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las caracteristicas de cada uno:

El cuento folklorico esta dentro de la caracterización


"cuentos populares"
Los cuentos folklóricos:
Se transmiten de forma oral.
Son de carácter universal, se encuentran desde la
antigüedad por todo el mundo.
Son muy similares en todas partes, en lo que
respecta a los aspectos estructurales de
importancia.
Se narra una sucesión de episodios, cuyo orden no
puede cambiarse.
Los episodios están subordinados al personaje.
Se suele situar la acción en un espacio y tiempo
lejanos.
Existe en ellos un carácter impersonal, realizado en
una forma sencilla de expresión.
Todo está envuelto por una visión maravillosa,
donde la realidad se somete a una moral popular.
El cuento popular o folklórico, por lo tanto, puede
definirse como:
“Un tipo de narración en prosa sobre sucesos
ficticios de transmisión oral”.
En la actualidad, la narración de cuentos a un
público infantil o adulto, congregado
exclusivamente para oírlo, ha comenzado a caer en
desuso. En algunos países, está dejando paso
incluso a la narración leída. Esto puede ser debido a
que jamás los folcloristas se preocuparon tanto de
la finalidad del cuento como del texto del cuento
(igual ha ocurrido con el estudio del teatro) y se
dedicaron más a recoger y publicar cuentos que a
interesarse por la función social que los impulsaba.

Caracteristicas del cuento tradicional:


El cuento tradicional es una creacion literatia
relativamente breve.de caracter narrativo, y autor
anonimo,que refiere acontecimientos ficticios.Cada
vez q se relata un cuento,en forma oral o escrita,se
produce una versión de él,diferente de otra
anterior.La finalidad del cuento es q si bien es
proporcionar diversión y placer tambien tiene una
función didáctica.

Cuento folklorico:
Es el de raices tradiconales q abarca no solo las
narraciones escritas,sino tambien todas las formas
de la narración transmitidas oralmente
PEDRO Y LA PERDIZ
Informante: Domingo Chávez. Tinoco (Córdoba). De:
Cuentos folklóricos de la Argentina, 2a serie.
Introducción, clasificación y notas por Susana
Chertudi. Bs.As. Instituto Nacional de Antropología.
1964.
Pedro tenía dos sombreros, uno viejo y uno nuevo.
A la orilla del camino hizo las de él y la tapó con el
sombrero viejo, y él se puso el nuevo.
Por allá lejos venía un muchacho a caballo.
Entonces le dijo que le tuviera el sombrero y le
prestara el caballo para ir a traer una jaula para
llevar la perdiz que tenía bajo el sombrero.
Entonces alzó con el caballo, y cuando (el
muchacho) ya vio que Pedro no volvía, entro la
mano despacito para agarrarla a la perdiz y le tiró
un manotón para cazarla y se embadurnó toda la
mano.
Entonces vio que Pedro lo había embromado y se
fue de a pie.
LA VENTA DE CHANCHOS
Informante: Cayetano Cuello. Villa de Merlo (San
Luis). De: Cuentos folklóricos de la Argentina, 2a
serie. Introducción, clasificación y notas por Susana
Chertudi. Bs.As. Instituto Nacional de Antropología.
1964.
Pedro Urdemales andaba cuidando unos chanchos
de su patrón. En eso vinieron unos paisanos que se
los querían comprar y Pedro les dijo que se los
vendería, pero que tendrían que cortarles las colas.
Así se hizo.
Luego que se fueron los compradores, Pedro
enterró las colas en un pantano. Entonces fue y le
dijo al patrón que los chanchos se habían
empantanado y que sólo las colas habían quedado
fuera del barro.
El patrón fue hasta el pantano, tiró de una de las
colas para sacar el chancho y se cayó para atrás. Lo
mismo le ocurrió con cada una de las otras colas.
Pedro le dijo al patrón que eso ocurría porque los
chanchos ya los había atrapado el pantano.
- Pedro, Pedro, ¡qué mal negocio me has hecho! - le
dice el patrón
Así consiguió Pedro engañar al patrón y guardarse
el dinero de la venta de los chanchos.
EL ZORRO Y EL QUIRQUINCHO
El zorro y el quirquincho eran compadres. Salieron
un día en busca de aventuras y procura de
alimentos.
Yendo por un camino divisaron un paisano que
venía hacia ellos guiando una carreta cargada de
quesos. El quirquincho, más vivo de imaginación,
ideó rápidamente un medio que le permitiría
apoderarse de un rico queso con qué satisfacer su
hambre y jugar una partida al zorro.
Convinieron los compadres que el zorro esperaría el
fin bajo un árbol, y le quirquincho desapareció a
preparar su plan. Corrió y se colocó en medio de la
huella por donde debía pasar la carreta.
Al verlo, el carretero paró los bueyes y alegre por el
hallazgo, lo echó en la carreta, prometiéndose para
esa noche un buen asado de quirquincho. Pero el
pícaro, apenas se vio libre de la vigilancia, siguió
sus planes; empujando suavemente un queso, lo
echó fuera de la carreta y se tiró en seguida sin ser
sentido.
Comió todo lo que pudo, y fue a buscar a su
compadre para hacerle parte, según lo convenido.
El zorro, una vez que devoró su alimento, averiguó
cómo había hecho para salir tan bien de la
aventura.
El quirquincho le dijo que se había colocado en la
huella, y al pasar la rueda por encima hinchó el
lomo, volteando con el el rico queso que había
comido.
El zorro corrió a realizar la misma hazaña; pero el
carretero, al verlo tendido a través del camino lo
hizo apretar con la rueda, pues lo aborrecía
bastante a causa de los robos de gallinas, lazos y
corderos que el zorro hacía en su corral. El
quirquincho, vengativo, había tramado la mentira
en desquite de las presas que su compadre le
quitaba valiéndose de su mayor fuerza y rapidez.
EL ZORRO Y SU COMPADRE
Un zorro y un quirquincho eran compadres, y se
fueron un día a sacar las lechiguanas (colmena de
gran tamaño que construye una especie de avispa
silvestre en los árboles o entre las malezas).
Llegaron a una encrucijada y dijo el zorro:
- Mire, compadre, nos separamos aquí. Cada uno va
por un camino y el primero que se encuentre la
lechiguana, da unos gritos para que sepa el otro y
comamos juntos.
- Bueno, compadre - le contestó el quirquincho.
Eso que se fue el zorro, dice:
- Mi compadre zorro me quiere embromar, pero yo
lo voy a hacer primero.
En efecto, a donde calculaba que iría el zorro se
subió a un árbol, se agarró de la colita de una rama
y quedó colgado. Va el zorro y desde lejos, al ver,
dice:
- Ahora sí, halle una lechiguana, la voy a comer
solito, sin avisarle al compadre para sacarla.
Entonces el zorro, al ver la picardía, se enojó y se
fue adelante para engañarlo también, y se colgó de
un árbol. Pero el quirquincho, sabiendo ya, sacó un
gran palo y le dio por medio lomo. El zorro dio un
grito, y el compadre le contó que le había pegado
fuerte creyendo que era una lechiguana.

EL HOMBRE Y LA MUERTE
Este era un curandero criollo, tan astuto y ladino,
que llegó a dominar a la misma Muerte. De todas
partes lo llamaban y a todos curaba, claro que
haciéndose pagar muy bien sus servicios.
Un día, yendo a visitar un enfermo que estaba en
las últimas, se dio de manos a boca con la Muerte,
la que se iba acercando al rancho del enfermo.
Entraron en conversación y como al curandero le
gustaba mucho el juego y a la Muerte parece que
también, se desafiaron. Jugaron a la taba y ganó el
curandero. Entonces la Muerte tuvo que cumplir el
pago, que era el de poder salvar el curandero a los
moribundos, siempre que ella no apareciera a la
cabecera de la cama. Si aparecía, era que el caso
no tenía remedio.
El curandero se iba haciendo muy, pero muy rico.
Con su astucia la burlaba a la Muerte y sanaba a
todos los enfermos. Cuando aparecía la Muerte a la
cabecera, le cambiaba al enfermo, haciéndole la
cabecera a los pies de la cama. Así siguió curando y
salvando hasta que, una vez, se encontró de nuevo
con la Muerte. Esta dicen que lo llevó a un lugar
donde ardían muchas velas, de toditos los tamaños.
Era la cueva de la vida. Encantado quedó el
curandero con tantas velas, a cual más linda y
luminosa. Cerquita de él había dos: una que era la
más linda de todas, muy grande; y otra, tan chica
que era un pucho de vela. La Muerte le dijo
entonces:
- ¿Cuál es la de tu gusto, viejo ladino, que me
ganaste la apuesta de la taba?
- Pero cual ha de ser sino la más grande, la que
tiene más cera, la que da más luz, la más llena de
vida...
Se oyó una carcajada que hizo tambalear todas las
luces. Y dijo la Muerte:
- Ese puchito es la vela de tu vida. ¡Ja, ja, ja!
Y dicen que a los pocos días se murió el curandero
ECHADITO NOMAS ESTABA
En sus pesquisas folklóricas, el maestro Carrizo
llegó un día a cierto lugar apartado de los Valles. En
el ranchito donde se hospedaba tenían un
muchacho que era quien lo acompañaba en sus
andanzas por los puestos vecinos. Con tanto subir y
bajar las cuestas el maestro perdió su reloj y de ello
se lamentaba encomendándose al bendito San
Antonio, cuando vio llegar al galope, al muchacho,
que había quedado muy atrás y con el reloj en la
mano. El maestro arrebatándoselo, lo lleva al oído
(era a cuerda, el reloj) y al comprobar que estaba
intacto, lo interroga:
- ¿Y andaba cuando lo encontraste?
A lo que el changuito responde:
- No, señor, no andaba, echadito no más estaba.

Juanija Lagartija
Juanija Lagartija vivía entre unas piedras en el
campo. Como a todas las lagartijas, le encantaba
tomar tranquilamente el sol sobre una gran roca
plana. Allí se quedaba tan a gustito, que más de
una vez había llegado a dormirse, y eso fue lo que
pasó el día que perdió su rabito: unos niños la
atraparon, y Juanija sólo pudo soltarse perdiendo su
rabo y corriendo a esconderse.
Asustada oyó como aquellos niños reían al ver
cómo seguía moviéndose el rabito sin la lagartija, y
terminaban tirándolo al campo después de un
ratito. La lagartija comenzó entonces a buscarlo por
toda la zona, dispuesta a recuperarlo como fuera
para volver a colocarlo en su sitio. Pero aquel
campo era muy grande, y por mucho que buscaba,
no encontraba ni rastro de su rabito. Juanija dejó
todo para poder buscarlo, olvidando su casa, sus
juegos y sus amigos, pero pasaban los días y los
meses, y Juanija seguía buscando, preguntando a
cuantos encontraba en su camino.
Un día, uno aquellos a quienes preguntó respondió
extrañado "¿Y para qué quieres tener dos rabos?".
Juanija se dio la vuelta y descubrió que después de
tanto tiempo le había crecido un nuevo rabito,
incluso más fuerte y divertido que el anterior.
Entonces comprendió que había sido una totería
dedicar tanto tiempo a lo que ya no tenía remedio,
y decidió darse la vuelta y volver a casa.
Pero de vuelta a sus rocas, precisamente encontró
su rabito al lado del camino. Estaba seco y
polvoriento, y tenía un aspecto muy feo. Alegre,
después de haber dedicado tanto tiempo a
buscarlo, Juanija cargó con él y siguió su camino. Se
cruzó entonces con un sapo, que sorprendido le
dijo:
- ¿Por qué cargas con un rabo tan horrible y viejo,
teniendo uno tan bonito?
- He estado meses buscándolo - respondió la
lagartija.
- ¿De verdad has estado meses buscando algo tan
feo y sucio? -siguió el sapo.
- Bueno - se, excusó Juanija- antes no era tan feo...
- Mmm, pero ahora sí lo es, ¿no?... ¡qué raras sois
las lagartijas! -dijo el sapo antes de largarse dando
saltos
El sapo tenía razón. Juanija seguía pensando en su
rabito como si fuera el de siempre, pero la verdad
es que ahora daba un poco de asco. Entonces la
lagartija comprendió todo, y decidió dejarlo allí
abandonado, dejando con él todas sus
preocupaciones del pasado; y sólo se llevó de allí un
montón de ilusiones para el futuro.

El árbol y las verduras


Había una vez un precioso huerto sobre el que se
levantaba un frondoso árbol. Ambos daban a aquel
lugar un aspecto preciosos y eran el orgullo de su
dueño. Lo que no sabía nadie era que las verduras
del huerto y el árbol se llevaban fatal. Las verduras
no soportaban que las sombra del árbol les dejara
la luz justa para crecer, y el árbol estaba harto de
que las verduras se bebieran casi todo el agua
antes de llegar a él, dejándolo la justa para vivir.
La situación llegó a tal extremo, que las verduras se
hartaron y decidieron absorber toda el agua para
secar el árbol, a lo que el árbol respondió dejando
de dar sombra para que el sol directo de todo el día
resecara las verduras. En muy poco tiempo, las
verduras estaban esmirriadas, y el árbol comenzaba
a tener las ramas secas.
Ninguno de ellos contaba con que el granjero,
viendo que toda la huerta se había echado a perder,
decidiera dejar de regarla. Y entonces tanto las
verduras como el árbol supieron lo que era la sed
de verdad y estar destinados a secarse.
Aquello no parecía tener solución, pero una de las
verduras, un pequeño calabacín, comprendió la
situación y decidió cambiarla. Y a pesar del poco
agua y el calor, hizo todo lo que pudo para crecer,
crecer y crecer... Y consiguió hacerse tan grande,
que el granjero volvió a regar el huerto, pensando
en presentar aquel hermoso calabacín a algún
concurso.
De esta forma las verduras y el árbol se dieron
cuenta de que era mejor ayudarse que enfrentarse,
y de que debían aprender a vivir con lo que les
tocaba, haciéndolo lo mejor posible, esperando que
el premio viniese después.
Así que juntos decidieron colaborar con la sombra y
el agua justos para dar las mejores verduras, y su
premio vino después, pues el granjero dedicó a
aquel huerto y aquel árbol los mejores cuidados,
regándolos y abonándolos mejor que ningún otro en
la región.

El girasol tardón
Había una vez un profesor que en una de las clases
entregó semillas a sus alumnos para que plantaran
y cuidaran un girasol. Uno de los niños, a quien
encantaban las pipas de girasol, estaba tan
emocionado que plantó la semilla y la cuidó con
esmero durante días. Cuando por fin apareció el
primer brote, el niño impaciente fue a ver a su
profesor "¿puedo arrancarla ya?", le preguntó
ansioso. El maestro contestó que aún debía cuidar
la planta por mucho tiempo antes de poder recoger
un buen montón de pipas de un solo girasol. El niño
volvió decepcionado, pero siguió cuidando su
planta. Pero cada vez estaba más impaciente, y no
hacía más que preguntar al profesor cuándo podía
cortar el girasol. Y aunque éste le pidió paciencia,
en cuanto el niño vio las primeras pipas en la flor, la
cortó para comerlas. Sin embargo, la planta estaba
aún verde, y las pipas no se podían comer. El niño
quedó desolado: ¡tanto esfuerzo cuidando su planta
para al final echarlo todo a perder por un poco de
impaciencia!. Y aún fue mayor su enfado cuando
comprobó lo enormes que llegaron a ser los
girasoles de sus compañeros, así que se propuso
firmemente no volver a ser tan impaciente y hacer
caso al profesor. Y además tuvo suerte, porque sus
muchos amigos compartieron con él las deliciosas
pipas de sus girasoles
El regalo mágico del conejito pobre
Hubo una vez en un lugar una época de muchísima
sequía y hambre para los animales. Un conejito muy
pobre caminaba triste por el campo cuando se le
apareció un mago que le entregó un saco con varias
ramitas."Son mágicas, y serán aún más mágicas si
sabes usarlas" El conejito se moría de hambre, pero
decidió no morder las ramitas pensando en darles
buen uso.
Al volver a casa, encontró una ovejita muy viejita y
pobre que casi no podía caminar."Dame algo, por
favor", le dijo. El conejito no tenía nada salvo las
ramitas, pero como eran mágicas se resistía a
dárselas. Sin embargó, recordó como sus padres le
enseñaron desde pequeño a compartirlo todo, así
que sacó una ramita del saco y se la dió a la oveja.
Al instante, la rama brilló con mil colores,
mostrando su magia. El conejito siguió contrariado
y contento a la vez, pensando que había dejado
escapar una ramita mágica, pero que la ovejita la
necesitaba más que él. Lo mismo le ocurrió con un
pato ciego y un gallo cojo, de forma que al llegar a
su casa sólo le quedaba una de las ramitas.
Al llegar a casa, contó la historia y su encuentro con
el mago a sus papás, que se mostraron muy
orgullosos por su comportamiento. Y cuando iba a
sacar la ramita, llegó su hermanito pequeño,
llorando por el hambre, y también se la dió a él.
En ese momento apareció el mago con gran
estruendo, y preguntó al conejito ¿Dónde están las
ramitas mágicas que te entregué? ¿qué es lo que
has hecho con ellas? El conejito se asustó y
comenzó a excusarse, pero el mago le cortó
diciendo ¿No te dije que si las usabas bien serían
más mágicas?. ¡Pues sal fuera y mira lo que has
hecho!
Y el conejito salió temblando de su casa para
descubrir que a partir de sus ramitas, ¡¡todos los
campos de alrededor se habían convertido en una
maravillosa granja llena de agua y comida para
todos los animales!!
Y el conejito se sintió muy contento por haber
obrado bien, y porque la magia de su generosidad
hubiera devuelto la alegría a todos

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