El alcoholismo es un problema que necesita atención específica y no se debe considerar
secundario a otro problema subyacente. Existen clínicas especializadas para su tratamiento y unidades específicas en los hospitales generales y psiquiátricos. A medida que la sociedad se conciencia de la verdadera naturaleza del alcoholismo, disminuye su consideración como estigma social, los enfermos y sus familias lo ocultan menos y el diagnóstico no se retrasa tanto. Los tratamientos son más precoces y mejores, lo que está produciendo tasas de recuperación elevadas y esperanzadoras.
Además de resolver las complicaciones orgánicas y los cuadros de abstinencia, el
tratamiento consiste en un proceso de rehabilitación que precisa consejos y entrevistas individualizados e, incluso, hospitalización, así como técnicas de terapia de grupo encaminadas a conseguir una abstinencia no forzada de alcohol y otras drogas. La adicción a otras drogas, sobre todo tranquilizantes y sedantes, es muy peligrosa para los alcohólicos.
A veces, se utilizan fármacos, exclusivamente bajo supervisión médica, que no son
curativos, pero que ayudan a los pacientes a mantener la abstinencia y apoyan otras formas de tratamiento. Es el caso del disulfirán (antabuse), fármaco que altera el metabolismo del alcohol. Si el paciente que está recibiendo este tratamiento ingiere alcohol, aparecen síntomas y signos muy desagradables. Más recientemente, se ha demostrado que el acamprosato ayuda también a disminuir las recaídas durante la abstención. Otros medicamentos, como el ondasentrón, están siendo utilizados también para tratar de reducir el consumo de alcohol.
Es muy importante la labor y el papel que desempeñan organizaciones como Alcohólicos
Anónimos, que son grupos de apoyo para la recuperación de enfermos alcohólicos.