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HACIA LA COMPRENSIÓN
DE LOS PRINCIPIOS
RECTORES DEL PROCESO
CIVIL
Autor
Lic. Alberto A. Moronta G.
Prólogo.................................................................................................................................7
INTRODUCCIÓN...................................................................................................................9
capítulo 1
¿qué son los principios rectores?
1.1 Los principios de la ciencia del derecho..................................................................... 11
1.2 Diferencias entre las normas jurídicas y los principios del derecho en sentido
general............................................................................................................................... 14
1.3 De los principios generales de la ciencia jurídica a los principios rectores y
constitucionales del proceso........................................................................................ 16
1.4 Reconocimiento de los principios rectores............................................................... 17 3
1.5 Enumeración de los principios rectores..................................................................... 19
capítulo II
El principio dispositivo
2.1 La facultad de disposición del proceso otorgada a las partes............................... 25
2.2 Concepto y caracteres generales................................................................................ 26
2.3 Aplicaciones...................................................................................................................... 28
capítulo III
El impulso procesal
3.1 Impulso procesal de oficio o impulso procesal de parte....................................... 29
capítulo iv
El principio de contradicción y el principio de igualdad
de las partes
4.1 El principio de contradicción........................................................................................ 34
4.2 Aplicaciones del principio de contradicción.............................................................. 35
4.3 El principio de igualdad de las partes.......................................................................... 36
4.4 Aplicaciones del principio de igualdad........................................................................ 38
4.5 Propuestas para el mantenimiento de la vigencia de este principio.................... 38
capítulo v
El principio de la oralidad y la escritura y sus derivados, los
principios de inmediación, concentración y publicidad
5.1 El principio de la oralidad y la escritura..................................................................... 41
capítulo vi
poderes del juez o principio de autoridad
6.1 El principio de autoridad............................................................................................... 52
6.2 Juez dictador, juez espectador, juez director, fórmula de la autoridad del juez..54
6.3 Procedimentalismo / procesalismo............................................................................. 55
6.4 Principio de autoridad versus principio de aportación de parte ........................ 56
capítulo vii
La lealtad procesal o principio de moralidad y el principio de
imparcialidad del juez
7.1 La lealtad procesal........................................................................................................... 61
7.2 Conducta procesal indebida......................................................................................... 63
7.3 Soluciones propuestas para evitar esta inconducta procesal................................ 64
4 7.4 Caso en que las partes se ponen de acuerdo para engañar al juez..................... 64
7.5 Aplicaciones...................................................................................................................... 65
7.6 El principio de la imparcialidad del juez..................................................................... 67
capítulo viii
El principio de celeridad y los principios de saneamiento,
economía procesal y de eventualidad o preclusión
8.1 El principio de celeridad................................................................................................ 70
8.2 Propuestas para la vigencia de este principio........................................................... 70
8.3 Aplicaciones...................................................................................................................... 73
8.4 El principio de saneamiento.......................................................................................... 75
8.5 Principio de economía procesal................................................................................... 75
8.6 Las preclusiones o principio de eventualidad........................................................... 76
conclusiones................................................................................................................. 79
bibliografía....................................................................................................................... 81
En términos generales, son innumerables los principios que los autores recogen,
como: máxima, norma o guía.
En las ciencias del derecho existen los principios generales. Es el tema y motivo de
la obra del licenciado Alberto A. Moronta G., tiulada “Hacia la comprensión de los
principios rectores del proceso civil”.
Enumerar los principios rectores es obra prolífica, la cual se extendería mucho más,
si se glosan o explicitan los mismos. Con tacto pedagógico, el Licenciado Moronta,
primero enumera los principios fundamentales del derecho.
Los principios del proceso civil son unos más interesantes que otros, para el lector. El
principio de contradicción es básico y se recoge en todo el ordenamiento procesal.
El licenciado Moronta lo glosa, comenta y explicita y llega a sus aplicaciones.
Quien quiera profundizar en los principios rectores del proceso, que se sumerja en
esta obra del Licenciado Alberto A. Moronta G., no perderá el tiempo y ganará para
las defensas ulteriores en pro de derechos del hombre y del ciudadano, los cuales
no deben faltar en los códigos relativos al proceso.
¿Cuáles son los principios rectores que gobiernan el proceso civil? ¿Cómo se in-
terpreta a la luz de los principios, como se realiza la llamada ponderación? ¿Sólo se
aplican para el derecho dominicano o francés, o son universales? ¿Son vinculantes, 9
aunque no se hayan positivizado, qué ocurre en caso de fricción entre una norma
jurídica y uno de estos principios? ¿Qué diferencia existe, si alguna, entre principios
generales del derecho, principios rectores del proceso y principios constitucionales
del proceso?
Sin embargo, determinar cuáles son, cuál es su fuerza vinculante en nuestro derecho
actual, la necesidad de que hayan sido positivizados, su diferencia con los principios
constitucionales del proceso y qué hacer cuando hay una colisión entre el principio
y una norma escrita procesal, son temas de discusión en nuestra comunidad jurídica,
sobre todo, a partir de la redacción de códigos como el de trabajo, el que instaura
el sistema de protección para Niños, Niñas y Adolescentes y más aún el nuevo Có-
digo Procesal Penal, que han consagrado una carta de principios para sus materias
respectivas.
El asunto cobra mayor interés, por cuanto cursa en el Congreso desde hace algunos
años una propuesta de reforma al Código de Procedimiento Civil y el tema de los
principios habrá de ser considerado debidamente.
Motivado por estas razones, me propongo realizar una aproximación a los principios
generales del proceso civil, identificarlos de manera general, examinar de la mano
de lo mejor de la doctrina clásica y moderna, en qué consisten, con sus fortalezas y
debilidades y, partiendo de la premisa de que son universales, realizar una visión pano-
rámica de cómo operan los principios rectores en otras legislaciones, especialmente,
el Nuevo Código de Procedimiento Civil francés, el Código general del Proceso de la
República Oriental del Uruguay, especie de Código Modelo para Latinoamérica y las
Reglas Federales del Procedimiento Civil de Los Estados Unidos de Norteamérica.
He elegido los procesos de estos países por la interacción cada vez más acentuada
que se verifica entre nuestras legislaciones.
En nuestras universidades se nos enseñó que la ley del Código, las fuentes vinculantes
del derecho, eran la ley y la costumbre. Nuestro trabajo consistía en interpretar la
ley y la mayoría de los autores de la doctrina que utilizamos analizaban texto por 11
texto los artículos de los cuerpos legales. Para sorpresa nuestra, ahora se nos habla
de “principios” y surgen muchas interrogantes, ¿Qué son los principios del derecho?
¿Dónde están escritos? ¿De dónde vienen? ¿Forman parte de nuestro derecho po-
sitivo? ¿Cómo los vamos a aplicar al caso específico?
1
Angel Sánchez de la Torre, Los Principios Clásicos del derecho, Unión Editorial, Madrid, 1975, Pág. 102, citado por Vigo, Los Principios
Jurídicos, pág. 2.
2
Federico de Castro, Derecho Civil de España,Valladolid, 1942, t I, p. 348.
3
Así lo ha expresado Luis Prieto Sanchís, en su libro Sobre Principios y Normas, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,
1992, p. 17.
4
Chaïn Perelman, La Lógica Jurídica y la nueva retórica, Civitas, Madrid, 1979, p. 103.
Nuestro sistema jurídico niega al juez la facultad de crear o modificar la ley. Sin em-
bargo, le obliga a fallar aun en caso de silencio, oscuridad o insuficiencia de la ley5 .
Para conciliar estos dogmas que parecerían inconciliables en caso de que exista una
verdadera laguna o insuficiencia de la ley, Radbruch6 habla de la existencia de un tercer
dogma: “La prohibición de crear derecho y la de negarse a fallar solo pueden conci-
liarse entre sí si arrancan de un tercer supuesto, a saber, que la ley carece de lagunas,
no encierra contradicciones, es completa y clara, o por lo menos, que partiendo de
una ley llena de lagunas, contradicciones y oscura, cabe llegar a una decisión unívoca
de cualquier problema jurídico por medios puramente intelectuales”.
La validez de este tercer dogma va a depender de que el juez encuentre siempre
la ley aplicable al caso. Precisamente con este fin, afirma Luis Prieto Sanchís, nacen
los principios generales del derecho, que serían una especie de último recurso, de
más lejana frontera a la que puede llegar el juez, sin convertirse en creador7 . Esta-
bleciendo el Código Civil español un orden de prelación de las fuentes del derecho,
esto es, primero se aplica la ley, en su defecto la costumbre y en defecto de ambas,
los principios generales del derecho.
El enriquecimiento de la interpretación a la luz de los principios del derecho, su
inclusión en la técnica del razonamiento jurídico, cobró mayor vigencia, con los
trabajos de Ronald Dworkin, con su obra “Los derechos en serio”, en la que refuta
fundamentalmente la teoría de su antecesor en Oxford, H. L.A. Hart, quien postulaba
que el derecho era un sistema de reglas (system of rules), señalando que esta tesis
12
imposibilitaría la comprensión de aspectos esenciales del razonamiento judicial en
los llamados casos difíciles8 . Hasta el punto de que autores como Josef Esser han
advertido un desplazamiento lento del sistema codificado a una casuística general
orientada según principios9 .
Son los principios de la ciencia del derecho, enunciados generales a los que se
subordina un conjunto de soluciones particulares. De ahí que con razón se afirma
que las reglas jurídicas son aplicaciones de los principios, a no ser que establezcan
excepciones a ellos. Son los principios, pues, los fundamentos mismos del sistema
jurídico a partir de los cuales se despliega todo el aparato de las normas10 .
Parte de la doctrina entiende que los principios son normas generales del derecho,
como sinónimo de derecho científico, como expresión concreta del Derecho Natural,
5
El artículo 4 del Código Civil Dominicano expresa: “El juez que rehusare juzgar pretextando silencio, oscuridad
o insuficiencia de la ley, podrá ser perseguido como culpable de denegación de justicia”.
6
Citado por Luis Prieto Sanchís en su libro Apuntes de Teoría del Derecho, Madrid, Editorial Trotta, S. A., 2005, p.
207.
6
Rodolfo Luis Vigo, Los Principios Jurídicos, p.2.
7
Luis Prieto Sanchís, Apuntes de Teoría del Derecho, Madrid, Editorial Trotta, S. A., 2005, pág. 207.
8
Según Dworkin, las reglas son aplicables a la manera del todo o nada. Si se dan los hechos que estipula una regla,
entonces o bien la regla es válida, o bien no lo es, en cuyo caso no contribuye en nada a la decisión; mientras que
los principios tienen una dimensión de peso o importancia, que las reglas no tienen y propone como ejemplo el
caso Riggs versus Palmer, un nieto que solicita al tribunal entrar en posesión de la herencia de su abuelo, a quien
este asesinó, circunstancia que la ley testamentaria no había contemplado como causa de exclusión de la herencia.
El tribunal rechazó la solicitud del nieto apoyándose en el principio de que nadie puede sacar provecho de su
propia acción ilícita.Véase Juan Ruiz Manero, Principios Jurídicos, 2da. Ed., Madrid, Enciclopedia Iberoamericana de
Filosofía, Editorial Trotta, S. A. , 2000, pp. 149-150.
9
Rodolfo Luis Vigo, Los Principios Jurídicos, p.2.
10
Ángel Latorre, Introducción al derecho, Barcelona, Ariel Derecho, 2002, p. 65.
cual reglas universales de que la razón especulativa se sirve para encontrar soluciones
particulares justas y equitativas cual los preceptos del derecho; igualmente como
un derecho universal común, general por su naturaleza y subsidiario por su función,
aplicado como supletorio a las lagunas del derecho11 .
a) Principio en el sentido de norma muy general, que regula un caso cuyas pro-
piedades relevantes son muy generales.
11
Guillermo Cabanellas, Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual, 26 edición, Buenos Aires, Argentina, Editorial Heliasta, 1998,
tomo VI, p. 417.
12
Juan Ruiz Manero, Principios Jurídicos, 2da. Ed., Madrid, Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, Editorial Trotta, S. A. , 2000, p.
151.
13
Juan Ruiz Manero, Op. Cit., p. 152.
1. El contenido: Dworkin define los principios como “estándares, que no son nor-
mas, y que han de ser observados, no porque favorezcan o aseguren una situación
económica, política o social que se considera deseable, sino porque es una exigencia
de la justicia, la equidad o alguna otra dimensión de la moralidad”, que es necesidad
de los jueces tomar decisiones respaldadas en argumentos de principios, para así
asegurar el respeto de los derechos de los ciudadanos; mientras que las normas
cuentan con un contenido diversificado y no necesariamente moral.
2. El origen: las normas pueden ser sometidas a lo que Dworkin llama un “test de
origen” o “pedigree”, individualizando el momento y forma en que fueron establecidas;
mientras que en los principios resulta irrelevante aquella búsqueda.
14
3. La validez: La validez de los principios es consecuencia necesaria de su contenido,
la validez de las normas, deriva de otras normas o de los principios.
6. Tipos de razones: Atienza y Ruiz Manero identifican las normas como “razones
perentorias” para que el intérprete adopte la solución prevista, excluyendo cualquier
deliberación tendiente a otra mejor solución; mientras que los principios constituyen
“razones de primer orden” para resolver en un determinado sentido, cuya fuerza
respecto de otras razones para resolver en otro sentido, ha de ser ponderado por
el órgano jurisdiccional.
14
Manuel Atienza y Juan Ruiz Manero, Sobre principios y reglas, “Doxa”, No. 10, Universidad de Alicante, 1991,
p.108.
11. Los destinatarios: Los principios van dirigidos a los órganos de adjudicación de
derechos, las normas pueden también ser orientadas hacia los ciudadanos.
12. Resolución de contradicciones: Una norma no puede ser válida, si otra que
la contradice, también lo es; los principios cuentan con una dimensión de peso o
importancia15 , de manera que habrá que tener en cuenta el peso relativo de cada
uno de los principios implicados en el caso, y la preferencia por uno, no implica la 15
pérdida de juridicidad del que se descarta.
14. La estructura lógica: Se discute en doctrina si las normas son juicios categó-
ricos o juicios hipotéticos o disyuntivos; mientras que los principios son conceptos
axiológicos.
15
La aplicación de los principios supone una operación con dos fases: en la primera, se convierte el principio en regla, que es a
lo que se llama ponderación, luego en una segunda fase, la regla creada se aplicará según el modelo subjuntivo o finalista. En la
ponderación que hace el juez, pueden distinguirse varios pasos: a) se constata que ante una determinada situación, hay principios,
valores en tensión y que necesitan algún tipo de ajuste, pues todos ellos no pueden satisfacerse al mismo tiempo; b) en una
segunda fase, se establece una prioridad de tal principio o valor sobre otro y se aducen las razones para ello y c) finalmente
se construye una regla que supone la traducción en términos deónticos de esa prioridad y que será la base de la subsunción
correspondiente. Manuel Atienza, El Derecho como Argumentación, Barcelona, Editorial Ariel, S. A., 2006, pp 168-170.
20. Componentes: de los ocho elementos que en su análisis de las normas pres-
criptivas ha comprobado Von Wright, resulta imposible verificar en los principios, la
autoridad (agente que emite la norma), la promulgación (dar a conocer la norma),
así como con exactitud el contenido y la ocasión.
22. La coactividad: los principios ordenan, prohíben o permiten conductas sin esta-
blecer sanciones; mientras que las normas se distinguen por su carácter coactivo.
16
Afirma Gozaíni, que el desarrollo del proceso permite observar un conjunto de principios que estructuran las denominadas
reglas adjetivas del procedimiento, se trata del ritual propiamente dicho, del reflejo de cómo se hace un proceso, a partir
de la orientación que fundamenta cada sistema jurídico procesal , que esta actividad práctica nos conduce a desentrañar los
principios que informan las instancias, desde la demanda hasta la prueba, desde ésta hasta la sentencia, y así, orgánicamente, se
resuelve la esencia del comportamiento procesal, la conducta de las partes y sus posibilidades, derechos, obligaciones, cargas
y expectativas en el litigio judicial. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., pp. 97-98.
17
Juan Montero Aroca, Manuel Ortells Ramos, Juan-Luis Gomez Colomer y Alberto Monton Redondo, Derecho Jurisdiccional,
Barcelona. Librería Bosch, 1995, Tomo I, p. 307.
18
Este autor particularmente elige este método de principios por dos razones: 1) porque en algún caso los principios han sido
constitucionalizados, lo que les ha otorgado naturaleza normativa en un doble sentido: son de aplicación directa y sirven para
determinar el contenido de las futuras leyes procesales y 2) por el valor didáctico de su exposición y aprendizaje, pues con
ellos se está dando una visión resumida pero completa del fenómeno procesal. Ibid, p. 308.
19
Ibid, p. 308.
20
Decreto que posteriormente junto con otros forma parte integral del Nuevo Código de Procedimiento
Civil francés.
21
Répertoire de Procédure Civile, Dalloz, parís, 1994, tomo III, Principes Directeurs Du Proces, pp. 2 y 3.
22
Eminente procesalista uruguayo, redactor del anteproyecto del Código de Procedimiento Civil de su país,
anteproyecto que sirvió de base fundamental para el nuevo Código General del Proceso de la Republica
Oriental del Uruguay, nuevo código modelo para Iberoamérica.
23
En la Dialéctica de Hegel, la posición de una de las partes (tesis), es contrastada por la posición de la otra,
(antítesis) y la negación de la antítesis o la negación de la negación de la tesis, da lugar a la síntesis.
24
Entendida como aseveración convincente de la posición del abogado que justifica el veredicto que busca.V.
Pozner Larry S. y Roger Dodd, Cross-examination, Science y Techniques, citado por las licenciadas Ana Paulina
Cruz Vélez y Berthaida Seijo Ortiz, en su Manual de Litigación Criminal, Publicaciones Puertorriqueñas, Inc.,
2006, p. 48.
25
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, 3ra. Edición, Buenos Aires, Ediciones De Palma,
1997, p. 181.
26
Eduardo J. Couture, Vocabulario Jurídico, tercera edición, Montevideo, Editorial B de f, 2004, p. 589.
tiempo por la doctrina universal y nacional, muchos de los cuales fueron tomados
en forma casi textual, del proyecto Couture de 1945 y éste a su vez del Código
italiano de 194227 .
Con respecto al derecho procesal civil dominicano, el Dr. Froilán Tavares Hijo afirma
que, decidir la cuestión del modo de conducir el proceso y las formas en que se
va a desenvolver, es plantear la solución del problema fundamental, de los principios
directrices y tendencias, que la doctrina llama principios orgánicos del proceso y
deben, en una legislación dada, combinarse los unos con los otros, o predominar unos
sobre otros, a fin de obtener una adecuada organización del proceso. Que debido al
predominio de uno u otro principio, por ejemplo, la iniciativa del proceso será obra
exclusiva de las partes o estará a cargo del estado; el proceso será oral o escrito;
los actos constitutivos del proceso se realizarán de una sola vez y en una misma 19
audiencia o en momentos sucesivos y en varias audiencias; las partes presentarán
todos sus medios de fondo o de forma a hacer valer en una sola vez o en un cierto
orden; el juez que decida será el que ha instruido todo el proceso, o no necesaria-
mente tenga que ser éste; todo el proceso estará sujeto al requisito de publicidad, o
todo o una parte puede desarrollarse en cámara de consejo; el proceso sólo puede
ser conocido después de haber sido informada la parte demandada o este requisito
no es necesario30 .
Por su parte, el Dr. Artagñan Pérez Méndez31 , señala que hay principios fundamen-
tales que gobiernan la instancia, que dependiendo del papel respectivo que tengan
las partes y el juez, habrá un procedimiento acusatorio e inquisitorio. Se refiere a
la carta de principios del Nuevo Código de Procedimiento Civil francés, compara
algunos de estos con nuestro derecho procesal civil dominicano, analizando en una
primera parte los principios fundamentales relativos a las partes y al juez y en la
segunda, los relativos a los caracteres del procedimiento. Dentro de los primeros
ubica el principio dispositivo, asegurando su vigencia en nuestro derecho, aunque
no se encuentre consagrado en ningún texto legal; la dirección del proceso y los
poderes del juez, afirmando en este sentido que la tendencia procesal moderna es
a aumentar los poderes del juez; el principio contradictorio que, según sus palabras,
27
Instituto uruguayo de Derecho Procesal, Código General del Proceso, sexta edición, Fundación Cultura Universitaria, p. 23.
28
Angelo Piero Sereni, El Proceso Civil en Los Estados Unidos, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, 1958, Pág. 11.
29
Rafael Hernández Colón, Derecho Procesal Civil, San Juan, Michie de Puerto Rico, San Juan, pp. 2-4.
30
Froilán Tavares Hijo, Elementos de Derecho Procesal Civil Dominicano, 6ta. edición, Santo Domingo, Editorial Tiempo, S. A., 1989,
volumen II, pp. 10-11.
31
Artagñán Pérez Méndez, Procedimiento Civil, Santo Domingo, Editora Taller, C. Por A., 1985, pp. 160-165.
Una de las clasificaciones más completa de los principios, es la que hace el procesalista
colombiano Hernando Devis Echandía, quien distingue dos tipos de principios, por una
parte, a) los que sientan las bases generales de la ciencia procesal, denominándolos
principios fundamentales de la ciencia procesal y por la otra, b) los que miran a la
organización del proceso, que denomina principios fundamentales del procedimien-
to33 . La expondremos a continuación, dado su carácter didáctico, a fin de ofrecer un
primer intento de definición de los diversos principios.
32
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Op. Cit., p. 182.
33
Hernando Devis Echandía, Teoría General del Proceso, Buenos Aires, Editorial Universidad, 1984, tomo I, pp.
21-52.
El principio de la cosa juzgada: significa que una vez decidido, con las formalidades
legales, un litigio o un asunto penal entre determinadas partes, éstas deben acatar
la resolución que le pone término, sin que les sea permitido plantearlo de nuevo, y
los jueces deben respetarla.
El principio del interés para intervenir en los procesos: como algo indis-
pensable para el orden y la buena marcha de los procesos, se limita a las personas
que tengan un interés jurídico, económico o familiar, el derecho a intervenir en los
procesos.
Principio de la carga de la prueba: que indica al juez que cuando falte prueba o
ésta sea insuficiente, sobre los hechos en que deba basar su sentencia, debe resolver
a favor de la parte contraria a la que tenía dicha carga.
Como se ha dicho es difícil realizar una enumeración taxativa de los principios rec-
tores, pero tomando en cuenta que la razón principal de este estudio es contribuir
a su comprensión, escogeremos, los que a nuestro juicio probablemente tienen más 23
relevancia en nuestro derecho dominicano, para realizar el análisis por separado de
cada uno de ellos.
34
Jean Vincent et Serge Guinchard, Procédure Civile, 24 Ed., París, Dalloz, 1996, pp. 395-446.
24
“Seules les parties introduisent l’instance, hors les cas où la loi en dispose autrement. Elles
ont la liberté d’y mettre fin avant qu’elle ne s’éteigne par l’effet du jugement ou en vertu
de la loi.36 ” .
35
Artículo 1 del Código General del proceso de la República Oriental del Uruguay.
36
Artículo 1 del Nuevo Código de procedimiento Civil francés, traducido al español expresa:
“El proceso sólo podrá comenzar a instancia de parte, salvo en aquellos casos en que la ley disponga lo contrario.
Las partes serán libres de ponerle fin antes de que concluya por sentencia o en virtud de lo dispuesto en la ley”.
37
Regla número 3 de las Reglas Federales del Procedimiento Civil norteamericano. La regla correspondiente en el derecho
puertorriqueño es la número 2 de las Reglas de Procedimiento Civil de Puerto Rico, que expresa: “Un pleito se inicia con
la presentación de una demanda en el tribunal”.
38
Jean Vincent et Serge Guinchard, Procédure Civile, 24 Ed., París, Dalloz, 1996, p. 407.
39
Fleming James, Jr., Geofrey C. Hazard, Jr. And Joan Leubsdorf, Civil Procedure, 5th. Ed. New York, Foundation
Press, 2001.
40
Ibid, pp. 4-5
41
Idem.
42
Lon L. Fuller, The Forms and Limits of Adjudication, citado por Robert M. Cover y Owen M. Fiss, The
Structure of Procedure, New York, The Foundation Press, 1979, p. 507.
43
Froilán Tavares Hijo, Elementos de Derecho Procesal Civil Dominicano, 6ta. edición, Santo Domingo, Editorial
Tiempo, 1989, p. 219.
Visto desde otra óptica este derecho de las partes ha sido considerado como una
carga procesal51 , señalándose a este respecto que el predominio del principio dis-
positivo en un proceso, no significa dominio de la voluntad de las partes, sino una
marcada apreciación de su actividad, que no se trata de un reconocimiento a un
44
Andres De La Oliva y Miguel Ángel Fernandez, Lecciones de Derecho Procesal, 2da. Ed., Barcelona, Limpergraf, S. A., 1984, p. 74.
45
Idem.
46
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Teoría General del Derecho Procesal, 1ra. Reimpresión, Buenos Aires, Ediar, 1999, p. 109.
47
Juan Montero Aroca, Manuel Ortells Ramos, Juan-Luis Gómez Colomer y Alberto Mondón Redondo, Derecho Jurisdiccional,
Barcelona, Librería Bosch, 1995, tomo I, p. 325.
48
Ibid.
49
Salvatore Satta, Manual de Derecho Procesal Civil, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, 1971, tomo I.
50
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, Buenos Aires, Depalma, 1997, p. 186.
51
Por carga procesal debe entenderse, a juicio de Ugo Rocco, un cierto comportamiento que debe tener un sujeto si quiere
obtener y conseguir un resultado favorable a su propio interés, que suele hablarse de carga del impulso procesal, de una carga
de la demanda, de una carga de las alegaciones, de una carga de la prueba, de una carga de los gastos.Véase Ugo Rocco, Teoría
General del Proceso Civil, México, 1959, Editorial Porrua, S. A., tomo II, p. 411.
pretendido derecho suyo de disposición del material del pleito, sino de una sanción
de responsabilidad en la procuración del material de conocimiento del juez52 .
2.3 Aplicaciones
Couture53 señala siete ejemplos de aplicaciones de este principio en el derecho
procesal civil:
e) En los límites de la decisión56 , el juez no puede fallar más allá de lo pedido por las
partes y tiene la obligación de responder a cada pedimento de éstas. Es lo que
28
llaman en la doctrina española, el deber de congruencia, según el cual el juez debe
ser congruente con la pretensión y la resistencia formuladas57 .
52
Jose Chiovenda, Principios de Derecho Procesal Civil, Madrid, Reus, S. A. 1977, tomo II, p. 278.
53
Couture, Op. Cit., pp. 187-189.
G) En los efectos de la cosa juzgada, ya que la cosa juzgada sólo surte efecto entre las partes que hayan
litigado.
54
De conformidad con el artículo 6 del Nuevo Código de Procedimiento Civil francés, las partes tienen la
carga de alegar los hechos en que fundan sus pretensiones y que son pertinentes, de tal forma, que les está
vedado al juez fundar su decisión sobre hechos que no son parte del debate (Art. 7 del mismo código).
55
Es lógico pensar que quien pide una tutela jurídica a los órganos jurisdiccionales exponga lo que, a su juicio,
fundamenta tanto fáctica como jurídicamente la petición formulada. Ante todo porque ese sujeto jurídico
conocerá, de ordinario, unos hechos que los tribunales siempre desconocerán.Véase Andrés De La Oliva
y Miguel Ángel Fernández, Lecciones de Derecho Procesal, 2da. Ed., Barcelona, Limpergraf, S. A., 1984, p. 74.
56
La sentencia está recortada a pronunciarse dentro de los límites de la demanda. El castigo por sentenciar
con algunas de estas deficiencias , es decir, fuera del marco de congruencia en los hechos litigiosos importa
la nulidad del decisorio.Véase, Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 110.
57
Juan Montero Aroca y otros, Op. Cit., p. 326.
58
Este agravio ha sido definido por Gozaíni como la diferencia negativa entre lo que pidió y fue resuelto.Ver
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 110.
Iniciado el proceso por las partes, ¿qué ocurre luego? ¿Cómo se regula la sucesión
de un acto a otro del procedimiento? Dependerá de la actividad del juez o de las
partes?
59
Artículo 2 del Nuevo Código de Procedimiento Civil francés, traducido al español:
“ Las partes impulsan el curso del proceso asumiendo las cargas que les incumben. Les corresponde dar cumplimiento a los
actos procesales en la forma y tiempo requeridos”.
60
Artículo 2 del Código General del Proceso de la República Oriental del Uruguay.
61
Artículo 3 del referido Código General del Proceso.
62
José Chiovenda, Op. Cit., p. 237.
63
Andrés de la Oliva y Miguel Ángel Fernández, Op. Cit., p. 77.
64
Francesco Carnelutti, Derecho y Proceso, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, p. 182.
en la idea de que el Estado está interesado en la rápida definición de los litigios una
vez surgidos, y por esto sus órganos deben tomar la iniciativa de la pronta solución
de los mismos; en el impulso de parte el proceso avanza a instancia de parte, son
éstas las que deben solicitar del juez que declare terminada una fase procesal y que
abra la siguiente65 , parte de la idea de que el proceso es cosa de las partes y de que
estas tienen derecho de disponer del tiempo de su tramitación y, a la vez, la carga
de hacerse diligentes para llevarlo adelante66 .
La lectura combinada de los artículos 2 y 3 del Nuevo Código de Procedimiento
Civil francés permite afirmar que se ha establecido en Francia un balance entre los
poderes de las partes y las prerrogativas del juez en el nuevo proceso civil francés67 ,
en el sentido de que el primero de estos artículos, otorga a las partes la conducción
de la instancia bajo las cargas que les incumben y el segundo, faculta al juez para vigilar
el buen desarrollo de la mismas, pudiendo impartir los plazos y ordenar las medidas
necesarias, es decir, el juez administra el procedimiento68 .Esta fórmula sugiere que
la instancia se desarrolla bajo la impulsión de las partes, limitándose la función del
juez a garantizar la armonía del proceso69 .
En República Dominicana, en el estado actual de nuestra legislación y aunque no
aparece consagrado en ningún texto de ley, predomina para los asuntos civiles y
comerciales, el impulso de parte, a tal punto que se ha dicho que el juez es el último
que se entera del proceso, pues la demanda se lanza sin su autorización y la parte
30 demandada comparece sin que él se entere, pues la comparecencia en materia civil
ordinaria se realiza mediante la constitución de abogado70 . La aplicación de este
principio da ocasión a que los procesos puedan prolongarse durante años, puesto
que sea cual sea el tiempo que transcurra a partir del último acto del procedimiento,
la instancia no perime de pleno derecho, sino a pedimento formal del demandado71 .
Afortunadamente uno de los proyectos de modificación del Código de Procedimiento
Civil consagra como principio en su artículo 6 la dirección del proceso al tribunal72 ,
como ocurre en el Código General del Proceso de Uruguay.
65
Juan Montero Aroca y Otros, Op Cit., p. 334.
66
José Chiovenda, Ibid.
67
Serge Guinchard, Megacode, Nouveau Code De Procedure Civile, 1e. edición, París, Dalloz, 1999, p. 3.
68
Dalloz, Repertoire de Procédure Civile, 2e. edición, París, 1992, tomo III, Los Principios Directores del Proceso,
p. 23.
69
Serge Guinchard, Droit et Pratique de la Procédure Civile, París, Dalloz, 1999, p. 2395.
70
Artagnán Pérez Méndez, Procedimiento Civil, 11ma. Edición, Santo Domingo, Impresora Amigo del Hogar,
2002, tomo I, volumen I, p. 217.
71
Froilán Tavares Hijo, Op. cit.,Vol. II, p. 14.
72
Artagnán Pérez Méndez, Op. Cit., p. 36.
73
Eduardo J. Couture, Proyecto de Codigo de Procedimiento Civil, Buenos Aires, Ediciones De Palma, 1945, p. 85.
Y añade el mismo autor, que lo que las partes quieren es justicia, para ello fueron al
tribunal a pedir algo o a oponerse a algo, que lo que el Estado busca con acelerar
la marcha del litigio hacia su conclusión, es satisfacer, justamente, la justicia que las
partes pidieron, que la adopción del impulso de oficio significa que vencido un plazo
procesal la secretaria da cuenta y el magistrado provee lo que corresponda al estado
del asunto74 .
31
74
Ibid, p. 86.
75
Joan Picó Junoy, Los Principios Constitucionales Rectores del Proceso Civil, publicado en el libro Constitucionalización del Proceso Civil,
Santo Domingo, Escuela Nacional de la Judicatura, 2005, p. 108.
76
Fleming James, Jr., Geofrey C. Hazard, Jr. and Joan Leubsdorf, Civil Procedure, 5th. Ed. New York, Foundation Press, 2001, pp.
4-5.
32
“No person shall… be prived of life, liberty, or property, without due process of law78 ”.
“Nulle partie ne peut etre jugée sans avoir été entendue ou appelée”79 .
“Les parties doivent se faire connaître mutuellement en temps utile les moyens de fait sur
lesquels elles fondent leurs prétentions, les éléments de preuve qu’elles produisent et les mo-
yens de droit qu’elles invoquent, afin que chacune soit à même d’organiser sa defense”80 .
“Le juge doit, en toutes circonstances, faire observer et observer lui-même le principe de la
contradiction. Il ne peut retenir, dans sa décision, les moyens, les explications et les documents
invoqués ou produits par les parties que si celles-ci ont été à même d’en débattre contra-
dictoirement. Il ne peut fonder sa décision sur les moyens de droit qu’il a relevés d’office
sans avoir au préalable invité les parties à présenter leurs observations81 ”.
77
Del Art. 8,2,j de la Constitución dominicana.
78
Parte de la quinta enmienda de la Constitución de Los Estados Unidos de Norteamérica, que consagra para el gobierno
federal el debido proceso de ley: “Nadie…será privado de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso de ley”.
79
Art. 14 del Nuevo Código de Procedimiento Civil francés, cuya traducción al español se lee:
“Nadie podrá ser juzgado sin haber sido oído o llamado al proceso”.
80
Art. 15 Nuevo Código de Procedimiento Civil francés, al español:
“Cada una de las partes debe poner en conocimiento de la contraria, con antelación suficiente, los elementos de hecho en
que funde sus pretensiones, las pruebas que aporta y los fundamentos de derecho invocados, a fin de que cada una esté en
condiciones de organizar su defensa”.
81
Art.16 del Nuevo Código de Procedimiento Civil francés traducido al español se lee:
Según algunos, este principio es la expresión misma del juicio civil, porque la acción
que está en su base es esencialmente bilateral, o sea, postula una relación entre
sujetos, y la exigencia de tutela en orden a esa relación y de él derivan como co-
rolario todas las otras normas que dan carácter al proceso civil: la dependencia del
juicio respecto a la acción, la dependencia del juez, respecto a las partes en orden
34 a la producción de la prueba, todo lo que se indica, en una palabra, con el carácter
dispositivo del proceso82 . Que el principio de contradicción importa no tan solo la
extrínseca contradictoriedad del proceso, sino la esencial realización contradictoria
de la tutela pedida, en el sentido de que la declaración del derecho no puede dejar
de ocurrir sino en relación a los dos sujetos, y el juicio sobre la existencia del de-
recho viene necesariamente a estatuir sobre las respectivas posiciones jurídicas de
los dos sujetos83 .
Chiovenda enseña que normalmente no se puede estatuir sobre una demanda, sino
fue oída y debidamente citada la parte contra la cual va propuesta (auditur est altera
pars), que en aplicación del principio de contradicción, la demanda judicial existe
en el momento en que es comunicada a la otra parte y a partir de aquel momento
existe la relación procesal84 . De igual forma, la obligación de estatuir nace en el caso
concreto en el momento en que en que es invocada frente al adversario85 .
Si por excepción, es llamado el juez a proveer “inoida parte”, la relación procesal nace
con la presentación de la demanda, pero el adversario no es parte en la relación, en
“El tribunal deberá observar y hacer observar en todo caso el principio de contradicción. Para fundar su
decisión sólo podrá atender a los medios de prueba, a las explicaciones y a los documentos invocados
o aportados por una parte en caso de que la contraria haya estado en condiciones de contradecirlos.
No podrá fundar su decisión en fundamentos jurídicos que él mismo haya apreciado de oficio sin haber
ofrecido previamente a las partes la oportunidad de pronunciarse al respecto”.
82
Salvatore Satta, Manual de Derecho Procesal Civil, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, 1971,
tomo I, p. 141.
83
Salvatore Satta, Op. Cit., p. 142.
84
Jose Chiovenda, Op. Cit., p. 63.
85
Ibid, p. 64.
tanto no le sea notificada la demanda o la resolución, por ello sólo a partir de este
momento nace un derecho procesal respecto del adversario86 .
Del contraste de la posición del actor y del demandado, podrá sacar el juez el cri- 35
terio exacto de su decisión, con base en el material de pruebas y argumentaciones
de hecho y de derecho que una y otra parte habrán desplegado en el desarrollo
del proceso90 .
86
Ibid, p. 65.
Gozaíni afirma que en esta última hipótesis, el principio de contradicción queda resguardado, lo único que cambia es el tiempo
para cuestionar, no se desplaza el contradictorio en sí mismo, sino la oportunidad para hacerlo.Véase Osvaldo Alfredo Gozaíni,
Op. Cit., p. 100.
87
Ugo Rocco, Teoría General Del Proceso Civil, México, 1959, Editorial Porrua, S. A., tomo II, p. 231.
88
Ibid, pp. 232-233.
89
Ibid, p. 408.
90
Ibid, p. 408.
91
Eduardo J. Couture, Proyecto de Código de Procedimiento Civil, Buenos Aires, Ediciones De Palma, 1945, p. 88.
expresa a veces este principio, diciendo que las partes deben respetar el derecho de
defensa. En aplicación de este principio es esencial que cada una de las partes tenga
libertad de atacar y de defenderse, la posibilidad de conocer y de discutir los docu-
mentos producidos, las deposiciones de los testigos y de asistir a los procedimientos
de prueba92 . Afirman estos autores que el juez no solo tiene la obligación de hacer
observar el principio de contradicción, sino que debe observarlo él mismo. Las partes
están así protegidas no solo contra las maniobras de su adversario, sino contra la
negligencia o la parcialidad del juez (Cons. D état, 12 oct. 1979, D. 1979.606)93 .
Lo mismo ocurre en Puerto Rico, cuyas Reglas del Procedimiento Civil son muy
similares a las norteamericanas y donde se ha establecido que, de manera general,
las normas que se refieren al emplazamiento son de cumplimiento estricto, en razón
de que el emplazamiento se mueve dentro del campo del derecho constitucional y
más específicamente dentro del derecho del demandado a ser oído y notificado de
36 cualquier reclamación en su contra. Es un requisito del debido proceso de ley que a
una parte se le notifique de todo proceso en su contra para que tenga la oportunidad
de asistir al juicio, presentar prueba y ser oído95 .
92
Jean Vincent et Serge Guinchard, Procédure Civile, Op Cit., pp. 431-432.
93
Ibid, p. 433.
94
Baicker-Mckee, Janssen, Corr, Federal Civil Rules, Handbook, Thomson West, 2006, p. 176.
95
Rafael Hernández Colón, Derecho Procesal Civil, San Juan, Michie de Puerto Rico, p. 162.
96
Froilán Tavares Hijo, Elementos de Derecho Procesal Civil Dominicano, 6ta. edición, Santo Domingo, Editorial
Tiempo, S. A., 1989, p. 24.
97
Idem.
“oír a la otra parte” no serviría de nada, si a ambas partes no se les ofrece la opor-
tunidad de presentar sus alegatos en un pie de igualdad.Y es que se estima necesario
para que el proceso jurisdiccional sea una verdadera superación de la justicia privada,
el postulado de que los distintos sujetos del proceso dispongan de iguales medios
para defender en el proceso sus respectivas posiciones, de parejas posibilidades para
sostener y fundamentar lo que a cada cual parezca conveniente98 .
Esta igualdad de las partes en el proceso como principio ha sido consagrado como
uno de los derechos fundamentales del individuo, así el artículo 10 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos consagra el derecho que tiene toda persona a
ser oída públicamente y con justicia en condiciones de plena igualdad99 , por un tribunal
independiente e imparcial; en igual forma el artículo 14.1 del Pacto Internacional de
los Derechos Civiles y Políticos establece que todas las personas son iguales100 ante
los tribunales y cortes de justicia, similar disposición rige para los países europeos
por efecto del artículo el 6-1 de la Convención Europea de Derechos Humanos101 , y
para nosotros de manera muy especial se evidencia la consagración de este principio
por el contenido de los artículos 8, inciso 5102 y 100103 de la Constitución Política
de la República Dominicana.
98
Andrés de la Oliva y Miguel Ángel Fernández, Lecciones de Derecho Procesal, 2da. Ed., Barcelona, Limpergraf, S. A., 1984, p. 69.
99
El referido Art. 10 de la Declaración expresa: “Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída pú-
blicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o
para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal”
100
La parte citada del artículo 14.1 en lo que se refiere a este tema se lee: “Todas las personas son iguales ante los tribunales y
cortes de justicia.Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competen-
te, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada
contra ella o para la determinación de sus derechos y obligaciones de carácter civil”.
101
La parte que nos ocupa de dicho artículo es la siguiente:” Toda persona tiene derecho a que su causa sea conocida de manera
justa, pública y en un plazo razonable por un tribunal independiente e imparcial, establecido por la ley, que decidirá, sea de las
contestaciones sobre sus derechos y obligaciones de carácter civil…”
102
La parte final del inciso 5 se refiere a que la Constitución “No puede ordenar más de lo que es justo y útil para la comunidad
ni puede prohibir más que lo que le perjudica”.
103
El texto del artículo 100 es el siguiente: “La República condena todo privilegio y toda situación que tienda a quebrantar la
igualdad de todos los dominicanos, entre los cuales no deben contar otras diferencias que las que resulten de los talentos o
de las virtudes y en consecuencia, ninguna entidad de la República podrá conceder títulos de nobleza ni distinciones heredi-
tarias”.
104
Coincide esta precision de la Comisión con el criterio expuesto por Ugo Rocco sobre este principio: “Según este principio
las partes al ejecutar el derecho de acción y el correlativo de contradicción en juicio, deben estar en una posición de perfecta
paridad e igualdad, de modo que las normas que disciplinan su actividad no puedan constituir, frente a una de las partes en
juicio, con daño a la otra, una situación de ventaja o de privilegio”. Ugo Rocco, Op. Cit., p. 408.
B) La comunicación debe hacerse con las formas requeridas por la ley bajo pena
de nulidad, ya que todo quebrantamiento en las formas del emplazamiento en-
traña el riesgo de que el demandado no haya sido efectivamente enterado de la
demanda107 .
D) Las pruebas deben ser comunicadas al adversario para que tenga conocimiento
38 de ellas antes de su producción.
F) Toda petición incidental que se formule, ya sea durante el debate, ya sea durante
la prueba, debe sustanciarse con audiencia del adversario, salvo disposición en
contrario.
105
Jean Vincent et Serge Guinchard, Op. cit., pp. 400-401.
106
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 101.
107
Solución acertada a nuestro juicio es la instaurada por el actual régimen nuestro de nulidades “no hay
nulidad sin agravio”, consistiendo este agravio en la violación al derecho de defensa.
108
Eduardo J. Couture, Fundamentos…, Op. Cit., pp. 183-184.
109
Ibid, p. 185.
quitar espacio a la inferioridad jurídica, sin conceder a unos lo que a otro se niega,
en igualdad de circunstancias110 .
110
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 101.
111
Juan Montero Aroca, Manuel Ortells Ramos, Juan-Luis Gomez Colomer y Alberto Monton Redondo, Derecho Jurisdiccional,
Barcelona, Librería Bosch, 1995, Tomo I, p. 319.
112
Ibid, pp. 319-320.
concentración y
publicidad
Los medios del diálogo son el hablar y el escribir, en términos más genéricos, el discurso
y la figura, pero no son medios equivalentes, sino complementarios, por eso el proceso no
puede y no debe renunciar ni al uno ni al otro113 .
Según este principio, las partes no pueden a su arbitrio valerse de los medios orales
o de los escritos para comunicarse entre sí y con el órgano jurisdiccional, sino que
deben, según los casos y según las facultades o las obligaciones que la ley les confiere,
valerse de la una o de la otra forma de manifestación del pensamiento114 .
113
Francesco Carnelutti, Derecho y Proceso, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, pp. 174, 175.
114
Ugo Rocco, Teoría General Del Proceso Civil, México, 1959, Editorial Porrúa, S. A., tomo II, p. 411.
“La experiencia derivada de la historia permite añadir que el proceso oral es el mejor
y más conforme con las exigencias de la vida moderna, porque sin comprometer lo
más mínimo, antes bien, garantizando, la bondad intrínseca de la justicia, la propor-
ciona, más simplemente y prontamente”115 .
Se atribuye a Chiovenda a principios del siglo pasado el inicio de la lucha por la ora-
lidad en el proceso civil116 , este autor identifica como un problema fundamental del
procedimiento la prevalencia117 del elemento oral o del elemento escrito, ya que esta
circunstancia determina el tipo y los caracteres de un proceso118 , entiende que las
reformas procesales del siglo XIX produjeron una prevalencia progresiva del proceso
oral sobre el escrito, sobre todo en el ámbito del derecho penal, donde se presenta
como un principio político, lo que no ha ocurrido con igual rapidez en el campo del
derecho civil, porque allí se presenta como un simple principio técnico jurídico119 .
115
José Chiovenda, Principios de Derecho Procesal Civil, Madrid, Reus, S. A. 1977, tomo II, pp. 132-133.
116
Precisamente en el Congreso Jurídico Forense de Roma, de octubre de 1911, Chiovenda por su activa
propaganda en pro de la oralidad y la concentración procesal, obtuvo el voto favorable de la mayoría de
los participantes de este Congreso. Ibid, p. 134.
117
Con este mismo término refiere Montero Aroca, el predominio de uno de estos dos métodos, afirmando
precisamente que existe una imposibilidad práctica de configurar un procedimiento de manera totalmente
oral o escrito. Véase, Juan Montero Aroca, Manuel Ortells Ramos, Juan-Luis Gómez Colomer y Alberto
Montón Redondo, Derecho Jurisdiccional, Barcelona, Librería Bosch, 1995, tomo I, p. 342.
118
José Chiovenda, Op. Cit., p. 132.
119
Afirma Chiovenda que en el campo del Derecho Civil no tuvo la apasionada devoción de las masas, sino
únicamente la fría y meditada adhesión de los estudiosos, de los prácticos, de los gobernantes que consi-
deraron por una parte la identidad sustancial entre el derecho civil y el penal, y por la otra, la beneficiosa
influencia que el principio de la oralidad por sí mismo puede tener en el desarrollo de los juicios. Cita
como la primera ley procesal civil importante en la que la oralidad ha triunfado, el Reglamento Procesal
Civil para el imperio germánico, 15 años después de la vigencia de este Reglamento, Austria introducía
la oralidad en los juicios civiles, que Francia admite la oralidad en su Code de Procédure Civile, pero
hay que reconocer que no ha actuado en el proceso civil francés con la plenitud que se observa en el
proceso penal y con que ha sido adoptada en Alemania y Austria, tanto así que Tissier reconoce que los
inconvenientes ordinariamente notados en el funcionamiento del proceso se derivan de la incompleta
aplicación del principio de oralidad. Ibid.
El Código de Procedimiento Civil de Hannover se identifica como el primer Código que abandonó la
escritura. Montero Aroca y otros, Op. Cit., p. 343.
Lógicamente Chiovenda se refiere al antiguo Código de Procedimiento Civil francés que regía en-
tonces.
120
José Chiovenda, op. cit., p. 134.
critos en el proceso, pero exige que no tengan sino el lugar que les compete según
las condiciones de la vida moderna y según la utilidad efectiva que pueda dar a los
juicios121 .
121
Ibid, Pág. 136.V. Montero Aroca y Otros, Op. Cit., p. 344.
122
Montero Aroca y otros, Op. Cit., p. 144.
123
Andrés De La Oliva y Miguel Ángel Fernández, Lecciones de Derecho Procesal, 2da. Ed., Barcelona, Limpergraf, S. A., 1984, pp.
63-103.
124
El hablar se acompaña del gesticular y el gesto integra la fuerza expresiva de las palabras, de manera que el hablar presenta una
riqueza sin duda mayor que el escribir; sin embargo, el hablar tiene como defecto por un lado la dificultad de la improvisación,
es decir la pronta encarnación de la idea en el concepto, que es en lo que consiste el secreto de la elocuencia, y del otro, la
fugacidad del discurso, el discurso huye y no hay otra facultad para retenerlo que no sea la memoria de quien escucha y los
límites de la memoria son lamentablemente bien conocidos. Francesco Carnelutti, Op. Cit., pp. 174-175.
125
Ibid, p. 137.
126
Idem.
En el proceso oral tiene su lugar también la escritura, en primer lugar para preparar
el tratamiento del pleito, por ejemplo, la demanda inicial se redacta por escrito y
debe indicar sus elementos y los medios de prueba de manera precisa, de manera que
coloque al demandado en situación de defenderse, así como otros actos procesales,
ya que es un contrasentido venir a la audiencia para comunicarse escritos, la escritura
se emplea entre ausentes, pero entre presentes, se utiliza la palabra128 .
127
Francesco Carnelutti, Op. Cit., pp. 174-175.
128
Ibid, p. 138.
129
Idem.
130
José Chiovenda, Op. Cit., p. 143.
131
El proceso oral excita el espíritu del magistrado y del abogado y lo hace más sagaz, más rápido, más pe-
netrante, asegura mejor la veracidad y la sinceridad de los resultados de la instrucción. Ciertamente las
garantías que parecen suficientes en el proceso penal para tutelar la libertad y el honor de los ciudadanos,
no deben considerarse inadecuadas en el proceso civil, para tutelar sus bienes. No debe olvidarse que
contra los posibles errores queda la garantía de la apelación, que en el proceso oral reviste un interés
especial que no tiene en el escrito, donde es considerado por muchos como una inútil duplicación. Por
otra parte, si la introducción del proceso oral produce un aumento porcentual en el número de sentencias
no confirmadas, significaría un daño levísimo comparado con la ventaja de una justicia rápida, pronta y
económica, de un proceso redimido del enojoso formalismo del proceso escrito, más cercano a la realidad,
más accesible al pueblo. José Chiovenda, Op. Cit., pp. 143-144.
situación de defensa a cada una de las partes132 y, por otra parte, el juez puede,
en todo caso, prorrogar términos y audiencias a favor de la parte que justifique
estar-sin su culpa- imposibilitada para realizar un acto o para prepararse suficiente
para la discusión oral.
C) Que la discusión oral favorece a los palabreros, temor que supone una inexacta
noción de la oralidad, ya que la oralidad bien considerada, no extiende, antes
restringe el campo de la discusión oral propiamente dicha, lejos de favorecer la
declamación académica tiende a hacer el debate más familiar y sencillo133 .
Aunque se admiten los escritos en el proceso civil norteamericano, sea para com-
probar diligencias procesales o como prueba literal, lo cierto es que la prueba oral
132
Además como estos escritos no son más que el anuncio de las declaraciones futuras y estas pueden ser modificadas en la
audiencia, si la parte hace nuevas declaraciones y ofrecimientos de prueba con la manifiesta intención de retrasar el proceso,
el juez, a instancia de parte y en algunos países, aún de oficio, puede declararlas inadmisibles. José Chiovenda, Idem.
Gozaíni afirma al respecto que la práctica oral, evita, o por lo menos, inutiliza, la chicana procesal, porque la conducta obs-
truccionista tiene respuesta inmediata y solución tempestiva. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 125.
133
Añade Chiovenda que si este peligro no impide que oralmente se prepare la deliberación de las leyes, de actos administrativos,
propuestas en las asambleas grandes y pequeñas, tanto menos deberá impedir que los jueces civiles que por su especiale
educación espiritual están en condiciones de hacer frente mejor a los simples engaños del arte oratorio. Idem.
134
En Francia hasta las reformas introducidas por la ley de 1971, la representación de las partes ante el tribunal de primera instancia
y de apelación estaba a cargo del procurador (avoué), que era un oficial ministerial adscrito a cada una de esas jurisdicciones.
Las funciones de este oficial ministerial era postular, es decir, dirigir el procedimiento, dar y recibir en nombre del cliente las
comunicaciones necesarias para la instrucción de la causa, y concluir, esto es, dar a conocer al tribunal las pretensiones del cliente.
Por el contrario, el abogado no era un representante del cliente, su función se limitaba a defender la causa, es decir, a presentar
al tribunal los medios, argumentos y alegatos en que la parte justificaba sus conclusiones. V. Froilán Tavares Hijo, Elementos de
Derecho Procesal Civil Dominicano, 6ta. edición, Santo Domingo, Editorial Tiempo, S. A., 1989, pp. 104, 105.
135
Jean Vincent et Serge Guinchard, Procédure Civile, Op. Cit., pp. 444-445.
136
Angelo Piero Sereni, El Proceso Civil en los Estados Unidos, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América,
1958, pp. 17-18.
137
Idem.
138
Juan Montero Aroca y otros, Op. Cit., p. 342. Este autor entiende, por ejemplo, que la inmediación es parte
esencial del procedimiento oral, de tal suerte que puede afirmarse que no se trata de principios distintos,
sino de los dos aspectos de una misma realidad. Ibid, p. 345.
un trámite, el hombre habla para comunicar a otro, la palabra está lanzada sobre el
uno y el otro, es la esencia del diálogo lo que hay que comprender. El problema del
procedimiento es garantizar el éxito del diálogo, que quiere decir, el entendimiento
recíproco de quien habla y de quien escucha, el principio fundamental a este respecto
toma el nombre de la inmediación139 .
La inmediación exige que el juzgador144 se haya puesto en contacto directo con las
demás personas que intervienen en el proceso, sin que exista entre ellos elemento 47
alguno interpuesto, exigencia particularmente importante con relación a las pruebas,
a tal punto que normalmente se concibe la inmediación solamente como la exigencia
de que el juez que ha de pronunciar la sentencia haya asistido a la práctica de las
pruebas. En consecuencia uno de los efectos de la aplicación de este principio es la
imposibilidad de que se produzcan cambios en las personas físicas que componen
el órgano jurisdiccional durante la tramitación de la causa, y en especial que sólo
139
Francesco Carnelutti, Derecho y Proceso, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-America, pp. 172-173.
140
José Chiovenda, Op. Cit., p. 182.
141
Todo acto importante del proceso se lleva así a conocimiento de la otra parte, sea por notificación o por depósito en secre-
taría, evitando así las posibles sorpresa o trampas, teniendo cada una de las partes la posibilidad de exponer como mejor le
parezca las propias razones y rebatir las del adversario, quedando así reforzado el principio de contradicción y el de igualdad
de las partes en el proceso.V. Ugo Rocco, Teoría General del Proceso Civil, México, 1959, Editorial Porrúa, S. A., Tomo II, p. 410.
142
José Chiovenda, Op. Cit., p. 183.
143
El artículo 8 del Código General del Proceso de Uruguay consagra este principio:“Inmediación procesal.- Tanto las audiencias
como las diligencias de prueba que así lo permitan, deben realizarse por el tribunal, no pudiendo éste delegarlas so pena de
nulidad absoluta, salvo cuando la diligencia debe celebrase en territorio distinto al de su competencia.
144
Carnelutti hace una interesante reflexión sobre la atención como una de las virtudes fundamentales del juez, la atención como
resultado de un esfuerzo, precisamente el esfuerzo contra la distracción. Observa que hay que tener en cuenta la cantidad
de audiencias que se fijan, ya que no se puede pretender que un hombre continúe estando atento a los discursos ajenos por
cinco, seis, siete horas. Que por otra parte, los defensores deben reducir su discurso a lo esencial, de manera que aligeren la
fatiga de los jueces; cosa que sería más fácil conseguir, si el hablar claro y sucinto no exigiese una preparación paciente, que
a menudo los defensores no se cuidan de obtener.
Esta atención combina el escuchar y el mirar, al menos cuando el discurso es hablado, y a este propósito el lector cuidadoso
deberá reflexionar sobre las relaciones entre la palabra y el gesto; incluso, en general, entre la palabra y la expresión del
rostro, lo que tiene particular importancia para el examen de los testigos: cuando decimos a los niños que las mentiras se les
leen en la frente, este modo de decir está mucho menos lejos de la verdad que lo que puede creerse.V. Francesco Carnelutti,
Op. Cit., p. 172.
pueden concurrir a dictar la sentencia los magistrados ante los que se ha desarro-
llado la audiencia oral en la que el juez o tribunal se pone en relación directa con
las pruebas y con las partes145 .
48 La exigencia de que el proceso oral sea concentrado lo más posible en una audiencia
o en pocas audiencias próximas, había sido ya establecida por Chiovenda148 , tomando
en cuenta que cuanto más próximas a la decisión del juez, son las actividades pro-
cesales, tanto menor es el peligro de que la impresión adquirida por éste se borre y
de que la memoria lo engañe149 ; y tanto más fácil resulta mantener la identidad física
del juez, que en cambio en un largo período puede cambiar por traslado, defunción
o enfermedad, ascenso, retiro, etc. Precisa que los incidentes deben decidirse en la
misma audiencia o en las audiencias próximas en que el proceso está concentrado,
ya que no es lógico, ni económico que una persona examine el pleito para conocer
de la competencia, y otra lo vuelva a examinar desde el principio para conocer del
fondo; que una resuelva sobre la admisión de un medio de prueba y otra conozca
de los resultados de la prueba admitida, que en esto no sólo hay que evaluar el des-
perdicio del tiempo, sino el peligro de juicios diferentes sobre extremos comunes al
incidente y al fondo. Concluye afirmando que la oralidad y la concentración exigen
que la decisión del incidente no sea impugnable separadamente del fondo.
145
Juan Montero Aroca y otros, Op. Cit., p. 345.
146
Juan Montero Aroca, Op. Cit., p. 346.
147
Idem. En igual sentido, Chiovenda ha advertido que la concentración es la consecuencia principal de la
orfalidad y la que más influye en la brevedad de los pleitos. Ibid, p. 140.
148
José Chiovenda, Op. Cit., p. 140.
149
Es que la finalidad de la concentración estriba en la reducción del proceso a pocos actos o audiencias,
próximos entre sí, de manera que el juez pueda frescamente, grabadas todavía en su memoria las impresio-
nes de los sucesos importantes, fallar en el juicio que él mismo levantó. Iván Escobar Fornos, Introducción
al Proceso, Bogotá, Editorial Temis, 1990.
unidad las etapas procesales, transformando, tal vez, el proceso en un caos, sino que
reconociendo los límites infranqueables de las fases procesales, procura dentro de
cada una de ellas reducir el desgaste de la actividad y energía procesales150 . En el
artículo 10 del Código General del Proceso de Uruguay recibe este principio, con-
sagración especial151
Carnelutti compara el proceso por la multiplicidad de sujetos que participan, con
una orquesta, por cuanto realizan varias actividades que conspiran a un mismo fin, y
ve en ello el principio de la unificación, pero es necesario que este fin opere a través
de la acción de una persona, con autoridad para dirigirlas hacia el fin, un director
de orquesta, así se habla del principio de concentración, puesto que alude más a la
agrupación de las varias actividades que a su coordinación152 .
150
Clemente A. Diaz, Instituciones de Derecho Procesal, Parte General, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1968.
151
“Artículo 10. Concentración procesal.- Los actos procesales deberán realizarse sin demora, tratando de abreviar los plazos,
cuando se faculta para ello por la ley o por acuerdo de partes, y de concentrar en un mismo acto todas las diligencias que
sea menester realizar”.
152
Francesco Carnelutti, Op. Cit., p. 179.
153
Eduardo J. Couture, Fundamentos…, Op. Cit., p. 192.
154
Juan Montero Aroca, Manuel Ortells Ramos, Juan-Luis Gómez Colomer y Alberto Montón Redondo, Derecho Jurisdiccional,
Barcelona, Librería Bosch, 1995, Tomo I, p. 347.
Sobre este mismo punto, se ha dicho que la publicidad en el proceso refiere a la posibilidad de que las partes y los terceros
puedan tener acceso al desarrollo del litigio, logrando con su presencia una suerte de control hacia la responsabilidad pro-
fesional de jueces y abogados.V. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., pp. 129-130.
155
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. cit., p. 130.
B) La publicidad interna del proceso, esto es, cómo se regulan los actos que pueden
trascender hacia fuera o que, por su contenido, quedan solo en conocimiento
de las partes. La naturaleza pública del proceso impide la existencia de pro-
cedimientos secretos para las partes. Esta publicidad interna se destaca en las
disposiciones que se ocupan de las audiencias (con asistencia o no del público,
según lo disponga el tribunal); en el acceso al expediente (pueden solicitarlo
partes e interesados, o sólo quienes acrediten intervención en él), en las formas
de cumplir ciertas notificaciones (copias en sobre cerrado por la índole secreta
del conflicto), entre otros.
156
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p.131.
157
Así, parte del el citado artículo 8,2,j de nuestra Constitución dominicana expresa: Las audiencias serán
públicas, con las excepciones que establezca la ley, en los casos en que la publicidad resulte perjudicial al
orden público o a las buenas costumbres”.
158
“La prensa y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte de los juicios por consideraciones de
moral, orden público o seguridad nacional en una sociedad democrática, o cuando lo exija el interés de
la vida privada de las partes o, en la medida estrictamente necesaria en opinión del tribunal, cuando por
circunstancias especiales del asunto la publicidad pudiese perjudicar a los intereses de la justicia; pero
toda sentencia en materia penal o contenciosa será pública, excepto en los casos en que el interés de
menores de edad exija lo contrario, o en las actuaciones referentes a pleitos matrimoniales o a tutela de
menores””.
159
“…pero el acceso a la sala de audiencia puede ser prohibido a la prensa o al público de la totalidad o una
parte del proceso en interés de la moralidad, del orden público o de la seguridad nacional en una socie-
dad democrática, cuando los intereses de los menores o la protección de la vida privada de las partes en
proceso lo exige, o en la medida juzgada estrictamente necesaria por el tribunal, cuando en circunstancias
especiales la publicidad sería contraria a los intereses de la justicia”.
Le juge tranche le litige conformément aux règles de droit qui lui sont applicables. Il doit
donner ou restituer leur exacte qualification aux faits et actes litigieux sans s’arrêter à
la dénomination que les parties en auraient proposée. Toutefois, il ne peut changer la
dénomination ou le fondement juridique lorsque les parties, en vertu d’un accord exprès et
pour les droits dont elles ont la libre disposition, l’ont lié par les qualifications et points de
droit auxquels elles entendent limiter le débat. Le litige né, les parties peuvent aussi, dans
les mêmes matières et sous la même condition, conférer au juge mission de statuer comme
amiable compositeur, sous réserve d’appel si elles n’y ont pas spécialement renoncé161 .
Le juge peut inviter les parties à fournir les explications de droit qu’il estime nécessaires à
la solution du litige163 .
160
Art. 3 del Nuevo Código de Procedimiento Civil francés, ofrecemos su traducción al español: “El tribunal velará por el buen desa-
rrollo del proceso; tendrá la potestad de otorgar los plazos y de ordenar aquellas medidas que considere necesarias”.
161
Art. 12 del mismo Código Procesal francés: ““El tribunal ha de resolver el litigio conforme a las normas jurídicas que resulten
aplicables. Deberá dar o restituir a los hechos y actos litigiosos su calificación exacta, sin atenerse a la denominación que las partes
hubieran propuesto. Sin embargo, no podrá alterar la denominación o la fundamentación jurídica cuando las partes, en virtud de
acuerdo expreso y respecto de derechos de los que tengan la libre disposición, le hayan vinculado en cuanto a las calificaciones y
cuestiones jurídicas a las que hayan querido limitar la controversia”.
162
Art. 10 del No. Cód. Proc. Civ. Francés: “ El tribunal podrá acordar de oficio la práctica de todos los actos de prueba que resulten
legalmente admisibles”.
163
Art. 13 N. C. P. Civ. Francés: “El tribunal podrá solicitar de las partes que le proporcionen cuantas explicaciones de derecho estime
necesarias para resolver el litigio”.
La dirección del proceso está confiada al tribunal, el que la ejercerá de acuerdo con las
disposiciones de este Código164 .
El proceso civil regido por el principio dispositivo, limita, sobre todo, en cuanto rige
de manera absoluta, los poderes y facultades del juez, de suerte que si el proceso
pertenece a las partes, su función queda reducida a la de un simple espectador.
Sin embargo, el moderno proceso civil concilia el principio acusatorio con una cierta
orientación hacia el principio inquisitorio, acordando cada vez poderes más amplios
al juez. Así, por ejemplo, el artículo 12 del Nuevo Código de Procedimiento Civil
francés faculta al juez para dar o restituir su exacta calificación a los hechos y actos
litigiosos. En opinión de Motulsky, cuando el juez recalifica, lo que hace es sustituir
una regla de derecho invocada por las partes por otra regla165 . Igualmente los artí-
culos 3, 8, 10 13 y 21 del Nuevo Código de Procedimiento Civil francés consagran
otras facultades al juez.
52
En República Dominicana, las nuevas corrientes francesas en pro del acrecentamiento
de los poderes del juez, específicamente en la dirección de la instrucción, han ejercido
su influencia, sobre todo, a partir de la ley 834 de 1978, la cual permite a los jueces
fijar, si hay necesidad, a pena de astreinte, el plazo y las modalidades de la comuni-
cación de documentos y obligar a la restitución de los mismos a la parte que no los
restituye en tiempo oportuno (Art. 51 y 53 de la ley 834 de 1978), sin embargo, no
hay una disposición que exprese: “El juez tiene poder para ordenar de oficio todas
las medidas legalmente admisibles”166 Esta actividad del juez se observa también en
ciertas contestaciones que nacen del matrimonio con relación al incumplimiento
de las obligaciones respectivas de los esposos (Art. 214 Cód. Civil), la audiencia de
casación se fija de oficio (Art. 13 Ley sobre Procedimiento de Casación), lo mismo
pasa con la perención del recurso (Art. 10 de la misma ley), diversos casos en los
que el juez puede ordenar la ejecución provisional de su sentencia, la facultad para
prescribir de oficio ciertas medidas de instrucción, con el fin de establecer o com-
pletar una prueba, por ejemplo, la comparecencia personal de las partes (Art. 61, ley
834 de 1978), el juramento supletorio, la información testimonial (Arts. 82 y Sigtes.
Ley 834), la inspección de lugares (Art. 295 Cód. de Proc. Civil) y el informe pericial
(Art. 322 del mismo Código)167 .
Esta corriente que propugna por acordar más poderes al juez tuvo en la escuela
procesal italiana como uno de sus más ilustres precursores a Chiovenda, quien
164
Art. 2 Código General del Proceso de Uruguay.
165
Vincent et Guinchard, Op. Cit., pp. 409, 418 y 419.
166
Artagnan Pérez Méndez, Op. Cit., pp. 218-219.
167
Froilán Tavares, Op. Cit., pp. 14-15.
sostenía que el proceso civil moderno procura modificar la actitud pasiva que el
juez tuvo en otros tiempos, que es un principio de Derecho Público moderno
que el Estado se encuentra interesado en el proceso civil, no en el objeto de cada
pleito, sino en que la justicia en todos los pleitos se realice lo más rápidamente y
lo mejor posible.
El juez, por lo tanto, debe estar provisto en el proceso civil de una autoridad de que
careció en otros tiempos.
Precisa que los jueces son representantes del Poder Público y tienen los atributos
de autoridad y de intervención que, en general, tienen todos los gobernantes y todos
los agentes del servicio público. Para hacer más gráfica su exposición propone el
siguiente ejemplo: “Si un ciudadano no puede despojar a otro de sus bienes en presencia
de la autoridad sin que ésta lo reduzca a prisión, no se concibe en virtud de qué razona-
miento un juez debe presenciar impasible cómo un litigante deshonesto arruina, burla y
168
La iniciativa probatoria del juez no desnaturaliza el principio dispositivo, sino que coexiste con él, ya que se refiere al poder
de disposición de los elementos de convicción, sin interesar la relación jurídica procesal.Véase, Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op.
Cit., p. 111.
169
José Chiovenda, Op. Cit., p.19.
defrauda a un litigante honesto, sin poner en juego un mínimo de su autoridad para evitar
ese despojo que se consuma ante él”.
Con relación a este principio, hay dos posiciones antagónicas inspiradas la primera, en
una ideología sociopolítica liberal y la segunda, en una ideología jerárquico-autoritaria,
pero entre ambas, hay infinidad de fórmulas transaccionales172 .
Una fórmula intermedia sería la del juez-director, término medio entre el juez
espectador y el juez dictador175 . Se trata, según Díaz, de una fórmula incompleta,
excepto que se interprete el verbo dirigir en una forma amplísima, este poder de
dirección y conducción sólo afecta al desarrollo del proceso y a su marcha normal,
o que no agota los predicados propuestos por los fines del Derecho Procesal que
están involucrados en el problema176 .
170
Este fin propio consiste en que la jurisdicción se cumpla en los términos de la Constitución.Véase Couture,
Proyecto de Código de Procedimiento Civil, Op. Cit., pp. 12 y 92.
171
Clemente A. Diaz, Instituciones de Derecho Procesal, parte general, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1968, Pág. 234.
172
Ibid, p. 235.
173
Al referirse a la neutralidad del juez, señala Gozaíni, no nos referimos a la imparcialidad, sino a que el juez
no interviene en forma activa en la marcha del proceso. Como una excepción a esta neutralidad cita el
comentario de Couture sobre la facultad del juez de invocar de oficio los medios procesales que tienen
un carácter de orden público: “Más notable es la facultad dejada al juez de invocar de oficio los medios
procesales que interesan al orden público, y de hacer entrar así al debate algunos de los elementos del
litigio que los litigantes se abstienen de invocar”. Couture, Eduardo J., Perrot, Roger, El principio de neutra-
lidad del juez en los derechos francés y uruguayo, Revista de Derecho Procesal, 1955-I, p.213.Véase, Osvaldo
Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 106.
174
Ibid, p. 236.
Señala Díaz que esta fórmula satisface con mayor plenitud una particular concepción de la libertad in-
dividual, citando a Couture a este respecto; pero puntualiza que esta fórmula solo puede tener el valor
absoluto que se le pretende atribuir, en tanto exista a su respecto el presupuesto fundamental de una
igualdad absoluta de las partes en el proceso…
175
Es el juez propio de los estados autoritarios donde predominan el principio de investigación o de apor-
tación de hechos por parte del mismo órgano jurisdiccional. Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 107.
176
En cuanto a esta fórmula Clemente A. Díaz expone que se trata de una creación ideal de la doctrina para
enjugar el déficit de la posición individualista del juez espectador, evitando, al mismo tiempo, su absorción
Colocándose en una posición crítica contra la fórmula del juez espectador, se postula
la intervención activa y preponderante del juez en la marcha del proceso y en el es-
clarecimiento de la verdad de los hechos controvertidos: fórmula de la autoridad
del juez177 , que se traduce en una especial configuración de la posición del juez y
de las partes en el proceso y ante su resultado.
Frente al juez-espectador, impasible e inerme, se postula el aumento de los poderes
del juez, en lo que respecta a la dirección y conducción del proceso, en la formación
del material de cognición y en la vigilancia de la conducta de los justiciables178 .
En la concepción del juez-espectador y del juez-director se concibe el órgano juris-
diccional como dotado de un conjunto de facultades que puede ejercitar, pero que
no puede imponer a los justiciables. La concepción del juez como autoridad intro-
duce la idea de poder sobre un súbdito, el justiciable, poder que adopta la forma de
un poder-deber por el grado de imperatividad para su ejercicio y del que resultan
paralelamente, para el justiciable, deberes y cargas. Pero no se trata de sustituir la
actividad del justiciable por la actividad del juez, sino de desplazar el centro de gra-
vedad del proceso, sin que se resienta el poder de disposición de los particulares,
que incluye el poder de iniciativa del proceso179 .
por tendencias políticas jerárquico-autoritarias, que en cierto modo refleja la perplejidad del hombre de ciencia cuya ideología
liberal-individualista es contradicha por el fenómeno jurídico en examen. Ibid, pp. 238-239.
177
Couture en la Exposición de Motivos de su Proyecto de Código de Procedimiento Civil afirmaba que era preciso otorgar
al juez el poder de dirección del proceso, no como un poder discrecional, sino como un poder ordenador que debe
ejercerse de acuerdo con la ley. Citado por M. Morello, La eficacia del proceso, 2da. Ed. Buenos Aires, Editorial Hammurabi,
2001, pp. 181-182.
178
Clemente A. Díaz, Ibid, p. 240.
Esta fórmula es coetánea de la dimensión científica del Derecho Procesal, o sea del tránsito de la exégesis procedimental a
la fundamentación dogmática de la disciplina jurídica.
179
Ibid, pp. 240-241.
180
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit, pp. 104-105.
181
Afirma Gozaíni que la publicitación ubica el proceso dentro del Derecho Público, por el que se entiende que un individuo que
Gozaíni ve a este juez director del proceso, como un magistrado con poderes de
iniciativa y dirección. Con una amplia iniciativa en la verificación de los hechos re-
levantes para la solución del litigio, tal como fue sometido a su conocimiento, sin
rebasar el cuadro que las partes han concretado182 .
Plantea la cuestión de una eventual parcialidad de este juez director, si ejercita sus
poderes, en interés exclusivo de una de las partes. Pero afirma que el riesgo de
parcialidad ronda todas las actividades del juez, como ser humano que es, la única
forma de eliminarlo sería confiando a una máquina la dirección del proceso. Atar las
manos al juez en la investigación de la verdad es pagar un precio muy alto, el remedio
contra el riesgo de la parcialidad no consiste en argüir obstáculos en la investigación
de la verdad, sino en imponer al juez, respeto escrupuloso de la contradicción en la
instrucción del proceso y la estricta observancia del deber de motivar sus decisiones,
mediante el análisis cuidadoso de la prueba producida y la indicación de las razones
de su convencimiento acerca de los hechos183 .
Una facultad no discutida del juez, aun en la aplicación más absoluta del principio
dispositivo, radica en el conocimiento y aplicación del derecho, provocando con este
poder la calificación jurídica del hecho y la deducción de los efectos consecuentes
a partir de las previsiones legales dispuestas184 .
56
6.4 Principio de autoridad versus principio de aportación de
parte
Donde reside la mayor preocupación del principio dispositivo es en la aportación
de parte185 , toda vez que sólo las partes pueden alegar los medios que sustentan
sus pretensiones, sin que el juez tenga posibilidad alguna de investigación oficiosa186 ,
prohibición que alcanza al esclarecimiento de los hechos afirmados por una de las
partes y admitidos por la contraria.
acude a la jurisdicción no tutela ya solamente un interés privado, sino que por vía de la despersonalización
del derecho subjetivo y la socialización del derecho, muda hacia un marco de protección que considera la
situación global de la sociedad. Que hoy en día el proceso es público, porque aún resolviendo conflictos
privados, generaliza sus respuestas dando pautas de convivencia social. Ibid.
Este juez director del proceso lo concibe Gozaíni al igual que Couture y la doctrina procesal moderna
iberoamericana, dentro de la fórmula de la autoridad del juez, precisamente en aplicación del principio
de autoridad.
182
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 108.
183
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 108.
184
Ibid, p. 110.
185
De conformidad con este principio de aportación de parte, o de controversia o de dualidad de partes, el
órgano jurisdiccional se ha de atener a los hechos admitidos por todas las partes, no debe introducir por
sí mismo hechos nuevos de carácter fundamental, ni realizar o intervenir, en principio, en más actividad
probatoria que la solicitada por las partes.Véase Andrés De La Oliva y Miguel Ángel Fernández, Lecciones
de Derecho Procesal, 2da. Ed., Barcelona, Limpergraf, S. A., 1984, p. 75.
186
Ibid, p.111.
el juzgador no tiene esa facultad (ni deber) y b) Sobre las partes recae la prueba de
los hechos en un doble sentido, en primer lugar, de las partes ha de salir la iniciativa
para pedir el recibimiento a prueba del pleito y para proponer medios concretos
de prueba y en segundo lugar, la parte que alegó hechos y no los probó sufrirá las
consecuencias en la sentencia, pues el juzgador no podrá tener en cuenta los hechos
no probados187 .
187
Juan Montero Aroca, Manuel Ortells Ramos, Juan-Luis Gómez Colomer y Alberto Montón Redondo, Derecho Jurisdiccional,
Barcelona, Librería Bosch, 1995, tomo I, págs. 329. Este monopolio de aportación, a juicio del profesor Montero Aroca, rige
el proceso civil y debe seguir en el futuro, por cuanto su alteración significaría destruir el principio de oportunidad y atentar
a la imparcialidad del juzgador.
188
Joan Picó Junoy, Principios Constitucionales del Proceso Civil, ensayo publicado en el libro Constitucionalización del Proceso
Civil, Santo Domingo, Escuela Nacional de la Judicatura, 2005, p. 112.
189
Joan Picó Junoy, Op Cit, Pág. 113. Todas las notas al pie que siguen relativas a las legislaciones de estos países en apoyo a la
opinión de este autor, fueron tomadas del artículo citado, pp. 113, 114.
190
La Zivilprozessordung alemana le permite el juez disponer de la comparecencia de alguna de las partes con el fin de inte-
rrogarlas, decretar pruebas de conocimiento judicial y la pericial, requerir la aportación de documentos de las partes o a las
autoridades o informes oficiales.
191
El Codice di Procedura Civile italiano permite al juez el interrogatorio de las partes, reconocimiento judicial o inspección de
cosas o personas, solicitud de documentos e información a la administración pública, testimonio de personas que no hayan
sido nombradas durante la audiencia o de personas que aparezcan en los escritos de las partes y que a juicio del juez pueden
conocer la verdad.
192
El Nuevo Código de Procedimiento Civil francés faculta al juez para disponer de oficio todos los medios de prueba relevantes
para la decisión del litigio (Arts. 10, 143 y 144).
193
El Código judicial belga reformado por la ley del 3 de agosto de 1992, reforzó ampliamente los poderes del juez en la dirección
del proceso, permitiéndole ordenar de oficio la prueba testifical, la pericial, la confesión judicial y la documental.
194
En Suiza, varias leyes procesales admiten que el juez puede ordenar las pruebas que estime útiles a la búsqueda de la verdad,
pudiendo ordenar de oficio, por ejemplo, un experticio o una inspección de lugares.
195
El Código de Processo Civil de 1961, faculta al juez para ordenar de oficio, las diligencias que considere necesarias para la
búsqueda de la verdad.
196
Las nuevas normas procesales civiles de Inglaterra, en vigencia a partir de abril de 1999, introducen ciertas actuaciones
probatorias del juez de oficio, muy especialmente en lo que respecta a la prueba pericial.
197
El juez está facultado para acordar de oficio que se practiquen determinadas pruebas u ordenar de oficio la aportación de
documentos, dictámenes u otros medios e instrumentos probatorios (Art. 282); de manera general para decretar de oficio
cuantas pruebas estime pertinentes, en los procesos de capacidad, filiación, matrimonio y menores (Art. 752); al careo de
testigos, finalmente el art. 429 permite una importante iniciativa probatoria en la siguiente hipótesis: “Cuando el tribunal
considere que las pruebas propuestas por las partes pudieran resultar insuficientes para el esclarecimiento de los hechos
controvertidos lo pondrá de manifiesto a las partes indicando el hecho o hechos que, a su juicio, podrían verse afectados por
Ahora bien, la iniciativa probatoria del juez civil no puede ser ilimitada pues puede
entrar en conflicto con derecho o principios que merecen ser protegidos. Pueden
señalarse tres límites a esta iniciativa en este principio atenuado de aportación de
parte:
B) Es necesario que consten en el proceso las fuentes de prueba sobre las cuales
tiene lugar la actividad probatoria del juez.
la iniciativa probatoria. Al efectuar esta manifestación, el tribunal, ciñéndose a los elementos probatorios,
cuya existencia resulte de los autos, podrá señalar también la prueba o pruebas cuya práctica considere
conveniente”.Véase Joan Picó Junoy, Op. Cit., pp. 118, 119.
198
Joan Picó Junoy, Op. Cit., pp. 114, 115.
199
Ibid, pp. 115-116. Afirma Joan Picó Junoy que si el objetivo de todo proceso es que los jueces y magis-
trados apliquen a ley a unos determinados hechos , de cuya certeza deben estar convencidos, coartarles
o restringirles, de un modo absoluto, la iniciativa probatoria supone, una limitación a la efectividad de la
tutela judicial y a la postre a la búsqueda de la justicia.
200
Geoffrey C. Hazard, Jr., and Michele Taruffo, American Civil procedure, Yale University Press, 1993.
En Pueblo v. Pabón, el Tribunal Supremo de Puerto Rico fija el enfoque actual, citado
frecuentemente por los demás tribunales, sobre la intervención del juez en el sistema
adversativo, destacándose lo siguiente:
A) El juez no sólo puede, sino que debe ser participante activo en la búsqueda de la
verdad, lo que incluye requerir la declaración de determinados testigos –aunque
no hubieran sido llamados por las partes– e interrogar a los testigos llamados
por las partes.
201
Ernesto L. Chiesa, Tratado de Derecho Probatorio, Sto. Dgo., Editora Corripio, 1998, tomo I, p. 6.
202
Ibid, p. 402.
El texto de la Regla 43 (C) es el siguiente: “El juez que preside un juicio o vista tendrá control y amplia discreción sobre
el modo en que la evidencia es presentada y los testigos son interrogados con miras a que la evidencia sea presentada en
la forma más efectiva posible para el esclarecimiento de la verdad, velando por la mayor rapidez de los procedimientos y
evitando dilaciones innecesarias”; y la 43 (D) contiene la siguiente disposición: “El juez podrá, a iniciativa propia o a petición
de la parte llamar testigos a declarar, permitiendo a todas las partes contrainterrogar al testigo así llamado. También podrá
el juez, en cualquier caso, interrogar a un testigo ya sea éste llamado a declarar por él o por la parte”.
203
Ernesto L. Chiesa, Op. cit., pp. 405-406.
La parte más citada de la decisión es: “El concepto de juicio acusatorio, en su versión primitiva, parece hallar especial apoyo
en la creencia de que la justicia se produce mágicamente del combate entre dos adversarios, presidido por un juez cuya
función esencial es ver tan sólo que se cumplan las reglas del juego. Rechazamos dicha visión de la función del juez. El juez no
es el simple árbitro de un torneo medieval entre la defensa y el ministerio público o el retraído moderador de un debate. El
juez es partícipe y actor principal en el esclarecimiento de la verdad y en la determinación de lo que es justo. El juez puede y
debe ser en casos vistos con o sin jurado, aunque con mayor libertad en los segundos, participante activo en la búsqueda de
la justicia, siempre que no vulnere la imparcialidad que su alto oficio reclama. Puede el juzgador en consecuencia requerir la
declaración de determinados testigos o interrogar a los que las partes ofrezcan, siempre que su conducta se mantenga dentro
de las normas de sobriedad y equilibrio que impiden que el juez sustituya, en vez de que complemente, la labor del fiscal o
60
del defensor. Nada impide que un juez, para aclarar un testimonio o una situación, o consciente de que
no se han formulado algunas preguntas centrales para la determinación de lo sucedido verdaderamente
en un caso, se tome la iniciativa a dicho efecto”.
204
Xavier Abel Lluch, La Iniciativa Probatoria De Oficio En Textos Supranacionales, ensayo publicado en Constiti-
cuonalización del Proceso Civil, Sto. Dgo., Escuela Nacional de la Judicatura, 2005, pp. 390-392.
Las partes, sus representantes o asistentes y, en general, todos los partícipes del proceso,
ajustarán su conducta a la dignidad de la Justicia, al respecto que se deben los litigantes
y a la ante lealtad y buena fe. El tribunal deberá impedir el fraude procesal, la colusión y
cualquier otra conducta ilícita o dilatoria205 .
Les parties sont tenues de garder en tout le respect dû à la justice. Le juge peut, suivant la
gravité des manquements, prononcer, même d’office, des injonctions, supprimer les écrits,
les déclarer calomnieux, ordonner l’impression et l’affichage de ses jugements206 .
Art. 24 Nuevo Código de Procedimiento Civil francés:“Las partes estarán obligadas a guardar en todas sus actuaciones el debido
206
respeto a la justicia. el tribunal, en función de la gravedad de las faltas, podrá, incluso de oficio, librar mandamientos, suprimir los
escritos, declararlos calumniosos, así como ordenar la impresión y la fijación en lugar público de sus resoluciones”.
En otros tiempos se exigía a las partes una declaración jurada de que litigaban de
buena fe, tal ocurría en el derecho romano207 , el derecho canónico y sus derivados,
posteriormente se consideró una medida inútil208 o un impedimento excesivo, pero
aun así manteniéndose el precepto de que el que litiga de mala fe, es decir, consciente
de no tener razón (litigante temerario), es responsable de los daños del pleito, no
sólo de los simples gastos que ocasiona la derrota209 . En los últimos tiempos, puede
decirse que se produce un regreso a esta tendencia de acentuar la efectividad de un
leal y honorable debate procesal210 .
“SÉ LEAL.- Leal con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es
62 indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con
207
En Grecia el procedimiento ático imponía a las partes, antes de entrar en la discusión del pleito, el deber
de prestar un juramento en el sentido de que entablaban la demanda o bien la defensa, con veracidad y
convencidos de su derecho y en Roma las Instituciones de Gayo y Justiniano consagraban la exigencia del
juramento de las partes, de no contravenir las normas procesales y la obligación del abogado de renunciar
a su mandato cuando se enterase de la falsedad de las alegaciones o de lo infundado de una pretensión,
sin que la parte tuviera derecho a tomar un nuevo abogado. Véase, Rodolfo Luis Vigo, Ética del Abogado,
Conducta Procesal Indebida, 2da. Edición, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, p. 117.
208
El proceso moderno abandonó esas exigencias, a juicio de Couture, no porque considerara innecesaria
la vigencia de principios éticos en el debate forense, sino porque los consideraba implícitos. Eduardo J.
couture, Fundamentos…, Op. Cit., p. 190.
209
José Chiovenda, Op. Cit., p. 210.
210
Eduardo J. Couture, Fundamentos…, Op. Cit., p. 190.
211
Hay autores que le niegan su valor de principio o de norma objetiva a este deber de lealtad, unos, porque
es anterior y superior a toda norma jurídica y se desnaturalizaría al contacto de lo material; otros, porque
la moral y del derecho tienen campos distintos y modos diversos y a veces opuestos de imponerse: la
persuasión para aquélla, la coercibilidad o coacción para éste. J. Ramiro Podetti, Teoría y Técnica del Proceso
Civil, Buenos Aires, Editorial Ideas, p. 95.
212
Clemente A. Diaz, Instituciones De Derecho Procesal, Parte General, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1968, p.
264.
Para Ramiro Podetti, este principio consiste en el deber de ser veraces y proceder con buena fe, de todos
cuantos intervienen en el proceso a fin de hacer posible el descubrimiento de la verdad. J. Ramiro Podetti,
Teoría y Técnica del Proceso Civil, Buenos Aires, Editorial Ideas, p. 97.
213
Entiende Díaz como válidos los artículos 3 y 63 del Código de Procedimiento Civil de Brasil que sanciona
a quien intentare demandar por espíritu de emulación, capricho o grave error, o ejercitare abusivamente
los medios de defensa, obstruyendo injustificadamente la marcha del proceso o provocando incidentes
manifiestamente infundados o alterare intencionalmente la verdad, procediendo con dolo, fraudem violencia
o simulación, en que se aglutinan figuras tales como la ambigüedad, la malicia, la argucia, la obrepción, la
falsedad, la obstrucción, la colusión fraudulenta, sea en la información de los hechos del proceso, sea en
el régimen probatorio, sea durante, en general, la tramitación misma del proceso. Ibid, p. 267.
214
Ibid, p. 266.
el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho,
alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas”215 .
D) Conducta maliciosa, en que incurre aquel que se sirve conscientemente del pro-
ceso, utilizando los medios que el mismo le brinda para ocasionar un daño en la
215
Eduardo J. Couture en un discurso pronunciado a propósito de recibir el título de socio honorario del Colegio de Abogados
de Argentina, dio una magnífica cátedra de Ética Profesional, que se resume en los Diez Mandamientos Del Abogado, como
han sido citados profusamente por la doctrina.
216
Así la ha denominado Rodolfo Luis Vigo en su obra citada, Ética del Abogado, las cinco especies de esta conducta procesal
indebida se tomaron igualmente de esa obra en sus páginas 87-125.
217
Eduardo J. Couture, Vocabulario Jurídico, Op. Cit., p. 691.
E) Condenas procesales, el litigante que actúa con ligereza o con malicia es con-
denado al pago de todo o parte de los gastos ocasionados, como sanción a la
culpa o dolo en su comportamiento procesal218 .
218
Eduardo J. Couture, Fundamentos…, Op. Cit., pp. 192-193.
embargo, la opinión más socorrida es que el proceso tiende a actuar la ley, de acuerdo
a las peticiones de las partes, para lo cual se persigue dentro de él, el descubrimiento
de la verdad de los hechos, si las partes exponen con falsedad consciente los hechos,
el fin del proceso se desnaturaliza y como el juez no es un mero espectador, sino
el delegado de la soberanía para actuar la ley, debe tener facultad de declarar la
inexistencia de una verdadera contienda en el caso llevado a su decisión, ya que al
poner en movimiento el poder jurisdiccional sin una causa lícita, se afecta el orden
público, ya que el juez tiene dentro del Estado la misión de dirimir conflictos, no la
de homologar acuerdos contrarios a la ley219 . Este criterio se avala en el rol director
que asume el magistrado en el proceso, él dirige la contienda dialéctica, impone la ley
y preserva el decoro y orden en los juicios, dedicando especial interés a proteger
el respeto a la justicia220 .
7.5 Aplicaciones
Dos tipos de sanciones han sido previstas para reprimir esta inconducta procesal,
por una parte, una sanción represiva aplicada de oficio por el juez y fundada en el
interés público comprometido en el proceso y las exigencias planteadas por los
fines del derecho y la ética profesional, y por otra parte, una sanción resarcitoria de
los daños sufridos por la parte afectada, que debe efectuar la respectiva petición al
juez de la causa221 . 65
219
J. Ramiro Podetti, Teoría y Técnica del Proceso Civil, Buenos Aires, Editorial Ideas, p. 98.
220
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 115. Refiere en este sentido el artículo 34, inciso 5to. del Código Procesal Civil y Co-
mercial de la Nación (Argentina), que establece como deber de los jueces “dirigir el procedimiento, debiendo, dentro de los
límites expresamente establecidos en este Código: d) prevenir y sancionar todo acto contrario al deber de lealtad, probidad y
buena fe… 6to. Declarar, en oportunidad de dictar las sentencias definitivas, la temeridad o malicia en que hubieren incurrido
los litigantes y profesionales intervinientes”.
221
Rodolfo Luis Vigo, Ética del Abogado, Op. Cit., p. 136.
222
El texto de esta regla expresa: “Rule 3.1 Meritorious Claims and Contentions. A lawyer shall not bring or defend a procee-
ding, or assert or controvert an issue therein, unless there is a basis in law and fact for doing so that is not frivolous, which
includes a good faith argument for an extension, modification or reversal of existing law.
223
Expresa la regla en este sentido: “Rule 3.3 Candor Toward the Tribunal (a) A lawyer shall not knowingly:
Así como el principio estudiado de lealtad procesal rige la conducta de los litigantes,
la actividad del juez está regida, sobre todo, por el principio de imparcialidad
del juez.
(1) make a false statement of fact or law to a tribunal or fail to correct a false statement of material fact
or law previously made to the tribunal by the lawyer;
(2) fail to disclose to the tribunal legal authority in the controlling jurisdiction known to the lawyer to be
directly adverse to the position of the client and not disclosed by opposing counsel; or
(3) offer evidence that the lawyer knows to be false. If a lawyer, the lawyer’s client, or a witness called by
the lawyer, has offered material evidence and the lawyer comes to know of its falsity, the lawyer shall
take reasonable remedial measures, including, if necessary, disclosure to the tribunal. A lawyer may
refuse to offer evidence, other than the testimony of a defendant in a criminal matter, that the lawyer
reasonably believes is false”.
(b) A lawyer who represents a client in an adjudicative proceeding and who knows that a person intends to
engage, is engaging or has engaged in criminal or fraudulent conduct related to the proceeding shall take
reasonable remedial measures, including, if necessary, disclosure to the tribunal.
(c) The duties stated in paragraphs (a) and (b) continue to the conclusion of the proceeding, and apply even
if compliance requires disclosure of information otherwise protected by Rule 1.6.
224
Cas. Civ, 13 de marzo del año 2002, información tomada del libro Un lustro de jurisprudencia civil, del Ma-
gistrado Rafael Luciano Pichardo, Primer Sustituto del Presidente de nuestra Suprema Corte de Justicia,
Santo Domingo, Impresora alfa y Omega, 2002, pp. 313 y 314.
Se observa en este criterio jurisprudencial reiterado de nuestra Corte de Casación, la influencia de
una decisión de la Corte de Casación francesa que ha servido desde principios del siglo pasado para el
establecimiento de este invariable criterio: “El ejercicio de una acción judicial no degenera en culpa sus-
ceptible de entrañar una condena por daños y perjuicios mas que si constituye un acto de malicia o de
mala fe; o si es al menos, el resultado de un craso error equiparable al dolo”, Cas. 14 de agosto de 1882,
D.1883.1.255.
Este principio de imparcialidad, igual que otros que hemos tenido oportunidad de
estudiar previamente, ha sido consagrado por convenios internacionales con rango
constitucional en la mayoría de nuestros países y en nuestras constituciones, como
uno de nuestros derechos fundamentales procesales. Así el artículo 10 de la De-
claración Universal de los Derechos Humanos225 y el 14.1 del Pacto Internacional
de los Derechos Civiles y Políticos226 , se refieren al derecho de cada persona a ser
oída por un tribunal independiente e imparcial, derecho que igualmente se consagra
para los países europeos por el artículo 6-1 de la Convención Europea de Derechos
Humanos227 , y en nuestra Constitución228 en el artículo 8,2,j.
El perfil del juez en la antigua Roma, el judex, era el del tercer hombre que desde su
tribuna guiado por el derecho, determinaba cuál de los litigantes lo tenía229 , ejercía la 67
justicia, ordenando que fuera dado a cada uno lo suyo, le llamaron ponti-fex230 , pues
consideraron que este sacerdote de la diosa Themis siempre tendía de esta manera
un puente firme entre la omnipotente divinidad y el humilde ser humano, puente
que unía ambas eternidades231 .
La idoneidad del juez, según Carnelutti232 , depende de la posición suya frente a las
partes, la imparcialidad se resuelve en una equidistancia de las partes. Ser im-
parcial significa no ser parte, pero el juez en tanto hombre, no puede dejar de ser
parte, se trata de un individuo con sus simpatías, con sus antipatías, sus relaciones
sus intereses, sus predilecciones, pretender la imparcialidad del juez es tanto como
buscar la cuadratura del círculo, sería necesario hacer vivir el juez dentro de una
campana de vidrio; y quizá no bastaría porque le haría perder su humanidad, esto
225
“Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal
independiente e imparcial…”.
226
“… Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, inde-
pendiente e imparcial…”.
227
“:” Toda persona tiene derecho a que su causa sea conocida de manera justa, pública y en un plazo razonable por un tribunal
independiente e imparcial...”
228
“Nadie podrá ser juzgado sin haber sido oído o debidamente citado, ni sin observancia de los procedimientos que establezca
la ley para asegurar un juicio imparcial…”
229
Ju-dex, ju-dix, jus-dicente, significa la persona que en el sentido estricto de la palabra, dice expresa una orden, da una orden,
y en el sentido amplio, señala a la persona que dice el derecho. K. Zoltan Mehesz, Judex Romanus, Asuncion, Bibliográfica
Juridica Paraguay S. R. L., 1997, p. 13.
230
Palabra compuesta, viene de pontem facere, que significa hacer el puente. Efectivamente los primeros pontífices de Roma eran
bausánicos, artesanos cuya actuación limitábase a construir puentes sobre el Tíber y luego entre los dioses y los hombres.
K. Zoltan Mehesz, Judex Romanus, pp. 13-14.
231
K. Zoltan Mehesz, Judex Romanus, Asuncion, Bibliográfica Jurídica Paraguay S. R. L., 1997, pp. 13-14.
232
Francesco Carnelutti, Derecho y Proceso, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, pp. 84-85.
es, la comprensión que viene de saber vivir la vida de los otros. El problema de la
imparcialidad no se reduce, pues, a la desconfianza del juez porque esté ligado con
una de las partes, sino liberarlo de cualquier prejuicio, que de un modo u otro pueda
turbar, aun en mínima medida, aquella imparcialidad, semejante al perfecto equilibrio
de una balanza.Y qué decir del saber privado del juez, en cuanto a lo que se pide que
juzgue, el juez debe ser en principio, un ausente, queriendo decir no tanto que no
sabe de ello cuanto que no debe saber nada de ello, Friedrich Stein233 afirma que el
juez en lo que se refiere a los hechos no pude valerse de su conocimiento privado,
de tal suerte que si hubiese tenido conocimiento directo de ellos, habiéndolos visto
u oído, debería olvidarse, regla que no vale ni para los hechos notorios, ni para el
conocimiento de las leyes naturales o jurídicas.
El reconocimiento como derecho fundamental procesal del ser humano al juez im-
parcial, no se discute en el derecho iberoamericano, institutos como la recusación y
la inhibición en nuestras leyes nacionales tienen por finalidad garantizar esta impar-
cialidad del juez, así como los Códigos de Ética Judicial. La imparcialidad, finalmente,
demanda de la observancia del principio de igualdad de las partes en el proceso, por
cuanto el juez debe despojarse de preferencias234, simpatías o antipatías a la hora
de realizar su elevada función.
68
233
Friedrich Stein, Das Private Wissen des Richters, Leipzig, C. L.Hirschfeld, 1893, citado por Carnelutti, Op.
Cit. Ibid.
234
Citamos aquí parte del canon XII del Código de Ética Judicial de Puerto Rico: “En el ejercicio de su labor
judicial, la Jueza o el Juez no deberá incurrir en conducta constitutiva de discrimen por motivo de raza,
color, nacimiento, origen, condición socio-económica, ideas políticas o religiosas, condición física, edad o
género. Evitará que sus palabras o su conducta puedan interpretarse en forma alguna como manifestaciones
de discrimen o prejuicio por tales motivos, y no deberá permitir manifestaciones de esa índole por parte
del personal, oficiales del tribunal u otras personas que actúen bajo su dirección y control”.
Toda persona tiene derecho a ser oída con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable…236 .
El tribunal y bajo su dirección, los auxiliares de la Jurisdicción, tomarán las medidas nece-
sarias para lograr la más pronta y eficiente administración de la justicia, así como la mayor
economía en la realización del proceso237 .
They shall be construed and administered to secure the just, speedy, and inexpensive de-
termination of every action238 .
Estas reglas regirán todos los procedimientos de naturaleza civil ante el Tribunal General de
Justicia. Se interpretarán de modo que garanticen una solución justa, rápida y económica
de todo procedimiento239 .
235
Art. 6-1 de la Convención Europea de los Derechos del Hombre.
236
Del Art. 8.1Convención Americana de Derechos Humanos.
237
Art. 9 del Código General del Proceso de Uruguay.
238
Del texto de la número 1 de la Reglas Federales del Procedimiento Civil de Los Estados Unidos.
239
Número 2 de las reglas del Procedimiento Civil de Puerto Rico.
Cabe preguntarse, ¿está el proceso regido por un principio de celeridad? ¿La función
jurisdiccional del Estado se cumple con una justicia tardía? ¿Si este principio informa
todo el proceso, qué requisitos, plazos, formalismos deberán cambiar? ¿Acaso los
avances tecnológicos son capaces de producir una revolución beneficiosa a estos
fines? Veamos.
A) El proceso civil se puede y se debe regular, según sus tipos y modalidades, con
una duración limitada. Lo importante es que no se quede ningún tiempo muerto
entre trámite y trámite.
B) Es preferible señalar los plazos razonables, antes que permitir la prórroga de los
mismos. Es decir, todos los plazos deben ser perentorios e improrrogables.
240
El cumplimiento de este requisito previsto por la Convención Europea, se aprecia según las circunstancias
de la causa, en particular la complejidad del asunto, la conducta del justiciable y el de las autoridades
competentes.V. Jean Vincent er Serge Guinchard, Op. Cit., pp. 403-404.
241
J. Ramiro Podetti, Teoría y Técnica del Proceso Civil, Buenos Aires, Editorial Ideas, p. 89.
242
J. Ramiro Podetti, Idem.
243
José Almagro Nosete, Consideraciones de derecho procesal, 1ra. Ed., Barcelona, Librería Bosch, 1988, pp.
265-266.
“El Proyecto parte de la base de que la justicia de este país es admirable en cuanto a su
calidad, tanto en el orden intelectual como en el orden moral. Pero adolece de extraordinaria
lentitud, de debilidad para con el litigante malicioso y de ineficacia en cuanto al cumplimiento
de los fallos”, así se refería Couture244 a la justicia uruguaya al momento de preparar
su proyecto de Código de Procedimiento Civil, por lo que entendía que la reforma 71
debía encaminarse a simplificar los trámites, despojándolos de inútiles formalismos,
concluyendo que sencillez, probidad y eficacia debían ser el lema de la reforma245 .
Sencillez para que el procedimiento no sea sino un simple instrumento para regir
el debate, probidad, porque el tradicional desprestigio del litigio solo se enmienda
convirtiéndolo en una leal y franca exposición de los intereses opuestos, sometidos
a la decisión del poder público y eficacia, para evitar que las soluciones de la justicia
estén destinadas a llegar demasiado tarde246 .
Para la consecución de lo ordenado por este principio, Morello247 propone cambios
en lo atinente al desempeño del tribunal y su personal y al procedimiento, dentro
de los cuales, se encuentran:
244
Eduardo J. Couture, Proyecto de Código de Procedimiento Civil, Op, Cit., p. 10.
245
Ibid, pp. 10 y 11.
246
Eduardo J. Couture, Proyecto de Código de Procedimiento Civil, Op. Cit., p. 25.
247
Augusto M. Morello, La eficacia del proceso, 2da. Ed. Buenos Aires, Editorial Hammurabi, 2001, pp. 26-30.
F) Acentuar el deber de colaboración por el lado de las partes y de los terceros, sea
en tareas de esclarecimiento e investigación (similares al discovery anglosajón),
en el aporte de documentos obrantes en su poder o en toda incidencia decisiva
para acceder a la verdad jurídica material.
Este cambio de actitud mental se refiere a comprender cuáles son las metas que el
servicio judicial está llamado a satisfacer, para desde allí, reorientar nuestros esfuerzos
en una labor constante de superación personal y de mejoramiento de la realidad que
nos circunda, bajo el entendido de que las computadoras no habrán de resolver nada
sin un vocacionado compromiso con los fines y metas del servicio de justicia y sin
una sentida convicción de producir cambios tangibles en la forma de trabajar250 .
248
Augusto M.Morello, Op. Cit., p. 31.
249
Idem.
250
Ibid, p. 32.
8.3 Aplicaciones
Lograr una solución justa (just), rápida (speedy) y económica (not expensive) de todo
proceso, es una de las metas fundamentales de las Reglas Federales del Procedimiento
Civil Norteamericano. En aplicación de este principio, una enmienda de 1993 hace
énfasis en el deber que tiene el juez de ejercer la autoridad procesal que le otorgan
estas reglas procesales, en aras de asegurar la solución justa y sin plazos o costos
indebidos de los procesos254 .
En la actualidad están siendo revisadas estas Reglas del Procedimiento Civil de Puerto
Rico, por comisiones formadas por el Tribunal Supremo y dentro de las propuestas,
se habla de la posibilidad de comunicar documentos a las partes, a través del facsímile
o del correo electrónico, lo que implicaría mayor celeridad y más economía256 .
73
La Regla número 5 Federal se refiere a la notificación de documentos y escritos entre
las partes y provee la posibilidad, entre otras muchas previsiones, de enviar una copia
del documento hasta por medios electrónicos257 , siempre que la persona notificada
haya expresamente consentido por escrito258 esta forma de notificación259 .
251
La multimedia consiste en la posibilidad de hacer interactuar imagen, sonido y texto en la computadora. Si todo lo actuado
(o lo más relevante) quedara registrado en videodiscos u otros dispositivos tecnológicamente admisibles, la dificultad que
tienen las instancias superiores para acceder a cuestiones de hecho y de prueba en el juicio oral en primer grado, quedaría
superada, pues el juicio se convertiría en una especie de película encerrada en uno o varios discos compactos, que el juzgador
podría ver y escuchar al momento de redactar su decisión. Morello, Ibid.
252
La telemática permite enviar y acceder a información a distancia, conectando dos puntos cualesquiera del planeta, siempre
que en cada uno de ellos exista al menos una computadora, un MODEM y una línea telefónica, y a través de Internet se
realiza por el costo de una llamada telefónica local.
253
Es la posibilidad de entablar diálogo entre diversas personas situadas en dos o más puntos geográficos, con y a través de la
imagen.
254
Baicker-Mckee, Jansen, Corr, Federal Civil Rules Handbook, Op. Cit., pp. 154,155.
255
Rafael Hernández Colón, Derecho Procesal Civil, Op. Cit., pp. 3 y 4.
En interpretación del Tribunal Supremo: “Los tribunales no pueden permitir el uso de los mecanismos procesales fuera de
los términos establecidos en estas reglas; tampoco deben conceder prórrogas a menos que se presenten dentro del término
establecido, vengan acompañadas de una adecuada justificación, el tribunal determine que al concederla no se causará perjuicio
a la otra parte o una indebida dilación a la pronta solución de la controversia, y que su concesión es necesaria para lograr
una justa solución. Lluch v. España Service Sta. 117 D. P. R.729, (1986).
256
Esta información la obtuvimos en entrevista que le hiciéramos en mayo del 2006 a la profesora Dra. Glenda Labadiede la
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
257
Se trata de la regla 5, b, 2,(D), que ha previsto la posibilidad de enviar una copia por cualquier otro medio, incluyendo medios
electrónicos, siempre que la persona a notificar haya consentido previamente por escrito en esta forma de comunicación.
258
Este consentimiento debe ser específico e incluir el nombre de la persona a notificar, su dirección (facsímile number, e-mail
address), el formato a ser usado y la duración del consentimiento.
259
Baicker-Mckee, Jansen, Corr, Federal Civil Rules Handbook, Op. Cit., pp. 221-227.
260
La Regla 37 del Procedimiento Civil de Puerto Rico regula lo relativo a las deposiciones.
261
Son los documentos probatorios.
262
Las Reglas del Procedimiento Civil facultan a los litigantes a obtener el testimonio bajo juramento de una
persona, reservando el derecho a la contraparte de repreguntar. Estas deposiciones se toman con el objeto
de descubrir prueba o para perpetuar testimonio.V. Rafael Hernández Colón, Op. Cit., pp. 230-231.
263
El Proyecto de Reglas del Procedimiento Civil de Puerto Rico de 1996 otorga al juez la facultad de oficio
de requerir en todo caso una temprana conferencia judicial, con el fin de tomar control de caso.V. Rafael
Hernández Colón, Ibid.
264
Rafael Hernández Colón, Ibid.
265
Adolfo Gelsi Bidart, Luis Torello, Enrique Vescovi, Gonzalo Uriarte, Exposición de Motivos del Código General
del Proceso de Uruguay, 6ta. edición, Fundación de Cultura Universitaria, p. 17.
demanda y la contestación, ambas escritas, las partes y el juez se reúnen, y allí, frente
a frente, los litigantes y sus abogados y con la presencia e intervención activa del
juez, se trata de llegar prioritariamente a una conciliación y en su defecto, se realiza
el debate y se fijan los puntos en disputa de manera clara y concreta266 .
266
Ibid, p.18.
267
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., pg. 139.
268
Ibid, pp. 139-140.
269
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 135.
270
Eduardo J. Couture, Fundamentos de Derecho Procesal Civil, Op. Cit., p. 189.
Es que las diferentes etapas del proceso, según Couture276 , se desarrollan en forma
sucesiva, mediante la clausura definitiva de cada una de ellas, impidiéndose el regre-
so a etapas y momentos procesales ya extinguidos o consumados, transcurrida la
oportunidad, la etapa del juicio se clausura como si una especie de compuerta se
cerrara tras los actos impidiendo su regreso. Pero no se trata de una prescripción,
sino de una caducidad y puede resultar de tres situaciones diferentes:
A) Por no haberse observado el orden u oportunidad dado por la ley para la realiza-
ción de un acto, por ejemplo, el no apelar dentro del término opera la extinción
de esa facultad procesal, la no producción de la prueba en tiempo oportuno, la
falta de alegación o de expresión de agravios en el tiempo fijado, o cuando en
aplicación del principio de eventualidad277 , se les pide a los litigantes que hagan
valer sus defensas en forma simultánea y no se hace de esta manera;
271
Ibid, 189-190.
272
Juan Montero Aroca, Manuel Ortells Ramos, Juan-Luis Gómez Colomer y Alberto Montón Redondo,
Derecho Jurisdiccional, Barcelona, Librería Bosch, 1995, Tomo I, p. 351.
273
José Chiovenda, Op. Cit., pp. 379-380.
274
Francesco Carnelutti, Derecho y Proceso, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, p. 177.
275
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 132.
276
Eduardo J. Couture, Fundamentos…, Op. Cit., pp. 194-199.
277
Este principio consiste en pedir a las partes que todos los actos de postulación, ataque y defensa, respon-
dan a las etapas correspondientes del proceso; recordando al efecto que, bajo el imperio del principio de
preclusión, lo que no se hace en tiempo hábil y pertinente queda impedido de plantearse en lo sucesivo.
Osvaldo Alfredo Gozaíni, Op. Cit., p. 136.
B) Por haberse cumplido una actividad incompatible con el ejercicio de otra anterior,
lo que supone el no ejercicio de esta, provocándose la preclusión a su respecto,
por ejemplo, el contestar la demanda sobre el fondo, opera preclusión de la
facultad de oponer excepciones dilatorias.
C) Por haberse ejercido ya una vez, válidamente, esa facultad, se trata de situaciones
en las que ha operado la cosa juzgada, considerada como la máxima preclusión, en
cuanto impide la renovación de las alegaciones, apoyadas en los mismos hechos
que fueron objeto del proceso anterior.
77
78
Desde esta óptica, a manera de conclusión, consideramos que sería útil tomar en
cuenta en la nueva legislación procesal, lo relativo al impulso procesal de oficio, en
el sentido de que el juez como detentador de uno de los poderes del estado está
comprometido con el servicio de la justicia; la concepción del juez director o éste
concebido como autoridad, sin llegar a ser el dictador del proceso inquisitorio; la
80
1. Adolfo Gelsi Bidart, Luis Torello, Enrique Vescovi, Gonzalo Uriarte, Exposición de
Motivos del Código General del Proceso de Uruguay, 6ta. edición, Fundación de Cultura
Universitaria. 81
82 26. Fleming James, Jr., Geofrey C. Hazard, Jr. And Joan Leubsdorf, Civil Procedure, 5th. Ed. New
York, Foundation Press, 2001.
27. Francesco Carnelutti, Derecho y Proceso, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-
América.
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Domingo, Editorial Tiempo, S. A., 1989, volumen II.
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