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Cultura Contemporánea

Clase 2

Texto: Ortiz, Renato: “Modernidad y espacio, Benjamín en Paris”.

Resumen del Texto

Introducción
Presentando definiciones para los conceptos de memoria colectiva y memoria nacional,
el autor confronta sus orígenes y significados aludiendo la interioridad de la memoria
colectiva en los sujetos y a la exterioridad de la memoria nacional, la cual, según él, no
es más que una, “tradición inventada”. Presentando como ejemplo los vaivenes de las
festividades y símbolos patrios de la Francia post revolución arriba al interrogante que
intentará desglosar a lo largo del texto: “¿Cuál será la relación entre este espacio de
integración nacional y el advenimiento de las sociedades modernas? ¿No sería el
espacio y el tiempo de la modernidad una consecuencia de esa memoria nacional?”
Refutando a Charles Rearick, quien establece una estrecha relación entre la formación
de dicha memoria nacional y la configuración del espacio y el tiempo de la modernidad,
Ortiz, en cambio, señala que muchas de las nociones de espacio y tiempo no responden
al proceso de formación de la memoria nacional y a su ideología, sino a necesidades
que tiene su origen en la sociedad misma y sus formas de organización.

El espacio y el tiempo en la Francia de la restauración


La configuración que allí se observa muestra que la realidad de la calidad del transporte
y los caminos, sumado a las obras de infraestructura impulsadas por el estado (muro de
la ciudad) arrojan un panorama “acotado” en el que las relaciones comerciales y de vida
cotidiana se desarrollan en un espacio con poca movilidad, es decir, si bien se realizaban
desplazamientos de orden laboral, comercial, etc, éstos tenían lugar en espacios
contenidos y asilados entre sí. Como diría Philippe Aries, la vieja Paris era como “una
red bastante densa de pequeñas células autónomas, sin relación entre ellas”.
Con el surgimiento del interés en la explotación del transporte y del principio de
circulación (y su posterior regulación) la situación cambia en el transcurso de unos
pocos años drásticamente, allí se observa una intensificación de la circulación, no sólo
consecuencia de la posibilidad de transporte sino también de necesidades e intereses
intrínsecos de la sociedad parisina de entonces que sufría una reestructuración del
tejido social en el cual las clases sociales mas acomodadas vivían entrelazadas en
populosos edificios con la servidumbre y clases bajas, así pues se observa un fenómeno
migratorio de los ricos hacia el oeste, mientras que los trabajadores migran al oeste
buscando proximidad a las zonas fabriles. Estamos aquí presenciando una
transformación del espacio urbano de Paris, en el que la ciudad de divide, se
especializa, se reconfigura. Ante esta nueva situación resulta imprescindible a las
autoridades regularizar la circulación de personas, carruajes, vehículos, etc. en lo que
podría considerarse el primer antecedente de una “política de urbanización” en el
sentido moderno. Las iniciativas del barón Haussman sin embargo poseen un trasfondo
político militar que no puede ser dejado a un lado -ya que la estructura de las calles
angostas facilitaba el asentamiento de barricadas y motines- ; apoyado en un discurso
higienista, con el consentimiento de gran parte de la clase dirigente y gran parte del
capital privado (que claro está quedaría a cargo de las reformas urbanísticas) se
procedió a una reconstrucción sistemática de la ciudad y de su forma de administración.
Además de calles, avenidas, puentes, plazas, un sistema de desagües y canales
conectando los puntos neurálgicos de la ciudad y uniéndolos con las estaciones
ferroviarias se crearon las entidades administrativas destinadas a atender de “manera
más eficiente las exigencias de dicha planificación”. Un cambio notorio es el que
Haussman, basándose en un principio organicista, realiza sobre el tamaño de las calles y
con la creación de aceras y bulevares (que para entonces no existían) las cuales se
tornan de vital importancia para la circulación quitándole lugar e importancia a las
moradas parisinas de la época, privilegiando así la movilidad de personas y vehículos.
Reacciones, nuevos comportamientos y fenómenos pueden verse en todos los estratos
de la sociedad.

El tren y su influencia en la noción de tiempo y espacio


Si bien las primeras concepciones acerca de su explotación se limitaban a un traslado
más económico de mercaderías para las empresas o como un intermediario entre los
canales fluviales y las vías terrestres, en cuanto la noción de sistema cobra importancia
en la organización de la ciudad, es cuando la vía férrea tiene realmente un desarrollo
que influye en la vida socioeconómica de la ciudad.
En la década del 30, la visión económica del tren, es reemplazada por otra que
contempla al tren como un sistema de transporte totalmente nuevo capaz de poner en
contacto espacios remotos o distantes y es el principal responsable de romper el
aislamiento local en el que se encontraba el país. Aquí se observa un cambio en la forma
de representar y organizar el territorio, el cual pasa a ser entendido como una red
compleja de sistemas que tiene a Paris como su centro.
Como el autor señala citando a Schivelbush, la comprensión de espacio y tiempo, no
refiere solamente a unidades matemáticas de medida, sino también a conceptos forjados
socialmente, y una muestra de ello, son los cambios que el sistema de ferrocarriles
provocó en Francia y toda Europa con respecto a las nociones intuitivas de tiempo y
distancia.
La posibilidad de transportarse a velocidades mucho mayores y sin los percances de
paradas, peajes, conexiones de rutas, etc. “suprimió” el espacio existente entre dos
puntos de interés cualesquiera, ya que al desplazarse a una velocidad completamente
inalcanzable por otros medios de transporte que brindaban una percepción de un espacio
“continuo”, se altera notoriamente la percepción del verdadero “trayecto” y su
correspondiente distancia. Un efecto secundario de esta tecnología, es un vaciamiento
en contenido del recorrido, y un fin al contacto con los acontecimientos, seres, paisajes,
y rostros durante el viaje, debido a este quiebre en el tiempo.
Este fenómeno acarrea consigo uno de los paradigmas de la modernidad: la aceleración
de las sociedades. Varios intelectuales de la época dan cuenta de ello, y se refieren a tal
suceso como un “acortamiento de las horas” o una “intensificación del ritmo de vida”.
Evidentemente, las consecuencias de dichos actos no se limitaron a una manera de
“sentir” el tiempo, sino que condicionaron y modificaron los hábitos de comportamiento
y el estilo de vida del hombre para siempre. El frenesí de éstas nuevas ciudades
industriales trajeron consigo un aceleramiento del ritmo de vida donde “las personas
quieren vivir mas de prisa, absorber mas placeres, asumir, mas responsabilidades, o
sentir el mayor número de de emociones posibles en el espacio de tiempo mas corto”
como diría Gramsci. Se estaría entonces en presencia del nacimiento de la sociedad de
consumo tal cual se la conoce hoy. La producción industrial reemplazaría a lo artesanal,
y la cantidad de bienes disponibles y deseables se multiplicarían en la medida que
comienzan a formar parte de un sistema de diferenciación socioeconómica.
Los últimos vestigios del antiguo régimen, el nacimiento del automóvil.
Si bien el tren, había modificado el estilo de vida parisino a fines del siglo xix, los
desplazamientos dentro de la ciudad todavía estaban a cargo de caballos montados,
carruajes, y tranvías con tracción sanguínea. La poca eficiencia y la lentitud de dichos
transportes contrastan notablemente con las velocidades del ferrocarril, lo que “retrasa”
la instauración definitiva del espíritu de la “modernidad”.
El caballo, símbolo del transporte por milenios, esta a punto de presenciar su final. Con
la llegada del automóvil y la electricidad al transporte público, el número de carruajes y
caballos disminuye exponencialmente y para 1913 el último tranvía con tracción sangre
realiza su viaje final, y en ese mismo año se fabrican 45.000 coches, en comparación
con los 320 de 1900. Si bien aún no representan un bien de consumo cotidiano, según
muchos historiadores, los coches del siglo xx determinan la creación de una época y la
culminación de un cambio de espíritu con respecto a otras eras. Si antaño el deseo de los
hombres refería a acomodarse y a encontrar un lugar de pertenencia, es decir sus raíces,
en la modernidad, la idea se desgasta y es desplazada por la de “movimiento” la
necesidad de moverse y circular, emulando así la omnipresencia de los dioses, saciando
su apetito frenético e inquieto, alimentando su nervioso ritmo de vida, todo sea en pos o
en consecuencia de ese “acortar” el espacio y el tiempo.

Modificación del espacio


Las medidas que se implementan a partir de ese momento contemplan en un sentido
amplio todas las vías de circulación que confluyen en el centro de la ciudad y tienden a
regularizar la circulación, implementando la noción de “anillo radial” en el marco de
una concepción de espacio “radicalmente moderna”.
Esta idea es “moderna” en tanto la ciudad se especializa y distribuye de acuerdo a las
funciones e intereses de cada sector, quedan así configuradas zonas residenciales, zonas
fabriles, zonas para el ocio, etc. No es detalle menor el dato de que se esta en presencia
de una disociación entre la vivienda y el lugar de trabajo cuya unión se había mantenido
inalterable durante siglos, siendo ahora “unidades autónomas”. La expansión de la
ciudad hacia la periferia sumada a la nueva concentración del espacio provocada por la
división del trabajo acentúa mas la citada división entre morada y labor, creando una
mayor necesidad de transporte tanto en cantidad como en recorrido.

Impactos, reacciones y repercusiones en la sociedad


La estandarización propuesta por los modernistas, además de alterar el paisaje urbano,
calles, bulevares, canales, desagües, etc. también provocó modificaciones
arquitectónicas en las viviendas. Los edificios ganan altura, a la vez que sin modificar
su fachada o ancho, albergan un mayor número de viviendas, lo que evidentemente
disminuye el tamaño dedicado a cada una. La disposición y forma de estas nuevas
viviendas, también reflejan en algún sentido el espíritu de la época, en tanto las
habitaciones abandonan su clásica disposición en cascada e intercomunicadas, para
dejar lugar a un diseño tipo árbol, con una única entrada, dando una función específica y
racional a cada cuarto.
El advenimiento de este nuevo espacio mucho mas “uniforme” tiene consecuencias en
la sociedad, y no es solamente una cuestión de estética, ya que, pareciera que en algunos
sectores, el ritmo y la calidad de las modificaciones no era visto como un signo de
progreso, sino como una pérdida de esteticismo y falta de gusto, que confieren
monotonía y anonimato a las mismas. Podría decirse que esta nueva supremacía de la
movilidad por sobre la habitación afectó severamente la idea pertenencia o
arraigamiento que la vieja Paris, discontinua y caótica brindaba a sus habitantes.
Como una alternativa, o como un signo de disconformidad, las clases acomodadas,
encuentran nuevas formas de expresar su sentimiento de diferenciación y arraigamiento
a la vez, por medio de la decoración y del mobiliario de sus viviendas. Adornados,
suntuosos, pomposos y pesados, los muebles de la época reflejan una ideología
contraria a la funcionalidad moderna y forman una corriente de diferenciación con
respecto al ámbito público, monótono y estandarizado.

La modernidad y la racionalización del tiempo


Como o de donde surge la necesidad de medir el tiempo y de regularizar y subordinar
los actos de una sociedad a él es una pregunta que requiere la noción de un contexto
cronológico que de cuentas de los cambios en los mecanismos de producción y de
organización de las sociedades.
Antiguamente, la estimación del tiempo, estuvo estrechamente ligada, así como los
sistemas de gobierno y las ideologías de dominación primarias, a la religión. Los
monjes benedictinos asociaban el trabajo al rezo, para encausar de cierta manera la vida
del monasterio. La división del día en cuadrantes y horas, es uno de sus legados más
notorios. Con la invención del reloj, y su uso cotidiano, las responsabilidades acerca de
la regulación horaria dejan de concernir a la iglesia y alejan dicha responsabilidad del
ámbito religioso. Durante la era feudal, se sabe, que en la vida rural, los hombres
calculaban el tiempo en función de las pausas naturales (estaciones del año, clima) y
biológicas (día y noche), subordinando a dichas estimaciones al resto de los eventos de
la comunidad; por el contrario, con en el auge de la vida en las ciudades de la
modernidad, el reloj es quien brinda ahora las pautas de trabajo y descanso, acorde claro
a las necesidades de la sociedad industrial. El cambio entre un modo de organización y
otro, no fue brusco ni instantáneo. El primer paso fue efectuar el cálculo de la hora no
mediante eventos climatológicos locales sino a períodos astronómicos racionales y
universales. Sin embargo, un período en el que varios horarios convivieron en toda
Francia, con sus respectivos inconvenientes y formas de organizarlo, fue finalmente
sucedido por la unificación de la hora en todo el país. Sin dudas, el ferrocarril fue un
factor de gran importancia para dicho suceso ya que arribos, embarcos y demás
funciones requerían de una coordinación precisa entre varias ubicaciones distantes. La
invención del telégrafo sin hilos y el teléfono lo hicieron posible. –mendez lo hizo-

Causas y consecuencias de la racionalización y control del tiempo


En los comienzos de la era industrial, además de regular ciertas actividades en el
transporte, la medición del tiempo se convierte primordialmente en un elemento de
control y sometimiento que empresas y patrones utilizan sobre los primeros
trabajadores. Éstos, que provenían de un entorno rural poseían ciertos hábitos y
condiciones que no eran las más favorables para el desarrollo óptimo que las clases
dominantes pretendían de sus industrias. Así es que, con riguroso control de las
actividades laborales (períodos de descanso, trabajo, entradas, salidas, etc.) se instaura
un método de tiranía de tiempo fabril con innegables aires militarizantes. El objetivo de
esas prácticas era lisa y llanamente disciplinar a las primeras camadas de obreros,
transfiriéndoles una nueva noción de tiempo tanto a sus mentes como a sus cuerpos,
para finalmente lograr una nueva “lógica de comportamiento”. El tiempo no era
meramente un elemento de medida, sino una forma de opresión y engaño que
obviamente sólo recaía sobre las clases bajas, mientras que las clases altas permanecían
con cierto trato “irracional” del tiempo en sus vidas.
Un factor a tener en cuenta dentro del universo laboral, es el cambio en los métodos de
producción que tienen lugar en una segunda instancia del desarrollo industrial. Un
completo reemplazo del trabajo artesanal por el trabajo en serie provoca un
acortamiento en las capacidades de los trabajadores, a quienes ahora les corresponde
una porción mas pequeña del producto terminado, por lo tanto, si bien poseen una
mayor especificidad en su labor adquieren menos incidencia en la totalidad del trabajo,
en un proceso que podría denominarse de “estandarización de los instrumentos” Aquí
las fases de producción son racionalmente estudiadas y elaboradas por profesionales
distintos de los obreros, denotando otra característica notoria de la modernidad: “la
división entre trabajo manual e intelectual”.
Con el aumento de la demanda de bienes, las industrias notaron que largas jornadas
laborales, no provocaban un aumento en la producción sino por el contrario una merma,
y por consecuencia necesitaban un sistema para lograr incrementar su productividad. Es
entonces, una nueva forma de “control del tiempo” conocida como Taylorismo (que
introduce el concepto intervalo ideal de trabajo o tiempo óptimo de elaboración) es el
elemento utilizado para lograr tales fines. Un acortamiento de la jornada laboral y el
control cronometrado de la producción, ahora segmentada y específica diferencian a la
era industrial de principios del siglo xx de la fines del siglo xix.

Coda
Así como los avances del transporte y las tecnologías de las comunicaciones, sumado a
las necesidades de desarrollo de la sociedad industrial unificaron a varias naciones
europeas en sus mercados, abandonando el viejo aislamiento medieval, achicando la
noción de distancia e instaurando un riguroso control del tiempo que posibilitaría dicho
proceso y suplantara a los ciclos naturales (agrarios) en el rol de regir las vidas de los
individuos, un proceso similar hoy en la actualidad une los mercados mundiales y acorta
aún mas las distancias y los tiempos. Es un verdadero interrogante plantearse si esto en
verdad conllevará a una unificación mundial como lo hiciera con los estados europeos
en los comienzos del siglo pasado.

Clase 3

Texto: Margulis Mario: “Globalización y cultura”.

Resumen del Texto

Tomando distancia de aquellas posturas que sostienen a la globalización en términos


culturales como un proceso aislado de la evolución histórica, política, tecnológica y
económica, Margulis propone considerar a dicho proceso como consecuencia directa de
la evolución del capitalismo como sistema productivo y de las condiciones y modelos
que éste ha impuesto. A partir de allí distinguirá entre sí a varios conceptos como
internacionalización, mundialización y globalización, que comúnmente son utilizados
como sinónimos pero que para Margulis corresponden a distintos fenómenos y procesos
históricos.
Además, plantea abandonar aquella concepción acrítica en la cual, la globalización se
entiende en términos de mercado mundial como una nueva forma de producción,
distribución y consumo de bienes por la cual se produce un intercambio cultural
simétrico entre los distintos sectores capaces de producir. En cambio, considera a
dicho proceso como un desencadenamiento directo de métodos organizativos a nivel
mundial que reproducen y mantienen las desigualdades existentes en la distribución de
la riqueza, la tecnología, el poder y en consecuencia, de la capacidad de generación y
recepción de dichos bienes.

Diferentes etapas en la evolución histórica del capitalismo


Es consecuencia del desarrollo de la modernidad en sus primeras etapas que, desde la
conquista de América, se tienda a la conformación los estados nacionales europeos
quienes logran su unidad a partir de la unificación y su posterior subordinación de sus
economías regionales a un todo singular y más amplio de carácter nacional. Es éste
peldaño necesariamente anterior al establecimiento de relaciones comerciales
internacionales, es decir, más allá de las fronteras nacionales, que Ortiz señala como
internacionalización y que naturalmente ha influido sobre la evolución de las culturas y
de las concepciones que de ellas se desprenden. Es anterior entonces y necesario para
este proceso de generación de los estados nacionales abandonar la subordinación
espacio-temporal respecto de las regionalidades particulares en pos de una economía de
carácter nacional, a éste proceso se lo denomina desterritorialización, ya que borra las
fronteras existentes que unen a los órdenes de vida al territorio más próximo, pero a su
vez, establece una nueva frontera mas amplia, es decir territorializa nuevamente, pero
instaurando una nueva relación geográfica.
Cabe aclarar entonces, que la globalización de la economía es un proceso más
complejo y de diferente envergadura ya que implica cierto grado de similitud e
integración de las actividades, costumbres y modos de vida, que del mismo modo que la
internacionalización lo hizo a nivel nacional, ahora la globalización lo exige a nivel
mundial. Es este nuevo estado lo que se conoce como “mercado mundial” y se basa en
la elaboración, distribución y consumo de bienes que poseen la necesidad de circular sin
impedimentos.

Construcción de redes de significados y códigos comunes


Condición necesaria para que aquellos productos oriundos de los sitios más dispersos
puedan insertarse y convertirse en una real necesidad para el consumo es que los
potenciales consumidores posean una serie de saberes, conocimientos, y de códigos en
común a lo largo del mundo para que un mismo producto pueda circular sin resistencia
a través de él. Juega aquí entonces un papel fundamental en la cultura de los
individuos, la fuerza que ejerce la globalización en términos culturales cuyo objetivo es
crear una estandarización de códigos comunes que vuelvan posible la circulación de
mercancías. Por ello puede observarse que la globalización no es un proceso ajeno a la
generación de uno u otro tipo de cultura, ya que a través de numerosos sistemas, influye
sobre las costumbres, códigos, gustos, hábitos, etc. de los sujetos.
Sin embargo, la imposición de estos nuevos códigos, de ninguna manera reemplaza a
los existentes, sino que mantiene con estos una relación de adaptación-resignificación
en la que la identidad local se superpone y adapta a sus usos y costumbres estos nuevos
bienes culturales y sus consecuentes necesidades materiales.

Los diferentes órdenes culturales, dimensiones de significación


Podría entonces definirse tres planos en los que las sociedades son capaces de generar,
modificar, y establecer redes de usos y significados en relación su alcance espacial.
En primer lugar estarían aquellos códigos de identificación con territorios pequeños o
tribus. Luego, aquellas redes de significados que abarcan a sectores urbanos mas
amplios que comparten historia, valores, costumbres, creencias, tradiciones, etc.
Y por último aquellos ámbitos de la cultura relacionados a códigos de procedencia
global que irrumpen en la localidad que requieren competencias específicas y que dan
origen a las adaptaciones y luchas entre los distintos universos simbólicos descriptos
que evidentemente se encuentran vinculados a las luchas por el dominio de la
generación de sentido característicos de la sociedad.

La puja por la generación de sentido, medios de comunicación y desterritorialización.


Consecuencia directa del auge de los medios de comunicación sumada a la progresiva
disminución de la intervención estatal, tanto en el plano económico como cultural, son
los mensajes enviados por los primeros una fuente importante de generación de sentido,
códigos, hábitos y modos de vida que repercuten notablemente en las sociedades.
La posesión y utilización de dichos medios generará a favor de quienes tengan dominio
sobre estas tecnologías una ventaja en la lucha por la imposición de un modelo cultural
en particular.
A raíz de la desigual distribución que existe en el mundo de dichas herramientas, es
natural que gran parte de los sujetos consuman productos y reproduzcan códigos que no
le son nativos en su origen y que a su vez pertenecen a sectores que se benefician con la
generación de aquellos bienes que tienen a satisfacer las nuevas necesidades surgidas
resultado de las nuevas pautas culturales.

Una nueva división y concepción del tiempo y el espacio


Para subordinarse a estos nuevos órdenes, y encausar el desarrollo del estado actual del
capitalismo, modificaciones en la percepción, uso y distribución del espacio y el tiempo
tienen lugar en la actualidad, y así como fue necesario abandonar viejas pautas
regionales que organizaban los modos de vida para lograr la conformación de los
mercados nacionales, ahora, deben eliminarse las barreras espacio-temporales que
impiden las relaciones a nivel global. En otras palabras, los tiempos y los lugares deben
subordinarse a las pretensiones y necesidades del mercado global, alterando una vez
más los órdenes naturales y los ritmos de vida de las poblaciones.

Estandarización, inclusión y exclusión


Aquellos códigos culturales tendientes a homogeneizar a los potenciales consumidores
en todo el mundo, a través de la oferta universal de los mismos productos, no se instalan
en la totalidad de sus características sino que son redefinidos y adaptados a las
costumbres existentes dentro de cada situación, manteniendo algún grado de diversidad,
que restituye en algún punto la identidad local, que como se sabe se construye en parte a
través de la diferenciación con “lo otro”, lo ajeno, lo foráneo.
Sin embargo, la tendencia que tiende a sustituir las comunicaciones a nivel corporal por
las nuevas vías de comunicación, dificultan la formación de espacios físicos comunes
que sirvan a la generación de aquellos códigos locales que impiden la completa
homogenización de los códigos simbólicos.

Los nuevos pobres, los excluidos


Alejados de las condiciones necesarias para ubicarse dentro de las principales áreas de
consumo a través del trabajo y como consecuencia de ello, de la generación de
identidad, un nuevo sector emerge en desventaja de recursos, y en cierta medida, sin la
necesidad de ser tenidos en cuenta para el desarrollo del sistema de producción, ya que
no poseen en muchos casos, las pautas culturales ni los medios físicos para apropiarse
de los bienes que se distribuyen a nivel mundial, y, a diferencia de otros sectores de
desfavorecidos en otras épocas, estos nuevos pobres se hallan al margen del sistema
productivo, no forman como en otras épocas, parte de él, como lo fueran los asalariados
y los obreros mas pobres, y como consecuencia de ello son ignorados por la gran
maquinaria de generación y homogenización de sentido, sin embargo, estos nuevos
sectores poseen sus propias pautas y códigos, que como es de esperarse, difieren
abismalmente de los valores, pautas, y códigos culturales que distribuye el universo del
consumo.

Texto: R. Ortíz: “Cultura y modernidad mundo”.

Resumen del Texto

Introducción
Dos objetivos serán los primordiales que abordará Ortíz en este texto, en primer lugar
contrastará con los conceptos de la metodología clásica de entender la evolución de las
culturas al considerar que sus elementos y desarrollos no son adecuados para
comprender la influencia del proceso de globalización en las culturas modernas. Luego,
se alejará de aquellas teorías que postulan al imperialismo y a su maquinaria de
legitimación, el “imperialismo cultural” como parte de la evolución de centros de poder
concentrados (naciones, estados), ya que de ser así se estarían utilizando los conceptos
clásicos. En cambio, sin desechar la presencia de relaciones de dominación a escala
mundial, y su influencia en la conformación de la cultura, observa que responden a un
orden interno al desarrollo de la modernidad con sus herramientas y características,
dentro de las cuales se destaca la imposibilidad de establecer una relación de
centralidad-externalidad respecto de las formaciones ideológicas, culturales, de poder,
etc.

Modernidad mundo y las concepciones clásicas respeto de las culturas,


Los estudios clásicos acerca de la formación de las unidades culturales definen para el
análisis de las sociedades una serie de presupuestos, los cuales se basan en dos premisas
básicas, a saber, centralidad (foco cultural) y oposición entre interno y externo.
Estos supuestos se arraigan en la concepción de una unidad central de pautas, valores,
concepciones, etc. de toda índole que pueden ser asociadas a un lugar físico, geográfico,
y que, pertenecen a un determinado grupo. Este grupo, a su vez, si posee lugares de
contacto real con otros grupos, los tendrá en un lugar común a ambos, en donde será
posible un contacto cultura mediante el cual elementos externos a cada uno de los
grupos sean asimilados y procesados de acuerdo a las pautas internas preexistentes.
Se entenderá como difusión al proceso mediante el cual los elementos de una cultura en
particular se diseminan en términos espaciales, es decir se trasladan geográficamente,
mediante la interacción en lugares comunes con otros grupos. Si este proceso se diera de
forma bilateral, en otras palabras, que dos grupos fueran capaces de influirse
mutuamente reconfigurándose, se estaría hablando de aculturación.
Así podría entenderse que según la concepción clásica las culturas en particular poseen
una autonomía interna mediante la cual reinterpretan los elementos que le son extraños
o externos.
Tomando como ejemplo la evolución en la elaboración, distribución y consumo de
alimentos, Ortiz, mostrará como las pautas de centralidad y oposición entre externo e
interno no son las más adecuadas para analizar los procesos de mundialización de las
culturas.
Como casi todas las áreas que modificaron sus sistemas productivos, de trabajo,
distribución, etc. con el avance del capitalismo, los alimentos atravesaron etapas
comunes a todos los órdenes atravesados por la racionalización del trabajo. Así como la
producción en serie y los avances en el transporte hicieron posible la existencia de mega
tiendas, los conservantes y otros adelantos tecnológicos hicieron a los alimentos más
durables en el tiempo, además de crear una disponibilidad de productos al margen de los
tiempos y lugares de cosecha/siembra. En otras palabras, los productos no son
patrimonio ya de un lugar geográfico en particular capaz de producirlos, sino que
pueden producirse, conservarse (alargando el periodo de disponibilidad) y distribuirse
más allá del alcance físico de la población en la cual se originan.
Otra consecuencia de las modificaciones en los ritmos de producción y de vida, se vio
claramente en como los hábitos alimenticios se “fraccionan” o dividen, adaptándose al
pulso de la sociedad de trabajo, a raíz de ello, las sociedades modernas en las que el
capitalismo había prosperado vieron como les era necesario alimentarse fuera de sus
hogares, de manera rápida (para que no interfiriera con sus labores) y barata.
De esta necesidad no resuelta, surgen los emprendimientos de comidas rápidas, drive in,
restaurantes al paso, etc. Para su funcionamiento acorde a las necesidades de rapidez y
bajo costo, éstos servicios proceden a aplicar estrategias de patronización,
estandarización y división o fraccionamiento en la elaboración (todas características
implementadas bajo los preceptos de la racionalización del trabajo) de sus productos,
condiciones ya más que naturales en la actualidad.
Si se unen factores se puede observar que esta cocina de características industriales, no
se encuentra completamente ligada a lo local, sino que posee acceso a productos,
materiales, materia prima, etc. que seleccionará para la elaboración de sus platos, y cuyo
origen no se limita a las barreras geográficas o culturales existentes, sino que por el
contrario, elementos ajenos son incorporados, pero el detalle es que éstos nuevos
elementos no son ajenos en tanto correspondientes únicamente a otro grupo cultural,
sino que se encuentran distribuidos a lo largo de un basto territorio, lejos de su origen,
por lo tanto, puede decirse que dichos productos se encuentran desterritorializados o
deslocalizados y tienden a perder relación con una región de origen en particular.
A través de éste ejemplo, Ortiz, da cuentas de la dificultad para establecer relaciones de
interioridad o exterioridad de los bienes culturales, “no hay mas centralidad, la
movilidad de las fronteras diluyó la oposición entre lo autóctono y lo extranjero”.
Si se tienen en cuenta estas consideraciones, es fácil entender lo que se llama
“americanización” del mundo, no como un avance imperialista (sin quitar peso a los
estados unidos como potencia económico-cultural), sino más bien, como expresiones y
consecuencias de un movimiento intrínseco a el desarrollo de la modernidad, que
podrían caber mas dentro de un proceso de mundialización de la cultura a causa de la
circulación de bienes y no de americanización. Con ello, no es que se estaría ante la
ausencia de relaciones de poder o dominación, sino que, al descentralizarse, al no poseer
un foco visible, ya sea un estado o una nación, responden a intereses políticos y
económicos mucho mas difíciles de localizar y cuyas armas de legitimación cultural y
simbólica que trascienden los órdenes de una nación o un pueblo pasan a formar parte
de los hábitos, costumbres y modelos mentales de acción de diversos grupos que se
encuentran inmersos en la modernidad mundo y que no pueden ser entendidos como
una mera difusión culturar de un grupo o nación.
Clase 4

Texto: Canclini Néstor: “Mercados que desglobalizan: el cine latinoamericano como


minoría”.

Resumen del Texto:


Bajo un punto de vista que podría situarse más cercano al antiimperialismo que Ortiz
señala, Canclini, evalúa como a través de la evolución de los procesos globalizadotes
una suma de factores en su mayoría económicos han logrado que propuestas culturales
que provienen de grupos demográficos de gran número sean catalogados como minorías
y sean excluidos de los procesos de comunicación y difusión masivos disponibles en la
actualidad.
Utilizando como ejemplo la industria cinematográfica, expone como bajo las recetas
neoliberales, la globalización no ha funcionado como una manera de brindar acceso a
mercados mas amplios a economías relegadas, ni ha servido como un medio para el
progreso de las naciones periféricas. En cambio, con el progresivo avance de las
empresas trasnacionales en los países de Latinoamérica y gran parte del mundo, una
buena cantidad de los medios de producción cultural han pasado a manos extranjeras
que con el objetivo de obtener rendimientos económicos, filtran las propuestas que
saldrán a la luz con una lente orientada al mercado mundial que deshecha gran parte de
la producción nativa en esos países que no entra bajo los estándares internacionales. Así,
producciones que son realmente masivas, se ven reducidas a minorías ya que no
encuentran vías de difusión.
Otra característica que Canclini hace notar es como se legitiman impedimentos para el
progreso de las manifestaciones culturales que no son nativas dentro de los estados
unidos a través de políticas de proyección de filmes o de proteccionismo a la industria,
en tanto es creciente la tasa de inmigrantes que podrían acceder a un hipotético mercado
de cultura “extranjera” dentro de dicho país.
De esta forma, se observa como la globalización lejos de proponer una amplia oferta de
manifestaciones culturales provenientes de todo el mundo, solo sirve a fines de
reproducir aquellas que provienen de ciertos sectores de dominio hegemónico o aquellas
que cumplen con ciertas pautas de masividad y beneficio económico para los
distribuidores. En resumen, la producción cultural de todos los países no dominantes
que no encaje con aquellos márgenes estéticos propuestos por los circuitos
internacionales con el cine anglosajón y su industria musical a la cabeza, se ve
seriamente comprometida y desglobalizada, y hasta excluida siendo que encuentra
dificultades para difundirse incluso en sus países de origen cuyas industrias se hallan
altamente influidas por los contenidos que cerrando un circulo perfecto provienen del
extranjero y caben dentro de los estándares mundiales.
Así es que, ante una posibilidad de diversificar la oferta cultural mundial, mediante el
empleo de los nuevos medios de comunicación, el rumbo que hasta ahora a tomado la
globalización ha sido por el contrario, simplificar la oferta mundial bajo las pautas de la
industria anglosajona.
Por lo tanto, en pleno auge del fenómeno de globalización, numerosas regiones
experimentan un crecimiento en las conexiones e integración con otros sectores del
mundo, pero muchas veces aíslan a zonas aledañas más pobres que quedan de esta
forma marginadas de todo intercambio. La inseguridad, el desempleo, la pobreza y la
violencia aguardan, fruto de la desindustrialización y el neoliberalismo, en la periferia
de las ciudades cosmopolitas globalizadas y conectadas a todo el mundo bajo una serie
de códigos universales a los que no todos tienen la posibilidad de acceder.
Clase 5

Texto: Ortiz R.: “Modernidad mundo e identidad”.

Introducción
Al igual que en “Cultura y modernidad mundo” Ortiz comienza por elaborar una
comparación entre la noción de identidad utilizada por la antropología clásica, y a partir
de los elementos que la componen, se inclina por una nueva definición aludiendo la
imposibilidad de realizar un estudio de las identidades de la modernidad a partir de las
pautas utilizadas para las sociedades antiguas dado que algunos conceptos tomados
como presupuestos o existentes, simplemente no se dan en la conformación de las
identidades bajo la modernidad-mundo.

Las identidades durante la conformación de los estados nación


Si se entiende a la cultura como un todo integrador formadora de identidad, y a su vez a
la identidad como unidad que posee patrones de evaluación y acción determinados que
brindan cierta previsibilidad y cohesión a las sociedades, al influir de cierta manera en
las acciones de los individuos, la antropología ha considerado a la gestación de las
identidades bajo tres conceptos muy definidos: integración, territorialidad, centralidad.
De aquí que, según los antropólogos, para las sociedades primitivas, toda cultura es un
único elemento indivisible, que posee un eje o foco central formado por un núcleo de
creencias, valores, y matrices para la acción y que posee un alcance geográfico bien
delimitado.
Extrapolar esta serie de conceptos hacia el análisis de las sociedades mas modernas y
complejas, acarrea una serie de problemas empíricos, en tanto, supone que dentro de la
totalidad de un territorio denominado estado o nación la cohesión es completa entre la
totalidad de sus habitantes, que posee sólo un núcleo ideológico, y que la totalidad de
los sujetos habitantes de dicha extensión terrestre poseen una identidad común, única y
plausible de ser analizada y caracterizada objetivamente.
Sin embargo, considerar que el nivel de cohesión dentro de una nación es completo, y
suponer la unicidad de un núcleo ideológico no parece tener mucho sentido cuando, en
los albores de su formación los estados abarcaban territorios poblados por distintos
grupos portadores de distintas costumbres, ritmos de vida, lenguajes y hasta etnias.
A diferencia de lo que propone la antropología Ortiz, señala a la identidad, no como una
entidad con vida propia, ajena y externa a los sujetos, sino que acerca su definición a
una construcción simbólica, la cual se construye a través de la influencia de diversos
marcos referenciales, producto de la historia e intervención de los hombres y que
desarrolla y da cuentas de las relaciones de poder producto de la lucha y cruce de
intereses, valores, supuestos y modelos mentales que diversos grupos intentan imponer
como verdaderos y dominantes.

La nación como formadora de identidad, una primera desterritorialización


Es condición necesaria para que el modelo de producción propuesto por la revolución
industrial y encarnado en el capitalismo en una primera etapa, que la circulación de
mercancías, bienes y peronas, no tenga obstáculos dentro de un mismo territorio, la
circulación es lo primordial, y para efectuar una correcta diagramación de un esquema
de circulación no sólo se necesitan ferrocarriles y medios de transporte, sino que es
necesario que todo un territorio se encuentre unido, comunicado, y que por supuesto, la
comunicación sea eficaz. Será labor de las naciones, generar aquella dimensión cultural,
que abarque un mismo lenguaje, símbolos, códigos, y que sirva a la creación de una
unidad nacional que instale en el sentimiento de todos los habitantes del territorio, el
sentido de pertenencia a una misma comunidad, es decir, a una misma nación.
La escuela, los héroes nacionales, los símbolos patrios, las festividades, etc. son
elementos formadores de dicha unidad, pero cabe aclarar, que ésta unión no se trata no
de algo existente realmente, de un “carácter” en particular que los sujetos comparten,
sino más bien de un destino en común.
Será entonces, resultado de la lucha por la interpretación y definición del destino que
llevan a cabo las diferentes fuerzas sociales y políticas, el rumbo hacia cual una nación
se dirige.
Sin embargo, este proceso no se llevó a cabo sin efectuar algunas rupturas en las formas
de percibir el mundo por parte de los individuos. Si en el antiguo régimen, la noción de
espacio en la cual un sujeto realizaba las actividades diarias durante toda su vida, sólo
estaba supeditada a una región en particular, con sus respectivos ritmos, intereses, y
particularidades; al modificarse las relaciones de producción, y en particular con el
principio de circulación, los sujetos experimentan un cambio en la base territorial de sus
acciones, la cual se amplia en primer lugar, físicamente y luego a nivel de su conciencia
en tanto, sus particularidades regionales se ven sometidas e integradas a un todo
abarcador, denominado nación. Así, la parte se integra al todo, el espacio local se
desterritorializa y adquiere otro significado. También las relaciones sociales y los lazos
de solidaridad se ven modificados bajo las nuevas formas de organización, de forma en
que la solidaridad necesaria para conformar los lazos en la “sociedad” de una nación no
son de ninguna manera los mismos que los de las relaciones personales regionales.
De ésta forma puede observarse como la modernidad, a través de la nación provoca un
doble movimiento, primero de desterritorialización, y luego de reterritorialización en
términos de un todo más amplio u otra dimensión, a saber, la identidad nacional o
conciencia colectiva, por lo tanto por tratarse de una entidad creada y que no responde a
las relaciones personales primarias, su existencia y fiabilidad depende de la labor que
los estados/naciones empeñen en la elaboración y reformulación de dicha identidad, a
través de los mecanismos ya mencionados.
En términos antropológicos, podría decirse que corresponde a cada nación engendrar su
propio núcleo de irradiación a través del cual se encarga de generar sentido y
legitimidad a fines de pacificar mediante la creación de intereses compartidos y unidad
la constante lucha de intereses entre los diferentes sectores sociales. En este proceso,
muchas identidades minoritarias, no seleccionadas por los estados como las “propias”
son reprimidas y escondidas bajo una misma bandera. Por lo tanto, es esta acción de
imposición de sentido por parte del estado la que lo convierte en el selector de aquellos
referentes que podrán o no influir por sobre sus habitantes.

Globalización y cambios en la posesión de los referentes creadores de identidad


El avance de la modernidad, y sus modelos de organización, particularmente el
fenómeno de globalización ha provocado una vez más, un giro en la dirección de la
posesión de los medios de selección de referentes generadores de identidad. Así como
en una primera etapa del capitalismo era necesaria una unidad, o la presencia de un
conjunto de códigos comunes capaces favorecer y asimilar la circulación de bienes y
mercancías a nivel nacional, ahora, éstas premisas se han ampliado a nivel mundial, y
no es de extrañar que sea necesario pues, construir identidades mas amplias y
abarcadoras que las anteriores capaces de favorecer la circulación sin obstáculos de un
sin fin de bienes estandarizados y patronizados.
Si la nación fue el medio a través del cual la modernidad alcanzo el desarrollo de una
primera fase, ahora, representa en alguna medida un obstáculo. Así como las
particularidades regionales tuvieron que ser dejadas a un lado, para poder integrar a los
sujetos a las naciones, ahora, las “particularidades” nacionales deben de ser
minimizadas a fines de instaurar una serie de códigos, valores, y modelos de percepción
y conducta comunes a lo largo del planeta.
Con la explosión de los medios de comunicación masivos, y diversas vías de
aculturación, los estados pierden el predominio sobre la selección y uso de los
referentes identitarios, en otras palabras, el núcleo pierde centralidad. Estos nuevos
referentes, promueven un nuevo proceso de desterritorialización, pero de dimensiones
mucho mayores, impulsando la noción de espacio y su utilización hacia fuera de las
fronteras nacionales (apoyado claro en los medios tecnológicos que permiten tal
desarrollo). Estos nuevos referentes, como por ejemplo el consumo y los referentes
asociados a la juventud (jeans, rock and roll, surf, etc.) tienen el crédito de haber
acercado en términos de similitud cultural a millones de personas de diferentes lugares
del planeta, etnia, religión, etc. Sin embargo, subyace a este proceso, el hecho de que
innumerables coterráneos vayan gradualmente perdiendo puntos de similitud y unión
entre sí que son de extrema necesidad para lograr estabilidad social dentro del sistema
capitalista.
En resumen, así como la escuela y el estado se constituyeron actores privilegiados en la
construcción de la identidad nacional, en la actualidad, los medios masivos y las
agencias que actúan a nivel mundial favorecen la elaboración de identidades
desterritorializadas que se entrelazan con las ya existentes y pujan por obtener
legitimidad. Esta puja, no hace más que reproducir en el campo mundial, la batalla de
diferentes sectores por imponer aquella identidad cuya definición de sentido sea más
cercana a sus propósitos, subordinando de ésta manera la oferta de “identidades”
pujantes a los resultados de las relaciones entre los grupos de poder existentes.

Clase 6

Texto: Barman Z.: “Espacio-tiempo”.

Introducción

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