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SEGUNDA SERIE, N° 22, 1997

CUADERNOS DEL
CONSEJO DE MONUMENTOS
NACIONALES

NUESTRA DIVERSIDAD CREATIVA


Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo
Unesco
1995

REPÚBLICA DE CHILE
MINISTERIO DE EDUCACIÓN CONSEJO DE MONUMENTOS NACIONALES
INDICE

Introducción
Ángel Cabeza Monteira
Secretario Ejecutivo
Consejo de Monumentos Nacionales 3

UNESCO
NUESTRA DIVERSIDAD CREATIVA
Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo 4

Prólogo del Presidente


Javier Pérez de Cuéllar 5

Resumen 12

Programa Internacional 17
3

INTRODUCCIÓN

El Consejo de Monumentos Nacionales desea divulgar por medio de esta publicación el


Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, documento que es producto de una
profunda reflexión que tuvo lugar entre 1993 y 1995, al alero de la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. La Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo
fue constituida por la Organización de las Naciones Unidas con el objetivo de iniciar un proceso de
consultas que concluyera en la realización de una Cumbre Mundial sobre la Cultura y el Desarrollo.
La meta que se trazó fue la de asentar principios y líneas de acción que vinculen a la cultura y al
desarrollo, del mismo modo que en el plano del pensamiento y de la acción se ha encontrado el nexo
entre desarrollo y medio ambiente.
Presidida por el Señor Javier Pérez de Cuéllar, la Comisión afrontó el desafío que tenía por
delante abandonando de partida la generalizada idea de que hay culturas que favorecen y otras que
entorpecen el desarrollo. Este prejuicio, -propio de una mentalidad que no comprende la diversidad
cultural y que adhiere a un concepto economicista del desarrollo-, no tiene validez si se acepta que
no hay una sola vía de desarrollo, y que cada cultura debe y puede encontrar la que calza con su
forma de ser y le permite desenvolverse como tal, que es la idea central implícita en el Informe. El
desarrollo, se afirma, implica no sólo el acceso y la disponibilidad de bienes y servicios, sino también
la posibilidad para los individuos de llevar una existencia integral, es decir, la oportunidad tanto de
acceder a la cultura como de aportar a ella y acrecentarla.
Frente al resurgimiento de los nacionalismos exacerbados, la Comisión Mundial de Cultura y
Desarrollo plantea la invulnerabilidad del principio del respeto al pluralismo. Traza como fundamento
de cualquier política del área el de la equidad, es decir, el de la igualdad de oportunidades para la
vivencia de la cultura, tanto en su dimensión inmediata como con respecto a las generaciones
futuras. Caracteriza a la cultura como la esencia misma de un desarrollo sustentable. El desarrollo
va de la mano con la identidad cultural, por lo que tanto la creación artística como el patrimonio
cultural de un país son pilares fundamentales sobre los cuales se erige el progreso material e
intelectual de una sociedad.
El documento que presentamos * , que consta del Prólogo redactado por el Presidente de la
Comisión, del Resumen de las conclusiones de la Comisión y de una propuesta para un Programa
Internacional para la Cultura y el Desarrollo, plantea numerosas interrogantes de gran actualidad en
nuestro país, e invita a reflexionar sobre los numerosos desafíos que enfrentamos actualmente en el
campo de la cultura.

Ángel Cabeza Monteira


Secretario Ejecutivo
CONSEJO DE MONUMENTOS NACIONALES

*
El texto se extrajo de una fotocopia de la versión oficial del Informe.
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UNESCO

NUESTRA DIVERSIDAD CREATIVA


Informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo
Noviembre 1995
Versión Resumida

Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo

Presidente
Sr. Javier Pérez de Cuéllar (Perú)

Miembros de honor
S.A.R. el Príncipe Heredero El Hassan Bin Talal (Jordania)
Aung San Suu Kyi (Myanmar)
Claude Lévi-Strauss (Francia)
Ilya Prigogine (Bélgica)
Derek Walcott (Santa Lucía)
Elie Wiesel (Estados Unidos de América)

Miembros
Lourdes Arizpe (México)*
Yoro K. Fall (Senegal)
Kurt Furgler (Suiza)
Celso Furtado (Brasil)
Niki Goulandris (Grecia)
Keith Griffin (Reino Unido)
Mahbub ul Haq (Pakistán)
Elizabeth Jelin (Argentina)
Angeline Kamba (Zimbabwe)
Ole-Henrik Magga (Noruega)
Nikita Mikhalkov (Federación de Rusia)
Chie Nakane (Japón)
Leila Takla (Egipto)

Observador en razón de su cargo


Sitakant Mahapatra (India)

Secretario Ejecutivo
Yudhshthir Raj Isar (India)

*
Formó parte de la Comisión hasta que fue nombrada Subdirectora General de Cultura de la UNESCO, en julio
de 1994; ha seguido participando en las deliberaciones de la Comisión como Representante del Director
General y supervisora de la labor de la Secretaría.

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PRÓLOGO DEL PRESIDENTE

En enero de 1988, siendo Secretario General de las Naciones Unidas, me correspondió


junto al Sr. Federico Mayor, Director General de la UNESCO, inaugurar el Decenio Mundial
para el Desarrollo Cultural (1988-1997). En esa ocasión observé que las iniciativas de
desarrollo habían fracasado con frecuencia “porque en muchos proyectos [de desarrollo] se
había subestimado la importancia del factor humano, la compleja trama de relaciones y creencias,
valores y motivaciones que es la médula de una cultura”.
Para remediar esa lamentable situación hacía falta reformular el proceso mismo de
desarrollo, y no era tarea liviana. No podía imaginar que cinco años más tarde se me
encomendaría llevarla a cabo. Ni tampoco que del propio Decenio Mundial surgiría la idea de
que una Comisión Internacional se hiciera cargo de esta labor, ni que se me pediría presidirla.
En 1988 ya veríamos claramente que el desarrollo era una empresa mucho más compleja
de lo que se había pensado en un principio. No se podía ya concebirlo como un camino único,
uniforme y lineal, porque ello eliminaría inevitablemente la diversidad y la experimentación
culturales y limitaría en grado peligroso las capacidades creativas de la humanidad, que de un
pasado venerable se orientan hacia la incógnita del futuro. En todo el mundo, una vigorosa
diversificación cultural, basada en el reconocimiento de que la civilización es un mosaico de
culturas diferentes, había contribuido ya a conjurar ese peligro. Esta evolución del pensamiento
era fruto en gran medida de la emancipación política, pues la constitución de las naciones había
avivado en los pueblos la conciencia de que sus respectivos modos de vida constituían un valor,
un derecho, una responsabilidad y una oportunidad. Esto había hecho que los pueblos
cuestionaran un marco de referencia en que el sistema de valores occidental era el único que
engendraba normas supuestamente universales, y reclamaran el derecho de forjar versiones
diferentes de la modernización. Había hecho que los pueblos afirmaran el valor de su riqueza
cultural y de su patrimonio múltiple, que no cabía calcular exclusivamente en dólares y centavos,
al tiempo que afirmaban los valores universales de una ética mundial.
La demanda de perfeccionamiento humano era imperiosa. Se comenzó a percibir, no
siempre con claridad, que los fracasos y las expectativas malogradas del desarrollo habían
originado tensiones culturales en muchas sociedades. En ocasiones, esos rechazos se
manifestaban como catástrofes del desarrollo, desde guerras civiles hasta regímenes autoritarios y
asesinos, que perturbaban el propio proceso de desarrollo. En otros lugares se observaba un
desarrollo fructífero, que no sólo eliminaba la distancia entre países ricos y pobres, sino que
también demostraba que las tradiciones propias de cada cultura podían combinarse con los
recursos económicos, científicos y tecnológicos más modernos. Se observaba el ejemplo de los
países prósperos del Asia Oriental, cuyos habitantes se mantenían fieles a sus valores y sin
embargo alcanzaban niveles de vida superiores a los de muchas naciones del mundo
industrializado. En éste, la desilusión con el progreso material, los elevados niveles de consumo
de los privilegiados en medio de una privación generalizada y de tasas de desempleo permanentes
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y sistemáticamente elevadas también estaban llevando la cultura y la identidad cultural al primer


plano del quehacer de los Gobiernos.
Era evidente que había que trascender la economía, pero sin abandonarla. Se había
ampliado el concepto mismo de desarrollo, al comprenderse que los criterios económicos por sí
solos no podían servir de fundamento para un programa en pro de la dignidad y el bienestar del
ser humano. La búsqueda de otros criterios llevó al PNUD a formular la noción de desarrollo
humano, “un proceso encaminado a aumentar las opciones de las personas”, que mide el
desarrollo según una amplia gama de capacidades, desde la libertad política, económica y social,
hasta la posibilidad de disfrutar de buena salud, recibir educación, realizar un trabajo productivo,
expresar la propia creatividad y ver respetados tanto la dignidad personal como los derechos
humanos. Aunque la dimensión cultural estaba implícita en este concepto, no se planteó
expresamente, pero varios grupos destacados, como la Comisión Brandt, la Comisión del Sur y la
Comisión Internacional del Gobierno Mundial, la invocaban cada vez más, igual que lo hizo el
Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. El siguiente paso en la
reformulación del desarrollo debía consistir en incorporar elementos culturales a las estrategias
amplias de desarrollo y preparar un programa de acción más eficaz. He aquí el enorme desafío al
que debía responder nuestra Comisión.
Era necesario formular preguntas nuevas y replantear otras antiguas. ¿Qué factores
culturales y socioculturales influyen en el desarrollo? ¿Qué repercusión cultural tiene el desarrollo
económico y social? ¿Qué relación existe entre las culturas y los modelos de desarrollo? ¿Cómo
combinar con la modernización los elementos valiosos de una cultura tradicional? ¿Cuáles son las
dimensiones culturales del bienestar individual y colectivo?
La idea de una Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo fue propuesta en la UNESCO
por varios representantes visionarios de los países nórdicos, con el fin de plantear, debatir y, en lo
posible, responder a preguntas como éstas. A todas luces, se inspiraron para ello en el proceso
que llevó del Informe Brundtland a la Cumbre de Río y ha proseguido después. Consideraban
que había llegado el momento de alcanzar en el terreno de la cultura y el desarrollo los mismos
logros que en el medio ambiente y el desarrollo. No eran los únicos en pensar así. Del mismo
modo que la Comisión Brundtland había señalado claramente a la comunidad internacional que se
requería una alianza entre la economía y la ecología, poniendo en marcha un nuevo programa
mundial con esa finalidad, se consideró necesario aclarar y profundizar de manera práctica y
constructiva la relación entre cultura y desarrollo.
En su 26° reunión, celebrada en 1991, la Conferencia General de la UNESCO aprobó
una resolución en la que pedía al Director General que, en colaboración con el Secretario General
de las Naciones Unidas, “creara una comisión mundial independiente sobre la cultura y el
desarrollo, integrada por mujeres y hombres de todas las regiones, destacados en diversas
disciplinas, para preparar un informe mundial sobre la cultura y el desarrollo y propuestas para
actividades inmediatas y a largo plazo, a fin de atender las necesidades culturales en el contexto
del desarrollo”. La resolución obtuvo el respaldo de una resolución que aprobó semanas después
la Asamblea General de las Naciones Unidas. En diciembre de 1992, los Sres. Boutros Boutros-
Ghali y Federico Mayor me hicieron el honor de nombrarme Presidente de la Comisión. Era
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impensable sustraerme a esa responsabilidad. Juntos nos contactamos luego con los doce
hombres y mujeres en quienes se pensó para que se uniesen a mí como miembros de la Comisión.
No fue difícil convencerlos; estaban deseosos de colaborar con nosotros en un proyecto de esa
naturaleza.
La Comisión comenzó sus trabajos en la primavera de 1993, en un mundo en que se
acaban de abrir nuevas puertas, lo cual suponía muchas promesas y posibilidades, pero que
también estaba cargado de incertidumbre y esperanzas malogradas. En esa situación, las
preguntas formuladas con anterioridad eran todavía más importantes, si no más perentorias y
urgentes.
En todo el mundo, al mezclarse los pueblos como nunca antes lo habían hecho, todos
comenzaban a orientarse hacia marcos de organización más amplios y que dejaban más margen a
la autonomía y la participación. Sin embargo, a la mayoría el sistema mundial en sí mismo les
parecía cada vez más desequilibrado, difuso e incoherente, lo cual hizo que muchos recurriesen a
la cultura para poner resistencia a la entropía del sistema mundial, utilizándola de baluarte y
refugio.
Se había derrumbado un orden bipolar, pero la implosión de una de sus partes distaba de
ser un triunfo absoluto para el otro bando. En el mundo próspero el concepto de progreso
ilimitado se había vuelto quimérico. Parecían estar desintegrándose los sistemas de valores y los
vínculos de solidaridad. Parecía estarse agrandando el abismo entre ricos y pobres y el flagelo de
la marginación social y económica perturbaba las aguas plácidas de la satisfacción superficial.
Las confrontaciones de los bloques de la Guerra Fría habían ocultado durante mucho
tiempo una multitud de reivindicaciones y tensiones locales suscitadas por la escasez de recursos
o la distribución de los que se acababa de adquirir, que empujaban ahora a las personas a
encerrarse en los estrechos espacios delimitados por los muros de la identidad grupal, atizando
una nueva oleada de enfrentamientos menores entre comunidades étnicas, religiosas y nacionales.
La lógica del rechazo y el “narcisismo de las pequeñas diferencias “ empezaron a amenazar la paz
y la seguridad, minar tanto el desarrollo económico como la armonía social, violar la dignidad
intrínseca de la persona humana, disminuir la fe de cada sociedad en sus recursos y amenazar la
diversidad de culturas que es indispensable para el bienestar del género humano.
Tolerarlo hubiera sido aceptar lo inaceptable, y por ello la Comisión inició su trabajo
basándose en ciertas premisas claras. Todos sus miembros estaban convencidos de que, como la
paz y la democracia, el aumento de las capacidades de las personas sólo podía arraigar en la
ética y los valores populares, que conforman las pautas de su conducta cotidiana. Todos estaban
entregados al respeto del pluralismo, de las culturas -en cuanto a su dignidad, diversidad y vigor
multifacético, que son iguales para todas- y de los diferentes caminos hacia el desarrollo. Todos
los comisionados sustentaban el principio de la equidad, tanto en sus dimensiones inmediatas
como con respecto a las generaciones futuras. Todos reconocían la universalidad de sus
aspiraciones al mejoramiento y el progreso y la diversidad de los caminos posibles para alcanzar
esos objetivos. Todos estaban convencidos de que la cultura es una variable fundamental para
explicar las distintas pautas del cambio, y un factor indispensable, cuando no la esencia misma, del

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desarrollo sostenible, pues las actitudes y los estilos de vida determinan la forma en que
administramos nuestros recursos no renovables.
Todos los comisionados han trabajado a título personal, aportando a la labor común los
conocimientos adquiridos en una determinada disciplina intelectual y su experiencia vital. Cada
cual hubiera utilizado palabras diferentes y hubiera subrayado acaso otros aspectos si hubiera
correspondido redactar este informe a uno solo de ellos. Es probable que no todos hubieran
respaldado plenamente el conjunto de las propuestas; pero hubo consenso entre nosotros en
cuanto al fondo y la finalidad del presente Informe. Les estoy profundamente agradecido por su
espíritu de cooperación, que ha permitido hacerlo realidad.
Ya hemos comparado nuestro trabajo con el de la Comisión Mundial sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo. Conviene, sin embargo, formular una advertencia: a diferencia del
medio ambiente, que es una realidad claramente definida, el concepto de cultura es tan amplio y
polisémico, y las interacciones entre “cultura” y “desarrollo” tan difíciles de describir siquiera,
cuanto más de medir, que la preparación de un Informe Mundial sobre la materia no podía por
menos que ser una tarea de complejidad abrumadora. Por fortuna, la Conferencia General de la
UNESCO no se limitó a encomendarnos el mandato de “identificar, describir y analizar las
cuestiones básicas, los problemas y los nuevos desafíos” que se plantean en muy diversas esferas.
Precisó además que las conclusiones de nuestra labor debían orientarse “a la formulación de
políticas” y dejó a la Comisión que se enfocase e interpretase ese mandato. Conforme
avanzábamos, recibimos tal abundancia de información, puntos de vista y análisis, provenientes
muchos de ellos de los niveles más avanzados de la investigación y la reflexión, que se hizo
imperiosa la necesidad de concentrar y perfilar nuestra actividad. Nuestro Informe no podía ser
un tratado ni una obra de investigación original, ni un manual sobre la situación de la cultura en el
mundo. Debía ser un llamamiento a la acción en determinados ámbitos prioritarios, basado en
nuestra evaluación razonada de lo que se requiere hacer ahora para que las comunidades
humanas puedan abordar mejor esos ámbitos.
Así, pues, la Comisión decidió centrar su Programa Internacional en el cumplimiento de
un conjunto de objetivos definidos con claridad, el más importante de los cuales es crear un
mecanismo permanente para investigar y aclarar algunas cuestiones claves de al cultura y el
desarrollo. A partir de ese proceso, se podrá determinar gradualmente un conjunto de principios
y procedimientos internacionales y, a su vez, éstos permitirán crear un foro en el que se pueda
lograr un consenso internacional sobre las formas adecuadas de abordar la cultura y el desarrollo
y superar una nueva e importante etapa de la tarea de reformular los planteamientos actuales.
Ello sería apenas el comienzo de la labor de delimitar nuevos territorios para despertar
conciencia de la amplitud de las cuestiones culturales en que debe fundarse el desarrollo humano.
Estamos poniendo los cimientos. Esperamos que otros continúen avanzando y edifiquen sobre
ellos. El Programa Internacional no es sino el núcleo, en torno al cual debe surgir un programa
mundial mucho más amplio.
El presente Informe está destinado a un público heterogéneo de todo el mundo, que
forman desde activistas sociales, investigadores de campo, artistas y estudiosos, a funcionarios
oficiales. Queremos informar a los dirigentes de la opinión mundial y orientar a los responsables
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de formular políticas. Nos interesa captar la atención de las comunidades intelectuales y artísticas
del mundo, y también la del público en general.
Nuestro objetivo es exponerles la forma en que la cultura moldea nuestro pensamiento,
nuestra imaginación y nuestra conducta. La cultura es la transmisión de la conducta y también una
fuente dinámica de cambio, creatividad y libertad, por cuyo intermedio se manifiestan las
posibilidades de innovación. Para los grupos y las sociedades, la cultura es energía, inspiración y
potenciación, y al mismo tiempo conocimiento y reconocimiento de la diversidad; si la diversidad
cultural está “detrás de nosotros, a nuestro alrededor y ante nosotros”, como dijo Claude Lévi-
Strauss, debemos aprender a orientarla no hacia la confrontación entre culturas sino hacia la
coexistencia pacífica de éstas y hacia la armonía intercultural.
A ello debe encaminarse, también, la tarea de construir la paz y consolidar los valores
democráticos, que son un conjunto indivisible de objetos, del mismo modo que para instaurar los
derechos económicos y políticos no es posible disociarlos de los derechos sociales y culturales.
Lo que la humanidad debe hacer es adoptar nuevas formas de pensar, de actuar y de
organizarse en sociedad; en resumen, formas nuevas de vivir. Y, además, promover vías de
desarrollo diferentes, en las que se reconozca la importancia de los factores culturales en la visión
que tiene cada sociedad de su futuro y en su elección de los medios para alcanzarlo.
Durante algún tiempo me he ocupado de la “cultura de paz”. A estas alturas se ha
demostrado ampliamente que la desatención del desarrollo humano ha sido una de las causas
principales de las guerras y de los conflictos armados internos, y que éstos, a su vez, retrasan el
desarrollo humano. Con la complicidad de los gobiernos, para aumentar las ganancias que
reportan las exportaciones, las empresas privadas continúan vendiendo tecnología militar
avanzada, materiales nucleares y equipos para producir armas bacteriológicas y químicas. La
noción de soberanía de los Estados, todavía en vigor, es cuestionada cada día con mayor fuerza.
En el terreno del mantenimiento de la paz, a menudo no es realista hacer distingos entre
agresiones exteriores y opresión interna. La principal amenaza a la estabilidad son los conflictos
dentro de un país, no los internacionales. Apremia fortalecer la legislación internacional en
materia de derechos humanos. Muchos de los problemas más graves provienen del interior de los
Estados, ya se deban a conflictos étnicos o a medidas represivas de los gobiernos. Las
condiciones que llevan a la tiranía y a la violación en gran escala de los derechos humanos en un
país tienden a desembocar, tarde o temprano, en la búsqueda de enemigos en el extranjero. Los
Estados represivos están muy tentados de exportar sus dificultades internas. Pensemos en las
invasiones de Hungría y Checoslovaquia que lanzó la Unión Soviética tras ejercer la represión
dentro de su territorio o en la negativa persistente -que duró muchos años- de los anteriores
gobiernos de Sudáfrica a conceder la independencia a Namibia. Un mínimo de prevención es
mejor que un castigo draconiano. Por ello, prevenir toda agresión es una tarea importante de las
Naciones Unidas. Hasta ahora, este principio se aplicaba únicamente en Sudáfrica. Ha llegado el
momento de generalizarlo. La creación de una fuerza de intervención rápida de las Naciones
Unidas, integrada por voluntarios, sería una contribución importante a la paz.
Nuestro camino es largo. Todavía no hemos aprendido a respetarnos plenamente, ni a
compartir ni a colaborar. Este momento realmente extraordinario de la historia requiere
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soluciones de excepción. El mundo que conocemos, todas las relaciones que dábamos por
sentadas están experimentando una reformulación y una reconstrucción profundas. Se necesita
imaginación, capacidad de innovación, visión y creatividad. Las asociaciones y la interacción
internacionales son un elemento indispensable para resolver creativamente los problemas, una
cualidad que requiere estar dispuestos a plantear preguntas audaces en lugar de remitirnos a las
respuestas convencionales. Esto supone abrir la mente y el corazón y tener la voluntad de buscar
definiciones nuevas, de reconciliar antiguos antagonismos y de ayudar a trazar nuevos mapas
mentales. En último término, la sinceridad de nuestra reflexión será lo que nos lleve a
solidarizarnos con la experiencia del Otro, y será esa solidaridad la que nos encamine hacia un
futuro en que la búsqueda de la libertad individual se equilibre con la necesidad del bienestar
común, y la comprensión y el respeto de todas las diferencias humanas formen parte de nuestro
proyecto.
La Comisión está profundamente agradecida a los gobiernos, organismos de las Naciones
Unidas, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, organismos nacionales de
desarrollo, instituciones y fundaciones culturales y científicas que le han prestado apoyo financiero
y de otra índole. Quiere expresar también su honda gratitud a las figuras públicas destacadas, los
estudiosos y artistas, los educadores, activistas culturales y especialistas en desarrollo que
aportaron informaciones y conocimientos valiosos, así como a todas las demás personas que
ayudaron de muchas maneras*.
La Comisión tiene una deuda especial con la UNESCO, su Director General, Sr.
Federico Mayor, y su Subdirectora General de Cultura, Sra. Lourdes Arizpe, que formó parte de
la Comisión hasta el final del verano de 1994, cuando fue nombrada en su cargo actual. La
Comisión desea expresar también su profunda gratitud a las Naciones Unidas y a su Secretario
General, Sr. Boutros Boutros-Ghali, que otorgaron la mayor importancia e hicieron muchos
aportes prácticos a su trabajo.
Como Presidente de la Comisión, quiero expresar mi reconocimiento especial a mis
colegas por su ayuda y apoyo. Agradezco su paciencia, especialmente en el momento en que el
desafío político que debí afrontar en el Perú redujo enormemente el tiempo y la atención que
pude dedicar a la labor de la Comisión.
Quisiera dar también las gracias al Secretario Ejecutivo de la Comisión, Sr. Yudhishthir
Raj Isar, y a los funcionarios de la UNESCO que integraron la Secretaría, pilotándolos en la
decisiva fase final de nuestro trabajo, y al Sr. Jeromé Bindé, Secretario Ejecutivo en las primeras
etapas de la labor.
Debemos agradecimiento también al escritor y periodista Michael Gibson, que nos ayudó
en su calidad de experto a preparar el primer borrador del Informe y, el último en orden aunque
no en importancia, al distinguido economista Paul Streeten, que accedió generosamente a actuar
como asesor de redacción en la última fase de nuestro trabajo. El Sr. Streeten configuró,
enriqueció y aclaró nuestras ideas, expresándolas con mucha más elegancia de lo que hubiéramos

*
En el documento 28 C/100, Informe sobre las actividades de la Comisión Mundial de Cultura y
Desarrollo (1993-1995), figura más información sobre la labor de la Comisión.
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podido hacer nosotros. De cualquier modo, la responsabilidad final de este informe es


exclusivamente nuestra.

Javier Pérez de Cuéllar

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RESUMEN

El desarrollo disociado de su contexto humano y cultural es crecimiento desprovisto de


alma. El florecimiento pleno del desarrollo económico forma parte de la cultura de un pueblo,
aunque no sea ésta la opinión común. Según nociones más convencionales, la cultura es un
elemento que contribuye al desarrollo económico o lo entorpece; de ahí el llamamiento a “tener
presentes los factores culturales en el desarrollo”. El argumento que se plantea en el presente
Informe es que el desarrollo comprende no sólo los bienes y servicios, sino también la
oportunidad de elegir una forma de vida en comunidad que sea plena, satisfactoria, valiosa y cuyo
valor se reconozca; en la que la existencia humana pueda desarrollarse en todas sus formas y de
manera integral. Incluso los bienes y servicios cuya importancia se subraya en la visión estrecha y
convencional se consideran valiosos por lo que aportan a nuestra libertad de vivir una existencia
fructífera. En consecuencia no se puede relegar, en último término, a la cultura, por importante
que sea como instrumento (o freno) del desarrollo, a una función secundaria, ni como promotora
ni como obstáculo del crecimiento económico. Su papel no se reduce al de ser un medio para
alcanzar determinados fines -pese a que, en el sentido estrecho del concepto, ésa es una de sus
funciones-, pues constituye la base social para el logro de dichos fines. El desarrollo y la
economía forman parte de la cultura de un pueblo.
A diferencia del medio ambiente físico, en el que no osaríamos tratar de perfeccionar lo
que la naturaleza tiene de bueno, la cultura es la fuente de nuestro progreso y creatividad. Si
cambiamos de perspectiva y pasamos de asignar una función puramente instrumental a la cultura a
atribuirle un papel constructivo, constitutivo y creativo, debemos concebir el desarrollo en
términos que abarquen el crecimiento cultural.
Los gobiernos no pueden determinar la cultura de un pueblo; de hecho, es hasta cierto
punto a la inversa. Lo que sí pueden hacer es influir positiva o negativamente sobre ella, y con
ello modificar la marcha hacia el desarrollo. El principio básico debe ser el respeto de todas las
culturas que toleran a otras y que se ajustan a las normas de la ética global. Respeto es más que
tolerancia. Supone una actitud positiva hacia los demás y aceptar de buen grado sus distintos
modos de vida, su diversidad creativa. No es posible legislar sobre el respeto, ni obligar a nadie
a comportarse de manera respetuosa, pero sí que se puede consagrar la libertad cultural como
uno de los pilares del Estado.
La libertad cultural, a diferencia de la libertad individual, es colectiva. Remite al derecho
de un grupo de personas a elegir su modo de vida. La libertad cultural garantiza la libertad
integral. Protege no sólo al grupo, sino también los derechos de todas las personas que lo
conforman. La libertad cultural, al proteger diversos modos de vida, estimula la experimentación,
la diversidad, la imaginación y la creatividad. Nos permite satisfacer una de las necesidades más
elementales, la de definir justamente cuáles son estas necesidades. Ahora bien, su satisfacción se
ve obstaculizada en este momento por presiones mundiales y por el desinterés generalizado.

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El desarrollo es un fenómeno que tiene poderosas repercusiones intelectuales y morales


para personas y comunidades. El entendimiento de las cuestiones que plantean el desarrollo y la
modernización debe basarse en una orientación dual hacia los valores culturales y las ciencias
sociales. En un sentido menos amplio del que acabamos de dar al término, la cultura -los valores,
símbolos, rituales e instituciones de una sociedad- influye en las decisiones y los resultados
económicos; las actividades económicas pueden debilitar o fortalecer diversos aspectos de una
cultura. Todo desarrollo económico que vaya unido a una cultura decadente, atrofiada, opresiva
y cruel está abocado al fracaso. El fin último del desarrollo es el bienestar físico, mental y social
de todos los seres humanos.
La Comisión ha definido diversas áreas de formulación de políticas y de acción para
gobiernos, organizaciones internacionales, asociaciones privadas de voluntarios, sociedades
comerciales, sindicatos, familias y personas, que se han plasmado en un Programa Internacional.
En la diversidad de las culturas hay una unidad de fondo, que se define en una ética
mundial. En ella se establecen las normas mínimas que debe observar toda comunidad. El
impulso ético a aliviar y erradicar el sufrimiento siempre que es posible es un ejemplo de este
imperativo universal. Una de las tendencias recientes más alentadoras ha sido la formulación de
normas internacionales sobre derechos humanos. La democracia y la protección de las minorías
son principios importantes de la ética mundial, además de condición indispensable de la eficacia
de las instituciones, la estabilidad social y la paz. Cabe definir la democracia diciendo que
consiste en la existencia de dos instituciones: elecciones periódicas y auténticas y un conjunto de
derechos y libertades civiles verdaderos. La primera garantiza que sea posible destituir a los
gobiernos y la segunda que les esté vedado hacer determinadas cosas.
En un mundo formado por 10.000 sociedades diferentes que viven en cerca de 200
Estados, una preocupación fundamental es el reconocimiento y la salvaguardia de los derechos de
las minorías. Sin embargo, sucede que éstas también han afirmado el derecho de dominar a las
mayorías, como hicieron los británicos en la India, los Afrikaaners en Sudáfrica y los partidos
comunistas de Europa Central y Oriental. Ni las minorías deben ejercer sus derechos a costa de
las mayorías, ni se puede tampoco aceptar como la voz de su pueblo a matones estentóreos que
pretendan hablar en nombre de las minorías. La “voz” democrática también debe escucharse en
el plano internacional, en el que hasta ahora ha callado. Otros principios importantes de esta ética
mundial son el empeño en favor de la solución pacífica de los conflictos y la negociación imparcial
y la equidad entre los miembros de una generación y con respecto a otras.
La universalidad es el principio fundamental de una ética mundial. El ethos de los
derechos humanos universales proclama que todos los seres humanos nacen iguales y disfrutan de
estos derechos sin distinción de clase, género, raza, comunidad ni generación. Esto significa que
la preocupación principal de la humanidad debe ser satisfacer las necesidades básicas de una vida
digna. La universalidad requiere que en nuestro afán de proteger a las generaciones futuras no
desatendamos las imperiosas necesidades vitales cuya satisfacción reclaman los pobres en la
actualidad. Carecería de sentido crear en el futuro condiciones sostenibles a lo largo de
generaciones si dichas condiciones fueran la miseria y la indigencia. Nuestro objetivo no puede
ser el de hacer sostenibles las privaciones.
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Los derechos deben ir unidos a los deberes, las opciones a las obligaciones, las opciones
a las lealtades, las libertades a los compromisos. La modernización ha creado más posibilidades
de elegir, pero ha destruido algunos nexos. Nuestro objetivo debiera ser una sociedad en que la
libertad no fuese libertina, la autoridad no fuese autoritaria y las obligaciones fuesen algo más que
restricciones onerosas.
El principio del pluralismo se considera fundamental. Del análisis del pluralismo se
desprende que el pluralismo cultural es una característica intrínseca y duradera de las sociedades,
y que la identificación con un grupo étnico es una reacción normal y sana ante las presiones de la
mundialización. Los factores étnicos actúan como detonador de conflictos únicamente si se los
moviliza y manipula con este fin. Existen muchos enfoques normativos de la diversidad étnica,
como las fórmulas constitucionales, los distintos tipos de sistemas electorales, los estatutos de
derechos y las políticas económicas y culturales. No es conveniente ni viable tratar de “construir
una nación” mediante la uniformación de todos los grupos. El predominio de un grupo étnico
tampoco podrá dar estabilidad duradera a una sociedad. La mejor manera de alcanzar una
armonía duradera en medio de la diversidad étnica es crear un sentido de la nación como
comunidad cívica, arraigada en valores que compartan todos los grupos étnicos de la sociedad.
Será tanto más fácil crear este sentido de pertenencia a una comunidad si el concepto de “nación”
se sustrae a toda connotación de exclusividad étnica.
Las culturas no están aisladas ni son estáticas, sino que interactúan y evolucionan. La
palabra pluralismo carece de significado si los interesados no pueden emprender iniciativas
democráticas ni expresar su creatividad de manera concreta. Deben estar, además, en
condiciones de comunicarse con personas de otras sociedades. Las nuevas tecnologías de los
medios de comunicación no deben convertirse en instrumento exclusivo de los ricos y poderosos,
sino que deben utilizarse como instrumentos de interacción democrática y reducción de la
pobreza, lo cual requiere un mercado competitivo y un equilibrio entre eficiencia y equidad, así
como entre intereses mundiales y locales. La Comisión propone que se estudie la posibilidad de
establecer nuevos medios de comunicación internacionales que funcionen como servicio público,
y que se entable un debate internacional entre los profesionales de los órganos de información y el
público, con respecto a los problemas de la violencia y la pornografía en los medios de
comunicación.
Es importante tener presentes los derechos y las necesidades de la mujer y la
interdependencia del hombre y la mujer para formular un nuevo concepto de su identidad y de su
función en la sociedad. Se trata de evitar tanto los dos escollos del etnocentrismo y el sesgo
occidental como el relativismo ético que niega a la mujer sus derechos humanos en nombre de la
“cultura local”. En un orden análogo de ideas, es menester prestar atención a los derechos y
deberes de los niños y los jóvenes. Nunca ha habido una generación tan numerosa ni tan joven.
El número enorme de niños y jóvenes aumenta con rapidez, lo cual unido a su falta de poder,
hace que sea especialmente necesario protegerlos de la explotación y el abandono y de promover
su educación y su salud. Este es, por encima de todo, su derecho humano fundamental. Y
protegerlo es también la inversión más importante que podemos hacer con miras a nuestro futuro.

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La rapidez del cambio supone nuevos desafíos para la conservación y vigorización del
patrimonio cultural. Los edificios y sitios históricos, los objetos que se conservan en los museos y
las expresiones inmateriales sobre el folclor o la lengua, están siendo destruidas o se permite su
deterioro. La Comisión insta a crear un cuerpo de Voluntarios del Patrimonio Humano que ayude
en la labor de preservación. Se deben adoptar políticas esclarecidas de preservación de las
lenguas, representaciones únicas de la experiencia humana que corren peligro de perderse.
Las culturas no pueden sobrevivir si se destruye o empobrece el entorno del que
dependen. Hasta ahora, la relación de la humanidad con el medio natural se ha considerado
principalmente en términos biofísicos; sin embargo, en la actualidad se reconoce cada vez más
que las sociedades mismas han creado procedimientos complejos para proteger y administrar sus
recursos. Estos procedimientos tienen su fundamento en valores culturales que se deben tener
presentes para lograr un desarrollo humano sostenible y equitativo. Dentro de unos años, y por
primera vez en la historia, la mayoría de la población mundial no vivirá en el campo sino en
pueblos y ciudades, y su sustento no dependerá de la agricultura. Esta situación modificará
considerablemente las relaciones entre la ecología, la tecnología y la cultura. En verdad, es el
comienzo de una nueva era. La cultura urbana es un antídoto del egoísmo y sus lastres, al abrir
espacios a una existencia menos individualista.
A pesar de que las iniciativas de desarrollo comenzaron hace cuatro decenios, la pobreza
continúa siendo elevada y aumenta en algunas regiones del mundo. Además de hacer un
llamamiento urgente a erradicarla, la Comisión se ha ocupado de dos necesidades importantes: la
de reformular las políticas culturales en general y la de generar y evaluar conocimientos nuevos
sobre los nexos entre la cultura y el desarrollo. Propugna una labor interdisciplinaria en
profundidad, en la que se integren variables de diferentes disciplinas. Se propone un programa de
investigación que preste atención a la integración hasta ahora en gran medida desatendida de la
cultura, el desarrollo y las formas de organización política. El interrogante esencial a propósito del
proceso de desarrollo es el siguiente: ¿qué políticas promueven un desarrollo humano sostenible
que estimule el florecimiento de culturas diferentes?
En un mundo en rápida transformación, el problema capital de las personas y
comunidades es promover el cambio en condiciones de equidad y adaptarse a él sin negar los
elementos valiosos de sus tradiciones. El presente Informe tiene por objeto dar a las
generaciones presentes y futuras de la humanidad los instrumentos para responder a este desafío,
ampliar sus conocimientos, descubrir el mundo en su imponente diversidad y permitir a todas las
personas llevar una vida digna y enriquecedora, sin perder su identidad ni su sentido de
pertenencia a una comunidad y sin renegar de la herencia del pasado.
Con este espíritu, la Comisión ha formulado un “Programa Internacional” que tiene por
finalidad movilizar las energías de personas de todo el mundo, basándose en el reconocimiento de
las nuevas perspectivas culturales de hoy en día. No es exhaustivo, pues en él se seleccionan
actividades que se presentan a título de ilustración. En un momento en que se impulsan muchas
iniciativas internacionales sobre gran número de cuestiones importantes, es más realista proponer
un conjunto limitado de opciones. Esta postura parecerá poco ambiciosa, en vista de la gran
diversidad de necesidades imperiosas y del número de prioridades que se han señalado a la
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atención de la Comisión, pero ésta ha preferido recomendar una lista breve de acciones, que
pueden contribuir a movilizar y motivar a personas de todo el mundo. Con ellas se procura:

i) intensificar y profundizar el debate y el análisis sobre la cultura y el


desarrollo;
ii) promover un consenso internacional sobre la cultura y el desarrollo, en
particular mediante el reconocimiento universal de los derechos culturales y
de la necesidad de equilibrar estos derechos con responsabilidades;
iii) conseguir que el avance del desarrollo humano contribuya a reducir el
número de guerras y conflictos armados internos;
iv) instaurar en los medios de comunicación un equilibrio entre derechos y
deberes;
v) iniciar un proceso de consultas que conduzca a una Cumbre Mundial sobre
la Cultura y el Desarrollo;
vi) promover la más amplia participación democrática, especialmente la de las
mujeres y los jóvenes;
vii) promover esta participación en todos los niveles, tanto en el de las
administraciones locales, provinciales y centrales como en el plano
internacional y mundial, donde hasta ahora se la ha dejado de lado, y
extenderla a todas las organizaciones, incluidas las agrupaciones privadas
de voluntarios y las empresas privadas (en las que se ha debatido mucho
menos la participación democrática que en el caso de los gobiernos);
viii) movilizar energías en torno a diversas iniciativas prácticas.

El presente Informe es un llamamiento urgente a una movilización democrática de la mayor


amplitud posible. La pobreza, el desempleo, el hambre, la ignorancia, las enfermedades, la
insalubridad y la marginación son males absolutos intrínsecos que agravan hábitos culturales que
conducen al egoísmo, los prejuicios y el odio arbitrario. Tales son los obstáculos e inhibiciones
con que se tropezará en el camino. Sin embargo al final de éste, en la medida en que
equilibremos la información y el conocimiento con la sabiduría, los derechos con los deberes y los
fines con los medios, nos espera nada menos que un nuevo Renacimiento, una visión nueva y
creativa de un mundo mejor.

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PROGRAMA INTERNACIONAL

Los objetivos de este programa internacional son:

i) construir un instrumento permanente de debate y análisis a nivel


internacional de cuestiones relacionadas con la cultura y el desarrollo;
ii) iniciar un proceso que permita extender al plano internacional y mundial
principios y procedimientos aplicados a todas las naciones;
iii) crear un foro en el que se pueda llegar a un consenso internacional sobre
cuestiones esenciales relacionadas con la cultura y el desarrollo.

Actividad 1: Informe anual sobre cultura y desarrollo en el mundo

1.1 La Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo recomienda que, a partir de 1997, la


UNESCO patrocine un equipo independiente encargado de elaborar y publicar un informe anual
sobre cultura y desarrollo en el mundo. El informe, que constituiría una declaración independiente
dirigida a los encargados de la formulación de políticas y a otras partes interesadas, se financiaría
con contribuciones voluntarias de la comunidad internacional, comprendidos gobiernos y
fundaciones:

a) estudiaría las tendencias recientes de la cultura y el desarrollo, a partir del


programa de investigación que más adelante se describirá;
b) analizaría los acontecimientos que influyen en la situación de las culturas en
todo el mundo;
c) elaboraría y daría a conocer indicadores culturales cuantitativos;
d) haría hincapié en las prácticas y políticas culturales adecuadas a niveles
local, nacional e internacional, y pondría también de manifiesto prácticas
inadecuadas y comportamientos inadmisibles; y
e) presentaría un análisis de temas concretos de importancia general,
acompañado de sugerencias sobre posibles cursos de acción.

Además de estudiar las tendencias recientes, el Informe podría seleccionar cada año un
tema que estudiaría en profundidad, por ejemplo: la ética a nivel mundial; la violencia étnica y
cultural; las nuevas formas de expresión cultural; el arte y la vida cultural (a título ilustrativo,
cultura, economía y gobierno); los avances en el terreno del reconocimiento de los derechos
culturales y la lucha contra la discriminación basada en el sexo; el acceso a las tecnologías de los
medios de comunicación social; los intereses culturales de los pueblos autóctonos; la utilización
de evaluaciones sobre repercusiones en el campo de la cultura en la adopción de decisiones
relacionadas con el desarrollo; el destino de las minorías y la situación de los idiomas y la política
lingüística en el mundo.

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1.2 Será fundamental garantizar la independencia del informe. Si bien el Director General de
la UNESCO designará al administrador de la pequeña unidad responsable de su elaboración, el
informe no debería ser una declaración de política de la UNESCO ni necesitar (o procurar
obtener) la aprobación del Consejo Ejecutivo ni la de las autoridades políticas nacionales. En
otras palabras, será un informe UNESCO, al sistema de las Naciones Unidas y a la
comunidad internacional; no un informe la UNESCO. La integridad del informe es un
requisito indispensable para que tenga éxito; su reputación debería basarse en su objetividad,
apertura de miras y capacidad de examinar temas intrincados, delicados y controvertidos
relacionados con la cultura y el desarrollo. Debería considerárselo una contribución a la reflexión
y el debate, una manera de influir en la opinión pública internacional y un terreno de pruebas para
nuevas iniciativas políticas.

1.3 Con vistas a este informe, la Comisión propone además que la UNESCO, en
cooperación con el PNUD, el Banco Mundial y otros organismos del sistema de las Naciones
Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), la UNCTAD, la FAO, la OIT, el Centro de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas y el Instituto Mundial para el Desarrollo de la
Investigación Económica (WIDER), lance un programa internacional de investigaciones y acción
sobre los vínculos entre cultura y desarrollo centrado en:

a) las interacciones entre las culturas, los valores culturales y los procesos de
desarrollo que componen la dinámica contemporánea del cambio cultural;
b) los indicadores culturales, incluido un acopio sistemático de información
sobre violaciones de los derechos culturales; y
c) la naturaleza y el sentido de los conflictos étnicos.

1.4 Con objeto de promover una utilización más sistemática en el proceso de planificación de
la evaluación de las repercusiones en el campo de la cultura, la Comisión recomienda además que
la UNESCO, como centro de coordinación de un grupo de trabajo entre organismos, apoye el
estudio y el mejoramiento de procedimientos analíticos para medir los posibles efectos de los
proyectos de desarrollo sobre la cultura y la sociedad. Se trataría de un esfuerzo concertado,
que comenzaría por una reseña de la bibliografía y un estudio de las prácticas que siguen los
organismos internacionales, así como por un análisis de los métodos innovadores utilizados por
otros órganos gubernamentales o no gubernamentales, incluidas instituciones regionales. Las
conclusiones de este ejercicio se incorporarían al informe anual.

1.5 La Comisión recomienda a la UNESCO que, en colaboración con otras instituciones


pertinentes, prepare un programa de investigaciones sobre las relaciones entre los derechos de la
mujer, las particularidades culturales y el cambio cultural, cuya finalidad sería:

− evaluar la dinámica de la identidad, la cultura y los derechos de la mujer,


examinando en particular su repercusión sobre estos últimos en tanto que
derechos humanos; la libre elección por las mujeres de las modalidades de
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producción, de comportamiento sexual y reproductivo y de estilos de vida


que prefieran; y la participación de las mujeres en las actividades cívicas,
culturales y políticas a todos los niveles;
− determinar los mecanismos y estrategias desarrollados por las mujeres que
llevan a una adaptación y una innovación en el terreno de ol s modelos
culturales. Al respecto, sería muy interesante estudiar la posibilidad de
reproducir procesos utilizados por mujeres para convertirse en arquetipos
significativos e influir en sus respectivas culturas tanto a nivel popular como
institucional, por ejemplo, dispositivos tendientes a la igualdad entre los
sexos que puedan utilizarse en la planificación para el desarrollo.

Los Informes anuales sobre Cultura y Desarrollo deberían reflejar las conclusiones de
estas investigaciones, acerca de la situación de la mujer.

Actividad 2: Preparación de nuevas estrategias de desarrollo que tengan presentes los


aspectos culturales

2.1 La naturaleza de los conflictos está cambiando. Según el Informe sobre Desarrollo
Humano de 1994, 79 de los 82 conflictos registrados en los últimos tres años, sucedieron dentro
de un país. Con frecuencia cada vez mayor los enfrentamientos se producen entre pueblos, no
entre naciones, ya sea en Somalia, Rwanda, Burundi, Liberia, Afganistán, Sri Lanka o en otros
muchos lugares del mundo.

2.2 La causa subyacente de muchos de estos problemas es la inexistencia de desarrollo, que


lleva a un sentimiento cada vez más generalizado de desesperación y de ira. En algunos países, la
causa es la imposición de modelos de desarrollo injustos que favorecen a determinados grupos
socioeconómicos, regiones geográficas o grupos étnicos en detrimento de otros. El desarrollo
divorciado de su contexto humano o cultural es un desarrollo sin alma.

2.3 En situaciones conflictivas como las descritas, reclutar soldados es la solución más
equivocada que cabe adoptar. Más vale desarrollar hoy los cultivos que alinear ejércitos en el
futuro. Más vale organizar desde ahora un desarrollo preventivo que operaciones militares más
tarde. Más vale modificar modelos de desarrollo injustos y distorsionados para adaptarlos a las
aspiraciones de los pueblos. Esta es la esencia de una cultura de paz.

2.4 En nuestra época, en la que aumenta la preocupación por la seguridad de la humanidad, la


función de las Naciones Unidas debe cambiar naturalmente. Como señaló el Secretario General
de la Organización en 1994: Ha llegado el momento de establecer un equilibrio entre la
dedicación tradicional a la seguridad territorial y una nueva dedicación a la seguridad de la
humanidad; es menester pasar de la seguridad garantizada por las armas a una seguridad basada

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en el desarrollo. Las Naciones Unidas no pueden seguir librando las batallas del mañana con las
armas del pasado.1

2.5 Por todo lo anterior, la Comisión recomienda estrictamente que:

− en organismos como el WIDER y el UNRISD, se realicen análisis


profesionales de las nuevas dimensiones de la seguridad de la humanidad
(comprendidas la seguridad económica, política, cultural y
medioambiental);
− se implante un sistema de alerta temprana que advierta a las Naciones
Unidas de situaciones críticas inminentes de ámbito nacional, con objeto de
adoptar a tiempo medidas preventivas y de llevar a cabo las intervenciones
diplomáticas que la situación requiera;
− el PNUD y la UNESCO, junto a otros organismos, tomen la iniciativa de
asistir a los países a formular nuevas estrategias de desarrollo humano que
preserven y enriquezcan sus valores culturales y el patrimonio étnico, en
vez de destruirlos; y
− el sistema de las Naciones Unidas estudie la posibilidad de afianzar su
participación en el desarrollo a largo plazo, según los lineamientos
indicados en el Programa de Desarrollo del Secretario General, a fin de
anticiparse a las situaciones de emergencia que comienzan a acaparar gran
parte de los recursos y la energía de las Naciones Unidas.

Actividad 3: Movilización internacional de los Voluntarios del Patrimonio Cultural

3.1 La Comisión, observando la discrepancia existente entre los fines y los medios de la
conservación del patrimonio mundial, recomienda que se hagan esfuerzos a nivel internacional
para movilizar a voluntarios de todas las edades, que se incorporarían al cuerpo de "Voluntarios
del Patrimonio Cultural" bajo la orientación de personal profesional, con el que colaborarían. La
misión permanente de los Voluntarios sería contribuir a la preservación y al enriquecimiento del
patrimonio mundial, tangible o intangible, utilizando las técnicas modernas, con objeto de difundir
conocimientos útiles, sensibilizar al público sobre la existencia de este patrimonio y promover una
comprensión y un respeto recíprocos mayores entre las culturas.

3.2 La coordinación de este nuevo esfuerzo debería confiarse a los Voluntarios de las
Naciones Unidas (VUN), cuyo ámbito de intervención convendría ampliar para incluir en un
futuro próximo, de ser posible en 1996, actividades relacionadas con el patrimonio cultural.

1
Boutros Boutros-Gali, Discurso ante la Segunda Reunión del Comité Preparatorio de la Cumbre Mundial sobre
Desarrollo Social, 22 de agosto de 1994, Nueva York.
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3.3 En esta iniciativa de los Voluntarios debería darse prioridad a los exponentes más
amenazados del patrimonio cultural de la humanidad: monumentos, objetos, libros, manuscritos y
documentos históricos en condiciones de conservación deficientes; idiomas o formas de
expresión artística en vías de desaparición; registros y testimonios orales de importancia
histórica; y conocimientos tradicionales en diversas disciplinas. Si bien todos los países del
mundo participarían en este esfuerzo, debería darse prioridad a los países en desarrollo, que
carecen de los necesarios medios ara registrar, preservar, conservar y promover los valiosísimos
recursos de su patrimonio cultural.

3.4 Los Voluntarios de las Naciones Unidas deberían aprovechar al máximo las capacidades
disponibles, gubernamentales o no gubernamentales, y trabajar en estrecha cooperación con la
Unidad de Voluntariado de la UNESCO, el Comité Coordinador del Servicio Voluntario
Internacional (CCSVI), las organizaciones no gubernamentales que trabajan sobre el terreno y
cualquier órgano nacional, colectivo o municipal que desee participar en una empresa común.
Estas instituciones y organizaciones deberían trabajar en un espíritu de estrecha colaboración.

3.5 Los "Voluntarios del Patrimonio Cultural" serían personas de todos los grupos de edad y
calificaciones; se procuraría obtener la participación de jóvenes (especialmente estudiantes y
trabajadores) y de voluntarios a mitad de carrera y jubilados (arquitectos, artistas, artesanos,
archiveros, bibliotecarios, docentes, etc.) que deseen aportar su tiempo y experiencia. Los
voluntarios procederían de diversos países, sin discriminación de raza o sexo. Las modalidades
de participación deberían ser sumamente flexibles y tener presentes las diferencias de formación y
conocimientos de cada cual, la naturaleza de las misiones y la diversidad de las circunstancias
nacionales y locales.

3.6 La duración del trabajo voluntario puede ser variable. Debería alentarse la participación
de jóvenes voluntarios a través de programas educativos innovadores que permitan a los
estudiantes acumular unidades de valor:

a) en un contexto educativo (a niveles primario, secundario o universitario),


como un período de "pasantía" o de "trabajos prácticos";
b) en un programa de formación técnica y profesional, equivalente a un año
de capacitación o de aprendizaje.

3.7 Los programas elegidos deberían caracterizarse por su rigor científico y su adaptación en
sus diversas etapas (definición, realización y seguimiento) a las circunstancias locales y a la
especificidad de cada contexto. Los VNU deberían promover las contribuciones o los
intercambios de profesorado universitario y de estudiantes de posgrado con instituciones similares
de los países huéspedes. Uno o varios especialistas y expertos deberían supervisar los proyectos
para garantizar su máxima eficiencia y su continuidad.

3.8 Debería estudiarse un sistema de financiación flexible que combine:


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a) un nivel mínimo de financiación estable;


b) la financiación bilateral o multilateral de programas específicos, a partir de
acuerdos relativos a cada proyecto concertados entre los donantes (países,
fundaciones, ONG, etc.) y los países e instituciones huéspedes; y
c) la financiación de contrapartida, o conjunta, de organizaciones
internacionales, regionales o nacionales y de donantes públicos y privados.

3.9 Puesto que esta iniciativa se basará en el trabajo voluntario y en la buena voluntad, habría
que dar la mayor difusión posible a sus objetivos y actividades utilizando para ello todos los
canales de comunicación. Es importante que los primeros proyectos tengan un fuerte contenido
simbólico, reflejen la importancia que tiene el fomentar el conocimiento y la comprensión entre
pueblos de culturas diferentes y permitan establecer contactos entre voluntarios de diversos
grupos de edad, culturas y disciplinas.

3.10 Asimismo, los VNU promoverían y financiarían la publicación y difusión de los trabajos
académicos y científicos resultantes de las actividades de los "Voluntarios del Patrimonio
Cultural", posiblemente en forma de becas o premios.

Actividad 4: Un plan internacional en pro de la igualdad entre los sexos

4.1 Ninguna sociedad puede progresar si la mitad de su población es libre y la otra esclava.
Ninguna cultura puede sobrevivir sin una participación íntegra y equitativa de las mujeres en ella.
Como declara categóricamente el Informe sobre Desarrollo Humano de 1995: "El desarrollo
humano, si no se incorpora en él la condición de los sexos, está en peligro".

4.2 La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en septiembre de


1995, ya ha aprobado una enérgica Plataforma de Acción para la promoción de la mujer. La
Comisión se adhiere plenamente a dicha Plataforma de Acción e insta a la comunidad
internacional a plasmar estas palabras en acciones concretas. Es imposible alcanzar la armonía
cultural si persiste la discriminación basada en el sexo y si continúa la inadmisible cultura de
violencia de la que son víctimas las mujeres en la actualidad.

4.3 La Comisión desea destacar asimismo los siguientes ámbitos de acción específicos:

a) El acuerdo 20:20 concertado en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo


Social (1995) debería tener en cuenta la discriminación basada en el sexo,
dando a las mujeres un acceso prioritario a los recursos adicionales, y no
relegándolas como sucede en la actualidad, para lograr suprimir totalmente
en el próximo decenio las discriminaciones de que son víctimas las mujeres
en lo que hace al acceso a los servicios sociales básicos.
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b) Habría que establecer un "Banco Grameen" internacional, aprovechando el


servicio especial que se está creando en el Banco Mundial, que concediese
pequeños préstamos a mujeres que creen sus propias microempresas, para
que de esa manera, alcancen una genuina autonomía económica.
c) Debería instarse a todas las naciones a preparar cuentas de ingresos
nacionales complementarias e independientes, para evaluar y reconocer la
aportación de las mujeres a la economía que, según el Informe sobre
Desarrollo Humano de 1995, constituye más del 50% de la Actividad
económica total del planeta.
d) Habría que reforzar los acuerdos existentes entre acopio y difusión de
informaciones detalladas acerca de la violencia ejercida contra las mujeres,
a fin de presionar a los países en pro de cambios. Estas informaciones
deberían incluir casos de infanticidio femenino, abortos selectivos de fetos
de sexo femenino, malos tratos sexuales, acoso sexual, violación,
mutilación genital, trata de mujeres prostituidas y violencia familiar. Una
cultura de violencia contra las mujeres no permitirá afianzar una cultura de
paz.
e) Las Naciones Unidas deberían estudiar la posibilidad de designar a un
Secretario General Adjunto de Igualdad entre los Sexos o, inclusive, de
crear un nuevo organismo consagrado a la promoción de la mujer,
siguiendo el modelo del UNICEF para la infancia, a fin de propugnar una
política en favor de la mujer todos los días del año y no sólo
ocasionalmente, con motivo de conferencias internacionales. Aún más
importante es que se necesita un órgano de alto nivel para llevar a la
práctica los principios convenidos en Beijing y en otros foros.
f) Habría que fijar un calendario preciso a las 90 naciones que aún no han
firmado o ratificado sin reservas la Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación contra la mujer para que lo hicieran
antes del año 2000. También deberían definirse nuevos indicadores para
controlar las violaciones de los derechos humanos de la mujer.
Proponemos abordar el siglo XXI garantizando la plena igualdad a las
mujeres en la legislación de todas las naciones.

4.4 La Comisión Mundial recomienda que la UNESCO, en cooperación con el Instituto


Internacional de Investigaciones y Capacitación de las Naciones Unidas para la Promoción de la
Mujer (INSTRAW) y el PNUD, prepare un plan internacional de acción para reforzar las
estrategias de participación de las mujeres en los ámbitos cultural, económico y político. La
estructura de dicho plan debería prever su ejecución por diversos organismos de las Naciones
Unidas, como el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) y el
PNUD, los Gobiernos nacionales y las ONG.

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4.5 Dicho plan de acción comprendería la elaboración de instrumentos para que en la


planificación del desarrollo se tenga en cuenta las diferencias de trato basadas en el sexo y se
incluya los aspectos culturales. Así pues, debería definir estrategias de movilización de las
mujeres y de sensibilización de éstas sobre las opciones que tienen como productoras y
conceptoras de cultura en un contexto de cambio económico y general, en particular en los
siguientes ámbitos:

a) el acopio y la transmisión de los conocimientos específicos de las mujeres en


todos los campos;
b) la contribución cultural de la mujer a las artes, la artesanía, la poesía y la
tradición oral;
c) las iniciativas femeninas en los medios de comunicación y las artes;
d) la celebración de la labor de las adelantadas y las innovaciones y aportaciones
de la mujer a la ciencia, la educación, el interés público, las artes y la cultura
popular;
e) el respaldo y la promoción de los grupos de mujeres que trabajan en
disciplinas que combinan cultura y desarrollo;
f) la participación de la mujer en los procesos de adopción de decisiones en
todos los campos y a todos los niveles;
g) la mujer y una cultura de la salud;
h) la mujer y las culturas de empresa; y
i) la legitimación de modelos culturales para las mujeres que favorezcan acciones
dirigidas por éstas.

4.6 La Comisión desearía hacer hincapié en que la legislación, si bien de importancia


innegable, podrá ofrecer muy poca protección a las mujeres salvo que las actitudes culturales y
los planes de estudio tengan plenamente en cuenta los derechos de la mujer e inculquen su
observancia en la educación de las nuevas generaciones en el siglo XXI. Los derechos de cada
sexo deben convertirse en parte integrante de los derechos humanos y culturales fundamentales y
todos los seres humanos, con independencia de su sexo, deben aprender esta lección desde la
infancia.

Actividad 5: Incrementar el acceso, la diversidad y la competencia del sistema


internacional de medios de comunicación

5.1 Para la Comisión, las ondas radioeléctricas y el espacio son parte del patrimonio
universal, son un bien colectivo de la humanidad y que, hasta el presente, quienes poseen los
recursos y la tecnología necesarios han utilizado gratuitamente. Con el tiempo, deberán quizás
asignarse "derechos de propiedad" a este patrimonio común y habría que reglamentar, en aras del
interés público, el acceso a las ondas radioeléctricas y al espacio. Los servicios de radiodifusión
nacionales, comunitarios y públicos necesitan subvenciones del Estado y del mismo modo que un
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porcentaje importante de la financiación de los servicios públicos existentes podría obtenerse


dentro del propio sistema nacional de televisión, en el plano internacional la redistribución de los
beneficios resultantes de la creciente actividad de los medios de comunicación comerciales a nivel
mundial podría contribuir a subvencionar el resto. Como primera medida, y dentro de una lógica
comercial, la Comisión estima que acaso haya llegado el momento de que los operadores de
radio y televisión comercial por satélite de alcance regional o internacional, que utilizan
actualmente este patrimonio universal sin cargo, contribuyan a financiar un sistema de medios de
comunicación más pluralista. Los ingresos obtenidos podrían invertirse en una programación
alternativa que se distribuiría internacionalmente.

5.2 Todos los países aplican políticas de fomento a la competencia, a fin de que las
actividades comerciales coincidan con el interés público. En el plano internacional, en cambio, no
existe nada equivalente a esas políticas de competitividad y de radiodifusión por lo que se refiere
a los medios de comunicación de masas, ni hay todavía servicios públicos de radiodifusión que
contribuyan a la existencia de un espacio de medios de comunicación genuinamente plural. Debe
procederse a un nuevo esfuerzo internacional concertado, con la cooperación de los legisladores
y los regímenes nacionales.

5.3 La Comisión no desea imponer restricciones a la televisión, la radiodifusión, los medios de


comunicación ni la prensa internacionales, ni tampoco pretende proteger artificialmente los medios
de comunicación locales, ya sean públicos o privados. Antes bien, recomienda una política
dinámica que promueva la competitividad, el acceso y la diversidad de expresión en los medios
de comunicación a nivel mundial, análoga a las políticas existentes en el plano nacional. La
existencia de un servicio público independiente y suficientemente dotado y de instituciones de
radiodifusión comunitarias es fundamental para el funcionamiento de los medios de comunicación
en una sociedad democrática. Y este principio reviste la misma importancia a nivel internacional.
Nuestra finalidad es velar por que se escuchen muchas voces, se manifiesten múltiples puntos de
vista y no se descuiden los intereses de las minorías. La tecnología moderna permite una mayor
elección, una diversificación de las fuentes de noticias, de información y de interpretación y un
incremento de la reciprocidad y del intercambio cultural.

5.4 Por supuesto, no compete a determinar la viabilidad de esta iniciativa a la Comisión, la


cual, por consiguiente, recomienda que la UNESCO, en consulta con otros organismos del
sistema de las Naciones Unidas, como la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT),
encargue dos estudios de viabilidad. El primero versaría sobre la posibilidad de establecer
servicios opcionales a nivel internacional, que atenderían a las necesidades de todos los pueblos y
públicos. Al respecto, puede citarse como ejemplo el lanzamiento en 1996 de WETV, una red
internacional por satélite que difundirá los programas de una cadena pública de televisión
alternativa. Las redes de emisoras de radio y televisión públicas opcionales podrían ser un
complemento de las redes regionales y mundiales por satélite, igual que los servicios públicos de
radiodifusión nacionales (como la Public Broadcasting Corporation) compiten en los Estados
Unidos con canales comerciales, la Nippon Hoso Kyokai (NHK) lo hace con servicios
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comerciales asiáticos y japoneses, y otros medios de comunicación financiados con fondos


públicos compiten con sus homólogos privados en otros países. Un aspecto fundamental de este
estudio sería examinar las distintas posibilidades de financiación viables. Puede que los ingresos
procedentes de contribuciones, aranceles o gravámenes aplicados a los proyectos comerciales
viables no basten para financiar totalmente estos nuevos servicios. Los organismos de desarrollo,
como el Banco Mundial y el PNUD, deberían estudiar la posibilidad de financiar estos servicios
culturales, así como financian otros proyectos regionales.

5.5 El segundo estudio debería estudiar la mejor manera de desarrollar un entorno


competitivo y equitativo para los medios de comunicación a nivel internacional. Con objeto de
promover la cooperación internacional en ese sentido, debería examinarse la necesidad de
organizar un centro mundial de intercambio de informaciones sobre medios de comunicación
nacionales y legislación en materia de radiodifusión, así como prácticas leales de las empresas de
radiodifusión y de prensa nacionales y transnacionales.

5.6 Debería solicitarse a la Universidad de las Naciones Unidas que, en colaboración con una
red de instituciones de investigación que representen a diversas regiones y campos de la
investigación en comunidades, asumiera la responsabilidad de estos dos estudios, en los que se
analizarían cuestiones sobre jurisdicciones nacionales e internacionales, posibles modelos de
financiación, la viabilidad técnica de los proyectos, las iniciativas de cooperación y las estructuras
de organización. Además, se formularían propuestas a la formulación de políticas, los costos y
los métodos de financiación necesarios.

5.7 De ser posible, los estudios mencionados deberían estar finalizados en el plazo máximo de
un año desde que hubieren sido encargados y servir de base en 1997 a recomendaciones tanto a
la Asamblea General de las Naciones Unidas como a la Conferencia General de la UNESCO.

5.8 La Comisión es también consciente de que, en un contexto de economía de mercado


abierta, el desarrollo de la nueva infraestructura de información debería realizarse mediante
acuerdos de asociación innovadores entre organismos internacionales, gobiernos, el sector
industrial y la sociedad civil. Habida cuenta de la magnitud de esta tarea, la Comisión recomienda
que los gobiernos adopten una perspectiva a largo plazo y promuevan una evolución equilibrada
de esta iniciativa, en particular aprobando reglamentaciones que inciten al sector privado a
efectuar las enormes inversiones necesarias para establecer esta red mundial de intercambio de
información: cables de fibra óptica y tecnología que permiten transmitir rápidamente una cantidad
sin precedentes de datos en sistemas de comunicación bidireccionales. La cooperación y la
colaboración no deberían exigirse únicamente a los países industrializados, sino que convendría
realizar esfuerzos a escala mundial.

Actividad 6: Los derechos y la autorreglamentación de los medios de comunicación

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6.1 Todos los países y culturas procuran definir el límite que media entre la libertad y el
libertinaje. Las normas de decoro, respeto mutuo y autolimitación varían de un país a otro y entre
un período y otro de la Historia. Si bien debería evitarse la censura en todas sus formas, en
ninguna parte la libertad es incondicional o se puede ejercer sin tener en cuenta sus
consecuencias. Estos principios válidos a nivel nacional deben también serlo en el plano
internacional.

6.2 El rápido desarrollo y la circulación transfronteriza sin trabas de nuevas tecnologías de


comunicación suscitan la urgente necesidad de promover un debate a escala mundial que permita
generar una mayor comprensión y coordinar los esfuerzos de los distintos países. Con el tiempo,
los expertos acaso podrán definir, a nivel nacional, algún tipo de autorreglamentación para
proteger al público -en particular, los niños y los adolescentes- de imágenes de violencia gratuita,
degradación humana y explotación sexual, sin atentar por ello contra el derecho a la libertad de
expresión.

6.3 En respaldo de esto valores, las autoridades de diversos países han establecido principios
generales de respaldo a las normas aceptadas generalmente que obligan a las emisoras públicas y
privadas a respetar esos valores al elaborar y aplicar códigos deontológicos propios. Hasta
ahora, las medidas más habituales son los sistemas de clasificación de programas y las
advertencias a los telespectadores. Si bien estas iniciativas para disminuir la violencia en las
emisiones de televisión son en su mayoría voluntarias, algunos países han decidido aplicar
medidas coercitivas en algunos casos. Así, por ejemplo, las autoridades de Francia y Nueva
Zelandia han promulgado medidas legislativas en virtud de las cuales se multará a las empresas de
televisión privadas que infrinjan los principios fundamentales que protegen a los menores como
programas de contenido violento. En otros países se aplican diversas medidas disciplinarias,
entre ellas, en Australia, la suspensión o la denegación de una licencia para emitir programas. A
menudo, los códigos nacionales de radiodifusión obligan a transmitir los programas para adultos
en horarios en los que no es probable que los menores puedan verlos, pero no existen códigos de
este tipo de ámbito internacional ya que, debido a la diferencia horaria, en un país es de noche
cuando amanece en otro. Urge organizar un debate de profesionales de los medios de
comunicación, los oyentes y los telespectadores sobre los problemas de la violencia, la
pornografía y el decoro en los medios de comunicación. Se requiere una cooperación
internacional para organizar el acopio sistemático, la actualización, la difusión y la evaluación de
los modelos de los distintos países. Un primer paso importante sería comparar con qué medios,
reglamentarios, voluntarios, individuales y tecnológicos, se aborda esta cuestión en todo el mundo.

6.4 La Comisión recomienda a la UNESCO que, conforme a su mandato, promueva un foro


internacional que reflexione sobre la violencia y la pornografía en los medios de comunicación, es
decir, en los programas de televisión, videos o juegos y servicios interactivos.

6.5 En la cooperación internacional podrían aprovecharse múltiples iniciativas nacionales,


entre otras, medidas legislativas y no legislativas, códigos deontológicos voluntarios y de
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autorreglamentación para la industria, programas de "alfabetización" acerca de los medios de


comunicación y dispositivos técnicos que permiten bloquear a voluntad la recepción de
transmisiones.

Actividad 7: La protección de los derechos culturales en tanto que derechos humanos

7.1 Las recientes violaciones masivas de los derechos humanos han estado motivadas a
menudo por consideraciones culturales y han consistido en detenciones ilegales, la persecución o
el asesinato de artistas, periodistas, maestros, profesores universitarios y miembros de grupos
religiosos y minorías étnicas; en la destrucción premeditada del patrimonio cultural inmueble y el
despojo o la destrucción del patrimonio cultural mueble; en la restricción de la libertad de
expresión cultural y en otros muchos actos que restringen la diversidad cultural y la libertad de
expresión. Ahora bien, sucede con demasiada frecuencia que las personas y comunidades
perseguidas en el terreno de la cultura no hallan amparo bastante en el marco jurídico de
protección de los derechos humanos existente. Hoy en día, está ampliamente admitido que los
derechos culturales deben gozar de una protección similar a la de los derechos humanos. Por
consiguiente, la comunidad internacional debe velar adecuadamente por el respeto de los
derechos culturales.

7.2 Como primera medida, hay que hacer un inventario de los derechos culturales no
amparados por los instrumentos internacionales en vigor, para que la comunidad internacional
pueda enumerar y y aclarar las normas del derecho internacional enunciadas en diversos acuerdos
y declaraciones que tienen por objeto la protección de los derechos culturales.

7.2.1 En virtud de una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la preparación
de este inventario se confiaría a la Comisión de Derecho Internacional (CDI), la cual
establecería un comité de redacción integrado por juristas eminentes y expertos en el
ámbito de los derechos culturales. Este comité desempeñaría su labor en consulta con
todos los organismos competentes del sistema de las Naciones Unidas y solicitaría
asesoramiento a entidades interesadas y personalidades muy variadas. La CDI
aprovecharía, en particular, la experiencia de la UNESCO en la materia.

7.2.2 A partir de este inventario, la CDI podría elaborar un Código Internacional de Conducta
relativo a la Cultura, sobre cuya base podrían juzgarse las violaciones flagrantes de los
derechos culturales y cuya finalidad sería suscitar la solidaridad internacional en defensa de
éstos. El Código, o sus disposiciones, podrían formar parte del proyecto de código sobre
delitos contra la paz y la seguridad de la humanidad, actualmente en estudio. Sus principios
rectores serían la promoción de la coexistencia cultural, la preservación de la diversidad
cultural y la conservación del patrimonio cultural.

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7.2.3 La CDI podría presentar un primer informe sobre su labor a la Asamblea General de las
Naciones Unidas en 1998. Además, formularía recomendaciones en pro del
reconocimiento de los derechos culturales y para determinar posibles ámbitos de acción
futura.

7.3 La CDI examinaría también la posibilidad de crear una Oficina Internacional del
Mediador en materia de Derechos Culturales y sus relaciones con los mecanismos que
promueven la observancia de los derechos humanos.

7.3.1 Esta entidad independiente y autónoma podría oír denuncias de personas o grupos
ofendidos u oprimidos, actuaría en su nombre y mediaría ante las autoridades para intentar
llegar a una solución pacífica de los diferendos. Podría investigar plenamente las denuncias
y documentarlas, instar al diálogo a las partes y proponer un procedimiento arbitral y una
solución negociada que permitieran reparar efectivamente los perjuicios sufridos. Si viniere
al caso, recomendaría soluciones jurídicas o legislativas y una indemnización
compensatoria.

7.3.2 Se podría encargar asimismo a la Oficina de evitar la reiteración de casos similares y de


colaborar con los organismos existentes a reforzar los medios internacionales para evitarlos.
Podría recurrir a la buena voluntad de los gobiernos, buscar el respaldo de las redes
regionales y los organismos internacionales interesados y, cuando fuese necesario, utilizar el
poderoso instrumento de la información y la opinión pública para dar la mayor difusión
posible a las violaciones de los derechos culturales.

7.3.3 De ser necesario, la Oficina podría solicitar el asesoramiento y el respaldo de personas


eminentes de gran integridad moral, cuya intervención en favor de los individuos o grupos
afectados daría aún más fuerza y publicidad a su intervención.

7.4 El respeto de los derechos culturales debe incluir el respeto de los derechos de la mujer.
La Comisión recomienda convertir la Oficina del Relator Especial sobre la Violencia contra la
Mujer, que funciona en el marco del ACNUR, en una oficina permanente consagrada a los
derechos humanos de la mujer.

7.4.1 Esta oficina oiría las denuncias de personas perjudicadas, llevaría a cabo investigaciones y
mediaría ante los gobiernos y otras partes en tres ámbitos en los que se producen
frecuentes violaciones de los derechos humanos de la mujer:

− la violencia contra la mujer, en los términos que contempla el mandato


actual del Relator Especial;
− los derechos de la mujer en materia de reproducción y, en particular, su
derecho a adoptar libremente decisiones sobre higiene de la reproducción,

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embarazos y sexualidad, sin estar sometida a ninguna amenaza o coacción


de cualquier individuo, grupo o entidad;
− el derecho de la mujer a la igualdad y la justicia y, en particular, la
posibilidad de acceder a los recursos y créditos públicos en el marco de
las políticas, los programas y los proyectos de desarrollo.

7.4.2 La Oficina de Derechos Humanos de la Mujer debería disponer del personal y de la


financiación adecuados para efectuar análisis profesionales de elevada calidad, celebrar
audiencias públicas periódicas y mediar ante los gobiernos y los organismos internacionales.
Debería contar con el apoyo de personas eminentes y respetadas y estar dirigida por
alguien de rango suficiente para poder asumir con eficacia estas funciones.

7.5 Es menester revisar los mecanismos internacionales de aplicación de la ley, para garantizar
el enjuiciamiento y la sanción de las violaciones y de los derechos culturales, que abarcan desde la
persecución de personas hasta la "limpieza étnica". Una vez redactado y acordado un Código
Internacional de Conducta, habría que estudiar la posibilidad de crear un Tribunal Internacional
ante el cual formularían sus denuncias las personas y los grupos perseguidos por razones en el
terreno cultural que desearan obtener reparación por vía judicial, u otras personas no
directamente afectadas, pero que actuaran en nombre de aquéllos. Podría ser un tribunal
permanente, que actuase como órgano judicial de las Naciones Unidas, haciendo valer todo el
peso de la Organización para exponer las violaciones denunciadas. Un sistema de preselección,
similar a la prueba de admisibilidad que aplica el Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
garantizaría que no se formulasen denuncias temerarias contra los Estados. El Tribunal podría
formar parte del Tribunal Penal Internacional -cuya creación está actualmente en estudio en las
Naciones Unidas- o bien se determinaría su jurisdicción al decidir la de aquél.

7.6 Debería estudiarse la eventual implantación de un sistema progresivo de aplicación de la


ley, conforme al cual, por ejemplo, una Oficina Internacional del Mediador instruiría la causa, en
un principio con carácter confidencial y posteriormente en público, si no se hubiese logrado
solucionar la cuestión de modo satisfactorio. En última instancia, un Tribunal como el que se
propone crear podría entender en y juzgar causas no resueltas relacionadas con violaciones de los
derechos culturales bajo el escrutinio de la opinión pública internacional. Dicho procedimiento,
conjuntamente con un Código Internacional de Conducta, podría conducir a la enunciación de un
cuerpo de nueva jurisprudencia internacional que suministraría instrumentos eficaces para sacar a
la vergüenza pública y, de ser necesario, sancionar a las naciones infractoras. Este sistema
progresivo realzaría la universalidad de los derechos humanos fundamentales vigentes y atraería la
atención internacional sobre casos en relación con los cuales la posibilidad de interponer recursos
es reducida o inexistente.

Actividad 8: Una ética universal que guíe el ejercicio del poder en el mundo

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8.1 La Comisión desea dejar claro que será imposible que se implante una ética universal y
que la ley impere en los tratos entre los países si las grandes potencias no están dispuestas a
someterse a las mismas reglas que los demás miembros de la comunidad de naciones. La
igualdad ante la ley, la rendición de cuentas y la responsabilidad democráticas y la transparencia
de la información son conceptos fundamentales, cuya cristalización en los países ha exigido siglos
de esfuerzos. Ha llegado el momento de extender estos principios a una ética universal para el
siglo XXI.

8.2 La Comisión está persuadida de que la verdadera base de una ética universal es una
moral común. Los principios de democracia, transparencia, responsabilidad, rendición de
cuentas y observancia de los derechos humanos deben ser generales, no selectivos. Con esta
convicción, la Comisión hace las siguientes propuestas concretas:

a) Debe estudiarse la manera de democratizar más ele ejercicio del gobierno


en el mundo -comprendidos los procesos de adopción de decisiones del
Grupo G-7. Se trata de una evolución obligada, ya que la democracia
muy raramente se detiene con obsecuencia ante las fronteras nacionales.
Al mismo tiempo, los llamamientos en pro de la democratización de los
foros internacionales resultan poco convincentes si los países que los
formulan no practican la democracia en su territorio.
b) No hay que esperar que sólo las naciones pobres respeten los derechos
humanos; los países ricos deben dar el ejemplo, en particular respetando
los derechos de sus propias minorías y grupos de inmigrantes.
c) Las naciones ricas deben estar dispuestas a abrir sus economías y
proceder a los ajustes estructurales que no vacilan en exigir a los países
pobres. Una ética universal exige, como mínimo, una distribución
equitativa de las cargas y quizás incluso una participación mayor de los
miembros más solventes de la comunidad internacional.
d) Habría que introducir principios comerciales en el aprovechamiento del
patrimonio universal, por ejemplo, a través de licencias comercializables
obligatorias para las emisiones nocivas para el medio ambiente y
exacciones compensatorias por la utilización de ondas radioeléctricas.
e) Esta misma ética universal debería aplicarse a los abastecedores de
armas, como sucede con los compradores de armamentos, del mismo
modo que los productores y los consumidores de drogas deben
responder de sus actos. No sería ni ético ni atinado sacar beneficio de la
venta de armas a regímenes inestables de países pobres cuyos
gobernantes, lamentablemente, prefieren consagrar más recursos a la
adquisición de equipamientos modernos para sus ejércitos a invertir en el
bienestar de su pueblo.
f) En los presupuestos de los países industrializados deben figurar las
subvenciones otorgadas a los exportadores de armas. Es francamente
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sorprendente que la opinión pública no disponga de esta información,


pese a que esas subvenciones se conceden con el dinero de los
contribuyentes.
g) Debe haber mayor transparencia en las transacciones bancarias entre los
funcionarios públicos de países en desarrollo y los bancos occidentales,
que atesoran en la actualidad la mayoría del dinero de origen corrupto
procedente de las naciones pobres.

Actividad 9: Las Naciones Unidas al servicio de los pueblos

9.1 En el siglo XXI ya no habrá cabida para un sistema internacional basado exclusivamente
en las relaciones entre los gobiernos. Ha llegado el momento de que las Naciones Unidas lleven a
la práctica lo que predican a los demás, a saber, una mayor participación de aquellos en cuyas
vidas influyen las decisiones que se adoptan. Las organizaciones no gubernamentales, las
fundaciones privadas, los representantes de los pueblos autóctonos y las minorías culturales, las
empresas y los sindicatos internacionales, los miembros de parlamentos y asambleas y otros
varios representantes de la sociedad civil también tienen que participar si se quiere que las
Naciones Unidas aborden problemas estrechamente relacionados entre sí como los de la paz, la
cultura, la pobreza, el medio ambiente, la discriminación por el sexo, los medios de comunicación
y el desarrollo tecnológico. Debemos también redefinir una Organización de las Naciones Unidas
para el siglo XXI, como un brillante haz de luz que oriente a las generaciones futuras.

9.2 Hace cincuenta años se crearon las Naciones Unidas en nombre de "Nosotros, los
pueblos". Pero éstos tuvieron poca intervención directa en el funcionamiento de la Organización,
ya que sus diversos órganos, incluidos la Asamblea General y el Consejo de Seguridad, fueron
acaparados por los representantes de los gobiernos. En los albores del próximo siglo debemos
restaurar la supremacía de los pueblos en las organizaciones internacionales, tal como muchas
naciones en todo el mundo están restableciendo el gobierno del pueblo.

9.3 La comunidad internacional debe adoptar una nueva óptica que constituya una fuente de
inspiración para muchas nuevas generaciones del siglo XXI. Podría adoptarse la audaz medida
de que la Asamblea General fuese elegida directamente por los pueblos de todas las naciones,
capitalizando así la experiencia del Parlamento Europeo en ese sentido. En un principio, no
obstante, cabría concebir una Asamblea General con dos cámaras, una integrada por los
representantes gubernamentales -como sucede actualmente- y la otra por organizaciones
representantes de la sociedad civil de los países. Este régimen bicameral garantizaría garantizar
que se escuchara en todo momento la voz de los pueblos, con su abundante diversidad cultural y
defensora irreductible del cambio. Los pueblos son los principales agentes del cambio. Y no
sólo las estrategias de desarrollo deberían centrarse en ellos, sino también las instituciones del
ejercicio del gobierno en el mundo, sin excepción.

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9.4 La Comisión es consciente de que la propuesta de una Asamblea Popular Mundial no es,
por el momento, más que un sueño, pero estima particularmente importante dar a las diversas
culturas, los grupos marginados, las minorías étnicas y los pueblos autóctonos la posibilidad de
expresarse plenamente en los foros internacionales. Las Naciones Unidas deben adoptar
medidas concretas que reflejen la diversidad de estas voces y procuren alcanzar un consenso
basado en las genuinas aspiraciones de la gente.

9.5 Como primer paso en esa dirección, la Comisión recomienda que se organice un Foro
Mundial en el que participen los representantes los representantes de los organismos no
gubernamentales reconocidos por la Asamblea General como organizaciones de la sociedad civil,
a los que se invitaría a reunirse periódicamente para exponer su opinión sobre temas clave de la
actualidad mundial, entre otros, el medio ambiente, las cuestiones demográficas, los conflictos
étnicos, el desarme, la pobreza y la discriminación basada en el sexo. Al mismo tiempo, habría
que revisar los criterios de reconocimiento de dichas entidades, a fin de garantizar que todos los
miembros pertinentes de la sociedad civil estuviesen representados en el Foro Mundial de las
Naciones Unidas. La comunidad internacional ha aceptado ya la celebración de foros de
organizaciones no gubernamentales, paralelamente a todas las conferencias internacionales y
reuniones en la cumbre importantes. Por ende, no sólo es lógico sino necesario pasar de esos
foros especiales de organizaciones no gubernamentales, a un Foro Mundial de carácter más
permanente, que funcione en la Sede de las Naciones Unidas. Los organismos especializados de
las Naciones Unidas, incluida la UNESCO, podrían adoptar medidas similares. La OIT ya
ofrece un modelo de representación tripartita de tres grupos interesados, a saber, los gobiernos,
los empresarios y los trabajadores, si bien deberán adoptarse otras medidas para aumentar la
representación de los intereses de la pequeña industria y los trabajadores no sindicados.

Actividad 10: Hacia una Reunión Mundial en la Cumbre sobre Cultura y Desarrollo

10.1 Nos encontramos en el umbral del siglo XXI, que podrá iniciar una nueva y estimulante
época del progreso humano. En efecto, en el próximo siglo: -el desarrollo podría estructurarse en
torno a los pueblos y no lo contrario; -las estrategias de desarrollo podrían enriquecer el
patrimonio cultural en lugar de destruirlo; -podría garantizarse la igualdad de oportunidades a las
generaciones presentes y futuras; -podría surgir una nueva ética universal que respetara el
derecho a la vida de cada recién nacido, en todos los confines del mundo, y estableciera una
moral común a poderosos y débiles.

10.2 No es una utopía, sino una condición previa indispensable para la supervivencia y el
progreso del ser humano en nuestro planeta. Ahora bien, el marco deseado que requiere nuestra
diversidad creativa no surgirá por generación espontánea; exigirá, por el contrario, un
considerable y sostenido esfuerzo.

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10.3 Una serie de actividades contribuirán a la eclosión de este mundo humano. Se publicará
una serie de informes anuales sobre cultura y desarrollo, que complementará y dará aún más
difusión a los mensajes de los Informes sobre Desarrollo Humano y permitirá elaborar nuevas
estrategias de desarrollo centradas en el ser humano y respetuosas de las diferencias culturales.
Se formularán recomendaciones sobre los derechos culturales basadas en los trabajos de la
Comisión de Derecho Internacional. Habrá mayores progresos en la lucha por la igualdad entre
los sexos. Y se habrán sacado conclusiones de los debates sobre códigos internacionales de
conducta y el cometido de las normas mínimas en materia de violencia y pornografía en los
medios de comunicación.

10.4 Es fundamental dar una perspectiva más amplia a todas estas iniciativas y recibir un apoyo
total al más alto nivel. Por esta razón, la Comisión recomienda que se convoque una Reunión
Mundial en la Cumbre sobre Cultura y Desarrollo dentro de los próximos cinco años, para
abordar el siglo XXI con una nota positiva y humanista. Mas ese encuentro debería diferir de los
hasta ahora celebrados en el sentido de que, además de reunir a jefes de Estado y de Gobierno,
deberían participar en él los pensadores, los intelectuales, los artistas y los forjadores de opinión
más eminentes de la comunidad internacional, para garantizar una fructífera interacción entre
todos los sectores sociales.

10.5 La Reunión en la Cumbre deberá ser preparada con gran esmero. Podría ir precedida
por conferencias internacionales de artistas y pensadores y por reuniones mundiales de los
correspondientes Ministros, en particular los de Cultura, Educación, Planificación y Hacienda,
entre otras, una reunión preparatoria de artistas en 1997 y otra sobre políticas culturales en 1998.
Una vez aceptada la propuesta de una Reunión Mundial en la Cumbre y determinado cuándo
tendrá lugar, la UNESCO -que debería desempeñar las funciones de secretaría del encuentro-
definiría las diversas etapas de su preparación.

10.6 La Comisión insta a la comunidad internacional a reactualizar su visión humanista para el


siglo XXI. La Reunión Mundial en la Cumbre sobre Cultura y Desarrollo es sólo un paso en esa
dirección. En los próximos decenios será necesario multiplicar los esfuerzos concertados para
orientar a toda la humanidad por la senda del progreso armónico. En última instancia, el destino
humano es una elección, no producto del azar.

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