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voy por tu cuerpo como por el mundo, busco sin encontrar, escribo a solas,
tu vientre es una plaza soleada, no hay nadie, cae el día, cae el año,
tus pechos dos iglesias donde oficia caigo en el instante, caigo al fondo,
la sangre sus misterios paralelos, invisible camino sobre espejos
mis miradas te cubren como yedra, que repiten mi imagen destrozada,
eres una ciudad que el mar asedia, piso días, instantes caminados,
una muralla que la luz divide piso los pensamientos de mi sombra,
en dos mitades de color durazno, piso mi sombra en busca de un instante,
un paraje de sal, rocas y pájaros
busco una fecha viva como un pájaro,
busco el sol de las cinco de la tarde cierra el paso al futuro un par de ojos,
templado por los muros de tezontle:
la hora maduraba sus racimos no hay nada frente a mí, sólo un instante
y al abrirse salían las muchachas rescatado esta noche, contra un sueño
de su entraña rosada y se esparcían de ayuntadas imágenes soñado,
por los patios de piedra del colegio, duramente esculpido contra el sueño,
alta como el otoño caminaba arrancado a la nada de esta noche,
envuelta por la luz bajo la arcada a pulso levantado letra a letra,
y el espacio al ceñirla la vestía mientras afuera el tiempo se desboca
de un piel más dorada y transparente, y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,
tigre color de luz, pardo venado sólo un instante mientras las ciudades,
por los alrededores de la noche, los nombres, lo sabores, lo vivido,
entrevista muchacha reclinada se desmoronan en mi frente ciega,
en los balcones verdes de la lluvia, mientras la pesadumbre de la noche
adolescente rostro innumerable, mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
he olvidado tu nombre, Melusina, y mi sangre camina más despacio
Laura, Isabel, Perséfona, María, y mis dientes se aflojan y mis ojos
tienes todos los rostros y ninguno, se nublan y los días y los años
eres todas las horas y ninguna, sus horrores vacíos acumulan,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro, mientras el tiempo cierra su abanico
te pareces al filo de la espada y no hay nada detrás de sus imágenes
y a la copa de sangre del verdugo, el instante se abisma y sobrenada
yedra que avanza, envuelve y desarraiga rodeado de muerte, amenazado
al alma y la divide de sí misma, por la noche y su lúgubre bostezo,
escritura de fuego sobre el jade, amenazado por la algarabía
grieta en la roca, reina de serpientes, de la muerte vivaz y enmascarada
columna de vapor, fuente en la peña, el instante se abisma y se penetra,
circo lunar, peñasco de las águilas, como un puño se cierra, como un fruto
grano de anís, espina diminuta que madura hacia dentro de sí mismo
y mortal que da penas inmortales, y a sí mismo se bebe y se derrama
pastora de los valles submarinos el instante translúcido se cierra
y guardiana del valle de los muertos, y madura hacia dentro, echa raíces,
liana que cuelga del cantil del vértigo, crece dentro de mí, me ocupa todo,
enredadera, planta venenosa, me expulsa su follaje delirante,
flor de resurrección, uva de vida, mis pensamientos sólo son su pájaros,
señora de la flauta y del relámpago, su mercurio circula por mis venas,
terraza del jazmín, sal en la herida, árbol mental, frutos sabor de tiempo,
ramo de rosas para el fusilado,
nieve en agosto, luna del patíbulo, oh vida por vivir y ya vivida,
escritura del mar sobre el basalto, tiempo que vuelve en una marejada
escritura del viento en el desierto, y se retira sin volver el rostro,
testamento del sol, granada, espiga, lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
rostro de llamas, rostro devorado, en otro instante que se desvanece:
adolescente rostro perseguido
años fantasmas, días circulares frente a la tarde de salitre y piedra
que dan al mismo patio, al mismo muro, armada de navajas invisibles
arde el instante y son un solo rostro una roja escritura indescifrable
los sucesivos rostros de la llama, escribes en mi piel y esas heridas
todos los nombres son un solo nombre como un traje de llamas me recubren,
todos los rostros son un solo rostro, ardo sin consumirme, busco el agua
todos los siglos son un solo instante y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y por todos los siglos de los siglos y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado, ¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
tu cuerpo sabe a pozo sin salida, otros ojos futuros, otra vida,
pasadizo de espejos que repiten otras nubes, morirme de otra muerte!
los ojos del sediento, pasadizo —esta noche me basta, y este instante
que vuelve siempre al punto de partida, que no acaba de abrirse y revelarme
y tú me llevas ciego de la mano dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
por esas galerías obstinadas cómo me llamo yo:
hacia el centro del círculo y te yergues ¿hacía planes
como un fulgor que se congela en hacha, para el verano —y todos los veranos—
como luz que desuella, fascinante en Christopher Street, hace diez años,
como el cadalso para el condenado, con Filis que tenía dos hoyuelos
flexible como el látigo y esbelta donde bebían luz los gorriones?,
como un arma gemela de la luna, ¿por la Reforma Carmen me decía
y tus palabras afiladas cavan "no pesa el aire, aquí siempre es octubre",
mi pecho y me despueblan y vacían, o se lo dijo a otro que he perdido
uno a uno me arrancas los recuerdos, o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
he olvidado mi nombre, mis amigos ¿caminé por la noche de Oaxaca,
gruñen entre los cerdos o se pudren inmensa y verdinegra como un árbol,
comidos por el sol en un barranco, hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto —siempre un cuarto—
no hay nada en mí sino una larga herida, no me reconocieron los espejos?,
una oquedad que ya nadie recorre, ¿desde el hotel Vernet vimos al alba
presente sin ventanas, pensamiento bailar con los castaños — "ya es muy tarde"
que vuelve, se repite, se refleja decías al peinarte y yo veía
y se pierde en su misma transparencia, manchas en la pared, sin decir nada?,
conciencia traspasada por un ojo ¿subimos juntos a la torre, vimos
que se mira mirarse hasta anegarse caer la tarde desde el arrecife?
de claridad: ¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
yo vi tu atroz escama, gardenias en Perote?,
Melusina, brillar verdosa al alba, nombres, sitios,
dormías enroscada entre las sábanas calles y calles, rostros, plazas, calles,
y al despertar gritaste como un pájaro estaciones, un parque, cuartos solos,
y caíste sin fin, quebrada y blanca, manchas en la pared, alguien se peina,
nada quedó de ti sino tu grito, alguien canta a mi lado, alguien se viste,
y al cabo de los siglos me descubro cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,
con tos y mala vista, barajando
viejas fotos: Madrid, 1937,
no hay nadie, no eres nadie, en la Plaza del Ángel las mujeres
un montón de ceniza y una escoba, cosían y cantaban con sus hijos,
un cuchillo mellado y un plumero, después sonó la alarma y hubo gritos,
un pellejo colgado de unos huesos, casas arrodilladas en el polvo,
un racimo ya seco, un hoyo negro torres hendidas, frentes esculpidas
y en el fondo del hoyo los dos ojos y el huracán de los motores, fijo:
de una niña ahogada hace mil años, los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
miradas enterradas en un pozo, nuestra ración de tiempo y paraíso,
miradas que nos ven desde el principio, tocar nuestra raíz y recobrarnos,
mirada niña de la madre vieja recobrar nuestra herencia arrebatada
que ve en el hijo grande un padre joven, por ladrones de vida hace mil siglos,
mirada madre de la niña sola los dos se desnudaron y besaron
que ve en el padre grande un hijo niño, porque las desnudeces enlazadas
miradas que nos miran desde el fondo saltan el tiempo y son invulnerables,
de la vida y son trampas de la muerte nada las toca, vuelven al principio,
—¿o es al revés: caer en esos ojos no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
es volver a la vida verdadera?, verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total... se
cuartos a la deriva derrumban
entre ciudades que se van a pique, por un instante inmenso y vislumbramos
cuartos y calles, nombres como heridas, nuestra unidad perdida, el desamparo
el cuarto con ventanas a otros cuartos que es ser hombres, la gloria que es ser
con el mismo papel descolorido hombres
donde un hombre en camisa lee el periódico y compartir el pan, el sol, la muerte,
o plancha una mujer; el cuarto claro el olvidado asombro de estar vivos;
que visitan las ramas de un durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve amar es combatir, si dos se besan
y hay un patio y tres niños oxidados; el mundo cambia, encarnan los deseos,
cuartos que son navíos que se mecen el pensamiento encarna, brotan las alas
en un golfo de luz; o submarinos: en las espaldas del esclavo, el mundo
el silencio se esparce en olas verdes, es real y tangible, el vino es vino,
todo lo que tocamos fosforece; el pan vuelve a saber, el agua es agua,
mausoleos de lujo, ya roídos amar es combatir, es abrir puertas,
los retratos, raídos los tapetes; dejar de ser fantasma con un número
trampas, celdas, cavernas encantadas, a perpetua cadena condenado
pajareras y cuartos numerados, por un amo sin rostro;
todos se transfiguran, todos vuelan, el mundo cambia
cada moldura es nube, cada puerta si dos se miran y se reconocen,
da al mar, al campo, al aire, cada mesa amar es desnudarse de los nombres:
es un festín; cerrados como conchas "déjame ser tu puta", son palabras
el tiempo inútilmente los asedia, de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, la tomó por esposa y como premio
espacio, lo castraron después;
abre la mano, coge esta riqueza, mejor el crimen,
corta los frutos, come de la vida, los amantes suicidas, el incesto
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!, de los hermanos como dos espejos
enamorados de su semejanza,
todo se transfigura y es sagrado, mejor comer el pan envenenado,
es el centro del mundo cada cuarto, el adulterio en lechos de ceniza,
es la primera noche, el primer día, los amores feroces, el delirio,
el mundo nace cuando dos se besan, su yedra ponzoñosa, el sodomita
gota de luz de entrañas transparentes que lleva por clavel en la solapa
el cuarto como un fruto se entreabre un gargajo, mejor ser lapidado
o estalla como un astro taciturno en las plazas que dar vuelta a la noria
y las leyes comidas de ratones, que exprime la substancia de la vida,
las rejas de los bancos y las cárceles, cambia la eternidad en horas huecas,
las rejas de papel, las alambradas, los minutos en cárceles, el tiempo
los timbres y las púas y los pinchos, en monedas de cobre y mierda abstracta;
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete, mejor la castidad, flor invisible
el tigre con chistera, presidente que se mece en los tallos del silencio,
del Club Vegetariano y la Cruz Roja, el difícil diamante de los santos
el burro pedagogo, el cocodrilo que filtra los deseos, sacia al tiempo,
metido a redentor, padre de pueblos, nupcias de la quietud y el movimiento,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto canta la soledad en su corola,
del porvenir, el cerdo uniformado, pétalo de cristal en cada hora,
el hijo pedilecto de la Iglesia el mundo se despoja de sus máscaras
que se lava la negra dentadura y en su centro, vibrante transparencia,
con el agua bendita y toma clases lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
de inglés y democracia, las paredes se contempla en la nada, el ser sin rostro
invisibles, las máscaras podridas emerge de sí mismo, sol de soles,
que dividen al hombe de los hombres, plenitud de presencias y de nombres;
al hombre de sí mismo,
sigo mi desvarío, cuartos, calles, que nadie contestó: ¿por qué me matan?,
camino a tientas por los corredores los carajos, los ayes, los silencios
del tiempo y subo y bajo sus peldaños del criminal, el santo, el pobre diablo,
y sus paredes palpo y no me muevo, cementerio de frases y de anécdotas
vuelvo donde empecé, busco tu rostro, que los perros retóricos escarban,
camino por las calles de mí mismo el delirio, el relincho, el ruido obscuro
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado que hacemos al morir y ese jadeo
caminas como un árbol, como un río que la vida que nace y el sonido
caminas y me hablas como un río, de huesos machacadosen la riña
creces como una espiga entre mis manos, y la boca de espuma del profeta
lates como una ardilla entre mis manos, y su grito y el grito del verdugo
vuelas como mil pájaros, tu risa y el grito de la víctima...
me ha cubierto de espumas, tu cabeza son llamas
es un astro pequeño entre mis manos, los ojos y son llamas lo que miran,
el mundo reverdece si sonríes llama la oreja y el sonido llama,
comiendo una naranja, brasa los labios y tizón la lengua,
el mundo cambia el tacto y lo que toca, el pensamiento
si dos, vertiginosos y enlazados, y lo pensado, llama el que lo piensa,
caen sobre las yerba: el cielo baja, todo se quema, el universo es llama,
los árboles ascienden, el espacio arde la misma nada que no es nada
sólo es luz y silencio, sólo espacio sino un pensar en llamas, al fin humo:
abierto para el águila del ojo, no hay verdugo ni víctima...
pasa la blanca tribu de las nubes, ¿y el grito
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma, en la tarde del viernes?, y el silencio
perdemos nuestros nombres y flotamos que se cubre de signos, el silencio
a la deriva entre el azul y el verde, que dice sin decir, ¿no dice nada?,
tiempo total donde no pasa nada ¿no son nada los gritos de los hombres?,
sino su propio transcurrir dichoso, ¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?