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1 Propuestas para una concepción alternativa


de la ciudad y de la gestión urbana
Estractos
Eduardo Reese.
Instrumentos de gestión urbana,
fortalecimiento del rol del municipio y desarrollo con equidad.
Curso de Gestión Urbana.
09 al 19 de febrero de 2003 - Lima, Perú

En nuestros países, el proceso de globalización de los últimos 15 años coincide con la


aplicación de políticas de desregulación económica, ajuste fiscal y reforma del
Estado.

Más allá de acordar si las políticas de ajuste y reforma pueden ser consideradas como
condición o como resultado de estos procesos de globales, lo que podemos observar son sus
consecuencias:

a. Según la CEPAL (2000, a y b), América Latina constituye en la actualidad la región del
mundo con mayor desigualdad. En ese contexto más de la mitad de los latinoamericanos
viven en la pobreza y algo más de 90 millones de personas no cuentan siquiera con los
recursos necesarios para alimentarse adecuadamente.

b. Estos procesos simultáneos han dado lugar a nuevas formas de acumulación política y
económica y nuevas prácticas de legitimación y deslegitimación del Estado que obviamente
han cambiado las formas de control y gestión.

Tal como señalan Borja, J. y Castells, M. (1998) la transformación de nuestras sociedades por
los procesos de globalización y reforma del Estado tienen una dimensión espacial y lo que
dicha transformación representa es la constitución de una nueva organización espacial
característica de los nuevos procesos de acumulación del capital, de organización de la
producción, de integración de los mercados, del papel asignado al Estado central, provincial y
municipal y del ejercicio del poder de escala planetaria.
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Así las ciudades latinoamericanas han experimentado a partir de mediados de la década de


1980 cambios importantes en su estructura urbana, en su tipología edilicia, en su “mapa
social” y su mercado residencial, que muestran claras tendencias hacia la polarización, en la
forma de estructuración territorial y gestionaria del comercio y los servicios, en la tecnología
de las comunicaciones y la actividad económica tanto a nivel público como privado y, en
general, en el patrón de la actividad productiva. Estas transformaciones se han visto
acompañadas en algunos casos por cambios de importancia en el marco institucional, legal y
administrativo de la ciudad (autonomía, descentralización de la gestión) y en la metodología y
estilo de las intervenciones urbanas (grandes proyectos puntuales, planeamiento
“estratégico”).

En el centro de la reestructuración económica general y de la redefinición del papel y de las


competencias del poder central, las ciudades vienen paulatinamente siendo impulsadas a
asumir un mayor control, en sentido amplio, de su crecimiento y desarrollo.

El fortalecimiento de las administraciones locales, que orienta la transferencia hacia el ámbito


local de la regulación del crecimiento urbano, es acompañado de mayores
responsabilidades. En los últimos años, ese escenario viene traduciéndose en nuevos
desafíos gubernamentales, que se manifiestan en nuevas prioridades para la actuación
pública. Entre esas prioridades, asumen gran importancia, tornándose ítems obligatorios en
las actuales agendas de gobierno, el aumento de la recaudación local y el mejoramiento y/o
perfeccionamiento de la capacidad de gestión y de planificación.

Sin embargo, la característica histórica saliente de la ciudad latinoamericana ha sido la


profundidad de sus contrastes socio – espaciales. Las desigualdades de nuestras
sociedades alimentan un proceso de exclusión social que se revela en la estructura de las
ciudades y constituye un desafío para los gobiernos y las organizaciones sociales
preocupadas por la mejora de la calidad de la ciudad. LA recuperación y cualificación de los
asentamientos precarios resultantes del proceso de formación de nuestras ciudades en las
últimas décadas se imponen con la misma urgencia que la democratización del acceso a la
tierra y la provisión de nuevas unidades habitacionales.
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Análisis de instrumentos de gestión urbana


La situación que presentan las ciudades en Latinoamérica requiere pasar de un urbanismo
hoy escasamente regulador a un urbanismo gestor de políticas activas a través de la puesta
en marcha articulada de programas, proyectos, normas, modos de gestión y formas de
participación.

La política urbana no se agota en la gestión de un único instrumento, en un documento


aislado, ni en una única pieza normativa o código reglamentario. Desde esta mirada, y
tomando en consideración la experiencia de diferentes ciudades, se ha elaborado una
síntesis de distintos instrumentos de actuación que viabilicen una política urbana
transformadora y que están orientados al fortalecimiento del rol del estado municipal, la
sostenibilidad ambiental y la reducción de la exclusión socio – territorial.

Como se puede observar, los nuevos instrumentos presentan una gran diversidad debido a
que deben su origen a la importante disparidad que tienen los problemas y parámetros locales
en las distintas ciudades. Pero a pesar de esta diversidad, existe una lógica común que
sobrepasa las nuevas experiencias: el objetivo es siempre el de alcanzar una mayor
capacidad de intervención en los modos de producción de la ciudad real, en lugar de la
adopción de modelos ideales a los cuales se quiere llegar como planteaba el urbanismo
tradicional.

Los instrumentos de gestión urbana se han clasificado en

? Instrumentos de planificación
? Instrumentos de promoción y desarrollo
? Instrumentos de financiamiento
? Instrumentos de redistribución de costos y beneficios
? Instrumentos de participación ciudadana
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1
Redes culturales y Gobierno Local
Artículo en beta permanente - de José Ramón Insa Alba
Domingo, 7 de enero de 2007 http:www.redinterlocal.org

Las ciudades toman un protagonismo extraordinario ya que se puede decir que estamos
asistiendo a un cierto “neomedievalismo” donde las culturas se funden, se complementan, se
regeneran. Donde los ciudadanos se yuxtaponen y se enriquecen: La cooperación para el
desarrollo no puede alcanzar más sentido. Una cooperación que tiene, y lo vamos a ver con
cierto detalle, tres ejes:

1. La ciudad como nodo de globalización: Al contrario de lo que se pretende extender


desde diferentes medios, no es que el proceso de globalización esté llegando a las ciudades
sino que las ciudades son en realidad su primer estadio, donde primeramente se generan y
viven sus representaciones, donde mejor se pone de manifiesto la complejidad del mundo y
donde antes que en ningún otro sitio se sienten los efectos de una sociedad múltiple y diversa.

2. La diversidad como referencia socializadora: La vida cotidiana en una ciudad esta


fragmentada no sólo por las realidades socioeconómicas de quienes las habitan sino también
por la múltiple diversidad de sus realidades culturales. El terreno cultural es un eficaz reflejo
de la densa realidad y las políticas culturales basadas en la participación y la interacción
deberán tener en cuenta que la globalización ensalza la destradicionalización y el desarraigo
como medidas de dominio.

Por ello no debemos entender la identidad y diversidad cultural como si fuese un mero objeto
con un interés único para la programación, producción y divulgación de eventos. Al contrario.
Debemos plantear esta diversidad como un basamento imprescindible para la construcción y
consolidación de estructuras sociales comprometidas.

En este sentido la política cultural tiene que establecer una dialéctica triangular (gobierno
local, ciudadanía y agentes sociales) que contemple la desjerarquización como modelo de
intervención y que coloque el respeto a la pluralidad en una posición preponderante.
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Un modelo que tiene a la ciudad como nodo especifico de reconstrucción social, un modelo
que protagoniza la proximidad, que permite un desarrollo no centralizado en el que cada
“realidad ciudadana” pueda ser considerada como un enlace hacia el mundo: es decir, la
consolidación de una sociedad múltiple que tiene a la política cultural interactiva como eje
básico para la creación de un proyecto social multicultural.

3. La política cultural como aglutinante transversal. Las instituciones locales están


obligadas a plantearse la cultura desde este sentido, desde la estructuración social, desde la
responsabilidad de ofrecer al ciudadano un entorno constructor activo. Y sus responsables
deben asumir el compromiso de reconsiderar algunos de los procesos y modelos a los que
hasta ahora estamos acostumbrados, sobre todo desde los gobiernos locales, y replantearlos
teniendo en cuenta las nuevas realidades socioculturales.

Entramos en una auténtica esquizofrenia si mantenemos estructuras retrogradas,


jerarquizadas y monolíticas mientras vemos que la realidad nos exige que las políticas
culturales vayan de la mano de los postulados de reconstrucción social transversales.

En este sentido podemos señalar unas cuantas reflexiones que centrarán y ubicarán
claramente las políticas culturales en el entono global contemporáneo:

? Es necesario recontextualizar las políticas culturales de modo que se rehuya del


tradicional aislamiento de los sectores creativos y se genere una nueva manera de abordar
las necesidades sociales de cultura y el interés general, es decir, aportar dimensión cultural a
la población.

? Abordar los derechos culturales y la libertad cultural como elementos emergentes de


ejecución y como capacidades de cohesión supraterritorial de modo que se puedan
formalizar nuevas respuestas para nuevos problemas..

? Superar el aislamiento de las políticas culturales e integrarlas en un diálogo completo y


abierto con el resto de las políticas ciudadanas: Económicas, sociales, laborales, sanitarias...
teniendo en cuenta que la cultura ejerce gran influencia en el bienestar, la calidad de vida y la
construcción de un espacio público comunitario.
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? En este sentido las políticas culturales han de realizar un esfuerzo que les permita
salir de la tecnocracia y del exclusivismo para alcanzar sectores sociales amplios
garantizando la diversidad y evitando el dominio de las minorías tanto en la gestión como en
el consumo.

? Es por ello entendible que las políticas culturales han de encontrar nuevos modelos de
gestión que les haga superar posturas de arrogancia y prepotencia para evolucionar hacia
los sistemas horizontales que requieren los entornos culturales avanzados y complejos en
los que hoy nos encontramos.

? Entender que los creadores son un factor imprescindible en las políticas culturales no
solo en cuanto a la acción meramente creadora sino en cuanto a la aportación de nuevas
visiones en las que la heterodoxia y la ruptura puedan convertirse en fuente de procesos para
l a s n e c e s i d a d e s c u l t u r a l e s c o n t e m p o r á n e a s .
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1
INVOLUCRANDO LA CULTURA EN EL DESARROLLO
Robin Vincent. Antropólogo Social y Subdirector de Exchange

"La cultura es comunicación y la comunicación es cultura."


Edgard Hall(1959: 186)

¿Cómo afecta la cultura el desarrollo y cómo podría involucrársela constructivamente en el


mismo? ¿Quiénes necesitan comprender la cultura y por qué?

Cada vez con más frecuencia, quienes trabajan en desarrollo se hacen preguntas como las
anteriores y reconocen que la cultura influye de múltiples maneras en las iniciativas de
desarrollo. El trabajo en comunicación y VIH/sida ha dado impulso el tema, al enfatizar la
relación que existe entre la comunicación interpersonal y el cambio social, lo mismo que la
necesidad de tener en cuenta el contexto social y la cultura para encontrar respuestas
efectivas al VIH/SIDA.

Sin embargo, existe una tendencia a ver la cultura como "lo que otros tienen". Entonces,
cuando de estrategias de comunicación se trata, la cultura solo se tiene en cuenta para
adecuar a las creencias y tradiciones locales los mensajes concebidos y diseñados
externamente, en una errónea concepción de su complejidad y de su papel en el cambio
social. De hecho, la cultura moldea las prácticas, métodos y suposiciones, agn en el campo
del desarrollo internacional, a pesar de que a menudo se asume que aquellos actores y
agencias que planean racionalmente, no se ven influidos por su bagaje cultural.

La cultura influye en la comunicación y el cambio social a todo nivel: desde la práctica de las
organizaciones de elite hasta las creencias y tradiciones locales en el Norte y el Sur.
¿Cultura? La cultura es difícil de aprehender, tal vez porque aparentemente está en todas
partes, y sin embargo no se reduce a ningún aspecto en particular.
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Una reciente iniciativa de la UNESCO -"Cultura y VIH/SIDA: Una aproximación cultural a la


prevención y el cuidado", basada en la Declaración de México (Conferencia Mundial sobre
Políticas Culturales, 1982), define la cultura como "las tradiciones, creencias, valores,
estructuras de familia, relaciones de género, relaciones personales y sociales". Bajo el lente
antropológico, la cultura es una dimensión o aspecto de todas ellas, que define diferencias de
grupo e identidades.

La cultura no es estática y homogénea, sino dinámica y contestataria; los recursos culturales


son utilizados selectivamente en cualquier contexto por intereses particulares, para acentuar
las diferencias y movilizar a las personas.

Algunos estudios antropológicos han resaltado la dimensión comunicativa, expresiva, de casi


todo el comportamiento humano, especialmente de lenguajes y símbolos, rituales, artes y
oficios, música, construcciones y monumentos. Los significados y valores culturales
subyacen en la conducta y en las actividades y prácticas de la vida cotidiana. Los estudios
sobre la "cultura material" han demostrado que los objetos y las cosas se utilizan para
expresar diferencias y valores sociales; y que aún recursos globalizados como la ropa de
diseñador y hasta el cricket, terminan incorporándose a las expresiones particulares en
momentos y lugares determinados. Las culturas indígenas por ejemplo, utilizan una notoria
diversidad de medios de comunicación: danza, teatro, talla, pintura, canto y literatura oral; es
interesante observar cómo estas expresiones están siendo nuevamente usadas en la
comunicación contemporánea, gracias a su mayor capacidad de involucrar a las personas, en
comparación con la escritura y la impresión.

Las instituciones y organizaciones tienen también una "cultura" (concepto cada vez más
aceptado en el campo del aprendizaje organizativo); y las organizaciones de desarrollo no
son la excepción. Los supuestos culturales moldean tanto las políticas públicas de las
instituciones, como los intereses privados y los entusiasmos de individuos y grupos
poderosos dentro de las organizaciones de desarrollo. Los antropólogos han explorado la
dinámica cultural del desarrollo participativo, la "cultura del auditaje" en monitoreos y
evaluaciones, y hasta los procedimientos y rituales de las visitas a un país del Fondo
Monetario Internacional. El Overseas Development Institute ha hecho notar los procesos
puramente políticos que influencian las políticas de desarrollo y ha cuestionado la idea de que
éstas se basan únicamente en investigaciones y "evidencias".
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Cultura y desarrollo
Entonces, si la cultura está aparentemente en todas partes, ¿cómo influye sobre el
desarrollo? Algunas investigaciones adelantadas por Creative Exchange, red internacional de
personas y organizaciones involucradas en el campo de la cultura y el desarrollo, han
destacado tres aspectos de la cultura que afectan el desarrollo:

? La cultura como contexto: el medio y ambiente social más amplios


? La cultura como contenido: prácticas, creencias y procesos culturales locales
? La cultura como método: actividades culturales y creativas de comunicación (teatro
popular, música, danza, medios visuales, símbolos)

En el libro "Culture and Public Action", la perspectiva económica de Amartya Sen presenta la
cultura como un elemento importante de las "capacidades" que las personas aportan al
desarrollo. La cultura influye en el desarrollo a través de la literatura, las artes y la música,
como importantes formas de expresión cultural; actividades económicamente gratificantes
como el turismo; actitudes y comportamientos relacionados con el trabajo, la recompensa y el
intercambio; la tradición de debate público y participación; el apoyo social y la asociación; la
herencia cultural y la memoria; y las influencias sobre los valores y la moral.

A través de ejemplos concretos, los editores del libro muestran que tomar en serio la cultura
local puede llevar a un desarrollo más efectivo. Citan el caso de un grupo de trabajadoras
sexuales de Kolkata; al prestar atención a su "lógica cultural interna" se logró involucrarlas en
una campaña exitosa de sexo seguro. Y otro caso donde la falta de comprensión de la
redistribución de la ayuda a través de redes de parentesco, socialmente aceptadas,
contribuyó a empeorar la hambruna en Sudán.

Pero la cultura no es sólo un problema de creencias y tradiciones locales.. Todo entorno se ve


afectado por poderosas fuerzas económicas y sociales externas, que limitan las opciones de
los actores locales. Lo ilustra el reciente trabajo de Catherine Campbell sobre la educación a
través de pares entre trabajadoras sexuales y mineros en Sudáfrica. Factores como los
estereotipos de género y la economía de la pobreza conspiran en contra de las trabajadoras
sexuales y los mineros que practican sexo seguro. Adicionalmente, y aunque el proyecto
emplea extensamente métodos "participativos", el aporte de trabajadoras sexuales y mineros
se ve limitado por las relaciones de poder entre los varios actores involucrados en el proyecto
y las tácitas suposiciones acerca de quién y qué debe cambiar.
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Tener en cuenta la cultura, entonces, significa también hacer explícitos los supuestos de los
profesionales del desarrollo y de las organizaciones de élite. ¿Involucrar la cultura?

Si parece raro que algo tan ubicuo como la cultura haya sido relativamente invisible durante
tanto tiempo en el campo del desarrollo, debemos también preguntarnos por qué la
necesidad de comprender la cultura es repentinamente importante. ¿Por qué ahora?
¿Es para entender mejor las prioridades y valores de las comunidades? ¿O para "traducir"
más efectivamente los mensajes del Norte? ¿Cómo será utilizada esta comprensión?

Algunas teorías indican que aumentar el conocimiento en un área particular -en nuestro caso
la cultura- puede no ser simplemente un problema neutro de profundizar la comprensión, sino
que podría estar ligado a cambiar las formas de gobernar la vida social. Algunas críticas a la
antropología muestran cómo su comprensión de las culturas ha sido utilizada por ejemplo,
para administrar las colonias. Otras señalan también, la naturaleza ambigua de las
aproximaciones participativas al desarrollo, que pueden darle a las personas un mayor
control, o amarrarlas a un tipo de desarrollo dependiente de las agencias, oculto bajo una
apariencia de auténtica participación local. En última instancia, es importante tomar en
consideración el entorno específico y ver cómo las dinámicas predominantes de poder y los
detalles del lenguaje, la cultura y las prácticas de participación le dan a la gente una mayor o
menor autodeterminación. Tanto los supuestos de las organizaciones de desarrollo, como los
hábitos de la población local, deben ser examinados. De igual manera, es necesario entender
que no sólo los receptores de la ayuda para el desarrollo deben cambiar su comportamiento.

Complejidad y cambio social


Otro hallazgo de la antropología es que comunicación y los procesos de cambio social y
cultural son complejos, de muchos niveles, y que no pueden reducirse a las intenciones
racionales, transparentes, de los individuos. La teoría de sistemas y la antropología sugieren
conjuntamente, que el cambio social puede seguir patrones complejos y caóticos: los eventos
locales y globales pueden producir resultados impredecibles.

Otros estudios sobre conflictos étnicos y medios muestran que ciertos símbolos pueden
estimular a las personas de maneras no necesariamente racionales, democráticas o
transparentes.
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El papel de la radio en el genocidio de Rwanda y el de los informes de prensa en los disturbios


de Nigeria relacionados con el concurso de 'Miss Mundo', son dos ejemplos recientes. En
Sudáfrica, la extendida creencia de que tener relaciones sexuales con una virgen cura el
VIH/sida puede servir para validar prácticas sociales originadas en altos niveles de violencia
de género.

La falta de acciones por parte del gobierno, los altos niveles de violencia sexual masculina, la
prostitución infantil y las negociaciones en busca de influencia por parte de curanderos
locales, son factores que se alimentan y a la vez perpetúan los mitos. Por qué algunos
símbolos e ideas alcanzan tanta popularidad, es todavía un misterio; pero el proceso esta
íntimamente ligado a a las dinámicas del poder y la cultura.

Es importante recordar que nuestro mundo sigue siendo un mundo de acceso desigual a los
medios de comunicación y a los medios de producción cultural, que generan y mantienen los
símbolos, representaciones e imágenes al servicio de los poderosos intereses
predominantes. En consecuencia, para muchos, los programas de desarrollo deben
centrarse en el fortalecimiento de la "voz" y los medios de expresión de las gentes que viven
en la pobreza. No se trata solo de poner las preocupaciones populares en la agenda pública;
se trata sobre todo, de apoyar las nuevas formas de expresión desarrolladas por las gentes,
en sus propias y auto-definidas luchas.

La autodeterminación del cambio es otro aspecto importante. La complejidad de los cambios


culturales y sociales pone de relieve el hecho de que la vida social podría ser menos
susceptible a la planeación y el control desde afuera, de lo que se asume. Para algunos, esto
significa que el énfasis de los programas de desarrollo debería estar en apoyar la libertad y la
capacidad de acción de los actores locales - y que no se deben esperar resultados bajo los
parámetros de desarrollo establecidos por Occidente. Por otra parte, los temas relacionados
con el poder aparecen a todos los niveles: desde las prácticas culturales aparentemente
dadas por sentado, hasta las estructuras globales económicas y políticas. Los actores
locales que entienden una situación particular están encondiciones de aportar su
conocimiento de las condiciones locales a su propio desarrollo. Pero si nuestra atención está
solamente enfocada en lo local, las culturas más amplias de comunicación y poder que
sostienen la desigualdad global seguirán vivas y gozarán de buena salud, tanto en nuestras
cabezas, como debajo de nuestras narices. En cuyo caso, poco cambiará realmente.
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1 DERECHOS CULTURALES Y DESARROLLO HUMANO


Extractos
Jesús Prieto de Pedro.
OEI. Pensar Iberoamerica, revista de cultura.
No. 7 septiembre 2004.
Es pertinente plantearse la pregunta referente a la definición de los Derechos Culturales. La
palabra «derechos» significa poderes jurídicos garantizados jurisdiccionalmente y por otros
mecanismos jurídicos. En este caso, no estamos ante derechos comunes, subjetivos y
generales. Por el contrario, hacemos referencia a unos derechos singulares y fundamentales
-poderes jurídicos superiores, especialmente protegidos por un sistema de garantías que no
disfrutan los derechos sujetivos ordinarios„Ÿ definidos como derechos humanos.

Entre esas garantías encontramos las constitucionales, frente a la reforma de los textos en la
interpretación del propio texto constitucional. Algún autor dijo que los derechos
fundamentales vencen a las mayorías. Considero que esa es su fortaleza dentro del sistema
jurídico, pues hay toda una serie de mecanismos jurisdiccionales „como los juicios de
amparo„ (ej: Tutelas) que son procedimientos sumarios, privilegiados y urgentes de
protección a estos derechos. Por otro lado, estos también constituyen fines primarios del
Estado que deben orientar la actuación de los poderes públicos.

Los Derechos Culturales están delimitados por el adjetivo «cultural». En este sentido se
descubre uno de los focos problemáticos, pues hay dos acepciones de cultura en esta
expresión concreta: una que se restringe a los pueblos minoritarios y otra que implica que son
derechos que afectan a todos los ciudadanos.

Las primeras normas jurídicas en el ámbito internacional provienen del Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales del año 66, entrado en vigor el año anterior.
Es aquí donde por primera vez se acuña en un texto importante esta expresión y se recoge en
el sentido amplio y abierto. Sin embargo, el desarrollo inmediato que ha experimentado y en
el que se ha visto envuelto ha sido, precisamente, lo que lo ha limitado a los grupos
minoritarios que reivindican una situación de debilidad frente al grupo mayoritario.
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Este es uno de los grandes errores con los que nos enfrentamos en este momento. Un
callejón sin salida por haber aceptado una propuesta que sitúa a los Derechos Culturales
como una reivindicación de las minorías frente a las mayorías; cuando los Derechos
Culturales forman parte del patrimonio de todos los seres humanos.

Por este motivo, propongo entender los derechos culturales como aquellos derechos que
garantizan el desarrollo libre, igualitario y fraterno de los seres humanos en esa capacidad
singular que tenemos de poder simbolizar y crear sentidos de vida que podemos
comunicar a otros.

Quisiera hacer una pequeña reflexión sobre la evolución de los derechos humanos. Dicha
evolución se ha caracterizado por una cadena ininterrumpida de construcción de los
derechos fundamentales formulados en las tablas de derechos. Desde las constituciones
de principios del siglo xix hasta hoy, las cosas han cambiado mucho y esas tablas se han
vuelto mucho más extensas y complejas.

La propuesta clásica aceptada por la mayoría de juristas es la que distingue o separa en


tres generaciones los derechos fundamentales e introduce un principio de orden mental en
este mundo tan complejo.
? La primera generación estaría constituida por los derechos fundamentales de
libertad;
? la segunda, por los derechos de igualdad;
? y la tercera, por los derechos fundamentales de solidaridad.
Todos ellos se relacionan con el tema central de la revolución francesa: liberté, égalité et
fraternité.

? Los derechos fundamentales de libertad se vinculan con autonomía. Libertad


significa autonomía porque crea ámbitos de resistencia en los que el poder público no
puede entrar. El individuo se ve recubierto de una esfera inmune para ejercer su libertad
sin intromisión del poder; por ejemplo la libertad de expresión, de asociación, de
conciencia o de culto.
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? Los derechos de la segunda generación son los derechos económicos. A diferencia de


los anteriores, aquí no se trata de que el poder público se mantenga al margen y respete ese
círculo de poder que el derecho le otorga al individuo. Ocurre, precisamente, todo lo contrario.
El poder debe comprometerse con el desarrollo de la igualdad de los individuos, ofreciendo
servicios y prestaciones. Estos son los derechos a la educación, a la salud y a la cultura que se
toman cuerpo a través de la prestación de servicios culturales y de la institucionalidad de la
cultura. Eleanor Roosevelt, que presidió la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas cuando se estaba elaborando la Declaración Universal, lo expresó brillantemente:
«Un hombre necesitado, no es un hombre libre». Este es el problema que trata de atender la
citada generación.

? En la tercera generación aparecen los derechos de solidaridad. Estos incluyen a todos


aquellos que no encajaban en los derechos de libertad ni en los derechos de igualdad. Por un
lado, son los derechos que protegen intereses difusos como el medio ambiente, los
consumidores, el derecho a la paz; y por otro, los que nos interesan aquí: los derechos de
grupo, donde se sitúan los derechos de identidad.

A pesar de que solo la segunda categoría hace referencia explícita a los derechos culturales
esta clasificación hace evidente su complejidad, pues en cada una de las categorías
encontramos elementos de ellos. Por ejemplo, en la primera incluimos la libertad de la
creación cultural, la libertad artística, la libertad científica, la comunicación cultural, la libertad
de comunicación de las expresiones creadas en la cultura, etcétera. El llamado derecho de
acceso a la cultura es un derecho típico de la segunda generación, porque para acceder a la
cultura hacen falta prestaciones relacionadas con los grandes servicios públicos (los museos,
archivos y bibliotecas son instrumentos de realización del derecho de prestación de acceso a
la cultura). Asimismo, en la tercera generación se presentan, bajo la forma de derecho al
patrimonio cultural, el derecho a la conservación de la memoria cultural y los derechos al
desarrollo de su identidad de los grupos étnicos y de los grupos culturales diferenciados.

Dicho esto, quisiera hacer algunas propuestas, para invitar a la reflexión y sobre todo, tratar
de sentar algunas líneas de trabajo para el futuro.
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En primer lugar, es preciso realizar un esfuerzo teórico interdisciplinario. El tema de los


derechos culturales es demasiado complejo para que solo los juristas se ocupen de ellos.
Debe haber un esfuerzo conjunto de reflexión sobre los derechos culturales para conseguir
que esta categoría, teóricamente subdesarrollada de los derechos humanos, adquiera su
carta de naturaleza y el status que le corresponde por las expectativas sociales y políticas que
tienen nuestras sociedades en relación con este asunto. Los filósofos, los antropólogos, los
científicos políticos, los juristas estamos de alguna manera encerrados en nuestras celdas,
con discursos un tanto endogámicos. El asunto ¿no es, acaso, lo suficientemente importante,
como para que todos hagamos el esfuerzo de encontrarnos y realicemos aportes conjuntos?

Como segunda medida, resulta imprescindible superar el actual atasco conceptual en el que
nos hemos metido, al considerar a los derechos culturales como derechos especiales de los
excluidos y las minorías. Estos deben ser vistos como derechos de todos los grupos y seres
humanos, independientemente del diferente grado de realización que unos y otros hayan
logrado. De no dar este paso conceptual, es imposible que podamos hablar de los derechos
culturales como derechos universales y considerarlos como un subsistema de los derechos
fundamentales (dentro de los que se encuentran los derechos políticos, económicos sociales
y culturales).

En tercer lugar, vale la pena resaltar como línea de reflexión la doble dimensión o el géminis
que representan los derechos culturales en el Zodíaco de los derechos fundamentales. Hay
una clara doble dimensión, individual y colectiva, puesto que el individuo no es un átomo
aislado de otros. De ser así, se marchitaría o desnaturalizaría. Por el contrario, su yo se
construye a partir de la interacción con otros seres iguales. La sociabilidad es un presupuesto
de la existencia humana; como decía el poeta Antonio Machado «un corazón solitario no es un
corazón».

Estas realidades se tienen que afrontar con tratamientos diferenciados dentro de los derechos
culturales. Es preciso comprender que los derechos colectivos no equivalen a la suma de los
derechos individuales del grupo, tal como sostiene el liberalismo, sino que implican mucho
más. Estos grupos son portadores de universos simbólicos del conjunto de sus miembros, y
generan la identidad como repertorio de sentido compartido.
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Estos valores colectivos se constituyen en bienes jurídicos que han de ser protegidos. Las
garantías de protección de los derechos colectivos responden a garantías diferentes que, en
unos casos, convierten la protección de los derechos colectivos en una parcela de la propia
urbanización del Estado. Este proceso se realiza a través del sistema de autonomía personal
„Ÿpoco usado„Ÿ o bien, el de autonomía territorial „Ÿel sistema más común„Ÿ que da lugar a
las distintas formas de estados (federales, regionales o atípicos) que tienen ámbitos de
autonomía territorial reconocidos en su seno, donde se ejercen poderes de auto gobierno en
régimen de autonomía en determinados grupos de población, significados precisamente por
esa diferencia cultural.

Por otro lado, también está la garantía institucional. En este sentido, es ilustrativo citar el caso
de la lengua. Cuando un grupo humano tiene una lengua propia en el seno de una población
más amplia, hay una dimensión individual de ese derecho que les da opción a los individuos a
elegir su modo de expresarse, su lenguaje. Asimismo, la libertad colectiva en lo que refiere al
uso de esa lengua no equivale a la suma de las libertades individuales de todos ciudadanos.
Si no existe una acción del poder público que institucionalice a la lengua del grupo como
oficial, no será posible de realizar el derecho colectivo.

Por último, es preciso continuar en la articulación de esta dimensión individual y colectiva.


Hay que empezar por desdramatizar los derechos colectivos desde una concepción no
esencialista. Las constituciones de América Latina constituyen un buen ejemplo. En los
últimos años han dado un avance extraordinario en la consagración de los derechos
culturales para el desarrollo creativo. Actualmente, representan el vivero o semillero más
importante de derechos culturales que existe en el constitucionalismo mundial. Pero este es
un tema que no se resalta; por el contrario, se tiende a pensar que en América Latina la
situación es negativa.

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