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SAGRADA FAMILIA DE BURDEOS

FORMA DE TRABAJO

+ Profundización personal

+ Puesta en común en Grupo/Comunidad

+ Reuniones intervocacionales que se


convocarán en su momento.
CONTENIDO

Presentación 2
1. UN MUNDO DE RELACIONES 4
1.1 El mundo en que vivimos 4
1.2 Las buenas relaciones y la felicidad 6
1.3 El Dios Trinidad, relación, amor 7
1.4 La encarnación redentora, comienzo de
un nuevo mundo de relaciones 9
1.5 Nuestro Fundador y el mundo de relaciones 11
1.6 Colaboradores en el proyecto de Dios para
la humanidad 12
Cuestionario para la reflexión personal 16

2. PERDON Y RECONCILIACION 17
2.1 Ruptura de relaciones 17
2.2 No confundir perdón y reconciliación 18
2.3 Perdonar no puede ser una obligación 20
2.4 Perdonar no consiste en traspasarle la
responsabilidad a Dios 21
2.5 La reconciliación hace crecer al ofensor 22
2.6 La reconciliación hace crecer al ofendido 23
2.7 La reconciliación con Dios y con los hermanos 24
2.8 Las heridas como fuente de reconciliación 27
2.9 Es Dios quien inicia la reconciliación 30
2.10 El humilde perdón del Dios de Jesús 31
2.11 La mediación de la Iglesia 32
Cuestionario para la reflexión personal 34

3. FUENTES DE ENERGIA 35
3.1 La fuerza de actuar juntos 35
3.2 La formación 36
3.3 Oración y contemplación. 36
3.4 La palabra 37
3.5 La eucaristía 38
3.6 Nuestra Familia 38
Cuestionario para la reflexión personal 40
1
Presentación

Queridos hermanos y hermanas:


Nuestro último contacto con vosotros fue con ocasión del
cuadernillo verde de junio de 2007 con las reflexiones y respuestas,
grupales e intervocacionales, sobre “El grado de realización de los
compromisos de Ohárriz”. Esperamos que disfrutáseis con su rico
contenido que es ni más ni menos que el reflejo de nuestra propia
vida.
Ha llegado el momento de profundizar el Punto de Encuentro
3, que todos recibimos en otoño de 2005. Su contenido recoge lo
vivido por el Consejo de Familia en Roma en su reunión del 14 - 18
de marzo del 2005, con el tema “Unidos por un Mundo Nuevo de
Relaciones”. Para profundizarlo os proponemos lo siguiente:

¾ Trabajar este documento que os presentamos que está


basado en el artículo de las hermanas contemplativas
páginas 62 - 79 y publicaciones de otros autores.

¾ El resto, mediante lectura personal y si algún grupo o


comunidad lo desea, compartirlo en alguna reunión. La
primera parte es una manera de dar a conocer lo que cada
vocación dice de sí misma a nivel mundial. La parte final,
consta de dos artículos que sobre nuestra espiritualidad
presenta la hermana apostólica Áine Hayde.

En la carta que el Consejo de Familia nos envió a todos los


miembros de la misma, (marzo de 2005, recogida en la página 105
del Punto de Encuentro 3), nos dicen:

“Como consejo de Familia hemos decidido pedir a todas las


vocaciones, en los diferentes países, que se den los pasos
necesarios para crecer en la calidad de nuestras relaciones,
poniendo el acento en vivir la mansedumbre evangélica, la
reconciliación, la escucha y la comunión.”

2
Recogiendo esta propuesta y para avanzar por este camino,
los Responsables de las cuatro vocaciones en España nos
proponen que el tema del VIII Encuentro de Familia a celebrar en
julio del 2009 sea “TEJIENDO LA RECONCILIACIÓN PARA LA
COMUNION”.

Con este folleto se pretende ayudar a que nos asomemos a


este tema desde el artículo de la Hermanas Contemplativas ya
mencionado y de los siguientes textos escogidos entre otros:

- “Como Perdonar” libro de Jean Monbourquette, OMI.


- “Reconciliar” ponencia de Juan María Uriarte (Obispo de San
Sebastián) en la XIV Semana Social “Ricardo Alberdi”.
- “Una espiritualidad de reconciliación” artículo de Robert Schreiter,
C. PP.S. Profesor de teología en la Universidad Católica de
Chicago y en la Universidad de Nijmegen, Paises Bajos.
- “El Sacramento de la Reconciliación” de Dionisio Borobio.
Artículo en Pliego de Vida Nueva números 2.205 y 2.207.
- Calendario 2008 de la revista “GUGERAT”.
- Citas bíblicas: cfr.

Un abrazo,

LA COMISION DE FAMILIA

Lidia Lizárraga Nekane Sagastibelza

Pilar Serrano Valentín Sainz

3
1. UN MUNDO DE RELACIONES

1.1 El mundo en el que vivimos.

Tratemos de echar una mirada a nuestro mundo ¿qué es lo que


vemos? Lo que vemos es un cuadro de grandes contrastes en sus
valores.

ƒ Hay abundancia de riqueza y de recursos... mientras el


hambre, la pobreza y la miseria obliga a millones de
personas a vivir en condiciones trágicamente inhumanas.
ƒ Vemos ante nosotros grandes avances de la ciencia y de la
tecnología... mientras que estos tienen en cuenta y atienden
únicamente a las necesidades de algunos, omitiendo y
dejando en el olvido a la mayoría.
ƒ Los medios de comunicación están llegando a ser cada vez
más poderosos... pero con frecuencia no contribuyen a
construir relaciones sólidas entre los pueblos y las
naciones.
ƒ Hasta hoy nunca el hombre y la mujer han sido tan
vivamente conscientes de su libertad... al mismo tiempo que
caen en la trampa de las nuevas formas de
esclavitud social y
psicológica. Frecuentemente es más
ƒ ¡En cuántas partes del breve y más útil adaptarse
mundo, todavía hoy, a otros que hacer que los
las mujeres están tra- demás se adapten a
tadas como seres nosotros. (LA BRUYERE)
humanos inferiores!

ƒ La globalización que contribuye a un sentido de


interdependencia entre los seres humanos, falla cuando se
trata de elevar la dignidad de la persona y la identidad
particular de los pueblos. El proceso de globalización dirige
4
la sociedad hacia el trabajo para la ganancia económica
solamente, controlando, marginando y explotando al pobre
cada vez más.
ƒ Hay una tremenda solidaridad global en tiempos de
calamidad, de desastres naturales, (Cf. Tsunami) pero
cuando las cosas vuelven a la normalidad ¿Cuántos
pagarían impuestos un poco más elevados para erradicar la
pobreza?
ƒ Hay una aspiración por la unidad y la solidaridad... pero las
gentes y las naciones se vuelven unas contra otras
enfrentándose en conflictos de poder político, económico,
conflictos raciales, en los que las mutuas desconfianzas y la
enemistad tienden a rebajar lo más humano de la persona.
ƒ Una sociedad de consumo con un sistema económico que
invade hasta el punto de seguir creando todo tipo de
necesidades y carencias, dejando consumidores en
perpetua insatisfacción,... mientras la miseria y la penuria
de muchos millones queda desatendida.
ƒ El miedo, la inseguridad, el peligro de destrucción por armas
nucleares y biológicas, va aumentando. Con el terrorismo
internacional, ningún lugar, ningún país, parece estar a
salvo y seguro (11 de Septiembre).
ƒ Hay desorientación, crisis de sentido del ser humano, distor-
sión del amor humano, falta de respeto por la vida humana.
ƒ Hay una incapacidad de distinguir valores pasajeros de
valores permanentes.. .
Y la lista podría continuarse...

Con esta mezcla de valores y contravalores “el mundo moderno


aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor,
pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la
esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el
odio, la paz o la guerra... vivir o morir" (Gaudium et Spes, 9)

5
1.2 Las buenas relaciones y la felicidad.
Lo que caracteriza la esencia del ser humano es la relación. “El
hombre (varón-mujer) es un ser relacional”. El bebé, recién nacido,
o el adulto disminuido psíquico que no puede usar la facultad de la
razón, necesita el contacto, la relación. El ser-en-relación es la
condición, sine qua non, para el crecimiento y el desarrollo de cada
ser humano. Una relación se inicia, nutre y está abierta al
crecimiento sin límites. Hay felicidad donde hay buenas relaciones a
todos los niveles. Podemos verificarlo en nuestra propia
experiencia. Cuando las relaciones interpersonales son buenas, las
personas pueden ser felices aunque sean pobres o estén enfermas.
Por eso hoy, la psicología está tomando una importancia como
nunca la había tenido hasta ahora, estableciendo, restaurando,
favoreciendo, alimentando, buenas relaciones, como objetivo
esencial. Una vida plena y libre, digna, a la que cada corazón
humano aspira, solo puede
existir donde hay relaciones
humanas auténticas. Ese es HAY FELICIDAD DONDE
el proyecto del Dios Creador HAY BUENAS RELACIONES
para la humanidad ¿no es A TODOS LOS NIVELES
cierto?.
Toda la historia de la salvación, toda la Biblia, está atravesada por
esa realidad relacional. Hay un hilo conductor: Dios Creador, que
siempre está creando, es el Señor de la historia, del universo, que
hace al hombre, a la mujer, partícipes continuos en esta creación.
(Cf. Gn 1-2).

La relación personal está en el origen mismo de nuestra existencia y


es esencial para el ulterior desarrollo normal de la persona. Si
observamos a un bebé, su preferencia es mirar al rostro materno,
no tanto los objetos. A partir de esa experiencia, todas
las cosas adquieren para el niño sentido, vida, relación...

6
1.3 El Dios Trinidad, Relación, Amor
El relato del Génesis sobre la creación
de la humanidad, dice así: “Dios creó
al ser humano a su imagen; a imagen
de Dios los creó, varón y mujer los
creó” (Gn 1, 27). ¿Quién es ese Dios
a cuya imagen la humanidad es
creada? ¿Qué imagen es esa en la
que cada hombre y cada mujer ha sido
creado?
El Único que conoce a Dios, que ha
venido de Dios y que ha visto a Dios,
Jesús, nos ha revelado que Dios es
amor, Dios es Trinidad de tres
personas en intima relación, llenas de amor y de respeto, cada una
vuelta hacia la otra, recibe, da y comparte; Jesús nos dice que Dios
es comunión, familia, relación.
Creada a imagen de Dios, la humanidad está llamada a ser ‘como’
Dios, a reproducir lo que caracteriza la vida de Dios, así esta
humanidad llega a ser un espacio, un lugar donde mora la Trinidad;
los dones y características propias de las tres divinas personas se
prolongan, se extienden en la historia humana. La verdadera
felicidad y la realización de los seres humanos consiste, por
consiguiente, en unas relacio-
nes semejantes a las rela- JESUS NOS HA REVELADO
ciones que se dan en Dios QUE DIOS ES AMOR,
Trinidad, pero de modo finito. DIOS ES TRINIDAD DE
TRES PERSONAS EN
“Dios, que cuida de todos INTIMA RELACIÒN, LLENAS
con paterna solicitud, ha que- DE AMOR Y DE RESPETO.
rido que los seres humanos
constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de
hermanos. Todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es,
Dios mismo. Todos han sido creados a imagen y semejanza de
Dios: Jesús abre perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere

7
una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la
unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta
semejanza muestra que el ser humano, única criatura terrestre a la
que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia
plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a Dios y a los
demás en la relación.” (GS 24).
A través de estos capítulos del Génesis, interpretados en clave de
fe, como historia de salvación, descubrimos cómo desde el origen
somos con los demás y para los demás. El ser con los demás y
para los demás pertenece al núcleo mismo de la existencia
humana. No sólo el hecho de que el mundo está impregnado de las
huellas de los humanos y de que compartimos el espacio de la
tierra con nuestros semejantes; este ser con los demás, en su
sentido más real y profundo, significa que el ser humano no está
nunca sólo, su existencia está siempre orientada y unida a la de los
demás, en comunión con ellos. El vínculo de mi experiencia
personal con el otro y mi orientación hacia el otro, es algo central;
está en nuestro mismo origen y es una verdad que se impone por
su propia fuerza. El otro quiere ser alguien delante de mí, me invita
a ser alguien delante de él ¡juntos en la construcción de un mundo
nuevo, más justo y más humano!
Nuestro Fundador nos dejó como oración: “Jesús María y José, con
qué gusto os contemplamos en la naturaleza humana, como una
dulce imagen del misterio de un solo Dios en tres Personas.
Vosotros que no tuvisteis
en la tierra más que un DIOS QUE CUIDA DE TODOS
solo espíritu y un solo CON PATERNA SOLICITUD, HA
corazón para enca- QUERIDO QUE LOS SERES
minarnos hacia el cielo, HUMANOS CONSTITUYAN UNA
obtenednos este mismo SOLA FAMILIA SE TRATEN
espíritu para que lo comu- ENTRE SÍ CON ESPÍTITU DE
niquemos a los demás, y HERMANOS
así, caminando juntos, sea
cual fuere la diversidad de
de nuestras obras, no formemos más que una sola y única familia”.
(Oración para empezar el trabajo - Fuente 4 f. 6)

8
El artículo 25 de los estatutos de los laicos dice: “Vivimos en
comunión, compartiendo el amor y vida de la Trinidad. Estamos
unidos en el amor con los bienaventurados del cielo, que
descansan en Cristo; permanecemos unidos con los que
peregrinan en la tierra, especialmente con los que sufren, con los
pobres y los marginados”.

1.4 La Encarnación Redentora, comienzo de un nuevo


mundo de relaciones

Dios, envía a su Hijo a un mundo donde las relaciones habían sido


heridas, rotas, y se habían vuelto caóticas, egoístas,
irresponsables, irrespetuosas... incluso asesinas. Jesús viene a
revelarnos que Dios es nuestro Padre, que es Familia y a esta-
blecer un orden nuevo en las relaciones con Dios, con los herma-
nos y llevar a toda la creación a la unidad. "Tanto amó Dios al
mundo, que dio a su Hijo único..." (Jn 3, 16)

Así la transformación de la historia y de las relaciones humanas


empieza con Jesús. Él viene a reunir en una familia a los hijos del
hombre dispersos, y a formar con ellos una Familia ¡la Familia de
Dios! El anuncia la fraternidad universal en el Padre, el cual nos ha
hecho familiares suyos, sus hijos y hermanos entre nosotros; nos
ha mostrado la dignidad de toda persona humana, el valor de los
pequeños, de los que no cuentan, cambiando totalmente las
relaciones de poder y de dominio, dándonos ejemplo él mismo en
sus relaciones con los excluidos, los enfermos, los pobres... Jesús
es la imagen más clara, más penetrante que podemos tener del
rostro de nuestro Dios y Padre: compasivo, justo, amoroso,
misericordioso. En Él, el camino
hacia un nuevo mundo de Jesucristo en su Encarnación
relaciones se hace claro y se hizo visible para
posible, sencillo y apremiante. enseñarnos su estilo de vida.
(P.B.N. G.E. 6).

9
Por consiguiente ¿podríamos decir que el Evangelio al llamarnos a
buscar ante todo el Reino de Dios y su justicia, nos llama a vivir
verdaderas relaciones en nuestro mundo? El Reino de Dios, que
Jesús establece en la tierra, está esencialmente centrado en las
relaciones humanas, relaciones de amor como las suyas: "amaos
los unos a los otros como yo os he amado".

Pedro Bienvenido Noailles nos dice en este texto que nos resulta
tan familiar: ”Jesús, María y José no amaban, no buscaban, ni
querían en la tierra sino a Solo Dios. Él era el único objeto de sus
pensamientos y de sus deseos, el fin y el móvil de todas sus ac-
ciones; era el espíritu que les dirigía en todas las cosas...”.
(Reglas generales 1844,1851; 2ª F, f.386, R. SUP. G nº 41).

La obra iniciada por los caminos de Galilea se consumará en


Jerusalén con su muerte y resurrección. Hay una Hora suprema en
la vida de Jesús, que es el momento culminante de la historia, en
la que "habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo".
Después de haber dado el mandamiento nuevo, nos deja la
Eucaristía, memorial de toda su vida entregada al Padre por la vida
del mundo. En la Pascua de Jesús, el Padre estaba reconciliando
al mundo consigo. En la Cruz, Jesús estaba reuniendo a los
dispersos. En Él nos ha congregado en una Familia y en ella y por
ella se ha empezado a reconstruir un universo con relaciones
nuevas: "Para crear en sí mismo de los dos una sola humanidad
nueva haciendo la paz y reconciliar con Dios a ambos en un solo
Cuerpo por medio de la Cruz, dando en sí mismo muerte a la
enemistad vino a anunciar la paz; paz a vosotros que estabais
lejos y paz a los que estaban cerca. Pues por Él unos y otros
tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu" (Ef 2, 15-18).

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1.5 Nuestro Fundador y el mundo de relaciones.

El Hijo de Dios vino a la tierra para formar una Sagrada Familia".


¡Con qué profundidad ha penetrado nuestro Fundador en el
inefable misterio de la
encarnación! El Hijo de Dios
por su encarnación ha hecho ¡Cuánto bien podríamos
nacer un mundo nuevo de hacer frecuentemente con
relaciones. El corazón de la una palabra amable!
buena noticia traída a la (P.B.N. G.E.67)
tierra es que Dios es el
Padre de todos los seres humanos; a todo hombre y a toda mujer
se le ofrece el regalo divino de la filiación y de la fraternidad. ''A
todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a
los que creen en su nombre" (Jn 1, 13). El Hijo encarnado se hizo
el "Primogénito entre muchos hermanos" (Rm 8, 29). "Cristo nos ha
colocado en el rango de sus hermanos y hermanas (1 Pe 2,21).
(Textos bíblicos, citados por P.B.N.)

¡Qué gracia recibió el Buen Padre para penetrar en la visión misma


de Jesús, de un nuevo mundo según el corazón de Dios, como Fa-
milia! ¡Y cómo contempló en la Sagrada Familia de Nazaret y en la
primera comunidad cristiana, que nos propuso como modelos, la
realización de estas nuevas relaciones que Jesús ha aportado a la
humanidad! Ante una sociedad que se transforma, el Buen Padre
intuye la necesidad de crear algo nuevo, una "nueva Sociedad" ca-
paz de dar una respuesta válida a las circunstancias
actuales, cosa que las antiguas instituciones ya no son capaces de
hacer. Su respuesta es una respuesta de inclusión:

"Nuestro Señor vino a la tierra para unir a todos los seres


humanos, sea cual sea su edad o posición social y hacer de ellos
un pueblo de hermanos vinculados entre si por los lazos de la más
tierna caridad. Así como la Iglesia primitiva tendía sus brazos a
cuantos querían someterse a la ley de Cristo, así también la
Asociación de la Sagrada Familia, se abre a todos los cristianos
que desean orar y trabajar juntos por la gloria de Dios, por su

11
santificación personal y por la de los demás, cualesquiera que
sean las diferencias que los separan." (Textos Escogidos 164).

Para Pedro Bienvenido Noailles, la espiritualidad del evangelio está


totalmente encarnada y se compromete de lleno con la condición
humana a través del amor vulnerable y el servicio humilde.

''Decir que Jesús, María y José son el modelo de la Sociedad


de la Sagrada Familia, ¿no es proclamar que no existe ninguna
buena obra que no sea de su dominio, ninguna miseria espiritual
o corporal que necesite ser
aliviada, a la que no deba Es esencial que nuestras
dedicarse? ¿Existe algún relaciones estén marcadas
progreso en el bien que no deba por la mansedumbre y por la
fomentarse?.." (T.E. 208) caridad. (P.B.N. G.E. 84)

Las constituciones de las hnas. apostólicas indican en el artículo


38 las características de nuestras relaciones: “La vida comunitaria
se construye en la acogida mutua, el amor fraterno y el servicio
humilde, como en Nazaret. Pide la participación activa de cada
una. Nuestras relaciones se caracterizan por la mansedumbre y la
sencillez. Se fortalecen con el compartir de alegrías y dificultades,
con el perdón recibido y dado, y con la oración en común.
La Eucaristía alimenta y renueva nuestro compromiso de vida
comunitaria”.

1.6 Colaboradores en el proyecto de Dios para la


humanidad

Dios nos está invitando continuamente a participar en su tarea


de lograr "la nueva tierra" donde reine la justicia. "Dios trabaja
estableciendo relaciones... La tarea de forjar relaciones de amor
en el espacio y el tiempo se convierte en una aventura de
cooperación de las tres divinas Personas y nosotros. Nos
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hacemos corresponsables con ellas para la felicidad del mundo
y su evolución hacia el fin al que está destinado" (Brian Grogan
& Una O'Conner, Love beyond all telling).

En la base de cualquier relación interpersonal en el dominio que


sea, está el reconocimiento de la dignidad de cada ser humano,
una dignidad igual, sea cual sea la raza y el color de la piel...

Hecho a imagen de Dios, cada ser humano es digno de infinito


respeto y reverencia. Tomás Merton dice que si solamente
pudiéramos ver lo más profundo de los corazones, allí donde ni
el pecado, ni el deseo, ni el conocimiento propio alcanzan, el
meollo de su realidad, la persona tal como Dios la ve. Si nos
pudiéramos ver como realmente somos; si pudiéramos ver a los
demás así, siempre, ya no habría más guerras, ni odios, ni
crueldad, ni codicia. ¡El gran problema sería que caeríamos de
rodillas para adoramos mutuamente!

El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que


se quiere, sino en querer siempre lo que se hace.
(LEON TOLSTOI)

El reconocimiento de la dignidad de la persona humana no es


sólo un ejercicio mental, sino una actitud que involucra e
implica de manera activa para proteger y sostener los derechos
y los valores humanos. En un mundo globalizado,
industrializado dado al consumismo, donde la ganancia
económica parece ser lo que más interesa, a menudo se tiran
por la borda los valores humanos, se pisotea la dignidad y los
derechos humanos violándolos notoriamente. Ahí es donde
nuestra fe en la paternidad de Dios y la fraternidad de los seres
humanos, reclama que arriesguemos y vayamos más allá de
nuestros miedos y prejuicios para ser y actuar como verdaderos
seguidores de Jesús que optó por estar del lado de los pobres y
los marginados a quienes despreciaban los respetables y
poderosos de su tiempo.

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Hoy rodeados de tanto sufrimiento y miseria, sentimos una
llamada fuerte a ser presencia y testimonio de la compasión de
Dios, las palabras de Jesús deben resonar en nuestros oídos y
en nuestro corazón más fuertes que nunca: "Sed compasivos
como vuestro Padre del cielo es compasivo".

La compasión es una cuestión de corazón así como una actitud


y una llamada a la acción. Vivir la compasión es también
mezclar nuestras lágrimas con las lágrimas de los demás para
sanar y crear comunidad. La palabra compasión literariamente
quiere decir "con pasión" (sufrimiento). En este sentido
compasión no es tener un sentimiento de piedad para consigo
mismo de manera sentimental sino compartir el dolor. Significa
"sufrir con"; esto fluye de la vida de Dios en la persona y no
motivado por el "ego". Cuando la compasión se despierta nos
hacemos más vulnerables y estamos preparados para
arriesgamos a entrar en el dolor de los demás.
Nuestras constituciones y estatutos nos impelen a ser
colaboradores en el proyecto de Dios:

“Acogemos a las Hermanas que Dios nos da. Diferentes y


complementarias, construimos la unidad de la comunidad; cada
una contribuye así al bien común.
La vida en comunidad pide olvido propio, humildad,
generosidad. Nuestras relaciones llevan el sello de la
mansedumbre, la sencillez, la paz y la alegría. Juntas
perseveramos en el amor fraterno”. (Const. hnas.
Contemplativas, articulo 195).

“Queremos ser, ante todo y en todas partes signo de unidad y


de paz. En nuestros diferentes ambientes, intentamos vivir una
fraternidad sincera, discretamente ocultas, si es preciso, o al
contrario, afirmándonos si fuera necesario, aunque con
mansedumbre evangélica y cuidando de permanecer siempre
en la línea de la caridad”. (Const. Seculares, artículo 75).

14
“Aunque acogiendo y respetando los dones de los demás, cada
Asociado asume sus dones personales. Esa variedad de dones
enriquece a la Iglesia y a la Familia. Todos los miembros
permanecen atentos a fortalecer, profundizar, extender la
comunión, con su testimonio”. (Estatutos de asociados laicos,
artículo 10).

15
Cuestionario para la reflexión personal

1 ¿Qué es lo que más me ha impactado?

2 A la luz de estos textos, ¿Tomo conciencia de cómo es


Nuestro Dios y cómo nos ha hecho? Descríbelo.

3 ¿Qué llamadas me hace el Señor?

16
2. PERDON Y RECONCILIACION

2.1 Ruptura de relaciones


En el ámbito internacional, un país rompe sus relaciones
diplomáticas con otro cuando de alguna forma se siente agredido.
En las relaciones humanas puede ocurrir algo parecido. Si uno se
siente agredido y no se establece el diálogo adecuado, puede haber
una ruptura de relaciones, o al menos, un deterioro de las mismas.
Si se ha dicho que hay felicidad donde existen buenas relaciones a
todos los niveles, es evidente que un deterioro de las mismas puede
ser fuente de desdichas, amarguras, sinsabores, etc.
El pecado, como sabemos por el Génesis, es una ruptura total de la
relación con Dios, con los demás, consigo mismo, con toda la
creación. El pecado es aislamiento, hunde al ser humano en una
soledad destructiva. “El hombre y su mujer oyeron el ruido de los
pasos de Yahveh... y se ocultaron.” (Gn 3, 8). Dios que es relación
busca al hombre que se ha escondido. “¿Dónde estás?”. Yahveh lo
llama. Dios, fiel a su criatura, busca a toda costa restaurar las
relaciones rotas y, cuando los hermanos se enfrentan entre sí, se
repite la misma pregunta que en la historia de Caín y Abel. “¿Dónde
está tu hermano?” Pregunta Yahveh.
El Génesis nos narra aquí los pecados de la soberbia (querer ser
como dioses) y la envidia de Caín sobre Abel. Son dos actitudes
humanas que nos narra la palabra de Dios desde el principio y que
tanto repercuten en nuestras relaciones con los demás.

San Pablo describe la fuerza interna de pecado que lucha contra el


nacimiento del hombre nuevo. Nos dice así en Rom. 7, 14-25.
“Sabemos que la Ley es cosa espiritual, pero yo soy de carne y
hueso, vendido como esclavo al pecado. Y ni siquiera entiendo lo
que me pasa, porque no hago el bien que quisiera, sino, por el
contrario, hago el mal que detesto. Ahora bien, al no querer lo que
hago, reconozco que la Ley es buena y en realidad no soy yo quien
obra el mal, sino el pecado que está dentro de mí. Ya sé que el

17
bien no reside en mí, en lo que en mí es carnal. Está en mi alcance
querer el bien, pero no realizarlo, y de hecho no hago el bien que
quiero, sino el mal que no quiero.

Por lo tanto, si hago lo que no quiero, no soy yo quién está


haciendo el mal, sino el pecado que habita en mí.
Descubro entonces en mí mismo esta estructura: Queriendo hacer
el bien, me sale al paso el mal. En lo íntimo de mi ser me
complazco en la Ley de Dios, pero veo en mis miembros otra ley
que está luchando contra la Ley de mi espíritu y que hace de mí un
prisionero sometido a este imperio del pecado que está en mis
miembros.

¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de mi condición presente


que no es más que muerte? En verdad, podemos dar gracias a
Dios por Cristo Jesús, nuestro
Señor.
Con el tiempo aprendes que las
En conclusión, yo en mi palabras dichas en un
razón me someto a la Ley de momento de ira pueden seguir
Dios, pero por lo que de mí lastimando a quien heriste,
es carnal, sirvo a la ley del durante toda la vida.
pecado.” (JORGE LUIS BORGES)

En la formación religiosa y en nuestras revisiones personales,


siempre tendremos que profundizar cual es nuestra situación ante
estas dificultades, unidas a la naturaleza humana, y que tanta
trascendencia pueden tener en las buenas relaciones con los
demás.

(1)
2.2 No confundir perdón y reconciliación

Para algunos autores, el perdón es sinónimo de reconciliación; de


ahí el temor a perdonar al ofensor y, por consiguiente, tener que
reconciliarse con él y exponerse de nuevo a sufrir las mismas
(1)
Jean Monbourquette
18
vejaciones. Esta confusión no es exclusiva de la gente normal, que
también se da en los especialistas en materia de perdón. Algunos
maestros espirituales y teólogos hacen afirmaciones como las
siguientes: «El fin último del perdón es la reconciliación»; «Perdón
y reconciliación son realidades inseparables»; «El perdón es
incompleto sin la reconciliación». Da la impresión de que para
algunos de ellos el perdón equivaldría a olvidarlo todo, hacer como
si nada hubiera pasado y reanudar la misma relación que antes de
la ofensa.

Este enfoque tiene más que ver con el pensamiento mágico que
con la sana psicología humana. Si la reconciliación fuese la norma
de la autenticidad del perdón, sería evidente por qué tantas
personas se niegan a perdonar:
tienen la impresión de fingir que
perdonan y, en definitiva, de Perdona para liberar en
traicionarse a sí mismas. ti las fuerzas del amor.
(MARTIN GRAY).

Es obvio que la reconciliación sigue siendo la consecuencia normal


y deseable del perdón, y más aún para las personas unidas por
lazos muy estrechos, como sucede en el caso de los cónyuges, de
los padres, de los hijos, de los amigos, de los vecinos y de los
compañeros de trabajo. Pero, aunque la reconciliación sea posible,
no se debe pensar que la situación será la misma que antes de la
falta. Después de una ofensa grave, no se puede reemprender la
relación del pasado, por la sencilla razón de que ya no existe y no
puede existir. Todo lo más, se puede pensar en profundizarla o en
darle otro carácter

Hay circunstancias en que los esfuerzos de reconciliación, por


generosos que sean, resultan imprudentes e incluso peligrosos.
Pensemos en los casos que implican a personas violentas,
psicópatas o manipuladoras sin escrúpulos. No creo que en
nombre de un perdón «integral», que englobaría la reconciliación,
se deba llevar el heroísmo hasta exponerse a sufrir de nuevo malos

19
tratos. El perdón bien entendido no exige tanto. En tales
circunstancias, las personas implicadas podrían perdonar al
ofensor; pero, por prudencia, deben mantenerse a distancia.
Aun cuando el perdón no siempre acabe en reconciliación, no es
menos beneficioso para quien perdona, y ello de múltiples formas.
En primer lugar, el ofendido se habrá reconciliado consigo mismo;
además, ya no se sentirá dominado por el resentimiento y la idea
de venganza; habrá logrado dejar de juzgar a su ofensor para
comprenderlo; podrá desearle en su corazón la mayor felicidad
posible; habrá descubierto el lado positivo de la situación; y podrá,
sin duda, albergar la esperanza de que la benevolencia que ha
mostrado transforme el corazón de su ofensor. (Cfr. Mt 5, 23-25).

2. 3 Perdonar no puede ser una obligación(2)

El perdón o es libre o no existe. Pero hay algunos predicadores que


sienten la obligación de obligar a la gente a perdonar libremente.

Reducir el perdón, como cualquier otra práctica espiritual, a una


obligación moral es contraproducente, porque, al hacerlo, el perdón
pierde su carácter gratuito y
espontáneo. Sin embargo, es lo Hay que ser psicoterapeuta
que atestigua una determinada para saber cuanta agre-
práctica cristiana. Una prueba sividad reprimida hay bajo un
de las más flagrantes es que los falso perdón.
cristianos y cristianas recitan (PAUL TOURNIER)
cada día el Padre nuestro, pero
no siempre son conscientes de que dar una falsa interpretación al
«Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a
quienes nos ofenden» asimila el perdón a un acto de justicia
exigida. Creen que deben necesariamente hacer un gesto de
perdón antes de poder ser perdonados por Dios, olvidando que el
perdón de Dios no está condicionado por los pobres perdones
humanos. ¡Qué imagen tan mediocre tienen de Dios! La de un ser
calculador y un mercachifle sometido a la ley del toma y daca. (Cfr.
Lc 15, 30-32).
(2)
Jean Monbourquette
20
Pero aún hay más. La «obligación» del perdón en el Padrenuestro
daría a entender que, en caso de no perdonar, el hombre se
expondría al castigo de no ser perdonado. En tal caso, estaríamos
más dentro del espíritu de los mandamientos del Antiguo
Testamento que ante la invitación al amor espontáneo y gratuito de
las Bienaventuranzas. Por lo que a mí se refiere, para evitar
cualquier ambigüedad en la fórmula «Perdona nuestras ofensas
como. . .», la recito en el sentido de las palabras de san Pablo:

«Como el Señor os ha perdonado, así también haced vosotros»


(Col 3,13). En la misma línea, una amiga me confesaba su
preferencia por la fórmula siguiente: «Perdona nuestras ofensas
para que podamos perdonar a los que nos han ofendido».

2.4 Perdonar no consiste en traspasarle la


responsabilidad a Dios(3)

«El perdón sólo corresponde a Dios». No cabe duda de que


esta máxima se ha interpretado en ocasiones como si los seres
humanos no tuvieran nada que ver con el acto de perdonar. ¡Buen
pretexto para descargar en Dios la propia responsabilidad!. Pero
haríamos mal, pues Dios, en el ámbito del perdón -como en
cualquier otro ámbito-, no hace por nosotros lo que corresponde a
la iniciativa humana. Recientemente alguien me confesaba que
perdonar le era fácil: «Si alguien me ofende, me apresuro a pedir a
Dios que le perdone. Así no tengo que dejarme torturar por toda
clase de emociones, como la pena, la cólera, el resentimiento o la
humillación». A pesar de lo admirable de esta demostración de fe,
no pude por menos de cuestionarme la salud mental de este
individuo. En lugar de asumir su vivencia, por penosa que fuese, se
la traspasaba a Dios.

(3)
Jean Monbourquette

21
Entiéndaseme bien: yo creo en la necesidad de recurrir a lo
espiritual como un elemento esencial del perdón, pero también creo
que en, primer lugar, hay que prepararse en el plano humano para
recibir la gracia de Dios. El perdón depende a la vez de la acción
humana y de la acción divina. La naturaleza y la gracia no se eli-
minan; al contrario, se coordinan y se complementan. (Cfr.Mt 6, 14)

2.5 La reconciliación hace crecer al ofensor(4)


Examinemos ahora los cambios que conviene efectuar en la
relación ofensor-ofendido. Observemos primero que la
responsabilidad de los cambios no depende únicamente del
ofensor, como opinan algunos autores (Smedes 1984), sino
también del ofendido, que debe aprender a no ponerse en situación
de volver a convertirse en víctima. En la construcción de la nueva
relación deben sentirse implicados tanto el ofensor como el
ofendido. (Cfr. Lc 15, 21-24).

En primer lugar, el ofensor tendrá que reconocer su parte de


responsabilidad en la falta. Tendrá que estar dispuesto a escuchar
al ofendido hasta el final y a meterse, por así decirlo, en su pellejo
para evaluar mejor la importancia y la intensidad de la herida,
porque, aunque no le sea posible suprimir el sufrimiento del
ofendido, sí puede, al menos, entenderlo. Respecto a los daños e
injusticias cometidos en cuanto a los bienes materiales, las
manchas en la reputación, las faltas de lealtad o de otra índole,
tendrá que repararlas como es debido, en la medida de lo posible.

¿Qué garantías de lealtad


ofrece en adelante el ofen-
Con el tiempo aprendes que
sor?; ¿basta con el
disculpar cualquiera lo hace,
arrepentimiento, el propósito
pero perdonar es solo de
de enmienda y las
almas grandes.
promesas?
(4) (JORGE LUIS BORGES)
Jean Monbourquette

22
Las buenas intenciones nunca podrán sustituir a los gestos
concretos de cambio. El ofensor deberá, pues, preguntarse si ha
aprendido algo sobre sí mismo y sobre su manera de relacionarse
de modo íntimo con los demás. Las mejores garantías del éxito de
la reconciliación las constituyen los cambios reales constatables en
el comportamiento del ofensor. Por eso tendrá que hacerse las
siguientes preguntas: «¿Cómo he podido cometer esa ofensa?;
¿cuál ha sido mi motivación profunda?; ¿qué antecedentes
familiares o culturales me han llevado a cometer un acto tan
ofensivo?; ¿qué comportamientos podría aprender a modificar en lo
sucesivo?; ¿qué ayuda voy a buscar para conseguirlo?».

2.6 La reconciliación hace crecer al ofendido (5)

«¿Por qué me he metido en semejante atolladero?», se dice a


menudo la persona ofendida. Pregunta muy pertinente, porque
recuerda, con razón, que el ofensor no es el único responsable del
acontecimiento penoso, sino que también el ofendido debe buscar
la verdad sobre sí mismo y aprovechar su experiencia desgraciada
para revisar algunas de sus actitudes y modos de entablar
relaciones.

“¿Por qué perdonar y olvidar? Si no lo hacemos por bondad o por


virtud, debemos hacerlo al menos por inteligencia y sabiduría, ya
que los pensamientos y emociones negativas, frecuentes e intensas
sobre nuestro pasado se convierten en el peso muerto que bloquea
y aniquila las emociones y pensamientos de satisfacción, gozo y
felicidad del presente. Nuestra mente perturbada y alimentada por
ideas erróneas permanece bloqueada y atascada en el negativismo.”
(Bernabé Tierno)

(5)
Jean Monbourquette

23
2.7 La reconciliación con Dios y con los hermanos (6)

No cabe duda de que entre la reconciliación y el perdón existe un


parentesco muy estrecho. Propiamente en el orden de las
relaciones interpersonales, la reconciliación se da en plenitud
cuando se encuentran el perdón demandado y el perdón ofrecido.
Pero pedir perdón tiene su valor humano de humilde sinceridad
aunque el agredido no nos lo otorgue. Ofrecer el perdón tiene
igualmente su valor humano de magnanimidad aunque el agresor
no quiera pedirlo.

El perdón es un valor específico del cristianismo (G. Bilbao).


Pertenece a la entraña misma del mensaje de Jesús. Más aún: es
el núcleo de la experiencia de Dios que tiene Jesús. Él concibe y
siente a Dios como Dios del perdón. El perdón que Dios ofrece en
Jesús se adelanta al arrepentimiento del pecador, a la reparación
que éste le ofrezca, al cambio de su conducta (Lc 15, 11-31
(Parábola del hijo prodigo)). Jesús reclama a los suyos una actitud
análoga y establece el perdón ofrecido y pedido como ley central
en las relaciones de la comunidad cristiana (Mt 18, 21-33 (Perdonar
setenta veces siete)). Perdonando en la cruz a sus verdugos hace
posible que seamos capaces de perdonar (Lc 23, 34 (Padre
perdónales porque no saben lo que hacen)).

Aunque perdonar y pedir perdón es específico del cristianismo, no


es, según muchos autores, exclusivo. Con ellos sostengo que
perdonar y pedir perdón es también una virtud cívica. En el terreno
de las relaciones personales, tiene un gran valor antropológico y en
el plano de las relaciones sociales favorece la cohesión social. La
dinámica del perdón no es, pues, una simple estrategia útil. En la
cesta de los valores que componen la reconciliación figura en lugar
destacado el perdón.
(6)
Juan María Uriarte

24
«Pedir perdón libera y perdonar también libera. Pedir perdón te
reconcilia contigo mismo, te hace salir de la trinchera, te permite
aceptarte como eres, con tus defectos y tus errores. Pedir perdón te
quita un enorme peso de encima: el de tener que vivir dando una
imagen permanente de perfección o el de tratar de ocultarte a ti
mismo que eres como eres, irremediablemente limitado e
imperfecto. Pedir perdón no elimina el mal producido, pero tiene un
efecto depurativo y transformador.
Perdonar te hace más libre porque te libera de las cadenas del
rencor, de la ira, te pone en contacto con lo mejor de tu persona y te
quita la enorme carga del
resentimiento y del agravio. ¿Queréis ser felices un
Perdonar ayuda a curar las propias instante? Vengaos.
heridas, a superar el victimismo y a ¿Queréis ser felices
rehacer constructivamente tu propia siempre? Perdonad.
(HENRI LACORDAIRE)
vida.

Desde la perspectiva más social y comunitaria, pedir perdón te


reconcilia con tu enemigo a quien has hecho daño... Pedir perdón es
una contribución social inequívocamente constructiva para la paz y
la convivencia. El acto de perdonar es el que finalmente puede
desplegar todo el potencial reconciliador de la disculpa sincera.
Perdonar crea un presente y un futuro constructivo, basado en el
respeto y la aceptación mutua. En resumen: personalmente pedir
perdón o perdonar tiene un significado depurativo y liberador;
comunitariamente tiene un significado constructor y reconciliador»
(J. Fdez). (Cfr. Lc 19, 1-10).

La excelencia del perdón es solamente comparable a la dificultad de


perdonar y de pedir perdón. Los muros levantados por la
confrontación son tan grandes y las heridas tan graves, tan injustas
y duraderas que una prematura invitación al perdón revelan un
desconocimiento del psiquismo humano, de las leyes del duelo y de
la necesidad sentida por los agredidos de expresar sus sentimientos
de rebeldía y de odio. «Perdonar es algo que, ordinariamente, solo

25
el tiempo puede conceder». No basta querer perdonar; hay que
poderlo. Ninguna instancia exterior puede exigir a las víctimas el
perdón. Todos debemos contribuir a que en medio de un corazón
desolado por el sufrimiento emerja la planta de un perdón difícil,
pero liberador.

Quien ha agredido debe pedir perdón. Pero si la elaboración no ha


llegado a ese punto, no parece que esta petición deba ser impuesta
como trámite. Se presta a farsa, fraude o humillación. Es más
realista y práctico asegurar algún tipo de reconocimiento y el
compromiso de no repetición.

Nuestro Fundador nos recuerda el precepto de amarse y soportarse


mutuamente que Jesús dejó a sus discípulos: Jesús, María y José
vivían estrechamente unidos por el amor de Dios y nuestro divino
Maestro pidió que sus discípulos formasen una sola y única familia,
de la misma manera que él era uno con su Padre celestial. Les dio
como precepto amarse y soportarse mutuamente, como él nos amó
y soportó, y prestarse mutuamente los servicios más humildes y
afectuosos, invitándoles a la práctica de la caridad fraterna. Les
decía también que el amor es
el distintivo de los verdaderos La última y definitiva justicia es
discípulos. (Reglas generales el perdón.
1844, G.E. nº 43) (MIGUEL DE UNAMUNO)

Nuestras constituciones y estatutos también nos comprometen con


el perdón y la reconciliación:

“Nuestras comunidades se van formando por el don gozoso de


cada una al servicio de los demás, por la atención respetuosa, en
especial hacia las Hermanas mayores o enfermas, y por la
inquietud misionera mantenida y renovada.
Nuestras relaciones quieren ser auténticas: se afianzan y se
fortalecen día tras día, exigen el perdón mutuo que recrea la
comunión y nos comprometen a todas en un camino de
conversión”. (Const. hnas. apostólicas, artículo 114).

26
“Llamadas a la santidad somos, no obstante, una comunidad de
pecadores que se acogen al amor misericordioso del Señor. Como
camino de conversión interior, la corrección fraterna y el perdón
mutuo reavivan nuestra comunión”. (Const. hnas. contemplativas,
artículo 196).

“Cristo quiso que la Iglesia fuera signo de comunión entre los


hombres y nos pidió que nos amásemos unos a otros como el nos
amó. Miembros de la Iglesia, asumimos su deseo de reconciliación
y de unidad para promover la fraternidad universal”. (Const.
seculares, artículo 70)

2. 8 Las heridas como fuente de reconciliación(7)

Cuando pensamos en las consecuencias de eventos que han


alterado para siempre nuestras vidas de manera negativa,
pensamos inmediatamente en la imagen de la herida. Una herida
no es solamente un testimonio de que lo que ha ocurrido es algo
malo. Una herida enconada o una cicatriz dan testimonio del papel
de la memoria en nuestra vida. Si se trata de heridas profundas en
nuestras cuerpos y en nuestras almas, las heridas no nos
abandonan nunca. Son signos patentes del cambio permanente
que ha ocurrido en nuestra vida. Las heridas, si siguen abiertas,
nos atan al pasado del que no podemos escapamos fácilmente.
Las heridas, si se han transformado en cicatrices, nos sirven de
umbral de la memoria del pasado, y nos recuerdan que ahora
estamos en una fase distinta.

Las heridas juegan a la vez un papel positivo y negativo en la


reconciliación. Miremos en primer lugar las heridas de las víctimas.
Si las heridas de las víctimas quedan abiertas, se enconan y llagan
a la víctima que las tiene. Pueden inducir constantemente a !a
víctima a recordar el momento en que han sido infligidas. Pueden
(7)
Robert Schreiter

27
llegar a ser un punto de referencia que exige ser interpretado a la
luz de la pena que no cesa.

Las heridas descuidadas pueden seguir envenenando los eventos


futuros. Conocemos a gente que vive amargada por el mal que se le
hizo años atrás y que no se ha recuperado nunca. Son rehenes de
los eventos del pasado. Uno de los grandes peligros que se corre al
descuidar las heridas es que las víctimas pueden pasar de ser
víctimas a ser perpetradores del mal a los demás. En los conflictos
civiles, es algo casi imposible definir quién es la víctima y quién es
el perpetrador ya que, con el tiempo, las dos partes se quedan
implicadas. Asimismo, no es raro para la gente que ha sufrido bajo
regímenes autoritarios caer en la ilegalidad, la anarquía, o en el
hedonismo después de la opresión sufrida.

Es éste un comportamiento que la misma gente no toleraría en sus


mejores momentos. Y esto acontece porque se ignora o reprime el
poder de las heridas. Es por ello que en el ministerio de la
reconciliación hay que atender especialmente el estado de las
heridas de las víctimas. Pero ¿qué ocurre si hemos dejado sanar
las heridas? Los que han logrado sanar sus heridas son los mejores
candidatos para la obra de reconciliación. Las heridas de los que
han experimentado la sanación pueden desarrollar una empatía
insólita con los que sufren. Tienen una perspectiva de la herida que
otras personas de buena voluntad consiguen con mucha mayor
dificultad. Estos sanadores heridos pueden entrar en el universo del
dolor y del sufrimiento de las víctimas de una manera que es única.
Pueden acompañar a las víctimas como otros no podemos. Y es
cierto que estos sanadores heridos a menudo desarrollan un

sentido de vocación en
ayudar a los demás como
parte de su proceso de El que ofende escribe en
sanación. arena, el ofendido escribe en
mármol. (Proverbio ruso)

28
Pero si el sanador ha ignorado sus heridas esto puede tener
consecuencias negativas. Si futuribles sanadores no reconocen la
presencia de sus heridas (o porque no les prestan atención o
porque las niegan), sus heridas pueden dificultar su ayuda a los
demás. Y esto puede ocurrir de muy diversas maneras. En primer
lugar, las heridas ignoradas pueden precipitar a los sanadores en
un comportamiento abierto al otro como medio para aplacar la
heridas del pasado. Esto puede manifestarse en "la necesidad de
ser necesitado", para aplacar las heridas del pasado. Otras veces,
los sanadores no dejarán que la víctima progrese, de no ser que las
víctimas los sigan necesitando.

En segundo lugar, las heridas ignoradas pueden llegar a ser tan


neurálgicas que si las memorias de las heridas se reavivan a causa
de eventos presentes, el proceso de sanación se desvía hacia el
sanador alejándose de la víctima. Y por último, las heridas ignoradas
pueden causar al sanador el asumir riesgos indebidos, perjudicando
así tanto al sanador como a la víctima. Esto puede ocurrir, en
particular, a gente que arrastra heridas, y que luego se encuentra en
situaciones de conflicto.

“Los cristianos creemos que la paz es un don del cielo. Lo


sabemos por experiencia: Cuando somos heridos nosotros o
nuestros seres queridos, la reconciliación con lo ocurrido es un
regalo dado por Dios (un verdadero milagro), pues lo
humanamente lógico consiste en que el resentimiento nos visite y
el odio nos habite. A veces lo hace durante décadas. Entonces la
venganza encuentra su justificación y la ruleta de la violencia gira y
gira sin detenerse. Por el contrario, encontrarse una persona que
ha sufrido la violencia injusta y que ha sido capaz de perdonar y
muestra un rostro reconciliado, es toparse con un destello del
Resucitado.

29
El perdón no es humanamente exigible, sino un regalo de Dios que
el ser humano puede acoger, con enorme dolor al comienzo, con
agradecimiento finalmente. Cuando el odio es desalojado del
corazón, la persona camina alegre y ligera.”
(Calendario 2008 de la revista “GUJERAT”)

2.9 Es Dios quien inicia y suscita la reconciliación(8)

«Todo viene de Dios que nos ha reconciliado consigo mismo por


medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación.
Porque era Dios el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo sin
tener en cuenta los pecados de los hombres, y el nos hacía
depositarios del mensaje de la reconciliación. Somos, pues,
embajadores de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por
medio de nosotros» (2 Co 5, 18-20). No es iniciativa nuestra. Dios
nos ha precedido. Ha querido reconciliarnos con Él y entre
nosotros. La reconciliación lleva dentro de sí el marchamo y la
fuerza de Dios.
Dos pensamientos emergen en este texto. El núcleo de la
reconciliación es reconciliarse con Dios. De ahí se deriva la
dinámica reconciliadora entre nosotros. La experiencia de sentirse
reconciliado por Dios despierta nuestra vocación de
reconciliadores.

Nuestra experiencia humana entrevé la necesidad de esta iniciativa


divina cuando comprueba el espesor y el carácter tenazmente
recurrente de la violencia, que nos inclinan hacia el fatalismo y la
pasividad. Es confortador para los cristianos saber por la fe que
nuestros esfuerzos reconciliadores están sugeridos, impregnados y
envueltos por el amor reconciliador de Dios.

(8)
Juan María Uriarte

30
2.10 El humilde perdón del Dios de Jesús(9)

Pero ¿quién es el verdadero Dios del perdón? Para entender bien


la conducta divina respecto al perdón, veamos cómo se comportó
Jesús con los «pecadores». No mostró una actitud altiva, mora-
lizante o despectiva, sino que fue sencillo, humilde y compresivo.

Tomó la iniciativa de visitar a las personas prisioneras de la culpa.


Luego, una vez con ellas, las valoraba poniéndose en situación de
recibir de ellas. A la Samaritana le pidió de beber; al ver a Zaqueo,
se autoinvitó a su casa; dejó que María Magdalena le rociase los
pies con perfume... Incluso antes de hablar de perdón,
comenzaba por establecer
una relación de persona a
Prefiero dar cuenta a Dios de las
persona. Por tanto, Jesús
faltas cometidas por una excesiva
manifestaba su perdón
indulgencia que las que pudiera
acogiendo a la persona.
cometer por exceso de severidad.
(P.B.N. G.E. 83

«¿Cómo abrirse al perdón de Dios?; ¿cómo imitarlo?». Jean-Marie


Pohier responde muy acertadamente: «El Dios de la Biblia nos
revela al mismo tiempo que es vulnerable -es el padre del hijo
pródigo, o el pastor que parte a la búsqueda de la oveja perdida- y
que renuncia a castigamos. Para nosotros es una paradoja
incomprensible. Por eso, yo pienso que sólo podemos imitar el
perdón de Dios en muy pequeña medida. Esperemos que, a fuerza
de frecuentar a Dios, termine por influir un poco en nosotros...»
(Pohier 1977: 218).

(9)
Jean Monbourquette

31
2.11 La mediación de la Iglesia(10)

Reconciliarse consigo mismo es, reconocer lo que se es y lo que


se está llamado a ser, aceptando con esperanza la tarea y la
aventura de una lucha por el ideal, que siempre está por realizar
en plenitud.

Ahora bien, la fuerza de la auto-reconciliación se apoya para el


creyente cristiano, en la seguridad de una hetero-reconciliación
que nos viene de Dios, por la cruz de Cristo, y que se continúa en
la historia, por la mediación de la Iglesia. El cristiano sostiene que
Cristo es la única utopía real de reconciliación, porque en él ya se
ha realizado, por su muerte y por su cruz, de modo único e
irrepetible, la reconciliación por la que aspiramos. La auto-
reconciliación humana es verdadera cuando se vive en un proyecto
de hetero-reconciliación. Y este proyecto es para el cristiano el que
procede del Dios de Cristo. En él la finitud, el pecado, la injusticia
han sido vencidos, su raíz negativa ha sido arrancada de cuajo, su
fuerza aniquilante ha sido transformada. Y para el creyente ya no
son lugares de irrecon-
ciliación, sino llamadas para La más grave falta es no
una tarea y un camino, que tener conciencia de ninguna.
tiene la seguridad de que le (ALBERT EINSTEIN)
llevan a la verdadera
reconciliación.

Aquí encuentra su verdadero fundamento el sacramento de la


reconciliación, en continuidad con esta vida y estas experiencias,
que nos están llamando hacia otro lugar y hacia otra plenitud de
reconciliación. En la reconciliación con Dios nos jugamos la
reconciliación con los hombres. En la reconciliación entre los
hombres nos jugamos la reconciliación con Dios.

(10)
Dionisio Borobio

32
Solamente desde la conciencia de pecado se desencadena el
movimiento y el proceso de y hacia la reconciliación. Quien no
tiene conciencia de pecado o no tiene pecado, tampoco tiene por
qué convertirse. La conversión es fruto de la gracia e implica ya la
gracia como fruto. (Cfr. Jn 20,23).

33
Cuestionario para la reflexión personal

1. ¿Qué provocan en mi estos textos? ¿Me ayudan a


entender situaciones vividas personalmente o en mi
entorno?

2. ¿Tengo dificultades para perdonar o para pedir


perdón? ¿Cuáles?

3. ¿Siento que estas reflexiones nos ayudan como Familia


para superar dificultades que nos conduzcan a la
reconciliación a todos los niveles?

4. ¿Valoro suficientemente a las personas que aportan


una actitud positiva, integradora, para la convivencia
en nuestras comunidades y grupos?

34
3 FUENTES DE ENERGIA

3.1 La fuerza de actuar juntos

La ciencia moderna nos dice que el universo está lleno de energía


y que el poder emerge de las interrelaciones de la vida. El poder se
activa cuando dos o tres, o algunas, o muchas personas se reúnen
y actúan en reciprocidad. En otras palabras, el poder existe cuando
el tejido humano de las relaciones se activa y deja de existir, cuan-
do las personas se aíslan o se dispersan. El individuo solitario, rico
o pobre, tiene muy poco poder o ningún poder. Podemos imaginar
cuánto poder se genera, se suscita, cuando el grupo tiene el mismo
Espíritu, y el mismo fin. En ese sentido la Familia de Pedro Bienve-
nido Noailles es una potencia para nuestro mundo, en el que pode-
mos hacer la diferencia, una fuerza de transformación.
Necesitamos reconocer que el poder tiene menos que ver con el
dinero, con las armas y con actitudes de autoridad que con la
calidad de relaciones vividas por las personas y los pueblos. Por
eso, los pequeños grupos de
personas comprometidas en una
interacción intensa, han tenido el No posees lo que otros
poder y la energía de efectuar el tienen, y otros carecen de
cambio, sin tener en cuenta la tus dones; de esta
proporción y el número de
imperfección brota la
personas que lo integran.
sociabilidad. (GELLERT)

En la primitiva Iglesia, los cristianos tenían un solo corazón y una


sola alma, cualquiera que fuese la distancia que les separase o la
diversidad de sus ocupaciones. En la soledad o en pleno mundo no
formaban más que una sola y única familia en medio de los
pueblos infieles trabajaban con ahínco por estrechar los lazos que
les unían con Jesucristo. Reunidos en diversas Iglesias o
Congregaciones, buscaban el modo de comunicarse entre ellos,

35
directamente o por medio de sus Pastores o guías espirituales.
Compartían sus penas y sus alegrías; se ponían en guardia ante
los peligros que les amenazaban y aunaban sus esfuerzos frente a
las tempestades; se estimulaban a perseverar; oraban unos por
otros y socorrían a aquellos que tenían necesidad. Bendecían el
nombre de Jesús y cada día ganaban para él a cuantos se sentían
atraídos por el ejemplo de sus virtudes y sus buenas obras.
(Constituciones generales de la Asociación; Sup. Gal. 24)

3.2 La formación

Una de las tareas de cara a "un mundo nuevo de relaciones" sería


educamos, formamos a una vida comunitaria y cultivar relaciones de
calidad. Esto supone conocimiento propio, lucidez para ver nuestras
propias fragilidades y dar los pasos necesarios para cultivar
relaciones de calidad, basadas sobre todo, en la palabra y en el
ejemplo de Jesús y propuestas por nuestro Fundador.

Todos los Asociados de la Sagrada Familia deben amarse y


considerarse como hermanos, sea cual fuere su posición en el
mundo o las obras con las que estén comprometidos en la
Asociación: los lazos que deben unirles en Jesús, María y José
son los que unían a los primeros cristianos y les llevaban a vivir
juntos como hermanos, de ellos se decía: "Mirad como se aman"
(Reglas generales 1851, T.E.168)

3.3 Oración y Contemplación

El sueño de Dios abarca dimensiones infinitas. Necesitamos com-


prender bien lo que la humanidad está llamada a ser en el proyecto
de Dios: su propia familia de hijos e hijas, hermanos y hermanas.
En la oración, el Espíritu nos abre a esta visión de fe y nos lleva a
apasionamos por la visión que Dios mismo tiene de la humanidad.

36
''Dios amó tanto al mundo que le envió a su Hijo único..." Dios con-
tinúa amando a este mundo y la humanidad con el mismo amor y
envía a sus hijos e hijas para que lleven adelante su sueño por la
humanidad. Contemplando a Jesús en el Evangelio, dejamos que
su visión y su amor nos habiten y nos impulsen también a nosotros.
Si lo hacemos así, nuestros criterios y valores irán siendo los de
Jesús: compasión, bondad, amor que va más allá de las
distinciones que nosotros hacemos; abiertos al don total y sin
cálculos de nosotros mismos. Esto exige que rechacemos todo
aquello que disminuya y niegue la humanidad, la dignidad de
nuestros hermanos y hermanas.

Seguir a Jesús es una aventura arriesgada. Exige una respuesta a


las llamadas y demandas del amor que Jesús nos presenta en el
Evangelio y que no conoce límites. Pide gestos reales de
solidaridad y verdaderos pasos de perdón y de reconciliación. El
auto-desplazamiento y la auto-
trascendencia son inevitables La principal virtud que
en este proceso. Pide salir de debo pedir a Nuestro
sí mismo más allá de cualquier Señor es la caridad junto
frontera que se ha decidido, con una mansedumbre
como en el caso del Buen inalterable. (P.B.N. G.E. 83)
samaritano.

3.4 La Palabra

La Palabra de Dios nos da su visión sobre el mundo y la


humanidad. Modela, nuestras relaciones con Dios y con los
demás, basadas en el mandamiento del amor: "Amarás al Señor,
tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tus
fuerzas, y al prójimo como a ti mismo" (Mt 22,37). Es el SHEMA
que la familia de Nazaret puso en el centro de su vida
no amando, no buscando, no queriendo más que a Solo Dios en
todo.

37
"La Palabra de Dios tiene un encanto y una unción que no se
puede encontrar en otro lugar". Ilumina nuestros pasos. En este
contexto ¿no deberíamos prestar mayor atención a los textos de
la Escritura que el Buen
Padre nos propuso como Que nuestras conversacio-
camino evangélico que los nes sean, sencillas, amables
miembros de la Sagrada y sinceras. (P.B.N. G.E. 82)
Familia debían seguir?

3.5 La Eucaristía

La Eucaristía, encarnación del amor de Jesús hasta el extremo por


la humanidad, infunde en nuestros corazones su propio amor y
pasión por Dios y por la humanidad. Dios, que reconcilió el mundo
consigo y congregó a los hijos dispersos en una familia, a través de
la muerte y resurrección de Jesús, nos envía al mundo como
embajadores de reconciliación y para congregar a sus hijos. El
Espíritu infunde su aliento en nosotros; en cada Eucaristía, nos
fortalece con la energía que necesitamos para comprometemos en
la tarea de la justicia, la paz y la reconciliación en nuestro mundo.
El mundo nuevo se construye en la medida misma en que nosotros
entramos en la Pascua.

3.6 Nuestra Familia

Familia internacional, intercultural, intervocacional, presente en


cuatro continentes. Somos Familia en Misión de Comunión con el
privilegio y la posibilidad de construir un mundo nuevo de relacio-
nes por nuestro propio ser ¿Estamos atentos, abiertos y
convencidos del potencial que tenemos como Familia que vive una
misma Misión de comunión? ¿Hasta dónde se extiende la fuerza
de nuestro Carisma de comunión como Don y Misión al mismo
tiempo, para el mundo de hoy?

38
Saber que todos los miembros, en todas las partes del mundo
donde nos encontramos, bajo vocaciones diversas estamos
viviendo la misma Misión convencidos de que aportamos un
elemento único, irremplazable a la construcción de un mundo
nuevo, ¿no es un gran estímulo para seguir adelante juntos con
alegría y esperanza?

Sabemos que el mundo nuevo es la obra de Dios mismo que actúa


para transformarlo ya desde ahora y conducirlo hacia su plenitud.
El nos confía el hoy de nuestra historia y la historia de nuestro
mundo para realizar su proyecto y en nuestra colaboración con él
estamos sostenidos por la Esperanza.

La Esperanza, virtud del "todavía no", nos proporciona la capaci-


dad de soñar, de ver lo que será, de animar un don que todavía no
ha florecido. La Esperanza crea energía. Waalter Brueggemann
escribe: ''Dar energía está en estrecha relación con la esperanza.
Estamos llenos de energía no por lo que poseemos, sino por lo
que se nos promete, por lo que se nos va a dar".
"Esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva
tierra, en los que habite la justicia" (2 Pe 3, 13). "Y sabemos... que
la esperanza no defrauda" (Rm 5, 5).

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Cuestionario para la reflexión personal

1. De estas fuentes de energía, de cuales me alimento


habitualmente?

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