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OFICIOS, FUNCIONES

Y
MINISTERIOS EXTRAORDINARIOS
(Teología, liturgia, Derecho Canónico
y otros elementos fundamentales
para los Ministerios Extraordinarios
y otras funciones y oficios de los laicos)

(Edición corregida y aumentada)

Daniel Albarrán
Título Original:
Ministerios Extraordinarios
Oficios, funciones y Ministerios Extraordinarios.
(Edición corregida y aumentada)

Autor: Daniel Albarrán.

Editor: D.A.
ISBN 980-332-135-8
Depósito legal lf 081-2000-2000-937
Diseño de Portada: Daniel Albarrán

Foto de los Ministros Extraordinarios en la celebración de un Vía crucis (Cuaresma, 2008)

e-mail: dalbarranu@hotmail.com
www.daniel.trimilenio.net
Presentación

La formación de los laicos es una constante en los


documentos postconciliares. La Iglesia ha asumido esta tarea con
gran empeño y dedicación, dándole el justo puesto en su tarea de
santificar el mundo en donde les toca ser sarmientos y dar frutos.
Siempre en comunión con la jerarquía para poder lograr así ser
auténtico sacramento. En la unidad radica, precisamente, su
sacramentalidad.
Obedeciendo esa constante se quiere dar todas las
herramientas para una formación integral de los laicos. Es ese el
aporte de este libro que con alegría y entusiasmo quiero
presentar. Seguro estoy de que es más que un aporte. Podríamos
considerarlo como un compendio, casi completo, y, sobre todo,
actualizado de todo el pensamiento de la Iglesia en su doctrina
teológica y disciplinaria. Será el texto oficial de la Diócesis de
Barcelona para los Ministerios Extraordinarios y para los oficios
y funciones de los laicos.
Reciban este libro con gran entusiasmo y como un trabajo
de mucha utilidad. Estamos ciertos de que el Espíritu Santo nos
conduce bajo las directrices de la Iglesia de Cristo que quiere
promover y reconocer a cada cual los carismas que el Señor se
ha dignado dar a su pueblo.
Me uno a los sacerdotes de toda la extensa geografía del
Estado Anzoátegui en su afán de integrar a los laicos en su
trabajo pastoral. Los invito a hacer unánime ese deseo de todos
en la necesidad de Dios y de su palabra, al que tienen derecho
- Oficios, funciones y Ministerios Extraordinarios –

desde el mismo bautismo. Que el Señor, que es la fuente, el alfa


y omega, de toda actividad de la Iglesia nos disponga a todos con
el corazón abierto a los signos de los tiempos para “que todo
tienda a Cristo como a su fin y origen”. Y no halla otra meta
que el trabajo de la expansión de su reino. Y no otra satisfacción
que la del deber cumplido para poder repetir en nuestra
conciencia sacerdotal las mismas palabras del Apóstol: “he
hecho lo que tenía que hacer”, y que no es otra cosa que llevar
a Cristo a los hombres y los hombres a Cristo en nuestro paso
como sus heraldos y mensajeros. Todo ello para gloria de su
nombre y alabanza al Padre en el Espíritu.
Que la Virgen, la primera evangelizada y la primera
evangelizadora, bajo la advocación de la Virgen del Valle,
Patrona del Oriente venezolano, y bajo su protección en la
advocación de la Candelaria, Patrona de la Diócesis de
Barcelona, nos conceda la alegría del trabajo en comunión, con
la Iglesia, para la Iglesia y en la Iglesia.
Dios nos bendiga a todos.

Mons. Dr. César Ramón Ortega Herrera


Obispo de Barcelona – Venezuela

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PRIMERA PARTE:

- EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

- LA TRADICIÓN EN LA IGLESIA
RECOMENDACIÓN INICIAL:

Pretendemos con este material hacer una presentación


general de todos los elementos necesarios doctrinales para la
escuela de Ministerios Extraordinarios. Resumimos, como
material de estudio, todo lo que es necesario para la formación
de los futuros "encomendados" por parte de la Diócesis de
Barcelona en las diferentes tareas que más adelante serán
distribuidas por la autoridad competente.
El primer tema es el Magisterio de la Iglesia. Es,
precisamente, este el punto de partida, para entender todo el
"envío" que se hará a los laicos comprometidos con Dios y con
la Iglesia.
Hacemos una observación muy importante: La guía de
estudio que presentamos es muy importante; pero, la guía sola,
sin la asistencia a las clases no se comprende en su totalidad. Es
decir, guía y clase son complementarias. Porque las clases harán
totalmente comprensible el contenido de la guía de estudio.

EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

EL MAGISTERIO EN LA IGLESIA

La manera que en la utilización corriente del término


magisterio está reservada al maestro de escuela o enseñante y
viene a ser usado siempre para indicar el papel y la autoridad del
que enseña.
En la Edad Media, respecto a la Iglesia, se tenía dos tipos
de "cátedras" o de autoridades en la enseñanza: la del Obispo en
su catedral y la del profesor en la Universidad.
Al paso de los años el término magisterio ha ido adqui-
riendo una aplicación netamente eclesiástica y hoy está utilizada
casi exclusivamente al oficio de enseñar de los obispos, aunque
no se niega que también los teólogos desempeñan el papel de
- El Magisterio de la Iglesia –

enseñar. Pero el término se ha ido aplicando con más propiedad


al rol de los obispos, mejor aún, del episcopado en conjunto,
quienes tienen la autoridad de enseñar oficialmente, y los
poderes de docencia.
En los documentos del Concilio Vaticano II el término el
magisterio está referido al oficio del enseñar. Así en la Lumen
Gentium N. 18 b, se dice:

Este Santo Concilio, siguiendo las huellas del Vaticano I,


enseña y declara con él que Jesucristo, eterno Pastor,
edificó la santa Iglesia enviando a sus apóstoles como Él
mismo había sido enviado por el Padre... Esta doctrina de
la institución, perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro
primado del Romano Pontífice y de su magisterio
infalible, el Santo concilio lo propone nuevamente como
objeto firme de fe a todos los fieles y, prosiguiendo dentro
de la misma línea, se propone, ante la faz de todos, profe-
sar y declarar la doctrina acerca de los obispos, sucesores
de los apóstoles, los cuales, junto con el sucesor de Pedro,
Vicario de Cristo y Cabeza visible de la Iglesia, rigen la
casa del Dios vivo.

A.) Características del Magisterio de los obispos:

En el número 25, de la Lumen Gentium se describe el


magisterio del Romano Pontífice de "magisterio auténtico" y se
describe a los obispos como “doctores auténticos”, es decir ,
“revestidos de la autoridad de Cristo”; dice el documento:

Entre los oficios principales de los obispos se


destaca la predicación del Evangelio. Porque son los obis-
pos los pregoneros de la fe que ganan nuevos discípulos
para Cristo y son los maestros auténticos, es decir,
herederos de la autoridad de Cristo, que predican al

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- Oficios, funciones y Ministerios Extraordinarios –

pueblo que les ha sido encomendado la fe que ha de


creerse y ha de aplicarse a la vida, la ilustran con la luz
del Espíritu Santo, extrayendo del tesoro de la Revelación
las cosas nuevas y las cosas viejas (cf. Mt. 13, 52), la
hacen fructificar y con vigilancia apartan de la grey los
errores que la amenazan (cf. 2 Tim, 4, 14). Los obispos,
cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice,
deben ser respetados por todos como los testigos de la
verdad divina y católica; los fieles, por su parte, tienen
obligación de aceptar y adherirse con religiosa sumisión
del espíritu al parecer de su obispo en materias de fe y de
costumbres cuando él las expone en nombre de Cristo...

La Dei Verbum, en el número 10, acentúa también que el


oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios está
confiado sólo al magisterio vivo de la Iglesia. En cuanto a la
autoridad dada a los apóstoles lo dice el mismo Concilio en los
números y textos ya dados anteriormente y en la Lumen
Gentium, N. 21:

Estos pastores, elegidos para apacentar la grey del Señor,


son los ministros de Cristo y los dispensadores de los
misterios de Dios (cf. 1 Cor. 4, 1) y a ellos está
encomendado el testimonio del Evangelio de la gracia de
Dios (cf. Rom. 15, 16; Act. 20, 24) y la administración del
Espíritu y de la justicia en gloria (cf. 2 Cor. 3, 89).
Para realizar estos oficios tan altos, fueron los apóstoles
enriquecidos por Cristo con la efusión especial del
Espíritu Santo (cf. Act. 1, 8; 2, 4; Jn 20, 22-23), y ellos, a
su vez, por la imposición de las manos transmitieron a sus
colaboradores el don del Espíritu (cf. 1 Tim. 4, 14; 2 Tim.
1, 67), que ha llegado hasta nosotros en la consagración
episcopal.

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- El Magisterio de la Iglesia –

El mismo Concilio habla en ese sentido de que los


obispos son "jueces de la fe".
La Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Sagrado
Magisterio de la Iglesia son los tres elementos esenciales para
comprender la palabra de Dios, ya que la palabra depósito
sugiere el hecho que la autorevelación de Dios a la humanidad es
definitiva en el evento Cristo y que esta palabra de Dios defi-
nitiva es un tesoro confiado a la Iglesia, el cual no estará
posteriormente aumentado.

B.) Naturaleza del Magisterio:

La misión del Magisterio es la de afirmar, coherentemente


con la naturaleza escatológica propia del evento Jesucristo, el
carácter definitivo de la Alianza instaurada de Dios por medio de
Cristo con su pueblo. El significado del Magisterio y su valor
son comprensibles solo en relación a la verdad cristiana y a la
predicación de la palabra verdadera. La misión del magisterio
emerge directamente de la economía de la fe misma, en cuanto el
Magisterio es, en su servicio a la palabra de Dios, una institución
querida positivamente de Cristo como elemento constitutivo de
la Iglesia.
El Magisterio está dotado en particular del carisma de la
infalibilidad en cuanto concierne a materias de fe y de costum-
bres.

C.) El magisterio es infalible:

La infalibilidad del magisterio se ejercita en particular


cuando los obispos, en unión con el jefe visible, mediante un
acto colegial, como en el caso de los concilios ecuménicos,
proclaman una doctrina, o cuando el Pontífice romano, ejercitan-

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- Oficios, funciones y Ministerios Extraordinarios –

do su misión de Pastor y Doctor supremo de todos los cristianos,


proclama una doctrina ex cathedra.
El deber de custodiar santamente y de exponer fielmente
el depósito de la divina Revelación implica, por su naturaleza,
que el Magisterio pueda proponer "en modo definitivo"
enunciados que, también si no están contenidos en las verdades
de fe, están a ellas todavía íntimamente unidos. Así, que, el
carácter definitivo de tales afirmaciones deriva, en última
instancia, de la Revelación misma.
Lo que concierne a la moral puede ser objeto de
magisterio auténtico, porque el Evangelio, que es palabra de
vida, inspira y dirige todo el ámbito del actuar humano. La
competencia del Magisterio se extiende también a lo que
respecta la ley natural. Es doctrina de fe que las normas morales
naturales pueden ser infaliblemente enseñadas del Magisterio.
Las decisiones magisteriales en materia de disciplina, ta-
mbién si no son garantías del carisma de la infalibilidad, no están
desprovista de la asistencia del Espíritu Santo, y requieren la
adhesión de los fieles.

D.) Sujeto del Magisterio:

El Pontífice romano cumple su misión universal con la


ayuda de los organismos de la Curia Romana y en particular de
la Congregación para la Doctrina de la Fe, en lo que respecta la
doctrina sobre fe y sobre moral. Los documentos de esta Congre-
gación, aprobados expresamente del Papa, participan del
Magisterio ordinario del sucesor de Pedro.
Los obispos unidos al Romano Pontífice, como
igualmente las Conferencias Episcopales. Se habla al respecto de
una "communio Ecclesiarum", principio de colegialidad, como
se señala en la Redemptor hominis, en la que las dos realidades,
la del primado del papado y el episcopado, no son dos realidades

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- El Magisterio de la Iglesia –

antagónicas, ni mucho menos una mera confederación de


Iglesias locales, sino de una comunión orgánica totalmente
presente y operante en cada una de las Iglesias. Unión que es
propiamente sacramental y al mismo tiempo con una estructura
socio-jurídica.

E.) Unidad de la fe, en la iglesia, según el derecho


canónico

49)# 1) En virtud de su oficio, el Sumo Pontífice goza de


infalibilidad en el magisterio cuando, como supremo Pastor y
Doctor de todos los fieles, a quien compete confirmar a sus
hermanos en la fe, proclama mediante un acto definitivo la
doctrina que debe sostenerse en materia de fe o de costumbres.

# 2) También tiene infalibilidad en el magisterio el


Colegio Episcopal cuando los Obispos reunidos en Concilio
Ecuménico ejercen tal magisterio y, como doctores y jueces de la
fe y de las costumbres, declaran para toda la Iglesia la doctrina
sobre la fe o sobre las costumbres que ha de sostenerse
definitivamente; o bien cuando, dispersos por el mundo,
conservando el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de
Pedro, enseñando de modo auténtico junto con el mismo
Romano Pontífice las materias de fe y de costumbres,
concuerdan en que una determinada sentencia ha de sostenerse
como definitiva.
# 3) Ninguna doctrina se considera como definida
infaliblemente, si no consta así de modo manifiesto.

750) Con fe divina y católica se debe creer todo aquello que se


contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida por tradición,
es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia,
y que, al mismo tiempo, es propuesto como divinamente

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- Oficios, funciones y Ministerios Extraordinarios –

revelado, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por


su magisterio ordinario y universal; lo cual, a saber, se
manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía del
sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar
cualesquiera doctrinas contrarias.

LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

QUÉ ES LA TRADICIÓN:

Uno de los diccionarios del cristianismo dice que es:

Transmisión de una generación a otra ya sea de un


conocimiento, o unas prácticas, o bien de ambas cosas a la
vez; al mismo tiempo objeto de esta transmisión. En
sentido activo (en gr. paradosis), acción por la cual la
Iglesia transmite la palabra de Dios "como de mano en
mano" (concilio de Trento, Denz. 1501); en sentido
pasivo (en gr. paratheke), lo que se transmite, el depósito
de la fe.

El concepto de tradición es correlativo al de Iglesia. La


mediación de la revelación por parte de la Iglesia corresponde de
este modo al fenómeno de la tradición en su significado más
amplio posible. Para el Concilio Vaticano II no es, en primer
lugar, la tradición verbal (en contraposición a la palabra escrita),
sino la tradición real y viva que acontece en y por medio de la
comunidad creyente (DV 8). De este modo, el concilio ha
reafirmado lo que, desde hace tiempo, se ha llamado el principio
formal del catolicismo con relación a la revelación: "... la Iglesia
no es la misma revelación ni la fuente de ésta, sino la 'norma' y
el lugar competente de su legítima exposición y auténtica
interpretación. El 'principio formal del catolicismo' no es, por

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- El Magisterio de la Iglesia –

tanto, la Escritura, sino la Iglesia viva, apostólica, que transmite


la tradición, en la que la Escritura halla su puesto".
Para comprender la Tradición, es necesario acudir a la Dei
Verbum. Así, la revelación divina, realiza su destino universal en
el espacio y en el tiempo a través de la tradición viva que está
actuando en el seno de la comunidad creyente (DV, 7). En ese
proceso de transmisión de la revelación está implicado todo el
pueblo de Dios a través de la multiplicidad de sus dones,
funciones y expresiones. No es necesario, por consiguiente,
separar comunidad y magisterio. Si bien toda la comunidad viva
es portadora de la tradición, al magisterio, no obstante, después
de haber escuchado la palabra divina (DV, 1), incumbe la
responsabilidad especial de asegurar la autenticidad de la
tradición (DV, 8; 10).
Tradición y Escritura, sin perder su valor propio, forman
un todo inseparable. La Tradición y la Sagrada Escritura
constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios
encomendado a la Iglesia (DV, 9).

A.) Tradiciones apostólicas:

El Catecismo de la Iglesia Católica, citando la Dei


Verbum, número 7, dice que la transmisión del Evangelio, según
el mandato del Señor, se hizo de dos maneras: Oralmente y por
escrito. Oralmente: los apóstoles, con su predicación, sus
ejemplos, sus instituciones, transmitieron de palabra lo que
habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el
Espíritu Santo les enseñó; por escrito: los mismos apóstoles y
otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la
salvación inspirados por el Espíritu Santo.

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- Oficios, funciones y Ministerios Extraordinarios –

B.) Tradiciones eclesiásticas:

Con el nombre de "tradiciones eclesiásticas" se designan


numerosas tradiciones de origen eclesiástico que se han
constituido en el curso de la vida histórica de la Iglesia
(instituciones, ritos, prácticas disciplinares, etc.). Tal vez estas
tradiciones eclesiásticas son la forma histórica en la que se ha
encarnado una realidad de origen apostólico. Otras veces, por el
contrario, son de origen puramente eclesiástico. En el Catecismo
de la Iglesia Católica se refiere a estas tradiciones como
"tradiciones" teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales
nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Pero
son distintas de la Tradición apostólica.
Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia
viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica
y a la vida de la Iglesia que cree y ora. Así se señala en el
Catecismo Católico, siendo fiel a la Dei Verbum, número 8.

C.) QUIÉNES SON LOS PADRES DE LA IGLESIA

Son Padres de la Iglesia los escritores de la antigüedad


que, en unidad de fe y de sociedad, fueron maestros acreditados.
Las características que el magisterio eclesiástico requiere para
aplicar a una persona el título de Padre de la Iglesia son las
siguientes: 1) Doctrina ortodoxa; 2) Santidad de vida, en el
sentido del cristianismo primitivo; 3) Reconocimiento por parte
de la Iglesia, que no ha de ser necesariamente explícito, sino que
puede expresarse por medios de citas, etc. 4) Haber vivido en el
tiempo de los "Padres", es decir, en la época que en Occidente
termina con la muerte de Isidoro de Sevilla y en Oriente con la
de San Juan Damasceno, o sea, poco más o menos con el siglo
VIII.
Los Padres, llamados apostólicos son: Clemente Romano,
Ignacio, Policarpo, el autor de II Clemente, Barnaba y Ermas.; y

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- El Magisterio de la Iglesia –

los apologistas griegos son: Arístide, Justino, Taziano, Teófilo.


Estos dos grupos no tuvieron una actividad literaria propiamente.

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SEGUNDA PARTE:

LA LITURGIA DE LA IGLESIA
LA LITURGIA DE LA IGLESIA

1) SENTIDO TEOLÓGICO DE LA LITURGIA DE LA


IGLESIA:

A.) El Espíritu Santo y la era de la Iglesia:

La Encíclica "Dominum et vivificantem", fiel al


Magisterio de la Iglesia, señala, que, consumada la obra que el
Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra (cf. Jn 17, 4) fue
enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés, a fin de santificar
indefinidamente a la Iglesia y para que de este modo los fieles
tengan acceso al Padre por medio de Cristo y sean un mismo
Espíritu (cf. Ef 2, 18). De este modo se habla del nacimiento de
la Iglesia el día de Pentecostés. La era de la Iglesia empezó con
la "venida" del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en el
Cenáculo de Jerusalén, junto con María, la Madre del Señor. Y
esta era de la Iglesia, perdura a través de los siglos y las
generaciones.

B.) La Iglesia, luz del mundo:

El Concilio Vaticano II, en el documento Ad gentes,


número 1, dice que la Iglesia, enviada de Dios a las gentes para
ser "sacramento universal de salvación", la Iglesia, por las
exigencias más profundas de su catolicidad y obedeciendo la
orden de su fundador, se esfuerza en anunciar el evangelio a
todos los hombres. De hecho los apóstoles, sobre los cuales la
Iglesia fue fundada, siguiendo el ejemplo de Cristo, "predicaron
la palabra de la verdad y generaron las iglesias". Es por tanto
tarea de sus sucesores dar continuidad a esta obra, para que "la
palabra de Dios corra y sea glorificada" (2 Tess. 3, 1) y el reino
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
de Dios sea comunicado y establecido sobre toda la tierra. Por
otra parte, en el presente orden de cosas del que nace una nueva
condición de la humanidad, la Iglesia sal de la tierra y luz del
mundo es llamada en manera más urgente a salvar y a renovar
toda criatura, para que todas las cosas sean recapituladas en
Cristo y los hombres constituyan en Él una sola familia y un solo
pueblo de Dios.

C.) La Eucaristía, centro de la vida de la Iglesia.

La aplicación primitiva del término ekklesia para


designar, tanto a la iglesia, como a la asamblea litúrgica, pronto
se asoció y atrajo hacia sí el término "eucaristía", al ser
considerada ésta como el verdadero centro tanto de la Iglesia,
como de la asamblea cultual. Así, será sobre todo "la asamblea
eucarística" la que se considera como verdadera manifestación o
epifanía de la Iglesia.
La Iglesia se reconoce a sí misma reconociendo al Señor,
y reconoce al Señor reconociéndose a sí misma. Dice la
Sacrosanctum Concilium, en el número 7:

Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre


presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica.
Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona
del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los
sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz",
sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente
con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando
alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en
su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada
Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último,
cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que
prometió : "Donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt. 18,20).

19
- La Liturgia de la Iglesia –

Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios


es perfectamente glorificado y los hombres santificados,
Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la
Iglesia, que invoca a su Señor y por Él tributa culto al
Padre Eterno.
Con razón, entonces, se considera la Liturgia como
el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos
sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la
santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de
Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el
culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración
litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo,
que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya
eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la
iguala ninguna otra acción de la Iglesia.

D.) La Eucaristía, naturaleza de la Iglesia

Ahora bien, la asamblea eucarística, no sólo es la


manifestación espacio-temporal privilegiada de la Iglesia; sino la
"Epifanía de la naturaleza íntima y de la estructura de la Iglesia",
de algún modo "sacramento de la Iglesia". Dice el número 2 de
la Sacrosanctum Concilium, que: La liturgia de hecho, mediante
la cual, sobre todo, en el divino sacrificio de la Eucaristía, " se
actúa la obra de nuestra redención", contribuye en sumo grado a
que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los otros el
misterio de Cristo y la genuina naturaleza de la verdadera iglesia,
que tiene la característica de ser al mismo tiempo humana y
divina, visible pero dotada de realidad invisible; ardiente en la
acción y dedicada a la contemplación, presente en el mundo y
todavía peregrina; todo esto de modo que cuanto en ella es
humano esté ordenado y subordinado a lo divino, el visible a lo
invisible; la acción a la contemplación; la realidad presente a la

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- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
ciudad futura, hacia la que estamos encaminados. De tal modo la
liturgia, mientras cada día edifica a los que están en la iglesia en
templo santo en el Señor, en habitación de Dios en el espíritu,
hasta llegar a la medida de la plenitud de Cristo; en el mismo
tiempo en modo admirable robustece sus fuerzas, para predicar a
Cristo; y así a quienes están fuera muestra la iglesia como signo
levantado sobre los pueblos, bajo el cual los dispersos hijos de
Dios se congreguen en unidad, hasta se haga un solo rebaño y un
solo pastor.

E.) La Iglesia, sujeto y objeto de acción eucarística.:

La celebración eucarística, es también un acto de la


asamblea celebrante y de la Iglesia universal. En este sentido la
Iglesia entera "es sujeto de la acción litúrgica" ya que la Iglesia
se halla representada de modo especial por la asamblea
eucarística. Así se reconoce en el Misal de Pablo VI, cuando se
dice: "la celebración de la misa es la acción de Cristo y del
pueblo de Dios ordenado jerárquicamente". Y es lo que quiere
decir también la clásica expresión: "la Iglesia hace la eucaristía",
porque, en efecto, la eucaristía es la acción de toda la Iglesia, y
toda la Iglesia, sacerdotes y fieles, es sujeto de la eucaristía.
Pero también puede y debe decirse que la Iglesia es
"objeto de la Eucaristía". En el sentido de que no sólo es la
Iglesia que hace la eucaristía, sino que también es la "Eucaristía
la que hace a la Iglesia". De manera que el mismo sujeto del acto
se convierte así en "objeto de la acción". La eucaristía y la
Iglesia se engendran mutuamente, a partir de la acción en ellas
del único Espíritu de Cristo, que es la raíz de dicha fecundidad.
En esta misma perspectiva: la eucaristía significa a la Iglesia en
su ideal de unidad y santidad. Y la Iglesia significa a la eucaristía
su necesaria apertura y expansión hacia el mundo para el
cumplimiento de su misión: "llegar a ser aquello que recibe
realizando la unidad y santidad que significa la eucaristía".

21
- La Liturgia de la Iglesia –

Lo expresado anteriormente, no significa, que la eucaristía


tenga su origen en la Iglesia, ni que la Iglesia tenga su origen en
la eucaristía. El único origen de ambas es Cristo y el Espíritu, en
cuanto don escatológico de Cristo. Por eso, tanto en la Iglesia
cuanto en la eucaristía se proclama que Cristo es el Señor, y que
el Espíritu es el don transformante de Cristo, que está
personalmente dirigiendo y renovando la Iglesia y la eucaristía,
hasta la plenitud escatológica.

F.) Todos los sacramentos tienen a la Eucaristía,


como centro:

Los otros sacramentos, así como todos los ministerios


eclesiásticos y obras de apostolado, están íntimamente trabados
con la Sagrada Eucaristía y a ella se ordenan... Y es que en la
Sagrada Eucaristía se contiene el bien espiritual de la Iglesia, es
decir, a Cristo mismo, nuestra Pascua... Por lo cual la Eucaristía
aparece como la fuente y la culminación de toda la predicación
evangélica. Los fieles por la recepción de la Eucaristía se
insertan en el cuerpo de Cristo" (Presbyterorum Ordinis, 5).

G.) En la Eucaristía, la Iglesia continúa la obra de


Cristo.

El Concilio Vaticano II pone de relieve el intento de


Cristo al instituir el sacrifico eucarístico: "que es el memorial de
la muerte y resurrección de Cristo" (Sacrosanctum Concilium,
47). Este memorial, en cuanto memorial del sacrificio de la cruz,
es sacrificio eucarístico, "donde se perpetúa en los siglos , hasta
su regreso, el sacrificio de la cruz..."
La Eucaristía está íntimamente unida al sacrificio de
Cristo y de la Iglesia (Sacrosanctum Concilium, 12; Lumen

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- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Gentium, 11, 28, 34; Presbyterorum Ordinis, 2). El Vaticano II
recogiendo la riqueza y la experiencia eucarística de la Iglesia a
través de los siglos introduce esta terminología especialmente en
la Presbyterorum Ordinis, y Pablo VI en su encíclica "Mysterium
Fidei": "La Iglesia, esposa y ministra de Cristo, cumpliendo con
el oficio de sacerdote y víctima la ofrece al Padre, y unida a él se
ofrece ella misma".
Desde este punto de vista, la Eucaristía aparece como don
y empresa de Cristo para conseguir en todos los tiempos el
objetivo primordial de la redención de todos los hombres. Por
ello la Iglesia puede llamarse "continuatio Christi", lo cual es
posible gracias a la Eucaristía.
Este ser en y para la Iglesia, en relación a la Eucaristía se
manifiesta de modo particular en el ministerio sacerdotal. Pues
tanto el sacerdote como los fieles participan del único sacerdocio
de Cristo, por lo cual todos pueden ofrecerlo, ya que es en este
sentido, "el sacrificio de la Iglesia".

LA IGLESIA SE MANIFIESTA A SÍ MISMA

Por último, el Concilio ha querido ver en la liturgia una


Epifanía de la Iglesia, pues la liturgia es la Iglesia en oración.
Celebrando el culto divino, la Iglesia expresa lo que es: una,
santa, católica y apostólica. Así se señala en la carta Apostólica
"Vicesimus quintus annus", del Papa Juan Pablo II, del 4 de
diciembre de 1988, a propósito de los veinticinco años de la
Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium.
Se manifiesta como una, con aquella unidad que le viene
de la Trinidad, sobre todo cuando el pueblo santo de Dios
participa «en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto
al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio
y ministros». ¡Que nada rompa ni debilite, en la celebración de la
liturgia, esta unidad de la Iglesia!

23
- La Liturgia de la Iglesia –

La Iglesia expresa la santidad que le viene de Cristo


cuando, congregada en un solo cuerpo por el Espíritu Santo que
santifica y da la vida, comunica a los fieles, mediante la
Eucaristía y los otros sacramentos, toda gracia y toda bendición
del Padre.
En la celebración litúrgica la Iglesia expresa su
catolicidad, ya que en ella el Espíritu del Señor congrega a los
hombres de todas las lenguas en la profesión de la misma fe, y
desde Oriente a Occidente ella presenta a Dios Padre el sacrificio
de Cristo y se ofrece así misma junto con él. Finalmente, en la
liturgia la Iglesia manifiesta que es apostólica, porque la fe que
ella profesa esta fundada en el testimonio de los Apóstoles;
porque en la celebración de los misterios, presidida por el
Obispo, sucesor de los Apóstoles, o por un ministro ordenado en
la sucesión apostólica, transmite fielmente lo que ha recibido de
la Tradición apostólica; porque el culto que ofrece a Dios la
compromete en la misión de irradiar el Evangelio en el mundo.
De esta manera es como el misterio de la Iglesia es
principalmente anunciando, gustado y vivido en la liturgia.

H.) A modo de conclusión:

La centralidad de la Eucaristía está fundada en cuanto que


en ella Cristo realiza su presencia más intensa en la Iglesia. El
misterio de la Iglesia, alcanza su mayor densidad, realiza su
esencia como cuerpo universal y sacramental de Cristo, y tiene
lugar la plena integración del Cristo individual en el Cristo total,
en la forma espacio-temporal del Cristo glorificado. Por la
Eucaristía la Iglesia realiza su doble carácter de ser medio y
comunidad de salvación.

24
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
LA EUCARISTÍA ES EL CENTRO DE LA IGLESIA

Tomamos, a continuación las principales ideas a nuestro


propósito de la carta "Dominicae Cenae", del Papa Juan Pablo II,
del 24 de febrero de 1980.

CULTO DEL MISTERIO EUCARÍSTICO;

Hablando de la importancia de la Eucaristía dice que el


culto está dirigido a Dios Padre por medio de Jesucristo en el
Espíritu Santo. Ante todo al Padre, como afirma el Evangelio de
San Juan: «Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su
Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen, sino
que tengan vida eterna.»
Se dirige también en el Espíritu Santo a aquel Hijo
encarnado, según la economía de salvación, sobre todo en aquel
momento de entrega suprema y de abandono total de sí mismo,
al que se refieren las palabras pronunciadas en el Cenáculo:
«Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros»..., «Éste es
el cáliz de mi sangre..., que será derramada por vosotros».'La
aclamación litúrgica: «Anunciamos tu muerte» nos hace recordar
aquel momento. Al proclamar a la vez su resurrección,
abrazamos en el mismo acto de veneración a Cristo resucitado y
glorificado «a la derecha del Padre», así como la perspectiva de
su «venida con gloria». Sin embargo, es su anonadamiento
voluntario, agradable al Padre y glorificado con la resurrección,
lo que, al ser celebrado, nos lleva a la adoración del Redentor
que «se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte
de cruz».
Esta adoración nuestra contiene otra característica
particular: está compenetrada con la grandeza de esa muerte
humana, en la que el mundo, es decir, cada uno de nosotros, es
amado «hasta el extremo». Así pues, ella es también una
respuesta que quiere Corresponder a aquel amor inmolado que
llega hasta la muerte en la cruz: es nuestra “Eucaristía“, es decir,

25
- La Liturgia de la Iglesia –

nuestro agradecimiento, nuestra alabanza por habernos redimido


Con su muerte y hecho participantes de su vida inmortal
mediante su resurrección.

EUCARISTíA Y CARIDAD

Si la vida cristiana -- seguimos presentado la carta


"Dominicae Cenae" -- se manifiesta en el cumplimiento del
principal mandamiento, es decir, en el amor a Dios y al prójimo,
este amor encuentra su fuente precisamente en el Santísimo
Sacramento, llamado generalmente Sacramento del amor.
La Eucaristía significa esta caridad, y por ello la recuerda,
la hace presente y al mismo tiempo la realiza. Cada vez que
participamos en ella de manera consciente, se abre en nuestra
alma una dimensión real de aquel amor inescrutable que encierra
en sí todo lo que Dios ha hecho por nosotros los hombres y que
hace continuamente, según las palabras de Cristo: "Mi Padre
sigue actuando, y yo también actúo. Junto con este don
insondable y gratuito, que es la caridad revelada hasta el extremo
en el sacrificio salvífico del Hijo de Dios -del que la Eucaristía
es señal indeleble-, nace en nosotros una viva respuesta de amor.
No sólo conocemos el amor, sino que nosotros mismos
comenzamos a amar. Entramos, por así decirlo, en la vía del
amor y progresamos en este camino. El amor que nace en
nosotros de la Eucaristía se desarrolla gracias a ella, se
profundiza, se refuerza.
El culto eucarístico es, pues, precisamente expresión de
este amor, que es la característica auténtica y más profunda de la
vocación cristiana. Este culto brota del amor y sirve al amor, al
cual todos somos llamados en Cristo Jesús. Fruto vivo de este
culto es la perfección de la imagen de Dios que llevamos en
nosotros, imagen que corresponde a la que Cristo nos ha
revelado. Convirtiéndonos así en adoradores del Padre «en

26
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
espíritu y verdad" maduramos en una creciente unión con Cristo,
estamos cada vez más unidos a él y si podemos emplear esta
expresión- somos más solidarios con él.
La doctrina de la Eucaristía, signo de unidad y vínculo de
caridad, enseñada por san Pablo ha sido luego profundizada en
los escritos de tantos santos que son para nosotros un ejemplo
vivo de culto eucarístico. Hemos de tener siempre esta realidad
ante los ojos y, al mismo tiempo, debemos esforzarnos
continuamente para que también nuestra generación añada a esos
maravillosos ejemplos del pasado otros ejemplos nuevos, no
menos vivos y elocuentes, que reflejen la época a la que
pertenecemos.

EUCARISTÍA Y PRÓJIMO

El auténtico sentido de la Eucaristía se convierte de por sí


en escuela de amor activo al prójimo. Sabemos que es éste el
orden verdadero e integral del amor que nos ha enseñado el
Señor: "La señal por la que conocerán todos que sois discípulos
míos será que os amáis unos a otros.» La Eucaristía nos educa
para ese amor de modo más profundo; en efecto, demuestra qué
valor debe de tener a los ojos de Dios todo hombre, nuestro
hermano y hermana, si Cristo se ofrece a sí mismo de igual
modo a cada uno, bajo las especies de pan y de vino. Si nuestro
culto eucarístico es auténtico, debe hacer aumentar en nosotros
la conciencia de la dignidad de todo hombre. La conciencia de
esta dignidad se convierte en el motivo más profundo de nuestra
relación con el prójimo.
Asimismo debemos hacernos particularmente sensibles a
todo sufrimiento y miseria humana, a toda injusticia y ofensa,
buscando el modo de repararlos de manera eficaz. Aprendamos a
descubrir con respeto la verdad del hombre interior, porque
precisamente este interior del hombre se hace morada de Dios
presente en la Eucaristía. Cristo viene a los corazones y visita las

27
- La Liturgia de la Iglesia –

conciencias de nuestros hermanos y hermanas. Cómo cambia la


imagen de todos y cada uno cuando adquirimos conciencia de
esta realidad, cuando la hacemos objeto de nuestras reflexiones!
El sentido del misterio eucarístico nos impulsa al amor al
prójimo, al amor a todo hombre.

EUCARISTÍA Y VIDA

Siendo, pues, fuente de caridad, la Eucaristía ha ocupado


siempre el centro de la vida de los discípulos de Cristo. Tiene el
aspecto de pan y de vino, es decir, de comida y de bebida; por lo
mismo es tan familiar al hombre, y está tan estrechamente
vinculada a su vida, como lo están efectivamente la comida y la
bebida. La veneración a Dios, que es Amor, nace del culto
eucarístico, de esa especie de intimidad en la que él mismo,
análogamente a la comida y a la bebida, llena nuestro ser
espiritual, asegurándole, igual que a ellos, la vida. Tal
veneración «eucarística» de Dios corresponde, pues, estric-
tamente a sus planes salvíficos. Él mismo, el Padre, quiere que
los que quieran dar culto verdadero lo adoren precisamente así, y
Cristo es intérprete de este querer con sus palabras a la vez que
con este Sacramento; en el cual nos hace posible la adoración al
Padre, de la manera más conforme a su voluntad.
De tal concepción del culto eucarístico brota todo el estilo
sacramental de la vida del cristiano. En efecto, conducir una vida
basada en los sacramentos, animada por el sacerdocio común,
significa ante todo, por parte del cristiano, desear que Dios actúe
en él para hacerlo llegar en el Espíritu "a la medida de Cristo en
su plenitud». Dios, por su parte, no lo toca solamente. a través de
los acontecimientos y con su gracia interna, sino que actúa en él,
con mayor certeza y fuerza, a través de los sacramentos. Ellos
dan a su vida un estilo sacramental.

28
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
SACRALIDAD DE LA EUCARISTÍA Y SACRIFICIO

La celebración de la Eucaristía, comenzando por el


Cenáculo y por el Jueves Santo, tiene una larga historia propia,
larga cuanto la historia de la Iglesia. En el curso de esta historia
los elementos secundarios han sufrido ciertos cambios; no
obstante, ha permanecido inmutada la esencia del Mysterium,
instituido por el Redentor del mundo, durante la última Cena.
También el Concilio Vaticano II ha aportado algunas
modificaciones, en virtud de las cuales la liturgia actual de la
misa se diferencia en cierto sentido de la conocida antes del
Concilio. No pensamos hablar de estas diferencias; por ahora
conviene que nos detengamos en lo que es esencial e inmutable
en la liturgia eucarística.
Y con ese elemento está estrechamente vinculado el
carácter de sacrum de la Eucaristía, esto es, de acción santa y
sagrada. Santa y sagrada, porque en ella está continuamente
presente y actúa Cristo, “el Santo de Dios”, ungido por Dios con
la fuerza del Espíritu Santo, “a quien el Padre consagró”, para
dar libremente y recobrar su vida, "Sumo Sacerdote de la Nueva
Alianza”. Es él, en efecto, quien, representado por el celebrante,
hace su ingreso en el santuario y anuncia su Evangelio. Es él “el
oferente y el ofrecido, el consagrante y el consagrado”. Acción
santa y sagrada, porque es constitutiva de las especies sagradas,
del Sancta sanctis, es decir, de las "cosas santas -Cristo, el Santo-
dadas a los santos», como cantan todas las liturgias de Oriente en
el momento en que se alza el pan eucarístico para invitar a los
fieles a la Cena del Señor.
El sacrum de la misa no es, por tanto, una “sacralización”,
es decir, una añadidura del hombre a la acción de Cristo en el
Cenáculo, ya que la Cena del Jueves Santo fue un rito sagrado,
liturgia primaria y constitutiva, con la que Cristo,
comprometiéndose a dar la vida por nosotros, celebró
sacramentalmente, él mismo, el misterio de su Pasión y
Resurrección, corazón de toda misa. Derivando de esta liturgia,
29
- La Liturgia de la Iglesia –

nuestras misas revisten de por si una forma litúrgica completa,


que, no obstante esté diversificada según las familias rituales,
permanece sustancialmente idéntica. El sacrum de la misa es una
sacralidad instituida por Cristo. Las palabras y la acción de todo
sacerdote, a las que corresponde la participación consciente y
activa de toda la asamblea eucarística, hacen eco a las del Jueves
Santo.
El sacerdote ofrece el santo sacrificio in persona Christi,
lo cual quiere decir más que “en nombre” o también “en vez” de
Cristo. In persona: es decir, en la identificación especifica,
sacramental con el «sumo y eterno Sacerdote», que es el Autor y
Sujeto principal de este su propio sacrificio, en el que, en verdad,
no puede ser sustituido por nadie. Solamente él, solamente
Cristo, podía y puede ser siempre verdadera y efectiva “víctima
de propiciación por nuestros pecados..., sino también por los del
mundo entero”. Solamente su sacrificio, y ningún otro, podía y
puede tener “fuerza propiciatoria” ante Dios, ante la Trinidad,
ante su trascendental santidad. La toma de conciencia de esta
realidad arroja una cierta luz sobre el carácter y sobre el
significado del sacerdote- celebrante, que, llevando a efecto el
santo sacrificio y obrando in persona Christi, es introducido e
inserido, de modo sacramental (y al mismo tiempo inefable), en
este estrictísimo sacrum, en el que a su vez asocia
espiritualmente a todos los participantes en la asamblea
eucarística.
Ese sacrum, actuado en formas litúrgicas diversas, puede
prescindir de algún elemento secundario, pero no puede ser
privado de ningún modo de su sacralidad y sacramentalidad
esenciales, porque fueron queridas por Cristo y transmitidas y
controladas por la Iglesia. Ese sacrum no puede tampoco ser
instrumentalizado para otros fines. El misterio eucarístico,
desgajado de su propia naturaleza sacrificial y sacramental, deja
simplemente de ser tal. No admite ninguna imitación «profana»,
que se convertiría muy fácilmente (si no incluso como norma) en

30
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
una profanación. Esto hay que recordarlo siempre, y quizá sobre
todo en nuestro tiempo, en el que observamos una tendencia a
borrar la distinción entre sacrum y profanum, dada la difundida
tendencia general (al menos en algunos lugares) a la
desacralización de todo.
En tal realidad, la Iglesia tiene el deber particular de
asegurar y corroborar el sacrum de la Eucaristía. En nuestra
sociedad pluralista, y a veces también deliberadamente
secularizada; la fe viva de la comunidad cristiana -fe consciente
incluso de los propios derechos con respecto a todos aquellos
que no comparten la misma fe- garantiza a este sacrum el
derecho de ciudadanía. El deber de respetar la fe de cada uno es
al mismo tiempo correlativa al derecho natural y civil de la
libertad de conciencia y de religión.
La sacralidad de la Eucaristía ha encontrado y encuentra
siempre expresión en la terminología teológica y litúrgica. Este
sentido de la sacralidad objetiva del misterio eucarístico es tan
constitutivo de la fe del pueblo de Dios que con ella se ha
enriquecido y robustecido. Los ministros de la Eucaristía deben,
por tanto, sobre todo en nuestros días, ser iluminados por la
plenitud de esta fe viva, y a la luz de ella deben comprender y
cumplir todo lo que forma parte de su ministerio sacerdotal, por
voluntad de Cristo y de su Iglesia.

SACRIFICIO

La Eucaristía es, por encima de todo, un sacrificio:


sacrificio de la Redención y al mismo tiempo sacrificio de la
Nueva Alianza, como creemos y como claramente profesan las
Iglesias orientales: (El sacrificio actual -afirmó hace siglos la
Iglesia griega- es como aquel que un día ofreció el Unigénito
Verbo encarnado, es ofrecido (hoy como entonces) por él, siendo
el mismo y único sacrificio.» Por esto, y precisamente haciendo
presente este sacrificio único de nuestra salvación, el hombre y

31
- La Liturgia de la Iglesia –

el mundo son restituidos a Dios por medio de la novedad pascual


de 'la Redención. Esta restitución no puede faltar: es fundamento
de la «alianza nueva y eterna» de Dios con el hombre y del
hombre con Dios. Si llegase a faltar, se debería poner en tela de
juicio bien sea la excelencia del sacrificio de la Redención, que
fue perfecto y definitivo, bien sea el valor sacrificial de la santa
misa. Por tanto, la Eucaristía, siendo verdadero sacrificio, obra
esa restitución a Dios.
Se sigue de ahí que el celebrante, en cuanto ministro del
sacrificio, es el auténtico sacerdote que lleva a cabo en virtud del
poder especifico de la sagrada ordenación- el verdadero acto
sacrificial que lleva de nuevo a los seres a Dios. En cambio,
todos aquellos que participan en la Eucaristía, sin sacrificar
como él, ofrecen con él, en virtud del sacerdocio común, sus
propios sacrificios espirituales, representados por el pan y el
vino, desde el momento de su presentación en el altar.
Efectivamente, este acto litúrgico, solemnizado por casi todas las
liturgias, “conserva todo su sentido y significado espiritual”. El
pan y el vino se convierten en cierto sentido en símbolo de todo
lo que lleva la asamblea eucarística, por sí misma, en ofrenda a
Dios, y que ofrece en espíritu.
Es importante que este primer momento de la liturgia
eucarística, en sentido estricto, encuentre su expresión en el
comportamiento de los participantes. A esto corresponde la
llamada procesión de las ofrendas, prevista por la reciente
reforma litúrgica, y acompañada, según la antigua tradición, por
un salmo o un cántico. Es necesario un Cierto espacio de tiempo,
a fin de que todos puedan tomar conciencia de este acto,
expresado contemporáneamente por las palabras del celebrante.
La conciencia del acto de presentar las ofrendas debería
ser mantenida durante toda la misa.. Más aún, debe ser llevada a
plenitud en el momento de la consagración y de la oblación
anamnética, tal como lo exige el valor fundamental del momento
del sacrificio. Para demostrar esto ayudan las palabras de la

32
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
plegaria eucarística que el sacerdote pronuncia en alta voz.
Parece útil repetir aquí algunas expresiones de la tercera plegaria
eucarística, que manifiestan especialmente el carácter sacrificial
de la Eucaristía y unen el ofrecimiento de nuestras personas al de
Cristo: «Dirige tu mirada sobre la ofrenda tu Iglesia, y reconoce
en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu
amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu
Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo
cuerpo y un solo espíritu. Que él nos transforme en ofrenda
permanente.»
Este valor sacrificial está ya expresado en cada
celebración por las palabras con que el sacerdote concluye la
presentación de los dones al pedir a los fieles que oren para que
«este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre
todopoderoso». Tales palabras tienen un valor de compromiso en
cuanto expresan el carácter de toda la liturgia eucarística y la
plenitud de su contenido tanto divino como eclesial.
Todos los que participan con fe en la Eucaristía se dan
cuenta de que ella es Sacrificium, es decir, una "ofrenda
consagrada». En efecto, el pan y el vino, presentados en el altar y
acompañados por la devoción y por los sacrificios espirituales de
los participantes, son finalmente consagrados, para que se
conviertan verdadera, real y substancialmente en el Cuerpo
entregado y en la Sangre derramada de Cristo mismo. Así, en
virtud de la consagración, las especies del pan y del vino, «re-
presentan», de modo sacramental e incruento, el Sacrificio
cruento propiciatorio ofrecido por él en la cruz al Padre para la
salvación del mundo. Él solo, en efecto, ofreciéndose como
víctima propiciatoria en un acto de suprema entrega e
inmolación, ha reconciliado a la humanidad con el Padre,
únicamente mediante su sacrificio, "borrando el protocolo que
nos condenaba con sus cláusulas y era, contrario a nosotros».
A este sacrificio, que es renovado de forma sacramental
sobre el altar, las ofrendas del pan y del vino, unidas a la
devoción de los fieles, dan además de una contribución

33
- La Liturgia de la Iglesia –

insustituible, ya que, mediante la consagración sacerdotal, se


convierten en las sagradas especies. Esto se hace patente en el
comportamiento del sacerdote durante la plegaria eucarística,
sobre todo durante la consagración, y también cuando la
celebración del sacrificio y la Participación en él está
acompañada por la conciencia de que “el está ahí y te llama”.
Esta llamada del Señor, dirigida a nosotros mediante su
sacrificio abre los corazones, a fin de que purificados en el
misterio de nuestra Redención se unan a él en la comunión
eucarística, que da a la participación en la misa un valor pleno,
comprometedor para la existencia humana: "La Iglesia pretende
que los fieles no sólo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que
aprendan a ofrecerse a sí mismos, y de día en día perfeccionen,
con la mediación de Cristo, la unidad con Dios y en para que,
finalmente, Dios lo sea todo para todos.»

BIEN COMÚN DE LA IGLESIA:

No podemos, ni siquiera por un instante, olvidar que la


Eucaristía es un bien peculiar de toda la Iglesia. Es el don más
grande que, en el orden de la gracia y del sacramento, el divino
Esposo ha ofrecido y ofrece sin cesar a su Esposa. Y,
precisamente porque se trata de tal don, todos debemos, con
espíritu de fe profunda, dejarnos guiar por el sentido de una
responsabilidad verdaderamente cristiana. Un don nos obliga
tanto más profundamente porque nos habla, no con la fuerza de
un rígido derecho, sino con la fuerza de la confianza personal, y
así sin obligaciones legales- exige correspondencia y gratitud.
La Eucaristía es verdaderamente tal don, es tal bien. Debemos
permanecer fieles en los pormenores, a lo que ella expresa en sí
y a lo que nos pide, o sea, la acción de gracias.
La Eucaristía es un bien común de toda la Iglesia, como
Sacramento de su unidad. Y, por consiguiente, la Iglesia tiene el
riguroso deber de precisar todo lo que concierne a la

34
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
participación y celebración de la misma. Debemos, por lo tanto,
actuar según los principios establecidos por el último Concilio,
que, en la Constitución sobre la sagrada liturgia, ha definido las
autorizaciones y obligaciones, sea de los respectivos Obispos en
sus diócesis, sea de las Conferencias Episcopales, dado que unos
y otras actúan unidos colegialmente con la Sede Apostólica.
Esta tarea sobre la cual, obligada por las circunstancias,
debe vigilar la Sede Apostólica, debería ser asumida no sólo por
cada una de las Conferencias Episcopales, sino también por cada
ministro de la Eucaristía, sin excepción. Cada uno debe además
recordar que es responsable del bien común de la Iglesia entera.
El sacerdote, como ministro, como celebrante, como quien
preside la asamblea eucarística de los fieles, debe poseer un
particular sentido del bien común de la Iglesia, que él mismo
representa mediante su ministerio, pero al que debe también
subordinarse, según una recta disciplina de la fe. Él no puede
considerarse como «propietario», que libremente dispone del
texto litúrgico y del sagrado rito como de un bien propio, de
manera que pueda darle un estilo personal y arbitrario. Esto
puede, a veces, parecer de mayor efecto; puede también
corresponder mayormente a una piedad subjetiva; sin embargo,
objetivamente, es siempre una traición a aquella unión que de
modo especial debe encontrar la propia expresión en el
Sacramento de la unidad.
Todo sacerdote, cuando ofrece el santo sacrificio, debe
recordar que durante este sacrificio no es únicamente él con su
comunidad quien ora, sino que ora la Iglesia entera, expresando
así, también con el uso del texto litúrgico aprobado, su unidad
espiritual en este Sacramento. Si alguien quisiera tachar de
"uniformidad" tal postura, esto comprobaría sólo la ignorancia
de las exigencias objetivas de la auténtica unidad y seria un
síntoma de dañoso individualismo.
Esa subordinación del ministro, del celebrante, al
Mysterium, que le ha sido confiado por la Iglesia para el bien de
todo el pueblo de Dios, debe encontrar también su expresión en

35
- La Liturgia de la Iglesia –

la observancia de las exigencias litúrgicas relativas a la


celebración del santo sacrificio.

36
ELEMENTOS DE LA LITURGIA

PARTES ELEMENTALES DE LA LITURGIA

UBICACIÓN GENERAL:

En la parte anterior hemos visto el sentido teológico de la


liturgia, sobre todo de la Eucaristía. Por supuesto, que ha sido,
una presentación tipo pastilla: lo más concreto y lo más
condensado posible. Ahora, en esta segunda parte, daremos,
algunos elementos indispensables sobre la liturgia, como tal.
Como es lógico, según lo que queremos, empezaremos desde el
comienzo...

A.) QUÉ ES LA LITURGIA:

Empecemos diciendo que es una ciencia dentro de las


ciencias de la teología de la Iglesia. Y su función es facilitar el
culto de alabanza a Dios, a través de la Eucaristía, que es el culto
máximo de alabanza a Dios, como hemos visto ya, en la parte
inmediatamente anterior. Su tarea es ir actualizando los ritos, de
acuerdo con los tiempos históricos de la humanidad, sobre todo,
adaptándose a los tiempos y a sus valores. Así, por ejemplo, la
sal. Ésta, no siempre tiene y ha tenido los mismos valores e
importancia. Antes se utilizaba para conservar los alimentos y
para darle gusto a los mismos a la hora de comerlos. Hoy, se
utilizan los refrigeradores para conservarlos. Y, hoy, la sal la
quitan los médicos para mejorar la salud. Luego, la sal ha
perdido su valor y su importancia. Igualmente, en la liturgia.
Antes se usaba la sal para los bautizos; ahora, no. Aunque, no se
niega el valor que tiene en las enseñanzas de Jesús, en los
evangelios. Pero eso es tarea de la exégesis bíblica: comprender
su significado en los tiempos de Jesús, para descubrir su
importancia y su relación. Pero es distinto la exégesis y la
- La Liturgia de la Iglesia –

liturgia. Son dos ciencias diversas, aunque ambas se prestan


ayuda y una facilita la comprensión de la otra, mutuamente.
La liturgia se sirve de los aportes de la sociología y de la
psicología. Así, por ejemplo, tiene que tener en alta
consideración las expresiones culturales de una sociedad. Y
tomarlos para poder reutilizarlos en sus ritos como expresiones a
la hora de la alabanza a Dios de una comunidad concreta y
específica. De lo contrario, la liturgia andaría por caminos
diversos del hombre, y de su historia. Mas, camina con el
hombre, su historia y sus expresiones culturales.

B.) ELEMENTOS DE LA LITURGIA:

Se trata, pues, de dar culto a Dios. Y esa ciencia teológica,


que se encarga de esa tarea, se llama Liturgia. Y necesita de
expresiones, de gestos, de signos, de símbolos y de lugares para
hacer comprensible la actualización del misterio. De allí, que sea
necesario un lenguaje, de una música, de adornos y de elementos
naturales, como igualmente, de lugares que faciliten la reunión
de la comunidad que va a dar culto a Dios.

1.) LUGARES SAGRADOS:

Dios está en todas partes. Absurdo sería decir lo contrario.


Y en la misma manera, sería un desatino, decir que para alabar a
Dios se necesitan lugares específicos y determinados, ya que se
puede, y, de hecho, es así, cualquier lugar, pues, es la naturaleza
el gran templo de Dios. Sin embargo, existen lugares concretos,
determinados por el hombre, para hacer más fácil el encuentro
espiritual entre la criatura y el Creador, de manera consciente. En
el caso de los cristianos, el primer lugar fueron las casas de
familias, según se desprende del relato de los Hechos de los
Apóstoles 2, 46; 20, 7. Más adelante, los mismos cristianos, para

38
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
celebrar sus cultos se reunían en lo que se llamó "capillas
sepulcrales", y que por lo general eran como especies de
escondites. A estos lugares sagrados se les llamó "altares",
"tabernáculos" o "templos". Después recibieron los nombres de
"Basílicas", "Iglesias", "Oratorios", "Capillas", "Ermitas", etc....
Estos lugares son y representan el lugar destinado para la
alabanza a Dios. Aunque Dios está en todas partes, en estos
lugares específicos el ambiente facilita el recogimiento para el
encuentro. De allí, el respeto que éstos suponen y exigen.
Cada templo, como construcción obedece a estilos y
culturas determinadas, pero que en nada determinan una mayor o
menor presencia de Dios, aunque, sí una mayor o menor
disposición para la oración. Mas, esto es relativo a las
circunstancias, como tales, y no a la objetividad del hecho
religioso. Es decir, que Dios sigue estando aquí y en cualquier
parte, así no lo sintamos. Pues, si Dios está sólo donde nosotros
creemos sentirlo, Dios sería relativo a una experiencia. Y Dios es
objetivo: es el que es (Yo soy el que soy, le contestó a Moisés...).

Basílicas:

Significaba "sala grande". De hecho, deriva de "Basileus",


que quiere decir Rey. Y la palabra se relacionaba con el Rey
Supremo: Jesucristo. Hay dos tipos de Basílicas: las mayores:
que son siete, y están en Roma. Y las menores: todas las que
están por el resto del mundo. Por lo general, reciben este título
para hacer notorio algún detalle histórico o de antigüedad.

Los santuarios:

El Derecho canónico, número 1230, dice que se entiende


con el nombre de santuario la iglesia u otro lugar sagrado al que,
por un motivo peculiar de piedad, numerosos fieles peregrinan,

39
- La Liturgia de la Iglesia –

con aprobación del Ordinario del lugar. En el número 1231, el


mismo Derecho Canónico dice que para que un santuario pueda
llamarse nacional, debe contar con la aprobación de la
Conferencia Episcopal; para que pueda llamarse internacional, se
requiere la aprobación de la Santa Sede.
Damos, a continuación los demás números del Derecho
que hablan de los Santuarios:
1232) #1. Para aprobar los estatutos de un santuario diocesano,
tiene competencia el Ordinario del lugar; para los estatutos de un
santuario nacional, la Conferencia Episcopal; para los estatutos
de un santuario internacional, solamente la Santa Sede.

#2. En los estatutos se debe determinar, sobre todo, la finalidad,


la autoridad del rector, el dominio y la administración de los
bienes.

1233) A los santuarios se les puede conceder ciertos privilegios


cuando as lo aconsejen las circunstancias del lugar, la
concurrencia de peregrinos y sobre todo el bien de los fieles.

1234) #1. En los santuarios se debe proporcionar con m s


abundancia a los fieles los medios de salvación, predicando
cuidadosamente la Palabra de Dios, fomentando adecuadamente
la vida litúrgica sobre todo mediante la celebración de la
Eucaristía y de la penitencia, y practicando también formas
aprobadas de piedad popular.

Iglesias catedrales:

Son las Iglesias que representan la "cátedra" de los


apóstoles. Y son las Iglesias principales de cada Diócesis, y, por
lo general se considera la sede de la enseñanza del Obispo, quien
enseña, desde la Catedral, con autoridad de maestro.
Iglesias parroquiales:

40
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -

Es la porción de fieles a la que se le asigna un párroco


particular, con un determinado territorio, dentro de la Diócesis.

2.) ALGUNOS ELEMENTOS SAGRADOS:

El Altar:

Es la mesa grande que suele estar en todo el centro de la


Iglesia, en la parte posterior. Y es donde se realiza el sacrificio
de la Eucaristía. Por consiguiente, es la parte principal, después
del Santísimo, del lugar del culto de la Iglesia. El altar es el ara
del Sacrificio, la mesa del banquete eucarístico, símbolo de
Cristo e imagen del Cuerpo Místico.

El Sagrario:

Es donde se conserva la Eucaristía. Sus formas varían de


acuerdo a los gustos y estilos artísticos. Es, por antonomasia, el
lugar más importante de un templo o lugar de culto de la Iglesia.
Nunca ha de faltar una luz encendida, que significa el deseo
constante de alabarle.

Los vasos sagrados:

Son los utensilios destinados para realizar el sacrificio de


la Eucaristía. Sus estilos son variadísimos, como variadísimos
son los gustos. Hace poco tiempo se exigía que fuera de oro o de
plata. Hoy, existen hasta de arcilla o de madera. En nada afecta
al misterio el material con el que sean hechos: el misterio es el
mismo, y no es más, ni menos, si se realiza en oro o en arcilla. El
Misal actual, editado en 1988, dice que los vasos sagrados han
de hacerse de materiales nobles, que se consideren nobles según
la estima común en cada región. Lo importante, dice, el Misal,

41
- La Liturgia de la Iglesia –

en el caso de los cálices y demás vasos destinados a contener la


Sangre del Señor, es que tengan la copa de tal material que no
absorba los líquidos.
Los vasos sagrados son: el cáliz: donde se consagra el
vino. El copón: donde se consagra las hostias. La patena: el
platico que se usa para consagrar la hostia grande. Y la custodia:
donde se expone el santísimo, en ocasiones solemnes.

3.) Otros objetos litúrgicos:

Muchos son los objetos que se utilizan en la liturgia. Sólo


citemos, los más comunes: reclinatorios, atril y ambón,
campanillas, campanas, vinajeras, manutergios, corporal,
purificador, incienso, incensario, nabeta, cirios o velones, etc...

4.) VESTIDURAS LITÚRGICAS:

Las vestimentas que se usan en la liturgia de la Iglesia


tienen su origen en las indumentarias de la cultura grecorromana
del siglo IV. Más adelante por influencia de los alemanes las
indumentarias fueron evolucionando y la Iglesia se quedó con las
vestimentas del siglo IV, llegándose a diferenciar de los vestidos
profanos y tomando el nombre de vestiduras litúrgicas. Así,
tenemos: el alba, el cíngulo, la estola y la casulla. Y cada uno
tiene una simbología, dentro de la liturgia.
El alba, es una especie de túnica. El cíngulo, es un cordón
largo que sirve para ceñirse el alba al cuerpo. La estola, es una
banda larga y estrecha que cuelga del cuello de Diáconos y
Presbíteros. El Diácono la lleva, tipo cinta de reina, y va desde el
hombro izquierdo hasta el costado derecho. La estola es símbolo
de poder sacerdotal. La casulla, procede de los griegos y de los
romanos. Era una vestimenta que se usaba en los viajes para

42
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
protegerse de las inclemencias del tiempo. Era un abrigo.
Simboliza la caridad sacerdotal.

5.) COLORES LITÚRGICOS:

La Iglesia quiere resaltar el tiempo litúrgico con un color


respectivo. Cada color tiene un significado en la celebración. Los
colores oficiales son el blanco, el rojo, el morado y el verde.
El color blanco significa fiesta en la Iglesia. Por eso se
usa blanco en las Misas de gozo y de gloria, como en el tiempo
pascual, Navidad, y en algunas otras fiestas, como la Cátedra de
San Pedro... Pero, no nos vamos a extender, en esta parte, ya que
los calendarios litúrgicos (los ordos) nos indican el color de cada
día y de cada tiempo.
El color rojo se utiliza el día de Ramos y el Viernes Santo,
el día de Pentecostés, en las fiestas de los mártires y en el
natalicio de los apóstoles y evangelistas.
El color verde se emplea en los oficios y misas del tiempo
ordinario.
El color morado se usa en Cuaresma y Adviento. Puede
usarse también en las misas de difuntos.

6.) EL CALENDARIO LITÚRGICO ANUAL (ORDO)

Se trata de un libro publicado anualmente por la Comisión


Episcopal de Culto para guiar a los ministros sagrados y a todos
los que tienen responsabilidad en la preparación de las diversas
celebraciones litúrgicas.
Este libro cuenta con las indicaciones generales y las
especiales para cada día. Prácticamente no deja sin respuesta a
ningún interrogante referente al día litúrgico (qué Misa
corresponde, qué lecturas deben o pueden ser leídas, cuál es el

43
- La Liturgia de la Iglesia –

Oficio Divino, el color de los ornamentos, etc., y toda novedad


que interesa a la Iglesia local).

C.) EL AÑO LITÚRGICO:

La Iglesia celebra el misterio de la redención todos los


días, cada vez que se reúne en la Eucaristía. Pero, va instruyendo
a los fieles por medio de ejercicios piadosos, durante todo el año,
de manera pedagógica.
El año litúrgico no coincide con el año civil.

El domingo:

Es el día festivo primordial para la Iglesia. Significa "día


del Señor". Y la Iglesia en él celebra el primer día de la semana,
siguiendo la tradición apostólica, día en que se realiza la
Resurrección del Señor.
El domingo hace referencia al primer día de la semana,
según los textos sagrados que narran los acontecimientos de la
historia del resucitado y su encuentro con los apóstoles... Más
adelante dedicamos un apartado sobre la importancia del día
domingo para los cristianos.

Triduo pascual:

Es el jueves, viernes y sábados santos. Y es el punto


culminante de todo el año litúrgico. Y comienza con la Misa
vespertina de la Cena del Señor, tiene su centro en la Vigilia
Pascual y acaba en la tarde del domingo de Resurrección.

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- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Tiempo Pascual:

Es el tiempo que corresponde desde el domingo de


Resurrección hasta Pentecostés. Y es todo él, un "gran
domingo", como señala el Misal Romano.
Se dice Aleluya.

Tiempo de Cuaresma:

El tiempo de cuaresma es el tiempo de preparación a la


Pascua. Y va desde el miércoles de Ceniza hasta la misa del
Jueves Santo exclusive.
No se puede decir aleluya.

Tiempo de Navidad:

Va, propiamente, desde las Vísperas de la Natividad del


Señor hasta el domingo después del 6 de enero.

Tiempo de Adviento:

Es la preparación inmediata a la Navidad: la venida del


Señor. Y también hace referencia a la venida del final de los
tiempos.

Tiempo ordinario:

Son 33 ó 34 semanas. No se celebra ningún tiempo


especial. Comienza el lunes siguiente al domingo posterior del 6
de enero hasta el martes de carnaval. Vuelve a continuar el lunes

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- La Liturgia de la Iglesia –

después del domingo de Pentecostés y termina con la tarde del


sábado del Primer domingo de Adviento.

D.) LOS LUGARES SAGRADOS, SEGÚN EL DERECHO


CANÓNICO

Citamos, a continuación, los números correspondientes


del Derecho canónico.
1205) Son lugares sagrados aquellos que se destinan al culto
divino o a la sepultura de los fieles mediante la dedicación o
bendición que los libros litúrgicos prescriben para esto.
1206) La dedicación de un lugar corresponde al Obispo
diocesano y a aquellos que se le equiparan en el derecho; los
mismos pueden encomendar a cualquier Obispo, o, en casos
excepcionales, a un presbítero la tarea de realizar esa dedicación
en su territorio.

1207) Los lugares sagrados son bendecidos por el Ordinario; sin


embargo, la bendición de las iglesias se reserva al Obispo
diocesano; pero ambos pueden delegar para esto a otro
sacerdote.

1210) En un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello que


sirve al ejercicio o promoción del culto, de la piedad y de la
religión, y se prohíbe todo lo que no está en consonancia con la
santidad del lugar. Sin embargo, en casos singulares, el
Ordinario puede permitir otros usos, siempre que no sean
contrarios a la santidad del lugar.

1211) Los lugares sagrados quedan violados cuando, con


escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos gravemente
injuriosos que, a juicio del Ordinario del lugar, son tan graves y
contrarios a la santidad del lugar, que ya no puede ejercerse en

46
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
ellos el culto hasta que se repare la injuria mediante el rito
penitencial a tenor de los libros litúrgicos.

1212) Los lugares sagrados pierden la dedicación o bendición si


han sido destruidos en gran parte, o si son reducidos
permanentemente a usos profanos por decreto del Ordinario
competente o de hecho.

1213) La autoridad eclesiástica ejerce libremente sus poderes y


funciones en los lugares sagrados.

1214) Se entiende por iglesia un edificio sagrado destinado al


culto divino, al que los fieles tienen derecho de acudir para la
celebración, sobre todo pública, del culto divino.

1215) # 1.) No se edificará iglesia alguna sin el consentimiento


expreso del Obispo diocesano, dado por escrito.

# 2.) El Obispo diocesano no otorgará el consentimiento a


no ser que, oído el consejo presbiteral y los rectores de las
iglesias vecinas, juzgue que la nueva iglesia puede servir al bien
de las almas y que no faltarán los medios necesarios para la
edificación de la iglesia y para el culto divino.

1218) Cada iglesia tendrá su propio título, que no puede


cambiarse una vez hecha la dedicación de la iglesia.

1219) En la iglesia legítimamente dedicada o bendecida pueden


realizarse todos los actos del culto divino, quedando a salvo los
derechos parroquiales.

1220) # 1.) Procuren todos aquellos a quienes corresponde, que


en las iglesias se conserve la limpieza y dignidad que convienen
a la casa de Dios, y que se evite en ellas cualquier cosa que no
está en consonancia con la santidad del lugar.

47
- La Liturgia de la Iglesia –

# 2.) Para proteger los bienes sagrados y preciosos deben


emplearse los cuidados ordinarios de conservación y las
oportunas medidas de seguridad.

1221) La entrada en la iglesia debe ser libre y gratuita durante el


tiempo de las celebraciones sagradas.

1239) # 1.) El altar tanto fijo como móvil se debe reservar


solamente al culto divino, excluido absolutamente cualquier uso
profano.

# 2.) Bajo el altar no estará enterrado cadáver alguno; de


lo contrario no es lícito celebrar la Misa sobre él.

EL DOMINGO Y SU SANTIFICACIÓN

Damos las ideas principales de la declaración de la


Congregación para el Culto divino, del 2 de junio de 1988, sobre
las celebraciones dominicales en ausencia del presbítero.
"La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen
del mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio
pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón "día
del Señor" o domingo."
Los testimonios de la asamblea de los fieles, en el día que
ya en el Nuevo Testamento es señalado como "domingo", se
encuentran explícitamente en los antiquísimos documentos del
primero y segundo siglo, y entre ellos se alza el de san Justino:
"En el día llamado del Sol, todos los que habitan en las ciudades
y en los campos se reúnen en un mismo lugar... Entonces, el día
en que se reunían los cristianos, no coincidía con los días
festivos del calendario griego y romano, y por esto constituía
para los conciudadanos un cierto signo de identidad cristiana.

48
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Desde los primeros siglos, los pastores no han cesado de
inculcar a los fieles la necesidad de reunirse en domingo: "(No
os separéis de la Iglesia, pues sois miembros de Cristo, por el
hecho de que no os reunís...; no seáis negligentes, ni privéis al
Salvador de miembros, ni contribuyáis a desmembrar su
cuerpo... Es lo que ha recordado modernamente el Concilio
Vaticano II con estas palabras: «En este día, los fieles deben
reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y
participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la
Resurrección y la gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios
que por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, los ha
hecho nacer de nuevo para una esperanza viva".
La importancia de la celebración del domingo en la vida
de los fieles es indicada así por san Ignacio de Antioquía: «(Los
cristianos) no celebran ya el sábado, sino que viven según el
domingo, en el que también nuestra vida ha resucitado por medio
de él (Cristo) y de su muerte." El sentido cristiano de los fieles,
también en el pasado como en el tiempo presente, ha tenido en
tan gran estima el domingo, que en modo alguno quiere olvidarlo
ni siquiera en los momentos de persecución y en medio de
culturas que están lejos de la fe cristiana o se oponen a ella.
Los elementos que se requieren principalmente para la
asamblea dominical son los siguientes:

a) reunión de los fieles para manifestar que la “Iglesia” no es


una asamblea formada espontáneamente, sino convocada por
Dios, es decir, pueblo de Dios orgánicamente estructurado y
presidido por el sacerdote en la persona de Cristo Cabeza;

b) instrucción sobre el misterio pascual por medio de las


Escrituras, que son leídas y explicadas por el sacerdote o el
diácono;

c) celebración del sacrificio eucarístico, realizado por el


sacerdote en la persona de Cristo y ofrecido en nombre de todo

49
- La Liturgia de la Iglesia –

el pueblo cristiano, con el que se hace presente el misterio


pascual.
El celo pastoral se ha de orientar principalmente a hacer
que el sacrificio de la misa se celebre cada domingo, porque
solamente por medio de él se perpetúa la Pascua del Señor y la
Iglesia se manifiesta enteramente. «El domingo es la fiesta
primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los
fieles... No se le antepongan otras celebraciones a no ser que
sean, de veras, de suma importancia, puesto que el domingo es el
fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.
Es necesario que estos principios sean inculcados desde el
comienzo de la formación cristiana, a fin de que los fieles
observen de corazón el precepto de la santificación del día
festivo, y comprendan el motivo por el que se reúnen cada
domingo, convocados por la Iglesia, para celebrar la Eucaristía,
y no sólo para satisfacer la propia devoción privada. De este
modo, los fieles podrán tener una experiencia del domingo como
signo de la trascendencia de Dios sobre la obra del hombre y no
como un simple día de descanso. Y podrán también comprender
mas profundamente el valor de la asamblea dominical y
demostrar hacia fuera que son miembros de la Iglesia.
Los fieles deben poder encontrar en las asambleas
dominicales, tanto la participación activa como una verdadera
fraternidad, y la oportunidad de fortalecerse espiritualmente bajo
la guía del Espíritu. Así podrán protegerse más fácilmente del
atractivo de las novedades que les prometen alivio en el
sufrimiento de la soledad, y más completa satisfacción de sus
aspiraciones religiosas.
Finalmente, la acción pastoral debe favorecer las
iniciativas para hacer del domingo «día de alegría y de liberación
del trabajo, de manera que aparezca en la sociedad moderna
como signo de libertad y, en consecuencia, como día instituido
para el bien de la misma persona humana, que es sin duda de
más valor que los negocios y los procesos productivos.

50
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
La palabra de Dios, la Eucaristía y el ministerio sacerdotal
son dones que el Señor ofrece a la Iglesia, su esposa. Por esto,
deben ser acogidos y solicitados como una gracia de Dios. La
Iglesia, que goza de estos dones sobre todo en la asamblea
dominical, da gracias a Dios en ella, en la espera del perfecto
disfrute del día del Señor "delante del trono de Dios y del
Cordero".
Además, no debemos olvidar la carta apostólica del Papa
Juan Pablo II, Dies Domini, del 31 de mayo de 1988. En ella el
Papa reitera la importancia del domingo para la Iglesia, pues en
él, celebra el día del Señor a través de Cristo y su misterio en la
nueva creación, al restaurarse en Él todas las cosas. Con ello, se
mantiene el perenne valor cristológico y cristocéntrico del nuevo
culto al Padre. Así se encierra en la celebración del domingo el
día del Señor y, por ende, en el día de Cristo, resucitado el
primer día de la semana. Y consecuentemente, en el día de la
Iglesia, que se reúne en la asamblea eucarística para conmemorar
el misterio de su Fundador, logrando perpetuar en el tiempo el
misterio redentor como sacramento de unidad: Al Padre en el
Hijo por el Espíritu Santo. Y allí, precisamente, el domingo se
convierte para la Iglesia en el día de la esperanza cristiana al
convertirse, precisamente, en el día del hombre con la nueva
dignidad que le impregna el misterio del resucitado. Todo
convergiendo, como es sabido, en la Eucaristía: centro y culmen
de la Iglesia, origen de su ser en la historia.

EL MINISTERIO DE LA MÚSICA

LOS ACTORES DE LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA

51
- La Liturgia de la Iglesia –

Presentamos algunas ideas de la Instrucción "Musicam


sacram" de la Sagrada Congregación de Ritos y del Consilium*,
del 5 de marzo de 1967, sobre la música en la liturgia.

1) El Sacerdote:

Las acciones litúrgicas son celebraciones de la Iglesia; es


decir, del pueblo santo congregado y ordenado bajo la
presidencia del Obispo o de un presbítero. Ocupan en la acción
litúrgica un lugar especial: el sacerdote y sus ministros, por
causa del orden sagrado que han recibido; y, por causa de su
ministerio, los ayudantes, los lectores, los comentadores y los
que forman parte del grupo de cantores.
El sacerdote preside la asamblea, haciendo las veces de
Cristo. Las oraciones que él canta o pronuncia en voz alta,
puesto que son dichas en nombre de todo el pueblo santo y de
todos los asistentes, deben ser escuchadas religiosamente por
todos.

2) Los fieles:

Los fieles cumplen su función litúrgica mediante la


participación plena, consciente y activa que requiere la
naturaleza de la misma liturgia; esta participación es un derecho
y una obligación para el pueblo cristiano, en virtud de su
bautismo.
Esta participación:

a) Debe ser ante todo interior; es decir, que por medio de


ella los fieles, se unen en espíritu a lo que pronuncian o
escuchan, y cooperan a la divina gracia.

52
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
b) Pero la participación debe ser también exterior; es decir,
que la participación interior se exprese por medio de los gestos
y las actitudes corporales, por medio de las aclamaciones, las
respuestas y el canto. Se debe educar también a los fieles a
unirse interiormente a lo que cantan los ministros o el coro, para
que eleven su espíritu a Dios al escucharles.

3) El canto:

Nada más festivo y más grato en las celebraciones


sagradas que una asamblea que, toda entera, expresa su fe y su
piedad por el canto. Por consiguiente, la participación activa de
todo el pueblo, expresada por el canto, se promoverá
diligentemente de la siguiente manera:

a) Incluya, en primer lugar, las aclamaciones, las respuestas al


saludo del celebrante y de los ministros y a las oraciones
litánicas, y además las antífonas y los salmos, y también los
versículos intercalares o estribillo que se repite, así como los
himnos y los cánticos.

b) Por medio de una catequesis y pedagogía adaptada se llevará


gradualmente al pueblo a participar cada vez más en los cantos
que le corresponden, hasta lograr una plena participación.

c) Sin embargo, algunos cantos del pueblo, sobre todo si los


fieles no están aún suficientemente instruidos o sí se emplean
composiciones musicales a varias voces, podrán confiarse sólo
al coro, con tal que no se excluya al pueblo de las otras partes
que le corresponden. Pero no se puede aprobar la práctica de
confiar sólo al grupo de cantores el canto de todo el Proprio y de
todo el Ordinario, excluyendo totalmente al pueblo de la
participación cantada.

53
- La Liturgia de la Iglesia –

4) El silencio:

Se observará también, en su momento, un silencio sagrado."


Por medio de este silencio, los fieles no se ven reducidos a asistir
a la acción litúrgica como expectadores mudos y extraños, sino
que son asociados mas íntimamente al misterio que se celebra,
gracias a aquella disposición interior que nace de la palabra de
Dios escuchada, de los cantos y de las oraciones que se
pronuncian y de la unión espiritual con el celebra te en las partes
que dice él.
Entre los fieles, con cuidado especial, fórmese en el canto
sagrado a los miembros de las asociaciones religiosas de
seglares, de forma que contribuyan más eficazmente a la
conservación y promoción de la participación. En cuanto a la
formación de todo el pueblo para el canto, será desarrollada seria
y pacientemente, al mismo tiempo que la formación litúrgica,
según la edad de los fieles, su condición, su género de vida y su
nivel de cultura religiosa, comenzando desde los primeros años
de formación en las escuelas elementales.

5) Los coros:

El coro o «capilla musical» o schola cantorum merece una


atención especial por el ministerio litúrgico que desempeña.
Su función, según las normas del Concilio relativas a la
renovación litúrgica, ha alcanzado una importancia y un peso
mayor. A él le pertenece asegurar la justa interpretación de las
partes que le corresponden según los distintos géneros de canto y
promover la participación activa de los fieles en el canto. Por
consiguiente:

a) Se tendrán un «coro» o «capilla» o schola cantorum y se


fomentará con diligencia, sobre todo en las catedrales y las
54
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
demás iglesias mayores, en los seminarios y las casas de estudio
de religiosos.

b) Es igualmente oportuno establecer tales coros, incluso


modestos, en las iglesias pequeñas.

Las «capillas musicales» existentes en las basílicas, las


catedrales, los monasterios y las demás iglesias mayores, que
han adquirido un gran renombre a través de los siglos,
conservando y cultivando un tesoro musical de un valor
incomparable, serán conservadas según sus normas propias y
tradicionales, aprobadas por el Ordinario del lugar, para hacer
más solemne la celebración de las acciones sagradas.
Los maestros de capilla y los rectores de las iglesias
cuiden, sin embargo, de que el pueblo sea asociado siempre al
canto, al menos en las piezas fáciles que le corresponden.
Procúrese, sobre todo allí donde no haya posibilidad de
formar ni siquiera un coro pequeño, que haya al menos uno o dos
cantores bien formados que puedan ejecutar algunos cantos más
sencillos con participación del pueblo y dirigir y sostener
oportunamente a los mismos fieles.
Este cantor debe existir también en las iglesias que
cuentan con un coro, en previsión de las celebraciones en las que
dicho coro no pueda intervenir y que, sin embargo, hayan de
realizarse con alguna solemnidad y, por tanto, con canto.
El grupo de cantores puede constar, según las costumbres
de cada país y las circunstancias, ya de hombres y niños, ya de
hombres solos o de niños solos, ya de hombres y mujeres, o,
donde sea verdaderamente conveniente, sólo de mujeres.
Los cantores, teniendo en cuenta las disposiciones de la
iglesia, sitúense de tal manera que:

a) Aparezca claramente su función; a saber: que forman


parte de la asamblea de los fieles y realizan una función peculiar.

55
- La Liturgia de la Iglesia –

b) La realización de su ministerio litúrgico resulte más fácil.

c) A cada uno de sus miembros le resulte asequible la


participación plena en la misa; es decir, la participación
sacramental.

6) Formación litúrgica y espiritual de los coros:

Además de la formación musical, se dará también a los


miembros del coro una formación litúrgica y espiritual adecuada,
de manera que, al desempeñar perfectamente su función
religiosa, no aporten solamente más belleza a la acción sagrada y
un excelente ejemplo a los fieles, sino que adquieran ellos
mismos un verdadero fruto espiritual.
Para lograr más fácilmente esta formación tanto técnica
como espiritual, prestarán su colaboración las asociaciones de
música sagrada diocesanas, nacionales e internacionales, sobre
todo aquellas que han sido aprobadas y repetidas veces
recomendadas por la Sede Apostólica.
El sacerdote, los ministros sagrados y los ayudantes, el
lector, los que pertenecen al coro y el comentador pronunciarán
los textos que les correspondan de forma bien inteligible para
que la respuesta del pueblo, cuando el rito lo exige, resulte más
fácil y natural. Conviene que el sacerdote y los ministros de cada
grado unan su voz a la de toda la asamblea de los fieles en las
partes que corresponden al pueblo.

7) EL CANTO EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA:

Para la celebración de la Eucaristía con el pueblo, sobre


todo los domingos y fiestas, se ha de preferir, en la medida de lo

56
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
posible, e incluso varias veces en el mismo día, la forma de misa
cantada.
Los cantos llamados del «Ordinario de la misa», si se
cantan a varias voces, pueden ser interpretados por el coro,
según las normas habituales, por la «capilla» o con
acompañamiento de instrumentos, con tal de que el pueblo no
quede totalmente excluido de la participación en el canto.
En los demás casos, las piezas del «Ordinario de la misa»
pueden distribuirse entre el coro y el pueblo o también entre dos
partes del mismo pueblo; se puede así alternar por versículos o
siguiendo otras divisiones convenientes que distribuyan el
conjunto del texto en secciones más importantes. Pero en esos
casos se tendrá en cuenta lo siguiente: el Símbolo es fórmula de
profesión de fe, y conviene que lo canten todos o que se cante de
forma que permita una conveniente participación de los fieles; el
Sanctus es una aclamación conclusiva del prefacio, y conviene
que habitualmente lo cante la asamblea juntamente con el
sacerdote; el Agnus Dei (Cordero de Dios) puede repetirse
cuantas veces sea necesario, sobre todo en la concelebración,
cuando acompaña a la fracción; conviene que el pueblo participe
en este canto al menos con la invocación final.
El Padrenuestro está bien que lo diga el pueblo
juntamente con el sacerdote. Si se canta en latín, empléense las
melodías oficiales ya existentes; pero si se canta en lengua
vernácula, las melodías debe aprobarlas la autoridad territorial
competente.
Nada impide que en las misas rezadas se cante alguna
parte del «Propio» o del «Ordinario». Más aún, algunas veces
puede ejecutarse también algún otro canto al principio, al
ofertorio, a la comunión y al final de la misa; pero no basta que
ese canto sea «eucarístico»; es preciso que esté de acuerdo con
las partes de la misa y con la fiesta o tiempo litúrgico.

8) LA MÚSICA EN LOS SACRAMENTOS:

57
- La Liturgia de la Iglesia –

Como ha declarado el Concilio, siempre que los ritos,


según la naturaleza propia de cada uno de ellos, suponen una
celebración común, con asistencia y participación activa de los
fieles, se deberá preferir esto a una celebración individual y casi
privada de estos mismos ritos. De este principio se deduce
lógicamente que se debe dar gran importancia al canto, ya que
pone especialmente de relieve el aspecto «eclesial» de la
celebración.
Por tanto, en la medida de lo posible, se celebrarán con
canto los sacramentos y sacramentales que tienen una particular
importancia en la vida de toda la comunidad parroquial, como
son las confirmaciones, las ordenaciones, los matrimonios, las
consagraciones de iglesias o de altares, los funerales, etc. Esta
solemnidad de los ritos permitirá su mayor eficacia pastoral. Sin
embargo, se cuidará especialmente de que, a título de solem-
nidad, no se introduzca en la celebración nada que sea puramente
profano o poco compatible con el culto divino; esto se aplica,
sobre todo, a la celebración de los matrimonios.
Asimismo, se solemnizarán con el canto aquellas
celebraciones a las que la liturgia concede un relieve especial a
lo largo del año litúrgico. Pero, en particular, solemnícense los
sagrados ritos de la Semana Santa; mediante la celebración del
misterio pascual, los fieles son conducidos como al corazón del
año litúrgico y de la liturgia misma.
Para la liturgia de los sacramentos, de los sacramentales y
para las demás funciones particulares del año litúrgico, se
prepararán melodías apropiadas que permitan dar a la
celebración, incluso en lengua vernácula, más solemnidad. Se
seguirán para ello las directrices dadas por la autoridad
competente y se tendrán en cuenta las posibilidades de cada
asamblea.
La música sagrada es también de gran eficacia para
alimentar la piedad de los fieles en las celebraciones de la
palabra de Dios y en los ejercicios piadosos y sagrados. En las

58
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
celebraciones de la palabra de Dios se tomará como modelo la
liturgia de la palabra de la misa; en los ejercicios piadosos y
sagrados serán más útiles sobre todo los salmos, las obras de
música sagrada del tesoro antiguo y moderno, los cantos
religiosos populares, así como el sonido del órgano y de otros
instrumentos apropiados.
En estos mismos ejercicios piadosos y sagrados, y sobre
todo en las celebraciones de la palabra, se podrá muy bien
admitir ciertas obras musicales que no encuentran ya lugar en la
liturgia, pero que pueden, sin embargo, desarrollar el espíritu
religioso y ayudar a la meditación del misterio sagrado.

9) LA MÚSICA SAGRADA INSTRUMENTAL:

Los instrumentos musicales pueden ser de gran utilidad en


las celebraciones sagradas, ya acompañen el canto, ya
intervengan solos.
Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de
tubos, instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede
aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas, y
levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacía las
realidades celestiales.
En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a
juicio y con el consentimiento de la autoridad eclesiástica
territorial competente, siempre que sean aptos o puedan
adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y
contribuyan realmente a la edificación de los fieles.
Para admitir instrumentos y para servirse de ellos se
tendrá en cuenta el carácter y las costumbres de cada pueblo. Los
instrumentos que, según el común sentir y el uso normal, sólo
son adecuados para la música profana serán excluidos de toda
acción litúrgica, así como de los ejercicios piadosos y sagrados.

59
- La Liturgia de la Iglesia –

Todo instrumento admitido en el culto se utilizará de


forma que responda a las exigencias de la acción litúrgica, sirva
a la belleza del culto y a la edificación de los fieles.
El empleo de instrumentos en el acompañamiento de los
cantos puede ser bueno para sostener las voces, facilitar la
participación y hacer más profunda la unidad de una asamblea.
Pero el sonido de los instrumentos jamás debe cubrir las voces ni
dificultar la comprensión del texto. Todo instrumento debe callar
cuando el sacerdote o un ministro pronuncian en voz alta un
texto que les corresponda por su función propia.
En las misas cantadas o rezadas se puede utilizar el
órgano, o cualquier otro instrumento legítimamente admitido
para acompañar el canto del coro y del pueblo. Se puede tocar en
solo antes de la llegada del sacerdote al altar, en el ofertorio,
durante la comunión y al final de la misa. La misma regla puede
aplicarse, adaptándola correctamente, en las demás acciones
sagradas.
El sonido solo de estos instrumentos no está autorizado
durante los tiempos de Adviento y Cuaresma, durante el Triduo
sacro, y en los Oficios o misas de difuntos.
Es muy de desear que los organistas y demás
instrumentistas no sean solamente expertos en el instrumento
que se les ha confiado, sino que deben conocer y penetrarse
íntimamente del espíritu de la liturgia, para que los que ejercen
este oficio, incluso desde hace tiempo, enriquezcan la
celebración según la verdadera naturaleza de cada uno de sus
elementos, y favorezcan la participación de los fieles.

IMPORTANCIA DE LA MÚSICA SAGRADA

Damos a continuación algunas pautas que se dan en la


Carta de la Congregación para el Culto Divino, del 5 de
noviembre de 1987, sobre los conciertos en las iglesias.

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- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -

1) Qué es Música Sagrada:

La música sagrada, ya sea vocal, ya sea instrumental,


merece una valoración positiva. Se entiende por música sagrada
aquella que, creada para la celebración del culto divino, posee las
cualidades de santidad y de perfección de formas. La Iglesia la
considera como “un tesoro de valor inestimable, que sobresale
entre las demás expresiones artísticas”, le reconoce una “función
ministerial... en el servicio divino”; recomienda que se conserve
y se cultive con sumo cuidado el tesoro de la música sacra.
Cuando la interpretación de la música sagrada tiene lugar
durante una celebración, será necesario que se adapte al ritmo y a
las modalidades de la misma. Esta norma obliga a limitar la
utilización de obras concebidas en una época en la cual la
participación activa de los fieles no era presentada como fuente
del auténtico espíritu cristiano.
Este cambio en la interpretación de las obras musicales es
análogo al que se ha realizado para adaptar otras creaciones
artísticas en el campo litúrgico, siempre por razón de la
celebración misma: por ejemplo, los presbiterios han sido
reestructurados con la sede presidencial, el ambón, el altar versus
populom. Estas medidas no significan desprecio hacia el pasado:
son, por el contrario, disposiciones dictadas por una finalidad
mucho más importante, como es la participación de la asamblea.
La eventual limitación que puede resultar en la utilización de
dichas composiciones, puede compensarse con una presentación
íntegra de las mismas, fuera de las celebraciones, en forma de
conciertos de música sagrada.

2) EL ÓRGANO:

El uso del órgano durante las celebraciones litúrgicas ha


quedado limitado, hoy día, a pocas intervenciones. En el pasado,

61
- La Liturgia de la Iglesia –

el órgano sustituía la participación activa de los fieles y


acompañaba la presencia de quien era "mudo e inerte
espectador» de la celebración.
El órgano puede acompañar y sostener el canto de la
asamblea y de la schola, durante las celebraciones. Pero su
sonido no debe sobreponerse a las oraciones y a los cantos del
sacerdote celebrante, o a las lecturas proclamadas por el lector o
el diácono.
El silencio del órgano deberá mantenerse, según la
tradición, en los tiempos penitenciales (Cuaresma y Semana
Santa), en Adviento y en la liturgia de difuntos. En estas
circunstancias, el órgano puede utilizarse sólo para acompañar el
canto.
Será oportuno que el órgano sea utilizado ampliamente
para preparar y concluir las celebraciones.
Es sumamente importante que en todas las iglesias, y
especialmente en las más importantes, no falten músicos
competentes e instrumentos musicales de calidad. Hay que tener
un cuidado especial de los órganos históricos, muy valiosos por
sus características propias.

3) DISPOSICIONES PRÁCTICAS SOBRE LA MÚSICA


SAGRADA:

La norma para el uso de las iglesias está determinada por


el Código de Derecho Canónico: “En un lugar sagrado sólo
puede admitirse aquello que favorece el ejercicio la religión, y se
prohíbe lo que no esté en consonancia con la santidad del lugar.
Sin embargo, el Ordinario puede permitir, en casos concretos,
otros usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del
lugar. ”
El principio que el uso de la iglesia no debe ser contrario
a la santidad del lugar determina el criterio según el cual se

62
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
puede abrir la puerta de la iglesia a un concierto de música
agrada o religiosa, y se debe cerrar a cualquier otra especie de
música. La mejor y más bella música sinfónica, no es de por si
música religiosa.
La música sagrada, es decir, la que ha sido compuesta
para la liturgia, pero que, por motivos contingentes, no puede ser
interpretada durante la celebración litúrgica, y la música
religiosa, es decir, la que se inspira en un texto de la Sagrada
Escritura, o en la liturgia, o que se refiere a Dios, a la Santísima
Virgen María, a los santos o a la Iglesia, pueden tener su propio
lugar en la iglesia , pero fuera de las celebraciones litúrgicas. En
efecto, el uso del órgano y otras interpretaciones, sean vocales o
instrumentales, pueden «favorecer el ejercicio y el fomento de la
piedad y de la religión».
Cuando los organizadores de un concierto proyecten que
sea interpretado en una iglesia, corresponde al Ordinario
conceder el permiso por modum actus. Tal norma debe
entenderse en relación con conciertos ocasionales. Queda pues
excluida una concesión comulativa, por ejemplo, en el marco de
un festival o de un ciclo de conciertos.
Cuando el Ordinario lo considere necesario, en los límites
previstos por el Código de Derecho Canónico," puede destinar
una iglesia que ya no sirve para el culto, como auditórium para la
interpretación de música sagrada o religiosa, e incluso para
interpretaciones musicales profanas, siempre y cuando
respondan al carácter sagrado del lugar.
En esta responsabilidad pastoral, el Ordinario encontrará
ayuda y consejo en la Comisión diocesana de Liturgia y Música
sagrada.
Con el fin de salvaguardar el carácter sagrado de la
iglesia, cuando se trate de dar autorización para celebrar
conciertos, se tendrán en cuenta las siguientes condiciones, que
el Ordinario del lugar puede precisar ulteriormente:

63
- La Liturgia de la Iglesia –

a) Se hará la solicitud, en tiempo útil y por escrito, al


Ordinario del lugar, indicando la fecha del concierto, el horario y
el programa con las obras musicales y el nombre de los autores.
b) Después de haber recibido la autorización del
Ordinario, los párrocos y rectores de las iglesias podrán permitir
el uso de las mismas a los coros y orquestas que reunirán las
condiciones indicadas.
c) La entrada en la iglesia deberá ser libre y gratuita.
d) Los intérpretes y los asistentes respetarán el
carácter sagrado de la iglesia, tanto en el modo de vestir como
con un digno comportamiento.
e) Los músicos y los cantores evitarán ocupar el
presbiterio. Se tratará con el máximo respeto el altar, la sede del
celebrante y el ambón.
f) El Santísimo Sacramento, en lo posible, será
trasladado a una capilla adyacente o a otro lugar seguro y
decoroso.
g) El concierto será presentado y, eventualmente,
acompañado con comentarios que no sean únicamente de
carácter artístico o histórico, sino que también favorezcan una
mejor comprensión y una participación interior de parte de los
asistentes.
h) El organizador del concierto asegurará, por escrito,
la responsabilidad civil, los gastos, la reordenación del edificio,
los daños eventuales.
Las disposiciones prácticas que preceden quieren ser una
ayuda a los Obispos y a los rectores de las iglesias, en el
esfuerzo pastoral que les corresponde: mantener siempre y en
todo momento el carácter propio de las iglesias, destinadas a las
celebraciones cultuales, a la oración y al silencio.
Tales disposiciones no han de ser entendidas como una
falta de interés hacia el arte musical.

64
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
El tesoro de la música sagrada permanece como un
testimonio del modo cómo la fe cristiana puede promover la
cultura humana.
Poniendo en su justo valor la música sagrada o religiosa,
los músicos cristianos y los beneméritos miembros de las scholae
cantorum han de sentirse animados a continuar esta tradición y a
mantenerla viva, al servicio de la fe, de acuerdo con la invitación
dada ya por el Concilio Vaticano II, en su mensaje a los artistas:
"No os neguéis a poner vuestro talento al servicio de la verdad
divina. Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza
para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad,
pone alegría en el corazón de los hombres. Y todo ello está en
vuestras manos.

65
LA REFORMA DE LA LITURGIA

A PARTIR DEL VATICANO II


EN BÚSQUEDA DE LA REFORMA DE LA LITURGIA

1) LOGROS Y ÉXITOS DEL INTENTO DE REFORMA:

La constitución Sacrosanctum Concilium había propuesto,


ciertamente, la renovación de la liturgia. Muchos fueron los
pasos que se adelantaron desde entonces. Algunos acertados,
otros no del todo. Pero que fueron útiles todos para la auténtica
reforma que quería el Concilio Vaticano II. Como era de
esperarse hubo, en ese transcurrir, algunos errores, que es
necesario precisar, pero no tanto, en actitud de crítica, sino de
reconocer, que permitieron llegar al justo medio que se quería.
Así la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el
Culto divino, el 3 de abril de 1980, publica la Instrucción
«Inaestimabile Donum», recordando algunas normas acerca del
culto del misterio eucarístico.

ASPECTOS POSITIVOS:

Constata con gozo los frutos numerosos y positivos de la


reforma litúrgica: participación más activa y consciente de los
fieles en los misterios litúrgicos, enriquecimiento doctrinal y
catequético mediante el uso de la lengua vernácula, abundancia
de las lecturas bíblicas, crecimiento del sentido comunitario de la
vida litúrgica, esfuerzos logrados por colmar la distancia entre
vida y culto, entre piedad litúrgica y piedad personal, entre
liturgia y piedad popular.

ASPECTOS NEGATIVOS:

No obstante, estos aspectos positivos y alentadores no


pueden esconder la preocupación con que se observan los más
variados y frecuentes abusos. Abusos litúrgicos, que son
señalados desde las diversas partes del mundo católico:
- La Liturgia de la Iglesia –

confusión de las funciones, especialmente por lo que se refiere al


ministerio sacerdotal y a la función de los seglares (recitación
indiscriminada y común de la plegaria eucarística, homilías
hechas por seglares, seglares que distribuyen la comunión
mientras los sacerdotes se eximen); creciente pérdida del sentido
de lo sagrado (abandono de los ornamentos, eucaristías
celebradas fuera de los días sin verdadera necesidad, falta de
reverencia y respeto al Santísimo Sacramento, etc.);
desconocimiento del carácter eclesial de la liturgia (uso de textos
privados, proliferación de plegarias eucarísticas no aprobadas,
instrumentalización de textos litúrgicos para finalidades
sociopolíticas). En estos casos nos hallamos ante una verdadera
falsificación de la liturgia católica: “Incurre en falsedad el que,
de parte de la Iglesia, ofrece a Dios un culto contrario a la forma
que, con autoridad divina, la Iglesia misma ha instituido y
continúa observando.”

PELIGROS DE UNA FALSA REFORMA LITÚRGICA:

Ahora bien, todo esto no puede dar buenos frutos. Las


consecuencias son -y no pueden menos de serlo- la
resquebradura de la unidad de fe y de culto en la Iglesia, la
inseguridad doctrinal, el escándalo y la perplejidad del pueblo de
Dios y, casi inevitablemente, las reacciones violentas.
Los fieles tienen derecho a una liturgia verdadera, que es
tal cuando es la deseada y establecida por la Iglesia, la cual ha
previsto también las eventuales posibilidades de adaptación,
requeridas por exigencias pastorales en los distintos lugares o
por los distintos grupos de personas. Experiencias, cambios,
creatividad indebidas desorientan a los fieles. Además, el uso de
textos no autorizados hace que venga a faltar el nexo necesario
entre la lex orandi y la lex credendi. A este respecto hay que
recordar la advertencia del Concilio Vaticano II: «Nadie, aunque

68
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa
propia en la liturgia.» Pablo VI ha recordado que quien se
aprovecha de la reforma para darse a experiencias arbitrarias,
dispersa energías y ofende el sentido eclesial.

2) PARTES ESENCIALES DE LA LITURGIA: LA


SANTA MISA:

a) PARTES ESENCIALMENTE UNIDAS:

Las dos partes de que consta la misa, a saber, la liturgia de


la palabra y la liturgia eucarística, están tan íntimamente unidas
que constituyen un solo acto de culto.
No debemos acercarnos a la mesa del pan del Señor sin
antes habernos detenido en la mesa de su palabra. Es, pues,
máxima la importancia de la Sagrada Escritura en la celebración
de la misa.

b) LITURGIA DE LA PALABRA:

Consiguientemente, no se puede pasar por alto cuanto la


Iglesia ha establecido para que, en las celebraciones sagradas,
haya «lecturas de la Sagrada Escritura más abundantes, más
variadas y más apropiadas». Obsérvense las normas establecidas
en el Leccionario, bien sea en cuanto al número de lecturas, bien
sea en cuanto a las indicaciones relativas a circunstancias
especiales. Sería un grave abuso sustituir la palabra de Dios por
la palabra del hombre. La lectura de la pericopa evangélica está
reservada al ministro, es decir, al diácono o al sacerdote. Las
demás lecturas, cuando es sean confiadas a un lector o a otros
seglares preparados espiritual y técnicamente. A la primera
lectura sigue un salmo responsorial que forma integrante de la
liturgia de la palabra.

69
- La Liturgia de la Iglesia –

c) LA HOMILÍA:

La homilía tiene la finalidad de explicar a los fieles la


palabra de Dios proclamada en las lecturas y actualizar su
mensaje. La homilía corresponde, por tanto, al sacerdote o al
diácono. Véase al respecto el apartado “funciones y oficios de
los laicos”, en la tercer parte de este libro.

d) LA PLEGARIA EUCARÍSTICA:

La proclamación de la plegaria eucarística que, por su


naturaleza, es como el culmen de toda la celebración, está
reservada al sacerdote, en virtud de su ordenación. Por tanto, es
un abuso hacer decir algunas partes de la plegaria eucarística al
diácono, a un ministro inferior o a los fieles. La asamblea, sin
embargo, no permanece pasiva e inerte; se une al sacerdote con
la fe y el silencio, y manifiesta su adhesión a través de las
diversas intervenciones previstas en el desarrollo de la plegaria
eucarística: las respuestas al diálogo del prefacio, el Sanctas (el
santo, santo...) la aclamación después de la consagración y el
«Amén» final, después del Per ipsum, (por Cristo, con ÉL...) que
también está reservado al sacerdote. Este «Amén» en particular
ha de resaltarse con el canto, dado que es el «Amén» más
importante de toda la misa.
Úsense únicamente las plegarias eucarísticas incluidas en
el Misal Romano o legítimamente admitidas por la Sede
Apostólica, según las modalidades y limites por ella
establecidos. Es un gravísimo abuso modificar las plegarias
eucarísticas aprobadas por la Iglesia o adoptar otras compuestas
privadamente.

70
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Recuérdese que durante la plegaria eucarística no se
deben recitar oraciones o ejecutar cantos. Al proclamar la
plegaria eucarística, el sacerdote pronuncie claramente el texto,
de manera que facilite a los fieles la comprensión y favorezca la
formación de una verdadera asamblea, compenetrada toda ella en
la celebración del memorial del Señor.

e) MATERIA DE LA EUCARISTÍA: Pan y vino:

Fiel al ejemplo de Cristo, la Iglesia ha usado


constantemente el pan y el vino con agua para celebrar la Cena
del Señor.
El pan para la celebración de la Eucaristía, según la
tradición de toda la Iglesia, debe ser únicamente de trigo y,
según la tradición propia de la iglesia latina, ázimo. Por razón
del signo, la materia de la celebración eucarística se presente de
verdad como alimento. Esto debe entenderse de la consistencia
del pan y no de la forma, que sigue siendo la tradicional. No
pueden agregarse ingredientes extraños a la harina de trigo y al
agua. La preparación del pan requiere atento cuidado, de manera
que la confección no se haga con menoscabo de la dignidad
debida al pan eucarístico, haga posible una decorosa fracción, no
dé origen a excesivos fragmentos y no hiera la sensibilidad de
los fieles al comerlo. El vino para la celebración eucarística debe
ser extraído “del fruto de la vid”, natural y puro, es decir, no
mezclado con sustancias extrañas.

f) LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA:

La comunión es un don del Señor, que se ofrece a los


fieles por medio del ministro autorizado para ello. No se admite
que los fieles tomen por sí mismos el pan consagrado y el cáliz
sagrado; y mucho menos que se lo hagan pasar de uno a otro.

71
- La Liturgia de la Iglesia –

El fiel, religioso o seglar, autorizado como ministro


extraordinario de la Eucaristía, podrá distribuir la comunión
solamente cuando falten el sacerdote, el diácono o el acólito,
cuando el sacerdote está impedido por enfermedad o por su edad
avanzada, o cuando el número de fieles que se acercan a la
comunión sea tan grande que haría prolongar excesivamente la
celebración de la misa. Es, pues, reprochable la actitud de
sacerdotes que, aun estando presentes en la celebración, se
abstienen de distribuir la comunión, dejando esta incumbencia a
los seglares.

La Iglesia ha exigido siempre a los fieles respeto y


reverencia a la Eucaristía en el momento de recibirla.
Por lo que se refiere al modo de acercarse a la comunión,
ésta puede recibirse por los fieles bien sea de rodillas bien de pie,
según las normas establecidas por la Conferencia Episcopal.
Cuando los fieles comulgan de rodillas no se exige de ellos otro
signo de reverencia para con el Santísimo Sacramento, porque la
misma genuflexión expresa adoración. Pero cuando comulga de
pie se recomienda encarecidamente que los que se acercan
procesionalmente hagan una reverencia debida antes de la
recepción del Sacramento en lugar y tiempo oportuno para que
no se entorpezca el acceso y retiro de los fieles.
El "Amén» que dicen los fieles, cuando reciben la
comunión, es un acto de fe personal en la presencia de Cristo.

G) Comunión bajo las dos especies:

En cuanto a la comunión bajo las dos especies, obsérvese


lo que ha determinado la Iglesia, sea por la veneración debida al
mismo Sacramento, sea por la utilidad de los que reciben la
Eucaristía, según la diversidad circunstancias, de tiempo y lugar.

72
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Las Conferencias Episcopales y los Ordinarios no
sobrepasen tampoco cuanto ha sido establecido por la actual
disciplina: la concesión de comunión con las dos especies no sea
indiscriminada y las celebraciones san bien definidas; por lo
demás, los grupos que gozan de esta facultad sean bien
determinados, disciplinados y homogéneos.
También después de la comunión sigue presente el Señor
bajo las especies. Por tanto, una vez distribuida la comunión, las
partículas sagradas restantes sean consumidas o llevadas por el
ministro competente al lugar de la reserva eucarística.
El vino consagrado, en cambio, debe ser consumido
inmediatamente después de la comunión y no puede ser
conservado. Póngase atención consagrar solamente la cantidad
de vino necesaria para la comunión.
Obsérvense las reglas prescritas para la purificación del
cáliz y de los demás vasos sagrados que han contenido las
especies eucarísticas.

h) Los vasos sagrados:

Particular respeto y cuidado se deben a los vasos


sagrados, sea al copón y a la patena para la celebración de la
Eucaristía, sea a los copones para la comunión de los fieles. La
forma de los vasos debe ser adecuada al uso litúrgico al que
están destinados. La materia debe ser noble, duradera y todo
caso adecuada al uso sagrado. En este sector el juicio compete a
Conferencia Episcopal de cada región.
No pueden usarse simples cestos u otros recipientes
destinados al uso común fuera de las celebraciones sagradas, o
de baja calidad, o que de todo estilo artístico.
Los cálices y las patenas, antes de ser utilizados, deben
ser bendecidos por el Obispo o por un presbítero.
Recomiéndese a los fieles no descuidar, después de la
comunión, la justa y debida acción de gracias, sea en la
celebración misma, con un tiempo de silencio, un himno o un

73
- La Liturgia de la Iglesia –

salmo u otro cántico de alabanza, sea de la celebración,


quedando, si es posible, en oración por un conveniente espacio
de tiempo.

i) Las mujeres y su servicio litúrgico:

Como es sabido, las funciones que la mujer puede ejercer


en la litúrgica son varias; entre ellas, la lectura de la palabra de
proclamación de las intenciones en la oración de los fieles. No
están permitidas a las mujeres las funciones de acólito o de
servicio al altar.
Se recomienda una vigilancia particular y un cuidado
especial en las misas transmitidas por los medios audiovisuales.
En efecto, dada la amplísima difusión, su desarrollo debe ser de
ejemplar calidad.

j) CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA

Se recomienda vivamente la devoción tanto pública como


privada hacia la santísima Eucaristía, incluso fuera de la misa, ya
que la presencia de Cristo, que es adorado por los fieles en el
Sacramento, deriva del sacrificio y tiende a la comunión
sacramental y espiritual.
Sobre la exposición de la santísima Eucaristía – ya sea
prolongada o breve – las procesiones eucarísticas, los Congresos
eucarísticos, y toda la ordenación de la piedad eucarística,
obsérvense las indicaciones pastorales y las disposiciones dadas
por el Ritual Romano.

No se olvide que antes de la bendición con el Santísimo


Sacramento debe dedicarse un tiempo conveniente a la lectura de
la palabra de Dios, a los cánticos, a las preces y a la oración en
silencio prolongada durante algún tiempo. Al final de la

74
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
adoración se canta un himno, se recita o se canta una de las
oraciones, tomada de entre las que están en el Ritual Romano.

k) EL SAGRARIO:

El sagrario en el que se reserva la Eucaristía puede ser


colocado en un altar o fuera de él, en un lugar de la iglesia bien
visible, verdaderamente digno y debidamente adornado, o en una
capilla apta para la oración privada y para la adoración de los
fieles.
El sagrario debe ser sólido, inviolable, y no transparente.
Ante él, donde la presencia de la Eucaristía estará señalada por el
conopeo o por otro medio idóneo establecido por la autoridad
competente, debe arder perennemente una lámpara, como signo
de honor tributado al Señor. Ante el Santísimo Sacramento,
guardado en el sagrario o expuesto públicamente, manténgase la
práctica venerable de la genuflexión en señal de adoración. Este
acto requiere que se le dé un profundo contenido. Para que el
corazón se incline ante Dios con profunda reverencia, la
genuflexión no sea ni apresurada ni distraída.

OBSERVACIONES FINALES:

Dice el documento citado, al terminar, que la mayor


parte de las dificultades encontradas en la actuación de la
reforma de la liturgia y, sobre todo, de la misa provienen del
hecho de que algunos sacerdotes y fieles no han tenido quizá un
conocimiento suficiente de las razones teológicas y espirituales
por las que se han hecho los cambios, según los principios
establecidos por el Concilio.
Los sacerdotes deben profundizar más en el concepto
auténtico de la Iglesia, de la cual la celebración litúrgica, sobre

75
- La Liturgia de la Iglesia –

todo la misa, es expresión viva. Sin una cultura bíblica adecuada,


los sacerdotes no podrán presentar a los fieles el significado de la
liturgia como actualización, en los signos, de la historia de la
salvación. También el conocimiento de la historia de la liturgia
contribuirá a hacer comprender los cambios efectuados, no como
novedad, sino como renovación y adaptación de la auténtica y
genuina tradición
La liturgia exige además un gran equilibrio, porque, como
dice la Constitución Sacrosanctum Concilium, ella contribuye en
sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a
los demás el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la
verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia ser, a la vez,
humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles,
entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el
mundo y, sin embargo, peregrina; y todo esto de suerte que en
ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo
visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a
la ciudad futura que buscamos. Sin este equilibrio se desvirtúa el
verdadero rostro de la liturgia cristiana.
Además, es necesario tener en alta consideración lo que la
Congregación para el culto divino dice en la Declaración del 21
de marzo de 1988, sobre las plegarias eucarísticas y los
experimentos litúrgicos, que “los experimentos en materia
litúrgica, cuando son necesarios o considerados oportunos se
conceden por esta Sagrada Congregación y por escrito, con
normas precisas y determinadas, y bajo la responsabilidad de la
competente autoridad legal.” O, como dice en la carta apostólica
“Vigesimus quintus annus”(a veinticinco años del Concilio
Vaticano II), de que no estamos en la misma situación de 1963, y
que no se puede seguir hablando de cambios como en el tiempo
de la publicación de la Sacrosanctum concilium, pero sí de un
profundización cada vez más intensa de la liturgia de la Iglesia,
celebrada según los libros vigentes y vivida, ante todo, como un
hecho de orden espiritual.

76
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -

77
TERCERA PARTE:

LOS LAICOS
LOS LAICOS

A.) LOS FIELES LAICOS

La Encíclica "Christifideles laici" dedica todo un hermoso


estudio a la realidad de los laicos y a su vocación. Los invita a
desarrollar auténticamente su trabajo en el mundo, pues, no es
lícito que nadie esté ocioso, citando a Mateo 20, 1 y siguientes,
en donde se cuenta que salió el dueño de la viña a contratar
obreros para su viña, a diversas horas del día, concertando con
todos ellos un denario como salario. Pero no como simples
obreros, sino como parte de la misma viña. La misma Encíclica
no solamente convoca a los laicos a ser sal de la tierra y luz del
mundo, sino que analiza la situación actual del mundo, en donde
ellos tienen que desenvolverse. Y los previene de la
"instrumentalización" de la persona humana, como consecuencia
del no respeto de la dignidad de la persona. Es necesario rescatar
la sacralidad de la persona, al tener ésta su indestructible
fundamento en Dios Creador y Padre. Se añade a esa realidad la
nueva construcción de la Torre de Babel, como consecuencia ya
no del pluralismo de las mentalidades y de las iniciativas, sino de
pretensión de "omnipotencia", manifestada en las diversas
formas de violencia, de terrorismo y de guerra.

B.) Quiénes son los fieles laicos:

Los laicos son todos los fieles cristianos a excepción de


los miembros del orden sagrado y los del estado religioso. Son
los fieles, que en cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo,
integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes a su modo del
oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia
y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte
- Los Laicos –

que a ellos corresponde. Ellos, no sólo pertenecen a la Iglesia,


ellos son la Iglesia, como decía el Papa Pío XII, pero en
comunión con el Magisterio. Los laicos pertenecen al misterio
del Pueblo de Dios, al
ser los convocados por el Señor a ser los obreros de su viña, y
son los sarmientos radicados en Cristo, la verdadera vid. Por ser
bautizado, simplemente. Por el bautismo somos hechos hijos de
Dios en su Unigénito Hijo, Cristo Jesús. Somos regenerados en
Cristo: del hombre viejo al hombre nuevo. Y por esta
regeneración, con la unción del Espíritu Santo, los cristianos son
consagrados como casa espiritual, y por lo tanto, pueden repetir,
a su modo, las palabras de Jesús: "El Espíritu del Señor está
sobre mí; lo cual me ha ungido para evangelizar a los pobres, me
ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a
los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a proclamar el
año de gracia del Señor" (Lc. 4, 18-19).

C.) Triple oficio del laico:

Los fieles laicos participan, según el modo que les es


propio, en el triple oficio de Jesucristo: sacerdotal, profético y
real.

-- En el oficio sacerdotal, los laicos, están incorporados a


Jesucristo en su sacrificio, en el ofrecimiento de sí mismos y de
todas sus actividades (cf. Rm. 12, 1-2). Dice el Concilio: "Todas
sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida
conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso espiritual y
corporal, si son hechos en el Espíritu, e incluso las mismas
pruebas de la vida si se sobrellevan pacientemente, se convierten
en sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1
Ped. 2, 5), que en la celebración de la Eucaristía se ofrecen
piadosísimamente al Padre junto con la oblación del Cuerpo del

80
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Señor. De este modo también los laicos, como adoradores que en
todo lugar actúan santamente, consagran a Dios el mundo
mismo" (Lumen Gentium, 34).

-- En el oficio profético de Cristo en el compromiso de


los laicos a acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la
palabra y con las obras, sin vacilar en denunciar el mal con
valentía. Los laicos son hechos partícipes tanto del sobrenatural
sentido de fe de la Iglesia, que "no puede equivocarse cuando
cree", cuanto de la gracia de la palabra (cf. Hech. 2, 17-18).
-- En el oficio real, por su pertenencia a Cristo, Señor y
Rey del universo. Y son llamados por Cristo para servir al Reino
de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana,
antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí
mismos el reino del pecado (cf. Rm. 6, 12); y después en la
propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo
Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más
pequeños (cf. Mt. 25, 40).
La participación de los fieles laicos en el triple oficio de
Cristo Sacerdote, Profeta y Rey tiene su raíz primera en la
unción del Bautismo, su desarrollo en la Confirmación, y su
cumplimiento y dinámica sustentación en la Eucaristía. Cada fiel
participa en el triple oficio de Cristo porque es miembro de la
Iglesia. Deriva de la comunión eclesial, es decir, que la
participación de los fieles laicos en el triple oficio de Cristo
exige ser vivida y actuada en la comunión y para acrecentar esta
comunión.

D.) La índole secular del laico:

La Iglesia vive en el mundo. Y así, todos los miembros de


la Iglesia son partícipes de su dimensión en el mundo. Es decir,
secular. En particular, la participación de los fieles laicos tiene

81
- Los Laicos –

una modalidad propia de actuación y de función, que según el


Concilio, es "propia y peculiar" de ellos. Tal modalidad se
designa con la expresión "índole secular". Los fieles laicos
"viven en el mundo, esto es, implicados en todas y cada una de
las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones
ordinarias de la vida familiar y social, de la que su existencia se
encuentra como entretejida". El "mundo" se convierte en el
ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos,
porque él mismo está destinado a dar gloria a Dios Padre en
Cristo. No han sido llamados a abandonar el lugar que ocupan en
el mundo. El bautismo no los quita del mundo, sino que les
confía una vocación que afecta precisamente a su situación
intramundana. El ser y el actuar en el mundo son para los fieles
laicos no sólo una realidad antropológica y sociológica, sino
también, y específicamente, una realidad teológica y eclesial.

E.) Los laicos en comunión con Cristo:

"Yo soy la vid; vosotros los sarmientos... Permaneced en


mí, y yo en vosotros" (Jn. 15, 1-5). La comunión de los
cristianos entre sí nace de su comunión con Cristo. Esta
comunión es el mismo misterio de la Iglesia, y que es unión a
Cristo y en Cristo; y unión entre los cristianos dentro de la
Iglesia.
La realidad de la Iglesia-Comunión es parte integrante y
representa el contenido central del "misterio" o sea del designio
divino de salvación de la humanidad. Pero esta comunión es
orgánica y está caracterizada por la simultánea presencia de la
diversidad y de la complementariedad de las vocaciones y
condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las
responsabilidades. Gracias a esta diversidad y
complementariedad, cada fiel laico se encuentra en relación con
todo el cuerpo y le ofrece su propia aportación.

82
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
La comunión eclesial es un don, un gran don del Espíritu
Santo, que los fieles laicos están llamados a acoger con gratitud
y, al mismo tiempo, a vivir con profundo sentido de
responsabilidad. El modo concreto de actuarlo es a través de la
participación en la vida y misión de la Iglesia, a cuyo servicio los
fieles laicos contribuyen con sus diversas y complementarias
funciones y carismas.
El fiel laico "no puede jamás cerrarse sobre sí mismo,
aislándose espiritualmente de la comunidad; sino que debe vivir
en continuo intercambio con los demás, con un vivo sentido de
fraternidad, en el gozo de una igual dignidad y en el empeño por
hacer fructificar, junto con los demás, el inmenso tesoro recibido
en herencia. El Espíritu del Señor le confiere, como también a
los demás, múltiples carismas; le invita a tomar parte en
diferentes ministerios y encargos; le recuerda, como también
recuerda los otros en relación con él, que todo aquello que le
distingue no significa una mayor dignidad, sino una especial y
complementaria habilitación al servicio (...). De esta manera, los
carismas, los ministerios, los encargos y los servicios del fiel
laico existen en la comunión y para la comunión. Son riquezas
que se complementan entre sí en favor de todos, bajo la guía
prudente de los Pastores".

F.) DEBERES Y DERECHOS DE TODOS LOS FIELES


CRISTIANOS, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO:

208) Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles,


en cuanto a la dignidad y a la acción, una verdadera igualdad, en
virtud de la cual todos, según su propia condición y función,
cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo.

83
- Los Laicos –

209) # 1. Los fieles están obligados, incluso en su modo de


obrar, a conservar siempre la comunión con la Iglesia.

# 2. Deben cumplir con gran cuidado los deberes que


tienen tanto respecto de la Iglesia universal, como respecto de la
Iglesia particular a la que pertenecen según las prescripciones del
derecho.

210) Todos los fieles deben esforzarse, según su propia


condición, por llevar una vida santa, así como por promover el
incremento de la Iglesia y su continua santificación.

211) Todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar


para que el mensaje divino de salvación llegue más y más a
todos los hombres de todos los tiempos y del orbe entero.

212) # 1. Los fieles, conscientes de su propia responsabilidad,


están obligados a seguir, por obediencia cristiana, aquello que
los Pastores sagrados, en cuanto representantes de Cristo,
declaran como maestros de la fe o bien establecen como rectores
de la Iglesia.

# 2. Los fieles tienen la facultad de manifestar a los


Pastores de la Iglesia sus necesidades, sobre todo espirituales, y
sus deseos.

# 3. Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en


razón de sus conocimientos, competencia y prestigio, de
manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que
pertenece al bien de la Iglesia y de hacerla conocer a los demás
fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las
costumbres, la reverencia hacia los Pastores, y habida cuenta de
la utilidad común y de la dignidad de las personas.

84
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
213) Los fieles tienen el derecho de recibir de los Pastores
sagrados la ayuda de los bienes espirituales de la Iglesia, sobre
todo de la Palabra de Dios y los sacramentos.

214) Los fieles tienen el derecho de tributar culto a Dios según


las prescripciones del propio rito aprobado por los legítimos
Pastores de la Iglesia, y a seguir su propia forma de vida
espiritual, conforme por cierto con la doctrina de la Iglesia.

215) Los fieles tienen la facultad de fundar y dirigir libremente


asociaciones para fines de caridad o piedad o bien para fomentar
la vocación cristiana en el mundo, y de tener reuniones para
perseguir esos mismos fines en común.

216) Todos los fieles, puesto que participan en la misión de la


Iglesia, tienen el derecho de promover y sostener la actividad
apostólica también con sus propias iniciativas, cada uno según su
estado y condición; sin embargo, ninguna iniciativa se debe
atribuir el nombre de católica a menos que cuente con el
consentimiento de la autoridad eclesiástica competente.
217) Los fieles, puesto que están llamados por el bautismo a
llevar una vida congruente con la doctrina evangélica, tienen
derecho a una educación cristiana por la que se los instruya
convenientemente para conseguir la madurez de la persona
humana y al mismo tiempo para conocer y vivir el misterio de la
salvación.

218) Quienes se dedican a las ciencias sagradas gozan de una


justa libertad para investigar, así como para manifestar
prudentemente su pensamiento sobre aquello en lo que son
peritos, quedando a salvo la debida sumisión al magisterio de la
Iglesia.

219) Todos los fieles gozan del derecho de ser inmunes de


cualquier coacción para elegir el estado de vida.

85
- Los Laicos –

220) A nadie le es lícito lesionar ilegítimamente la buena fama


de que alguien goza, ni violar el derecho de cada persona a
proteger su propia intimidad.

221) # 1. Compete a los fieles reclamar legítimamente los


derechos de que gozan en la Iglesia y defenderlos en el fuero
eclesiástico competente a tenor del derecho.
2. Si son llamados a juicio por la autoridad competente,
los fieles tienen también el derecho de ser juzgados según las
prescripciones del derecho, que deben ser aplicadas con equidad.

# 3. Los fieles tienen el derecho de no ser sancionados


con penas canónicas, si no es a tenor de la ley.

222) # 1. Los fieles tienen la obligación de subvenir a las


necesidades de la Iglesia, de modo que esta disponga de lo
necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de
caridad, y el honesto sustento de los ministros.
# 2. También tienen la obligación de promover la
justicia social, así como, recordando el precepto del Señor,
ayudar a los pobres con sus propios bienes.

223) # 1. En el ejercicio de sus derechos, tanto en cuanto


individuos como unidos en asociaciones, los fieles han de tener
en cuenta el bien común de la Iglesia, así como también los
derechos ajenos y sus deberes respecto a otros.

# 2. Compete a la autoridad eclesiástica regular, en


atención al bien común, el ejercicio de los derechos propios de
los fieles.

224) Los fieles laicos, además de las obligaciones y derechos


comunes a todos los fieles cristianos y de los que se establecen

86
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
en otros cánones, tienen obligaciones y gozan de derechos que se
enumeran en los cánones de este título.
225) # 1. Puesto que, en virtud del bautismo y de la
confirmación, los laicos, como todos los fieles, son destinados
por Dios al apostolado, tienen la obligación general, y gozan del
derecho, sea individual como asociadamente, de trabajar para
que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por
todos los hombres en todo el mundo; esa obligación los apremia
todavía más en aquellas circunstancias en las que sólo a través de
ellos pueden los hombres oír el Evangelio y conocer a Jesucristo.

# 2. Tienen también el deber peculiar, cada uno según su


propia condición, de impregnar y perfeccionar el orden temporal
con el espíritu evangélico y dar así testimonio de Cristo
especialmente en la realización de ese mismo orden temporal y
en el ejercicio de las tareas seculares.

226) # 1. Quienes viven en el estado conyugal, según su propia


vocación, tienen el peculiar deber de trabajar, a través del
matrimonio y la familia, en la edificación del Pueblo de Dios.

# 2. Por haber transmitido la vida a sus hijos, los padres


tienen el gravísimo deber y gozan del derecho de educarlos; por
tanto, corresponde en primer lugar a los padres cristianos cuidar
de la educación cristiana de sus hijos según la doctrina enseñada
por la Iglesia.

227) Los fieles laicos tienen el derecho de que se les reconozca


en los asuntos terrenos aquella libertad que compete a todos los
ciudadanos; sin embargo, al usar de esa libertad han de cuidar de
que sus acciones estén imbuidas de espíritu evangélico y han de
prestar atención a la doctrina propuesta por el magisterio de la
Iglesia, teniendo cuidado, sin embargo, de no presentar su propia
opinión en materias opinables como doctrina de la Iglesia.

87
- Los Laicos –

228) # 1. Los laicos que sean considerados idóneos tienen


capacidad de ser incorporados por los sagrados Pastores en
aquellos oficios eclesiásticos y funciones que pueden asumir
según las prescripciones del derecho.

# 2. Los laicos que se distinguen por sus conocimientos,


prudencia y honestidad tienen capacidad para prestar ayuda
como peritos o como consejeros a los Pastores de la Iglesia,
también formando parte de consejos a tenor del derecho.
229) #1. Para que puedan vivir según la doctrina cristiana,
proclamarla y, cuando sea necesario, defenderla y para que
puedan ejercer la parte que les corresponde en el apostolado, los
laicos tienen el deber y gozan del derecho de adquirir
conocimiento de esa doctrina, de acuerdo con la capacidad y
condición propias de cada uno.

# 2. Gozan también del derecho de adquirir ese


conocimiento más profundo en las ciencias sagradas que se
enseñan en las universidades o facultades eclesiásticas o bien en
los institutos de ciencias religiosas asistiendo a las clases y
obteniendo grados académicos.

# 3. Ateniéndose a las prescripciones establecidas acerca


de la idoneidad requerida, también tienen capacidad de recibir de
la legítima autoridad eclesiástica mandato para enseñar ciencias
sagradas.

230) # 1. Los varones laicos que tengan la edad y condiciones


establecidas por decreto de la Conferencia Episcopal pueden ser
incorporados establemente en los ministerios de lector y acólito,
mediante el rito litúrgico prescrito; sin embargo, la colación de
esos ministerios no les confiere el derecho de recibir de la Iglesia
sustentación o remuneración.

88
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
# 2. Por encargo temporal, los laicos pueden desempeñar
la función de lector en las acciones litúrgicas; asimismo todos
los laicos pueden desempeñar las funciones de guía, cantor u
otras, a tenor del derecho.

# 3. Donde lo aconseje la necesidad de la Iglesia y no


haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean
lectores ni acólitos, suplirlos en algunas de sus funciones, es
decir, ejercer el ministerio de la palabra, presidir las oraciones
litúrgicas, administrar el bautismo y distribuir la sagrada
Comunión, según las prescripciones del derecho.
231) # 1. Los laicos que de modo permanente o temporal se
dedican a un servicio especial de la Iglesia tienen el deber de
adquirir la formación conveniente que se requiere para
desempeñar debidamente su función, y para ejercerla con
conciencia, generosidad y cuidado.

# 2. Manteniéndose lo que se prescribe en el can. 230, # 1,


tienen derecho a una conveniente remuneración que responda a
su condición y con la cual puedan proveer decentemente a sus
propias necesidades y a las de sus familias, de acuerdo también
con las prescripciones del derecho civil; y también les compete
el derecho de que se provea debidamente a su previsión y
seguridad social y a la llamada asistencia sanitaria.

A MODO DE CONCLUSIÓN:

No se puede negar, pues, toda la importancia que tiene el


laico en la nueva concepción eclesiológica del Concilio Vaticano
II. Se trata de traducirse, como lo dice el P. Sánchez Chamoso en
uno de sus aportes al tema, en operativa y desembocar en
corresponsabilidad. Lo que supone que va contra todo tipo de
monopolio ministerial, siguiendo la línea que marca la Lumen
Gentium en el número 30, y a favor, a su vez, del pluralismo

89
- Los Laicos –

ministerial, según el mismo documento conciliar, en su número


32b. Lo que supone, necesariamente, una necesidad absoluta del
seglar y una llamada a todos los pastores a hacer realidad la
participación. Pero en comunión y sin negar la tensión dialéctica
que debe existir en la “unidad en la diversidad”; ya que en la
unidad reside la fuerza de la Iglesia, y en la diversidad, su
riqueza. La unidad no devora a la diversidad, sino que la
potencia y relanza cuando no extrapola su significado eclesial. El
mismo Espíritu es la fuente de todos los carismas (Cf. 1 Cor 12)
y, al mismo tiempo, el que hace que la Iglesia “hable todas las
lenguas” (cf. Hech. 2,3-11).

MINISTERIOS Y OFICIOS DE LOS LAICOS:

A.) Facultad y no un derecho:

La Encíclica "Christifideles laici" recomienda que ha de


reconocerse y promoverse los ministerios, oficios y funciones de
los fieles laicos, los cuales tienen su fundamento sacramental en
el Bautismo y en la Confirmación, y para muchos de ellos,
además en el Matrimonio.
Cuando la necesidad o la utilidad de la Iglesia lo exija se
pueden dar algunas funciones a los laicos, propias del ministerio
sacerdotal, pero que no exigen el carácter del Orden, como el
lectorado y el acolitado. Sin embargo, apunta la Encíclica, el
ejercicio de estas tareas no hace del fiel laico un pastor. La tarea
realizada en calidad de suplente tiene su legitimación -- formal e
inmediatamente -- en el encargo oficial hecho por los pastores, y
depende, en su concreto ejercicio, de la dirección de la autoridad
eclesiástica. Sólo les corresponde el título de pastores a los
sacerdotes, como bien se señala en la Congregación para el
clero, en el Directorio para el ministerio y la vida de los
presbíteros, del año 1994, y, en la Instrucción sobre algunas

90
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en el
Sagrado Ministerio de los sacerdotes, del 13 de agosto de 1997.

B.) La colaboración de los laicos en el ministerio de


los sacerdotes:

No se le niega, pues, la participación a los laicos. Todo lo


contrario. Se estimula su inserción en la pastoral activa e
inclusive se le reconoce su importancia, como se puede
desprender de los documentos señalados, al respecto. Sin
embargo, es importante precisar lo que el mismo Magisterio de
la Iglesia nos invita a tener en consideración en la Instrucción
sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles
laicos en el Sagrado Ministerio de los sacerdotes, y de la que
tomamos las ideas más importantes. Dice la Instrucción que
respecto a las funciones de los fieles hay algunas actividades que
"se colocan en la línea de directo servicio en el sagrado
ministerio de los fieles ordenados", pero que "los fieles no
ordenados no son detentores de un derecho a ejercerlas", aunque
"son hábiles para ser llamados por los sagrados pastores en
aquellos oficios eclesiásticos y en aquellas tareas que están en
grado de ejercitar según las prescripciones del derecho".

C.) Nombre que recibe el laico no ordenado:

Así mismo, "no es lícito por tanto, que los fieles no


ordenados asuman, por ejemplo, la denominación de "pastor", de
"capellán", de "coordinador", "moderador" o de títulos
semejantes que podrían confundir su función con la del Pastor,
que es únicamente el obispo y el presbítero". Su denominación
es "ministro extraordinario", pero, "sólo y cuando es llamado por
la Autoridad competente a cumplir, únicamente en función de

91
- Los Laicos –

suplencia, los encargos, a los que se refiere los cánones 230, 943
y 1112".
Sin afán de hacer una polémica, ni tampoco de
dogmatizar, es importante aclarar que la denominación es
“Ministerios Extraordinarios”; y no, “Ministerios Laicales”,
como algunos quieren enfatizar. La razón es muy sencilla, si nos
ceñimos a la línea de pensamiento de la “Christifideles laici” y
de otros muchos otros documentos, ya que se trata de darle un
ministerio al laicado que no es suyo, sino con carácter de
“extraordinariedad”. No se trata de ministerios laicales ya que
sería darle al laico lo que ya de hecho es suyo. Su ministerio es,
precisamente, ser laico. Más bien, en su laicidad está su
ministerio. ¿Por qué se pretende, entonces, decir, que se le va a
conferir “el ministerio laical”, si ya lo posee desde el mismo
bautismo? Si se le va a conceder significa que es más el hecho
posterior de una ceremonia circunstancial subjetiva, solemne o
no, no es el caso de discusión, al efecto ontológico y objetivo
que le imprime el bautismo. No. Y nunca. Es primero lo
segundo. Eso se aplica si somos fieles a la línea de pensamiento
de los documentos oficiales de la Iglesia, sobre todo, al de la
Christifideles laici. De lo contrario, se pretendería darle unos
derechos que ya tiene. Y es absurdo.
El último documento de la Iglesia, la Instrucción
Redemptionis sacramentum, de la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los sacramentos, del año 2004, en el
número 149, utiliza la expresión “asistentes pastorales”. Así se
enriquece lo aportado por la Chrisitifideles laici, al respecto. E
insiste en que no se les puede denominar “Ministros de la
Eucaristía”, ya que sólo el sacerdote debidamente ordenado es el
Ministro que confiere la Eucaristía, in persona Christi. Como,
tampoco, en el caso de los ministros extraordinarios, ocasionales
o temporales, se les debe dar el nombre de “ministro especial de
la sagrada comunión”, ni “ministro extraordinario de la
Eucaristía”, según los números 154 y 156 de la Instrucción.

92
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -

D.) Lo que puede hacer un laico no ordenado:

Es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las


oraciones litúrgicas, administrar el bautismo y dar la sagrada
Comunión. En circunstancias peculiares, sólo para la exposición
del santísimo y reserva, pero sin bendición; y, finalmente, asistir
a los matrimonios, o sea, ser testigo autorizado del matrimonio.
Pero sólo en eventualidades, "en suplencia de los ministros
sagrados o por especiales razones de utilidad en los casos
particulares previstos por la legislación universal de la Iglesia o
de las Conferencias Episcopales, y por tanto no se puede
convertir en un hecho ordinario, ni puede ser entendida como
auténtica promoción del laicado".

E.) Cuándo y dónde puede realizar homilías:

Respecto a las homilías, es enérgica la Instrucción. Dice,


así, que dentro de la celebración de la Eucaristía, se debe
reservar al ministro sagrado, sacerdote o diácono. Se excluyen
los fieles no ordenados. Y ni siquiera el Obispo diocesano puede
dispensar la norma del canon. Ni siquiera a seminaristas
estudiantes, aún no ordenados. Puesto que la homilía no puede
considerarse como una práctica para el futuro ministerio1. Sí
puede, sin embargo, el no ordenado pronunciar la homilía fuera
de la Santa Misa, pero, según lo establecido por el derecho o las
normas litúrgicas y observando las cláusulas allí contenidas.
Tampoco le está permitido al no ordenado, es un grave abuso,
dice la Instrucción, el que un fiel ejercite una casi "presidencia"
de la Eucaristía dejando al sacerdote sólo el mínimo para
garantizar la validez2. Igualmente, respecto al uso, en las
ceremonias litúrgicas, de ornamentos reservados a los sacerdotes
1
Véase la Instrucción Redemtionies sacramentum, números 64-66, y 161.
2
Véase la Redemptionies sacramentum, número 42.

93
- Los Laicos –

o a los diáconos (estola, casulla, dalmática). Recordemos los


aspectos negativos de la reforma litúrgica después de la
Sacrosanctum concilium.
Respecto a la posibilidad del “diálogo” en la homilía,
puede, ser, dice La Instrucción, usada prudentemente por el
ministro celebrante como medio expositivo con el cual no se
delega a los otros el deber de la predicación. La instrucción es
tajante sobre la posibilidad de confiar la homilía a sacerdotes o
diáconos que han perdido el estado clerical o que hayan
abandonado el ejercicio del sagrado ministerio. En ningún caso,
dice3.
En cuanto a la práctica de llevar la comunión, tal encargo
es de suplencia y extraordinario, y debe ser debidamente
preparado.

F) Cuándo puede repartir la comunión:

Los Acólitos instituidos: En calidad de ministros


extraordinarios cuantas veces no está presente el presbítero o el
diácono, o cuando éstos no pueden por causa de enfermedad,
edad avanzada o urgencia del ministerio pastoral. Esto rige,
sobre todo, para llevar la comunión a los enfermos.
En los casos de las Misas, cuando haya mucha
concurrencia para la comunión, puede ayudar a distribuir la
comunión. Sin embargo, es importante señalar, que este servicio
es de carácter “extraordinario”. Lo que quiere decir, que cuando
no haya necesidad de ese servicio no le corresponde al laico
ejercerlo. Por ejemplo, cuando está presente el sacerdote y puede
distribuir la comunión él mismo, no puede sentarse para que el
laico lo haga. Es un abuso. Así lo señala la Comisión Pontificia
para la interpretación del Código de Derecho Canónico en su
plenaria del 20 de enero de 1987, interpretando el canon 910,
3
Vease la Instrucción Redemptionies sacramentum, número 168.
94
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
número 1. Dice, así, que en presencia de ministros ordinarios,
tanto celebrantes o no celebrantes, activos, no le está permitido a
los ministros extraordinarios distribuir la Eucaristía ni a sí
mismos, ni a los otros. Asimismo, lo señala la Sagrada
Congregación para los Sacramentos y el Culto divino en la
Instrucción “Inaestimabile Donum”, recordando algunas normas
acerca del culto del misterio eucarístico, del 3 de abril de 1980.

IX.) CASOS CONCRETOS DE CELEBRACIONES:

Damos, a continuación, las maneras de celebrar los ritos


que se pueden realizar. Sólo en caso de emergencia. Y sólo que
haya sido autorizado para ello.

A.) Bautizos:

Cualquier cristiano católico está facultado para bautizar,


con uso de razón y con conciencia de hacer lo que la hace la
Iglesia. Pero sólo en caso de que el niño que se va a bautizar se
encuentre en peligro de muerte. De lo contrario, nadie, en
absoluto, goza de ese derecho, sino los obispos, sacerdotes y
diáconos. Dice el Derecho Canónico:
— Derecho Canónico:

Número 861:
& 1. Quedando en vigor lo que prescribe el can. 530, n. 1, es
ministro ordinario del bautismo el Obispo, el presbítero y el
diácono.

& 2. Si está ausente o impedido el ministro ordinario, administra


lícitamente el bautismo un catequista u otro destinado para esta
función por el Ordinario del lugar, y, en caso de necesidad,
cualquier persona que tenga la debida intención; y han de
procurar los pastores de almas, especialmente el párroco, que los
fieles sepan bautizar debidamente.

95
- Los Laicos –

Número 853:

Fuera del caso de necesidad, el agua que se emplea para


administrar el bautismo debe estar bendecida, según las
prescripciones de los libros litúrgicos.

— Fórmula:
----------------------- (nombre del niño), yo te bautizo en el
nombre del Padre (agua)
y del Hijo (agua)
y del Espíritu Santo (agua).
— Condición:

Como se trata de un bautizo de emergencia, una vez


recuperado el niño, debe ser bautizado, bajo condición, en la
parroquia más cercana. Sobre todo para la unción del Santo
Crisma.

B.) CONFIRMACIÓN:

Sólo el Obispo. Y por delegación del Obispo un


sacerdote. Pero no un laico.

C.) CONFESIÓN:

Sólo el Obispo y el presbítero. Nadie más. Ni siquiera el


diácono.
Dice el Derecho:

959) En el sacramento de la penitencia, los fieles que confiesan


sus pecados a un ministro legítimo, arrepentidos de ellos y

96
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
teniendo el propósito de enmendarse, mediante la absolución
dada por el mismo ministro, obtienen de Dios el perdón de los
pecados que hubieran cometido después del bautismo y, al
mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia a la que, al pecar,
hirieron.

965) Sólo el sacerdote es ministro del sacramento de la


penitencia.
966) # 1 Para la absolución válida de los pecados se requiere que
el ministro, además de la potestad de orden, tenga la facultad de
ejercerla sobre los fieles a quienes da la absolución.

967) # 1 Además del Romano Pontífice, los Cardenales tienen,


ipso iure, la facultad de oír confesiones de los fieles en todo el
mundo; y asimismo los Obispos, que usan de ella también
lícitamente en todas partes, a menos que el Obispo diocesano en
un caso particular se oponga.

968) # 1 En virtud de su oficio y para la jurisdicción de cada uno


gozan de la facultad de oír confesiones el Ordinario del lugar, el
canónigo penitenciario y también el párroco y aquellos que
ocupan su lugar.
973) La facultad de oír habitualmente confesiones debe
concederse por escrito.

976) Todo sacerdote, aunque carezca de la facultad de oír


confesiones, absuelve válida y lícitamente a cualesquiera
penitentes que se encuentren en peligro de muerte de
cualesquiera censuras y pecados, aunque esté presente un
sacerdote aprobado.

989) Después de llegar al uso de razón, todo fiel tiene la


obligación de confesar fielmente sus pecados graves, al menos
una vez al año.

97
- Los Laicos –

D.) UNCIÓN DE LOS ENFERMOS:

Sólo el Obispo y el presbítero. Nadie más. Ni siquiera el


diácono. Así, dice el Derecho:

1003) # 1) Todo sacerdote, y sólo él, administra válidamente la


unción de los enfermos.

1000) # 1) Las unciones deben realizarse cuidadosamente, con


las palabras, orden y modo prescritos en los libros litúrgicos; sin
embargo, en caso de necesidad, basta una única unción en la
frente o también en otra parte del cuerpo, diciendo la fórmula
íntegra.

# 2.) La obligación y el derecho de administrar la unción


de los enfermos los tienen todos los sacerdotes a los que se ha
encomendado la cura de almas, respecto a los fieles
encomendados a su oficio pastoral; por una causa razonable,
cualquier otro sacerdote puede administrar este sacramento, con
el consentimiento al menos presunto del sacerdote del que se
habla arriba.

# 3.) Está permitido a todo sacerdote llevar consigo el


óleo bendito, de manera que, en caso de necesidad, pueda
administrar el sacramento de la unción de los enfermos.

E.) A QUIÉNES SE LES PUEDE APLICAR LA UNCIÓN


DE LOS ENFERMOS, SEGÚN EL DERECHO
CANÓNICO:

1004) # 1) Se puede administrar la unción de los enfermos al


fiel que, habiendo llegado al uso de la razón, comienza a estar en
peligro por enfermedad o vejez.

98
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
# 2.) Este sacramento puede reiterarse si el enfermo, una
vez recobrada la salud, contrae de nuevo una enfermedad grave,
o si durante la misma enfermedad, el peligro se hace más grave.

1005) En la duda sobre si el enfermo ha alcanzado el uso de


razón, sufre una enfermedad grave o ha fallecido ya, se le
administrará este sacramento.

1006) A los enfermos que, cuando estaban en posesión de sus


facultades, hubieran pedido al menos de manera implícita este
sacramento, se les conferirá.
1007) La unción de los enfermos no se conferirá a los que
persisten obstinadamente en un pecado grave manifiesto.

F.) MATRIMONIOS:

Es oficio propio del ordenado sacerdote (Obispo,


presbítero o diácono). También un laico puede ser testigo
autorizado de un matrimonio. Con la debida preparación y
autorizado por la autoridad eclesiástica competente.
No necesariamente ha de usarse una vestimenta especial
para ser testigo autorizado de matrimonio. Veamos lo que nos
dice el Derecho Canónico:

1055) #1) La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer


constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por
su índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y
educación de la prole, ha sido elevada por Cristo el Señor a la
dignidad de sacramento entre los bautizados.

#2) Por lo tanto, entre bautizados, no puede haber contrato


matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento.

99
- Los Laicos –

1056) Las propiedades esenciales del matrimonio son la unidad y


la indisolubilidad, que en el matrimonio cristiano alcanzan una
peculiar firmeza por razón del sacramento.

1057) #1) El matrimonio lo produce el consentimiento de las


partes manifestado legítimamente entre personas jurídicamente
hábiles, el cual ningún poder humano puede suplir.

# 2) El consentimiento matrimonial es el acto de la


voluntad mediante el cual el varón y la mujer se entregan y
aceptan mutuamente en alianza irrevocable para constituir el
matrimonio.

1058) Pueden contraer matrimonio todos aquellos a quienes el


derecho no se lo prohíbe.
1059) El matrimonio de los católicos, aunque solamente una
parte sea católica, se rige por el derecho no sólo divino, sino
también canónico, quedando a salvo la competencia de la
potestad civil acerca de los efectos meramente civiles del mismo
matrimonio.

1060) El matrimonio goza del favor del derecho; por lo tanto, en


la duda, se ha de estar por la validez del matrimonio, hasta que
se pruebe lo contrario.

1061) # 1) El matrimonio válido entre bautizados se llama rato


solamente, si no ha sido consumado; rato y consumado, si los
cónyuges han realizado entre sí de modo humano el acto
conyugal apto de por sí para engendrar la prole, al que el
matrimonio se ordena por su misma naturaleza, y mediante el
cual los cónyuges se hacen una sola carne.

100
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
# 2) Una vez celebrado el matrimonio, si los cónyuges
han cohabitado, se presume la consumación, hasta tanto se
pruebe lo contrario.
# 3) El matrimonio inválido se llama putativo si fue
celebrado de buena fe al menos por una de las partes, hasta tanto
ambas partes adquieren certeza de su nulidad.

1062) # 1) La promesa de matrimonio, tanto unilateral como


bilateral, a la que se llama esponsales, se rige por el derecho
particular que haya establecido la Conferencia Episcopal,
teniendo en cuenta las costumbres y las leyes civiles, si las hay.
# 2) La promesa de matrimonio no da origen a una acción
para pedir la celebración del mismo; sí la da para la reparación
de daños, si de alguna manera es debida.

1065) # 1) Los católicos que aún no hubieren recibido el


sacramento de la confirmación, lo recibirán antes de ser
admitidos al matrimonio, si ello puede hacerse sin una dificultad
grave.
# 2) Para que reciban fructuosamente el sacramento del
matrimonio, se recomienda encarecidamente a los novios que se
acerquen a los sacramentos de la penitencia y de la santísima
Eucaristía.

1066) Antes de celebrar el matrimonio, debe constar que nada


obsta a su celebración válida y lícita.

1067) La Conferencia Episcopal establecerá normas sobre el


examen de los novios; as como sobre las proclamas
matrimoniales u otros medios oportunos para realizar las
investigaciones necesarias antes del matrimonio; una vez,
cumplido todo esto cuidadosamente, el párroco podrá proceder a
asistir al matrimonio.

101
- Los Laicos –

1068) En peligro de muerte, si no pueden conseguirse otras


pruebas, es suficiente, a no ser que haya indicios contrarios, la
declaración de los contrayentes, incluso jurada si es el caso, de
que no esté n casados y de que no esté n afectados por ningún
impedimento.

1069) Todos los fieles tienen la obligación de revelar al párroco


o al Ordinario del lugar, antes de la celebración del matrimonio,
los impedimentos de que tengan noticia.
1070) Si las investigaciones las realiza alguien distinto del
párroco al que corresponde asistir al matrimonio, comunicará
cuanto antes su resultado mediante documento auténtico al
mismo párroco.

1071) # 1) Excepto en caso de necesidad, nadie debe asistir sin


licencia del Ordinario del lugar:
1) al matrimonio de los vagos (explicar este
término del Derecho Canónico);

2) al matrimonio que no puede ser reconocido o


celebrado según la ley civil;

3) al matrimonio de quien está sujeto a


obligaciones naturales surgidas de una unión precedente, hacia la
otra parte o hacia los hijos de esa unión;

4) al matrimonio de quien notoriamente se hubiera


apartado de la fe católica;

5) al matrimonio de quien está incurso en una


censura;

6) al matrimonio de un menor de edad, si sus


padres lo ignoran, o bien se oponen razonablemente.

102
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
G.) EXEQUIAS:

Es oficio propio del ordenado sacerdote (Obispo,


presbítero o diácono). Sin embargo, un laico puede realizar el
servicio de exequias. Con la debida preparación y autorizado por
la autoridad eclesiástica competente.
Respecto a las vestimentas, ya el Sr. Obispo, dará las
normas generales. Damos a continuación los números
respectivos del Derecho Canónico:
1176) # 1) A los fieles difuntos se les han de dar exequias
eclesiásticas, a tenor del derecho.

# 2.) Las exequias eclesiásticas, mediante las cuales la


Iglesia impetra para los difuntos la ayuda espiritual y honra sus
cuerpos a la vez que proporciona a los vivos el consuelo de la
esperanza, se deben celebrar a tenor de las leyes litúrgicas.

# 3.) La Iglesia recomienda encarecidamente que se


conserve la piadosa costumbre de sepultar los cuerpos de los
difuntos; sin embargo, no prohíbe la cremación, a menos que
haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana.

1.) DE LA CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS :

1177) # 1.) Las exequias por un fiel difunto deben celebrarse


generalmente en su propia iglesia parroquial.
# 2.) Sin embargo, se permite a cualquier fiel o aquellos a
quienes compete ocuparse de las exequias del fiel difunto, elegir
otra iglesia para el funeral con el consentimiento de quien la rige
y habiéndolo comunicado al párroco propio del difunto.

# 3.) Si la muerte ocurre fuera de la propia parroquia y no


se traslada a ella el cadáver ni se ha elegido legítimamente una
iglesia para el funeral, las exequias se celebrarán en la iglesia de

103
- Los Laicos –

la parroquia donde ocurrió la muerte, a no ser que el derecho


particular designe otra.
1178) Las exequias del Obispo diocesano se celebrarán en la
iglesia catedral propia, a no ser que hubiera elegido otra.

1180) # 1.) Si la parroquia tiene cementerio propio, los fieles


serán enterrados en él, a menos que el mismo difunto o aquellos
a quienes compete ocuparse de la sepultura del difunto hayan
elegido legítimamente otro cementerio.

# 2.) Por su parte, todos pueden elegir el cementerio de su


sepultura, a menos que el derecho se lo prohíba.

1182) Una vez terminado el entierro, se ha de hacer la anotación


en el libro de difuntos a tenor del derecho particular.

2.) A QUIENES SE HAN DE CONCEDER O DENEGAR


LAS EXEQUIAS ECLESIÁSTICAS:

1183) # 1.) En lo que atañe a las exequias, los catecúmenos


deben ser equiparados a los fieles.

# 2.) El Ordinario del lugar puede permitir que se den


exequias eclesiásticas a aquellos niños que sus padres deseaban
bautizar, pero que murieron antes del bautismo.

# 3.) Según el prudente juicio del Ordinario del lugar, se


pueden conceder exequias eclesiásticas a los bautizados
adscriptos a alguna Iglesia o comunidad eclesiástica no católica,
a menos que conste su voluntad contraria y mientras no pueda
conseguirse un ministro propio.

104
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
1184) # 1.) A menos que antes de la muerte hubieran dado
signos de penitencia, deben ser privados de las exequias
eclesiásticas:

1) los notoriamente apóstatas, herejes y cismáticos;


2) los que hubieran elegido la cremación del propio
cuerpo por razones contrarias a la fe cristiana;
3) los demás pecadores manifiestos, a quienes no
pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo
público de los fieles.

# 2.) Si surge alguna duda, debe consultarse al Ordinario


del lugar, a cuyo juicio hay que atenerse.

1185) Al excluido de las exequias eclesiásticas debe denegársele


también cualquier Misa exequial.

H.) Otros:

Le está permitido a cualquier bautizado realizar otras


actividades piadosas, tales como:

-- Rosarios.
-- Novenarios de difuntos.
-- Procesiones: si se está autorizado.
-- Liturgia de la Palabra: si está debidamente preparado y
autorizado.

I.) Agua bendita:

Ningún laico tiene competencia, ni por el derecho


canónico, ni por el párroco, para bendecir utilizando el agua
bendita. Es distinto, sin embargo, en el caso de las exequias
cuando utiliza el agua bendita. Allí no se bendice al muerto, sino

105
- Los Laicos –

se asperja agua bendita en recordatorio de su bautismo. Y sí


puede usar el agua bendita. Es distinto para los casos de las
bendiciones y que es un tema de un capítulo aparte de este
material de trabajo pastoral.

LA CELEBRACIÓN SIN SACERDOTE

CONDICIONES PARA LAS CELEBRACIONES


DOMINICALES EN AUSENCIA DEL SACERDOTE

a) Circunstancias pastorales:

Cuando en algunos lugares no es posible celebrar la misa


del domingo, se ha de considerar ante todo si los fieles no
pueden acercarse a la iglesia del lugar más cercano para
participar en la celebración del misterio eucarístico. La solución
se ha de recomendar también en nuestros días e incluso, en
cuanto sea posible, conservarla. Esto requiere, no obstante, que
los fieles estén rectamente instruidos sobre el sentido pleno de la
asamblea dominical y se adapten de buen ánimo a las nuevas
situaciones.
Se ha de procurar también que, aun sin la misa en el
domingo, se ofrezca ampliamente a los fieles, reunidos en
diversas formas de celebración, las riquezas de la Sagrada
Escritura y de la plegaria de la Iglesia, para que no se vean
privados de las lecturas que se leen en el curso del año durante la
misa, ni de las oraciones de los tiempos.
Entre las varias formas conocidas en la tradición litúrgica,
cuando no es posible la celebración de la misa, la más
recomendable es la celebración de la palabra de Dios, que
oportunamente puede ir seguida de la comunión eucarística. De
este modo, los fieles pueden nutrirse al mismo tiempo de la
palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. Oyendo la palabra de
Dios conocen que las maravillas divinas que se proclaman

106
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
culminan en el misterio pascual, cuyo memorial se celebra
sacramentalmente en la misa, y en el cual pan por la comunión.
Además, en algunas circunstancias, se pueden unir
oportunamente la celebración del domingo y las celebraciones de
algunos sacramentos, y especialmente de los sacramentales, -
según las necesidades de cada comunidad.

b) Carácter de suplencia:

Es necesario que los fieles perciban con claridad que estas


celebraciones tienen carácter de suplencia, y no pueden
considerarse como la mejor solución de las dificultades nuevas o
una concesión hecha a la comodidad. Las reuniones o asambleas
de este tipo no pueden celebrarse nunca en aquellos lugares en
los que se ha celebrado la misa en tarde del día precedente,
aunque haya sido en otra lengua; no es conveniente que tal
asamblea se repita.
Evítese con cuidado la confusión entre las reuniones de
este género y la celebración eucarística. Estas reuniones no
deben suprimir sino aumentar en los fieles el deseo de participar
en la celebración eucarística y prepararlos mejor para
frecuentarla.
Los fieles han de comprender que no es posible la
celebración del sacrificio eucarístico sin el sacerdote y que la
comunión eucarística, que pueden recibir en estas reuniones, está
íntimamente unida al sacrificio de la misa. Por este motivo, se
puede mostrar a los fieles lo necesario que es rogar para «que los
dispensadores de los misterios (de Dios) sean cada vez más
numerosos y perseveren siempre en su amor».

c) Promovidos por el Obispo o el párroco:

Compete al Obispo diocesano, oído el parecer del consejo


presbiteral, establecer si en la propia diócesis debe haber

107
- Los Laicos –

regularmente reuniones dominicales sin la celebración de la


Eucaristía y dar normas generales y particulares para ello,
teniendo en cuenta las circunstancias de las personas y de los
lugares.
Por consiguiente, no se organicen asambleas de este tipo,
si no es mediante la convocatoria del Obispo y bajo el ministerio
pastoral del párroco.
No se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene
como raíz y quicio la celebración de la sagrada Eucaristía. Por
esto, antes de que el Obispo establezca que se hagan reuniones
dominicales sin la celebración de la Eucaristía, además del
estudio sobre la situación de las parroquias, deben ser
examinadas la posibilidad de recurrir a presbíteros, incluso
religiosos, no directamente vinculados a la cura de almas, y la
frecuencia de las misas celebradas en las diversas iglesias y
parroquias. Se ha de mantener la primacía de la celebración
eucarística sobre cualquier otra acción pastoral, especialmente en
domingo.
El Obispo, personalmente o mediante otras personas,
instruirá a la comunidad diocesana con la oportuna catequesis
sobre las causas que motivan esta decisión, destacando su
importancia y exhortando a la corresponsabilidad y a la
cooperación. Él designará un delegado o una comisión especial
que cuide de que las celebraciones se desarrollen correctamente;
escogerá a quienes han de promoverías y hará que estén
debidamente instruidos. Además procurará que los fieles
afectados puedan participar en la celebración eucarística el
mayor número posible de veces al año.
Es misión del párroco informar al Obispo sobre la
conveniencia de hacer estas celebraciones en su jurisdicción;
preparar a los fieles para ellas; visitarlos alguna vez durante la
semana; celebrar para ellos los sacramentos en el momento
oportuno, especialmente la penitencia. De este modo, la
comunidad podrá experimentar cómo se reúne el domingo no

108
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
«faltando el presbítero», sino solamente «en su ausencia» o, más
aún, «en su espera.
Cuando no sea posible la celebración de la misa, el
párroco procurará distribuir la sagrada comunión. Cuidará
también de que en cada comunidad se tenga la celebración
eucarística en el tiempo establecido. Las hostias consagradas
deben renovarse frecuentemente y han de conservarse en lugar
seguro.

d) Primero: los diáconos:

Para dirigir estas reuniones dominicales deben ser


llamados los diáconos, primeros colaboradores de los sacerdotes.
Al diácono, ordenado para apacentar al pueblo de Dios y para
hacerlo crecer, corresponde dirigir la plegaria, proclamar el
Evangelio pronunciar la homilía y distribuir la Eucaristía.

e) Segundo: los acólitos y los lectores:

Cuando estén ausentes tanto el presbítero como el


diácono, el párroco designará a laicos, a los que encomendará el
cuidado de las celebraciones, es decir, la guía de la plegaria, el
servicio de la palabra y la distribución de la santa comunión.

f) Otros laicos:

Deberá elegir en primer lugar a los acólitos y lectores,


instituidos para el servicio del altar y de la palabra de Dios.
Faltando también éstos, pueden ser designados otros laicos,
hombres y mujeres los cuales pueden ejercer esta función en
base a su bautismo y a su confirmación. Éstos sean elegidos
atendiendo a su conducta de vida, de consonancia con el

109
- Los Laicos –

Evangelio; y se tenga en cuenta el que puedan ser bien aceptados


por los fieles. La designación se hará habitualmente por un
período determinado y se manifestará públicamente a la
comunidad. Es conveniente que se haga una plegaria especial
por ellos en alguna celebración.
El párroco se responsabilizará de dar a estos laicos una
oportuna y continua formación y de preparar con ellos unas
celebraciones dignas.
Los laicos designados considerarán el encargo recibido no
como un honor, sino como una misión y un servicio para con los
hermanos, bajo la autoridad del párroco. La función no es propia
de ellos, sino supletoria, porque la ejercen “donde lo aconseje la
necesidad de la Iglesia y no haya ministros”. Y como hemos
venido insistiendo desde que tratamos este tema. Hagan todo y
sólo aquello que les corresponde por la misión que han recibido.
Ejerzan su propia función con sincera piedad con orden, como
conviene a esta misión y como les exige justamente el pueblo de
Dios.
Si en el domingo no se puede hacer la celebración de la
palabra de Dios con la distribución de la sagrada comunión, se
recomienda vivamente a los fieles que permanezcan en oración
durante el tiempo debido personalmente, en familia, o, si es
oportuno, en grupos familiares. En estos casos, pueden
aprovechar las retransmisiones por radio e televisión de las
celebraciones sagradas.
Téngase en cuenta, sobre todo, la posibilidad de celebrar
alguna parte de la Liturgia de las Horas, por ejemplo, las Laudes
matutinas o las Vísperas, en las que se pueden insertar las
lecturas del domingo correspondiente. En efecto, cuando los
fieles son convocados y se reúnen para la Liturgia de las Horas,
uniendo sus corazones y sus voces, visibilizan a la Iglesia, que
celebra el misterio de Cristo. Al final de esta celebración puede
ser distribuida la comunión eucarística.

110
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
A cada fiel o a las comunidades que por motivo de
persecución o por falta de sacerdotes se ven privados de la
celebración de la sagrada Eucaristía por breve, o también por
largo tiempo, no por eso les falta la gracia del Redentor. Si están
animados íntimamente por el deseo del Sacramento y unidos en
la oración con toda la Iglesia; invocan al Señor y elevan a él sus
corazones, viven por virtud del Espíritu Santo en comunión con
la Iglesia cuerpo vivo de Cristo, y con el mismo Señor... y
reciben los frutos del Sacramento.

LA CELEBRACIÓN

El orden a seguir en la reunión del domingo cuando no se


celebra la misa consta de dos partes: la celebración de la palabra
de Dios y la distribución de la comunión. No se introduzca en
esta reunión lo que es propio de la misa, especialmente la
presentación de los dones y la plegaria eucarística. El rito se
ordene de tal manera que favorezca totalmente la oración y
ofrezca la imagen de una asamblea litúrgica y no de una simple
reunión.
Los textos de las oraciones y de las lecturas de cada
domingo o solemnidad han de tomarse habitualmente del Misal
o del Leccionario. De este modo, los fieles, siguiendo el curso
del año litúrgico, orarán y escucharán la palabra de Dios en
comunión con las restantes comunidades de la Iglesia.
El párroco, al preparar la celebración con los laicos
designados, puede hacer adaptaciones teniendo en cuenta el
número de los participantes y la capacidad de los animadores, y
atendiendo a los instrumentos que acompañan el canto y ejecutan
la música.
Cuando preside la celebración el diácono, debe
comportarse de acuerdo con su ministerio, en los saludos,
oraciones, proclamación del Evangelio y homilía, distribución de
la comunión y despedida de los participantes con la bendición.
Debe vestir los ornamentos propios de su ministerio, esto es, el

111
- Los Laicos –

alba con la estola, y según la oportunidad la dalmática, y ha de


usar la sede presidencial.
El laico que modera la reunión actúa como uno entre
iguales, como ocurre en la Liturgia de las Horas, cuando no
preside el ministro ordenado, y en las bendiciones, cuando el
ministro es laico (“EI Señor nos bendiga...”, “Bendigamos al
Señor...”). No debe emplear las palabras reservadas al presbítero
o al diácono, y debe omitir aquellos ritos que remiten de manera
directa a la misa, por ejemplo: los saludos, especialmente "El
Señor esté con vosotros” y la fórmula de despedida que haría
aparecer al laico moderador como un ministro sagrado.
Lleve un vestido que no desdiga de esta función, o la
vestidura que oportunamente señale el Obispo. No debe usar la
sede presidencial, pero se ha de preparar otra sede fuera del
presbiterio. El altar, que es la mesa del sacrificio y del convite
pascual, será usado solamente para deponer en él el pan
consagrado antes de la distribución de la Eucaristía.
Al preparar la celebración se ha procurar una adecuada
distribución de las funciones, por ejemplo, para las lecturas, para
los cantos, etc., y para la disposición y ornato del lugar.
El esquema de la celebración consta de los siguientes
elementos:

a) los ritos iniciales, cuya finalidad es hacer que los fieles que se
reúnen constituyan la comunidad y se preparen dignamente para
la celebración;

b) la liturgia de la palabra, en la cual Dios mismo habla a su


pueblo para manifestarle el misterio de la redención y de la
salvación; el pueblo responde mediante la profesión de fe y la
plegaria universal;

c) la acción de gracias, con la que Dios es bendecido por su


gloria inmensa; los ritos de la comunión, mediante los cuales se

112
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
expresa y se realiza la comunión con Cristo y con los hermanos,
sobre todo con aquellos que en cl mismo día participan en el
sacrificio eucarístico;
e) los ritos de conclusión, con los que viene indicada la relación
entre la liturgia y la vida cristiana.
La Conferencia Episcopal, o el mismo Obispo, teniendo
en cuenta las circunstancias de lugar y de las personas, pueden
concretar más la celebración con subsidios preparados por la
Comisión nacional o diocesana de Liturgia. No obstante, este
esquema no debe cambiar sin necesidad.
En la monición inicial, o en otro momento de la
celebración, el moderador recuerda a la comunidad con la que,
aquel domingo, el párroco celebra la Eucaristía, y exhorta a los
fieles a unirse espiritualmente a ella.
Para que los participantes recuerden la palabra de Dios,
hágase una explicación de las lecturas o el sagrado silencio para
meditar lo que se ha escuchado. Puesto que la homilía está
reservada al sacerdote o al diácono, se puede optar porque el
párroco transmita la homilía al moderador del grupo, para que la
lea.
La oración universal se desarrollará según la serie
establecida de las intenciones. No se omitan las intenciones por
toda la diócesis, que el Obispo proponga eventualmente.
Asimismo, propóngase con frecuencia la intención por las
vocaciones al orden sagrado, por el Obispo y por el párroco.
La acción de gracias tendrá lugar de acuerdo con uno de
estos dos modelos:

a) después de la oración universal o después de la


distribución de la comunión, el moderador invita a todos a la
acción de gracias, con la cual los fieles exaltan la gloria de Dios
y su misericordia. Esto puede hacerse con un salmo o con un
himno o un cántico, como el «Gloria a Dios en el cielo», el
Magnificat, etc., incluso con una plegaria litánica, que el

113
- Los Laicos –

moderador dice con los demás vuelto al altar, estando todos de


pie;

b) antes del «Padre nuestro» el moderador se acerca al


tabernáculo y, hecha la reverencia, deposita sobre el altar el
copón con la santísima Eucaristía; a continuación, arrodillado
delante del altar, juntamente con los fieles, ejecuta el himno, el
salmo o la plegaria litánica (letanías), que en esta circunstancia
debe ir dirigida a Cristo presente en la santa Eucaristía.
Por tanto, esta acción de gracias no debe tener de modo
alguno la forma de una plegaria eucarística. Los textos del
prefacio y de la plegaria eucarística contenidos en el Misal no se
han de usar, a fin de evitar todo peligro de confusión.
Para el desarrollo del rito de la comunión, se observará
cuanto viene dicho en el Ritual Romano acerca de la comunión
fuera de la misa. Recuérdese a los fieles alguna vez que, al
recibir la comunión fuera de la misa, se unen también al
sacrificio eucarístico.
Si es posible, para la comunión úsese el pan consagrado el
mismo domingo, en la misa celebrada en otro lugar, y llevado
por el diácono o por un laico en un recipiente apto (copón o
portaviático) y colocado en el tabernáculo antes de la
celebración. También se puede usar el pan consagrado en la
última misa celebrada allí. Antes de la oración del “Padre
nuestro” el moderador se acerca al tabernáculo o al lugar donde
está depositada la Eucaristía, toma el recipiente con el Cuerpo
del Señor, lo deja sobre la mesa del altar e inicia la plegaria del
"Padre nuestro", a no ser que en este momento se haga la acción
de gracias.
La oración dominical se canta o recita siempre por todos,
aunque no se distribuya la santa comunión. Puede hacerse el rito
de la paz. Después de la distribución de la comunión, si se juzga
conveniente, se puede observar algún momento de silencio, o se

114
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
puede entonar algún salmo o cántico de alabanza. Se puede
también hacer la acción de gracias.
Antes de finalizar la reunión, se darán los avisos y las
noticias que afecten a la vida parroquial o diocesana.

115
CUARTA PARTE:

LA ESPERANZA CRISTIANA
LA ESPERANZA CRISTIANA

LA REALIDAD ESCATOLÓGICA

El Misterio es trinitario: desde el Padre, en el Hijo por el


Espíritu. Y para eso se ha realizado toda la economía de la
salvación. Hasta realizarse plenamente, y de una vez por todas,
en la persona de su Hijo, Jesucristo. En su pasión y muerte y
resurrección.
La razón de ser de la Iglesia en el mundo, no es el mundo,
como tal, sino su peregrinar por el mundo en vías de la casa del
Padre. Hasta aquí, no hay ningún problema. Pero éste se
presenta, precisamente, desde aquí. Porque surgen, de inmediato,
muchos planteamientos. Y éstos son: ¿significa, entonces, que la
Iglesia tiene que prescindir de la realidad histórica concreta del
mundo? ¿La Iglesia, y la fe en lo que ella profesa, será un
desligarse del mundo terreno para alcanzar "otro mundo" no
terreno? Como la meta de la Iglesia está "más allá", ¿qué sucede,
entonces, con el "más acá"? ¿Qué cosa es "más allá"? ¿Será "más
allá", o "el más allá"? ¿Qué es "el más allá", y, cómo será? ¿Más
allá de qué?...¿Qué es la muerte y para qué la muerte? ¿Qué
pasará después de la muerte?...
Y, de esto, se encarga, precisamente, la Escatología.

A.) Escatología:

Es la rama de la teología que trata de las postrimerías o


fines últimos individuales (muerte, juicio particular, situación del
alma) y de retorno de Cristo (fin del mundo, juicio universal,
resurrección de los muertos, cielo e infierno).
Como esta parte de nuestro trabajo es realmente muy
delicada, vamos a valernos de las ideas presentadas por Karl
Rahner y de algunos otros autores. Para evitar complicaciones.
- Le esperanza cristiana –

La escatología, dice Rahner, no es algo adicional, sino


que muestra una vez más al hombre tal como lo entiende el
cristianismo: como el que alejándose de su presente actual existe
hacia su futuro. En ese sentido, la esencia del hombre, la
antropología cristiana es futurología cristiana, escatología
cristiana. El problema está en que el cristiano está siempre
tentado de leer e interpretar las afirmaciones escatológicas del
cristianismo como reportajes anticipativos de un futuro que está
por venir. Sabemos sobre la escatología cristiana lo que sabemos
sobre el actual estado histórico-salvífico del hombre. No es que
proyectemos algo en el presente desde un futuro, sino que
proyectamos hacia su futuro nuestro presente cristiano en la
experiencia del hombre consigo y con Dios en la gracia y en
Cristo, pues el hombre no puede entender su presente sino como
el nacimiento, el devenir y la dinámica de un futuro. Él entiende
su presente en tanto lo comprende como arranque, como apertura
de un futuro.
Esta es la diferencia entre escatología real y apocalíptica
como un tipo determinado de utopía teológica.
La escatología es la mirada del hombre a partir de su
experiencia de la salvación, que él hace ahora en la gracia y en
Cristo. La apocalíptica utiliza imágenes. Pero son imágenes que
quieren decir algo muy especial y auténtico. Y es lo que
pertenece a los novísimos, es decir, la muerte, juicio particular,
purgatorio, cielo, infierno, retorno de Cristo, resurrección de los
muertos, juicio universal, fin del mundo.

B.) Apocalíptica:

Uno de los problemas que generalmente nos genera el


pensar en esas realidades, es, precisamente, la apocalíptica.
Producidos por el mundo e imágenes de la apocalíptica. Por lo
general se piensa en un final catastrófico de la historia del
mundo en el que el sol, la luna y las estrellas se obscurecerán y

118
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
caerán de sus órbitas; peste, hambre, guerra y asesinatos sobre la
tierra; la trompeta del juicio final a cuyo sonido los sepulcros se
abrirán, los muertos resucitarán y se congregarán para el juicio;
el libro donde consta todo pecado cometido en la vida sobre la
tierra que se abrirá para el juicio, etc.
El problema está en que esas imágenes en vez de ser
comprendidas como imágenes, se hayan tomado como
informaciones que había que tomar al pie de la letra y luego se
identificara con la fe cristiana.

C.) Carácter oculto de las postrimerías:

Dios es el futuro absoluto del hombre. Y esto es lo propio


de la antropología cristiana. El misterio imbarcable, que debe
venerarse en silencio. Por eso nosotros, como cristianos, no
hemos de hacer como si conociéramos familiarmente el cielo.
Porque todo sigue siendo un misterio. Y un misterio que
debemos venerar en silencio desprendiéndonos de toda imagen
ante lo inefable.

D.) La esperanza cristiana tras las imágenes


apocalípticas:

En la escatología, como señala otro autor, no se trata de


componer una geografías de las campiñas celestes, sino de
señalar en qué dirección hay que buscar el "cielo" y en qué
experiencias actuales se anuncia. Es un lenguaje altamente
adecuado para la esperanza. Se trata de imagen y no de
información.
No es después de acabada la historia del mundo que
aparecerá el reino de Dios; éste ya es una realidad actual. El
tiempo nuevo no empieza con violencia, con el ímpetu de
acontecimientos de política mundial o cósmicos, que llevan a la

119
- Le esperanza cristiana –

ruina todo dominio contrario a Dios, sino con la entrega, con el


sacrificio de Cristo, con la sangre del cordero.
Así, en la devoción apocalíptica arraigan unos contenidos
centrales de la esperanza cristiana:
-- la fe en el poder absoluto de Dios, que supera todo el
poder del mundo;
-- la esperanza de que Dios, incluso en la catástrofe total,
es capaz de abrir todavía un futuro;
-- relacionado con esto: la esperanza en la resurrección de
la muerte;
-- para toda la humanidad (universalismo apocalíptico).

E.) El reino de Dios:

Por "reino de Dios" y, más todavía, por "reino de los


cielos", muchos entienden un mundo aparte, que está más allá de
las nubes, y al que se llega después de la muerte. Pero se trata,
todo lo contrario, de una realidad completamente de aquí, que
actúa y se experimenta en esta vida terrena.
En ninguna de las palabras de Jesús encontramos una
definición de "reino de los cielos". Quizás, porque es una
realidad que incluye de tal manera a los que creen en ella, que no
se deja describir "objetivamente", desde fuera, sino que sólo
puede ser vivida, experimentada y comprendida por aquellos que
se aventuran en ella. Sin embargo, podemos decir que el reino de
Dios significa:

-- la proximidad de Dios mismo, una proximidad que


acoge, perdona y endereza, el perdón de los pecados;
-- la curación y liberación del hombre de todo aquello que
le atormenta y le impide ser hombre...

120
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
-- una nueva conducta de los hombres con sus semejantes:
final de todo trato injusto con los otros, fraternidad en vez de
dominio...
-- plenitud de la vida: pan y vino en abundancia para
todos;
-- liberación del dominio de la muerte.

Y en donde la imagen del reino de Dios es el convite:


reino de Dios que significa alegría, comunidad, compartir,
saciarse, unión con Dios.

F.) "Ya" y "todavía no":

Y, ¿cuándo será todo eso? Por un lado "ya" llegó: "El


reino de Dios ha llegado a vosotros" (Lc 11, 20); "El reino de
Dios ya está en medio de vosotros" (Lc 17, 21). Pero, por otra
parte, "todavía no", pues los discípulos tienen que rezar que,
"venga tu reino" (Lc 11, 2; Mt 6, 10). Y en la última cena: "Ya
no beberé del producto de la vid hasta aquel día en que lo beba
de nuevo en el reino de Dios" (Mc 14, 25).
Y ese "ya" y "todavía no" es lo que se quiere indicar
cuando se dice que el reino de Dios es una realidad escatológica.
Se trata de experiencias que los creyentes han hecho con
Jesucristo. De una realidad que está operante, hoy, entre nosotros
y al mismo tiempo despierta la esperanza de un futuro mejor. Lo
que significa que el cristiano tiene que colaborar ya en el cambio
del mundo, a vivir ya ahora el reino de Dios. Es decir, se trata de
la dialéctica entre lo presente y lo futuro. Y, esto, es lo que
constituye la dinámica propia de la esperanza cristiana.

G.) La Parusía:

121
- Le esperanza cristiana –

Tiene dos traducciones. La primera significa el retorno de


Cristo. Y la primera idea que nos da es la repetición de la venida
de Cristo. Lo que supone tres fases: una, la primera venida: el
nacimiento y la vida terrena de Jesucristo. La segunda: muerte y
resurrección. Y la tercera: su nueva venida, al fin de los tiempos.
Esta manera tiene presente la sentencia de Marcos 13, 30:
"Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto
suceda". También Hechos 1, 11: "vendrá otra vez de la misma
manera que le habéis visto irse al cielo". Pero tiene una
desventaja, que consiste en ver este tiempo como intermedio
para la segunda venida de Cristo.
La segunda manera ve la venida de Cristo, no tanto como
una repetición, sino como aumento y desbordamiento definitivo
de la presencia de Cristo que ya es un hecho ahora. Cristo viene
en la vida comunitaria de los cristianos, en la predicación de la
Iglesia, en la partición del pan (Lc 24, 13-35). El tiempo
intermedio es la Iglesia.
La Parusía afirma los dos extremos: De cara al futuro:
vendrá el día en que Cristo reine. Existirá el mundo que él
anunció y ya empezó con su vida: el reino de Dios. El mundo en
el que vivimos será transformado por su poderosa presencia:
juzgado y consumado. De cara al futuro: la historia sigue su
curso pero contamos con el encuentro con Cristo: en la exigencia
concreta del amor al prójimo, en la asamblea en su nombre, en la
celebración de la eucaristía. Es el encuentro con el mismo Cristo
con quien nos encontraremos al final cara a cara. Y este
encuentro es juicio, en el sentido de que optamos por o contra
Cristo. Es una victoria sobre la muerte, resurrección y vida
eterna, en el sentido de crecimiento de nuestra comunidad de
vida con Cristo. Y es reino de Dios, en el sentido de que
transformamos un trozo del mundo.
Como señala otro autor que es cierto que la redención de
la creación pasa por la cruz de Jesús, pero el objetivo de la
economía de la cruz es restablecer la creación, como dice la

122
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
liturgia de la vigilia pascual: «Oh Dios, que con acción
maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo
redimiste... » La «nueva creación» no es una segunda creación,
sino la restauración, la renovación, la transfiguración de esa
primera creación. Dios no hizo el primer mundo para que salte
en pedazos. Desea que todo lo que ha creado se salve. Los
«nuevos cielos y la nueva tierra» son este mundo salvado por
Dios. Dios no tiene «mundos» ni «humanidades» que desperdi-
ciar; Dios no hace las cosas para que se pierdan o se destruyan,
se arrinconen y se sustituyan por otras.

H.) El juez es Jesucristo:

El juez no es otro que Jesucristo: "Él es el constituido por


Dios juez de vivos y muertos" (Hech. 10, 42). Se trata de la
orientación de la historia universal, y no tanto, de una
información de cómo será. Esto significa que la historia del
mundo se decidirá en el sentido de Jesús. El futuro pertenece al
reino de Dios. Jesucristo es la medida decisiva del juicio y
también el criterio decisivo para saber qué conducta ética
significa prosperar en la vida y cuál significa fracasar. El juicio
será decir quién optó por Él y quién no. En donde el amor a Dios
y al prójimo van juntos, pero como práctica y no como
conocimiento. Y en donde el estilo es al estilo de Jesucristo, es
decir, como redentor: salvación y redención para todos. Y en
donde el juicio ya es una realidad: "El que me rechaza y no
recibe mis palabras, tiene ya quien lo juzgue: la palabra que yo
he anunciado, ésa lo juzgará en el último día (Jn 12, 48). Es
decir, es un juicio que es "autojuicio".
I.) Vida eterna:

El concepto de "vida eterna" no se refiere al tiempo, sino


a la cualidad de la vida. Tampoco es un concepto que solamente
hace referencia a después de la muerte. "Vida eterna" significa

123
- Le esperanza cristiana –

plenitud de vida, felicidad sin límites, que, de forma


fragmentaria y limitada, ya aparece en las experiencias felices de
la vida. La vida eterna no sustituye la vida terrena, sino que
empieza en ella. No se da a cambio de la vida presente, sino que
la consuma. Jn. 3, 36: "El que cree en el Hijo, tiene vida
eterna"... Jn 5, 24: "Les aseguro que quien presta atención a lo
que yo digo y cree en el que me envió, tiene vida eterna; y no
será condenado, pues ya ha pasado de la muerte a la vida". Jn 6,
40: "Porque la voluntad de mi Padre es que todos los que miran
al Hijo de Dios y creen en él, tengan vida eterna"...Jn 40, 47: "les
aseguro que quien tiene fe, tiene vida eterna"...

A MODO DE CONCLUSIÓN

Dios quiere la salvación de los hombres. Dios escoge y


prepara un pueblo. Dios envía a su Hijo: la revelación del Padre.
El Hijo, muere en la cruz, después de hablarnos del Reino de los
Cielos. Funda la Iglesia. La Iglesia celebra esa muerte del Hijo,
con la fuerza del dinamismo del Espíritu Santo, en la Eucaristía.
La Iglesia se convierte, por iniciativa de su fundador, en la
responsable de la verdad: Sagrada Escritura, Tradición y
Magisterio: clave para entender el plan de salvación de Dios. O
sea, "ya, pero todavía no"... Es decir, en vías escatológicas.

124
QUINTA PARTE:

ERRORES DE UNA FALSA


VISIÓN DE IGLESIA
ERRORES DE UNA FALSA VISIÓN DE IGLESIA

PROBLEMAS QUE GENERA UNA FALSA VISIÓN DE


IGLESIA

Parece mentiras pero por carecer de una auténtica visión


de la Iglesia, se puede caer en un grave error e inclusive se puede
vivir sectariamente, sin saberlo. En esta parte podemos, ahora,
vislumbrar los posibles errores que se generan de una falsa
visión de la Iglesia. Sobre todo, de lo perjudicial que resulta una
no auténtica visión de Iglesia.

A.) Iglesia popular:

En contraposición a una Iglesia jerárquica se generó en un


tiempo un intento de Iglesia popular. Hasta se publicaron libros,
sobre todo en América Latina, en los que se proponía con mucha
sutileza la necesidad de crear una Iglesia del pueblo y para el
pueblo. Con todo lo bonito y novedoso que pueda sonar, no
podemos dejar de sorprendernos al comprender en esta
concepción una visión de Iglesia demasiado inmediatista.
Respondía a ello un influjo de ideologías reinantes en las que se
llegaba a relacionar a Cristo con un revolucionario más y en la
que era preciso tomar las armas para deshacerse de la situación
de opresión que se vivía. Se creía que la Iglesia jugaba un papel
preponderantemente social en la historia y había que transformar
la sociedad a la fuerza. Hasta muchos sacerdotes se enrolaron en
las armas para oponerse a la situación social de opresión. En
Colombia, para citar un caso, por lo menos, tenemos la historia
del padre Camilo Torres. Muchas historias parecidas tenemos
también en Centro América (Nicaragua).
Otra manera sería también la tendencia espiritualista,
como lo señala el padre Antón en su libro La Iglesia de Cristo. Y
no es otra cosa que una tendencia a liberarse de toda vinculación
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
institucional con la Ekklesia de Cristo hoy. Como fruto de un
monofisitismo eclesiológico, paralelo al monofisitismo
cristológico.

B.) La teología de la liberación:

Como es de suponer la manera de una Iglesia popular, no


sólo era en el plano social y práctico, sino también a nivel
ideológico. La teología de la liberación, en un Gustavo
Gutiérrez, se encargaba de justificar la violencia como medida
posible para transformar la sociedad. No deja de ser realmente
interesante y bastante enriquecedor el análisis que este autor
hace en su obra. Pero, como análisis es nada más que un aporte
sociológico del que debemos, sin embargo, reconocer que su
gran mérito consiste en hacer sentir que la realidad de América
Latina es muy distinta de la de Europa. Y que no podemos vivir
copiando los patrones europeos para las circunstancias del tercer
mundo en subdesarrollo. Esto es realmente un aporte. Allí estriba
su gran aporte, con todo lo escandaloso y peligroso que resultaba
hablar de la teología de la liberación. Hoy, ya pertenece a la
historia.
Esta teología del tercer mundo, como la llamaban,
representaba un temor para la unidad de la Iglesia. Se temía de la
teología de la liberación. Y cualquiera que tocara los temas
sociales de la Iglesia, con cierta insistencia, corría el peligro de
ser catalogado de revolucionario y hasta de marxista.
La muerte de la teología de la liberación sucede después
de la caída del Muro de Berlín y de la Perestroika. Con ello el
sistema marxista muere como sistema político, por lo menos en
Europa. Pero, más en concreto, con la secularización de
Leonardo Boff, en el año 1992, uno de sus más grandes
representantes. Leonardo Boff había publicado Iglesia, Carisma
y Poder. En este libro proponía abiertamente que era necesario
reformar la Iglesia. Hacer de ella una promoción de los carismas

127
- Errores de una falsa visión de la Iglesia –

y no tanto la estructura de poder, que él veía como una


contradicción con el Evangelio. La Iglesia tenía que ser popular,
en la que sus autoridades deberían ser escogidos por el mismo
pueblo, pues uno escogido por el propio pueblo iba a saber las
necesidades de su gente, sus angustias, etc... Y esto suena muy
bien. Pero representa un verdadero problema, pues, se crea la
conveniencia política de los cargos y ministerios dentro de la
misma Iglesia. Y es un verdadero problema...
Otro de los graves problemas, es que, la teología de la
liberación veía a Cristo sin la verdadera dimensión de Mesías,
para insistir más en el plano meramente histórico. Y esto
representa un problema cristológico, ya que Cristo, la palabra
hecha carne, ha venido, mandado por el Padre a redimir a la
humanidad, por la muerte en Cruz. Y como es de suponer, una
no auténtica cristología, trae como consecuencia, una no
auténtica eclesiología. Ya que si Cristo, era solamente, un
revolucionario social, la Iglesia, también, tendría que ser
revolucionaria.

C.) Iglesia nacionalista:

Recordemos las cuatro notas características de la Iglesia,


y que hemos reseñado en alguna otra oportunidad: la unidad,
catolicidad, apostolicidad y santidad. Bien. El nuevo problema
reduccionista de la Iglesia, también a través de la historia, es el
peligro de identificar a la Iglesia como una propiedad
nacionalista, en oposición con Roma. En el caso concreto de
Venezuela tenemos la época de Guzmán Blanco, en la que se
llegó a una intromisión del Estado en los asuntos internos de la
Iglesia. Es lo que se ha denominado en la historia de la Iglesia
universal, como "Cesaropapismo". Hubo, inclusive, un tiempo
en que se llegaba a decir que la Iglesia era una, católica,

128
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
apostólica y venezolana. Esto es fruto de una visión no auténtica
de la Iglesia. Y esto es una intromisión.

D.) Iglesia, de los grupos de apostolado:

Lamentablemente, mucha gente de entre nuestras


parroquias, después de una satisfactoria experiencia fuerte de
Dios, a través de cualquier grupo pastoral o parroquial, ha
quedado tan marcada y tan autosuficiente que llegan a considerar
que la Iglesia está equivocada en su comportamiento pastoral.
Historias infinitas y repetidas, cada vez, se suceden en nuestras
parroquias. Cada una con su enfoque particular: algunas
politizadas y otras en aras de una falsa experiencia de Dios. No
ha habido grupo pastoral que se haya escapado de un arrebato
tal. Lo peor de todo, es que, por lo general, se trata de gente
activa de las parroquias, pero a las que se les ha subido el amor
de Dios y la sabiduría a la cabeza. Y lo que ha requerido mucho
tiempo de construir por parte de cada sacerdote, en su tiempo de
estudio y de formación, y de unidad diocesana en la constante
formación; éstos, que descubren el agua tibia en una experiencia
religiosa fuerte, se llegan a ser más sabedores que los sabios
mismos y más papistas que el Papa. Es lamentable. Y eso es una
falsa concepción eclesiológica y una falsa espiritualidad, como
consecuencia, inclusive, de una visión espiritualista y
personalista de la Iglesia.
Es importante señalar que los grupos son una experiencia
dentro de la Iglesia. Y no la Iglesia una experiencia dentro de los
grupos, aunque ellos estén saboreando la experiencia de Dios, a
través de la Iglesia. Pues no necesariamente se da la relación
exacta de experiencia de Dios de los grupos y de Iglesia,
simultáneamente. Lo ideal sería que así fuera, en una auténtica
comunión eclesial. Tampoco se trata de negar la importancia del
rol del laico dentro de la Iglesia, ni tampoco de crear la
separación o la división entre los miembros de la comunidad

129
- Errores de una falsa visión de la Iglesia –

cristiana, como señala el Directorio para el Ministerio y la vida


de los presbíteros, en el número 18. Todo lo contrario. Se trata
de comprender la distinción entre sacerdocio común y
sacerdocio ministerial y de saber que ambos tienen una función
peculiar y una vocación específica (1 Cor. 12, 12). Como de
respetar lo que Cristo ha querido para su Iglesia, en la que no
todos son pastores, ni todos sabios, ni todos tienen los mismos
carismas; sino que cada uno con el don que el Señor le ha
otorgado presta sus servicios en función de la unidad de la
comunidad, guiada por el Espíritu Santo, y bajo la conducción
sabia del Magisterio de la Iglesia, como hemos visto en el
capítulo anterior. No significa que se quiere decir, absurdo fuera,
que se trate de un grado de más santidad del sacerdocio
ministerial respecto al sacerdocio común de lo fieles, como
señala la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la
colaboración de los fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los
Sacerdotes. Además, la Iglesia le da derechos y facultades
propias y específicas a los fieles. Ya lo determina el Derecho
Canónico, en los números 298-311. Y de los cuales las ideas
principales son, que los fieles: poseen la facultad de crear
asociaciones; pero con la respectiva aprobación de la autoridad
competente, para poder llamarse "católica", sobre todo, si estas
asociaciones se proponen transmitir la doctrina cristiana en
nombre de la Iglesia, o promover el culto público. Una misma
persona puede pertenecer a varios grupos.
Es importante precisar que la Iglesia no es una
experiencia religiosa subjetiva, como lo señala el teólogo Karl
Rahner, sino que ésta está circunscrita a la comunidad eclesial.
La Iglesia, dice, Rahner, es más que una organización
meramente práctica, humanamente inevitable para cumplir y
satisfacer necesidades religiosas. Señala, igualmente, que la
Iglesia es más que una mera organización social del creyente. El
cristianismo es esencialmente más que asunto y objetivación del
propio estado subjetivo, piadoso, y de la conciencia religiosa del

130
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
hombre. La Iglesia no es aquello que constituyen cristianos
piadosos despertados por Cristo para seguir desarrollando su
propia subjetividad religiosa, sino la llegada de la historia de la
salvación en Jesucristo; entonces, está claro, dice, que la Iglesia
no puede estar formada por el hecho de que cualesquiera grupos
de cristianos organicen.

E.) Democraticismo:

En el Directorio para el ministerio y la vida de los


presbíteros, se señala que una de las tentaciones actuales consiste
en eliminar toda diferencia de función entre los miembros del
Cuerpo Místico de Cristo, negando en la práctica la doctrina
cierta de la Iglesia acerca de la distinción entre el sacerdocio
común y el ministerial. Reconoce el documento, que a pesar de
que la Iglesia ha defendido abiertamente la democracia, en vías
del reconocimiento de la dignidad de la persona humana, no se
puede transferir a la Iglesia la mentalidad y la práxis, que se dan
en algunas corrientes socio-políticas de nuestro tiempo.
Precisamente, porque por el misterio de salvación, al que ella
está circunscrita, por su propia naturaleza, hace que la Iglesia sea
una realidad diversa de las sociedades solamente humanas.
El "democraticismo" constituye una tentación gravísima,
continúa el documento, pues lleva a no reconocer la autoridad y
la gracia capital de Cristo y a desnaturalizar la Iglesia, como si
ésta no fuese más que una sociedad humana. Una concepción así
acaba con la misma constitución jerárquica, tal como ha sido
querida por su Divino Fundador, como ha siempre enseñado
claramente el Magisterio, y como la misma Iglesia ha vivido
ininterrumpidamente.
No se puede admitir una mentalidad que tiende a
confundir las tareas de los presbíteros y de los fieles laicos, o a
no distinguir la autoridad propia del Obispo de las funciones de

131
- Errores de una falsa visión de la Iglesia –

los presbíteros como colaboradores de los Obispos, o a negar la


especificidad del ministerio petrino en el colegio Episcopal.
Una de las tentaciones de ese democraticismo en la Iglesia
consiste en la llamada "clericalización" del laicado, que no es
otra cosa que la actitud de disminuir el sacerdocio ministerial del
presbítero. Y eso conlleva el olvidar la auténtica vocación y
misión eclesial de los laicos en el mundo. Bien lo señala,
también, la Instrucción sobre algunas cuestiones acerca de la
colaboración de los fieles laicos en el Sagrado Ministerio de los
sacerdotes, que colaborar, en el caso concreto del trabajo de los
laicos, no significa sustituir.
Aquí no podemos dejar de referir la carta “Sacerdotium
ministeriale”, del 6 de agosto de 1963, de la Sagrada
Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunas cuestiones
concernientes al ministro de la Eucaristía. En ella se previene del
error, algún tiempo difundidas, de que el ministerio de los
Obispos y de los presbíteros, no se diferenciaría del sacerdocio
común por la participación del sacerdocio de Cristo en sentido
estricto, sino solamente por razón de su ejercicio. De lo que se
deduciría la negación del sacramento del Orden, altamente
valorado por la Iglesia en razón de la apostolicidad. La
apostolicidad de la Iglesia, dice la carta en su defensa, no
significa que todos los creyentes sean Apóstoles, ni siquiera en
modo colectivo; y ninguna comunidad tiene la potestad de
conferir el ministerio apostólico, que fundamentalmente es
otorgado por el mismo Señor. Y aunque todos los bautizados
gocen de la misma dignidad ante Dios, en la comunidad
cristiana, que su divino Fundador quiso jerárquicamente
estructurada, existen desde sus orígenes poderes apostólicos
específicos, basados en el sacramento del orden.

F.) Cristo, sí; la Iglesia, no:

132
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Otra manera errada de ver la Iglesia es separada de Cristo.
A mucha gente, sobre todo entre jóvenes, a quienes no les
convence la manera de la Iglesia, optan por el mensaje de Cristo,
mas no el de la Iglesia. Esta tendencia fue muy fuerte entre los
años 60-80, cuando se buscaba la liberación en todo sentido. No
deja, todavía de existir, esta manera de pensar. Algunos,
inclusive citan a Mahamma Ghandi para ampararse en ese su
comportamiento.

G.) A modo de conclusión:

No debemos olvidar que se trata de trabajar en la Iglesia,


para la Iglesia y con la Iglesia. Se trata de comprender lo que
reitera el Concilio Vaticano II, en la Presbyterorum Ordinis,
número 2b, citando la carta a los Romanos 12, 4, de "que no
todos los miembros tienen la misma función". Sino de estimular
el trabajo respetuoso y de edificación con un fiel sentido de
Iglesia (sensus Ecclesiae), como apunta la Instrucción sobre
algunas cuestiones de la colaboración de los fieles laicos en el
Sagrado Ministerio de los sacerdotes.
Es verdad que el Espíritu Santo concede carismas y
dones. Pero, también es verdad que este mismo Espíritu
mantiene la unidad eclesial y su continuidad a través del tiempo.

H.) DIVISIÓN EN LA IGLESIA, SEGÚN EL DERECHO


CANÓNICO:

751) Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido


el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y
católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía, el rechazo
total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo
Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él
sometidos.

133
- Errores de una falsa visión de la Iglesia –

752) Si bien no es un asentimiento de fe, se ha de prestar sin


embargo un asentimiento religioso del entendimiento y de la
voluntad a la doctrina que el Sumo Pontífice o el Colegio
Episcopal enseñan acerca de la fe y de las costumbres, en el
ejercicio de su magisterio auténtico, aunque no sea su intención,
proclamarla con un acto definitivo; por tanto, los fieles cuidarán
de evitar todo lo que sea incompatible con la misma.

754) Todos los fieles están obligados a observar las


constituciones y decretos que la legítima autoridad de la Iglesia
otorga para proponer la doctrina y rechazar las opiniones
erróneas, y de un modo especial, las que promulgan el Romano
Pontífice o el Colegio Episcopal.

134
SEXTA PARTE:

— MINISTERIO DE EL LECTORADO

— MINISTERIO DE EL ACOLITADO
MINISTERIO DE EL LECTORADO

En la primera parte hemos dado todos los elementos


necesarios para comprender el misterio de la Iglesia en el
mundo. En esta segunda parte daremos algunos elementos
teóricos y prácticos sobre el ministerio del lectorado y del
acolitado.

1) PARTE TEÓRICA

A.) EL MINISTERIO DEL LECTOR: SU


FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA-BÍBLICA:

El ministerio de lector es inseparable de la Palabra de


Dios que es "espíritu y vida". En la historia de la Salvación, la
lectura de las Sagradas Escrituras ocupan un lugar fundamental y
se torna una exigencia para el Pueblo de Dios.
Cristo mismo la leyó en la Sinagoga (Lc 4,17) y en sus
enseñanzas hizo continuas referencias a las lecturas bíblicas:
"¿No habéis leído...?" (Mr 12, 3-5; Mc 12, 10).
Tradicionalmente, en la Iglesia se lee la Biblia tanto.
privada como públicamente. La lectura pública es hecha, sobre
todo, en la celebración de los Sacramentos, y de un modo muy
especial en el de la Eucaristía, que es su coronación.
Por eso el oficio de lector se encuentra muy ligado a la
liturgia (a todos los sacramentos) pero no se limita a ella por
cuanto el lector es todavía un laico; y, como tal, está inserto en el
mundo y las realidades temporales son su lugar propio.
A los laicos (y, en consecuencia, también al lector)
pertenece, por propia vocación, buscar el Reino de Dios tratando
y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el
siglo, es decir, en todas y
cada una de las actividades y profesiones, así como en las
condiciones ordinarias de la vida familiar y social con las que su
existencia está como entretejida (LG 30).
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
En este medio familiar y social, el lector desempeña y
ejerce su apostolado. Como tarea eclesial se le ha encomendado
de la Palabra de Dios, conforme al plan salvífico el cual consiste
en salvar a todos los hombres conformándolos a la imagen de su
Hijo Jesucristo en una comunidad (cf. Ef 1, 1-7).
Como Cristo fue enviado por el Padre, del mismo modo,
Él envía a su Iglesia por todo el mundo diciendo a los Apóstoles:
"Id y enseñad a toda la gente bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a todo
cuanto yo os he mandado" (Mc 28, 19-20). Y la Iglesia cumple
con su tarea evangelizadora sirviéndose de sus ministros, al
modo de instrumentos. Para la Iglesia, la evangelización es una
urgencia y debe ir por el mundo entero a predicar el Evangelio a
toda creatura" (Mt 1.6, 15).
De esta urgencia participa el ministerio de lector en medio
del mundo. El lector, en cuanto laico, trabaja por el Reino de
Dios "ordenando los asuntos temporales". Para él, leer la Palabra
de Dios es anunciarla y proclamarla al mundo, "insistiendo con
oportunidad o sin ella" (2 Tim 4,2).
La salvación nos viene de Dios por Cristo y nos es dada
en la Iglesia mediante la enseñanza y la proclamación de la
palabra por parte de sus ministros.
Así, el ministerio de lector es una participación en el
único ministerio de la Nueva Alianza (el de Cristo) y es un
servicio a la iglesia, que es un "pueblo sacerdotal" (Apocalipsis
1,6) y que se levanta en medio de los hombres como
"sacramento universal de Salvación" (LG).
De este modo, este ministerio pertenece al único
ministerio confiado por Cristo a su Iglesia, que es el de apacentar
al Pueblo de Dios y más que una respuesta a las necesidades
eclesiales de hoy, es una expresión de la ministerialidad esencial
de la Iglesia porque "se reparten diversas clases de ministerios
pero uno mismo es el Señor" (1 Cor 12, 4-5).
Por eso, todo ministerio tiene algo de la función
sacerdotal y profética de Cristo porque Él es el Buen Pastor que

137
- El ministerio de el lectorado –

guía a sus ovejas con la enseñanza de la verdad y ofrece su vida


en sacrificio por ellas.

B.) ORIGEN E HISTORIA DEL MINISTERIO DEL


LECTOR:

El oficio del lector tiene su origen en el Antiguo


Testamento. Desde muy antiguo el Libro del Señor (Ex 24,7 Job
8,34) es leído públicamente. Moisés leyó al pueblo el Libro de la
Alianza y Josué el Libro de la Ley. En la época del profeta Isaías
(s. VIII a de C.) se habla de la lectura del Libro del Señor (Is 34,
16).
En los libros del Nuevo Testamento encontramos muchas
referencias a estas lecturas que se hacían en el Antiguo
Testamento (Hc 13, 27 - 15, 21).
El libro de Nehemías nos presenta a Esdras y a los levitas
cumpliendo la tarea de lectores en la ceremonia previa a la
reconstrucción del templo (Hc 8, 7).
Según Flavio Josefo (s. I. de C.) los judíos habían recibido
la orden de su Legislador Supremo de congregarse una vez por
semana para leer la Ley y penetrarla (Contra Apol. 2,17).
Sabemos que una vez Jesús hizo de lector en la Sinagoga
(Lc 4, 17) donde leyó el pasaje del profeta Isaías que luego
explicó a sus oyentes.
El lectorado se convirtió en un cargo eclesiástico
específico; podemos comprobarlo en los escritos de los primeros
Padres. Así encontramos que Tertuliano (s. II) se refiere a la
Iglesia de Roma que lee la Ley y los Profetas junto con los
Evangelios y las Cartas de los Apóstoles (Liber Praescriptionis,
36) y se queja de que los herejes confunden de tal modo las
cosas que llegan a admitir como lector a quien antes había sido
Diácono .

138
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
San Justino (s. II) habla de las lecturas del Antiguo y del
Nuevo Testamento o en las reuniones de los cristianos (Apol.I,
67).
San Isidoro de Sevilla (s, VII) recapituló las antiguas
tradiciones de la Iglesia y distingue al lector (a quien se le exige
buena pronunciación) del salmista (a quien se le pide
modulación).
San Cipriano (s. II) habla de las cualidades que adornan al
lector.
La Iglesia, luego de recibir del Antiguo Testamento, por
medio de la Sinagoga, el oficio del lector sagrado, le encomendó
a algunos de sus cristianos para incluirlo en el nuevo culto.
El lectorado se confería "con un rito especial mediante el
cual el fiel, una vez obtenida la bendición de Dios, quedaba
constituido dentro de una clase o grado a fin de desempeñar su
determinada función eclesiástica.
Por varios siglos, el lectorado fue una de las Ordenes
menores, previas al diaconado y al presbiterado.
En el año 1972, S.S. el Papa Pablo VI dispuso que en
adelante el lectorado fuera un ministerio estable para el
suministro de la Palabra de Dios al pueblo.
Pero esta estabilidad no implica que el lector deba
permanecer necesariamente en ese ministerio; puede acceder a
otros ministerios, tanto eclesiales como jerárquicos, de acuerdo
con su propia vocación.

C.) SU NATURALEZA:

1.) TODO MINISTERIO ES UN "SERVICIO":

Aquí se trata del "servicio" a la Palabra de Dios


eventualmente explicada.
Ya en el Antiguo Testamento se veía la necesidad de los
lectores religiosos quienes debían leer en los rollos o pergaminos

139
- El ministerio de el lectorado –

y, muchas veces, hasta en las mismas piedras, el origen, el


desarrollo y el destino del Pueblo de Dios.
Y se trataba de una tarea fundamental como aparece en la
historia de la reconstrucción del Templo, en la que el escriba
Esiras y los levitas son los lectores ante el pueblo congregado
que escucha con avidez.
Posteriormente, en la historia de la Iglesia, el lector se
renueva. El mismo es una creatura nueva por el Bautismo. Lee
tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, es decir, al cumplir
sus funciones, saca de "su tesoro" cosas nuevas y viejas. Expresa
de un modo peculiar a Cristo Profeta. Cristo es la manifestación
del Padre, la imagen de Dios, su Verbo o Palabra. Los Apóstoles,
a su vez, que tocaron al Verbo de la Vida y lo escucharon, son la
expresión profética del Hijo, en la Iglesia y para la vida del
mundo.
El lector, dentro de los límites de su participación, está
dentro de esa línea profética. Lee, entiende, asimila y proclama
vivamente, con su expresión personal, la Palabra de Dios,
contribuyendo a su revelación entre los hombres.
La función del lector prolonga a la Revelación que Dios
hizo de Sí mismo en el Antiguo y en el Nuevo Testamento.
Como se ha dicho, en su nueva modalidad, no se injerta
en orden jerárquico de la Iglesia; pero el sacramental, que le ha
instituido, le brinda la potestad de ejercer sus funciones
oficialmente y lo liga establemente a la jerarquía y al Pueblo de
Dios. Adquiere un nuevo vínculo, dentro de su laicidad, con la
comunidad; a cuyo servicio es puesto con múltiples, variadas y
continuas ocasiones de ejercer el apostolado profético del Reino
de Dios, desde, por y a través de la Iglesia.

2.) SUS CARACTERÍSTICAS LAICALES:

140
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Los seglares también pueden sentirse llamados
(vocación percibida subjetivamente) o ser llamados (por la
Iglesia a través de la jerarquía) a colaborar con sus Pastores en el
servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida
de éstas; ejerciendo ministerios muy diversos según la "gracia y
los carismas que el Señor quiera concederles" (EN 73).
Como toda vocación, es un don gratuito de Dios que debe
ser recibido con "agradecimiento y consuelo" (LG 12).
Junto al sacerdocio ministerial, "la Iglesia reconoce un
puesto a ministerios sin orden sagrado, pero que son aptos para
asegurar un servicio especial a la Iglesia" (EN 73) porque "a
cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común
utilidad" (1 Co 12, 7).
La fuente del ministerio de lector no es el Orden Sagrado,
según se ha dicho, sino los sacramentos del Bautismo y la
Confirmación los cuales llevan consigo la exigencia de "confesar
delante de los hombres la fe que recibieron de la Iglesia" ( LG
11) con sus palabras y con sus obras; porque Cristo, Profeta
grande, que, por el testimonio de su vida y por la virtud de su
palabra, proclama el Reino del Padre, cumple su misión profética
hasta la plena manifestación de la gloria; no sólo a través de la
jerarquía, que enseña en su nombre y con su potestad, sino
también por medio de los laicos; a quienes, por ello, constituye
en testigos y los ilumina con el sentido de la fe y la gracia de la
palabra para que la virtud del Evangelio brille en la vida
cotidiana, familiar y social (L G 35).
En este ámbito de la vida cotidiana familiar y social, el
ministro laico está al servicio de todos los hombres por medio
del testimonio de vida, pregonando la Palabra de Dios (Hb. 11,
11); y a través de la consagración del mundo ofreciendo toda su
vida, y la vida de la comunidad a la cual anima, como hostias
espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo" ( 1 Pe 2, 5).
Todo lo que ha aportado en el servicio a los hombres
mediante su ministerio pasará a enriquecer, finalmente, a la
Eucaristía que es la culminación de toda la vida cristiana.

141
- El ministerio de el lectorado –

Para el lector esto significa que debe asemejarse a Aquél


de cuyo ministerio participa, tanto en el espíritu de pobreza
como en el de obediencia, del servicio y de la caridad porque es
lo que conviene al que ha de dispensar los ministerios divinos.

D.) LA CONDICIÓN DEL LECTOR EN EL PUEBLO DE


DIOS:

En cuanto proclamador de la Palabra de Dios, el ministro


lector debe trabajar celosamente por conocer más profundamente
la verdad revelada e impetrar insistentemente de Dios el don de
la sabiduría (cf. LG 35).
El ministro lector es un laico a quien se ha acercado la
jerarquía de la Iglesia y le ha confiado una misión específica de
un modo oficial y público lo cual le exige una respuesta que ser
dada con su propia vida porque antes era tinieblas ahora es luz
en el Señor (Ef. 5,8) de modo que, elegido es de Dios,
consagrado a El y objeto de su predilección, revestirse de
misericordia, de bondad y de humildad, y de caridad (cf. Col 3,
le).
Como ministro de la Palabra, debe conocer, amar y vivir
la Palabra a la cual quiere servir a fin de que no salga de su boca
"palabra desedificante sino la que sirva para la necesaria
comunicando gracia a los oyentes" (Ef 4 29).
Sólo los que viven y practican la Palabra de Dios podrán
luego ofrecerla "a los hombres en una continua evangelización"
(P 745).
Sólo los que, como María, encarnan en sus vidas la
Palabra de Dios, sabrán transmitir toda la riqueza del Evangelio
a fin de llevar a los hombres a que también ellos, la conozcan y
la practiquen hasta alcanzar el esplendor de la vida sacramental
en la gracia.
Por eso la carta Ministeria Quaedam establece que el
lector, consciente de la responsabilidad adquirida, procure con
142
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
todo empeño y ponga los medios aptos para conseguir cada día
más plenamente el suave y vivo amor, así como el conocimiento
de las Sagradas Escrituras, para llegar a ser más perfecto
discípulo del Señor.
El ministro lector ha de conocer y amar la Palabra de Dios
como se busca y se ama a la verdad porque la Palabra de Dios
"es la verdad".
A esa palabra debe proclamar "desde los tejados" sin
acomodos humanos, sin disminuir su fuerza, sin cambios ni
adulteraciones, sin pretensiones de originalidad y sin agradar a
los hombres o aparentar ante ellos. Con valentía y sin miedo; con
dedicación, prontitud y sin pereza.
El ministro lector no debe predicarse a sí mismo sus ideas
personales, sino el Evangelio del cual no es su dueño sino su fiel
transmisor (cf. EN 15). Su ciencia humana puede resultarle útil,
pero, en definitiva, lo que él anuncia es a "Cristo y a éste,
crucificado" (1 Cor 2, 2).
En fin, dedicado por entero a esa Palabra y consagrando
su vida a la evangelización ha de tratar de llegar a los hombres
de su tiempo, amándolos y conociendo cada día mejor las
realidades temporales a la luz del Evangelio (a la Iglesia nada de
lo humano le es ajeno) y tratando de penetrar cada vez más el
contenido del mensaje que transmite animado siempre "por la
convicción cada vez mayor de la grandeza y riqueza de la
Palabra de Dios", sabiendo que quienes tienen la misión de
transmitirla deben prestar gran atención a la dignidad, a la
precisión y a la adaptación del lenguaje" (EN 73).
Sin embargo, el ministro lector, en cuanto humano, tiene
sus limitaciones y está en su humildad el saber aceptarlas
reconociendo que no es él el que obra sino que es el Espíritu de
Cristo que vive en él quien va convirtiendo y transformando el
corazón de los hombres. En otras palabras, el ministro realiza
una obra humana, sus obras son obras de Dios que se realizan
por medio de la fragilidad de lo humano porque "llevamos este

143
- El ministerio de el lectorado –

tesoro en vasos de barro. Así, es evidente que la sublime eficacia


del Evangelio es de Dios y no de nosotros" (2 Cor 2, 7).
El ministro de la Palabra sabe también que su mensaje
transmitido en el corazón mismo de las actividades humanas, no
siempre caerá en "la buena tierra" y muchas veces sólo cosechará
el dolor y la incomprensión "porque hay muchos que se
comportan como enemigos de la Cruz de Cristo".
Su condición es la de un fiel servidor de la Palabra de
Dios que ha recibido la gracia del Espíritu que le conforta y le
colma de alegría porque ellos, por su parte, salieron gozosos de
la presencia del sanedrín, por haber sido dignos de padecer
ultrajes por el nombre de Jesús. Y no cesaban todo el día de
enseñar en el templo y por las casas, anunciando la buena nueva
de Jesús, el Mesías (Hc 5, 34).

E.) LA ESPIRITUALIDAD DEL LECTOR:

El lector, consciente de la naturaleza de su ministerio y las


funciones que cumple, debe vivir de acuerdo con lo que es,
representa y hace. No debe olvidar, por lo demás que, como
laico, está llamado a evangelizar.
El sacramental que lo ha instituido le ha abierto les
puertas de la confianza de la Jerarquía la cual cuenta con él; por
eso mismo, el lector está llamado a una caridad estrecha con el
Obispo, con los sacerdotes y con los diáconos a la vez que debe
continuar siendo levadura de Dios en medio de los hombres del
mundo.
La misión que ha recibido, oficial y pública, le abre esa
misma puerta de la confianza ante la comunidad, de modo que se
une también con el pueblo de Dios, a través de la caridad, por su
servicio y por su testimonio de vida cristiana.

144
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
1.) LA PALABRA DE DIOS LE COMUNICA LA
SANTIDAD QUE CONTIENE:

El lector sabe que pertenece a una Iglesia viva, Cuerpo


Místico de Cristo por quien recibimos la vida eterna. Y sabe
también que por su ministerio, la Iglesia debe santificar y
santificarse, evangelizar y evangelizarse; sabe que él debe ser un
constructor de la unidad y un instrumento de la comunión,
valiéndose para ello de su ministerialidad, de su técnica y de su
espíritu.
El lector, obrero especializado del Reino de Dios, es como
un sacramento que significa la Palabra de Dios y la difunde. Pero
esto resultará imposible si no está en disponibilidad para ser un
instrumento libre y generoso en manos de la Iglesia.
Además debe ser de espíritu abierto y debe estar
continuamente dispuesto a dialogar con creyentes y no
creyentes; debe ver a los hombres con la óptica de la Sagrada
Escritura y de los documentos de la Iglesia.
Ha recibido gratuitamente un don natural de Dios
Creador, una vocación especial en la Iglesia y un carisma del
Espíritu Santo. Por este carisma especial el lector, en las distintas
celebraciones y misiones, podrá levantar el nivel de participación
de las comunidades en las que actúa.
Todo esto le permite ser "alguien", con una misión y
responsabilidad específicas en el mundo, en la Iglesia y en la
comunidad particular donde presta sus servicios. Pero le exige
sacrificio, abnegación y continuo esfuerzo para perfeccionarse y
superarse en el desempeño de sus funciones.
En suma, la espiritualidad del lector debe brillar de
virtudes, tales como:

2.) CARIDAD:

Supuestas la fe y la esperanza, sin las cuales no tiene


sentido su ministerio, el lector debe distinguirse por su caridad.
145
- El ministerio de el lectorado –

Lo exige esa especial relación que lo une a la Jerarquía y al


Pueblo de Dios. La ayuda que le presta a aquélla y el servicio
que le brinda a éste, se tornan una carga pesada y estéril si no
están animados por la caridad. El himno a la caridad de San
Pablo (1 Co 13) debe ser el programa de vida que anime su
ministerio.

3.) GRATITUD Y RECONOCIMIENTO:

El lector ha de vivir una permanente actitud de acción de


gracias y de reconocimiento a Dios por el don que le ha dado, a
la Jerarquía de la Iglesia por la confianza que ha depositado en él
y al Pueblo de Dios por la acogida que le ha dispensado.

4.) GENEROSIDAD:

El lector debe adornar su ministerio con la generosidad


que le permitirá colaborar siempre que sea necesario, salvadas
las obligaciones primordiales de su estado y profesión.

5.) HUMILDAD:

Asimismo, el lector debe vivir la humildad para no


complacerse en sí mismo sino en Dios, según el consejo del
Apóstol San Pablo: "el que se gloría que se gloríe en el Señor".

6.) OBEDIENCIA:

El lector debe obediencia a la Jerarquía de la Iglesia y a su


magisterio, especialmente a las disposiciones litúrgicas para el
desempeño lícito de sus funciones.

7.) CELO APOSTÓLICO:

146
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Debe animar al lector un celo apostólico por llevar al
mundo y a todos los hombres la Palabra de Dio a fin de suscitar
su Reino y, una vez suscitado, desarrollarlo (cf.. Pablo VI
Discurso a la A.C.I. - 25-4-77).

8.) FRATERNIDAD:

El lector ha de cultivar la fraternidad con los demás


ministros a quienes ayuda y asiste y, especialmente, con los otros
lectores; debe sentirse estrechamente vinculado con todos ellos
por la formación, participación y misión en la construcción de la
Iglesia.

9.) ESPÍRITU DE ORACIÓN:

Debe animar al lector el necesario espíritu de oración para


que pueda cumplir con el consejo recibido en el sacramental de
su institución, a saber, la meditación asidua de las Sagradas
Escrituras y la afición hacia ellas.
Como conclusión de lo dicho, podemos afirmar que la
espiritualidad del lector está comprendida en estas palabras del
Ritual de su Institución:

"Ya que anunciarás a otros la Palabra Divina, dócil al Espíritu


Santo, recíbela tú primero, medítala asiduamente, a fin de ir
adquiriendo o creciendo cada día más en su suave y vivo amor
hacia ella. Que tu conducta manifieste a nuestro Señor
Jesucristo".

F.) LA IDONEIDAD DEL LECTOR:

Para el ejercicio de sus funciones, tanto específicas como


supletorias, el lector necesita conocer no sólo la Sagrada Biblia,
sino también, los libros de uso en la Liturgia; debe tener el

147
- El ministerio de el lectorado –

suficiente conocimiento de las ceremonias y una capacidad


adecuada para proclamar las lecturas. Además, debe tener una
noción clara de las suplencias que se permiten o aconsejan el
desempeño de su ministerio.
Por otra parte, deberá contar con ciertos conocimientos
elementales sobre el uso del micrófono y del amplificador, sobre
las leyes fundamentales de la fonisatría.
Además, debe contar con cierta habilidad para la vida de
relación y la comunicación humanas.
Sólo cuando en un cristiano se unan estos conocimientos
y habilidades con la vida espiritual antes enunciada, podrá ser
formalmente propuesto al Obispo para ser instituido como
ministro lector.
Con respecto a la formación integral que hace de la
idoneidad del lector, la proposición No. 32 del documento
catequístico del Sínodo de los Obispos de 1977 considera
primordiales los siguientes puntos:
- Sólida base de teología bíblica y doctrinal.
- Profunda instrucción antropológica.
- Cuidadosa preparación pedagógica.
- Vida litúrgica.
- Experiencia en el apostolado seglar y en pastoral
parroquial y/o a nivel diocesano.
- Formación espiritual, especialmente en cuanto a la
oración.
- Maduración de la fe en lo cual debe ser "más" que
maestro y profesional.

G.) CONCLUSIÓN:

LA VOCACIÓN AL LECTORADO:

Nadie puede ser instituido como ministro lector sin haber


sido llamado, es decir, sin tener su "vocación" (su "llamado").

148
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Los elementos constitutivos que hacen a una vocación
genuina son los Siguientes: el que llama, el llamado y la
respuesta.

1.) EL QUE LLAMA:

El que llama es siempre Dios. Puede llamar interiormente,


por medio de la conciencia, o exteriormente, por medio de otras
personas, entre las cuales está siempre el obispo.
Cuando Dios llama interiormente se vale de
circunstancias exteriores, tales como el buen ejemplo de un
lector o su amistad, alguna ceremonia litúrgica, una celebración
de la Palabra, una revista, un artículo, etc.,
Cuando el llamado de Dios es exterior resulta claro y
explícito. Se vale de sacerdotes, religiosos, cristianos
comprometidos u otros ministros de la comunidad cristiana que
invitan o impulsan a aquéllos fieles a quienes les ha visto buenas
cualidades, para que se dediquen a la proclamación y difusión de
la Palabra de Dios.
Sea como fuere el llamado divino, siempre exige una
respuesta.

2.) EL QUE ES LLAMADO:

Debe tener las condiciones requeridas por la naturaleza de


este ministerio y por las disposiciones de la Iglesia.
Las condiciones requeridas por el ministerio son
justamente las que han sido consideradas en este trabajo.
Suponen las cualidades naturales y su cultivo, tales como voz,
oído, vista, escolaridad suficiente y buena voluntad para adquirir
los conocimientos técnicos necesarios para alcanzar la formación
correspondiente.

149
- El ministerio de el lectorado –

En cuanto a las disposiciones de la Iglesia, es necesario que


quien se siente llamado o aquél que ha sido llamado, las conozca
previamente.
Tales disposiciones se encuentran claramente expresadas
en los siguientes documentos que, con justa razón, son llamados
fundamentales: la Carta Apostólica Ministeria Quaedam, de S.S.
el Papa Pablo VI; el Ritual de la Institución del Lector, de la
Sagrada Congregación para el Culto Divino y toda resolución
sobre el particular proveniente de la Conferencia Episcopal. El
que es llamado debe mirarse en este espejo a fin de discernir si
tiene aptitudes suficientes como para responder afirmativamente
a la preparación requerida y al posterior ejercicio ministerial.

3.) LA RESPUESTA:

La respuesta del que es llamado tiene que ser una decisión


propia y libre y elaborada a la luz de la fe y no del mero
sentimiento personal o de opiniones interesadas en su favor o en
su contra.
Todo llamado interior debe ser exteriorizado. El que se
siente interiormente llamado debe efectuar las consultas
necesarias y atenerse a lo que el responsable de la comunidad
cristiana resuelva; en caso de dudas, que recurra a su obispo
cuya decisión se ha de tomar como definitiva.
Si la vocación o llamado ha sido externo adquiere ribetes
de mayor seguridad y puede llegar a la certeza cuando,
informado por la Jerarquía de la Iglesia, está dispuesto a cumplir
con todos los pasos preparatorios necesarios.
Esta preparación contiene los siguientes elementos:
encuentros personales, sea o no en el contexto de una escuela o
institución similar; formación espiritual, intelectual, pastoral,
técnica, mediante el estudio y la respuesta afirmativa a los
requerimientos de los responsables.
150
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -

4.) INSTITUCIÓN DEL LECTOR:

La institución del lector es efectuada por el obispo (o por


su delegado) delante de la comunidad cristiana (preferiblemente
aquélla donde ejercerá el ministerio) y de acuerdo con el rito
prefijado en el Pontifical Romano.
Ese día debe ser de gozo: la comunidad tiene un nuevo
servidor; los ministros, un nuevo colaborador; la Iglesia se ha
enriquecido y Dios ha sido glorificado.

PARTE PRÁCTICA

PRESENTACIÓN:

No debemos olvidar que este libro ha sido diseñado para


complementarlo en talleres. Así, en esta parte práctica debemos
tener en consideración que con este pequeño curso no se
pretende enseñar a leer, ni mucho menos. Lo que se supone que
quienes lo vayan a hacer sepan, por lo menos, el mínimo de
lectura. Es decir, no se trata de dar un curso de alfabetización.
Más bien, nos proponemos dar algunas pautas elementales para
leer. No es nuestra tarea corregir lo mal aprendido, sino de
recordar lo que se ha aprendido y ponerlo en práctica. Eso, por
una parte. Por otra, la intención, propiamente del taller, en esta
parte, es hacer un intensivo sobre el ministerio del Lectorado
dentro de la Iglesia y su práctica. Pero exige la primera parte, ya
que, si queremos llegar a algún lado, debemos hacer el camino,
para no hacer supuestos. Sino partir de realidades para hablar de
realidades.
Así, que, empecemos desde el comienzo, al querer fijar
unos parámetros útiles para nuestro interés, mas no los únicos ni
absolutos.

151
- El ministerio de el lectorado –

A.) ¿QUÉ ES LEER?

Podemos dar todas las definiciones posibles de lo que es


leer. Todas serán igualmente válidas. Y estamos de acuerdo.
Pero como queremos hacer un taller con una finalidad ya
preconcebida y no tanto una recopilación de conceptos, pues nos
extenderíamos más de lo que se pretende, tratemos, de inmediato
precisar lo que se quiere. Leer es, pues, transmitir la idea que
está escrita, tal como está escrita. Y con ello, ya estamos
marcando la pauta de lo que queremos. Es decir, queremos
llamar la atención sobre la fidelidad de lo que está escrito y
sobre la fidelidad de la transmisión de esa idea. Pero eso sí, de
esa idea escrita y no de otra que no sea la que esté escrita. Por
supuesto que estamos hablando no de una lectura de una obra en
privado, sino de una lectura en voz alta, para un grupo de
oyentes o auditorio.
Ya tenemos el primer elemento: ser fiel a la idea escrita.
Ahora bien, para lograr eso se suponen muchos requisitos, de los
que sólo citaremos dos, para nuestro caso concreto: Pronunciar y
comunicar. Lo primero es pronunciar. Pero pronunciar bien la
idea que está escrita. Para poder con ello comunicar la idea que
está escrita y no otra idea. Precisamente, porque leer es
comunicar la idea. Es decir, transmitir la idea. Y volvemos a la
fidelidad, que es el centro y la función de una lectura en voz alta.
Pero para lograr eso es necesario tener en consideración
que hay unas exigencias en el arte de leer. La primera exigencia
es conocer los signos y los símbolos de la escritura del idioma en
el que pretendemos leer. En este caso es el español. Porque, por
ejemplo, la letra "a" no suena igual en inglés que en español.
Luego es indispensable saber cómo suenan los signos de un
idioma para saber pronunciarlos cuando están escritos. Y eso
exige conocer el abecedario del idioma. ¿Y qué es el
Abecedario? Pues todo el conjunto de letras que hacen
precisamente un idioma, tanto hablado como escrito, sobre todo
152
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
escrito. Y que permiten la comunicación y la transmisión de
ideas, a través de las palabras de una sociedad concreta que ha
creado un patrón de comunicación que se llama "idioma". Y
tiene sus reglas...
Así, en el español, tenemos varias letras, como es lógico.
Por eso es un idioma. Y son 28. Y son: A, B, C, CH, D, E, F, G,
H, I, J, K, L (LL), M, N, Ñ, O, P, Q, R, S, T, U, V, W, X, Y, Z.
Y cada letra tiene un sonido propio y diverso de las
demás. Aunque la "b" y la "v", en el caso de Venezuela, suenan
prácticamente igual. Como también la "c", la "s" y la "z", dentro
de una palabra, dependiendo de la consonante que le siga...
Cada letra tiene su propio sonido. Como cada
combinación de letras tiene su propio sonido. Y hay que
respetarlo.

EJERCICIOS:
A) Pronunciar cada letra, con sus respectivos sonidos.
B) Pronunciar varias combinaciones de letras:

aa ag omn ah piscina al existir am Sóstenes


an caridad ap alcázar ar impíos at av ax az
ab abd ac anm ad amn af act ag apt...

Igual sucede con los signos de puntuación: , ; . () ¿? ... ¡! :


á. Estos signos le dan a la lectura una carga especial y es
importante respetarlos.

EJERCICIOS: (Hacer práctica de lectura)

OBSERVACIÓN:
Una buena lectura es la que transmite la idea que está
escrita. Y una mala lectura, es cuando se transmiten varias ideas
distintas de la escrita.

153
- El ministerio de el lectorado –

B.) LEER ES UNA COMUNICACIÓN:

Hasta aquí estamos claros en qué cosa es leer. Es un arte.


Y, por consiguiente, como todo arte es bello, es puro, es
cristalino, es una magia. En otras palabras, es una comunicación
entre quien escribió y quien está leyendo. Y es una hermosa obra
de arte que exige saber ser fiel a su autor y a su interlocutor. Ya
que quien escribe quiere comunicar una idea. Para que quien lea
pueda captar la idea de quien escribe. Pero tiene un tercer
elemento. Y es quien escucha y que es el receptor. Y que en
nuestro taller es el elemento más importante. Porque se trata de
leer una idea en función de la misma idea para el oyente. Es
decir, de una comunicación. Y en su más elemental sentido.

C.) Tiene que ser "objetiva":

La lectura en público de un texto tiene que ser fiel, en


todos sus sentidos, para que sea una auténtica comunicación. Por
ejemplo: digamos que "Pedro ama mucho a María también". Esa
es una idea. Está bien clara. Pero si no se es fiel, se puede dar
otro sentido a lo escrito. Pongamos, así un punto, artificialmente,
en mucho. Veamos cómo se cambia el sentido: "Pedro ama
mucho. A María también". Otro tanto sucederá si artificialmente
le ponemos signos de interrogación en varios lugares a la frase.
Como así: "¿Pedro ama mucho a María también? ; Pedro ama
mucho, ¿a María también?"; ¿Pedro ama mucho?... Y podríamos
jugar con otros sentidos, dependiendo si le colocamos la coma,
el punto y coma; los dos puntos; puntos suspensivos; signos de
admiración...
De manera, que una lectura ha de ser fiel a la idea escrita,
pues, de lo contrario, una idea pierde su verdadero sentido y
adquiere muchos otros de la idea original. Lo que exige saber lo
que se está leyendo y respetar todos los signos y símbolos de la
154
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
escritura. Es como si se pusiera un semáforo y no se respetara, o,
las mismas señales de tránsito y se ignorara todo el orden que se
quiere dar a la circulación. Resulta un caos. Lo mismo, con la
lectura en público. Entonces, podríamos decir, que todos
manejamos, pero no todos somos choferes; o que todos sabemos
leer, pero no todos somos buenos lectores...

D.) Evitar que la lectura sea "subjetiva":

Todo el meollo de nuestro propósito es la fidelidad a la


idea escrita. No hemos hecho otra cosa que darle vuelta a la
misma temática. Precisamente, porque de eso se trata, y valga la
justificación de la insistencia.
Bien. El otro problema de la fidelidad a la escritura es el
de darle entonaciones personales, muchas veces emotivas, que
en vez de hacer agradable lo que se escucha, entorpece el buen
gusto y produce dispersión en la atención de la idea. Esas
entonaciones no son sino vicios personales, fruto de emociones
de quien lee y no de quien ha escrito lo que se está leyendo. Eso
queda maravillosamente bien para el teatro o para la poesía
recitada que exigen interpretación del personaje. Lo que supone
que quien lo hace sea un actor o una actriz. No se trata de eso en
nuestro taller, sino de lectores... Por consiguiente...
En esa misma tónica una lectura adquiere "subjetivismo"
y pierde toda su objetividad. Y ese subjetivismo no es otra cosa
que vicios y resabios de la persona que lee. Se puede muy bien
decir, que una lectura por muy espiritual que sea, no puede ser a
la hora de leerse en público una lectura espiritualizada. Porque
son dos cosas diversas, una lectura espiritual y una lectura
espiritualizada. Lo segundo es un peligro y un resabio, que en
vez de embellecer la lectura la entorpece.

E.) Transmisión de la idea, fielmente:

155
- El ministerio de el lectorado –

Está de más el decir que una buena lectura en público


consiste en transmitir la idea que está escrita en toda su fidelidad
para que quien escuche se haga receptor de la idea escrita.
Porque de lo contrario se corre el peligro de que en vez de una,
sean tres las ideas: la escrita, la transmitida y la recibida. Y no
haya, entonces, una verdadera comunicación. Y para lograrlo
hay que ser fiel a los sonidos de las palabras, con sus respectivas
combinaciones; ser respetuosos de las señales que nos dan los
signos ortográficos; y, evitar, a toda costa, una lectura
subjetiva... Para lograr, como es lógico, una auténtica
comunicación de la idea escrita. Y eso es un arte, además de una
obra de arte.

3) LA LECTURA EN PÚBLICO DE LA BIBLIA:

Todo lo que venimos diciendo se aplica, igualmente, en la


lectura en público de cualquier texto de la Biblia. La Biblia no es
la excepción. Y no porque sea "Palabra de Dios", hay que darle
una lectura subjetiva. Esto es un grave error que en aras de una,
quizás, no auténtica espiritualidad, se puede cometer a diario. Y
en vez de dar belleza, dañamos su contenido, que es objetivo,
real, realista y concreto. Por eso, el contenido de la Biblia es
"Palabra de Dios", porque siempre es vigente. Es decir, para
todos los tiempos y para todos los hombres, sin distinción. Es
importantísimo tener eso en alta consideración.

A.) Palabras propias de la Biblia:

Como cada cultura tiene sus propias expresiones, que la


distinguen de otras; así, la Biblia tiene sus propias palabras que
expresan una cultura característica: la del pueblo de Israel, en el
caso del Antiguo Testamento. Y la Iglesia primitiva, en el del
Nuevo. Por consiguiente, en la Biblia existen palabras que en la
156
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
actualidad nos son ajenas en el uso diario, pero que son típicas
de esas culturas. Pero, por muy desconocidas que nos resulten,
igualmente, tenemos que pronunciarlas como debe ser. Y,
viéndolo bien, no son ni tan difíciles, si seguimos y aplicamos lo
de la fidelidad a lo que está escrito. Simplemente, se trata de leer
cada letra, con su respectivo sonido, como también las múltiples
combinaciones de letras habidas. No tiene ciencia y tampoco es
necesario ser un perito o un gran conocedor de la cultura judía.
Pero si hacer el mejor esfuerzo para ser un "lector". Sin más, ni
menos.
Citemos algunas palabras de la Biblia:

- Sóstenes (sin acento dice otra cosa, muy distinta).


- caridad (a veces se oye "caridag").
- espíritu (a veces se oye "espirito")
- Abiatar - inhabitación - iniquidad - israelitas - Joab -
Josué - Judá - Judas - judío - Maná - Mesías - Negueb -
oblación - omnipotencia - oráculo - ordalía - paganos -
parábola - Paráclito - pentateuco - pentecostés - Pilatos -
presbítero - pretorio - primogénito - príncipes - Sabaot -
Salomón - Samaria - Samaría - sátiros – Siloé – Sión – Siquem
– tabernáculo – teofanía - Tíquico - trágico – crucificasteis -
tañed – alabad – gavilla – ázimos - sabático - jubileo – júbilo –
expiación – Nazareth – nazoreo – Transjordania - matasteis -
Abraham – Adonías - alcázar - anatema – apóstoles – baal –
Balaam - Basán - Booz – cántico - cultuales – diáspora –
discernimiento – discípulos - dracma Eclesiastés – Eclesiástico –
Edén - Epifanía- Epístola – Etiopía – Éxodo – Exorcismos –
Génesis – Gomorra – hititas – idolatría – impíos – incircunciso
...

B.) MANERAS DE TOMAR UN LIBRO PARA LEER

Vamos bien. Por lo menos, así esperamos que sea.

157
- El ministerio de el lectorado –

Ahora, pasamos a una parte, que es complementaria a la


anterior. Aunque la más importante es lo que ya hemos anotado.
Pero, como no queremos dejar nada al supuesto, sino que
buscamos ser realistas, vamos a tratar una idea, tan bien
importante, como lo es la manera de tomar un libro para leer, en
público, por supuesto, y en voz alta.
Así, lo primero que debemos precisar es qué tipo de libro
vamos a tomar y en qué forma podemos hacerlo. Estamos
hablando de la manera de tomar un libro en las manos. Porque,
de hecho, cada quien tiene derecho de tomar el libro que quiera y
de la forma que quiera. Y de leerlo como quiera... Porque no es
lo mismo que se tome una revista, o un diccionario, o un libro, o,
inclusive, la misma Biblia. Una revista: hasta se puede doblar.
Un diccionario: se necesita una mesa para apoyarlo, sobre todo si
es voluminoso. Un libro: se toma por el centro para sostenerlo,
con una mano, para con la otra poder pasar las páginas. Y, ¿la
Biblia? Depende, por supuesto, de su tamaño. Pero, como la
Biblia contiene la Palabra de Dios, ha de tomarse de una manera
especial. Porque, le debemos respeto.
Pero, al decir, de una manera especial, ¿qué queremos
decir?, ¿será que tenemos que hacer reverencias? Tampoco se
trata de exagerar. Pero sí, un trato respetuoso, por lo menos. Y,
así, recomendamos tomarla en la mano izquierda, sobre la
palma, dejando libre la mano derecha, para poder pasar las
páginas por la parte superior derecha de las mismas. Es la
manera más práctica. De hecho, existen otras maneras. Pero la
recomendada y la más práctica es la que hemos señalado.

C.) ALGUNAS RECOMENDACIONES AL LEER TEXTOS


DE LA BIBLIA:

158
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Estamos hablando de leer en público y en voz alta algunos
textos de la Biblia. No de lecturas en privado. Y como se trata,
igualmente, de hacerlo lo mejor posible, hacemos algunas
recomendaciones prácticas, para facilitar esa meta. Así, lo
primero que debemos decir es que se está leyendo la "Palabra de
Dios", y, por consiguiente, sin caer en exageraciones, ha de
leerse con respeto. De allí, que no debe decirse al final de la
lectura: "esto es Palabra de Dios", sino, sencillamente: "Palabra
de Dios", sin más, ni menos. Hay que evitar otro posible adorno,
que no es sino resabios. Igualmente, cuando se va a leer el Salmo
Responsorial, no debería decirse frases, como las siguientes:
"repitan todos, por favor"; "repitan, después de mí". Por la
sencilla razón de que ya se ha dicho que se debe repetir al
anunciar que es el salmo responsorial.

159
EL ACOLITADO

EVOLUCIÓN DEL MINISTERIO DEL ACOLITADO:

A.) El ACOLITADO EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA:

La primera fecha histórica en la que consta su existencia


es en el año 251 en que el Papa Cornelio instituyó en Roma
cuarenta y dos acólitos. En el año 258, San Cipriano, Obispo de
Cartago, cita esta institución.
Desde el siglo IV aparecen numerosas inscripciones de la
palabra "acólito" en ciertos lugares (Nicea, Lyon).
En el año 450 un escrito galicano (statuta Eclesiae
Antiqua) regula el rito de institución. Se exigía como condición
que el candidato hubiese pertenecido por algún tiempo a la
Schola Cantorum.

1.) FUNCIONES PRIMITIVAS:

En Cartago eran empleados como correos y como


portadores de socorro a los Cristianos condenados a trabajos
penosos.
De Tarcisio, en Roma, sabemos que llevaba la Eucaristía;
en el trayecto fue asaltado y prefirió la muerte antes que
entregarla (era acólito).
Desde el siglo IV se especifican estas funciones. El Papa
Siricio {385) indica la edad de veinte años como ideal para ser
acólito.
Inocencio I (416) dice que los acólitos iban todos los
domingos a llevar las hostias a los sacerdotes titulares ocupados
en sus parroquias en tales días.

2.) FUNCIONES EN LA EDAD MEDIA:


- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
En Roma, en los siglos VIII y IX se describen sus
funciones, aunque con algunas diferencias entre los distintos
obispos: son asistentes del presbítero y asumen todos los
ministerios que no eran reservados ya sea al diácono o al
subdiácono. Ayudan en la instrucción de los catecúmenos, en los
exorcismos, en la administración de los bautismos y de las
confirmaciones, portaban el Santo Crisma, leían las lecturas,
pero las funciones más importantes eran siempre que portaban
los recipientes que contenían la Sagrada Eucaristía.
Donde no había otros ministros, asistían inmediatamente
al sacerdote celebrante y le ayudaban en la distribución de la
Comunión. En el ofertorio preparaban la materia para el
Sacrificio que recibían de los fieles al modo de oblación.
Su misión esencial era llevar la Eucaristía en saquitos
especiales pero esta función posiblemente desaparece hacia el
tiempo del Papa Inocencio I.
Sus funciones tenían el mayor relieve en la misa papal.
Nada se sabe sobre el origen, progreso e innovaciones de estas
funciones litúrgicas. Ellos acompañaban al Papa que se dirigía a
celebrar la misa llevando el Santo Crisma, los evangelios, y los
lienzos.
Durante la Semana Santa, llevaban el óleo santo y la
Cruz, en los días indicados, para ser adorada por el Papa, el clero
y el pueblo, el sábado santo intervenía, si era necesario, en el
bautismo.
Hacia el año 1.200, el Pontifical Romano asignaba al
acólito el oficio de turiferario cuyo fuego debía simbolizar su
propio amor y caridad en las cuales se las instaba a crecer.
Además, debían mantener el fuego perpetuo que acompaña a
Jesús Sacramentado.

En las grandes festividades (Navidad, Pascua, día del


Papa) se colocaban detrás de los sacerdotes y llevaban los cálices
ministeriales.

161
- El ministerio de el acolitado o Ministerio Extraordinario –

Luego se les encomendó la instrucción de los


catecúmenos, llevaban el recipiente con la Sangre de Cristo,
sostenían la patena en la comunión, firmaban las matrículas de
los catecúmenos y suplían a los niños que se bautizaban en la
recitación del símbolo de la fe.

3.) FUNCIONES EN LA EDAD MODERNA:

Poco a poco, fueron asumiendo funciones menores y, al


mismo tiempo, fueron removidos de aquellas antiguas.
Comenzaron a ser portadores de las velas para la lectura
del Evangelio y para la ofrenda del sacrificio o la distribución de
la comunión o para iluminar el camino de los ministros sagrados,
portaban el turíbulo y llevaban el agua y el vino hacia el altar.
Los oficios que antiguamente se les reconocían fueron
restringidos de un modo siempre creciente tras el influjo de la
liturgia galicana, hasta que el Pontifical Romano deja de
enumerarlas como exclusivas del acólito.
Incluso, las funciones menores que pasaron a ejercer y a
las cuales se limitaban dejaron de ser exclusivas suyas y podían
ser ejercidas por otras órdenes menores o por determinados
laicos, incluso por los niños. En muchos lugares, con la
aprobación de la autoridad eclesiástica, y para restituir el viejo
espíritu de este ministerio, se llegaba a conferir a estos laicos una
especie de "ordenación" con una oración propia o bendición.
Sin embargo, siempre ha sido intención de la Iglesia
conservar el acolitado y hasta la renovación del Concilio
Vaticano II la tuvo constituida como una orden especial (la
cuarta de las menores) con fuerza propia proveniente de la gracia
que en la hora de la ordenación imploraba el obispo con la
Iglesia.
Pero los acólitos perdieron su oficio más noble que era lo
relativo a la Sagrada Eucaristía y sus funciones se limitaron a

162
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
preparar el altar y todo lo necesario para el sacrificio de la misa y
a otros ministerios: portar el candelero, el incensario, las
vinajeras.

4.) El ACÓLITO EN LA ACTUALIDAD:

La renovación litúrgica del Concilio Vaticano II, ha


devuelto a este ministerio su primitivo valor, le ha conferido una
modalidad propia y le reconoce funciones también propias, entre
las cuales vuelve a encontrarse lo relativo a la Sagrada Eucaristía
como ministro extraordinario de la Comunión.
Además, el Concilio ha "desclericalizado" este ministerio
y lo confiere a laicos, incluso de un modo permanente: es decir,
ha dejado de ser exclusivo de quienes se preparan para el
sacerdocio o ministerial.

B) El MINISTERIO DEL ACÓLITO:

1.) NATURALEZA DEL ACOLITADO:

"Acólito" proviene del griego "akeleuthos" cuyo


significado es "el que acompaña o sigue".
Platón ha usado este término para referirse al "criado",
"siervo".
Posteriormente, la Iglesia la usó para referirse a los que
seguían al obispo y debían estar siempre a su disposición.
El "acólito" está destinado de modo particular al servicio
del altar.
La Carta Apostólica, de Pablo VI Ministeria Quaedam
(1972), establece los lineamientos del acolitado.
Por eso, debe aprender todo aquello que pertenece al culto
público y divino y tratar de captar su sentido íntimo y espiritual
y ofrecerse diariamente a sí mismo a Dios, ser un ejemplo de
seriedad y devoción en el templo sagrado, con amor sincero debe

163
- El ministerio de el acolitado o Ministerio Extraordinario –

sentirse cercano al Pueblo de Dios, especialmente a los


necesitados y enfermos.
"Es un ministerio sin orden sagrado pero es apto para
asegurar un servicio especial a la Iglesia porque algunos laicos
puedan sentirse llamados (o ser llamados) a colaborar con sus
Pastores al Servicio de la Comunidad eclesial" (Evangelii
Nuntiandi).
No es de institución divina, sino que fue introducido por
la Iglesia conforme iban surgiendo necesidades especiales.
El ministerio del Acolitado "no es privativo del candidato
al sacramento del Orden sagrado".
Para que alguien pueda ser admitido a este ministerio, se
requiere:

a) petición libremente escrita y firmada por el aspirante; ha de


ser presentada al obispo o al superior mayor, a quien
corresponde la aceptación;
b) edad conveniente y dotes peculiares, que deben ser
determinadas por la Conferencia Episcopal. En cuanto a la edad,
la Conferencia Episcopal Venezolana ha determinado, ser
mayor de 18 años. Haber recibido el sacramento de la
confirmación, haber desempeñado alguna labor apostólica,
especialmente en la catequesis, y haber realizado el curso de
preparación para la tarea de acólito. En el caso de la Diócesis de
Barcelona, se ha determinado, que sea mayor de 25 años de
edad, y si tiene pareja, estar casado por la Iglesia. Y lógicamente,
ser presentado al Obispo por el párroco, a través de la Escuela de
Ministerios Extraordinarios, que le dará la respectiva
preparación.
c) firme voluntad de servir fielmente a Dios y al pueblo
cristiano.

164
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Este ministerio es conferido por el obispo y, en los
institutos de Perfección, por superior mayor. En ambos casos se
ha de seguir el rito aprobado por la Santa Sede".
"Deben observarse los intersticios determinados por la
Santa Sede o las Conferencias Episcopales, entre la, colación del
ministerio del lectorado y del acólito, cuando en las mismas
Personas se confiere más de un ministerio".
"El candidato al diaconado o al sacerdocio tiene la
obligación de recibir el ministerio de lector y de acólito y de
ejercerlo por algún tiempo".
"La Admisión de un cristiano al ministerio del Acolitado
no le da derecho a sostenimiento o remuneración alguna.
"El acólito, aunque destinado al servicio del altar, para
ayudar al diácono y al sacerdote, no pertenece al estado clerical,
la incorporación a este estado queda vinculada al diaconado".
"La institución de lector y de acólito, según la venerable
tradición de la Iglesia, se reserva a los varones" (Ministeria
Quaedam).

2.) DIGNIDAD Y COMPROMISO DE VIDA:

Su dignidad ha sido reconocida ya desde la antigüedad


por las funciones que cumplía. Era un ministerio muy estimado y
hacia el año 500 en la carta al Senario, el diácono Juan escribía:
El orden de los acólitos difiere de los exorcistas a los
cuales les es negada la potestad de portar los sacramentos y de
ministrar a los sacerdotes. En cambio, los acólitos, son
ordenados como colaboradores de los sacerdotes, reciben los
vasos sagrados y son portadores de los Sacramentos. El exorcista
puede ser constituido acólito pero el acólito, por pena alguna,
puede ser descendido en su oficio.
Pero por estas mismas funciones que lleva consigo, este
ministerio requiere una "firme voluntad de servir fielmente a
Dios y al Pueblo cristiano" (Ministeria Quaedam).

165
- El ministerio de el acolitado o Ministerio Extraordinario –

Este compromiso se ha de nutrir en la oración, en la


lectura y meditación de la Palabra de Dios, pero, sobre todo, en
la recepción frecuente de los sacramentos y, de un modo muy
particular, el de la sagrada Eucaristía.
Se ha de volcar hacia la comunidad en una vida digna y
sana moralmente que sirva como testimonio para los demás. Se
ha de ejercitar en la caridad para con todos, especialmente con
los más cercanos y con los pobres, débiles y necesitados. Así
como son portadores del Santísimo Sacramento, sean portadores
de toda clase de virtudes, sobre todo, las teologales y las
cardinales. Y así como distribuyen la santa comunión al pueblo
de Dios sepan darse a sí mismos generosamente a ese mismo
pueblo e, incluso y en la medida de sus posibilidades, sepan
socorrerlo en sus necesidades materiales y espirituales, con una
caridad activa. Fortifiquen su fe y su esperanza por todos los
medios que la Iglesia nos ofrece.

3.) DOCTRINA EUCARÍSTICA QUE DEBE CONOCER:

El acólito, dado el ministerio que ejerce, debe estar


rectamente informado de todo lo que se refiere a la Eucaristía.
Para ello, lo remitimos a las primeras partes de este libro. Por
eso, quisimos comenzar, ex profeso, con esos elementos
doctrinales de capital importancia, por ser la esencia de la fe de
la Iglesia. Véase.

4) EJERCICIO DEL ACOLITADO:

FUNCIONES GENERALES DEL ACÓLITO:

El acólito queda instituido para ayudar al Diácono y


presbítero y prestar su servicio al sacerdote: Es propio de él

166
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
cuidar el servicio del altar, asistir al diácono y al sacerdote en las
reuniones litúrgicas, principalmente en la celebración de la misa,
además, distribuir, como miembro extraordinario, la Sagrada
Comunión cuando sea necesario.
También es ministro extraordinario para "exponer
públicamente a la oración de los fieles el Sacramento de la
Sagrada Eucaristía y hacer después la reserva (aunque no puede
bendecir al pueblo,)" .
Debe también, si es necesario, instruir a los demás fieles
para ciertas tareas temporales (asistir al sacerdote en las
celebraciones litúrgicas, llevar el Misal, la Cruz, las velas, etc.).
Puede tomar a su cargo la catequesis de niños y de
adultos; intervenir en la preparación matrimonial de los futuros
esposos y en el adoctrinamiento sobre los Sacramentos en
general, y sobre todo, en el de la Eucaristía. Todas estas
funciones serán mejor ejercidas participando con piedad cada día
más ardiente en la Sagrada Eucaristía, alimentándose de ella y
adquiriendo un más profundo Conocimiento de la misma .
Este "preparar" la mesa del Altar para las celebraciones
Eucarísticas es función esencial del Acólito. "Cuidar" de todo lo
concerniente al Altar (vasos sagrados, manteles, símbolos
litúrgicos, ornamentos, hostias (el pan y el vino), cuidar" de
servir al Altar y de servir bien, con dignidad, con respeto, para
que por su sola presencia o por sus actitudes y corrección, "los
fieles sean llevados, como de las manos, a descubrir el carácter
sagrado de la celebración.
Porque en la Eucaristía, en la fracción del pan, el hombre
descubre a Dios Cristo que se puso a la mesa con sus discípulos,
"tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces, se le
abrieron los ojos y lo reconocieron... ( Lc 24, 30).
En la Eucaristía está el mismo Dios presente y los fieles
se alimentan de su Cuerpo y de su Sangre que son verdadera
comida y verdadera bebida para la vida eterna (Jn 6, 35 ss).

167
- El ministerio de el acolitado o Ministerio Extraordinario –

ACTUACIÓN EN LAS CELEBRACIONES


EUCARÍSTICAS:

1.) ANTES DE LA CELEBRACIÓN:

Verifica: Si el altar está cubierto, por lo menos con un


mantel.
Prepara en la credencia: el Misal y el folleto de cantos en
la sede del sacerdote, el Leccionario en el ambón, el cáliz,
corporal, purificador, la palia, patena, los copones, las vinajeras
con agua y vino (a no ser que estén dispuestas entre los fieles
para que ellos las presenten), las bandejas, la palangana y toalla.
Prepara en la sacristía: el alba, estola y casulla (cíngulo y
amito si los usa) para el sacerdote, el alba y estola (cíngulo y
dalmática, si usa) para el diácono, albas (cíngulos, si se usan)
para los acólitos, incensario, naveta y ciriales, si se usarán en la
celebración.

2.) PARA LA CELEBRACIÓN:

Los acólitos salen, para la celebración, junto al diácono y


al sacerdote o tras ellos; y, si se van a usar, llevan el incensario,
los ciriales y la Cruz.
Se inclinan ante el altar o hacen la genuflexión, si hay
santísimo y luego besan la mesa, junto o después del diácono y
sacerdote.
Si no hay ministros para el canto, pueden entonar y cantar
solos con el coro o con el pueblo, la antífona o canto de entrada.
Si no se va a cantar el introito, o antífona de entrada, y no
hay guía ni lector, el acólito la puede leer antes del acto
penitencial.
Si hay incensación los acólitos alcanzan el incensario al
diácono y si éste no está, al sacerdote.

168
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Después del saludo -si no lo hace el sacerdote o el
diácono introduce a los fieles en la celebración del día.
Después del acto penitencial -si no lo hacen los otros ministros
ni los fieles - comienza el "Señor, ten piedad de nosotros",
cantado o recitado, - y el "Gloria a Dios", si corresponde.

En la liturgia de la Palabra lee la Epístola, uno de los


acólitos y suplen al salmista y al cantor cuando falta alguno de
ellos.
Si hay incensación al evangelio, uno de los acólitos
presenta el incensario al celebrante, para que le ponga incienso;
los otros lo acompañan, llevando los ciriales, hasta el ambón; y
concluido el evangelio, dejan los ciriales en sus sitios y vuelven
a sus lugares.
En la "Oración de los fieles", suple al diácono, cantor u
otro ayudante idóneo.
En su momento - durante el canto del ofertorio, si lo hay -
preparan el altar para las ofrendas, colocando sobre él el
corporal, el purificador, el cáliz y el misal.
Después de la procesión de las ofrendas, uno de los
acólitos presenta el pan y el vino al diácono o, si no hay, al
sacerdote; recibiéndolos de manos de los fieles o trayéndolos de
la credencia, según el caso.
Cuando el sacerdote ha terminado de incensar los dones,
si no hay diácono, un acólito inciensa al sacerdote y al pueblo.
Durante la plegaria eucarística un acólito asiste al
sacerdote para servirlo en la lectura del misal.
Un acólito recibe la Paz del Diácono, o sacerdote, y la
pasa a los demás acólitos y ministros.
Si la misa es solemne pueden comulgar bajo las dos
especies y, por motivos razonables, pueden distribuir la
comunión a los fieles, a no ser que haya diáconos presentes.
Para distribuir la Eucaristía, eleva un poco la hostia,
delante del comulgante, y dice: "El Cuerpo de Cristo", y tras la
respuesta "Amen" le da el Sacramento.

169
- El ministerio de el acolitado o Ministerio Extraordinario –

Cuando da la comunión bajo las dos especies, eleva el


cáliz un poco y dice: "La Sangre de Cristo" y, tras el "Amen". le
da primero el purificador y luego el cáliz para que comulgue; lo
recibe de vuelta, limpia el borde exterior de la copa, y pasa al
siguiente.
Si la comunión se diera por intinción o con cánula, véanse
las instrucciones del misal romano.
Concluida la comunión purifica la patena, si no hay
diácono o éste necesita ayuda, y las bandejas, depositando las
partículas en el copón, y repasándolas con el purificador; luego
purifica el cáliz, si no lo ha hecho el diácono u otro acólito
utilizando agua y vino agua sola, que luego bebe. Seca el cáliz
con el purificador, lleva el copón al sagrario, el cáliz a la
credencia y va a la sede. Si son varios acólitos se reparten esas
tareas.

D.) PROPUESTA PARA LA ORIENTACIÓN PASTORAL


DEL ACÓLITO:

En el ejercicio de esta misión el acólito debe ser activo,


tener iniciativas, celo eucarístico, vocación de comunión y
participación; valiéndose del diálogo con la comunidad y con el
pastor responsable de la misma, para que todo sea hecho en
caridad.
Indicamos a continuación algunos de los servicios, en los
que el acólito se ha de destacar por su participación y
responsabilidad ministerial.

1.) CELEBRACIÓN DE LA PALABRA Y COMUNIÓN:

Cuando no hay sacerdote en el templo o Capilla, va a la


casa del enfermo, el acólito, autorizado por el párroco del lugar;

170
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
puede valerse de un manual, devocionario o ritual, aprobado por
la autoridad eclesiástica, y celebrar la Palabra con distribución de
la comunión a los que están previamente preparados. A modo de
ejemplo, vemos las siguientes formas.

2.) EN LA IGLESIA O CAPILLA:

Se prepara el altar con el mantel, la cruz, los cirios.


El Rito de entrada es igual al de la Misa.
La celebración de la Palabra de Dios, hasta la oración de
los fieles inclusive, se realiza también como en la Misa. Las
lecturas se toman del día o se seleccionan de acuerdo a las
circunstancias especiales.
Concluida la Oración de los fieles, se extiende el
corporal sobre el altar y un ministro autorizado trae y adora en
silencio la Sagrada Eucaristía.
El ministro dirige una exhortación al arrepentimiento y
todos hacen el rito penitencial o confesión.
Todos rezan el Padre Nuestro y, eventualmente, se dan el
saludo de paz.
El ministro distribuye la comunión como de costumbre.
Sigue un silencio en acción de gracias. Todo concluye con una
fórmula de bendición.

3.) EN LA CASA DEL ENFERMO:

Saludo inicial.
Lectura de la Sagrada Escritura (una o más según las
circunstancias pero preferentemente pasajes breves}.
Una breve monición homilética, es decir, cuya base sea la
misma escritura que se termina de proclamar. Oración universal
o de los fieles.
Confesión y silencio.

171
- El ministerio de el acolitado o Ministerio Extraordinario –

Padre nuestro y saludo de paz al enfermo.


Comunión como de costumbre.
Oración final.
Fórmula de bendición.

E) LA INSTITUCIÓN DEL ACÓLITO:

RITO DE INSTITUCIÓN DE LOS ACÓLITOS:

Los ritos y oraciones de Institución (o de "ordenación,


conforme a la época histórica) han ido variando de acuerdo al
lugar que el acolitado iba ocupando en la Iglesia.
En el rito de institución actual (Pablo VI) reciben el
recipiente con el pan o con el vino de mano del Obispo como
signo del lugar especial que les corresponde, la celebración de la
Eucaristía sirviendo a la mesa del Señor y de la Iglesia, para lo
cual deben comportarse dignamente.

172
SÉPTIMA PARTE:

EL BENDICIONAL
LA BENDICIÓN EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Tomamos las ideas principales de la introducción de De


Benedictionibus, última parte del Ritual Romano, promulgado el
31 de mayo de 1984.

a) Origen de la bendición: Dios:

La fuente y origen de toda bendición es Dios bendito, que


está por encima de todo, el único bueno, que hizo bien todas las
cosas para colmarlas de sus bendiciones y que, aun después de la
caída del hombre, continúa otorgando esas bendiciones, como un
signo de su misericordia.
Pero cuando se cumplió el tiempo, el Padre envió a su
Hijo y, en él -al asumir la condición humana-, nos bendijo de
nuevo con toda clase de bienes espirituales. De esta suerte, la
antigua maldición se nos convirtió en bendición, cuando "nació
el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, que, borrando la
maldición, nos trajo la bendición".
Cristo, la máxima bendición del Padre, apareció en el
Evangelio bendiciendo a los hermanos, principalmente a los más
humildes, y elevando al Padre una oración de bendición.
Finalmente, glorificado por el Padre y habiendo ascendido al
cielo, derramó sobre los hermanos, adquiridos con su sangre, el
don de su Espíritu, para que, impulsados por su fuerza, alabaran
en todo a Dios Padre, lo glorificaran, le dieran gracias y,
ejercitando las obras de caridad, pudieran ser un día contados
entre los elegidos de su reino.
Por el Espíritu Santo, la bendición de Abrahán se va
cumpliendo cada vez más en Cristo, a medida que va pasando a
los hijos que han sido llamados a una vida nueva en "la plenitud
de las bendiciones divinas"; así, convertidos en miembros del
Cuerpo de Cristo, difunden los frutos del mismo Espíritu, y el
mundo queda restablecido por la bendición divina.
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
El Padre, teniendo en su mente divina a Cristo Salvador,
había confirmado ya la primera Alianza de su amor para con los
hombres con la efusión de múltiples bendiciones. Así preparó al
pueblo elegido para recibir al Redentor y lo iba haciendo cada
día más digno de la Alianza. El pueblo, por su parte, caminando
por los senderos de la justicia, pudo honrar a Dios con el corazón
y con los labios, hasta convertirse, en medio del mundo, en signo
y sacramento de la bendición divina.
Dios, del que desciende toda bendición, concedió ya en
aquel tiempo a los hombres, principalmente a los patriarcas, los
reyes, los sacerdotes, los levitas, los padres, que bendijeran su
nombre en la alabanza, y en ese mismo nombre colmaran de
bendiciones divinas a los demás hombres y a las cosas creadas.
Cuando es Dios quien bendice, ya sea por si mismo, ya
sea por otros, se promete siempre la ayuda del Señor, se anuncia
su gracia, se proclama su fidelidad a la Alianza. Cuando son los
hombres los que bendicen, lo alaban proclamando su bondad y
su misericordia.
Dios, en efecto, imparte su bendición comunicando o
anunciando su bondad. Los hombres bendicen a Dios cantando
sus alabanzas, dándole gracias, tributándole culto y adoración, y,
cuando bendicen a otros hombres, invocan la ayuda de Dios
sobre cada uno de ellos o sobre las asambleas reunidas.
Como consta en la Sagrada Escritura, todo lo que Dios ha
creado y continúa conservando en el mundo con su gracia
providente nos da fe de la bendición de Dios y nos invita e
impulsa a bendecirlo. Esto vale principalmente después que el
Verbo encarnado comenzó a santificar todas las cosas del mundo
gracias al misterio de su encarnación.
Las bendiciones miran primaria y principalmente a Dios,
cuya grandeza y bondad ensalzan; pero, en cuanto que
comunican los beneficios de Dios miran también a los hombres,
a los que Dios rige y protege con su providencia; pero también
se dirigen a las cosas creadas, con cuya abundancia y variedad
Dios bendice al hombre.

175
- El Bendicional –

b) LAS BENDICIONES EN LA VIDA DE LA IGLESIA

Fiel a la recomendación del Salvador, la Iglesia participa


del cáliz de la bendición, dando gracias a Dios por su don
inefable, adquirido por primera vez en el misterio pascual,
comunicado luego a nosotros en la Eucaristía. Efectivamente, en
el misterio Eucarístico la Iglesia recibe la gracia y la fuerza que
hacen de ella misma bendición para el mundo y, como un
sacramento universal de salvación ejerce siempre entre los
hombres y para los hombres la obra de santificación,
glorificando al Padre en el Espíritu Santo, unida a Cristo, su
Cabeza.
La Iglesia, movida por la fuerza del Espíritu Santo,
expresa de diversas maneras este ministerio suyo y por esto ha
instituido diversas formas de bendecir. Con ellas invita a los
hombres a alabar a Dios, los anima a pedir su protección, los
exhorta a hacerse dignos de su misericordia merced a una vida
santa, y utiliza ciertas plegarias para impetrar sus beneficios y
obtener un feliz resultado en aquello que solicitan.
A ello hay que añadir las bendiciones instituidas por la
Iglesia que son signos sensibles que "significan y, cada uno a su
manera, realizan" aquella santificación de los hombres en Cristo
y aquella glorificación de Dios que constituyen el fin hacia el
cual tienden todas las demás actuaciones de la Iglesia.
Las bendiciones, en cuanto que son signos que se apoyan
en la palabra de Dios y se celebran bajo el influjo de la fe,
pretenden ilustrar y deben manifestar la vida nueva en Cristo,
vida que tiene su origen y crecimiento en los sacramentos del
Nuevo Testamento instituidos por el Señor. Además, las
bendiciones, que han sido instituidas imitando en cierto modo a
los sacramentos, significan siempre unos efectos, sobre todo de

176
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
carácter espiritual, pero que se alcanzan gracias a la impetración
de la Iglesia.
Con esta convicción, la Iglesia trata de que la celebración
de la bendición redunde, verdaderamente en alabanza y
glorificación de Dios y, se ordene al provecho espiritual de su
pueblo.
Para que esto se vea más claro, las fórmulas de bendición,
según la antigua tradición, tienden como objetivo principal a
glorificar a Dios por sus dones, impetrar sus beneficios y alejar
del mundo el poder del maligno.
Glorificando a Dios en todas las cosas y buscando
principalmente la manifestación de su gloria ante los hombres
-tanto los renacidos como los que han de renacer por la gracia-,
la Iglesia, valiéndose de las bendiciones, alaba al Señor por ellos
y con ellos en las diversas circunstancias de la vida, invocando la
gracia divina sobre cada uno de ellos. A veces la Iglesia bendice
asimismo las cosas y lugares relacionados con la actividad
humana o con la vida litúrgica y también con la piedad y.
devoción, pero teniendo siempre a los hombres que utilizan
aquellas cosas y actúan en aquellos El hombre, en efecto, en
cuyo favor Dios lo quiso y lo hizo todo bien, es el receptáculo de
su sabiduría y por eso, con los ritos de la bendición, el hombre
trata de manifestar que utiliza de tal manera las cosas creadas
que, con su uso, busca a Dios, ama a Dios y le sirve con
fidelidad como único Ser supremo.
Los cristianos, guiados por la fe, fortalecidos por la
esperanza y espoleados por la caridad, no sólo son capaces de
discernir sabiamente los vestigios de la bondad divina en todas
las cosas creadas, sino que también buscan implícitamente el
reino de Cristo en las obras de la actividad humana. Es más,
consideran todos los acontecimientos del mundo como signos de
aquella providencia paternal con que Dios dirige y sustenta todas
las cosas. Por tanto, siempre y en todo lugar se nos ofrece la
ocasión de alabar a Dios, por Cristo en el Espíritu Santo, de
invocarlo y darle gracias, a condición de que se trate de cosas,

177
- El Bendicional –

lugares o circunstancias que no contradigan la norma o el


espíritu del Evangelio. Por eso, cuando se celebra una bendición,
se ha de someter siempre al criterio pastoral, sobre todo si puede
surgir un peligro de admiración o extrañeza entre los fieles o los
demás.
Esta manera pastoral de considerar las bendiciones está en
sintonía con las palabras del Concilio ecuménico Vaticano II:
"La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que,
en los fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida sean
santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual
de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, del cual todos los
sacramentos y sacramentales reciben su poder; y hace también
que, el uso honesto de las cosas materiales pueda ordenarse a la
santificación del hombre y a la alabanza de Dios."
Así, con los ritos de las bendiciones, los hombres se
disponen a. recibir el fruto superior de los sacramentos, y quedan
santificadas las diversas circunstancias de su vida.
Para asegurar esta plena eficacia, es necesario que los
fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de
ánimo. Por esto, los que piden la bendición de Dios por medio de
la Iglesia han de afianzar sus disposiciones internas en aquella fe
para la cual nada hay imposible; han de apoyarse en aquella
esperanza que no defrauda; y, sobre todo, han de estar
vivificados por aquella caridad que apremia a guardar los
mandamientos de Dios es como los hombres que buscan el
beneplácito divino entenderán plenamente y alcanzarán
realmente la bendición del Señor.

c) OFICIOS Y MINISTERIOS:

178
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Las bendiciones son acciones litúrgicas de la Iglesia y,
por esto, la celebración comunitaria que a veces se exige en ellas
responde mejor a la índole de la plegaria litúrgica, y así, mientras
la verdad viene expuesta a los fieles por medio de la oración de
la Iglesia, los allí presentes se sienten inducidos a unirse con el
corazón y con los labios a la voz de la Madre.
Para las bendiciones más importantes, que afectan a la
Iglesia local, es conveniente que se reúna la comunidad
diocesana o parroquial, presidida por el Obispo o el párroco.
Pero también en las demás bendiciones es recomendable
la presencia de los fieles, ya que lo que se realiza en favor de un
grupo cualquiera redunda de alguna manera en bien de toda la
comunidad.
Cuando no esté presente ningún grupo de fieles, tanto el
que quiere bendecir a Dios o pide la bendición divina como el
ministro que preside la celebración deben recordar que ya
representan a la Iglesia celebrante, de modo que por su oración
en común y su petición la bendición desciende por medio del
hombre, aunque no desde el hombre, en cuanto que es el deseo
de la comunicación de la santificación y de las gracias.
Normalmente, la celebración de la bendición de cosas o
de lugares no debe hacerse sin la participación de por lo menos
algún fiel.
El ministerio de la bendición está unido a un peculiar
ejercicio del sacerdocio de Cristo y, según el lugar y el oficio
propio de cada cual en el pueblo de Dios, se ejerce del modo
siguiente:

a) Compete al Obispo principalmente presidir aquellas


celebraciones que atañen a toda la comunidad diocesana y se
hacen con particular solemnidad y gran concurrencia del pueblo;
por eso puede reservarse algunas celebraciones, principalmente
cuando se realizan de forma más solemne.

179
- El Bendicional –

b) Compete a los presbíteros, como requiere la naturaleza


de su servicio al pueblo de Dios, presidir las bendiciones, sobre
todo aquellas que se refieren a la comunidad a cuyo servicio
están destinados.

c) Compete a los diáconos, en cuanto que prestan su


ayuda al Obispo y a su presbiterio en calidad de ministros de la
palabra, del altar y de la caridad, presidir algunas celebraciones.
Pero siempre que esté presente algún sacerdote, es mejor que se
le ceda a él la presidencia, y que el diácono le sirva en la acción
litúrgica, ejerciendo sus funciones propias.
d) A los acólitos y lectores, que por la institución que se
les ha conferido desempeñan una peculiar función en la Iglesia,
con razón se les concede, de preferencia a los demás laicos, la
facultad de impartir algunas bendiciones, a juicio del Ordinario
del lugar.
También los otros laicos, hombres y mujeres, por la
eficacia del sacerdocio común, del que se han hecho partícipes
por el bautismo y la confirmación, ya sea en virtud de su propio
cargo (como los padres con respecto a sus hijos), ya sea en virtud
de un ministerio extraordinario, ya sea porque desempeñan una
función peculiar en la Iglesia, como los religiosos o los
catequistas en algunos lugares, a juicio del Ordinario del lugar,
cuando conste de su debida formación pastoral y su prudencia en
el ejercicio del propio cargo apostólico, pueden celebrar algunas
bendiciones, con el rito y las fórmulas previstos para ellos.
Pero en presencia del sacerdote o del diácono, deben
cederles a ellos la presidencia.
La participación de los fieles será tanto más activa cuanto
más profunda sea la instrucción que se les dé sobre la
importancia de las bendiciones. Por esto, los presbíteros y
ministros, en las mismas celebraciones, así como en la
predicación y en la catequesis, han de explicar a los fieles el
significado y la eficacia de las bendiciones.

180
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
Es muy importante, en efecto, que el pueblo de Dios sea
instruido acerca del verdadero significado de los ritos y preces
que emplea la Iglesia en las bendiciones, para que en la
celebración sagrada no se introduzca ningún elemento de tipo
supersticioso o de vana credulidad que pueda lesionar la pureza
de la fe.

d) LA CELEBRACIÓN DE LA BENDICIÓN:

ESTRUCTURA TÍPICA:

La celebración típica de la bendición consta de dos partes:


la primera es la proclamación de la palabra de Dios, la segunda
la alabanza de la bondad divina y la impetración del auxilio
celestial.
La primera parte tiende a que la bendición sea realmente
un signo sagrado, que toma su pleno sentido y eficacia de la
proclamación de la palabra de Dios.
Por tanto, el centro de esta primera parte es la
proclamación de la palabra de Dios, a la cual se subordinan tanto
la monición como la breve explicación o la exhortación u
homilía que pueden añadirse, según se estime oportuno.
Para avivar en los que participan una fe más intensa, se
puede intercalar un salmo, un canto o un silencio sagrado,
máxime si se hacen lecturas.
La segunda parte tiene por objeto alabar a Dios, con los
ritos y preces, y obtener su ayuda por Cristo en el Espíritu Santo.
El núcleo central de esta parte lo constituye la fórmula de
bendición, u oración de la Iglesia, acompañada con frecuencia de
un signo determinado.
Para fomentar la oración de los presentes, puede añadirse
la plegaria común.
Por consiguiente, al preparar la celebración, hay que tener
en cuenta sobre todo lo siguiente:

181
- El Bendicional –

a) generalmente hay que preferir la forma comunitaria, de


manera que en ella el diácono, el lector, el salmista, el coro
ejerzan sus funciones propias;
b) hay que atender a las normas generales sobre la
consciente, activa y adecuada participación de los fieles.

e) SIGNOS QUE SE EMPLEAN:

Los signos visibles que con frecuencia acompañan a las


oraciones tienen la finalidad principal de evocar las acciones
salvadoras del Señor, mostrar una cierta conexión con los
principales sacramentos de la Iglesia, y, de este modo, alimentar
la fe de los allí presentes, captando así su atención para que
participen en el rito.
Los principales signos que se emplean son los siguientes:
extensión, elevación o unión de las manos, imposición de las
manos, señal de la cruz, aspersión del agua bendita e
incensación:

a) Cuando la fórmula de bendición es fundamentalmente


una "oración", el ministro de la bendición, según se indica en
cada rito, extiende las manos, las eleva o las junta.

b) Entre los signos de bendición ocupa un lugar destacado


la imposición de manos, como acostumbraba hacer el mismo
Cristo, el cual, refiriéndose a los discípulos, dijo: "Impondrán las
manos a los enfermos, y quedarán sanos", y continúa realizando
este signo en la Iglesia y por la Iglesia.

c) Con frecuencia, según una antigua tradición de la


Iglesia, se propone también el signo de la cruz.

182
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
d) En algunos ritos se alude a la aspersión con el agua
bendita. En este caso los ministros han de exhortar a los fieles a
que recuerden el misterio pascual y renueven la fe de su
bautismo.
e) En algunos ritos se usa la incensación, que es un signo
de veneración y a veces simboliza la oración de la Iglesia.
Aunque los signos empleados en las bendiciones, y
principalmente el signo de la cruz, expresan una cierta
evangelización y comunicación de la fe, para hacer más activa la
participación y evitar el peligro de superstición, normalmente no
está permitido dar la bendición de cosas y lugares con el solo
signo externo, sin ningún acompañamiento de la palabra de Dios
o de alguna plegaria.

MANERA DE UNIR LA CELEBRACIÓN DE LA


BENDICIÓN

CON OTRAS CELEBRACIONES O CON OTRAS


BENDICIONES

Algunas bendiciones incluyen una especial conexión con


los sacramentos y por ello pueden a veces unirse a la celebración
de la misa. En el Ritual de bendiciones se indica cuáles son estas
bendiciones, en qué parte o con qué rito se han de unir, y para
cada caso se dan unas normas rituales que hay que observar. Las
otras bendiciones de ningún modo han de unirse a la celebración
eucarística.
Algunas bendiciones pueden unirse a otras celebraciones,
como se indica en el rito correspondiente.
A veces puede resultar oportuno efectuar varias
bendiciones en una sola celebración. Al preparar esta bendición
hay que tener presente lo siguiente: se emplea el rito que
contiene la bendición principal, añadiendo en la monición y en

183
- El Bendicional –

las preces aquellas palabras y signos que mejor expresen la


intención de dar también las otras bendiciones.

FUNCIÓN DEL MINISTRO EN LA PREPARACIÓN Y


ORDENACIÓN DE LA CELEBRACIÓN

El ministro ha de recordar que las bendiciones miran


principalmente a los fieles, aunque pueden celebrarse también en
favor de los catecúmenos y, teniendo en cuenta las normas del
canon, a no ser que obste alguna prohibición de la Iglesia,
también en favor de los no católicos.
En cuanto a las bendiciones que se hayan de celebrar
comunitariamente con los hermanos separados hay que observar
en cada caso las normas dadas por el Ordinario del lugar.
El celebrante o ministro, habida cuenta de todas las
circunstancias y tras escuchar también las sugerencias de los
fieles, aprovechará, según convenga, las posibilidades que
ofrecen los diversos ritos, pero respetando la estructura, y sin
cambiar en modo alguno el orden de sus elementos principales.
En la celebración comunitaria hay que procurar que todos,
tanto ministros como fieles, cumpliendo su propia función,
realicen todo lo que les corresponde, con decoro, orden y piedad.
Se tendrá en cuenta también la índole peculiar del tiempo
litúrgico, para que las moniciones y oraciones de los fieles
guarden relación con el ciclo anual de los misterios de Cristo.

LAS VESTIDURAS LITÚRGICAS

El Obispo, cuando preside las celebraciones más


importantes, ha de usar las vestiduras que indica el Ceremonial
de Obispos.

184
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
El presbítero y el diácono, cuando presiden las
celebraciones en forma comunitaria, principalmente en la iglesia
o con alguna solemnidad externa, han de revestirse de alba y
estola. Cuando se lleva traje talar, el alba puede sustituirse por el
sobrepelliz. En las celebraciones más solemnes puede usarse la
capa pluvial.
El color de los ornamentos será el blanco o el que esté en
consonancia con el tiempo o la fiesta litúrgica.
Los ministros debidamente instituidos, cuando presiden
las celebraciones de la comunidad, deberán emplear las
vestiduras prescritas por la Conferencia Episcopal o por el
Ordinario del lugar para las celebraciones litúrgicas.

ADAPTACIONES QUE COMPETEN A LAS


CONFERENCIAS EPISCOPALES

Incumbe a las Conferencias Episcopales, en virtud de la


Constitución sobre la sagrada liturgia, confeccionar un Ritual
particular correspondiente a este título del Ritual Romano,
acomodándolo a las necesidades de cada lugar, para que, una vez
que las actas hayan sido aprobadas por la Sede Apostólica, pueda
usarse en los lugares pertinentes.
En esta materia, corresponde a las Conferencias
Episcopales:

a) Definir las adaptaciones respetando la estructura


propia de los ritos.

b) Considerar, con diligencia y prudencia, qué es lo


que puede oportunamente admitirse de las tradiciones e
idiosincrasia de cada pueblo y, en consecuencia, proponer otras
adaptaciones que se estimen útiles o necesarias.

185
- El Bendicional –

c) Conservar las bendiciones propias que ya existen


en los Rituales particulares, si las hay, o las del antiguo Ritual
Romano, si todavía están en uso, a condición de que concuerden
con la mente de la Constitución sobre la sagrada liturgia, con los
principios expuestos en el presente título y con las necesidades
del tiempo actual; o bien adaptarlas.

d) En los diversos ritos de bendición, sobre todo cuando


existen varias fórmulas de libre elección, añadir también otras
fórmulas de la misma índole, además de las que contiene el
Ritual Romano.

186
BIBLIOGRAFIA GENERAL

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA:

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 1993.

CELAM, Ministerio Eclesiales, del Consejo Episcopal Latinoamericano


(CELAM), del año 1989.

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CONCILIO VATICANO II: Dei Verbum, Optatam totius, Lumen


Gentium, Ad gentes, Sacrosanctum Concilium, Unitatis
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CONGREGACION PARA LA EDUCACION CATOLICA, Instrucción


de los Padres de la Iglesia en la formación al sacerdocio, 10 de
noviembre de 1989.

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción sobre


algunas cuestiones acerca de la colaboración de los fieles laicos en
el Sagrado Ministerio de los sacerdotes, Roma, 13 de agosto de
1997.

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fundamentalis nstitutionis sacerdotalis; La formación teológica de
los futuros sacerdotes, 1976.

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SEMINARIOS Y DE LOS INSTITUTOS DE ESTUDIOS,
Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la
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CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción


sobre la Vocación Eclesial del Teólogo.
- Índice General –

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PABLO VI, Encíclica Populorum Progressio, Roma, 1966.

JUAN PABLO II: Dives in misericordia, Redemptor hominis, Dominun et


vivificantem, Christifideles laici, Tertio milenio
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JUAN PABLO II, Discurso de su Santidad el Papa Juan Pablo II sobre la


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PABLO VI, Exhortación Apostólica "Evangelii Nuntiandi", Roma, 1968.

PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la


Iglesia, Roma, 15 de abril de 1993.

OTROS DOCUMENTOS PONTIFICIOS:

SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS Y CONSILIUM, Declaración


sobre algunos abusos litúrgicos, 1966.
JUAN PABLO II, Alocución en la conmemoración del XX aniversario
de la promulgación de la Constitución Sacrosanctum Concilium,
1984.

JUAN PABLO II, Carta apostólica Vicesimus quintus annus, en el XXV


aniversario de la Constitución Sacrosanctum Concilium, 1988.

JUAN PABLO II, Carta Dominicae Cenae, sobre el misterio y el culto de


la santísima Eucaristía, 1980.

188
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190
Índice General
OFICIOS, FUNCIONES....................................................................... 2
Presentación...................................................................................... 4
PRIMERA PARTE:............................................................................ 6
- EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA................................................. 6
- LA TRADICIÓN EN LA IGLESIA................................................... 6
RECOMENDACIÓN INICIAL:....................................................... 7
EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA................................................... 7
EL MAGISTERIO EN LA IGLESIA............................................... 7
A.) Características del Magisterio de los obispos:............................ 8
B.) Naturaleza del Magisterio: ....................................................... 10
C.) El magisterio es infalible:..........................................................10
D.) Sujeto del Magisterio: .............................................................. 11
E.) Unidad de la fe, en la iglesia, según el derecho canónico ........ 12
LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA................................................... 13
QUÉ ES LA TRADICIÓN:............................................................ 13
A.) Tradiciones apostólicas:............................................................ 14
B.) Tradiciones eclesiásticas:.......................................................... 15
C.) QUIÉNES SON LOS PADRES DE LA IGLESIA...................15
SEGUNDA PARTE:.......................................................................... 17
LA LITURGIA DE LA IGLESIA...................................................... 17
LA LITURGIA DE LA IGLESIA...................................................... 18
1) SENTIDO TEOLÓGICO DE LA LITURGIA DE LA IGLESIA:
......................................................................................................... 18
A.) El Espíritu Santo y la era de la Iglesia:..................................... 18
B.) La Iglesia, luz del mundo:......................................................... 18
C.) La Eucaristía, centro de la vida de la Iglesia............................. 19
D.) La Eucaristía, naturaleza de la Iglesia....................................... 20
E.) La Iglesia, sujeto y objeto de acción eucarística.:..................... 21
F.) Todos los sacramentos tienen a la Eucaristía, como centro:..... 22
G.) En la Eucaristía, la Iglesia continúa la obra de Cristo.............. 22
LA IGLESIA SE MANIFIESTA A SÍ MISMA............................. 23
H.) A modo de conclusión:............................................................. 24
LA EUCARISTÍA ES EL CENTRO DE LA IGLESIA..................... 25
CULTO DEL MISTERIO EUCARÍSTICO;.................................. 25
EUCARISTíA Y CARIDAD.......................................................... 26
EUCARISTÍA Y PRÓJIMO........................................................... 27
EUCARISTÍA Y VIDA.................................................................. 28
SACRALIDAD DE LA EUCARISTÍA Y SACRIFICIO.............. 29
- Índice General –

SACRIFICIO...................................................................................31
BIEN COMÚN DE LA IGLESIA:................................................. 34
ELEMENTOS DE LA LITURGIA.................................................... 37
PARTES ELEMENTALES DE LA LITURGIA................................ 37
UBICACIÓN GENERAL:.................................................................. 37
A.) QUÉ ES LA LITURGIA:......................................................... 37
B.) ELEMENTOS DE LA LITURGIA:......................................... 38
1.) LUGARES SAGRADOS: ........................................................ 38
Basílicas:..................................................................................... 39
Los santuarios:............................................................................ 39
Iglesias catedrales:...................................................................... 40
2.) ALGUNOS ELEMENTOS SAGRADOS:................................ 41
El Altar:....................................................................................... 41
El Sagrario:..................................................................................41
Los vasos sagrados:.................................................................... 41
3.) Otros objetos litúrgicos:............................................................. 42
4.) VESTIDURAS LITÚRGICAS:................................................. 42
5.) COLORES LITÚRGICOS:....................................................... 43
6.) EL CALENDARIO LITÚRGICO ANUAL (ORDO)............... 43
C.) EL AÑO LITÚRGICO:.............................................................44
El domingo:................................................................................. 44
Triduo pascual:............................................................................ 44
Tiempo Pascual:.......................................................................... 45
Tiempo de Cuaresma:................................................................. 45
Tiempo de Navidad:.................................................................... 45
Tiempo de Adviento:...................................................................45
Tiempo ordinario:........................................................................45
D.) LOS LUGARES SAGRADOS, SEGÚN EL DERECHO
CANÓNICO.................................................................................... 46
EL DOMINGO Y SU SANTIFICACIÓN.......................................... 48
EL MINISTERIO DE LA MÚSICA...................................................51
LOS ACTORES DE LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA.............. 51
1)El Sacerdote:............................................................................ 52
2) Los fieles:................................................................................ 52
3) El canto:.................................................................................. 53
4) El silencio:.............................................................................. 54
5) Los coros:................................................................................ 54

192
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
6) Formación litúrgica y espiritual de los coros:......................... 56
7) EL CANTO EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA:.............. 56
8) LA MÚSICA EN LOS SACRAMENTOS:................................ 57
9) LA MÚSICA SAGRADA INSTRUMENTAL:......................... 59
IMPORTANCIA DE LA MÚSICA SAGRADA........................... 60
1) Qué es Música Sagrada:.............................................................. 61
2) EL ÓRGANO:............................................................................ 61
3) DISPOSICIONES PRÁCTICAS SOBRE LA MÚSICA
SAGRADA:.................................................................................... 62
LA REFORMA DE LA LITURGIA...................................................66
A PARTIR DEL VATICANO II........................................................ 66
EN BÚSQUEDA DE LA REFORMA DE LA LITURGIA............... 67
1) LOGROS Y ÉXITOS DEL INTENTO DE REFORMA:.......... 67
ASPECTOS POSITIVOS:.............................................................. 67
ASPECTOS NEGATIVOS:............................................................ 67
PELIGROS DE UNA FALSA REFORMA LITÚRGICA:............ 68
2) PARTES ESENCIALES DE LA LITURGIA: LA SANTA
MISA:.............................................................................................. 69
a) PARTES ESENCIALMENTE UNIDAS:.................................. 69
b) LITURGIA DE LA PALABRA:................................................ 69
c) LA HOMILÍA:............................................................................ 70
d) LA PLEGARIA EUCARÍSTICA:.............................................. 70
e) MATERIA DE LA EUCARISTÍA: Pan y vino:........................ 71
f) LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA: ........................................... 71
G) Comunión bajo las dos especies:............................................... 72
h) Los vasos sagrados:.................................................................... 73
i) Las mujeres y su servicio litúrgico:............................................. 74
j) CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA....................... 74
k) EL SAGRARIO:......................................................................... 75
OBSERVACIONES FINALES: ................................................ 75
TERCERA PARTE:........................................................................... 78
LOS LAICOS...................................................................................... 78
LOS LAICOS...................................................................................... 79
A.) LOS FIELES LAICOS............................................................. 79
B.) Quiénes son los fieles laicos:.................................................... 79
C.) Triple oficio del laico:............................................................... 80
D.) La índole secular del laico:....................................................... 81
E.) Los laicos en comunión con Cristo:.......................................... 82

193
- Índice General –

A MODO DE CONCLUSIÓN:.................................................. 89
MINISTERIOS Y OFICIOS DE LOS LAICOS:................................90
A.)Facultad y no un derecho:.......................................................... 90
B.) La colaboración de los laicos en el ministerio de los sacerdotes:
......................................................................................................... 91
C.) Nombre que recibe el laico no ordenado:..................................91
D.) Lo que puede hacer un laico no ordenado:............................... 93
E.) Cuándo y dónde puede realizar homilías:................................. 93
F) Cuándo puede repartir la comunión:........................................ 94
IX.) CASOS CONCRETOS DE CELEBRACIONES:...................... 95
A.)Bautizos:................................................................................ 95
B.) CONFIRMACIÓN:............................................................... 96
C.) CONFESIÓN:....................................................................... 96
D.) UNCIÓN DE LOS ENFERMOS:......................................... 98
E.) A QUIÉNES SE LES PUEDE APLICAR LA UNCIÓN DE
LOS ENFERMOS, SEGÚN EL DERECHO CANÓNICO:...........98
F.) MATRIMONIOS:................................................................. 99
G.) EXEQUIAS:....................................................................... 103
1.) DE LA CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS :................... 103
2.) A QUIENES SE HAN DE CONCEDER O DENEGAR LAS
EXEQUIAS ECLESIÁSTICAS:.................................................. 104
H.) Otros: ..................................................................................105
I.) Agua bendita:........................................................................105
LA CELEBRACIÓN SIN SACERDOTE........................................ 106
CONDICIONES PARA LAS CELEBRACIONES
DOMINICALES EN AUSENCIA DEL SACERDOTE.............. 106
a) Circunstancias pastorales:......................................................... 106
b) Carácter de suplencia:............................................................... 107
c) Promovidos por el Obispo o el párroco:................................... 107
d) Primero: los diáconos:.............................................................. 109
e) Segundo: los acólitos y los lectores:......................................... 109
f) Otros laicos:............................................................................... 109
LA CELEBRACIÓN.................................................................... 111
CUARTA PARTE:...........................................................................116
LA ESPERANZA CRISTIANA....................................................... 116
LA ESPERANZA CRISTIANA....................................................... 117
LA REALIDAD ESCATOLÓGICA............................................ 117

194
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
A.) Escatología:............................................................................. 117
B.) Apocalíptica:........................................................................... 118
C.) Carácter oculto de las postrimerías:........................................ 119
D.) La esperanza cristiana tras las imágenes apocalípticas:.......... 119
E.) El reino de Dios:...................................................................... 120
F.) "Ya" y "todavía no":................................................................ 121
G.) La Parusía:.............................................................................. 121
H.) El juez es Jesucristo:............................................................... 123
QUINTA PARTE:............................................................................ 125
ERRORES DE UNA FALSA........................................................... 125
VISIÓN DE IGLESIA...................................................................... 125
ERRORES DE UNA FALSA VISIÓN DE IGLESIA...................... 126
PROBLEMAS QUE GENERA UNA FALSA VISIÓN DE
IGLESIA....................................................................................... 126
A.) Iglesia popular:........................................................................126
B.) La teología de la liberación:.................................................... 127
C.) Iglesia nacionalista:................................................................. 128
D.) Iglesia, de los grupos de apostolado:...................................... 129
E.) Democraticismo:..................................................................... 131
F.) Cristo, sí; la Iglesia, no:........................................................... 132
G.) A modo de conclusión:....................................................... 133
H.) DIVISIÓN EN LA IGLESIA, SEGÚN EL DERECHO
CANÓNICO:.................................................................................133
SEXTA PARTE:.............................................................................. 135
— MINISTERIO DE EL LECTORADO......................................... 135
— MINISTERIO DE EL ACOLITADO.......................................... 135
MINISTERIO DE EL LECTORADO.............................................. 136
1) PARTE TEÓRICA................................................................... 136
B.) ORIGEN E HISTORIA DEL MINISTERIO DEL LECTOR:
....................................................................................................... 138
C.) SU NATURALEZA:............................................................... 139
1.) TODO MINISTERIO ES UN "SERVICIO":.......................... 139
2.) SUS CARACTERÍSTICAS LAICALES:............................... 140
D.) LA CONDICIÓN DEL LECTOR EN EL PUEBLO DE DIOS:
....................................................................................................... 142
E.) LA ESPIRITUALIDAD DEL LECTOR:............................... 144
1.) LA PALABRA DE DIOS LE COMUNICA LA SANTIDAD
QUE CONTIENE:........................................................................ 145

195
- Índice General –

2.) CARIDAD:.............................................................................. 145


3.) GRATITUD Y RECONOCIMIENTO:................................... 146
4.) GENEROSIDAD:.................................................................... 146
5.) HUMILDAD:...........................................................................146
6.) OBEDIENCIA:........................................................................ 146
7.) CELO APOSTÓLICO:............................................................ 146
8.) FRATERNIDAD:.................................................................... 147
9.) ESPÍRITU DE ORACIÓN:..................................................... 147
F.) LA IDONEIDAD DEL LECTOR:.......................................... 147
G.) CONCLUSIÓN:................................................................. 148
LA VOCACIÓN AL LECTORADO:....................................... 148
1.) EL QUE LLAMA:............................................................... 149
2.) EL QUE ES LLAMADO:....................................................149
3.) LA RESPUESTA:................................................................150
4.) INSTITUCIÓN DEL LECTOR:.............................................. 151
PARTE PRÁCTICA......................................................................... 151
A.) ¿QUÉ ES LEER?.................................................................... 152
B.) LEER ES UNA COMUNICACIÓN:...................................... 154
C.) Tiene que ser "objetiva":......................................................... 154
D.) Evitar que la lectura sea "subjetiva":...................................... 155
E.) Transmisión de la idea, fielmente:.......................................... 155
3) LA LECTURA EN PÚBLICO DE LA BIBLIA:..................... 156
A.) Palabras propias de la Biblia:.............................................. 156
B.) MANERAS DE TOMAR UN LIBRO PARA LEER......... 157
C.) ALGUNAS RECOMENDACIONES AL LEER TEXTOS
DE LA BIBLIA:........................................................................ 158
EL ACOLITADO..............................................................................160
EVOLUCIÓN DEL MINISTERIO DEL ACOLITADO:............ 160
A.) El ACOLITADO EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA:...... 160
1.) FUNCIONES PRIMITIVAS:.................................................. 160
2.) FUNCIONES EN LA EDAD MEDIA:................................... 160
3.) FUNCIONES EN LA EDAD MODERNA:............................ 162
4.) El ACÓLITO EN LA ACTUALIDAD:.................................. 163
B) El MINISTERIO DEL ACÓLITO:.......................................... 163
1.) NATURALEZA DEL ACOLITADO:.................................... 163
2.) DIGNIDAD Y COMPROMISO DE VIDA:........................... 165
3.) DOCTRINA EUCARÍSTICA QUE DEBE CONOCER:....... 166

196
- Oficio, funciones y Ministerios Extraordinarios -
4) EJERCICIO DEL ACOLITADO:............................................ 166
FUNCIONES GENERALES DEL ACÓLITO:............................166
ACTUACIÓN EN LAS CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS: 168
1.) ANTES DE LA CELEBRACIÓN:.......................................... 168
2.) PARA LA CELEBRACIÓN:.................................................. 168
D.) PROPUESTA PARA LA ORIENTACIÓN PASTORAL DEL
ACÓLITO:.................................................................................... 170
1.) CELEBRACIÓN DE LA PALABRA Y COMUNIÓN:......... 170
2.) EN LA IGLESIA O CAPILLA:.............................................. 171
3.) EN LA CASA DEL ENFERMO:............................................ 171
E) LA INSTITUCIÓN DEL ACÓLITO:...................................... 172
RITO DE INSTITUCIÓN DE LOS ACÓLITOS:........................ 172
SÉPTIMA PARTE:.......................................................................... 173
EL BENDICIONAL..........................................................................173
LA BENDICIÓN EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN......... 174
a) Origen de la bendición: Dios:................................................... 174
b) LAS BENDICIONES EN LA VIDA DE LA IGLESIA......... 176
c) OFICIOS Y MINISTERIOS:................................................... 178
d) LA CELEBRACIÓN DE LA BENDICIÓN:.......................... 181
ESTRUCTURA TÍPICA:.............................................................181
e) SIGNOS QUE SE EMPLEAN:................................................ 182
MANERA DE UNIR LA CELEBRACIÓN DE LA
BENDICIÓN ............................................................................ 183
CON OTRAS CELEBRACIONES O CON OTRAS
BENDICIONES........................................................................ 183
FUNCIÓN DEL MINISTRO EN LA PREPARACIÓN Y
ORDENACIÓN DE LA CELEBRACIÓN................................... 184
LAS VESTIDURAS LITÚRGICAS.........................................184
ADAPTACIONES QUE COMPETEN A LAS
CONFERENCIAS EPISCOPALES..........................................185
BIBLIOGRAFIA GENERAL........................................................... 187
Índice General................................................................................... 191

197

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