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LOS VALORES DEL TESTIMONIO

Existencia y cuidado testimonial


del cartel cultural venezolano

MOISÉS ALBERTO JURADO


Especial para la Revista
“LOGOTIPOS”
Octubre 2005.

“El cartel, además de ser un medio de


comunicación visual inmediato, es un testimonio
del evento que representaba. En el caso del
teatro y de una exposición de pintura, es de
hecho el único testimonio visual que queda.”

John Lange (Vallenilla Lilue, p.42) 1

Hablar de un medio de expresión artística que guarde un doble significado en la realidad


ostentando salirse de los parámetros que la definen en un contexto como el arte, es hablar de
la riqueza soberana del hombre ante sus posibilidades como creador, como ser poéitico, que
busca interminablemente justificar su existencia a través de la creación. Una obra de arte
puede llegar a cumplir múltiples funciones: al extraer de su propia esencia la sustancia de lo
útil, convirtiéndola en un objeto que trasciende y sabe posesionarse en lo cotidiano,
aumentamos su valor, y lo (dis)ponemos como objeto cuya valía desencadena nuevas
acciones, nuevas conductas, imponiendo tradición y al final, cultura.
Martín Heidegger, en su obra El origen de la obra de arte (Der Ursprung des
Kuntwerkes),2 trata de delimitar cuáles son los fundamentos que entretejen el significado de
la obra del artista como obra de arte. Se pregunta qué pasa cuando esa misma obra de arte
considerada como tal tanto por un crítico de la misma área como por una ama de casa,
guarda sustancialmente (desde la forma que se le ha impuesto a esa materia) la propiedad de
utensilio. Para Heidegger, “una vez elaborado, el utensilio, por ejemplo el zapato, reposa en sí mismo
como la mera cosa, pero no se ha generado por sí mismo como el bloque de granito. Por otra parte, el utensilio
presenta un parentesco con la obra de arte, desde el momento en que es algo creado por la mano del hombre.
Pero, a su vez, y debido a la autosuficiencia de su presencia, la obra de arte se parece más bien a la cosa
generada espontáneamente y no forzada a nada. Y con todo, no contamos las obras entre las meras cosas. Las
cosas propiamente dichas son, normalmente, las cosas del uso que se hallan en nuestro entorno, las más
próximas a nosotros. Y, así, si bien el utensilio es cosa a medias, porque se halla determinado por la
coseidad, también es más: es al mismo tiempo obra de arte a medias; pero también es menos, porque carece
de la autosuficiencia de la obra de arte. El utensilio ocupa una característica posición intermedia entre la cosa
y la obra, suponiendo que nos esté permitido entrar en semejantes cálculos.” (Heidegger, p.21) 3
Al parecer, podríamos atrevernos a comentar acerca de esa misma naturaleza para un
medio de expresión artística, considerado obra de arte al final del proceso que la convierte
como tal, el cartel cultural. Según el Diccionario de la Real Academia, el cartel es una “lámina de
papel u otra materia en que hay inscripciones o figuras y que se exhibe con fines noticieros, de publicidad,
etc.” 4 Sin embargo, históricamente el cartel rebasó los límites de su coseidad, de utensilio
publicitario o meramente informativo, desde que se contempló en su vasta modalidad de
cartel cultural. En lo que podríamos llamar los orígenes del cartel, ya desde Cheret se abriría un
nuevo horizonte para la publicidad al obtener la nueva pauta de pintar con la gama de
colores del arco iris, y darle la vida necesaria a un trabajo impreso en un registro más
sofisticado. Pero no sería sino hasta la llegada del genio de Toulouse-Lautrec, en el momento
de mayor auge para la Belle Epoque, que se revolucionaría la figura del cartel, trasgrediendo
sus propios fundamentos, alcanzando el estado de creación artística con el afamado Moulin
Rouge. Fue allí que las artes vieron nacer un nuevo medio de expresión, que se enaltecería por
sí mismo y que cumpliría la utilidad de servir de testimonio de todo tipo de evento cultural:
el mismo arte expandiendo sus formas en el mundo, marcando su huella ante lo cotidiano.
¿Cómo se ha manifestado en la historia de las artes de Venezuela, un medio de
fundamentos tan plurales como el cartel cultural? Tal y como ha sucedido en los centros
culturales del mundo, el cartel cultural venezolano ha buscado su evolución como medio de
expresión artística en los que han logrado su protagonismo, aquellos diseñadores gráficos y
artistas plásticos que han hecho patente su trabajo a lo largo del siglo XX. El especialista
Franklin Vallenilla, nos habla (convirtiéndose en uno de los pocos pero documentados
trabajos que existen) sobre el tema en su libro El cartel cultural en Caracas. Según este, la
década de eclosión de este medio durante el siglo pasado fue la de los sesenta. Son muchos los
que coinciden con este momento como la fecha de entrada del cartel en la escena cultural
con cierta contundencia. Entre sus mejores exponentes, encontramos nombres como
Santiago Pol, John Lange, Luis Giraldo, Oscar Vasquez, Jorge Pizzani, Carlos Rodríguez,
Álvaro Sotillo, Sigfredo Chacón, Waleska Belisario, Nancy Aquino, Maitane de Ituarte, Juan
J. Abreu, Ibrahím Nebreda y Carmen E. Rojas. Esta es buena parte de un vasto grupo de
artistas que hicieron trascender no sólo sus estilos y formas, también grandes eventos de la
cultura venezolana que cobraron carácter histórico al dejar estela con un testimonio que ha
construido cierta identidad sociocultural. Desde las recordadas y casi tradicionales Ferias del
Libro de Caracas, pasando por exposiciones de pintura como las del maestro Jacobo Borges o
el destacado trabajo de Carlos Zerpa, hasta las más importantes presentaciones de las
compañías nacionales de teatro y ballet contemporáneo, el cartel cultural en Venezuela para
muchos artistas gráficos y para varios de nuestros diseñadores, más que poderse enfrascar en
tendencias y estilos delimitados, se antepuso siempre a sus creadores como retos que perseguir y
alcanzar con éxito. En otros casos se habla tres estilos predominantes en las obras realizadas
durante el siglo XX. Citando la investigación de Vallenilla encontramos posiciones más o
menos cercanas a ésta perspectiva, como las de Álvaro Sotillo y Jorge Pizzani: “a) Los más
pictóricos o ilustrativos (…) b) Los más tipográficos (…) c) Los más constructivistas.” (Vallenilla Lilue,
pp.24, 25)5 Para Carmen Elena Rojas “la única división en grupos que se podría hacer es aquellos que

tienden por su formación hacia lo pictórico y aquellos que tienden hacia lo gráfico; es decir, los que se formaron
en el grupo de la pintura y los que se formaron en el de las artes gráficas.” (Vallenilla Lilue, p.25)6
Pero más allá de tendencias, formas y estilos predominantes, existe todo un
patrimonio artístico que conservar como parte de nuestra historia gráfica y que destacar
regional y mundialmente. El problema que atraviesa tanto el creador como la obra creada, en
este caso del cartel cultural, ha sido el mismo de siempre que han enfrentado los creadores
con las artes en Venezuela: falta de un apoyo sustancial por parte de los entes competentes
del Estado. Si bien en muchas épocas el desarrollo de este especial medio ha sido realidad en
buena parte por su apoyo, ha faltado continuidad en el mismo, logrando que artistas y obras
de arte no consigan completar con éxito sus ciclos creadores. En el caso del cartel cultural
como testimonio, aunque ha existido una profunda y dedicada labor de conservación y
difusión del lado de instituciones como el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, el
Museo de Bellas Artes, la Galería de Arte Nacional, el Centro Cultural La Estancia, entre
otros, la falta de políticas específicas sobre este campo no ha permitido no sólo el seguir un
vasto crecimiento para esta forma de expresión, sino la ausencia de una cultura y educación
pública para el cuidado de un patrimonio necesario para construir las páginas de una historia
artística y gráfica rica en creadores y en obras propias de nuestra identidad. Sin embargo, el
arte abre sus caminos en contextos difíciles. Será de las manos de futuros artistas de donde
renacerán las acciones que determinen una participación más activa por parte del Estado,
para un justo reconocimiento ante esa posición intermedia entre arte y utensilio social, que logra
desplegar desde su propia esencia, el cartel cultura.
Caracas; viernes 7 de octubre de 2005.

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1 John Lange, es uno de los diseñadores gráficos de mayor importancia en lo que podríamos considerar la historia

gráfica Venezuela. De sus trabajos dentro del campo del cartel cultural, encontramos “Leger” y “Sí de Lusinchi”. Este
es solo un fragmento de buena parte de su participación en la obra El cartel cultural en Caracas, trabajo de
investigación que presentó el Lic. Franklin Vallenilla Lilue como trabajo de grado para obtener el título de su
licenciatura en Comunicación Social; tesis que se ha convertido en una de las más profundas referencias
historiográficas acerca del tema. Vallenilla Lilue, Franklin: EL CARTEL CULTURAL EN CARACAS: LOS ÚLTIMOS 20
AÑOS (1969-1989), Colección KASAK Nº 1, Fundación Carlos Eduardo Frías – Escuela de Comunicación Social
Universidad Católica Andrés Bello, Caracas 1993. p.42.
2 EL ORIGEN DE LA OBRA DE ARTE son tres conferencias consecutivas dictadas por el maestro alemán en el Freie

Deutsch Hochstift de Frankfort del Meno el 17 y 24 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936. Publicado por primera
vez en Holzwege, (en castellano, “Caminos del bosque”) V. Klostermann, Frankfurt, 1950.
3 Versión española de Helena Cortés y Arturo Leyte en: Heidegger, Martin: CAMINOS DEL BOSQUE, Madrid,

Alianza, 1996. p. 21.


4 Varios Autores (Pleno de Académicos). (2005, Vigésima segunda edición). Diccionario de la Real Academia

Española de la Lengua. Madrid : España. [Versión electrónica]. Extraído el 06 de octubre, 2005 de http://www.rae.es/ .
5 IBID 1. pp. 24,25.
6 IBID 1. p. 25.

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