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‐ una enseñanza tolteca ‐
Frank Diaz
Índice
Notas
Presentación y agradecimientos
Capítulo 1 Kinam y Toltequidad
Capítulo 2 Los siete pasos
Capítulo 3 La estructura de los ejercicios
Capítulo 4 Preparando la práctica
Capítulo 5 Las posturas del Sur
Capítulo 6 Las posturas del Norte
Capítulo 7 Las posturas del Oeste
Capítulo 8 Las posturas del Este
Capítulo 9 Las posturas del Abajo
Capítulo 10 Las posturas de Centro
Capítulo 11 Las posturas de Arriba
Capítulo 12 Ejercicios complementarios
Capítulo 13 El Plan del Calendario Sagrado
Notas
Este libro explora la dimensión estática de las posturas de Kinam. Para tener una idea más amplia de
este método, recomendamos leer su continuación, El Kinam Dinámico, donde se analizan los aspectos
móviles de las posturas y la formación de series dinámicas y danzas.
Queda a discreción del lector practicar correctamente los ejercicios aquí descritos. El autor no se hace
responsable de los efectos de dicha práctica. Se recomienda acudir a un instructor autorizado del
Método Kinam.
México será referido tanto por su nombre antiguo, Anawak, como por el nombre que le dan los
investigadores: Mesoamé-rica.
Las diversas culturas mesoamericanas serán englobadas bajo el título genérico de Toltequidad, y
todos los mesoameri-canos serán designados como Toltecas.
Se utilizará el nawatl clásico para describir los conocimien-tos de los toltecas. Para una correcta
pronunciación de los términos y frases relacionados con las posturas, el lector debe tomar en cuenta lo
siguiente:
- Los términos están escritos con ortografía fonética, lo cual significa que se pronuncian tal como se
leen, según los valores del español actual. Se exceptúa la doble L, que vale como L larga; por ejemplo,
Nawallotl se lee Nawallotl.
- Todos los términos, excepto los monosílabos, tienen acento en la penúltima sílaba; la terminación Ia
vale como dos sílabas. Lo correcto es pronunciar Kínam, no Kinám; Teomanía, no Teománia. Por regla,
tales acentos no se escriben.
Presentación y agradecimientos
En el México antiguo se desarrolló una cultura de gran valor humano y espiritual, llamada Toltequidad.
Los sabios toltecas crearon técnicas que potenciaban el alcance de la conciencia e integraban al ser
humano con la Naturaleza.
Como resultado de la invasión europea, aquel conocimiento quedó mutilado, pero no se perdió, pues
gran parte de la información se conservó en piedras, códices, cronistas y en la tradición oral.
El Método Kinam es un sistema creado para difundir de una forma sencilla el lado práctico de la
Toltequidad. Consiste en ejercicios físicos y mentales que mejoran la calidad de la vida.
Este libro está dedicado a los amantes de la tradición de México. Esperamos sea de tu agrado y que
su contenido te pueda apoyar en la búsqueda del equilibrio interior.
El autor desea expresar su gratitud a las siguientes personas:
- A los viejos maestros de Anawak, por crear las técnicas toltecas de autorrealización.
- Al autor Víctor Sánchez, por haber propuesto el término “Kinam” para describir la práctica tolteca
y darlo a conocer por primera vez al público internacional.
- Al autor Julio Diana Da Silva, por insertar las posturas dentro del esquema de los rumbos
cardinales del calendario mesoamericano e investigar sus alcances terapéuticos.
- Al instructor Alejandro Aguilar Pacheco, por añadir al Método Kinam el simbolismo de la
cosmovisión tolteca y explorar los aspectos dinámicos de las posturas.
- A la instructora Fabiola Ocón, por verificar los aspectos fisiológicos de las posturas y proporcionar
un plan de calen-tamiento inicial.
- A Salvador Rodríguez Cortés, por su apoyo material y moral al rescate de las raíces.
Frank Díaz
México D. F., enero del 2007
1
KINAM
Y
TOLTEQUIDAD
La Toltequidad
En los últimos años se ha puesto de moda la filosofía tolteca. Han surgido numerosos grupos de práctica
del “camino del guerrero” y se han publicado diversas obras que pretenden recoger, explicar y adaptar
los conocimientos de los sabios del México antiguo. No obstante, aún subsiste mucha confusión sobre este
asunto, quedando sin responder las preguntas: ¿quiénes eran los toltecas y en qué consiste la
Toltequidad?
En 1941 ocurrió un suceso desafortunado para la cultura de México. Un grupo de arqueólogos
reunidos para analizar el enigma de los olmecas, llegó a la conclusión de que los toltecas fueron los
moradores de la ciudad de Tula, una de las capitales de Anawak entre los siglos 9 y 11 de la era
cristiana. Los arqueólogos no tuvieron en cuenta que, según los sabios nativos entrevistados por los
cronistas españoles, la Toltequidad no era privativa de un grupo étnico, sino una herencia compartida
por todos los mexicanos. Tampoco consideraron que la ciudad que hoy llamamos Tula, en tiempos
antiguos tenía el nombre de Xicocotitla, y que el término nawatl Tula o Tollan es un título aplicable a
cualquier capital.
En la actualidad ese error se ha superado, principalmente gracias a la obra de cuatro investigadores:
- El antropólogo Miguel León-Portilla, quien rescató el concepto nawatl de Toltekayotl o toltequidad,
demostrando que fue el nombre que los mesoamericanos dieron a su producción cultural y espiritual
como un todo.
- La arqueóloga Laurette Sejourné, quien demostró que la Tula de los mitos es la gran ciudad de
Teotihuacan, desarrollada entre los siglos 3 a. C. al 8 d. C., y que todas las personas que adoptaban el
culto de la Serpiente Emplumada eran toltecas.
- El historiador Enrique Florescano, quien ha aportado numerosas pruebas a favor de la tesis
anterior, demostrando que Tula Teotihuacan no fue una capital étnica, sino una ciudad cosmopolita que
funcionaba a modo de embajada común, ya que en ella estaban representados los principales pueblos de
Mesoamérica.
- El antropólogo Carlos Castaneda, quien llama “toltecas” a sus informantes indígenas
(pertenecientes a diversas etnias de México) y aclara que, para ellos, ser tolteca es una categoría del
conocimiento chamánico.
La Toltequidad caracteriza al México antiguo; es su religión, su praxis, la esencia de su ser. Todos los
pueblos de Anawak – olmecas, mayas, mexicas, zapotecas, mixtecas, totonacas, huicholes – acogieron
las enseñanzas de los sabios toltecas.
Pero podemos dar un paso más allá, definiendo la Toltequidad como el legado común de todas las
naciones cultas de la América nativa. Cualquiera que visite Bolivia, Ecuador o Perú, notará las
extraordinarias similitudes que existen entre las civilizaciones de Anawak y el Tawantisuyu. La
Toltequidad es tan mexicana como andina. Reconocer esa base común es clave para recobrar nuestra
identidad profunda como americanos, a fin de presentar un rostro verdadero y un corazón unido frente
al desafío del porvenir.
Fundamentos de la Toltequidad
Uno de los aspectos más interesantes, pero menos investi-gados de la Toltequidad, es lo concerniente a
fórmulas prácticas para conducir y mejorar la vida. Pocos pueblos de la antigüedad le dieron tanta
importancia al lado práctico de la vida, como los toltecas. De hecho, la experiencia era uno de los
principios esenciales de su fe, tal como vemos en el siguiente texto del Wewetla’tolli (un libro sagrado
mexica):
“Haceos toltecas: hombres de experiencia propia.”
Es notable que el primer diccionario de la lengua nawatl, redactado por el padre Molina a mediados
del siglo XVI, traduzca el término Toltekayotl como arte para vivir. Ello demuestra hasta qué punto
eran conscientes los antiguos mexicanos de tener una herencia cultural única, y cómo esta se
consideraba, ante todo, un asunto práctico.
Tal énfasis en la experimentación se debía a que ellos veían el Cosmos como un ser vivo, que se
mueve y cambia constantemente. En consecuencia, consideraban que el único modo como podemos
mantenernos en sintonía con dicho ser, es cambiando nosotros mismos y abriéndonos a nuevas
vivencias. Como afirma el investigador Víctor Sánchez, el propósito de la religión tolteca era reflejar el
movimiento del Espíritu:
“Es conveniente notar que, tanto para los toltecas de la antigüedad como para los sobrevivientes de
hoy en día, la religión no era un conjunto de pautas de conducta predeterminadas, dogmas o la
proyección de la importancia personal, sino una serie de prácticas que tenían como objetivo mantener al
hombre en contacto con el Espíritu.” (Víctor Sánchez, Toltecas del Nuevo Milenio)
El concepto de experiencia propia se dice en nawatl con el término Yekoatl o Yeyekoa;
significativamente, ese es también el nombre de los ejercicios físicos. Ello demuestra que el consejo de
hacernos personas de opinión propia no se limita a estar abiertos a la información que nos llega del
exterior, sino que implica el adelantarnos, convocar la experiencia, provocar resultados – en una
palabra: compro-meternos íntimamente con la búsqueda del conocimiento.
Los vestigios conservados en las piedras y demás testimonios del pasado demuestran que los
antiguos mexicanos le prestaron una gran atención a la práctica, incluyendo las posturas y movimientos
del cuerpo, los gestos simbólicos, las técnicas de purificación y modificación de la conciencia, los rituales
y otras formas de manipular la atención. Observemos, por ejemplo, el modo como un libro maya describe
a los toltecas:
“Había en ellos sabiduría, no conocían pecado. Tenían santa devoción, vivían saludables, sin
enfermedades ni dolor. Recto, erguido iba su cuerpo” (Chilam Balam).
Este fragmento habla de las condiciones en que vivía la gente antes de la llegada de los españoles. Lo
interesante es que el sacerdote indígena que lo escribió, hizo un paralelismo entre ser sabio, impecable y
devoto, por una parte, y estar sano y tener el cuerpo recto, por la otra.
Una consecuencia de ese enfoque se nota en la concepción mexicana del cielo. Mientras que los
cristianos representan a las almas en extática inmovilidad, contemplando el rostro de Dios, los
teotihuacanos dibujaron su cielo como un jardín donde graciosos personajes se dedican a realizar todo
tipo de ejercicios y contorsiones, incluyendo el juego de pelota. En aquella visión, el cuerpo y el alma
estaban integrados; no era concebible que un devoto de la Serpiente Emplumada olvidara la “serpiente”
del cuerpo físico, a través del cual se manifiesta el “quetzal” de la conciencia.
Un punto a destacar es el parecido de las prácticas toltecas con otros sistemas de entrenamiento del
Viejo Mundo, como el Yoga de la India o el Tai Chi Chuang de China. Básicamente, ello se debe a que el
cuerpo humano es el mismo en todas partes. Sin embargo, también se puede interpretar como evidencia
de que estas técnicas ya se habían creado cuando ocurrió el hundimiento del paso de Bering, hace diez
mil años, quedando aislados los pueblos de Asia y América. Una diferencia es que, en tanto en el
Yoga se busca la estaticidad de la postura, y en Tai Chi lo que se procura es dinamizar el cuerpo, en
Kinam combinamos ambos principios; cada postura tiene un aspecto estático y también un movimiento
propio.
Otro asunto es la antigüedad de las prácticas toltecas, lo cual excluye la posibilidad de una
influencia directa de Asia a México. Ya hacia segundo milenio antes de Cristo, los olmecas
representaron en piedra y cerámica a practicantes en numerosas y complejas posturas, que formaban
parte de un lenguaje corporal convencional. Dicha tradición continuó viva hasta la caída de la última
capital maya, en 1697.
Escena del cielo. Mural de Teotihuacan.
En este contexto, era inevitable que surgieran en Anawak diversos sistemas para el entrenamiento del
cuerpo y la mente. En las lenguas nativas se conservan numerosos nombres de ejercicios, e incluso
descripciones completas de posturas, caminatas, disciplina marcial, danza y deportes, que los cronistas
españoles relacionaron con los rituales religiosos, porque a ellos todo lo que implicara el cultivo del
cuerpo les parecía idolatría. Al avivarse en la actualidad el interés por las antigüedades de México,
estos datos cobran gran valor, pues nos permiten integrar la cosmovisión tolteca en nuestra vida diaria.
En los últimos tiempos han surgido diversos intentos de rescatar dichas prácticas. El más vernáculo
y extendido es, sin dudas, el movimiento de la conchería. Los concheros fueron los primeros indígenas
que abrazaron la fe cristiana; se les dio ese nombre debido a que comenzaron a interpretar sus cantos
sagrados con laúdes confeccionados con conchas de armadillo. Bajo la supervisión de las autoridades
eclesiásticas, se organizaron en cofradías y sincretizaron sus antiguos ritos con los de la Iglesia
Católica; de ese modo, lograron conservar muchas de las danzas y tradiciones. Durante siglos, el acceso
a los grupos de la conchería se mantuvo reservado a los indígenas, pero en la actualidad se han abierto
al público, e incluso han instalado grupos de danza en países europeos.
Un sistema muy serio, pero poco conocido, es el llamado Repliegue y Desbloqueo, enseñado por
nativos de Veracruz y Tabasco. Se trata de un conjunto de técnicas que, como su nombre indica, están
diseñadas para replegar o tonificar la energía y desbloquear los “tapones” que se acumulan en el cuerpo.
Esto lo consiguen mediante intensos ejercicios físicos y consumo de tes de hierbas medicinales. El
chamán Gau-dencio de Catemaco preparó a varios instructores, uno de los cuales, de apellido Ovando,
ha llevado la técnica a Europa.
Otro intento de resucitar la práctica tolteca son los Pases Mágicos. Se los debemos a Carlos
Castaneda, quien juntó una serie de ejercicios que aprendió durante su estancia entre los yaquis y otros
grupos del norte de México, los cuales complementó con movimientos extraídos de sus andanzas por el
ensueño. El resultado es una especie de gimnasia de gran vigor, que dispone el intento para la
trascendencia espiritual. Con el nombre comercial de Tensegridad, y refinados para adaptarlos a las
exigencias del mundo moderno, estos pases se practican en numerosos países.
Entre los mixtecos se conserva un sistema de entrena-miento marcial llamado Chupaporrazo,
derivado del Yayaotl, práctica guerrera de los mesoamericanos, con mezcla de elementos de la lucha
libre europea. La instructora Marisela Ugalde se inspiró en ese arte para crear el arte del Xilam, que
hoy cuenta con numerosos practicantes dentro y fuera de México.
Otro aporte destacado a este rescate se debe al antropólogo Samuel Martí, quien comparó las
posiciones manuales practicadas por los hindúes y los mayas, demostrando que existe una relación
simbólica, y segura-mente también histórica, entre ambos sistemas de gestos. El resultado lo publicó en
su libro “Mudras, Manos Simbólicas en Asia y América”, primera investigación seria sobre este
fascinante tema.
El intento más reciente de rescate, codificación y aplicación de la práctica tolteca, es el Método
Kinam. Kinam se define como “un arte para armonizar el cuerpo y el espíritu”. Su característica
principal es que, a diferencia de otros sistemas de inspiración prehispánica, la investigación se apoya
por completo en las fuentes documentales del México antiguo. Por lo tanto, este método no sólo funciona
en sentido práctico, sino también teórico, permitiendo entender aspectos sutiles de la cultura
mesoamericana, como, por ejemplo, el simbolismo de las posturas físicas.
El término Kinam es una abreviación del verbo nawatl Kinatia, aplicar una fuerza para conseguir el
equilibrio. Deriva de la raíz Kin, que significa poder, existente también en otras lenguas de Anawak; en
maya le da nombre al Sol. El término Kinam da origen a conceptos como Kinamik, el poder de
armonizar, y Kiname’, persona equilibrada. Un códice afirma que tal era el título que se daban a sí
mismos los toltecas:
“Los toltecas se decían Kinames... Por entonces vivían los Kinames y su saludo era: ‘que no te caigas
sobre la tierra’.” (Anales de Cuauhtitlan, p. 13).
En honor a aquellos antiguos practicantes, hemos escogido la voz Kinam para designar a un conjunto
de técnicas y ejercicios de origen mesoamericano, que tienen como objeto prepararnos en cuerpo y mente
a fin de expresar la plenitud de nuestro potencial energético.
2
LOS
SIETE
PASOS
DEL
KINAM
La Toltequidad es la teoría y Kinam la práctica. La práctica nos permite trascender los detalles
culturales y percibir los aspectos genéricos y universales del conocimiento.
Kinam no es una religión, sino una propuesta de acción. Al aprender a respirar correctamente,
prestar atención a la postura física, controlar los pensamientos y educar la percepción, el practicante
llega a ser una mejor persona, no importa cuáles sean sus creencias o devociones. De hecho, este método
nos enseña a ser mejores católicos, musulmanes, ateos, mexicas o lo que queramos ser.
Pero la práctica se convertiría en una rutina sin sentido si no estuviese acompañada de otras
condiciones, tales como un conocimiento del tema, compromiso interior, higiene física y psíquica, y una
expresa vocación por el desarrollo de la energía. Es por ello que el Método Kinam se organiza en siete
pasos o líneas de interés que tienen los siguientes nombres y objetivos:
Primero: Toltekayotl, cultura, el acercamiento cultural a la Toltequidad a fin de adquirir
conocimiento.
Segundo: Nawatilli, normas, la aplicación de los principios de conducta toltecas para adquirir
compromiso.
Tercero: Teochiwa, divinización, el rescate de nuestra integridad energética, único modo de adquirir
comprensión profunda.
Cuarto: Chipawa, transparencia, la purificación de nuestro cuerpo físico, mente y emociones, para
adquirir capacidad energética.
Quinto: Teomania, meditación, una técnica que aquieta la mente y nos proporciona paz interna y
visión.
Sexto: Nawallotl, nagualismo, el trabajo directo con la energía, único modo de desarrollar un doble
energético para penetrar en los aspectos profundos de la enseñanza.
Séptimo: Yekoatl, ejercicios físicos estáticos y dinámicos que nos permiten adquirir vitalidad,
resistencia, equilibrio y fluidez.
Como podemos observar, estos pasos están diseñados a modo de escalera; cada uno de ellos prepara
las condiciones para que el siguiente manifieste frutos plenos. Por ello, recomendamos al estudiante
experimentar el Método Kinam en la secuencia descrita, sin tratar de “quemar” etapas. La única
excepción a este ordenamiento es el séptimo paso, ya que los ejercicios físicos se deben realizar al
unísono con el resto de los pasos.
El acercamiento cultural
El primer paso, Toltekayotl, es el prólogo de la obra. Se relaciona con el intelecto. Su objetivo es adquirir
un conocimiento de la cultura tolteca, a fin de facilitar la transmisión de la enseñanza y ubicar las
prácticas en su contexto histórico.
Este paso tiene dos etapas. En la primera, tomamos contacto con la historia de Anawak: sus mitos
fundacionales, períodos de desarrollo, principales culturas, el episodio de la invasión europea, la
resistencia indígena durante la Colonia y el renacimiento actual de la Toltequidad. Los instructores del
Método Kinam están preparados para impartir tal conocimiento; al final de este libro hay información
adicional al respecto.
Algo que facilita considerablemente el aprendizaje, es tener una noción del nawatl clásico, ya que los
nombres de los ejercicios y otros detalles técnicos están en dicha lengua. El nawatl comenzó siendo una
lengua étnica, pero, debido a que se usó para el comercio y la diplomacia, se fue nutriendo con los
aportes de todo el territorio, reflejando los descubrimientos de los sabios, las finuras de la poesía, las
sutilezas de la filosofía y los aspectos técnicos del sendero tolteca. Su forma clásica se definió en la corte
de Texcoco, entre los siglos 14 y 15 de la era cristiana, y fue impuesta como factor unificador de todo el
Anawak. Ninguna traducción le hace total justicia a los significados del nawatl; por ello, en ocasiones
preferimos expresar algunos conceptos de Kinam en esta lengua.
Una vez que el estudiante tenga un panorama histórico de la Toltequidad y un vocabulario mínimo,
debe aprender las ciencias y artes toltecas, en particular, las matemáticas vigesimales, la geometría
sagrada, la cosmogonía y el calendario, tanto en su versión nawatl como maya. Esas ciencias, aunque
absolutamente racionales, responden a un paradigma intelectual muy diferente al de las culturas del
Viejo Mundo; por lo tanto, constituyen un modo excelente de detener los procesos mentales de todos los
días, a fin de observar el mundo desde otro ángulo.
La segunda etapa de este paso tiene que ver con la ideología tolteca. Algunos libros y películas de
divulgación han creado el prejuicio de que la religión mesoamericana estaba basada en el culto a los
dioses y los sacrificios humanos. Nada más lejos de la realidad. Cuando analizamos las evidencias que
se conservan, notamos que los toltecas tenían una comprensión refinada del mundo, que se basaba en
doctrinas como la unidad divina, la insubstancialidad del mundo material, la evolución de la conciencia,
la mediación de la Serpiente Emplumada, el merecimiento a través de las obras, la nagualización o
manifestación de los principios conscientes superiores y la liberación de las ataduras del cuerpo físico.
Una vez que el estudiante entienda estos puntos, le será más fácil valorar el sentido de los pasos
siguientes.
El compromiso
La divinización
El tercer paso, Teochiwa, divinización, es como la respiración honda que tomamos antes de levantar un
gran peso: nos prepara energéticamente para el resto del trabajo. Se relaciona con la dimensión divina y
su propósito es recuperar nuestra totalidad.
Algunas personas interpretan este paso como una incitación a cultivar los aspectos devocionales del
sendero tolteca. Los antiguos mexicanos eran muy devotos; a fin de comulgar con la Divinidad, usaban
ritos, sacramentos, austeridades y propiciaciones. Todo esto es muy agradable y nos da un sentido de
pertenencia histórica, pero tiene el defecto de que, si no estamos alertas, podemos confundir el fin con el
medio, convirtiendo las metáforas en ídolos.
En el Método Kinam se enfatiza la práctica abstracta. Creemos que no hay mejor ritual que las
acciones meritorias, ni oración más sincera que una buena intención. El objeto de este paso no es adorar
dioses, sino ser divinos; y podemos llegar a serlo porque, de hecho, ya lo somos. Desde la óptica tolteca,
la divinidad no es una gracia sobrenatural, sino un estado de conciencia; más aún, es el destino
evolutivo de todos los seres vivos, una potencialidad codificada en nues-tros genes desde el comienzo de
la creación.
Los sabios del México antiguo se dieron cuenta de que, cuando el ser humano busca a Dios, se busca
a si mismo. En consecuencia, diseñaron una técnica genialmente simple y efectiva para recobrar
nuestra totalidad y reconocer nuestra verdadera naturaleza: la recapitulación. Recapitular viene a ser
como aplicar en grande de los consejos estudiados en el paso anterior, y constituye la primera fase de
este paso.
Existen dos tipos de recapitulación: la pasiva y la activa. La recapitulación pasiva consiste en
rastrear los incidentes de nuestra vida. Todos hemos disipado una gran cantidad de energía en nuestras
relaciones; nos apegamos a las cosas, nos enamoramos y decepcionamos con frecuencia, nos dejamos
arrastrar por intereses egoístas que luego nos causan vergüenza... Como resultado, agotamos nuestra
energía. Eso crea huecos en la memoria, lapsos de información donde se esconden los sucesos dolorosos.
Como no queremos enfrentar nuestros errores, no aprendemos de ellos y nos vemos condenados a
repetirlos.
Podemos parar con eso, rememorando nuestra vida. Un kiname dedica tiempo para estudiarse a si
mismo; repasa su historia para recuperar lo perdido; soluciona en intención los problemas creados;
perdona las ofensas recibidas y pide perdón por las que cometió… La recapitulación nos permite
asimilar las lecciones de la vida. De ese modo, vamos zurciendo los agujeros de la energía.
Como resultado de esta práctica, el mundo cambia; deja de ser una aburrida cotidianidad donde
trabajamos como burros para sobrevivir, y se convierte en un campo de aventuras cuya búsqueda no es
la supervivencia, sino la experiencia en sí misma. La persona que ha recapitulado su vida vuelve a ser
como niño.
El objeto ideal de este paso es memorizar el propio nacimiento. Parece algo imposible, pero, de hecho,
es relativamente fácil, ya que haber nacido es el acto más importante de la existencia, el que dejó una
huella más profunda en nuestra memoria. Lo sorprendente no es que podamos recordar el nacimiento,
sino que, de ordinario, no lo recordemos. Hemos sido despojados de nuestro propio origen – aquello que
nos da sentido de ser –, lo cual demuestra hasta qué punto hemos permitido que se deteriore nuestra
energía.
Al recapitular el momento mágico en que entramos a este mundo, se abre ante nosotros la puerta al
Universo sagrado, allí donde moran los dioses, de donde proceden la vida y la conciencia, y a donde
retornaremos cuando se agote nuestro plazo en la tierra. Es bueno conocer ese mundo mientras estamos
jóvenes y sanos, porque entonces tenemos la posibilidad de ser actores de nuestra propia creación. En
México, la persona que lograba completar el circuito de la conciencia recibía el nombre de Teowa,
divinizado.
Sin embargo, recapitular la propia vida es sólo el comienzo. De nada vale que nos esforcemos por
deshacer los nudos de nuestra historia personal si, al terminar el ejercicio, de nuevo volvemos a
enredarnos. He conocido personas que constantemente se quejan de que invierten casi todo su tiempo en
un trabajo que no les gusta, pero no hacen nada por cambiar esa situación. Es como si estuvieran
esperando que viniera un mago a resolver por ellos.
Por lo tanto, la segunda etapa de este paso es la recapitulación activa. Este ejercicio exige un gran
valor, pues consiste en destruir las justificaciones que usamos para ser como somos. Si queremos
recuperar nuestro potencial divino, tenemos que cambiar. Para ello, hay que recapitular, no sólo los
incidentes de nuestra historia personal, sino también las circunstancias que nos han ido dado forma, y
que nos inducen a actuar de determinada manera. En la generalidad de los casos, los condicionantes
que más energía consumen son los apegos, el vínculo familiar, las relaciones de pareja y el trabajo.
Tenemos el deber de analizar y rectificar dichas interacciones con total honestidad frente a nosotros
mismos, pues la vida es única y cada segundo que pasa es irrecu-perable.
La purificación energética
El cuarto paso se llama Chipawa, transparencia; su objeto es que nos limpiemos física, psíquica y
emocionalmente, hasta volvernos cual un cristal transparente que deja pasar sin distorsiones la luz del
Sol.
Una vez en conocimiento del tema, asumido el compro-miso ético, y conscientes de que tenemos una
dimensión divina que rescatar, lo siguiente es estudiar nuestra anatomía energética para comprender
cómo se mueve la vitalidad por nuestro interior y qué hacer para higienizarla y activarla.
Según los videntes toltecas, los seres humanos tenemos un campo magnético que se extiende desde
nuestro interior hasta la distancia de un brazo fuera del cuerpo físico. Cuando dicho campo se deteriora,
nuestra vitalidad se disipa y podemos llegar a morir. Por eso, es de gran importancia mantener nuestra
energía limpia y compacta.
Dentro de ese campo hay una serie de órganos llamados Kuekueyo, espirales luminosas, que
funcionan como trans-formadores de la energía, almacenando las experiencias y modificando la
percepción. De ellos afirma un códice mexica:
“Con nuestros Cuecueyo(s) iluminamos al mundo. En el sitio donde están nuestras luminarias, allí
tenemos luz.” (Códice Matritense)
Algunos de esos centros se activan de manera natural a medida que crecemos, pero otros requieren
de un trabajo intencional. La disfunción de uno o varios de estos centros por falta de mantenimiento
puede producir enfermedades e incluso la muerte.
Los centros principales son siete y se orientan a lo largo de la columna vertebral. Sus nombres y
funciones son:
1. Kolotl, escorpión, en la base de la columna vertebral. Es la sede de los instintos sexuales,
reproductivos y de supervi-vencia. Se activa al nacer y alcanza su pleno funcionamiento en la
adolescencia.
2. Iwitl, plumón, en el vientre. Es la sede de los sentimien-tos filiales y patrios, y los impulsos de
socialización y comu-nicación. Se activa en forma natural antes de la adultez.
3. Pantli, bandera, en el ombligo. Es la sede del ego y los impulsos de representación, competitividad y
dominio. Se activa asumiendo los retos y enfrentando las dificultades.
4. Shochitl, flor, en el corazón. Es la sede de las emociones, la sensibilidad artística y los impulsos
altruistas. Se activa enriqueciendo y ennobleciendo las experiencias.
5. Topilli, bastón de mando, en la garganta. Es la sede de la voluntad. Se activa tomando decisiones y
afrontando las consecuencias.
Estructura y nombres de los centros energéticos. Códice Borgia.
La meditación
El quinto paso, Teomania, meditación, se relaciona con la intuición, esa misteriosa facultad que en la
vida cotidiana solemos tener atrofiada. La meditación era una práctica muy común en el México
antiguo, según se deduce de la profusión de imágenes meditativas en el arte. Su objeto es llegar al
estado de éxtasis.
En el Método Kinam, la meditación se divide en cuatro pasos, que son:
1. Mana, disposición.
2. Senmati, concentración.
3. Teomania, meditación.
4. Teowatia, éxtasis.
La disposición consta de tres partes:
a) Buscar el lugar y momento apropiados. Resulta muy difícil calmar la mente en un sitio bullicioso o
lleno de distracciones; por ello, lo mejor es retirarse a un rincón tranquilo, si es posible en contacto con
la naturaleza, como puede ser un parque o una playa desierta. El momento también importa; se medita
mejor temprano en la mañana o al atardecer. El mediodía es mal momento porque se exacerba el Tonal
y la mente se distrae; la medianoche también, porque induce a visiones fantasiosas.
b) Colocar el cuerpo en forma correcta. En Kinam existe un grupo de posturas específicamente
desarrolladas para este propósito, que estudiaremos adelante.
c) Armonizar la energía mediante I’imati, el control de la respiración. Como veremos, existen varias
técnicas para conseguir ese efecto.
El segundo punto, la concentración, no se debe confundir con la meditación. Es sólo una técnica de
apoyo, una forma de callar la mente sin necesidad de darle órdenes directas. Para concentrarnos,
empleamos recursos externos o internos que captan y conducen la atención, como resultado de lo cual,
los pensamientos se van deteniendo poco a poco. Existen muchas formas de concentración; en Kinam
usamos cinco principales, que son:
1. Observación, un ejercicio muy simple que consta de tres partes:
a) Observamos serenamente lo que pasa a nuestro alrededor, sin hacer juicios ni comparaciones.
b) Una vez que nos ambientamos, escogemos un elemento del entorno, como puede ser una hoja o
fruta de un árbol, una marca en la pared o el suelo, una nube, etcétera, y lo miramos fijamente,
tratando de no parpadear.
c) Luego de unos minutos de forzar el enfoque, hacemos lo contrario: mantenemos los ojos sobre el
objeto elegido, pero atendiendo a lo que hay en la periferia. La mirada periférica es de gran valor para
educar la percepción.
2. Imaginación eidética. Seguramente hemos notado que, al apretar los globos oculares, aparece una
serie de colores y formas geométricas. El orden en que aparecen no es casual, responde a nuestro estado
energético y es uno de los indicadores que usa el médico chamán para analizar a su paciente. Existen
ciertas asociaciones naturales de color y forma que podemos aprovechar como motivos de concentra-
ción; las básicas son las siguientes:
- Un triángulo rojo con la punta hacia arriba induce un estado de vigor.
- Un círculo blanco induce al análisis y la observación.
- Una media luna negra nos da fluidez y un sentimiento místico.
- Un cuadrado amarillo nos hace sentir serenos, seguros y sólidos.
Alternando esas imágenes, podemos inducir un estado de equilibrio mental que rompe con el
monólogo cotidiano.
3. La vocalización. Así como existen sonidos que irritan, hay otros que calman; por ejemplo, el sonido
del corazón materno es como un arrullo para el bebé. Podemos aprove-char ese efecto, repitiendo
suavemente un sonido, palabra o frase que tenga una cadencia suave y, preferiblemente, un significado
de sugestión positiva. Volveremos a referirnos a esta técnica.
4. La aromatización. Ocurre lo mismo que con los sonidos: hay olores que nos ofenden y otros que
agradan y calman. Los meditantes de todas las culturas han descubierto las ventajas de ambientar el
espacio de prácticas con un poco de incienso; en México empleaban principalmente la resina de copal,
pero es un recurso que no se debe abusar.
5. Probablemente, la forma más fructífera de conducir la atención consiste en concentrarnos en los
centros energé-ticos. Hablaremos más adelante de ese asunto.
La tercera fase del ejercicio es propiamente la meditación. Meditar es llegar al silencio interior. Ello
es posible cuando prescindimos de toda forma de concentración, porque, de otro modo, la mente quedará
enganchada en los estímulos senso-riales o mentales. El único modo de meditar, es intentarlo; la
práctica sostenida hace que sea cada vez más fácil. Lo ideal es llegar a un estado en el cual
permanecemos técnicamente dormidos, pero conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor y en
perfecta placidez.
La culminación de este ejercicio es el éxtasis, el más elevado grado de conciencia accesible al ser
humano. El éxtasis meditativo se produce gracias a un fenómeno psíquico muy interesante: el silencio
mental se acumula. La primera vez que callamos la mente, puede que sólo lo logremos por unos
segundos; pero, al intentarlo de nuevo, ese lapso se va alargando, se acumulan los minutos, hasta que
llegamos a una frontera muy personal a la que Castaneda llama “el umbral de silencio”. A partir de ahí,
ya no hay que intentar el silencio, porque se sostiene por sí mismo. La parte dramática del ejercicio es
que el mundo mismo comienza a cambiar, las cosas se “desarman”, se tornan mágicas, y el espíritu se
entrega en un viaje interior de gozo indescriptible.
El nagualismo
El sexto paso, Nawallotl, nagualismo, tiene como objeto proyectar nuestro ser de ensueños, llamado “el
doble” o “el nagual”. El nagualismo es un campo muy amplio de experimentación, repleto de técnicas
para el manejo de la energía, algunas bastante peligrosas. Por ello, en Kinam preferimos limitarnos a
los aspectos básicos de este paso, dejando al estudiante en libertad para profundizar por sí mismo, si es
que lo considera apropiado.
Aclaremos algo: el nagual no es un fantasma ni un animal, como creen los campesinos de México;
tampoco es una superstición de los antiguos, como ingenuamente suponen los investigadores modernos.
“Nawalli” fue el nombre que dieron los mesoamericanos a la proyección de nuestra voluntad en el
ámbito del subconsciente. Un chamán entrenado potencia de tal modo sus capacidades de percep-ción,
que el mundo literalmente se multiplica a sí mismo. A través del ser de ensueños, viaja a universos
reales, pero extraordinarios, donde se relaciona con otros seres que también están en el camino.
La proyección del nagual. Mural olmeca de Oxtoticpac.
El mejor modo para reconocer y desarrollar al ser de ensueños, es aprender a soñar. El principal
problema que confrontamos al dormirnos, es que no creemos que ese estado sea aprovechable; por ello,
nos dejamos caer en la cama como un saco de papas, sin voluntad ni propósito. Toda la responsabilidad
que ejercemos cuando estamos dormidos, es tener cuidado de no orinarnos en la cama; nada más.
Hemos perdido de vista que el sueño es una extraordinaria facultad que poseen algunos seres vivos.
¿Aprovechar los sueños? La idea parece absurda. Es cierto que, de ordinario, nuestros sueños están
llenos de fantasía; pero eso no significa que la capacidad de dormir, en sí, sea inútil para el propósito de
desarrollar la conciencia. ¡Por el contrario! Cuando dormimos, los sentidos se desco-nectan en forma
natural; es como una concentración muy intensa. Eso facilita las cosas, si sabemos cómo proceder.
Si queremos contactar con el ser de ensueños, ante todo, hay que saber que ese ser existe, es real.
Hagamos memoria: ¿qué ocurre cuando soñamos? Sucede que vemos, oímos, nos emocionamos,
hablamos, hacemos cosas y hasta razonamos… exactamente igual que cuando estamos despiertos. Por lo
tanto, también podemos tomar el control de la situación. Así como aprendimos de niños a controlar los
esfínteres de las vías urinarias, podemos aprender a no dejarnos arrastrar por la fantasía de los sueños,
aprovechando el momento para investigar, resolver problemas y hacer cosas útiles.
La primera fase del cultivo del sueño es la tarea. El practicante comienza dándose una orden
mientras está despierto, para cumplirla cuando duerma. La orden puede ser verse las manos, buscar el
propio rostro en un espejo, asomarse por una ventana o pronunciar la frase “estoy soñando”. Incluso
podemos ponernos tareas más complejas, como hacer el intento de volar, vernos a nosotros mismos en la
cama o encontrarnos con algún conocido que también esté soñando; pero mientras más compleja la
tarea, más difícil de cumplir. Al principio, puede que no tengamos éxito, pero la insistencia triunfa y
terminamos adquiriendo un control inicial del ser de ensueños.
La segunda fase del ejercicio consiste en observar sin juicios lo que ocurre, mirar alrededor con
atención, pero sin involucrarse. Esa actitud es como un imán, atrae a otros ensoñadores. Algunos de
esos compañeros de viaje están más adelantados que nosotros, y lo normal es que nos den orientaciones.
Incluso, podemos tener la suerte de encontrar un verdadero maestro nagual. Pero no debemos ver a esas
entidades como superiores o especiales; sólo son personas que ya pasaron por ciertas etapas del camino
y pueden darnos un consejo.
La tercera fase del ejercicio consiste en desapegarnos de la forma humana. A estas alturas, el
estudiante ya ha tenido éxito en rearmar su ser de ensueños, aprendiendo a moverse y hablar con
propiedad, concentrando su atención y no dejándose atrapar por lo que ocurre – es decir, manteniendo
en todo momento la conciencia clara de estar soñando. En este punto hay que reconocer que ese cuerpo
que vemos y usamos es una proyección mental; el verdadero quedó dormido en la cama. Por lo tanto, no
estamos obligados a comportarnos como un ser orgánico. Esto es una gran ventaja, ya que un ser
incorpóreo puede hacer cosas aparentemente imposibles, como volar sin alas, atravesar paredes o
trasladarse instantáneamente entre dos puntos del espacio o del tiempo. Lo importante de esta fase, es
romper la sujeción psicológica a nuestra forma humana, pues ello es la condición para aprender a
sobrevivir a la muerte.
La cuarta fase consiste en Ver la energía tal cual es. Como ya no estamos supeditados al rango
sensorial de los ojos, los oídos y demás sentidos, no tenemos que detenernos en la superficie de las cosas,
o en los tamaños, formas e intensidades habituales. Podemos enfocarnos sobre algo y observar o
escuchar los detalles más íntimos, llegando literalmente al plano de la energía. Vemos el mundo tal cual
es, y no como nos lo impuso la limitación de nuestra forma humana. En términos toltecas, eso se llama
Poder. Uno de los resultados más impactantes de esta fase es que, al enfocar a otros seres vivos, no los
vemos como cuerpos físicos, sino como ondulantes campos de energía con órganos parecidos a tentáculos
y vórtices radiantes.
A continuación viene una fase muy compleja, en la cual tenemos que aprender a movernos por el
mundo del ensueño, que a estas alturas ya no es sueño, sino un espacio completamente pragmático de
vida y conciencia. Ese mundo es como un laberinto, lleno de posibilidades, pero también de peligros.
Aquí se impone un gran discernimiento por parte del practicante para no quedar atrapado en las
tentaciones y compromisos que surgirán. Al no estar limitados por la forma humana, poseemos grandes
poderes, pero también una gran ignorancia sobre cómo proceder, pues allí somos como niños recién
nacidos. En esta fase, tenemos que apren-der a ser humildes y sobrios para poder seguir adelante.
Si consigue pasar por todas las pruebas, se puede decir que el practicante ha llegado a ser un nagual,
alguien que controla su percepción. El objeto final del nagual es convertirse en un Moyokoyani, creador
de un mundo propio.
El orden cosmogónico
Para entender el sistema de Kinam, tenemos que penetrar un poco en la cosmovisión de Anawak. En
aquella cultura todos los símbolos estaban integrados, produciendo un resultado de singular equilibrio y
belleza (de hecho, podemos definir la Toltequidad como esa fase de la cultura en la cual los signos se
armonizan). La resonancia armónica permitía deducir cuáles relaciones eran gratas y cuales
indeseables; por lo tanto, servía como patrón de referencias para todas las estructuras organizativas de
la sociedad.
Un ejemplo brillante de la aplicación de esta cosmovisión es el Calendario de Anawak – el
mecanismo de medición del tiempo más exacto que se haya inventado. Ese calendario se basaba en un
Año Sagrado llamado Tonalpowalli, la cuenta de los tonales, con una duración de 260 días producida por
la rotación combinada de una rueda de veinte signos y otra de trece números. Como vemos en la tabla al
final de este capítulo, cada signo de la veintena tenía una familia de simbolismos, tales como un rumbo,
un horario de máximo efecto, un elemento básico y otro que lo modificaba.
Los nombres y significados de los rumbos cardinales eran:
- Witstlampa, rumbo de las espinas, al Sur, de donde procede la energía positiva (Tonal).
- Siwatlampa, rumbo femenino, al Oeste, donde se produce la energía negativa (Nagual).
- Miktlampa, rumbo de los muertos, al Norte, donde se transforma la energía (Kuepa).
Debo aclarar que la denominación de “vertical” y “horizontal” es simbólica, no tiene que ver con la
forma de disponer el cuerpo.
Las posturas horizontales corresponden a posiciones habituales del cuerpo, así que podemos
calificarlas de “naturales”. Lo que se pretende con ellas es que aprendamos a hacer mejor lo que ya
hacemos: caminar, sentarnos, acostarnos, etcétera. Tienen los siguientes nombres, orienta-ciones y
características:
1. Ketsa, de pie, las posturas del Sur, en las cuales permanecemos de pie, en saludo.
2. Mopach, agachado, las posturas del Norte, en las que el cuerpo se agazapa en intención de
defensa.
3. Teka, acostado, las posturas del Oeste, en las que nos echamos en el suelo para descansar o
ensoñar.
4. Semka, estable, las posturas del Este, en las que nos sentamos firmemente para meditar.
Por su parte, las posturas verticales colocan el cuerpo en una forma que no es común para un ser
humano de nuestros días. Con ello, lo que se busca es activar posibilidades relictas que duermen en
nuestro interior, como consecuencia de nuestro largo camino evolutivo. Tienen los siguientes nombres,
orientaciones particularidades:
5. Tlaktli, torso, las posturas de Abajo, en las cuales nos apoyamos sobre el dorso, sin tocar el suelo
con las manos o los pies.
6. Kuepa, invertido, las posturas del Centro, en las que el cuerpo se invierte y se apoya sobre la
cabeza, en señal de renovación.
7. Manene, cuadrúpedo, las posturas de Arriba, en las cuales nos apoyamos simultáneamente sobre
las manos y los pies, sin pegar el cuerpo al suelo.
Junto con esta descripción de los aspectos formales de las posturas, el Método Kinam también
maneja una clasificación que podríamos llamar “temperamental”, pues se refiere al espíritu que las
anima. Se simboliza mediante los elementos modificadores.
En la tradición alquímica mesoamericana, los elementos poseían unas cualidades llamadas
“propiedades mayores” y “menores”; las primeras son útiles para clasificar las posturas, pues describen
su intención y alcances. Son las siguientes:
- Tierra: propiedad mayor, solidez (menor, sequedad). Sus posturas son recogidas y concentradas, por
lo que detonan respuestas orgánicas de tipo glandular. También son estables y de naturaleza interna; se
deben hacer con los ojos cerrados, concentrados en el centro de gravedad del cuerpo físico, que debe
estar lo más cerca posible del suelo.
- Agua: propiedad mayor, fluidez descendente (menor, humedad). Sus posturas son fluidas, buscan el
contacto con el suelo, cubrir los espacios. Su máximo efecto es sobre las emociones, el afecto, la
imaginación. Son útiles para relajarnos y recapitular.
- Aire: propiedad mayor, expansividad (menor, tenuidad). Son posturas ascendentes que buscan la
expresión. Impactan sobre el carácter, comunicando un deseo de intercambio con el medio. Se deben
hacer con los ojos abiertos, tratando de expresar nuestra intención al los demás y al Universo.
- Fuego: propiedad mayor, fluidez ascendente (menor, calor). Posturas equilibradas y contemplativas,
en las que el espíritu se desprende del vehículo físico y se eleva. Se deben hacer con los ojos
entrecerrados.
- Movimiento: propiedad mayor, cambio (menor, movi-lidad). Son posturas dinámicas y compresoras,
que afectan el sentido del equilibrio y tienen efectos trascendentes en todos los vehículos. Su intento es
cambiar las condiciones para dar paso a nuevas posibilidades. Se deben realizar con los ojos abiertos
para evitar una caída.
Los elementos no sólo describen dinámicamente a la postura, sino que también nos proporcionan una
rica gama de relaciones simbólicas con las cuales podemos armar motivos de visualización que apoyan
la realización de los ejercicios.
El objeto de la práctica tolteca es la fusión de los cinco elementos a través de la concentración, a fin
de que nuestro sistema de vehículos se convierta en el recipiente místico de la gran obra de la
transformación interior. Tal estado ideal de integración recibía el nombre de Atlachinolli, agua
quemada.
elemento elemento
signo rumbo horario
básico modificador
1 Sipaktli, dragón Este Amanecer Fuego Tierra
2 E’ekatl, viento Norte Medianoche Aire Aire
3 Kalli, casa Oeste Atardecer Agua Agua
4 Kuetspalin, lagartija Sur Mediodía Tierra Fuego
Koatl, serpiente
5 Mikistli, muerte Este Amanecer Fuego Aire
6 Masatl, venado Norte Medianoche Aire Agua
7 Tochtli, conejo Oeste Atardecer Agua Fuego
8 Atl, agua Sur Mediodía Tierra Movimiento
9 Itskuintli, perro Este Amanecer Fuego Agua
10 Osomatl, mono Norte Medianoche Aire Fuego
11 Malinalli, hierba Oeste Atardecer Agua Movimiento
12 Akatl, caña Sur Mediodía Tierra Tierra
13 Oselotl, ocelote Este Amanecer Fuego Fuego
14 Kuau’tli, águila Norte Medianoche Aire Movimiento
15 Koskakuau’tli, buitre Oeste Atardecer Agua Tierra
16 Ollin, movim. Sur Mediodía Tierra Aire
Tekpatl, pedernal
17 Kiawitl, lluvia Este Amanecer Fuego Movimiento
18 Shochitl, flor Norte Medianoche Aire Tierra
19 Oeste Atardecer Agua Aire
20 Sur Mediodía Tierra Agua
4
PREPARÁNDONOS
PARA
LA
PRÁCTICA
Las posturas de Kinam son un aspecto importante del sendero tolteca. Para que surtan todos sus
efectos, hay que realizarlas con deliberación y teniendo en cuenta las siguien-tes consideraciones:
1. Preparación: es conveniente que nos preparemos física y psíquicamente para la práctica. Puesto
que los ejercicios tienen como objeto refinar la serpiente del cuerpo para que se manifieste el quetzal del
alma, debemos ver la sesión con el mismo espíritu de respeto como si participáramos en un sacramento.
2. Alimentos: en Kinam no se recomienda una dieta específica, ya que cada cuerpo tiene su propia
constitución, necesidades y condiciones químicas. Sin embargo, ayuda el que la comida sea sana, baja en
grasas y rica en vitaminas, minerales y fibras. La sesión se realizará al menos cuatro horas después de
la última comida fuerte. No se debe practicar completamente en ayunas, pues ello puede afectar los
órganos digestivos.
3. Ambiente: una postura completa no consiste sólo en la parte física, sino también en sus desarrollos
sutiles. Por ello, es importante buscar un ambiente que nos permita el grado suficiente de concentración
y visualización. Lo ideal es una habitación tranquila o un rincón solitario de un parque.
4. Horario: la práctica matutina ayuda a tonificar el cuerpo para el trabajo del día. A esa hora, por lo
general el cuerpo está más rígido, por lo que debemos evitar las posturas más exigentes. El mejor
horario es alrededor de las 4 de la tarde, porque entonces el cuerpo está más flexible. No es bueno
practicar tarde en la noche, ya que la activación del torrente hormonal puede producir insomnio.
5. Vestimenta: lo mejor es vestirse con ropa amplia, flexible, preferiblemente de fibras naturales, sin
broches u objetos duros que puedan clavarse en la carne.
6. Soporte: la práctica se realizará sobre el suelo firme, nunca sobre una superficie mullida, como
puede ser un colchón o la hierba crecida. Debemos aislarnos del suelo con un petate o manta gruesa
para evitar alteraciones en nuestra polaridad.
7. Actitud: las posturas de Kinam no son para exhibir habilidades; se deben realizar con sobriedad,
evitando la competencia y ser foco de la atención ajena. En las prácticas de grupo, cada estudiante se
concentrará en su propio hacer y en su instructor.
8. Calentamiento: antes de la sesión, hay que flexibilizar las principales articulaciones del cuerpo.
Para ello, se ha diseñado una práctica de calentamiento que estudiaremos adelante.
9. Respiración: cada postura de Kinam es una especie de danza entre los movimientos del cuerpo y la
respiración. Por lo tanto, se impone el principio de Aai, ritmo, que consiste en armonizar la respiración
y los movimientos físicos según los siguientes requisitos:
- Antes de comenzar la sesión, se debe polarizar la energía mediante la respiración de barredera que
estudia-remos adelante.
- Antes de ir al siguiente paso del ejercicio, calmamos la respiración.
- Los movimientos expansivos se acompañan con una inhalación.
- Al quedar inmóviles en una postura expansiva, retenemos en pleno (con los pulmones llenos) por
cuatro o cinco segundos.
- Los movimientos de compresión se acompañan con una exhalación.
- Si quedamos inmóviles en una postura comprimida, retenemos por unos segundos en vacío.
- Todo movimiento que exija hacer fuerza se debe realizar en vacío.
- Al estar inmóviles, respiramos en forma profunda y calmada.
Los tiempos de ejecución y permanencia de las posturas se marcan en cantidad de respiraciones, en
números simbólicos toltecas, como 3, 4, 7, 9, 13 y 20.
10. Naturalidad: las posturas se deben montar poco a poco, sin forzar los ligamentos y sin emplear
pesos externos al propio cuerpo para conseguirlas. Lo que se busca no es una ejecución brillante, sino un
intento sostenido que desarrolle las posibilidades naturales del cuerpo. Dicho principio recibe el nombre
de Yu’yo, naturalmente. La hipertrofia de los músculos y demás sistemas del organismo por exceso de
ejercitación es tan indeseable para los propósitos del Kinam, como la subtrofia por falta de uso.
11. Impacto: previendo la diversidad de posibilidades físicas de los practicantes, en la mayoría de las
posturas existen grados de bajo, medio y alto impacto. Las variantes de alto impacto se deben intentar
al principio en compañía de un instructor o de otro estudiante que las domine. Este principio se llama
Tekiotl, el trabajo de la postura.
12. Oportunidad: en Kinam rige la ley de los ciclos, lo cual significa: “todo en su momento”. No hay
que apresurarse; nunca hemos pasar a un grado de impacto superior, si no dominamos el anterior.
Debido a que las posturas tienen una dimensión simbólica, en la cual la belleza es fundamental, es
preferible hacer bien una postura de bajo impacto que mal una de alto impacto. Cada cual, según sus
particulares condiciones físicas y energéticas, sabrá hasta qué punto se involucra en el desarrollo del
ejercicio.
13. El objeto de todas las posturas es buscar Kinam, equilibrio. Se consigue cuando el punto de
gravedad del cuerpo – ubicado cerca del ombligo – se coloca en la forma de mínimo consumo de energía,
teniendo en cuenta la oposición entre la fuerza de gravitación de la Tierra y la resistencia que le opone
la tensión de los ligamentos. La correcta armonización de la postura es lo que en arquitectura se llama
“tensigridad”.
14. Simetría: en las posturas simétricas rige el principio de Nekok, simetría especular, lo cual
significa que los lados derecho e izquierdo del cuerpo se deben reflejar mutua-mente. Por ejemplo, si
estamos sentados en meditación y una rodilla toca el suelo, la otra también debe hacerlo. Esta condición
es difícil de cumplir, puesto que ordinariamente un lado de nuestro cuerpo está más desarrollado o
contraído que el otro; pero resulta vital para una buena práctica.
15. Compensación: este principio recibe el nombre de Awik, de una parte y otra. Consiste en
compensar las posturas asimétricas mediante el movimiento recíproco. Por ejemplo, si comenzamos
plegando la pierna izquierda y estirando la derecha, a continuación plegamos la derecha y estiramos la
izquierda. Como podemos comprender, los ejercicios asimétricos siempre son dobles.
16. Atadura: casi todas las posturas tienen una forma básica, a la cual se añade una Ilpilli, atadura.
Este es un movimiento extremo que le da elegancia, fuerza e intención a la postura, después del cual ya
no es posible desarrollar naturalmente el movimiento.
17. Polarización: por razones energéticas y simbólicas, todo movimiento de rotación, sea sobre uno
mismo o en torno a la sala, se debe hacer en sentido positivo (contrario a las manecillas del reloj). Las
posturas asimétricas se deben empezar por la izquierda o con un giro hacia ese rumbo, pues de ese
modo se abren los conductos del lado derecho y la energía se polariza Tonal, caliente o positiva. Este es
el principio de Ololli, rotación.
18. Implementos: en Kinam se utilizan algunos objetos que sirven de apoyo a la práctica. Los
principales son:
- Koapetlatl, estera de serpientes, un petate hoy conocido como Cuapetate, cuya función es aislarnos
del suelo. Los practicantes de antaño solían pintarle un entramado de serpientes que representan las
energías de la Naturaleza.
- Kuachik, cojín, una almohadilla muy densa que se emplea para sostener algunas posturas del Este,
colocándola debajo de las rodillas, los glúteos o la cabeza. También se puede confeccionar con un petate
enrollado.
- Tsonkuachtli, banda frontal, una cinta que algunos practicantes atan en la frente para recoger el
pelo y evitar que el sudor caiga en los ojos durante los ejercicios. También sirve para forzar la postura
cuando el cuerpo no tiene la suficiente flexibilidad.
Desarrollando la sesión
Una vez que nos decidimos a practicar, hay que prestar atención a ciertos detalles organizativos. El
primero de ellos es el orden de la sesión, es decir, ¿por dónde empezar y en qué secuencia realizar las
posturas?
Hay dos tipos de orden: uno es el de la descripción formal de las posturas, relacionado con el
simbolismo cosmogónico tolteca. Otro es el orden en que deben practicarse para que cada ejercicio
montado contribuya a la realización del siguiente. En ese sentido no hay una norma rígida; el instructor
debe apelar a su experiencia y sentido común. Como es obvio, no resulta sano iniciar una sesión parán-
donos de cabeza, porque el organismo aún no está preparado.
La experiencia de trabajo habida con los grupos de práctica del Método Kinam permite perfilar una
sesión ideal, aplicable en la generalidad de los casos, que consiste en el siguiente orden:
1ro. Introducción: ejercicios de calentamiento de las articulaciones.
2do. Energetización: posturas del Sur, para afinar el equilibrio.
3ro. Extensión básica: posturas del Norte y el Este, con las cuales estiramos los ligamentos de las
piernas.
4to. Extensión intensiva: posturas de Abajo y Arriba, que nos estiran la columna vertebral y
flexibilizan la cintura.
5to. Fase de máximo impacto: posturas del Centro, con las que ponemos a prueba todas nuestras
capacidades.
6to. Descanso: posturas del Oeste, en las cuales podemos descansar (se ha comprobado que los
sueños habidos inme-diatamente después de una sesión de ejercicios, tienen un enorme efecto reparador
para el cuerpo y la mente).
Las series dinámicas son un caso particular, ya que suelen conjugar posturas de varios rumbos. Lo
mejor es realizarlas una vez que hemos dedicado algún tiempo a la práctica de las posturas estáticas.
Otro aspecto a considerar es que hay dos tipos de práctica: la individual y la grupal; cada una tiene
sus ventajas y desventajas.
Lo bueno de la práctica individual es que no tenemos que estar pendientes de lo que opinen los
demás; podemos entregarnos al ejercicio con total concentración. Mejor aún: podemos meditar, que es el
fin para el cual nos estamos entrenando. Tiene el problema de que hay que ser muy cuidadosos al
montar las posturas de medio y alto impacto, sobre todo las del rumbo central, pues no tenemos a nadie
que nos dé una mano. Tampoco nadie nos rectificará si acaso nos equivocamos al interpretar un
movimiento.
La práctica de grupos tiene el beneficio de que podemos contar con el apoyo de los demás. Al observar
al profesor o a los estudiantes que nos aventajan, podemos rectificar los errores e incorporar soluciones
que dependen más de la experiencia que de la teoría. Pero tiene dos desventajas: la primera es que, lo
queramos o no, una parte de nuestro ser estará pendientes de lo que otros hagan, ya sea para medirnos
con ellos, para exhibir nuestras habilidades o para preocuparnos por lo que opinen de nuestro
desempeño. Eso nos desconcentra. El segundo problema, es que en la práctica de grupo no se puede
meditar. A pesar de lo que opinan algunas personas, no existe la meditación colectiva; lo más que
podemos hacer cuando estamos en compañía de nuestros semejantes es concentrarnos juntos; pero aún
así, el estado de conciencia resultante es de mala calidad. Para meditar, es imprescindible aprender a
estar solos.
Teniendo en cuenta las ventajas y desventajas de cada fórmula, lo ideal es que el estudiante las
combine, partici-pando regularmente en sesiones colectivas a fin de aprender nuevas técnicas, e
interiorizando lo aprendido en la práctica privada diaria.
La sesión de calentamiento
El calentamiento tiene como objeto tonificar los músculos y ligamentos para poder realizar las posturas
fluidamente. Tenemos catorce “bisagras” principales en el cuerpo: tobillos, rodillas, ingles, muñecas,
codos, hombros, cintura y cuello. Cada una tiene su propio calentamiento. Esta sesión se organiza en
cinco etapas, que son:
1. Calentamiento de tobillos
Los tobillos son una de las partes del cuerpo que más se afectan al realizar los ejercicios del Este
(meditativos); por ello, es imprescindible flexionarlos. El ejercicio tiene tres pasos:
1. Shokechtlan, empeine. Nos paramos en atención con los brazos pegados al cuerpo, levantamos la
pierna izquierda hasta que el muslo queda horizontal, y punteamos y contraemos el pie trece veces (a).
Repetimos con la derecha.
2. Shololli, rotación del pie. Nos paramos con la pierna recogida, y rotamos el pie trece veces hacia
fuera y otras tantas hacia dentro (b). Repetimos la rotación a la derecha.
3. Chocholli, saltos. Nos paramos en atención con los brazos a los lados del cuerpo y damos saltos tan
altos como sea posible en el mismo sitio, sin flexionar las piernas, impulsándonos únicamente con los
pies (c). Esto fortalece los músculos de las pantorrillas y afina el equilibrio.
Las rodillas son la parte del organismo que más desgaste sufre cuando caminamos, y uno de los puntos
donde más se acumulan las tensiones de los ejercicios. Por ello, hay que tratarlas con cuidado, evitando
lastimar sus ligamentos. Al comenzar a montar las posturas – sobre todo las de meditación –, el novato
suele experimentar cierto dolor en las rodillas; eso es natural. Pero si el dolor persiste después de
algunos días o se agudiza, hay que consultar con el instructor o acudir al médico.
Tenemos cinco ejercicios de calentamiento de las rodillas, que también tonifican las ingles y caderas;
estos son:
1. Shopoposh, excavar la tierra con el pie. Nos paramos en atención y nos tomamos las manos a la
espalda. Flexionamos levemente la pierna derecha, tomamos una inhalación y, al exhalar, rozamos siete
veces el suelo con el pie izquierdo, con un desplazamiento amplio, como si excavá-semos una zanja (a).
Luego repetimos con la otra pierna.
2. Shopewa, patada. Nos ponemos de pie, cerramos los puños delante del vientre, tomamos una
inhalación y exhalamos bruscamente, al mismo tiempo que hacemos la pantomima de dar una patada
con el dorso exterior del pie izquierdo a un objeto imaginario situado a un metro de distancia y altura
frente a nosotros (b). El movimiento debe ser con fuerza, pero contenido, para no lastimar la rodilla.
Luego alternamos con la otra pierna, hasta acumular siete golpes con cada una.
3. Akowi, levantar las rodillas. Nos paramos en atención con los brazos a los lados del cuerpo,
inhalamos y, al exhalar, alzamos la pierna izquierda, intentando tocar el pecho con la rodilla (c). A
continuación alternamos con la derecha, hasta acumular siete movimientos con cada pierna.
4. Mitotiani, danzante. Una variante del ejercicio anterior es el paso del bailarín. Consiste en
alternar el movimiento de las piernas en forma continua, dando pequeños saltos en el sitio, de modo que
en ningún momento ambos pies toquen el suelo simultáneamente. En este caso, la rodilla no se eleva
hacia el pecho, sino en ángulo de 45 grados hacia afuera, de modo que la pierna queda oblicua y el pie a
la altura de la cadera del lado contrario (d). Siete movimientos con cada pierna.
5. Malinaltetepon, rotación de rodillas. Nos paramos en atención con los pies paralelos y unidos, y
colocamos los brazos en la cintura. Unimos las piernas y las flexionamos levemente, haciendo presión
sobre las rodillas, y las rotamos hacia la izquierda siete veces, en giros acompasados con la respiración
(e). Luego repetimos hacia la derecha.
3. Calentamiento de la cintura
Debido a que estamos adaptados a sentarnos en muebles que soportan la mayor parte de nuestro peso,
solemos tener atrofiados los músculos de la espalda. En consecuencia, cuando carecemos de un soporte,
nuestra columna comienza a arquearse, disminuye la capacidad pulmonar y en pocos minutos nos
sentimos cansados. Por eso, en Kinam se concede gran atención al entrenamiento de los músculos de la
espalda. Este calentamiento también contribuye a quemar la grasa del abdomen. Tiene dos ejercicios:
1. Topitsa, movimiento de cintura. Nos paramos en atención con las piernas y los pies juntos, y
colocamos las manos en la cintura. Imprimimos a las caderas un movimiento de rotación hacia la
izquierda, manteniendo las piernas rectas (a). Realizamos siete giros acompasados con la respiración y
repetimos para el otro lado.
2. Nepechteki, genuflexión. Este calentamiento consiste en inclinar el cuerpo hacia delante y hacia
atrás, manteniendo el torso y las piernas rectas (b). Comenzamos de pie en atención, tomamos una
inhalación y, a medida que exhalamos, vamos inclinándonos hacia delante, hasta que las manos toquen
el suelo. Si se nos hace difícil, podemos abrir un poco las piernas a fin de que el centro de gravedad del
cuerpo descienda, pero sin flexionar las rodillas. Nos incorporamos y, con el mismo impulso, colocamos
las manos en la cintura e inclinamos el cuerpo hacia atrás tanto como sea posible (c). Siete repeticiones.
5
LAS
POSTURAS
DEL
SUR
1. El Abanderado
Panti es una postura muy marcial, que convoca un senti-miento de concentración y respeto; los mexicas
la empleaban como saludo militar. Su nombre se debe a que era la posición que solían tener las estatuas
de abanderados colocadas frente a los templos. Su primer grado de impacto tiene los siguientes pasos:
1. Nos paramos con los pies paralelos y separados al ancho de los hombros. El torso y la cabeza se
yerguen, la mirada se coloca un poco por encima del horizonte, a fin de saturar el tonal de información y
parar la mente (a). Calmamos la respiración.
2. Cerramos las manos en puño, llevando la izquierda a la cadera en gesto de agarrar y la derecha al
corazón en gesto de ofrenda (b).
3. Le dedicamos trece respiraciones profundas al intento de la postura, imaginando que somos un sol
rojo que sale en el horizonte.
Podemos montar las siguientes variantes:
- Neneuka, de pie. En lugar de llevar los puños a la cadera y el corazón, mantenemos los brazos a los
lados del cuerpo, pegados al torso, y hacemos con las manos el gesto del Atlani, lanzador de dardos (c).
El ánimo es de concentración y espera.
- Keketsa, en puntillas. Una vez en la postura anterior, nos paramos en puntas de pies, mientras
tomamos una honda respiración. Luego exhalamos y retenemos en vacío por unos segundos, haciendo el
intento de observar más allá del horizonte.
Su segundo grado tiene el nombre técnico de Senikshitl, parado en un pie, aunque también se conoce
como Mishitl, el espinado. Es una postura que emplean comúnmente los niños de todas las culturas, así
como los adultos que viven en estrecho contacto con la naturaleza; los antropólogos le llaman “postura
nilótica”. Consiste en lo siguiente:
Una vez en posición de atención, levantamos la pierna derecha hasta que el pie se apoya, sea en la
pantorrilla, la rodilla o el muslo izquierdo, teniendo cuidado de no perder el equilibrio. Los brazos se
mantienen a los lados del cuerpo (d). A continuación, le dedicamos trece respiraciones a la visualización
y el intento de la postura, y repetimos con la otra pierna.
El tercer grado parte de la postura anterior, pero subimos el pie izquierdo hasta la cadera derecha y
lo tomamos con la mano derecha, a fin de estabilizar la postura; la mano izquierda se deposita sobre el
muslo alzado (e). A continuación, realizamos trece saltos en el sitio sin flexionar la pierna, tan sólo
punteando con el pie. Luego cambiamos a la otra pierna y repetimos.
Los beneficios del Abanderado son principalmente psicológicos, aunque también afina el sentido del
equilibrio y activa la circulación. No tiene contraindicaciones. Sus grados de medio y alto impacto
ayudan a fortalecer los músculos de las piernas.
2. El Monstruo
Esta postura pertenece a un grupo de posiciones rituales emparentadas con Sholotl, la deidad
mesoamericana del cambio radical, la muerte y la resurrección. A juzgar por la iconografía, jugaban un
importante papel dentro del simbo-lismo religioso, expresando el concepto de la síntesis de los
elementos. Hasta la actualidad, variantes del Monstruo son empleadas por grupos indígenas de Asia y
América como emblema de pase de ciertos grados iniciáticos. Su caracteres-tica es que tuerce las
articulaciones en grado máximo, como tratando de exprimir el cuerpo físico para obtener su esencia (la
conciencia). El primer grado consta de los siguientes pasos:
1. Nos paramos con los pies abiertos al ancho de un paso, concentramos la vista en el horizonte y
calmamos la respiración. Cerramos las manos en puño y subimos la izquierda por la espalda tanto como
podamos, colocando la derecha a la misma altura sobre el pecho (a).
2. Tomamos una honda aspiración y, a medida que soltamos el aire, nos volvemos hacia la izquierda
sin mover los pies de su sitio, hasta que el codo derecho apunta hacia delante y la cabeza mira hacia
atrás (b).
3. Retenemos en vacío por unos segundos, visualizando una onda de fuerza que parte de nuestro
ombligo y se expande por todas partes, e incorporamos mental o audible-mente el intento de la postura.
4. Volvemos a la posición frontal y repetimos tres veces.
5. Invertimos la posición de los puños, llevando el derecho a la espalda y el izquierdo al pecho, y nos
volvemos cuatro veces hacia el lado derecho.
El segundo grado implica una mayor compresión de los órganos internos; consiste en los siguientes
pasos:
1. Colocamos el pie izquierdo a la derecha del pie derecho, ambos paralelos y unidos. Los puños se
colocan como en el ejercicio anterior. Nos volvemos cuatro veces a la izquierda (c).
2. Damos un giro de 180 grados sin levantar los pies del suelo, hasta que miramos en sentido
contrario a como empezamos, y nos movemos a la derecha.
También podemos realizar variantes de esta postura para los rumbos Norte y Este. He aquí dos de
ejemplos:
- Sholotl del Norte: colocamos la rodilla derecha en el suelo, levantamos la izquierda y nos volvemos
cuatro veces hacia el lado izquierdo (d). Luego invertimos la posición de las piernas y hacemos el
movimiento contrario.
- Sholotl del Este: nos sentamos sobre el petate y cruzamos la pierna izquierda sobre la derecha. A
continuación, volvemos cuatro veces el torso hacia la izquierda (e). Luego cambiamos el cruce de las
piernas y nos volvemos a la derecha.
Estos ejercicios masajean vigorosamente los órganos ventrales, facilitando los procesos digestivos;
también comprimen las glándulas suprarrenales, activando la atención y tonificando los sentimientos.
Su segundo grado comprime las glándulas sexuales, lo cual tiene un efecto tonificador general. No
tienen contraindicaciones, pero su práctica excesiva no es recomendable para las mujeres, ya que activa
la secreción de hormonas masculinas.
3. El Tullido
Esta es otra postura de Sholotl, una de las representaciones rituales más antiguas de México,
apareciendo tipificada desde comienzos del período olmeca. Sus imágenes suelen tener figura de niños o
de individuos con facciones infantiles, lo cual sugiere que el Tullido se relacionaba con el estado de
pureza infantil que, para los olmecas, representaba a la Divinidad. Su objetivo es comprimir el torso y
extremidades superiores. Tiene los siguientes pasos:
1. Nos paramos con las piernas abiertas al ancho de los hombros. Apuntamos los pies hacia dentro
hasta que forman escuadra y flexionamos las rodillas hasta que se tocan. Sentimos cómo el peso del
cuerpo descansa sobre las rodillas. Cerramos los ojos para interiorizar los efectos del ejercicio y
calmamos la respiración.
2. Tomamos una respiración honda y, a medida que exhalamos, replegamos los brazos hasta que las
muñecas quedan plegadas junto a las orejas, con las manos apuntando hacia dentro o adelante, y los
dedos cerrados en forma de pico de pato (a).
3. Tomamos trece respiraciones lentas, visualizando como si fuésemos una semilla que germina en el
seno oscuro de la tierra, e incorporamos el intento de la postura.
Este grado tiene una variante llamada Yollotl, corazón. Una vez realizado el paso 1, tomamos aliento
y, a medida que expulsamos el aire, contraemos los brazos y cerramos los puños a la altura de las
clavículas, haciendo fuerza hacia fuera, como si intentásemos abrir el pecho para mostrar el corazón (b).
El segundo grado del ejercicio se llama Teokua, el adorador. Parte del paso 1, al que añadimos el
siguiente movimiento:
1. Abrimos los brazos hasta que esté en el plano del torso, con los codos apuntando hacia fuera y las
manos a la altura de los hombros, abiertas y con los dedos unidos (c).
2. Tomamos una aspiración y, mientras exhalamos, movemos los brazos hasta cruzarlos sobre el
pecho, el derecho sobre el izquierdo. Las manos se depositan sobre los hombros (d). Retenemos en vacío.
3. Repetimos el movimiento otras doce veces, cuidando que los brazos se crucen alternativamente.
El Tullido fortalece las articulaciones. No tiene contrain-dicaciones
4. El Cargador
El cargador era una figura muy empleada en la arquitectura mesoamericana para sostener los techos de
los templos. Representaba al ser humano como pilar de la comunidad y actor del equilibrio universal.
También tenía un sentido cosmogónico, ya que los cuatro rumbos y el centro se conside-raban
metafóricamente sostenidos por los mensajeros de la Serpiente Emplumada. Dentro del calendario, el
Tameme o día cargador era el día que le daba nombre a todo un ciclo.
El intento de esta postura es conectar la tierra con el cielo, alineando de ese modo la percepción. Su
grado de bajo impacto consta de los siguientes pasos:
1. Nos paramos con los pies unidos, apuntando al frente. Colocamos la mirada sobre el horizonte y
calmamos la respiración.
2. Flexionamos muy levemente las rodillas y colocamos las manos abiertas con las palmas hacia
arriba junto a los hombros, como si nos preparásemos para cargar una barra de pesas (a).
3. Tomamos una respiración y, a medida que expulsamos el aire, nos erguimos y proyectamos los
brazos hacia arriba, como elevando un gran peso (b). Los codos quedan un tanto flexionados, las manos
abiertas con los dedos unidos y las palmas hacia arriba.
4. Retenemos en vacío por unos segundos, visualizando que sostenemos el peso del mundo y nos
dejamos penetrar por el intento de la postura.
El grado de medio impacto incorpora el siguiente movimiento: una vez en la postura anterior,
tomamos una res-piración y, mientras exhalamos, nos volvemos a la izquierda, hasta quedar mirando
hacia atrás (c). Los brazos y la cabeza se desplazan junto con el torso. Por usar una metáfora de
Castaneda, diríamos que estamos “destornillando” una tapa que se encuentra en nuestro ser luminoso
sobre la zona de la cabeza. Aspiramos en esa posición y exhalamos mientras nos movemos a la derecha.
Siete veces para cada lado.
El grado de alto impacto consiste en “atar” la postura y tiene los siguientes pasos:
1. Una vez en la postura básica, nos ponemos en puntas de pies y proyectamos el peso del mundo
hacia el infinito, estirando los brazos al máximo. Las palmas de las manos se colocan frente a frente, a
pocos centímetros de distancia, y los dedos se estiran hacia arriba, como si fuesen antenas que
sintonizan la atención cósmica (d). Retenemos en vacío por tanto tiempo como sea posible.
2. A continuación, realizamos trece saltos en el sitio tan alto como podamos, manteniendo las piernas
rectas y moviendo únicamente los pies.
El Cargador estimula el sentido del equilibrio y la circulación de la sangre. No tiene
contraindicaciones.
5. El Defensor
Mana esta es una poderosa postura de combate que en ocasiones se emplea para abrir las sesiones de
práctica. Su característica es que el cuerpo se coloca muy estable, convirtiéndose en una extensión de la
conciencia de la Tierra. De esa manera, puede lanzarse a la acción con la misma facilidad que
concentrarse y soportar embates. Su primer grado tiene los siguientes pasos:
1. Nos paramos con los pies separados al ancho de los hombros, apuntando hacia fuera en ángulo
recto. Cerramos los puños y concentramos la mirada en un punto ubicado delante, como a un metro de
altura, adoptando la modalidad de atención periférica. Calmamos la respiración.
2. Plegamos las rodillas moderadamente, cuidando que apunten en el mismo sentido que los pies.
Tomamos una honda aspiración y, mientras expulsamos el aire rápida-mente, contraemos los brazos,
llevando los puños a la altura de las caderas (a).
3. Cerramos la garganta y los esfínteres intestinales, concentramos la atención en el ombligo y
retenemos la respiración en vacío tanto tiempo como sea posible, incorporando el intento de la postura.
Podemos visualizarnos como si fuésemos una montaña sólidamente plantada en el medio de la tierra, a
la que nada puede conmover.
Para su segundo grado, separamos los pies a la distancia de un paso, de modo que los muslos forman
un ángulo de 120 grados. Las rodillas se flexionan hasta que los muslos quedan horizontales, procurando
que el torso permanezca tan vertical como sea posible, y que las plantas de los pies estén en contacto
con el suelo. Los puños se elevan hasta el naci-miento de las costillas, proyectando los codos hacia atrás
(b).
El tercer grado parte de la postura anterior, pero nos colocamos en puntas de pies sin elevar el centro
de gravedad del cuerpo. Para ello, es necesario que las piernas se flexionen un poco más. Los puños se
elevan hasta las costillas medias y los codos se proyectan máximamente hacia atrás (c).
Por el estado de alerta que genera, el Defensor es apropiado para prepararse para el combate, el
trabajo o los ejercicios. No tiene contraindicaciones, pero los grados de medio y alto impacto demandan
bastante fuerza física, debiéndose montar por cortos períodos de tiempo.
6
LAS
POSTURAS
DEL
NORTE
1. El Saludo
Tlalkua era la postura de saludo reverencial entre los mexicanos, reservada para los sacerdotes, los
ancianos y los líderes de la comunidad. Consistía en que el que saludaba tocaba el suelo y se llevaba la
mano a la boca, expresando la idea: “beso la tierra o como tierra delante de usted”, equivalente a
nuestro saludo: “besos sus pies”. Es probable-mente la postura más representada en los códices y
relieves. En su grado de bajo impacto, tiene los siguientes pasos:
1. Nos paramos en posición de firmes. Una vez calmada la respiración, damos un paso con la pierna
izquierda, flexionamos la derecha y colocamos la rodilla en el suelo.
2. Inclinamos el torso hasta que las manos alcanzan el suelo; la cabeza se inclina hacia la tierra. La
palma de la mano derecha se apoya en el suelo, con los dedos juntos, y la izquierda reposa sobre la
rodilla alzada (a).
3. Realizamos cuatro respiraciones profundas y lentas, sintiendo cómo captamos energía de la tierra
a través de la mano, poniéndonos de ese modo en contacto con todos los seres conscientes del mundo.
Podemos visualizarnos como una onda ligera que se expande a todas partes.
4. Llevamos la mano derecha a la boca sin levantar la cabeza, a fin de cumplir con el simbolismo del
ejercicio, que es besar la tierra, y luego proyectamos la mano delante de nosotros en gesto de ofrenda,
mientras incorporamos el intento de la postura (b).
5. Nos paramos sin apoyarnos en las manos y repetimos el ejercicio con la otra pierna.
También podemos montar una variante: en lugar de tocar el suelo con la mano derecha, lo hacemos
con ambas manos (c), llevándolas a la boca y expresando con ambas el intento de ofrenda.
Su segundo grado se llama Tlanawilli, miembros traspues-tos. Su clave es cruzar los miembros para
simbolizar el cierre de la energía. Partimos de la posición inicial del paso anterior; una vez colocada la
rodilla derecha en el suelo, ponemos el pie izquierda junto a ella, pero por su lado derecho, de modo que
las piernas se cruzan. El brazo derecho se cruza sobre el pecho, colocando la mano en el hombro o el
codo izquierdo. A continuación nos inclinamos, tocamos el suelo con la mano izquierda, la llevamos a la
boca y la extendemos adelante para cumplir con el sentido de la postura (d).
El tercer grado es un saludo básico, pero en lugar de tocar la tierra con la rodilla derecha, la
mantenemos levemente alzada, apoyándonos exclusivamente sobre la punta del pie derecho. La cabeza
queda mirando al frente. Con los brazos podemos realizar el movimiento de besar la tierra y ofrendar el
saludo, o bien los abrimos frente al pecho, proyectando las manos como si fuesen hojas de la planta del
maíz (e). El ángulo de apertura de los brazos es variable, desde casi unidos frente al pecho, hasta
proyectados arriba y abajo. Este gesto se llama Senteotl, divino maíz; tiene un simbo-lismo y detalles
técnicos que estudiaremos adelante.
El Saludo le da flexibilidad a la columna vertebral, activa la circulación y desarrolla el sentido del
equilibrio. No tiene contraindicaciones, pero su grado de alto impacto hay que realizarlo con cuidado
para no perder el equilibrio.
2. El Guerrero
En las campaña militares de Anawak, los guerreros no se sentaban directamente sobre el suelo, sino en
esta postura, ya que, al hacer palanca con una pierna, podían saltar con facilidad. Es también el modo
correcto de sentarse frente a un instructor nagual o cuando practicamos en algún lugar desconocido.
Debido a que proporciona una sensación de seguridad, el Guerrero tiene el efecto de rectificar las
experiencias habidas en estados acrecentados de conciencia. Su primer grado consta de los siguientes
pasos:
1. Nos paramos con los pies juntos, flexionamos la pierna izquierda hasta que la rodilla derecha toca
el suelo y colocamos junto a ella el pie izquierdo.
2. Nos sentamos sobre la pierna derecha; podemos plegar el pie de tres maneras:
- Extendemos el empeine de manera que los dedos apunten hacia atrás (a).
- Contraemos el empeine, orientando los dedos hacia delante (b).
- Doblamos el pie hacia dentro del cuerpo, de modo que los glúteos se apoyan sobre su dorso interno.
3. Abrazamos con ambos brazos la pierna izquierda, que se levanta frente al pecho como un escudo.
La columna vertebral debe permanecer recta.
4. Le dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizando una coraza dorada e
inexpugnable que nos rodea, a la distancia de un brazo en torno a nosotros, protegiéndonos de todo mal.
5. Hacemos palanca con la pierna derecha y, sin tocar el suelo con las manos, nos ponemos de pie y
repetimos el ejercicio hacia el otro lado.
Una variante de esta postura se llama Mekapilli, cinta frontal, ya que era la forma correcta como los
cargadores cargaban y descargaban su mercancía. Consiste en inclinar el torso levemente hacia delante,
pero sin encorvar la columna vertebral, y apoyar las manos sobre las rodillas, con las palmas hacia
abajo, de modo que podamos ejercer presión en el momento de levantarnos (c).
El segundo grado consiste en levantar la rodilla de la pierna que está debajo y sentarnos sobre el
talón, de modo que el cuerpo se sostenga exclusivamente sobre los dedos de los pies (d). Esto facilita la
posibilidad de dar un salto en caso de necesidad.
El tercer grado parte de la postura de bajo impacto, pero abrimos la pierna que está debajo y rotamos
el pie hacia afuera, de manera que el peso del cuerpo no descansa sobre la pantorrilla, sino en el aire (e).
Al comprimir el vientre, el Guerrero fomenta el estado de alerta, al tiempo que flexibiliza y fortalece
los músculos de las piernas. No tiene contraindicaciones, pero los practican-tes primerizos deben
realizar el grado de alto impacto lentamente, para no dañar las coyunturas de las rodillas.
3. La Greca
El nombre de este ejercicio se debe a que el cuerpo evoca la forma del más representativo de los
símbolos indoamerica-nos: la greca escalonada, llamada en nawatl Shikalkoliu’ki, espiral. Tanto el
símbolo como la postura tienen los siguientes significados: la escalera y las piernas dobladas
representan el movimiento rectilíneo y gradual; la espiral y la curva formada por el torso y la cabeza
sugieren una espiral centrípeta. Entre ambos producen el jeroglífico del desarrollo hacia el interior o
hacia el origen. En su primer grado, esta postura es muy simple y consiste en lo siguiente:
1. Nos ponemos de pie en atención, adelantamos la pierna izquierda y depositamos la rodilla derecha
en el suelo. Luego depositamos la otra rodilla. El torso debe permanecer recto. Las manos se colocan
unidas sobre el pecho en gesto de oración (a).
2. Los ojos se cierran y la mirada se dirige al corazón, donde visualizamos un foco de radiación
ambarina del cual emanan oleadas de energía que inundan todo nuestro campo magnético. Le
dedicamos trece respiraciones al intento de la postura.
Este grado tiene dos variantes:
- Cruzamos las pantorrillas de modo que formen una cruz detrás del cuerpo, y hacemos lo mismo con
los brazos, disponiéndolos sobre el pecho en forma de cruz y depositando las manos en los hombros (b).
- Colocamos el pie izquierdo en la coyuntura del muslo derecho, de modo que la rodilla izquierda
apunta hacia fuera, y hacemos lo mismo con los brazos, pasando el izquierdo por detrás del cuerpo y
agarrando el codo derecho, que se extiende adelante en gesto de ofrenda (c). Tal cierre de coyunturas
recibe el nombre de Tlanawilli, obturación. Una vez dedicadas nuestras respiraciones, cambiamos la
posición de las piernas y repetimos para el otro lado.
El segundo grado parte de la postura básica, pero nos inclinamos hacia delante hasta que el torso
queda horizontal y la cabeza mira al suelo. A fin de no perder el equilibrio, trasladamos hacia atrás el
centro de gravedad del cuerpo, tomándonos de las manos y estirándolas lo más posible hacia atrás, y
despegando del suelo las puntas de los pies, de modo que el cuerpo queda descansando exclusivamente
sobre las rodillas (d).
El grado de alto impacto parte de la postura básica. Nos inclinamos hasta pegar la coronilla al suelo,
con el rostro cerca de las rodillas. A fin de acentuar el impacto de la postura sobre las articulaciones del
cuello, nos tomamos de las manos por detrás de la espalda y estiramos los brazos arriba y delante tanto
como sea posible (e).
El principal efecto de la greca es que extiende la columna vertebral. Su grado de bajo impacto tiene
grandes virtudes como postura meditativa. Su grado de medio impacto está contraindicado para quienes
padecen de las rodillas.
4. El Pelotero
Esta postura es la unidad móvil del grupo del Norte, no tanto por los movimientos que contiene, como
por los que evoca. Representa al juego de pelota mesoamericano, llamado Ollama (de Olli, goma) y
conocido en la actualidad como Ulama. Este era una mezcla de fútbol y básquetbol de gran intensidad,
que empleaba como balón una esfera de goma maciza de unos 3 kilos de peso, la cual había que arrojar
por un agujero ubicado a poco más de 7 metros de altura. Según las reglas del juego, el balón no se
podía tocar con las manos, sólo con las caderas. En consecuencia, la posición de caderas se transformó
en emblema del juego y saludo del gremio de los peloteros. El Pelotero tiene tres grados de impacto; el
primero consiste de los siguientes pasos:
1. Nos paramos en atención, colocamos la rodilla derecha en el suelo y junto a ella el talón del pie
izquierdo, cuyos dedos y rodilla se orientan a la izquierda, formando escuadra con el muslo y la pierna
derechos. El torso permanece de frente.
2. Una vez normalizada la respiración, llevamos la mano derecha al corazón y extendemos la
izquierda en forma suave y natural, con la palma hacia arriba, cuidando que el brazo quede paralelo al
muslo izquierdo (a). La clave de esta postura es que extendemos siempre la mano correspondiente a la
rodilla que está alzada.
3. Posamos la mirada sobre del horizonte y nos visuali-zamos como si fuésemos jugadores de Ulama
y estuviésemos a punto de hacer un rebote. Tomamos trece respiraciones y nos dejamos saturar del
intento de la postura.
4. Nos paramos sin apoyarnos en las manos y repetimos lo mismo para el otro lado.
El segundo grado consta de los siguientes pasos:
1. El pie izquierdo no se coloca junto a la rodilla derecha, sino a medio paso de distancia, de modo
que el muslo y la pierna izquierdos formen un ángulo recto. Es importante que pie y rodilla estén en el
mismo plano que el torso. La pierna derecha se extiende hacia atrás a modo de palanca.
2. Llevamos la mano derecha a la axila izquierda, con la palma hacia dentro, y extendemos
completamente el brazo izquierdo con la palma de la mano hacia arriba. Ambas manos llevan los dedos
unidos, ya sean rectos o formando una leve concavidad.
3. Empinamos la cadera derecha como si fuésemos a dar un rebote de pelota con ella, de modo que la
recta formada por ambos brazos y los hombros se inclina 18 grados hacia la izquierda (b).
4. Concentramos nuestra atención en la cadera, realizamos las trece respiraciones y repetimos para
el lado contrario.
El grado de alto impacto consiste en colocar todo el cuerpo en el mismo plano, como si fuésemos una
figura dibujada en un papel. Tiene dos variantes:
- Una vez en la posición del primer grado, doblamos la pierna derecha hacia la derecha, de modo que
ambas piernas quedan en el mismo plano, formando las aspas inferiores de una svástica (c). La mano
derecha pasa sobre del hombro izquierdo en gesto de cierre de energías, y lo agarra para hacer palanca
y tensar la postura. La mano izquierda apunta hacia abajo con la palma hacia fuera. Hay que vigilar
que los brazos y el torso queden en el mismo plano que las piernas.
- Es como la postura anterior, pero doblamos la pierna derecha hacia el pie izquierdo, manteniendo
todo el cuerpo en el mismo plano. La planta del pie izquierdo puede colocarse sobre el suelo, o sobre la
planta del pie derecho, cerrando así el circuito de la energía (d).
El Pelotero fortalece los músculos del abdomen y el sentido del equilibrio. Quienes padecen de las
articulaciones de las rodillas deben intentarlo con cuidado.
5. La Rana
En los monumentos, esta postura está asociada con las imágenes de Tlalteku’tli, señor de la tierra y
nombre astronómico de nuestro planeta. Dicha deidad combina los atributos de la Madre Tierra y el
Padre Sol; por lo tanto, su postura evoca el equilibrio de la Naturaleza. La Rana tiene tres grados de
dificultad; el primero es:
1. Nos paramos en atención con las piernas separadas a la distancia de un paso. A medida que
tomamos aire, levantamos los puños la altura del rostro y retenemos en pleno por unos segundos (a).
2. De un solo impulso, exhalamos el aire, flexionamos las rodillas hasta quedar agachados, y bajamos
los brazos hasta colocar las manos sobre las rodillas (b). También podemos llevarlas al regazo o al
pecho, en gesto de oración.
3. Cerramos los ojos y dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizando unas
raíces plateadas que salen de nuestros órganos sexuales y penetran profundamen-te en la tierra.
El segundo grado se llama Ilakatsi, genuflexión. Consiste en que nos paramos en atención e
inclinamos el torso hasta que las manos tocan el suelo, por el lado de afuera de los pies; si es necesario,
podemos flexionar levemente las piernas (c). A continuación, tomamos una honda aspiración y, mientras
expulsamos, flexionamos las piernas y bajamos el torso hasta quedar en cuclillas, sin despegar en
ningún momento las manos del suelo (d). Conseguida la postura, le dedicamos sus respiraciones.
El tercer grado consiste en realizar la Rana con una sola pierna. Es una postura exigente que tiene
los siguientes pasos:
1. Nos paramos en atención y flexionamos la pierna derecha por detrás de la izquierda, colocando el
empeine del pie en la coyuntura de la rodilla. Las manos se colocan sobre las ingles (e).
2. Nos agachamos con mucho cuidado, a fin de no perder el equilibrio, haciendo palanca con las
manos sobre los muslos, y nos sentamos sobre el pie derecho, el cual se apoya sobre el tobillo izquierdo.
A continuación, podemos depositar las manos sobre las rodillas, o enlazar la rodilla izquierda (f).
3. Una vez dedicadas las trece respiraciones, nos paramos sin apoyarnos en las manos y repetimos
con la otra pierna.
La Rana fortalece los músculos de las extremidades y flexibiliza las articulaciones. No tiene
contraindicaciones.
7
LAS
POSTURAS
DEL
OESTE
El rumbo del Oeste se asociaba con lo femenino. Este simbolismo se entiende a la luz de la ideología
tolteca, según la cual, toda la energía del Universo se divide en dos catego-rías: la energía Tonal,
masculina y radiante, y la energía Nagual, oscura y femenina. En última instancia todo procede del
Nagual, el cual, al organizarse, adopta formas transitorias que constituyen el mundo visible. Siendo
previo a la manifestación de cualquier atributo, el color de este rumbo es el negro. Representaba el
origen, pues los mesoamerica-nos razonaron que, si el Sol sale por el Este, debe ser porque la Tierra se
mueve desde el Oeste. Por analogía, las cosas proceden del rumbo femenino, aunque las apariencias nos
sugieran lo contrario.
El Oeste recibe su energía del Norte y la transmite hacia el Abajo. El mito ejemplificaba esta
relación, al ubicar hacia el poniente a las Siwateteo, mujeres divinas, las mujeres que murieron en la
digna guerra de dar a luz y que, por tal razón, se fueron al Cielo, las cuales tenían la peligrosa misión
de escoltar al Sol durante su paso por las regiones inferiores. Para los mesoamericanos, el atardecer
comenzaba al mediodía, justo en el momento en que el astro, después de llegar a lo más alto del cielo,
comienza a descender, recibiendo el nombre de Kuau’temok, águila que desciende. Por lo tanto, el
horario de regencia de este rumbo comenzaba al mediodía y duraba hasta la medianoche, teniendo su
máxima actividad a la puesta del Sol.
Nuestro Oeste personal es la capacidad de soñar. Los mesoamericanos le daban mucha atención al
sueño, pues descubrieron que la mayor parte de nuestros problemas y soluciones procede de allí. El
razonamiento es que aquella parte de nuestro ser que vemos (la vigilia) no es tan preocu-pante como
aquella parte que no vemos (el sueño). A partir del psicoanálisis, la cultura occidental ha comenzado a
reevaluar el papel del subconsciente en la creación de nuestro carácter y en la conducción de nuestra
vida, revali-dando el saber de los maestros toltecas. El Oeste también representa la fluidez, los viajes,
las aventuras, aquello que le da intensidad a la vida y la enseñanza de los chamanes.
Las posturas de este grupo se llaman Teka, acostado, debido a su relación con el sueño. Su
característica es que el cuerpo descansa sobre el torso, entrando en un contacto máximo con la tierra.
Son, por lo tanto, posturas terrestres, femeninas, acariciantes y protectoras, que nos cargan de energía
lunar o negativa, útil para calmar el ánimo, disipar el estrés y relajar el organismo después de un día de
trabajo. En la práctica colectiva del Kinam se usan como descanso; pero, si las montamos un poco antes
de irnos a dormir, propician el ensueño. Son las siguientes:
1. El Pez
Esta postura es la unidad líquida del grupo del Oeste. En los códices y vasos mayas, aparece
relacionada con rituales agrarios, pues el cuerpo acostado boca arriba representaba la semilla en el
momento de germinar; y bocabajo, la lluvia fecundadora. Por lo tanto, esta postura está dedicada a
Tlalok, con tierra, el señor del crecimiento de la Naturaleza. Descansar bocabajo predispone a cierto tipo
de ensueños relacionado con lo que los chamanes llaman “el área baja”, un espacio de conciencia donde
moran las plantas y animales primitivos. Por lo tanto, el Pez es una herramienta para adentrarnos en el
subconsciente, a fin de extraer de allí las unidades suprimidas de la memoria. Su primer grado tiene los
siguientes pasos:
1. Nos acostamos bocabajo y apoyamos la cabeza sobre el mentón, para que la nariz no se aplaste
contra el suelo. Cerramos los ojos y calmamos la respiración.
2. Colocamos las manos a media espalda, tomándolas entre sí, y extendemos los codos hacia fuera sin
que toquen el suelo, para que los puños ejerzan toda la presión de su peso sobre la columna vertebral
(a). Tomamos una honda respiración, exhalamos lentamente y retenemos en vacío.
3. Dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizándonos como si fuésemos un pez
que se sumerge en una corriente subterránea y se deja llevar por ella hasta las profundidades de la
tierra. De ese modo, conectamos con la conciencia del planeta, que es el depósito de nuestras vivencias
más profundas.
Podemos extender esta postura por tanto tiempo como deseemos, y aún dormirnos en ella, pues
favorece grande-mente el ensueño.
El segundo grado consta de los siguientes pasos:
1. Nos sentamos en el petate y montamos la Mariposa, uniendo las plantas de los pies delante del
cuerpo, lo más cerca posible de la zona sexual, y bajando las rodillas hasta donde podamos.
2. Haciendo palanca con los brazos, nos inclinamos ade-lante hasta que el torso quede en posición
diagonal, apoyado sobre las rodillas, las puntas de los pies y los puños. (b)
3. Una vez calmada la respiración, continuamos el movimiento hasta quedar acostados, y colocamos
las manos sobre la espalda (c). De este modo, el peso del cuerpo contribuye a distender los ligamentos de
las ingles.
El tercer grado parte de la postura anterior. Una vez tendidos bocabajo, incorporamos el torso y la
cabeza tanto como podamos, enfatizando el efecto de arqueo de la columna vertebral y el trabajo sobre
las ingles (d).
Esta postura no tiene contraindicaciones. No obstante, debido a lo rígidas que solemos tener las
articulaciones de la ingle y la cadera, hay que insistir en montarla, ya que lo común es que, en los
primeros intentos, la pelvis no llegue a tocar el suelo.
2. El Cadáver
Este ejercicio tiene como objeto dirigir la conciencia a la zona de la coronilla, a fin de que abandone el
cuerpo físico en forma natural y fluya libre por el universo. En sus experimentos con la atención, los
toltecas observaron que, cuando nos relajamos, manteniéndonos despiertos, nuestro sentido de ser
tiende a ascender a lo largo de la columna vertebral, desde la zona ventral, donde está ordinariamente
ubicado, hasta la coronilla. Una vez allí, lo común es que nos durmamos; pero si continuamos atentos,
podemos observar cómo la conciencia se desprende del vehículo físico, produ-ciendo una especie de
chasquido en la base del cráneo. Los nawas dieron a este proceso el nombre de Atlasa, salirse por la
mollera; lo representaban mediante uno, dos o tres ojos colocados sobre la cabeza del personaje, los
cuales indican la apertura de sentidos no corporales.
Por otra parte, los toltecas también observaron que, al dormir boca arriba, inducimos un tipo de
ensueño llamado “del área alta”, en el cual nos remontamos a estados sobrehumanos de conciencia
(relacionados en las creencias populares con los ángeles y dioses). Por lo tanto, el Cadáver combina dos
propiedades que nos permiten dar un salto lejano de la percepción. Debo advertir que este ejercicio es
sano, no produce ningún problema físico o psíquico, y podemos regresar al cuerpo en cuanto queramos.
Su primer grado tiene los siguientes pasos:
1. Nos tendemos sobre un petate boca arriba y colocamos los brazos a ambos lados del cuerpo con las
palmas de las manos hacia arriba (a).
2. Cerramos los ojos, calmamos la respiración y dirigimos tres respiraciones hondas y lentas a cada
una de las catorce coyunturas principales del cuerpo, en este orden:
- Tobillo izquierdo, tobillo derecho
- Rodilla izquierda, rodilla derecha
- Ingle izquierda, ingle derecha
- Cintura
- Muñeca izquierda, muñeca derecha
- Codo izquierdo, codo derecho
- Hombro izquierdo, hombro derecho
- Cuello
Al enviar las respiraciones, tensamos y aflojamos suave-mente los músculos de la zona adyacente a
la articulación, sintiendo cómo se relajan.
3. Una vez llegados al cuello, concentramos la atención en la coronilla, le dedicamos tres
respiraciones al intento del ejercicio y visualizamos un globo transparente que sale de nuestra cabeza y
gira en el espacio.
El segundo grado parte de la postura anterior, pero las manos se colocan a la altura de la cintura;
para ello, hay que levantar un poco los antebrazos, flexionando las manos, de modo que las palmas
apunten hacia delante con los dedos hacia abajo (b). Las piernas se cruzan en forma simple (c). Las
concentraciones se dirigen como en la variante anterior.
Por su parte, el grado de alto impacto consiste en unir los pies por las plantas (d), llevando estas lo
más cerca posible de la zona sexual y tratando de que las rodillas toquen el petate. Con ello,
aprovechamos la fuerza de gravedad para flexibilizar los ligamentos de las ingles. Las manos se colocan
bajo los muslos. En este caso, la concentración no se dirige a las coyunturas, sino al contacto de las
plantas de los pies. Dicha sensación tiene el efecto de propiciar un estado de relajamiento general del
organismo, y si nos dormimos en la posición, puede guiar el ensueño.
Una variante aplicable a los tres grados, es que la atención no se conduce hacia las coyunturas, sino
a los centros energéticos ubicados a lo largo de la columna vertebral. Tendremos ocasión de abundar
sobre esta técnica en el capítulo dedicado a las técnicas auxiliares.
El Cadáver induce un profundo estado de relajación, por lo que se puede aplicar en casos de
alteración emocional o para descansar luego de una sesión intensa de ejercicios. Es sumamente
vigorizante; una hora de práctica equivale a media noche de sueño. Su variante de alto impacto es
particularmente efectiva para inducir el ensueño, ya que cierra el circuito de la energía, lo cual
minimiza la tendencia natural a distraernos. No tiene contraindicaciones.
3. El Chacmol
Esta postura es la insignia del Kinam y un emblema de Anawak, pues no tiene par en ninguna otra
cultura de la Tierra. Su nombre popular, Chac Mol deriva de un equívoco, ya que el arqueólogo que
descubrió la primera estatua de este tipo, la confundió con la leyenda de un trono en forma de ocelote
rojo (dicho en maya Chac Mol). El Chacmol llegó a ser un elemento importante de la arquitectura a
partir del período Epiclásico (siglos 7 al 12 de la era cristiana), siendo colocado como guardián en la
entrada de los templos.
La clave de esta postura es el vaso simbólico que el practi-cante sostiene sobre su ombligo, cuyo
nombre, Kuau’shikalli, vaso del águila, se refiere a la acumulación de las energías, metafóricamente
comparadas con águilas que descienden. Los toltecas creían que en la zona del ombligo se concentra
físicamente nuestra vitalidad; este era también el punto central del cuerpo, entendido como un reflejo
del orden cósmico. En consecuencia, en el ombligo intersecan las tres dimensiones del espacio (largo,
ancho y alto). Ello nos revela otro de los significados del Chacmol, ya que la disposición del cuerpo,
tendido a lo largo, pero con los miembros y el torso alzados y la cabeza mirando a un lado, representa al
cubo místico de la Totalidad.
El primer grado de la postura contiene dos ejercicios preparatorios, cuyos pasos son:
1. Metstiewa, muslos alzados: nos acostamos de espaldas con las piernas estiradas y los pies unidos y
punteando. Recogemos las piernas, manteniendo las rodillas juntas. Podemos forzar la postura,
tomándonos los pies por los tobillos y atrayéndolos hasta que queden pegados a los glúteos (a). Los
practicantes con menos flexibilidad, pueden enlazar los tobillos con la banda frontal y atraer de ese
modo las piernas (b).
Orientación tridimensional del Chac Mol.
2. Una vez estabilizada la postura, depositamos las manos sobre el ombligo, formando una especie de
cuenco, y tomamos cuatro respiraciones profundas.
3. Tlaktiewa, torso erguido: volvemos a extendernos; esta vez incorporamos el torso, haciendo fuerza
con el diafragma, hasta que la cabeza queda mirando al frente. Una vez incorporados, nos apoyamos con
los codos (c) y tomamos cuatro respiraciones.
4. A continuación, combinamos las dos variantes anteriores para montar el Chacmol, propiamente
hablando. Nos tende-mos de espaldas, contraemos las piernas y formamos un cuenco sobre el ombligo,
concentrando en él toda nuestra atención.
5. Incorporamos el torso tanto como podamos y lo apoyamos sobre los codos. La cabeza mira
directamente adelante (d).
6. Una vez que la respiración se calma, volvemos la cabeza hacia la izquierda y tomamos una honda
respiración. A continuación, rotamos la cabeza a la derecha mientras expulsamos lentamente el aire (e).
7. Repetimos el paso anterior, pero tomando el aire a la derecha y expulsándolo al rotar la cabeza
hacia la izquierda. Siete repeticiones para cada lado. Esta es la respiración de barredera, cuyo propósito
es polarizar la energía.
8. Terminadas las respiraciones, fijamos la vista al frente y visualizamos cómo del vaso del ombligo
se proyecta hacia arriba un tentáculo de color blanco con brillo lunar, grueso como un brazo; sentimos
cómo estamos unidos a la totalidad del Cosmos a través de ese miembro etéreo.
El segundo grado consiste en imprimir al Chacmol los siguientes movimientos:
- Momolo, bamboleo: una vez montada la postura, miramos al frente, tomamos una aspiración y,
mientras exhalamos, dejamos caer las piernas hacia la izquierda, manteniendo las rodillas juntas (f). La
espalda se despega lo menos posible del suelo y la columna vertebral se tuerce sólo por su extremo
inferior. Retenemos en vacío por unos segundos, aspiramos y, mientras exhalamos, volteamos las
piernas para el lado derecho. Siete respiraciones para cada lado.
- Aastli, aleteo: a partir de la postura básica, aspiramos hondo y, a medida que expulsamos el aire,
dejamos caer las piernas hacia ambos lados del cuerpo, pegando las plantas de los pies y tratando de
tocar el suelo con las rodillas (g). Retenemos en vacío por unos segundos y aspiramos al tornar a unir las
rodillas. Trece repeticiones.
El tercer grado parte de la postura básica y tiene el propósito de enfatizar el impacto sobre los
músculos abdominales y de la espalda. Consiste en despegar los codos del suelo, poniendo los antebrazos
horizontales y sosteniendo el peso del torso por la fuerza del diafragma. A continuación, recogemos las
rodillas hasta que las piernas quedan en posición horizontal o con una leve inclinación hacia abajo, pero
sin que los pies toquen el petate. De ese modo, el cuerpo queda sostenido únicamente sobre los glúteos
(h). Esta atadura convierte al Chacmol en un puente a las posturas del rumbo de Abajo.
El Chacmol es un ejercicio poderoso, que sirve de entrada a los estados acrecentados de conciencia.
En el plano físico, fortalece los músculos abdominales y de la espalda, reduce la grasa del abdomen y
aumenta la capacidad pulmonar. Su grado de medio impacto masajea los órganos del vientre, por lo que
alivia en casos de estreñimiento e indigestión. El grado de alto impacto masajea los riñones, aliviando
en afecciones de las vías urinarias. No tiene contraindica-ciones.
4. El Capullo
5. El Soñador
Esta es una postura muy simpática y natural que, como casi todas de Kinam, aparece mayormente
representada en el período olmeca, en asociación con personajes que parecen pequeños budas. Esto es
muy interesante, pues sugiere una relación con Asia, ya que, por la misma época, dicha postura aparece
en la India, asociada al mito de la partida de Gautama Buda. Como su nombre indica, el Soñador es una
postura onírico-contemplativa; la posición extendida del cuerpo representa a una persona que duerme,
pero la cabeza alzada y la expresión atenta sugieren que el durmiente está concibiendo un sueño. ¿Y
qué es lo que sueña? El sueño de la vida humana. Su primer grado de impacto tiene los siguientes
pasos:
1. Nos tendemos boca arriba en el suelo con los brazos a los lados del cuerpo; unimos las piernas y
calmamos la respiración.
2. Nos volvemos al lado izquierdo, manteniendo el brazo derecho al lado del cuerpo, con la mano
descansando sobre el muslo, y las piernas una sobre la otra. Plegamos el brazo izquierdo y depositamos
la oreja en la mano abierta, de modo que la palma de la mano la cubra por completo, a fin de minimizar
el sonido procedente del exterior (a).
3. Le dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizándonos como una burbuja de
aire que atraviesa las aguas del océano cósmico, dejándose llevar por las corrientes energéticas sin la
menor preocupación.
4. Extendemos el brazo izquierdo y, haciendo palanca con la mano, nos volteamos hasta quedar
bocabajo; luego seguimos el impulso hasta incorporarnos sobre el lado derecho, donde repetimos la
postura y sus respiraciones.
Una variante muy útil para meditar o ensoñar consiste en que, una vez montada la postura básica,
llevamos la mano derecha a la oreja del mismo lado, para quedar aislados del sonido exterior (b).
Su segundo grado incorpora un curioso movimiento de piernas que ha quedado bien documentado, y
cuyo sentido es cerrar el ciclo de la energía que pasa a través de los pies. Consiste en que, una vez que
nos tendemos del lado izquierdo, flexionamos las piernas hasta que formen ángulo recto y pegamos las
plantas de los pies, manteniendo estos en el mismo plano que el cuerpo. La mano derecha reposa en el
vientre (c). Después de realizar las respiraciones correspondientes, repetimos para el otro lado.
El Ensoñador tiene un uso simbólico y meditativo; se puede practicar para calmar los nervios o
descansar después de una sesión de ejercicios. Su segundo grado fortalece los músculos abdominales. No
tiene contraindicaciones.
8
LAS
POSTURAS
DEL
ESTE
1. El Atado
La variante mas conocida del Atado pertenece a una estatua mexica de Shochipilli, el príncipe de las
flores y númen de la iluminación. También es adoptada por los portaestandartes que custodian las
entradas de los templos, lo cual indica que se trata de una postura eminentemente meditativa. Su
principal ventaja es su estabilidad, que permite sostenerla durante tanto tiempo como el practicante lo
desee. Su primer grado consta de los siguientes pasos.
1. Nos sentamos sobre el petate con los pies cruzados en forma sencilla y calmamos la respiración.
2. Alzamos la pierna izquierda, ayudándonos con los bra-zos, y la apretamos contra el pecho (a), al
tiempo que expul-samos todo el aire y retenemos por unos segundos en vacío. Es importante que la
columna vertebral permanezca recta.
3. Volvemos a la posición inicial y repetimos el movimiento con la otra pierna.
4. Una vez preparados de este modo, extendemos las piernas, tomamos una aspiración y, al exhalar,
las plegamos, cruzándolas delante del torso. Podemos enlazarlas con los brazos por las rodillas o a
media pantorrilla (b). Retenemos en vacío por unos segundos.
5. Una vez estabilizada la postura, le dedicamos trece respiraciones profundas a su intento,
visualizando cómo, a medida que contraemos los brazos y erguimos la columna, se extiende a nuestro
derredor un campo luminoso que se funde con la luminosidad de la tierra.
El segundo grado de impacto consiste en lo siguiente:
1. A partir de la postura inicial, replegamos las piernas sin cruzarlas, irguiendo las pantorrillas en
paralelo delante del torso, formando un escudo. Nos tomamos las rodillas con las manos y las apretamos
contra el torso tanto como sea posible (c). De ese modo, las piernas nos sirven de palanca para mantener
erguida la columna vertebral.
2. Una vez estabilizada la postura, cruzamos los brazos delante de las piernas, tomando el codo
derecho con la mano izquierda y viceversa. Si nos queda flexibilidad, podemos apretar más la postura,
tomando las pantorrillas con las manos del lado contrario (d).
3. Exhalamos y retenemos en vacío, y le dedicamos trece respiraciones profundas al intento de la
postura.
El tercer grado parte de la posición anterior. Una vez que la respiración se normaliza, apretamos los
muslos tanto como sea posible y apoyamos la frente sobre las rodillas (e). Al disminuir la capacidad de
los pulmones debido a la compresión, se produce una baja en la oxigenación, que sentimos como una
especie de fatiga. Pero, si permanecemos inmóviles, comenzamos a reducir la demanda de oxígeno, de
modo que el metabolismo se compensa y el cuerpo se llena de energía Nagual (negativa).
Un recurso que facilita la realización de este ejercicio, consiste en ceñir el torso y las piernas con un
Nelpiloni, banda dorsal, pues esto reduce al mínimo la fuerza que tenemos que hacer con las
extremidades (f). De ese modo, la postura se hace tan cómoda, que incluso podemos dormir en ella.
El Atado comprime los órganos ventrales en grado máximo, activando la digestión y las secreciones
de las glándulas suprarrenales. Por su estabilidad, es una postura propia para el descanso y la
inmovilidad. No tiene contraindicaciones.
2. La Mariposa
La mariposa es una postura muy elegante, que debe su nombre a que las piernas realizan un
movimiento parecido al de las alas de una mariposa. Su objeto es flexibilizar al máximo las coyunturas
de las caderas. Su técnica de ejecución es engañosamente simple, ya que se requiere de mucha práctica
para conseguir realizarla con perfección. Su grado de bajo impacto cuenta con los siguientes pasos:
1. Nos sentamos en el petate con la columna vertebral y las piernas rectas. Apoyamos las manos
detrás del cuerpo, cerca de los glúteos, con las palmas hacia abajo y apuntando hacia atrás.
Normalizamos la respiración.
2. Flexionamos las piernas en ángulo recto, de modo que las plantas de los pies se unen. Haciendo
fuerza con los músculos del vientre y las piernas, tratamos de pegar las rodillas al suelo tanto como sea
posible, manteniendo la columna recta (a).
3. Haciendo palanca con las manos, inclinamos el torso adelante unos 30 grados sin encorvar la
columna, para acentuar el trabajo sobre los ligamentos de las ingles (b).
4. Entrecerramos los ojos y le dedicamos trece respira-ciones al intento de la postura, imaginando
que somos una mariposa que toma el sol con las alas abiertas.
El segundo grado parte de la posición inicial, pero añadimos los siguientes movimientos:
1. Flexionamos las piernas hasta que los pies se peguen a la zona sexual; los practicantes con poca
flexibilidad pueden ayudarse, empleando la banda frontal para halar los pies (c). Ello probablemente
hará que la columna tienda a arquearse y las rodillas se separen del petate. El trabajo consiste en
enderezar la espalda y empujar las rodillas con las manos, suave, pero firmemente, para que bajen
tanto como sea posible (d). La respiración se acompasa del siguiente modo: al aspirar, paramos la
presión; al exhalar, presionamos un poco más.
2. Una vez que las rodillas se han acercado al suelo hasta la altura de un puño, manteniendo la
columna recta y los pies pegados a la zona sexual, tomamos ambos pies con las manos por los empeines
y los torcemos hacia arriba (e). Esto, al tiempo que ayuda a mantener la rectitud de la columna,
presiona a las rodillas hacia abajo. Mantenemos esta presión durante trece respiraciones.
El tercer grado comienza con los resultados del anterior. Nos tomamos de los pies e inclinamos el
torso adelante, manteniendo la columna vertebral lo más recta posible, de modo que la cabeza se
desplace como si fuésemos a besar el suelo. Conseguida la postura, podemos estirar los brazos delante
del cuerpo (f), o bien hacia atrás, tomándonos las manos tras los glúteos (g).
La Mariposa sirve para meditar, siempre que se realice con naturalidad. Vigoriza los músculos de las
piernas y la zona baja de la espalda, flexibiliza los ligamentos de las caderas y quema la grasa del
vientre. No tiene contraindica-ciones.
3. El Devoto
En el México antiguo había dos maneras comunes de sentarse sobre el suelo: los hombres solían adoptar
alguna de las variantes de la postura del Loto, pero las mujeres preferían la postura del Devoto, ya que
da una impresión más contenida. Tiene la ventaja de que, siendo una postura meditativa, también tiene
características de combate, pues hace palanca con las piernas en el suelo. Su primer grado consta de los
siguientes pasos:
1. Una vez de pie y calmada la respiración, plegamos la pierna izquierda, colocando la rodilla
derecha en el suelo. Luego hacemos lo mismo con la otra pierna, uniendo ambas rodillas. Nos sentamos
sobre los talones. Los pies se pueden colocar de tres maneras:
- Los dedos apuntan hacia atrás y el cuerpo descansa sobre el empeine (a).
- Los dedos apuntan hacia delante y el cuerpo se equilibra sobre las rodillas y las puntas de los dedos
(b).
- Ambos pies se doblan hacia dentro, de modo que queden paralelos a los hombros; el cuerpo
descansa sobre el dorso interno de los pies (c).
El torso permanece erguido, las rodillas se unen y las manos se colocan sobre ellas, en el regazo, o se
pliegan sobre el pecho en gesto de oración.
Podemos aliviar la carga que tienen que soportar las piernas, colocando un Kuachik, cojín, bajo las
rodillas (d), o bien entre los glúteos y las pantorrillas (e).
2. Entrecerramos los ojos y nos concentramos en las vértebras de la base de la columna vertebral,
visualizando cómo tiene lugar en esa región del organismo la lucha entre el agua y el fuego, la primera
representada por un brillo difuso y azul, y el segundo por una brillante luz naranja. Dedicamos trece
respiraciones al intento de la postura.
El grado de medio impacto se llama Mishiwi, la partu-rienta, pues en la icnonografía está asociado
con mujeres en estado de gestación. Consiste en abrir los muslos tanto como sea posible, descansando el
peso del cuerpo sobre los talones. Esto aumenta el trabajo sobre las coyunturas de la cadera; los pies
puntean hacia delante y las manos se unen en el regazo (f).
El tercer grado parte de la postura inicial. Una vez estabilizada la respiración, inclinamos el cuerpo
hasta que la frente toca el suelo, manteniendo la columna vertebral tan recta como podamos. Los brazos
se extienden hacia delante, ya sea en toda su extensión o plegados junto a la cabeza (g).
El principal beneficio del Devoto es que, debido a su estabilidad y recogimiento, nos induce un estado
de paz que podemos aprovechar para ejercicios internos. Quienes padecen de las rodillas deben
montarla por breves períodos de tiempo.
4. El Loto
El Loto es probablemente la postura más importante del Método Kinam, aquella que mejor nos permite
realizar el objetivo de la meditación. Ha quedado representada con profusión en el arte mesoamericano,
por lo cual conocemos cada detalle de su forma de ejecución. Tiene múltiples variantes, pero en todas
rige el mismo principio: mantener la columna vertebral recta para permitir el flujo de la energía desde
nuestro Miktlan (vientre) hasta nuestro Topan (cabeza). Su primer grado tiene los siguientes pasos:
1. Nos sentamos en el suelo con los pies cruzados de un modo sencillo y el torso erguido (a).
Calmamos la respiración.
2. Entrecerramos los ojos y le dedicamos tandas de trece respiraciones al intento de la postura,
visualizándonos como una espléndida llama de fuego azul que arde con absoluta serenidad y sin
producir humo.
Para montar correctamente el Loto y evaluar la flexi-bilidad y fuerza de la columna vertebral,
podemos colocar una vara en la mitad de la espalda, enlazando sus extremos con los codos y
tomándonos de las manos sobre el vientre o el pecho (b). De este modo, la columna es comprimida por la
vara, que le sirve de soporte.
La vara también sirve para apoyar el mentón en su extremo (c). Esto permite sostener por largo rato
la postura, y al mismo tiempo, le da masaje a un importante punto de acupuntura que se encuentra
debajo del mentón. También podemos apoyar la frente, haciendo cojín con los puños (d).
Una variante de este grado recibe el nombre de Sentetepon, rodillas unidas. Consiste en cruzar las
piernas de modo que ambas rodillas se junten, quedando tan pegadas al suelo como sea posible; los pies
se colocan a los lados de los glúteos, formando un triángulo equilátero con las rodillas. Podemos
depositar las manos sobre los pies o sobre las rodillas, vigilando que la columna quede recta (e).
El segundo grado del Loto es un cruce especializado llamado Seshomalina, torcedura de una pierna.
Tiene dos variantes; el primero consiste en lo siguiente:
1. Nos sentamos con las piernas extendidas y la columna vertebral recta. Tomamos una pierna y la
atraemos hasta que el pie toque el muslo contrario, tratando que la rodilla se mantenga pegada al suelo
(f). Cada uno de nosotros tiene un lado preferente, con el cual este ejercicio sale mejor; es asunto de
intentar ambos lados, hasta detectar cuál es la pierna que debe ir debajo.
2. Tomamos la otra pierna y la atraemos hasta que el pie descansa sobre el muslo contrario, ya sea
pegado a la ingle o más cerca de la rodilla (g), quedando una pierna debajo y la otra encima.
3. Si es necesario, nos tomamos de las rodillas para hacer presión sobre la columna vertebral a fin de
que se mantenga recta. Normalizamos la respiración y le dedicamos trece respiraciones al intento de la
postura.
Otra variante consiste en sentarnos sobre un pie, cuidando de conservar el equilibrio. El otro pie se
coloca, ya sea en el suelo, cerca de la zona sexual (h), o sobre el muslo contrario (i).
El tercer grado de impacto se llama Weshomalina, cruce doble. Es una postura sumamente elegante,
donde el intento del Loto llega a su perfección. Pero también es difícil de montar, por lo que se
recomienda al estudiante tener paciencia e intentarla poco a poco, para no lastimar los ligamentos de
las rodillas. Consiste en lo siguiente:
Una vez sentados con la columna recta y las piernas extendidas delante, tomamos un pie y lo
colocamos sobre el muslo del lado contrario, cuidando que la rodilla no se despegue del suelo ni la
columna se tuerza. A continuación, hacemos lo mismo con el otro pie (j). Las manos se colocan sobre las
rodillas o en el regazo.
Debido a que en esta posición las piernas forman un nudo, tiene tal estabilidad, que incluso
dormirnos en ella sin que el cuerpo se caiga para los lados. La única posibilidad de movimiento que le
queda, es atar la postura, inclinándonos hacia delante hasta que la frente toca el suelo (k).
Los practicantes primerizos suenen encontrar difícil este ejercicio, pues no estamos adaptados a
mantener la espalda recta y sin apoyo. Si la columna tiende a curvarse, es preferible que nos reclinemos
contra la pared. Con el tiempo, los músculos de la espalda se van tonificando y nos resulta cada vez más
fácil montar el Loto sin apoyo. También ayuda el colocar un Kuachik o cojín bajo el cóccix, manteniendo
los glúteos en el suelo, pues ello calza la columna vertebral (l).
Si este ejercicio se hace con calma y concentración, a los pocos minutos tenemos la sensación de que
nuestro cuello se estira, o bien que nos separamos del cuerpo físico por la cabeza y nos vemos desde
arriba. Tal experiencia es muy positiva, pues ayuda a darle movilidad a la percepción.
5. El Luchador
El Luchador es el apodo que se ha dado a una famosa escultura olmeca, en la cual aparece un atleta que
realiza un movimiento de torsión de la columna vertebral. Se trata del retrato de un individuo real,
probablemente un estilista físico de hace 3 mil años, quien de seguro conoció las técnicas de
autoentrenamiento que estamos estudiando. Aunque el Luchador es la unidad móvil de las posturas del
Este, tiene un desarrollo estático muy importante, que en el arte olmeca se asocia con imágenes de
reyes o sumos sacerdotes. Su primer grado también es conocido como Patoani, el jugador, ya que era la
postura que adoptaban los jugadores de Patolli o parchís mesoamericano, a fin de que las piernas no
estorbaran sobre el tablero. Consta de los siguientes pasos:
1. Nos sentamos sobre el petate con la columna recta y los pies extendidos, y calmamos la
respiración.
2. Flexionamos la pierna izquierda hacia atrás, hasta que el pie queda a la altura del glúteo
izquierdo, apuntando hacia fuera. La pierna derecha se mantiene replegada en forma natural, con el pie
cerca de la rodilla izquierda (a). Ambos glúteos deben mantenerse pegados al petate para que la
columna permanezca vertical y recta.
3. Cerramos los puños y los llevamos al pecho, con los antebrazos horizontales y los codos apuntando
hacia afuera. Este gesto ayuda a mantener la estabilidad de la postura.
4. Le dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizando que nos envuelve una
espiral de fuego azul, cuyo epicentro está en la base de la columna vertebral.
5. Repetimos con la otra pierna.
Una variante consiste en que, en lugar de replegar la pierna derecha delante del cuerpo, la
extendemos hasta que forma un ángulo recto con el muslo (b), e incluso, si es posible, hasta quedar
completamente recta (c). De ese modo se acentúa el trabajo de la pierna izquierda.
El segundo grado incorpora el siguiente movimiento:
1. Montamos la postura anterior y, una vez estabilizada la columna vertebral, concentramos nuestra
atención sobre los puños alzados sobre el pecho.
2. Tomamos una honda respiración y, a medida que soltamos el aire, ladeamos el torso hacia la
izquierda, haciendo palanca con los antebrazos, hasta que miramos directamente hacia atrás (d).
Retenemos en vacío durante unos segundos.
3. Nos volvemos a la derecha recuperando el aire y repetimos el ejercicio otras tres veces. Con cada
movimiento, visualizamos como si nuestros codos rompieran ciertas zonas de cristalización en el campo
magnético que nos rodea, volviéndolo más fluido.
4. Cambiamos la posición de las piernas y repetimos a la derecha.
El grado de alto impacto es estático y consiste en lo que nos sentamos sobre el petate como en la
postura inicial, pero esta vez replegamos ambas piernas hacia los lados del cuerpo, primer una y luego
la otra (e). En practicantes con menos flexibilidad, esta postura por lo general hace que los glúteos se
despeguen del suelo, concentrando el peso del cuerpo sobre rodillas y empeines. Sin embargo, con
mucha delicadeza, debemos insistir en abrir las piernas, hasta que podamos sentarnos directamente
sobre el petate.
Ayuda a conseguir que la columna permanezca derecha, si desplazamos el punto de gravedad del
cuerpo hacia delante; para ello, nos tomamos de las manos y estiramos los brazos hasta que quedan
rectos a la altura del pecho (f). Una vez dominada la postura, las manos se colocan con naturalidad en el
regazo.
El Luchador nos permite verificar hasta qué punto están flexibles las articulaciones de las ingles y
rodillas. Su variante móvil flexibiliza la columna vertebral y fortalece los músculos de la espalda, lo cual
contribuye a que nuestra postura sea recta y elegante. El grado de alto impacto estira las vísceras y
activa las secreciones estomacales, funcionando como un poderoso digestivo. También flexibiliza las
coyuntu-ras de las piernas como ninguna otra postura de este rumbo. Este grado está contraindicado
para quienes no hayan trabajado previamente con las articulaciones de las rodillas.
9
LAS
POSTURAS
DE
ABAJO
En el rumbo de Abajo se concentran los potenciales que desarrollan los demás rumbos. Abajo está la
base y el origen de todo, y todo regresa a ese rumbo cuando cumple su ciclo evolutivo. Su dinámica es la
siguiente: recibe la energía del Oeste, la reduce a cero y la crea nuevamente, transmitién-dola al Este.
Es el espacio a donde va a descansar el Sol después de su faena en el mundo del Tonal. En la dimensión
temporal, representa al ayer, pero no como un tiempo definitivamente trascendido, sino como la
acumulación de causas que desencadenan los efectos del presente.
Este rumbo no tiene un color perceptible, aunque en el espectro le corresponden todos los que están
por debajo del rojo. Del mismo modo, su elemento escapa del rango de captación de nuestros sentidos;
pero, en tiempos recientes, se ha demostrado su existencia. Es un estado tan frío, que en él cesa el
movimiento molecular y la sustancia cristaliza, tornándose superconductora. Paradójicamente, tal
condición refleja el atributo del espíritu, que es la absoluta fluidez. Los toltecas, probablemente sin un
conocimiento de las propiedades eléctricas del estado supersólido, lo conocieron por deducción o
experimentación, y lo representaron mediante el cuchillo de pedernal. Esto útil objeto encierra dos
propiedades antagónicas: por un lado, es extremadamente denso; por el otro, su filo era imagen de la
sutileza. Dibujado en forma de cabeza o colocado sobre la cabeza, la nariz o la boca, el pedernal
representaba la toma de conciencia.
En nuestro ser, el Abajo es el subconsciente. Los toltecas consideraban que el subconsciente es un
estrato impersonal, donde se dan cita todos los seres del Universo. Por lo tanto, a través del Abajo
podemos fluir de un ser a otro, comprendien-do de un modo experimental que la vida es una. También es
la memoria profunda, y en ese sentido tiene un gran papel en la práctica de
Kinam. En este rumbo se sostiene nuestra verdadera identidad, que no es esa
combinación de cuerpo, nombre y género que solemos confundir como tal, sino el
potencial de realización energética que todos traemos al nacer. Abajo se generan
los impulsos de conservación y reproducción que nos permiten existir, así como los
instintos que nos orientan en la jungla de la Naturaleza.
La representación mítica del Abajo es el Miktlan, mundo de los muertos. En este caso, los muertos no
son quienes ya murieron, sino aquellos que van a nacer física o espiritualmente. Las posturas de este
rumbo se inspiran en la forma del Inframundo mesoamericano, representado como un cuenco o escalera
descendente, o, mejor aún, como una antipirámide invertida de cinco pisos y nueve escalones.
La característica de estas posturas es que el peso del cuerpo se deposita sobre el torso, sea bocabajo o
boca arriba, manteniendo las extremidades en el aire. Por lo tanto, comprimen las partes internas del
cuerpo y masajean la columna vertebral, liberando recuerdos que están encerrados allí desde la
temprana infancia. También activan el cerebro profundo, que es la herencia de nuestra etapa como
peces y reptiles, y constituyen un homenaje a nuestros antepasados acuáticos. Son las siguientes:
1. El Arquero
Como su nombre indica, el Arquero simboliza que el cuerpo se transforma en un arco, cuya flecha es
nuestro intento. En el arte mesoamericano, tal posición aparece relacionada con las posturas invertidas,
pues sirve para aprender a liberarnos de la necesidad psíquica de apoyarnos sobre los pies. El Arquero
es una postura muy fluida, con un sentido ascensional, expansivo. Tiene tres grados de impacto; el
primero comienza con dos calentamientos:
1. Nos arrodillamos sobre el petate y nos extendemos por el suelo hasta quedar acostados con los
brazos a ambos lados del cuerpo.
2. Colocamos las manos bajo los hombros para hacer palanca, tomamos una respiración y, mientras
exhalamos, incorporamos el torso con la fuerza de los brazos, hasta que la cabeza queda mirando al
frente (a).
3. Volvemos a la posición inicial y colocamos las manos a los lados de los muslos con las palmas hacia
abajo. Tomamos una inspiración y, mientras exhalamos, levantamos las piernas tan alto como podamos,
manteniendo las rodillas unidas y punteando con los pies (b). Retenemos en vacío por unos segundos. Si
nos falta fuerza abdominal, podemos mantener las rodillas pegadas al petate, levantando única-mente
las pantorrillas.
4. Volvemos a tendernos sobre el petate y montamos simultáneamente los dos pasos anteriores;
tomamos una inhalación y, al exhalar, elevamos de una vez el torso y las piernas, apoyándonos sobre las
manos, que se colocan frente al pecho (c).
5. Realizamos trece respiraciones hondas, incorporando el intento del ejercicio.
El grado de medio impacto parte de la postura anterior, pero, en lugar de soportar el torso con los
brazos, extende-mos estos hacia atrás, sobre la espalda, como si fueran la cuerda de un arco; los dedos
de las manos van unidos y estirados, las palmas mirando hacia dentro (d). Retenemos unos instantes en
vacío y, a continua-ción, le dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizandonos como
una catapulta a punto de lanzar un proyectil. Para una práctica más larga, podemos fijar la postura,
enlazando los tobillos con la cinta frontal (e).
El tercer grado parte de la postura anterior e incorpora los siguientes pasos:
1. Una vez elevadas las piernas y el torso, plegamos las piernas hasta que podamos alcanzarlas con
las manos, las tomamos por los tobillos y las estiramos para tensar los brazos, halando el torso tanto
como lo permite la flexibilidad de la columna vertebral (f).
2. Nos balanceamos sobre el vientre y el pecho para masajear sus órganos.
3. La mayoría de los practicantes sólo puede montar la postura hasta este punto; pero, si aún nos
queda flexibilidad, podemos atarla, atrayendo los pies hacia los hombros a fuerza de brazos (g).
El Arquero trabaja sobre la columna vertebral, flexibili-zándola y alineándola. Despliega la
capacidad pulmonar y fortalece el diafragma. Su primer grado no tiene contraindica-ciones, pero los
grados de medio y alto impacto se deben realizar con cuidado, para no forzar demasiado las coyunturas
de las rodillas y las vértebras.
2. La Tortuga
La Tortuga es una postura muy exigente, cuyo objeto es estimular la secreción de adrenalina para
inducir un espíritu guerrero y disipar las dudas y temores. Pone en juego la flexibilidad de las caderas,
por lo que sirve de índice para medir nuestro rendimiento en la práctica del Kinam. Se debe acompasar
con la respiración, ya que comprime los pulmones. Los practicantes primerizos sólo deben intentar u
grado de bajo impacto, el cual consta de los siguientes pasos:
1. Nos acostamos boca arriba sobre el petate, tomamos una inhalación y, al exhalar, contraemos las
piernas hasta que las rodillas tocan el pecho, enlazándolas con los brazos (a). Esta postura sirve de
calentamiento.
2. Una vez normalizada la respiración, volvemos a la posición inicial, aspiramos y, al exhalar,
levantamos la pierna izquierda, tomamos el pie con ambas manos y lo atraemos hacia el hombro
derecho (b). En tal posición, tomamos siete respiraciones profundas.
Lo común es que, en los primeros intentos, el pie sólo llegue hasta el vientre o el pecho. Si toca el
hombro contra-rio, es un buen desempeño; si aún nos queda flexibilidad, podemos flexionar la rodilla de
modo que el pie toque el hombro del mismo lado.
3. Regresamos a la posición inicial y repetimos con la otra pierna.
El segundo grado consiste en atraer ambas piernas con los brazos y cruzarlas sobre el torso,
colocando cada pie en el hombro contrario (c). Una vez montada la posición, cruzamos los brazos sobre
las piernas, cerramos los puños sobre el vientre o el pecho y le dedicamos trece respiraciones al intento
de la postura, visualizándonos como una compacta bola de energía.
El grado de alto impacto exige que se domine a la perfección el grado anterior; consta de los
siguientes pasos:
1. Nos tendemos en el petate y elevamos las piernas, pero esta vez no cruzamos los tobillos sobre el
pecho, sino por la nuca, de manera que el nudo de los pies nos sirve de almohada. Cerramos los brazos
sobre el vientre para atar la postura (d).
2. Impulsándonos con los pies, le imprimimos al torso un movimiento de balance para masajear la
columna vertebral (e).
La Tortuga tiene máximo efecto compresor del vientre, por lo que sirve para arreglar desórdenes
intestinales y sexuales. Pero se debe practicar por unos pocos minutos, ya que excita en demasía la
secreción de las glándulas supra-rrenales. Está contraindicada para quienes padecen de presión arterial
alta.
3. La Mecedora
Esta postura es muy fácil de montar. Su propósito es convertir al cuerpo en un balancín para masajear
la espalda. Su primer grado consiste en lo siguiente:
1. Nos tendemos en el petate boca arriba, estiramos los brazos sobre la cabeza y flexionamos las
rodillas hasta que los pies quedan cerca de los glúteos.
2. Haciendo fuerza con las piernas, subimos y bajamos las caderas, apretando contra el petate las
vértebras lumbares (a). Trece movimientos completos. La respiración se acompasa del siguiente modo:
al aspirar, elevamos las caderas hasta que los muslos quedan horizontales; al expirar, regresamos a la
posición inicial.
El grado de medio impacto es una continuación del anterior. Nos tomamos la nuca con las manos y
alzamos la cabeza tanto como podamos, para arquear la columna (b). De ese modo, el trabajo de la
postura se distribuye desde las caderas hasta la base del cráneo. El movimiento se debe hacer en forma
continua y a velocidad constante.
Para el tercer grado, replegamos las piernas sobre el vientre y enlazamos las manos por debajo de los
muslos, para extender al máximo las vértebras lumbares; procura-mos pegar la frente a las rodillas, a
fin de extender las vértebras cervicales (c)
La Mecedora es un ejercicio muy efectivo para tonificar la energía vital, pues activa los centros
nerviosos ubicados a ambos lados de la columna vertebral. También sirve para corregir las desviaciones
de la columna y estimula el funcionamiento de los riñones.
4. La Vela
El objeto de esta postura es desplegar nuestra energía, que tiene puntos de acumulación muy
importantes en la zona de las pantorrillas. Su primer grado de impacto tiene los siguientes pasos:
1. Nos acostamos boca arriba sobre el petate, plegamos las piernas sobre el vientre y nos tomamos
los pies con las manos (a).
2. Aspiramos hondamente y, al exhalar, desplegamos las piernas sin soltar los pies, hasta que
queden rectas. Las rodillas se mantienen unidas, los brazos hacen tensión para atar la postura (b).
3. Le dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizando que somos un papalote que
se tensa y fluye con el viento.
El grado de medio impacto consiste en enlazar las manos por detrás de los tobillos; para ello, hay que
halar las piernas hacia el torso, tensando más aún la postura y controlando la tendencia de las rodillas
a separarse. Una vez estabilizado, le imprimimos al cuerpo un movimiento de balance (c).
La Vela no tiene contraindicaciones. Su principal efecto es que flexiona los tendones de las piernas,
aprovechando a nuestro favor la fuerza de gravedad, y le da masaje a la columna vertebral.
10
LAS
POSTURAS
DEL
CENTRO
El Centro es un rumbo especial, pues en él confluyen todos los demás. Es ubicuo, ya que podemos
determinar fácilmente hacia donde quedan el Norte o el Este, pero siempre a partir de nosotros mismos.
Por lo tanto, la verdadera posición central es la toma de conciencia. Este rumbo se representa con el
color verde-azul, cuyo nombre nawatl es Shoshou’ki, término que también significa liberado. Aquí se
esconde una enseñanza filosófica, pues los toltecas creían que la libera-ción consiste en el equilibrio. En
nuestro caso, nos liberamos de las limitaciones inherentes a la condición humana cuando satisfacemos
las necesidades y actualizamos las posibilida-des de los otros seis “rumbos” que nos componen: el cuerpo
físico, la energía vital, las emociones, la mente, la dimensión subconsciente y la aspiración a lo supremo.
Es muy interesante el nombre que los toltecas dieron al elemento de este rumbo. Otras culturas,
como los chinos o los griegos, usaron emblemas como la madera y el metal, pero los toltecas prefirieron
llamarle por su principal propiedad: Movimiento. Este elemento describe la condición de la materia
cuando trasciende la organización atómica y se expresa como fotones. El fotón es la medida de la
velocidad del universo reconocible. En consecuencia, este rumbo representa el punto en el cual, si
tenemos suficiente energía, podemos liberarnos de las leyes y limitaciones del mundo material.
Aquí se sintetizan lo interno y lo externo, el individuo y la sociedad, las tendencias evolutivas y las
retrógradas. Siendo un área de conciencia, su horario de mayor efecto es el presente, el momento en que
nos damos cuenta de nuestra situación y tomamos una decisión. Por lo tanto, el Centro está asociado
con la voluntad, la facultad que nos saca del ámbito natural y nos hace humanos.
Tiene un grupo de posturas llamadas Kuepa, invertidas, pues en ellas, el cuerpo se invierte,
apoyándose sobre la cabeza, las manos y el torso, y dejando los pies en el aire. Son características del
arte mesoamericano; los arqueólogos las identifican con acróbatas, pero su sistemática asociación con
emblemas de poder ha hecho que, en tiempos recientes, comiencen a clasificarlas como “posturas
reales”. También aparecen asociadas al concepto de la deidad que desciende cíclicamente sobre la tierra.
Las posturas invertidas revuelven la energía; si estamos en un estado dado de polaridad, lo invierten
en pocos segundos. Esto puede ser útil para despertar, suspender una emoción negativa, parar la
mente, descargar el estrés y tratar afecciones que implican atoros del flujo energético. Si las
practicamos estando equilibrados, inducen un estado peculiar de concentración, sirviendo para la
práctica meditativa. Su principal efecto físico es que estimulan al máximo la capacidad del equilibrio, lo
cual repercute no sólo en nuestro cuerpo, sino también en nuestra visión del mundo. Además, tienen
una virtud que no posee ninguna de las posturas que hemos estudiado hasta aquí: liberan a los órganos
internos de la fuerza de gravedad.
Una de las cosas que solemos olvidar, es que la mayor parte de nuestra evolución biológica ocurrió en
el agua, donde los órganos no pesan. Posteriormente, como primates, permanecimos en estrecho
contacto con los árboles, colgados con frecuencia de una rama, con la cabeza hacia abajo. Al adquirir la
forma bípeda de caminar y atarnos al suelo, le dimos una carga extra a las piernas y obligamos a los
órganos internos a colgar como frutas de sus ligamentos; lo cual tiene efectos negativos en la circulación
sanguínea y linfática, y en el funcionamiento de los sistemas digestivo y sexual.
Las posturas invertidas son un homenaje a nuestra herencia de simios. Nos permiten recuperar la
libertad física, dándole un descanso al organismo. Son muy efectivas para tratar las afecciones sexuales
y circulatorias, pero están contraindicadas en los casos de glaucoma, alta presión arterial y problemas
digestivos. Por su grado de complejidad, son posturas muy exigentes; se deben practicar con cuidado y,
si es posible, en compañía de un instructor o un compa-ñero de estudios preparado. Al principio, es
recomendable hacerlas contra la pared y por breves períodos de tiempo. A medida que vamos
fortaleciendo los músculos de la espalda y los brazos, podemos separarnos de la pared y alargar el plazo
del ejercicio. Al retornar a la posición habitual, es fundamental que permanezcamos con la cabeza
pegada al suelo durante cuatro o cinco respiraciones, para que el cerebro no se quede sin irrigación
sanguínea. Son las siguientes:
1. La Llama
Esta postura se asocia con el mito del maíz; pertenece a Senteotl, la divina semilla, el Creador del
Universo. Su intento es unificar las tres dimensiones del Cosmos: el reino inferior donde se planta la
semilla, la tierra donde brota y el mundo superior a donde se proyecta su fruto. Funciona como
emblema mesoamericano de la resurrección del alma, pues, al igual que el maíz, nosotros tenemos un
ciclo de vida compuesto de una fase embrionaria o subterránea, otra de manifestación y otra de
ascensión. Su objeto es erguir el cuerpo sobre la nuca. El primer grado tiene los siguientes pasos:
1. Nos acostamos en el petate con las piernas extendidas y visualizamos como si estuviésemos siendo
sembrados en la tierra.
2. Apoyamos las manos en el suelo a ambos lados de las caderas, tomamos impulso y levantamos las
piernas hasta que quedan verticales (a), tal como el brote de maíz que se asoma. Esta posición tiene un
benéfico efecto sobre la circulación sanguínea; es recomendable para quienes padecen de várices. Para
mantenerla por largo rato, podemos apoyarnos contra la pared o el espaldar de una silla.
3. Haciendo palanca con las manos, incorporamos el torso hasta que esté completamente recto y lo
apoyamos con los brazos, colocando las manos a media espalda (b). Las piernas permanecen rectas o se
cruzan en alguna de las posturas del Este (c). Esta fase representa el crecimiento de la planta.
4. Le dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizando como si de nuestro campo
magnético brotase raíces que extienden por la tierra.
5. Para descender, hacemos palanca con las manos y baja-mos lentamente el cuerpo, evitando que la
base de la colum-na vertebral se golpee contra el petate. Permanecemos unos segundos acostados para
normalizar la presión de la cabeza.
El segundo grado parte de la postura anterior. Una vez que elevamos el torso y las piernas,
realizamos los siguientes pasos:
1. Equilibramos el peso del cuerpo sobre la nuca y liberamos los brazos, que se extienden por delante
de la cabeza (d).
2. Con mucho cuidado, a fin de mantener el equilibrio, levantamos los brazos y los colocamos a los
lados del cuerpo (e). Pueden permanecer rectos, o bien adoptar el gesto de Senteotl, colocando las manos
como si fuesen dos mazorcas en ciernes.
3. El descenso es como en el grado anterior.
El grado de alto impacto representa a la planta cuando su fruto madura y se inclina a la tierra.
Consta de los siguientes pasos:
1. Una vez que elevamos el cuerpo sobre la nuca, tomamos una aspiración y, a medida que
exhalamos, flexionamos la cintura, manteniendo las piernas rectas y las rodillas unidas, hasta que los
pies tocan el suelo por detrás de la cabeza (f). Los brazos se pueden colocar en tres posiciones:
- Se toman de las manos por encima de los muslos.
- Se estiran detrás de la espalda, haciendo balance a la postura.
- Se estiran detrás de la cabeza, en dirección a los pies.
2. Atamos la postura, flexionando las piernas hasta que las rodillas tocan la frente, y enlazando las
pantorrillas o la coyuntura de las rodillas con los brazos (g). Si aún nos queda flexibilidad, podemos
abrir las rodillas y colocarlas a ambos lados de la cabeza.
Podemos salir de esta variante, ya sea deshaciendo los pasos (irguiéndonos, apoyando las manos en
el suelo y bajando suavemente el torso), o bien de la forma contraria: continuamos el sentido del
movimiento, desplazando el peso del cuerpo a las rodillas y levantando poco a poco la cabeza, hasta
quedar arrodillados en el petate.
La Llama activa la glándula tiroides. También entona el sentido del equilibrio y le da fuerza a los
músculos de la espalda. Su grado de alto impacto estira al máximo la columna vertebral, por lo que se
debe realizar poco a poco. Debido a que aumenta la presión de la cabeza y los ojos, está contraindicada
para quienes padecen de glaucoma o alta presión arterial.
2. El Mosquito
El Mosquito es una postura implícita en las tres siguientes de este rumbo, por lo nos prepara para ellas.
Pertenece al grupo de posiciones rituales que los investigadores llaman “reales”. Su nombre se debe a
que adoptamos la forma de un mosquito cuando se dispone a picar. Su primer grado tiene los siguientes
pasos:
1. Nos paramos en atención, nos arrodillamos mante-niendo los pies puntados hacia delante y
apoyamos la cabeza en el suelo, colocando las manos a ambos lados (a).
2. Una vez normalizada la respiración, retenemos en vacío y damos un pequeño paso hacia delante,
de modo que el torso se yergue. La cabeza rota hasta quedar apoyada en la coronilla, las manos quedan
delante de la frente y las rodillas tocan los codos (b).
3. Tomamos un pequeño impulso y apoyamos las rodillas sobre los codos, despegando los pies de la
tierra. El cuerpo se apoya sobre la coronilla y las manos, que forman un triángulo equilátero (c).
4. Nos visualizamos como si fuésemos un árbol joven que comienza a desplegar sus raíces, y le
dedicamos trece respiraciones al intento de la postura.
El segundo grado parte del anterior. Consiste en despegar la cabeza del suelo, mirando hacia
delante, de modo que el cuerpo se apoya únicamente sobre las manos (d). Este grado exige tener fuerza
en los brazos y muñecas.
Para pasar al tercer grado, tenemos que dominar perfectamente el anterior, evitando perder el
equilibrio y acostumbrando a la cabeza a recibir la presión extra de la sangre. Consiste en que, una vez
que nos apoyamos sobre las manos, caminamos con ellas, moviendo únicamente los antebrazos para que
las rodillas no pierdan su punto de apoyo. Tres pasos hacia delante y tres hacia atrás.
El Mosquito tiene el propósito de fortalecer los músculos de los brazos y manos, y afinar el sentido
del equilibrio. Por las mismas razones que la postura anterior, se contraindica para quienes padecen de
alta presión arterial y ocular.
3. La Columna
Esta postura es el eje de los rumbos verticales. Es como el Cargador, pero invertida. Mientras que el
Cargador procura soportar el peso del mundo (es decir, nuestro ser humano con su campo de visión), la
Columna, por el contrario, sostiene al antimundo o ser de ensueños. Es al mismo tiempo una postura
dinámica y estable. Su dinamismo es interior, pues tiene efectos dramáticos sobre la energía, “parando”
el mundo de la cotidianidad. Su estabilidad externa la hace apropiada para meditar, e incluso para
ensoñar. Pertenece al linaje de las posturas reales y se asocia con Makuilshochitl, cinco flor, deidad que
representa la promesa del retorno de la Serpiente Emplumada. Su primer grado consiste en los
siguientes pasos:
1. Nos arrodillamos sobre el petate y colocamos los antebrazos en el suelo, formando un ángulo
agudo. Sujetamos fuertemente las manos entre sí (a).
2. Nos inclinamos hasta colocar la cabeza en el ángulo formado por los brazos. Esto permite que el
peso del cuerpo se distribuya en una mayor superficie del cráneo.
3. Estiramos las piernas hasta que el torso queda erguido (b).
4. Damos un pequeño paso, hasta que los pies quedan muy cerca del rostro, tomamos un impulso y
los despegamos del suelo, manteniendo las piernas plegadas frente al torso (c). El cuerpo se apoya en el
triángulo formado por puños, codos y cabeza.
5. Después de trece respiraciones, descendemos el torso y mantenemos la cabeza pegada al petate
por otras cuatro respiraciones, antes de levantarnos.
El segundo grado continúa el anterior. Consiste en lo siguiente:
1. Una vez que hemos separado los pies del suelo, muy lentamente, para no perder el equilibrio,
elevamos las caderas y las piernas, hasta que quedan verticales (d).
2. Le dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, visualizándonos como si fuésemos una
columna de piedra sólidamente plantada en el centro del mundo, cuya función es mantener separados el
cielo y la tierra.
3. Para descender, hacemos el recorrido contrario. Lo común que, al encorvar la columna, el peso de
las caderas y piernas arrastre al cuerpo hacia abajo. Ello es indeseable. Tenemos que bajar con mucha
calma, hasta que los pies se depositen suavemente en el petate. Plegamos las rodillas y mantenemos la
cabeza baja durante cuatro respiraciones, para restablecer la circulación sanguínea.
Al montar la Columna, existe una posibilidad de que perdamos el equilibrio y nos caigamos de
espaldas, golpeando las caderas. Por ello, el practicante debe aprender a romper caídas. La técnica
consiste en que, en cuanto sentimos que nos inclinamos hacia atrás, plegamos las piernas de modo que,
al caer, sirvan como amortiguadores para la espalda y las caderas. Esta eventualidad desaparece si
realizamos el ejercicio contra la pared, lo cual es recomendable para los novatos y para quienes desean
mantener la postura por largo rato (nunca más de una hora).
El grado de alto impacto es semejante al anterior, pero tiene los siguientes cambios:
1. Una vez inclinados sobre el petate, en lugar de formar un triángulo con los antebrazos y los puños,
plegamos los brazos en escuadra delante del rostro, sosteniéndonos directamente con los puños y la
cabeza (e). Esto acentúa el trabajo del cuello, por lo cual debemos redoblar la atención para evitar una
caída.
2. Cuando la posición se estabiliza, plegamos las piernas en la postura de la Mariposa (f),
aprovechando que la fuerza de gravedad está a nuestro favor y facilita la extensión de los ligamentos de
las ingles.
La Columna tiene efectos sobre todo el organismo. Activa la circulación, la digestión, el
funcionamiento de las glán-dulas endocrinas, fortalece los músculos de los brazos y la espalda, afina el
sentido del equilibrio y alivia a los órganos internos de su peso, siendo particularmente favorable a los
varones. Sus tres grados están contraindicados para quienes padecen de presión ocular alta o de
trastornos de la presión en general, y también para casos de indigestión y gastritis.
4. El Árbol
5. El Acróbata
Nombre del rumbo: Tle’kotlampa, hacia arriba
Elemento-forma-color: espejo pirámide positiva ultravioleta
Deidad regente: Teskatlipoka, humo o resplandor del espejo
Tiempo de máximo efecto: Mostla, el futuro
Tipo de posturas: Manene, cuadrúpedas
Signos: Tonaltsontli, selladores (10 – 13)
Posturas: el Venado, el Ocelote, el Águila y el Puente
Hacia Arriba se encuentra el cielo. El jeroglífico mesoamericano de este rumbo era una
vasija invertida o un arco con la concavidad hacia abajo, que a veces se estilizaba como un
triángulo o se aplanaba. El Arriba abarca los cuatro números finales de la trecena, cuyo
nombre genérico era Tonaltsontli, formado de Tonalli, día calendárico, y Tsontli, cabeza.
Como vemos, los mesoamericanos empleaban la metáfora de la cabeza en un sentido
contrario al nuestro; para nosotros, “ir a la cabeza” es ir delante; para ellos, es ir al final;
esto se debe a que tenían una visión evolutiva del mundo, en la cual, los estados superiores
de organización son consecuencia y conclusión. Es por ello que hemos dejado para el final las posturas
de este rumbo.
Como el Abajo, el Arriba no tiene un color que podamos reconocer; le corresponden todos los que
están más allá del violeta. Su elemento tampoco es perceptible, pues en él se disgregan por completo los
componentes de la materia, retornando al espíritu.
En la imposibilidad de encontrar un objeto que evocara directamente la pureza del espíritu, los
mesoamericanos emplearon el espejo. La principal propiedad del espejo, es que refleja. Si colocamos un
espejo frente a otro, consegui-mos un estado de vacuidad – y el vacío es lo que personifica la deidad de
este rumbo. El simbolismo se completa si tenemos en cuenta que los toltecas construían sus espejos con
obsidiana, una piedra con la cual también fabricaban cuchillos. Por lo tanto, este símbolo se emparenta
por su sustancia y función con el pedernal que es jeroglífico del Abajo, completando el ciclo de la
energía.
En sentido psicológico, el Arriba representa lo que aún no se ha logrado, pero está latente en nuestro
potencial: el estado de perfección ideal de las cosas. Entre los niveles de atención, es la
supraconsciencia, un estado en el cual el consciente y el inconsciente se integran, produciendo una
indescriptible vivencia de iluminación. Su tiempo es el futuro, pero no en el sentido en que nosotros lo
entendemos, es decir, como algo que sabe Dios si ocurrirá o no, sino como la consecuencia inevitable de
lo que hagamos en este momento. Por lo tanto, el Arriba es un rumbo que implica una gran
responsabilidad, y sólo debemos emplearlo en la praxis tolteca para convocar nuestras mejores aspira-
ciones.
Este rumbo recibe su fuerza del Sur, la potencia y la retransmite al Norte, por lo que sirve como
filtro entre el Tonal y el Nagual, y desvía hacia el centro la carga positiva. Las posturas de este rumbo
reflejan dicha circulación, pues consisten en apoyar el cuerpo simultáneamente sobre las manos y los
pies, manteniendo el torso en el aire. De ese modo, las manos quedan en el Tonal, los pies en el Nagual
y el torso reproduce la forma del jeroglífico del cielo.
Estas posturas se llaman Manene, cuadrúmanas. Aunque solemos asociar las manos con la actividad
humana, en realidad, estos órganos son uno de los más antiguos logros de la evolución, existiendo desde
la época de los anfibios. Nuestras extremidades superiores no evolucionaron para agarrar las cosas, sino
para caminar. Al aprender a caminar erguidos, dejamos de utilizar una gran cantidad de conexio-nes
cerebrales cuya función es coordinar el movimiento de los brazos y las piernas.
Las posturas del Arriba nos permiten recuperar la perspectiva de nuestros antepasados de cuatro
patas, rinden homenaje a nuestra herencia genética y son una oportunidad de descubrir la dimensión
totémica de los ejercicios de Kinam. Son las siguientes:
1. El Venado
En esta postura nos paramos como un venado que pace. El venado era en Mesoamérica un animal
emblema, nagual del Sol y de las plantas sagradas. Dentro de la teología, tenía el mismo papel que el
cordero de los cristianos, representando a Ketsalkoatl, el mesías tolteca. Esta postura es una variante
del Saludo, al cual sustituye a veces en la iconografía. Su primer grado consiste en lo siguiente:
1. Parados en atención, abrimos los pies a la distancia de un brazo.
2. Tomamos una respiración y, mientras exhalamos, inclinamos el torso hacia delante, hasta que las
manos tocan el suelo; dejamos que ellas carguen la mitad del peso del cuerpo. La cabeza queda mirando
al suelo (a). Si es necesario, podemos flexionar un poco las piernas; lo importante es que la postura
resulte cómoda, para poder sostenerla durante un rato.
3. Una vez que la cabeza se adapta a la nueva presión sanguínea, le dedicamos trece respiraciones al
intento de la postura, visualizando el impacto de la postura como una llama naranja que se enciende en
las vértebras lumbares y recorre la columna vertebral.
Para realizar el segundo grado, nos paramos con los pies unidos e inclinamos el torso sin flexionar
las piernas (b). Ello hace que aumente el trabajo sobre los ligamentos de las pantorrillas. Una vez
colocadas las manos en el suelo, le dedicamos a la postura sus trece respiraciones.
El tercer grado consiste en los siguientes pasos:
1. Nos paramos en atención con las piernas unidas y nos inclinamos sin flexionar las piernas, hasta
colocar las manos por la parte de afuera de los pies. El torso se mantiene tan recto como sea posible.
Normalizamos la respiración.
2. A continuación, nos tomamos de los tobillos y flexionamos los brazos, para forzar la postura (c).
3. Botamos todo el aire de los pulmones y pegamos el rostro a las piernas tanto como sea posible (d).
Retenemos en vacío.
El Venado no tiene contraindicaciones. Su principal efecto es que flexibiliza la cintura, estira la
columna y masajea los órganos ventrales.
2. El Ocelote
El Ocelote es una postura totémica por excelencia, pues consiste en montar la posición del animal
Tótem o emblema del linaje de los Oselote, guerreros ocelotes. Es una de las representaciones favoritas
del arte mesoamericano, ya que expresa los conceptos de valor, sutileza, atención y conten-ción, tan
apreciados en aquella sociedad. Tiene tres grados de impacto; el primero consiste en los siguientes
pasos:
1. Nos paramos con los pies abiertos al ancho de los hombros, tomamos una inhalación y, al exhalar,
flexionamos las piernas e inclinamos el torso hasta que las manos tocan el petate. Las rodillas deben
quedar a la altura de los codos, por la parte de afuera de los brazos; la cabeza mira hacia delante (a).
2. Sin mover las manos y los pies de su sitio, flexionamos piernas y brazos, a fin de que el cuerpo baje
tanto como sea posible. El torso se corre un poco hacia delante, lo cual aumenta la tensión en los
músculos de los hombros y el cuello (b).
3. Nos concentramos intensamente en un punto ubicado delante, como si estuviésemos acechando a
una presa, y le dedicamos trece respiraciones muy suaves e inaudibles a intento de la postura.
El grado de medio impacto parte de la postura anterior. Una vez que bajamos el torso, damos un
paso amplio con las manos, de modo que las piernas se estiran y el torso casi se pega al suelo, pero sin
tocarlo (c). Nos sostenemos sobre los dedos de los pies y los puños, y dedicamos nuestras trece
respiraciones.
El tercer grado consiste en que, una vez que sostenemos el torso muy cerca de la tierra con las
piernas estiradas, estiramos también los brazos y erguimos el torso hasta que quede vertical, plegado
por la cintura (d).
El Jaguar afecta tanto al cuerpo como sobre al espíritu. Produce un estado de alerta, útil para
disipar el cansancio y la distracción. Vigoriza los músculos de brazos, hombros, cuello y piernas, y le da
descanso a los órganos internos. Sostenida durante un largo rato o realizada en el sueño, esta postura
abre ciertos conductos de la energía, donde suelen frecuentar los chamanes.
3. El Águila
El Águila también es una postura totémica, que representa a la otra gran orden militar del México
antiguo: los Kuau’te, guerreros águilas. Su nombre se debe a que pegamos la boca en la tierra sin usar
las extremidades superiores, tal como hacen las aves cuando comen. A diferencia de las aves herbívoras,
que comen mirando a su alrededor, el águila se concentra enteramente en el despojo. Continuando el
simbo-lismo, diríamos que lo que vamos a desgarrar es nuestra propia forma, nuestros apegos, temores,
falsas identidades… todo aquello que nos limita. Este ejercicio tiene dos grados; el primero consiste en
los siguientes pasos:
1. Nos paramos en atención, colocamos la rodilla derecha en el suelo y plegamos la pierna izquierda.
Nos tomamos las manos detrás del torso, ya sea sobre la cintura o a media espalda, sujetando la
muñeca izquierda con la mano derecha o viceversa.
2. Tomamos una honda respiración y, mientras exhalamos, bajamos el torso hasta que la cabeza
llega al nivel de la rodilla, mirando al suelo (a).
3. Dedicamos trece respiraciones al intento de la postura.
4. Regresamos a la posición vertical lentamente, sin soltar las manos atrás de la espalda, y repetimos
el ejercicio con la otra pierna.
El tercer grado completa el intento de la postura. Consta de los siguientes pasos:
1. Una vez parados en atención, damos un paso tan amplio como sea posible, de modo que baje al
máximo el centro de gravedad del cuerpo. La pierna derecha no se pliega, sino que se extiende hacia
atrás, recta y sin que la rodilla toque el suelo; el pie se dobla en ángulo recto con la pierna y toma
contacto con el suelo por su dorso interior. Las manos se atan a la espalda (b).
2. A medida que exhalamos, inclinamos el torso hasta que la cabeza llega al nivel de la rodilla, y
luego continuamos, hasta que toca el suelo y lo besa directamente. Al mismo tiempo, subimos las manos
a lo largo de la columna vertebral tanto como sea posible (c).
3. Apoyamos la frente o la coronilla en el suelo, nos visualizamos como un águila a punto de
desgarrar una presa con el pico y dedicamos trece respiraciones largas al intento de la postura.
4. Regresamos a la posición vertical sin soltar las manos de la espalda y repetimos con la otra pierna.
El Águila impacta sobre el sentido del equilibrio y la fuerza de las piernas. Su grado de medio
impacto se debe realizar lentamente y con atención, para no caer hacia el frente.
4. El Puente
Con el Puente llegamos a la última de las posturas que estudiaremos en este texto. Ello es de buen
auspicio, puesto que este ejercicio representa la capacidad de levantarnos por encima de todos los
problemas para seguir adelante. Forma parte del grupo de posiciones que se suelen asociar con la
realeza y el sacerdocio olmecas. Hay tres maneras de llegar al mismo resultado, que constituyen sus
tres grados de intensidad. El primero es la vía fácil y tiene los siguientes pasos:
1. Nos acostamos sobre el petate, plegamos las piernas hasta que los pies quedan cerca de los glúteos
y apoyamos las manos en el suelo, a la altura de las costillas (a).
2. Tomamos una inhalación y, al exhalar, erguimos el torso a fuerza de brazos y piernas, hasta que
los glúteos se separan del petate (b).
3. Damos un pequeño paso hacia atrás, de modo que los pies se acercan a las manos y el torso se
arquea, proyectando el ombligo hacia arriba (c).
4. Le dedicamos trece respiraciones al intento de la postura, imaginando que somos un puente que
une las dos orillas del océano cósmico: las manos en el Tonal y los pies en el Nagual. Por debajo de
nosotros corre el mundo de la manifestación, con el cual no nos involucramos.
En el segundo grado también nos acostamos sobre el petate y flexionamos las piernas, pero las
manos se colocan sobre los hombros, con los codos apuntando hacia arriba (d). Tomando impulso, nos
levantamos y plegamos la espalda, de modo que la cabeza queda mirando hacia la tierra (e). A
continuación, damos un pequeño paso hacia atrás y cerramos la postura, proyectando el ombligo hacia
arriba (c).
El tercer grado es la forma más elegante de realizar el Puente, y la única en la cual esta postura
expresa su sentido simbólico. Tiene los siguientes pasos:
1. Nos paramos en atención, colocamos los puños a los lados de las caderas, flexionamos las piernas e
inclinamos el torso, hasta que la cabeza mira hacia atrás.
2. Nos tomamos las manos y extendemos los brazos, a fin de desplazar hacia delante el punto de
gravedad del cuerpo, y flexionamos un poco más la columna vertebral (f). La respiración se acompasa
del siguiente modo: nos detenemos al aspirar, y nos flexionamos un poco más al expirar.
3. Botamos todo el aire de los pulmones, tomamos impulso y proyectamos los brazos hacia atrás (g).
Lo ideal es arquear tanto la columna, que no perdamos en ningún momento el equilibrio, consiguiendo
tocar el suelo con suavi-dad. Sin embargo, en las primeras etapas de la práctica, lo normal es que al
llevar los brazos hacia arriba, perdamos el equilibrio; por eso tenemos que preparar los brazos para que
sostengan firmemente al cuerpo en su la caída.
4. Avanzamos con las manos hasta que estas se acercan lo más posible a los pies (h).
Podemos ayudarnos a realizar esta variante, parándonos de espaldas a una pared y apoyando las
manos contra ella; de ese modo, vamos regulando el descenso.
El Puente tiene la virtud de cambiar literal y metafórica-mente nuestro punto de vista. Flexibiliza al
máximo la columna vertebral, aumenta la capacidad pulmonar y fortalece las piernas y los brazos. No
tiene contraindicacio-nes, pero los estudiantes con menos práctica deben realizar el grado de alto
impacto con mucha calma y concentración, a fin de no perder el equilibrio y caer de cabeza.
12
EJERCICIOS
COMPLEMENTARIOS
Los códices y demás fuentes mesoamericanas también conservan ejercicios que no son propiamente
posturas, sino gestos del rostro, los brazos y las manos, que se pueden realizar en diversas posiciones, y
contribuyen a darles belleza, intención y significado. En particular, los gestos manuales son tan
convencionales, que los investigadores han llegado a la conclusión de que se trataba de un lenguaje, una
forma de representar ideas. Es muy significativo que varios de esos gestos entren en la escritura maya
como signos con valores fonéticos. Como ya mencioné, el investigador Samuel Martí le dedicó un estudio
al asunto (“Mudras, manos simbólicas en Asia y América”), insinuando la posibilidad de que, al
principio de la era cristiana, existiera algún contacto entre hindúes y mayas, ya que hay demasiadas
similitudes de forma y contenido entre los gestos manuales de ambas culturas. Debo notar, sin embargo,
que muchos de los mudras mesoamericanos aparecen en el arte olmeca, siglos antes de que fuesen
representados en la India.
Los nawas le llamaron a este código gestual Machiomana, lenguaje manual, un término compuesto
de Machiotl, modelo, y Mana, lo que se hace con las manos. Al respecto, afirma el padre Sahagún en su
descripción de los ritos mexicas:
“Ellos acostumbraban hacer gestos manuales” (Códice Florentino).
3. Sentetl, unidad, es, como su nombre indica, un gesto que expresa la integración de todos los seres.
Consiste en apuntar con el índice de una o ambas manos, ya sea adelante, arriba o abajo, lo cual
encierra sentidos diferentes. Es también el gesto que identifica a los maestros. Con frecuencia, aparece
combinado con otro gesto, Senka, plura-lidad, consistente en apuntar con todos los dedos de la mano.
4. Ontilistli, dualidad. Esto gesto es conocido del público occidental por su papel dentro del rito
católico romano, donde representa la unidad del Padre y el Hijo. Entre los toltecas tenía un sentido
más abstracto, aludiendo a las dos polaridades (Tonal y Nagual), cuya interacción da forma a la
Naturaleza.
5. Chalchiwitl, piedra preciosa. Este es un gesto muy peculiar, pues se compone de dos diferentes.
Una mano se cierra en anillo y la otra forma una pantalla protectora, y a veces extiende el índice hacia
arriba.
6. Topilli, cetro. Su nombre se debe a que era el gesto con el que los reyes mayas cargaban el cetro
(en los antebrazos). El pulgar se pliega dentro de la palma y es rodeado por los demás dedos. Las manos
se disponen frente al pecho, torci-das hacia arriba con las palmas orientadas hacia los lados.
El arte de respirar
Otro de los aspectos de la práctica tolteca que es necesario destacar, es lo concerniente al I’imati, el arte
de la respira-ción. Al respecto, afirma un códice:
“El aliento manipulado se hace hermoso y se honra; elevado, elegante, digno, calmo.” (Códice
Matritense)
El objeto del control de la respiración es acrecentar nuestra reserva de Tleyotl o energía vital, a fin
de restaurar el Tonalli o campo magnético. Dicha práctica quedó descrita en el mismo códice con las
siguientes palabras:
“Motecuhzoma se vivificaba y fortalecía su Tonalli, se hacía joven nuevamente y alargaba su vida,
pues se llenaba de Tleyotl.” (Códice Matritense)
A fin de evitar confusiones, debo aclarar que, para los antiguos mexicanos, el aliento no sólo era la
función fisiológica que todos conocemos; también daban ese nombre al torrente de vitalidad que corre
por nuestros nervios y arterias. Observaron que un cuerpo privado de aliento, muere, aunque sus
órganos estén intactos. En consecuencia, concluyeron que la vida es algo en sí mismo y se relaciona con
la función ventilatoria. Nuestra vitalidad puede disminuir debido a una mala respiración, y también
podemos acrecentarla mediante la manipulación apropiada del aliento.
Otra de sus observaciones fue que, generalmente, los seres humanos vivimos en el límite de la
muerte; ni siquiera tenemos idea de que la vida puede expresarse en formas mucho más intensas que
las cotidianas. Mediante la manipulación del aliento, podemos acumular reservas energéticas que, al
ser canalizadas al nagual, lo activan y lo convierten en un vehículo independiente de la conciencia.
Para manipular la respiración, primero hay que conocerla. Se compone de seis aspectos:
1. Elementos básicos.
2. Formas de respiración.
3. Polaridad.
4. Órgano involucrado.
5. Grado de intensidad.
6. Orientación.
Los elementos básicos son cuatro:
1. Teki, inhalación. Al inhalar, aumenta la polaridad Tonal, masculina y caliente, y se acelera el
metabolismo. Es la fase sensitiva de la respiración, cuando penetran en nosotros las sensaciones.
2. Temi, lleno. Al retener en pleno, la carga Tonal se hace extrema. En este punto nos tornamos
perceptivos, evalua-mos las sensaciones y descartamos las que no consideramos relevantes, e
incorporamos los significados. En términos de Castaneda, diríamos que es el momento en que “se fija el
punto de encaje”.
3. Pitsa, exhalación. En esta fase disminuye el Tonal, la energía se torna negativa, femenina, y el
metabolismo toma un breve descanso. Los órganos sensoriales se inhiben, la mente se para,
descargamos las emociones y enlazamos los recuerdos.
4. Kaktikak, vacío. Al retener en vacío, la carga Nagual se hace extrema. Es una fase muy breve en
la cual, en forma subconsciente, enviamos un resumen de lo percibido al banco de la experiencia. Aquí
radica nuestro sentido del ser.
Este ciclo ocurre en forma constante e ininterrumpida, de modo que, generalmente, no nos damos
cuenta de los matices que posee cada fase. Al resultado total le llamamos, en sentido fisiológico,
“respirar”, y en sentido psicológico, “perci-bir”. Pero, si acentuamos una u otra fase del proceso,
cambiamos los contenidos y la forma de la percepción.
Instructor; vaso maya. Las serpientes del aliento; relieve totonaca. La retención del aliento; relieve
maya.
Manipulando los orificios nasales. Cód. Fejervary. Rotación de la cabeza. Escultura olmeca
Las vocalizaciones
Otra técnica de gran ayuda es la vocalización. A diferencia del resto de los animales, el ser humano es
muy mental. La mente se expresa con preferencia a través de la lengua. La lengua es el principal
indicador de una cultura, el depósito de la información y el vehículo de la comunicación. Nuestra propia
identidad como individuos es más una cuestión de definiciones y palabras, que de estados del ser; si no
tuviéramos nombre propio, nos sentiríamos más desnudos que un pollo desplumado en un día de
invierno. No debe extrañarnos, pues, que los sistemas religiosos y filosóficos de todo el mundo hayan
asociado el concepto de la Divinidad a la Palabra o el Verbo creador, y que la devoción de los creyentes
se exprese principalmente a través de oraciones, cantos y otras formas de comunicación oral.
Observando esta característica de nuestra psiquis, los maestros toltecas diseñaron técnicas que le
dan su lugar a la palabra como conductora de la atención, cuyo objeto es detonar estados superiores de
conciencia. Podemos dividirlas en dos grupos: las semánticas y las rítmicas.
Las vocalizaciones semánticas tienen que ver con el significado de la palabra. Consisten en oraciones
y frases de estímulo. Los cronistas conservaron muchas oraciones toltecas, la mayoría de las cuales aún
permanece sin traducir o tiene una mala traducción. Al estudiarlas, se nota algo desconcertante: faltan
dos temas muy comunes en las oraciones de los cristianos: las peticiones a Dios y la gratitud por los
favores recibidos. Ello se debe a que, como ya mencioné, los mesoamericanos no creían en un dios
personal, y no tiene sentido contarle nuestros problemas íntimos a lo abstracto.
Las oraciones eran expresiones de la exaltación del alma al constatar las cualidades divinas de la
Naturaleza. Se invocaba al Sol, no porque es bueno y nos da su luz, sino porque da luz y eso es bueno.
Algunas oraciones tenían una función social, expresándose en voz alta en los actos públicos. También
había frases estereotípicas, que se repetían siempre del mismo modo, a manera de credo, como la
siguiente, conservada en el Códice Matritense:
En la actualidad, los practicantes suelen utilizar expresiones en nawatl para darle formato a la
sesión de ejercicios de Kinam y al rito del temascal. Por ejemplo, una manera elegante de dedicar
nuestro esfuerzo a un ideal superior, es la siguiente:
También se usan expresiones que le dan gracia y nobleza a la ocasión; he aquí algunos ejemplos:
- Para saludar y desear bienestar general: Nemoa!, ¡que todos estén bien!, y también: Tlamatka!,
¡que tengan paz!
- Para saludar a alguien en particular: Ma shimokinam!, ¡que conserves tu equilibrio!
- Para agradecer a otro por un favor: Tlasokamati!, ¡gracias!
- Para llamar la atención de los distraídos: Nikannach!, ¡aquí y ahora!
- Para pedir unidad cuando el grupo se disgrega: Ololliutimani!, ¡todos unidos!
- Al concordar con lo que se desea: Manyu’mechiwa!, ¡que así sea!
- Para despedir a otro: Ma pou’tiu’!, ¡que tu andar sea seguro!
- Para despedir al grupo: Senketsa tlakuanmanka!, ¡perseveren con intento inflexible!
Las oraciones privadas son frases sugestivas que le dan un sentido espiritual a la práctica. Como
sabemos, cada postura de Kinam tiene su propio “intento”, que podemos expresar mental o
audiblemente al montarla. Existen otras frases que sería demasiado prolijo relacionar aquí. En general,
cualquier deseo bueno, sincero, que salga de lo profundo del corazón, sirve para sugestionar
positivamente el ambiente mental. Se deben evitar, no obstante, las frases y actos de adulación a
presuntos poderes “superiores” (incluyendo a Dios), ya que eso no es digno de un tolteca.
Por su parte, las vocalizaciones rítmicas no le dan tanta importancia al significado del término, como
a su cadencia y musicalidad. En ocasiones, ni siquiera son palabras, sino sonidos y tonos que no
significan nada, pero provocan estados anímicos elevados. La forma clásica de usar este recurso es la
letanía o repetición reiterada; la técnica consiste en prestar atención al significado del término la
primera vez que se pronuncia, y luego olvidarlo, dejando que la mente subconsciente se encargue de
metabolizarlo. Lo que se procura con ello, es inducir en nuestro cerebro el estado Alfa, de profunda
calma, favorable para interiorizar los beneficios de las posturas y para entrar a la meditación. He aquí
algunos ejemplos de este tipo de sonidos:
- Senteotl-Ometeotl, divina unidad, divina dual-trinidad, expresión que describe la naturaleza de la
percepción.
- Ilan-Kailan, impar y par, fórmula que empleaban los adivinos, y que indica que todo se reduce a
una interacción de energías.
- Nagual-Tonal, oculto y evidente, un modo de describir la naturaleza del mundo.
Anciano rezando. Vaso maya. Mano que habla. Estela maya.
He dejado para el final un ejercicio en que se conjugan las técnicas de concentración, postura,
respiración y vocaliza-ción; su nombre: “las cincuenta y dos respiraciones mágicas”. Antes de describirlo,
vale la pena abundar un poco más sobre el tema de los centros energéticos.
En la literatura mística de influencia oriental se mencionan con frecuencia unos puntos ubicados a lo
largo de la columna vertebral, que parecen jugar un activo papel en nuestra vitalidad. Se han hecho
famosos con el nombre sánscrito de Chakras, ruedas, aunque es justo decir que no sólo se les conoce en
la India, sino también en la Europa medieval y en México. Algunos libros les atribuyen formas de flores
y colores, y no faltan personas que creen que literal-mente tenemos ese tipo de órganos en alguna parte
de nuestra anatomía. Esas son metáforas; la energía no ocupa un espacio tridimensional, de modo que
no tiene atributos visuales. Los centros energéticos son puntos de acumulación de intensidades, sólo
perceptibles a través de sus manifesta-ciones.
Como ya mencioné, los toltecas les llamaron Kuekueyo; ese nombre es singularmente apropiado,
pues procede de la raíz Kue, que significa moverse, brillar, espiral y vórtice, y tales son los atributos con
los que representamos a la energía. Aunque son adimensionales, los Kuekueyos se reflejan en nuestro
organismo, pero no en órganos específicos, sino en puntos del cuerpo donde se acumulan las
sensaciones. Por ejemplo, todos sabemos que los impulsos sexuales se sienten en la parte baja del
vientre y las emociones en el pecho. Cuando alguien reta nuestro ego, se nos contrae el ombligo, y al
tener que tomar una decisión, se nos hace un nudo en la garganta. Al observar estas reacciones, los
sabios toltecas dedujeron que el cuerpo físico es una condensación del campo magnético, e inventaron
técnicas para manipular el flujo de la energía.
Los Kuekueyos regulan el funcionamiento del cuerpo y modelan la percepción, y con ello, el contenido
de la mente. La base de una buena salud física o mental, es tener esos centros activos y nutridos. Como
la energía, en última instancia, es atención, el modo más fácil de nutrirlos es concentrándonos en ellos y
dedicándoles nuestra respiración. El ejercicio de las cincuenta y dos respiraciones mágicas se diseñó
para cumplir con este cometido. Podemos practicarlo en cualquiera de las posturas del Este o del Oeste;
para este ejemplo, me basaré en el Loto. Tiene dos variantes: la concentración lineal y la espiral; la
primera sirve para tonificar el sistema y consiste en lo siguiente:
Nos sentamos con la espalda recta y los pies cruzados, colocamos las manos en el Machiomana o
gesto de desconexión sensorial, calmamos la respiración y le dedicamos a cada centro cuatro
respiraciones alargadas de baja intensidad (es decir, sosteniendo moderadamente los tiempos de
inhalación, retención en pleno, exhalación y retención en vacío). Al mismo tiempo, pronunciamos
mentalmente el nombre del Kuekueyo y visualizamos su jeroglífico. Los ojos se cierran para interiorizar
los efectos del ejercicio. El orden de las concentraciones es el siguiente:
Al llegar al séptimo centro, descendemos al sexto, de ahí al quinto, y así, hasta llegar al centro
sexual. En total, son trece concentraciones, por ello el número de respiraciones es 52. Este número tiene
una resonancia muy hermosa en el calendario de Anawak, y permite integrar el trabajo con los
Kuekueyos en la cosmogonía.
La segunda variante es una concentración que sigue la secuencia natural en que se desplaza la
energía por los centros. La energía nunca va en línea recta, lo normal es que forme espirales. Su carga
Tonal procede del Sol y la Nagual de la Tierra; ambas se encuentran en el corazón, el punto a partir del
cual se formó nuestro cuerpo y donde debemos concentrarnos si queremos ensoñar. Una vez allí, se
despliega hacia el ombligo, luego sube a la garganta, vuelve a bajar hasta el vientre, y así
sucesivamente, hasta que abandona el cuerpo por la coronilla.
Este ejercicio tiene dos partes, que debemos realizar en forma continua. En la primera, recorremos la
secuencia centrífuga de la energía, es decir, desde el corazón hasta la coronilla; en la segunda,
continuamos ese impulso, pero en sentido centrípeto, desde la coronilla hasta el corazón. Para ello, nos
sentamos como en el ejercicio anterior y le dedicamos cuatro respiraciones alargadas a cada centro, en
el siguiente orden:
1ro. Cardíaco 8vo. Sexual.
2do. Umbilical 9no. Frontal.
3ro. Laríngeo 10mo. Ventral.
4to. Ventral 11mo. Laríngeo.
5to. Frontal 12mo. Umbilical.
6to. Sexual 13ro. Cardíaco.
7mo. Coronario
Como podemos ver, una vez cumplido este ciclo, hemos vuelto al punto de donde partimos, con el
centro coronario o trascendental en el epicentro de la espiral.
13
EL
PLAN
DEL
CALENDARIO
SAGRADO
La práctica diaria
Debido a que el Método Kinam está basado en la cosmovisión tolteca, es un reflejo del calendario. Esto
merece una explicación.
En realidad, le llamamos “calendario” al sistema de medición del tiempo de los antiguos mexicanos,
porque en español no tenemos una palabra mejor para describirlo. El calendario de Anawak no era sólo
un modelo del tiempo; como hemos visto, también describía los rumbos y otras propiedades del espacio,
los estados de agregación de la materia, el modo como fluye la energía, la organización de la sociedad
mesoamericana, e incluso, la estructura de la psiquis humana. Más que un calendario, era un modelo
integral de la cultura. De ahí que sea posible combinarlo con los movimientos y posiciones
convencionales del cuerpo.
La unidad en la que se basaba el calendario era el día. Aunque el día natural se llamaba Ilwitl, una
rotación del cielo, para los efectos cronológicos su nombre era Tonalli o Tonal, ya que se usaba como
emblema de todo el día, su fase diurna, que es cuando llega a nuestro planeta la energía positiva del
Sol. Por supuesto, igualmente podríamos llamarle al día Nawalli, ya que tiene una mitad nocturna; de
hecho, hasta la actualidad, los grupos mayas le llaman a sus unidades calendáricas los “naguales”.
Como sabemos, el día calendárico es una composición formada por uno de veinte signos y uno de trece
números, de modo que en total hay 260 tonales o naguales, los cuales conforman el Año Sagrado de
Anawak.
Por otra parte, hemos visto que las posturas de Kinam están organizadas en dos grupos, uno de
veinte y otro de trece posturas, simbolizadas por los signos de la veintena y la trecena, respectivamente.
Por lo tanto, existe una unidad de entrenamiento básica, compuesta por dos posturas, cuya combinación
no se repite hasta pasado todo un año sagrado. Esta circunstancia nos permite ir montando las posturas
poco a poco, según las que correspondan a cada día. Pongamos un ejemplo: el 5 de Marzo del 2007 se
llamará Se Sipaktli, uno dragón. Traducido al lenguaje corporal, ese tonal se compone de la primera
postura del rumbo del Este y la primera del rumbo de Abajo, es decir, el Atado y el Arquero.
Pero la resonancia calendárica no se limita a las posturas. Como acabamos de estudiar, la
concentración espiral sobre los centros energéticos marca trece pautas. Podemos realizar las trece de
una vez o distribuirlas, dedicándole cada día de la trecena a un centro en particular. Esto permite que
intensifiquemos el trabajo sobre los centros.
Combinando los dos principios anteriores, surge la práctica diaria o del tonal, que es la forma más
eficiente de aprender el Método Kinam. La sesión está diseñada de tal modo, que ocupa un mínimo de
tiempo y produce un máximo de resultados. Podemos intentarla en cualquier momento: al levantarnos
en la mañana, en un breve receso durante la jornada laboral o un poco antes de la cena nocturna. Reco-
mendamos al estudiante experimentar esta práctica, que consiste en los siguientes pasos:
1. Le dedicamos unos minutos a la sesión de calenta-miento. Este paso es insoslayable.
2. Realizamos las posturas correspondientes al tonal, primero la más fácil y luego la más difícil, para
que el calentamiento previo contribuya a la ejecución de la siguiente. Recordemos que vale más un
grado de baja intensidad bien hecho, que uno de media o alta intensidad mal hecho.
3. Nos sentamos en Loto y nos concentramos por unos minutos en el centro energético que está en
actividad ese día. Después, durante el resto del día, exploramos sus manifes-taciones en nuestra
actividad cotidiana. Por ejemplo, hoy está activo el centro sexual; pues vamos a ver cómo incide eso en
mi vida.
Las siguientes tablas tienen como objetivo facilitar la realización de la práctica diaria:
El Atado - Este 1
Sipaktli, dragón
El Saludo - Norte 1
E’ekatl, viento
El Pez - Oeste 1
Kalli, casa
El Abanderado - Sur 1
Kuetspalin,
lagartija
La Mariposa - Este 2
Koatl, serpiente
El Guerrero - Norte 2
Mikistli, muerte
El Cadáver - Oeste 2
Masatl, venado
El Monstruo - Sur 2
Tochtli, conejo
El Devoto - Este 3
Atl, agua
La Greca - Norte 3
Itskuintli. perro
El Chacmol - Oeste 3
Osomatl, mono
El Tullido - Sur 3
Malinalli, hierba
El Loto - Este 4
Akatl, caña
El Pelotero - Norte 4
Oselotl, ocelote
El Capullo - Oeste 4
Kuau’tli, águila
El Cargador - Sur 4
Koskakuau’tli,
buitre
El Luchador - Este 5
Ollin,
movimiento
La Rana - Norte 5
Tekpatl, pedernal
El Soñador - Oeste 5
Kiawitl, lluvia
El Defensor - Sur 5
Shochitl, flor
El modo más fácil de ordenar la práctica diaria, es teniendo a mano un diagrama del año sagrado, para
ir cubriendo cada día transcurrido con el número correspondiente. Dicha tabla también sirve como
almanaque tolteca. He aquí su modelo, en el que he sombreado la primera veintena del año como
ejemplo de su uso:
Sipaktli, dragón 1
E’ekatl, viento 2
Kalli, casa 3
Kuetspalin, lagartija 4
Koatl, serpiente 5
Mikistli, muerte 6
Masatl, venado 7
Tochtli, conejo 8
Atl, agua 9
Itskuintli, perro 10
Osomatl, mono 11
Malinalli, hierba 12
Akatl, caña 13
Oselotl, ocelote 1
Kuau’tli, águila 2
Koskakuau’tli, buitre 3
Ollin, movimiento 4
Tekpatl, pedernal 5
Kiawitl, lluvia 6
Shochitl, flor 7
Esta tabla funciona así: el primer día del año se compone del primer signo de la veintena y el primer
número de la trecena; se llama 1 Dragón. El segundo día es 2 Viento, le sigue 3 Casa, y así
sucesivamente, hasta llegar al 13 Flor. Cada vez que llegamos al número 13, recomenzamos por 1, hasta
que se acabe la tabla. Todos los años sagrados son exactamente iguales, así que una misma tabla nos
sirve siempre.
La única excepción que hay que tener en cuenta es que, cada cuatro años naturales se duplica una
combinación: dicho día extra recibía el nombre de Mowechiwa, reduplicado. En la actualidad, está
cayendo el 16 de febrero del año siguiente a aquel en el cual aplicamos el bisiesto gregoriano. Ese día
lleva la misma combinación de signos que el 15 de Febrero.
Obviamente, para poder aplicar esta tabla, primero hay que establecer una correlación entre nuestro
almanaque gregoriano y el tolteca. La manera más simple es mediante las siguientes tablas, que
también nos permiten calcular en cuál Tonal nacimos, cuándo se presentará una combinación de buen
auspicio, y otras cosas. Su uso es como sigue:
1. Buscamos el nombre del año en la tabla I. Por ejemplo, el 2007 se llama 4 Agua.
2. Convertimos ese nombre en números, según el número del signo de la veintena que aparece en la
tabla II. Siguiendo el ejemplo, el 4 Agua equivale a 4/9, ya que el signo de Agua ocupa la novena
posición de la rueda.
3. Buscamos el número del día en la tabla III. Por ejemplo, el 20 de enero vale 5/8.
4. Sumamos los valores del año y el día, respetando las columnas. Tenemos entonces 4/9 más 5/8, o lo
que es igual, 4 más 5 y 9 más 8, lo cual da 9/17.
5. Si el primer término de este resultado es superior a 13, le restamos 13. Y si el segundo es superior
a 20, le restamos 20.
6. Convertimos la expresión en un tonal, guiándonos por la tabla II. En este caso, el 9/17 equivale al
tonal 9 Movimiento.
7. Importante: si la fecha que buscamos se ubica entre el 1ro. de marzo de un año bisiesto y el 15 de
febrero del siguiente año, le sumamos al resultado un punto de trecena y uno veintena (1/1), para
rectificar la interpolación de un día en nuestro calendario. El valor del 29 de Febrero queda como el del
1ro. de marzo. Podemos auxiliarnos de la tabla IV para averiguar los bisiestos.
8. Una vez obtenido el dato, lo vertimos en el modelo del año sagrado. Siguiendo el ejemplo anterior,
buscamos el signo Movimiento y escribimos en la casilla contigua el número 9. Luego continuamos hacia
abajo, cubriendo las casillas a partir de ahí.
Veamos un ejemplo de uso: ¿cuál es el tonal del día 5 de marzo del año 2007? Ante todo, buscamos el
nombre de ese año en la tabla I, 4 Agua. Verificamos en la tabla IV que ese año no es bisiesto.
A continuación, transformamos ese nombre en números, según la tabla II. Vemos que el signo Agua
vale 9. Por lo tanto, el valor numérico del año es 4/9.
Lo siguiente es buscar el número del día. Para ello, vamos a la tabla II y verificamos que el 5 de
marzo vale 10/12.
Sumamos ambos números (el 4 con el 10 y el 9 con el 12), y obtenemos como resultado 14/21. Pero,
debido a que estos números exceden la trecena y la veintena, respectivamente, le restamos 13 al 14, y
20 al 21. El resultado es 1/1.
Por último, vamos de nuevo a la tabla II, donde averiguamos que el número 1 tiene se llama Dragón
(Sipaktli). Por lo tanto, el día 5 de marzo del 2007 llevó el tonal 1 Dragón y fue el comienzo de un año
sagrado o Tonalpowalli.
Para más facilidad, he insertado al final de este libro el almanaque del año tolteca 4 Agua – 2007 al
2008.
Enero Febr. Marzo Abril Mayo Junio Julio Agos. Sept. Oct. Nov. Dic.
1 12/9 4/0 6/8 11/19 2/9 7/0 11/10 3/1 8/12 12/2 4/13 8/3
2 0/10 5/1 7/9 12/0 3/10 8/1 12/11 4/2 9/13 0/3 5/14 9/4
3 1/11 6/2 8/10 0/1 4/11 9/2 0/12 5/3 10/14 1/4 6/15 10/5
4 2/12 7/3 9/11 1/2 5/12 10/3 1/13 6/4 11/15 2/5 7/16 11/6
5 3/13 8/4 10/12 2/3 6/13 11/4 2/14 7/5 12/16 3/6 8/17 12/7
6 4/14 9/5 11/13 3/4 7/14 12/5 3/15 8/6 0/17 4/7 9/18 0/8
7 5/15 10/6 12/14 4/5 8/15 0/6 4/16 9/7 1/18 5/8 10/19 1/9
8 6/16 11/7 0/15 5/6 9/16 1/7 5/17 10/8 2/19 6/9 11/0 2/10
9 7/17 12/8 1/16 6/7 10/17 2/8 6/18 11/9 3/0 7/10 12/1 3/11
10 8/18 0/9 2/17 7/8 11/18 3/9 7/19 12/10 4/1 8/11 0/2 4/12
11 9/19 1/10 3/18 8/9 12/19 4/10 8/0 0/11 5/2 9/12 1/3 5/13
12 10/0 2/11 4/19 9/10 0/0 5/11 9/1 1/12 6/3 10/13 2/4 6/14
13 11/1 3/12 5/0 10/11 1/1 6/12 10/2 2/13 7/4 11/14 3/5 7/15
14 12/2 4/13 6/1 11/12 2/2 7/13 11/3 3/14 8/5 12/15 4/6 8/16
15 0/3 5/14 7/2 12/13 3/3 8/14 12/4 4/15 9/6 0/16 5/7 9/17
16 1/4 6/15 8/3 0/14 4/4 9/15 0/5 5/16 10/7 1/17 6/8 10/18
17 2/5 7/16 9/4 1/15 5/5 10/16 1/6 6/17 11/8 2/18 7/9 11/19
18 3/6 8/17 10/5 2/16 6/6 11/17 2/7 7/18 12/9 3/19 8/10 12/0
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