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Responsabilidad humana y Elección Divina

--Nuestra Responsabilidad ante Dios, y la Gracia Electiva de Dios en Salvación

Por Gordon H. Hayhoe

Traducción del inglés: Santiago Escuain

RESPONSABILIDAD Y ELECCION

La responsabilidad y la elección son dos líneas de verdad que corren paralelas en la Palabra de
Dios. Para nuestras mentes naturales puede parecer que no concuerdan entre sí, pero debemos
recordar que nosotros somos finitos en nuestra comprensión, mientras que Dios es infinito.
Nuestras mentes quedan en paz en estas cuestiones cuando nos inclinamos ante la revelación de
Dios, y aceptamos la verdad de Su Palabra. En Isaías 55:8, 9 leemos: <<Porque mis
pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.
Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos,
y mis pensamientos más que vuestros pensamientos>>. Que busquemos, con la ayuda del Señor,
aprender los pensamientos y caminos de Dios conforme se revelan en Su Palabra, y veremos
cuán acordes son, porque como se dice en Proverbios 8:9 acerca de las razones de Dios: <<Todas
ellas son rectas al que entiende, y razonables a los que han hallado sabiduría>>.

En la eternidad pasada Dios tenía Sus propósitos, como leemos en Ef 3:11: <<Conforme al
propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor>>. Aquí podemos ver que el propósito
de Dios vino antes de la responsabilidad del hombre, porque Dios no sería Dios si no conociera
el futuro (Hch 15:18). Él hizo este mundo como la plataforma donde cumplir y exhibir Sus
propósitos (Pr 8:22-36), y puso aquí a un hombre y una mujer, situándolos en un puesto de
responsabilidad. Conocemos la historia de Adán y Eva, y cómo ellos decidieron desobedecer a
Dios, y así con respecto a la responsabilidad todo se perdió. ¿Iba a quedar Dios frustrado en Sus
propósitos? ¡Jamás! Y así Él actúa en gracia, y viste a Adán y Eva con túnicas de pieles. Dios
hizo las túnicas de pieles mediante la muerte de un sustituto, porque tuvo que morir un animal.
Ésta fue la gracia soberana de Dios para con ellos, no porque ellos merecieran Su provisión en
gracia, sino porque Él es amor además de luz. Él no puede pasar por alto el pecado, y así, aunque
tuvieron que ser expulsados del huerto, salen vestidos por medio de la muerte de un sustituto que
había muerto en lugar de ellos. <<Sin derramamiento de sangre no se hace remisión>> (He
9:22).

Al seguir leyendo en la Palabra de Dios, hallamos esta gracia maravillosa de Dios actuando
según Su propia elección soberana, dirigiéndose al hombre por medio de los sacrificios de Abel y
de Noé. Abram es llamado fuera de la idolatría, y Jacob es escogido en lugar de Esaú. Judá fue
escogido para venir a ser la tribu de la que nacería Cristo. Cada uno de estos hombres que hemos
mencionado era responsable, y cada uno de ellos fracasó, pero fueron escogidos y bendecidos en
conformidad al plan de Dios. No nos toca a nosotros cuestionar los caminos de Dios, porque
<<¿Quién eres tú, para que alterques con Dios?>> (Ro 9:20). De nuevo en Job 33:12, 13: <<He
aquí, en esto no has hablado justamente; yo te responderé que mayor es Dios que el hombre.
¿Por qué contiendes contra él? Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones>>. Nuestra paz
y bendición residen en aceptar Su gracia y bondad que nos han sido provistas mediante la obra
de la redención, consumada en la cruz del Calvario por Su amado Hijo, el Señor Jesucristo.

El carácter de Dios es inmutable. Él es luz, además de amor. Él tiene que castigar el pecado, pero
se deleita en la misericordia. Él ofrece salvación a todos, pero cuando todos rehúsan (porque
dejados a nosotros mismos todos rehusaríamos), entonces Él actúa conforme a Su elección
soberana. Nadie hay que sea elegido para perdición, porque la salvación de Dios es ofrecida a
todos, a <<todo el que quiera>>, pero si un pecador rehúsa la oferta del perdón de Dios, tendrá
que encontrarse con Dios como Juez, y él, como persona responsable, será juzgado por sus
pecados y por su propia decisión de rechazar a Cristo.

¿Pero podemos los salvos jactarnos de que somos mejores, o que somos más sabios que otros, o
que de nuestra libre voluntad aceptamos a Cristo y la oferta de Dios de perdonarnos? ¡No! Aquí
entran la soberanía y la elección. Dios <<nos escogió en Cristo antes de la fundación del
mundo>> (Ef 1:4), y por ello no podemos gloriarnos en nosotros mismos ni en nuestra buena
elección, sino que <<el que se gloría, gloríese en el Señor>> (1Cor 1:31). <<Los cuales no son
engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios>> (Jn
1:13). Y otra vez leemos: <<Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere>>
(Jn 6:44). Tuvo que haber una obra de Dios en nosotros por parte del Espíritu Santo, así como
una obra de Dios por nosotros por medio del sacrificio redentor del Señor Jesús en el Calvario, o
jamás habríamos sido salvos. Esto no echa a un lado ni cambia la responsabilidad del hombre,
sino que es cuando todo ha fracasado en lo que toca a nuestra responsabilidad que Dios
interviene con Su elección soberana para bendición. Dios creó al hombre y a la mujer como seres
responsables, y es triste cuando culpan a Dios por la elección que ellos hacen de continuar en sus
pecados y de rechazar su bondad. Si tan sólo quisieran acudir, Él dice: <<Al que a mí viene, de
ningún modo le echaré fuera>> (Jn 6:37, RVR77).

Algunos dicen que esperarán a ver si han sido elegidos para salvación, pero si acuden como
pecadores recibirán la bienvenida y el perdón por medio de la preciosa sangre de Cristo.
Entonces sabrán que fueron escogidos, elegidos y predestinados para bendición. Si rehúsan,
ellos decidirán su propia suerte, porque, como personas responsables, han rechazado el perdón de
Dios. Dios, que lo conoce todo de antemano, sabe donde estarás mañana, pero tú, como persona
responsable, debes usar los medios que Él ha provisto para tu vida de cada día; ¡cuanto más
deberías aprovechar la maravillosa provisión que Él te ofrece para la salvación de tu alma! <<No
seas incrédulo, sino creyente>> (Jn 20:27).

Es digno de nota lo consistentes que son las Escrituras con respecto a la obra de Cristo en la cruz
en esta cuestión. Hemos leído que Cristo murió por todos (2 Co 5:15), y que se entregó a sí
mismo en rescate por todos (1 Ti 2:6). Él es la propiciación (el trono de misericordia) por todo el
mundo (1 Jn 2:2), pero la Biblia nunca dice que llevó los pecados de todos. Dice que llevó los
pecados de <<muchos>> (Is 53:12; He 9:28). Si Él hubiera llevado los pecados de todos, nadie
iría al infierno, porque Dios es justo, y si la deuda de pecado del pecador hubiera sido pagada por
el Señor Jesús, Dios no demandaría un segundo pago. Aquí se unen la verdad de la elección y de
la responsabilidad. Dios no sería Dios si no conociera el futuro, ni nosotros podríamos apoyarnos
en las Escrituras proféticas.

Pero la Escritura dice que Él murió por todos. Ningún pecador irá al infierno por haber nacido en
pecado (Sal 51:5), porque la sangre de Cristo está sobre el <<propiciatorio>> y ha quedado
abierto el camino a la presencia de Dios para cada hombre y mujer, porque Dios <<no quiere que
ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento>> (2 P 3:9). Si una persona rehúsa
el camino que le ha sido abierto, entonces tiene que ser castigado por sus pecados, porque Cristo
no los llevó. Si un bebé o un niño mueren antes de poder tomar su propia decisión, entonces él o
ella entran en la bendición de la voluntad del Padre, porque <<no es la voluntad de vuestro Padre
que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños>> (Mt 18:14). La muerte de Cristo
fue necesaria para salvar a aquel pequeño, porque él no vino sólo <<a buscar y a salvar>> (a los
adultos, véase Luc. 19:10), sino también a salvar a estos pequeños que no habían errado de su
propia voluntad (Mt 18:11). Su muerte y el derramamiento de su sangre abrieron el camino a la
bendición para todos los que no rehúsen Su perdón.

Ahora bien, es importante ver que el Señor debe tener TODA la gloria, y por ello no es sólo Su
voluntad soberana la que nos atrae a Sí mismo, sino también la que nos mantiene en Sus manos:
<<Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano>> (Jn
10:28). Es cierto que nosotros, como creyentes, somos responsables de leer Su Palabra y de
mantenernos cerca de Él, pero es Su poder lo que nos preserva y lo que nos llevará a salvo al
hogar en la gloria. Así que leemos acerca de nuestra responsabilidad en Fil 2:12: <<Ocupaos en
vuestra salvación con temor y temblor>>, y luego, en el siguiente versículo, <<Porque Dios es el
que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad>> (v. 13). ¿Querría
algún cristiano atribuirse el mérito de que, una vez que Dios lo ha escogido y salvado por su
gracia soberana, a partir de aquel punto depende de su propia fidelidad? Somos desde luego
totalmente responsables de vivir para agradar al Señor Jesús, pero una vez más tenemos aquí la
bondad soberana de Dios que obra en nosotros. Ambas cosas van juntas en la Palabra de Dios, y
nunca la una está en discordancia con la otra. ¿Querría algún cristiano devoto tomar el crédito
por su propia fidelidad, o no dirá más bien, aun sintiendo su propia responsabilidad, que
sencillamente le da la gloria a Dios por poner deseos rectos en su corazón y por darle poder para
agradarle? Incluso ante el tribunal de Cristo, donde el Señor recompensará cualquier fidelidad
para con Él, echaremos las coronas a Sus pies, diciendo: <<Señor, digno eres de recibir la gloria,
la honra y el poder>> (Ap 4:11).

Naturalmente, tenemos el gobierno de Dios en nuestras vidas como creyentes cuando aparece la
voluntariedad, y Dios nuestro Padre puede tener que disciplinarnos en amor para nuestro
provecho (He 12:10). Su amor soberano para con nosotros es inmutable, pero el privilegio
introduce la responsabilidad, por lo que, aunque salvos por la gracia, cada acción en nuestras
vidas tiene consecuencias presentes y eternas en pérdida o ganancia (1 Co 3:15, 15). En tanto que
nuestros pecados fueron llevados por el Señor Jesús en la cruz, y nunca seremos acusados por
ellos en juicio, serán desde luego contados como <<pérdida>> en el día de la manifestación si,
como creyentes, hemos vivido para nosotros, y no para Él. Hemos sido escogidos para bendición,
pero de nuevo entra aquí la responsabilidad, porque ambas cosas van paralelas en nuestras vidas
incluso como creyentes.
En cuanto a la predicación del evangelio, por cuanto el mensaje de la salvación y del perdón es
para todos, somos responsables de proclamarlo a todos. <<Así que somos embajadores en
nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo:
Reconciliaos con Dios>> (2Cor. 5:20). Sólo Dios conoce quiénes son los escogidos, pero Él
quiere que todos sepan de Su amor y de Su buena disposición a perdonar. La dulzura del amor de
Dios debe ser dada a conocer a todos, incluso si es rehusada por muchos; así Pablo podía decir:
<<Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a
éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquellos olor de vida para vida. Y para estas
cosas, ¿quién es suficiente?>> (2 Co 2:15, 16). En Hechos 13 los siervos de Dios predicaron la
Palabra, y de los que la rehusaron se dice que <<No os juzgáis dignos de la vida eterna>> (Hch
13:46). Ellos, como personas responsables, rechazaron la oferta de salvación que Dios les hacía,
y luego Dios actuó de manera soberana, y <<creyeron todos los que estaban ordenados para vida
eterna>> (Hch 13:48). Esto no detuvo a los apóstoles de seguir predicando (v. 49), y mientras
ellos <<hablaron de tal manera>> el evangelio de amor, Dios dio Su bendición, y <<creyó una
gran multitud de judíos, y asimismo de griegos>> (Hch 14:1).

Podemos ver que el conocimiento de estas cosas, tanto en cuanto a la salvación como a nuestro
caminar como creyentes, es de gran importancia. La verdad de Dios siempre exalta y honra al
Señor Jesucristo, como leemos en Jn 16:13, 14: <<Cuando venga el Espíritu de verdad, él os
guiará a toda la verdad, ... Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber>>. Los
pensamientos del hombre siempre traen alguna gloria a él mismo, incluso en las cosas de Dios,
pero al aprender la verdad de Dios vemos que, en tanto que deja al hombre plenamente
responsable, le da la gloria a Dios y al Señor Jesucristo. <<Para que, como está escrito: El que se
gloría, gloríese en el Señor>> (1 Co 1:31). <<A fin de que nadie se jacte en su presencia>> (1 Co
1:29). <<Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos.
Amén>> (Romanos 11:36).

<<¡Oh divina mente, necesario es Que de Dios sea la gloria entera!


¡Oh divino amor que así decretó Que en la sangre de Jesús parte tengamos!
¡Oh guárdanos cerca de ti, amor divino Y que nuestra insignificancia conozcamos,
Y que para tu gloria andemos En fe fiados en esta escena>>.

Presciencia -- Dios lo sabe todo de antemano

Elección -- Dios escoge a quienes Él quiere para bendición.

Predestinación -- Dios dispone el destino eterno de aquellos a los que escoge en gracia.

Responsabilidad -- El hombre es responsable si rehúsa el ofrecimiento de Dios de perdonar a


<<todo el que quiera>>.

***

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