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Hacia una nueva cultura – Romano Ruggiero

El sentido de la muerte.-

Hacia 1350, en Europa no había un arte, filosofía o ciencia independiente o indistinta del sistema cultural
eclesiástico. Debido a esto, el desarrollo de la cultura laica no-ecleasiástica se ve entorpecido.
Entre los siglos XIV y XV hay síntomas de organización de una cultura nueva. Florece en países del
Occidente un sentido de la muerte que postula la separación del alma y del cuerpo. Se presenta en la
obra Tres Muertos y Tres Vivos un nuevo sentido, el de lo macabro. Primero, la muerte tiene
personificación iconográfica, representa el poder que actúa con iniciativa propia, es una figura
repugnante, que contrasta con el cuerpo viviente, la proyección de un sentimiento macabro. Luego, el
concepto de Muerte se torna más adulto y complejo: es un ser nuevo de sensibilidad tradicional, ni
maligno ni benigno. La fe católica trata de enmarcarla como un nuevo castigo. Se distingue el ser
colectivo del ser individual, lo que evoca a las generaciones a meditar sobre sí mismas. El concepto de
muerte ya no es abstracto ni se limita a la dolorosa comprobación de la mortalidad universal. Dado a
que la muerte es el destino de todos surgen formas que expresan el dolor de abandonar la vida por
amor a ella y la caducidad del cuerpo del hombre.
- La Danza de la Muerte: una de las primeras manifestaciones corales de la nueva cultura laica. La muerte
pasa a formar parte de la realidad concluyente humana, es decir procede no de Dios, que es un
concepto abstracto, sino de la condición natural. Se muestra la perspectiva de la doble suerte del ser: el
juicio del alma y la descomposición de la materia.

El mito de la gloria.-

Se da entre los siglos XIV y XV que, la sensibilidad colectiva realiza un giro en la perspectiva de
supervivencia. El nuevo mito de la gloria está ligado estrechamente a las élites laicas y ecleasiásticas,
desde los señores territoriales hasta los juristas y los hombres de letras. Dado a que la gloria proyectaba
al hombre hacia un más allá, no entró en conflicto con las creencias cristianas. El retrato se reproduce
con más frecuencia, de este modo la reproducción de la efigie humana encuentra la manera de
insertarse en la iconografía más estrictamente religiosa. Se confirma la alegría de existir y de sujetarse a
una especie de eternidad terrenal al margen de la edad: los artistas expresan de este modo el deseo de
supervivencia humana. A medidados del siglo XIV, aparece la tendencia a considerar las letras como un
instrumento de celebración social y se origina una constante actividad literaria. Los hombres cultos
cumplieron incluso dos funciones literarias: la creadora o individual y la retórico-social. Destaca
Francesco Petrarca con su poema África, donde se manifiesta la nueva exigencia laica de pervivencia
terrena. La necesidad de una sublimación ideal autónoma es cada vez mayor y el mito de la gloria fue
aceptado instantáneamente con aparente legitimación. El mito difirió al antiguo en que la floria tuvo
una función autónoma, sustancial y constitutiva dentro de la sociedad terrena.

La función de las letras.-

Aparece una nueva literatura en la cual resaltan la Divina Comedia de Dante y el Decamerón de
Bocaccio, el humanista entre 1340 y 1440 regresa a la cultura remota, marginada por el cristianismo
medieval. Hacia 1350 son nostables un sentido ya no cristiano de la muerte y la vida, el deseo de formas
históricas y terrenales de supervivencia, una necesidad de expresión artística directa y de religiosidad
más severa e individual. Este fue un periodo escolástico de la joven humanidad europea para estructurar
su sensibilidad y su capacidad creadora propias. El movimiento es progresivo y atraído hacia la
antigüedad. Las primeras generaciones de humanistas buscaron en las bibliotecas monásticas en donde
encontraron un patrimonio descuidado y a doctos griegos dispuestos a trapasar conocimiento. Se
motiva el deseo de una reforma ecleasiástica. En la literatura el conjunto que se compone es el de una
cultura laica presente. La búsqueda de estos manuscritos alimenta, produce y costituye una
estructuración espiritual autónoma. Por lo tanto, a los siglos XIV y XV el humanismo es la estructuración
cultural de una nueva sociedad profana europea. Italia fue el lugar de elección del movimiento cultural.
Las primeras generaciones no marcan un progreso consistente ni claro, ni tampoco poseen el sentido
de la historia. Quieren afirmar la eternidad imperecedera del hombre, la autosuficiencia y el interés por
la vida digna social. Utiliza como herramientas la lingüística y la literatura donde las funciones se vuelven
filológicos y didácticos. La literatura principal era la latina. Surge la historia humanística en donde el
objetivo es la independencia del estado o la capacidad autosuficiente del jefe. Los historiadores
humanistas cumplen la función de en lazar el presente con un pasado que le dé consistencia ideal, lo
justifique, lo sancione y lo estimule a reformarse y corregirse.

Las tendencias artísticas.-

Durante finales del siglo XIV y primeros decenios del siglo IV, no hay una verdadera continuidad en las
tendencias artísticas. El nuevo arte se manifiesta simultáneamente en dos regiones de Europa que
entonces constituían como los dos polos de su cultura: Flandes e Italia. Hasta fines del XIV el fondo de
los cuadros es de oro, la escena suelde desenvolverse fuera del espacio real, lejos de la naturaleza y
representa acontecimientos y personas nunca vistos, pero creídos, sentidos e imaginados: la luz
atmosférica no existe.
El carácter principal del nuevo arte es su referencia directa y autónoma al hombre y a la naturaleza.
Los temas continúan siendo de origen religioso pero incluso un Cristo o un Adán son distintos a los de
antes. El paso de uno a otro estilo implicó una transición en la que participaron por ejemplo, en Italia, el
Fray Angélico que propuso lo divino medieval. En Flandes, fue un redescubrimiento más orgánico y
naturalista.
Nacen el claroscuro y la luz, los colores no uniformes, vivos y esfumados, el sentido del espacio. En el
nuevo arte florentino se rechaza la pertenencia a un Todo y refulge la inaudita celebración del hombre,
se forja una fe terrena. El objetivo sustancial es el hombre y su punto creador focal es su ojo, el artista se
sitúa final y válidamente, a la par de Dios.

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