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(20) » . , 9, 42 ss.
(21) Cf. Arqufloco, frs. 7, 206, 207, 210 (cito por mi edición.
Barcelona, 1957); Teognis, 133-42, 161 ss., e t c . ; Píndaro, P»., VIH,
76 s s . ; etc.
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(26) F r . 211.
(27) 355 ss.
(28) Cf. también 441 s»., 591 ss., etc.
(29) 0 1 . , II 34.
(30) Nem., VI 1 ss.
(31) P¿., VIII 95 ss. Cf. también Teognis. 167 ss.
(32) En la elegía 1.
(33) Cf. Teognis, 376 ss.
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ser feliz (34). Explicación que coexiste con la del castigo di-
vino de la impiedad —caso de Jerjes—' (35) o de la ignoran-
cia presuntuosa —caso de Creso— (36).
Así, hemos encontrado en una edad precedente no sólo
la cantera inagotable de los temas de la tragedia, sino tam-
bién las bases de una filosofía de la acción humana dentro
de una concepción bipolar del mundo y de la afirmación de
la unidad moral dentro de cada una de las dos esferas que
lo componen. Al fundirse épica y lírica en la tragedia, este
planteamiento continúa; nunca habrá acción pura, sino ac-
ción líricamente comentada e interpretada desde el plano su-
perior de lo divino. Interpretada ciertamente en dirección no
única, incluso con vacilación íntima del poeta, como ocurre
en Eurípides. Pero nunca se va a afirmar pura y simplemen-
te una arbitrariedad o maldad divinas : la esfera de lo divino
tiende a moralizarse desde antes de que la de lo humano se
escinda en lo valioso y lo pecador moralmente. Leves ras-
tros quedan sólo de esa arbitrariedad en elementos míticos
como los oráculos que, según dijimos, se utilizan únicamente
como testimonios del poder del dios, discutido o ignorado
por el héroe, que de todas formas sólo sucumbe como conse-
cuencia de su libre acción. Cuando Eurípides nos presenta o
parece presentarnos la acción injusta de los dioses —en Ion,
Ifigenia en Taúride, Orestes, Hipólito, etc.—, su misma crí-
tica le coloca en la línea que en definitiva se niega a aceptar
una simple explicación del dolor humano por el capricho
divino.
Y, sin embargo, con esto no se agota la problemática del
dolor en la tragedia. Junto al dolor y muerte, que es castigo
divino y que, por lo demás, llega sin forzar el orden natural
de las cosas y como consecuencia de la libre acción humana,
no se hallará el que procede de un acto injusto de los dioses ;
pero quedará la ancha zona del simplemente inexplicable por
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