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Notas Sobre La Sexualidad y El Género:

Una Aproximación Dinámica Hacia La Actualidad

Para ilustrar la tendencia actual que se maneja en torno a la sexualidad, lo


primero que quisiéramos enunciar en el siguiente documento son algunos
lineamientos básicos propuestos por Sigmund Freud, que, por cierto, operan a
modo de contexto en la perspectiva de dilucidar y contrastar un enfoque
teórico más flexible y abierto a los vertiginosos cambios del género de nuestra
sociedad contemporánea.

Lo primero que invitamos a compartir es una mirada crítica dirigida al


psicoanálisis tradicional, el cual representa una arquitectura teórica
progresivamente desfasada a la medida de nuestros tiempos, tanto por la
herencia patriarcal que afectaba los escritos de Freud como por los vínculos
que mantenía con la hegemonía cultural dominante, que en reiteradas
ocasiones superpuso cuotas de presión que refrendaban las diferencias entre
hombres y mujeres para la producción del pensamiento psicológico del siglo
XX. No obstante, como veremos a continuación, la mirada expuesta por Lacan
se inclina más bien hacia un marco analítico centrado en el sujeto que asume
a la sexualidad desde la complejidad refugiada en nuevos horizontes que
desnivelan al determinismo clásico, con un matiz absolutamente distinto al
momento de abordar la construcción y expansión de identidades
acompañadas de un proceso de pluralización.

En este esquema, Sigmund Freud propuso ciertas bases estructurantes que


constituyen la conformación de la sexualidad, donde sostiene desde una
visión bastante particular y sintomática, una manera de examinar las
diferencias de género matizadas por dos corrientes expresadas en aparato
anímico y en los efectos somáticos. Estas son; las tensiones y las
disposiciones al acto sexual. Así plantea entonces, que dicha diferenciación

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo.


está supeditada a la distribución de la libido y la construcción introyectada y
proyectada de su objeto, que en el caso del hombre, en su niñez requiere de
una función paterna que “posterga” esa libido narcisista investida de ternura,
caricias y fuente inagotable de satisfacción, a través de la represión impuesta
al hijo, logrando anular los deseos incestuosos y aumentar su miedo a la
castración. En cambio, para el caso de la mujer, son más bien los efectos de la
represión genital sostenida por la castración “temprana” y la disputa con la
madre por el padre como objeto, dada la necesidad de buscar y obtener con
este último, una dotación genital y fálica significativa. En este sentido, plantea
que existen dos caminos diferentes -entre lo femenino y masculino- en torno a
la represión y su nueva orientación del objeto y deseo, para que la libido,
empuje o catexis, reorganice su economía del “amor”.

En este proceso de unión de los instintos parciales, se consideran esenciales


los procesos evolutivos que conforman el estadio de la pubertad, donde “lo
más singular de los mismos; esto es, el manifiesto crecimiento de los
genitales exteriores que durante el período de latencia de la niñez había
quedado interrumpido hasta cierto punto. Simultáneamente, el desarrollo de
los genitales internos han avanzado tanto que pueden ya ser capaces de
proporcionar productos sexuales, o, en el sexo femenino, acogerlos para la
formación de un nuevo ser”1. De esta manera queda constituido un
complicado aparato que espera su utilización, que en el rodeo hacia el acto
sexual dictaminados por una supuesta fijación temprana de la ternura y
sensualidad (Investidura), busca mantener un principio de constancia como
dispositivo de satisfacción que disminuya –lo más posible- la tensión
displacentera en el aparato anímico.

Si examinamos la conformación de la sexualidad con un mayor rigurosidad, es


promisorio comprender la forma en que se apoya Freud para articular la
sexualidad masculina y femenina. El autor sostiene que es prioritario asumir el
1
Freud. S. “Tres Ensayos para una teoría sexual”. Obras completas. Tomo IX, Buenos Aires, Losada, 1997.

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 2


supuesto de que cada vez que existía una ligazón-padre particularmente
intensa había sido precedida por una ligazón-madre de igual intensidad y
apasionamiento. A este estadio lo llamó fase preedípica o complejo de
masculinidad. No obstante, en el desarrollo de esta, entiende que la niña
atraviesa, en una primera instancia, una etapa de extrañamiento respecto de
su sexualidad comparada a la fisonomía del varón. Sobre este punto, agrega
que la madre seduce el quehacer sexual de la niña para luego prohibirlo,
represión que posibilita la gestación de la angustia, manifestada como una
transposición de la niña y su disposición a agredir. Posteriormente, tras la
persistencia esperanzada de la niña por tener pene, se origina la envidia y
resistencia por asumir su condición castrada, originando la fase preedípica o
complejo de masculinidad, donde recrimina a la madre en numerosos intentos
sin resultados. En este sentido, la niña perpleja y frustrada, se comporta en la
fase sádico-anal con una postura pasiva y desplegando activamente su
agresividad.

No obstante, es conveniente señalar que un indicador importante para


complementar este tránsito es la fase de masturbación en la niña,
experimenta “un fuerte descenso de las aspiraciones sexuales activas y un
ascenso de las pasivas”2. Y el tránsito del objeto-padre se cumple con la
ayuda de este descenso, quedando expedito el camino hacia la feminidad. En
este contexto entonces, Freud sostiene que “es correcto, sin duda, que entre
la ligazón-padre y el complejo de la masculinidad, hay una relación de
oposición. Entre actividad y pasividad, masculinidad y feminidad”… “Así, la
defensa en pos de la feminidad halla su primera expresión en la individualidad
del pene del niño y por eso merece ser llamada de acuerdo a ella”3.

Otra fundamentación para sustentar su tesis sobre la diferenciación del


género la recoge desde observaciones científicas de tipo biologicistas, las

2
Freud. S. “Sobre la sexualidad femenina”. Obras completas. Buenos Aires, Losada, 1997.
3
Ídem.

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 3


cuales se apoyan en argumentos rudimentarios y asociaciones espurias como
para analogar una completa representación de la sexualidad. En efecto, toma
como referencia a la célula genésica masculina que se mueve activamente y
busca a la femenina, en cambio, lo contrasta con el óvulo que permanece
inmóvil y aguarda de manera pasiva. Empero, explica que esta diferencia en
la sexualidad es una generalidad, pero tanto el hombre como la mujer, en
diversas ocasiones, necesitan dosis de actividad y pasividad, para conseguir
sus metas. “Puede ser necesaria una gran dosis de actividad para alcanzar
una meta pasiva”4.

En este sentido, sospechamos que una crítica fundamental dirigida a Freud


subyace a la estructura ontogenética y filogenética5 para explicar la
conformación de la sexualidad, y según los mecanismos en los que se
configuran la represión y nerviosidad cultural moderna, invoca principalmente
a las pulsiones vida y muerte enmarcadas en los principios de nirvana, placer
y realidad. Estos, en conjunto con los influjos sociales, han configurado una
arquitectura teórica psicoanalítica que fundamenta y estampa las
desigualdades y tensiones, que según el autor, son prácticamente necesarias
para la reproducción de una sociedad diferenciada por género.

Desde la arquitectura teórica que propone Lacan, aparece una postura más
humilde y sencilla que no intenta extraer verdades. Este pensador inmerso en
la corriente más contemporánea al momento de explicar el psicoanálisis,
reflexiona más bien sobre la constitución de un sujeto sumergido en contra de
los principios que guiaron la modernidad6, la razón, la filosofía moderna de
Descartes y el positivismo. El psicoanalista Francés asume una postura
contrapuesta a la teleología ontológica tradicional que exige un modelo

4
Freud. S. “La feminidad”. Obras completas. Buenos Aires, 1993.
5
Véase en Herber Marcuse, quien rescata las pulsiones y la lectura del ser humano desde la evolución situado en la
Horda, su ontogénesis y una teorización filogenética. Un buen ejemplo está en la obra de Freud; “El Tabú al incesto”
donde destaca la función paterna, y también, en sus análisis sobre el totemismo.
6
Algunos de los hitos que dominaron la modernidad son: La revolución francesa, la Ilustración, el desarrollo
tecnológico propio de la Industrialización, entre otros.

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 4


causal, planteando una renovada forma de explicar el psicoanálisis conectada
a la singularidad y la constitución del sujeto con el problema inmanente
provocado por una sociedad insatisfecha. Es decir, se plantea el problema de
la imposibilidad de la libertad plena del individuo en el goce mediado, y
muchas veces coartado, en la vida cotidiana de orden societal. Al respecto,
sostiene: “Lo que aparta al individuo de la especie, que aparta la
particularidad de lo universal, como consecuencia de la regla”7.

En base a esta insatisfacción de la experimentación biográfica y experiencial


de un sujeto, encontramos dos posturas claramente definidas: Freud, por una
parte, cita el principio de Nirvana, y Lacan, por otra, cita al goce absoluto. Lo
cierto es que en ambos casos las premisas ideales se ven limitadas por
influjos sociales (neurosis), o mejor dicho, por la propia existencia del ser visto
como un ente “Intra-circumundano”8 que ha intercambiado aquella esencia
por conformar parte de la sociedad.

En este sentido, plantea que en la premisa del “ser sujeto” no existen lo que
llamamos socialmente “géneros”9, ya que son productos ideológicos de la
sociedad para determinar posiciones de clases, que a modo del autor,
corresponden a la inteligibilidad de encontrar el goce conectado con el deseo
y los fantasmas para explicar en esencia y verdad una humanidad, por lo que
critica vigorosamente aquella pretensión de la psicología inconsciente que
tropezaba con su propia inconsciencia.

La primera aproximación que introduce entonces, dice relación con que la


sexualidad debemos pensarla desde tres planos: Lo real, lo simbólico y lo
imaginario. Estos tres planos están imbricados y definen al goce como una
experiencia que opera bajo una órbita autoerótica, donde el inconciente es

7
Miller, Jacques-Alain. El ruiseñor de Lacan. Conferencia inaugural del ICBA. En: Jacques-Alain Miller, Del Edipo a
la sexuación. Colección del Instituto Clínico de Buenos Aires. Buenos Aires: Paidós, 2001.(pp. 245-265)
8
Concepto trabajado en Heideger en su obra Ser y Tiempo, el cual integra al sujeto en su análisis fenomenológico.
9
Incluso, desde la singularidad, asume que no existe relación sexual.

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 5


más bien un discurso del Otro, orientado por el deseo del otro y determinado
por lo real. Lo interesante es que el sujeto y su aparición en la mundanidad se
constituyen a través de lo simbólico, por medio de actos expresivos 10 y
lenguaje. En este pasaje, se inscribe un significante en el inconsciente que va
a orientar y reorganizar la cadena de significantes ulteriores. En efecto, esta
cadena de significante juega un papel primordial el goce y su vaciamiento,
que sin duda, dependen del significante amo11. Pero dentro de ese significante
“inicial” coexiste otro fragmento en el goce, el objeto pequeño a, aquél
satélite que mantiene una correspondencia con la pulsión y su movimiento,
siendo un elemento netamente no verbal y no lingüístico. Por lo tanto, la
sexualidad es un entramado lingüístico y empujado por el goce. Y el hombre,
la metáfora del no sujeto y su persecución hacia el objeto a, que, como
propiedad fálica soporta sus significantes, se aísla del significante del cual no
hay significado, y que, en lo que toca al sentido, simboliza su fracaso. En la
sexualidad “No tiene que ver como pareja, sino como objeto a inscrito del
otro lado de la barra. Sólo por intermedio de ser causa de su deseo le es dado
alcanzar a su pareja sexual, que es el Otro”12.

Retomando lo anterior, se podría leer que la cultura se regenera desde el


propio sujeto, y va recomponiendo y conjugando elementos para ir empujando
–en un abanico inmenso de posibilidades- aquellos que estimamos
inconcientemente necesarios para vaciar el goce. Tal como se discutió, hay
una necesidad de articular dos órganos distintos, del significante y del goce,
que en sociedad son domesticados, imponiéndole siempre cuotas de sensatez
para que el sujeto a través del discurso y lenguaje dé versiones, historias o
fantasías como verdaderos fantasmas13. Así, cada fantasía particular tiene
aisladamente su propio fantasma. Pero en definitiva, lo que intentamos de
exponer es que las fantasías son una manera de tratar de darnos cuenta de
10
Véase en la teoría de la comunicación de Niklas Luhmann, donde el lenguaje también puede expresarse en un acto
de comunicar no verbal.
11
Principio orientador del sentido.
12
Lacan, J. Aún. El seminario 20. Buenos Aires: Paidós, 1981. Capítulo VII, “Una carta de almor” (pp.95-108)
13
Escena imaginaria de la relación entre el sujeto con el objeto a.

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 6


este goce, pero que para efectos de la realidad, por medio del lenguaje, la
inventamos simbólicamente y nuestro “fantasma” organiza las formas de goce
en que tienen lugar en la escenificación. Por ejemplo, no sólo la relación
sexual puede generar placer, si no que también el impedimento de esta, las
caricias, el dolor, la observación y una multiplicidad, conjugación o
excluyencia infinita de otras escenas. No hay que olvidar que el goce es
autoerótico, indeterminable y depende de la singularidad así como de su
objeto a.

En este sentido, Lacan sugiere que el complejo de Edipo no es más que una
buena historia, una narración, una metáfora, donde lo que verdaderamente
importa es la constitución subjetiva del problema de la castración, como
encuentro obligado para todo ser con la falta. A su juicio, el primer otro
materno es fundamental en la falta que experimenta el niño o la niña, porque
él o ella no es todo para la madre y a la madre le falta “algo” que no lo
encuentra a plenitud con el pequeño. Es decir, se instala la pregunta; ¿Qué es
lo que el otro quería de mí? (El deseo). Sobre este plano la niña y niño
corresponden a un mismo lugar. En cambio, el nombre del padre alude a la
función de representar la ley simbólica, la separación de la madre y el ingreso
al lenguaje, orden y sociedad. Así, la metáfora paterna es la sustitución de un
elemento por otro, pero la castración, es más bien la separación del vínculo
simbiótico con la madre.

El mundo simbólico entrega respuestas en cierto sentido, el ser dotado de


lenguaje se encuentran ciertas fórmulas de respuesta sobre ¿Qué falo es el
significante del deseo del otro?, que al modo de ver propuesto por Lacan, es
un inmenso rodeo sin respuestas y satisfacciones parciales motivadas por la
singularidad. De manera que, el falo es fundamental, es lo que sujeto cree que
el otro desea, es un espacio vacío que espera ser llenado de significantes.

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 7


Para el psicoanálsis el sujeto está barrado, tanto por el significante o por el
inconciente, y también, por el objeto a o por el goce. El goce es causa y el
inconciente leyes, que en el mundo de los significantes trata de llenar vacíos
en un largo rodeo de goces parciales. Y la relación con la ley, es decir, la
forma en que se origina la identidad de la sexualidad, no necesariamente está
determinada con la posición del sujeto asociada con el falo. De esta manera,
lo central es discriminar cuál es la relación egocentrada con la ley, por qué las
posiciones sexuadas se diferencian de maneras muy variadas, tienen
relaciones diferentes y presentan diversas posturas frente a dicha ley.
(Incluso, esto es llevado al extremo con el criterio de la singularidad)

En tal sentido, el ser es preso del fantasma cautivo que en la teoría de Freud
se denominó como principio de realidad. En cambio, el Otro donde la mujer no
existe –metafóricamente-, pero está intrínsecamente relacionada, puede tener
relación con la propiedad fálica significante que no tiene significado, cuyo
soporte es, en el caso del hombre, el goce fálico fantasmal de la masturbación
del idiota.

Las mujeres están enalmoradas, es decir, alman el alma. Pero esa alma que
alman en su pareja, sólo pueden a conducirla a la histeria, que es hacer de
hombre, y ser por tanto también ella homosexual o fuerasexo. Ese es el
destino mal hecho de la sociedad, crear un fantasma, el amor cortés y la
iracunda inconciencia del discurso científico que no ha contribuido en nada
para arreglar las coordenadas entre la relación hombre y mujer. De lo anterior
se desprende que hay que desmitificar la sexualidad y darle a la relación
sexual que yace de amoralidad, su almoralidad. Donde la relación sexual se
abisma en el sin sentido, mientras que nosotros queremos –a toda costa- darle
sentido, es decir, una realidad fantasmática. “Pero, la pregunta parte de que si
hay algo, el goce, y que no es posible decir si la mujer puede decir algo de él:
si puede decir lo que de él sabe”... “Así podría decirse que mientras más se
preste el hombre a que la mujer lo confunda con dios, o sea, con lo que ella

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 8


goza y menos odia, menos es, después de todo, como no hay amor sin odio,
menos ama”14... (Odioamorosamiento)

En breve, lo que concierne a la sexualidad humana, según las reglas de lo


simbólico y de la ley del deseo, este goce debiera ser autoerótico,
fantasmático y vinculado al objeto a, pero hay diversidad, hay personas que
tienen otro tipo de goce, hay identidades distintas en las coordenadas que
configuran las relaciones de género, y que precisamente, no todas ellas están
tomadas por la ley fálica.

En definitiva, concordamos con la pregunta; ¿Cómo se puede ser


heterosexual, si el inconsciente es homosexual?15

Efectivamente, la ética “incólume” que cercena las posibilidades de la


sexualidad en un mundo ideal y construido simbólicamente, manejado por el
poder de las clases y la ciencia inconsciente, refrenda las desigualdades de
género. Esto es, porque el individuo aunque tenga un inconsciente
homosexual, no necesariamente debe serlo. Insistimos, no porque las
dotaciones sexuales y lo que dice la ciencia sobre la fisonomía, deben ser los
mandatos que los hombres y las mujeres deben acoger. Sobre este punto, una
aproximación dinámica actual de las identidades manifiesta lo contrario, son
múltiples, y el goce es un marco mucho más amplio y al cual le debemos un
respeto más honesto.

Sobre este punto, me gustaría retomar y aterrizar la concepción de la


identidad relacionada con la problemática de la sexualidad. Y si bien, la
identidad tiene un principio en la imagen del sí mismo, también implica un
amor a la alteridad motivada por el objeto a, que en el plano del goce se
multiplica. Hoy existe una expansión de las identidades, en la actualidad hay
14
Lacan, J. Aún. El seminario 20. Buenos Aires: Paidós, 1981. Capítulo VII, “Una carta de almor” (pp.95-108)
15
Soler, Colette. La maldición sobre el sexo. Buenos Aires: Manantial, 2000. Capítulo 12 “El espacio del goce”
(pp. 221-241)

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 9


muchas voces que invocan a diversos objetos a. Pero uno de los problemas
verticales de la sociedad, dice relación con que aún se justifican los resquicios
remanentes de una ciencia determinista en el área de la sexualidad. (Ser
femenino o masculino) En el discurso político, en la publicidad, en las
propagandas publicitarias y en otras áreas, todavía encontramos mandatos
fuertemente arraigados a diferencias sexuales y de género. Y en lo particular,
sospechamos que el malestar “sentido” al estudiar de una manera muy
distinta las relaciones humanas, no guarda relación con esta forma
inconsciente de ver el mundo. Hoy existen, por decirlo de algún modo, “más
géneros” y más identidades que no deben estar sujetas a diferenciaciones del
cuerpo y/o principios que invoquen categorizaciones culturales.

Hoy no es lo mismo ser un gay, un homosexual, un transexual, o una lesbiana


que mantiene su feminidad. Creo que estas categorías, ya encierran
problemas y discriminaciones. Inclusive, ¿Por qué hoy todos no podemos ser
iguales culturalmente frente al goce particular que el ser requiere para ser?

Dejar instalada esta interrogante entonces, implica abordar el problema de la


discriminación y la desigualdad de la sexualidad, sus roles y las
confrontaciones de poder. En este sentido, un discurso reflexivo y más
moderno no sólo debe asegurar la diversidad sexual y cultural, si que además
ahondar en la posibilidad de cambiar las estructuras simbólicas y de clase que
hoy se manejan en los discursos y las pautas de control social.

El terreno de las representaciones está muy por debajo del ser, de su goce y
la libertad. Debemos minimizar la brecha entre sujetos y sistemas, y creo que
un punto de partida esencial es encontrar el respeto al goce de la alteridad,
dejarlo gozar sin limitar demasiado el que experimenta el ego. Lo que
proponemos entonces es mayor estabilidad, con un principio que privilegie
aquella diversidad en pos de de una justicia social y equidad, que son los

Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 10


mismos principios que resguardaron la integridad humana y la propiedad
privada de nuestra sociedad, muy insipiente en nuestros días.

Principales Referencias Bibliográficas

 Freud. S. Más allá del principio del placer. Obras completas. Buenos
Aires, Losada, 1997.

 Freud. S. Sobre la sexualidad femenina. Obras completas. Buenos Aires,


Losada, 1997.

 Freud. S. Tres Ensayos para una teoría sexual. Obras completas. Tomo
IX, Buenos Aires, Losada, 1997.

 Lacan, J. Aún. El seminario 20. Buenos Aires: Paidós, 1981. Capítulo VII,
“Una carta de almor”

 Soler, Colette. La maldición sobre el sexo. Buenos Aires: Manantial,


2000. Capítulo 12 “El espacio del goce”

 Miller, Jacques-Alain. El ruiseñor de Lacan. Conferencia inaugural del


ICBA. En: Jacques-Alain Miller, Del Edipo a la sexuación. Colección del
Instituto Clínico de Buenos Aires. Buenos Aires: Paidós, 2001.

 Laplanche. J. Pontalis. J. Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Paidós.


Barcelona, 1996.

 Heideger. M. Ser y Tiempo. 1979.

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Autor: Claudio Guzmán Valencia. Sociólogo. 12

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