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UNIVERSIDAD ANDINA SIMÓN BOLÍVAR

Maestría en Estudios de la Cultura – Mención en Comunicación


Historia, memoria e identidad. Alumno: David Lasso

“AL MARGEN DE LA MEMORIA”


Ensayo sobre los usos de la memoria de jóvenes “encarcelados”.

¿Qué se puede recordar desde la cárcel?, ¿qué es lo que los jóvenes encarcelados
recuerdan y qué olvidan?, ¿en qué nos transformamos y con qué nos quedamos luego de ser
requisados a la entrada, cabizbajos o con rabia, con el peso de la culpa encima?

Introducción
Cuando ya nada tenemos nos queda nuestro cuerpo y sus ropas, y lo que éstas nos
permiten y hacen recordar y olvidar a través de las huellas, cicatrices y heridas de aquello
que hemos vivido. Es el cuerpo donde se materializan nuestras experiencias. Entonces,
cuando ya nada tenemos, también nos quedan nuestros recuerdos. Cuando el presente está
en crisis nos queda la nostalgia de nuestro pasado y la ausencia de nuestro futuro. Su
negación, su imposibilidad; como agua entre las manos se nos escapa el futuro, el mismo
presente nos rechaza e impulsa hacia atrás y desde ahí observamos a lo lejos un futuro
fingido, un bienestar deseado y “normal”, sin drogas, sin problemas, con familia y con
escuela. Desde ahí otra vez caminamos, para volvernos a chocar con el presente. Si
fuéramos inocentes, o al menos no culpables, ¿podríamos ser dignos de tener otros
recuerdos o podríamos tener recuerdos más dignos?
El presente trabajo pasea por entre once testimonios orales recogidos/producidos
/inventados desde el “Centro de Orientación Juvenil Virgilio Guerrero1”, la “cárcel de
menores de Quito”, en abril del 20062. Como muertos de una guerra, se intenta hacerlos
hablar para interpretar inter-subjetivamente qué sentidos construían cuando recordaban, qué
uso le daban al acto de recordar, reconstruir su pasado y –consecuente y posterioremente-

1
En adelante COJVG.
2
Los testimonios forman parte del proyecto “Rodando en Corto – Historias Juveniles”, organizado por la
Coordinadora Ecuatoriana Para el Accionar Juvenil”, CEPAJ. Este proyecto recoge historias escritas por
jóvenes que viven en Quito a través de una convocatoria masiva: el “2do Concurso de Historias Juveniles”.
De las 182 historias participantes se eligieron 52, las cuales fueron publicadas en una antología literaria.
También se recibieron 19 historias orales, 11 fueron recogidas en el COJVG, y son los objetos de estudio de
esta investigación. El proyecto continuó con etapas de capacitación a los jóvenes participantes, con quienes se
produjo audiovisualmente las historias seleccionadas.

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contarle al “escuchador”, presente y/o ausente, sobre aquel pasado. Varias son las
dificultades. Estos relatos los registré hace casi dos años y no hice un registro cualitativo de
la forma cómo se produjeron. Esa distancia que me separa de aquel evento, es casi un
ejercicio de arqueología: interpretar y reconstruir un todo ausente (sus pensamientos) a
partir del vestigio, a partir del detalle: los testimonios en audio. Estos fragmentos
(microhistorias) ubicados en la periferia ponen en crisis el centro, lo reconceptualizan, pues
lo explican de otra manera. Y aunque el objetivo de este trabajo no es ese, es imposible no
cuestionarse uno mismo, es imposible salir igual que como se entra a escucharlos.
Ni para ese entonces ni para el momento actual, el objetivo era reconstruir el pasado
que vivieron los jóvenes en una época determinada. El objetivo no era el de una memoria
histórica, como lo demanda Ricoeur cuando sea el caso (1998). La confrontación de datos,
la verosimilitud o credibilidad de los testimonios no está puesta en duda, así como tampoco
lo está la pertinencia respecto al escogimiento de la representabilidad de estos jóvenes
marginales3, como muy bien también lo previene Archila (1998). El presente trabajo
tampoco intenta generalizar ciertas hipótesis a partir del análisis de once casos particulares.
La pregunta que me guía es, entonces: ¿para qué les sirve a los jóvenes encarcelados
recordar y contar su pasado?

DE LAS FUENTES ORALES A LA HISTORIA DE VIDA.


Acerca de quiénes son y del cómo se produjeron los testimonios.
Voy a hablar acerca de testimonios de jóvenes negros, colombianos y callejeros,
pero ante todo, lo común a todos es la violencia y pobreza familiar: el lumpen de los
jóvenes. Experiencias vividas en carne y hueso que son recordadas desde un presente, el
presente de la cárcel.
…era un muchacho que andaba en la calle todo sucio sin zapatillas un muchacho
que que ya no era digno de de de de una vida digna una vida digna una vida bien era
un muchacho que que lo único que hacía era robar para fumar ni para vestirme sólo
para fumar… porque era una piedra que había en el camino para la gente.
José, joven afroecuatoriano interno en el COJVG

3
Creo que en un estudio más amplio se debería no sólo cuestionar y profundizar sobre la concepción de
marginalidad que utilizo aquí, sino también sobre la de “encarcelados”; pues si bien éstos jóvenes están
privados de su libertad, a comparación de las circunstancias que se vive “normalmente” en el resto de cárceles
del país, las situaciones son sumamente distintas. La capacitación laboral, el trato con los policías y la forma
de “libertad asistida”, entre otros, complejizan utilizar la el discurso cárcel. Sin embargo creo que ésta
violencia de vida exige violencia narrativa.

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Desde este presente y pasado indignos es paradójico, para este caso, la frase de
Archila en relación a su experiencia con los obreros y su historia: “Para identificarse
necesitan dignidad los seres humanos. Para ello hay que recuperarlos del olvido
recordándoles recordar que ellos tienen historia… mucha gente tiende a olvidar su
pasado… sí hay historias que vale la pena recordar4”. Es difícil valorar el pasado cuando el
pasado carece de valor. Ni dignidad, ni identidad; cuando la necesidad del “orden” y la
“seguridad” colectiva se ha encargado de ponerlos al margen de la memoria de todos,
incluso al margen de la memoria de ellos mismos. Olvidar su derecho a recordar y a
olvidar.
Sin saber este contexto, tres jóvenes del proyecto “Rodando en Corto” (dos hombres
y una mujer) fuimos a realizar tres talleres para recopilar historias de vida al interior del
“COJVG”, con el fin de incluirlas entre muchas otras historias de jóvenes provenientes de
diversos sectores sociales de Quito. Llamábamos historias a construcciones narrativas
escritas que plasmen vivencias o referencias personales o colectivas. En el “Virgilio
Guerrero” más que historias encontramos testimonios, era la fuerza del pasado el que vivían
en su presente.
Los testimonios pueden provenir de fuentes orales, escritas, corporales5, y, también,
se pueden registrar en varios soportes: auditivos, fotográficos, audiovisuales, etc. En el
presente caso, los once testimonios provienen de fuentes orales registrados en grabadoras
de periodistas. Los jóvenes testimoniantes eran en su mayoría analfabetos; pero, quienes
no, eran sin duda los “desperdicios” escolares. Los pocos que habían logrado escolarizarse,
de seguro no eran los genios de la clase. Por eso, talvez, no era la “letra impresa” su mejor
amiga o aliada a la hora de autorepresentarse.
Por el contrario, calle, noche y jorga son sus locus preferidos (salidas) de vida, y
éstos también serán los que marcan los límites de lo interpretable en este estudio. Es decir,
nada sabemos sobre sus vidas “no problemáticas”, sobre sus aciertos o sus alegrías. Pero
tanto en tristezas y alegrías su palabra hablada se carga de significantes que le resignifican
a los significados. La palabra escrita carece de utilidad, de carisma dramático. Hablar les
permite “construir” historias épicas de sus vidas como antihéroes permanentes. “las fuentes

4
Archila, Mauricio, “Fuentes orales e historia obrera”, en Thierry Lulle, et.al., Los usos de la historia de vida
en las ciencias sociales, Barcelona, Anthropos, 1998, p. 287.
5
Un niño mendigando es el testimonio de su necesidad coyuntural y de una problemática estructural.

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orales, y en particular las historias de vida, tienen su narrativa”6. El habla es, junto al
cuerpo, su mejor lenguaje. No son parcos ni pasivos a la hora de conversar. El ejercicio era
explorar sobre su pasado, ellos se tomaron entre 2 a 17 minutos para hacerlo, pero este
tiempo cronológico no responde a su tiempo histórico. Los dos minutos de la entrevista más
corta están cargados de violencia, carencia y huídas. Los once testimonios juntos forman
una descarga “in-escuchable” de realismo sucio.
Es necesario también puntualizar que oralidad y subalternidad no son sinónimos, ni
siquiera consecuentes. La hegemonía bien puede reproducirse en las tradiciones orales.
Entendamos oralidad más como soporte que significa, que como esencia que marginaliza;
más como metodología, que como categoría teórica interpretativa. A criterio de Archila, la
oralidad es una fuente que recoge o permite expresar ciertas dimensiones del pasado que no
se reflejan en otras huellas. Permite destacar la experiencia cotidiana y subjetiva de las
personas excluidas, permite construir más fácilmente historias de vida, pues ayuda a
expresar a más cantidad y a diferentes personas.
Varios puntos pueden contextualizar la producción de éstos once testimonios:
1. El slogan del proyecto es: “porque los jóvenes pueden contar su propia historia”, la
invitación no era a los jóvenes como testigos, sino a los jóvenes como “cuenteros” o
“narradores” de su vida. Particularmente creo que esto pudo promover el estilo
dramático de los testimonios y convertirlos a relatos.
2. Los talleres duraron dos horas aproximadamente El primero fue de presentación y de
información. El segundo y tercero fueron de producción en sí de los testimonios, donde
posterior a unos ejercicios de expresión corporal, acompañados por varios fondos
musicales (canciones juveniles, new age y también ritmos fuertes) se les motivó a
recordar alguna vivencia para posteriormente contarla y grabarla en tres formas
distintas:
a. En diálogo con los facilitadores del taller. (3 testimonios). El interlocutor
asume el rol de entrevistador. A pesar de que la invitación era a contar una
vivencia personal, más que a responder una pregunta, en el transcurso del
testimonio nacían inquietudes del interlocutor.

6
Archila, Mauricio, “Fuentes orales e historia obrera”, en Thierry Lulle, et.al., Los usos de la historia de vida
en las ciencias sociales, Barcelona, Anthropos, 1998, p. 293.

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b. En diálogo con otro joven interno, dentro del taller o en otro momento ya
posterior al taller. (La mayoría de testimonios). El acompañante no pregunta
nada, y el testimoniante narra de corrido varios minutos sin interrupción.
c. En diálogo consigo mismo (al parecer uno o dos testimonios, dado el bajo y
variante nivel de volumen que hace suponer que lo sostenía el mismo, sin la
asistencia de alguien como en los otros casos). Se dejaron varias grabadoras a
los propios chicos para que el momento y el lugar que lo desearan puedan
autograbarse a solas.
3. En los talleres se exhibieron y distribuyeron videos y libros con otras historias de
jóvenes. Los cortometrajes hacían referencia a la vivencia de una chica embarazada, de
un joven pobre que secuestra por necesidad y de una chica que contrae VIH, entre otros
videos con imágenes de jóvenes de clase baja, media y alta: todos estudiantes que
relataban lo que vivían o también su ideología respecto a sus vidas o a la vida en sí. Los
libros también posteriormente fueron leídos en veladas colectivas por los pocos letrados
con los cuales se trabajó, ya en ausencia de los facilitadores. El contexto motivado por
“historias juveniles” tal vez influenció el contenido y/o la forma y acentuación del rol,
de testimoniantes a narradores. A pesar de que no se puede no narrar cuando uno
testimonia, creo que el ambiente estuvo cargado en la acentuación dramática. Los
padres que dirigen el centro afirmaban que hiperbolizan sus vivencias con el fin de
ganar poder y respeto frente al resto de compañeros. El caso del niño Hermosa guarda
algo de esta estrategia, según contó uno de los padres.
4. Los talleres se desarrollaron en una sala de uso múltiple que tiene una tarima en el
frente donde están situadas imágenes religiosas. El COJVG es dirigido por los
religiosos “Terciarios Capuchinos” de Nuestra Señora de los Dolores desde el 13 de
febrero de 1995. A pesar de que testimonios extraoficiales nos contaban sobre la
apertura y cercanía que los padres tienen con los internos7, es imposible no tomar en
cuenta el aire religioso que rodea, determina y vigila el ambiente físico y moral del
COJVG y de la sociedad en sí.
5. El COJVG tiene cuatro programas: recepción especializada (por infracción flagrante de
la ley o por orden del Juez de la Niñez y Adolescencia), orientación juvenil, (formación

7
Salir a conciertos con ellos, hacer bromas sexuales o transgredir cierta moralidad religiosa.

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en valores, educación escolar, capacitación laboral), libertad asistida (atención
educativa, directa y ambulatorial) y comunidad terapéutica (atención para adolescentes
en inminente riesgo de adicción a sustancias y drogas que causan dependencia).
Nosotros trabajamos específicamente con jóvenes provenientes de éste último
programa. Éste es su locus de enunciación y es talvez el dato más importante que
determina a éstos once relatos construidos desde la cárcel (culpables) y desde un
programa de rehabilitación (la droga como origen de su situación de culpables).

¿QUÉ DICEN SOBRE SU PASADO?

Me he dado cuenta queee…queee,


el problema no era el basuco, sino yo.
Debido a mis actos yo me estaba refugiando
en esa droga.
“Mai”, joven colombiano interno en el COJVG.

La droga es el centro de los testimonios, el monstruo de todos sus males; y a pesar


de que en sus testimonios contextualizan y hacen un recuento histórico de su niñez de
pobreza, desestructuración familiar y caos social a su alrededor, el juicio al que llegan es
que ellos son sus propios responsables y culpables, sólo un caso le cuestiona a la sociedad
en la cual vive y reniega contra Dios pidiéndole explicaciones sobre el porqué le hacía esto.
Si bien el objetivo de esta investigación no es hacer estudios de casos o analizar los
contenidos de los testimonios, es necesario detallar muy brevemente cuáles son los
principales pensamientos, relaciones y prácticas sociales presentes en los testimonios. Así
encontramos que, las crisis familiares, el consumo de drogas y la delincuencia habitan el
centro de sus memorias.

Infancia y familia.
Si la calle atrae, es porque la casa expulsa. Su pasado está marcado por la violencia
que se repetirá en sus futuros cíclicamente. Divorcio de los padres, maltrato de padrastros o
tíos, padres drogadictos, ausencia de padres por abandono, cárcel o muerte. Soledad. Sus
pasados están marcados por la ausencia de proyectos de vida, es decir de futuros.

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Así le responde Mauricio a su madre cuando ella se presenta por primera vez en su
vida, estando él interno en el “Virgilio Guerrero”:

Sabe que sinceramente, yo no he vivido con usted quince años, yo no le quiero…


¿Sabe por qué yo me voy a la calle? Porque yooo… porque a mi me gusta estar en
la calle yo siempre no he vivido ni con usted, ni con mi papá, ni con nadie, solo en
partes, partes. Yo nunca sé lo que es un hogar y mi hogar es la calle.

Delincuencia.
La espiral ya no tiene origen, no se sabe por qué comenzó todo. Se roba para
consumir, se consume para delinquir. Se roba para vivir, se vive robando para drogarse.
Sigue la violencia en la casa; la violencia necesaria para robar, para salvarse del
ajusticiamiento popular, para vengarse de un chapa solitario; la violencia en la cárcel o en
los centros de rehabilitación.

No fue que salí recuperado sino que salí con temor salí con miedo salí con mucho
miedo… comencé a robar más o sea comencé a hacer cosas peores cosas peores de
las que hacía al principio comencé a coger cuchillos a coger revolver a coger una
pistola para para para para coger a la gente y robarle ponerle un cuchillo en el pecho
coger una cuchilla y aplanearle las orejas.
José, joven afroecuatoriano interno en el COJVG.

Se dispone de un nivel de detalle muy fino para narrar las experiencias, las
prácticas. Datos muy exactos sobre las horas, las fechas, los lugares, las calles, las ciudades,
los rostros. Son los hechos que tienen mucha significación para ellos. Se detienen a explicar
sus estrategias, sus aprendizajes y camaraderías de ese su trabajo, porque robar es un
trabajo, dice Mai.

Consumo.
Estas experiencias también son minuciosamente detalladas, el círculo de “malos”
amigos y los problemas familiares siguen en la espiral de violencia. Después de caer ya más
de diez veces a la cárcel, o de llegar voluntaria, jurídica o forzosamente al “Virgilio
Guerrero”, existe un futuro de miedo (por seguir así y morir en la cárcel); o de esperanza,
creen en la posibilidad de rehabilitarse, de trabajar y no drogarse más.

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Todo principio tiene un fin, y el fin de mi vida mala que me ha hecho tanto daño
tiene que ser en este momento y acepté venir acá y ahora lo que quiero de mi vida es
cambiar y pensar en un futuro mejor para que todo esto que me ha pasado en mi
pasado quede solo como experiencias vividas y no me hagan daño en mi presente.
“Leo”, joven afroecuatariano interno en el COJVG.

¿PARA QUÉ LES SIRVE RECORDAR Y CONTAR SUS RECUERDOS?


Que no cojan ese mal camino. Lo que las
drogas llevan es a robar, a violar, a matar, a
hacerle mal a la gente…
“Édison, me dicen el marihuana”

La distancia entre el tiempo en el que fueron producidos los testimonios y el análisis


actual de los mismos se ensancha más aún con la distancia actual que tengo con los
testimoniantes en este momento.
A la pregunta ¿para qué les sirve recordar?, la respuesta primera debería ser hecha
por ellos. Sin embargo, esto no asegura una lectura más real sobre lo que siente cuando
recuerdan o porqué quisieran contarlo. Cuando se les hace la misma pregunta a otros chicos
que participaron en el “concurso de historias juveniles”, ellos responden “por ganar los
premios”: viajes, libros, prestigio o hacer un cortometraje con la historia escrita. ¿Qué
motivación habitaba en los jóvenes del Virgilio Guerrero para recordar y contar sus
historias?
La respuesta más inmediata sería para aconsejar y dar un mensaje preventivo al
resto de jóvenes, ellos ya lo han vivido y hablan desde ese infierno. Sin embargo creo que
es la más sencilla. Personalmente manejo dos hipótesis que aunque creo que no eran
pensadas concientemente por ellos funcionaban de esa manera ya en la práctica.
a. Para explicar el presente. Construir un esqueleto, una armazón que les explique porqué
están así, y constatar que no tenían más futuro del que ahora es su pasado. Explicar lo
inexplicable. Asumir la única posición que se les es permitido asumir, el culpable
arrepentido. Regresan al pasado para intentar encontrar explicaciones al presente, para
comprender por qué son culpables. Pero en ese retorno, el sistema económico y político
está amnistiado. Desde la cárcel no se puede sino hecharse la culpa uno mismo.
b. Para construir y prometerse proyectos o proyecciones futuras. Decirse a sí mismos y/o
al resto de la sociedad que “sí” van a poder rehabilitarse. Buscan compromiso,
solidaridad, comprensión, confesión con sus hablantes. Para sentirse escuchados. Les

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sirve para reflexionar sobre la necesidad de cambiar pues si siguen así, irán a parar a
una cárcel más grande.
Sin embargo, su abyección es realmente sucia. Sus testimonios muestran la
imposibilidad de vivir en sociedad, en instituciones culturales, en una socialidad integrada
en el estado. En este retorno al pasado no se suma la “interpretación” propuesta por Jelin,
por tanto no hay duelo, episodios de vida que no castran, heridas fallidas, sentimientos
insepultos que no acaban de morir. Desde fuera, da igual tener diez, veinte o treinta años. Si
sin dignidad no hay identidad ¿son jóvenes éstos jóvenes?

CONCLUSIONES.
1. Si recordar es volver a vivir ¿por qué hacer recordar momentos tristes, dolorosos,
traumáticos como los que han vivido en su infancia éstos chicos? Pensar que es para
garantizar mejores condiciones de vida para las generaciones siguientes
comprendiendo los errores cometidos en relación a ellos, es en beneficio de todos,
menos para ellos. Creo que en esta lucha por las representaciones, ellos asisten a
una época en la que frente a la caducidad de las explicaciones de los metarrelatos, se
busca que ellos se expliquen a sí mismos y entonces puedan asumir concientemente
su papel de vencidos. Incluso ésta puede ser la nueva forma de controlarlos: que se
autoexpliquen, se autoculpen. Como afirma Foucault: “mátate, sino quieres que te
mate”. Recordar puede servirles “terapeúticamente”, según Jelin en la medida en
que aprendan a recordar, a interpretar cada vez que se reviva el pasado, a distinguir
los tiempos y a tomar distancia del pasado. Pero ¿qué pasa cuando el pasado no
pasa?, ¿cuando el pasado sigue siendo presente y, peor aún, futuro?, ¿cuando como
una bola de nieve el pasado se proyecta en el futuro?, ¿cuándo el pasado en vez de
modificarse y resignificarse se acentúa más y más? Ser negro, colombiano o
callejero con pasado delictivo difícilmente cambiará en el futuro cercano. Tal vez
hay que repensar el sentido de provocar la memoria desde el lumpen. ¿Cuáles son
esos olvidos necesarios?, ¿a qué episodios otorgar amnistía?
2. La producción del relato está determinado –previamente- por la circulación y el
consumo que se piensa se hará de ello. Lo que se dice desde la cárcel está
determinado por lo que se espera que se diga. Poco inteligente será defender desde

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ellos su calidad de ladrones y drogadictos, en el caso que lograran pensar así desde
ese lugar. En otras palabras, su habla está determinada por nuestra escucha, y en la
medida en que lo que escuchemos sea un holocausto de sonidos, imágenes y
discursos inentendibles/indeseables, poco servirá que ellos hablen. De allí que,
abordar lo que dicen esos testimonios es interpelar no sus vidas, sus pasados, sus
presentes o sus futuros; sino es interpelar a lo que uno escucha, a lo que uno quiere
o no quiere escuchar y lo que no nos atrevemos a interpretar. Estos testimonios son
intrusos en la ciudad letrada o “imaginada”, no por alterar tales hegemonías, sino
por alterar la vida de los oyentes.
3. No tener una versión externa a la realizada en la cárcel es quizá la dificultad más
imperante que a la vez se vuelve en reto investigativo futuro. Y también, como
hemos visto, no sólo importa la respuesta que digan ellos, sino la pregunta que
antecede y sucede en nosotros. De allí que también será necesario investigar ¿cuáles
son los usos que hacemos de sus recuerdos quienes escuchamos a los testimoniantes
desde este u otros escenarios?

BIBLIOGRAFÍA:
; Ricoeur, Paúl, “Definición de la memoria desde un punto de vista filosófico”, en
Varios, ¿Por qué recordar?, Barcelona, Granica, 2002, pp. 24-28.
; Beverley, John, “Anatomía del testimonio”, Del Lazarillo al Sandinismo,
Minnesota.
; Beverley, John y Hugo, Achúgar, “La voz del otro”, Guatemala, Universidad
Rafael Landivar, 2002.
; Jelin, Elizabeth, “Los trabajos de la memoria”, Madrid, Siglo Veintiuno, 2002.
; Archila, Mauricio, “Fuentes orales e historia obrera”, en Thierry Lulle, et.al., Los
usos de la historia de vida en las ciencias sociales, Barcelona, Anthropos, 1998.

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