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Jesús y la Samaritana.

Samaritana (Relato):
Recuerdo que Jesús y sus discípulos volvían una vez más a Galilea, después de
visitar Judea. En el camino me acuerdo que pasaron por un pueblo… mmmm…
se llamaba, se llamabaaaaa..!!
SICAAAR… Ellos estaban cansados, agotados, fatigados y muertos de hambre…
Mmmm... Bueno, esto según lo que el hombre al que conocí en esa
ocasión me contó!!

Judas:
Mmmm… Que hambre tengo!! Ya no aguanto caminar más.

Bartolomé:
Es cierto, con este calor hasta SED tengo.

Juan:
Pídanle agua a Jesús, seguramente el nos la dará, porque nos ama.

Tomás:
Mmmm… ¿¿Será que nos va a dar de beber?? Pedro, ¿¿Pedro, porque no le
preguntas??

Pedro:
Señor tenemos hambre y estamos cansados, danos permiso de ir a este pueblo
a conseguir comida.

Jesús:
Vayan… Consigan comida y…
… Tráiganme un poco a mi también.

Samaritana (relato):
Recuerdo muy bien cuando me acerque a ese pozo, era el pozo de Jacob, ahí
fue…
Ahí encontré a ese hombre…
En ese momento no sabía quién era, ni mucho menos me imagine lo que
estaba a punto de pasar.
Pero pronto, al conocerlo... Mi vida cambio por completo.

Jesús:
Mujer… Dame de beber.

Samaritana:
Nooooooooooo..!! Como me pides agua, acaso no sabes que los judíos y los
samaritanos no usan nada en común, que no nos llevamos bien!!

Jesús:
Ohhhh mujer, si conocieras que es lo que Dios puede dar y conociereís al que
te pide de beber, tú le habrías pedido y él te hubiera dado del agua de vida.
Samaritana:
Y como es que me ofreces agua, este pozo es muy profundo y tú no tienes
nada con que poder sacar agua de aquí!!!
Jesús:
Cualquiera que beba el agua de este pozo volverá a tener sed, más el agua
que yo doy, es el agua que no da más sed… Es el agua de vida eterna!!!

Samaritana:
Dame de beber de esa agua de vida eterna.

Jesús:
Trae a tu marido para que pueda los dos beber del agua que yo les daré.

Samaritana:
Oh! Pero es que yo no tengo marido.

Jesús:
Bien has dicho, porque cinco maridos has tenido y con el que vives ahora…
Tampoco es tu marido.

Samaritana:
Señor, me doy cuenta que tú eres profeta. Nuestros antepasados adoraban
aquí y allá, pero ustedes los judíos dicen que solo podemos adorar en
Jerusalén.

Jesús:
Mujer, vendrá el tiempo en que no podrán adorar ni el monte ni en Jerusalén.
La salvación proviene de los judíos. Pero ha llegado la hora en que los
verdaderos adoradores adoraran al padre en espíritu y en verdad.

Samaritana:
Sé que viene el Mesías, al que llaman Cristo. Cuando él venga nos explicará
toooodas las cosas.

Jesús:
Ese soy yo el que habla contigo. (Sale Jesús y la samaritana)

Samaritana (Relato):
Y desde ese día… No he podido dejar de alabarle y adorarle.

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