Por:
Luis
Angel
Pérez
Gómez*
Fecha:
31
de
enero
de
2012
"Una
gran
democracia
debe
progresar
o
pronto
dejará
de
ser
o
grande
o
democracia".
T.
Roosevelt
El
próximo
1
de
julio
celebraremos
el
evento
democrático
más
importante
de
los
últimos
años
y
mediante
el
voto
mostraremos
nuestro
apoyo
a
un
cierto
movimiento,
candidato
o
propuesta.
Existen
diferentes
teorías
y
características
del
sufragio,
pero
en
general
podemos
concordar
que
el
voto
debe
ser
universal,
igual,
libre
y
secreto.
Sin
embargo,
nunca
nos
hemos
preguntado
si
el
ejercicio
del
voto
es
llevado
a
cabo
de
manera
racional
y
bajo
un
juicio
objetivo
e
informado.
El
Instituto
Federal
Electoral
(IFE)
y
otras
instituciones
de
la
sociedad
han
luchado
arduamente
para
que
todos
los
ciudadanos
mexicanos
podamos
ejercer
nuestro
derecho
al
voto
y
creo
que
en
la
medida
de
lo
posible,
han
hecho
una
gran
tarea.
El
problema
quizás
ya
no
sean
ellos,
sino
nosotros.
Históricamente
la
sociedad
ha
mostrado
una
gran
apatía
por
participar
en
el
ámbito
político
y
los
partidos
políticos
más
allá
de
convencer
al
electorado
por
sus
propuestas,
han
encontrado
la
manera
para
“comprar”
el
voto
de
la
sociedad
y
así,
sin
pena
ni
gloria,
llegar
al
poder.
La
efectividad
de
una
democracia
no
sólo
depende
del
porcentaje
participación
electoral,
sino
también
de
la
racionalidad
y
objetividad
con
la
que
cada
ciudadano
otorga
el
poder
a
sus
representantes.
Un
voto
racional
es
aquel
que
está
fundamentado
y
se
genera
a
partir
de
un
análisis
objetivo
sobre
las
propuestas
de
los
candidatos
y
el
análisis
de
los
resultados
obtenidos
por
el
gobierno
en
turno.
El
votante
se
pregunta
y
evalúa
si
da
continuidad
al
gobierno
o
abre
camino
para
uno
nuevo.
Aquí
comienzan
los
problemas.
La
mayoría
los
ciudadanos
no
estamos
interesados
en
conocer
las
propuestas
y
simplemente
elegimos
en
base
a
nuestra
cultura
política
u
optamos
por
la
costumbre.
Las
frases
más
comunes
que
escuchamos
en
cualquier
conversación
sobre
política
son:
“todos
son
lo
mismo”,
“mi
voto
no
cuenta”,
“votaré
por
el
menos
peor”,
entre
otras.
El
mexicano
tiene
un
concepto
tan
peyorativo
sobre
el
gobierno
y
los
políticos
que
no
se
da
la
oportunidad
de
escuchar
y
entender
la
proposición
de
alguien
que
aspira
al
poder.
No
votamos
y
después
nos
quejamos.
De
igual
manera,
contamos
con
una
clase
política
que
se
encuentra
tan
alejada
de
la
realidad
social
y
que
ve
al
ciudadano
como
objeto
que
necesita
atraer
para
ganar
la
elección
y
después
olvidarlo
para
atender
sus
intereses
personales.
El
ciudadano
es
visto
como
un
medio
más
no
como
un
fin.
Para
ganar
votos,
los
políticos
van
de
estado
en
estado
y
de
municipio
en
municipio;
realizan
promesas
y
se
entregan
al
público
que
espera
con
anhelo
un
cambio
radical
en
sus
comunidades.
Prometen
empleo,
salud,
seguridad
y
reducción
de
la
pobreza,
pero
lamentablemente
la
historia
nos
ha
enseñado
que
las
palabras
se
las
lleva
el
viento.
¿Quién
tiene
la
culpa?
La
realidad
política,
económica
y
social
que
vive
nuestro
país
no
es
más
que
el
resultado
de
un
pasado
lleno
de
frustración
y
fracaso.
Los
políticos,
las
instituciones
y
la
sociedad
son
fruto
de
su
pasado
y
creo
que,
inútilmente,
hemos
caído
en
un
debate
en
el
cual
queremos
encontrar
un
culpable
de
nuestra
realidad.
El
pasado
es
permanente,
inmodificable,
determinista
e
ineludible.
Te
invito
a
que
no
busques
solución
en
el
pasado,
mejor
infórmate
y
haz
tu
propio
juicio
sobre
la
realidad
para
tomar
una
mejor
elección
el
próximo
1
de
julio.
No
importa
si
eres
de
color
amarillo,
verde,
azul
o
morado,
tampoco
importa
si
eres
de
derecha,
de
arriba,
de
izquierda
o
del
centro,
es
mejor
conocer
todas
las
historias
y
no
sólo
atarte
a
una
parte
del
relato.
Todos
somos
artistas
de
un
mismo
teatro
y
la
novela
la
hemos
construido
entre
todos,
mejor
encaremos
el
futuro
con
coraje
y
no
sigamos
siendo
presos
de
nuestro
pasado.
*Estudiante
de
la
Licenciatura
en
Economía
y
Finanzas
del
ITESM
CEM,
columnista
de
Gurú
Político
y
autor
del
blog
La
Revolución
del
Pensamiento.
angel_lp01@hotmail.com
Twitter:
@LuisAngel_Perez