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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE:

APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

Alejandra Restrepo - Ximena Bustamante


Colectiva El grito de las brujas

XI Encuentro Feminista
Comité Impulsor
México, D. F., marzo de 2009
ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE:
APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

Autoras:
Alejandra Restrepo - Ximena Bustamante
Colectiva El grito de las brujas

Realizado por:
Comité Impulsor del XI Encuentro Feminista

Coordinación general:
Gloria Careaga

Revisión de estilo:
Elena Madrigal

Impresión:
Monarca Impresoras.
monarcaimpresoras@hotmail.com

México, D. F., marzo de 2009


ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

Presentación

En nuestro continente, el movimiento feminista se ha manifestado de


formas muy diversas. Entre ellas destacan diez Encuentros Internacionales,
esfuerzos por nombrar y dar forma a un proyecto feminista específicamente
latinoamericano, de aquí la dificultad de dar cuenta de la complejidad de la
genealogía en la que se inscribe el XI Encuentro Feminista Latinoamericano
y del Caribe. Dada la diversidad de los debates, posturas políticas, rupturas y
continuidades que se han suscitado en estos espacios durante las últimas
tres décadas, cualquier recuento unívoco de los Encuentros está destinado
al fracaso.
El presente ensayo no pretende ser exhaustivo ni mucho menos una
historia definitiva o “autorizada”. Sus alcances son más realistas a la vez que
más sugerentes: a partir de la lectura de las memorias de cada Encuentro,
esbozamos notas sobre el arte de encontrarnos y de desencontrarnos, sobre
las formas organizativas, los temas debatidos y las participantes para sugerir
senderos que convendría recorrer nuevamente en subsecuentes Encuentros.
Esperamos que este esfuerzo sintético despierte inquietudes, objeciones y
preguntas que conduzcan a otras mujeres a embarcarse en el esfuerzo
colectivo, incesante y siempre en disputa que implica trazar genealogías y
escribir las historias del feminismo.
Agradecemos profundamente a todas aquellas mujeres que dejaron
huella al plasmar sus vivencias y al llamar a participar mediante convocatorias y
documentos para el debate. Entre ellas, mencionamos a Cris Suaza, quien por
años ha custodiado reseñas, un buen número de ponencias originales,
materiales de difusión, afiche, y más del I Encuentro y ha publicado sus

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recuerdos en Soñé que soñaba: una crónica del movimiento feminista en
Colombia de 1975 a 1982.
Muy especialmente quedamos en deuda con las editoras de las
memorias de los Encuentros precedentes: Manuela Cienfuegos, Daniela Claro
y Olga Amparo Sánchez, por el I Encuentro; Anita Natividade, Eliana Ferreira de
Assis y Miriam Bottassi, por el III; Amalia Fischer, Lucero González, Berta Hiriart
y Eli Bartra por el IV; Ana Leticia Aguilar, Elizabeth Álvarez, María Teresa
Blandón y Lorena Camacho, por el VI; Amantina Barranco Quevedo, Susana
Cubillos Montecino, Carena Pérez Martínez, Rebeca Rebolledo León y Rosa
Soto Lira, por el VII y a Ochy Curiel, por el VIII.
A todas ellas, por habernos allanado el camino, gracias.

Alejandra Restrepo - Ximena Bustamante


Colectiva El grito de las brujas
Marzo de 2009

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

El arte de encontrarse

En el presente, las feministas nos reunimos en congresos, convenciones,


conferencias, concejos, asambleas, grupos de autoconciencia, conversatorios
y, por supuesto, encuentros nacionales, regionales o mundiales. Nuestros
plenos de intenciones políticas datan de poco más de un siglo. Un primer
antecedente es el sentado por Olimpia de Gouges, quien a finales del siglo XVIII
redactó la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana” y por su
atrevimiento fue condenada a la guillotina. Otro momento significativo en la
incesante lucha de las mujeres es la Convención de Seneca Falls, organizada
por integrantes del movimiento abolicionista en los Estados Unidos, entre ellas
Elizabeth Cady Stanton y Lucrecia Mott. La necesidad de llamar a una reunión
para discutir la condición social, civil y religiosa de las mujeres surgió durante la
Conferencia Mundial Anti-Esclavista de 1840 en Londres a raíz de que a las
estadounidenses que habían sido nombradas como delegadas por sus
comunidades se les negó la participación en el debate y el ocupar el lugar
oficial que les correspondía, por lo que tuvieron que dar seguimiento a la
discusión desde los balcones. Aunque las mujeres habían tenido un papel
fundamental en la causa anti-esclavista, era evidente que el Movimiento no
estaba dispuesto a reconocerlas a la par que a sus colegas hombres, ni mucho
menos a abrir espacios para que plantearan sus demandas específicas. Este
incidente devino en que el 19 y 20 de julio de 1848, en la Capilla Metodista del
Condado de Seneca Falls, Nueva York, se llevara a cabo la reunión donde se
discutieron por primera vez de manera pública las inequidades legales que
limitaban a las mujeres. De esta inédita reunión surgió la Declaración de los
sentimientos, redactada por Elizabeth C. Stanton.

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Con el lenguaje y la estructura de la Declaración de Independencia a la
vista, y en su calidad de ciudadanas de los Estados Unidos, las mujeres
argumentaron que detentaban una serie de derechos que no les podían ser
negados. En la Declaración de los sentimientos se enlistaron los agravios
cometidos por “todos los hombres” (epíteto que sustituyó a “El Rey Jorge” de
la Declaración de Independencia) en contra de las mujeres, se justificó la idea
de la igualdad entre los sexos, se llamó a acabar con el monopolio del púlpito y
a garantizar la participación igualitaria de las mujeres en los oficios, las
profesiones y el comercio. Las demandas relativas al derecho al divorcio y a la
propiedad privada para las mujeres fueron centrales y la del sufragio fue uno
de los puntos más controvertidos de la Declaración.1
Resulta problemático llamar feministas a las sesenta y ocho mujeres
que suscribieron la Declaración,2 ya que en esa época el término “feminismo”
apenas apuntaba a su sentido de doctrina a favor de los derechos de las
mujeres y distaba de definirse como movimiento emancipatorio. Sin
embargo, el hecho histórico de que cientos de mujeres se reunieran de
manera pública para proponer reformas encaminadas a favorecerlas como
grupo constituye uno de los acontecimientos fundantes de la acción
organizada propia del feminismo.
Si bien la Convención de Seneca Falls se centró en la condición de las
mujeres en los Estados Unidos, pronto surgió el impulso por dar al naciente
movimiento un carácter internacional. La vinculación de las mujeres más allá
de las fronteras territoriales es, entonces, una tradición que data de finales del
siglo XIX, cuando surge la idea de que “las mujeres de todos los países debían
unirse y ayudarse para el logro sus derechos” (Michel 1983, 93). En 1878,
simultáneamente a la Exposición Universal de París, se llevó a cabo el Primer
Congreso Internacional por los Derechos de las Mujeres, organizado por la

1 Para conocer la declaración en extenso, ver Varela 2005, 359-361. También puede encontrarse un
excelente análisis de esta convención en Miyares 2004, 74.
2 La Declaración también fue suscrita por treinta y dos hombres. El número total de asistentes a la
Convención fue de doscientas mujeres y cuarenta hombres (Druelle 2006, 3).

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Sociedad para la Mejora de la Condición de las Mujeres, presidida por Marie
3
Deraismes. En un inicio la francesa Hubertine Auclert, editora de la
publicación mensual Derechos de las Mujeres y pionera en la utilización del
término “feminista” para nombrar su colectivo sufragista (Offen 1998),
formaba parte del comité organizador del Congreso. Sin embargo, renunció a
participar cuando el derecho al voto fue omitido del programa y publicó el
texto que pretendía presentar en el Congreso bajo el título “El derecho político
de las mujeres. Cuestión que no es tratada en el Congreso Internacional de las
Mujeres” (Druelle 2006, 4).
Posteriormente, en 1888, Susan B. Anthony y Elizabeth C. Stanton
convocaron a un Encuentro sobre los Derechos de las Mujeres para
conmemorar los cuarenta años de la Convención de Seneca Falls. En esta
ocasión participaron varias organizaciones de mujeres estadounidenses —que
habían florecido desde Seneca Falls— y otras provenientes de Canadá,
Inglaterra, Dinamarca, Noruega, Finlandia e India. El resultado fue la creación
del Consejo Nacional de las Mujeres en Estados Unidos y el Consejo
Internacional de las Mujeres (ICW, por sus siglas en inglés). El planteamiento de
Flora Tristán acerca de la necesidad de que el movimiento obrero tuviera un
carácter internacional fue retomado para su causa por miles de mujeres de
distintas tendencias ideológicas y que paulatinamente se identificaban como
feministas años antes de que el internacionalismo formara parte del
Manifiesto Comunista.

La ONU

La ONU ha sido un organismo fundamental en la lucha internacional por la


igualdad de las mujeres. A un año de su fundación, los países miembros
reconocieron la necesidad de contar con una instancia que atendiera este
aspecto y el 7 de noviembre de 1967 la Asamblea General aprobó en su

3 Oficialmente participaron en el Congreso doscientas diecinueve personas (ciento doce mujeres y


ciento siete hombres) procedentes de once países y aproximadamente cuatrocientos visitantes (ibid., 4).

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Resolución 2263 (XXII) la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación
contra la Mujer que en uno de sus apartados indica:

La discriminación contra la mujer es incompatible con la dignidad


humana y con el bienestar de la familia y de la sociedad, impide su
participación en la vida política, social, económica y cultural de sus
países en condiciones de igualdad con el hombre, y constituye un
obstáculo para el pleno desarrollo de las posibilidades que tiene la
mujer de servir a sus países y a la humanidad […] la máxima
participación tanto de las mujeres como de los hombres en todos los
campos es indispensable para el desarrollo total de un país, el bienestar
del mundo y la causa de la paz (CONACYT 1975, 67).

Esta declaración dio pie a la I Conferencia Internacional de la Mujer de


1975, organizada por la ONU en México, en la que se aprobó el Plan de Acción
Mundial del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer bajo el lema
“Igualdad, Desarrollo y Paz”. Se redactó una serie de acuerdos para que los
Estados tomaran medidas a favor de la igualdad entre hombres y mujeres por
considerarla requisito para el desarrollo de todas las naciones. Se diseñaron
programas, proyectos y acciones a favor de las mujeres y se crearon
organismos especiales como el Instituto Internacional de Investigaciones y
Capacitación para la Promoción de la Mujer (INSTRAW) y el Fondo de
Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) con el objetivo de
“proporcionar el marco institucional para la investigación, la capacitación y las
actividades operacionales en la esfera de la mujer y el desarrollo” (ONU 1975).
Asimismo, se sentaron las bases para que en 1979 se realizara la Convención
sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer
(CEDAW), la cual propuso una serie de instrumentos legales y mecanismos
jurídicos que entraron en vigor en 1981.
La Conferencia organizada por la ONU propició que en países como
México se privilegiara el trabajo intra-institucional, se diera relevancia al
cumplimiento de las disposiciones del marco jurídico internacional y se
impulsara la creación de políticas públicas dirigidas a promover la igualdad.
Entretanto, el efecto fue menor en algunos sectores de feministas y en otras

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naciones latinoamericanas donde se privilegiaba la autoconciencia como
estrategia política y donde la preocupación fundamental era la tensión de la
“doble militancia”, es decir, de la participación simultánea en el feminismo y en
los partidos y organizaciones de izquierda.
Si bien las disposiciones de la ONU ampliaron el espectro del feminismo
internacional, no dejaron de ser directrices provenientes de altas esferas que
contrastaban con el deseo de organización, participación y transformación de
muchas mujeres que comenzaban a encontrarse con otras, a preguntarse por
la construcción social del “ser mujer” y a explorar el feminismo como una
opción vital. En esta búsqueda colectiva fue crucial el papel de las
latinoamericanas y caribeñas residentes en Europa, muchas de ellas exiliadas
políticas, quienes dirigieron sus esfuerzos a interrogar y reivindicar la
condición particular de las mujeres y las feministas en América Latina. Así
comenzó a gestarse la idea internacionalista de organizar un encuentro entre
feministas de América Latina y del Caribe. Así fue como una idea vaga tomó
forma en las conversaciones con las amigas y compañeras que seguían en
tierras americanas.

Primeras confabulaciones: las internacionalistas en América Latina

Existen registros de la existencia de grupos organizados de mujeres desde


finales del siglo XIX en América Latina, como es el caso de las sufragistas
chilenas y las profesoras anarquistas mexicanas. Ya en el siglo XX algunas
mujeres latinoamericanas participaron a título individual en los eventos
internacionales organizados en Estados Unidos y en Europa, entre ellas la
argentina Cecilia Grierson, quien posteriormente promovió las organizaciones
de mujeres en su país. Fue precisamente una organización argentina, el Centro
Feminista de Buenos Aires, la que convocó al Congreso Internacional de Libre
Pensamiento de 1906, principal antecedente del I Congreso Femenino
Internacional, realizado en 1910 con el objetivo de “tratar las mejoras sociales,
la lucha por la paz, el acceso femenino a la educación superior y para
expresarse en contra de la doble moral” (Gargallo 2006,129) en América
Latina. Las feministas argentinas ahora convocan al II Congreso Internacional

9
Feminista, “100 años de historia social y de género de las Mujeres: 1910-2010.
Balance y porvenir”, a realizarse en 2010 para celebrar en Buenos Aires el
4
primer centenario del histórico suceso.
Otro antecedente de peso de los Encuentros Internacionales es el
Primer Congreso Feminista de Yucatán, México, de enero de 1916 y convocado
por las feministas de la localidad y el gobierno estatal. Las conclusiones de este
Congreso resultan progresistas para la época pues no reproducían una visión
familista ni hacían hincapié en la supremacía del valor de la maternidad en la
vida de las mujeres. Por el contrario, los análisis giraron en torno a la
separación del Estado y la iglesia; la educación laica, amplia y de fácil acceso
para las mujeres; y el derecho al trabajo, entre otras. En la declaración final,
estas feministas afirmaron que:

Deben abrirse a la mujer las puertas de todos los campos de acción en


que el hombre libra a diario la lucha por la vida […] Puede la mujer del
porvenir desempeñar cualquier cargo público que no exija vigorosa
constitución física, pues no habiendo diferencia alguna entre su estado
intelectual y el del hombre, es tan capaz como éste de ser elemento
dirigente de la sociedad (Vitale 1981, 48)

En otra geografía, las activistas del grupo La Conjura de Venezuela


propusieron hacer un primer encuentro en Colombia. Una reunión nacional
convocada por las colombianas fue decisiva para que unos años después se
realizara el encuentro en ese país. El Primer Encuentro Nacional de Mujeres,
llevado a cabo el 9 y 10 de diciembre de 1978 en Medellín y convocado
inicialmente por mujeres de izquierdas militantes del Partido Socialista
Revolucionario (PSR), contó con la presencia de mujeres de distintas corrientes
ideológicas y provenientes de varias localidades del país y tuvo como propósito
el coordinar acciones de apoyo a la Campaña Internacional por la Legalización
del Aborto. Esta acción estratégica permitió la cohesión de distintos grupos,
colectivos, organizaciones y feministas independientes y culminó con la

4 Para la convocatoria y algunos documentos históricos, ver http://www.2feminista2010.com.ar/

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movilización del 31 de marzo de 1979 en Bogotá. La movilización fue paralela a
la efectuada en otras ciudades del mundo bajo el lema: “Día internacional por
el derecho al aborto, la contracepción y contra la esterilización forzada: ¡Las
mujeres deciden!” (Jaramillo 1981, 23).

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

I EFLAC
Bogotá, Colombia, 1981
5
¡Llegaron las feministas!

Los preparativos para este Encuentro comenzaron en mayo de 1980. La idea


inicial era realizarlo en el mes de diciembre de ese mismo año, pero se aplazó
para julio de 1981 debido a dificultades logísticas y a la intensidad de las
discusiones políticas. Desafortunadamente, no en todas las memorias de los
Encuentros ha quedado registro de los propósitos establecidos para cada uno;
por el contrario, en esta ocasión se asentó por escrito que los objetivos eran:

Hacer una reunión de mujeres latinoamericanas comprometidas en


una práctica feminista para intercambiar experiencias, opiniones,
identificar problemas y evaluar las distintas prácticas desarrolladas, así
como planear tareas y proyectos hacia el futuro.
La participación será a título individual, esto no excluye a las delegadas
de los grupos feministas autónomos. Las mujeres que allí se
encuentran tendrán una práctica feminista y un particular interés por
avanzar en el proceso de organización y liberación de la mujer
(Jaramillo 1981, 23).

Como síntoma de que la praxis feminista estaba en construcción, una


parte del movimiento optaba por un encuentro amplio que incluyese mujeres

5 Tomamos esta frase del video sobre el encuentro preparado por el colectivo colombiano Cine-
mujer. Agradecemos a sus integrantes el haber guardado la narración y las imágenes de esta primera batahola.
En adelante, cuando el título no aparezca entre comillas, es indicativo de que ha sido definido a partir del tema
central del encuentro.

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de distintas organizaciones y sectores de movimientos progresistas
comprometidos con la transformación social. En tensión, otra facción
privilegiaba el espacio de encuentro de mujeres con algún tipo de práctica o
inquietud feminista. Igualmente, se defendió el carácter de “encuentro”
puesto que sugiere la idea de construcción colectiva y descentralizada, en
contraste con los congresos o seminarios que remiten a formas de
organización más jerárquicas y menos participativas.
Finalmente, entre el 18 y el 21 de julio, al Instituto Nacional de Estudios
Sociales (INES), llegaron ciento ochenta y nueve feministas de diecinueve
países.6 Se crearon cuatro comisiones de trabajo que discutieron temas
diversos: Sexualidad y vida cotidiana, Mujer y cultura, Mujer y trabajo, y
Feminismo y lucha política. La violencia contra las mujeres fue una constante
de todas las comisiones.
En la Comisión “Sexualidad y vida cotidiana” se organizó un foro sobre
lesbianismo con énfasis en la particularidad de la experiencia vital de las
lesbianas y la manera en que su práctica amoroso-política podía constituir una
crítica a una serie de instituciones sociales. Según Norma Mogrovejo este
Encuentro representó:

la oportunidad para que lesbianas […] de la región se reunieran y


hablaran […] abiertamente [de] sus inquietudes. En la comisión de
Sexualidad y Vida Cotidiana se organizaron discusiones de los temas de
violación y lesbianismo. En [este último se planteó] la necesidad de
discutir el tema, de hacer coherente la teoría con la práctica, [se trató]
el radicalismo, [se cuestionó] la pareja tradicional heterosexual, [se
habló del] condicionamiento de los roles sociales y, en general, [de] la
lucha feminista contra el patriarcado (2004, 67-68).

6 Los países estuvieron representados como sigue: Colombia, 99 asistentes; Ecuador, México,
República Dominicana y Venezuela, 11 cada uno; Perú, 9; Chile y Canadá, 6; Italia, 5; Brasil y Estados Unidos, 4,
España, 3; Holanda y Francia, 2; Puerto Rico, Panamá, Curazao, Dinamarca y Suiza, 1. Los datos y el consolidado
por países se logró cruzando la información ofrecida por la Coordinadora Nacional del I EFLAC en su documento
de Declaraciones finales y la del informe detallado ofrecido por María Cristina Suaza (Soñe que soñaba… 2008).
Sin embargo, en la convocatoria al II Encuentro se habla de una asistencia aproximada de 270 mujeres
(Memorias II 1984).

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Como parte de la importancia política que se otorgaba a los espacios
para la autoconciencia, esta comisión organizó diversos talleres, entre los que
destacó uno dedicado a la autoexploración.
El Foro sobre lesbianismo y la Comisión “Feminismo y lucha política”
fueron los espacios más concurridos. Las preguntas que se plantearon en ésta
última fueron: ¿Qué busca construir el feminismo? ¿Cuáles son las condiciones
específicas del movimiento feminista en América Latina? ¿Cuáles son los
obstáculos básicos que enfrenta? ¿Cómo ampliar, fortalecer y profundizar la
participación organizada de las mujeres en los sectores populares? ¿Cómo
garantizar la participación de las capas medias en el movimiento feminista?
¿Qué es el socialismo para las feministas? Hubo un profundo e intenso debate
sobre autonomía y doble militancia, feminismo e imperialismo.
En la Comisión “Mujer y trabajo” se compartieron experiencias sobre la
discriminación de las mujeres en el ámbito laboral. Fue nombrada la “Comisión
huérfana” por haber tenido el menor número de asistentes (sintomático
también del debate sobre la doble militancia), quienes protestaron contra el
desinterés y llevaron a la plenaria la propuesta de que en el segundo Encuentro
se invitara a “mujeres trabajadoras, campesinas y de los sectores pobladores,
las cuales tienen más interés en la comisión” (Memorias I 1982, 28). La
propuesta se reiteró en los encuentros de Lima y Brasil sin llegar a concretarse.
Fue hasta Taxco, México, que la convocatoria atrajo masivamente a mujeres de
distintos sectores del movimiento amplio y no necesariamente identificadas
con el feminismo.
Finalmente, la Comisión de “Mujer y Cultura” trató el tema de los
medios de comunicación y la educación, además de discutir sobre el lugar del
arte en los procesos de liberación de las mujeres. La presentación de material
audiovisual logró estimular el debate y las presentaciones plásticas
enriquecieron el elemento vivencial del Encuentro.
Como parte de las resoluciones finales, se decidió realizar en 1983 el II
Encuentro en Lima, y se declaró el 25 de noviembre como “Día Mundial de no
más a la violencia contra las mujeres”. Otra de las resoluciones fue exigir a
organismos internacionales como la ONU y la Corte Internacional de Ginebra la
investigación permanente de los casos de violación de los derechos humanos

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de las mujeres. Esta demanda evidencia cómo en este primer Encuentro los
organismos internacionales eran tenidos por interlocutores posibles de
interpelar. Empero, no quedó claro cómo habría de materializarse el diálogo.
A decir de la Editorial firmada por el colectivo Isis Internacional, la
importancia política del I Encuentro pude resumirse en varios puntos
(Memorias I EFLAC 1982, 3). Primero, se explicitó la especificidad del
feminismo en América Latina y su relación con los procesos de transformación
y liberación en el continente en ese momento histórico. Aunque se tenía claro
que las feministas tienen luchas en común, se estableció una diferencia con
respecto a los movimientos feministas en Europa y Estados Unidos. Segundo,
se concibió al feminismo como una lucha frontal contra el capitalismo y las
relaciones de subordinación existentes entre los países, es decir, como una
lucha contra las relaciones de poder y la violencia en sus múltiples expresiones
y en los ámbitos “privado” y “público”. Tercero, se planteó la necesidad de
conformar un movimiento feminista independiente de los partidos políticos
pues se afirmó que además de buscar salidas a las antítesis entre las clases era
indispensable examinar la contradicción entre los sexos que no
necesariamente tiene una relación directa y lineal con los problemas de clase.
Finalmente, se hizo hincapié en la relevancia de vincular la lucha feminista no
sólo con los procesos de cambio social de los pueblos de Latinoamérica, sino
también con la transformación de la vida cotidiana. Se habló entonces de la
importancia política de modificar radicalmente la forma en que las mujeres nos
relacionamos entre nosotras, con los hombres, los niños y los objetos.
Como se aprecia en las resoluciones, uno de los principales legados
históricos de este Encuentro radica en el esfuerzo por construir un feminismo
que trascendiese diferencias y que constituyese un proyecto de vida
transformador de la condición social de las mujeres y su entorno.

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

II EFLAC
Lima, 1983
De Bogotá a Lima: feminismo y patriarcado

Al Encuentro efectuado en el Club Campestre El Bosque asistieron seiscientas


mujeres. Previamente se había elegido un lugar más adecuado, pero fue
destruido por un huracán. El límite de asistencia ya había sido rebasado unas
semanas antes de cerrar oficialmente el período de inscripciones, con el
consecuente problema para la comisión organizadora.
Hubo la intención de propiciar una dinámica que permitiera
experiencias afectivas y de cercanía a la vez que de fortalecimiento de los
debates teóricos. Sin embargo, la estructura de talleres dirigidos por
expertas con resoluciones finales y menos sesiones plenarias fue
interpretada por algunas participantes como una infracción a los acuerdos
organizativos aceptados en Bogotá en el sentido de que ninguna votación
mayoritaria debería definir “la línea correcta del feminismo”, como lo haría
un congreso o seminario.
En esta ocasión se habló por primera vez de las corrientes internas del
movimiento y se planteó que se requería de los aportes de todas ellas para
refrendar el carácter democrático e ir construyendo la “identidad propia” del
mismo. A diferencia del Encuentro anterior, en la convocatoria no se
explicitaron objetivos ni el trabajo se dividió en comisiones temáticas. Se
definió al Patriarcado como eje de la discusión y mediante veintiún talleres se
exploró su articulación con instituciones sociales específicas y con diversos
ámbitos de la vida de las mujeres (por ejemplo, Patriarcado e Iglesia,
Patriarcado y Familia, Patriarcado y sexualidad, Patriarcado y lesbianismo, etc.).

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A pesar de que el término patriarcado guió las discusiones, no se
encuentra en las Memorias una definición clara sino alusiones vagas que lo
describen como “un conjunto de relaciones sociales basado en la propiedad
de los medios de producción de bienes y servicios y también de los seres
humanos” (Memorias II 1984, 35), la fuente más importante de la que se nutre
el autoritarismo (ibid., 44), o un tema que atañe a toda la estructura de la
sociedad (ibid., 95).
Con el fin de valorar la multiplicidad de los talleres, integramos tres
grandes apartados: la vinculación entre Patriarcado, Familia, Estado, Iglesia y
mercado; Patriarcado, subjetividad y el cuerpo y finalmente Patriarcado y el
vínculo poder/saber.
Dentro de la primera categoría, encontramos talleres en los que se
criticaron las estructuras jerárquicas de las instituciones eclesiásticas
patriarcales y se hizo un llamado a apoyar a los espacios teológicos
comprometidos con las mujeres latinoamericanas pobres. Se conceptualizó
a la familia como una de las principales instituciones reproductoras de los
mecanismos del patriarcado y se evidenció cómo el papel tradicional
asignado a las mujeres en el plano doméstico es trasladado al ámbito
público. Se planteó la relevancia de politizar la experiencia personal y la
necesidad de crear espacios propios para las mujeres. En cuanto a la relación
entre el patriarcado y el mercado, se discutió si la incorporación de las
mujeres al trabajo productivo podía considerarse como un “progreso”.
Algunas argumentaron que sí, pues esto les brindaba independencia. Sin
embargo, la postura generalizada fue que el hecho de que las mujeres
formaran parte de las fuerzas productivas o que el Estado brindara apoyo al
trabajo doméstico no transformaba las estructuras económicas. Se discutió
hasta qué punto el feminismo debía seguir un desarrollo ideológico
autónomo o insertarse en el contexto de la lucha de clases, a riesgo de
supeditarse a las directrices de los partidos políticos. Al respecto, algunas
participantes argumentaron que el feminismo debía preservar su autonomía
sin perder su capacidad de vinculación con los grupos oprimidos y para
sumarse a la lucha contra el autoritarismo.
Al igual que en el Encuentro anterior, en el bloque de talleres

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dedicados a la relación entre el Patriarcado, la subjetividad y el cuerpo, se
trató la necesidad de transformar la vida cotidiana y se criticaron las
estrategias patriarcales que imponen “barreras de aislamiento, envidia y
competencia” (Memorias II 1984, 57) entre las mujeres. Se reivindicó la
especificidad de la experiencia de las lesbianas y se planteó que “el
lesbianismo no es un fenómeno social limitado a ciertos países, clases
sociales, grupos étnicos y otras cosas. Es un fenómeno global, que atraviesa
todas las diferencias culturales, socioeconómicas y políticas; la
heterosexualidad ha sido impuesta a todas las mujeres en el nombre de la
naturaleza” (loc. cit.). Respecto a la violencia sexual, se argumentó que era un
instrumento indispensable para que el Patriarcado fomentase una educación
para el miedo y la pervivencia de los valores sociales hegemónicos.
Por ser parte del momento histórico, se atendió a la experiencia de las
latinoamericanas en el exilio. Se señaló cómo las desigualdades entre los sexos
se exacerbaban durante la expatriación, pero también se planteó esta
circunstancia como una posibilidad para “una toma de consciencia política
[de la que] surge un sentimiento de internacionalismo” (Memorias II 1984,
49). Finalmente, se valoró al arte como vía para la autoconciencia y la
exploración del cuerpo.
En la sección de talleres “Patriarcado y el vínculo saber/poder”, se
señaló la manera en que el saber médico funciona como una forma de control
sobre el cuerpo de las mujeres; se reflexionó acerca de la investigación
feminista y desde la epistemología se cuestionaron las formas por las que las
feministas accedemos al conocimiento, se analizó cómo es que el feminismo
subvierte las nociones tradicionales de conocimiento y la posibilidad de
superar la visión patriarcal en el análisis de la condición social de las mujeres.
Al tratar la invisibilidad de las mujeres en la historia oficial y el papel de la
historia oral en la construcción de una memoria feminista, se señaló el silencio
que ha rodeado a la historia de las mujeres y la necesidad de crear espacios para
que ellas accedan a la palabra. La literatura fue propuesta como una forma de
romper el silencio y se afirmó que “nuestra primera responsabilidad […] como
mujeres y como feministas es leer a mujeres” (ibid., 68).
Un par de talleres difíciles de clasificar fueron los de “Racismo” y el de

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“Programas de desarrollo”. El primero fue organizado por mujeres negras e
indias que denunciaron la invisibilización de la categoría raza como parte del
debate en torno a las opresiones que hasta el momento se había sustentado en
la categoría clase. Este grupo propuso incluir el tema del racismo en los
siguientes Encuentros y su propuesta trascendió a algunos de ellos, salvo en
casos como el del VI Encuentro de 1993. La relevancia del taller “Programas de
desarrollo” radicó en los argumentos relativos al trabajo de los colectivos en
función de los recursos económicos externos y de su autonomía y en el
puntualizar las diferencias entre las grandes entidades de cooperación y los
pequeños fondos de mujeres.
En las resoluciones finales se declaró la solidaridad con la lucha libertaria
del pueblo de Puerto Rico y se manifestó el apoyo a los pueblos
centroamericanos ante la amenaza de una intervención militar estadounidense.
Asimismo, se acordó llevar a cabo una “Jornada de lucha contra la intervención
imperialista en Centroamérica” en alianza con el Comité de Solidaridad de
Centroamérica (COSAL-Perú) el 24 de julio de 1983. Por su parte, las mujeres
juristas elaboraron una declaración contra el incumplimiento de la legislación
internacional de protección a los derechos humanos de las mujeres. Un amplio
sector de lesbofeministas se pronunció ante la falta de espacio durante el
Encuentro y exigió que “en los próximos encuentros feministas la opresión de las
lesbianas forme parte integrante de todas las discusiones y no se deje única y
exclusivamente como tema de discusión separado del resto de la opresión de la
mujer” (Memorias II 1984, 136).
Uno de los retos para el siguiente Encuentro en Brasil fue el de socializar las
experiencias de trabajo de los distintos grupos, colectivos y mujeres
independientes para crear vínculos y planear acciones regionales. Atrás había
quedado el tiempo del despegue; el feminismo estaba vivo y en franca
construcción. Era el momento, como señaló Cecilia Olea, de diseñar
“estrategias de desarrollo del movimiento feminista” (Memorias II 1984, 94).
Sin embargo, esta propuesta fundamental se quedó en el tintero de los
Encuentros siguientes.

20
ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

III EFLAC
Bertioga, Brasil, 1985
Nuestros feminismos, nossos corpos, o racismo

Brasil abrió sus puertas al feminismo del 31 de julio al 4 de agosto. El incremento


de las asistentes a cada Encuentro modificó de manera sustancial las formas
organizativas; esta vez la participación ascendió a ochocientas cuarenta y ocho
feministas, con la consecuente multiplicación e incluso simultaneidad de los
espacios de discusión y la reducción de reuniones plenarias.
Una Comisión Organizadora Autónoma se propuso preparar el
Encuentro mediante un proceso participativo. Para ello, procuró incluir en la
organización al mayor número posible de feministas y con un formulario de
pre-inscripción indagó cuáles eran los temas centrales y ejes de discusión de
mayor interés. Sin embargo, este impulso democrático contrastó con los
costos de inscripción (60 dólares) que resultaban excesivos para miles de
mujeres, entre ellas las pobladoras de las favelas, quienes se presentaron a las
puertas del recinto, solicitaron ingresar sin inscripción previa y manifestaron su
inconformidad ante la negativa de las organizadoras. Este conflicto se
mantuvo latente durante todo el Encuentro y fue motivo de fuertes debates
sobre las relaciones entre el feminismo y las mujeres de sectores populares y
sobre la confianza depositada en las organizadoras de los Encuentros.
Se pusieron sobre la mesa preguntas relativas al carácter de
movimiento social y político del feminismo. Por primera vez en un Encuentro se
hizo alusión a los feminismos, en plural, señal de la inquietud por dar cabida a
distintas posturas y por reconocer los matices variopintos del feminismo. Una
de las participantes lo expresó así:

21
Lo que a mí me preocupa es de qué manera en esto de nuestros
feminismos hay espacio para la diversidad en forma simultánea, o sea,
nosotras somos capaces de articular algo que dé lugar a una
multiplicidad […] que podamos dejar espacio para las que priorizan la
vida privada, para las que priorizan simplemente las reivindicaciones
legales, o sea de qué manera podemos articular algo que nos permita
ese espacio grande (Memorias III s.f., 22).

Otra más dijo: “Creo que es importante que entendamos la diversidad


nuestra y la diversidad de tareas también, a mí me parece [sic] tan importante los
grupos de autoconciencia como la participación en los partidos políticos” (loc. cit.).
Algunos de los talleres fueron: “Nuestros feminismos”; “Violencia”;
“Comunicaciones y artes”; “Racismo”; “Vida cotidiana”; “Prostitución”;
“Nuestros cuerpos, Nuestros deseos”; “Nuestros cuerpos y la cultura”;
“Lesbianismo”; “Relaciones entre mujeres”; “Relaciones de trabajo”; “Aborto”;
“Autonomía, autogestión, financiamiento” y otros más organizados por
distintos grupos feministas.
La dinámica de espacios flexibles, móviles, autogestivos, mucho más
testimoniales que resolutivos, fue bien recibida por una parte de las
participantes, mientras que otra consideraba la necesidad de asambleas para
tratar temas como las estrategias de acción del movimiento latinoamericano
para llegar a acuerdos básicos y crear redes concretas.
Antes de concluir las jornadas se coreó “¡México! ¡México! ¡México!”
para decidir la sede del siguiente Encuentro. Las mexicanas se comprometieron
a tener presente las condiciones económicas de las mujeres y elegir un lugar
accesible para todas; propiciar la mayor participación posible de las feministas
mexicanas; crear una comisión organizativa compuesta por mujeres de otros
países que pudieran apoyar la toma de decisiones; integrar el vínculo entre la
lucha anti-imperialista y la feminista al programa la discusión y el tema de
feminismo y racismo así como a organizar talleres y formas amplias de
participación.

22
ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

IV EFLAC
Taxco, México, 1987
“La política feminista en Latinoamérica, hoy”

A finales de los años ochenta se tenía la certeza de que el movimiento


feminista en América Latina y el Caribe crecía vertiginosamente. Sin embargo,
había muchas preguntas en el aire sobre sus metas y Taxco daría algunas
respuestas. La política feminista en América Latina y el Caribe fue el pre-texto
para la discusión en un espacio que convocó a aproximadamente un mil
quinientas feministas. Nuevamente, las ganas de encontrarse excedían los
cálculos de las organizadoras.
La Coordinadora del Encuentro estuvo integrada por feministas de
reconocida trayectoria y por algunas de reciente vinculación al movimiento.
Todas ellas participaron a título personal, como ya era tradición. Este equipo de
trabajo retomó experiencias anteriores y definió que la principal estrategia
organizativa debía ser la autogestión, por lo que los temas comunes se
trabajaban por las mañanas y en las jornadas vespertinas las feministas abrían
sus espacios de discusión de acuerdo con sus intereses.
El Encuentro se realizó del 19 al 25 de octubre y se caracterizó por una
explosión de creatividad y capacidad de autogestión que dio cabida a
alrededor de cien talleres de temas novedosos o ya tradicionales. Si bien la
autogestión rindió sus frutos, también provocó una gran dispersión.
Un rasgo muy particular de este Encuentro fue la confluencia de las
mujeres del llamado movimiento amplio y las feministas. Para distinguir a unas
y a otras se recurrió al “feministómetro”, artefacto imaginario con el que se
medía el mayor o menor grado de adscripción al feminismo. Los criterios no

23
eran claros: “¿Quién podía definirse feminista?” “¿Quién tiene la autoridad
para decir si las otras son feministas?” “¿El movimiento de mujeres populares
podía llamarse feminista?” “¿Eran feministas las que estaban en el Encuentro
pero no se asumían como tales?” El panorama se hizo aún más complejo
cuando en una plenaria surgió la propuesta de hacer dos encuentros en
próximas ocasiones: el del Movimiento de Mujeres y el Feminista. La propuesta
no prosperó cuando las asistentes corearon: “¡Todas somos feministas!”
Entre la gran cantidad de actividades dirigidas a la socialización, la
convivencia y el debate, podemos destacar el taller “La Matria: una tierra
común” donde feministas independientes y militantes de luchas por la
liberación de los pueblos confrontaron sus ideas. Entre otras cuestiones, se
discutió cuál es el núcleo del feminismo ante la diversidad. El asunto se
describió de la siguiente manera: “el feminismo es amplio, multicolor, pero
también tiene el suyo propio, de eso es de lo que queremos hablar, conocer ese
lugar de encuentro entre mujeres que viven realidades distintas y comparten
sueños y deseos” (Memorias IV 1987, 60). En el taller “El feminismo y las
mujeres de los sectores populares” se plantearon algunas interrogantes clave:
“¿Cómo cruzar las demandas de género con la lucha reivindicativa de la clase
de tal forma que no constituya la suma de las partes sino la expresión de la
totalidad de la vida de las mujeres de los sectores populares?” “¿Cuáles son las
relaciones y las contradicciones que se establecen entre las feministas y el
movimiento amplio de mujeres y cuáles son los desafíos hoy en América Latina
para construir un gran movimiento feminista?” (ibid., 61) Estas preguntas,
propias de un proyecto en construcción, quedaron abiertas.
Otros talleres relevantes fueron: “Sexualidad, orgasmo y placer”;
“Maternidad”; “Madres lesbianas”; “El amor entre mujeres”; “Lesbianismo y
política”, donde se hizo un llamado a seguir fortaleciendo el movimiento lésbico
dentro del movimiento feminista; “La vejez”; “El lenguaje sexista”; “Violencia
sexual”; “Comunicación alternativa”; “Centros de documentación”, entendidos
como “memoria colectiva del movimiento de mujeres” (ibid., 80); “Feminismo y
ecología”; “Feminismo e iglesia”, en el que las teólogas feministas ampliaron sus
búsquedas políticas en el marco de la teología de la liberación; “Sindicalismo y
feminismo”; “Experiencias en talleres productivos y trabajo comunal”;

24
“Feminismo y movimiento popular”, espacio bastante concurrido en el que se
planteó la “construcción de una estrategia feminista y formas de lucha para
América Latina y el Caribe” (ibid., 85) y se discutieron las demandas a impulsar y
las formas organizativas; relación entre las feministas de los llamados primer y
tercer mundos; clasismo, racismo, sexismo y otras formas de discriminación
dentro del feminismo. Hubo un espacio dedicado a la particularidad del
feminismo en Centroamérica; otro al análisis de la lucha de las mujeres en El
Salvador y otro más al diálogo con la Federación de Mujeres Cubanas.
Uno de los talleres más destacados fue el de “Política feminista en
América Latina” donde se elaboró una lista puntual de algunos mitos del
feminismo y que dio mucho de qué hablar:

1. A las feministas no nos interesa el poder.


2. Las feministas hacemos política de otra manera.
3. Todas las feministas somos iguales.
4. Existe una unidad natural por el solo hecho de ser mujeres.
5. El feminismo sólo existe como política de mujeres hacia mujeres.
6. El pequeño grupo es el movimiento.
7. Los espacios de mujeres garantizan por sí solos un proceso positivo.
8. Porque yo mujer lo siento, vale.
9. Lo personal es automáticamente político.
10. El consenso es democracia.

Las participantes en el taller declararon: “La fuerza de la creencia en


mitos ha generado una práctica política feminista que impide valorar
positivamente las diferencias y que dificulta la construcción de un proyecto
político feminista” (ibidem., 56). Llenas de esperanza, concluían: “No
neguemos los conflictos, las contradicciones y las diferencias. Seamos capaces
de establecer una ética de las reglas de juego del feminismo, logrando un
pacto entre nosotras que nos permita avanzar en nuestra utopía de desarrollar
en profundidad y extensión el feminismo en América Latina” (ibidem., 60).
Como única resolución final se definió que la sede del siguiente
Encuentro sería Argentina ya que las colombianas argumentaron que la

25
violencia política les impedía proponer a su país como sede y las dominicanas
no se sentían aún con la fortaleza para asumir la responsabilidad de organizar
un Encuentro feminista en tierras caribeñas. Las argentinas asumieron el
compromiso de la organización y de cumplir, en la medida de lo posible, las
siguientes recomendaciones: promover encuentros nacionales durante los tres
años anteriores al próximo Encuentro Internacional; precisar claramente las
funciones de la Coordinadora y de cada una de sus integrantes; definir criterios
para la recaudación de fondos y para su utilización; socializar ampliamente los
progresos paulatinos en la organización; idear mecanismos claros para la toma
de decisiones; apoyarse en mujeres profesionales para la gestión y ejecución de
presupuestos. Más allá de todas estas sugerencias de carácter logístico, el
mayor desafío que enfrentaban era dar cabida a un sector importante de las
feministas que demandaba una y otra vez la apertura de espacios para
construir un proyecto político de transformación radical de la sociedad.

26
ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

V EFLAC
San Bernardo, Argentina 1990
“Feminismo de los 90”

Dos mil quinientas mujeres se dieron cita en Argentina al iniciar la última


década del milenio. En la mayoría de las naciones del continente las dictaduras
habían quedado atrás pero las llamadas políticas de “Ajuste estructural”
habían desencadenado cifras alarmantes de empobrecimiento y marginación.
Esta preocupación marcó definitivamente el rumbo del V Encuentro Feminista.
La Comisión Organizadora, integrada por argentinas y uruguayas, hizo
grandes esfuerzos para que el Encuentro fuera accesible en términos
económicos. Si especialmente en los últimos tres encuentros había habido
cierta resistencia a la elaboración de conclusiones y de declaraciones finales,
éste se caracterizó por haber hecho todo tipo de pronunciamientos. Se
definieron cuatro ejes temáticos: Construcción de las identidades; Variantes
organizativas y espacios de desarrollo; Relaciones del movimiento feminista
con otros ámbitos sociales y por último Propuestas políticas, perspectivas y
estrategias. Estos ejes se desarrollaron a partir de talleres que arrojaron
conclusiones y resoluciones.
Concentraremos nuestra atención en el taller “Feminismo de los 90:
desafíos y respuestas” donde se trataron tópicos como la diversidad, la
democracia y la producción del conocimiento dentro del movimiento. En
cuanto a la diversidad, las participantes declararon:

La diversidad de enfoques y de propuestas surge en el proceso de


construcción de este movimiento político enriqueciéndolo

27
permanentemente. Sin embargo, la diversidad es conflictiva y es
compleja porque hay diversidades que se complementan y se
enriquecen, otras que se confrontan productivamente, algunas que
son falsas diversidades y muchas de las que no se habla (Memorias V
1991, 16-20).

Sobre la Democracia se afirmó que: “El movimiento Feminista asume la


democracia interna como el contexto intrínseco de su desarrollo. Sin embargo,
la democracia no es una voluntad abstracta, sino más bien la concreción de
reglas de juego claras que permiten la expresión y la representación de la
diversidad del Movimiento” (Memorias V 1991, 16-20). Acerca de la
producción de conocimientos, se apuntó que:

Alimentar el cuerpo teórico feminista es otro desafío fundamental.


Debemos profundizar nuestra producción de conocimientos porque
somos interlocutoras de un saber nuevo. Necesitamos producir
conocimientos en relación con las grandes transformaciones y los
nuevos desafíos económicos y políticos del continente y en relación con
las pautas simbólico-culturales que son de más lenta transformación
(Memorias V 1991, 16-20).

Finalmente, se identificaron algunos “nudos” a desatar dentro del


movimiento: la relación entre los Centros Feministas y el Movimiento
Feminista; la distancia entre la propuesta hacia el exterior y el proceso de
crecimiento interno; el financiamiento; el liderazgo; las relaciones con otros
actores sociales y los criterios para futuros debates que permitiesen la inserción
en espacios más amplios.
Las Mujeres Indias y las Mujeres Internacionalistas del Movimiento
Feminista (desde Madrid) en las declaraciones finales del Encuentro incluyeron
mensajes y mociones de repudio contra el V Centenario del Descubrimiento de
América; se hizo un llamado a pronunciarse en contra de las políticas de
esterilización forzada a la que son sometidas mujeres de distintos países
latinoamericanos; se expresó el repudio al indulto en Argentina y muy
especialmente se conmemoraron los 10 años de la desaparición forzada de

28
Alaíde Foppa a manos del ejército guatemalteco, al tiempo que su trabajo fue
reconocido como pionero en el feminismo mexicano.
Por otra parte, se redactó una declaración a favor del aborto como un
derecho; se creó la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe para la
movilización por el derecho al aborto y se declaró el 28 de septiembre como el
Día del derecho al aborto de las mujeres de América Latina y el Caribe en
reconocimiento a la promulgación de la Ley de vientres libres en Brasil que se
llevó a cabo en esa misma fecha cien años atrás.
Fue en este Encuentro donde se promovieron todo tipo de redes, entre
ellas: la Red de Programas de Estudios de la Mujer; la Red de Historia de las
mujeres; la Red de Comunicación progresista, plural y abierta entre las
feministas políticas de Latinoamérica y el Caribe; la Red de intercambio entre
las organizaciones de mujeres rurales; la Red de salud mental de América
Latina y el Caribe; la Rede de meio ambiente feminista; la Red de denuncia del
tráfico sexual; la Red contra el pago de la deuda externa; la Red
Latinoamericana y del Caribe de Feminismo, poder y política pública.
Durante el balance del Encuentro, las centroamericanas, organizadoras
del siguiente, establecieron diversos compromisos de tipo logístico, como la
elección de un lugar que propiciara el encuentro y minimizara los riesgos de
dispersión o la disposición de un lugar para el cuidado de los niños y las niñas
una demanda reiterada que no había sido atendida hasta el momento. Otras
tareas eran la generación de formas abiertas de participación democrática que
dieran cabida a mujeres de distintos países y sectores (incluidos los populares)
y la revisión de las formas de liderazgo. A continuación, transcribimos uno de
los documentos medulares surgidos de este Encuentro:

Declaración de San Bernardo

Las mujeres reunidas en el V Encuentro Feminista Latinoamericano y


del Caribe declaran:
1. Que la situación de grave crisis que viven los países de América Latina
y del Caribe incide de manera negativa, particular y profunda en la
situación de la gran mayoría de las mujeres de la Región, las que a

29
consecuencia de la aplicación de ajustes económicos desprovistos
de políticas sociales más que nunca se ven confinadas a condiciones
de vida y trabajo que comprometen su superviviencia y la de sus hijos
2. Que se hace necesario y urgente que todas las feministas de América
Latina y del Caribe asumamos ahora el compromiso de luchar en
cada uno de nuestros países por la plena vigencia y aplicación de la
Convención de Naciones Unidas sobre Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación Contra la Mujer
3. Que es impostergable para el Movimiento Feminista de la Región
profundizar el análisis y multiplicar los esfuerzos para eliminar los
obstáculos de todo tipo que impiden el desarrollo de nuestras
posibilidades autónomas de poder en todos los órdenes de la vida
4. Que es fundamental para el crecimiento del Movimiento Feminista
de América Latina y del Caribe articular nuestras luchas con las de
otros movimientos sociales progresistas cuyos propósitos se
orientan al pleno ejercicio y resguardo de los derechos humanos, al
desarrollo con justicia, a la profundización de la democracia, a la
defensa de la calidad de vida y del ambiente, a la afirmación de las
identidades culturales nacionales y regionales, para construir en lo
regional y lo internacional un orden social y económico justo y
equitativo con libertad, paz y justicia.

30
ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

VI EFLAC
Costa del Sol, El Salvador, 1993
“Compartiendo las propuestas feministas:
reconociendo los avances, cuestionando los nudos y trascendiendo
los límites”

Para las salvadoreñas, la organización de este Encuentro significó un gran reto


que enfrentaron con una serie de innovaciones organizativas bastante
polémicas. En primer lugar, se limitó el número de asistentes a dos mil, cifra
que posteriormente se redujo a la mitad. Dos fueron los argumentos centrales
que dieron para justificar la medida: la falta de infraestructura para albergar a
un número mayor de mujeres y la prioridad de la riqueza de las discusiones por
encima de la cantidad de asistentes. Además se fijaron cuotas por países para
privilegiar la participación de mujeres provenientes de naciones que no habían
tenido una presencia significativa en los Encuentros anteriores.
En segundo lugar, la conformación del grupo encargado de la
preparación y la definición de criterios marcaron pautas novedosas para las
futuras comisiones. El Comité Centroamericano Organizador contó con la
participación de veintitrés feministas de la región algunas de ellas
comprometidas con el proceso desde San Bernardo y otras provenientes del I
Encuentro de Mujeres Centroamericanas “Historia de género: una nueva
mujer, un nuevo poder” en el que además se definió que el país sede sería El
Salvador. El proceso de preparación incluyó foros, jornadas, talleres nacionales
y un encuentro regional.
El objetivo del Encuentro se planteó como sigue:

31
Avanzar en la construcción de fuerza política feminista y de su
capacidad propositiva que fortalezca el carácter subversivo del
feminismo en todos los espacios de la vida asumiendo las coincidencias
y diferencias dentro de la diversidad y la pluralidad como fuente de
riqueza (Memorias VI 1994, 12).

Las dificultades no fueron menores. Poco antes del Encuentro, los


medios de comunicación nacionales iniciaron una intensa campaña de
desprestigio con la que se alertaba sobre un encuentro de lesbianas que
pondría en peligro la moral del pueblo salvadoreño y que, aunque se
presentara de otra forma, era parte de la campaña política electoral del FMLN,
antigua organización guerrillera y partido de izquierda emergente. La
respuesta de las feministas no se hizo esperar. Ante a estos ataques,
expresaron su firme determinación de seguir con el Encuentro. Para ello,
difundieron ampliamente comunicados en los que se aclaraba la situación y
lograron con éxito el respaldo de feministas y organizaciones internacionales.
Al boicot mediático se sumó el gobierno nacional: un día antes de iniciar el
Encuentro agentes de migración retuvieron y amenazaron con devolver a cien
de las asistentes que arribaban del extranjero. Sin embargo, la presión ejercida
por las organizadoras y por diversas organizaciones feministas dio como
resultado la “liberación” del grupo. Finalmente, aunque cansadas y tensas, las
mujeres que habían sido retenidas llevaron a cabo en el mismo aeropuerto un
acto simbólico inaugural.
Así, “El festival de los sentidos” —como también fue llamado el
Encuentro– tuvo lugar del 31 de octubre al 5 de noviembre. La discusión se
organizó en foros como el denominado “Avances, nudos y retos del feminismo
en América Latina y El Caribe” en el que se reconoció

como parte de los avances, la construcción de identidades y utopías y,


como parte de los nudos, la fragmentación del feminismo, derivada de las
dificultades de articular en estrategias, las múltiples opresiones que nos
atraviesan. Otros nudos identificados […] fueron los referidos al poder y
la ética, los mitos, la autonomía, la relación movimiento feminista-
movimiento de mujeres, la institucionalización del movimiento y los
propios encuentros feministas (Memorias VI 1994, 39).

32
Algunas manifestaciones de dichos nudos fueron, por un lado, la manera
en que se comenzó a hablar de una aparente escisión entre las llamadas
feministas “utópicas” y las de “lo posible”. Por el otro, la desaparición de los
espacios de discusión sobre el racismo a pesar de que en Encuentros anteriores
se hubiera enfatizado su importancia.
Los foros centrales se alternaron con talleres temáticos y con una mesa
redonda sobre la historia de los Encuentros. La mesa, que convocó a
integrantes de los Comités Organizadores pasados, fue pensada como una
estrategia de memoria feminista —versión ampliada de un ejercicio que las
salvadoreñas habían realizado de manera local, como parte del proceso de
preparación para el EFLAC— encaminada a “recuperar la historia, […] poder
realizar un balance acerca de los procesos preparativos de los Encuentros, la
conformación de las Comisiones Organizadoras, los objetivos, carácter,
significado e impacto de los Encuentros en el momento actual de desarrollo del
movimiento” (Memorias VI 1994, 71).
Para este momento la ONU ya había establecido de manera unilateral la
forma en que se organizaría la IV Conferencia Internacional de la Mujer, a
realizarse en 1995 en Beijing, hecho que provocó álgidos debates. En uno de
los talleres se discutió la “Iniciativa para apoyar la Conferencia Mundial sobre la
mujer”7 propuesta por la OCDE en la que se estipulaba una serie de medidas de
apoyo a los gobiernos y a las Organizaciones No Gubernamentales de los
países en desarrollo para su participación en la Conferencia. En el caso de
América Latina, sería Estados Unidos el encargado de apoyar todas las
acciones preparatorias a través de la Agencia Internacional para el Desarrollo
(AID). La AID pretendía identificar cinco ONGs del Continente para que
actuaran como entidades focales desde México, América Central, los Países
Andinos, Brasil y el Cono Sur.
Ante estos hechos, veintitrés feministas signaron un documento en el que
manifestaban su inconformidad por la injerencia de la AID en el financiamiento
de las ONGs “representantes” del feminismo latinoamericano en Beijing y
denunciaban que la iniciativa de la OCDE no había sido difundida por todo el

7 Para un resumen de este documento, ver Memorias VI 1994, 205-207.

33
movimiento (Memorias VI 1994, 208). En el desplegado afirmaban que los
temas a discutir en la Conferencia eran una imposición —para América Latina
se había definido el de “Violencia y participación política— y proponían que las
feministas del continente se reunieran para establecer sus propios temas de
interés y elaborar documentos en los que se diera cuenta de la situación de las
mujeres de la región. Planteaban la necesidad de que de manera paralela a las
preparatorias de la Conferencia en cada país se efectuara un proceso
evaluativo con la participación de todo el movimiento feminista y con
independencia del Estado. Por otra parte, denunciaban que los
financiamientos beneficiaban a proyectos afines a los gobiernos y a los
lineamientos internacionales, además de que para asignarlos los países
donantes se habían repartido áreas de influencia sobre las que habían ejercido
un poder histórico.
Otro motivo de debate fue la designación por parte del Comité Facilitador
del Foro de Beijing de una representante de las ONGs de América Latina, pues
había quienes consideraban que el feminismo no debía tener representantes,
menos aún si eran nombradas por organismos internacionales. Sin embargo,
también hubo quienes celebraron la oportunidad para influir en los
documentos de los respectivos gobiernos y para que las propuestas de las
ONGs feministas fueran escuchadas en un foro internacional de tal relevancia.
Virginia Vargas, elegida como la representante por la ONU, expresó esta
posición mediante una “Carta abierta a las redes y ONGs de América Latina”.8
En la plenaria final se escogió a Chile como sede del siguiente Encuentro
puesto que las feministas chilenas argumentaron que gracias a las
transformaciones políticas de los últimos años se encontraban por fin en
capacidad de asumir la responsabilidad de la organización. La experiencia
salvadoreña legó una serie de recomendaciones a ser consideradas en el
proceso de preparación del siguiente Encuentro como la de realizar reuniones
locales en el país sede como preparación para el EFLAC. Se insistió en que los
Encuentros constituyen momentos de confluencia internacional y que de

8 El documento fue incluido en las Memorias VI (1994, 210).

34
ningún modo debían considerarse sustitutos de procesos nacionales ni
oportunidad para dirimir conflictos internos sino espacios de profundización y
síntesis. Se propuso revisar las funciones de la Comisión Organizadora que,
entre otras, debía elaborar la propuesta del Encuentro y socializarla, al menos
entre el movimiento feminista del país anfitrión. Ante la creciente afluencia de
asistentes a los Encuentros, se discutió cómo combinar la masividad con la
necesidad que tiene el movimiento feminista de profundizar en sus prácticas
teóricas y si era conveniente establecer un límite de asistentes,9 como se había
hecho en ese Encuentro. Por último, se hizo énfasis en la necesidad de
establecer criterios claros y precisos para la gestión de los recursos sin
comprometer la autonomía feminista ni generar dependencia de la
financiación externa.

9 Finalmente, en Chile no se establecería un límite de participantes, sin embargo, en el Encuentro de


Dominicana de 1999 sí.

35
ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

VII EFLAC
Cartagena, Chile, 1996
Autonomía e institucionalización del movimiento feminista

Este Encuentro, en el que estuvo muy presente la memoria de Julieta Kirkwood,


fue el de las confrontaciones y el de explicitar la diversidad que tanto se había
nombrado. En 1993, en Costa del Sol, un grupo de feministas chilenas había
manifestado su anhelo, como ninguna delegación candidatizada o elegida
antes, de asumir el desafío de organizar un encuentro en el Cono Sur, incluso
10
mediante una declaración de compromisos.
Las diferencias políticas de las feministas chilenas se convirtieron en el
mayor obstáculo para la preparación y realización del Encuentro. Las disputas
internas, las prácticas de automarginación, las acusaciones de exclusión y los
intentos de boicot de una parte del feminismo organizado no sólo lo pusieron
en riesgo, sino que incidieron en su desarrollo. Las organizadoras se
autodenominaban “autónomas”, sin embargo, la convocatoria era abierta. Así
pues, las condiciones estaban dadas: era el momento de la confrontación y la
oportunidad para hablar claramente sobre las diferencias entre distintos
sectores del feminismo. La discusión ya no podía aplazarse.

10 Compromiso feminista Costa del Sol, El Salvador 2 y 3 de noviembre de 1993. El documento


manifestaba: “1) Proponer a Chile como sede del VII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe 2) El
objetivo central de esta propuesta es contribuir a avanzar y desarrollar un proceso que permita articular desde la
autonomía el movimiento feminista chileno 3) Nos proponemos conformar una comisión que se haga cargo de
la organización del VII Encuentro y que esté integrada por mujeres, colectivos y organizaciones feministas 4) Esta
comisión deberá ser autónoma y pluralista, además de ser la encargada de gestionar y administrar el
financiamiento del VII Encuentro 5) Que las ONGs interesadas en participar lo hagan en calidad de
patrocinadoras y auspiciadoras del encuentro, independientemente que existan mujeres trabajadoras de ONGs
que estén interesadas en participar en esta comisión a título personal” (Memorias VII 1996, 14).

37
Al Encuentro de Cartagena, realizado entre el 23 y 28 de noviembre,
asistieron aproximadamente ochocientas feministas que debatieron sobre
autonomía e institucionalización en tres paneles y en talleres de
profundización, algunos autogestionados espontáneamente.
El primer eje se denominó “Marcos políticos filosóficos de las distintas
corrientes del feminismo latinoamericano y caribeño”, en cuya mesa central
participaron Elizabeth Álvarez Herrera, guatemalteca residente en México;
Sofía Montenegro, de Nicaragua; Gina Vargas, de Perú; Ximena Bedregal
Saenz, boliviana residente en México; María Galindo, integrante del colectivo
boliviano Mujeres Creando; y Margarita Pisano, de Chile. Ponentes y asistentes
a las dos mesas de discusión explicitaron sus posturas y plantearon distintas
ópticas para entender la autonomía y lo que las autónomas denominaban
“institucionalización del movimiento feminista”.
El segundo eje, “El lado oscuro y discriminado del feminismo en el Ser
y Hacer feminista” tuvo como panelistas a María Tramolao, mujer Mapuche,
integrante del Consejo de Todas las Tierras, Chile; Julieta Paredes, de Mujeres
Creando; Selva Riquelme, de la Asociación de Mujeres Ciegas, Paraguay; Jael
Bueno, de Mujeres Inmigrantes en Europa, Bolivia; Ochy curiel, de República
Dominicana y a Andrea Miranda de la Coordinadora lésbica, Chile. Se
discutió la revitalización de los vínculos entre feministas y lo que las
autónomas llamaban “disidencias feministas”, término que enmarca, entre
otras, a posturas críticas como el anti-racismo y el lesbo-feminismo dentro
del feminismo.
En el tercer eje, “Desenredando nuestras estrategias”, se debatieron
documentos-síntesis de distintos talleres de profundización de temas como la
autonomía y las estrategias políticas necesarias para la construcción de
movimiento. Algunos de los talleres incluidos en este debate fueron
“Feminismo autónomo”, “Agenda radical” y “Ni las unas ni las otras” que
contaron con la participación de ciento setenta mujeres que se expresaron en
contra de la polarización del Encuentro y a favor de un feminismo no limitado a
una confrontación de dos. En el espacio “Lesbianas feministas” se analizaron
los Encuentros de Lesbianas Feministas Latinoamericanos y del Caribe además
de que se definieron estrategias para darles nuevo impulso. “Mujeres negras”,

38
un taller improvisado, derivó en un pronunciamiento contra la exclusión del
tema del racismo. Otros talleres fueron “Prostitución y trabajo sexual”; “La
corriente submarina”, donde se cuestionó la oposición binaria que caracterizó
al Encuentro; “Globalización y justicia social para las mujeres”, donde se exigió
que el Encuentro se pronunciara en contra del modelo neoliberal impuesto en
la región y contra la afectación específica que comportaba para las mujeres.
Nada sería igual después de las álgidas discusiones que se dieron en
Chile: los conflictos finalmente fueron nombrados. Para muchas, este proceso
se dio de forma violenta, dañina y dolorosa; para otras, fue una confrontación
necesaria que implicaba llamar a las cosas por su nombre. La escisión del
movimiento parecía una realidad; no obstante, muchas feministas se
resistieron a alinearse con una postura, como si ésta fuera depositaria del
“verdadero feminismo”. Por toda la región se planteó un par de preguntas:
“¿Autonomía o institucionalización?” “¿Y si no es allí, dónde situarse?”
Sin ánimos resolutivos o vanguardistas, las asistentes respondieron a
estas cuestiones desde sus posiciones particulares, historias y afectos. No hubo
una última palabra y el debate quedó abierto. Entusiasmadas por la
oportunidad de realizar por primera vez el EFLAC en el Caribe, las dominicanas
propusieron a su país como sede y asumieron el reto de darle continuidad a los
debates iniciados en Chile.

39
ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

VIII EFLAC
Juan Dolio, República Dominicana, 1999
Feminismos Plurales

En el Encuentro de Bogotá, el movimiento feminista latinoamericano había


acordado manifestar cada 25 de noviembre su reprobación a la violencia
ejercida contra las mujeres. La fecha fue escogida para rememorar el asesinato
de las hermanas Mirabal por órdenes del dictador Trujillo, suceso que dicho sea
de paso conmovió al pueblo dominicano, cansado de años de abusos, de
forma tal que precipitó la caída del tirano. En el siguiente Encuentro, mil
quinientas mujeres se manifestaron en la Isla de las Mariposas, como eran
conocidas las hermanas.
El Encuentro de Dominicana coincidió con el ocaso del milenio y con
una sensación de que el movimiento estaba en crisis. La elección arbitraria por
parte de la ONU de una representante del feminismo latinoamericano ante la
Conferencia de Beijing fue el catalizador para que en el VIII Encuentro ganaran
visibilidad las posiciones al interior del movimiento, aunque éstas fueran el
resultado de una larga discusión pendiente, malestares contenidos y
cuestiones no resueltas desde el nacimiento de la nueva ola del feminismo en
Latinoamérica y el Caribe.
En esta edición del EFLAC se conformó un Equipo Coordinador avalado
en un encuentro nacional previo para que formase parte de la Comisión
Organizadora. Se convocó también a un Encuentro preparatorio caribeño y se
organizaron diversos talleres (Memorias VIII 2002, 19). En uno de ellos las

41
integrantes expresaron sus expectativas sobre el Encuentro Internacional en
los términos siguientes:

En función de la participación: Que propiciara amplios debates y


elaboración de propuestas; [que resultara] representativo de las
diversidades; que fuese articulador de energías y esfuerzos; [que
sumara una] presencia importante de mujeres caribeñas. En función de
cantidad: Que contara con la participación de unas 1200 mujeres. En
función de los objetivos: Que impactara a nivel de la sociedad en
general; Que propiciara respeto a la diversidad en las tendencias y
profundidad en los debates; Que permitiera visibilizar los nuevos
rostros feministas de la región; Que fuera integrador. En función de
orientación: Que permitiera análisis de nuestras prácticas, estrategias y
nuevas visiones; que propiciara profundización del debate de
posiciones y diversidad de pensamientos (Memorias VIII 2002, 20).

Estas expectativas contrastaban con la realidad de un movimiento que


se percibía debilitado, con una fuerte tendencia al trabajo volcado hacia el
interior de las instituciones y en el que era protagonista la militancia individual.
A consecuencia de experiencias anteriores las organizadoras temían que: el
Encuentro fuera boicoteado por las feministas que no estaban involucradas en
el proceso, se suscitaran luchas de poder y actitudes protagónicas, se
escindiera aún más el movimiento, los recursos escasearan, no se respetara la
diversidad y se rompieran los acuerdos, entre otras preocupaciones. Además,
se preguntaban por los efectos que sobre el EFLAC podría tener la realización
previa del Encuentro de las lesbianas y desconfiaban de su propia capacidad
organizativa. A pesar de tanta incertidumbre, siguieron adelante.
Si bien este Encuentro fue duramente criticado por el caos organizativo
que imperó, vale la pena rescatar uno de sus legados más importantes: la
definición de una política de financiamiento. La Comisión Organizadora,
compuesta en su mayoría por mujeres jóvenes y por ninguna feminista
ampliamente reconocida internacionalmente, llegó al siguiente acuerdo:

En su estrategia de financiamiento la CO dará prioridad a aquellas


agencias de cooperación internacional que tradicionalmente han sido

42
soportes a los encuentros feministas en la región y no se solicitará
recursos a aquellas agencias, cuyas políticas explícita e implícitas
signifiquen o hayan significado estrangulamientos a las condiciones de
vida de nuestros pueblos y representen políticas de shock del ajuste que
han llevado a la pobreza e indigencias extremas a grandes grupos de
mujeres de la región.
No se solicitará recursos a aquellos patrocinadores que en sus recursos
publicitarios denigran el cuerpo de las mujeres.
A las instancias gubernamentales se les solicitará las facilidades que les
son propias como país anfitrión: servicios de migración, aeropuertos,
cancillerías vía consulados, etc. No se solicitará recursos monetarios
que puedan implicar promoción de partidos, ni de sus dirigentes
(Memorias VIII 2002, 20).

Bajo estas condiciones, las agencias de cooperación que contribuyeron


con la financiación fueron: Oxfam (GB), Unifem (EUA), Mama Cash (Países
Bajos), Christin Romero (Alemania), Solidaridad (Países Bajos), Heinrich Böll
(Alemania), DED (Alemania), Mujeres Católicas de Suiza, Nobid (Holanda),
Global Found for Women (EUA), Hivos (Países Bajos), Cladem (América Latina),
Terre D'hommes (Alemania).
En cuanto a la metodología, se partió de tres “ejes políticos de
profundización” para organizar diversos talleres y discusiones. El trabajo en
grupos se complementó con dos plenarias dirigidas a discutir y socializar las
conclusiones de la reflexión. El Encuentro también desarrolló un eje
transversal: “lo cultural-simbólico”. Esta propuesta metodológica y política
tenía el doble fin de involucrar a las mujeres en procesos de reflexión y creación
artística colectiva y de cuestionar al arte como privilegio de élites.
El primer eje político, “El feminismo frente a los viejos y nuevos modelos
de dominación”, se centró en el desafío que el modelo económico representa
para el feminismo. Ante la pregunta del qué hacer para enfrentar la
globalización y sus consecuencias en la vida de las mujeres, se afirmó que el
feminismo no puede reproducir esquemas de dominación, sino que, por el
contrario, debe estar involucrado en la implementación de prácticas políticas
de avanzada. Se revisó el ejercicio del poder en el nombre del feminismo y se

43
debatieron las estrategias de creación de políticas públicas y trabajo en
instituciones. En síntesis, el feminismo tendría que pugnar por la creación de
un modelo social, político y económico libertario, no androcéntrico, que
trascendiese las dicotomías que han dictado las pautas para la comprensión de
la experiencia humana.
En el eje 2, “El feminismo como movimiento social”, se discutió la
definición de feminismo como “movimiento revolucionario” y esencialmente
político. Aquí se afirmó que el énfasis del feminismo en la dimensión subjetiva
de la experiencia no contradice su carácter de movimiento.
Los trabajos del Eje 3, “Perspectivas feministas”, tendieron a subrayar
las múltiples aristas del femnismo. Se planteó que el gran desafío era llegar a
acuerdos mínimos, reconocer y explicitar los desencuentros e intereses, pero
también enfrentar el hecho de haber crecido velozmente en las últimas tres
décadas y ser un moviendo cada vez más diverso.
Por otra parte, la transversalidad del eje cultural-simbólico devino en
tres acciones. La primera era el desarrollo de performances colectivos de apoyo
al proceso de reflexión de cada eje político. La segunda consistió en la
producción y presentación de trabajos artísticos-culturales de creadoras
presentes en el evento. La última acción versó sobre la preparación y
facilitación de talleres dedicados al trabajo con el cuerpo y a la experiencia
creativa. Aunque el uso del arte como herramienta política y de exploración de
la subjetividad no era nuevo en el feminismo latinoamericano, para muchas
asistentes al Encuentro significó una nueva forma de concebir lo político.
En los grupos de discusión de los tres ejes se abundó en la
institucionalización que se traduce en la relación con las organizaciones
financiadoras, la oenegización del movimiento y la profesionalización de sus
militantes. Las instituciones fueron concebidas como una forma organizativa
útil en su momento, pero que no podía atribuirse la representación del
movimiento. Se consideró que la radicalización, necesaria en el pasado, podía
conducir en ese momento a la exclusión de ciertas posturas.
Finalmente, el Encuentro se propuso hacer un balance de treinta años
del feminismo en la región y abrir el diálogo entre feministas de distintas
corrientes con el fin de identificar posibles estrategias comunes. Mediante

44
11
alianzas al interior de movimiento, se buscaba incidir en procesos de
transformación social. La cuestión de la diversidad fue atendida de manera
particular y constante e incluso llevó a la crítica a la exclusión de las mujeres de
habla no hispana debida a la falta de traducción simultánea porque, como
argumentó este sector de afectadas integrado por una mayoría de caribeñas,
cómo hemos de encontrarnos, si no nos entendemos.
Las feministas autónomas señalaron la falta de continuidad de los
debates iniciados en Chile, reivindicaron la autonomía como rasgo
fundamental de un feminismo diverso, mas no plural, y expresaron su
descuerdo con el proceso de oenegización del movimiento. En consonancia
con estas últimas propuestas, feministas de otro grupo declararon:
“Consideramos que con la política de lo posible logramos cosas, tenemos
cuotas de poder, pero a veces ese poder se vuelve un espejismo. Creemos que el
feminismo debe volver a su carácter crítico, transgresor y subversivo”
(Memorias VIII 2002, 70).
Una vez más, al final de la experiencia, se demandaba a las
organizadoras de futuros Encuentros asumir el desafío de la diversidad, el
respeto a las diferencias y la horizontalidad en las relaciones.

11 Ver el documento preparatorio “VIII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe:


Participación abierta, múltiple y diversa”, DE: http://alainet.org/mujeres/feminismos.

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

IX EFLAC
Playa Tambor, Costa Rica, 2002
“Resistencia activa frente a la globalización neoliberal”

A Costa Rica llegaron ochocientas feministas para discutir las implicaciones de


la globalización en la vida y el cuerpo de las mujeres latinoamericanas y
caribeñas. Alda Facio, una de las organizadoras, aseguró que:

Plantear el tema de la globalización y el feminismo, nos va a permitir


reflexionar sobre cuál es el movimiento feminista que podemos o
debemos resucitar […] Volver a encontrarnos en un espacio para
feministas, de feministas, con feministas para entender la
globalización y sus efectos en nuestros cuerpos, almas, mentes y
espíritus nos va a ayudar a aclararnos sobre nuestros objetivos,
prácticas y estrategias como movimiento. Ver, sentir, oír, oler, vivir la
globalización en un espacio feminista nos dará la claridad para
constituirnos de nuevo en un movimiento contestatario, maduro y
reflexivo (2002).

En este Encuentro, la Comisión Organizadora centró sus esfuerzos en


democratizar la información, redefinir la política de financiamiento y reunir las
opiniones en el tema central.
Ya en República Dominicana el avance en el uso de los medios
tecnológicos había sido importante, pero las costarricenses dieron el salto al
hacer de la tecnología una herramienta fundamental para el diseño de una red
de comunicación. La estrategia incluyó la capacitación del equipo organizador
en tecnologías de comunicación; la creación de un centro de prensa para

47
periodistas que difundía comunicados permanentemente; transmisiones de
radio en medios comunitarios y comerciales de la región; una red de discusión
vía Internet; una web oficial que recogía la información más relevante del
Encuentro; un sistema interno que proyectaba imágenes de lo acontecido el
día anterior; una estación de radio por Internet con transmisiones en tiempo
real en coordinación con Radio Internacional Feminista (FIRE);12 y la
presentación de videos mediante circuito cerrado de televisión. En cuanto a las
políticas de financiamiento, se combinaron las estrategias de gestión,
autogestión y administración. Los fondos se recabaron mediante la
organización de eventos culturales, el trabajo voluntario de todas las
colaboradoras, el cobro anticipado de la inscripción, los aportes de las
agencias de cooperación y la campaña “Done un dólar, o más”, invitación a las
feministas del mundo para apoyar la novena versión del Encuentro.
Las actividades se desarrollaron en las instalaciones de un hotel que
contaba con todas las comodidades propias de los sitios turísticos
costarricenses y que además permitía evitar la tan criticada dispersión que
caracterizó al Encuentro en Dominicana. Sin embargo, al ser el lugar propiedad
de una transnacional se señaló la incongruencia política: ¿Cómo discutir sobre
globalización en un hotel de lujo? La contradicción causó molestia en buena
parte de las participantes.
La metodología propuesta incluyó mesas redondas, grupos de
trabajo, los ya tradicionales talleres inscritos por las participantes y plenarias
dedicadas a los tres ejes de trabajo en las que se presentaban las ponencias
de reconocidas feministas de la región. El primer eje se denominó “Las
expresiones del feminismo como sujeto socio–político en la globalización”,
el segundo, “Transnacionalización del patriarcado y el capitalismo: los
Estados, sociedad civil, el sistema monetario internacional y organizaciones
políticas” y el tercero “Nuestro cuerpo-mundo: políticas, resistencias y
alternativas en la globalización”.
Respecto al tema central, la globalización, se adoptaron diferentes

12 Entre otros aciertos, la estación permitió la transmisión simultánea de la Primera Cumbre de


Mujeres Indígenas de las Américas, realizada paralelamente al Encuentro en la Ciudad de Oaxaca, México, bajo la
consigna “Mujeres indígenas desafiando al futuro”.

48
posturas. Para algunas era sinónimo de expansión del modelo de dominación
capitalista que debía diferenciarse de los procesos de planetarización o
mundialización que dan pie a la creación de redes de resistencia adscritas a un
movimiento internacional contrario al sistema económico. Para otras, este
proceso tenía su lado fecundo pues abría la posibilidad de globalizar las
resistencias y los movimientos sociales.
La ponencia de Magaly Pineda desató la polémica más álgida. Para la
dominicana, el proceso de transnacionalización de la economía en su país
había conllevado el establecimiento de maquilas en la isla que a su vez
significaban oportunidades de independencia económica para que las
mujeres. Las feministas que desaprueban el proceso de globalización
económica, y particularmente el establecimiento de maquilas en los países del
tercer mundo, consideran que el fenómeno ha tenido efectos nocivos en la
vida de las mujeres. La trabajadora hondureña Daisy Flores, afirmó: “Las
maquilas son espacios de tortura y no significan ninguna alternativa de trabajo
digno para las mujeres” (Ayzanoa 2002). Edda Gaviola también expresó su
desacuerdo con Pineda e hizo notar la violencia que caracteriza el trabajo en las
maquilas. Yolanda Santana cuestionó los llamados “códigos de ética” de los
empresarios pues desde su punto de vista constituyen estrategias para la
explotación de las mujeres; sin embargo, no descartó la posibilidad de que la
globalización represente una alternativa para que las mujeres que defienden
sus derechos establezcan conexiones transfronterizas.
Una de las ponencias ampliamente comentadas fue la de Ana Isla,
quien a partir de una investigación —y a contracorriente de posturas al interior
del movimiento ambientalista— afirmó que no sólo es cuestionable el modelo
económico de la globalización neoliberal, sino también el discurso
medioambiental conservacionista de las empresas trasnacionales. Isla alertó
en cuanto a que los discursos de desarrollo sostenible/sustentable forman
parte de una estrategia de expansión económica agazapada tras la idea de que
hay “continuar con el crecimiento económico para salvar al planeta” (Isla
2002, s. p.). Isla se valió del análisis de casos puntuales para señalar que la
globalización es un instrumento macro-económico para el control político de

49
los países pobres basado en la apropiación del trabajo de las mujeres.
Aspecto significativo de este Encuentro fue la continuación del debate
abierto en Dominicana sobre la categoría de “juventud”. A decir del Informe
del Taller “Jóvenes de fin y principio de milenio”, una asistente proveniente de
Nicaragua planteó que:

Las políticas neoliberales y las visiones adultistas [y] conservadoras


reafirman la marginación y el mercado de consumo, que incluye a las
jóvenas, en tanto tengan capacidad de consumir. Sólo así […] se
convierten en personas visibles. La globalización ha retrasado la
categoría de juventud, y somos consideradas ciudadanas en tanto
nuestra capacidad de consumo (www.9feminista.org, fuera de servicio).

Sobre este mismo tema, en las sesiones plenarias se presentó una


ponencia titulada “Aportes del feminismo latinoamericano y del Caribe a la
teoría feminista, una mirada desde las mujeres jóvenes”.
En las declaraciones finales se dio un “sí a la globalización de la ternura,
el amor, la solidaridad, la comunicación abierta y pluralista y la tecnología al
servicio de la gente”. Se repudió el asesinato sistemático de mujeres en Ciudad
Juárez, el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, los bombardeos a la isla
puertorriqueña de Vieques y la onerosa deuda externa de los países pobres. Se
denunció al terrorismo de Estado y las políticas de seguridad de los Estados
Unidos; a los gobiernos “donadores” de programas sociales que
simultáneamente apoyan la guerra; a “las políticas de ajuste estructural que
impactan diferencialmente a las mujeres y refuerzan el patriarcado y a la
política neoliberal que promueve opresiones y ofrece un mundo de violencia,
miseria, opresión y muerte” (Moraes 2002).
Esta declaración invitó a las mujeres a participar en las manifestaciones
en contra de las reuniones de los organismos internacionales que promueven
la globalización neoliberal y que niegan la soberanía de los pueblos. Asimismo,
se les instó a unirse a redes internacionales de resistencia, como el Foro Social
Mundial, y a apoyar acciones como la campaña regional contra el ALCA.

50
Finalmente, la responsabilidad de organizar el próximo Encuentro recayó en
las brasileñas quienes contarían con el apoyo feministas de Uruguay, Paraguay
y Argentina, a diferencia del Encuentro de 1985.
Al discutir las perspectivas para el siguiente Encuentro, algunas
feministas insistieron en la necesidad de que las reuniones internacionales
delineasen acciones mínimas. Por otra parte, se difundieron las reflexiones del
taller “Los encuentros feministas en la globalización: desafíos y perspectivas”
tendientes a repensar los procedimientos de los Encuentros anteriores para
promover la participación, la democracia y la autogestión, así como para
diseñar estrategias para lograr la independencia de la financiación otorgada
por las agencias. Entretanto, las jóvenes reclamaron una representación más
activa en las comisiones organizadoras de los Encuentros y el diseño de
medidas que facilitaran su participación.
Las mujeres interesadas en estrategias de comunicación propusieron
crear una Red de Comunicación de los Encuentros y una página web con el
dominio www.encuentrosfeministas.org para hospedar información
relacionada con todos los Encuentros. La página contaría con un equipo de
comunicación apoyado por las redes, organizaciones y medios de
comunicación latinoamericanos y caribeños. Lamentablemente, estas
propuestas innovadoras no prosperaron.
En el “Documento de propuestas” de la plenaria final, y debido al
malestar provocado por las características del hotel sede, se asentó una lista de
criterios a tomar en cuenta en Encuentros posteriores:

1. Crear espacios feministas alternativos de encuentro al margen del lucro


capitalista. Mientras no exista un espacio comunal utópico, los hoteles
sede que se seleccionen por lo menos deben escogerse con base a
nuestra posición política de resistencia activa.
2. Que reconozca la necesidad de espacios artísticos feministas al margen
de la cultura comercial, machista y dominante. Es decir, que las
manifestaciones artísticas de las participantes tengan prioridad por
sobre las programadas por los hoteles.
3. Que asuma en su agenda el problema estructural del racismo.

51
4. Que sea un espacio ecologista que respete los recursos naturales, por
ejemplo, el reciclaje. Y que no cuente con un historial en que se haya
arrasado con la naturaleza del lugar.
5. Que en términos laborales no explote a sus empleados y empleadas.
6. Que implemente discusiones horizontales para que se den espacios de
decisión colectiva durante el desarrollo mismo de los encuentros.

La nota final del “Documento de propuestas” resumía la premisa de los


criterios anteriores: “Necesitamos soñar utopías, espacios y palacios feministas
y mientras lo realizamos, debemos propugnar por opciones para el futuro de
nuestro movimiento feminista”.

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

X EFLAC
Sierra Negra, Brasil, 2005
“Feminismo y democracia”

Del 9 al 12 de octubre, en el hotel Vale do Sol en Sao Paulo, se reunieron mil


doscientas cincuenta mujeres entre feministas y representantes del
movimiento amplio para discutir sobre feminismo y democracia a partir de los
criterios medulares del “Documento eje central”:

El feminismo, en virtud de las tareas que le impuso la coyuntura en los


últimos años, se ha separado un poco de la reflexión del propio
feminismo como pensamiento crítico y práctica política. El concepto
de democracia es fundamental para reanudar la discusión del
feminismo como pensamiento político. En primer lugar, porque es un
elemento clave en esa discusión, una vez que las acciones femeninas
sostienen esa idea y propuesta. En segundo, porque a partir de una
concepción feminista profundizada de democracia será posible
enfrentar políticamente las varias visiones, las varias corrientes de
pensamiento, expresando el compromiso feminista con la
construcción de la propia democracia.

La discusión de la noción de democracia evidenció una contradicción


fundamental a la luz de fenómenos que afectan directamente a las mujeres:
feminicidio, abuso sexual y violación, femininización de la pobreza, racismo,
sexismo, discriminación, xenofobia, lesbofobia, tráfico de personas, control de
los cuerpos de las mujeres por parte de la Iglesia y el Estado, limitantes de facto
en la participación política, incongruencia entre nivel de educación y cargos en

53
el mundo laboral, entre otros. En este contexto, preguntarse por aquello que el
feminismo tiene que decir sobre la democracia llevó a poner en duda la
posibilidad de cambiar las reglas de juego mediante sus mismos discursos e
instrumentos. Algunas feministas se preguntan, en palabras de Chuy Tinoco,
de qué feminismo y de qué democracia estamos hablando (2005, 3).
Es comprensible que un encuentro realizado en Brasil propusiera como
tema central “la democracia” y convocara al sector de mujeres populares. El
movimiento amplio de mujeres se había fortalecido y extendido durante las
últimas décadas en ese país a raíz de una participación activa en
organizaciones sociales que presionaron para transitar a la democracia. En ese
sentido, la democracia y las instituciones fueron el medio para un cambio
pactado que si bien implicó la apertura de espacios de participación política
ciudadana, no tocó el fondo de las políticas económicas.13 A esto se sumó el
hecho de que las instituciones públicas gubernamentales llevaban algunos
años bajo el control del Partido de los Trabajadores (PT), partido de izquierda
que contradictoriamente había dado continuidad a los pactos transicionales.
En esta ocasión, el tema central se discutió en dos paneles: “Feminismo
y democracia” y “Feminismo: el presente y el futuro” y cuatro espacios de
debate denominados “Diálogos complejos”: “Feminismo y estrategias para el
enfrentamiento del racismo en una América Latina democrática”; “Feminismo
contra el etnocentrismo para una América Latina democrática”; “Feminismo,
juventud y poder: alternativas a la mercantilización y a la marginalización en
búsqueda de perspectivas democráticas” y por último “Feminismo y
lesbianidad: sexualidades y democracia”.
Como ocurrió con el tema de “la globalización” en el Encuentro anterior,
pronto emergieron distintas concepciones de “democracia”. En contraste con la
legisladora Epsy Campbell, quien expresó su confianza en la posibilidad de
transformar el sistema mediante la “feminización de la política” de las
instituciones democráticas (2005), es decir, a partir de la presencia de mujeres
con conciencia feminista en los espacios de poder político, Ochy Curiel alegó,
desde su postura como feminista autónoma, que “la democracia es una forma

13 Este proceso está ampliamente estudiado en Dagnino 2002.

54
de organización social que debe ser cuestionada, abolida y cambiada por otras
formas de participación, porque no es la única política posible, ya que nació de
la lógica patriarcal” (2005) y a la cual se debe contraponer una propuesta
libertaria. Entretanto, la propuesta de María Betania Ávila, denominada
también de radicalización del feminismo, proponía la expansión del
movimiento en todas las esferas de la vida social y enfatizaba la necesidad de
iniciar procesos de democracia radical que construyan autonomía, conciencia
crítica, socialización de los saberes y fortalecimiento de las bases para recuperar
la utopía e impulsar la transformación social (Sabanes 2005).
Además de las complejas discusiones sobre el tema central, distintos
sectores del movimiento cuestionaron fuertemente el feminismo de la región.
Por ejemplo, las jóvenes reclamaron una mayor inclusión por parte de las
“grandotas” y la eliminación de concepciones adultocéntricas que impiden
reconocer la heterogeneidad de expresiones de las nuevas generaciones de
feministas. En uno de los foros, Fernanda Grigolin recordó que “la democracia
empieza por casa, es decir, desde el movimiento feminista” (León 2005).
Sin embargo, y a diferencia de lo ocurrido en otros encuentros, las
expresiones desde las distintas identidades políticas condujeron al
cuestionamiento de los discursos de la diversidad y la “multiculturalidad” que por
el hecho de nombrar las diferencias no necesariamente resuelven los conflictos de
poder ni pretenden erradicar los problemas de discriminación y desigualdad.
La plenaria final fue el escenario de debates fuertes. Allí se discutió la
participación de personas transgénero bajo el argumento de que no admitirlas
constituye una práctica de discriminación contra personas que se consideran
mujeres y feministas. Otro sector consideró que era necesario analizar
detenidamente el tema puesto que abarca nociones de cuerpo, identidad,
definición de feminismo y autonomía de los Encuentros. Algunas participantes
manifestaron su desacuerdo en función de las experiencias particulares de las
mujeres con respecto a las de las personas transgénero. Días después del
Encuentro, Ochy Curiel argumentó a favor de preservar la autonomía:

Las Trans (transgéneros, transexuales y trasvestis) si bien son víctimas


también de opresión, dado que salen de la imposición de la binaridad,

55
dicotomía de los géneros y en parte de la heteronormatividad, no han
vivido lo que nosotras históricamente. Es esa diferencia, que es política y
concreta, la que hace que muchas de nosotras queramos, y
defendamos, mantener espacios autónomos como mujeres construidas
socialmente, lo cual no quiere decir que negamos posibilidades de
articulación, coordinación y apoyo mutuo, siempre y cuando estén
claros los fundamentos y proyectos políticos, no por la simple
«diversidad» (Curiel [b] 2005, 326).

Finalmente, por votación, se determinó que a partir del siguiente


Encuentro se admitirá a personas transgéneros. Esta vez las mexicanas
asumieron la responsabilidad de poner en marcha esta decisión, además de
organizar un encuentro que reforzase el diálogo intergeneracional y que,
como bien lo expresó la feminista negra Sueli Carneiro, abriese el camino para
que el feminismo se comprometa con la lucha antirracista y la formulación de
una plataforma de acción feminista en la región que invite a un pacto de
solidaridad y de corresponsabilidad capaz de confrontar a los poderes que
impiden la realización de la democracia plena (Sabanes 2005). El mayor reto,
sin embargo, será el de propiciar discusiones profundas que conduzcan a
acuerdos políticos sobre una base feminista en un contexto político regional e
internacional y sin soslayar las preocupaciones propias del movimiento.

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

Comentarios finales

A unos cuantos días de comenzar el XI EFLAC en la Ciudad de México, cerramos


provisionalmente esta visión sintética de los diez primeros Encuentros
Latinoamericanos y del Caribe. Hace casi treinta años de aquella primera
reunión de feministas del continente realizada en Colombia que aún despierta
añoranzas. Alguna vez Margarita Pisano sentenció: “tenemos el primer
encuentro grabado en la piel” (Valle 2002).
Nunca podremos repetir esa experiencia ni las que le siguieron.
Tampoco será posible dar cuenta cabal de todas las lecciones de cada
Encuentro y organizar uno que supere a los anteriores. Las circunstancias y el
feminismo son cambiantes. No obstante, las transformaciones no impiden
aprender del pasado ni minimizan el valor del legado político para las nuevas
generaciones de feministas.
Nos quedan narraciones, imágenes y escritos tramados en una rica
memoria: la cercanía, la complicidad, e incluso los desencuentros vividos en
Colombia durante el primer aquelarre cuando a todas las unía la pregunta
“¿Qué es eso del feminismo?”; el esfuerzo que se hizo en Perú por conciliar
práctica y teoría, tarea aún fundamental para el movimiento; el valor de la
palabra en un Encuentro eminentemente testimonial como el de Brasil; el
reconocimiento a la diversidad feminista en Argentina; “El festival de los
sentidos” de El Salvador; la confrontación de ideas y los debates profundos en
Chile; los reencuentros plurales en Santo Domingo; la capacidad de gestión en
Costa Rica y, de nuevo en Brasil, el acomodo en el espacio y el cuestionamiento
de las incongruencias.

57
Este recorrido deja de manifiesto que la organización ha sido el punto
más débil de los Encuentros. Cada Comisión, Comité, Coordinadora, al margen
del membrete, ha hecho grandes esfuerzos para superar los problemas de los
Encuentros anteriores, pero el incremento en la participación suele desbordar
las expectativas y la capacidad logística. No debe pensarse que estas son
cuestiones meramente técnicas; la organización de los Encuentros es un
proceso político, cada decisión respecto al lugar donde habrán de realizarse, el
cobro de la inscripción, el financiamiento y las propuestas metodológicas
revelan concepciones políticas y definiciones del feminismo.
La experiencia demuestra que los conflictos no resueltos y aquellos que
se evaden se alimentan subrepticiamente hasta que encuentran la
oportunidad de emerger y no siempre de la mejor manera cual agua contenida
que finalmente busca sus cauces. Las Memorias y testimonios de todas estas
vivencias merecen estudios profundos de las construcciones discursivas y el
trasfondo político de los Encuentros, elementos que en este trabajo han sido
sólo insinuados.
No pocas veces se ha reconocido a los Encuentros como espacios
privilegiados para que las múltiples expresiones del feminismo coincidan en un
mismo tiempo y lugar. Al ser también escenarios reveladores de ausencias,
concluimos con una pregunta cardinal para todos los EFLAC y que
afortunadamente permanece irresoluta:
¿Cómo podemos encontrarnos las feministas?

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ENCUENTROS FEMINISTAS LATINOAMERICANOS Y DEL CARIBE: APUNTES PARA UNA HISTORIA EN MOVIMIENTO

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