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Carlos Rodríguez
Índice
Introducción
Taxonomia de la Conducta
Lo Fundamental
La Desesperanza Creativa y la Detección del Problema
La necesidad de fomentar el Autoconocimiento en las situaciones
temidas , la literalidad de
las palabras y las valoraciones
Relación costo-beneficio por controlar emociones respecto del
Significado en la Vida
Introducción
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En primer lugar, decir que todo lo que sigue no trata de ser una receta para aplicar
tal cual a los pacientes que nos vayan viniendo. Cada cliente necesita de su propio
análisis y una aplicación a medida de los objetivos marcados, amén de que es la
propia dinámica de las sesiones la que te va proporcionando los momentos más
idóneos para introducir estos objetivos. Cuando un psicólogo se limita a dar sus
pasos independientemente de los momentos y demandas de la persona que tiene
delante, se acaba convirtiendo en un profesor que imparte su clase magistral y
acaba por no conectar con sus alumnos. Más información sobre este punto se
puede encontrar en los artículos sobre PAF.
Según Kantor cuando las personas se hallan “atadas” a los sentimientos, ocurre
que han tomado por emociones lo que sólo son sentimientos (la reacción
emocional paraliza la acción al menos por breves segundos, mientras que el
sentimiento es una respuesta a la función verbal de los estímulos o circunstancias
que no paralizaría la acción).
1. Las condiciones en las que se aprendió a decir “me siento mal”
Uno de los pilares de ACT es que el paciente acepte su conducta verbal, fuere cual
fuere, actuando hacia sus propios valores.
Taxonomia de la Conducta
Lo Fundamental
Los problemas se entienden sobre las (des) ventajas de ser personas verbales, se
señalan varios problemas, serían los contextos dados por la comunidad verbal en
los que tienen lugar los problemas:
Los componentes anteriores se conjugan en las dos líneas maestras de esta terapia:
la aceptación sin límites (de lo que no puede o no quiere cambiarse por el costo de
la operación) en el contexto del compromiso de cambio, es decir actuar hacia
valores. Ambos objetivos quedan ejemplificados, a lo largo de la terapia, por el
énfasis que se hace sobre la metáfora de dos escalas necesariamente presentes, y
que se mantienen dependientes una de la otra en los clientes pero deben
independizarse durante la terapia. Son las escalas que traen a colación el nivel de
angustia, ansiedad y desasosiego producido funcionalmente por cualesquiera
situación o pensamientos, y la escala de actuar en relación a las cosas que dan
sentido a la vida de cada uno.
A lo largo de la terapia el cliente lleva una especie de diario con anotaciones por
ejemplo de momentos y pensamientos desagradables,.. dándoles un valor en
cuanto al grado de ansiedad y sufrimiento, así como todo lo que hace para acabar
con ellos, valorando la efectividad de esas acciones en el día. Cada sesión se
comienza revisando este diario y observando la evolución del cliente la dirección
que se intentó la semana anterior. Es conveniente elaborar escenas de eventos
relevantes a la evitación emocional en cuestión. Estas escenas se utilizarán
semanalmente, al principio de cada sesión, para que el cliente valore la reacción
emocional y su voluntad o “gana” de experimentar en este contexto. Al comienzo
de cada sesión se aplica también un cuestionario sobre el miedo y un inventario de
estado y al final cumplimenta otro relativo a la sesión misma.
En las primeras sesiones puede resultar interesante explicar de alguna forma las
metáforas, por ejemplo se puede decir: “vas en el autobús y te vas peleando con
los pasajeros en tu intento de no tener pensamientos negativos”.
El terapeuta habrá de recoger y así tener presente (incluso como esquema escrito
entre el cliente y él) todas las emociones, los pensamientos de interés y
actuaciones de manera que quede ejemplificado abiertamente todo lo que ha hecho
y hace para solucionar lo que cree que es el problema.
La lógica es, que el cliente no puede conseguir lo que busca, algo que le alivie su
malestar. Este estado de desesperanza ha de ser real, no es razonado, ni
comprendido, es decir, no podría ser fruto de la instrucción por sentir
desesperanza, sino que ha de ser sentido por el cliente y así provocado por el
terapeuta, y por tanto real. El cliente debe darse cuenta que todos sus intentos han
sido baldíos.
En esta fase el terapeuta debe estar muy unido al cliente en este estado de
desesperanza.
Una de las metáforas que trata de hacer ver esta situación es la de las dos escalas.
Otra de las metáforas esenciales para mostrar el efecto paradójico del lenguaje y
de querer controlar las emociones y los pensamientos es la metáfora del polígrafo.
Las metáforas han de ser presentadas en relación a algún comportamiento del
cliente que pueda ser clínicamente significativo y la comprensión de las mismas
las ha de realizar el paciente por sí mismo, nunca de forma instruida.
Se pueden proponer para casa la autoobservación de sus intentos por controlar los
pensamientos y reacciones emocionales del estilo por ejemplo, “si no pensara esto,
no me sentiría así” o “si no sintiera tal, haría esto otro”. El propósito no es su
modificación sino el registro.
Algunos ejemplos de reacciones directas por parte del terapeuta pueden ser
preguntar ¿qué siente ahora?. Ante razonamientos o excusas sobre el problema,
que no será más que una parte del problema, puede preguntársele, ¿de qué le vale
decir tal y tal? ¿y si fueran otras razones, qué cambiaría?, o “¿lo que estas
haciendo ahora se parece a lo que sueles hacer, cavar?.
A partir de aquí el curso de la terapia puede ser muy variable, en función de cómo
resulte la historia de cada paciente sobre el autoconocimiento, puede ser que se
comience a actuar en la dirección valiosa o que esto no ocurra.
Metáforas como la del tablero y las fichas serían muy útiles. A lo largo de la
terapia se realizan preguntas en referencia al nivel en que se halla el cliente:
tablero o contexto y fichas o contenido. Cuando interesa que el sujeto se dé cuenta
de lo que está haciendo, por ejemplo, se atisba la presencia de un sentimiento
negativo o positivo (se percibe que el cliente baja los ojos, suspira, etc.). En ese
momento el terapeuta podría preguntar por lo sucedido, qué siente o qué ocurre, y
en relación a qué, si es algo familiar en su vida. Incluso, si fuese el momento,
generar la condición para que el cliente afronte el sentimiento, primero
percatándose de él y después actuando en la dirección apropiada, sin necesidad de
manifestaciones públicas al respecto.
Con respecto a la "distancia cognitiva" hay que tener cuidado porque es muy fácil
que acabemos ensañando técnicas de distanciamiento como los cognitivos enseñan
técnicas de distracción. A mi juicio, la distancia que uno guarda con respecto a sus
pensamientos es una cuestión conductual. Uno coge distancia a medida que se
comporta según sus valores y con independencia de los pensamientos que uno
tiene. Es algo parecido a hacer dieta. La única manera de que uno vaya teniendo
menos hambre es no comer cuando tiene mucha hambre.
discutir con la mente, le diga la mente lo que le diga. Se sale, pues, a dar una
vuelta por la calle. El terapeuta va detrás del cliente y le va diciendo los
pensamientos habituales que tiene el paciente, intentando decirle justamente los
que más le duelen. Es importante que el cliente no entre a discutir con la mente (el
terapeuta). Si lo hace, el terapeuta le recuerda la regla: "Nunca debes discutir o
hablar con tu mente". El objetivo es que el paciente se comporte conforme a sus
objetivos, independientemente de lo que tú (mente) le digas. Después cambiais
roles: Tú haces de persona y él de mente. Generalmente a los clientes no se les
suelen ocurrir muchas cosas como mentes. Por último os separáis 5 minutos y,
cada uno por separado, va notando que tiene una mente que le habla, que le critica,
que le amenaza, que le evalúa, que predice lo que va a ocurrir, etc.. Otra
posibilidad es hacer el ejercicio de mirar a los ojos del terapeuta en silencio
durante varios minutos, a la vez que se notan pensamientos y emociones,
inicialmente se hace ver al paciente la importancia de mantenerse en el ejercicio
como una acción en dirección a los valores en terapia (resolver el problema).
Ejercicios relacionados con exposición a altos niveles de ansiedad, tal vez con un
orden jerárquico, se realizan como un compromiso por parte del cliente a estar
abiertos a la experiencia de sentir sin límites. Una vez alcanzado, el máximo nivel
de ansiedad se alienta a que el sujeto note esos sentimientos como observador
activo de los mismos, a que note su mente valorativa, crítica, consejera (incluso
de abandonar el ejercicio y la terapia), de manera que pueda seguir en el ejercicio
con ellos, pasando de unos a otros de una forma intencionada a fin de percibir su
efecto. Cuando un paciente te dice que no sabe si podrá o no hacer algo, le
decimos que poder es ya un intento de control, de lo que se trata es de querer.
Poder pensar o no, poder dormir o no,… es intentar controlar algo que no
podemos controlar.
En este punto se busca el compromiso del cliente para experimentar sin defensas,
aceptando la posibilidad de la ansiedad. Se trata de seguir experimentando lo
mismo que hasta ahora pero abandonando la lucha. Se puede hacer una
representación imaginaria a una situación temida por el cliente, actuando el
terapeuta de guía, se pide al cliente que se imagine poniendo las emociones fuera
de sí, ahí enfrente, y se le pide que las describa en su forma, color y demás
dimensiones. La sesión concluye cuando lo hace la lucha contra las emociones.
Para terminar se puede planear una exposición en vivo para la próxima sesión.
Una de las convenciones del lenguaje viene dada por la manera ordinaria de
referirnos a la ansiedad (o miedo) y a pensamientos (por ejemplo obsesiones)
como algo que se tiene y forma parte constitutiva de uno. “Tengo ansiedad”,
“siento miedo”, “los nervios no me dejan”, “es horroroso, no puedo con esto”.
Estas convenciones son tan envolventes que dan por hecho unas condiciones que
se haría preciso quitar para estar bien.
Los valores han de ser entendidos como lo que para uno es válido en la vida, no
como algo “ideal” sino como lo que le gustaría que permaneciese en el recuerdo
de quienes le rodean y en él mismo si pudiera analizar su vida tras morir. Para ello
resulta útil realizar un recorrido por diferentes áreas de la vida de una persona, con
el fin de que el cliente se exprese al respecto en general, y en particular respecto a
las acciones que está emprendiendo para ser válido en la faceta de la vida
correspondiente.
Con el fin de ayudar al cliente, se utilizan ejercicios en los que se pide al cliente
que “asista a su funeral” y oiga a la gente que acompaña su cuerpo, diciendo lo
que a él le gustaría, enfatizando que no ponga límites. El objetivo es utilizar esta
información y contraponerla con lo que él está haciendo. Haciéndole ver el costo
de su conducta de evitar su conducta interior.
Se puede pedir al cliente, al final de sesión, que durante la semana medite sobre
cómo le gustaría verse en relación a alguno de sus valores (por ejemplo la relación
con pareja), cuando esto se revise es conveniente operativizarlo de una forma
concreta.
Bibliografía