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Durante al menos las dos últimas décadas del pasado siglo el diagnóstico más extendido y
compartido sobre el estado de las ciencias sociales fue el de su situación de crisis teórica y
epistemológica, entendiendo por esto su imposibilidad para construir, y compartir en un consenso
amplio, imágenes y modelos conceptuales que caractericen, expliquen y prevean el devenir de los
sistemas sociales, su dinámica y el entrelazamiento causal de sus cambios.
Pero en los últimos años se han ido abriendo paso otras valoraciones sobre el estado actual de
las ciencias sociales y sus perspectivas, que se resumen, muy apretadamente, en ideas como estas:
integración y síntesis (Ritzer, G. 1993); tránsito del pensamiento simple al pensamiento complejo
(Morín, E. 1996); conflicto de viejos y nuevos paradigmas (Elizalde, A. 1993); encrucijada
intelectual (Wallerstein, I. 1997); potenciación histórica del paradigma cognitivo-conductual del
ciudadano raso (Salazar, G. 1996); post-crisis y revolución en las ciencias sociales (Iñiguez., L.
1995); paso a la investigación social de segundo orden (Ibáñez, J); sociología post-internacional
(Nederveen, 1994).
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(Publicado en Linares, C., Moras, P. y Rivero, Y. (compiladores) La participación. Diálogo y
debate en el contexto cubano. Centro Juan Marinello, La Habana, 2003
Versión en portugués “Humanismo, complexidade e totalidade. O giro epistemológico en el
pensamiento social” En: Leite, R. Método, Métodos, Contramétodo. Cortez Editora, S.P.)
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Fernando Pessoa.
Para comprender en toda su magnitud la relevancia de esta recuperación para una posible
salida de la crisis de las ciencias sociales, es imprescindible seguir, aunque sea a vuelo de pájaro,
el hilo conductor de la historia de la formación de estas disciplinas.
Siguiendo la pista a los debates fundamentales que han tenido lugar al interior de las ciencias
sociales el informe de la Comisión Gubelkian nos sitúa en dos grandes etapas de ese proceso:
entre la segunda mitad del siglo XIX y 1945 y entre la posguerra y la actualidad (Wallerstein,
1995). Partiendo de nuestros fines analíticos en este eje, he denominado al primer gran momento
como “etapa de separación" y el segundo lo he subdividido en cuatro segmentos: entre 1945 y
1960: expansión; entre 1960 y 1970: precrisis; entre 1970 y 1990: crisis; y entre 1990 y la
actualidad: reconstrucción.
Esta propuesta no tiene pretensiones de periodización acabada, solo intento distinguir la
evolución del manejo de la totalidad en el pensamiento social en sus diferentes momentos.
Así, en la primera etapa el rasgo fundamental, y de trascendencia hasta la actualidad, es el de
la definición por separación. El texto de la Comisión Gubelkian nos muestra cómo esta
separación es múltiple y bastante radical: una primera separación es la que se produce entre las
ciencias naturales, las sociales y las humanidades, que quedan perfiladas como extremos
nomotético e ideográfico, respectivamente, del contínuum del conocimiento que el ser humano es
capaz de producir. Ello queda muy bien ilustrado en la división entre ciencias duras y blandas.
Otro conjunto de separaciones se verifican al interior del propio pensamiento social: entre el
estudio del mundo moderno civilizado (donde se ubican la historia, la sociología, las ciencias
políticas y la economía) y las sociedades tradicionales (es el campo particular de la antropología
y los estudios orientales y de sociedades “exóticas”); entre pasado (la historia) y presente (la
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sociología, la economía y las ciencias políticas); entre objetos de estudio el mercado (para la
economía); el estado (para las ciencias políticas) y la sociedad civil (para la sociología); entre
disciplinas nomotéticas ,de fuerte carácter aplicado y con criterios de veracidad cercanos a los de
las ciencias naturales (sociología, economía, ciencias políticas) y las de carácter ideográfico,
orientadas a lo singular, lo individual, lo irrepetible (p.e. la historia).
Lo que me interesa es llamar la atención sobre el hecho de que las disciplinas sociales desde
su fundación como áreas autónomas de producción de conocimiento asumieron una lógica de
particiones sucesivas, como vía de profundización y de manejo y control posible de los
fenómenos que estudiaban, sentando el precedente de la especialización y la fragmentación como
fórmula casi única de hacer “ciencia verdadera”.
Edgar Morín nos describe una fuente del proceso de atomización del conocimiento científico
(Morín, E.1996).
“Hasta mediados del siglo XX la mayoría de las ciencias tenían como modo de conocimiento
la especialización y la abstracción, es decir, la reducción del conocimiento de un todo al
conocimiento de las partes que lo componen (como sí la organización de un todo no produjera
cualidades nuevas en relación con las partes consideradas por separado)”.
Al interior de las disciplinas particulares, especialmente en la sociología, esta fórmula
fragmentadora sistemática tuvo expresiones extremas en las divisiones entre micro y macro
procesos, subjetividad y objetividad; existencia y conciencia; estructura y acción; cualitativo y
cuantitativo, etc., elementos que se perfilaron no solo como campos de especialización, sino
como centros paradigmáticos antinómicos en la explicación de lo social.
Esta primera y larga etapa de cien años, donde se configuran las ciencias sociales por
diferenciación y separación entronca con un nuevo momento en la evolución de dichas ciencias,
cuya emergencia se asocia, según el citado informe de la Comisión Gubelkian, a tres procesos: el
cambio en la estructura política del mundo (que incluye fundamentalmente la oposición
capitalismo-socialismo y la visibilidad histórica de las sociedades periféricas); el incremento de
la población mundial y de la producción y la expansión de la comunidad de científicos sociales
(Wallerstein, 1996).
En este segundo momento la especialización continúa por dos vías relativamente
contradictorias: al interior de cada disciplina, con la aparición de subdisciplinas y por la aparición
de los estudios de áreas, que son en sí mismos multidisciplinares.
A pesar de que en esta etapa la real pertinencia de la separación entre disciplinas fue sometida
a crítica y debate, especialmente por los requerimientos multidisciplinares de los estudios de área,
estos a su vez generaban nuevas particiones (latinoamericanistas, africanistas, etc.) que insistían
en la especialización como sistema, de manera que el período puede caracterizarse como de
heterogenización interior del conocimiento social.
Se profundiza en el criterio de legitimidad científica del conocimiento social que se
fundamenta en su cercanía al concepto de verdad semejante al de las ciencias exactas y naturales
(“duras”).
Por ello el objetivismo, la cuantificación, el manejo experimental o “cuasi” experimental de
los objetos sociales, la verificabilidad estadística, la estandarización y la identificación de leyes-
tendencias y modelos causales explicativos como propósito fundamental de las ciencias sociales,
se consolidan como sus rasgos hegemónicos.
En esta lógica, la separación-especialización en campos, áreas y subdisciplinas es una
necesidad para la aprehensión de los objetos sociales. La totalidad no puede ser integralmente
descrita, experimentada o “verificada” estadísticamente. Descomponiéndola en sus partes esto es
posible.
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Quiero llamar la atención sobre la década de los 60, que marca un momento muy especial en
la producción de críticas a la “ciencia clásica”, lo que tiene sus fuentes en procesos internos y
externos a las disciplinas sociales.
Sobre la base de nuevos hallazgos en el campo de la termodinámica, la biología molecular y la
astronomía, entre otros, que se sumaron a las incertezas provenientes de la teoría de la relatividad
y la mecánica cuántica, las ciencias naturales produjeron ellas mismas un conjunto de argumentos
de autonegación de su pretendida dureza, con lo que debilitaron las barreras que las separaban de
las sociales y pusieron en entredicho el valor del principio de objetividad al que aspiraban. Estos
argumentos se resumen en: crítica a la causalidad lineal y a la absolutización de la causalidad que
excluye la participación de elementos azarosos ,del caos y las perturbaciones en la definición de
los cursos de procesos de diferente índole; imposibilidad de eliminar la influencia del sujeto de la
medición sobre el objeto medido; relevancia de las cualidades autoorganizativas en el
funcionamiento de diferentes sistemas; importancia de la incertidumbre y de situaciones de
impredectibilidad (Wallerstein, 1996).
Paralelamente en esta etapa dentro de las ciencias sociales se produce un desplazamiento hacia
un pensamiento crítico de las generalizaciones universalistas de los determinismos estructurales
que despojaban al sujeto de sus posibilidades transformativas, de las mediciones estadísticas que
invisibilizan las diferencias y particularismos grupales, culturales, étnicos, etc., y que ocultaban
un hegemonismo que imponía un tipo de conocimiento una interpretación de lo social y un
modelo único de desarrollo como forma de perpetuar relaciones de poder. Los aportes a este
posicionamiento crítico vienen fundamentalmente de la teoría feminista, de los estudios
culturales y de la teoría de los movimientos sociales, entre otras fuentes, cuyos objetos (o sujetos)
de estudio formaban parte comúnmente de lo diferente o fuera de la norma, de aquello que no
puede ser comprendido a través de medidas estadísticas o que, en todo caso, sus comportamientos
siempre forman parte de la “desviación”, de lo que está fuera de la norma y es inferior.
Esta es la etapa de emergencia de la vida cotidiana como ámbito de estudio; del énfasis en la
diversidad y la diferencia como fin privilegiado de la comprensión de lo social; de la refundación
del sujeto en su condición de agencia, de actor social; de los significados y la intersubjetividad,
del discurso, como elementos básicos de los procesos sociales y el devenir histórico. En el plano
metodológico todo ello se reflejó como expansión y desarrollo de la perspectiva metodológica
cualitativa, en tanto opción mas viable para atrapar lo simbólico, lo cotidiano, lo peculiar.
Las ciencias naturales y sociales convergen en este momento histórico en una desmistificación
de la objetividad y de las determinaciones lineales y en una reinvidicación de la subjetividad, con
lo que la separación antinómica sujeto-objeto queda seriamente debilitada como principio rector
de la producción científica.
Sin dudas, estos cambios epistemológicos y metodológicos representaron avances
considerables en una visión más abarcadora de lo social y en la eliminación de las dicotomías
artificiales que marcaron a las disciplinas sociales desde su nacimiento, pero de hecho, las nuevas
propuestas no produjeron un enfoque integrador, sino que, presentándose como alternativas
opuestas a las perspectivas precedentes (que pudiéramos llamar de determinismos homogenistas
externos), significaron un desplazamiento progresivo hacia estudios micro y locales, el énfasis en
los particularismos, la acentuación de la fragmentación y atomización del conocimiento y del
estudio de partes o subsistemas desgajados del todo y, en fin, la pérdida de la noción de la
totalidad, la deslegitimación de la búsqueda de universales y la entronización de un relativismo
cultural, localista y de actores focales, que deja fuera la preocupación por fines globales del
conocimiento social.
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Thiago de Mello.
Desde la perspectiva del acto de conciencia frente a la realidad ,nos alerta Zemelman (1993) la
transformación de los valores en problemas de construcción social constituye una forma de
apropiarse de ella, de manera que se pueda abrir el pensamiento hacia horizontes históricos que
no están necesariamente incluidos en la teorización, por el contrario, que están referidos a una
realidad que se encuentra más allá de lo límites conceptuales marcados como aceptables por la
teoría dominante .
Los valores no son un lastre para el conocimiento social sino su sustrato esencial. Lo
ideológico no es un pecado a disimular, sino un instrumento de construcción de la historia y la
utopía. No existe conocimiento social ajeno a valores.
c) Transdisciplinaridad.
Mi corazón postigo,
mi corazón encargo,
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Fernando Pessoa
,
El esfuerzo por abordar simultáneamente desde una multiplicidad de ángulos las interrogantes
científicas ha sido un reto planteado desde hace mucho tiempo al conocimiento, en la
comprensión de que desde una sola disciplina obtendremos siempre respuestas parciales, que
pueden ser una aproximación útil a la solución del problema identificado pero siempre
incompleta.
Como antes apuntamos, los estudios de área fueron una expresión temprana dentro de las
ciencias sociales de la alternativa de producir interpretaciones sobre sus objetos que desbordaran
los límites disciplinares y se acercaran a la comprensión del entrelazamiento de esferas, al
concebir el " área” como totalidad posible de explicar como tal.
Este esfuerzo ha recibido indistintamente la denominación de interdisciplina, multidisciplina
y, mas recientemente, transdisciplina. La idea de transdisciplinaridad intenta desmarcarse del
abordaje por sumatoria, por colaboración de disciplinas que conservan de todas formas su relativa
autonomía, para proponer un enfoque donde se funden los saberes, se desdibujan los límites y se
diseñan procesos de investigación apropiados al problema de estudio y no a la metodología
estrictamente disciplinar.
Dentro de las ciencias sociales, la sociología ha entrado a jugar un cierto rol de campo de
transdisciplinaridad por excelencia, al proveer elementos de captación de evidencias empíricas y
de interpretación dúctiles, disímiles y abarcadores ,que pueden integrar con relativa facilidad
datos de naturaleza cualitativa o cuantitativa, económica, etnológica, histórica, antropológica,
psicológica, subjetivas o estructurales, provenientes de micro o macro procesos, etc. y con una
alta potencialidad de generalización y síntesis.
En esto que algunos han llamado “carácter imperialista de la sociología” ,que no es mas que el
despliegue de su posibilidad de integración de conocimientos, radica un pivote importante de su
reestructuración: romper moldes teóricos, metodológicos e instrumentales estrechos para
construir enfoques investigativos de multiplicidad simultánea, que sean más eficaces en la
captación del todo y la comprensión de la complejidad.
Para algunos la verdadera y más radical transdisciplinaridad es aquella que se da en una
investigación que logre el intercambio dinámico de las ciencias exactas, las humanas, el arte y la
tradición (Elizalde, A. 1993).
A mi modo de ver otra arista del avance de la transdisciplinaridad está relacionada con la
superación de las antinomias clásicas del pensamiento social o con el “proceso de integración y
síntesis de paradigmas” (Ritzer 1993).
Para quienes consideran que es necesario aceptar que las ciencias sociales son disciplinas
pluriparadigmática (o al menos parece que lo serán por un tiempo relativamente largo) no se trata
de decretar “un vale todo”, un relativismo teórico que renuncie al debate, a la polémica y a la
crítica en el campo del conocimiento social.
Esta postura se aleja de un eclepticismo facilista y propone superar las divisiones artificiales,
que han limitado durante largos años el alcance de la ciencia social, entre acción y estructura:
individuo y sociedad; subjetivismo y objetivismo; psicologismo y economicismos; micro y macro
procesos, entre otros (Ritzer, G, 1993 ).
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siempre algo nuevo, la propia información. Este universo se organiza a través de la información,
en un proceso contínuo de disipación y generación de incertidumbre.(Morín, E. 1996).
La cibernética aporta la idea de retracción o retroalimentación y con ello invalida la
universalidad del principio de causalidad lineal. Existen sistemas donde, a través del mecanismo
de retroalimentación, el efecto actúa sobre la causa, pudiendo incluso amplificarla, produciéndose
un tipo de regulación interna que permite la autonomía del sistema (Morín, E. 1996).
El enfoque de sistemas ha suministrado una visión de la organización donde el todo es mas
que la suma de las partes y aparecen cualidades emergentes surgidas de la organización y con
capacidad para retroactuar sobre las partes. Aquí el todo es menos que las partes, pues éstas
poseen cualidades inhibidas en la formación de la totalidad (Morín, E. 1996).
La cualidad de ser un sistema complejo adaptable significa que los elementos constitutivos del
mismo están fuertemente asociados entre sí, y tienen a la vez la capacidad potencial de actuar
individualmente como agentes autónomos e influir sobre los demás, abandonando las rutinas (los
comportamiento tipificados en un repertorio preestablecido) para adaptarse a nuevas
circunstancias.
Por su parte la autopoiesis, idea tomada por Luhmann de las investigaciones desarrolladas por
los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela, es la cualidad que tiene el sistema
complejo para autoproducirse. Los sistemas autopoiéticos son organizacionalmente cerrados (se
construyen y reproducen a sí mismos en lugar de ser programados desde fuera) e
informacionalmente abiertos (captan y producen continuamente información) (Maturana ,H. y
Varela, F. 1984).
La “ciencia del caos” ha tomado, entre otras fuentes, las investigaciones sobre no-linealidad
(de Lorenz); objetos fractales (de Mandelbrote); atractores extraños (de Reulle); nueva
termodinámica (de Shaw): y sobre las estructuras disipativas (de Prigogine).
Aunque ha surgido en el seno de disciplinas no sociales esta teoría desborda su marco inicial y
ha contribuido al replanteo de la noción de orden, equilibrio y de estructuras estables de los
sistemas sociales .
Para la ciencia clásica una condición inherente a los sistemas, para existir organizados como
tales y reproducirse, es el equilibrio, y ello constituye también una especie de estado deseable,
generador de orden y estabilidad.
En el equilibrio, o cerca de él, es posible identificar patrones de comportamiento que
constituyen un criterio de evolución del sistema de que se trate, lo que permite preveer el punto
final a alcanzar. Es posible visualizar un atractor, un punto, una posición preestablecida hacia la
que se dirige el sistema, “(...) una región del espacio de fases hacia la que convergen, con el paso
del tiempo, todas las trayectorias”(López Pettit,. 1993).
Los actuales enfoques no clásicos observan sistemas que son tales lejos del equilibrio. Aquí no
existe un principio único, un estado atractor, “es el mundo de las fluctuaciones, del azar y las
bifurcaciones, de los tiempos múltiples “(López Pettit, 1993)
El desequilibrio es también fuente de orden, “orden mediante fluctuaciones” (López Pettit,
1993)”. Las estructuras disipativas, características de estos sistemas, se forman y mantienen
mediante el intercambio de energía y materia dentro de un proceso de no-equilibrio.
Un sistema abierto combina orden por equilibrio y orden producido fuera del equilibrio. De
esta forma se requiere un enfoque de la causalidad que comprenda cómo se combinan azar y
determinismo en la trayectoria del sistema.
Aunque nos hemos empeñado en tratar el ámbito de las relaciones sociales como sistemas
cerrados y en equilibrio, hoy día comprender que su comportamiento se acerca mas al de los
sistemas abiertos, autoorganizados, alejados del equilibrio, o que en ellos se combinan ambos
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tipos de sistemas, lo que implica una visión diferente, más flexible, de la causalidad social, de la
idea de futuro, de la predictibilidad y de la intervención en el cambio, que necesariamente tiene
que introducir el peso del azar y de la incertidumbre en el rumbo de la historia, lo que, lejos de
significar la total impotencia humana ante la contingencia, resalta la posibilidad y necesidad de la
intervención de los actores en el cambio, el carácter constructivo de la práctica humana.
Con estos antecedentes podemos acercarnos a un conjunto de principios que sustentan la teoría
de la complejidad:
1. El principio dialógico: vínculo entre elementos antagónicos inseparables (Morín, E. 1998).
2. El principio de recursión organizativa: supera la noción de regulación con la de producción y
autoorganización, donde los efectos son ellos mismos productores de las causa (Morín, E.
1998).
Este es un proceso de autoorganización en el cual, captando y produciendo información, el
sistema complejo logra mantener una dinámica adecuada entre continuidad y ruptura. A la
vez que conserva sus estructuras esenciales (que también son recurrentemente replanteadas)
adquiere nuevas propiedades de adaptación y modificación del entorno. El sistema no se
modifica (manipula) desde fuera: se autoorganiza porque está compuesto por elementos con
capacidad de aprender (Rosenau, J. 1998).
3. El principio hologramático: no solo la parte está en el todo, sino que el todo está en cada parte
(Morín, E. 1996).
4. El principio de adaptación y evolución conjunta: en el proceso de autoorganización los
sistemas complejos se transforman conjuntamente con su entorno “ninguno de los dos puede
evolucionar en respuesta al cambio sin que produzca ajustes correspondientes en el otro”
(Rosenau, J. 1998).
5. El principio de la no-proporcionalidad o no-linealidad de la relación causa-efecto: sucesos de
carácter menor pueden desencadenar procesos de cambios sustantivos. El sistema complejo es
altamente sensible a las condiciones prevalecientes, lo que es llamado como “la fuerza de los
pequeños sucesos” (Rosenau, J. 1998) o “el efecto mariposa”.
6. El principio de la sensibilidad a las condiciones iniciales: en relación con lo anterior la más
leve modificación en las condiciones iniciales de surgimiento y organización de un sistema
complejo adaptable puede conducir a resultados muy diferentes.
Estos principios y características muestran que en el sistema complejo hay una fuerte conexión
orden-caos y un espacio mayor para la indeterminación y, con ello, para la incertidumbre, lo que
hace mucho más difícil su predicción.
En estos casos la predicción no puede descansar en extrapolación de tendencias históricas sino
que debe incorporar un repertorio de futuros virtuales que tienda al infinito.
Como puede apreciarse la sociedad humana a escala global y sus diferentes partes y esferas
constitutivas tienen un comportamiento que puede ser caracterizado como de sistema complejo.
Aceptar esto tiene serias implicaciones para nuestros instrumentos de análisis que estarían
obligados a incorporar nociones como:Los procesos sociales tienen a la vez dimensiones lineales
y no lineales de retroalimentación;Las dimensiones no lineales desencadenan mecanismos de
retroalimentación que quiebran la rutina y generan características nuevas no explicables por los
comportamientos típicos;Los sistemas sociales simultáneamente están aprendiendo, adaptándose,
perseverando, modificando. Mantienen la continuidad y el cambio.
En lo social, una de las formas de expresión de procesos de complejización está dada por la
multiplicación de actores, de los nexos reales y potenciales que generan entre ellos y la
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multiplicación del repertorio de acciones posibles entre las que estas pueden elegir y de las
innovaciones que podrían introducir en sus formas de reproducción.
Edgar Morín (1996) nos brinda observaciones muy interesantes en esta dirección:
“(...) el pensamiento de la complejidad no es en modo alguno un pensamiento que expulsa la
certidumbre para reemplazarla por la incertidumbre, que expulsa la separación para incluir la
inseparabilidad, que expulsa la lógica para permitirse las transgresiones. El planteamiento
consiste, por el contrario, en efectuar un ir y venir incesante entre certidumbres e incertidumbres,
entre lo elemental y lo general, entre lo separable y lo inseparable (...). Se trata, (...) articular los
principios de orden y desorden, de separación y unión, de autonomía y dependencia, que son a la
vez complementarios, competidores y antagónicos en el seno del universo".
e) Presupuesto de reflexividad.
Antonio Machado.
Cintio Vitier.
.
Dulce María Loynaz.
Fuentes: Este cuadro resumen se ha construido a partir de textos de Ibáñez (1993 ),; Lander
(2000); Moreno (2000 ); Zimerman (1970).
Hacia los años 80, claramente configurada la crisis teórica e ideológica en las ciencias
sociales, estaban dadas las condiciones que propiciaron la inhibición de un pensamiento orientado
hacia la identificación de modelos posibles de sociedad y la transformación social, para dar paso
a un discurso escéptico “incapaz de ofrecer visiones alternativas de futuro”(Zemelman, H. 1993).
Esta inhibición ha significado la mutilación del conocimiento sociológico, condenarlo a una
lectura incompleta que se conforma con la identificación de la tendencia histórica y en lo que ella
significa para el presente, desentendiéndose de lo que el futuro posible o deseados nos dicen del
presente.
Hugo Zemelman (1993) nos alerta de que “(...) no es suficiente rescatar y reconstruir
tendencias, porque, (...) no es posible profundizar en la lectura de la realidad hitóricamente
producida sino se tiene un ángulo de lectura definido por una opción del futuro; mas aún cuando
el reconocimiento de lo nuevo puede cimentarse en realidades emergentes, ni siquiera
potencialmente contenidas en lo dado”.
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Claro que aceptar como una función esencial del pensamiento social la identificación de
alternativas del futuro , y con ello la construcción utópica (en el sentido de modelo social, guía
hacia lo deseable que hoy no existe y que siempre es históricamente reconstruíble y perfectible y,
por tanto, irrealizable en su plenitud), supone aceptar también la inevitabilidad de un
compromiso, de una postura ideológica que guía el diseño de la perspectiva deseada.
El compromiso debe entenderse como “una forma de pensamiento que permita abordar la
realidad de manera de ser capaz de reconocer opciones de viabilidad, desde la perspectiva
ideológica que se asuma” (Zemelman, H.1993).
Esta función utópica y el reconocimiento de las opciones de viabilidad de la utopía, cobran su
verdadera dimensión en tanto permiten la “captación de los puntos desde los que se puede activar
la realidad” (Zemelman, H.1993) y diseñar líneas de intervención.
Después de examinar estos ejes, creo que no es difícil convenir en que en las últimas tres o
cuatro décadas quedaron configuradas las bases para un giro epistemológico en el pensamiento
social, y en general en la producción de conocimiento científico como actividad humana, que se
constituye como visión alternativa a la ciencia clásica y que concentra amplias potencialidades
para desplegar las capacidades emancipatorias de las disciplinas sociales. .El significado esencial
de este giro es la caída de al menos siete mitos o supuestos que han constituido los cimientos de
la ciencia clásica hasta nuestros días.
es imposible una real comprensión de lo histórico y del presente, y de una fuente de diseño de
acciones de modificación de la realidad.
El mito de la posibilidad de recuperación del todo a través de las partes .La comprensión de la
dialógica todo parte supone la necesidad de enfocar los estudios sociales desde la óptica de
recuperación de los nexos simultáneos múltiples entre ellos y de sus jerarquía no fijas e
intercambiables.
El mito de la superioridad de la ciencia como forma de conocimiento de la realidad. Asumir
el supuesto de reflexividad y la condición de los valores como elementos de la racionalidad
científica, supone también que las relaciones entre el conocimiento estructurado a partir de
métodos científicos y aquel que se obtiene a través del arte, la experiencia práctica y otras
formas de conocer, no son jerárquicas, sino horizontales, y forman un conjunto que puede
complementarse para potenciar la capacidad transformativa.
Esta enumeración podría ser mas extensa, pero estoy consciente de que las ideas vertidas en
este pequeño ensayo solo rozan una problemática cuya profundidad y relevancia para las
perspectivas del pensamiento social la hace merecedora de una investigación y un análisis mucho
mas acucioso. Mi propósito solo es llamar la atención de la comunidad académica cubana, muy
especialmente de los jóvenes que se desempeñan en el ámbito de las ciencias sociales, sobre el
hecho de que hemos recepcionado muy tardíamente lo producido en torno a nuevos
posicionamientos epistemológicos (ya no tan nuevos) y que nos hemos involucrado con
demasiada timidez en esos debates.
Generalmente cuando se debaten estas ideas, especialmente en Cuba, surge una interrogante:
la relación de estas ideas con el marxismo. Para algunos, todo este discurso es innecesario y solo
representa decir con un nuevo lenguaje algo que ya la dialéctica marxista enunció con sus leyes.
Para otros, la teoría de la complejidad descalifica, completa o parcialmente, al marxismo. Creo
que el tema merece una reflexión mas acabada, que yo no estoy aún en condiciones de hacer,
pero quiero adelantar una posición al respecto.
No considero estos elementos que integran lo que he llamado aquí el giro epistemológico
como una propuesta alternativa al marxismo. De hecho, muchos de los presupuestos que están en
proceso de construcción en esta nueva perspectiva tienen claros antecedentes en el marxismo,
muy especialmente todo lo concerniente a la dialógica, a las conexiones universales, a la postura
crítica y de cuestionamiento de fines, a la no aceptación en la producción de conocimiento de
una relación de poder que puede ser utilizada como instrumento de enajenación, a la capacidad
transformativa de los actores sociales. Por supuesto, a la luz de los avances de la ciencia que han
tenido lugar en la últimas cuatro décadas del pasado siglo, el pensamiento social ha podido
incorporar nociones nuevas y realizar una autocrítica profunda, que incluye el abandono de
supuestos que también ha compartido el marxismo (me refiero a los "siete mitos" ) De hecho no
hay que encontrar en este pensamiento un sospechoso antagonista del marxismo, lo que conduce,
como ya nos ha pasado, a acercarnos a él con prejuicios y a subvalorarlo como moda pasajera.
La necesaria renovación a que está llamado el pensamiento social cubano, para dar cuenta de
la complejización que experimenta su propio objeto y del entrelazamiento de las dinámicas
internas y la lógica globalizadora que se dan en nuestra sociedad, y para comprometerse mas
radical y creativamente con el diseño de opciones de futuro y de la nueva utopía , acaso como
nunca antes urgidas de la lectura critica innovativa, de desmarcarse de los determinismos
históricos y de lo teóricamente verosímil, y de imaginar rumbos impensados, exige de nosotros
que nos involucremos con voz y criterio propio en estos debates.
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