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Roberto Esposito
Etimológicamente
Inmunes es quien no debe nada a nadie
Inmunes es quien está dispensado de cargas, que otros deben llevar sobre sí
Inmune se llama a quien no cumple con ningún deber, ya sea estatal o societario; quien esta dispensado
de deberes societarios que son comunes a todos
*La inmunidad es una condición particular (ya sea a un individuo o un colectivo siempre es propia, en
el sentido de que pertenece a alguien y por ende no es común).
Mediante la protección inmunitaria la vida combate lo que la niega, pero según una ley que
no es la de contraposición frontal, sino la del rodeo y la neutralización. El mal debe
enfrentarse pero sin alejarlo de los propios confines. Al contario incluyéndolo dentro de estos
(Esposito, 2006). Se trata de una exclusión mediante una inclusión. El veneno es vencido por el
organismo no cuando es expulsado sino cuándo del algún modo llega a formar parte de este.
La vida no es conservable más que mediante la inserción en su interior de algo que
sutilmente la contradice, es decir, su mantenimiento coincide con una forma de restricción que
de alguna forma la separa de sí misma. Se prolonga la vida en cuanto se le hace probar
continuamente la muerte.
*La vida adquiere un valor en cuanto puede ser arrebatada.
La yuxtaposición y la vinculación entre inmunidad y comunidad es importante. Porque
la inmunidad es el límite interno que corta la comunidad replegándola sobre sí en una forma
que resulta a la vez constitutiva y destitutiva(pues la constituye precisamente al destituirla).
Luhmann cree que en la modernidad el mecanismo inmunitario del derecho deja de ser una función
y por el contrario otras esferas como la del derecho pasan a estar en función del mecanismo
inmunitario. Por ejemplo en la relación entre Ley-violencia; más que eliminada la violencia, es
englobada por el aparato destinada a reprimirla, una vez más violentamente. El derecho lleva en su
propio núcleo la violencia, es la génesis de su funcionamiento.
*El uso legítimo del poder violento, es lo que siempre entendemos como ley o justicia. Pero usamos la
misma fuerza contra la misma fuerza. La lucha ente el bien y el mal con el fin de restablecer el orden o l
equlibrio no existe, pues, es el mal combatiendo al propio mal pero de forma controlada.
Biopolítica
En contraposición al modelo antropológico que lleva a separar la vida de sí misma
acentuando sus elementos formales. El dispositivo biopolítico tiende por el contrario a
eliminar toda mediación.
Cuando la política toma la vida como objeto de intervención directa, termina por
reducirla a un estado de absoluta inmediatez. Por relacionarse con la vida, la política pareciese
tener que privarla de toda dimensión cualitativa, volviéndola solo vida, para vida. De ahí la
relevancia decisiva atribuida a la semántica del cuerpo. El cuerpo es el terreno más inmediato
para la relación entre política y vida. Porque en el cuerpo, la vida parece protegida de lo que
amenaza con corromperla o de su propia tendencia a sobrepasarse, a alterarse. Es como si la
vida para mantenerse como tal, tuviese que ser comprimida y custodiada en los confines del
cuerpo. Y esto no porque el cuerpo tanto individual como colectivo no este expuesto a
procesos de disolución. Sino más bien porque justamente tal riesgo, pone en movimiento los
mecanismo de alarma y en consiguiente de defensa destinados a su protección.
Foucault afirma que lo viviente empieza a entrar en el horizonte de visibilidad del saber moderno,
en el momento en que emerge su relación constitutiva con aquello que constantemente amenaza
con extinguir. Es la enfermedad-y la muerte-el cono de sombra dentro del que se recorta la ciencia
de la vida.
El riesgo de la comunidad
El cuerpo es irreductible a la dimensión cuantitativo material y constituye el campo de
tensión en que él mismo se vincula con su propia alteridad: el cuerpo “es la forma en que
cuerpo y alma se entrelazan estrechamente”. Se traza así una antropología de lo viviente- una
biofilosofía- en que forma y materia, interior y exterior, sujeto y objeto se determinan cada
uno como la modalidad de expresión y de despliegue del otro. El cuerpo en ese sentido, ya no
es considerado el envoltorio, el instrumento, sino la raíz orgánica de la actividad intelectual,
así como se interpreta, a su vez, el intelecto como la resultante espiritual de los procesos
corpóreos.
El hombre está fuera de su “adentro” y dentro de su “afuera”, en el interior de su
propia exterioridad y en el exterior de su propia interioridad. De aquí el constante entramado
entre identidad y alteridad que se enlaza entorno a su figura. No es por completo idéntico a sí
mismo ni por completo otro respecto de sí mismo, de igual modo no está ni en el centro ni al
lado de su horizonte de sentido, sino precisamente en el límite que a la vez los une y los
yuxtapone. El límite entre ser y tener un cuerpo. El hombre no posee ese cuerpo que es y en
verdad nunca puede ser el cuerpo que posee: es su propia no-posesión de sí mismo. “Yo soy
pero no me poseo”
“Ser hombre es ser el otro de sí mismo” porque el hombre es precisamente aquel que no
coincide con lo que es. Es como decir que el extrañamiento es la condición de la identificación
y viceversa. Solo en relación negativa con la posibilidad de ser otro, cada hombre es lo que
efectivamente es y es precisamente su propio no ser otro (Esposito, 2006).