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Primera reflexión
Mi experiencia personal
Después de cuatro décadas de vivir en esta ciudad, está uno, creo yo, en
la posibilidad de hacer una especie de diagnóstico sobre las profundas
transformaciones que ha sufrido a lo largo del tiempo, la Ciudad de
México.
Nuestra ciudad ha sufrido cambios de todo tipo, unos para bien y otros
para no tan bien; algunos formidables y otros terribles; unos involuntarios y
otros intencionales. Y esto no debe sorprendernos, de hecho creo que de
alguna forma esto nos dice que nuestras ciudades no son entidades
inertes, inmóviles, sino que son entidades vivas, constantemente
modificadas por los grupos sociales que las habitan, y que, en el otro
sentido, también son capaces de alterar la forma de vida de sus
habitantes.
El zócalo era, con muy pocas variantes casi siempre relacionadas con el
sentido de sus vialidades, la misma plancha inhóspita que es hoy en día y
la Torre Latinoamericana, nuestro único y horrible rascacielos.
En los años 80’s la cosa no fue mejor. La mancha urbana había crecido
hasta prácticamente borrar las distancias con las zonas ahora
conurbadas, lo que se hizo más evidente cuando las casetas de salida a
las carreteras de Cuernavaca, Querétaro, Puebla y Pachuca se movieron
de lugar, haciendo mucho mas larga la travesía para salir de ella rumbo a
estos destinos.