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La vida de una vaca

Crónicas Planeta / Seix Barral

Juan Pablo Meneses


La vida de una vaca
Meneses, Juan Pablo
La vida de una vaca.- 1ª ed. – Buenos Aires : Planeta, 2008.
240 p. ; 23x15 cm.

ISBN 978-950-49-1845-5

1. Crónicas I. Título
CDD 070.4

A Carolina

Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Editorial Planeta


Diseño de interiores: Orestes Pantelides

© 2008, Juan Pablo Meneses


c/o Guillermo Schavelzon & Asoc. Agencia Literaria
info@schavelzon.com

Derechos exclusivos de edición en castellano


reservados para Latinoamérica
©2008, Grupo Editorial Planeta SAIC
©2008, Emecé Editores S.A. / Seix Barral
Independencia 1668, C1100ABQ, Buenos Aires
www.editorialplaneta.com.ar

1ª edición: marzo de 2008

ISBN 978-950-49-1845-5

Impreso en Printing Books,


Mario Bravo 835, Avellaneda,
en el mes de febrero de 2008.

Hecho el depósito que prevé la ley 11.723


Impreso en la Argentina

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida,
almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico,
mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
«Los conejos, que en su vida habían visto una vaca,
las miraban con asombro».

ROBERTO BOLAÑO, El gaucho insufrible


Abre paréntesis

En esta historia todos los nombres de personas son


reales. Los hechos también lo son, aunque a veces lo
En este instante millones de vacas pastan en el mundo entero, ban-
dejas con trozos de carne congelada van y vienen entre ciudades, paí-
parezcan menos.
ses y continentes; los números del consumo saltan y bailan y giran en-
tre cuentas bancarias conectadas entre sí; la producción no se detie-
ne ante nada, no importa la hora ni la época del año ni el lugar del
mundo. Hay vacas que están por parir, y terneros que están siendo
destetados o marcados o castrados o vendidos o inyectados. Por las
carreteras están transitando camiones cargando vacas, vaquillonas,
terneros, novillos y toros, con destino a mercados grandes y chicos,
donde saldrán a la venta en las próximas horas. Hay rematadores que
están comenzando a golpear el martillo y consignatarios que acaban
de adquirir una nueva partida de animales. En los frigoríficos y ma-
taderos los ganados entran vivos y mueren antes de ser colgados en
ganchos, donde irán perdiendo, lentamente y a cuchillo, las distintas
partes de su masa muscular. En algún lugar hay un niño que está co-
miendo el primer pedazo de carne de su vida, y en otro un viejo que
la mastica por última vez. En este instante hay restaurantes de carne
donde los clientes revisan la carta, antes de pedir un corte jugoso, a
punto o bien cocido. Y hay funcionarios públicos revisando las cifras
del mercado de la carne, y organizaciones de la salud donde se estu-
dian los efectos del consumo cárnico. Hay una madre que sale de ca-
sa, con dirección al supermercado, donde comprará los tres bifes pa-
ra la comida de esta noche. Los carniceros afilan cuchillos y en las
agrupaciones naturistas se analiza la próxima acción para promover
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una vida vegetariana. En este instante hay galpones con bovinos que que nace hasta que llega al plato. Y de paso tratar de entender un país
se alimentan en pequeños cubículos, por medio de tubos donde tran- donde, más que en ningún otro, el consumo de carne representa algo
sitan los químicos que las harán engordar a buen ritmo, y también que se dice simple: una parte fundamental de la vida diaria.
hay estancias, tan amplias como miles de canchas de fútbol, donde el En estos más de tres años vi nacer, enfermarse y morir diferentes
ganado pasta libremente por días enteros. Hay moledoras que tritu- tipos de vacunos. Estuve en remates pequeños y en la más importan-
ran cortes de carne que luego serán nuevas hamburguesas, para algu- te subasta ganadera del país. Conocí empresarios agresivos que han
no de esos millones de locales de comida rápida donde en este mis- hecho fortunas entre frigoríficos y mataderos, y estuve en un canal de
mo instante hay una larga fila en espera de hacer, cada uno, su propio televisión donde los bovinos tienen su propio noticiero. Conocí a pe-
pedido. Hay equipos de científicos analizando nuevas fórmulas para queños y medianos productores, algunos arruinados de la noche a la
generar vacunos genéticamente perfectos. Hay pequeños ganaderos a mañana y otros que se han salvado milagrosamente de la quiebra. Es-
punto de irse a la ruina, y grandes grupos económicos afilando los tuve en lugares donde se hacen asados masivos, con grandes fogatas
dientes para tragarse una nueva víctima. Hay carnicerías con jugosas callejeras en las que se van dorando los animales y el asado es para to-
ofertas, y hay un asador que prepara el fuego antes de lanzar los cor- dos. Leí en los principales diarios cientos de titulares de primera pá-
tes a la parrilla. Hay vacunos que están siendo peinados para salir a gina alarmados por el precio de la carne, y seguí la disputa eterna en-
competir en un concurso de belleza animal, y hay agricultores implo- tre el gobierno y los ganaderos por el futuro del animal más emble-
rando que llueva, porque la lluvia es parte fundamental del negocio mático del país. Vi cómo el Ejercito argentino sacaba sus propias va-
y de esta historia. En estos instantes hay lugares del mundo donde la cas a la calle, para detener la falta de carne, y seguí la extraña y ague-
vaca es sagrada, y hay sitios donde el ganado y los bifes de carne ape- rrida batalla por el derecho nacional a un kilo de asado barato. Co-
nas se ven. Hay ciudades donde el kilo de lomo cuesta más caro que nocí gente que hace mucho dinero con las vacas, y estuve en ciudades
un teléfono celular, y países donde la gente está dispuesta a matarse que fueron abandonadas por la industria ganadera y en cuyas calles
por una pierna de ternera. Hay científicos calculando el impacto am- ahora apenas reinan perros y gatos. Publiqué en diferentes revistas y
biental de los gases que sueltan los vacunos, y expertos que aseguran diarios la historia de mi vaca argentina y recibí, desde el primer día,
que por las vacas es que crece tanto el calentamiento global de la tie- cartas y mensajes de quienes apoyaban que la matara y quejas de quie-
rra. Todo ocurre en este instante, tal como pasó ayer y sucederá ma- nes exigían clemencia para el animal. Y durante estos más de tres años
ñana. Porque el consumo de carne es el más exitoso de los consumos: no sabía si terminar comiéndome la vaca, vendiéndola o dejándola
no se detiene ante nada y crece junto al aumento de población mun- pastar hasta el último de sus días.
dial. Esa misma población que alguna vez comía sólo verduras y que Pero ya pasó mucho tiempo, y llegó el final.
con el tiempo, y por el desarrollo, se transformó en una especie abso- Hace unos minutos acabo de confirmar por teléfono mi reserva
lutamente carnívora. de dos noches en el Hotel del Sol, en La Plata. Cerca de ahí, en un
Cuando me compré una vaca, una ternera recién nacida, intenté campo de Magdalena, ha crecido todo este tiempo mi vaca. El mismo
abrir un paréntesis en aquella desenfrenada carrera por comer anima- animal al que ahora, de una vez, comienzo a darle su final definitivo.
les. Una pequeña pausa que ha tenido lugar en la Argentina, uno de los Como en toda historia real, las cosas cambiaron en el camino.
países con la carne más famosa del mundo y donde las vacas y el kilo Compré una ternera para entender cómo un país logra obsesionarse
de asado son considerados parte de la soberanía nacional. Hace más de con la carne, y de alguna manera, terminé yo mismo viviendo con una
tres años que me compré el animal, una ternera negra con pocas sema- vaca en la cabeza. Me compré un animal para comerlo, y sin embar-
nas de vida. La idea, desde un comienzo, fue seguir su desarrollo desde go muchas veces siento que él me está tragando entero.
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––¿Y cómo está tu vaca? ––fue lo primero que me preguntó, hace taxista-veterano mueve sus manos y sé que sigue hablando, sé que ha
unos días, un amigo que no me veía hace varios meses. vuelto a relatar escenas de la guerra sin importar si alguien lo escu-
Nos habíamos juntado en la cafetería que está en la esquina de su cha, a proyectar ese corto en pleno campo de batalla que de seguro no
trabajo: un periódico sin cafetería. Después de mucho tiempo sin ver- lo deja dormir, ni despertar, y que lo tiene manejando un Peugueot
nos, llegué a la cita a la hora acordada. En el camino me había dete- 504 todas las tardes y noches de posguerra hasta que, supongo, llega
nido apenas dos veces. Una de ellas, en la vidriera de una carnicería un momento en que el cansancio lo tumba tan fulminante como si le
donde se veían vacas muertas, colgando de ganchos y listas para salir metieran una bala grande por la nuca y así por fin se desploma sobre
a la venta. Cuando mi amigo apareció se veía feliz. El nuevo trabajo la cama deshecha de la que despierta al día siguiente sobresaltado, cre-
en el periódico lo tiene de buen ánimo, y en un momento hasta nos yendo otra vez que ha despertado en pleno frente de combate. Hasta
reímos de los camiones militares transportando ganado. Antes de que que comprende que ya pasó, que ya han pasado muchos años.
creciera mi vaca, él solía andar más abatido. Nos dimos un abrazo y Imagino que tener una guerra dentro de uno, con muertes y gri-
rápidamente pedimos un par de cafés. tos en la trinchera y torturas y disparos silbando cerca de la oreja, es
––¿Mi vaca? Ahí está, tranquila ––le respondí. más duro que llevar encerrada en la cabeza una simple y solitaria va-
––¿Todavía no la mataste? ca. Pero en ambos casos, estoy seguro, el tiempo corre sin que nos de-
––No, sigue creciendo. Crece y crece ––le respondí, igual que a to- mos cuenta: hasta que descubrimos que han pasado muchos años. En
dos. Desde que comencé a publicar la historia de mi vaca siempre me mi caso, más de tres años desde que me compré la ternera. Y llegó el
preguntan por ella. momento de terminar esto. Por eso es que ahora me voy a subir a un
Ahora suena el timbre. Es el taxi que me llevará a la parada de au- autobús rumbo al campo. Si todo sale bien, mañana mismo la histo-
tobuses para ir a Magdalena. Adentro me espera un flaco de barba se- ria de mi vaca habrá llegado a su fin. Y habré cerrado ese paréntesis
ca y un tatuaje sobre los nudillos de la mano derecha, que me dice que que se abrió el día que compré a La Negra.
combatió en Malvinas. No sé cómo llegó tan rápido a esa charla, pe-
ro a las pocas cuadras ya me va contando detalles de sus días de com-
bates contra los ingleses y de un amigo muerto en sus brazos y de la
poca ayuda del gobierno a los veteranos y de tantos ex combatientes
que se han suicidado y de lo mal que estuvo Chile en asistir a Gran
Bretaña durante el conflicto. Si bien trato de ocultar mi acento chile-
no, el taxista-veterano me lo descubre en seguida y acelera. Pasamos
rozando los vehículos vecinos, zigzaguendo entre autos que regresan
a casa después del día laboral, mientras me sigue contando detalles.
En un momento me dan ganas de preguntarle por el tema de la car-
ne durante la guerra, de los embarques de asado que se les enviaban
a los soldados pero que nunca llegaron a Malvinas porque otros se los
comían en el camino, o por las historias que se cuentan de comba-
tientes sumidos en una desesperada abstinencia que lograban calmar
matando vacas en la isla y asándolas con el resto del pelotón. Pero pre-
fiero dejar de escucharlo. Los autos pasan y pasan por la ventanilla. El
Primer corte

El comienzo de la ganadería en Argentina no fue distinto al del res-


to de Latinoamérica y tiene su origen en 1493, en el segundo viaje de
Cristóbal Colón a América. Esa vez fue cuando llegaron los primeros
vacunos al continente. De alguna manera es en aquella travesía ––que
comenzó en el puerto de Cádiz y donde venía embarcada una parti-
da de vacas y toros seleccionados en Andalucía–– donde está el ori-
gen del ganado de toda América latina. El viaje fue largo y con menos
expectativas que el primero. Los días se hacían lentos mar adentro y
el olor a bosta y orina no abandonó el barco en todo el cruce del
Atlántico. Más que un viaje exploratorio, esta vez el motivo era insta-
lar bases en las nuevas tierras. Con pocas bajas en el cruce, la flota con
vacunos llegó a la isla bautizada como La Española, y que hoy com-
parten República Dominicana y Haití. Un arribo de ganado que hoy
puede considerarse una paradoja: esa isla hoy muestra los menores
índices de consumo de carne de todo el continente.
Pasaron más de sesenta años desde aquel segundo viaje para que
las vacas recién aparecieran en Sudamérica. Los primeros vacunos
llegan a Paraguay y lo hacen atravesando el sur de Brasil, con una
expedición comandada por los hermanos Goes en 1555, quienes
viajan acompañados de siete vacas y un toro. Quince años más tar-
de, Felipe de Cáceres lleva desde el Alto Perú 4.000 vacunos a Asun-
ción del Paraguay. Aunque en los siglos posteriores Argentina se
transformó en un exportador a nivel mundial de carne vacuna, las
primeras vacas que pastan en el país vienen de Perú, Chile y Para-
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guay, y lo hacen en pequeñas excursiones a cargo de funcionarios cas. En poco tiempo y a la velocidad de un virus contagioso, el gana-
de la Corona. do de raza argentina se multiplica varias veces y por todos los rinco-
Años antes, en 1536, se había realizado la primera fundación de nes. Es tal la propagación bovina que en 1596 las autoridades de Asun-
Buenos Aires, cuando el español Pedro de Mendoza la bautiza con el ción, por entonces capital de la gobernación, declaran que todas las
nombre de Puerto de Nuestra Señora Santa María del Buen Ayre. Pero vacas silvestres que pasten en los alrededores de Buenos Aires son pro-
el plan fracasa rápido, y antes de que pasen cinco años la Corona ya ha piedad de los conquistadores. Por esos tiempos la abundancia de car-
ordenado despoblar el lugar y mudar a sus habitantes a Asunción. ne es casi obscena, y algunos informes de la época hablan de plaga. Se
En 1580, Juan de Garay, al mando de una expedición procedente mataban vacas con el objeto de sacarles apenas un trozo de lomo o
de la misma Asunción del Paraguay, realizó la segunda y definitiva para cortarles la lengua, muy diferente a lo que sucede hoy, donde se
fundación de Buenos Aires. Venía con 80 hombres y un diseño de ciu- comercializa prácticamente el ciento por ciento de cada animal.
dad bajo el brazo, compuesto por 15 cuadras de ancho por 9 de fon- Pero el virus de la multiplicación vacuna no se detenía. En 1609, el
do, con un total de 136 manzanas que bordeaban la actual Plaza de Cabildo de Buenos Aires autorizó a que se sacrificaran grandes canti-
Mayo. Sin embargo, aquella nueva travesía de fundación tenía un ele- dades de bovinos cimarrones. Esa medida, vista desde la actualidad,
mento especial. Una característica extra, que terminaría siendo clave puede ser considerada como la primera intervención oficial en el tema
para el futuro de la ciudad y del país: Juan de Garay arribó a la ciu- de la carne, y el inicio de aquella costumbre ancestral: en Argentina hay
dad con 500 vacunos. Aquel ganado, arreado a lo largo de varias se- carne para todos. En esos tiempos bastaba tener un cuchillo al cinto, y
manas, trae por primera vez vacas a Buenos Aires. Y más que eso. Las el arrojo para degollar una vaca, y se podía sobrevivir sin problemas.
vacas terminan siendo determinantes en el éxito de la fundación de- Los vacunos estaban al alcance de la mano, y en la mano de los gauchos
finitiva de la ciudad. había un facón de hoja afilada con el que dar el primer corte.
Quizás en esa historia estén algunas pistas de esta obsesión nacio- Pasaron un par de siglos, con vacas libres y carne gratis, antes de
nal por la carne. La propia Buenos Aires le debe, en buena medida, que comenzaran a existir las primeras estancias. Con ellas llegó la pro-
parte de su existencia al ganado. piedad privada de la tierra. Con la propiedad privada apareció la pro-
Aquellas primeras vacas arreadas desde Paraguay eran de raza an- ducción ganadera. Con la producción ganadera se inició la industria.
daluza o ibérica. Animales corpulentos, con piernas fuertes para cru- Con la industria llegó el poder económico y la influencia política de
zar largas extensiones de tierra, de cabezas grandes y cuernos desa- los ganaderos. La misma historia de siempre.
rrollados. Un ganado cimarrón, salvaje. Muy diferente al aspecto de Delimitar los terrenos, en un país de llanuras infinitas, fue clave
Pampa, la primera vaca clonada de Latinoamérica, nacida en 2002 en a la hora de comenzar la producción privada. En un principio, para
Argentina y criada entre algodones por los veterinarios del laborato- separar los campos fueron empleados solamente los obstáculos na-
rio Biosidus. turales. Posteriormente, se utilizó la zanja, y a eso le siguieron los cer-
Son estos vacunos rústicos y toscos que llegan con Juan de Garay cos vivos que se levantaron a partir de árboles y arbustos. Pero los
los primeros animales en descubrir los beneficios de un territorio con elementos naturales no parecían suficientes para cortar el paso, y una
llanuras infinitas de buen pasto y aguadas naturales. Obligados a cru- hilera de árboles terminaba dando un sentido amable más que re-
zar largas extensiones, se adaptan rápido a los diferentes climas del presor. Por lo tanto, no pasó mucho tiempo para que el paso de in-
país, dando origen al poco tiempo al ganado criollo, que más tarde trusos comenzara a cortarse con corrales de palo a pique y hierro. Sin
será conocido como raza argentina. embargo, los propietarios sentían que hacía falta más. Lo hablaban
La geografía de la zona resulta excepcional para estas primeras va- entre ellos. Faltaba algo que dejara claro que lo que estaba de ahí pa-
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ra dentro era de ellos, de nadie más. Hasta que apareció un método éste traía adheridos espinosos obstáculos. De esa manera, no sólo se
que trajo resultados inmediatos, y que según los productores de car- impedía el paso a extraños, sino que también se garantizaba que quie-
ne fue fundamental para el desarrollo de la ganadería y la agricultu- nes intentaran cruzar a las estancias quedaran enganchados en el cer-
ra: el alambrado. co y, en algunos casos, terminaran con heridas cortantes en el inten-
El que se considera pionero del alambrado en la Argentina fue Ri- to. Después de presentado en sociedad, con tan buen recibimiento,
chard Black Newton, un propietario de un campo en Chascomús que todos los dueños querían cercar sus dominios con púas.
evaluó en Inglaterra las virtudes y comodidades del alambrado. En Fue Domingo Faustino Sarmiento, un prócer argentino, el que
1844 embarcó desde Europa rollos y más rollos de alambre retorcido impulsó nacionalmente el alambrado, solicitando al Congreso se die-
que utilizó en su campo, alambrando todo el casco de la estancia. Los ran facilidades para que todos los campos pudieran cercarse. En me-
postes eran de hierro y el alambre de un centímetro de grosor, apro- nos de tres décadas se importaron más de 1.000 millones de kilos de
ximadamente. Pero su plan no pasó de ser considerado una excentri- alambre. El campo quedaba cercado.
cidad, y en un principio el cerco de alambre no se difundió con rapi- Habían pasado muchos siglos desde aquellas primeras vacas es-
dez en el país. Es Pedro Halbach, ganadero de Cañuelas, el primero en pañolas embarcadas hasta República Dominicana y Haití, o de aquel
subir la apuesta. Diez años más tarde alambra no sólo el casco sino ganado que permitió la fundación de Buenos Aires. Comenzaba el si-
todos los límites de su campo. Los vecinos veían el cerramiento con glo XX con los campos argentinos casi completamente alambrados, y
curiosidad, y sus amigos con orgullo y algo de envidia. Ya no podría la industria ganadera marchando como un negocio motor de la Ar-
ingresar cualquiera. gentina. Claro que más allá de los ganaderos, los cerramientos, la pro-
En 1866 se funda en Buenos Aires la Sociedad Rural Argentina ducción a escala y los alambres de púa, para el ciudadano medio la
(SRA), la misma Rural que en conflictos sucesivos ––y en toda esta tradición ya estaba instaurada y se mantendría firme con el paso de
historia–– se mantiene enfrentada con el gobierno por el precio de la los tiempos y los diferentes gobiernos: comer carne era un derecho
carne. Nueve años más tarde se celebra la primera exposición rural tan natural como beber agua del río o tomar sol.
argentina, en un local de la manzana delimitada por las calles Flori-
da, Córdoba, Maipú y Paraguay, hoy convertida en pleno microcen-
tro y zona de locales comerciales y shoppings. Al año siguiente la feria
se traslada al barrio de Palermo, donde hasta hoy se realizan anual-
mente los certámenes ganaderos más importantes del país. Desde los
comienzos de la feria rural, la tradición es que los presidentes de la
República asistan a la inauguración. Aunque a veces, como en las úl- La otra historia de la carne, la personal, partió hace casi nueve
timas ferias, el Presidente no llega por estar enfrentado con los pro- años. Era 1998, vivía en Chile, y formaba parte de los talleres litera-
ductores de carne. rios José Donoso en la Biblioteca Nacional de Santiago. Casi por
Fue en la Exposición Rural de 1878, y frente a la mirada curiosa y azar, terminé publicando en una perdida antología de fin de taller
alegre de los principales productores ganaderos del país, que se pre- el cuento Carnicería Humana. Aquellos días, con Pinochet arresta-
senta por primera vez, en vivo y en directo, con toda la pompa y el do en una clínica de Londres y un acalorado debate nacional por el
protocolo necesario, la nueva joya de los cercos: el alambre de púa. futuro del país, los recuerdo con una escenografía de gris invierno
Los dueños de los terrenos celebran la presentación con un aplauso y un rebrote de aquella mitad de Chile que hasta hoy sigue defen-
cerrado de varios minutos. A diferencia de los primeros alambrados, diendo la dictadura militar. Por entonces, no tenía ni una minúscu-
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la sospecha de que ese cuento, de ficción, terminaría siendo el ini- da vez que pasaba frente a una carnicería o iba a algún asado. Pero, lo
cio de esta historia real. más extraño, también se aparecía cada vez que buscaba un tema del
El argumento de Carnicería Humana era simple: un estudiante cuál escribir. Ahí estaba, asomándose sin saber de dónde venía, como
que cursaba quinto año de la carrera de medicina abandona los estu- el ánima de un muerto enterrado vivo.
dios por falta de dinero. Busca empleo desesperadamente, hasta que Aprendí el nombre de los cortes vacunos, ejercité el filo del cuchi-
termina aceptando la única oferta concreta: un trabajo de filetero en llo separando la grasa del músculo, hice mis primeros asados y supe
una carnicería de barrio. Debido a su destreza con el bisturí, sus bue- que hasta los peines muchas veces están hechos con huesos de vaca.
nos modales de estudiante, su delantal blanco con el nombre borda- Sin sacudirme el tema de encima me mudé a Barcelona el año
do en el bolsillo delantero y la exactitud en los cortes, al poco tiempo 2000. Antes de terminar viviendo en el Hotel Cisneros, en la zona de
se transforma en el mejor carnicero de todo el lugar. A partir de ahí, El Ensanche, alquilé un cuarto en un luminoso departamento de El
y asociándose a la ambiciosa dueña de la carnicería, comienzan a pla- Raval. Gracias a un anuncio pegado en la pared en un centro de ayu-
nificar el que sería su gran proyecto: Carnicería Humana. Diseñan el da a inmigrantes, terminé compartiendo gastos con una alemana mi-
nuevo local de venta de carnes como una clínica privada, atendida litante vegetariana. Su dieta, cuando no estaba trabajando en la barra
únicamente por estudiantes de medicina y enfermería, y donde par- de un cantina de moda en el barrio Gótico, estaba compuesta por po-
te importante del negocio es el servicio al cliente que busca una aten- cas cosas: básicamente lechuga, tomate, zapallo y arroz. Una vez, en
ción «más humana». Rápidamente, la venta de bifes envueltos en el plena calle, le gritó «asesinos» a una pareja de jubilados que mastica-
agresivo mercadeo médico se transforma en el éxito del vecindario. ban un bife en una mesita de Ramblas. Si veía un filete poco cocido,
Rápidamente abren una nueva sucursal de Humana, las carnicerías era capaz de gritar «¡sangre! ¡sangre!», mientras apuntaba el jugo que
clínicas. Y luego otra. Y otra. No pasa mucho tiempo cuando ya han salía del corte. Recuerdo un mediodía, mientras Sandra asoleaba su
logrado formar un verdadero imperio a partir de las carnes y esa par- abdomen flaco y sus pechos pequeños sobre la terraza, que le dije que
ticular manera que encuentran para venderlas. El estudiante de me- no volviera a hacer uno de esos escándalos en la calle.
dicina y la dueña de la carnicería ahora son empresarios exitosos, que ––Es un poco ridículo.
compran enormes extensiones de tierra para generar su propia pro- ––¿Ridículo? ¿No sabes cuántos animales se matan diariamente?
ducción de ganado. Son dueños del mercado de carne y están en la ci- ¿No sabes que el hombre es el animal más carnívoro y más depreda-
ma de un país, el Chile de 1998, donde ya está instaurada la idea de dor de la tierra? ¡Sólo pensamos en carne! Eso sí que es ridículo ––di-
que el éxito debe ser económico y los índices financieros son la me- jo en español con acento alemán, y me pidió que le esparciera bron-
jor tabla de medida. Todo eso hasta que repentinamente, de un día ceador por la espalda.
para otro y sin consultarlo con nadie, el estudiante de medicina deci- Todo ese desprecio a la carne, en el ambiente de mi nueva casa,
de darle un inesperado final al negocio. me vino bien. El cuarto que alquilaba daba de frente a la plaza Saint
El cuento, que nació medio muerto y fue enterrado bajo tierra en Pau, y si bien el escenario de la calle no era el mejor (uno podía en-
una antología, siempre se negó a descansar en paz. Antes de escribir- tretenerse adivinando, asomado al balcón, cuál de los turistas que ca-
lo, la carne nunca me había parecido un tema mayormente impor- minaba por abajo sería el próximo al que asaltarían mis vecinos),
tante. Ni siquiera demostraba mucho interés cuando había que com- adentro del piso se vivía la paz de un mundo donde no importaba la
prarla para hacer un asado. No sabía de cortes ni entendía el lengua- comida y la carne daba arcadas. A las pocas semanas, en aquel nuevo
je de los carniceros. Después de Carnicería Humana, casi inexplica- contexto, ya había dejado completamente la sal, llegué al extremo irre-
blemente, la cosa cambió. Pasó a ser un argumento que me volvía ca- conocible de beber leche por las mañanas y hasta pensé en ser vege-
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tariano. Lo pensé seriamente por lo menos tres veces, pero la aventu- Argentina. De casualidad, y sin darme cuenta, había decidido mudar-
ra no duró mucho tiempo. me al país donde la carne es asunto de Estado, y una tira de asado for-
A escondidas, comía la carne más barata: hamburguesas. En Es- ma parte de la soberanía.
tados Unidos el 60% de la carne se muele y las hamburguer son un pi- Aterricé en Buenos Aires en la mitad de 2002. La ciudad olía a
lar fundamental de la alimentación, pero en Barcelona eran distintas casi todo, menos a carne. Las noticias se dividían entre secuestros,
las razones para ir diariamente por aquellos medallones de carne pi- tiroteos, policías asaltantes y un país que se venía a pique sin freno
cada, cocida y luego apretada entre dos mitades de un pan. La esca- y que parecía llevarse a su paso todo lo que se cruzara en el camino:
sez de dinero que deja el periodismo free-lance, y la testarudez de no vacas incluidas. Aparecí en la Argentina de Eduardo Duhalde. En un
trabajar en nada que no fuera periodismo, me hicieron pasar varios país con un decreto para que todas las radios tocaran el himno na-
meses comiendo casi exclusivamente whopper en Burger King. Siem- cional a la medianoche, y el recuerdo fresco de los muertos en Pla-
pre recuerdo que una repentina promoción, de dos whopper por el za de Mayo y el dinero atascado en los bancos y la huida en helicóp-
precio de uno, fue la oferta que me salvó medio invierno. Eso sí, co- tero de De la Rúa y la seguidilla de cinco presidentes en una sema-
mía la carne fuera de casa. na. Llegué a una ciudad donde decían que era peligroso tomar taxi,
Posiblemente fue aquella compleja realidad catalana, la de vivir donde los maxikioscos estaba enrejados y en la que todos ––y más
entre vegetarianos mientras en secreto me transformaba, lentamente que nunca–– hablaban de aquel país que fueron. Llegué en un avión
y sin pausa, en un cliente premium de hamburguesas gringas, la que de Aerolíneas Argentinas, donde también venía una docena de mon-
hizo que mi obsesión por el tema comenzara a decaer. Era el más tris- jas españolas que tocaban la guitarra y entre canción y canción me
te y barato final. La decadencia es el desenlace más común de cual- contaron que el motivo de su viaje era ser misioneras en esta Bue-
quier obsesión, y aquello se me estaba cumpliendo al pie de la letra. nos Aires prendida en llamas y consumida por la catástrofe. Estuve
El escenario era negro y dramático: no estaba dejando el tema de la con gente que decía haber perdido millonarios ahorros, y me sor-
carne, la carne me estaba dejando a mí. prendió la cantidad de historias que me contaron y que tenían que
Por primera vez pasaban semanas enteras sin siquiera recordar ver con cajeros automáticos. En la primera comida social a la que
Carnicería Humana. Cuando me mudé al hotel, no lo hice escapando fui invitado, llegó una pareja de novios que se habían conocido en
de los vegetarianos, sino buscando un espacio propio. La vida hote- los cacerolazos y a las pocas semanas ya estaban viviendo juntos. Vi
lera en Cataluña resultaba cómoda, nadie se quejaba si entraba con oficinas bancarias, en el centro y en los barrios, tapadas con chapas
bolsas de hamburguesas a la 503, y entre viaje y viaje me cuidaban las metálicas para frenar un posible ataque de furia. Escuchaba marti-
maletas hasta el siguiente regreso. Fue en uno de esos viajes, recorrien- llazos de ahorristas cada vez que iba al microcentro, y rumores tru-
do toda la zona de Extremadura con un grupo de periodistas invita- culentos sobre el accionar de la policía. Claro que nunca, ni en aque-
dos a conocer esos lugares, que el rumbo comenzó a girar. Las pier- llos duros momentos de Argentina, vi la carne abandonada en las
nas de jamón colgaban de cada rincón de esa España vieja y salada góndolas de los supermercados ni las parrillas vacías. Se podía per-
que se vive en lugares como Salamanca y Trujillo. La carne volvía a der todo, menos el asado.
pasear frente a mis narices en bandejas de plata repletas, que iban y No lo digo yo. Durante la peor crisis económica de Argentina de
venían de esas mesas para agasajarnos. En aquel viaje conocí a una los últimos años, entre julio y diciembre de 2001, se registra el más
periodista de Buenos Aires y a las pocas semanas aparecieron razo- bajo nivel de exportaciones de carne de la última década y un aumen-
nes, que más tienen que ver con el corazón que con el asado, para que to del consumo interno.
en menos de tres meses dejara Barcelona y terminara viviendo en la Recién llegado a la Argentina me acostumbré rápido a que me hi-
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cieran dos tipos de preguntas: 1) ¿Qué hacés viniéndote acá, si todos gote, él me contó de un artículo que había leído años antes en The
nos queremos rajar?, 2) ¿Hay laburo en Barcelona? New York Times Magazine: La historia era la de un gringo que se com-
Si bien por fuera me pasaba la película de un país en mitad de un pró un novillo recién nacido para escribir sobre el fenómeno de las
trance pesado, por dentro, casi podía sentir físicamente el regreso de vacas locas en Estados Unidos. Lo que él no sabía, y de lo que me en-
Carnicería Humana. Estaba en un país donde el 70% de sus habitan- teraría más tarde, es que la idea tampoco era original de Michael Po-
tes va, por lo menos una vez a la semana a la carnicería. Un lugar del llan, autor de The Steer’s Life. Pollan se había inspirado en el libro Por-
mundo en crisis que, tras el humo de los neumáticos quemados, tenía trait of a Burger as a Young Calf: The Story of One Man, Two Cows, and
humeando un asado a la parrilla. Una sociedad que, además de las tí- the Feeding of a Nation, que Peter Lovenheim había publicado un año
picas clases sociales, también se dividía entre quienes piden la carne atrás, y dónde contaba su historia criando vacas para hamburguesas.
con o sin hueso. Una ciudad, Buenos Aires, donde la vaca se veía en Y el propio Lovenheim, por su parte, reconocería que para su experi-
publicidades callejeras, en programas de televisión, en chistes, en dra- mento se había basado en el libro Fast Food Nation: The Dark Side oh
mas, en arengas políticas, en carnavales religiosos. Un sitio donde el the All-American Meal, de Eric Schlosser. Y todos ellos, más otros es-
asado entre amigos es una pasión, un sentimiento, y donde el trabajo critores estadounidenses del tema, ya habían despertado la curiosi-
de un millón de personas está detrás de cada bife de chorizo que llega dad de la crítica que los agrupó en un género, al que le inventó el
a tu plato. Bife argentino que, por cierto, en esos días costaba menos nombre de Popular Meat Writing.
de la mitad que aquellas whoopers que compraba en Barcelona. Sin embargo aquella tarde de abril sólo me detuve en la historia
Aunque en algún momento traté de frenar mi entusiasmo y mi- de Pollan, y dije: «¡Eso es! Tengo que comprarme una vaca». Y el res-
rar hacia un costado, no pude esquivar el que creía mi destino. Ha- to de la conversación, en aquel café de las siete de la tarde, me quedé
bían pasado cuatro años desde la publicación de Carnicería Humana. pensando en que de verdad debía hacerlo. Parecía muy fácil. Debí dar-
Cuatro años en que, con las mismas ganas, me sumergí y quise olvi- me cuenta de que no lo sería.
dar el tema de la carne. Y en ese momento, después de la época negra
de las dos hamburguesas por el precio de una, sucedía lo inevitable:
era la hora de retomar. Estaba otra vez en el camino.
Quise diseñar un plan, organizar ideas y hacer un ordenado pro-
grama para escribir sobre la carne. Pero no resultaba. Quise improvi-
sar, dejar toda estructura de lado, y lanzarme libremente a escribir de
los bifes. Pero tampoco era el camino, porque algo faltaba. Y ese algo, Comer o no comer carne. Para muchos, el dilema se ha transfor-
eso que no estaba, era un protagonista. Podía acumular cerros de in- mado en una grieta ancha y profunda que separa. Una división que
formación, leer libros de la noche a la mañana tratando de adentrar- crece silenciosamente y que, en las últimas décadas con más fuerza,
me en el tema, entrevistar a cada consumidor que pasara cerca mío y despierta una creciente y apasionada discusión entre quienes defien-
salir a perseguir a los que estuvieran lejos, pero necesitaba la figura den el consumo de carne a tenedor y cuchillo, y los que levantan la
que hiciera de eje de tanta información. Y no estaba. O eso creí du- bandera de los derechos animales a capa y sable. Por momentos, es-
rante un buen tiempo. tos dos bandos que parecían destinados a combatir en escenarios me-
Así pasó más de un año. Hasta que fueron las siete de una tarde nores, suben la apuesta y sus enfrentamientos generan más entusias-
de abril de 2004. Estaba tomándome un café con un escritor argenti- mo que la batalla entre ricos y pobres. Se hace difícil encontrar seme-
no en el barrio de Palermo. Y entonces sucedió. Manoseándose su bi- janzas entre quienes se alimentan con carne de animal y quienes lo
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hacen en base a verduras y cereales. Claro que, aunque muchos de Mientras aumenta la división entre quienes comemos carne y
ellos no lo sepan, la mayor similitud entre carnívoros y vegetarianos quienes son vegetarianos, el mundo estira la curva de demanda de
es una bastante obvia: los dos grupos tienen el mismo sistema diges- carne hasta extremos nunca antes vistos. Es un hecho que el nego-
tivo. Un sistema eminentemente herbívoro. cio de la producción ganadera está haciendo andar todos sus moto-
Desde los principios de la humanidad el hombre fue «vegetaria- res, y no sólo metafóricamente. Según la FAO, el ganado genera el
no». Incluso en muchos pasajes de la Biblia, donde una versión mo- 18% de las emisiones de gases contaminantes, o de efecto inverna-
derna podría presentar a Eva comiendo una pata de pollo prohibida, dero. Parte del calentamiento global de la tierra, entonces, tiene que
las personas aparecen alimentadas de frutos. Es más, el sistema diges- ver con este aumento del consumo de carne. Crecen las economías,
tivo y el intestinal de los humanos no tienen ninguna similitud con entonces circula más dinero, entonces queremos más carne, enton-
los sistemas de los animales carnívoros. Por el contrario, nuestros es- ces necesitamos más vacas, y por eso la industria mundial de la ga-
tómagos se parecen más al de una vaca que pasta todos los días de su nadería es el sector de más rápido crecimiento en los últimos años:
vida, que al de un león, ese rey de la selva que descansa bajo un árbol da empleo a 1.300 millones de personas y representa el 40% de la
mientras sus mujeres se van de cacería para que esa noche pueda ce- producción agrícola mundial.
nar carne de impala. Esta historia, entonces, no sólo transcurre en el territorio de un
Pero si bien partimos alimentándonos solamente con vegetales, a país obsesionado con la carne, sino en un mundo que vive tiempos
medida que fue evolucionando la especie, el ser humano comenzó de de un sobrecalentamiento de consumo de bifes como nunca antes.
a poco a comer carne. Algunos estudios antropológicos han descu- Columnas y columnas de humo con olor a asado saliendo de todos
bierto que el hombre comenzó a domesticar animales 9.000 años an- los rincones, a un ritmo de faena cuya velocidad hipnotiza. Camio-
tes de Cristo, siendo los vacunos domesticados alrededor del año 6550 nes de carga que van y vienen y ruedan sobre las carreteras noches en-
a. de C. De aquellos tímidos primeros ganados domésticos, toda una teras. Bandejas con trozos de vaca congelada que suben a los aviones
humanidad para llegar a las contundentes cifras que actualmente de carga, en aeropuertos con grados bajo cero y empleados lanzando
muestra la Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones vapor por la boca, para aterrizar en países en verano, donde trabaja-
Unidas (FAO): hoy se estima una producción mundial de carne por dores en pantalones cortos y sudor en la frente descargan las helade-
sobre los 260 millones de toneladas anuales. ras con carne adentro. Cerros y cerros de pequeñas bandejas con cor-
Todavía se recuerda la fuerte baja del consumo en 1986, con la tes vacunos que acomodan para la venta los empleados de supermer-
aparición del fenómeno de las vacas locas, o encefalopatía espongi- cados, en cualquier lugar donde esté abierto uno. Presas moviéndose
forme bovina, y a la posterior psicosis mundial por esta enfermedad de un sitio a otro, por todo el urbe, sin pausa, en este mismo momen-
que podía ser trasmitida a los seres humanos por el consumo de ani- to, carne, carne de aquí para allá, de allá para acá, en una factoría in-
males infectados. O la irrupción en 2003 de los primeros casos de terminable que parece funcionar con bastante lógica. En un mundo
gripe aviar, y a la siguiente fiebre paranoica por el consumo de po- abiertamente consumista, la mayor tentación es consumir carne.
llos con fuerte baja en el consumo de carne, especialmente de ave.
Sin embargo, un reciente informe de la FAO habla de un repunte y
un sostenido crecimiento en el consumo de carne y productos lác-
teos, proyectando que para el año 2050 podrían llegarse a las 465
millones de toneladas de producción mundial de carne. Todo un ré-
cord de consumo.
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El matambre: Es el primer corte que se extrae de la vaca. Cono- y finalmente adquirió un terreno grande cerca de La Pampa. Descen-
cido en otros países como «malaya», es la capa de carne que va en- diente de gallegos y catalanes que llegaron a la Argentina hace ochen-
tre el cuero y el costillar del animal. El matambre de ternera es ideal ta años, el médico parecía un ejemplo de esa vieja Argentina que to-
para tirar a la parrilla. Es un corte tradición de argentina, que apa- dos recuerdan como la de «antes»: estudió de noche, trabajó en dife-
rece en los versos del Martín Fierro: «Andaremos de matreros, / si rentes actividades mientras estudiaba y con sus ahorros de médico se
es preciso pa salvar / nunca nos ha de faltar / ni un buen pingo pa instaló con un primer consultorio que ahora es una pequeña clínica
juir / ni un pajar ande dormir / ni un matambre que ensartar». No ubicada en el centro de Buenos Aires. Partió hace veinte años compran-
sólo se cocina a la parrilla, sino también relleno en forma de arro- do 25 vacas y hoy, por la bendita reproducción ganadera, tiene cerca
llado, o al horno. de 1.500 cabezas. Pero el candidato tenía otra particularidad que lo ha-
cía interesante para el proyecto: estaba en el negocio de la medicina y
La paleta: Está en la parte delantera de la vaca, cerca del cogote. en el de la carne, igual que el protagonista de Carnicería Humana.
Quitando los huesos queda un tejido algo fibroso, de características Invertir en vacas lo que ganaba en su clínica. Una regla de oro, que
secas, pero de buen sabor. Su preparación puede ser al horno o a la había entendido el médico, y que ha terminado aplastando a los pe-
parrilla. De la parte central se pueden sacar estupendos bifecitos pa- queños productores ganaderos de hoy en día: la manera más efectiva
ra tirar a la plancha o al sartén. Las dos puntas sirven para carne mo- para hacer crecer la hacienda en cualquier lugar de Latinoamérica es
lida de calidad. Corte económico. inyectándole dinero de fuera de ella. El doctor aceitó los multiplica-
dores de sus campos con los billetes que recibía gracias a los obreros
Palomita de paleta: En España se lo conoce como «llana», y está que se caían mientras levantaban edificios y se rompían diez huesos,
ubicada al costado interior y delantero de la paleta entera. No se po- o por los trabajadores de la costura que en un descuido se trituraban
ne a la parrilla, sino que generalmente se hierve o se utiliza en guisos. los dedos con agujas a motor, o por los empleados de aserraderos que
En general, en Argentina la carne no tiene mayor preparación que la en un mal cálculo de guillotina perdían media mano, o por los repar-
parrilla o la plancha, donde el toque de sabor es ponerle sal. tidores de pizzas o empanadas que en una mala maniobra se les de-
sestabilizaba la moto y se hacían polvo sobre el cemento. Trabajado-
res que llegaban a su clínica amarrados a la camilla, después de atra-
vesar toda la ciudad arriba de ambulancias que se pasaban las luces
en rojo y aceleraban con las sirenas gritando al máximo para que se
les abriera el camino.
La oficina del primer candidato era grande. Su diploma de médi-
No fue fácil dar con la persona indicada. Alguien que me vendie- co de la Universidad de Buenos Aires, una foto con sus tres hijos, un
ra una única vaca y me dejara criarla en su campo. El día 10 de bús- colgador donde estaba su abrigo, dos teléfonos sobre el escritorio con
queda, según consta en mi libreta de apuntes, pude conseguir los da- cubierta de vidrio y un par de sillones de cuero. Ahí me contó, vesti-
tos del primer candidato que podría ayudarme: un médico. do con delantal blanco y en un ambiente de total asepsia, que la vaca
Un traumatólogo que invertía en el campo lo que ganaba en su clí- siempre deja utilidades.
nica de accidentes laborales. Había partido con un pequeño predio que ––Es un bien de capital. La gente compra vacas como otros invier-
heredó su mujer, y con el dinero de los accidentados lo fue llenando de ten en un departamento. La vaca es una de las formas más seguras de
vacas. A los tres años compró 1.000 hectáreas en otra zona del país, invertir en la Argentina, pero claro, es de devolución lenta ––me de-
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cía, y estaba en lo cierto. En promedio una vaca deja apenas una uti- maba para decirme que le había preguntado a su padre, y que él creía
lidad del 5% anual. saber quién me podría ayudar.
Llegué a él siguiendo una larga cadena de contactos con conoci- Tres días más tarde, el 30 de abril de 2004, apareció en mi mail box
dos. En vivo, el médico ganadero era uno de esos tipos amables cuyo un correo remitido por Silvina. El nombre del asunto: Mu Mu. La pri-
tema preferido es hablar de dinero. De voz fuerte y pelo cano, en su mera frase del correo: ¿Cómo se va a llamar tu vaca? La segunda fra-
charla los cientos de miles de dólares volaban con más familiaridad se: Bueno, tenemos a tu hombre. Casi al final del correo decía: Acá es-
que las moscas. Durante la reunión, por los pasillos de su clínica pa- tán los teléfonos. Antes que nada, se llama Juan Jorajuría. El teléfono de
saban los enfermos junto a familiares preocupados, mientras en la sa- la casa es…
la de espera un par de recién accidentados esperaba turno para algu- Ésa fue la primera vez que supe de Juan Jorajuría.
na cirugía menor. La clínica se parecía bastante a como habría sido el Tuve el presentimiento de que esta vez podría estar frente a la per-
diseño de las carnicerías Humana. sona indicada, por lo que no me apresuré en llamar y fui postergan-
El doctor, un hombre de setenta años con buen estado físico y la do el momento de llegar a tener mi propia vaca. Por un lado no que-
energía de un recién egresado, fue la primera opción para pedirle que ría enfrentarme a un nuevo fracaso en la búsqueda, y por otro me fre-
me vendiera una vaca. Pero una vez en la reunión, y antes de termi- naba la misma ansiedad de saber que una vez concretado el negocio
nar la charla, ya había desistido de proponerle el proyecto: ya no habría vuelta atrás. Tardé tres días en hacer la llamada. Final-
––Para los argentinos, la carne es nuestra industria más impor- mente, una noche me metí a la cabina 6 del locutorio telefónico de
tante, y tenés que pensar que cada vaca es una chimenea de esta gran Scalabrinni Ortiz casi Avenida Corrientes, y marqué el número que
fábrica ––me decía con entusiasmo, y en sus ojos casi se podían ver me había enviado Silvina por mail.
reflejadas las 1.500 chimeneas que tiene humeando, día y noche, en ––Hola
varias zonas del país. ––Hola, con Juan Jorajuría por favor.
Aunque podían ser ciertas sus palabras, me costaba imaginar ca- ––Sí, con él. ¿Con quién hablo?
da vaca como una chimenea que no para de funcionar. Pero, más im- ––Buenos noches, don Juan, usted no me conoce, me llamo Juan
portante y, sobre todo lo anterior, sabía que a una persona como él no Pablo Meneses y su teléfono me lo dio Silvina Heguy, la hija de Jorge
le interesaría embarcarse en una aventura comercial tan frágil como Heguy.
criar una sola vaca. Antes de siquiera plantearle la oferta, desistí de ––Ah, claro, de Jorge. ¿Cómo le va?
hacerlo mi socio. ––Bien, gracias, ¿y a usted?
Los días siguieron pasando, sol y luna, calor y frío, lunes a domin- ––Aquí estamos, bien, muy bien, un poco cansado porque estuve
go y otra vez lunes a domingo, y no lograba conseguir la persona in- todo el día en el campo. Dígame, en qué lo puedo ayudar.
dicada. Eso, hasta esa tarde que estaba en una cafetería de Tacuarí y Estaba advertido de que Juancito, como era conocido en el am-
Avenida de Mayo. Un televisor colgado en el techo transmitía en di- biente ganadero y de sus amigos de La Plata, era en extremo amable.
recto, y para todo Argentina, como José Luis Rodríguez Zapatero ju- Sin embargo, en las primeras palabras sentí que más que amable era,
raba su cargo como quinto presidente del gobierno español tras la efectivamente, la persona que andaba buscando.
vuelta de la democracia. Cuando sonó mi teléfono, comenzó a aso- Sin pensarlo mucho, le dije de entrada algo que otra persona po-
marse la hebra que me llevaría a la vaca. La llamada era de Silvina He- dría haber tomado como una broma.
guy, una amiga que trabaja como periodista del diario Clarín. Días ––Don Juan, no sé cuánto le dijeron, pero mejor se lo explico de
antes, y personalmente, le había contado de mi plan. Silvina me lla- una vez. Soy un periodista de Chile, vivo acá en Buenos Aires y estoy
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escribiendo sobre la carne. Quisiera hablar con usted, porque estoy nos Aires, y los empleados que sólo lograron conseguir trabajo fuera
interesado en… de la gran urbe y que diariamente hacen el trayecto entre ambas ciu-
––¿En…? dades. La familiaridad del viaje diario los ayudaba a dormirse rápido.
––En comprarle una vaca. No era mi caso.
––¿Una vaca? ––y rió. A diferencia de todos los viajes que vinieron más tarde, en todo
––Sí, una vaca ––me entusiasmó su reacción––. Una vaca recién ese primer traslado no dormí un segundo. Mientras el resto de los pa-
nacida… pero creo que es mejor que lo hablemos en persona; díga- sajeros descansaba, relajados al saber de memoria cada movimiento
me cuando lo puedo ir a visitar. de su rutina de todos los días, mi ansiedad de no saber con qué me
––Cuando usted quiera. enfrentaría me mantuvo con los ojos abiertos todo el tiempo. La gran
––Pasado mañana, a la hora que usted me diga. ciudad quedaba atrás y por la autopista nos adelantaban vehículos de
––Mire, yo a las 9 ya tengo que estar en el campo, así que si está todos los tamaños. Ya había salido el sol, pero la temperatura seguía
aquí a las 8 de la mañana para mí será mejor. baja y en el peaje los cajeros atendían con gorra y cara de sueño. La
––Perfecto, pasado mañana a las ocho. Ahí le cuento más detalles. ruta se hacía expedita y cuando al final de la ventanilla asomaron tí-
––En lo que pueda ayudar, feliz. midamente las primeras luces de la ciudad de La Plata, en el paisaje
Me dio su dirección, cortamos, y celebré el fin de la llamada co- de un costado de la ruta se veían salpicadas algunas vacas, muchas de
mo si el trato ya estuviera hecho. ellas flacas y varias solas, pastando en los patios de algunas modestas
Pasó todo un lento día. quintas. Más cerca de la ciudad, en las primeras llanuras verdes, sal-
A las 5.30 de una mañana de mayo de 2004 sonó el despertador. taban a la vista pequeños puntos negros que parecían lejanas pulgas,
Media hora más tarde, la mañana seguía de noche y el frío de la calle y que al acercarnos se iban transformando mágicamente en vacunos.
estaba a punto de congelar las orejas. Por la Avenida Corrientes co- En la terminal de ómnibus paré un taxi, le di la dirección de la ca-
rrían taxistas del turno de trasnoche, en algunas esquinas se veía ba- sa de Juan, y a los pocos minutos ya estábamos perdidos. En La Plata
sura revuelta y los vendedores de diarios comenzaban a colgar los pri- las calles son con números, y están atravesadas por diagonales que tam-
meros periódicos. En el primer subte de la mañana los pasajeros se bién son numeradas. El taxista me preguntó tres veces la dirección, y
dividían entre los que volvían a casa tras haber trabajado toda la no- sólo a la tercera, «recordó» el camino. En el primer viaje a La Plata el
che por poco sueldo y en un lugar incómodo para el cuerpo, y los que taxi me costó tres veces más caro que en todos los viajes posteriores.
deben madrugar cada día sin importar si es invierno o verano y así El frontis de la casa de Juan Jorajuría es un revestimiento de pe-
llegar a la fábrica antes de que el reloj control marque las 7 AM. queñas piedras café claro, que cubren una sólida construcción de ce-
Me bajé en la estación Carlos Pellegrini, justo abajo del Obelisco, y mento en cuyo centro hay una puerta blanca. Al lado está el timbre,
salí a la superficie en una de las calles laterales de la Avenida 9 de Julio: y tras esa primera puerta, viene otra, por la que apareció Jorajuría.
Cerrito. Esperé un par de minutos, junto a un grupo de personas que Juan era más alto de lo que imaginaba, y grande, aunque no gordo.
se tapaba el frío con bufandas y que viajaban en la misma dirección, Traía colgada una sonrisa bonachona y la respiración forzada. Habla-
hasta que se estacionó frente a nosotros uno de los omnibuses de la em- ba a volumen alto, lo que me llamó la atención porque todavía no sa-
presa Chevallier, que por un dólar te llevan de Buenos Aires a La Plata. bía que tenía algunos problemas para escuchar. Tenía la nariz grande,
A la salida de la capital casi todos los pasajeros ya estaban dur- traía pantalón de vestir y me dio la mano junto a una palmada en el
miendo. Los estudiantes que iban a clases a la Universidad de La Pla- brazo. Entramos a su casa, más oscura que iluminada, y me invitó a
ta, los funcionarios públicos que trabajan en la gobernación de Bue- pasar a la oficina que tiene en el primer cuarto del pasillo. Jorajuría
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hablaba agitado, y cuando no estaba hablando, se le escuchaba la res- transan por año en un país como la Argentina. Pero ésta era distinto.
piración. Como si fuera un viejo y entrenado fumador, aunque Juan Esta vez sería mi carne, literalmente.
llevaba casi veinte años sin fumar. Un día se aburrió del cigarrillo. Mi- No hablamos mucho más y cerramos el acuerdo de palabra. El
ró el atado que tenía a medio consumir y dijo que nunca más, «y ahí apretón de manos parecía traerle recuerdos de mejores épocas.
tengo el paquete, aquí está, véalo». ––Antes todos los negocios en el campo se hacían de palabra, dan-
Juan Jorajuría, como mucha gente de La Plata que trabaja en ga- do la mano, pero eso cada vez pasa menos. Ya no se confía en el otro.
nadería, es hijo de vascos y nieto de vascos. Su mujer también es des- Después de todo lo que ha pasado… usted me entiende…
cendiente de vascos por todas las ramas. Tuvieron tres hijos de san- Y ahí mismo nos dimos un fuerte apretón de manos, que todavía
gre «completamente vasca», me aseguraba orgulloso. Me ofreció un recuerdo.
vaso de agua, me preguntó por el viaje y por cuánto tiempo llevo vi-
viendo en la Argentina, y luego, sin más esperas, sin rodeos, comen-
zamos a hablar de lo que nos tenía reunidos a los dos en su oficina.
Era la primera vez que nos veíamos, nadie sabía mucho del otro, no
teníamos nada en común y lo más seguro es que nunca en la vida hu-
biéramos tenido la oportunidad ni siquiera de cruzarnos en el mis-
mo colectivo. Pero sin embargo, estábamos sentados, uno frente al Aunque el plan podía parecer simple, el negocio de la carne es más
otro, preparados para echar a andar esta historia: complejo que comprarse una vaca, engordarla y venderla para que la
––Mi plan es simple, don Juan. Quiero comprarle una vaca. La maten. «Existe toda una cadena en la industria cárnica», me dijo una
idea es que sea una recién nacida, pero que siga criándose en su cam- vez un empresario ganadero, y me quedó resonando la palabra cárni-
po hasta que esté grande, luego, cuando la matemos, usted me dice ca. En su Diccionario del argentino exquisito, Adolfo Bioy Casares, el
cuáles fueron los gastos de alimentación y yo se los pago. más hacendado de los escritores argentinos, define así cárnica: «De
Se lo expliqué un par de veces. Pero más que repetir para que lo carne. Adjetivos que suelen emplear personas que aspiran a ser con-
entienda, se lo volví a decir para que lo crea. Y lo creyó. Y no sólo eso, sideradas exquisitas».
parecía entusiasmado. Se rió cuando lo volvió a repetir, esta vez él, y A primera vista, la cadena de la carne parte con el dueño del ani-
después se lo comentó a Angélica, su mujer, que cada tanto volvía a mal, de ahí al consignatario, de ahí al matarife, de ahí al frigorífico, de
entrar o a salir de la oficina. Al rato, Juan estaba diciéndome que ya ahí a los centros de distribución, de ahí a los supermercados y carni-
sabía qué vaca venderme. cerías, y de ahí a los hogares, con casa propia o alquilada.
––Hay una recién nacida que tiene unas manchitas blancas en la Sin embargo, la cadena de producción ganadera es mucho más
panza, así la reconocemos más fácil ––se sumaba al plan. amplia y enmarañada, y comienza antes de que nazca una vaca y ter-
Más tarde hablamos de negocios. mina más allá del sacrificio del animal. En el último tiempo, y midien-
––Una vaca recién nacida vale unos doscientos pesos, son poco do únicamente la carne que viajó fuera de Argentina, dicha cadena
más de un peso por kilo ––me dijo Juan Jorajuría, en días que 200 pe- permitió exportar productos por más de 1.300 millones de dólares
sos significaban unos 70 dólares. anuales. Es decir, las vacas no sólo son el alimento emblema de Ar-
Hasta ese momento, más que una vaca había comprado 200 kilos gentina, sino que también son claves para generar una de las princi-
de animal, de los cuales 140 correspondían a carne. Algo insignifican- pales proteínas de cualquier economía: las divisas.
te, si se compara con las 3.100 millones de toneladas de carne que se El primer eslabón de la cadena de la carne son los productores del
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conocimiento y tecnología ganadera. En el caso argentino podrían La industria frigorífica es otro elemento clave. Tanto, que ha sido
nombrarse las universidades, los departamentos de investigación de básica en la historia ganadera argentina. Los frigoríficos son los en-
instituciones dependientes del Estado y el desarrollo de las empresas cargados de abastecer el consumo interno y la exportación, y son fun-
privadas con mayor presupuesto. damentales a la hora de determinar uno de los índices más importan-
En segundo lugar de la cadena, hay una amplia gama de empresas tes del país: el precio final del kilo de carne.
que ofrecen insumos y servicios para la actividad ganadera, como se- Otro sector que se agrega a la cadena, que tiene que ver con la va-
millas forrajeras, alambrados, tecnología para el procesamiento de fo- ca pero no con la carne, son las curtiembres. Ellos procesan el cuero
rrajes, maquinaria e instalaciones para feedlots y productos veterina- de la vaca y lo comercializan a diferentes lugares del mundo sin im-
rios. Todos ellos, aunque no trabajan con vacas, también viven de ellas. portar el valor del músculo.
El transporte y la logística, significativos para toda industria, en En un país como Argentina, donde un alza en el precio del asado
el caso de la ganadería suman importancia por estar presentes en va- determina el estado de ánimo de la nación, la presencia del Estado si-
rias etapas de la cadena. Los camiones están al momento del traslado gue siendo fundamental en la cadena. Por eso está presente en la acti-
de animales, en la cadena de frío con los camiones frigoríficos y en el vidad ganadera a través de autoridades municipalidades, provinciales
abastecimiento a los lugares de venta. La carne moviéndose de un la- y nacionales, quienes habilitan y controlan los movimientos para ase-
do a otro. Y en el caso específico argentino un eslabón importante de gurar, y reasegurar, el buen abastecimiento de la carne a todo el país.
la cadena si se tiene en cuenta que forma parte del sindicato más fuer- Al final de la cadena, el consumidor de la carne, que toma contac-
te e influyente del país, el de los camioneros. to con el producto a través de carnicerías, supermercados, hipermer-
Los cabañeros, encargados de mejorar la calidad del animal, son cados, restaurantes, vendedores de sándwiches, parrillas y bodegones.
un grupo que cada vez gana más terreno en la cadena de valor de la La idea original, al comprarme la vaca, era comercializarla por el ca-
carne. Ellos ofrecen genética al mercado a través de reproductores, se- nal que me diera un mejor precio. Y eso no siempre se consigue en
men congelado y embriones implantados. Mientras en los seres hu- una carnicería.
manos todavía se debate la ética de la genética, en las vacas hace rato
que nadie discute la importancia de los laboratorios de genética ni los
beneficios económicos que ello trae.
Los productores ganaderos, que en la Argentina se estiman en
200.000 de diferentes tamaños y zonas, forman otra parte de la ca-
dena de la carne. A ellos se agregan unos 15.000 productores tam-
beros, encargados de la producción láctea. Principalmente leche, A los pocos días volví a La Plata. La vaca que me había vendido
manteca y queso. Juan Jorajuría se criaba en el campo Don Lorenzo, rumbo a Magda-
También existen en la cadena los intermediarios comerciales de lena, una zona de tierras sin mucho prestigio. En este nuevo encuen-
diversa índole y que, por lo general, responden a diferentes presiones tro, Juan me llevaría a conocer personalmente al animal. A mi vaca.
políticas o sectoriales. Desde los consignatarios de ganado hasta los Juan me saludó afectuosamente. Me estaba esperando en la
matarifes. Estos últimos, que contratan el servicio de faena, son los puerta de su casa, con el motor encendido de su camioneta Peugueot
que intermedian con la comercialización de la media res a las carni- Roja del 97.
cerías y supermercados. Un eslabón que gana dinero con la carne, sin ––Pensé que ya no venía. ––Me dijo, mientras se afirmaba sobre
siquiera tocar una vaca. la cabeza una boina vasca de color negro.
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––Claro que iba a venir, pasa que en la ruta había unos piquetes. mente a la ternera. Entre choques de la madre contra los alambres y
––Me imagino, siempre pasan esas cosas. El otro día mi mujer fue mugidos de la hija y empujones y nuevas escapadas y las carreras de
a Buenos Aires y tardó como cuatro horas. Sesinte con el palo y los gritos de Jurajuría desde el caballo y los pe-
Después de veinte minutos en la ruta que va de La Plata a Magda- rros que ladraban y el resto del ganado que miraba desde el otro la-
lena, llegamos a la casa de campo. Nos bajamos de la camioneta en- do de la cerca y el olor a bosta que cubría todo y otra vez que la ma-
tre perros que daban la bienvenida olfateando los zapatos y mordien- dre se juntaba con su cría a los empujones y otra vez que las trata-
do los cordones. Juan parecía rejuvenecer estando en el campo, y no ban de separar, hasta que Sesinte la pudo enlazar y, por fin, separar-
pasó mucho tiempo antes que mandara a ensillar un par de caballos. las. Era la primera vez que La Negra estaba sola. La primera vez que,
Mientras el peón se afanaba en la tarea de apertrechar los animales, claramente, se diferenciaba del resto que miraba desde lejos. Desde
Jorajuría se calzó unas botas largas, y mostraba buen humor cuando la seguridad de ese grupo donde ninguna es individual, sino partes
salimos montando al trote hacia el rebaño de vacas. de un solo ganado.
––¡Esa negra de ahí es! ––me gritó, sacando una mano de la mon- Su madre mugía desde un rincón cuando entré al corral, tímida-
tura para apuntar hacia una ternera negra, con manchas blancas en mente, asustado. Creo que casi nos desmayamos los dos de puro ner-
la panza, que no se despegaba de su madre y que con dificultades re- vio. Ella, por enfrentarse a un tipo que en lugar de cabeza tenía una
cién aprendía a caminar. cámara de fotos. Por mi lado, por estar frente a la criatura que acaba-
Tratar de llegar a ella con los caballos fue una tarea difícil, en la ba de comprar y a la que debía procurarle comida y confort hasta su
que Juan casi pierde su boina, aunque nunca la sonrisa. Respiraba agi- muerte. Para los dos podía ser un buen negocio, pensaba. Jorajuría y
tado, pero no por la faena, sino por sus problemas pulmonares. La ta- Sesinete, respirando agitados, guardaban respetuoso silencio. Las va-
rea resultaba dura y mi torpeza con el caballo estorbaba en la manio- cas iban dejando de mugir y los perros ya no ladraban. Por primera
bra de acorralar a la ternera. Juan, a quien en sus sesenta años nunca vez estábamos frente a frente. Fue entonces cuando La Negra, tiritan-
habían entrevistado, parecía saber la importancia mediática de hacer do de miedo, se comenzó a mear. Un chorro largo y grueso por entre
unas buenas primeras fotos de la vaca. Por eso, gentilmente pero con sus piernas blandas de tan nuevas. Tal vez sospechaba que ver a un ser
voz de mando, le pidió a Pedro Carlos Sesinte, el peón del campo, que humano de cerca podía significarle el mismo final que el de las miles
la metiera en el corral más pequeño. Sesinte tomó el desafío con el en- de millones de vacas que pastan día a día. Lo que aún no sabía era que
tusiasmo de quien debe poner a prueba su sabiduría en público. Sin le esperaba un destino menos anónimo que al resto de los animales
ganas de quedar mal frente al forastero, tomó un palo largo y con des- de su especie. Aunque el mismo final, como a todos.
treza de laceador fue acorralando a la ternera junto a su madre. La ter- Fue quizás a partir de la foto número 10, o en la 12, que La Ne-
nera parecía sucumbir a la maniobra cuando, de improviso, pegó un gra comenzó a quedarse quieta. Tranquila. No puedo hablar de ma-
salto y salió velozmente de cuadro. Se había librado del encierro gra- gia, ni de comunicación, ni siquiera de fastidio, pero recuerdo co-
cias a un brinco más típico de los gatos, en una agilidad que las vacas mo si sucediera ahora que a partir de la foto 15, cada vez que hacía
van perdiendo rápidamente en beneficio de la holgazanería de alguien un nuevo click no se escuchaba nada más que el ruido de la cáma-
cuyo trabajo es comer para engordar. ra. Su madre, desde atrás del alambrado, estaba más tranquila. Jora-
Creo que desde aquella vez que Jorajuría dijo «¡Esa negra de ahí juría y Sesinte, miraban todo casi sin respirar. Y La Negra, en el pe-
es!», comencé a llamar a mi vaca La Negra. queño corral, dejaba que me le acercara casi hasta tocarla. Mis mo-
Fue complicado meter a la vaca madre y a la ternera a un corral. vimientos eran lentos. Muy lentos. Tenía la impresión de que cual-
Pero lo fue mucho más tratar de separarlas, para fotografiar sola- quier giro brusco volvería a desatar la escena de unos minutos an-
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tes, con la vaca madre chocando contra el alambrado, Sesinte agi- a dar cuenta que acá, en las otras ciudades que no son Buenos Ai-
tando el palo para tranquilizarla, La Negra tratando de dar otro sal- res, somos muy diferentes.
to de gato para escaparse, Jorajuría moviéndose para detener una De regreso a la Capital me fui mirando las vacas a un costado de
posible huida. Todo sucediendo en mitad de un campo argentino, la autopista, sabiendo que ahora yo también tenía una y que contaría
cerca de Magdalena, un día de semana cualquiera a las 11 de la ma- su vida. Cuando el ómnibus entraba a Buenos Aires y ya era de no-
ñana, cuando el resto de los mortales está en su oficina y las ciuda- che, seguí mirando a la vaca en el visor de mi cámara. Tenía una ter-
des llegan a su punto más alto de producción. Por eso nadie se mo- nera para engordarla, para venderla, y si tenía suerte, ganar dinero con
vía. Todos quietos y en silencio. Ni las vacas ni nosotros queríamos el experimento. Como todos los ganaderos.
volver al alboroto inicial.
––Listo, ya está ––dije en voz baja, alejándome de La Negra.
Y entonces Sesinte rápidamente fue a liberar a la ternera, su ma-
dre respiró aliviada, y las dos salieron disparadas hacia el resto de las
vacas que miraban curiosas toda la escena, muy ordenadas, en esa
compacta tropa a la que se sumó mi vaca para terminar desaparecien-
do en el anonimato del ganado. Brazuelo: De aquí se saca el ossobuco. Es un corte ubicado en la
––¿Le sirvió? ––me preguntó Jorajuría, atento a que mi trabajo sa- región braquial. Limita hacia atrás con la carnaza de Paleta, interna-
liera bien. mente con el Pecho y hacia delante y arriba con el Cogote. También
––Sí, mucho ––le dije, y recién ahí sentí que tenía las manos hú- se le llama Garrón delantero. Se le suele vender cortado transversal-
medas. Y la garganta apretada. No lo pensé en ese momento, pero aca- mente, en trozos que se venden como ossobuco. No va a la parrilla. Se
baba de inmortalizar a la protagonista de mi historia. A mi primera emplea en guisos y hervido en sopas, principalmente en invierno.
vaca real después de tantos años de Carnicería Humana.
Juan era un tipo extremadamente amable. Además de mandar a El azotillo: Cubre transversalmente la parte extrema cerca del co-
ensillar dos caballos, de encargarle a Sesinte limpiar el corral, también gote. Es un corte menor, sin nervios, que casi siempre sale duro si no
se preocupaba de que las fotos me salieran bien. Por aquel entonces es de animal muy joven. Se le suele moler, para hacer hamburguesas.
todavía no me contaba parte de su vida, pero ya me había dicho que O hervir, para dárselo al perro. Aunque si no queda más en la carni-
desde que nació se crió junto a las vacas. Y me imagino que le causa- cería, igual entra en la parrilla.
ba simpatía vendérmela, y que quisiera contar la historia de ella.
Esa vez, antes de despedirnos, cuando habíamos apagado el mo- La falda con hueso: Es el recorte de la parte del pecho del costillar
tor de la camioneta y todavía no nos bajábamos, me preguntó tími- de la vaca. Si es tierna y con poca grasa se puede saborear a la parri-
damente: lla, aunque su empleo natural es el puchero. «El puchero es comida
––¿Y cómo nos ven a los argentinos en Chile? para perros», me dijo un comensal de la parrilla Siga la Vaca.
Era la primera vez que hablábamos algo que no tuviera que ver
con vacas, carne, campos, ni con su trabajo o el mío. Sé que le daba
curiosidad que fuera de otro país.
––Bien, me parece que bien.
––No, no le creo. Pero sabe, eso es por los porteños. Usted se va
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La Negra, como la mayoría de los vacunos argentinos que viven madre hizo un nuevo esfuerzo, y apareció la cabeza de la nueva vaca
libremente en los campos alambrados, nació de forma natural. Su ges- rompiendo la bolsa. Después aparecieron las dos patas anteriores de
tación ocurrió tras el apareamiento de un toro y una vaca. En ese mo- La Negra, en una fase de parto que puede durar entre dos y cuatro ho-
mento termina el celo de la vaca madre, y su vientre comienza a au- ras. Tan pronto como el pecho de la ternera logró salir de la vagina,
mentar de tamaño a medida que el feto va creciendo. Mientras está comenzó a respirar.
esperando su cría, la vaca se vuelve más tranquila y, a diferencia de los Se suele recomendar que la vaca para sola y de forma natural. Sin
seres humanos, su cantidad de leche va disminuyendo. La Negra fue embargo, a veces se las ayuda en el parto tirando suavemente de las
concebida sin inseminación artificial, y como en toda gestación na- extremidades del ternero. O, si el cordón umbilical sigue unido a la
tural, fue imposible predecir la fecha exacta de su nacimiento. Una vaca después del parto, cortándolo con un cuchillo limpio o con unas
mañana, Pedro Sesinte anotó que una nueva vaca había llegado al tijeras, poniendo alcohol en el extremo del cordón cortado.
campo Don Lorenzo, y eso fue todo. Completamente expulsada del cuerpo de su madre, y con el cor-
Al igual que en los seres humanos, una vaca en gestación necesi- dón umbilical cortado, había nacido una nueva vaca argentina. Y aun-
ta más alimento del habitual y es por eso que al final de la preñez la que podía ser una más dentro de los 4 millones de terneros que na-
madre de La Negra recibió un refuerzo alimenticio de granos y cerea- cen anualmente en el país, y uno más de las 200 millones de vacas que
les. Las últimas semanas la vaca madre nunca estuvo encerrada en al- pueblan el mundo, ésta era una vaca diferente. Y la esperaba un des-
gún pequeño corral. Si bien se la observaba más detenidamente, igual tino fuera de lo común.
que al resto de vacas preñadas, se la trató de mantener lo más libre
posible para cuando llegara el momento del parto. El tiempo de ges-
tación de una vaca es de 280 días, unas 40 semanas, 9 meses.
Como la vaca no informa sus síntomas, se reconoce que está a
punto de parir cuando el vientre ––especialmente el lado derecho––
ha aumentado considerablemente de tamaño. Además, la ubre está
llena y los pezones rígidos. La vulva está enrojecida e inflamada y se- Recuerdo que llevaba pocas semanas viviendo en Buenos Aires, y
creta un líquido mucoso y sanguinolento. Pese a la tranquilidad de ya comía carne varias veces a la semana. Un fin de semana, con un pe-
todas las semanas de gestación, antes del parto la vaca se pone intran- queño grupo de personas fuimos a comer carne a una parrilla junto
quila, mueve la cola y da señales de molestias abdominales. al Museo De la Cárcova, al lado del río, en la Costanera. Había sol, y
Antes de parir a La Negra, su vaca madre se alejó del resto del ro- las mesas estaban en el jardín. Un pelado de uñas largas cantaba tan-
deo, buscando un sitio tranquilo y apartado. Ahí comenzó a experi- gos con guitarra, y en muchas de las mesas había turistas. En el resto
mentar las primeras contracciones musculares uterinas característi- de mi mesa todos eran argentinos. Recién nos habían traído varias ti-
cas, cada vez con mayor intensidad. ras de asado, dos ensaladas, unas papas fritas y vino. En esto estába-
Las vacas pueden parir de pie, aunque muchas de ellas se echan, mos, empezando a comer, cuando una porteña mayor de sesenta años
especialmente en los períodos finales. Las primeras contracciones le- y conocedora de medio planeta, me preguntó:
ves orientaron a La Negra y le ayudaron a adoptar la mejor posición ––¿Y en Chile se come carne?
para facilitar el parto. Esas contracciones iniciales pudieron prolon- Le respondía con una sonrisa. La pregunta, por decir lo menos,
garse de 30 minutos a dos días. era curiosa. Al principio pensé que se trataba de una muy ingenua dis-
Primero apareció la bolsa de agua en la vulva. Entonces, la vaca criminación. O quizás yo estaba muy flaco. O quizá mostraba dema-
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siada ansiedad a la hora de cortar mi pedazo de carne. Sólo con el habla tanto de ella, todo el tiempo, sin darse cuenta. Y por eso se sue-
tiempo, tras escuchar muchas preguntas parecidas e insólitas, de di- le preguntar, cuando alguien llega de otro sitio, cuánta carne se come
ferentes personas y en distintas situaciones, logré entender que el en nuestras ciudades. Después, escribiendo este libro, entenderán que
asunto se trataba de algo bastante más simple: los argentinos suelen aquello que los argentinos llaman «comer carne» es algo que prácti-
saber muy poco de Chile. camente no existe en ningún otro país. Una encuesta del Instituto de
Aunque los dos países comparten la segunda frontera más gran- Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) y la Cosultora Ga-
de del mundo, y la cantidad de negocios crece entre ambos países, en llup, dice que el 100% de los consultados comió carne vacuna alguna
el inconsciente local los puntos cardinales del país son Pinochet, vez, y que el 70% lo hace por lo menos cuatro veces por semana.
Allende, el desarrollo económico y un fuerte conservadurismo cató-
lico. Pocos saben que, en términos geográficos, los puntos cardinales
están marcados por el Norte, donde hay un desierto grande y seco y
amarillo llamado Atacama; el Sur, con una inmensidad de islas, islo-
tes, archipiélagos y hielos y fiordos y zonas de lluvias eternas; el Oes-
te, con el océano Pacífico; y el Este, con la cadena de montañas de Los
Andes. Se sabe que hay mariscos y pescados, pero lo que no se sabe es Parte de la fama internacional de la carne argentina es su alto es-
que están muy lejos de ser parte de la dieta diaria de los chilenos: es tándar de calidad. Mientras en otros países crece y se multiplican los
más, a mucha gente no le gustan para nada y nunca han sido parte de laboratorios con vacas alimentadas artificialmente, engordadas en gal-
una causa nacional. pones sin sol hasta que el animal ya no se puede mantener en pie por
A la inversa es distinto. En Chile las noticias argentinas suelen lle- causa de su propio peso, por lo general en la Argentina las vacas pas-
gar fácil a las primeras planas. El rock y el fútbol argentino forman tan al aire libre. Sueltas a su propia suerte, pero más por una falta de
parte de la cultura chilena, y en los colegios son obligados Cortázar y recursos que por una medida humanitaria. Sin embargo, se suele de-
Borges. Los periodistas siguen creyendo que el gran periodismo en cir que esas condiciones hacen que el promedio de calidad sea alto.
español se hace aquí, y la fuerte incursión de empresarios chilenos en Aunque no todo es por el azar.
territorio argentino se mira como un asunto de orgullo nacional. A Son muchas las variables que inciden en la calidad de la carne. En-
los argentinos se los detesta y se los admira con el mismo ímpetu y a tre los factores biológicos están el sexo, la raza y la edad del animal.
veces, muchas veces, es una misma persona la que profesa abierta- Cuanto más viejo el vacuno, su carne será más dura. O lo que es lo
mente ambos sentimientos. mismo, menos tierna. La terneza de la carne se encuentra claramen-
Claro que como suele ocurrir en estos casos, los chilenos que te relacionada al tiempo de vida del animal. Sin embargo, muchos
aman y odian a la Argentina, lo hacen pensando en una Argentina que concuerdan en que las diferencias en la terneza se producen entre los
no existe en la realidad. Una que está armada como rompecabezas, 18 y los 42 meses de edad. A partir de entonces, prácticamente ya no
con extracto de cosas sueltas que no logran formar un todo. Eso se hay diferencias. La Negra todavía tiene menos de 42 meses, así que si-
nota, claramente, en el asunto de la carne. gue teniendo buena carne.
La imagen exterior del argentino poco tiene que ver con un país Con el paso del tiempo, la carne se pone menos roja y disminuye
que, hasta hoy, uno de cada tres de sus habitantes vive directamente su jugosidad. Por lo tanto, un bife de calidad nunca debe ser pálido ni
de la vaca. Un país ganadero por todos sus costados, donde el verda- seco. Tampoco «abombado», como quedan algunos bifes cuando se
dero pánico nacional lo provoca una posible falta de carne. Por eso se corta la cadena de frío.
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La conformación de la res también está influida por la edad, ya Para mejorar la calidad de la carne, se pueden usar otros elemen-
que en los primeros meses de vida el animal no tiene ni el desarrollo tos, como el uso de los antiparasitarios internos y externos. Las prác-
muscular deseado, ni la cantidad de grasa de cobertura e intramus- ticas de castración, descorne y marcación son importantes para la ca-
cular óptima. La Negra debería llegar a la faena antes de que por su lidad, al igual que todas aquellas que tiendan a reducir al mínimo el
edad haya adquirido demasiada profundidad de tórax, ya que genera estrés de la vaca. Cuanto menos estrés tenga La Negra, que se le pue-
una res con elevada proporción de cortes menos valiosos como son de provocar por tener muchos perros cerca, gritos, encierros frecuen-
los del cuarto delantero. tes y prolongados, mala accesibilidad al agua, más perjudicada y ex-
En relación al sexo, se sabe que después de muertos, la caída del puesta estará su carne. También influyen en su estrés varios elemen-
pH dentro de los músculos es mucho más lenta en machos enteros tos previos a la faena, como el trato durante el transporte al matade-
que en hembras. La carne de toro es generalmente más dura que la de ro y el viaje en el camión-jaula. Puertas a medio abrir, latigazos, gol-
novillo, y la del novillo es más dura que la de las hembras. pes eléctricos, picanas, exceso de animales cargados en el camión,
El sexo también tiene influencia sobre el color de la carne. La can- mezcla de animales de diferente tamaño y sexo, son elementos que en
tidad de pigmentos es mayor en las hembras que en los machos, no mayor o menor medida predisponen a golpes que producen hemato-
existiendo diferencias entre estos últimos y los novillos (toros castra- mas, que terminan repercutiendo en una pérdida de calidad del bife.
dos). Sin embargo a la misma edad la carne de toro es más oscura, Todo el proceso puede estar bien supervisado, pero si el chofer que
siendo esto atribuido al pH más elevado de su carne. traslada a La Negra al matadero es malo, choca, o se despista, bajará
Otra serie de factores en la calidad de la carne tiene que ver con la calidad de sus presas. Para una buena calidad la vaca no sólo debe
los componentes que están fuera del animal. Variará si la vaca cre- nacer y crecer tranquila, sino que también debe estar relajada en el
ció a campo abierto, como la mayoría de los vacunos argentinos, o momento de su sacrificio. Eso permitirá un mejor sabor cuando nos
en invernaderos, como ocurre cada vez más en el resto del mundo, llegue el trozo de bife al plato.
con corrales donde las vacas apenas se mueven y reciben alimenta-
ción química por cañerías. También variará según las condiciones
ambientales del lugar de producción, condiciones y tipo de merca-
do a abastecer, infraestructura con la que se cuenta o disponibilidad
de reproductores.
Una ternera como La Negra tiene de rendimiento un 58% de car-
ne y un 25% de grasa. Por eso es importante su alimentación, pues a La falda sin hueso: También se la conoce como pechito deshuesa-
mayor nivel de alimentación mayor ganancia de peso. Y entre más pe- do. Apartando el borde huesudo de la falda, y deshuesando la parte
so y mejor alimentada, más terneza. Negocio redondo. más delgada, se obtiene una exquisita pieza para ser puesta a la parri-
Por eso es tan determinante el tipo de alimento (grano, silo, pas- lla o asada al horno. Se recomienda mucha sal.
tura) sobre la calidad de carne, y por eso las charlas con Juan Joraju-
ría en épocas de falta de lluvia y pocas pasturas. Al incrementar el ni- Entraña: Es la parte del diafragma de la vaca que va pegado a las
vel energético de la dieta con grano, se obtiene una mayor ganancia costillas. Es una tira de carne envuelta por una gruesa membrana bor-
de peso, más estado de engrasamiento y menor edad a la faena, y eso deada por grasa. Ideal para hacerla a la parrilla, bien jugosa. Sería un
significa un animal más caro para vender y con carne más tierna. Pe- crimen que se seque.
ro también más caro de producir.
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El costillar: Las costillas de la vaca son la estrella del asado argen- millones de vacunos del mundo entero. Animales que se pasan la vi-
tino. Generalmente se lo recorta de la falda, la tapa de asado, libre del da pastando en espera de un único y repetido final. Un ganado anó-
matambre que lo cubre en parte. Ideal para el asado a la parrilla, aun- nimo que nunca se da por perdido.
que en otros lugares se use para sopas y guisos. «Para comerlo hay que Por eso mismo es que, desde que compré la vaca, comencé a pen-
hacerlo con la mano, y chupar los huesos hasta dejarlos limpios», re- sar en su muerte. O, más bien, me compré una vaca para matarla: un
comienda el parrillero de Antigua Querencia, en calle Yatay. plan simple. Y ésa ha sido la rutina que ha seguido La Negra en todo
este tiempo: dejarla comer con la idea final de llevarla al matadero pa-
ra recogerla en bifes que me harán recuperar el dinero invertido. No
es un plan original. En este mismo instante 50 millones de vacunos,
repartidos por todo el país, pastan tardes enteras en espera del mis-
mo desenlace. Pero ésta era mi vaca. Y era mi plan.
Una de las primeras cosas que uno aprende en el mundo de la car-
Si bien insistían en que me había comprado una vaca, técnica- ne es que, al igual que en cualquier industria de hoy, los dueños y do-
mente, me lo explicaron rápidoe, con La Negra no me había compra- minadores del mercado son los que acumulan y acumulan y acumu-
do una vaca. Según el rigor del lenguaje ganadero, las vacas recién na- lan hasta tener la mayor cantidad. Y por lógica de matemáticas bási-
cidas no son vacas sino que hasta los diez meses se las llama terneras. cas, la mayor cantidad la tienen pocos. El 78% de los productores de
Luego son vaquillonas hasta aproximadamente los diecisiete meses y, aquí tiene menos de 250 vacas, el 17% tiene entre 250 y 1.000 cabe-
una vez que nacen sus primeras crías, recién entonces pasan a llamar- zas, y apenas un 5% supera los 1.000 animales. La frase «cuanto más
se formalmente vacas. Un ciclo de vida equivalente al de niña-seño- tienes más ganas» parece haberse pensado a partir del negocio de los
rita-señora. La que me había comprado era, entonces, una niña. Cla- animales.
ro que a diferencia de esas niñas de verdad, que por 5.000 dólares se De todas maneras, por insignificante que parezca, no es fácil com-
les venden a matrimonios europeos que llegan de compras a Latinoa- prarse una sola vaca. En el mundo de los seres humanos hace mucho
mérica, La Negra era una niña-vaca que seguiría creciendo junto a su que la soltería dejó de ser un problema y, por el contrario, ha pasado
madre-vaca. Pastando junto a ella en el campo Don Lorenzo, un te- a ser un gran negocio: la persona sola dispone de más dinero para
rreno de unas 400 hectáreas donde se desarrollaría junto a toros, va- consumir y en todas las grandes ciudades se levantan torres y más to-
cas, vaquillonas y terneras. rres, día y noche, con departamentos donde vivirá una sola vida. En
En dos horas de ómnibus, desde Buenos Aires, llegaba al campo. el mundo de las vacas, en cambio, todavía uno equivale a nada. Si se
Apenas dos horas bastaban para que las luces y las avenidas conges- entiende que el pilar del negocio es la reproducción, con un solo ani-
tionadas y los grandes edificios y las alarmas gritando y los subterrá- mal casi no hay negocio posible. A no ser que la vendas a tiempo. Y a
neos en hora pico y los taxistas lamentándose y las casas de cambio y tiempo, quiere decir que el mercado esté de tu parte. Claro que en to-
los cajeros automáticos y las marchas contra el hambre y el hambre y do este tiempo el mercado nunca estuvo de mi parte.
las bandejas de comida rápida y las escaleras automáticas y los shop- Si bien todo fue pensado como un negocio, durante el cual cono-
pings y las tarjetas de crédito y los locutorios de Internet quedaran cería una industria emblema y parte de la historia de un país, creo re-
atrás, bien atrás, muy atrás frente a la tranquilidad con que las vacas cordar perfectamente la noche que entendí lo que significaba comer-
hacen su propio trabajo de oficinistas: Alimentarse y alimentarse, con se a una vaca. Hasta entonces, como todos, no asociaba directamen-
la idea de crecer y engordar. Día a día, en la misma rutina de miles de te la vaca al bife. Nunca, con el bife sobre el plato o la tira de asado so-
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bre la parrilla, se me ocurría pensar que eso venía de un animal que cos metros, que con su mueca fija parecía pedirme explicaciones. Una
pastaba en el campo. Lo sabía, claro, pero no lo relacionaba directa- vaca embalsamada que estaba en la puerta del restaurante. Jamás me
mente. Hasta esa noche. había percatado del pésimo gusto que puede llegar a tener para algu-
Había sido una semana de lluvias torrenciales de julio, y decidí ce- nos esa legendaria tradición argentina de tener vacas disecadas en los
rrar los días de aguacero con un bife de chorizo jugoso en la antigua restaurantes de carnes. La vaca de Rancho Mayo me miraba fijo y, de
parrilla Rancho Mayo, en Avenida de Mayo. alguna manera, llegué a pensar que con desprecio.
Ya sabía, porque se aprende rápido cuando se viene de otro país, ––No se preocupe, esos ojos son de plástico. Todas estas vacas tie-
que en Buenos Aires es difícil que no te toque un buen bife: aunque nen ojos de plástico. Las hace un artesano del sur ––me dijo el mozo.
sea en una parrilla pequeña en las afueras de la ciudad, o en una piz- Ése fue el primer cambio. A partir de La Negra, cada vez que co-
zería donde también venden carne, o hasta en la cafetería de la esqui- mía un bife pensaba en las vacas. Y en ellas vivas.
na de tu hotel. Pero entonces seguía creyendo que para comer un buen Lo extraño es que cuando comemos carne nunca pensamos, por
corte de carne, carne-carne, lo mejor era ir a un lugar donde la expe- ejemplo, en el pasto. Y eso que uno de los reyes de esta historia es el
riencia depredadora de meterle cuchillo a un tejido muscular de va- pasto. En la ganadería argentina el pasto sigue valiendo oro. Es sobre
cuno se viviera al máximo. Por decirlo de algún modo que complaz- el verde que el ganado pasa días y días desperdigado sobre la llanura,
ca a los vegetarianos, ir a comer a un sitio donde asumes tu delito de- rumiando libremente y sin parar, todo el tiempo, toda su vida.
liberadamente. Uno de esos lugares era Rancho Mayo, entre la Aveni- Siempre recuerdo ese viaje por La Pampa, cuando ya tenía la va-
da 9 de Julio y el Congreso, donde ya desde la vidriera podías ver cuer- ca en mi cabeza, arriba de la Toyota Hi-Lux de una linda ingeniera
pos de animales que se asan a las brasas. agrónoma: una flaca de chaqueta North Face naranja, GPS 2004, ce-
El lugar era grande, con medio centenar de mesas con mantel y lular hiperliviano y zapatillas brillantes con olor a bosta. Ella vive del
surtidas con cuchillos de cacha de madera y dientes afilados, ideales campo y en el campo, y aunque nació y se crió en la gran ciudad, di-
para la faena. El sitio, además, tenía el honor de haber ganado tres pre- ce que ya no deja el barro y la hacienda por el cemento y los semáfo-
mios internacionales como el mejor sitio de carnes de la Argentina, ros: un camino inverso de los miles de trabajadores agrícolas que si-
cuyos galardones aparecían debidamente fotografiados en la carta del guen dejando el trabajo en la tierra para probar suerte en la Capital.
menú. En el restaurante todo olía a carne quemada mientras los mo- En eso estábamos, hablando con la ingeniera de la relación del
zos, vestidos de gauchos, iban y venían de la cocina a las diferentes campo y de la ciudad, de cómo en Latinoamérica la gente cada vez es-
mesas. Detrás del mesón se alcanzaba a ver un alto de carne cruda es- capa más temprano del campo, y de cómo en este país eminentemen-
perando su turno en la banca, antes de salir a pelearle al fuego. Si bien te agrícola las personas del campo siguen emigrando a los centros ur-
estaba prohibido fumar adentro, el olor a carne se te pegaba en la ro- banos, cuando pasamos frente a hectáreas y hectáreas de tiernos pra-
pa con más ganas que la humareda de un habano. Casi quince minu- dos. Un campo plano y verde como una mesa de billar. Un horizon-
tos tardaron en traerme el jugoso bife que soltaba sangre cada vez que te recto al final del firmamento, que para alguien de un país con tan-
le enterraba el tenedor. Estaba masticando el tercer pedazo cuando, tos cerros como es Chile nunca deja de llamar la atención. Fue frente
de pronto, sentí que unos ojos me clavaban la vista. Muy fijo. Dema- a esa inmensidad verdosa, llamativa, que ella dijo:
siado fijo, la verdad. Terminé de saborear aquel trozo y giré la cabeza. ––Ufff, con todo ese pasto yo podría sacar toneladas de buenísi-
La escena resultó conmovedora. Nunca lo había visto de esa manera. ma carne.
Lo que me miraba era una vaca, una vaca de verdad y en persona. Una Ahí entendí, escuchando a esta ganadera hi-tech, que el negocio
vaca de tamaño real, con piel natural y piernas firmes. Una vaca a po- vacuno podía ser más simple que todo lo que nos han querido hacer
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creer. Su lógica se reduce en una frase: transformar el pasto en bifes Dios no era argentino, acá insistían en esa frase como una senten-
para supermercado. ¿Y cómo se transforma? Bueno, con las vacas. Co- cia de orgullo nacional.
mo La Negra, por ejemplo, que la última vez que la vi estaba rozagan- Aquellos primeros años de despegue ganadero se recuerdan con
te de salud y empachada con un pasto seco que le vino de maravillas enormes extensiones de tierra sembradas, primero con maíz, luego
para enfrentar la falta de lluvias. con trigo y finalmente con lino y alfalfa. De esa manera, al levantar el
En ese entonces me costaba pensar que mi vaca era una simple lino quedaba una extraordinaria pradera para consumo del ganado.
maquinita que transformaba el pasto en bife. Pero ahí estaban, millo- Las vacas con buena y abundante comida que ellas mismas, y seguro
nes y millones de maquinitas repartidas en el mundo entero, traba- sin darse cuenta, iban transformando en carne.
jando doble turno como complejos robots dedicados a mutar lo ve- En pocas décadas se llegó a tener la mayor cantidad de vacas por
getal en carnívoro. Si esa máquina se pudiera construir, se elimina- habitante a nivel mundial. En los años 30 ya había dos vacas per cá-
rían gran parte de las disputas y rivalidades y enfrentamientos que li- pita, e incluso un poco más, lo que se prolongó hasta los 70. Pero des-
deran los vegetarianos. Pero esa máquina ––que podría comprarse ba- de entonces, y por eso la preocupación, los argentinos empezaron a
rata y en cualquier tienda agrícola y con repuestos al alcance de la ma- comerse sin freno su propio stock. Como no se pudo ––o no se supo,
no y con talleres mecánicos para sus desperfectos y obreros mal pa- o no se quiso–– aplicar medidas para aumentar la producción vacu-
gos poniendo y sacándoles tornillos y toneladas de dinero en publi- na, la solución al desfalco de carne propia se buscó en otra área. Así
cidad y un par de nuevos millonarios gracias al invento–– no existe. nace el conflicto entre consumo interno y exportación de carne, eje
Las vacas no son máquinas. Pero si uno quiere hacer dinero con ellas, central de la guerra de la carne y la lucha de los precios que se man-
está obligado a verlas como eso. tiene de hace décadas y que sigue tan vigente hasta el día de hoy.
Una vez más, el mediano y largo plazo asomaron como lujos
propios de los países desarrollados. Y aunque costara comprender-
lo, la Argentina no estaba dentro de aquellas naciones. Las políticas
agrarias comenzaron a tomarse según necesidades coyunturales, de-
pendiendo de lo que pasara en el día a día. A veces convenía fomen-
tar las exportaciones y en otras, muchas, privilegiar el consumo lo-
Algo viene pasando en el país con la carne más famosa del mun- cal. En 1952, por ejemplo, Juan Domingo Perón se inclinó por la ex-
do. En los años 70 aquí había 60 millones de vacas y 30 millones de portación de carne porque necesitaba divisas frescas. Fue el propio
habitantes, lo que daba la increíble suma de dos vacunos por cabeza Perón el que implementó la primera veda al consumo de carnes, una
humana. Hoy, se quejan los productores locales, «apenas hay una va- idea que más tarde se aplicaría en los años 60 y en los años 70. Hu-
ca por argentino». Y aunque la cifra sigue siendo alta, en el país de los bo otros períodos con precios máximos, como durante el gobierno
bifes muchos analizan esas estadísticas con preocupación. de Héctor Cámpora. Y ha habido varias suspensiones a las exporta-
Con el comienzo de la producción ganadera local, a fines del si- ciones de carne, como en el gobierno de Isabel Perón y, más tarde,
glo XIX, la Argentina puso gran parte de su energía en desarrollar el en el de Néstor Kirchner.
negocio de la exportación de carne de alta calidad. Como conse- Esta falta de estabilidad en las políticas agrarias y la poca perspec-
cuencia no buscada, y gracias a las catástrofes que ocurrían en bue- tiva de la industria, fueron llevando lentamente a un desinterés inter-
na parte del resto del mundo, el país rápidamente se convirtió en lo nacional y a la descapitalización del famoso ganado argentino. De ser
que acá siguen recordando como «el granero del mundo». Si bien líderes mundiales indiscutidos en cantidad y calidad, las últimas ci-
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fras muestran a la Argentina en un octavo puesto, con pocas perspec- yo de 2004 La Negra aparecía en todo Chile, un país donde el consu-
tivas de subir de escalafón. Con Brasil escapado por mucha distancia mo de carne animal representa un 5% del gasto total de las personas,
y Uruguay, un país varias veces más chico, pisando los talones. y donde en promedio cada chileno consume al año 26 kilos de carne
Sin embargo, poco importan los ránkings mundiales cuando se vacuna. Un país que hasta 2000 casi no exportaba carne, y que cinco
gobierna una economía en que la inflación suele tumbar gobiernos y años más tarde llegaba a su propio récord vendiendo al exterior más
alentar estallidos sociales. Quienes miden los efectos económicos ya de 80 millones de dólares en carne vacuna chilena.
han calculado que el índice de inflación sube un 0,45% cuando la car- El texto se llamó «El viaje de una vaca» y fue acompañado de la
ne aumenta un 10%. Cuando esto sucede, un mes que se esperaba un primera foto de la vaca, la de aquella mañana en que La Negra se meó.
0,7% puede llegar a más del 1% de inflación. Esa publicación no sólo terminaría siendo la primera de una se-
Congelar bruscamente las exportaciones, en un producto como rie de apariciones en diferentes países. Era, a la vez, el comienzo de la
la carne que funciona con cadenas de frío, obliga a los productores a independencia de mi vaca. Entonces no sabía qué vendría en el futu-
tener que vender la carne dentro del país. Ante el repentino crecimien- ro, sólo quería contar que me había comprado a La Negra. Y que me
to en la oferta de bifes y lomos en el mercado interno, el precio por el la iba a comer.
kilo de carne baja o, en el peor de los casos, se mantiene. Y así se man-
tienen a raya los índices de inflación.
Por cierto, fuera de las fronteras la carne sigue navegando por la El viaje de una vaca
pista tradicional de la oferta y la demanda, y el proteccionismo lo-
cal hace que la Argentina viva en una suerte de limbo cárnico donde Ésta es una columna de viajes especial. No porque ahora reniegue de
los precios de un kilo de bife poco tengan que ver con la realidad de los días itinerantes, ni le haya perdido el gusto al periodismo portátil ni
otros países. a los aviones, hoteles, jet lags, estaciones de trenes, terminales de ómni-
Héctor Ordóñez, profesor de la UBA, hizo el cálculo. En los su- bus, salas de embarque, equipajes de mano, despedidas y llegadas. Sim-
permercados alemanes un kilo de lomo argentino cuesta 30 euros. Lo plemente es diferente porque desde hace unos días, y eso es lo que vengo
mismo que cuesta un kilo de Audi, el auto alemán de alto lujo que pe- a compartir, me he embarcado en un viaje diferente. Me he subido a esa
sa una tonelada y vale 30.000 euros. impagable travesía que consiste en velar por una vida que nace, que ve-
Hoy en Buenos Aires el kilo de lomo cuesta 6 dólares. El kilo de ré crecer, que le procuraré comida y, también, deberé preparar para di-
carne para hacer milanesas o bifecitos cuesta 3 dólares, 2 dólares más ficultades y hasta para su propia muerte. Sí, es lo que ustedes ya imagi-
barato que hace diez años. nan: me compré una vaca.
Sin ser exagerados puedo decir que desde hace unas semanas, desde
que me compré esta vaca recién nacida ––una ternera, para ser exactos
en el lenguaje ganadero–– me siento participando de un singular y, en
cierta forma, exótico viaje. De uno de los más inciertos, tal vez. Com-
parto con ustedes la foto de la criatura, de La Negra, luciendo asustada
sus dos meses de existencia. Fue tomada en el campo Don Lorenzo, don-
La historia de La Negra, convertida en una vaca mediática, comen- de se cría: un predio de 400 hectáreas que está camino a Magdalena, a
zó un domingo. La presenté oficialmente en mi columna de viajes de unos 40 kilómetros al sur de La Plata, manejado por Juan Jorajuría, un
la Revista del Domingo, del diario chileno El Mercurio. El 30 de ma- buen hombre de campo con más de sesenta años entre ganado.
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¿Para qué querés una vaca recién nacida?, me preguntó hace unos rado. A veces pienso en lo triste que será ir a dejarla al Mercado de Li-
días un amigo argentino que vive en Barcelona. Le dije que haría lo de niers, donde se transan hasta 60.000 animales a la semana. Otras, creo
todo ganadero: engordarla mucho, mandarla al matadero cuando fue- que no seré capaz de mandarla a matar, aunque sea a un degolladero
ra grande y, con la ganancia de la venta, comer más y mejor carne. «¡Ésa moderno. Hasta he llegado a imaginarme, si me encariño con ella (lo
es la historia de la Argentina!», casi gritó, sorprendido. Y tenía razón. peor que le puede suceder a un productor de carnes), llevándola de via-
La idea original con la compra de esta única ternera era simple: si- je como hacían los argentinos millonarios de principios del siglo XX. La
guiendo la vida de La Negra podría contar la increíble, desopilante y has- verdad es que no sé qué le depara el destino y, seguramente, estoy vivien-
ta truculenta historia de la más famosa carne del mundo. Al poco tiem- do la misma incertidumbre por el futuro de todo quien tiene a su cargo
po, desde que tengo mi propia vaca (desde que soy ganadero, digámoslo una vida. Veremos en qué termina este viaje. Prometo contarlo.
como es) me he dado cuenta de que al contar el mundo de la carne en
Argentina, uno está contando una historia mayor. De entrada puede ver-
se extravagante lo de tener una vaca en Argentina (sólo comparable a
tener un canguro en Australia o un león en Kenia), pero más que una
mascota aquí la vaca es ––y sobre todo fue–– parte fundamental del mo-
tor económico del país. Es decir, desarrollar una ternera en este país emi-
nentemente ganadero equivale a tener una pequeña veta de cobre en
Chile, un árbol de plátanos en Ecuador o una tienda de municiones en
Estados Unidos. «La carne es nuestra industria más importante, y debes
pensarlo como que cada vaca es una chimenea de esta fábrica», me dijo
hace poco un tipo con 1.500 vacunos.
Si bien La Negra me servirá para la investigación, debo aclarar que
desde el punto de vista comercial ––destino final de cualquier vaca––, te-
ner una sola ternera puede ser una catástrofe financiera. No puedo cru-
zarla y entonces no ganaré mucho. Mantenerla me saldrá caro, por un
asunto de costos a escala. Es más, según mis cálculos, al tener una sola,
mi participación de mercado es apenas del 0,000002% del mercado cár-
nico local, que cuenta con 50 millones de animales. Aunque de todos mo-
dos, espero hacer valer mi voz cuando me entreviste durante este viaje,
que recién comienza, con aquellos grandes estancieros, productores gigan-
tes de bifes y agresivos operadores que se me irán cruzando en el camino.
Viendo la foto se nota que la vaca no es un animal doméstico. Se
arranca cuando uno la quiere acariciar. Jamás viene cuando la llamas y
es absolutamente incapaz de hacer alguna gracia. Nunca sonríe y, lo que
es peor, siempre parece triste. Es un animal curioso pero desconfiado. Co-
mo si supiera que su único fin es nuestro plato.
Como en todo viaje, estoy seguro de que éste tendrá un final inespe-
Segundo corte

Comenzando el siglo XX, la industria ganadera argentina ya es un


sólido motor, con millones de vacas de fuerza empujando el desarro-
llo de la Nación. Son las primeras décadas de 1900 con Argentina con-
vertida en un imán para inmigrantes europeos que comenzaban a
cambiarle la cara, literalmente. Gracias a las vacas, Argentina se había
transformado en una suerte de isla entre el resto de América latina,
con comunicación y soporte y subordinación directa a Londres. En
esos años comienzan a instalarse frigoríficos en todo el país, primero
con tímidos capitales argentinos, más tarde con la fuerte presencia de
capitales británicos, y seguidos por una fuerte arremetida de capita-
les estadounidenses. Argentina como atracción de capitales extranje-
ros y con Buenos Aires convertida en aquella ciudad del primer mun-
do que se recuerda hasta hoy y cuyo despegue tenía patas de ganado.
Mientras en la capital se levantan lujosos y pretenciosos palacios,
adornados con estatuas traídas de Europa y cuadros que han sido en-
cargados a grandes pinceles del primer mundo, y se construyen mo-
dernos trenes subterráneos como en las grandes urbes y se levantaron
teatros y se importan óperas y se recibe con honores a los escritores y
poetas, en el interior del país el alambrado de los campos no se detie-
ne y corre veloz. Cada día aparecen nuevos cercos y tranqueras, y la
inyección de capitales extranjeros viene junto a las primeras inyeccio-
nes al ganado para mejorar la producción. Los salarios en el campo se
mantienen bajos, por momentos bajísimos, y en muchas haciendas los
empleados tienen, casi oficialmente, el rango de esclavos.

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