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INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL

¿QUÉ ES LA INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL?

ESQUEMA
1. Introducción
a. El sistema de Servicios Sociales promueve el acceso a los derechos sociales
b. Obstáculos para acceder a los derechos sociales
c. El papel de la Psicología en el ámbito de los derechos sociales
2. Desarrollo histórico de la Psicología de la Intervención Social
a. Nuevas ideas para las ciencias sociales
b. Las primeras experiencias de trabajo psicosocial
c. Las nuevas políticas sociales tras la instauración de la democracia
3. Delimitación conceptual
3.1. Características básicas de la Psicología de la Intervención social
3.2. Las estrategias de intervención psicosocial
4. Funciones, competencia y formación de los psicólogos de la IP
4.1. Funciones
4.2. Competencias
4.3. Formación
5. Metodología de la intervención psicosocial: el proyecto
6. Referencias bibliográficas

José Carlos León Jariego


Área de Psicología Social. Universidad de Huelva

1. Introducción
Aunque las teorías y principios científicos de la Psicología de la Intervención Social son
mucho más antiguos (Psicología Social, Psicología de los Grupos, Psicología de la
Comunidad, Técnicas de Consultoría, etc.), su desarrollo como campo de intervención
profesional de la Psicología es más reciente. En nuestro país cuenta con una
antigüedad de algo más de tres décadas.

A pesar de su juventud, la Psicología de la Intervención Social se ha constituido en uno


de los campos profesionales más dinámicos de la Psicología en España y su desarrollo
se ha centrado fundamentalmente en el ámbito de los Servicios Sociales (Rueda,
1984). Para comprender la creciente importancia de este nuevo campo profesional de
los psicólogos conviene describir los objetivos que se persiguen con la implantación del
sistema de Servicios Sociales.

a. El sistema de Servicios Sociales promueve el acceso a los derechos sociales

Los Servicios Sociales son un dispositivo que la Administración Pública impulsa para
ayudar a conseguir el objetivo de que todos los ciudadanos tengan acceso a los
derechos sociales. Derechos sociales son el derecho a la vivienda, la educación, la
salud; los derechos económicos-laborales como el acceso al trabajo, a la jubilación; los
derechos de asociación a las organizaciones políticas y sociales, etc. (Rueda, 1996).

Se trata de derechos colectivos que se pueden ejercer por el mero hecho de ser
ciudadanos, y resultan necesarios para garantizar el normal desarrollo de la vida de las
1
personas. Están reconocidos por la Constitución (Artículo 9.2)1 y otras leyes más
específicas, de ahí que puedan ser reclamados y que la Administración tenga la
obligación de desarrollar las acciones pertinentes para garantizarlos.

Pero el reconocimiento de los derechos sociales no garantiza que todos los ciudadanos
tengan acceso a ellos; por esta razón, se hace necesario un conjunto de acciones que
ayuden a eliminar los obstáculos que dificultan el ejercicio de los derechos sociales por
parte de aquellos ciudadanos que tienen difícil acceso a los mismos. Estas acciones
pueden ser desarrolladas a varios niveles: el nivel legislativo, la acción ciudadana y la
intervención de los profesionales.

b. Obstáculos para acceder a los derechos sociales

Los Servicios Sociales tratan de reducir/eliminar algunos de los obstáculos que


dificultan el acceso de los ciudadanos a los derechos sociales. Estos obstáculos están
localizados en el comportamiento individual, el comportamiento colectivo y en las
organizaciones prestadoras de servicios (escuelas, centros de salud, etc.)

Los obstáculos localizados en el comportamiento. Algunos de estos obstáculos residen


en el comportamiento de las personas. Por ejemplo, cuando una persona no tiene
conciencia de sus derechos por ignorancia o alienación, o no posee las habilidades
sociales para obtener sus objetivos sin provocar conflictos de relación con los demás, o
sufre bloqueos emocionales que le dificultan hacer valer sus derechos ciudadanos,
estamos identificando obstáculos situados en el plano del comportamiento individual.

Los obstáculos localizados en el comportamiento colectivo. También podemos


encontrar que, más allá del plano individual del comportamiento, existen bloqueos
para acceder a los derechos sociales localizados en el comportamiento colectivo. Así,
cuando un conjunto de ciudadanos manifiesta sentimientos de inferioridad, o posee
una conciencia colectiva deformada sobre sus derechos, o mantiene una serie de
comportamientos inadecuados para integrarse en la estructura social; cuando, en
suma, el proceso de socialización primaria de este conjunto de personas no les
capacitó para resolver con éxito su relación con las estructuras sociales más
significativas: escuela, asociaciones, empresa, etc.; estamos hablando de obstáculos
situados en el plano del comportamiento colectivo.

Los obstáculos localizados en el funcionamiento de las instituciones prestadoras de


servicios. Cuando los objetivos de la organización que presta los servicios (escuela,
centro de salud, centro ocupacional, etc.) no están bien definidos o no son pertinentes,
cuando no existe flexibilidad de estas organizaciones para ajustarse a las
características de los diferentes tipos de personas, cuando no se integra la
participación de la comunidad en los objetivos de la organización, etc.; estamos
señalando obstáculos que, situados en las estructuras sociales, dificultan el uso de los
derechos sociales por parte de los ciudadanos.

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“Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del
individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan
o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica,
cultural y social”.

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DERECHOS SOCIALES

En el comportamiento individual En el comportamiento colectivo En las organizaciones de servicios

OBSTÁCULOS

CIUDADANOS/AS

c. El papel de la Psicología en el ámbito de los derechos sociales

Esta clasificación de la localización de los obstáculos que impiden disfrutar de los


derechos sociales, permite clarificar la función de los profesionales que trabajan en el
ámbito de los Servicios Sociales. Concretamente, los Psicólogos de la Intervención
Social trabajan en la reducción de los factores que, localizados en el plano del
comportamiento humano, impiden el acceso de algunos ciudadanos a los derechos
sociales.

Los Psicólogos de la Intervención Social, en colaboración interdisciplinar con


Trabajadores Sociales, Educadores Sociales, Sociólogos, etc., intervienen en la
planificación y desarrollo de acciones dirigidas a reducir los obstáculos localizados en el
plano del comportamiento personal, tales como:

mejorar las habilidades sociales,


transformar las ideas y valores que debilitan el nivel de conciencia sobre los
derechos sociales,
intervenir sobre el proceso de socialización para prevenir futuros bloqueos
emocionales,
crear escenarios de relación para promover un adecuado desarrollo cognitivo-
emocional, etc.

Sin embargo, conviene destacar que el objetivo más relevante del trabajo profesional
de los psicólogos de la Intervención Social consiste en remover los obstáculos situados
en el plano colectivo del comportamiento humano. Con esta finalidad desarrolla
acciones dirigidas a:

sensibilizar y formar sobre los derechos sociales y los procedimientos mediante


los que los miembros de una comunidad pueden movilizarse para obtenerlos.
potenciar comportamientos colectivos que permiten una mejor organización de
la comunidad para que puedan defender sus derechos, etc.
animar y desarrollar acciones que despierten sentimientos de comunidad
positivos, que creen y devuelvan valores y expectativas útiles.
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2. Desarrollo Histórico

Como ya se apuntó anteriormente, en España la participación de los psicólogos en los


Servicios Sociales comienza en la década de los años 1980 (Beltri y Casas, 1987).

El estereotipo dominante sobre el psicólogo le ha identificado clásica y exclusivamente


con el trabajo clínico. Esta percepción clínica del rol del psicólogo también ha sido la
más habitual en los Servicios del Bienestar Social. En este panorama profesional se
produjo un cambio a partir de las funciones asignadas al psicólogo en el ámbito de los
Servicios Sociales; este nuevo rol del psicólogo promovió su identificación como
psicólogo social.

A esta nueva perspectiva del trabajo del psicólogo contribuyeron tres tipos de
circunstancias:

a. La llegada de ideas innovadoras que crearon un nuevo modo de trabajo en las


que cabe destacar el redescubrimiento de la «perspectiva comunitaria».
b. La existencia de profesionales pioneros que lucharon por introducir una
orientación más psicosocial en el trabajo del psicólogo.
c. El desarrollo de políticas sociales que pretendieron mejorar los servicios
públicos de salud y educación, y en cuyo proceso de elaboración se reconocía la
importancia de la contribución de los psicólogos sociales. En este caso cabe
destacar las políticas de desmasificación de los grandes internados de atención
a menores (las tradicionales Casas Cunas), y los procesos que, como
consecuencia, se originaron en Ayuntamientos, Diputaciones y Comunidades
Autónomas (León Jariego, 1988).

a. Nuevas ideas para las ciencias sociales

La perspectiva comunitaria procede de diversas fuentes.

Del campo de la Pedagogía, desarrollada en los países del norte de Europa, llegaron
aportaciones centradas en los principios de integración y especialmente de
«normalización», referidos inicialmente a la educación de niños con discapacidades.
También tuvieron un elevado impacto los trabajos de educación especial con niños
inadaptados, especialmente a medida que se fueron conociendo las experiencias
francesas (Deligny, 1970). Pero la mayor repercusión hay que atribuirla posiblemente
al conocimiento de las obras de Paulo Freire, especialmente a su «Pedagogía del
oprimido» (1974).

El Trabajo Social latinoamericano contribuyó con numerosas aportaciones que se


sitúan en las raíces de la denominada Psicología Social Comunitaria latinoamericana.
Estas aportaciones se enriquecieron con experiencias de Animación y Desarrollo
comunitario en el ámbito rural en diferentes lugares del Estado español (conocidas
ampliamente a través de la revista «Documentación Social», de Cáritas Española), y
con los planteamientos derivados de la obra de Freire.

Por parte de las Ciencias de la Salud llegaron nuevas ideas de la antipsiquiatría, y,


sobre todo, desde los planteamientos de Caplan (1979) acerca de la Psiquiatría
preventiva.
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En el ámbito de la Psicología cabe mencionar la aparición de la Psicología Comunitaria.
Disciplina cuyo origen se sitúa en una Conferencia sobre la formación de los psicólogos
de salud mental de la comunidad, celebrada en Boston en Mayo de 1965. En las
conclusiones de la Conferencia se criticaron las prácticas de la psicología clínica
tradicional y se plantearon alternativas más efectivas y humanitarias para afrontar los
problemas sociales de la época. Al mismo tiempo, la nueva consideración de
enfermedad mental otorgada a conductas adictivas o antisociales y la aparición de
modelos sistémicos en salud mental, terminaron sobrepasando la capacidad de
respuesta de los servicios asistenciales. Estas circunstancias impulsaron el desarrollo
de programas de intervención con la comunidad para la prevención de enfermedades
mentales y la reinserción social de personas que habían padecido largos períodos de
internamiento en psiquiátricos. En este contexto, la Psicología Comunitaria alcanzó un
amplio desarrollo y en 1989 fue incluida como una división autónoma- la número 27-
de la Asociación de Psicología Americana (APA). Entre las principales características de
la disciplina destacan la crítica ejercida al modelo médico tradicional, la reconocida
influencia de los factores sociales en los trastornos individuales, el énfasis en la
prevención primaria de los problemas de salud mental mediante el cambio social, el
desarrollo de programas y acciones dirigidos a los sectores menos favorecidos de la
sociedad, la interdisciplinariedad en el trabajo comunitario y la estrecha relación entre
la teoría y la práctica. Fuera de los Estados Unidos el desarrollo de la Psicología
Comunitaria presenta algunas características diferenciadoras. En Latinoamérica los
psicólogos comunitarios enfatizan el trabajo dirigido a aumentar el nivel de conciencia
de los grupos sociales menos favorecidos, y actúan como elemento catalizador del
cambio social para mejorar las condiciones de vida de la población. En España, el
desarrollo de la disciplina ha estado estrechamente asociado a la implantación de los
Servicios Sociales Comunitarios o de Atención Primaria.

La importancia de éstas y otras contribuciones fueron difundiendo una idea de trabajo


profesional renovador y de intervención social progresista, en las que el protagonismo
y participación de los ciudadanos se convertían en un elemento crucial para abordar
las nuevas necesidades sociales. Se fueron imponiendo modelos de trabajo centrados
en la comunidad y más abiertos a la participación social. También fue tomando auge la
necesidad de contrastar el saber científico y técnico del experto, las necesidades
normativas según Bradshaw (1972), con las necesidades experimentadas por la propia
comunidad.

b. Las primeras experiencias de trabajo psicosocial

En España, los primeros psicólogos de la intervención social formaron parte de los


equipos psicosociopedagógicos contratados por los ayuntamientos. A principio de los
años ochenta muchos municipios españoles iniciaron la implantación de estos equipos
que, aunque centrados en el ámbito de lo escolar, tenían una clara orientación
comunitaria. Posteriormente las funciones de estos equipos fueron derivando hacia
enfoques menos comunitarios y más centrados específicamente en el apoyo escolar,
hasta el punto que la orientación comunitaria en equipos del ámbito educativo es hoy
muy minoritaria. Un proceso parecido puede decirse que sucedió con el importante
movimiento de alfabetización de adultos nacido en los años setenta.

Más fluctuante ha sido el proceso en el ámbito de la salud. Algunos municipios


tendieron a ampliar la contratación de profesionales de orientación comunitaria en
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este ámbito e incorporaron psicólogos en equipos de salud mental y de salud escolar.
Por el contrario en otros Ayuntamientos se configuraron equipos profesionales de
salud que no contaban con la presencia de psicólogos.

También fue inestable la presencia del psicólogo en el sector de la juventud y la


animación sociocultural. En un primer momento se incorporó su figura profesional a
estos equipos, más tarde se produjo una tendencia a la baja en la contratación de
psicólogos en estos servicios.

El ámbito en el que la contratación de psicólogos sociales ha sido creciente y constante


es el de los servicios sociales. Como ya se comentó en la introducción, el primer
antecedente de este hecho se localiza en la desmasificación de los grandes internados
para niños. En algunos casos se crearon miniresidencias o colectivos infantiles en cuyo
equipo profesional se integró la figura del psicólogo. En Andalucía la figura del
psicólogo se incorporó a los equipos de servicios sociales de atención primaria que, en
el medio social y familiar, atendía la reinserción del menor internado en su familia de
origen. Este tránsito desde la intervención familiar a la intervención comunitaria tuvo
un sólido apoyo conceptual en la obra de Zax y Specter (1978) “Introducción a la
psicología de la comunidad. A partir de este momento se comienza a considerar que el
trabajo del psicólogo no podía quedar limitado al diagnóstico y terapia individual, sino
que debía desarrollarse con las familias, las instituciones y la comunidad.

Un lugar pionero y especialmente relevante en la consolidación profesional de los


psicólogos en los servicios sociales fue el Ayuntamiento de Barcelona. En los inicios de
la década de los años 80, el colectivo de profesionales que inició esta incorporación de
los psicólogos a los servicios sociales jugó un importante papel en el desarrollo de las
metodologías de intervención psicosocial y en la elaboración de marcos conceptuales
que sirvieran de referencia a las prácticas profesionales. Especialmente relevantes para
la delimitación conceptual y desarrollo metodológico de la Psicología de la
Intervención Social han sido las aportaciones de José María Rueda Palenzuela (1946-
1996).

Todas estas circunstancias promovieron la demanda de psicólogos de orientación


social para puestos de responsabilidad en la organización y planificación de servicios
sociales, y contribuyeron al reconocimiento del psicólogo social en diferentes puestos
de trabajo en las Administraciones públicas.

c. Las nuevas políticas sociales tras la instauración de la democracia

Los planteamientos de descentralización y sectorización de servicios públicos, sobre


todo a nivel municipal o comarcal, generalmente unidos a los procesos de
desmasificación de las instituciones de menores, ya comentados, y al desarrollo de
programas de apoyo a los municipios desde las Diputaciones, conformaron el contexto
que favoreció la demanda de profesionales de la Psicología Social.

El acercamiento a las necesidades sociales de los ciudadanos que tal proceso


organizativo conllevó, puso de manifiesto la importancia de la intervención psicosocial
en este ámbito, y la necesidad de incrementar los equipos interdisciplinares que la
desarrollen. En estos equipos se produjo una paulatina incorporación de psicólogos de
orientación psicosocial y comunitaria. Este nuevo campo de intervención exigió un
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doble esfuerzo. Por un lado, los psicólogos tuvieron que informarse de una realidad (la
de los Servicios Sociales) hasta ese momento desconocida en las Facultades de
Psicología. De otro, el estereotipo clínico del rol profesional del psicólogo centrado en
tareas de diagnóstico y terapia, provocaba resistencias en los planificadores y gestores
de políticas sociales de cara a la creación de plazas de psicólogos en los Servicios
Sociales.

En la actualidad, transcurridas ya algo más de tres décadas desde su inicio, la


Psicología de la Intervención Social necesita consolidar:

La formación especializada de los psicólogos que vayan a trabajar en este


ámbito.
La apertura del rol del psicólogo a funciones no exclusivamente relacionadas
con la salud mental; esta apertura no supone detrimento de las funciones
clínicas del psicólogo sino que permite ampliar sus funciones profesionales.
La consolidación de estrategias interdisciplinares en la prevención de los
problemas sociales que superen el reduccionismo con el que se han venido
abordando hasta el momento. La multicausalidad de los problemas sociales
exige que varias disciplinas colaboren en la solución global de los mismos.

Para cerrar este apartado introductorio sobre la Psicología de la Intervención Social,


puedes consultar una relación de trabajos de psicólogos sociales españoles que
trabajan en Servicios Sociales, y que han publicado sus experiencias en este ámbito de
la Psicología Social española.

3. Delimitación Conceptual

En este apartado se presentan las características básicas de la Psicología de la


Intervención Social y las estrategias de intervención que se pueden desarrollar desde
esta forma de intervención psicológica.

3.1. Características básicas de la Psicología de la intervención social

a. OBJETO

La Psicología de la Intervención Social centra su objeto de trabajo en el espacio


psicosocial. Se trata de un espacio separado de lo puramente psíquico y del espacio
social, es un puente entre ambos que combina lo individual y lo colectivo, lo
psicológico y lo sociológico.

b. OBJETIVO

La Intervención Psicosocial se centra en el estudio y mejora de la salud social.


Utilizamos el término salud social para referirnos al estado de la estructura relacional
del sujeto que le garantiza, simultáneamente, su autonomía individual y la
heteronomía que se da en las relaciones sociales. Se persigue que la estructura de
relaciones favorezca, simultáneamente, las necesidades de independencia y de
vinculación, de individualidad y de identidad social de las personas (Myers, 2000).
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El objetivo del modelo psicosocial no es la salud mental. No se estudian los trastornos
mentales en si mismos, se estudian los efectos que producen estos trastornos en las
relaciones sociales, así como la capacidad que puede tener esa misma red de
relaciones sociales para que recupere su salud la persona mentalmente enferma
(Rueda, 1991).

c. EL DIAGNÓSTICO PSICOSOCIAL

La base del diagnóstico psicosocial la constituye un continuo fijado a dos polos. En un


polo se sitúa la entropía y en el opuesto se localiza la negantropía, entre ambos se
encuentran posiciones intermedias más próximas a uno u otro polo.

La entropía es el proceso que desestructura y resta funcionalidad a las estructuras


organizativas de los sistemas humanos (sujetos, grupos, organizaciones y comunidad).
El máximo nivel de entropía provoca la destrucción de dichos sistemas (Bertalanffy,
1976).

La negantropía es el proceso (inverso a la entropía) que favorece la reorganización de


los sistemas y asegura que mantengan un adecuado nivel de funcionalidad, alcanzando
los objetivos que tienen asignados.

El diagnóstico psicosocial se realiza (a nivel individual) evaluando el nivel de entropía o


desorganización del proceso de autonomía-heteronomía de las personas; en los
grupos, organizaciones y la comunidad se evalúa la medida en la que estos sistemas
alcanzan la finalidad 2 que la organización social les ha asignado..

3.2. Las estrategias de intervención psicosocial

La intervención psicosocial es diferente de otras intervenciones profesionales similares


y metodológicamente próximas:

La intervención psicosocial centra su objetivo en la capacitación individual a


partir de las intervenciones que pueden desarrollarse en su tejido relacional.
Como indica Sánchez Vidal (1990), se interviene sobre sistemas sociales para,
mediante el cambio social (efecto inmediato), tratar de resolver problemas
psicológicos (efecto mediato o último).

La Intervención Psicosocial tiene una preocupación específica: capacitar al


sujeto a través de la mejora de sus redes relacionales. Esta intervención se
dirige a reducir la entropía de los sistemas grupales, organizativos y
comunitarios que afectan al individuo.

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Recuerda que un sistema es un conjunto de elementos interdependientes que persiguen una
finalidad. Para alcanzar dicha finalidad, los sistemas (mediante la interacción de sus elementos)
desarrollan diferentes funciones. Por ejemplo, para que sigamos vivos (finalidad de nuestro sistema
organismo) el sistema (nuestro cuerpo) desarrolla funciones respiratorias, digestivas, etc. En un
apartado posterior de este tema analizaremos con detalle el sistema (social) familia.
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Se trata de intervenir en las fuentes de información que regulan las dinámicas
de los sistemas sociales indicados, para poder establecer estrategias de
reorganización del tejido social.

Cuando la Intervención Psicosocial aborda un problema social se centra en la


capacidad que tiene el colectivo humano para resolver dicho problema. Se
interviene para aumentar el poder que el grupo tiene para modificar, mediante
su participación activa, los problemas que les afectan (Barriga, 1987). La
Intervención Psicosocial se decanta por ayudar a potenciar la capacidad de las
personas y los colectivos para que se impliquen en los procesos de cambio
social que le permitan resolver sus propios problemas (Barriga, 1991; Rueda,
1985).

Esta característica la diferencia de otras intervenciones que orientan el objetivo


en la organización o mejora de recursos (Trabajo Social), o de aquellas
intervenciones que teniendo como objetivo también el individuo utilizan al
mismo sujeto para alcanzar su objetivo (Terapia o Educación / Intervención
psicoclínica o Intervención psicoeducativa).

Las estrategias de intervención psicosocial persiguen como objetivo modificar el


comportamiento colectivo de las personas afectadas por algún problema social (paro,
consumo de drogas, violencia, xenofobia, etc.). Desde la perspectiva psicosocial el
comportamiento colectivo constituye el Texto del problema social (Rueda, 1993). Es el
texto que los psicólogos sociales han de leer para, inicialmente, comprender un
problema social.

La intervención psicosocial centra su atención en los datos que aporta el texto o


comportamiento colectivo. Concretamente estudia dos planos de dicho
comportamiento:

El nivel conductual en el que analizan las interacciones conductuales o


situación.
El nivel cognitivo en el que residen las explicaciones compartidas por la
población o posición.

Entendemos por situación los comportamientos creados por el colectivo de personas


para adaptarse a las condiciones objetivas de su contexto y a sus propias necesidades.
Una vez establecida la cultura, las costumbres y los ritos como formas colectivas de
adaptación al contexto, se tiende a mantenerlos y transmitirlos a las generaciones más
jóvenes. La cultura sirve de guía de lo qué se debe hacer y cómo se debe hacer, al
mismo tiempo reduce el campo de posibilidades conductuales de las personas a estos
marcos o estructuras previamente fijadas (Rueda, 1992).

Por otro lado, la posición hace referencia a las ideologías, a las explicaciones
compartidas, a las informaciones que tiene el colectivo de personas que participa de la
misma cultura. La posición se define en base a la relación entre el comportamiento
colectivo e individual, en el plano de la información, de las ideas, de las significaciones,
de la conciencia social. En cualquier problema social existe una posición dominante
(mayoritaria) y otras posiciones alternativas (minoritarias), posiciones fuertemente
elaboradas y formalizadas y posiciones incipientes que apenas tienen formalización.

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Hay que subrayar que no existe una relación causa-efecto entre situación y posición.
En una misma situación pueden existir posiciones diferenciadas, alternativas y
contradictorias. Por ejemplo, cuando un grupo de personas celebra una fiesta
(situación) podemos encontrar diferentes ideas (posición) sobre el significado que dan
a dicha celebración

También podemos encontrar que una misma posición puede tener como referente
situaciones bien distintas. Por ejemplo, valores y actitudes a favor del medio ambiente
pueden dar lugar a diferentes comportamientos colectivos: una fiesta ecologista, una
manifestación contra la energía nuclear, la implantación de paneles de energía solar en
edificios, etc.

Precisamente, esta dialéctica entre situación y posición es la que posibilita la


Intervención Psicosocial. La Intervención Psicosocial opera sobre la interrelación del
plano conductual (situación) y del plano explicativo (posición) que podemos encontrar
en todo problema social. La Intervención Psicosocial promueve:

El cambio de aquellos comportamientos que el sujeto o grupo mantiene y que


no le permiten salir del problema (ESTRATEGIA DE CAMBIO DE SITUACIÓN).
Otras explicaciones alternativas a las que el sujeto o grupo posee en la
actualidad y que dan base a los comportamientos que mantienen los
problemas (ESTRATEGIA DE CAMBIO DE POSICIÓN).

La ESTRATEGIA DE CAMBIO DE SITUACIÓN va dirigida a modificar las conductas


cotidianas, colectivas, de interrelación, etc., que caracterizan a una determinada
población.

Dado que la situación es la forma mediante la cual la población se ha adaptado al


problema e incluye a la vez los contextos y los comportamientos colectivos, las
estrategias dirigidas a cambiar la situación se concretan en tácticas de actuación que:

Proponen nuevos contextos (plan de actividades).


Crean nuevos contextos (construyendo un equipamiento).
Modifican el contexto (dando instrucciones, creando normas).
Crean barreras físicas que impiden un determinado comportamiento.

La cuestión básica a tener presente para el cambio de situación sería: ¿qué contextos
se han de crear, modificar o suprimir para conseguir un nuevo sistema adaptativo en la
población? Veamos cómo concretar estas tácticas en un problema social concreto: el
alcoholismo. Se trata de intervenir para modificar la situación o comportamiento
colectivo utilizado para adaptarse al contexto. En el problema social del consumo
abusivo de alcohol entre los adolescentes, las tácticas referidas se pueden implantar
de la siguiente forma:

Se ponen en marcha actividades que promuevan el consumo responsable de


alcohol, o la celebración de fiestas en las que se consuman bebidas no
alcohólicas (PROPUESTA DE NUEVOS CONTEXTOS).
Implantación de zonas recreativas y de diversión organizadas alrededor de
conductas de consumo de bebidas no alcohólicas, por ejemplo centros
deportivos (CREACIÓN DE NUEVOS CONTEXTOS).
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Normas que castiguen severamente la conducción bajo los efectos del alcohol
(MODIFICACIÓN DEL CONTEXTO MEDIANTE NORMAS).
Se prohíbe la venta de alcohol a menores y en lugares no autorizados
expresamente para su venta (CREACIÓN DE BARRERAS FÍSICAS QUE IMPIDEN
UN DETERMINADO TIPO DE COMPORTAMIENTO).

La ESTRATEGIA DE CAMBIO DE POSICIÓN va dirigida a desarrollar las habilidades, la


información, los conocimientos y la toma de conciencia de la población, con la
finalidad de aumentar su capacidad para afrontar mejor la situación problemática que
le afecta.

Esta estrategia es necesaria cuando la población no tiene conciencia de cómo sus


comportamientos pueden mejorar el problema que padecen y no se siente
protagonista en la resolución del mismo. Esta estrategia se concreta mediante tácticas
de:

Información.
Formación.
Sensibilización.
Desarrollo de habilidades sociales.
Capacitación para el análisis de los problemas y de las relaciones.

Son estrategias que intentan provocar los cambios necesarios para que el
posicionamiento de la población sea favorable a participar en los procesos de solución
del problema.

En el problema social del alcoholismo, cuando se informa, se forma y sensibiliza sobre


los perjuicios asociados al consumo excesivo de alcohol se están desarrollando
actividades dirigidas al cambio de posición de las personas afectadas por este
problema.

Desarrollar habilidades sociales en las personas para que puedan hacer frente a
determinadas circunstancias que favorecen el consumo de alcohol, y potenciar su
capacidad para que mejoren su comprensión sobre el problema del alcoholismo, y los
daños físicos, psicológicos y sociales asociados, también son acciones que pretenden el
cambio de posición de la población sobre este problema social.

La Intervención Psicosocial centra su actuación en las condiciones subjetivas, en el


comportamiento colectivo que puede estar manteniendo el problema social que nos
preocupa. Se dirige a potenciar la capacidad de la comunidad para resolver su propio
problema. Como ya quedó planteado, la intervención psicosocial promueve el cambio
de aquellos comportamientos que el sujeto o grupo mantiene y que no le permiten
salir del problema (estrategia de cambio de situación). También promueve otras
explicaciones alternativas a las que el sujeto o grupo posee en la actualidad, y que dan
base a los comportamientos que mantienen los problemas (estrategia de cambio de
posición). Hay que subrayar que una característica básica de la intervención psicosocial
es que para resultar eficaz debe incorporar la participación activa de la población.

Integra dos tipos de intervenciones:

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La Intervención de ANIMACIÓN dirigida a modificar los comportamientos colectivos
que como costumbres o ritos favorecen la continuidad del problema (ESTRATEGIA DE
CAMBIO DE SITUACIÓN).

La Intervención EDUCATIVA dirigida a modificar la posición cognitiva que mantiene el


comportamiento problemático. Opera en las ideas, informaciones o explicaciones que
sustentan los sujetos, tratando de cuestionarlas y sugiriendo su cambio por otras
(ESTRATEGIA DE CAMBIO DE POSICIÓN).

4. Funciones, competencias y formación

4.1. Funciones

El psicólogo de la intervención social es un técnico especializado en procesos sociales


que interviene para que estos procesos no provoquen efectos marginales, de
desigualdad o discriminatorios en la comunidad (Rueda, 1992). Su paradigma es el de
la intervención psicosocial que acabamos de describir y trabaja interdisciplinarmente
con profesionales que utilizan otros métodos o sistemas de intervención diferentes
(trabajadores sociales, sociólogos, educadores sociales, economistas o abogados).

Los psicólogos sociales desarrollan funciones que abarcan desde la investigación a la


producción teórica pasando por la de interventor propiamente dicha. En esta
intervención profesional cabe distinguir dos modalidades: la intervención directa con
las personas afectadas por los problemas sociales y la intervención indirecta o
intervención dirigida a los profesionales u organizaciones que intervienen en los
problemas sociales.

4.1.1. La intervención directa con la población afectada por problemas sociales

En la relación directa con los ciudadanos el/la psicólogo/a de la intervención social


puede desarrollar varios tipos de funciones (Rueda, 1992):

El psicólogo que actúa como abogado social. El psicólogo que, partiendo de sus
conocimientos e investigación, desarrolla acciones dirigidas a que los
ciudadanos tomen conciencia de un problema social y los políticos adopten
soluciones, se trata de despertar la responsabilidad social frente a los
problemas. El maltrato, el racismo, la explotación, la discriminación y la
marginación continúan siendo problemas que es necesario estudiar, de los que
es preciso publicar los resultados y denunciar la responsabilidad de los que
tienen poder y capacidad de acción sobre los mismos. Apelar a la
responsabilidad social para resolver los problemas sociales que afectan la vida
de muchas personas y colectivos sigue siendo una necesidad hoy día.
El psicólogo que actúa como agente social de cambio. En este caso el psicólogo
se compromete con las posiciones de determinados colectivos de la comunidad
que buscan el cambio social, se integra en dichos colectivos y no diferencia su
rol profesional de su compromiso personal. El psicólogo toma partido y se
implica en el movimiento ecologista, en el movimiento feminista, en la
comunidad de vecinos que reclaman calidad de vida, en los movimientos de
reforma escolar, etc. Esta implicación del psicólogo no sólo aporta valor social
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a la profesión, además supone una nueva vía alternativa a la investigación de
laboratorio y facilita explicaciones a los problemas reales de la gente en su vida
cotidiana.
El psicólogo que actúa como técnico de la intervención. Es el psicólogo que
actúa mediante un encargo que recibe de quién le contrata. Se integra en una
organización y su objetivo es lograr los cambios necesarios para ayudar a un
grupo de personas afectadas por un problema social determinado. El psicólogo
trabaja mediante proyectos y pone en marcha las estrategias que en cada fase
del proyecto resulten más adecuadas. Esta es la función profesional que, con
mayor frecuencia, desarrollan los psicólogos que trabajan en el sistema público
de servicios sociales.

Esta última función de la Psicología de la Intervención Social es la que se desarrolla en


esta asignatura. Conviene, pues, que nos detengamos en definir ¿qué entendemos por
Intervención?
Intervenir se refiere a la introducción, interposición o intermediación desde una
postura de autoridad de un elemento externo entre dos partes con la intención de
modificar, o interferir en el funcionamiento de un proceso o sistema en una dirección
dada. La intervención comporta pues un proceso de interferencia o influencia y
persigue un cambio (Sánchez Vidal, 1993). Conviene tener presente y retener las ideas
subrayadas en la definición:
Proceso que se está dando en una realidad social-colectiva o comunitaria, este
término indica que la realidad social no es estática. Un ejemplo de proceso es
el absentismo escolar que afecta a los niños y adolescentes en un barrio
determinado.
Cambio que equivale a establecer un parámetro de medida (porcentaje de
alumnos y alumnas que no acuden regularmente al colegio) en el proceso en el
que se va a intervenir. Tras la intervención (aplicación de una nueva variable al
proceso) podremos evaluar si el parámetro es, ahora, distinto. El término
cambio sugiere que los procesos que tienen lugar en la comunidad pueden ser
modificados.
Autoridad, como sinónimo de credibilidad de un agente que, fuera del proceso
social que provoca el problema, propone estrategias para afrontarlo. Lo que
promueve el cambio no es la solidaridad con el problema o la necesidad de los
afectados. En este caso el origen de la intervención (exterior al proceso social)
es la comprensión científica del problema, la capacidad técnica de resolución
del mismo y el apoyo teórico y metodológico que refuerzan la eficacia de las
estrategias que se van a utilizar.
El término autoridad diferencia la acción social de la intervención social. La
acción social es la respuesta solidaria ante las necesidades sociales. Se trata de
una acción desarrollada directamente por los ciudadanos para encontrar
alternativas a las carencias sociales que les afectan. La intervención la realiza un
tercero (ajeno al colectivo afectado) que aporta sus conocimientos científicos
para resolver el problema.

4.1.2. La intervención indirecta o intervención con otros profesionales y con la


organización en su conjunto

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El psicólogo de la intervención social también puede asumir un rol secundario, es decir,
no trabaja directamente con la población, sino indirectamente, lo que hace mediante
la atención y dedicación a los profesionales de la intervención directa.

En esta dimensión el psicólogo puede actuar como:


Investigador. Estudia los comportamientos colectivos y los factores que los
condicionan, también pone a prueba las metodologías utilizadas e informa de
su validez.
Consultor. Esta función se especializa en la ayuda a otros profesionales para
que puedan resolver las dificultades provocadas por las resistencias de la
población para adoptar el cambio, o por la complejidad metodológica de los
proyectos de intervención.
Responsable o gestor de la organización. Esta función directiva requiere que el
psicólogo asuma tareas de soporte logístico y de supervisión de todo el proceso
organizativo de la entidad prestadora de servicios.
Teórico. Es el psicólogo que recoge el trabajo de otros psicólogos sociales,
extrae hipótesis, las pone a prueba y eleva sus conclusiones a un discurso lógico
que retroalimenta a los profesionales que intervienen directamente en el
problema.

4.2. Competencias

El ámbito de intervención social exige a los psicólogos que trabajan en este campo un
fuerte compromiso en la consecución de una mayor calidad de vida de las personas y
del bienestar de las comunidades. La solidaridad entre personas y el respeto a los
derechos de los más desfavorecidos son valores cruciales que debe asumir y saber
hacer respetar. Esta idea ha sido recogida en el concepto de rol de abogacía social, que
se ha reivindicado como un componente esencial del profesional de la intervención
social (Colegio Oficial de Psicólogos, 1998).

También es necesario que el psicólogo de la intervención social sepa desarrollar


habilidades de diálogo, participación y capacidad de trabajo en equipo con otros
profesionales que actúan a nivel social, tales como trabajadores sociales o educadores
sociales, entre otros.

De manera más exhaustiva, en la siguiente tabla se detallan las principales habilidades


necesarias para un cumplimiento satisfactorio de las diversas tareas y funciones
acometidas por el psicólogo en el ámbito de la intervención social.

14
4.3. Formación

El estudiante de Psicología o el profesional interesado en la Psicología de la


intervención Social deben planificar con precisión su formación en este ámbito. Es
necesario que tengan conocimientos sobre diversas materias relacionadas con la
Intervención Psicosocial como la Psicología Comunitaria, Psicología y Servicios Sociales
y otras referidas a sectores más concretos como familia-infancia, tercera edad o las
adicciones.

Esta formación tiene un doble componente. Por un lado, los psicólogos deberán no
sólo conocer de manera exhaustiva los fundamentos teóricos de la Psicología Social,
sino también la utilización de técnicas de evaluación e intervención generales y su
aplicación a sus diferentes niveles: individual, grupal, organizacional y comunitario. Por
otro lado, la intervención especializada en sectores concretos (infancia, minorías
sociales, tercera edad, adicciones, etc.) van a requerir unos conocimientos específicos
que suponen una especie de segunda especialidad). Por tanto, cabe hablar de
conocimientos transversales (comunes a todos los sectores de intervención) y
específicos (para cada sector).

En términos generales, para que la formación en intervención psicosocial resulte eficaz


y permite tener éxito en el mercado laboral debe incluir como mínimo los siguientes
contenidos (Colegio Oficial de Psicólogos, 1998):
Estrategias y técnicas más habituales de intervención tanto a nivel individual,
como grupal, organizacional y comunitario.
Modelos teóricos de la intervención social.
Metodología: planificación, evaluación de necesidades, evaluación de
programas, etc.
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Conocimiento del marco normativo, administrativo y organizativo de los
principales programas de los servicios sociales.
Características psicosociales de los sectores propios de intervención.

5. Metodología de la intervención psicosocial: el proyecto

El psicólogo de la intervención social organiza metodológicamente su trabajo mediante


proyectos. Un proyecto es una acción concreta que se pone en marcha para afrontar
un emergente o problema social. El proyecto tiene:

fechas de inicio y final.


objetivos claros y definidos
unas estrategias y actividades para alcanzarlos
un presupuesto para costear recursos humanos y materiales
una organización temporal que planifica las distintas fases

Por lo tanto, un proyecto es un conjunto de estrategias dirigidas a un objetivo que dispone de


medios para conseguirlo.

Un proyecto de intervención psicosocial consta de siete apartados (Rueda, 1990):


1. Prospección
2. Diagnóstico
3. Pronóstico
4. Autoprescripción
5. Implementación
6. Evaluación
7. Elaboración

Veamos cada uno de ellos:

Prospección es el estudio de las características del colectivo con el que se va a


intervenir. Con la prospección se explora la naturaleza del emergente (diferentes
comportamientos que se dan en una comunidad) con el que se va a trabajar. La
prospección permite responder a las siguientes preguntas:
• ¿Cuál es la característica diferencial que permite reconocer el emergente?
• ¿Cuál es su extensión, a cuántas personas de la comunidad comprende?
• ¿Qué comportamientos son característicos del emergente?
• ¿Qué relaciones establecen con el resto de la comunidad que no está
comprendida en el emergente?

La Prospección requiere localizar en el territorio las personas afectadas por el


problema (absentismo escolar, estilos de vida de riesgo para la salud, violencia de
género etc.) y las características diferenciadoras que presentan. Por ejemplo:
localizar las personas con un determinado estilo de vida (consumo de drogas) y la
extensión de dicho estilo de vida en la comunidad.

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Mediante la prospección se trata de conocer:
Las capacidades y conocimientos de una determinada población para acceder
o hacer uso de un determinado recurso, o para desarrollar un determinado tipo
de comportamiento que ayude a resolver el problema.
El tejido social organizado en relación al problema y su resolución.
Las resistencias que el colectivo presenta frente al cambio que trata de
inducirse desde la intervención.

Siendo un conocimiento objetivo, es distinta a la investigación porque no permite ni


verificar hipótesis ni su generalización, sólo está indicada para iniciar un proyecto de
intervención.

2. Diagnóstico o valoración del estado real del colectivo en relación al proceso en el


que se intervendrá. El diagnóstico es una valoración de los datos obtenidos en la
prospección e indica la medida en la que el colectivo es capaz de alcanzar el estado
que sería deseable. El diagnóstico puede identificar las necesidades y los
comportamientos anómicos.

Dado que la intervención se centra en los reguladores psicosociales (forma de


adaptación (cognitiva-conductual) de los sujetos a sus mediadores sociológicos), el
diagnóstico deberá identificar las características de dicho proceso adaptativo.

El diagnóstico psicosocial se desarrolla de forma específica en los diferentes niveles del


comportamiento social:
• NIVEL INDIVIDUAL. El diagnóstico aplicado a la dimensión individual
puede ser establecido en función del grado de anomia del estilo de vida
del sujeto. También puede diagnosticarse su grado de
capacidad/habilidad social
• NIVEL GRUPAL/FAMILIAR. El diagnóstico de la familia (explicado en un
documento previo) permite identificar el grado en el que la familia
cumple con las funciones que le corresponden. Los grupos se
diagnostican en base al efecto terapéutico/educativo que producen
(grupos primarios) o a la capacidad de autogestión (capacidad de
organizarse para alcanzar los objetivos que se proponen) que poseen
(grupos secundarios).
• NIVEL ORGANIZACIONAL. En las organizaciones se diagnostica la eficacia
con la que logran sus objetivos.
• NIVEL COMUNITARIO. Se diagnostica en qué medida las características
del medio comunitario afectan (por carencia de recursos, por presencia
de problemas sociales o de situaciones de riesgo) al proceso de
socialización de los ciudadanos que viven en dicho medio.

3. Pronóstico o evaluación de la actitud o disponibilidad del colectivo para participar


en la resolución del problema diagnosticado.
Si el diagnóstico es una evaluación del estado del objeto, el pronóstico es una
valoración de la actitud que tienen los sujetos frente a la resolución del problema.
El pronóstico es muy desfavorable cuando los sujetos que sufren la carencia,
tienen el problema o mantienen estilos de vida anómicos no reconocen el
problema y no se sienten implicados en su resolución.

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El pronóstico es muy favorable cuando los sujetos reconocen la existencia del
problema y se sienten muy implicados en su resolución.

4. Autoprescripción o prescripción de los actos que se propone realizar el profesional


como medio para resolver el problema.
Si la prospección nos da los datos reales, el diagnóstico indica el valor de los mismos, y
el pronóstico indica qué podemos esperar del colectivo humano afectado por el
problema, la autoprescripción nos hace establecer, antes de actuar, lo que, como
profesionales, nos proponemos hacer para resolver el problema. La autoprescripción
es el encuadre que nos proponemos mantener en la intervención y que servirá
después para la evaluación de la intervención realizada.
La autoprescripción está condicionada por el pronóstico y el diagnóstico.
Si el pronóstico es negativo, antes de establecer el proyecto de intervención,
hay que diseñar líneas de trabajo dirigidas a implicar al colectivo afectado dado
que, desde la perspectiva psicosocial, esto resulta básico para la resolución del
problema.
Si el pronóstico es positivo la autoprescripción incluirá un proyecto para
potenciar la organización del colectivo de cara a resolver el problema.
Una vez convertido el pronóstico en positivo, pasamos al diagnóstico para
valorar la extensión y la gravedad del problema. A partir de aquí se elabora el
proyecto de intervención.
La autoprescripción incluye:
La acción a desarrollar.
La evaluación.
La organización de los profesionales que intervendrán en el proyecto.
La documentación que sirve de soporte.

5. Implementación o conjunto de actividades que se llevan a término y que están


contenidas en la prescripción.

6. Evaluación o valoración de los datos en relación si se ha obtenido o no el objetivo


propuesto. Mide la idoneidad y la eficiencia del proyecto. Los resultados de la
evaluación facilitan la toma de decisiones sobre la continuidad y /o mejora de los
procedimientos y acciones del proyecto.

7. Elaboración o conjunto de reflexiones teóricas que se pueden elaborar a partir de la


intervención realizada.

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