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CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

La industrialización que se originó en Inglaterra y luego se extendió por toda Europa no sólo tuvo un gran impacto económico, sino
que además generó enormes transformaciones sociales.

Proletariado urbano. Como consecuencia de la revolución agrícola y demográfica, se produjo un éxodo masivo de campesinos hacia
las ciudades; el antiguo agricultor se convirtió en obrero industrial. La ciudad industrial aumentó su población como consecuencia
del crecimiento natural de sus habitantes y por el arribo de este nuevo contingente humano. La carencia de habitaciones fue el
primer problema que sufrió esta población marginada socialmente; debía vivir en espacios reducidos sin las mínimas condiciones,
comodidades y condiciones de higiene. A ello se sumaban largas horas de trabajo, en las que participaban hombres, mujeres y niños
que carecían de toda protección legal frente a los dueños de las fábricas o centros de producción. Este conjunto de males que
afectaba al proletariado urbano se llamó la Cuestión social, haciendo alusión a las insuficiencias materiales y espirituales que les
afectaban.

Burguesía industrial. Como contraste al proletariado industrial, se fortaleció el poder económico y social de los grandes empresarios,
afianzando de este modo el sistema económico capitalista, caracterizado por la propiedad privada de los medios de producción y la
regularización de los precios por el mercado, de acuerdo por la oferta y la demanda.

En este escenario, la burguesía desplaza definitivamente a la aristocracia terrateniente y su situación de privilegio social se basó
fundamentalmente en la fortuna y no en el origen o la sangre. Avalados por una doctrina que defendía la libertad económica,los
empresarios obtenían grandes riquezas, no sólo vendiendo y compitiendo, sino que además pagando bajos precios por la fuerza de
trabajo aportada por los obreros.

Las propuestas para solucionar el problema social. Frente a la situación de pobreza y precariedad de los obreros, surgieron críticas y
fórmulas para tratar de darles solución; por ejemplo, los socialistas utópicos, que aspiraban a crear una sociedad ideal, justa y libre
de todo tipo de problemas sociales. Otra propuesta fue el socialismo científico de Karl Marx, que proponía la revolución y la
abolición de la propiedad privada (marxismo); también la Iglesia católica, a través del Papa León XIII, dio a conocer la Encíclica Rerum
Novarum (1891), que condenaba los abusos y exigía a los estados la obligación de proteger a lo más débiles. A continuación, un
fragmento de dicha encíclica: « (...) Si el obrero presta a otros sus fuerzas a su industria, las presta con el fin de alcanzar lo necesario
para vivir y sustentarse y por todo esto con el trabajo que de su parte pone, adquiere el derecho verdadero y perfecto, no solo para
exigir un salario, sino para hacer de este el uso que quisiere (...) ». Estos elementos fueron decisivos para el surgimiento de los
movimientos reivindicativos de los derechos de los trabajadores.

La revolución industrial generó cambios fundamentales en la sociedad británica del siglo XVIII, y posteriormente se extendió a los
otros países europeos.

En Gran Bretaña, la población creció ampliamente. Pasó de 9 millones en 1780 a 21 millones en 1850. Mientras que la población
europea pasó de 188 millones a 266 millones en 1850.

Principios fundamentales de la industria

Uno de los principios fundamentales de la industria moderna es que nunca considera a los procesos de producción como definitivos
o acabados. Su base técnico-científica es revolucionaria, generando así, el problema de la obsolescencia tecnológica en períodos
cada vez más breves. Desde esta perspectiva puede afirmarse que todas las formas de producción anteriores a la industria moderna
(artesanía y manufactura) fueron esencialmente conservadoras. Sin embargo, esta característica de obsolescencia e innovación no
se circunscribe a la ciencia y la tecnología, sino debe ampliarse a toda la estructura económica de las sociedades modernas. En este
contexto la innovación es, por definición, negación, destrucción, cambio, la transformación es la esencia permanente de la
modernidad.

El desarrollo de nuevas tecnologías, como ciencias aplicadas, en un receptivo clima social, es el momento y el sitio para una
revolución industrial de innovaciones en cadena, como un proceso acumulativo de tecnología, que crea bienes y servicios,
mejorando el nivel y la calidad de vida. Son básicos un capitalismo incipiente, un sistema educativo y espíritu emprendedor. La no
adecuación o correspondencia entre unos y otros crea desequilibrios o injusticias. Parece ser que este desequilibrio en los procesos
de industrialización, siempre socialmente muy inestables, es en la práctica inevitable, pero mensurable para poder construir
modelos mejorados.

SOCIALES: La ya citada concentración de grandes masas de obreros o trabajadores de la industria en las ciudades modernas y el
progreso de los antiguos sistemas de producción, aumentó, por una parte, la importancia de la burguesía, que era ya considerable
después de las revoluciones liberales del siglo XIX; pero también hizo crecer extraordinariamente a la clase obrera, la cual en un
principio fue explotada sin consideración alguna por los capitalistas dueños de las fábricas, apoyados, a su vez, por los gobiernos.

La explotación de los obreros en las fábricas originó un nuevo tipo de lucha: la ` huelga, las asociaciones de obreros o sindica- . tos;
utilizaron la huelga como elemento de presión para lograr aumentos salariales reducción de la jornada de trabajo de 12 y 16 horas a
8, así como para obtener otras ventajas que mitigaran su dura labor.

La clase de los capitalistas industriales en formación, por entonces sólo soñaba en fundirse con la nobleza y lograr sus privilegios,
mientras importantes sectores de la población industrial (aprendices de fábricas, pequeños artesanos, tejedores) estaban mal
pagados, mal alimentados y peor albergados, devorados por la "fiebre de las fábricas".

A partir de 1 785, se inician las huelgas acompañadas de violencias contra las máquinas y contra las personas; se exigió del
Parlamento una legislación protectora, empezó la "lucha de clases" entre la burguesía comercial e industrial y los obreros. La
aplicación de las máquinas a la industria produjo muchos problemas sociales. Las mujeres y los niños trabajaban hasta límites
sobrehumanos; los hombres hasta 16 horas en deplorables condiciones de salud, vivienda y alimento.

La Revolución industrial trajo un cambio brusco en la vida de millares de personas. En pocos años las ciudades doblaron su población
y se rodearon de barrios pobres y tristes. Pronto el labriego, acostumbrado al aire libre, se trasladó al centro fabril, donde no
tardaba en perder la salud a causa del humo y la falta de higiene de las primeras fábricas. El cambio del campo a la fábrica produjo
naturalmente, fuertes protestas. Si una sola máquina rendía el trabajo de 100 obreros, empleando uno solo para su manejo, los
otros 99 que se sentían, desplazados, con frecuencia asaltaban las fábricas y quemaban las instalaciones mecánicas. Por esto, desde
principios del siglo XVIII, funcionaban las compañías de seguros y los fabricantes tenían bien defendidos sus interés contra posibles
pérdidas.

EL TRABAJO EN LA HISTORIA En la Antigüedad (Grecia y Roma) el trabajo, especialmente el de carácter corporal, fue considerado
como indigno del hombre libre. Esta concepción de vida llevó a los pueblos a descargar el grueso de la labor necesaria para el
mantenimiento de la comunidad sobre los esclavos. También había trabajadores libres: los artesanos, los cuales tenían derecho a
asociarse. Se constituyeron así organizaciones con una finalidad de carácter mutual, pero también llegaron a desplegar algunas
acciones de carácter político (especialmente en Roma, por la difícil situación entre patricios y plebeyos). Esto provocó que en la
época de César a esas organizaciones se las suprimiera.

La difusión del cristianismo, trajo consigo una nueva concepción del trabajo, incluso del manual. La nueva doctrina se funda en la
igualdad natural de los hombres. La ley fundamental es el amor y la ayuda a los pobres y menesterosos. En la Edad Media, se
crearon y difundieron las corporaciones, que reunían a las personas que tenían un mismo oficio o ejercían una misma actividad
comercial. Su finalidad era establecer las normas a las cuales habría de someterse el ejercicio de la profesión. Reconocían tres grados
o estamentos: maestros, compañeros y aprendices, sujetos a diferentes estatutos.

Aquella estructuración se adecuaba a la realidad social de la época. Luego cuando cambia la concepción de vida que le diera origen,
esta institución comienza a resquebrajarse. La rigidez de sus normas no se ajustaba ya a la nueva época, dotada de mayor
dinamismo. En Francia prohibieron el funcionamiento de las corporaciones y depusieron que “será libre a toda persona hacer
cualquier negocio o ejercer cualquier profesión, arte u oficio”. El trabajador podía ejercer su labor sin necesidad de incorporarse a
ninguna organización; a cambio de su libertad, perdió la seguridad de obtener determinadas condiciones.

En el Siglo XVIII, la Revolución Industrial modifica, no sólo las condiciones de trabajo, sino también la concepción prevalente de la
vida. El liberalismo dio fundamento al capitalismo. La nueva filosofía de vida considera fundamental lo económico y el proceso
económico se centra en la producción. De esta manera, el hombre no es el ideal, sino que se lo supedita a ese aspecto. Se toma en
cuenta la capacidad del hombre como consumidor, pero no se lo aprecia por su dignidad sino por lo que rinde. Esto trae aparejado
un trabajo realizado en condiciones infrahumanas. El poder económico (y como consecuencia el social y el político) pertenece a los
que poseen el capital. Como práctica consecuencia de la concepción de la época, el dominio del capital impuso condiciones injustas
de trabajo, olvidó al hombre que lo realiza

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