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En la acción también aparece el concepto de "lo que debe hacerse", lo que debe ser
hecho pero todavía no se ha hecho, o lo que es "en potencia", es como tal, según la
concepción hinduísta, malo. Algo debe hacerse y todavía no se ha concretado. El
rechazo de krityâ es un paso de la potencia al acto, del no-ser al ser, de la privación
a la abundancia, de la muerte a la vida. Esta concepción, igualmente propia de la
escolástica cristiana, puede ser comparada con la procesión de Indra: "Yo debo
hacer muchas cosas que todavía no se han hecho" (bahûni mê akritâ kartvâni, IV,
18, 2; cf. san Lucas, II, 49: "¿No sabéis que debo ocuparme de las cosas de mi
Padre?"; en cuanto a Ushas: "No esperes a que te ponga manos a la obra" (mâ
ciram tanuthâ apah, V, 79, 9); todavía a propósito de Indra: "Haz lo que debas
hacer" (karishya krinuhi, I, 165, 9), y, en efecto, él "hace lo que debe ser hecho"
(cakrih yat karishyan, VII, 20, 1); en términos cristianos, "esas cosas que
necesariamente Dios quiere"
(santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, c. 45, a. 2), Dios, que, por otra parte, es
descrito como siendo "enteramente en acto". Este principio subyace en BUp., III, 2,
13: "Lo que ellos alababan era la Acción" (karma), y en la doctrina del karma-yoga
de la Bhagavad-Gîtâ. Cf. también kusalamassa akatattâ (= kushalasya akartatvât)
en Jâtaka, texto, I, 205; akârya como "pecado" en Mricchakatika, VIII, 22, 4; y
akaranasamvaram como "pecados de omisión" en Sâdhanamâlâ nº 98. En AV., X, 1,
1, Krityâ, a quien se rechaza, es comparada a una novia preparada para la boda;
ibid., 3, es semejante a una mujer (jâyâ) repudiada por su marido, a una mujer
divorciada (patyâ nuttâ).
Cada individuo tiene un karma personal, compuesto por la totalidad de los efectos
de causas establecidas en el pasado que continúan ejercitando una influencia
sobre las acciones del presente. No se trata, entonces, de una fuerza externa al
individuo, ni de un ineludible destino: en cada situación se puede escoger entre el
sufrimiento y l esperanza. El Budismo de Nichiren Daishonin enseña que es posible
elevar la propia condición fundamental y volver a empezar en ese preciso instante a
establecer nuevas causas basadas en la Budeidad para la felicidad futura.
Según en Budismo cada uno tiene un karma personal, y hasta que no logremos
cambiar aquellas tendencias kármicas que inevitablemente nos causan sufrimiento,
no podemos alcanzar una verdadera felicidad. El karma es un concepto muy poco
comprendido en occidente donde se confunde, muy a menudo, con el fatalismo, el
determinismo y la negación de la voluntad. ¿Entonces que es exactamente el
karma?
Karma es una palabra sánscrita que significa “acción” e indica que, conforme a la
estricta Ley de causa y efecto, cada acción produce una reacción futura en una
cadena ininterrumpida por toda la eternidad. Creamos karma con cada
pensamiento, palabra o acción; es decir, cada pensamiento, palabra o acción
expresan, a su vez, nuestro karma. No se trata de una fuerza externa a nosotros: el
karma es el conjunto de efectos de las causas que hemos establecido en el pasado
y que continúan ejerciendo una profunda influencia sobre nuestras acciones
presentes. Algunos efectos de estas causas son latentes y no se han manifestado
todavía, mientras que aquellos que ya aparecieron constituyen nuestra actual
condición. El sutra Shinjikan afirma: <<Si quieres comprender las causas creadas
en el pasado, observa los efectos que se manifiestan en el presente; y si quieres
conocer los efectos que se manifestarán en el futuro, mira las causas del
presente>>.
A la luz del principio de unidad entre la vida y su medio ambiente (esho funi), el
Budismo enseña que la tendencia kármica (o fundamental) de la vida de una
persona determina la naturaleza de la realidad social en que vive esa misma
persona. Entonces cada esfuerzo para mejorar nuestra condición está destinado a
fracasar si, al mismo tiempo no modificamos, dentro de nosotros, aquellas
tendencias que han producido nuestras actuales condiciones. Por ejemplo, si
ustedes son tan flojos o descuidado como para no lavarse nunca, es inútil que se
cambien de ropa pensando que eso los liberará del mal olor. Tomemos el ejemplo de
una joven mujer dominada por el mundo de Hambre: anhela cosas que no tiene y,
cuando logra obtenerlas, inmediatamente desea otras cosas. Imaginémonos que
sufre por no tener un novio: también este deseo resulta influenciado por su innato
estado de Hambre y, a menudo, sin darse cuenta, crea causas externas que
expresan su necesidad. Se agita cuando un hombre se dirige a
ella, mira embarazosa en el vacío, respira afanosamente cuando habla con el y le
comunica su avidez con la mas pequeña señal; desde el ligero temblor de su voz, a
su mirada y al rojo de su mejillas. Todo esto produce un efecto, inmediato y mas o
menos intenso, sobre cada hombre a su alrededor según la fuerza de su relación.
Los efectos latentes de su comportamiento brotan también en la vida de la joven
mujer y se manifestaran cuando el tiempo y las circunstancias sean las propicias.
Por supuesto, si pudiéramos recordar todas las causas hechas en las existencias
anteriores, podríamos juzgar mejor la veracidad de nuestro karma; sin embargo,
con dificultad, logramos recordar los momentos mas importantes de nuestra vida
presente. De todas maneras, así como nuestra entidad no puede escapar al
universo cuando morimos, tampoco podrá sustraerse a las consecuencias de sus
acciones pasadas.
Sin la dicha y la satisfacción de ver a otros seres humanos lograr la felicidad gracias
a nuestros esfuerzos, no podemos ser nunca verdaderamente felices.
Occidente opone al concepto del karma una precisa idea de la justicia (eres
inocente hasta que no se demuestre que has transgredido la moral social) y una
arraigada concepción de la inocencia de la “nueva vida” y de lo que ella representa:
pureza, optimismo y progreso. Pero, en este punto debemos concluir que los
motivos por los cuales las personas tienen sufrimientos aparentemente no merecido
pueden ser tres: la voluntad de Dios o de otro ser supremo, la casualidad o el karma
creado por ellas mismas.
Tal comportamiento podría parecer poco apto para resolver problemas como la
guerra y el hambre en el mundo, pero, si es adoptado por un numero cada vez
mayor de personas podrá, según el Budismo, transformar el karma colectivo que la
humanidad misma ha creado y los sufrimientos que ha provocado, claramente
visibles en el medio social.
Dice Nichiren Daishonin: <<Los ríos re reúnen para formar el gran océano y las
partículas de polvo se reúnen para formar el monte Sumeru. Cuando al inicio yo,
Nichiren, abracé el Sutra del Loto era como una única gota de agua o una sola
partícula de polvo en todo el Japón. Pero después, cuando dos, tres, diez y al final
diez mil billones de personas recitarán el Sutra del Loto y lo enseñarán a los demás,
formarán un monte Sumeru de maravillosa iluminación: un gran océano de
Nirvana!>>.
Dado que cada uno de nosotros posee los Diez Estados, también quien es malvado
puede revelar, fortificar y desarrollar los cuatro estados mas elevados de
Aprendizaje, Absorción, Bodhisattva y Buda, así como los tres venenos (ira, avaricia
y estupidez) pueden manifestarse aparentemente en las personas mas nobles.
Hasta el karma, profundamente arraigado en nosotros, puede ser cambiado:
deberíamos inevitablemente sufrir los efectos negativos de las malas causas hecha
en el pasado – en esta vida o en vidas anteriores – pero la acción que ahora
cumplimos puede alterar o aliviar tales efectos.
De todas maneras, en cada uno hay una mezcla de karma mutable e inmutable.
Además, el karma que formamos depende de la fuerza de nuestras intenciones y
aumenta en la medida en que nuestros pensamientos dan lugar a las palabras y las
acciones. Si, por ejemplo, una persona alberga resentimiento solo dentro de sí, el
karma que incide en su vida es relativamente ligero, pero si traduce su rabia en
acciones físicas o verbales, entonces crea un karma mas fuerte. Como afirma
Nichiren Daishonin : <<...la gravedad de una ofensa depende de a quien se
ofende>>. El karma mutable puede ser transformado a través de un simple
esfuerzo de voluntad, mientras que el karma inmutable es inevitable. Esto es
debido al hecho de que la fuerza de voluntad opera a nivel consciente de la psiquis
humana, mientras el karma existe en un nivel subconsciente, aún mas profundo.
Tenemos entonces necesidad de un instrumento con capacidad de alterar el flujo de
la vida misma y este instrumento es y siempre fué
Nam-myoho-rengue-kyo. Entonar Nam-myoho-rengue-kyo y actuar
consecuentemente es la mejor causa que podemos establecer para transformar el
peor karma en buena fortuna. Como afirma el Sutra Fugen, el epilogo del Sutra del
Loto: <<Si deseas hacer sangue, siéntate erguido y medita sobre la verdadera
entidad de la vida. Entonces todas tus ofensas pasadas serán como rocío a la luz del
sol de la sabiduría eterna>>.
Todas las enseñanzas budistas incluso aquellas anteriores al Sutra del Loto,
coinciden en la mejor manera de transformar un karma infeliz en una vida llena de
satisfacción. Algunos de los mas antiguo predicaban un comportamiento virtuoso
(buena causa que producen buenos efectos) con el fin de poder renacer en la Tierra
Pura donde no existe sufrimiento (idea que se acerca a la doctrina cristiana). Otros
afirmaban la posibilidad de renacer en condiciones siempre mas elevadas hasta el
logro final del estado de Buda, que los liberaba de la necesidad de vivir en este
mundo de sufrimiento. De todas maneras todos los sutras anteriores al Sutra del
Loto afirmaban que los efectos de las buenas causas presentes no se manifiestan
en esta vida. Como escribe el Daishonin, el Sutra del Loto derrumba esta
convicción: <<Los beneficios de los demás sutras son inciertos dado que enseñan
que primero se tienen que hacer buenas causas y solo entonces, en un tiempo
futuro, se podrá uno convertir en Buda.
El Sutra del Loto es completamente diferente. Una mano que lo levanta logra
inmediatamente la iluminación, una boca que lo recita obtiene instantáneamente la
Budeidad, así como la luna se refleja en el agua en el instante que aparece detrás
de las montañas de oriente, o como un sonido y su eco que se producen
simultáneamente. Por esta razón el Sutra afirma: <<Entre todos aquellos que
escuchan esta Ley, no hay uno que no logre el estado de Buda”.
Esta poderosa fuerza vital atraviesa entonces las otras ocho conciencia, purificando
toda nuestra vida e irrumpiendo en nuestro medio ambiente.
Nichiren Daishonin explica que la buena fortuna y los beneficios que se derivan de
entonar Nam-myoho-rengue-kyo se manifiestan de cuatro maneras diferentes:
“Oración visible que produce un beneficio visible”: entonando sinceramente
logramos realizar rápidamente nuestros deseos, un beneficio que las personas
logran apenas empiezan a practicar y que parece casi un milagro. “Oración visible
que produce un beneficio invisible”: significa alcanzar un objetivo después de un
cierto tiempo. Mirando hacia atrás entendemos, a través de la sabiduría de nuestra
naturaleza de Buda, que este tipo de beneficio concierne a lo que logramos solo
cuando estamos listos para extraer el máximo valor y no cuando creemos estar
listos. “Oración invisible que produce un beneficio visible”: es el sustento ofrecido
por una practica vigorosa y constante, un “deposito” de buena fortuna y de
protección. “Oración invisible que produce un beneficio invisible”: es decir que a
través de una practica sincera y
constante por un largo periodo de tiempo cada aspecto de su vida asumirá las
características de nuestro verdadero yo, o sea la Budeidad, sabiduría, coraje,
misericordia, pureza y la felicidad de una inagotable fuerza vital. Es el resultado que
muy a menudo definimos como “revolución humana”.
Cualquier ser viviente puede existir sólo en uno de dos estados: o está vivo o está
muerto. El Budismo considera la vida como una entidad invariable, que existe
eternamente, a veces en la fase de latencia, llamada muerte y a veces en la fase de
existencia manifiesta, llamada vida. La vida es, entonces, el estado en la cual la
entidad suprema de la vida se manifiesta; la muerte es el estado en que dicha
entidad suprema se repliega a la condición de latencia. La entidad suprema
permanece invariable mientras repite este ciclo de vida y muerte. La fuente de este
ritmo, que coincide perfectamente con el ritmo del universo, es Nam-myoho-
rengue-kyo. Una vida distorsionada, que opera a destiempo de este ritmo
primordial, debe experimentar el ciclo de nacimiento y muerte con la carga de un
destino limitado, por lo general en los estados de Infierno, Hambre o Animalidad.
Esto es lo que llamamos "karma negativo", La persona que posee un karma así nace
y muere limitada por lazos tan opresivos
como grilletes de hierro. Hay una sola forma de quebrar con este ciclo desviado de
nacimientos y muertes, y sintonizar el ritmo fundamental del cosmos. Esa forma es
retornar a la Ley de Nam-myoho-rengue-kyo y emprender un nuevo punto de
partida basados en dicha Ley.
a) Conocimiento correcto,
b) Determinación correcta
c) Pensamiento correcto,
d) Palabra correcta,
e) Acciones correctas.
f) Vida correcta,
g) Atención correcta y
h) Concentración correcta.
El mayor objetivo que se debía lograr en ese Budismo era la liberación del ciclo del
nacimiento y renacimiento para llegar finalmente al estado de Nirvana. Estas
enseñanzas eran aplicables a Siddharta a los monjes y monjas pero eran
extremadamente difíciles para que las personas las siguieran. Sin embargo su
determinación principal era la salvación de toda la raza humana. Por esta razón
Siddharta viajó de una región a otra, exponiendo su filosofía.
Según la doctrina Hinayana, el egoísmo y las apetencias que existen dentro del ser
humano son la causa de los sufrimientos. Para eliminarlos insta a la gente a
extinguir todo deseo. Por esa razón sus seguidores creen que el ideal es llegar a la
nada, al llamado “nirvana”. Pero eliminar los deseos significa extinguir la propia
existencia en este mundo, pues los deseos son inherentes a la vida.
Entonces vemos tres posturas del Budismo frente a al tema del ciclo del nacimiento
y de la muerte. Por un lado el antiguo Budismo o Hinayana sostenía que el ciclo de
nacimiento y renacimiento finalizaba cuando se entraba en el estado de nirvana y el
Budismo Mahayana provisional sostenía que se renacía en la tierra pura, estas eran
las enseñanzas que impartía Shakiamuni para desarrollar y entrenar el
entendimiento de sus discípulos.
Estas dos corrientes fueron integradas en el Sutra del Loto. Este Sutra pone en claro
que hay dos aspectos indispensables de la práctica budista para lograr la
iluminación: una de ellas es perfeccionarnos nosotros mismos en el sentido que
podamos comprender la realidad última y desarrollar nuestras potencialidades
inherentes a nuestra vida, y la otra es conducir a otras personas para que logren
esta perfección.
Este Sutra también revela el verdadero significado del nirvana y de la tierra pura.
De acuerdo a este Sutra nosotros no debemos poner un fin a este ciclo de
nacimiento y muerte para lograr entrar al nirvana, más bien ,el nirvana es el
estado de iluminación en el cual repetimos el ciclo de vida y muerte, donde
nosotros ponemos las condiciones, al transformarlo para que no sea más una
causa de sufrimiento.
De la misma manera, nosotros no debemos abandonar todos los deseos para lograr
el nirvana porque los deseos mundanos pueden ser transformados en una causa de
felicidad y, más adelante, en sabiduría iluminada. Por otra parte, la tierra pura no
debe basarse en la muerte, debido a que nosotros moramos en la tierra pura aquí y
ahora si creemos en el Sutra del Loto, que revela que podemos transformar este
mundo- lleno de sufrimiento y pesar- en una tierra pura llena de alegría y
esperanza.
O sea que el Sutra del Loto expone que los deseos mundanos son la iluminación y
que los sufrimientos del nacimiento y la muerte son el nirvana.- En otras palabras,
no puede haber iluminación afuera de la realidad de los deseos mundanos y no
puede haber nirvana sin los concomitantes sufrimientos del nacimiento y de la
muerte. Estos pares de factores contradictorios son inherentes a la vida humana.
Hay algo acerca del nacimiento de una nueva vida humana que no puede ser
explicado simplemente por la unión del espermatozoide y del óvulo. El proceso de
fertilización, seguido del desarrollo del huevo cigota basado en la información
genética que ha recibido y las influencias del entorno que experimenta, no puede
ser atribuido meramente a reacciones químicas y mecánicas. Debe haber algo más
profundo para que la vida se origine, emerja y se desarrolle.
El Registro de las Enseñanzas Transmitidas Oralmente afirma que “el mundo del
Tesoro de la Pureza se refiere al vientre de nuestra madre”.
El “mundo del Tesoro de la Pureza” donde se dice que el Buda Muchos Tesoros
habita, no simboliza ni una tierra especial ni un mundo ideal. Ningún tesoro es más
preciado que la vida. Es por ello que el vientre de la madre, en cuyo seno la vida
cobra forma y de él nace, es en sí mismo el mayor mundo sagrado del Tesoro de la
Pureza.
El Budismo enseña que toda vida debe inevitablemente morir y describe la fase de
la existencia entre la vida y la muerte como la “existencia temporaria”. Pero va más
allá, identificando a la esencia inmortal de la vida –que causa tal fenómeno para
que el nacimiento ocurra- con cada continua eterna existencia. Esta existencia
continua es llamada la “existencia verdadera”, para distinguirla de la “existencia
temporaria”.
Antes de contestar esta pregunta debemos primero considerar las relaciones entre
la vida en nuestro planeta y la miríada de cuerpos celestes que titilan en el cielo
oscuro.
Ellos nacen fuera del espacio y significa que el mismo Universo es el vientre de esas
estrellas. El Universo, entonces, posee el poder, la habilidad y la compasión para
brindar la vida a incontables cuerpos celestiales, incluyendo las galaxias en un
extremo y el planeta donde vivimos en el otro. El Budismo enseña este punto de
vista e identifica la dimensión del Universo, que tiene la habilidad para brindar
vida, como la “verdadera existencia”.
La ciencia médica del Occidente considera que el espermatozoide y el óvulo son los
únicos requisitos esenciales para la concepción, sosteniendo que es un necesario
prerrequisito que la gameta femenina se haya fertilizado. Por contraste , la visión
del Budismo es que no sólo el espermatozoide y el óvulo, sino que la vida misma,
en el estado de “existencia intermedia” son necesarias para que se convierta y se
desarrolle como un ser humano.
“Yo después le voy a decir, Ananda, como la vida es capaz de entrar en el vientre de
la madre. Si el padre y la madre tiene el deseo de hacer el amor, el ciclo menstrual
es regular y la vida en el estado de “existencia intermedia” está presente, y están
ausentes los más arriba mencionados obstáculos y hay una correspondencia entre
el karma (las causas internas) y las causas externas, entonces la vida puede entrar
en el vientre de la madre”.
Este pasaje necesita alguna explicación. Enumera tres condiciones esenciales para
que la concepción ocurra: primero que los padres deseen hacer el amor, segundo
que el ciclo menstrual sea regular, y tercero que la vida- en el estado de “existencia
intermedia – esté presente. Más aun si estas tres condiciones se unen
adecuadamente , es necesario que no existan enfermedades o deficiencias que
puedan impedir la concepción, y que exista una correspondencia entre el karma,
que está almacenado en la octava conciencia (alaya) de la vida en el estado de
existencia intermedia, y la causa externa proporcionada por el padre y la madre. En
este sentido, el Gran Comentario de Abhidharma dice: “la unión de tres factores
significa que aparecen juntos: del padre, de la madre y de la vida en el estado de
existencia intermedia” Nichiren Daishonin en “Carta desde Sado” dice: “mi cuerpo
que exteriormente es humano, en su esencia es el de un animal, que en alguna
época subsistió a fuerza de comer
carne de aves y peces, y fue concebido con los fluidos de hembra y varón. Mi
espíritu habita en este cuerpo......”
Estos dos pasajes pueden ser explicados en términos de biología moderna. El “fluido
del varón” simboliza el espermatozoide y el “fluido de la hembra” es el óvulo. Los
“tres factores” son el espermatozoide, el óvulo y la vida en el estado de existencia
intermedia. Para mirarlo de otra manera podemos decir que la vida en el estado de
existencia intermedia juega un papel central en la concepción, mientras que las
gametas masculina y femenina, que llevan el código genético sólo tienen un papel
auxiliar.
Uno de los escritos de Nichiren Daishonin sobre esta materia dice: “Cuando
rastreamos nuestra existencia hasta el origen, encontramos que de la sangre de
nuestro padre y de nuestra madre, dos gotas, una blanca y la otra roja se han
unido para hacer nuestro cuerpo”
Otro de los Escritos de Nichiren Daishonin dice: “Entre todos los que han nacido hay
buenos y malos niños, feo y lindos, altos y bajos, niños y niñas” Ninguna persona
nace con las mismas características físicas y mentales o en idénticas
circunstancias. Sin embargo, para todos nosotros, en el momento de la
concepción es cuando se establecen nuestra tendencias básicas. (que luego se
fortalecen durante los años de crianza). Como exactamente es así es uno de los
misterios de la vida, el budismo lo considera como un ineludible obra del karma.
KARMA significa acción, también es el término que se utiliza para los efectos del
resultado de nuestras acciones: los actos que realizamos, las palabras que
utilizamos y los pensamientos que tenemos. Cada una de estas acciones: físicas,
verbales y mentales producen un efecto latente en nuestras vidas; cada una es una
causa que producirá un efecto más adelante. Este karma simultáneamente
simboliza ambos los efectos y las causas de la variedad de cosas que pensamos,
que hablamos y hacemos en nuestra vida cotidiana, buenas o malas, de poco peso
o mucho peso, superficiales o profundas. El Budismo considera que el karma tiene
diversos aspectos, de acuerdo a esto lo divide en varias categorías. Los principales
son: buen karma, mal karma, karma del presente, karma del pasado, karma
mutable, karma inmutable, karma que debe manifestarse en la vida actual, karma
que debe manifestarse en la próxima existencia, y Karma que se debe manifestar
en un renacimiento en el futuro remoto.
2) mal karma: que surge de las acciones causadas por los tres venenos:
furia, codicia y estupidez.
3) karma del presente: son las acciones que uno hace y los efectos se
manifiestan en el presente.
Pero, como contraste, es casi imposible para los seres humanos percibir aquellas
causas kármicas que están grabadas en la profundidad de la vida, en nuestra
conciencia alaya. Sin embargo, el Budismo que sostiene que la vida continúa y
existe eternamente a través del pasado, presente y futuro está capacitado para
identificar con precisión y claridad la exactitud de la ley de causalidad que
gobierna las causas y los efectos kármicos que están almacenados en la
profundidad de nuestras vidas.
“Si Ud. Quiere saber las causas del pasado, mire los resultados que se manifiestan
en el presente. Si Ud. Quiere entender los resultados que se manifestarán en el
futuro mire las causas del presente”.
¿Cuál es el origen del karma? La explicación clásica es que el karma tiene su origen
en la ignorancia (avidya). La ignorancia es la que desencadena el proceso: es el
primero de los eslabones de la cadena que lleva a los seres al dolor y a la
transmigración. B. L. Suzuki explica: "Siendo ignorantes en nuestra vida anterior
respecto del significado de nuestra existencia, dejamos en libertad nuestros deseos
y actuamos desenfrenadamente. Debido a este karma, estamos destinados en la
vida presente a estar dotados de conciencia (Vijñana), nombre-y-forma (Namarupa),
los órganos de los sentidos (Sadyatana) y la sensación (Vedana). Por el ejercicio de
estas facultades nosotros ahora deseamos, ansiamos y nos apegamos a las
existencias ilusorias que carecen, por cierto, de realidad última. Como consecuencia
de este 'deseo de vida' acumulamos y elaboramos parcialmente el karma que nos
llevará a la nueva psicosis del nacimiento y de la muerte". Pero, ¿de dónde nació la
ignorancia misma en
nuestras existencias anteriores? Ashvagosha nos da una explicación metafísica del
origen primero de la ignorancia y, por lo tanto, también del karma. La realidad
originaria de todos los seres es la Realidad Absoluta, que en sí es totalmente
indiferenciada, que es la Mente Única, en la que no hay dualidad. La dualidad es el
origen del nacimiento y de la muerte, es el origen de la diferenciación en los seres,
es el origen del dolor. La dualidad es la ignorancia misma. Pero, ¿cuál es el origen
de la dualidad? Ashvagosha nos dice que ella se debe a nuestra "conciencia-karma"
que el la ignorancia misma, por la cual las cosas se nos presentan bajo el aspecto
del nacimiento y de la muerte. Pero, ¿cómo surge la conciencia-karma?: "Todas las
cosas -dice Ashvagosha- pertenecen primariamente a la Mente sola, en la cual no
hay despertar de pensamientos. Pero la mentalización se mueve de algún modo en
una dirección errónea y se produce así la aparición de pensamientos por los cuales
el mundo es
percibido en toda su multiplicidad: así hablamos de ignorancia. Cuando la mente se
mantiene en sí y consigo misma y no hay aparición (de pensamientos) es la gran luz
del Prajña. Cuando en la mente hay aparición de percepciones, algunas cosas son
percibidas mientras que otras no son percibidas, pero la Mente, en sí misma,
permanece fuera de la percepción y por esto ilumina universalmente el mundo.
Cuando la Mente se mueve, su conocimiento deja de ser cierto, pues se desvía de sí
mismo, no es entonces eterno, bienaventurado, investigador de sí mismo, ni libre
de contaminación; en consecuencia, arde, sufre dolor, se hace objeto de decadencia
y cambio, deja de ser libre y habrá toda clase de errores y contaminaciones [...].
Así, cuando la Mente se agita y percibe las cosas frente a ella como objetos de
pensamiento, descubrirá que algo le falta. Justamente porque no se agitan
pensamientos en la mente única, es el repositorio de innumerables virtudes, puras
y meritorias, y porque así es
autocontenida y sin deseos, es llamada la matriz de la Thatagatidad, es decir, el
Dharmakaya".
“Para que el ser acontezca nuevamente en el tiempo, para que la existencia tenga
lugar constantemente en forma de un devenir nuevo, es necesario que exista la
libertad de restituir esa posible determinación nueva. En otras palabras, para que el
ser no se quede congelado en una inmovilidad permanente, debe haber una
impermanencia, una transitoriedad no obstaculizada por el ser. Y esto sólo es
posible si el hacer, ser-en-el-hacer (samskrta), está fundado en la nihilidad.
Entonces el ser en el tiempo –como devenir nuevo, sin fin, esencial y constante- y el
tiempo son principio ni fin pueden ser constituidos al mismo tiempo, pues ambos
participan del carácter de la finitud infinita. El ser-en-el hacer está en esencia ligado
a la nihilidad. Desde esta perspectiva, el mundo del karma es un mundo donde cada
individuo está determinado por sus vínculos y por su conexión causal dentro de un
mundo-como-nexo infinito, y cada existencia y conducta individuales, así como cada
momento de su tiempo,
surgen como algo completamente nuevo que posee libertad y creatividad”.[3]
El monje budista ceilanés Walpola Rahula, explica lo siguiente: "Si no hay entidad
permanente, inmutable, si no hay una sustancia como el Sí o un alma (Atman), ¿qué
es entonces lo que puede volver a existir, a renacer después de la muerte? Antes de
hablar de vidas después de la muerte, consideremos lo que es la vida presente,
cómo ella se continúa ahora. Lo que nosotros llamamos vida es la combinación de
los cinco agregados, una combinación de energías físicas y mentales. Estos
cambian continuamente, no permanecen idénticos durante dos instantes
consecutivos. Nacen y mueren en cada instante". "Cuando el cuerpo físico no es
capaz de funcionar, las energías no mueren con él, sino que continúan ejerciéndose
y tomando otra forma, que nosotros llamamos otra vida". "Como no hay sustancia
permanente, inmutable, nada se transmite de un instante a otro. Así es evidente
que nada permanente, inmutable, puede pasar o transmigrar de una vida a otra. Es
una serie que continúa sin ruptura, pero
que, sin embargo, cambia en cada instante. La serie propiamente hablando, no es
más que movimiento. Es como una llama que quema durante la noche: no es la
misma, pero tampoco es otra. Un niño crece, llega a ser un hombre de 60 años. Es
evidente que este hombre no es el mismo niño que existió 60 años antes, pero
también no es enteramente otra persona. De la misma manera que un hombre que
muere aquí y renace en otra parte no es ni la misma persona ni otra. Es una
continuidad de la misma serie. La diferencia entre la muerte y el nacimiento no es
más que un instante en nuestro pensamiento: el último instante del pensamiento en
esta vida condicionará el primero en la que se llamará vida futura, que no es, de
hecho, más que la continuación de la misma serie. Aún en esta vida sucede lo
mismo, un instante del pensamiento condiciona el siguiente".
Tal vez la característica más propia que el Budismo imprimió a la teoría hinduísta
del karma, consistió en sustituir por completo la idea de un Dios remunerador de las
acciones humanas buenas y malas por una justicia inmanente de los actos mismos.
Para el Budismo el destino es consecuencia exclusiva de la propia conducta libre, no
existe predestinación. La doctrina del karman implica la causalidad universal de la
compensación ética. Y no es la "personalidad", sino el sentido y valor de cada
acción singular lo que toma como punto de partida la doctrina karman: ninguna
acción singular vinculada al mundo puede perderse en el curso de la causalidad
cósmica, éticamente significativa, pero totalmente impersonal. Una diferencia
fundamental entre la concepción budista y la concepción hindú del karma consiste
en que, según el hinduísmo, la ley de la acción alcanza principalmente a los
hombres como tales; Dios y los dioses están libres del karma. En el Budismo, todos
los seres vivientes, sean
hombres, dioses o demonios, están sujetos a la misma ley. Y pueden dejar su propia
esfera y descender a una esfera inferior en virtud de la ley del karma si no obran
correctamente. Según el Budismo, también el mundo material con su variedad de
fenómenos y su devenir temporal es producido por el acto. El "acto" lo explica todo,
es causa de la variedad del mundo. El acto es simplemente la intención de la
voluntad. El acto bueno o malo no es la acción material realizada, por ejemplo, de
matar a un hombre o cometer un robo, sino que el acto moral es el acto mismo de
la voluntad cuya intención determina la calidad del acto. El Budismo, en este
sentido, da primacía al acto interior de la voluntad en cuanto tal, el cual sigue
teniendo en sí la virtud kármica y por sí solo exige la retribución o castigo, es decir,
el fruto correspondiente. Continúa Ikeda en su libro: “No existirán problemas si el
karma que uno forma es bueno o, más aún, si el karma de uno es leve o superficial.
Pero muchos
karmas son tan pesados y se encuentran tan profundamente arraigados en las
profundidades de la vida (conciencia alaya) que uno no puede alterarlo tan
fácilmente. Por ejemplo, supongamos que alguien deliberadamente hace a otra
persona extremadamente infeliz o hasta provoca su muerte. El culpable podrá
rebuscárselas para escaparse de su castigo o, por el contrario, arrepentido, puede
ser arrestado y enfrentar su deuda con la ley. En cualquier caso, la persona ha
formado mal karma. Este karma negativo sin falta conducirá, según la severa ley de
causalidad, a un sufrimiento kármico de extrema miseria que está más allá de
nuestro poder de erradicarlo. Hemos afirmado varias veces que el budismo enseña
que la vida continúa existiendo eternamente a lo largo del pasado, presente y
futuro. Esto es importante a lo largo de tener en cuenta la existencia del mal karma
acumulado en vidas anteriores. El karma pasado reside dentro de nuestra
conciencia alaya y, cuando es activado por alguno de los
innumerables estímulos de nuestra vida cotidiana, cobra forma y sustancia e
influencia nuestra vida estrictamente según su impulso básico. Las escrituras
budistas explican que la Ley de Causalidad trabaja en la vida de los seres humanos
desde innumerables puntos de vista. Por ejemplo, el “Sutra de la Contemplación del
suelo de la Mente” afirma: “Si quiere comprender las causas del pasado, contemple
los resultados que éstas manifestaron en el presente. Y si desea saber qué
resultados serán manifestados en el futuro, observe las causas que existen en el
presente”. De modo parecido, el Parinirvana Sutra afirma: “Hombres de fe devota:
ya que ustedes han cometido incontables faltas y acumulado un pesado karma
negativo en el pasado, deberán esperar la retribución que corresponde a todo lo
hecho. Quizás tengan que ser difamados, maldecidos con un aspecto desagradable,
pobremente vestidos y alimentados; tal vez busquen riquezas en vano, nazcan en
una familia indigente o herética, o sean
perseguidos por su soberano”. A la luz de la doctrina de la causalidad kármica, la
visión de que la felicidad o infelicidad de una persona es provocada ya sea por otras
personas o por el medio ambiente es superficial. Algunas personas creen que
nuestros destinos individuales son predeterminados por un ser superior, pero esta
concepción niega la libertad del individuo. El budismo, por el contrario, enseña que
la causa fundamental de la propia felicidad o infelicidad no yace más que dentro de
uno mismo”.
Incluso dentro de Asia, en donde el concepto de karma viene de larga data y ha sido
incorporado a una amplia gama de culturas, a menudo se malinterpreta lo que es.
Viéndolo desde una perspectiva negativa, de quedarse en el pasado, hay quienes
han usado la teoría del karma para fomentar que los miembros de la sociedad que
se encuentran en mayor desventaja acepten pasivamente su situación en la vida: el
sufrimiento acutal se atribuye a causas negativas que se hicieron en el pasado. Al
considerar que tienen la culpa de su situación, los que aceptan este concepto han
caído presas de la impotencia.
No obstante, este punto de vista es una distorsión del significado original de karma
como se explica en la tradición budista. Aceptar la idea de karma no implica que
hay que vivir en una nube de resignación y culpa sin saber cuáles son las causas
negativas que pudimos haber hecho en el pasado. Más bien, el verdadero
significado de karma es tener la confianza de que tenemos el destino en nuestras
propias manos y de que tenemos el poder para transformarlo para mejor a cada
instante.
Es importante darse cuenta, no obstante, que tanto la causa como el efecto existen
dentro nuestro en forma simultánea en el presente. Como manifiesta uno de los
textos budistas antiguos: "si quiere entender las causas del pasado, mire los
resultados que se manifiestan en el presente. Y si quiere entender los resultados
que se manifestarán en el futuro, mire las causas del presente."
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[1] IKEDA, Daisaku, Buddhism in the contemporary world, MacDonald & Co.,
Londres, 1988, pp. 32-38
[2] IKEDA, Daisaku; La sabiduría del Sutra del Loto: Diálogo sobre la religión en el
siglo XXI, Sección 16, fascículo 8, p. 51
[3] Keiji Nishitani, La religión y la nada, trad. Raquel Bouso García, Siruela, Madrid,
1999, p. 311
[6] IKEDA, Daisaku; La sabiduría del Sutra del Loto: Diálogo sobre la religión en el
siglo XXI, Sección 8, fascículo 4, pp. 50-51