. Se le conoce también como el camaleón suicida.

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El día que me dejes (noche de jueves de agosto)

Creo que el día que me dejes, tú también me dirás que quieres que yo sepa que fuiste muy feliz

conmigo. Creo que ese día recordaré, sin decírtelo, que fuiste tú quien me advirtió que yo algún

día encontraría alguna razón para dejar de quererte, pero ese día serás tú la que se llena de

razones para dejarme.

Me dirás también que ya encontraré a alguien especial que sabrá darme toda la felicidad que me

merezco. Pensaré entonces que yo no quiero oír esas estupideces; te diré entonces que no me

digas esas cosas.

Te sentarás en el sofá y llorarás mientras yo voy al cuarto a recoger mi ropa y otras cosas.

Secarás tus lágrimas cuando yo cierre mis maletas. Entonces seré yo quien tendrá que sentarse al

borde de la cama, y taparé mi cara para intentar en vano ahogar mis sollozos.

Finalmente, ese día saldré, y al cerrar la puerta, sabré que tú también sentirás un gran alivio, y

quedarás convencida de haber hecho lo mejor. Y yo me iré convencido de haber sido

nuevamente incapaz de llenar las expectativas que de mí se tienen.

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En tu cuarto hay un espejo

En tu cuarto hay un espejo. En él se reflejan las cosas que me gustan. El retrato de un reflejo, una

laguna que le sirve de espejo a la noche y a la luna. Debajo, un bosquejo de cuerpos danzando.

Una lámpara de tenue luz amarilla los ilumina, les agrega movimiento en forma de sombras. Una

ventana, una puerta, una terraza en donde se respira aire fresco -mas no puro-, renovado por

vientos metropolitanos.

En tu cuarto hay un espejo. En él se reflejan las cosas que me fascinan. Tu sonrisa, la ropa en el

piso, la taza de café aún caliente. Un tríptico de cuerpos violentos y ensangrentados, una cama de

pino crujiente, en donde los cuerpos respiran húmedos y renovados, bajo la mirada cómplice de

Frida.

En tu cuarto hay un espejo. En él se reflejan las cosas que detesto. La cama arreglada, vacía de ti.

Mis ojos melancólicos, reflejo de viejos temores. Mi falta de visión. En el reflejo de un cuarto sin

ti, rondan los fantasmas de mi soledad.

En tu cuarto hay un espejo, roto en una esquina. En él los reflejos se hacen dobles. El reflejo

fracturado de Frida, casi cubista, me hace un guiño. Allí sólo se duplican las cosas que me gustan

y las que me fascinan.

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Se acabó el exilio

-Mañana regresamos-, dijo con lágrimas a su amada. -Vamos de nuevo a la patria, a la tierra que

nos vio nacer. Se acabó el exilio. Esta noche nos quedamos en el puerto, y te enseño todas las

estrellas que no veremos desde nuestro hemisferio.

La última noche en esa tierra extraña estuvo despejada y sin luna. El mar era un ondulante

reflejo índigo profundo, salpicado de las estrellas que quiso enseñarle, como si alguna vez fuera

realmente necesario encontrar el norte buscando a la constelación de la Osa Mayor, o siguiendo

a Pegaso y a Cassiopea. Le narró la historia de la hermosa princesa etíope cuya vanidad fue

castigada por los dioses al obligarla a sentarse eternamente en una incómoda silla. También le

mostró el dragón celeste que amenazaba con devorar a la bella Andrómeda, y le contó acerca de

los demás héroes del firmamento.

Con una botella de vino acompañó el mitológico recorrido de las distantes luciérnagas

zodiacales. Inventó constelaciones y le describió a los más valientes aventureros, sus luchas

contra descomunales monstruos y malévolos gigantes. Le dijo que la brisa arrastraría sus

palabras hacia el mar, que las olas se llevarían esas historias sobre sus espumeantes crestas.

-Tendríamos que ir a la playa en nuestro país, quizás volvamos a encontrar estas historias que

hoy te invento. Con tu ayuda podría incluso escribirlas, ¿no crees? Alzó la botella y tomó

una gran bocanada de vino. Dejó parte del trago en su boca, y saboreó su sutil amargura

antes de besar a su amada.

Aquella noche septentrional nunca llegó a ser negra. El inquieto espejo azul profundo se

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transformó lentamente en púrpura, y el cielo poco a poco adquirió la claridad suficiente para

opacar las estrellas en su luz naranja. El último destello visible antes de la aparición del sol

fue el de la diosa Venus, ese lucero que con su brillo anunciaba la infalible llegada del

cochero en llamas que cada día cruzaba el firmamento. Ahora el cielo parecía el reflejo del mar,

y las nubes simulaban olas juguetonas que avanzaban hacia el nuevo día, quizás trayendo

consigo historias narradas en la noche, desde lejanas playas.

Muy cerca del puerto donde se encontraban, descubrió una gaviota monópoda descansando sobre

un poste enterrado en la arena, rodeado de mar. En ese momento abrió los ojos y apoyó

dudosa su otra pata. Cuando la última ola rompía en la base del poste, dio un pequeño salto

que la dejó flotando en el vacío, como una enorme pluma a merced del viento. Emitió un

chillido con el que confirmó el inicio de un nuevo día. El poste quedó rodeado sólo de playa, las

indecisas olas ya no alcanzaban a abrazarlo.

Contempló la botella que sostenía en su mano izquierda. En su envase verde, el siniestro

líquido oscuro le recordó la sangre en la que recientemente se había bañado. Con los dientes

arrancó el corcho y lo escupió en su mano. Tomó el último trago y de rodillas se inclinó hacia su

amada. Le llenó su boca con un beso frío y salino, observó cómo un delgado hilo de vino

recorrió su mejilla y se detuvo en el cuello blanco de su blusa. Le retiró el cabello dorado de la

cara y colocó la botella vacía a su lado. Se inclinó de nuevo y le besó los ojos y la frente. La

primera gaviota emitió un segundo chillido, que fue seguido de los graznidos de la segunda,

tercera y demás gaviotas, luego opacados por los bramidos de los buques. El cielo dejó atrás su

oscuridad y se llenó de blancas pinceladas de algodón, que todavía le recordaban las eternas
60
olas marinas.

Dos corpulentos marineros de brazos tatuados alzaron su equipaje, con la misma facilidad

con que vio flotar a las aves. Al llegar a bordo, divisó a otra gaviota en el mismo poste,

ahora abandonado por la marea. En su bolsillo, apretó el corcho cuando ésta dio un

último salto al vacío. Desde los hombros de los cargueros, el ataúd flotó hasta cubierta.

Justo antes de posarse en el suelo, pronunció su última frase en tierra extraña.

-Tengan cuidado -suspiró-, es nuestro último viaje juntos.

61
Noche de viernes

Quiero intentar contar una historia que podría pertenecer a alguna revista de historias

inverosímiles, a una de situaciones comunes, o a ninguna, aunque no sé si pueda contarla como

la siento:

Hace algunos años, conocí a una mujer cuyas extraordinarias cualidades no reconocí en ese

momento. Sin embargo, sí noté algo que me gustó mucho, que fue su sentido del humor. En ese

momento tampoco noté que llevaba la noche por cabello, en la forma de un brillante velo de

terciopelo negro, ni me di cuenta que sus manos eran grandes, ni mucho menos me imaginé que

algún día iba a amarla. Por intermedio de alguna amiga común, logramos intercambiar algunas

frases; un día le ayudé con una traducción aburridísima, otro día le dije que le prestaría una

copia de un cuento triste escrito por Cristina Peri Rosi.

Casi dos años después, le presté ese libro y otros más. El día que volví a verla me dio mucho

gusto encontrármela, pero tampoco sospeché nada esa vez. Ella acababa de llegar de vacaciones

de España, y yo de un viaje de estudios al que terminé llamando mi «exilio», por la soledad que

viví, por las ganas que tenía de regresar.

Con la fortuna de trabajar a sólo un piso de distancia, pude compartir con ella las frustraciones de

regresar de un largo viaje con la sensación de haber perdido el tiempo. A ella le causaban gracia

mis exageraciones; no podía aguantar la risa al ver no se qué gesto que, según ella, yo hacía

cuando hablaba.

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Más libros fueron intercambiados, le presenté algunos de mis intentos por escribir -bajo

seudónimo-, supe que le gustaba alguna de la misma música que a mí, y comencé a notar más y

más detalles pequeños, como los lunares que contabilicé en su cara y en su cuello. Mientras la

miraba, pensaba si realmente me gustaba. Aprendí de memoria la silueta de su nariz, me quedaba

observando sus largos dedos, noté que su pelo era muy brillante. Mis visitas a su oficina se

hacían más y más frecuentes. Me gustaba ir a hablar con ella, escucharla reír, oír de su

optimismo, tomar de su café. Mientras bebía, miraba su cara, sabiendo que a cada sorbo ella

haría una mueca con su nariz que a mí me agradaba. En esos días, sólo a mí no me parecía obvio

cuánto me gustaba.

Un día me regaló un papelito con una frase de Eduardo Galeano, que aún guardo en mi

billetera -«...y quien se acerca...se enciende.»

Una mañana de sábado de marzo, mientras iba camino a la lavandería, me crucé con ella en la

calle. Ambos nos alegramos mucho de vernos, quizá con más emoción de la que habríamos

podido anticipar, tratándose de una simple coincidencia como ésa. Nunca antes nos habíamos

encontrado fuera del trabajo, y yo no la había visto antes sin su uniforme blanco. También era la

primera vez que la veía con su pelo suelto, y sé, aunque traté de negármelo, que me gustó mucho.

Nos despedimos con la intención de hablar en la tarde, y seguimos nuestra marcha en sentidos

opuestos. Unos minutos más tarde, me encontraba hablando con la lavandera, tratando, sin éxito,

de borrarme ese encuentro de la cabeza. De pronto, por la acera de enfrente, estaba ella otra vez,

caminando desprevenida hacia el apartamento de una amiga suya, y yo todavía quisiera creer que

ella estaba pensando en nuestro encuentro. La llamé, nos saludamos de nuevo, nos alegramos de
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nuevo, y desde entonces he jugado con la idea de que ella me perseguía. De otra manera era

imposible explicar una feliz coincidencia, tan feliz, que ocurre dos veces. Sonrojada y sonriente

me juró que no me estaba persiguiendo, volvimos a despedirnos entre carcajadas, y un instante

después la vi asomándose por una ventana, desde el edificio que queda casi al frente de la

lavandería, en un intento por demostrarme que sí iba a casa de una amiga suya.

Cayó la tarde, despedí a mis visitantes, hablamos por teléfono, fui a verla. Una copa de vino, dos

copas de vino, algunos calamares enlatados traídos de España, salgamos a la terraza, tres copas

de vino, hace frío, entremos de nuevo, se acabó la botella, era la última. Sólo queda una de

champaña, ¿te gusta el champán?, le revelé el secreto de mi seudónimo. Una copa, dos copas.

¿Por qué le había regalado una copia de mis versos? Una pregunta, dos preguntas, un verso, un

beso, dos besos, tres besos, hace calor, desnudémonos, un abrazo, dos caricias. Cuatro besos, dos

cuerpos, una cama, tres copas, una feliz coincidencia. Una mañana de domingo de marzo, una

cama, una cobija, una pareja.

Encontré su nombre en versos, lo descubrí también en canciones, discursos y ensayos. Hasta en

los diccionarios encontré acepciones favorables. Encontré la noche en su pelo, descubrí

canciones en su risa, calmé mi sed en su pecho. Logré escribirle unas líneas a su nombre.

He escrito muchas líneas sobre el abandono. Tantas, que a veces me parece que en cualquier

momento voy a ser abandonado de nuevo. Esta sensación me invade cuando discutimos, aunque

sea por trivialidades. No sé describir el dolor que siento cuando la noto distante, pero sé que me

siento pequeño e incapaz. Una noche de jueves de agosto escribí algunas de esas líneas,

recordando la última vez que había sido abandonado. Inventé una escena en la que me deja y en
64
la que concluyo que me lo merezco. Cuando me insinúa que lo nuestro no tiene futuro, me siento

como en aquella noche de agosto, como una pierna amputada, un montón de carne y huesos por

el que no vale la pena detenerse a respirar. Hace cuatro días me anunció que cuando iba al

analista, ella supo que cada vez que iniciaba una relación, inconscientemente quería terminarla.

Una noche de lunes sin ganas de dormir; desde entonces pienso que en cualquier momento

vendrá un hasta aquí llegamos de su parte, y pienso que me lo voy a merecer cuando llegue ese

momento.

Esta noche de viernes me has dejado sin decirme si vas a volver. Otra noche sin sueño, una

noche de líneas prestadas y diccionarios para decirte que en esta noche de viernes sin tí me siento

como pierna sin cuerpo.

65
El anatomista

El anatomista se quedó contemplando el espécimen de músculo psoas que tenía en frente. Lo

analizó con la misma minuciosidad que había caracterizado su trabajo anterior como patólogo

forense. Lo manipuló suavemente, estudiando cada fibra, cada depósito graso.

Ensimismado en su ritual, reflexionó por un instante acerca del mejor abordaje para iniciar su

disección. Antes de cortarlo, escogió el recipiente marcado «S». Espolvoreó algunos gránulos

blancos sobre la muestra de tejido, y, con el primer corte, se inclinó levemente para percibir el

aroma del vapor exhalado por el músculo recién preparado según su preferencia -término medio-,

cuya exudación se esparció por el plato como una misteriosa mancha en la que casi podían

adivinarse los corpúsculos sanguíneos que la formaban.

66
En tiempos de muerte

En tiempos en que la vida era mucho más simple, se empleaban enormes esfuerzos en

perpetuarla, aún después de la muerte. Es el caso de Ramsés el Grande, cuyo cadáver

embalsamado fue enviado por un viaje Nilo arriba, para permitir a todos los súbditos de su

inmenso imperio el despedirse del rey, antes de reposar en la que sería su tumba. Hay relatos de

multitudes paradas a orillas del río, meses después de su muerte, llorando y desgarrándose sus

vestiduras, aún tratándose de un monarca al que probablemente nunca vieron; simplemente

sabían de su existencia.

Lo interesante es que miles de años después, cuando sabemos que la vida es mucho más

compleja, la muerte sigue teniendo el mismo misterio y nos sigue afectando mucho más a los

vivos que a los cadáveres. Aunque la sintamos más o menos cerca, sabemos de ella a diario, y

podemos aceptarla o no, fácil o no tan fácilmente como lo habríamos anticipado. En tiempos de

muerte hay dolor, pero también puede haber consuelo, o incluso regocijo por los buenos

recuerdos y por la expectativa de una nueva vida después de la que se acaba.

No importa cómo tomemos la muerte, siempre estaremos buscando motivos para dudar acerca de

nuestra reacción a ella: no lloré lo suficiente, no mantuve el suficiente control, no alcancé a

expresar lo que sentía, expresé excesivamente mis sentimientos, no alcancé a decirle...

Cada reacción es solamente eso: una reacción, y depende de muchas cosas de nuestro pasado y

de nuestro presente, así que siempre va a estar justificada.

Siempre la muerte ha dolido lo suficiente, y nos seguirá doliendo lo necesario.


67
De siglos y milenios

Cerca de cuatrocientos años antes de nuestra era, el astrónomo babilonio Metón intentó medir el

tiempo y descubrió que si utilizaba un período de diecinueve años, en el que asignaba trece

meses a siete años y doce meses a los doce años restantes, se podían usar las fases de la luna,

fácilmente visibles, como base para un calendario. Sin embargo, este calendario metónico, con

sus ciclos de diecinueve años, resultó demasiado complicado como para ser utilizado

cotidianamente.

Cerca de cuatro mil años atrás, los egipcios ya habían decidido escapar a las ataduras de un ciclo

tan difícilmente divisible como el lunar y el solar, y basaron su calendario en un fenómeno

mucho más predecible: el ritmo del Nilo. La puntual crecida anual de sus aguas determinaba los

momentos más propicios para la siembra y la cosecha. Muy pronto, los egipcios se dieron cuenta

que un sistema de doce meses iguales de treinta días, al que se le agregaban cinco días para

completar el año (días que después fueron llamados epagomenales, por no pertenecer a ningún

mes), constituía un método práctico para medir el tiempo, con la función primordial de un

calendario: ser capaz de unificar las actividades de una sociedad, lo que permitiría la cooperación

entre los individuos para la realización de proyectos comunes.

El planeta tierra da una vuelta alrededor de su eje cada veintitrés horas, cincuenta y seis minutos

y cuatro segundos. La aproximación a veinticuatro horas es una solución práctica, y a simple

vista no parecería capaz de afectar la vida de una persona. De hecho, el calendario egipcio fue

adoptado por los griegos, y sobrevivió muchos siglos, a pesar de su acumulada inexactitud. El

año solar real es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos.


68
El calendario romano antiguo, introducido por Rómulo unos setecientos años antes de Cristo,

constaba de diez meses y comenzaba con el mes Martius, en honor al dios de la agricultura

(después dios de la guerra), Marte. Septiembre debía su nombre a que era el séptimo mes; sólo

después de casi 650 años, el astrónomo Sosígenes, por encargo de Julio César, se basó en el

ciclo solar, en vez del lunar, para agregar los dos primeros meses del año y crear el calendario

juliano, en el que se fundamenta el método actual de medir el tiempo en el mundo occidental.

El cristianismo dio origen a una serie de festividades cuyas fechas debían calcularse con

precisión, para que su celebración tuviera una representación simbólica y conservara el poder de

congregación que se espera de un evento universal, como lo debe ser la celebración de la Pascua,

fiesta de resurrección que forma el pilar fundamental de dicha religión.

Una de las fechas cruciales para el cálculo del domingo de Pascua es el momento en el cual en

nuestro planeta, el día y la noche tienen exactamente la misma duración (equinoccio), fenómeno

que sucede sólo dos veces al año, marcando el inicio de la primavera y del otoño. La fecha

oficial para el comienzo de la estación que representa la abundancia, debe ocurrir siempre el día

21 de marzo. La diferencia entre los calendarios egipcio y solar implicaba una acumulación de

once minutos anuales: esto llevó a que, en el año 1582, la fecha para el equinoccio de primavera

fuera el día 11 de marzo.

En ese mismo año, por un decreto papal, dictado por Gregorio XIII, con el que pretendía

reajustar estas fechas, se ordenó que después del día 4 de octubre siguiera el día 15, con lo cual

se restablecería el orden, para que al año siguiente el equinoccio de primavera volviera a ocurrir

el día 21 de marzo. Para prevenir la reaparición de este error, se omitió el año bisiesto en los
69
años que terminan en centenas, excepto si fuesen divisibles por 400 (es por esto que el año 2000

sí es bisiesto). Como era de esperarse, hubo reacciones diversas a este decreto papal. En el

campo laboral, muchos empleadores se negaron a pagar una quincena completa, ¡ pues el mismo

Papa había eliminado diez días de trabajo ! Dentro del cristianismo, algunos se negaron a

aceptar la reforma, por el hecho de haberse originado en Roma; las colonias americanas de la

Inglaterra protestante sólo se acogieron a estos cambios casi doscientos años después del decreto

del Papa Gregorio XIII. Por este motivo, el nacimiento de George Washington, ocurrido el 11 de

febrero de 1751, pasó a celebrarse el 22 de febrero de 1752.

El debate secular que hoy sigue siendo materia de discusión –y que se hace más candente cada

vez que se aproxima un cambio de siglo, o en este caso, uno de milenio- se debió a un gran error

de un pequeño hombre, cometido en el siglo VI. Dionisio el Bajo, (Dionysius Exiguus), un

monje de baja estatura -de ahí su nombre-, a quien se le ordenó preparar una cronología para el

Papa san Juan I, decidió comenzar la cuenta de nuestra era actual con la fecha de la fundación de

Roma.

Según sus equivocados cálculos, el nacimiento de Cristo ocurrió en el año 753 A.U.C. (ab urbe

condita -desde la fundación de la ciudad [Roma]). Ocho días después del supuesto

nacimiento (¡el cual debió realmente ocurrir unos cuatro años antes de Cristo!), asignó la

celebración de la Fiesta de la Circuncisión, que desde entonces coincidiría con nuestro Año

Nuevo. Dionisio convirtió el 1º de enero del año 754 AUC en el año 1 A.D. (Anno Domini, o

Año del Señor). Suponiendo que la fecha de nacimiento fuera correcta, a diferencia del resto de

la humanidad, a ocho días de haber nacido, ¡Jesucristo ya tenía un año de vida!


70
No se cumple un año sino hasta después de doce meses de vida. La segunda década de la vida se

inicia cuando se cumplen diez años. Sin embargo, al omitir el primer año de vida de Jesucristo,

Dionisio nos obligó a que cada siglo, que corresponde a un período de cien años, y cada milenio,

que a su vez representa un período de mil años, cambie entre los años terminados en 00 y los

terminados en 01. A pesar de las preferencias estéticas o personales, como nunca existió un año

cero, según estos cálculos, el año 1999 no es el último del siglo. El cambio de siglo -y de

milenio- debe ocurrir cuando se completen cien y mil años respectivamente, es decir, el primer

día del año 2001. A pesar del despliegue de fenómenos que sí ocurrirán con el cambio al año

2000, como el posible desastre de la informática conocido como el efecto A2K, algunos

visionarios de la literatura y el cine prefirieron basar sus famosas obras -como 2001: Odisea del

Espacio, convertida en clásico del séptimo arte por el recién fallecido genio cinematográfico

Stanley Kubrick- ciñéndose al rigor matemático.

El manejo del tiempo a lo largo de los años puede resultar tan artificial como las cábalas

relacionadas con el fin del mundo como lo conocemos, o como los anuncios fallidos de la

llegada de una era apocalíptica y definitiva para todos. Aunque siempre parezca sensato hacer

planes para una vida inmediata mejor, no es necesario invertir una gran cantidad de energía

-predominantemente publicitaria- en celebraciones de fechas que no tienen fundamento ni

significado universales.

¿O acaso se equivocarán miles de millones de chinos al celebrar su próximo año nuevo

-el 4698, año del dragón- el próximo 5 de febrero?

¡Feliz Año 2000!


71
Caminar bajo la lluvia

Cuando dijo a mi me encanta caminar bajo la lluvia, sonó tan poética que la imaginé mojada.

Sentí las gotas frías de agua en sus labios y en los míos. La quise más, aunque ella no sabía que

la quería nada. Imaginé un paisaje verde, la llovizna ligera, la brisa acariciando su largo cabello

en sensuales ondas negras. Tal vez un claro en un bosque, algunos animalitos silvestres buscando

refugio de la lluvia, y ella llamándolos, vengan a caminar conmigo, desnuda bajo la lluvia. La

quise más. La deseé toda.

Cuando dijo me encanta sentir la lluvia en la cara dije a mi también, caminemos dando saltitos

felices en la campiña, toma mi mano, su blusa mojada, su pelo sensual, su boca sin sed.

Caminemos, no importa que llueva, el cielo ya está por caerse en gotas, mojémonos juntos, qué

alegría compartir esta humedad, qué sed de soñar contigo, caminemos desnudos bajo la lluvia,

juntos.

No contaba con el aguacero, los zapatos convertidos en charcos portátiles que nos perseguían

salpicando cada paso. Cuidado, viene un bus, levantó una ola que nos vistió de manchas y ahogó

la poesía imaginada. Algunos otros animales motorizados completaron la labor de empaparnos,

aguacero metropolitano, la corbata nueva, era de seda, el maletín de ejecutivo cubierto de barro

de ciudad, busquemos un refugio, la odié toda, era falso aquello de cantar bajo la lluvia, sólo a

Gene Kelly le queda bien el traje húmedo y sólo a él no se le corre el maquillaje en terribles

ondas negras. No me gusta caminar bajo la lluvia.

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Solamente pienso en ti cuando es de noche

Porque en la noche recuerdo la profunda oscuridad en la que se refleja el brillo de las estrellas, la

misma oscura profundidad que llevas por corona. Ese velo de encaje negro con que me cubres

mientras me sumerjo en ti. Esos rizos contundentes convertidos en la noche profunda que te

enmarca y te define.

Sólo pienso en ti de madrugada, cuando despierto sudoroso y febril de tu ausencia y te encuentro

a mi lado en mi sueño. Y te abrazo y cabes en mí y quepo en ti y dormimos y soñamos juntos. Y

cuento minutos, horas o segundos hasta que vuelvo a caer en el sueño en que te sueño febril y

sudorosa, conmigo o ausente, soñando despierta, soñando que sueñas.

Solamente pienso en ti cuando amanece, cuando el frescor de la mañana me acompaña y

acaricia. Cuando las primeras luces del día comienzan a revelarte y todavía duermes y no sabes

si sueñas o si de verdad es hora de seguir soñando o de seguir despierta. Cuando despierto y creo

estar soñándote y te encuentro y sé que estoy soñando.

Solamente pienso en ti cuando trabajo. Porque encuentro tu ausencia en los largos corredores en

los que oigo tus pasos y recuerdo tus visitas y las mías. Y revivo las largas charlas de catarsis de

las que nació nuestra amistad, nuestra mutua admiración, nuestro amor. Porque en el trabajo

recuerdo también esas veces que pudimos escapar juntos a tomar café.

Sólo pienso en ti cuando tomo café. Y no me canso de tomarlo, porque su aroma me trae tu

recuerdo. Porque tu mirada tiene su color y su tibieza. En el fondo de mi taza veo el color café

de tus ojos, veo la mirada en la que quiero ahogarme. Y quiero ahogarme cuando recuerdo que

no siempre he estado allí, para ti, por ti. Y porque tengo claro que no soy el mismo desde que te
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conocí, me dan celos de tu pasado, antes de mí, ¿por qué no estuve allí?

Solamente pienso en ti cuando miro mis manos. Porque en ellas encuentro los lunares que te

pertenecen y es con ellas con las que siento tu piel. Recorro con ellas tu suave textura y

encuentro tesoros que me obsesionan. Puedo ahuecarlas hasta conformar el tamaño exacto de tu

rostro; podría esculpirte en arcilla, moldearte, reproducir cada detalle, tu sonrisa de dientes

pequeños, la curva de tus labios, el arco de tus cejas, el largo de tu cuello, la redondez de tus

hombros y tu pecho, el vientre, mis caderas, tus muslos, mi cuerpo, tu sexo...

Solamente pienso en ti cuando creo que estoy soñando y sueño que estoy despierto junto a ti.

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Mario Bonilla visto por Aníbal J. Morillo, MD.

Nació en una ciudad con obelisco, algunos minutos antes de la sexta hora del día dieciocho de

septiembre de 1960. Por haber vivido muy poco tiempo en su ciudad natal, él mismo se

considera natural de Bogotá, ciudad en la que ha permanecido la mayor parte de su vida.

Desde temprana edad tuvo dificultades para comunicarse con sus semejantes, hasta el punto de

que su propia familia podía no tener indicios acerca de sus sentimientos hacia ellos, a pesar de

considerarse él mismo como un acérrimo admirador de sus ancestros, una madre

exageradamente adueñada de su papel como tal, y un padre médico, científico, y, en una palabra,

genial.

Comenzó escribiendo para sí mismo, luego escribió para que lo quisieran más, pasó por

momentos de inspiración en aras de la crítica, y ahora reconoce que escribe por muchos

motivos, mejor descritos por María Antonia Oliver:

«Los escritores dicen que escriben para que la gente les quiera más,

para la posteridad, para despejar los demonios personales, para

criticar el mundo que no gusta, para huir de sus neurosis, etc., etc.

Yo escribo por todas estas razones y porque escribiendo puedo

ser yo misma.»

En muchos momentos de su vida prefirió la soledad, a la que varias veces consideró como su

amiga, y a la que llamó alguna vez su «estado natural», explicando que dicho estado es común a

todos los seres humanos que no hayan sido producto de un embarazo múltiple.

Hay quienes afirman que uno de los factores que pudo haber favorecido el desarrollo de su
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imaginación es precisamente la gran cantidad de momentos compartidos consigo mismo, en los

que descubrió su interés por toda clase de estímulos visuales. Inventaba juegos en los que la luz,

los reflejos y las sombras eran los protagonistas.1 Para algunos, no es coincidencia su afición por

el cine y la fotografía, ni mucho menos su decisión de convertirse en un especialista médico en

imágenes diagnósticas.

En su visión del mundo, siempre debería existir una explicación para cada evento, aunque ésta

sea actualmente desconocida, o simplemente debida al azar. No hay cabida para lo que él llama

«seres extraordinarios con poderes sobrenaturales», comúnmente conocidos como dioses.

Superada –por lo menos parcialmente– su exagerada timidez juvenil, pronto descubrió que las

letras y el humor eran un canal de comunicación aceptable. Comenzó a escribir sus primeras

frases con coherencia literaria a la edad de quince años, en forma de cuentos y ensayos que

publicaba ocasionalmente en Sobre el Tapete, el periódico escolar de cuyo primer Comité

Redactor fue miembro.

En aquella época prefería divulgar sus escritos utilizando diversos seudónimos, ya sea mediante

anagramas basados en las letras de su nombre y apellidos, o aquel ridículo nombre de B. Yutreg

Kinopl, nacido aleatoriamente entre las teclas de una vieja máquina de escribir de su padre.

Muchos años después, retomaría su inclinación hacia el periodismo informal, al participar

en El Tiempo de Relajación, un proyecto de periódico que distribuía en su trabajo, y en el que

hacía las veces de autor, diagramador, redactor y editor.

1
Alejo Molleros Binatarazi: Mario Bonilla: Aproximación hacia un Voyeurismo Pragmático.
Editorial Visión. 1978.
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Aunque ha dicho que preferiría escribir en prosa, a Mario Bonilla se le conoce más por el uso de

frases cortas, de longitud variada, rima sospechosa y métrica dudosa, estilo éste que se ha

constituido en su forma de expresión predominante y que ha llegado a ser considerado por

autocríticos de su obra inédita como «poesía»2.

Sus principales escritos –todos inéditos hasta ahora- han sido recopilados y distribuidos

informalmente entre sus amistades bajo títulos como «Anotaciones Vitales» , «Proyecto

Número Uno y Otros Versos en Proyecto» y versiones previas de «Busco Una Palabra».

Sus anotaciones están basadas en hechos reales o ficticios, están inspirados en una o varias

personas y han sido logradas por una combinación de ingenio, palabras y suerte. En Mario

Bonilla es fácil identificar varios estilos, frecuentemente inspirados en técnicas previamente

divulgadas por reconocidos escritores. Para aproximarse a Bonilla, es preciso tener en cuenta

que el autor ha eliminado el orden cronológico en sus escritos, pretendiendo aislarlos de sus

momentos de crisis vitales. La mejor manera de comprenderlo, si esto fuera uno de los objetivos

del lector, puede ser el dejar al azar el orden en que se lee a Mario Bonilla.

Esta recopilación incluye textos escritos desde 1976.

Mario Bonilla es el seudónimo anagramático de Aníbal Morillo: médico, radiólogo, verbófilo, soñador. Excepto
donde se anote explícitamente, cada una de las palabras aquí anotadas y la manera de combinarlas representan un
esfuerzo original del autor.
…más de Aníbal J. Morillo en: http://www.ajmorillo.blospot.com , en: http://www.palviento.blogspot.com
y en http://www.scribd.com/ajmorillo , por ahora…

2
B. Yutreg Kinopl : Mario Bonilla: Una nueva forma de poesía. Revista Ensayos y Errores.
1977.

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