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Nacimiento

del Amor Misericordioso

La Misericordia del Padre se


transparenta en el recién
nacido, que emite sus primeros
gemidos de llanto.

La Divina Misericordia os ha
dado su fruto: postrémonos
juntos y adoremos al Amor
Misericordioso que ha nacido
por nosotros.
Miremos juntos sus ojos,
que se abren para traer sobre el mundo
la luz de la Verdad y de Divina Sabiduría.
Enjuguemos juntos sus lágrimas,
que descienden para compadecerse
de todo sufrimiento,

Para lavar toda mancha de pecado y de mal,

Para cerrar toda herida,

Para dar alivio a todos los oprimidos,

Para hacer descender la esperada rociada


sobre el gélido desierto del mundo.
Estrechemos juntos sus manos,
que se abren para llevar la caricia del Padre sobre las humanas miserias,
para dar ayuda a los pobres y a los pequeños, apoyo a los débiles,
confianza a los desalentados,
perdón a los pecadores,
salud a los enfermos,
a todos el don de la Redención y de la Salvación.
Calentemos juntos sus pies,

que seguirán caminos áridos e


inseguros,

para buscar a los extraviados,

encontrar a los perdidos,

dar esperanza a los desesperados,

para llevar la libertar a los presos

y la buena nueva a los pobres.


Besemos juntos su pequeño corazón,
que apenas ha comenzado a latir de
amor por nosotros.

Es el corazón mismo de Dios.

Es el corazón del Hijo Unigénito del


Padre que se hace Hombre para
devolver a Dios la humanidad por Él
redimida y salvada.

Es el corazón que late para renovar el


corazón de toda criatura.

Es el corazón nuevo del mundo.

Es el Amor Misericordioso que


desciende del seno del Padre, para
llevar a toda la humanidad la
Redención, la Salvación y la Paz.
Acogedlo con amor, con alegría y con felicidad inmensa.
Y elévese de vuestro corazón el himno de la perenne gratitud por este Niño, que
os ha sido dado virginalmente por la Santísima Virgen María que, en esta Noche
Santa, se ha convertido para todos en la Madre de la Divina Misericordia.

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