Professional Documents
Culture Documents
La herencia de la Conquista:
Desigualdad, dominio de la fuerza y falta de
diálogo1
¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar si en verdad tenemos como mexicanos algo
común, algo que nos una más allá del lenguaje, de los símbolos patrios, del territorio?
En otras palabras ¿por qué somos mexicanos?; ¿qué nos hace mexicanos?; ¿cómo
somos los mexicanos?
1
Por Pablo Meza Pernas, diciembre 2008.
México, al igual que todos los otros países de América Latina fue conquistado hace casi
500 años. Pareciera que ese hecho está lejano. No obstante, las consecuencias perduran
y son visibles en el México del siglo XXI. Algunas manifestaciones de ello, a mi
parecer, son la desigualdad, la falta de diálogo y el sometimiento a la voluntad del
más poderoso, es decir del que más dinero tiene. Todos estos elementos están
enraizados ya en la cultura, en el modo de convivencia social, en la mentalidad de los
mexicanos.
Tres elementos serán los que presente a continuación, como consecuencias y elementos
descriptivos de “lo mexicano”: a) la desigualdad, b) la imposición desde el poder y c) la
falta de diálogo.
Desde 1808 el barón Alexander von Humboldt describía a México como el país de la
desigualdad2. En 2008 podemos decir que México sigue siendo el país de la espantosa
desigualdad. Y podemos constatar cómo este factor ha estado presente desde la
Conquista, época en la cual los españoles, con la justificación religiosa que la legitimó,
y ávidos de poder y de dinero, los conquistadores y los religiosos, despojaron a los
indígenas de sus tierras y se convirtieron en propietarios. Se estableció así el modelo
de producción bajo el esquema de la Hacienda. Los dueños, por supuesto siempre
fueron los españoles. Los trabajadores los indígenas. No se podría llegar a nombrarlos
esclavos, aunque sí se dieron relaciones de explotación y sometimiento graves.
Actualmente existe también una situación similar, aunque ya no propiamente igual, pues
ahora los dueños de las “haciendas modernas” son los capitalistas (españoles,
estadounidenses o mestizos. Lo mismo da la nacionalidad o el origen étnico) los que
perpetúan un sistema de explotación. Es decir, los que obtienen sus ganancias
producto de la explotación o de los mal llamados “salarios mínimos” o “salarios de
subsistencia o míseros” diría yo.
2
HUMBOLDT, Alexander von, Ensayo político del reino de la Nueva España, estudio preliminar,
revisión del texto, cotejos, notas y anexos de Juan Antonio Ortega y Medina, México, Porrúa, 2000,
colección Sepan Cuantos. Nº 39. segunda edición pp. IX-XXIV.
3
PAZ, Octavio, El laberinto de la Soledad, FCE, México, 1981, p. 61-62
2
Con este texto y con la experiencia que da el estar en contacto con los obreros, con
empleados de tiendas, con chalanes, albañiles, e indígenas no se necesita ser mago para
poner al descubierto las grandes diferencias sociales, económicas y culturales que
existen en México. Tan sólo se necesitaría ser ciego para poder obviar esta realidad de
la gran desigualdad, cuya dureza, cuya lejanía y cuyo sentimiento de ser ajena a todos e
insoluble nos lleva a “pasar sin ver”. Y sin embargo, el problema ahí está como reto,
como herida punzante. Como llaga que pide curación y que necesita comprensión: ¿Por
qué tenemos un país tan desigual? ¿Por qué existen tantas injusticias? ¿Por qué en
México hay mexicanos de primera y de segunda?
Ahora bien, los españoles llegaron a lo que hoy es México dominando, tomando
posesión de las tierras, de las propiedades de las comunidades. El modo de ejercer el
poder fue sometiendo a los demás. A la supremacía de las armas de los españoles, se
unió el dominio económico. De esta forma, los que ejercerían el poder en el “Nuevo
Mundo” serían los que tuvieran más poder, más fuerza, más armas y más medios para
someter e imponer. En este caso fueron los españoles, quienes sometieron económica,
política, religiosa y culturalmente a los indígenas. Con el uso de la fuerza buscaron
dominar y justificar sus acciones. Tal parece que nacieron juntos el dominio
económico y poder político. El que tenía derecho de mandar, de opinar, de criticar
siempre fue el español. Al indígena le correspondía el trabajar, el callar y el someterse.
La fuerza fue el elemento que permitió a los españoles dominar a los indígenas y
apropiarse de las tierras y mantener a los indígenas trabajando para ellos. Esa situación
sigue aún vigente. Tomemos como ejemplo la situación de muchos pueblos que quieren
regirse por sus usos y costumbres. Imposible, pues el Estado Mexicano, al cual los
indígenas nunca sumaron su voz para conformarlo, sino que les fue más bien impuesto,
no puede aceptar la diferencia, pues quedaría excluida de la unidad de la Constitución.
En este mismo sentido existen grupos indígenas que se organizan y deciden no vender
sus tierras para proyectos turísticos y comerciales. Todo el peso del sistema se cierne
sobre ellos, presionando legal o ilegalmente para obligar a vender a precios irrisorios las
tierras que inmediatamente después de su expropiación son cotizadas en miles de
dólares. Otro ejemplo es la situación del campo en nuestro país: los campesinos son
siempre los más perjudicados con las variaciones del precio de los productos. Son ellos
los que producen los productos básicos y quien obtiene más ganancias son los
intermediarios, los comerciantes o aquellos que le agregan valor a dichos productos.
Sin embargo, los españoles no son los únicos que ejercen el poder para someter a otros
mediante la violencia física o intelectual, sino que podemos hablar de una visión
eurocentrista que postulaba su superioridad y justificaba su sed de dominar y de
enriquecimiento. Que negaba la historia de todo un continente, cuyo “error” fue el no
haber escrito la historia del mismo modo que el europeo. Escuchemos a Hegel:
“América es, pues, el país del porvenir, donde en los tiempos futuros se manifestará, en el
antagonismo de la América del Norte, puede suponérselo, con la del Sur, el peso de la
historia universal: es un país de sueño para todos aquellos que fatiga el depósito histórico
de armas de la vieja Europa. La América debe separarse del terreno sobre el cual ha
transcurrido hasta ahora la historia universal. Lo que ha sucedido allí hasta ahora es tan
sólo el eco del viejo mundo y la expresión de una vida extraña; ahora bien, como el país
del porvenir, no nos interesa aquí, de una manera general; pues, en relación con la historia
tenemos que ver con lo que ha sido y lo que es, mas, en filosofía, ni con lo que ha sido, ni
3
deberá ser solamente, sino con lo que es y eternamente será, con la razón, y con ella
tenemos bastante trabajo4.
“los autores españoles hablan bien de los indios, pero salvo en casos excepcionales,
nunca hablan a los indios. Ahora bien, sólo cuando hablo con el otro (no dándoles
órdenes, sino emprendiendo un diálogo con él) le reconozco una calidad de sujeto,
comparable con el sujeto que soy yo. Si el comprender no va acompañado de un
reconocimiento pleno del otro como sujeto, entonces esa comprensión corre el riesgo
de ser utilizada para fines de explotación, el “tomar”; el saber quedará
subordinado al poder6”
Un ejemplo de ello, que nos refleja son nuestras instituciones. En los partidos políticos
impera una total descalificación al otro partido, a la otra postura, a las otras ideas tan
solo porque el otro es otro. Se le niega, a priori, la palabra y se le acusa de ser
intolerante e intransigente, escondiendo con ideologías el temor al diálogo.
4
HEGEL, WF. Lecciones de filosofía de la historia universal, Revista de Occidente,
Madrid, 1940, p. 90
5
ROIG, Arturo, Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano, FCE, México,
1981, p. 124
6
Cfr. Todorov Tzvetan. La Conquista de América. Siglo XXI, México 1991, P. 143
4
Y a nivel ciudadano, se gestaron ciudadanos mudos. “Te callas o te mato”, “te callas o
te pego”, “te callas o te atienes a la consecuencias” pudieran ser expresiones comunes
dichas o pensadas que cobran vida en nuestra sociedad. ¡Qué decir de la situación tan
preocupante en la que se encuentra nuestro país! Los atentados en Morelia durante la
celebración del grito de Independencia en el 2008 marcan uno de los puntos más
estremecedores en la historia del país al que se suman los cerca de 5000 muertos este
año.
5
Después de haber establecido las relaciones posibles que encuentro como herencia de la
Conquista, me gustaría concluir con un texto de Arturo Roig quien afirma que para
negar un pasado, para reconstruirlo, primero necesitamos contar con él, entenderlo.
Negarlo es la única opción que nos condena a seguirlo repitiendo.
Para negar un pasado tenemos que contar con él, es decir, entendernos como seres con
historia. No podemos partir de una tesis de América como vacío, no habría posibilidad de
un acto de negación desde nosotros mismos y caeremos en un auto-proyección alienada,
desde una historia ajena, impuesta. Negar el pasado no significa desconocerlo, sino
reconocerlo, pero a partir de un futuro que ha de ser objeto de una filosofía que se ocupe
también de lo que será, con toda la carga de la contingencia de la historia. Tomar
conciencia de nuestra historicidad es aceptar que el futuro puede venir a negarnos en lo que
considerábamos como lo más plenamente justificado, como puede ser nuestra inserción en
la sociedad, en el mundo de las relaciones con las cuales nos movemos y nos
autoafirmamos en ella. Reconocer que el ser del hombre, absolutamente de todo hombre,
radica en su hacerse y en su gestarse y que someter el futuro a un pasado que “nuestro
pasado”, es cerrar las puertas al futuro de los otros e impedirles construir su propio ser. 7
Necesitamos como decía Hegel ponernos “para nosotros mismos como valiosos”.
Frente a la fuerte influencia que México tiene de la Conquista y que ha sido poco
reconocida, actualmente frente al fuerte influjo del capitalismo el cual pone en primer
lugar lo económico no importando los medios para conseguir los fines, aún si implica
pasar por encima de la dignidad e incluso la vida de los demás, se hace necesario
detenerse y hacer un balance de lo vivido para después poder pensar, imaginar nuestro
futuro desde nosotros mismos. Durante el tiempo que he estudiado filosofía descubro
que los grandes filósofos reflexionan y parten de su realidad próxima para luego
trascender lo local y abarcar otros ámbitos. Creo necesario que los mexicanos podamos
crear las condiciones para pensar, imaginar y construir otra realidad que no siga la
lógica de la dominación, de la ausencia de diálogo y de la desigualdad.
Bibliografía.
7
ROIG, op.cit. p. 131
6
ℵ PAZ, Octavio, El laberinto de la Soledad, FCE, México, 1981