Professional Documents
Culture Documents
proporcionado por
Buscar
usted está aquí: lunes 16 de marzo de 2009 → cultura → el charro country que enterró al héroe
Por segunda vez, ahora como solista, el español deleita a acapulqueños con su nueva propuesta
Hellville de Luxe Enviar esta página a alguien
Imprimir esta página
El charro country que enterró al héroe Disminuir tamaño del texto
Aumentar tamaño del texto
SOL VAZQUEZ
Aunque atrás quedaron las canciones complejas, las metáforas
profundas y los solos de guitarra extensos de aquellas primeras
composiciones hechas por el ex vocalista de la desaparecida banda
Héroes del Silencio, Enrique Bunbury caló hondo. La noche de su Otras notas de Cultura
concierto del sábado 14 en el Foro Mundo Imperial, fue una muestra del Micrónicas migrantes o costeña urbana en el
trabajo individual de un músico y poeta que ofrece una imagen sonora país de Heidi
distinta de sí mismo, como lo hizo con la interpretación de las cerca de El infierno (descafeinado), según Bunbury
14 canciones, la mayoría extraídas del álbum que son parte del Helville
Enrique Bunbury con sus músicos De Tour 2009, con el cual promueve este disco en nueve ciudades del
al despedirse del público
guerrerense Foto: JAVIER país, entre ellas, Acapulco.
VERDIN
Eran apenas las 8 de la noche y las puertas del foro recién se abrían
para recibir a la gente que llegaba hasta en taxis colectivos. La venta de playeras, gorras,
encendedores y tazas estaba a tope. Uno se acercaba animado para intentar comprar alguna taza para
el café o una playera del recuerdo. Lástima. Los precios oscilaban entre los 150 pesos por el tarro y
otros 200 por una playera. Era todo un día de salario para cualquier empleado de la industria turística
de la zona.
Después de tomar en el lobby un vaso de coca de 25 pesos, de hacer la respectiva acreditación y
esperar a que las puertas fueran abiertas, se ingresó al foro para ver cómo las decenas de edecanes
conducían a su lugar a los asistentes que pagaron su boleto, lo compraron en reventa o recibieron
cortesías. “Los estuvieron regalando en la estación de radio”, dijo una chavita enfundada en pantalones
de tubo y playera negra con capucha. Algunos dicen que hubo hasta boletos piratas.
La mayoría eran jóvenes que empezaban o ya estaban en los 20, vestidos casi todos con playeras
negras y pantalones de mezclilla, muchos de ellos con sombrero vaquero, emulando la portada del disco
del concierto, Hellville de Luxe, aunque tampoco faltó alguno que otro emo, que se mezclaron con los
cientos de nostálgicos que esperaban rememorar con alguna canción de sus inicios, con algún Maldito
duende o alguna Sirena varada, la voz de la extinta banda Héroes del Silencio.
El tráfico desquiciante por el retraso de las obras en el bulevar de Las Naciones y la falta de orden vial
en la Escénica, demoraron la llegada del oriundo de Zaragoza, y el concierto empezó una hora y media
después. Allá al fondo, el escenario estaba conformado por una sencilla plataforma roja, enmarcado por
unas lámparas cúbicas en serie y dos pantallas gigantes.
Las rechiflas que reclamaban el retraso se hicieron más intensas. El concierto estaba programado para
las 9 de la noche. Eran ya las 10 y media de la noche y el ídolo no aparecía. Los coros con su nombre
empezaron: “Enrique, Enrique, Enrique”. Entonces las luces se apagaron y las figuras geométricas de las
pantallas acompañaron el ingreso de los músicos en el escenario. Los celulares con las cámaras
encendidas brillaron como un cielo con estrellas mientras las luces a juego con la batería marcaban la
rítmica de su primer canción Club de los imposibles.
Enfundado en sus ya tradicionales pantalones acampanados con aplicaciones plateadas a los costados,
lentes oscuros y sombrero vaquero, Bunbury evocaba una mezcla de charro country con sombrero y
movimientos provocativos que dirigía tanto a hombres como a mujeres, a quienes arengó en el comienzo
con un “¡buenas noches, cabrones!”
Los gritos iniciales de los asistentes se convirtieron en un coro gigante en el que no hubo una canción
que la gente no supiera. Los veinteañeros recordaban cada rola ofrecida esa noche en la que fue
Bunbury estuvo acompañado por los músicos Alvaro Suite, en la guitarra y mandolina; Jordi Mena, en la
guitarra de acompañamiento, el banjo, mandolina, dobro; Roberto Castellanos, en el bajo; Jorge “Rebe”
Rebenaque, piano y acordeón y Ramón Gacías, batería y percusión. Casi todos ellos han sido músicos
de Nacho Vegas y Jarabe de Palo, pero nada sofisticado. Nada de máquinas en exceso.
El concierto estuvo salpicado de éxitos nuevos y de canciones de sus otros dos trabajos como solista,
Pequeño cabaret ambulante y El viaje a ninguna parte. En el transcurso, el español tomó dos veces su
guitarra electroacústica y demostró que todavía hay potencia en esa voz entonada y un poderoso
feeling. Luego recordó a los que no llegaron al foro: “un hermano o hermana que están tomando una
margarita o que todavía no llegan. Nos fastidia que tengamos que pasar por este atasco” en referencia
al terrible tráfico que una Escénica que tiene siglos en reparación y que muestra una vez más la
incompetencia de las autoridades por ofrecer algo tan simple como una calle para llegar a un concierto.
“Pero sólo por eso vamos a compensarlos con el mejor de los shows que podamos y vamos a ofrecerles
rock and roll”, mientras comenzó Bujías para el dolor, dedicada a la virgen del Carmen.
Después de tomar agua y dejar la guitarra para tocar Qué tengas suertecita, se cambió la camisa
vaquera por una roja, arropado por una estola negra y agregó que la siguiente canción “nos representa
un poco a todos, los que cruzamos alguna frontera”, mientras la gente eufórica entonaba El extranjero,
donde resalta la propuesta con acordeón y el banjo de Jordi Mena.
Con la introducción en solitario de su guitarra acústica, el español tocó la canción de Alicia (expulsada
al país de las maravillas), y regaló a los presentes con un excelente blues de introducción para la pieza
Infinito, que para muchos fue considerada como la mejor rola de la noche por los arreglos hechos y la
calidad de interpretación.
Ofreció El rescate, en la que los músicos estuvieron muy entregados para pasar a la legendaria Lady
blue, y en la que los guitarristas se hincaron mientras ejecutaban sus instrumentos para dar paso a que
Bunbury se despidiera por primera vez, pero la gente, eufórica, llamaba al ídolo, “Enrique, Enrique” y el
hombre volvió al escenario para recordar su visita a Acapulco en 1997, en el teatro Netzahualcóyotl del
Convenciones, cuando pertenecía a Héroes del Silencio.
“Hacía mucho tiempo que no estábamos con ustedes y ahora lo bueno es que podemos venir muchas
veces. ¿A quién hay que darle las gracias? ¿A Luis Miguel? A Johnny Weiss Müller? Seguro que aquí hay
un gobernador, hay que agradecerle que haya construido este foro que permite que hoy estemos aquí”,
y luego empezó con una línea vocal tipo gospel la canción El viento a favor.
Ya medio cansado o medio borracho, el divo se sentó al borde del escenario y compartió un poco de su
botella Corralejo con un espectador de la primera fila, para después cantar No me llames cariño y Uno,
dos, tres, aunque en el transcurso le lanzaron una tanga negra que recogió y lanzó después lejos de él,
para seguir con una canción más.
Ya en la despedida real, el cantante se deslizó a la jagger sobre el escenario tras su canción Al final, y
se hincó nuevamente para despedirse y nombrar a los músicos que lo acompañan en este tour. Y como
si fuera un telón de teatro, todos ellos se despidieron abrazados, aplaudiendo al público por la entrega
y salieron bailando del escenario, dejando con las ganas a esos nostálgicos que al fin pudieron ver de
cerca a su héroe de leyenda, pero para quienes La chispa adecuada nunca llegó.
Siguiente
Copyright © 2007 Editora de Medios de Guerrero S.A. de C.V.
Maracas No. 5 A Fraccionamiento Marroquín, Acapulco, Guerrero, México C.P. 39670.
Telefonos: 01(744) 4852097, 4852047, 4852128
Publicidad. Ext. 114
Circulación. Ext. 115
Correo: correo@guerrero.jornada.com.mx
Todos los Derechos Reservados.