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Rafael Cubas Vinatea

“D e L a V i d a F e l i z”

Primera Parte

2007
INDICE

1ª P a r t e

Pág.

Prólogo………………………………………………………..3

Introducción…………………………………………………...5

Capítulo I – La Felicidad………………………………………7

" II -- La Infancia..…………………………………….27

" III -- La Adolescencia………………………………57

" IV -- Las Vocaciones Profesionales....……...... ……79

" V -- El Idealismo Vital....…………………….…..145

" VI -- La Juventud………………………………….193

" VII – El Amor - El Matrimonio.


Los Hijos – La Familia..…………………….297

Fin de la Primera Parte…………………………………..…..458

*****

2
PRÓLOGO

"De La Vida Feliz", por Rafael Cubas Vinatea, constituye una


obra de gran interés y valor. En especial para las personas que de
una u otra manera se sienten inclinadas a reflexionar acerca de
cómo llegar a ser felices. Y del porqué se debe intentarlo. Este libro
es una suerte de ensayo filosófico, bastante original, acerca de los
rumbos que el Ser Humano ha de seguir, para lograr un Mundo
Interior, dentro de cuyo ámbito pueda alcanzar la tan ansiada
Felicidad.
Ha de advertirse que resulta inusitado que el Prólogo de un
libro sea escrito por el hijo del autor. Más aún si aclaro el hecho de
que soy el cuarto en edad, en relación con mis otros hermanos,
cuyos méritos, además, para merecer tal honor, sin alardes de falsa
modestia, son mayores que los míos. Pero resulta que, por
especiales circunstancias de la vida y sobre las que está demás
explayarnos, yo, que soy mejor que buen sembrador, más
aprovechado 'cosechante', si cabe decirlo así, he tenido especiales
oportunidades de acompañarlo, en muchos de sus empeños
idealistas, narrados en las siguientes páginas. A un hombre tan sabio
y tan bueno. Mi mejor amigo y maestro. Sea dicho claramente, que
no por enrostrar orgullo alguno, sino por devoción a la Justicia y a un
intenso Amor Filial. Me atrevo, por ello, a presentar ésta, por ahora,
su última obra.
Rafael Cubas Vinatea es Ingeniero Agrónomo de profesión,
además de un hombre muy inteligente, estudioso, y culto. Ha escrito
numerosas obras: libros, folletos, artículos, estudios, diversos;
siempre originales y profundos, sobre muy variados e interesantes
temas. En lo personal, fue un buen esposo y un excelente padre.
En la cúspide de sus 85 años, nos da lecciones sobre cómo
saber vivir, demostrando en sus ágiles líneas, que la Ancianidad
puede ser la mejor de las etapas de la Vida. Es un hombre con ideas
claras y originales, con las cuales se podrá tener puntos de vista
discrepantes, pero a las que resulta imposible negarles
trascendencia, como a su fructífera vida.

3
Se casó con Dora Martins Echevarría, mi madre, lo que, tal
como él mismo narra, fue el punto de partida para la más grande de
sus dichas. Estuvo unido a ella por cerca de 60 años, hasta su
lamentable partida de nuestro mundo terrenal; vio nacer, 4 hijos, 11
nietos, y hace poco, 1 bisnieto.
En el campo profesional trabajó cerca de 50 años en pro de la
creación de una nueva raza de ganado vacuno propia para la Selva
Peruana. Incluso escribió un libro: "Ganado Amazonas-Una Solución
Peruana". Y muchos otros trabajos referidos a la profesión y al tema.
En lo Político, fue cofundador del Partido Demócrata Cristiano
en Huánuco y por méritos propios llegó a ser Diputado Nacional por
ese Departamento y Ministro de Agricultura, Nadie lo definió mejor,
que Manuel Ruiz Huidobro C., quien dijera públicamente en cierta
ocasión y entre otras cosas: "Rafael Cubas Vinatea fue un político
honrado, que ingresó a la política siendo rico y salió pobre de la
misma". En estos mismos terrenos de la Política, escribió otras dos
obras: "Razón de Patria" y "Problemas Nacionales" Que permiten
conocer nuestra Identidad Nacional, la Común Iberoamericana, así
como el verdadero origen de nuestros Problemas Nacionales. Su
adecuada interpretación y las soluciones posibles de los mismos.
En el campo de la Educación, desde muy joven, fue profesor
en colegios, institutos y universidades; siempre interesado en
transmitir sus conocimientos adquiridos por el estudio y la
experiencia.
En cuanto a Filosofía de la Vida, escribió el libro: "Yo Conocí el
Paraíso". Obra que, en un lenguaje sencillo, relata las aventuras –
con reflexiones filosóficas intercaladas— de un grupo de niños, en un
escenario verdaderamente paradisíaco para la propia percepción
infantil.
Por lo demás, huelgan mayores palabras sobre el presente
libro. Desde sus primeras líneas, el lector habrá de ser atraído por su
inmenso interés y valor. Lo ofrecemos a su benévolo juicio. Y
confiemos en que la mente lúcida del autor nos pueda seguir
ilustrando y deleitando, con nuevas obras, manteniéndose, de tal
manera, por largo tiempo vigente, Rafael Cubas Vinatea.

Daniel Cubas Martins

4
Introducción

L
a Vida constituye el mayor de los bienes que es posible recibir. Y
solamente basándonos en ella, podemos añadir los demás. Por eso la
agradecemos, inmensamente, a quienes nos la han dado: a Dios y a
nuestros padres. Mas ese don implica, para los favorecidos, un deber
adicional al de la gratitud: el de emplearla bien. El de hacerla Feliz.
Así, alcanzar la Felicidad constituye además de una legítima aspiración,
es decir un derecho, una obligación personal. Por mucho que no se llegare a
interpretar cabalmente el significado del vocablo.
Hablar de la Felicidad no es poca cosa; la palabra misma no es de
significación leve. El concepto que le corresponde, complejo, muy discutido y
hasta negado, requiere de aclaraciones. Trataremos de hacerlo en el curso de
este libro. No sin audacia, lo reconocemos, pero apoyándonos, no tanto en
nuestra discutible autoridad, sino en la de los clásicos pensadores, de grande,
universal y justo prestigio, más de dos veces milenario; y hasta en la de otros,
con al menos un reconocimiento más que centenario.
Debemos añadir:
La Felicidad no es ni puede ser igual para todos. Ni siquiera se logra en
todos. Ofrece múltiples grados y formas. Varía en intensidad y modalidades,
según las personas de quienes se trate. Por sus edades, inteligencia, cultura, y
las diversas condiciones que facilitan --o dificultan-- comprenderla y conseguirla.
En oportunidad anterior, respondiendo a las inquietudes que despierta el
tema, escribí un libro al respecto,1 enfocando a la edad Infantil. He supuesto
esperanzado en el acierto, que complementarlo podría resultar de interés al
hacer referencias a las etapas posteriores de la vida: la Adolescencia, la
Juventud, la Madurez, y la Ancianidad.
Aunque ocurra a menudo que tales cuestiones, no obstante su
importancia no superada por cualesquiera otras, no constituyan materia de
interés por parte de muchas personas --en razón directa de su masificación
cultural y sicológica--, si se les diera la oportunidad de “tomar la punta del ovillo”,

1
“Yo Conocí el Paraíso”- Rafael Cubas Vinatea- Imprenta Lozano E.I.R.L.- 324 págs.-1,997.

5
podrían abrir los ojos. Y no serían entonces tan pocos los que le encontraran
agrado.
Hemos querido mantener el estilo de nuestra obra anterior: claridad y
sencillez; con cierta amenidad conferida por el hilo argumental y descriptivo y
por algunos toques circunstanciales de humor; dando los espacios y marcos
debidos a inquietantes reflexiones sobre Filosofía de la Vida.
La hondura y amplitud que se intenta no va en menoscabo de su utilidad,
del realismo que se persigue. Del sentido práctico --en la correcta acepción del
término-- de la Concepción Vital que nos inspira: Indeclinable Devoción a los
Valores Superiores y Perennes del Espíritu.
Vale decir: Deseamos ofrecer un Mensaje Idealista y Moral. Al mismo
tiempo que Práctico y Realista, como no puede dejar de ser todo lo Moral. En la
convicción de que es --única y precisamente-- dentro del campo de la Moral que
se halla cualquier cierta y duradera utilidad práctica.
Posición por supuesto antitética del hoy predominante utilitarismo
materialista y pragmático2 de indudables raíces liberal y marxista.
Nos colocamos en la Moralidad que corresponde a una Concepción
Cristiana del Mundo y de la Vida. Y por tanto Idealista3, Espiritualista, y
simultáneamente, Realista. Que nunca nos cansaremos de expresar y repetirlo:
no son --por mucho que pudiera parecer lo contrario-- términos contrapuestos,
sino perfectamente concordantes. Ello se habrá de ver con amplitud en los
capítulos que siguen. De una obra que queremos sea práctica y útil.
Séanos perdonado que las narraciones estén –algunas-- en primera
persona y que pudieran dar la impresión de una intencional autobiografía, muy
lejos del propósito del autor y que resultaría a todas luces fuera de lugar. No hay
tal. Es simplemente el deseo de conceder, a nuestros asertos, la categoría de
testimonios de realidades vividas, irrefutables. No de ligeras e imaginativas
teorizaciones. Además de constituir un recurso metodológico para conferir
alguna amenidad e ilación a las meditaciones filosóficas que deseamos incitar.
*****
Es así, estimable lector, con plena confianza en los objetivos que nos
animan y esperanzados en la benevolencia suya, que ponemos en sus manos
las páginas que siguen.

* * * * *

2
Petulante y cínico modo de llamar a lo práctico amoral; desde una visión positivista y
materialista... ¡Lo menos práctico que pueda darse!
3
Significa vivir ideales; es decir programas de vida fundados en los superiores y perennes -- por
ello los más útiles-- valores del Espíritu Humano. El Idealista, por esto último, es además de
Espiritualista, práctico como el que más.

6
Capítulo I

La Felicidad

M
ontañas de cadáveres y mares de sangre, de sudores y de lágrimas, han
levantado y derramado, los seres humanos, de todas las naciones y de
todas las épocas, como consecuencias de sus luchas y extraviados
afanes, tras de palabras cuyo significado... ¡jamás entendieron!
Valgan algunos ejemplos: Dios, Patria, Libertad, Justicia, Democracia;
amén de innumerables otras. La Felicidad, tanto más cuanto confundida con los
deleites del poder y de las riquezas, no hace excepción entre los términos mal
usados e incomprendidos. Procede pues tallar en el tema:

Definición de la Felicidad.
Por razón de la peculiar complejidad del asunto y la generalizada
tendencia a eludirlo, resulta raro observar una cabal precisión del concepto de
Felicidad. Es frecuente que se llegue al punto de negar su existencia. Al no
entenderse bien de lo que se trata, o por la dicha superficial tendencia a
esquivar problemas, a escapar del esclarecimiento de las hondas cuestiones
filosóficas. Mas deficiencias conceptuales o posiciones elusivas al margen, no
procede rechazar, por las vías racional o empírica, la existencia de la Felicidad,
ni restarle importancia; aunque sólo pueda adquirir vigencia en ciertas personas,
estándolo, poco o nada, en las mayorías y presentándose, siempre, bajo
variadas formas e intensidades.
Pero admitir variedad profusa y grados diversos, hasta ausencias
mayoritarias, no justifica establecer la inexistencia de la Felicidad.
Viene al caso considerar, más bien, las positivas ideas sobre el particular
expuestas por los pocos pero grandes sabios --en especial grecolatinos y
cristianos-- que en el mundo han sido. Es ineludible traer a colación tan
inquietante asunto, dado su generalizado desconocimiento u olvido. Aunque sólo
fuese, por ahora, ante unos pocos interesados. Trataremos de hacerlo en la
mejor forma que podamos y así, frente a las dudas y negaciones,
comenzaremos por afirmar:

7
Sí, existe, se puede explicar y entender, definir, lo que es la Felicidad; y
su contraria: la Desgracia. Alcanzar a la una y evitar a la otra. Tomemos de inicio
el primero de los conceptos; dejando por un momento el segundo. Admitida que
sea la evidencia de que existen varias formas y grados de ellas.
Aclaramos, además, que nos hemos de referir a la Felicidad Terrenal,
Temporal, Finita, Multiforme, y Humana. La viable en el lapso de la existencia
del Hombre sobre la Tierra. Felicidad que no es, ni puede ser, la Celestial,
Eterna, Infinita, Única, y Divina (añadida, la cercana, de las almas
bienaventuradas). Ni tampoco Universal (para todos). Hablamos de la que,
siendo terrena, podría constituir una especie de anticipo de la definitiva o
paradisíaca. Nada más, ni nada menos.
El tema que tratamos es el Filosófico, no el Teológico. Aunque puedan
darse referencias a las relaciones, armoniosas siempre, entre dichos campos; en
las formas y modos en que resultare oportuno.
Colocadas en claro tales premisas básicas, podemos ingresar a una
definición fundamental de lo que es la Felicidad. Con lo cual ha de resultar viable
comprender y precisar las esencias del concepto y vislumbrar sus variantes; en
cuanto a formas e intensidades. Sin olvidar las situaciones derivadas de su
ausencia y de la acción de lo contrario: la Desgracia. Que también la
definiremos, con sus propias variaciones. Pues sabemos que las ideas se
aclaran y precisan mejor, también por la definición de sus contrarias.
Y para no caer en posiciones erróneas, hay que explicar, además, las
diferencias con otros conceptos, con los cuales se la confunde habitualmente;
como son: la Alegría y el Placer. Y los de la Tristeza y el Dolor, en el caso de la
Desgracia. Nociones, todas ellas, distintas y distinguibles. Vamos a lo primero:
“La Felicidad es una condición interior y permanente del ánimo, por
lo tanto invulnerable; de inmensa placidez, plenitud y equilibrio espiritual;
de constante complacencia en el vivir. Que resulta de una larga
sedimentación de las satisfacciones proporcionadas por el culto de los
Valores Superiores y Perennes del Espíritu Humano; cuya práctica se
llama: la Virtud. La cual caracteriza a la conducta del hombre Sabio. Es
decir, al ser humano nacido Inteligente; hecho Culto o filósofo, y Virtuoso,
por su propio esfuerzo y por la inspiración de alguna elevada Doctrina”.
Lo contrario de la Felicidad es la Desgracia, que se define así:
“La Desgracia es la condición del ánimo contraria a la Felicidad. De
desasosiego y molestia, hecha interior y permanente; por lo tanto muy
difícil de erradicar. Resultante de asumir los antivalores de concepciones
erróneas; los cuales determinan conductas sometidas al vicio: Contrario a
la Virtud. Sucede en los seres torpes de nacimiento e ignorantes; de mala
formación personal: los viciosos contumaces. Calificables de necios.
Opuestos a los sabios”.
Los conceptos que se suele confundir con el de la Felicidad, cabe
definirlos del siguiente modo:

8
“La Alegría, es un estado eufórico, risueño y agradable del ánimo;
causado por inmediatas y temporales motivaciones positivas externas.
Dura poco, pues concluye cuando ellas se acaban. Por otra parte, es
vulnerable ante tal clase de influencias, cuando son de las negativas”.
Por ejemplo: Nos invitan a una cena que suponemos será deleitosa y
espléndida, lo cual naturalmente nos produce alegría. Se frustra o concluye el
convite y se acaba la alegría.
“El Placer es la sensación que resulta de un estado gozoso a los
sentidos o a la emotividad. Se llama material, sensual o sensorial, cuando
compromete, en lo fundamental, a los primeros; y espiritual o anímico,
cuando corresponde a la segunda clase o género de percepciones, que
son superiores y en lo fundamental inmateriales, aunque dependientes,
ambos, de situaciones externas y momentáneas”.
Se puede señalar, como ejemplos de placeres: El material o sensorial que
se experimenta mientras se saborea cada plato agradable de una invitación; y el
espiritual o inmaterial, por el gozo, durante el ágape, de una conversación válida
y amena, con buena y suave música de fondo.
Los que se confunden con la Desgracia, se aclaran así:
“La Tristeza, es un estado transitorio y deprimido del ánimo;
contrario a la Alegría; motivado por causas negativas de carácter externo y
más o menos circunstanciales, que afectan a la emotividad”.
Un ejemplo: El sentimiento por la muerte de un amigo. Pero pronto se
comprende que el deceso constituye la etapa final y natural de la existencia de
todo ser humano; que en el peor de los casos sólo es un sueño del cual no se
despierta; que más dolorosa es una supervivencia padeciendo cruel e
irremediable enfermedad; que ya descansa en paz o está en la gloria; y si bien
entristece su alejamiento físico, se le puede acercar, con frecuencia y
espiritualmente, por el recuerdo de su persona y de sus obras, cada vez más
grato y cariñoso; que el tiempo cierra todas la heridas; y finalmente, que es de
decoro elemental mostrar entereza frente a las propias aflicciones.
“El Dolor, es una mortificación intensa motivada por causas externas
y generalmente breves. Es lo contrario del placer. Hay, también, dos clases
de dolores: los materiales o sensoriales; y, los peores y más duraderos,
los espirituales o de la sensibilidad, lastimada por hechos deplorables”.
Son ejemplos de dolores sensoriales: Los de quemadura sobre la piel; los
de las caries dentales; los de las intervenciones quirúrgicas; pero en la
actualidad la medicina ayuda mucho a su alivio, comparando las situaciones con
lo que ocurría hasta hace relativamente poco tiempo. De los dolores espirituales
podríamos citar los muchos que causa el constatar las maldades humanas;
como el maltrato perverso en agravio de inocentes niños; ver herida la dignidad
de la Patria, por la acción de políticos corrompidos, etc.
Debemos advertir que las precedentes definiciones de los significados de
tan importantes palabras son filosóficas y por tanto, si bien precisas, amplias y

9
minuciosas, no corresponden exactamente a las “de Diccionario”, las cuales
están, en cambio y como es obvio, orientadas al común de las personas, por lo
que se ofrecen más escuetas. Y así, por ejemplo, en los casos de sinonimias
imperfectas, los diccionarios comunes hacen referencia al significado
fundamental, teniendo presente la percepción de las mayorías y no tanto a
sutiles matices, muchas veces de gran importancia en Filosofía.
El problema de las diferencias en las definiciones de los vocablos, por los
requerimientos del vulgo de un lado, y de los filósofos por el otro, son de antigua
data... En el siglo XVIII, por ejemplo, Voltaire4 escribió una obra para el
esclarecimiento de numerosos casos, según su criterio, a la que tituló,
precisamente: “Diccionario Filosófico”. Con posterioridad, en parecidas formas y
para diferentes campos de la Cultura, varios pensadores han seguido su
modelo. Por otro lado, en los siguientes acápites, para una mejor e integral
comprensión de las definiciones que ya hemos dado, las completaremos con las
demás, de palabras necesariamente ligadas a ellas.

Los Valores.
Se entiende por Valor, a todo lo susceptible de positivas calificaciones
mentales, referidas a lo admirable, necesario, útil, o placentero. En número, los
valores son una infinidad. Pero generalmente se agrupan en dos grandes clases:
•Los Materiales; y
•Los Espirituales.
--Los materiales son los que corresponden a realidades concretas y
palpables, de la materia, de sus directas o inmediatas manifestaciones,
relaciones y efectos. Son en especial los bienes y servicios a que da lugar la
producción económica y los títulos de ellos, en particular los de fácil
convertibilidad monetaria, de altos montos, denominaciones o precios. Así
podríamos citar, como los más importantes bienes y valores materiales, los
siguientes:
El dinero, en primerísimo lugar ¡Suele elevarse a jerarquía de deidad! A
objeto de general idolatría: "El Becerro de Oro". El dinero, además de su posible
valor intrínsico, tiene el de cambio. Es susceptible de canjearse con todos los
demás, midiendo su valor. Tiene la más alta convertibilidad. Por ello, dicen los
necios: “Con la plata se consigue todo lo que uno pueda desear”:
Las casas, los palacios, los vehículos, las joyas, muebles y enseres, que
llegan al lujo, cuando sobrepasan ciertos límites. En general, todo lo que cubre
aspiraciones materiales de alto costo y que hasta pueden proporcionar
engañosos placeres sensuales, sin mayores consideraciones éticas; como:
poder, fama, vanagloria, diversiones, gula, embriaguez, sexualidad desatada,
juego, drogas, etc.

4
Seudónimo del escritor y pensador francés Francisco María Arouet (1,694-1,778). Liberal,
iconoclasta (íconos: imágenes de estilo bizantino, sagradas en la religión ortodoxa; clasta:
demoledor; que demolían lo tenido por sagrado).

10
Las acciones de compañías, los bonos, cédulas hipotecarias, letras,
cheques bancarios, pagarés, certificados de depósito, pólizas de seguros,
tarjetas de crédito, etc.
Y los bienes que, inclusive considerándolos en su justo término,
satisfacen necesidades materiales legítimas, ineludibles o imperiosas; tales: la
ropa, los alimentos, el techo, la instrucción básica, las condiciones corporales
orgánicas, como la fortaleza y agilidad físicas, la salud (¡de importancia vital!),
etc.; pero generalmente apreciados con exclusión o desmedro de los superiores
de orden espiritual, despectivamente llamados “románticos”.
Los que conceden prioridad a dichos valores materiales o que llegan al
punto de darles exclusiva consideración, reciben el nombre de materialistas -
-devoción por lo material-- y positivistas --por lo útil palpable, demostrable--.Tal
posición inspira, medularmente, a las concepciones Liberal y Marxista. Con --en
verdad-- secundarias diferencias entre ellas. Lo que habremos de precisar más
adelante. En cambio:
--Los Valores Espirituales, Superiores y Perennes, son aquellas
categorías mentales, de alto significado, a cuya práctica y devoción, en cada
caso, corresponde una Virtud.
Toda Virtud puede ofrecer diversos grados de excelencia, según la
grandeza de su realización. Desde la común o sencilla, ascendiendo hacia la
propia de la Sabiduría --en el sentido clásico grecolatino: inteligencia natural,
cultura filosófica, y virtud--, hasta llegar a las más altas genialidades. Como son
también los casos de los Héroes --genios de la Valentía--; de los Santos --de la
Bondad--; de los Sabios --en el sentido contemporáneo, de doctos excelsos, de
genialidades del saber concreto, de las verdades específicas--; de los grandes
Artistas, creadores de sublimes obras de arte, de verdadera Belleza; etc.
Se puede entender mejor lo que son los Valores Superiores y Perennes
del Espíritu Humano, si enumeramos y explicamos los principales. Advirtiendo
que, en ciertas situaciones, se presentan problemas semánticos5, que iremos
esclareciendo en la medida en que se haga necesario. Así:
La Verdad es el valor Supremo. Y como veremos, de él derivan, en
alguna medida los demás. Está muy ligado a todos. Su separación, no
concordancia o contradicción, con los otros valores, le resta --o hasta le niega--
su significación y jerarquía ética. Dicho ha sido, que Dios es la Verdad Suprema.
Absoluta. Y que la Felicidad Celestial consiste en la Contemplación de la
Verdad, al lado del Creador. Jesucristo, además dijo: “La Verdad os hará Libres“

5
De significación de las palabras. Porque hay casos en los que un vocablo tiene dos o más
acepciones; como bien, que puede ser el valor correspondiente a la virtud de la bondad; o el de
un objeto valioso, como alguna joya; o la calificación de una acción correcta, ejemplo: proceder
bien, de modo honesto; la palabra sabio, en los sentidos clásico y moderno ya explicados.
Asimismo, hay --una sola en cada caso-- las que sirven para designar, tanto al Valor, como a la
Virtud; tales: Fe, Templanza, Valentía, etc. Y otras, tanto a Cualidades, como a Virtudes,
ejemplo: Habilidad, Laboriosidad...

11
(no la Libertad os hará Veraces). Colocó a la Verdad, sobre el inconmensurable
valor de la Libertad. Y se define así:
La Verdad es la concordancia entre lo que se ve, siente o percibe;
entre lo que se piensa, dice, escucha, lee, o escribe; con la Realidad; sin
contrariar a los otros valores.
Así de simple y rotundamente expuesta.
Se observa, en primer lugar, que: “Siendo como es,la Realidad única, la
Verdad, al concordar con lo que es único, necesariamente es única”. Como
tiene que ser único, todo lo que concuerda con lo que es único. Y no múltiple,
como erróneamente suele decirse. Por pura lógica. Por definición objetiva. No
por afirmación intolerante o fanática de nadie.
Véase pues la barbaridad que cometen quienes afirman que la Verdad es
relativa... Que varía con las personas, con los espacios, y con los tiempos6...
Tendremos oportunidades de volver sobre este vital asunto en ampliatorias
referencias.
Los que practican la Verdad en un nivel de virtud o sabiduría (en el
sentido clásico), se llaman veraces. Los que llegan a la genialidad en su
devoción, en el campo del saber científico, tecnológico, o filosófico, aunque fuere
hasta el especializado o concreto, son denominados sabios (en la acepción
moderna de la expresión: que saben excepcionalmente mucho de algo). A este
género y nivel pertenecen también, y por antonomasia, los Inventores y los
grandes descubridores. Son ejemplos de ellos: Pitágoras, Arquímedes,
Leonardo, Colón, Newton, Mendel, Franklin, Edison, Pasteur, Cajal, etc. El
siguiente valor:
La Justicia, consiste en dar, reconocer, conceder, a cada cual,
persona o situación, lo que le corresponde.
Obsérvese que Justicia no es siempre dar a todos por igual. Como
suponen muchos, confundiendo Justicia con Igualdad. En la primera línea del
error, los liberales y marxistas; inventores y propugnadores de tan inconsistente
mixtificación.
Dar a todos por igual puede constituir hasta una tremenda injusticia. Por
la sencilla razón --así pudiera desagradar lo afirmado-- de que los seres
humanos y sus circunstancias casi nunca son iguales. Lo cual no quita el deber
de aspirar a La Máxima Igualdad Posible de Derechos y Oportunidades. Aún
cuando, tampoco ellas, puedan alcanzarse fácilmente. Sólo en los raros y
relativos casos de una situación de Igualdad, puede la Justicia consustanciarse
con ésta; y entonces recibe el nombre de Equidad.

6
Los que sostienen tal cosa, son llamados relativistas morales; pero su error --trampa doctrinaria
podría decirse-- consiste en que, si bien varían las apariencias de la Verdad (según las
personas; los espacios o países; y los tiempos), su esencia no varía nunca. Una cosa es el ser y
otra el parecer… ¡Cuidado con el tan común engaño!

12
Del mismo modo, es un error confundir a la Justicia con la Legalidad: la
aplicación de la ley. Pues no toda ley es necesariamente Justa. Ocurre en el
sistema liberal vigente que la ley es simplemente “una convención de
convivencia social” y el producto indirecto de “la voluntad popular” --a menudo
manipulada y atropelladora de la Moral, la Razón, y la Justicia--, expresada,
teóricamente, por el Parlamento. Las más de las veces, a merced de intereses
extrapopulares: los de las altas finanzas –de la plutocracia--, entre otros.
De semejante manera es equívoco presentar --como resulta común-- a la
Justicia cual una diosa con los ojos vendados; como diciendo que la mejor
justicia es la ciega... Cuando, muy por el contrario, para aplicar Justicia se debe
abrir bien los ojos, a fin de percibir correctamente la Verdad sobre las
situaciones a juzgar. Por ello se ha llegado a definir a la Justicia como a “Un
Orden de Verdades”. Quienes sostienen que la Justicia debe ser ciega, lo hacen
precisamente por confundirla con la Legalidad, entendiéndola como a un simple
acto de “aplicar la ley sin mirar a quién”.
Los que practican la Justicia se llaman justos o justicieros. No hay vocablo
específico para denominar a los niveles de genialidad en dicha virtud; pero se
les llama: paradigmas, héroes, o mártires, de la Justicia. A los creadores de
normas de Derecho de extraordinario significado: juristas o legisladores eximios
(como los geniales Solón, Licurgo, Suárez, Vitoria, etc.) 7.
Por último, en cuanto a sus modalidades, se ha clasificado a la Justicia
en:
•Conmutativa, la que se realiza por los intercambios justos, entre lo
recibido con lo entregado; por ejemplo: las operaciones comerciales en el
mercado, cuando son honestas.
•Distributiva, la que se logra, por ejemplo, en la adecuada distribución de
bienes y servicios, en procura del Bien Común.
•Equitativa, la que distribuye, aproximadamente por igual, entre seres
cercanamente iguales.
•Caritativa la practican las personas sabias, uniendo la Justicia con la
Caridad; por ejemplo: la recomendada por don Quijote a Sancho Panza,
Gobernador: “No olvides, Sancho, que la vara de la Justicia ha de ser rígida,
pero si se doblare, que sea por la magnanimidad, mas no por la dádiva”.
La Libertad, es la facultad de elegir entre opciones enmarcadas
dentro de un Sistema Moral autónomamente aceptado.
Tal la definición correspondiente a una visión cristiana: La Libertad
subordinada a la Moral.

7
Precisa remarcar que el origen y derivación del valor de la Justicia, como de todos los otros
valores, arranca, necesariamente, de la Verdad. Por la sencilla razón --además de otras-- de
que, para discernir y decidir Justicia, hay que conocer, primero, la Verdad sobre las situaciones
que se juzgan.

13
Por cierto que el cristiano, mientras se lo permitan las fuerzas exteriores a
su persona, puede, en principio, situarse en una libertad total, ejercer su ‘libre
albedrío’. Hacer lo que deseare; pero habrá entonces de asumir la
responsabilidad y las consecuencias de sus actos. Y si fueran éstos inmorales y
dañinos a sí mismo y al prójimo, afrontar sanciones religiosas, legales, vindicta
pública, y remordimientos de conciencia ante sus convicciones.
La Libertad digna, a la cual nos referimos, es la ejercida de conformidad
con los principios de un buen católico; en el supuesto entendido de haberse
adoptado, éstos, con total autonomía personal y plena conciencia de sus actos.
Pero, contrapuestos, hay otros planteamientos correspondientes a
concepciones que contradicen, de un modo frontal, a la cristiana; a saber:
Los liberales, proclaman a la Libertad como al más alto valor: a la facultad
de hacer lo que al individuo le venga en gana, sin más límites que los derechos
del prójimo y los marcos señalados por la ley. Dicen, con hinchada y aparente
racionalidad: “Mis derechos terminan donde comienzan los del prójimo” (¿no
tienen nada más que ver, los de uno, con los del otro?). Y agregan: “la ley es el
producto de la voluntad popular y regla práctica de convivencia social”; ¡“la
Libertad no tiene nada que ver con la Moral, ni ésta con la Ley”!; “la Moral es
asunto del fuero personal de cada cual”... Asombran tales asertos, pero el caso
es que reciben categoría de universales y benéficos dogmas.
Los marxistas sostienen que: “La moral es un prejuicio burgués”...
¡Atribuyen a los liberales, y como error, lo que en todo caso corresponde, como
acierto, al cristianismo!... Añadiendo: “lo que interesa, es la conducta social; el
ciudadano es libre de hacer lo que la ley no le prohíbe y está obligado a hacer lo
que la ley le manda”. El ser humano ¡un programado robot!
Obsérvese el error --medular e indisculpable-- de las dos concepciones
anticristianas: Dejan a sus conceptos de la Libertad y de la Ley... ¡al margen de
la Moral!... Cuando, filosófica y racionalmente --además de lo religioso y
empírico--, ninguna esfera de las acciones humanas puede --sin lamentables
consecuencias-- colocarse fuera de la jurisdicción Ética.8 La Libertad es un valor
inmenso que se cuenta entre los más estimables. Pero no supera en jerarquía a
la Justicia. Debe acompañarse de ella. Sin ella, y sin el Derecho que las define,
no puede subsistir. Forzosamente está subordinada a la Verdad.9 Y, además, sin
la Bondad (el Bien), la Libertad carece de sentido. Los hombres con devoción a
la Libertad, se llaman libres. En grado superior, cuando la conquistan:
libertadores (San Martín, Bolívar, Castilla, Washington, etc.).

8
Moral (del latín: moralis) y Ética (del griego: ethykos), son términos casi sinónimos y pueden
usarse como tales; pero se prefiere Ética, para el estudio o parte de la Filosofía que se ocupa de
las costumbres y de la conducta humanas, en función del Bien y del Mal; y Moral, para enmarcar
las costumbres y conductas mismas. Además, a la Moral se le confiere el significado adicional de
entusiasmo para el esfuerzo y la lucha (militar, deportiva, etc.).
9
Para definir una situación de Libertad, es preciso establecer, antes, la Verdad acerca de en qué
consiste ella; así como de las cuestiones de la naturaleza humana y la organización social que le
son relacionadas. Abundando en el tema, en la frase de Jesús: “La Verdad os hará Libres”, la
Libertad está claramente subordinada a la Verdad.

14
La Belleza es la armonía que produce placer estético y que eleva el
espíritu del hombre.
Son necesarios tres requisitos para que haya verdadera Belleza:
•Una Armonía Fundamental (entre las formas, magnitudes, colores,
sonidos, significados, etc.).
•Un Placer Estético (en correspondencia con el Buen Gusto).
•Una Elevación o Superación del Espíritu del Hombre (en su sensibilidad,
intelecto, voluntad, etc.).
La Armonía procede de un juego de las proporciones, contrastes, y
afinidades, entre los elementos que constituyen lo bello: las formas, tamaños,
colores, sonidos, palabras, etc. Ejemplos los hallamos: en un hermoso paisaje,
en una obra de arte pictórica, musical, literaria, etc. O en un conjunto de
cualidades y virtudes, en las situaciones de belleza espiritual; llegando hasta la
calificable de sublime: el caso de la Virgen María; por la ternura, bondad y
delicada pureza que se reflejan en su rostro, añadidas a su íntegra beldad
corpórea.
Lo que no tiene armonía, lo estrafalario --por mucho que se llame
abstracto, cubismo, surrealismo, rock, etc.--, no es, ni puede ser, bello. Es, a lo
sumo, un negocio; una burla, hábil pero cruel, de la tontería humana. Son las
ruedas de molino con las que, las fuerzas disolventes de la sociedad
contemporánea, hacen comulgar a los intonsos.
El Placer Estético es el goce que produce, en las personas de buen gusto,
el percibir la Belleza. Dicho en otra forma: El buen gusto --que se recibe como
facultad de nacimiento y se educa-- es requisito esencial para apreciar a la
Belleza. La Belleza no es lo que gusta a cualquier hijo de vecino o a las
mayorías de un rebaño. La falta de buen gusto --deficiencia genética y cultura-l-
se llama cursilería, “huachafería” (en muy expresivo peruanismo). Lo huachafo
no es bello. Ni lo bello puede ser apreciado por un huachafo. O por los afectados
de torpeza e ignorancia notorias.
La Superación del Espíritu del Hombre es potencialidad de la Belleza. En
verdad, no llega a ser bello, lo que no eleva al espíritu. Y, si lo rebaja, se hunde
hacia lo repudiable y horroroso. Podrá ser, en el mejor de los casos,
espectacular, impresionante; agradable, si se quiere; pero más para gustos
bastante ‘crudos’, subdesarrollados. Como podría serlo una función de
bataclanas, para un grupo de estibadores o de choferes de microbús. Pero,
ciertamente, no Belleza; en el sentido ético y estético, filosófico, que estamos
considerando.
La actividad que produce Belleza, elevando por tanto el espíritu del
hombre --condición de suyo esencial-- se llama Arte. Los que practican un Arte,
con especial dedicación, se llaman artistas. Los hay desde simples aficionados,
pasando por los ejecutantes, copistas, y actores; hasta llegar al elevado nivel de
los creadores de Belleza; a la genialidad en este campo. Como Praxiteles,

15
Leonardo, Miguel Ángel, Cervantes, Ricardo Palma, Velásquez, Beethoven,
Wagner, etc.
No debe confundirse “Arte” y “artistas”, con otros términos, que si bien
ofrecen cierta relación con ellos y corresponden a una habilidad en las
ejecuciones, son de distintos significados y alcances: la Artesanía, oficio
intermedio entre asalariados y empresarios y los objetos que confeccionan (los
artesanos o artífices, las artesanías o artificios).
Por último, está visto que es estrecha, también, la relación de la Belleza
con la Verdad. No solamente porque la Verdad es Bella. Sino que, para lograr la
Belleza, en cualesquiera de sus géneros y formas, se requiere la comprensión
de la verdad de su naturaleza, en abstracto, como valor, y de lo bello mismo, en
concreto.
La Belleza es veraz, como la veracidad es bella. En alguna medida y
proporción, por lo menos, hasta las ficciones artísticas, se colman de la máxima
veracidad posible; y lo no propiamente veraz en ellas, no es engaño, pues autor
y lector convienen en ingresar juntos al campo de la fantasía.10 Y su elaboración
concreta, tiene reglas y principios racionales, que deben ser conocidos y
cumplidos.
La Bondad (o el Bien), consiste en procurar beneficios a nuestros
semejantes, inspirándonos en el amor a Dios y al prójimo; en los naturales
sentimientos humanos de generosidad; y en la virtud teologal de la
Caridad.
Procurar beneficios, significa ofrecer Bondad, intentar el Bien --tómese
nota de que aquí ambos vocablos son Valor y Virtud, al mismo tiempo--,
evitando los males o agravios al prójimo. Por lo tanto, precisa comenzar por
saber qué es el Bien y qué es el Mal. Nada menos que la Verdad sobre ellos:
Una vez más, se observa el nexo de la Verdad con los otros valores.
La Bondad en grado superlativo o genial, es la Santidad. Santos son los
genios de la Bondad. Como Santa Rosa de Lima; San Francisco de Asís: “El
más santo de los humanos y el más humano de los santos”.
La Valentía, es la Entereza, la Fortaleza, o el Coraje, para afrontar
peligros y penalidades, en la fidelidad hacia los valores superiores.
Los que la practican se llaman valientes. En rango genial, son los Héroes:
El Cid, Pizarro, Orellana, Grau, Bolognesi, Cáceres, etc. 11 No hay que confundir
Valentía y Heroísmo, con temeridad; la que, aparte de una forma de locura, es
una ‘valentía sin causa’; como casi lo mismo son: la audacia, el atrevimiento, y la
imprudencia.

10
Miguel de Unamuno, llegó a decir --figuradamente por cierto-- que don Quijote fue el que
existió y no Cervantes... ¡Genial el realismo de la ficción! creada por “El Manco de Lepanto”.
11
Utilizamos el término Valentía, para no usar aquí : “Valor”, vocablo de doble significado, que
empleamos, mejor, para la Calificación Mental, en general, tratando así de evitar confusiones.

16
La Prudencia, es un valor y una virtud, que consiste en actuar
reflexivamente. Tiene relación con la Verdad, la Justicia, y la Bondad.
La Templanza, valor y virtud, que es proceder dentro del Justo
Término de las situaciones. Se relaciona con la Verdad, la Justicia, y la
Valentía o Fortaleza.
Tómese nota de que el “Justo Término” --expresión de Aristóteles-- no es
necesariamente el punto medio (‘ni chicha ni limonada’), que casi nunca resulta
el correcto. Está entre los dos extremos, pero en la posición más apropiada,
variable en cuanto a su cercanía o lejanía de los extremos.
-----

Los Antivalores.
Los antivalores, contravalores, o males, son lo contrario de los valores o
bienes. Y pueden ser también:
•De origen material, y
•De naturaleza inmaterial.
--Los primeros son, entre otros:
La pobreza, que cuando es extrema se llama miseria. Decía Aristóteles:
“Ninguna forma de dignidad se concilia con la miseria”; también: “La excesiva
riqueza puede turbar a la serenidad del sabio”; y “El ideal está en la situación
intermedia”; la que --con cierta impropiedad-- se llama a la de la clase media. El
sabio desdeña a las riquezas; así como, por natural consecuencia de sus
aptitudes personales, supera a la miseria.
Las enfermedades, tanto más cuanto crónicas, dolorosas, y hasta
terminales. Pero, contra las que mucho cuentan: el buen régimen de vida y de
alimentación; la ausencia de vicios; los auxilios profilácticos y los tratamientos de
la admirable medicina moderna; la fe religiosa; y la propia entereza moral.
Aunque, en los casos extremos, y al final, su total alivio llega con la muerte.
-- Los principales antivalores --o males--, del segundo grupo, son:
La Mentira, lo opuesto a la Verdad. Y más exactamente: Faltar a la
Verdad con propósito de engañar (burla, maldad), obtener provecho propio
(egoísmo), o de perjudicar al prójimo (injusticia, crueldad, envidia, cobardía,
etc.). Es decir, faltar a la Verdad aplicando simultáneamente algún o algunos
contravalores adicionales.
No hay que confundir a la mentira con una serie de acciones en las que
de alguna manera se desplaza a la veracidad; pero sin afectar sino practicando
valores que suelen acompañarla; no incurriendo en falta moral. Más bien
realizando bondades encomiables; lo sanamente beneficioso o agradable.
Sirvan de ejemplos:
La “Mentira Piadosa”. Que propiamente no es mentira; no implica el
propósito de engañar para obtener provecho o hacer daño, sino todo lo

17
contrario. Tal el caso de una persona enferma de mucha gravedad, no
preparada para ‘mirarle la cara a la muerte’ y a quien para evitarle un espanto no
le decimos ‘la cruda verdad’ --lo que constituiría una acción malvada más que
una Verdad en sentido ético--; sino que damos algún elusivo rodeo y una
ilusionada esperanza.
La Discreción, que consiste en guardar en silencio, sin expresarla, una
realidad frente a la cual el ambiente no está preparado para conocerla; y cuando
dar cuenta, en cambio, podría causar daño y hasta una tragedia. Como sería
discreto no comunicar a un posible agraviado el conocimiento de algún adulterio
que él no hubiera percibido.
Los Eufemismos, cuando se utilizan ciertas figuras de pensamiento o de
palabra para evitar herir susceptibilidades; por ejemplo, hablando de ‘la tercera
edad’ para no decir ‘viejos’.
Las Cortesías, los Piropos o Galanterías; por los cuales resaltando
cualidades y silenciando defectos nos referimos a los atributos más saltantes de
una persona, para halagarla risueña y gentilmente.
Las Ficciones y Fantasías Artísticas; como las sanas de los espectáculos
del teatro, el cine, la radio, la televisión; las novelas, las poesías, los cuentos, las
fábulas, etc. En las que por cierto no se engaña ni se perjudica a nadie. Sino,
por el contrario, es como si se pusieran de acuerdo, autores y beneficiarios del
arte, en vivir a sabiendas una situación imaginaria o ficticia. Agradable a quien la
crea o comunica y a quien la recibe. Porque es común y grato al ser humano
vivir ciertos momentos en el mundo de lo imaginario.
Tampoco lo son las Mitologías, las Alegorías, Parábolas y Metáforas
religiosas. Hechas para explicar hasta donde es posible y de modo poético,
sencillo y mejor, lo difícil y misterioso, lo ético y metafísico.
No obstante los ejemplos dados sobre algunas ‘faltas’ a la Verdad --o su
desplazamiento--, y que pese a ello no son mentiras, pudieran parecer
contradictorios de las definiciones anteriores. Pero no hay tal, si observamos que
la Verdad adquiere su pleno significado ético, cuando la afirmación de lo
cierto acompaña o sirve de apoyo a otros valores. Si no es así, la afirmación
se queda en eso solamente: en afirmación cierta o exacta. No llega a la
categoría de una Verdad en sentido Ético. Y cuando los contradice, dejando
inclusive de ser Verdad, ingresa al campo de los contravalores... Una afirmación
cierta, pero inoportuna, dicha con mala intención, se puede convertir en ... ¡una
aseveración malvada!
Si afirmamos que esta página es de papel blanco -y nada más-, tal aserto
no es sino una afirmación cierta; una verdad literal; sin categoría Moral. Pero si
decimos que estas páginas se orientan al Bien del lector, estríamos haciendo
una afirmación que adquiere significación Ética. Y si alguien supiera que no
habría dinero para publicar nuestro escrito y lo dijera con el propósito de
desanimarnos, habría hecho una aseveración malintencionada, inmoral, aunque
pudiera ser cierta.

18
En la medida en que las afirmaciones son ciertas y cuanto más se
relacionan o ligan con otros valores, alejándose de los contravalores, más
adquieren categoría de Verdad ética correctamente entendida. Y en sentido
inverso, cuanto menos certeza hay en la afirmación, más lejanía de los otros
valores y mayor cercanía a los contravalores, más próxima está a la mentira.
En otras palabras, no basta la afirmación cierta o exacta, para decir que
ella es la Verdad; ni la inexacta o errónea, para calificarla de mentira. Tiene que
determinarse si están o no ligadas a otros valores o contravalores; si los
contradicen o los confirman. Aparte, la afirmación cierta pero deliberadamente
incompleta --por lo general malévola--, llamada “verdad a medias”, es peor que
la mentira misma.
Es necesario no equivocar el sentido preciso del valor de la Verdad; ni de
su contrario, el antivalor de la mentira. Pero creemos suficiente la explicación
dada, para resolver las aparentes contradicciones.
Quienes actúan contra la Verdad, en el campo de la mentira, se llaman
falsos, falsarios, o simplemente mentirosos. Si violan un juramento, es decir, una
afirmación hecha poniendo en testificación lo sagrado, se llaman perjuros.
Injusticia se llama al antivalor contrario al valor de la Justicia. A quienes
la practican: injustos. Debe decirse que la injusticia es posiblemente el antivalor
o contravalor que más subleva al espíritu del hombre. No soportamos las
injusticias o abusos, como también se denominan.
Tiranía, autoritarismo o arbitrariedad, es el antivalor contrario a la
Libertad. Tiranos, autócratas o arbitrarios, son quienes lo practican, los que caen
en este vicio.12
La Fealdad, es el antivalor de la Belleza. Pero quienes lo aplican, no son
por supuesto los feos, sino los destructores de Belleza: los bárbaros; los
especuladores y mixtificadores del arte; los cursis o huachafos, etc.
La Maldad, es el contravalor de la Bondad. Quienes lo aplican se llaman:
malos, malvados, o perversos. En grado de psicopatía: sádicos. Aristóteles
establecía que sólo este último tipo de malvados, es decir, anormales o
enfermos, hacen el mal por el mal mismo; por el simple impulso y placer de
hacerlo. Que los demás, proceden por error; derivado de la torpeza y la
ignorancia; creyendo, equivocadamente, que sus malas acciones puedan serles
provechosas. Así, decía el gran sabio griego, que las verdaderas fuentes de la

12
Muchos confunden dictadura con tiranía y autoritarismo con totalitarismo. Pero son conceptos
diferentes. La dictadura es creación democrática y republicana de los romanos; consiste en la
plena autoridad de un hombre, en momentos de peligro nacional, pero concedida legalmente
(por el Senado), por un plazo fijo, con cargo de devolverla y de rendir cuentas. La tiranía, forma
primitiva, es el poder absoluto de una persona, tomado por la fuerza o la astucia, sin plazo
alguno, ni obligación admitida de dar cuenta a nadie. Por otro lado, el totalitarismo, gobierno total
de una sociedad jerarquizada, fue creación --no se avergonzaron de ello nunca--del fascismo
italiano (“todo dentro del Estado y el Estado en todo”). No todo autoritarismo --el comunista entre
ellos--: gobierno ‘fuerte’ o absoluto, de un partido, de una minoría, o de un hombre, es totalitario.
Aunque el totalitarismo sí es generalmente autoritario.

19
llamada maldad, están en la torpeza y la ignorancia. Y, contrario sensu, los
mayores bienes y bondades, en la inteligencia y la cultura (en la Filosofía)...
¡Cuánta verdad hay en ello!
La Cobardía, es el antivalor contrapuesto a la Valentía. Los que la
practican son llamados cobardes. Y así como el heroísmo merece la general
admiración de los pueblos --las naciones llenan sus ciudades de monumentos
en homenaje a sus héroes--, la cobardía recibe universal desprecio y repudio.
La Imprudencia, es el contravalor de la Prudencia. Sus practicantes se
llaman imprudentes, que actúan irreflexivamente.
La Intemperancia, es el antivalor de la Templanza. Los que la practican
se califican de intemperantes. Actúan fuera del “Justo Término”.
-----
El Mundo Interior y los Valores y Contravalores.-- Los efectos de las
actitudes y la conducta del ser humano, sobre su ánimo, su mundo interior, son
claros de percibir, en la medida en que se desenvuelven acatando o
contradiciendo a los valores o a los antivalores. Así, es posible experimentar una
clara sensación de satisfacción interna, hasta de placer inefable --en especial los
niños y los ancianos que saben vivir-- al aprender algo. Cuando encontramos o
recibimos la Verdad sobre un interrogante y cuando la transmitimos, en especial
los maestros y los ancianos, al enseñar y aconsejar... En cambio, se mortifica el
fuero interior, el ánimo, cuando lo abruma la ignorancia. O si mentimos; más
aún, si se llega al cinismo, al descaro; que solo son apariencias de seguridad y
satisfacción.
De modo similar y grato sucede con los otros valores, y su práctica, las
virtudes; y nos mortifican sus antivalores y vicios.
Con la Justicia, cuando somos justos y evitamos y combatimos la
injusticia; la que nos lastima, en cambio, si la dejamos regir. Con la Libertad,
cuando la ganamos y la ejercemos; mejor, si además la damos; si vencemos a la
arbitrariedad y a la tiranía. Con la Belleza, al gozar con su contemplación; y
mejor aún, ejecutando y creando formas de ella; rechazando la fealdad, lo
estrafalario y lo cursi o “huachafo”. La Bondad, al realizar buenas acciones y
repudiando las malas; tomando como ejemplares las vidas de los santos. La
Valentía, luchando con coraje en favor de los valores --al contemplar como
paradigmas a los héroes-- y distanciándonos de actos cobardes o viles, que
avergüenzan hasta lo más profundo y reciben general repudio. Con la
Prudencia, evitando la irreflexión; y con la Templanza, rechazando la
intemperancia.
Sucede por añadidura que al repetirse los actos de Virtud y los rechazos
al vicio, se adquieren dos inapreciables potencialidades:
•El Hábito de practicar la Virtud y rechazar al vicio; por lo que ello se hace
cada vez menos dificultoso y hasta fácil; y

20
•Una Sedimentación de la Complacencia Virtuosa; que resulta
basamento de una situación feliz, permanente, inviolable, del ánimo. De
semejante modo al de los grandes ríos, que forman los más fértiles terrenos.
Dándose lugar, así, al logro de la humana Felicidad. En cambio, de suceder lo
contrario, adquiriéndose el vicio y eludiendo la Virtud, se producen la tormenta y
el tormento interiores y duraderos, de la Desgracia.
-----
Los Apoyos de la Felicidad.-- En la realización de la Felicidad Humana
cuentan decisoriamente los tres principales Apoyos de la Felicidad:
•La Definición clara de una Vocación. Escoger una profesión o dedicación
vital, que sea placentera o a la que se sepa “encontrarle el gusto” y para la que
se tenga especial aptitud. Da lugar a una permanente satisfacción en el
desempeño de las actividades personales, con las que se cumple una
Responsabilidad Social.
•El Amor, la inter elección adecuada de la Pareja Humana; orientada
hacia el Matrimonio Sacramento y Permanente (“Hasta que la muerte los
separe”). Base de la Familia Cristiana. Esta unión, además, completa a la
personalidad humana, la cual, como las caras de una moneda, tiene dos facetas:
la masculina y la femenina; que deben reunirse y complementarse. Porque sólo
inicial y temporalmente se ubican en dos individualidades que nacen separadas.
Además, un matrimonio así, colma, dulcemente, la sensibilidad y la emotividad
de los seres humanos.
•La Forja de un Ideal de Vida: “Un programa de la propia existencia al
servicio de los valores superiores del espíritu. Compromete con empresas
nobles y enardece las energías espirituales. Confiriendo entusiasmo vital y
plenitud de ánimo.
-----

Las Turbaciones de la Felicidad:


El Generalizado Temor a la Muerte. Constituye un factor que, al
parecer, podría empañar la Felicidad. No obstante, debemos afirmar que el
sabio -en el sentido clásico del término-, si bien ama a la vida, no teme a la
muerte. Aunque sólo fuere porque la existencia sabia es la mejor preparación
para la vida trascendente, mucho más feliz aún; después de haber logrado la
dicha terrenal; y porque sabe que sobrevivirá por sus meritorias obras.
Hace más de 2,000 años, Cicerón, gran filósofo, político, escritor y orador
romano13, dedicó capítulos enteros de su obra escrita, a tan importante cuestión.
Demostró que es necio temer a la muerte. Como resulta el temer --sin razonar--
a lo que no se conoce. Ningún ser vivo, precisamente por no haber muerto, la

13
Marco Tulio Cicerón -”Obras Completas” - 6 tomos; 4,500 pp.- Ediciones Anaconda - Bs.As.-
Arg.

21
conoce. Por lo tanto, nadie es cuerdo al sostener que la muerte constituye un
mal. Y frente a la muerte, sólo son posibles tres posiciones, a saber:
•O se cree que con la muerte acaba todo; toda sensibilidad; que a partir
de ella nada se siente; entonces, por lo menos, no es, no puede ser, un mal
percibible.
•O se cree que después de una vida virtuosa hay una felicidad celestial
sin fin. A esa nos referimos y no a la de los viciosos o necios, fuera de nuestra
consideración; y quienes, además, ya desde la Tierra, están en el Infierno. Por lo
tanto, la muerte --un paso-- hasta resultaría un bien.
•O se duda entre las dos posibilidades anteriores. Pero ocurre que, esa
duda, sólo puede oscilar entre los dichos dos extremos: El no mal de la
insensibilidad absoluta o el gran bien de la Felicidad Perenne... Tampoco pues
desde esta posición, puede afirmarse que la muerte es un mal.
No obstante, es común decir que lo “terrible” de la muerte es el “tránsito”
al más allá. Pero resulta que no es cierta tal aseveración: El paso de la vida a la
muerte, el momento mismo del fallecimiento, no es lo horrible que se imagina.
Afirmaba Cicerón que la vida humana es como una línea recta y relativamente
corta; que tiene un comienzo y un fin. El comienzo es el nacimiento y el fin la
muerte. Al centro --a la vida-- se ingresa y se sale en total inconsciencia. Nadie
recuerda ni, puede dar cuenta, de lo que fue su nacimiento; ni podrá darla de su
muerte.
Agregaba, además, el gran sabio latino, que hay varias formas de muerte:
algunas de plena inconsciencia, como es la de quienes mueren --de modo
apacible y envidiable-- cuando están dormidos; otros, despiertos, dejando
expresada su última voluntad, antes de dormirse definitivamente, también en
envidiable placidez (como don Quijote); o como aquellos que fallecen --algunos
casos de enfermos o seres muy ancianos-- cual si fueran velitas que se apagan
poco a poco, casi sin sentirlos, sin estrépito. Al fin y al cabo --lo hemos dicho-- la
muerte es como un sueño final, del cual ya no se despierta. Ocurre, decía
Cicerón, que la mayor parte de las muertes se pueden agrupar en dos clases:
•Las violentas, por enfermedades o afecciones fulminantes, “apopléticas”
--así murió mi madre, de un derrame cerebral--; y por accidentes de gran
violencia, en los cuales el afectado no tiene tiempo ni de darse cuenta de lo que
le ha sucedido.
•Las lentas, por enfermedades crónicas o de relativa larga duración. El
enfermo pierde la conciencia, hasta delira, a veces varios días antes de morir --
así murió mi padre, de neumonía-- y “no le ve la cara a la muerte”; no tiene cómo
recibir “el gran susto”.
En añadidura, narraré que, personalmente, hasta en dos ocasiones –
accidentales--, hube de llegar al punto de convencimiento de que iba a morir,
irremediablemente, en ese momento. En tales circunstancias, fui sujeto de una
extraña e increíble sensación --repetida en ambos casos-- de ¡una total
conformidad!... Concluida --en segundos-- al percibir que seguía viviendo.

22
Fueron: el terremoto del 40, cuando era estudiante en la Escuela Nacional de
Agricultura de La Molina, la cual quedó en escombros; y, poco después, en una
volcadura del camión en el que viajaba, dormido; por la Carretera de Satipo a
Concepción y cuando creí, al despertar, que estaba cayendo en un profundo
precipicio.
Varias otras razones daba Cicerón y se podrían repetir, reafirmando lo
dicho; pero con lo expuesto basta y sobra, para ratificar que el temor a la muerte
es infundado, irracional y por lo tanto impropio de un filósofo. En suma, no tiene
por qué turbar a la Felicidad del hombre sabio.
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De los Placeres Superiores.-- Hemos visto que los placeres se pueden
clasificar en: materiales, sensoriales o sensuales; y espirituales, superiores o
más estimables.
-- Los placeres materiales son legítimos. Resulta apropiado procurarlos y
atenderlos; pero siempre que se disfruten bajo tres condiciones:
•Que sean moderados. Es decir, “En Justo Término”; sin caer en
exageraciones viciosas (glotonería, beodez, hipersexualidad, etc.).
•Que sean varios; como el comer y beber, de lo fino y diverso, en
ambiente sobriamente elegante. No ser únicos, excluyentes, obsesivos, insanos;
que signifiquen “adicción” o “dependencia”; es decir, que lleguen a constituir
vicios y, como tales, acaparar el ánimo, esclavizándolo (alcoholismo o
dipsomanía, tabaquismo, drogadicción, juego, etc.).
•Que se presenten en mixtura. Tanto entre sus propios componentes
(como los elementos deleitosos de una agradable comida y los ingredientes de
cada plato y de cada sorbo); con otros placeres complementarios, materiales y
espirituales; acompañando a la satisfacción de necesidades y al cumplimiento
de deberes: los de alimentarse, calmar la sed, o los de conservar la especie,
reproducirse (es el caso del placer sexual), adquirir y transmitir conocimientos
(estudiar, enseñar), producir bienes y servicios (trabajar). No es procedente el
placer sin mezcla, el placer por el placer mismo; simple, aislado de toda otra
situación, sea o no placentera o del cumplimiento de un deber.

Al sabio no solamente le es lícito disfrutar de los placeres materiales, sino


encomiable que se los procure; cumpliendo siempre por cierto, las condiciones
enunciadas. Pero es en el campo de los placeres superiores, de los que elevan
el espíritu humano, que el sabio halla el mejor terreno para el disfrute pleno de
su existencia. Seis fueron los señalados por Cicerón:
1.La Contemplación, de la Naturaleza, de la Creación Divina, y de las
Obras Admirables del Hombre.
2.La Meditación, pensar y reflexionar, especialmente acerca de lo
sugerido por la Contemplación.

23
3.La Conversación, comunicarse oralmente entre personas el sentir y el
pensar valiosos.
4.La Lectura, recibir por escrito las luces de los grandes pensadores,
informarse. Es como conversar con ellos.
5.Escribir, volcar por escrito lo aprendido o en creación. Trascender en
tiempo y en espacio.
6. La Oratoria, escuchar a los grandes oradores. Poder tomar conciencia
de la propia llegada a niveles satisfactorios en este arte y técnica, cumbres de la
formación personal.
-----
Del Animo Imperturbable.-- El filósofo (inteligente y culto), en mejor decir
el hombre sabio (virtuoso por añadidura), además de feliz, es Imperturbable.
Porque su Felicidad es interior --consecuente al íntimo acatamiento de valores
espirituales y perennes-- por lo tanto invulnerable. No se altera por los
vendavales externos, que sí desequilibran, exaltando o deprimiendo, al común
de los mortales. Por ejemplo:
Las Alegrías y las Tristezas, que de origen externo y durando poco, el
sabio las recibe con agrado o con pesar, según los casos, pero con
manifestaciones siempre templadas. Acompañadas, si se quiere, de sonrisas y
de carcajadas francas, aunque moderadas; o con elocuentes mas sobrios
silencios y hasta pocas y mudas lágrimas. Nunca entrando en histerias --
risotadas, gritos, o llantos--, comunes en los seres vulgares. Jamás como los
"fanáticos" del fútbol, cuando gana o pierde el equipo del que se declaran
“hinchas”, saliendo en “caravanas” y armando alborotos por las calles. O los
escandalosos alaridos y estertores epileptiformes de los concurrentes a los
conciertos (?) del decadente “rock”... con tragos y drogas ad libitum. Ni los
aspavientosos llantos de las viejas lloronas de los velorios huachafos. Nada de
eso es propio del hombre realmente sabio y por lo tanto feliz.
Debemos añadir, en cambio, que no ha de olvidarse el Buen Humor,
“estimulante y remedio infalible del espíritu”; y el Humorismo, rica y variada
actividad incitadora del buen humor. Dando lugar a estados emocionales muy
sanos, consustanciales a la existencia feliz.
Los placeres y los dolores, visto está, cómo los cataloga y considera el
hombre virtuoso. Jamás hasta alterar tormentosamente su ánimo. Más bien
permaneciendo ante ellos plácido y sereno; porque: “El sabio es
permanentemente feliz. El necio siempre desdichado”.
La Desgracia no halla lugar en el sabio. Sin embargo, puede éste tener
tristezas: La pérdida de bienes apreciados; la muerte de un querido familiar o
amigo. Mas ellas duran relativamente poco y no se tarda en encontrar consuelo;
no llegan a deprimir su ánimo. Porque sabe que no hay mal que dure mucho y
que no traiga consigo, en cambio, algún bien, una lección, una experiencia, una
natural reacción, un lado bueno; en fin, compensaciones varias. Y los problemas

24
se pueden resolver con acierto o se deben afrontar con entereza; aunque sólo
fuere por un decoro elemental.
Dicho está igualmente, que la pobreza extrema no alcanza al sabio. Que
de las enfermedades, muchas se evitan con un apropiado régimen de vida y
que, hasta las más crueles, no lo abaten; además, de ellas, de las peores, lo
puede aliviar, en gran medida, la admirable medicina moderna, o liberar,
definitivamente, la muerte, a la que no teme.
Con los dolores (un golpe físico o moral), sucede algo semejante; pero
merecen menos atención, porque duran poco y sus causas y efectos tienen
menores repercusiones e inferior categoría ética. Hay que ejercitar la entereza,
el decoro y el coraje necesarios para afrontarlos. Es posible hacerlo, evitarlos o
mitigarlos. Con la Prudencia y la búsqueda de las asistencias y de los consuelos
que caben en medio de tales aflicciones. El caso es que los dolores no pueden,
tampoco, en razón de todo lo dicho, perturbar el ánimo sereno de los sabios.
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Los que pueden ser felices--. Es evidente, como lo hemos afirmado, que no a
todos les es posible alcanzar la felicidad. Sólo el sabio --una minoría-- lo hace. Y
que, contrario sensu, el necio --de la otra minoría-- siempre es desdichado. Al
medio –las grandes masas-- los mediocres, no son ni lo uno ni lo otro; “bailan al
son que les tocan”...
¿Quiere decir entonces que prácticamente no habría nada que hacer
frente al destino del vulgo, del pueblo, de las mayorías?... ¡No por cierto!
En primer lugar, la inteligencia, la cultura y la virtud, son susceptibles de
cultivo, difusión e impulsos notables. Por la buena Educación, que conlleva la
mejor formación de las personas. A muchos les es dable así abrirse rutas de
superación personal --en diversos grados y modalidades-- y, por ende, que
acercan o conducen a la Felicidad. Además y por similares caminos y en
variadas proporciones, cerrar las puertas a la Desgracia, lo que ya resulta
bastante satisfactorio.
En segundo lugar, para el caso de las mayorías, la creación de un orden
religioso, moral, político, económico y social, que haga más transitables y
suaves los caminos de la virtud, así como cerrados los del vicio, indudablemente
significaría un gran avance en el mismo sentido.
En tercer lugar, logrando incrementar para el pueblo las oportunidades de
sanas y sencillas alegrías, lícitos placeres, y combatiendo las formas crueles de
desgracias (crímenes y vicios), de tristezas y dolores, se avanzaría en la
consecución de numerosas existencias crecientemente satisfactorias y muchas
hasta felices. Pensamos que es bastante para merecer nuestro entusiasta
empeño en semejante tarea.
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Con todo lo expuesto, creemos que hay base suficiente para afrontar lo
esencial de los conceptos de la Felicidad y la Desgracia. Saber cómo lograr
una y evitar a la otra. Objetivo medular de este Primer Capítulo y de la obra en
su conjunto.
En las páginas que siguen volveremos al tema; pero ya refiriéndonos a
cada una de las varias edades del ser humano. En el próximo Capítulo
enfocaremos, la posible, enternecedora y singular, Felicidad Infantil.
* * * * *

26
C a p í t u l o II

La Infancia

E
s llamada la “Edad de la Inocencia”. Embelesa a los adultos, generándoles
inefables deleites. Tanto más cuando tratándose de sus hijos y luego de
tiernos y amorosos nietos. Y, los niños mismos, colman sus propias
existencias de sano e ilimitado contento. Se ganan universal simpatía.

La Infancia y el Orden Natural.-- Solamente un alma enferma no aprecia lo que


significa la Infancia. Es ley del mundo biológico animado, del Orden Natural, vale
decir de la Creación Divina, la adopción de una actitud cariñosa y delicada hacia
los seres que se inician en el camino de la vida; hacia los recién nacidos. Jesús,
la máxima e inigualable Bondad dada sobre la Tierra, en sublime expresión,
clamó: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.
En el lado opuesto, hasta las fieras más terribles son cariñosas con sus
crías y jamás crueles con las de sus congéneres, aunque puedan presentarse
ciertas manifestaciones –explicables-- de celos maternales en algunas hembras.
En cambio, la más atroz y repudiable maldad está dada por aquellos seres
humanos (?) que escandalizan, maltratan, y hasta... ¡asesinan a los niños!…
“Merecerían ser arrojados al fondo del mar con una rueda de molino atada al
cuello”. Como, en terrible sentencia y pleno de santa ira, lo expresara el
Redentor.
La Naturaleza impulsa hacia un trato dulce y afectuoso a las criaturas.
Con excepciones muy particulares y comprensibles que confirman la regla. Los
pequeños, las crías, hasta de los animales más sin gracia, llegan a presentarse
–con muy raras negaciones-- plenos de conmovedor encanto.
¿Quién no ha observado los ejemplos de burritos recién nacidos, de
corderitos, pollitos, patitos, terneros, gatitos, perritos, etc.? La fascinación que
ejercen las criaturas --y entre ellas, por supuesto. las humanas-- es su mejor
protección contra posibles maldades que los agravien en los indefensos inicios
de sus existencias.

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De otro lado y para mayor honra, la especie humana puede ofrecer, en su
faceta femenina, una cumbre de grandeza en el campo de la Bondad: la
significada por la función de Madre, que conlleva la máxima potencialidad de
Amor.
Aunque la Maternidad entraña para la mujer enfrentar un proceso que
suele llamarse “natural”, la hace bordear peligros de muerte, padeciendo
grandes dolores. Y si bien la medicina moderna le ofrece muchos alivios, la
impresionante magnitud del suceso, queda en pie.
Ocurre, desde luego, que la Madre en cierne transita el drama sostenida
por dos sentimientos: La ilusión puesta en el nuevo ser al que da la vida y el
vislumbrar su pronto alivio del largo y agobiante embarazo, así como de los
intensos dolores del parto. Mas, como si fuera poco, la Maternidad conlleva,
luego, la inmensa y prolongada tarea de la Crianza, que hasta la sabe hacer
grata.
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Las Fases de la Infancia: La infancia comprende el lapso desde el Nacimiento


hasta, por lo general, los 15 años de edad en los varones y los 13 en las
mujeres. Ese período no es uniforme, en cuanto al tiempo de su transcurso, ni
en sus manifestaciones en todos los niños; o en las consecuencias e influjos
sobre las posteriores fases y edades. El recorrido tiene, además, notorias
transiciones; a saber:

1.-El Nacimiento.
2.-La de Lactantes o Bebes.
3.-La de Párvulos o Primera Infancia
4.-La Infancia Media o Infancia Propiamente Dicha; y
5.-La Preadolescencia.

El Nacimiento.-- La Infancia comienza --con la Vida misma-- por el Nacimiento.


Trance tremendo, certificable aunque sólo fuere por la simple observación.
Tremendo, para la madre y para el hijo.
Respecto a la primera, está lo ya dicho; en cuanto al niño (o niña), nace
prorrumpiendo en estentóreo llanto, signo claro de su intensa angustia, en el
instante mismo en que pasa, casi en punto de asfixia, de la respiración
anaeróbica o indirecta, con oxígeno disuelto en el fluido sanguíneo de la madre,
transportado por el cordón umbilical, a la aeróbica o de oxigenación directa,
hecha posible por el aire exterior (mezcla del oxígeno vital y de nitrógeno inerte),
que penetra, por primera vez, en los pulmones del pequeño.

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Por si algo entorpeciera el normal suceder de las cosas, el médico o la
partera incitan a la primera inspiración del infante, provocando sus vagidos al
aplicarle algunas enérgicas "nalgadas", habiéndolo cogido de los pies y de
cabeza, en posición por cierto inelegante y precaria.
Así comienza la vida de un ser humano. La de un niño. Con marcadas
sensibilidades instintivas: su ya dicha angustia respiratoria, demostrada por el
primer llanto; para las subsiguientes incomodidades, y sus urgentes necesidades
corporales básicas, tales como el hambre –busca, casi de inmediato y con afán,
los pezones de la madre o el biberón--; el sueño; la higiene elemental; librarse
del frío o del calor molestos; etc. Lloradas todas también con estrépito y
frecuencia. Siendo que, de inicio, prácticamente sólo ejercitan un placer
sensorial: el del gusto y algo del tacto.
Empero, no nacen dotados, en modo alguno, de consciencia (noción de
su propia existencia), racionalidad (uso de la razón), ni de memoria (posibilidad
de recordar). Nadie recuerda nada de su propio nacimiento. En absoluto. Aun
habiendo sido tan dramáticas sus circunstancias. Solamente, después de
algunos años y poco a poco (desde los 3 a los 5 de edad), se comienza a
recordar algo --lo de gran impacto emocional-- del infantil inicio.
La de Bebes o Lactantes.-- Va desde el Nacimiento y llega a una duración
variable, según la individualidad del infante y el régimen, de crianza, lactancia y
alimentación complementaria adoptados. Puede estimarse que comprende de 0
a 6 ó 12 meses (1año) de edad y, a veces, hasta los 2 años.
Los lactantes demuestran progresar en las facultades que incipientes
traen desde su nacimiento. Y, de los tres hacia los seis meses de edad o un
poco mayores, contínua y rápidamente, hasta de un modo asombroso. Sin llegar
todavía a caminar (aunque se sientan y gatean) y al habla (sólo balbucean
semipalabritas); menos al uso de facultades propiamente intelectuales; ya no
sólo reclaman con llantos sus urgencias e incomodidades, sino que también dan
a entender sus satisfacciones y contentos, con prolongados sueños, plácidos y
profundos; con silencios elocuentes; con sonrisas, ‘risitas’ y ‘pataleos’, alegres y
muy simpáticos. En cuanto a los sentidos, al más notorio uso del gusto (los tipos
de leche, lo dulce y lo salado, las variadas ‘papillas’ de sus complementos
alimenticios, etc.), unen el auxilio del olfato que, además de reforzarles el gusto,
parece hacerles --con el tacto-- percibir mejor la cercanía, ternura y calor
maternos.
Se va notando especialmente el desarrollo del oído; perciben la voz de la
madre, así como las de los seres familiares más cercanos y los asustan las de
quienes les son extraños. La musicalidad de las ’canciones de cuna’ maternas,
son de su especial predilección y de beneficiosos efectos en las necesarias
seudoterapias sicológicas que los lactantes suelen reclamar, en sus frecuentes
insomnios y ‘rabietas’ o ‘pataletas’.
Desde los tres meses ha comenzado a ser rápido y notable también el
desarrollo del sentido de la vista. El bebe explora visualmente el mundo exterior
y añade a sus primeras ‘gracias’, miradas escrutadoras, más simpáticas

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sonrisas, frecuentes balbuceos y movimientos intensos y peculiares de bracitos
y piernitas... Así avanza hacia los 6 meses en que, normalmente, llega o puede
llegar la lactancia pura (sin o con poco suplemento de papillas); de la materna,
que es siempre la mejor; pero que se suele combinar o sustituir por la artificial
(con leche de vaca en biberón); completadas ambas, con yemas de huevo
cocido (para suministrar hierro, con otros factores indispensables) y las dichas
papillas del más variado género, en diversas cantidades.
Llega así el bebe al año de edad en que se para y puede o quiere
caminar. Sus gracias, apetito (come ya carnes magras sancochadas y molidas o
picadas), el crecimiento y varias de sus facultades, siguen en notable desarrollo;
articula algunas palabritas.
Luego y por lo general, ya por los dos años, corre, salta, habla, juega --el
juego comienza a constituir una imperiosa necesidad--; deja la etapa de bebe o
lactante, arribando a la de un Niño Pequeño o Párvulo.
La de Párvulos o Niños Pequeños.-- Comprende a los infantes de 1 ó 2 años,
a los 4 ó 5, de edad. Siguen progresando en su evolución y suelen ser cada vez
más vivaces y graciosos... Si son sanos. Con sus juegos y al amparo orientador
de sus mayores --padres, abuelos, tíos, hermanos, primos, etc.--, van
desarrollando su cuerpo, mente, y sensibilidad; en pocas palabras, su
individualidad, o mejor fuera decir, su personalidad, su mundo interior,
sociabilidad (amiguitos, hermanitos, animalitos, etc.), apariencia y conformación
físicas.
Muestran también creciente curiosidad, mayor inteligencia (intuitiva,
asociativa, e inductiva; todavía no la racional o deductiva), y por lo tanto mayor
comprensión del mundo exterior; cierta consciencia o noción incipiente de su
propia existencia y, después, una rudimentaria conciencia o idea de alguna semi
moralidad en sus actos; mayor sensibilidad para percibir agrados, disgustos,
ternuras, temores, etc. Así como grande y muy excitable imaginación --se
fascinan con cuentos y fábulas--; adquieren creciente memoria; superan
aceleradamente el empleo del habla. Desarrollan además, mucho y
progresivamente, las facultades de caminar, correr, y saltar.
Pero en ningún caso, hasta esta fase y comienzos de la siguiente por lo
menos, se puede hablar, como es obvio, de la verdadera Felicidad --producto de
una vida virtuosa-- o de la Desgracia --consecuencia de una existencia viciosa, o
sumida en el error--. A lo sumo, logran un estado, muy voluble e inconsciente
todavía, de Satisfacción Vital; lo que se llamaría: una Sencilla y Pueril, "Alegría
de Vivir". Pudiendo ser ella reforzada por la Ausencia de Tristezas y Dolores
intensos. Según el trato recibido de sus Padres, en especial de la Madre, en el
Hogar. Por supuesto que mucho mejor, si Cristiano.
Las facultades más importantes del intelecto tardan en evolucionar
completamente; por ejemplo: las dichas consciencia o la noción de la existencia,
del propio vivir; la conciencia o idea del significado moral (del bien y del mal) de
los hechos de que son actores, pacientes, o testigos; la memoria amplia y
precisa; y el uso de la razón, de la racionalidad o capacidad de raciocinio, de la

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inteligencia deductiva. Demoran éstas para iniciar una acelerada evolución
recién hacia los 5, 6, 7 años y, a veces, algo más; con variaciones de acuerdo a
las individualidades genéticas y las circunstancias del medio familiar y social.
Nadie recuerda --como hemos dicho-- lo que le ha sucedido antes de los
3 años; en la mayoría, de los 4 ó 5 de edad. En todo caso, solamente de los
sucesos de gran impacto emocional. Y, con claridad y profusión, lo que sucede
recién desde los 6 años.
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Basado en mi personal experiencia puedo dar testimonio de la evolución
nemónica de un niño: Guardo, el primer recuerdo imborrable, desde el 4º
cumpleaños, aproximadamente:
El acontecimiento ocurrió en 1,926 (nací en 1,922). En aquel año, mi ama,
japonesa, integrante del servicio doméstico de la hacienda “San Nicolás” del
valle de Supe --donde trabajaba nuestro padre mientras transcurría gran parte
de mi infancia--, que se llamaba ella Angélica Nakaki; queriéndola yo
entrañablemente, como a mi segunda madre, pero quien se ausentaría viajando
al Japón, con motivo de las celebraciones por la coronación del emperador
Hirohito. Quiso hacer su salida sin que me diera cuenta; pero la sorprendí, pese
a lo cual tuvo que viajar de todos modos. El hecho motivó una tragedia
inenarrable en mi fuero interno. Así, todavía recuerdo el episodio, el lugar de
donde arrancó mi dolorido llanto y los nítidos detalles del escenario de tan
ruidoso drama.
A inicios del año siguiente, en 1,927, cuando ya tenía casi 5 años de edad
y sin duda por los efectos de un susto singular, otro recuerdo me quedó
grabado. Fue por una travesura --incitada por un natural impulso infantil, unido a
la intención de buscar un especial deleite gustativo-- perpetrada, en mejor decir,
más que con la complicidad, con el inocente seguimiento, de mi hermanita Isabel
(a quien llamábamos y seguimos llamando Chobe, de Chabela), a la sazón de 3
y ½ años:
Consistió el desaguisado en la sustracción de una enorme fuente de
“manjarblanco”, que había sido colocada sobre una gran mesa, formada por
largas y anchas tablas apoyadas sobre varios caballetes de madera o
“banquetas”, y cubierta con un amplio y blanquísimo mantel. Ocurriendo que
debajo del dispositivo dicho --bien escondidos, bajo los pliegues de la colgante
tela-- ingerimos, empleando las solas manos, sin cubiertos ni modales de
especie alguna, casi toda la aromática y castaña delicia; que nada tiene de
‘blanco’, el tal manjar, al cual fuera mejor llamarlo “dulce de leche”, al más
apropiado modo argentino. Había sido preparado con esmero por mi madre --
quien lo hacía ¡el mejor del mundo!-- para un banquete a realizarse en la
mencionada Casa Grande de la Hacienda.
Lo hecho por nosotros resultó de efectos por demás perjudiciales para el
éxito de tan importante ágape. Nuestras larvales conciencias nos decían que
una buena ‘tanda’ era lo menos a merecer, aunque, en verdad, nunca habíamos

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visto que se les ‘pegara’ alguna a cualquiera de los satanases infantiles de
nuestro hogar paterno. Pero, un “fuete” o látigo de “nervios de toro” --así lo
llamaban-- (en realidad era de tendones y ligamentos de vacunos), que siempre
ostentaba su presencia colgado en lo alto de una de las principales paredes de
la casa, era suficiente para asustarnos lo requerido. El terror ante una azotaína
con tal elemento de posible tortura, hubo de funcionar como tinta indeleble en
los papiros de nuestras infantiles memorias.
Cumplidos los 6 años, a punto de adquirir un uso ya cierto de la razón --se
admite que ello sucede a los 7--, el pequeño niño o párvulo ingresa a:
La Infancia Media o Propiamente Dicha.-- Comprende generalmente desde los
6 hasta los 13 años de edad en los niños y 11 en las niñas:
Se emplea --dicho está-- la razón, la inteligencia, de modo creciente sobre
lo alcanzado en la fase anterior; se desarrolla mucho mayor memoria (ya pueden
estudiar en colegios); asumen progresiva consciencia del yo, de la existencia
personal; y notable conciencia moral, sobre la propia conducta, adquiriéndose
nociones del Bien y del Mal, naturalmente dentro de los marcos de la mentalidad
infantil; así como el acelerado desarrollo de una muy excitable imaginación y de
un espíritu de ‘aventuras’, aunque todavía de connotaciones pueriles; hay
notable progresión en el habla y la facultad de comunicaciones interpersonales;
igualmente, de la emotividad, comprendiendo la capacidad de amar (a los
padres, a otros parientes y mayores, a hermanos, amigos, etc.), de desconfiar
(de los extraños) y detestar, sin llegar a odiar (a los que juzgan malos,
antipáticos o desagradables).
Como experiencia de los 7 años, en lo a mí tocante, retrospectivamente
contemplada, podría mencionar el evento de mi primera comunión --viable ya
“por haber entrado al uso de la razón”--, con las novatas confesión y penitencia
correspondientes, que aparte de la incuestionable solemnidad del suceso, en
ciertos aspectos accesorios resultara de risueños contornos:
Tal cosa sucedía, por ejemplo, por el hecho de que, no teniendo yo, ni
habiendo en nuestras relaciones amicales y del entorno familiar --honorable y
cristiano--, impulsos hacia lo entendible por ‘pecados’, no encontraba... ¡qué
confesar!
No eran de ver: matanzas, robos, mentiras, ni otros graves y repudiables
etcéteras, contenidos en el ‘menú’ de las prohibiciones del Decálogo. Entre ellos,
tampoco por impensables en la edad que nos ocupa, los llamados ‘pecados de
la carne’. No obstante, como ya me daba cuenta de que había ‘cosas que no se
deben hacer’, recuerdo que resolvía el problemático trámite confesionario,
declarando, con pueriles reiteraciones, variadas desobediencias y, en especial:
“haberle pegado a la hijita de la cocinera”; que Eva se llamaba la madre y Rosita
la hija... Algo así como los ‘pecados’ de agresión de Tobi contra Lulú.
En aquella época, con mis contemporáneos de infancia, no
comprendíamos o no se acataban de buena gana, los fueros y preferencias que
todo caballero que se precie de tal, de su masculinidad, inteligencia, cultura, y

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linaje, reconoce o debe reconocer, a las representantes del bello sexo... Que en
la adultez llegan a parecernos --y son sin duda-- una maravilla de la Creación...
¡Divinas! Mientras que a los chicos les parecen ‘cargosas’ e indignas de aprecio
alguno.
Entre otros de mis recuerdos anecdóticos, por esta edad de los 6 y 7 años
y con cierta significación en el desarrollo de una grata infancia, puedo mencionar
algunos de nuestra vida familiar en la gran casa --tomada en alquiler-- ubicada
en la Bajada Balta, en Miraflores, donde comenzamos a residir los dos primeros
años (1,928 y 29) fuera de “San Nicolás”, durante los períodos de estudios; ya
que las vacaciones de verano (Dic.-Abr.) y las de invierno (Jul.- Ag.), siempre las
pasábamos en la bellísima hacienda supana.
Los ambientes de la casona: dormitorios; baños; patios; comedores; sala;
cocina, de aromas inolvidables –estimulantes efluvios de olorosas fritangas,
adobos y guisos, criollos por antonomasia--; pasadizos; departamento de
servicios... y hasta un enorme gallinero; jardín delantero y huerta interior, con
‘puerta falsa’ o posterior, que daba a la paralela calle Porta y un corredor lateral
que los unía, permitiendo nuestros alegres correteos y juegos infantiles
(¡“escondidos”! ¡“ampais”! ¡“cobois”! etc.) y sumaban satisfacciones a las
proporcionadas por las comodidades generales del amplio inmueble. Debiendo
agregarse, la cercanía del establecimiento de baños, por la "Bajada Balta", al
mar de Miraflores.
No es posible exagerar la importancia y el significado, para la Alegría de
Vivir de los Niños, de la disponibilidad de grandes espacios abiertos, mejor si
con vegetación y fauna, con animales domésticos, aire libre y puro... ¡mar!...
para correr, saltar, jugar, alegre e intensamente. Y bañarse, como nosotros lo
disfrutáramos, muchísimo, en “San Nicolás”, y en apreciable medida, en
Miraflores.
Empero, no faltan, en la edad que comentamos, lo que podríamos llamar
algunos ‘desencuentros conceptuales’ de los niños con los mayores; derivados
de las notorias diferencias entre sus respectivas visiones del mundo. Vaya, de
nuestro caso, un sucedido ejemplo:
Cierta vez, se había soltado a la población aviar del corral, a fin de
limpiarlo, y para que los animales se expansionaran en la huerta; cuando mi
hermano Manuel (Manongo), quien a la sazón tenía unos 9 años de edad,
observó que un gallo perseguía, correteándola implacablemente, a una gallina, a
la cual, luego de alcanzarla, la sujetó, agresivamente, de la cabeza, con su duro
e hiriente pico, al tiempo que la pisoteaba con notoria tosquedad...
No pudo contenerse mi fratelo... y ni corto ni perezoso, agarró un
tremendo palo y comenzó a perseguir, a garrotazos, al --a sus ojos-- cruel y
'abusivo' gallo...
-- ¡Alto muchacho!... ¿Qué te pasa? ¿Por qué golpeas al gallo? --Gritó,
extrañado, uno de los más acomedidos fámulos.

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-- Este gallo desgraciado, le está ‘pegando’ a la gallina... ¡Que tal
'abusivo'! --Replicó el infante.
-- ¡Anda zonzo! Es que la quiere ‘pisar’... ¡ejem! --Se contuvo al punto,
quien fungía de experto en gallináceos escarceos...
Turbóse el servidor doméstico al comprender que no era el tema
apropiado para tales niños, bastante inocentes todavía y además desvinculados
de la actividad avícola.
-- ¿Qué es eso de ‘pisar’? -- Interrogó, intrigado e insistente, Manongo.
-- Lo que pasa es que está ‘enamorando’ a la gallina, pero los animales
son muy ‘brutos’... y por eso parece pegarle --Buscando así terminar la
explicación comprometedora, para escapar de ella, el gratuito defensor del
atropellador volátil.
Ya eso del enamoramiento era concepto a medias entendible por el niño,
quien frecuentemente observaba la existencia de un cierto tipo de relaciones y
arrumacos, entre hombres y mujeres adultos, que si bien no estaban entre sus
más comprensibles ideas de las ‘amistades’ y ‘juegos’ humanos, le parecían
algo especiales, pero aceptablemente ‘naturales’, en los mayores, Y así fue
tomada la noción del enamorar; en ese nivel del medio entender. Que los seres
humanos adoptan --con frecuencia y gran comoddad-- para todo lo imposible de
explicarse a plenitud.
No estábamos todavía los niños actores de la escena descrita, para
interpretar a cabalidad los requiebros en apariencia contradictorios de las
hembras y machos del mundo animado: La pasividad huidiza –inicial-- de las
hembras, frente a la agresividad victoriosa --al final-- de los machos. La
rendición de las primeras, ante la constancia del acoso por parte de los
segundos. A veces increíble por lo paciente. Como sucede en el llamativo y
divertido caso del burro, que antes de la rendición de ‘su amada’, recibe, en
cara, pecho y costillar, innumerables y tremendas coces, retumbantes a modo
de bombo de banda militar en día de retreta.
Resalta la sabiduría de la Naturaleza determinando del modo expuesto,
un eficiente mecanismo de Selección Natural, por vía de la función sexual, en
favor de los machos vencedores, frente a sus rivales y de la resistencia --las
más de las veces disforzada-- de las hembras. Lo cual trae consigo las mayores
posibilidades de reproducción --y por lo tanto de la multiplicación y difusión de
sus genes-- en favor de los individuos superiores, de los más inteligentes, ágiles,
fuertes, constantes y decididos.
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Otro recuerdo, de los mismos tiempos, que evidenciara una inclinación
sicológicas muy propia de los niños, estuvo constituido por cierto incidente de
proporciones que provocamos, varios hermanos en “pandilla” --delicia
institucional infantil--, organizados y capitaneados por Daniel, nuestro fratelo
mayor, a la sazón de unos 12 años de edad.

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Se nos ocurrió... ¡construir una piscina... de tierra! excavándola en la
huerta posterior de la casa. Para llenarla luego con el agua llamada 'de riego
para jardines' (!); resultante de la mezcla...’jafanajaf’... de una parte procedente
de sucias acequias de río y de otra, de citadinos... ¡desagües! Llevada toda por
un pequeño canal encementado, que pasaba por la trasera calle Porta...
Con picos, lampas, carretilla, y mucho trabajo colectivo, se concluyó la
‘obra’: 3 x 2 m. de lados, por 1 m. de profundidad... Y ¡baño genera! Con
incontenible alegría de la chiquillada. ¿Qué niño no gusta chapotear en el agua,
cualquiera que ella sea?
Mas cuando estábamos en lo mejor del baño, sentimos un tumulto de
proporciones de escándalo en la dicha calle Porta; con afluencia de irritados
vecinos, gritones transeúntes, y hasta de... ¡policías a caballo!
Se había producido una inundación terrible en toda la vía pública. El
canalito exterior tapado por nosotros, con costales, piedras y paja, para poder
desviar el agua a la ‘piscina’, y tan distraídos que estábamos en el jolgorio del
baño, no nos dimos cuenta de que parte de los tapones habían sido arrastrados
hasta sectores más cubiertos y estrechos del canal, produciendo el enorme
atoro de marras. El agua desbordó por la calle y casas aledañas, alborotando al
vecindario y obligándolo a reclamar el auxilio policial.
Fue una verdadera proeza retórica de nuestras tías --como autoridades
apoderadas de la familia, dadas las inevitables y frecuentes ausencias paterno
maternales--, explicar y disculpar, ante los iracundos vecinos y severos policías,
la ‘inocente mataperrada de los muchachos’. Felizmente la sangre no llegó al río
y aparte de una tremenda ‘requintada’, el asunto no arribó a mayores tragedias...
por el momento.
Sin embargo, a los pocos días --serían cinco o seis--, a los chicos
constructores y bañistas --sin excepción alguna-- comenzaron a salirnos gran
cantidad de granos; verdaderos "chupos" o abcesos. En más precisas palabras:
nos atacó una forunculosis o piosepticemia, de impresionantes manifestaciones
epidémicas... Sin duda, por causa de las innumerables cruces que habrían
resultado en un análisis de ‘sanidad’ (¿¡) de tan nocivas aguas... ¡Allí sí ‘nos
cayó la quincha’! Los castigos fueron múltiples, amargos y de prolongada
duración...
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Remecía los espíritus de aquellos tiempos (en especial entre los años 20
y 30), excitando la imaginación y el amor al estudio de las ciencias, la aparición y
desarrollo en los países de vanguardia y la llegada al Perú, de innumerables y
maravillosos inventos (la aviación, el automóvil, la motocicleta, la telegrafía sin
hilos, el fonógrafo, el teléfono, el cine, primero mudo, luego sonoro, después
parlante... y en colores, etc.), Y un acontecimiento especial, para nosotros al
menos, fue la llegada de la radio. Nuestros vecinos y amigos en Miraflores, los
Rodríguez Larraín, estuvieron entre los primeros en poseer un receptor en el
país. Las conversaciones caseras giraban en torno de tan admirable prodigio del

35
ingenio humano. Su estudio y su técnica, apasionaban en especial a la juventud.
El que menos de los niños --’muertos de curiosidad'-- intentaba escucharlo, ‘de
gorra’ al comienzo. Y mi padre llegó a comprar uno. Recuerdo que era de marca
“Víctor”. Vendrían entonces las pugnas por los turnos para utilizar el dichoso
aparato y para la sintonía de las estaciones preferidas.
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Un aspecto que influye de modo notable en la formación de la
personalidad, está constituido por las impresiones, más o menos intensas, que
experimentan los niños en algún momento de su desarrollo y, sobre todo, por el
modo en que llegan a ser fuertes para enfrentarlas y reciben ayuda de sus
mayores.
Lo que sin duda nos afectó más en los iniciales años infantiles, fue el
choque de la idiosincracia campesina --traída de “San Nicolás”-- con el ánimo
citadino que imperaba en los infantes (en gran parte reflejo y obra de los adultos)
de las grandes ciudades, cual era característico en los principales colegios
limeños.
Los chicos de la hacienda sannicolasina éramos tranquilos --”lentejas”, se
diría hoy--; hechos al trato familiar y afable, hondamente humano; plenos de
respetuosos afectos. Los miraflorinos, en cambio, se manifestaban muy vivaces
e inquietos --”moscas”, en calificación actual--; llegando, con frecuencia, a seudo
histéricos, escandalosos, cuando de mostrar alegrías y pesares se trataba.
A los rapaces citadinos, cuando apurados, acelerados, que casi siempre
lo son, los campesinos --de sencilla y aguda percepción-- los suelen llamar
“aburridos”... ¡Qué precisa la detección del nexo entre apuro y aburrimiento!14.
Además, se nos presentaban insensibles y hasta crueles, cuando 'en manadas'.
Con el tiempo, yo comprendería que se daba en ellos, por su vida en los
enormes conglomerados humanos de las grandes ciudades: “La Sicología de las
Masas” o Muchedumbres, de que hablara el gran filósofo, sicólogo y sociólogo
francés, Gustavo Le Bon.
Los muchachos del colegio gustaban zaherir a sus compañeritos...
Cuando lograban dominar a un “punto”, se burlaban y lo maltrataban hasta
sádicos extremos, sin compasión alguna. Para divertirse... ¡Haciendo sufrir al
prójimo!:
-- ¿Por qué haces eso hijito? --Reconvenían, por ciertos estropicios
vandálicos, un adulto bueno, o un atento maestro, ‘hermano’ religioso, o
respetable sacerdote...

14
Aunque parezca contradictorio, las personas apuradas se aburren en largos y frecuentes
lapsos de su diario vivir. Se apuran, no por falta real de tiempo, sino por su desorganizada
existencia; y así resultan esclavas de los influjos exteriores; y sin alguna vigorosa interioridad. En
los momentos en que el impulso externo falta, no poseyendo uno interior, no saben qué hacer y,
entonces... ¡se aburren!

36
-- ¡Por fregar! (Con “j” a veces) Respondía, cínico, el insolente pichón de
bárbaro... ¡Por el puro gusto de fregar!... ¡Y pensar que civilización viene de
civitas: ciudad...
Gustaban hacer “carreras de baquetas”, “apanados”, jugar “lingo” con
numerosas y feroces patadas. Ponían “torpedos” en los asientos, con alfileres
doblados habilidosamente. Lanzaban, con hondillas de jebe, proyectiles hechos
enrollando y doblando papelitos tiesos, impelidos de un modo tan fuerte que
resultaban muy dolorosos, cuando dirigidos a las cabezas ‘pelonas’ o de cabello
notoriamente corto. No había forma, en mayor o menor grado hiriente, de fundir
al prójimo, que estuviese fuera de sus ocurrencias o del seguimiento de
malvadas insinuaciones de muchachos mayores... y hasta de algunos adultos
irresponsables.
En verdad, en la etapa inicial, nos chocaban mucho las dichas
modalidades del sadismo colectivo. Sin embargo, poco a poco, aprendimos a
salir bien librados en nuestras forzosas relaciones con ‘la canalla’ muchacheril;
sin llegar, no obstante, a empatizar con los extremos de sus maliciosos
desbordes.
En cuanto a los estudios --incluso en conducta--, obteníamos excelentes
calificaciones. Indudablemente, gracias --¡oh sanas influencias!-- a la educación
ya recibida: la familiar y la escolar sannicolasina. Salvo mi hermano Manuel --por
muy travieso--, nuestro desempeño estudiantil era altamente satisfactorio.
Así iniciábamos y continuamos en los años subsiguientes, el avance, sin
pausas ni descaminamientos, por un adecuado rumbo vivencial; orientados por
tantos bondadosos mayores, hacia el desarrollo de nuestras más importantes
facultades:
•La Memoria, por los estudios y ejercicios de aplicación, “chancados”,
bajo reconocidas reglas nemónicas.
•La Inteligencia, por múltiples incitaciones. Como las buenas lecturas y
conversaciones. Y, sobre todo, atendiéndose a los niños con afectuosa solicitud
en sus preguntas, acerca de los ‘Porqués’ de las cosas; y luego,
progresivamente, de los ‘Cuándo’, y de los ‘Cómo’. Aunque no es frecuente que
los mayores --era muy contrario el caso de los nuestros-- atiendan tales
requerimientos infantiles; sea por pereza mental, falta de vocación magisterial, o
por simple ignorancia y temor al ridículo, al ser puesta en evidencia su
incapacidad de absolver los interrogantes infantiles... Siendo tan fácil --en caso
necesario-- acudir a las Enciclopedias y enseñar a utilizarlas...
•La Imaginación --que en gran medida es congénita-- resulta fácilmente
incitable en los niños; por cuentos sencillos, narrados o leídos; que tan gustosos
les son. Vendrían después los ‘dibujos animados’; el cine propiamente dicho,
con los avances prodigiosos de su tecnología; la televisión hoy, en los casos, por
desgracia pocos, de las películas adecuadas para menores. También
encantaban, en intensidad variable, según las individualidades, sexo y edad, los
libros de aventuras... Inolvidables: Julio Verne y Salgari, “Búfalo Bill”, “Tarzán”,

37
“Robinson Crusoe”, “La Familia Robinson” o “Robinson Suizo”, “La Vuelta al
Mundo de dos Pilletes”, y tantos otros. En el desarrollo de la imaginación, tienen
además un importantísimo papel, muchos sanos juegos que la estimulan...
•La Conciencia del Bien y del Mal; con la Educación Religiosa, Cívica y
Moral; las lecciones y los edificantes ejemplos de buenos familiares, amigos y
maestros.
•La Emotividad Positiva, por los nobles sentimientos que nutren los
buenos ambientes hogareño y escolar.
•El Habla y la Escritura, en el incansable proceso de enseñanzas
prácticas, correcciones de elocución y gramaticales, añadidas a un intenso
estímulo de la lectura, en todas sus formas; como para nuestro caso fueron
desde la famosa... ¡Revista Billiken! hasta la inigualable colección de ¡“El Tesoro
de la Juventud”!
•La Actividad Física (“Mente sana en cuerpo sano”): trabajos, esfuerzos,
gimnasia, deportes, juegos de campo, etc..
•Las Disciplinas Artísticas: Literatura, Dibujo, Pintura, Música, Trabajos
Manuales o Artesanías, etc.; según las vocaciones y aptitudes susceptibles de
estímulo. En lo que a mí toca, si bien anduve aceptable por los campos del
Dibujo y la Pintura, en los de la Música nunca pude ser un virtuoso.
Posiblemente por falta de aptitud (oído) y de buenos profesores --¡qué
importantes son y cuánta falta hacen!--. Siempre lo hube de lamentar.
Y refiriéndonos al primer sexenio vital y a los años inmediatamente
posteriores, huelgan aquí mayores referencias anecdóticas, que pudieran
agregar algo de aleccionador. He abundado sobre estos temas en mi ya citado
libro anterior: "Yo Conocí el Paraíso" .
Pero vale remarcar que a los 5-6-y 7 años, comienza el período de la
Plena Niñez, llamada también Media, o Infancia Propiamente Dicha, que dura
hasta los 11 en la mujer y los 13 en el varón; con características muy definidas.
Se ofrece, en dicho tramo, la personalidad arquetípica de los niños, en el más
neto y común sentido de la palabra.
Existe por lo demás, una curiosa coincidencia entre el inicio de esta fase
del desarrollo humano que tratamos, con el comienzo de una ya clarísima y
creciente diferenciación del Homo sapiens, como especie biológica, de todos los
seres de la Creación o del Reino Animal. El niño ha alcanzado la posición
erguida (de bípedo, con una forma de sus pies que le es única), la inteligencia
racional, y el habla; a niveles adonde no llega ya, ni de lejos, ningún animal. Hay
al respecto una interesante teoría que hace ver el llamativo paralelo entre el
desarrollo ontogénico (del individuo humano), con el filogénico (el
correspondiente a su filiación taxonómica), es decir, en relación con las especies
que le son inferiores o le han podido ser anteriores en la cadena de su evolución
o desarrollo biológico:

38
Así, el Hombre aparece a la vida como un ser unicelular (la célula huevo u
óvulo fecundado); sigue como una mórula (aglomeración de unas cuantas
células o primer metazoario); se abre en una cavidad interior o gástrula (cual
celentéreo); da lugar luego a la formación de una abertura anterior o boca y otra
posterior o ano, para las ingestiones y excreciones y se alarga (como un gusano
o helminto); sigue sus cambios, en el medio líquido anaeróbico de la cavidad
materna (cual un pez); al nacer, respira, por primera vez, ya por pulmones (de
forma aeróbica), y pronto se arrastra, repta (como los reptiles); después se
moviliza en ‘cuatro patas’, “gatea” (camina como un mamífero cuadrúpedo);
continúa avanzando y toma la posición erguida, de bípedo, mientras va
desarrollando la inteligencia racional y el habla.... Ya es, en visión biológica
…¡un ser humano! Como hemos dicho, es un niño, en los primeros tiempos de la
fase que tratamos y desde los últimos de la anterior. En progresión constante...
Por lo que llega, finalmente, a ser él mismo y a realizar sus obras.
-----
¿Es posible la Felicidad en la etapa de la Niñez Propiamente Dicha?
Diremos que sí, en términos generales; pero dentro de una modalidad
especial, sui generis; que debe recibir denominación y clasificación propias: la
Felicidad Infantil. La cual, reunidas que sean ciertas condiciones esenciales, si
bien se ofrece como un avance sobre la anterior ya expuesta “Pueril Alegría de
Vivir”, propia de la fase superada, de los Niños Pequeños o Párvulos, es todavía
notoriamente distinta de la viable en las edades o fases posteriores:
Preadolescencia, Adolescencia, Juventud, Madurez, y Ancianidad.
A diferencia de la Felicidad del Adolescente (incluso y en gran medida, la
del Preadolescente), la del Joven, del Maduro y del Anciano, la Felicidad Infantil
(de 5-6-7 a 11-13 años de edad) no se logra por iniciativa ni por medios propios.
Ha de ser concebida, orientada, promovida e impulsada, por los mayores. En
particular por los padres. Ha de ser erigida por un lado y recibida por el otro, en
una suerte de “vasos comunicantes”, de orden espiritual; en el seno de una
familia bien constituida, estable, regida hasta el hábito o la costumbre, por
valores espirituales superiores --que el niño ya puede asimilar, aunque todavía
no edificar--; guiada por preceptos religiosos y morales muy sólidos. Vale decir,
para el mejor de los casos: el de una Familia Cristiana Católica. Los niños no
pueden –repetimos-- construir por sí solos tales categorías mentales; deben
serles enseñadas, sobre todo, con los ejemplos de las propias vidas de sus
mayores. Nunca podría ser exagerado el papel que juega el entorno social,
familiar, amical, y escolar, de los niños, en su desarrollo espiritual.
El menor de edad disfruta de una Felicidad menos plácida, no llega a la
contemplativa, razonada o lógica, posible en los adultos; es más intuitiva. Sí de
experiencia propia, pero incompletamente entendida; aunque vayan avanzando
en la toma de Consciencia de su Ser y de la Conciencia del Bien y del Mal, como
varias veces lo venimos señalando. Esta especie de Felicidad, es inherente, en
todo caso, al curso de sus vidas; cuando ellas son alumbradas por las luces de

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valores de perenne jerarquía espiritual; hechos vigentes por la acción de sus
mayores, complementada con intensos afectos...
Adicionalmente, señalemos que el niño no turba su ánimo con las
inquietudes que motivan el sexo, las vanidades de los adultos y las ambiciones
de material naturaleza y mayor cuantía. Que, las más de las veces, trastornan
tanto a los humanos. En cambio, una fácil, frecuente, eufórica e intensa alegría,
deleita, casi sin depresiones, a su inocente espíritu. Si los adultos hacen
posibles e incrementan tales alegrías, reduciendo los motivos de desgracias del
entorno (los vicios), las tristezas y los dolores (los más por accidentes y
enfermedades), en gran medida mitigables por la prudencia y atinadas
previsiones. Se configura, de tal modo, una suerte de Felicidad que, si bien no
es, ni puede ser, tan plena, equilibrada, consciente, sólida, e independiente
(ligada preeminentemente a la fuerza dominante del "Mundo Interior"), como es
la de los adultos sabios, se acerca, progresivamente, a ella; desde un apreciable
grado de "Satisfacción Vital", de la ya dicha "Alegría de Vivir". Como la disfrutada
por nosotros, en una extraordinaria niñez, transcurrida en la bellísima Hacienda
“San Nicolás”, del valle de Supe. Lapso feliz, que para nuestra familia (Cubas),
se extendió por unos quince años maravillosos.
No hay que olvidar, empero, que para los niños hay algunos factores
complementarios y muy condicionantes para el logro de su peculiar Felicidad e
inocentes Placeres y Contentos:
En primer lugar --algo hemos dicho, pero vale insistir--: Un espacio
amplio, libre y sano... La disponibilidad de campo abierto y saludable,
permitiendo expansión física y contacto directo con la Naturaleza. Es un
requisito primordial. No se concibe alegría de niños, sin un amplio campo donde
‘chivateen’. Y ¡qué triste es observar niños encerrados entre cuatro paredes!...
Como en los ‘modernos’ edificios de departamentos, de las grandes ciudades.
Nosotros pudimos vivir en la citada hacienda, ubicada en un inmenso
valle, con el dulce clima templado propio de la Costa Peruana; plena de hermosa
vegetación y rica fauna, propicia para cacerías de diversa índole.
Comprendiendo, además de una gran casa, jardines y huertas; varias hermosas
lagunas (para baños, pesca, cacerías de patos, navegación a remo, etc.) y una
pintoresca piscina de encanto, para placenteras inmersiones y deportiva
natación. Culminando, hacia el Oeste, con tres bellísimas playas: la inmensa
“Bellavista” ¡nunca tan bien puesto un nombre!; “Corral de Vacas”,
posteriormente llamada “Caleta Vital”, mansísima ensenada de pescadores; y la
pequeña y apacible de Supe, con el interesante agregado de constituir ésta, por
entonces, un concurrido y acogedor puerto. Propicios escenarios para deliciosos
baños de mar, correrías playeras, y aventureras pescas, con “caballitos de
totora” o de “palo de balsa”... ¡No podía pedirse más!
En segundo lugar: La posibilidad de organizarse en “pandillas”. Pocas
situaciones gustan más a los niños, que formar parvadas para sus juegos e
imaginativas aventuras. La vecindad de varias familias, con hijos numerosos,
resulta lo más propicio para dicho fin. El niño que vive solo entre mayores,

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solitario respecto a los de su edad, experimenta traumas sicológicos
demoledores; difíciles de borrar o neutralizar en la adultez... ¡Cuán errada la
concepción de quienes propugnan familias cortas, de pocos hijos!... ¡O de
ninguno!
Otro factor: Los animales domésticos; con los cuales los niños, por lo
general, forjan estrechas e intensas relaciones afectivas. En primerísimo lugar:
¡los perros y los caballos!.... Tierno y fidelísimo el amor canino; el cariño del
“mejor amigo del hombre”; increíble la compenetración afectiva entre los niños y
los canes familiares... Inefable, también, el placer de cabalgar sobre la que,
ciertamente, está entre las más hermosas especies animales.
Hay que considerar: Las opciones deportivas; de especial y comprensible
agrado en la edad infantil; por la descarga de energías física y síquica, que
conllevan tales actividades: el atletismo, el fútbol, el básquet, las bicicletas, la
equitación, la natación, etc. De mí puedo decir que fui especialmente
apasionado por la natación, siguiendo con la equitación y el ciclismo... ¡Qué
buena vida!
Cuando los mayores: padres, abuelos, tíos, maestros, y demás personas,
que tienen la responsabilidad de orientar el desarrollo de los niños, deciden
adoptar algo así como las pautas aquí enunciadas u otras semejantes, haciendo
lo posible por lograrles esa su Felicidad de nivel Infantil y evitarles al máximo la
Desgracia, las Tristezas y los Dolores, realizan en verdad una obra de lo más
grata y generosa que pueda darse. No hay palabras para describir y calificar las
satisfacciones que es posible recoger así.
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La Preadolescencia.-- Es propiamente la puerta final de la niñez media y el
umbral de la plena Adolescencia; comprendiendo una amplitud aproximada de
dos años; desde los 13 en los muchachos y los 11 en las chicas; hasta los 15 y
13, respectivamente. Allí se da ese período de tránsito, de la situación de niños
hacia la de adolescentes, con sus peculiaridades, muy curiosas algunas veces.
He de referirme a lo más conocido por mí, de propia experiencia: el caso de los
varones.
El niño nota el inicio de ciertas modificaciones en su cuerpo, en sus
gustos y actitudes. Observa que comienza a dejar de ser niño, pues muchas de
las cosas de la primera edad “ya no le gustan”; llegando a mirar con desdén a
los “más chicos”, como a “quedados”. Aprrecia, en cambio, cosas y situaciones
antes ni siquiera percibidas o que suponía desagradables o “antipáticas”. Busca
la cercanía con los “más grandes”, los ya adolescentes, a quienes llena de
preguntas, toma por maestros, modelos, conductores o "jefes", de sí mismo y de
sus nutridas “pandillas” o “patotas”.
Donde las transformaciones son más notables es en sus relaciones con
“las chicas”. Ya no le son “cargosas”, sino todo lo contrario, simpáticas. Procuran
su frecuente proximidad, aunque todavía sin impulsos ni nociones claramente

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sexuales. Es la época de los enamoramientos “platónicos”... ¡si habré tenido
algunos... y secretos!
En nuestros tiempos, los amoríos eran con profusión de versos y flores;
amén de suspiros y disfuerzos por parte del femenil bando… Ahora, todo esto
parecería ridículo... ¿Habráse reemplazado por algo cibernético?
En esta fase los juegos son más bruscos y varoniles; brota intensa el
ansia de aventuras propias y seguidoras de caudillos; la curiosidad intelectual se
aviva; así como arranca, vigoroso, el impulso de discutir con otras personas, de
criticar, juzgar y sentenciar; de pretender "cambiar al mundo". En otras palabras,
se percibe los llamados “problemas de la edad”. Pues ya no se es niño, ni por
supuesto todavía joven a plenitud... Ni siquiera cabal adolescente aún... Se está
en una especie de "tierra de nadie"... En un suerte de "arenas movedizas".
De tal modo, siendo bastante niño todavía, sus opciones de Felicidad son
semejantes a las que corresponden a toda la etapa de la Niñez Propiamente
Dicha, pero con marcadas variantes, en algunos campos y con un incremento de
su intensidad; en razón, entre otras, de la ya mayor capacidad de percepción de
los valores espirituales superiores.
-----
Continuando en lo a mí tocante, diré que casi al culminar, de un dichoso
modo, la Infancia Media, el año 1,934 --a los 12 de edad--, como he referido en
mi anterior libro, nuestros padres habían dispuesto que yo pasara, de la tutela
bajo nuestra tía Susana --muy severa ella y con quien había tenido algunos
problemas de trato--, desde la pequeña casa de la Calle Candamo, ubicada
también en Miraflores, a la autoridad --más suave y dulce-- de la otra tía: Laura,
en una similar modesta casa de la Calle República; del mismo bello distrito
miraflorino.
Sentí entonces mayor libertad, en casual y grata concordancia con la
emergente aspiración libertaria de finales de la edad pueril.
Y como si fuera la acentuación de un proceso, cuando llegaba ya a los 13
años de mi edad, es decir, cumplida la etapa netamente infantil y estando por
ingresar a la preadolescencia, murió mi madre, en el verano de 1,935...
El trágico acontecimiento, como resultaba lógico, presionó en la existencia
hogareña --de los niños hermanos en semejante situación-- hacia un vivir más
independiente y libre aún. En concordancia con lo que nuestras edades,
espontánea y biológicamente, tenían que reclamar.
En el invierno del mismo año 35, pese al reciente fallecimiento de mi
madre, pude continuar de modo más o menos normal y en situación de algo niño
todavía, pero con atisbos de adolescente, mis estudios en el segundo año de
media; tan gratos y útiles, como habían sido los correspondientes a los
anteriores siete (kindergarten, primaria y primero de media), en condición de
externo, en el excelente Colegio “Champagnat” de nuestro querido Miraflores.

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Al finalizar el dicho período, dejamos la vivienda miraflorina, pues mi
hermana Ester se había casado y fue a vivir en una casita de la Avenida
Arequipa; mi hermano Manuel no quiso seguir estudiando y se quedó en las
haciendas “San Nicolás” y “Paramonga”, trabajando de caporal y apuntador de
campo; mi hermano Daniel consiguió, a poco, un puesto bancario, aposentando
en una pensión en el centro de Lima; mi tía Laura y mi hermana Susana se
quedaron a vivir en “San Nicolás”, donde mis hermanos más chicos y yo,
pasamos también el verano del 36.
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Para el invierno del mismo año 1,936, después de unas muy placenteras
vacaciones de un trimestre en “San Nicolás”, como ya era costumbre, y casi a
los 14 de mi edad, fui matriculado, como interno, en el magnífico Colegio “Santa
Rosa” de Chosica, de la Congregación de los Padres Agustinos. Los sábados y
domingos salía (en tren y omnibus) a la casa de mi hermana Ester o a la pensión
de mi hermano Daniel, lugares donde era recibido con mucho cariño.
Esta situación nueva acentuó mi autonomía existencial, a proporciones
hasta entonces no experimentadas y ya más concordantes con los
requerimientos de mi edad en acelerado avance hacia la franca adolescencia.
Me explico así, con larga posterioridad, la satisfacción con la que acaté lo
dispuesto, sobre mi internado escolar, por la alta dirección familiar; así como la
ausencia casi total en mi desarrollo personal, de signos de alguna desaforada
rebeldía de pubertad.
Resultaba pues comprensible que me gustara mucho el internado del
“Santa Rosa”, por varias y claras razones:
La principal --que desmentía la común creencia de dar por ‘terrible’ el
internado para los niños--: la dicha independencia experimentada, como
preadolescentes, en un plantel de tan buena organización, como era la del
santarrosino colegio.
Teníamos que ver por nuestras cosas: ropa, dinero, libros, útiles, pasajes,
remedios, servicios varios, etc.; aprendí hasta pegar botones, zurcir medias y
pantalones; amén de controlar la entrega y recepción de ropa para el lavado.
Todo, con previsión, responsabilidad y buen criterio. Cumpliendo horarios y
reglamentos, es cierto; pero sin tutelas minuciosas, innecesarias; ni frecuentes e
inoportunas presencias... y hasta interferencias, por parte de los adultos. Con
amplios márgenes para la libre conducción de la propia individualidad.
Constituyendo por propia cuenta y eligiendo inclusive, a los integrantes de
nuestras “patotas”; de agrados alucinantes. El “compañerismo”, aparecía, fuerte,
como un sentimiento nuevo, que con los varios otros de contemporáneo
surgimiento, nos hacían ver la vida ya de modo diferente, No podía haber,
además, situaciones de ‘hijitos de papá’; ni de ‘pollitos engreídos de mamá
gallina clueca’.
En segundo lugar, si bien se interpreta, por lo general, como ‘dura’ la
situación de un internado, porque se impone --con más aparente que real

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oposición juveni-l- autoridad, reglas y disciplina. Sin embargo, la verdad de las
cosas es, como lo aprendí allí, que se cumplía el básico principio universal
siguiente:
“En toda actividad humana, individual y colectiva, las autoridades, las
reglas y la disciplina, siendo correctas, racionales, justas, y por lo tanto
consciente y libremente aceptadas por los involucrados, no solamente no
coartan la verdadera Libertad, sino que la hacen posible y neta; la consolidan y
la acrecientan. Garantizan el armónico, eficiente y placentero desenvolvimiento
de las personas, los gobiernos, ejércitos, conventos, empresas, municipios,
familias, e instituciones todas... ¡Y hasta el de los deportes y juegos!... No se
podría ni jugar fútbol, sin reglamento, árbitro, y disciplina.
Y por el contrario:
“En la arbitrariedad, el caos, y la demagogia, naufragan, siempre, la
Libertad, la Dignidad, y cualquier Acción Fecunda”.
A los internos del “Santa Rosa” --estando tan bien organizadas nuestras
vidas--, el tiempo nos alcanzaba ampliamente para estudiar, obteniendo --por
añadidura-- las mejores notas. Ocasión había, además, para practicar deportes y
juegos, de acuerdo a las aficiones y aptitudes de cada cual; al libre escoger, en
las magníficas instalaciones del Colegio, que contaba con piscina para natación
--¡mi deporte preferido!--; campos deportivos de múltiples clases; instalaciones
para diversos y sanos juegos, de campo y de salón --entre ellos, además de
‘damas’ y ajedrez, billar, pero sin vagos ni fumones--; cine, siempre moral,
edificante y recreativo; biblioteca; salas de estar y de estudios; amén de
excelentes salones de clase, dormitorios, baños, comedor y... comida... ¡de
primera!
Recuerdo todavía, un "jamón del Norte" (que se procesa por salazón y
ahumado en crudo), con dos huevos fritos, acompañados de crocantes y
saladitas papas, también fritas... ¡en manteca de chancho! Y no olvido, tampoco,
un arroz con pato (del seco) ... ¡de chuparse los dedos!
Rematando, se contaba con un amplio Parque Central --el de la población
de Chosica-- en el frente y exterior inmediatos del colegio; hecho suyo por los
muchachos; para pasear, charlando sobre amplias veredas y bajo frondosos y
protectores árboles; descansar y conversar en cómodas bancas; y hasta para
jugar fútbol, en su gramado central. Además, por si fuera poco, para... ¡”cirear” a
discreción! Con gran regusto propio, pero en agravio a veces y en halago otras
menos, de las graciosas chicas por allí viandantes.
Todo bajo una maravilla de clima. Chosica era llamada: “La Villa del Sol”...
Salvavidas contra las pulmonías --en una época sin antibióticos, ni sulfas--, de
los seniles caballeros pudientes de Lima; ciudad de inviernos siempre nublados
y húmedos, que los hace sentir más fríos y peligrosos, que lo indicado por sus
correspondencias termométricas.
¡Sobraban razones para gustarnos el colegio!
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Durante el año transcurrido en el internado de Chosica, sentía que se
desarrollaba más mi curiosidad científica; la inquietud, el ansia de saber, de
conocer, ordenada y racionalmente, las cosas. Un fuerte impulso hacia el
estudio, en particular de las ciencias naturales y exactas, físico químicas,
biológicas, y matemáticas. En todas las cuales destacaba por mis calificaciones,
al influjo de los excelentes sacerdotes profesores de tales materias, habidos en
la magnífica plana magisterial del colegio.
No resultó lo mismo en el campo de las Letras. Nuestro profesor de
Gramática y Literatura, lamentablemente, no estaba a la altura de los demás, ni
siquiera podría ser calificado de aceptable. Incurría en la grave falla de asignar
temas definidos exclusivamente por él --muy contrarios a mis gustos, sea dicho
de paso--, para las composiciones literarias. Violentando un fundamental
principio pedagógico, más en Literatura y Oratoria:
“Quien escribe una composición o pronuncia un discurso, es quien debe
escoger el tema o acomodarlo a su gusto, a su sincero y leal sentir, saber o
entender. Ha de conocerlo profundamente, estimarlo con pasión, desear --con
vehemencia-- comunicarlo. Denotando, en el texto, la más transparente y
profunda ya dicha sinceridad”.
Como en cierta ocasión contrarié las expectativas profesorales, el titular
del curso me descalificó ante el pleno de mis compañeros. Con prescindencia de
consideración o respeto alguno. ¡Otro error pedagógico de grueso calibre!
Durante mucho tiempo, el complejo de ‘no saber escribir’, habría de frenar en mí,
lo que debiera, en cambio, haber sido una afición motora en el camino de mi
adecuado desarrollo personal.
Por largos años creí, con sincera convicción, digna de mejor causa, que:
‘No servía para las Letras’. Que no me gustaban’. ‘Sólo sirvo para las Ciencias’,
me decía y repetía. Consolado en parte así, marchaba hacia una educación
lisiada: Sin el apoyo de las Artes, ni de las Humanidades.
Inconmensurable puede ser la influencia, para bien o para mal, de un
excelente o de un pésimo profesor. En el desarrollo de la personalidad de un
niño, de un preadolescente, llegando incluso hasta el de los mayores.
Afortunadamente, una situación casual, ocurrida varios años más tarde y
que por aleccionadora narraré después, en el Capítulo III, correspondiente a La
Adolescencia, me permitiría recomenzar y concluir por despejar, tan malhadado
complejo, que me causara mucho daño.
-----
Un trascendental suceso en el ámbito mundial acaecía durante el año
1,936, en el transcurso de nuestro internado en el “Santa Rosa” de Chosica: el
comienzo de la cruenta Guerra Civil Española.
Tal hecho marcaba el inicio de la salvación y redención de España, en
primer lugar. Y la posible posterior de la Hispanidad, del Mundo Iberoamericano
en su conjunto. Así como del comienzo del fin del marxismo. Alcanzando, por
todo ello, excepcional trascendencia histórica mundial, en especial para los

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españoles, y para nosotros, los peruanos. Si nos atenemos a que la Peruanidad,
es, en lo esencial, una rama de la Hispanidad Universal o de la Comunidad
Iberoamericana de Naciones. Una nación, brotada en el Perú, como producto del
mestizaje o la síntesis humana, sanguínea y cultural, de lo hispano, con lo
autóctono americano (lo incaico primordialmente).
El significado ético e histórico de la epopeya hispana, gravitaría para
siempre en nuestros espíritus. Por lo menos, en lo que a mí respecta, así fue.
Comienzan, desde la Preadolescencia, a imprimirse en la mente y en el
corazón, los impactos y significados profundos de las experiencias existenciales;
cuando son miradas con simpatía o con franco repudio; llegando a constituir el
bagaje espiritual o los depósitos mentales de la personalidad, a medida que
madura.
En el presente caso se trataba de:
El amor intenso a las esencias nacionales del Perú. El orgullo
legítimo por las vertientes de su estirpe. Y las de nuestra gran
"Nacionalidad Común". La de la "Patria Grande": "La Comunidad
Iberoamericana de Naciones".
Esa convulsión de España demostró, con elocuencia sin par, que la
verdadera y definitiva redención moral o superación integral de un pueblo, que
se encuentre, sea en incipiente desarrollo, en acelerada decadencia, o en grave
depresión; en severas crisis, de todo orden, sólo puede darse, tras una
persuasión doctrinaria masiva, de un apostolado que se apoye en una mística
fervorosa; o por una tremenda convulsión bélica, que despierte las energías
dormidas de la Nación; o por ambas vías simultáneamente. Culminando en el
imperio de intensos y generalizados sentimientos de sincera Piedad Religiosa y
de un Patriotismo sin fisuras... ¡Santo Temor de Dios y Amor a la Patria!
En cambio, la ruina material y moral, los dolores individuales y sociales,
en todas sus formas, corresponden a las colectividades impías (irreligiosas) y
apátridas (sin patria, desnacionalizadas); donde reinan el egoísmo, el
materialismo hedonista, la inmoralidad en suma.
Sólo cuando puedan darse, básicamente: “un pueblo piadoso” --del que
hablara Platón--; “un patriotismo general” --del que fuera paradigma la República
Romana--; cuando pudieran regir los principios de “La Ciudad de Dios” --
definidos por San Agustín y complementados por Santo Tomás de Aquino-- y
que, en notable medida, fueran aplicados por Isabel la Católica y, entre otros, de
modo parecido, por Carlos V y Felipe II. Cuando sea objetivo ciudadano el Bien
Común, cual enseñan las encíclicas papales de la Doctrina Social de la Iglesia
Católica; cuando se comprenda que el Nacionalismo, vale decir, la dignidad y el
amor propio colectivos, la autoestima popular nacional, y la religiosidad sincera,
nutrimentos espirituales humanos, constituyen requerimientos sociales
ineludibles, recién entonces, y cuando, además, podamos adoptar y adaptar la
Doctrina a las realidades concretas --que es, sobre todo, reforzarla y conectarla,

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no desvirtuarla--, entonces y sólo entonces, se podría dar alguna valedera
esperanza de Redención Nacional.
La Guerra Civil Española fue una muestra temporal y en cierto modo
relativamente pequeña, pero inmensamente aleccionadora, que significó el inicio
de la salvación del mundo, de las garras del marxismo internacional: que de
“universal pestilencia”, fue calificado con acierto. Pero que aparecía, por
entonces, con avasalladoras posibilidades de predominio mundial.
La contienda hispana significó también el desenmascaramiento y una
advertencia, frente al materialismo hedonista liberal. Ante sus debilidades,
complacencias, complicidades y hasta traiciones. Y su inexorable decadencia.
Que se viene... Contrariando los vaticinios, ingenuos o pícaros, que le son
favorables y con los cuales todavía cuenta.
El caso es que uno de los episodios mas dramáticos de la conflagración
española, lo constituyó la heroica Resistencia del Alcázar de Toledo,
encabezada por el legendario coronel Moscardó.
Los ribetes gloriosos de esa gesta alcanzaron niveles de grandeza
realmente indescriptibles. Los periódicos y las radios daban cuenta diaria de sus
conmovedores episodios. Nosotros, los niños, leíamos y escuchábamos
asombrados todo eso, así como los admirativos y justicieros comentarios de la
gente mayor.
Recuerdo cómo el sentimiento público, en el Perú y en el mundo entero,
impulsado por las tendencias predominantes liberales y marxistas, se mostraba
en los inicios de la contienda muy opuesto al bando Nacionalista y Católico
español. Decididamente favorable, en cambio, al ‘republicano’ por cierto liberal y
marxista. Mas ocurrió que la simpatía mundial, mayoritaria, se volteó en casi
180º, por el impacto emocional de la admirable Resistencia del Alcázar... ¡Digna
de emular a espartanas epopeyas!
Durante meses, ante fuerzas superiores abrumadoras en número y
elementos bélicos, contra un fuego incansable y nutrido de fusilería y de
cañones, el bombardeo por aviones y ¡hasta la voladura con dinamita, desde las
mismas bases subterráneas de la fortaleza!... Además del asedio exterior
impidiendo toda suerte de abastecimientos. Y, como si fuera poco: La amenaza
primero y la realización efectiva después, de la ejecución por fusilamiento... ¡del
propio hijo, aún adolescente, del coronel Moscardó!.15

15
Es célebre el diálogo telefónico del coronel Moscardó con su joven hijo, casi un niño:
-- Padre, dicen que me fusilarán si no te rindes; pero no lo hagas; cumple con tu deber, que yo
cumpliré también con el mío.
-- ¡Hijo mío! Nada puedo hacer por ti; pero muere gritando: ¡Arriba España! ¡Viva Cristo Rey!...Y
que Dios acoja tu alma.
-- Así lo haré padre...¡Adiós!
-- ¡Adiós! Seguramente ¡hasta pronto hijo mío! --Ofrendó así el coronel Moscardó el mayor
sacrificio por la Patria que pueda realizar un ser humano: ¡el de la vida de su propio hijo!

47
Era muy intensa la impresión de tales hechos en la mente de los chicos
de aquella época; sobre todo en los del colegio muestro, pues éste era
regentado por sacerdotes españoles, quienes ‘no cabían en su pellejo’ de
satisfacción religiosa, de orgullo patriótico y del correspondiente júbilo, por las
hazañas y triunfos gloriosos del bando Nacionalista español, que encabezara el
General Francisco Franco Bahamonde. Quien, tiempo después, se manifestaría,
además, como excepcional político. Sea dicho con plena justicia, contra todas
las maledicencias y sin inexcusables dudas: el más grande estadista mundial del
siglo XX.
El General Franco se había mostrado como un brillante militar en la
guerra colonial que España sostuvo en Marruecos contra los moros, a principios
de la centuria del 900. No sólo dio notables victorias a su patria, sino que puso
de manifiesto su singular habilidad diplomática y política; pues se ganó hasta la
voluntad y el afecto de los vencidos. Así resultó famosa la ‘Guardia Mora’ a la
que organizó y la que lo acompañó y defendió siempre; le fue singularmente leal,
en todo el curso posterior de la Guerra Civil.
En dicha cruenta conflagración, dirigió y condujo al bando “Nacionalista”,
inferior en fuerzas al inicio, con singular habilidad militar, administrativa y
política. En una larga lucha de tres años, recuperando palmo a palmo el territorio
nacional español, contra toda una poderosa concertación de fuerzas militares y
civiles, además de financieras y propagandísticas, no sólo de una gran parte de
España, sino en ese entonces de las más grandes potencias del orbe (EE.UU.,
Inglaterra, Rusia, Francia) y de numerosas naciones medianas y pequeñas
servilmente arrebañadas tras de las mayores.
Franco contó, sólo con larga posterioridad al comienzo de la
conflagración, con la ayuda de algunos batallones terrestres y aéreos aportados
por Alemania e Italia. Pero así y todo, logró una rotunda victoria que asombró al
mundo.
Terminada la guerra, Franco asumió la Dirección Suprema de la Nación,
bajo la forma de una Dictadura Institucional. Con el apoyo de las Fuerzas
Armadas, de la Iglesia, y de las sanas instituciones civiles de España. --¡Se
trataba de la Salvación Nacional, frente al marxismo!--. En la ruta de la
edificación de un definitivo Estado de Derecho16. De la que debiera ser una
Democracia Auténtica: Católica, Moral, Nacional, y Orgánica17. No, por
supuesto, la liberal anglosajona democratoide, escéptica, amoral, capitalista,
individualista, “globalizada” hoy o internacionalizante desde siempre.
En una nación que siendo subdesarrollada, había sufrido la calamidad de
un millón de muertos en agravio de su población y visto su riqueza inmobiliaria
prácticamente demolida, por los cañonazos y bombardeos; con su economía
desarticulada y las reservas de oro del Banco Nacional robadas y llevadas a
Rusia por los comunistas; quienes habían combatido mal, pésimo, si se quiere,

16
Ver Capítulo I, referencias y aclaraciones sobre Dictaduras y Tiranías.
17
Ruta política en la cual, por desgracia, España ha sido en gran parte traicionada y sigue
siéndolo en el presente.

48
pero combatido al fin, a favor y en conjunto con el bando de las hordas
republicanas.
Por si fuera poco, las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial
‘acusaron’ (?) a Franco y al gobierno de España, de ‘nazi-fascistas’ (como
llamaban a todo antiliberal y anticomunista). Aunque, en estricta verdad, los
franquistas no fueron propiamente fascistas, ni nazis. Sólo --les era ineludible—
aliados. A lo sumo, simpatizantes ideológicos de dichos sistemas. Y más por la
presión de las circunstancias históricas. En especial, por la misma agresión feroz
de liberales y marxistas ... ¡Aliados entre sí! (?)... Lo cual es cosa diferente.
Con menos justas razones, esos liberales, fueron aliados y simpatizantes
de los comunistas, en dos guerras feroces y en dos largas posguerras; sin ser
propiamente marxistas ellos mismos; dicho sea de paso y en estricta verdad.
Así bloquearon económica y financieramente al entonces débil Estado
Español y lo aislaron, además, por muchos años, en lo diplomático, cultural, y
político.
Lo anterior no fue óbice para que España, bajo la habilísima conducción
de Franco y de su equipo, a la luz de una sabia política, en todos los órdenes --
un enfoque original y el énfasis necesario en lo religioso, moral, cultural, político
e institucional, además de en lo económico y social--, saliera adelante. Hasta
colocarse en uno de los primeros lugares del progreso de las naciones
modernas. Bajo la firme legalidad de un verdadero Estado de Derecho. En
camino progresivo, como se ha dicho, hacia una real Democracia: Moral
(cristiano católica); Orgánica (por instituciones sólidas, autónomas y
armoniosamente dispuestas); Estable (bajo una legalidad sin fisuras ni
violaciones); y Nacional (netamente española, hispánica, ibera); a la que preparó
e impulsó con previsora paciencia ¡Diferente por cierto de las democracias (?)
liberales o burguesas! Comprendiendo, también, una Monarquía renovada, en
camino de ser modelo en lo contemporáneo18.
Continuando en lo que estábamos y así las cosas, en el Colegio
incorporábamos a nuestros juegos imaginativas secuencias referidas a las
proezas acaecidas en la fortificación toledana.
Cierto día, un depósito para papas, con las cuales se preparaba los
alimentos de la población escolar del Santa Rosa y construido con madera, vieja
en demasía y ya pasto de las polillas, ubicado en un patio interior del local, se
rompió estrepitosamente, por la presión de los tubérculos allí atiborrados. Los
solanáceos productos aparecieron entonces al exterior, en inmensa cantidad.
Recuerdo que, ipso facto, gran número de alumnos organizamos un juego de
‘defensores y atacantes del Alcázar’. No sin conflictos, pues la mayoría prefería
ser de los primeros (‘los jóvenes’) y no de los segundos (‘los bandidos’);
lanzándonos papazos a diestra y siniestra ...

18
El hecho de que en tiempos actuales se traiga a regresión muchas de las realizaciones de
Franco, no resta méritos a la grandeza innegable del conductor, ni a la solidez fundamental de su
obra; cuyos frutos ya son indestructibles, como indetenible el proceso a que dio lugar.

49
No tardaron en llegar los padres profesores; y sin ‘tribunales de
Nüremberg’, recibiríamos infamantes y dolorosas sentencias; las peores en el
marco conceptual de nuestros imaginados ‘heroísmos’: largas y deprimentes
"paradas en las columnas" del patio principal del plantel; suspensiones del cine
colegial y de las salidas --o "bajadas"-- a Lima, los fines de semana.
-------
En esa época también comenzábamos a notar en el Colegio, el peso y
significado de las diversas confrontaciones de carácter ideológico o doctrinario y
de las corrientes científicas, así como de las variadas visiones religiosas y
morales, que el niño preadolescente, el adolescente, y los jóvenes, tienen que
encarar, con frecuencia, en la vida social. Por ejemplo: Desde mucho antes, los
gobiernos de tipo liberal y masónico, con sus ministros burgueses
"izquierdosos", marxistas o marxistoides, descarados o sibilinos, habían
impuesto, a los colegios regentados por religiosos o religiosas, como profesores
de los cursos de Historia del Perú --diz que para una mejor defensa de las
versiones patrióticas peruanistas-- a profesionales, generalmente abogados
laicos peruanos, nombrados directa y excluyentemente por el Ministerio de
Educación... Por supuesto que esos benditos profesores aleccionaban a sus
alumnos en toda suerte de enconadas visiones anticatólicas y antihispánicas...
¡Pura “Leyenda Negra”!19
Los padres del Colegio soportaban la situación con ‘santa paciencia’,
hechos a sus votos de obediencia y humildad. No faltando muchachos en cuyas
casas y barrios había enraizado la nefasta cizaña de la malhadada fábula, y que
'fastidiaban a los curas’, repetidamente y con punzante malicia...
Cuando, en una apacible, templada y luminosa tarde de primavera,
paseábamos en el acogedor parque de Chosica, varios muchachos, a la sazón
entre los 13 y los 15 años de edad. En franca y alegre conversación con el buen
sacerdote que cuidaba nuestros esparcimientos en ese ámbito exterior del
colegio. Así, tocamos el tema histórico de la Independencia del Perú:
-- Padre, en la Guerra de la Independencia, los peruanos ‘les dimos duro’
a los españoles... -- ‘Soltó el perro’, sin mayores trámites, el más audaz de los
mozalbetes...
-- Has de saber muchacho --Respondió sin inmutarse, el sabio religioso--
que debes cuidarte de los ‘cuentos’ de la “Leyenda Negra”. Esa no fue, en
verdad, una guerra ‘internacional’ entre ‘peruanos’ y ‘españoles’. Tuvo más el
carácter de una ‘revolución’, de republicanos, liberales, o independentistas,
contra monárquicos, realistas, o gobiernistas; en pos de la independencia o
autonomía política del Perú, frente al gobierno central español. Para desligarlo
de su Imperio, cuya decadencia y mala conducción, rigiendo sobre un territorio
19
Conjunto de infundios contra la Iglesia Católica y contra España, elaborada por sus comunes
enemigos históricos, copiada por cursis intelectualoides, peruanos e iberoamericanos en general,
y a la cual se ha pretendido concederle categoría de ‘Historia’. Pero es deber de todo buen
católico, verdadero patriota, y amante sincero de la verdad, desenmascararla y repudiarla
enérgicamente, en cuanta ocasión se presente.

50
demasiado extenso, ya la justificaban plenamente. Aunque eso no disculparía,
por cierto, a las posteriores divisiones y hasta odiosidades surgidas entre las
nuevas repúblicas vecinas y hermanas; así como las de ellas con la ahora
también hermana, España, heredera directa de la verdadera Madre Patria
común. Con la consecuencia final de nuestra general decadencia extrema; la de
todos nosotros los iberoamericanos; es decir, la de los españoles, los
portugueses, los pobladores de toda la América Ibera… y, con ellos, la de los
peruanos en particular.
En realidad, en esa Revolución de la Independencia, lucharon, por un
lado, los republicanos, bajo la bandera rojiblanca del Perú, alineándose en ellos
numerosos soldados indios y mestizos, dirigidos por unos cientos de oficiales,
algunos mestizos y en su mayoría criollos y españoles; contra el otro bando, el
de los realistas o gobiernistas, con la bandera oficial, roja y gualda (amarilla), de
España, formado también por numerosos soldados indios y mestizos,
comandados por oficiales, algunos mestizos y mayormente criollos y
españoles... ¡Había hasta parientes en ambos bandos! (como los hermanos
Castilla, entonces capitanes, y uno de ellos, años después, sería Mariscal del
Perú y Presidente de la República)...
Ganaron los primeros y se estableció la República del Perú, que desde
entonces entraba o era llevada, con frecuencia, a guerras con sus hermanos y
vecinos; y, hasta en una segunda vez, contra España misma. En sus escuelas
se enseñaba y se sigue enseñando, como a ustedes mismos les han enseñado
en alguna parte, bajo la forma de una dañina y atroz “Leyenda Negra”, con
fuerza digna de mejor causa, odio y desdén hacia la Madre Patria y la Iglesia
Católica, indesligablemente unidas por la Historia. Así como hacia la fraternidad
esencial entre nuestros pueblos y contra todo lo vinculante a ella. Con irracional
encono y olímpico desprecio mutuos... ¡Entre países hermanos y vecinos!
Muy diferente sería nuestra suerte y destino, si --en alguna semejanza
con lo realizado por los pueblos anglosajones (la Comunidad Británica y su
férrea alianza con EE.UU.)-- hubiéramos atinado a constituir, después de la
Revolución de la Independencia, una verdadera Comunidad Iberoamericana de
Naciones... Independientes, autónomas, todas, pero fraternas, aliadas, unidas.
Así, como conglomerado de pueblos, estaríamos entre las primeras y más
adelantadas potencias del Mundo...
-- Disculpe padre --Dijimos, casi en coro, corridos, compunjidos, los
muchachos que lo escuchábamos; comprendiendo que le asistía toda la razón y
que nosotros habíamos quedado cual unos tontos ignorantes; sin impulso
original alguno, ni siquiera con capacidad para analizar lo que oíamos...
Repitiendo, como papagayos, lo tan ligeramente dicho y escuchado.
-------
En otra oportunidad, por cierto incidente ocurrido en el mismo colegio, se
pudo apreciar los negativos efectos de la larga campaña realizada, en ámbito
mundial y en la propia sociedad peruana, por los adversarios de la Iglesia
Católica y menospreciadores de la Moral Cristiana. Con el propósito de

51
"desprejuiciarnos", según ellos, de los que, en realidad, son naturales
sentimientos de pudor y de recato:
Resultaba que cierto colegio calificado como “nacional” --confundiendo la
idea con estatal-- y como si, además, en el Perú pudieran titularse nacionales,
los muchos planteles como ése, anticatólicos y antihispánicos. Un colegio, en fin,
de sede limeña, cuyos directivos habían organizado una excursión a Chosica, se
autoinvitaron y cayeron de visita al “Santa Rosa”. De entrada, denotando el triste
sentido de su ‘educación’, se presentaron bullangueros e insolentes.
Especialmente procaces contra todo lo que les pareció propio de ‘curas’,
‘chupacirios’, o ‘beatos’. Llegaron así dispuestos a tomarse un baño de piscina,
circunstancia en la cual --sin ningún atenuante-- lo hicieron estrepitosa y
totalmente ‘calatos’. Gritones, histéricos siempre, se bañaban en medio de
escandalosas risotadas y de groseras interjecciones.
El padre que regía los aspectos deportivos del colegio --deportista él
mismo--, atlético de contextura, notoriamente varonil, se les acercó, cortés, y con
toda calma les dijo:
-- ¡Jóvenes! Debo advertirles que éste es un colegio de educación católica
y por lo tanto no es dable bañarse, en público, completamente desnudos. Les
agradeceremos vestirse con apropiadas ropas de baño...
-- ¡Calla cura de m... #%*&xº!... --barbotó, en términos irrepetibles, el más
desfachatado de tales rapaces; coreado por las destempladas risas de sus
repulsivos congéneres...
El padre se acercó, tranquilo, firme y resuelto, al atrevido mozalbete y
agarrándolo con fuerza del pescuezo, lo empujó por la espalda e introdujo
violentamente en uno de los enmaderados cuartitos de vestir, cerrando su puerta
--de dos tercios-- tras de él; con toda la potencia de que fue capaz, hasta
embutirlo en el habitáculo y semi machucarle las piernas...
Nada pudo ser más ridículo y humillante para el infeliz desvergonzado;
quien, en silencio, se vistió, cuan rápido fue capaz y se mandó cambiar; "como
perro que se ha comido la manteca", cual común decir en las chacras de las
bellas serranías nuestras… "con el rabo entre las patas". Sus ‘compañeros’ se
vistieron también, con la velocidad del rayo y en silencio de víboras, saliendo
cobardemente en grupo y a la carrera, a cuanto les dieron sus contrahechas
piernas.
Esto del alarde de los “calatos”, es algo que contemporáneamente se ha
difundido con amplitud; por una errónea interpretación de las situaciones. El
burgués, escéptico y relativista moral, seguramente en el deseo de ostentar su
crédula sensación de ‘libertad’, hasta en los campos del vestuario, ha hecho
creer a la gente que se es más libre, sano y desprejuiciado, si se está desnudo.
Así, en los clubes y lugares públicos, donde se instalan grandes vestuarios,
baños y servicios higiénicos, se ha hecho común el deambular, ostentoso y
bullanguero, de varones completamente en cueros. Muy descarados en su
impúdico exhibicionismo.

52
Entre las tonterías que han ideado, en especial los germano
escandinavos (los suecos) y se han difundido por el mundo, está el “nudismo”.
Una corriente que toma a la desnudez de los seres humanos como un modo de
vivir "natural" y el más agradable y sano. No simpatizar con ello sería un
‘prejuicio’ de tono reaccionario... Mas ocurre que tales asertos no resisten el
menor análisis:
El ser humano como especie biológica es el único que ha podido, con su
trabajo y artificios, dominar los rigores del ambiente natural; en tales formas y
proporciones, que ha devenido, con el transcurso del tiempo y en evolución de
milenios, perdiendo la facultad de afrontar, al natural, las agresiones climáticas.
Por delgadez de la piel y deficiencias de pelo corporal (“el mono desnudo”, que
alguien dijo); y numerosos otros factores apreciables con facilidad. De modo que
mal puede mantenerse sano, sin la protección de las habitaciones que
construye, ni de la vestimenta que confecciona. Tampoco y en consecuencia,
ser más libre sin todo ello, pues quien se ofreciere, tan débil y sin protección,
ante la inevitable inhospitalidad ambiental, por lo menos en algunas estaciones
del año y horas del día, en que pretendiera vivir desnudo, ni siquiera podría ser
sano. Y sin Salud, no hay lugar para la Libertad.
En cuanto a los “prejuicios”: Los nudistas y los “calatos” escandalosos,
olvidan el significado y valor de importantísimos conceptos y de las palabras que
los expresan: dignidad, privacidad, respeto al prójimo, intimidad, decoro, pudor,
modales, discreción, etc. Que no son paparruchas, ni "prejuicios"’... Podría
constituir hasta un agravio a la inteligencia ajena, extendernos en mayores
explicaciones al respecto. O en tratar de demostrar la indiscutible necesidad de
tales vigencias.
En principio, no agrada mirar la completa desnudez de los seres
humanos, del mismo o de ambos sexos. En muchos casos hasta es repulsiva.
Cicerón decía que la Naturaleza, apareciendo pudorosa, colocaba las partes
pudendas en las zonas del cuerpo más cubiertas y protegidas, mientras que al
rostro --capaz de mostrar hasta gran belleza--, lo situaba en la posición más
visible. Lo dicho, exceptuadas sean, por supuesto, la contemplación artística de
las Venus, los Adonis, y otros casos de semejante jerarquía.
Ofrecer o experimentar la propia desnudez --hecha la salvedad de la
intimidad sexual amorosa--, puede resultar, en varias circunstancias: obsceno,
ridículo, humillante o vejatorio. Incluso, para los hombres, la desnudez femenina,
brusca y total, no es tan sugestiva como pareciera; ni ofrece el cautivante
enigma de la coqueta semidesnudez. Por ejemplo, sea dicho risueñamente y
para los casos en que procede: la de un menudo ‘bikini’ o de una minúscula
‘tanga de pititas’.
La desnudez discreta no ofende al sentimiento religioso, pudiendo darse
lo contrario. Así vemos con devota veneración a la imagen del Redentor
crucificado; sin escándalo, a las de sus acompañantes circunstanciales (el buen
y el mal ladrón); y con singular admiración estética, a las estatuas de David,
Moisés, y “La Piedad”, esculpidas por Miguel Ángel; representando, la tercera, a

53
Jesús descendido de la Cruz y ya en el regazo de María. Lo desagradable es la
desnudez total, si inoportuna, desfachatada o grotesca.
Hay quienes hasta --en la forma más necia de pensar-- llegan a sostener
que los padres deben mostrarse completamente desnudos ante sus hijos, desde
pequeños, sean varones o mujercitas, para impedir que desarrollen complejos e
inhibiciones. Ya por respeto al lector, no vamos a detenernos en refutar tamaña
estupidez; barbotada cuando no se puede comprender el encanto de la
inocencia, del candor, de los niños. Asuntos en los cuales el ser humano no
puede ser colocado en la situación de las bestias.
-------
Continuando con los sucesos ocurridos en el Colegio Santa Rosa de
Chosica, habría por aclarar que no se podía suponer, a los muchachos alumnos,
materia fácil de adoctrinamiento, por parte de los sacerdotes profesores y guías
espirituales nuestros. Aunque siendo pertinente su tarea de inculcarnos ideas
nobles, principios religiosos y morales, así como positivas actitudes, empero, a
veces, ella sufría efectos inopinados. Tanto por el influjo de las ideas contrarias
traídas del medio social y hasta familiar por los muchachos; cuanto en razón de
la natural rebeldía o espíritu de contradicción, de la preadolescencia y
adolescencia (“muchachos contreras”) y que carga, con pretendido 'gracejo', el
niño y el jovenzuelo que menos.
Así, hasta yo mismo, que podría decirse no era un alumno majadero o
difícil, en cierta circunstancia, encontrándonos en una sesión de estudio dirigido
y con absolución de preguntas por parte del profesor, al llegar al capítulo de La
Reproducción, en Zoología, intenté fastidiarlo, haciéndome eco de la común
apreciación anticlerical, según la cual "los curas son hipócritas" y "no tratan con
suficiente claridad los temas del sexo, a los cuales, por lo general, eluden"; sin
comprender que los enfocaban con discreción y bastante prudencia. Como debe
ser. Pero no entendíamos aún del todo el significado e importancia de esos
valores, por lo general tan menospreciados, ya desde entonces, por el cinismo
burgués; para hacerse éste, así, más descarado; cada vez con mayor fuerza...
¡Llegándose a inauditos extremos!
De tal modo, me acerqué, haciéndome el tonto, con el libro en la mano, al
pupitre del buen profesor y le dije:
-- Padre, acá dice y Ud. lo ha explicado, que para la reproducción de los
animales, la célula o gameto masculino, llamado espermatozoide, debe juntarse
con el femenino u óvulo; dando lugar a la célula huevo o inicial del nuevo
individuo. También nos dicen que los primeros se encuentran nadando en un
líquido: el semen, expelido por el macho, en cuyos testículos se forman; y que,
los segundos, se hallan en el saco matriz femenino o útero, habiéndose
producido en los ovarios de la hembra. Pero, padre --le dije entonces, poniendo
‘cara de inocente’, aunque ya sabía, ‘teóricamente’, algo de estas cosas-- acá no
indica cómo llega de afuera el espermatozoide contenido en el semen, al óvulo,
que está dentro del útero o matriz de la hembra...

54
-- Lo coloca el macho guiado por su instinto o impulso natural --
Respondió, tranquila y serenamente, con naturalidad, el padre...
-- Pero ¿Cómo? --Insistí con impertinencia maliciosa...
-- Mira, lo mejor es que te fijes en los animales --lo seguía diciendo con la
misma seriedad, sin aspavientos-; observarás que lo hacen de un modo
semejante todos ellos; coincidiendo, en lo fundamental, con lo dicho por el libro y
por mí; pero al mismo tiempo, hay ciertas diferencias correspondientes a cada
especie. Dentro de ese maravilloso juego de parecidos y desigualdades, cual en
todo ofrece la Naturaleza. Como una de las manifestaciones del prodigio general
de la Creación Divina. Mira cómo lo hacen, por ejemplo, los perros, casi siempre
escandalosos; los gallos, invariablemente toscos; las palomas domésticas, ‘de
Castilla’ las corrientes y ‘Romanas’ las más grandes, las silvestres y cantoras
cuculíes y las gráciles y chiquillas tortolitas, todas ejemplarmente tiernas y
delicadas, motivando que a los jóvenes dulcemente enamorados y románticos,
se les llame ‘tórtolos’. En el caso de los peces, el macho ni conoce a la hembra,
la que pone sus numerosos huevos agrupados en lugares protegidos; entonces
ellos, los peces machos, los fecundan, en conjunto, siguiendo los mandatos de
su instinto. Ve, en fin, cómo se reproducen los conejos, los gatos, los caballos y
los asnos, los cerdos, etc. El caso de los seres humanos, por varias razones, es
en cierto modo algo diferente, pero lo irás comprendiendo mejor a medida que
crezcas y madures.
-- Gracias padre –Contesté, satisfecho por las respuestas, y arrepentido
de mi malicia e impertinencia, regresé tranquilo a mi carpeta, sin ganas de volver
a ‘fastidiar’...
¡Y se acabó el problema!... ¡Así de simple!
Ratifiqué entonces el acierto metodológico de utilizar las observaciones
en plantas y animales, para explicar a los niños, sin traumas ni tabúes, las
cuestiones sexuales y reproductivas. Sistema practicado por nuestra madre en
la educación sexual que nos impartiera en “San Nicolás”. Comprendí igualmente
cómo los chicos campesinos no se hacen problemas con estas cosas; pues sus
propias constataciones se las van explicando.
-------
Una situación ingrata --en verdad la única de tal clase-- experimentada en
los tiempos y circunstancias que hemos narrado, del dicho colegio, fue la de
cierta verosímil homosexualidad observada en un alumno, a quien llamaremos
NK20, el cual era acosado, hasta lo grotesco, por algunos condiscípulos

20
Reemplazamos con letras mayúsculas, los nombres de ciertos personajes de algunos
episodios que narramos, cuando podría darse lugar a herir susceptibilidades o causar
mortificaciones, no deseadas por cierto, en agravio de terceros. Al final de cuentas lo que
interesa son los hechos y los principios, de ellos desprendidos; no tanto las personas que
actúan. Y si a ellas se las concreta con abreviaturas, es sólo para indicar que los sucesos fueron
reales y no inventados.

55
mayores, festiva y vanidosamente autocalificados de “muy machos”
y.“mataperros”.
Un adolescente rubio era NK; sueco por ascendencia cercana, de
facciones hermosas y finas, lo que se llama un "niño bonito"; de formas
corporales redondeadas, turgentes, “llenitas”; y, sobre todo, con unos hablares y
modos de manifestarse, de modales, estrepitosamente afeminados; hasta con
grititos y risas seudo histéricas...
Los muchachos mayores lo manoseaban y pellizcaban con escándalo,
aunque buscando siempre las ausencias de las autoridades sacerdotales del
Colegio. Y, pese a que los menores, por supuesto, nunca pudimos constatar la
consumación de algún acto más degradante en su agravio, dábamos por posible
su realización. En ciertos momentos en que se podía hablar en confianza y
seriamente con él, nos confesaba su trágico problema; pero sólo admitiendo que
era afeminado, mas no un depravado homosexual. Contaba ser miembro de una
familia de 7 hermanos... pero ‘hombre’, solamente él, y... ¡seis mujeres!
Con toda evidencia, la causa gravitante de dicho afeminamiento,
estribaba --aparte de lo congénito posible-- en la crianza del chico en un medio
familiar abrumadoramente femenino; siendo presumible que sus padres no
habían intentado alguna forma, aunque fuera parcial, de neutralizar tal influjo.
Viene al caso pensar acerca de las numerosas situaciones parecidas que
se presentan en la sociedad contemporánea liberal, la cual progresivamente se
afemina y cae en los terrenos de una difundida y repudiable homosexualidad.
Por ejemplo, en la ‘educación’ imperante --’unisex’--, escolar y familiar, no se
pone énfasis suficiente en desarrollar un claro sentido de masculinidad en los
varones y de feminidad en las mujeres. Doctrinariamente, urge desterrar la
absurda idea de que “los hombres y las mujeres son iguales” (¡?). Lo cual ¡a
Dios gracias! es más falso que moneda de plomo y más tonto que la tontería
misma...
Es claro que se debe aspirar a la máxima igualdad posible, de derechos y
de oportunidades, entre hombres y mujeres. Como ideal de vida social. No
obstante, dicho sea con toda rotundidad, resulta muy difícil alcanzarla. Pero la
igualdad concreta, total, y general, a la que nos estamos refiriendo, es una idea
absurda. Situada entre los mayores y más nocivos absurdos que puedan darse.
Y que, sin embargo, se deja oír con difundida frecuencia, digna de mejor causa.
-----
Llegado a este punto, señalaré que terminados mis estudios en el “Santa
Rosa” de Chosica, finalizado el año 1,936 y al iniciarse el verano del 37, regresé
a la Hacienda “San Nicolás”, para pasar allí las últimas vacaciones en ése que
fue, para nosotros, un verdadero Paraíso Infantil. Transcurrido así el dicho
verano, a comienzos de abril, dejábamos definitivamente el hermoso fundo
supano. Y, poco después, el 30 de mayo, cumplía yo los 15 años de edad. Salía,
completamente, de la Niñez propiamente dicha y de la Preadolescencia, con el

56
desarrollo, el enriquecimiento, y la experiencia vital, que me significaron dichas
etapas, e ingresaba a la neta situación de Adolescente.
* * * * *

57
C a p í t u l o III

La Adolescencia

L
a Adolescencia: “Edad de las Tormentas”. Es etapa determinante de la
formación personal. De veloz tránsito espiritual y de notoria metamórfosis
corpórea. Por ello, además de turbulenta, es la más decisiva de la vida
humana. Y, aunque parezca contradictorio, puede ser también... hasta
más feliz que todas las edades que la preceden. Los muy intensos y grandes
cambios que en ella se producen, permiten afirmar que uno se es en la niñez
anterior y otro en la adultez posterior. Actuando, la Adolescencia, como un
decisivo eslabón del radical cambio.
Ubícase pues el adolescente en un tempestuoso intermedio, decisivo y
determinante. Que se ha descrito, con evidente acierto, como de ‘arremetida
hormonal’ o de ‘revolución de humores’.
Como lo hemos indicado, se presenta de los 15 a los 21 años de edad en
los varones, con ciertas variaciones individuales, y una diferencia aproximada de
dos años de adelanto en las mujeres.21
Puede completarse algo más la idea, describiendo los impulsos emotivos
y las modificaciones físicas que en esta etapa agitan a la humana existencia:
La potencialidad, hasta desbordantes magnitudes, de generar filias y
fobias, ilusiones, ensueños, ideales, y quimeras. De amar y de odiar; de idealizar
o repudiar; a personas, acciones, y situaciones. Añadiéndose, en el campo
amoroso o de las relaciones intergenéricas, la inicial curiosidad e interés y luego
la casi irresistible atracción, entre ambos sexos.
La acentuación del dimorfismo sexual (diferenciación física y síquica entre
hombres y mujeres); la aparición de las funciones y manifestaciones de la
sexualidad, así como de las consustanciales aptitudes reproductivas.

21
Algunos autores consideran al término Pubertad como sinónimo de Adolescencia. Otros lo
definen comprendiendo lo que nosotros hemos llamado la Preadolescencia, el fin de la infancia,
más los dos o tres primeros años de la Adolescencia. Para los fines que perseguimos, la
diferenciación es en gran medida irrelevante.

58
Los cambios emotivos.- El que ha dejado de ser niño y todavía no es adulto,
plenamente joven o maduro, viniendo a ser cada vez más liberado de las tutelas
materna y paterna, en razón del curso natural de las cosas, reclama más
libertad. Incluso mayor de la que puede emplear correctamente. Suele rebelarse
contra la autoridad de la madre y si se ofrece también contra la del padre. Juzga
y hasta condena a sus mayores y coetáneos; a veces con marcada,
desconcertante, y conflictiva intolerancia. Pretende “cambiar al mundo”; sin
haber definido el cómo, el cuándo, ni con qué medios. Suele así declararse
“rebelde”... y practicar rebeldías del más variado género. Con frecuencia por
demás risibles.
Algunos reaccionan ante el medio social con la introversión, el aislamiento
y el silencio; con incertidumbres y timideces...
No faltan “rebeldes sin causa”. Rebeldes por sólo la rebeldía misma. No
sabiendo bien ni de qué se trata. Es frecuente, en los más superficiales,
pretender manifestar su “protesta” dejándose crecer muy largo el cabello,
antiestética y antihigiénicamente; manteniendo el cuerpo sin aseo; la cara sin
afeitar; las ropas en estrafalarias apariencias; etc. Motivando, en las casas
paternas, incontables y las más de las veces inútiles reniegos de los mayores.
Hay quienes afirman que la adolescencia es una edad terrible; la peor de todas...
Por supuesto que no compartimos el aserto.
Empero, no todo es negativo en la adolescencia, ni mucho menos.
Numerosos adolescentes canalizan sus inmensas energías y ansiedades de un
modo encomiable. Altamente positivo. A veces, ofreciendo, sublimes, heroicos
ejemplos. En especial si los mayores --comprensivos y afectuosos-- logran
ayudarlos con una orientación adecuada. Entonces la adolescencia puede
superar, en grandeza moral y generosidad, a las otras edades humanas.
Si se trata de la guerra, son los primeros en ofrendar sus vidas por la
Patria; si de vocaciones abnegadas (religiosas, políticas, científicas, artísticas,
etc.), allí están los adolescentes --y en muchos casos sólo ellos-- en la línea del
sacrificio supremo. Listos para el esfuerzo sobrehumano más conmovedor.
Hasta la entrega total.
Si bien la Adolescencia es una edad de angustias y anhelos intensos, de
incertidumbres, temores o timideces, también, en otras ocasiones lo es de
audacias rayanas hasta con la extrema imprudencia. Siempre, de ímpetus
tremendos; que pueden llevar a ciertos muchachos a la temeridad, la locura, y al
suicidio. En contraste positivo, constituye también una edad de hermosos
sueños y generosas ilusiones; de heroísmos sin par. Por tanto, bella como
ninguna otra.
Ofrece la Adolescencia situaciones que marcan definitivamente la
personalidad, el rumbo, el destino, de los seres humanos. Se generan los
primeros ideales. Las más intensas relaciones personales, las amorosas y las
mejores amistades. En pocas palabras, se definen o esbozan, sucesivamente,
alguna o las más importantes decisiones: la elección de la pareja; las vocaciones
vitales; y el tipo de idealismo espiritual. Por todo ello, es decisoria su

59
significación. No olvidemos que, en el caso de las mujeres, por ejemplo, incluso
se celebran, por tradición y con grandes fiestas, cuando es económicamente
viable, la llegada de las chicas, plenas de ilusiones, a los 15 años de su edad...
¡”Los quince años maravillosos”!... Se dice y por algo será.
Los sueños y las ilusiones adolescentes no son bagatelas ni tonterías que
justifiquen las burlas --como suele acontecer-- de los adultos cínicos o
“pragmáticos”. Al contrario, contienen una poesía inefable. Son los motores que
los impulsan --también a los jóvenes, a los maduros, y a los ancianos, que saben
vivir-- hacia las altas cumbres del heroísmo, la sabiduría, la santidad; así como a
las del cultivo de las artes, las ciencias, la filosofía, la política, y la profesión de la
fe. Dicho de otra forma, las "ilusiones" constituyen sustentos medulares de la
genialidad y grandeza humanas.
La verdad es que si bien el adolescente, al dejar de ser niño deja una
edad bellísima, él no se apena por eso, sino todo lo contrario, y con plena razón;
pues arriba a una etapa mejor aún, complaciéndose en el suceso.
En balance, la adolescencia es una edad que pese a sus tormentas tiene
sus encantos propios; no desmerece frente a la infancia, ni a las otras edades
posteriores, a las cuales, incluso, puede superar.
Los cambios corporales.- Al llegar el niño a la adolescencia y desde un poco
antes (preadolescencia), experimenta una serie de cambios corporales que
suelen serle notorios y desconcertantes; tanto en lo referente a la contextura
física (desarrollo muscular y óseo, estatura), vellosidades, voz. modales, etc.,
como a su fisiología (apetito, metabolismo) y sicología (masculinidad o
feminidad, según el caso); repercusiones todas del vasto campo de las
secreciones hormonales internas, regidas por los genes.
En el hombre desarrollan la musculatura, la talla y corpulencia; así como
las vellosidades, en la cara, axilas, pubis y cuerpo en general; y los órganos
sexuales se hacen capaces del coito y de la eyaculación fecundante. Engruesa
la voz, adoptando gestos y ademanes propios de la masculinidad.
En la mujer aparecen las menstruaciones o reglas mensuales y con ello la
aptitud reproductiva, hasta las de una maternidad temprana; se suaviza la piel y
redondean las formas del cuerpo, que se hacen insinuantes; desarrollan
delicadas vellosidades difusas por el cuerpo y otras más gruesas en las regiones
púbica y axilar; la voz se adelgaza y afina; adoptando gestos y ademanes
claramente reconocibles como femeninos.
Por obra del intenso efecto hormonal interno, no solamente varía el
cuerpo de un modo peculiar en cada sexo, sino que el carácter, la conducta o el
comportamiento, se ofrecen, en normalidad, como típicamente masculinos o
femeninos.
Aparte están las varias formas, anormales por cierto, de homosexualidad
(androgínea); como los casos de los feminoides (“maricones”), que debieran ser
hombres, y de las masculinoides (“marimachos”), que debieran ser mujeres.
Añádanse los aberrantes casos de las bisexualidades. Corresponden al terreno

60
de la patología sexual y sicológica. Como resulta obvio, no procede, ni dejaría de
ser bastante repulsivo, extendernos sobre ello aquí.
De plano, se trata de seres con toda evidencia desdichados. Debe acudir
en auxilio de ellos la caritativa y científica asistencia médica y social. No por
cierto impulsarse la promiscuidad escandalosa, ni la cínica “tolerancia” (?) al
respecto; tan comunes en nuestros afligidos tiempos; y más promotoras de
perversiones, que alivio de situaciones desventuradas.
-----
Regresando a narrar experiencias personales, con finalidad ratificatoria de
lo que vamos exponiendo, diré que saliendo conjuntamente en familia, de “San
Nicolás”, arribamos a Lima, dispersándonos algo al inicio, en razón de las
inciertas disponibilidades de viviendas; pero con todo, durante muchos años, el
núcleo principal del clan, hubo de residir en el barrio de Jesús María. Siendo yo
matriculado en el mejor y más cercano plantel escolar del Distrito, como alumno
externo, por los años 37 y 38 (cuarto y quinto de media); y también mi hermano
menor Héctor (en el 38, en dos grados menos, hasta mediados del 40). Fue en
el "Colegio Italiano". No por algo de itálica nacionalidad o de esa ascendencia
sanguínea, sino por el dicho motivo domiciliario. Era un magnífico instituto de
educación. Ubicado en la cuadra 10 de la Av. Arequipa, en su tramo
correspondiente a la misma circunscripción de Jesús María.
El plantel había sido fundado y era promovido por un patronato o
fundación constituida por prominentes y prósperos empresarios italianos y
personajes pudientes vinculados a ellos. De allí el nombre.
Por los años de la II Guerra Mundial –algo posteriores a mi paso por el
colegio--, como sucedió con el entonces Banco Italiano y otras instituciones y
empresas establecidas en el Perú por los hijos de "La Bella Italia", tuvieron que
cambiar denominación y personería jurídica (“Antonio Raymondi” y “Banco de
Crédito”, respectivamente). Para evitar problemas con el Estado Peruano; el
que, ridículamente --sea dicho con toda claridad--, por adular a los EE.UU...
¡declaró la guerra al Eje: Berlín-Roma-Tokio!... ¡Nada menos!... Pero --eso sí--
cuando ya estaban prácticamente derrotados.
Los mencionados cambios los hicieron, además, para escapar de los
agravios del descarado robo, por parte de los oportunistas y "vivos" de siempre,
de los círculos del poder político y económico del Perú. De quienes los alemanes
y peor aún los, en aquel tiempo indefensos, japoneses --una ama nuestra:
Angélica Nakaki, sus familiares y amigos, fueron prácticamente asesinados por
los norteamericanos en un campo de concentración en Panamá--, resultando
ellos, así, sus más atormentadas víctimas. Como, aunque pretendida, pero
deficientemente encubierto el asunto, es por demás conocido y testificado.
A los italianos les fue más fácil salvar lo suyo, dados sus nexos familiares
y amicales --más estrechos-- con los peruanos. En su condición de excelentes
inmigrantes que se integran con la mayor facilidad en las colectividades en que
se establecen. Haciendo honor a su natural y generoso universalismo;

61
peculiaridad de los pueblos latinos. Fue así como el colegio hubo de
peruanizarse y pasó a ser el “Antonio Raimondi”. En homenaje al gran sabio
italiano, quien llegó a integrarse en la Peruanidad, en forma altamente
encomiable y simpática, dando, su labor científica especialmente, invalorables
frutos en favor del Perú.
El paso por el “Colegio Italiano” influyó en mi espíritu, formación personal
y destino, de un modo notable. Por múltiples razones, sobre lo cual haré algunas
otras referencias más adelante, en lo que pudieran resultar pertinentes.
Llegando a este punto señalaré, cómo, a poco más de un mes de mi
ingreso al colegio, con intensa y sorpresiva claridad, experimenté el
estremecimiento, la conmoción indescriptible, del franco tránsito de la Niñez a la
Adolescencia. Coincidiendo --no en todos los púberes es exactamente igual--
con mi reciente 15º cumpleaños (el 30 de mayo).
-----
El dicho tránsito de la Niñez a la Adolescencia, en circunstancia
calendaria muy definida, se produce y se nota en el púber, con la llegada de su
aptitud anatómica y fisiológica para la reproducción y por lo tanto para la
evacuación seminal o “eyaculación”. Ella se presenta simultánea con el también
primer orgasmo, clímax o grado extremo de la excitación sexual y de su placer
correspondiente. A lo que, en extensión semántica pretendidamente poética,
suele llamarse: “éxtasis de amor”; por quienes toman por sinónimos a los
conceptos de amor y sexualidad.
La relación tan estrecha entre el orgasmo y la eyaculación, hace suponer
a los adolescentes y a muchos mayores, en tanto la experiencia y el estudio no
le muestren claramente la distinta realidad, que la eyaculación produce el
orgasmo y no como sucede en verdad, que es el orgasmo --en un estado de
vesícula seminal llena-- el que provoca la eyaculación, y ésta, un gratísimo alivio
adicional. Atribuyen a la eyaculación el ser la causa del máximo placer posible. Y
suponen, por lo tanto, en las mujeres --que no eyaculan--, la imposibilidad de
igualar el placer que experimenta el hombre. Suma motivos para la anterior
convicción de los jóvenes, el hecho observable con facilidad, de que la conducta
sexual de los machos de la mayoría de las especies animales y del hombre
mismo en particular, es activa y en apreciable medida se ofrece constante.
Mientras que en las hembras es pasiva y hasta requiere, por lo general, de una
larga excitación previa: “enamoramiento” o “cortejo”. Y se presenta sólo en
ciertas épocas (del ‘celo’, y de ninguna manera en la preñez y en la lactancia o
crianza en las hembras animales); o más o menos variable, con las
individualidades y acentuada o atenuada por algunos lapsos (se trate del
período fértil, del infértil, del embarazo, o de la lactancia, en las mujeres)...
Hasta, con cínica insolencia, suele decirse: “Toda mujer tiene su cuarto de hora”.
Cabe anotar, sin embargo, cómo una vez ingresadas en la plena
excitación, las hembras, trátese de las animales o de la fémina humana, que no
eyaculan, pero pueden experimentar abundantes secreciones difusas (vaginales
y uretrales), tienen mucha mayor capacidad de repetir coitos, que los machos o

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varones; limitados éstos por su potencialidad de erección y generación de
semen (sin ‘eyaculaciones prematuras’). Las mujeres, en cambio, pueden
hacerlo --cuando y como pasivas-- muchas veces, hasta sin excitaciones
previas.
Por lo dicho se evidencia que la prostitución sólo es posibilidad mujeril; en
damas echadas a perder. En los hombres --por demás envilecidos--, más que
una realidad viable, es un áspero chiste o un rebuscado oficio; de estos
degradados tiempos... Añadido a sus varias plagas sodomo gomorrísticas.
Por cierto resultan raras las oportunidades ofrecidas, al común de las
personas, de conocer suficientemente, en los terrenos de la verdad científica, la
fisiología y la sicología sexual de hombres y mujeres. De los fundamentales
parecidos y las grandes diferencias que ofrecen entre sí. Como de los efectos,
de todo ello, en los campos de la Moral. En especial lo referido a los
basamentos, posibilidades, problemas, gratificaciones y grandezas, de la
fidelidad conyugal. Consustancial al matrimonio cristiano (católico), consagrado
e indisoluble: “Hasta que la muerte los separe”.
Prosigamos señalando cómo en el varón, el líquido seminal producido por
sus glándulas testiculares, se guarda en la vesícula correspondiente, la cual, al
contraerse, en el reflejo del orgasmo, lo expele hacia el exterior, con la
contribución de los músculos de las paredes del conducto transitado. Dicha
evacuación, produce una adicional sensación placentera de alivio, como está
dicho; mientras que, en el caso contrario, el de su retención o continencia
prolongada, puede dar lugar a una gran intranquilidad, irritabilidad nerviosa,
desasosiego o fastidio y hasta un intenso dolor testicular.
Precisamente, uno de los grandes problemas, con implicancias en los
terrenos ético y social, está dado en la cuestión del desahogo sexual de los
hombres; en especial de los jóvenes, a partir de la pubertad.
En el caso femenino, el asunto es menos grave. Como puede apreciarse,
por ejemplo, en las cárceles de mujeres, en comparación con las de varones. En
razón, entre otras --aparte de su papel más pasivo y menor inclinación innata a
la violencia--, por cumplirse en ellas, como descarga fisiológica o desahogo de
sus naturales inquietudes hormonales del sexo, la menstruación o regla
mensual. Mientras no se producen, el embarazo y la lactancia, que también las
mitigan; aunque sólo fuere de modo parcial. Bastante diferente por cierto, el
caso de las hembras animales, en las cuales la distinción de las fases sexuales
o reproductivas, es mucho más radical y marcada.
Ahora, retornando al primer caso, el de los varones adolescentes y los
muy jóvenes, en cuanto a sus llamados “desahogos sexuales”, como es sabido,
ellos se encuentran ante varias posibilidades u opciones, a saber:
•Las llamadas poluciones nocturnas: eyaculaciones involuntarias, como
su nombre lo indica, producidas durante las noches,. Son motivadas por sueños
eróticos, que sobrevienen generalmente en virtud de impresiones anteriores,
grabadas en la memoria o en el subconsciente.

63
Recuerdo las lecciones de Educación Sexual impartidas por nuestra
madre. Recomendaba “no hacerles aspavientos a los muchachos”, por el estado
y forma en que amanecían las sábanas de sus camas (cual vestido de la
tristemente célebre Levinsky, en su ridículo escándalo con el tonto Clinton)...
“Debía tomarse tales cosas como sucesos naturales”; sin avasallar con más
problemas sicológicos a los púberes.
•La masturbación, constituye una cuestión en especial peliaguda. Un
asunto bastante difícil de encarar. En principio, varias religiones y sistemas
morales la censuran. La consideran “pecado”; mortal unos y venial otros. Desde
luego, no virtud ni acción beneficiosa para el espíritu o la salud. Lo escabroso
está en definir el grado de recusación que merece... Siguiendo la versión bíblica,
se conoce a su hábito o vicio como “onanismo” o “pecado de Onán”; personaje
de quien --se asevera-- lo practicó con entusiasmo digno de mejor causa.
Son en realidad pocos los jóvenes que no caen --por un tiempo al menos-
- en el actuar o vicio masturbartorio. Pero, de haber los hay. Los ayuda mucho
en su resistencia, la orientación vital hacia ideales y actividades superiores. De
entusiasta dedicación e intenso compromiso, físico y espiritual: deportes, trabajo,
estudio, religión, política, artes, etc. Y por el contrario, especialmente en estos
tiempos, los tientan y debilitan, por demás: la pornografía descarada,
extremadamente obscena y difundida, en publicaciones escritas, cine, televisión
y videos; así como en el ambiente social, en múltiples formas e ingentes
magnitudes...
A propósito de tan discutible tema y en el paréntesis de una anécdota
humorística, cierta vez, en época de adolescencia, tuve ocasión de escuchar
una animada conversación, ético filosófica, entre un grupo de muchachos:
-- No debemos masturbarnos --decía uno de ellos--, porque es un vicio
repudiable y condenado por la Religión y la Moral...
-- ¡Já! --replicó, despectivo, otro rapaz-- No tanto por eso, sino porque la
masturbación debilita al cuerpo y resta posibilidades al deporte. Por ello, aunque
es difícil, hay que aguantarse.
-- Dicen que no sólo debilita, sino que enferma e idiotiza --agregó un
tercero...
-- ¡Hasta salen pelos en la mano! --Añadió alguien, entre risas
estentóreas...
-- Depende de la frecuencia --Sentenció, muy docto, el más vivaz y cínico
del grupo; agregando alguno, en pícara jerga muchacheril:
-- De vez en cuando es necesaria y hasta saludable, una “paja
higiénica”...
Una risotada general rubricó la descarada receta.
•La prostitución, el trato carnal con mujeres “de la vida alegre”. ¡Sardónica
la calificación!... Para la menos alegre de las vidas... Otra opción, para los
adolescentes y jóvenes, auspiciada muchas veces por mayores que suelen

64
atribuirse la condición de consejeros; en aras de sacar a los muchachos del
onanismo (?).
En la mayoría de los casos, la dicha experiencia, cuando es la primera en
tales condiciones, así como esperada con anhelo, resulta decepcionante,
traumática y hasta deprimente.
Los muchachos de la Lima de antes, por ejemplo, arribaban con su
inexperta y trémula humanidad, casi imberbe, orientados por sus voluntariosos
guías, al barrio de la prostitución barata --en apreciable medida distinta a la de
alto nivel--, que se conocía como: ¡“El 20 de Septiembre”!
El nombre de la calle, o jirón en verdad... ¡oh irrespetuosa ironía!
concordaba con la fecha de la Fiesta Nacional de Italia. En cuyo homenaje se la
había nominado, con anterioridad a su malhadada dedicación a Eros
Crematístico. Y, sólo mucho tiempo después, se habría de acudir a la más
inocua denominación de Jirón Huatica; nombre que hasta hoy ostenta y fuera el
de un riachuelo --ramal del Rímac-- que por allí cursaba, desde épocas por
demás remotas.
Para el muchacho que llegaba, por primera vez, a la experiencia del
contacto sexual prostituido, en el escenario maloliente e indescriptible de la
denigrante y famosa calle, la impresión era anímicamente demoledora. Como se
ha dicho, ésa, más que calle, era un jirón de varias cuadras. La mejor, la de “las
francesas” --que eran polacas--; siendo las demás “de tropa”, o sea para niveles
sociales y económicos inferiores al de los estudiantes, tales como los de
soldados, obreros, vagos, y toda suerte de elementos marginales desposeídos
de fortuna alguna.
Los clientes, con sus billetes de a cinco soles en la mano, hacían largas,
humillantes colas. Y llegados al matadero, la infeliz hetaira, en acto primero,
cobraba imperiosamente sus morlacos; e, ipso facto, se desnudaba ¡de sopetón!
Con falta total de calma o protocolo alguno. Dejando caer, luego de su ligera
vestimenta, las abundantes flacideces de su corpórea apariencia. Con total
ausencia del menor pudor o recato.
Allí podía constatar el mozo, cómo las mujeres aparecen más gordas
desnudas que vestidas. Razón por la cual, escogida --como se hacía por lo
general-- una llenita, podía resultar, a la hora de la verdad, el fiasco de un
montón de grasa, en “rollos”, cual ruma de llantas de automóviles.
Acto seguido, la susodicha, cumplía un seudoritual por demás
deprimente, en agravio del juvenil garañón. Lavado desinfectante --con una
solución de permanganato de potasio, en mezcla con algún otro repulsivo
germicida, de feísimos olor y color, como preparación de las herramientas
sexuales de ambos seres. Amén de la alta penetración olfativa del dicho infernal
y mixturado producto, seguía un inmisericorde trajinar del --pese a todo--
enhiesto miembro viril del conturbado cliente; para su examen, dilucidando
sospechas de afecciones venéreas y culminando con el ineludible enfundado en
el antipático y ridículo preservativo o “condón”, más el envaselinado final.

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Luego --iniciada la acción propiamente dicha--, la exigencia del mayor
apuro en la terminación del evento. Cuya falta de sentido dejaba en verdad
desconcertado y perplejo al debutante.
El anonadamiento, la decepción, acerca de las posibilidades placenteras -
-tan esperadas-- del acto sexual, suele causar, en los jóvenes, traumas
lamentables y muy difíciles de borrar con el tiempo.
De todos modos, cualquiera que fuese el grado de la mala fortuna
experimentada en tal iniciación, poco a poco, se va constatando y
comprendiendo una gran verdad de la vida:
La función sexual, en ausencia del amor sentimental o espiritual, con
el agravante de comercializada --como lo es la ejercida en prostitución--,
deviene insatisfactoria y hasta repulsiva, degradante y vergonzosa.
Tanto así, cuanto que el mismo sujeto beneficiario de los servicios de
prostitutas, concluye despreciándolas; como es común y de una inconsecuencia
repudiable. Al extremo de conferir, no sólo un trato cruel a estas desdichadas --
con evidente falta de caridad--, sino de consustanciar tan dolorosa condición,
con el peor de los insultos, proferidos en las reyertas del vulgo soez.
•El “amor libre”, tan de moda en los tiempos actuales: “Las relaciones sin
compromisos y los compromisos (?) sin matrimonios”. Cuya difusión masiva
parece motivar que la prostitución abierta no sea ya tan demandada por los
muchachos acomodados; ni promovida por sus guías espirituales adultos.
•El matrimonio cristiano (católico). Lo más temprano posible. Constituye el
mejor camino para la necesaria reunificación de las dos facetas de la naturaleza
humana: la masculina y la femenina. Siendo, además y en resumidas cuentas, el
más adecuado final para tan tormentoso --aunque breve-- período existencial del
ser humano. Debiendo realizarse, apenas pudiera ser viable; tanto en lo
económico, para lograr el autosostenimiento; como en lo anímico, para alcanzar
la madurez necesaria. A fin de posibilitar la buena conducción de las existencias,
tanto de la propia como de la pareja y de toda la familia a constituirse en tal
forma.
¡Y pensar que los jóvenes de hoy –masivamente-- eluden o retardan,
cuanto pueden, el matrimonio! Curioso resulta que por lo general no se casan
temprano o no lo hacen, ni siquiera tarde. No lo desean. O si lo realizan, es a la
ligera y mal. Para luego divorciarse, rápida y fácilmente; aunque nunca en
verdad, esto es ni puede ser rápido o fácil. No se entiende, ni de lejos, que la
Persona Humana tiene dos facetas: la masculina y la femenina; en
individualidades definidas, separadas sólo por un tiempo; y que, mientras no se
junten armoniosamente, la dejan incompleta. Olvidan que:
“No es bueno que el hombre esté solo”
Como lo dijo Dios, en el acto de la Creación.
-----

66
En fin, volviendo a la narración, pero avanzando más allá de lo referente a
la sexualidad, concluiré exponiendo algunos aprendizajes impulsados por la vida
escolar y enriquecedores de mi visión existencial. Otras cuestiones también
ampliaban nuestros horizontes, en el “Colegio Italiano”.
En ese calificado centro de estudios, se respiraba una atmósfera en
especial tonificante, muy peculiar, en referencia al resto de los planteles
educativos, tanto de Lima, como de todo el Perú.
Los italianos de entonces y sus hijos, es decir la abrumadora mayoría de
los promotores, de los profesores, y de los alumnos mismos, estaban cautivados
por un entusiasta, fervoroso y hasta exaltado, patriotismo y orgullo nacional
italiano... ¡Patriotismo y Orgullo Nacional!... Así, sin fisuras ¡Hermoso fuera
observarlos y disfrutarlos entre los peruanos!... Mas ocurre, por desgracia, que
se trata de una aspiración de logro muy difícil y lejano todavá.
También se percibía, intenso, el prestigio --en Italia y también creciente en
el mundo entero-- de que gozaba el “Duce” (Conductor, Líder o Guía) Benito
Mussolini, Dictador22 de Italia. Asimismo, su doctrina, imperante entonces en ese
país y que con gran vigor se difundía por todo el Occidente: el Fascismo.
Aunque hoy, después de su derrota en la II Guerra Mundial, se encuentre
aplastado, escarnecido y vilipendiado; por una avasalladora propaganda
contraria, implacable y de injustificado e irracional empeño23.
Pero se dio un encomiable clima de respeto, hasta devoto, hacia la
Religión y la Iglesia Católicas. Con la cual Mussolini, hacía poco --en 1,929--,
había concertado el célebre Concordato o Tratado de Letrán, sellando la plena
armonía del Estado Italiano con la Iglesia Católica. En base al reconocimiento de
la soberanía e independencia del Estado Vaticano y de su Territorio; pequeño,
pero autónomo.
Proeza incuestionable: ¡Ceder a soberanía ajena un fragmento, aunque
fuere diminuto y en litigio, de la Heredad Nacional Capitalina!... Ello sale de las
posibilidades políticas de cualquier Jefe de Estado del mundo burgués.24

22
Ver: Capítulo I, nota al pie Nº 9; referencias sobre Dictadura y Tiranía. Mussolini accedió al
poder legalmente, llamado por el Rey, para ocupar el cargo de Primer Ministro; fue
excepcionalmente popular en todo su gobierno; y destituido, al final, por el Gran Consejo
Fascista, creado dentro de la institucionalidad legal del fascismo.
23
En aquellos tiempos no había, prácticamente, un italiano que no fuera fascista y no admirara a
Mussolini. Hasta la adoración. Pero ¡oh volubilidad e ingratitud de las masas; en todos los
tiempos y de todos los países del mundo! ...Derrotado, derrocado, enfermo y caído el hombre, a
finales de la II Guerra Mundial, fue asesinado, en Como, cerca de Milán, Italia; en compañía de
su amante: Claretta Petacci; colgados ambos, semidesnudos, de cabeza y escupidos por el
populacho... El principal asesino, comunista él, quien se hacía llamar: el “Comandante Valerio”,
fue, a poco, elegido...¡Diputado Nacional al Congreso Italiano! Y hoy, nadie defiende, ni a
Mussolini, ni al Fascismo. ¡Nadie lo admiró, ni ha sido fascista!... ¡Y mucho menos lo es!
24
La mayoría abrumadora de la gente, por efectos de una propaganda intencionada, masiva,
tenaz, y malévola, ha perdido imparcialidad para juzgar, con equidad, al Fascismo. Sistema que,
es cierto, presentó notables fallas doctrinarias; como la exageración del papel del líder,
distanciándolo de una deseable “aristocracia de sabios”, propugnada por Platón e
institucionalizable, en las sociedades o “grupos intermedios”, preconizados por la Doctrina Social

67
¡Hazaña a todas luces propia de un grande y verdadero estadista!
Calificación justiciera, que se sustenta en su deslumbrante conducción general
del Estado Italiano.25
Si se anota la posición antiliberal y en particular antimarxista, inmunizante
contra esas plagas ideológicas y morales, que el Colegio emanaba por todos sus
poros; en profesores, italianos en buen número, especialmente en las materias
de Filosofía, Historia Universal, Economía, Ciencias, Artes, Idiomas, etc., se
comprenderá mejor la situación que nos tocó vivir. Más, si se la compara con las
vigentes por lo general en las otras escuelas del Perú, tanto de aquellos
tiempos, como y con mayor énfasis, sucede hoy mismo. Campo ello del actuar y
de la expansión de una huachafa y enquistada seudo intelectualidad, seudo
“peruana”, liberal y marxista. Propulsora, por añadidura, de la antipatriótica y
antirreligiosa “Leyenda Negra”. Conjunto de infundios contra la herencia Católica
e Hispánica de nuestra Nacionalidad. Que el mestizaje sanguíneo y cultural ha
sumado --y sigue sumando-- a la incaica o autóctona americana. En positiva y
verdadera Síntesis Viviente. Confiriéndonos singularidad. Y, al mismo tiempo, la
posibilidad de integración, en ámbito Universal, en la Comunidad
Iberoamericana de Naciones.
Sin exagerar ni parcializarnos, sea dicho en estricta verdad y justicia,
Mussolini se ganó, por múltiples y fundadas razones, la adhesión de su pueblo y
la admiración de buena parte de la Humanidad de aquel entonces. Podemos
indicar que hubo partidos fascistas o similares y preclaros líderes e intelectuales,
de esa línea, en numerosos países, de todos los continentes: Alemania, Japón,
España, Portugal... ¡Inglaterra! ¡Francia! ¡EE.UU.!... Austria, Hungría, Yugoslavia
(Croacia), Bélgica, Noruega, Finlandia, Rumania, Lituania, Argentina, Chile, etc.
... ¡Y hasta en el Perú!... Llegando a manifestarse, así y aquí, prominentes
políticos, periodistas. Incluso un Partido de masas: “La Unión Revolucionaria”,
que fundara el General Luís M Sánchez Cerro, quien fuera Presidente de la
República, y cuando era el Jefe partidario, el Dr. Luís A. Flores; quien llegó a ser
Ministro de Gobierno... Vistió “camisa negra” –"camiseto", lo satirizaron sus
enemigos-- y adoptó el saludo fascista...

de la Iglesia. Y cometió graves errores concretos: la invasión de Etiopía; la pretendida


resurrección del Imperio Romano y del “espíritu espartano”... ¡En pleno siglo XX y en Italia! Pero
tuvo inmensos aciertos. Entre muchos: su constructiva y formidable obra económica y social; así
como el desenmascaramiento, muy claro, de las deficiencias, de las taras, del liberalismo
relativista e igualitarista y del marxismo demagógico, criminal, y tiránico.
25
La admiración por Mussolini era tan amplia y notable, que se puede señalar, por ejemplo,
cómo Hitler, cual la generalidad de los germánicos --anglosajones incluídos--, no siendo pródigos
en elogios a los no germanos, sin embargo se refería a él, en su libro: “Mi Lucha”, como a ... “ese
Gran Hombre del Sur de Los Alpes”...
Cuando el “Duce” fue traicionado, derrocado y cayó prisionero en una fortaleza, muy
resguardada, en una zona montañosa, Hitler dispuso la increíble hazaña de su rescate, por un
“comando” aéreo transportado de paracaidistas, en aviones, jalando filas de planeadores sin
motor --el primero en la historia militar del mundo--, dirigido por el célebre comandante Skorzeny.
No duró la ventura de Mussolini, pues derrocado también del nuevo gobierno que constituyó, fue
asesinado; con vejación de su cadáver, como se ha señalado.

68
El hecho de que hoy la situación se tome por diferente, en abrumadora
mayoría (¡nadie ha sido, ni es ahora fascista, porque el fascismo fue perverso!),
no puede quitar nada a la Verdad Histórica.
-----
El “Colegio Italiano” tenía, en los tiempos de nuestros estudios, un
Director fuera de serie. Extraordinario. Se apellidaba Barioli ¡Un pedagogo de
primera! Además de dirigir con singular habilidad el plantel, era Profesor de
Latín. Empecé entonces a darme cuenta de lo importante y hermoso de ese
idioma, madre del nuestro; constituyendo, con el griego, las bases de las
ciencias y de lo más valioso saber humano. Sin embargo, la educación
pretenciosamente autodenominada “moderna”, los desdeña y olvida... ¡Qué
lamentable error!
Con el tiempo fuí incrementado mi aprecio por la lengua del Lacio. El
habla de Roma. Y también por el griego. Admirado rendidamente por los propios
romanos. Soportes, ambos, como está dicho, de las más excelsas culturas de
todas las edades y de todos los lares... Reconocimiento, por mí profesado, pese
a lo muy poco --en proporción a lo deseable-- que de ellos he podido aprender.
Cuando la II Guerra Mundial se había declarado, ya no estaba yo en el
Colegio; pero mi hermano Héctor me contaba --y cuenta con fruición-- dos
anécdotas que pintan muy bien la personalidad de este verdadero Maestro:
Primera: La intensa propaganda aliada, en especial la anglosajona (de
Inglaterra y EE.UU.) --experta en malas artes para ello--, acentuaba el énfasis en
sus agravios contra Italia, presentando, a los italianos, como a un pueblo de
cobardes. 26 Se apoyaban, malévolamente, en la verdad a medias de que Italia
no podía igualarse a las grandes potencias, históricamente guerreras, con
poderíos de primer orden en los campos militar y económico. De suerte que en
más de una ocasión, estrepitosos desastres militares, habían acompañado a las
operaciones bélicas emprendidas por los afables hijos de "la bella Italia”.
Así, llevados de las narices los muchachos, por la fuerza de la imperante
propaganda y los impulsos juveniles de contradicción ante las autoridades en
contacto directo con ellos, habiendo escuchado profusamente que los italianos
“habían "corrido" en la batalla de Caporetto”; contra los austriacos, durante la
Primera Guerra Mundial, pintarrajearon las paredes del patio principal del
colegio; poniendo, en grandes letras y repetida varias veces, la palabra:
“Caporetto”...

26
Los anglosajones han sido siempre muy hábiles especialistas en la propaganda agraviante
contra sus adversarios políticos y militares. Así, llegaron a convencer al mundo que los
españoles eran “crueles y obscurantistas”, en sus empresas de conquistas y colonizaciones; que
los alemanes “querían dominar al mundo”; que los japoneses eran unos inhumanos “salvajes”; y
que los italianos eran “cobardes”. Mientras ellos, en cambio, valientes y “Defensores de la
Libertad”... Aunque los ingleses corrieron en Dunquerque ante los alemanes; y los
norteamericanos en Filipinas ante los japoneses. Y pese a tener colonias --¡en pleno siglo 20!--
en la India, África, Filipinas, y en otras regiones... ¡Cosas en la vida veredes Sancho!

69
Creyeron seguramente y con regusto, ofender a los directivos italianos del
Colegio. Pero es el caso que nadie borró las inscripciones; ni mandó hacerlo.
Muy por el contrario, la orden superior fue dejarlas tal cual estaban.
Al día siguiente temprano, el Director Barioli hizo reunir a todos los
alumnos y profesores en ese momento presentes, en el gran patio principal del
Colegio; y, en el momento oportuno, inició una exposición de impactante
elocuencia... ¡Era un gran orador!.... Y, perdonada sea, por lo imperfecta la
versión, se expresó más o menos en los siguientes términos:
“Queridos alumnos:
“Unos jóvenes alumnos, muy pocos sin duda, han pintado anoche, en los
muros de nuestro querido Colegio, la palabra: “Caporetto”...
“Por si alguno o muchos de ustedes no lo saben todavía, Caporetto es un
lugar de la actual Yugoslavia, donde ocurrió, durante la I Guerra Mundial, la
batalla del mismo nombre, entre el ejército de Italia y el unido de los austro
alemanes; la cual constituyó, para los italianos, un doloroso desastre. Y donde,
efectivamente, no faltaron soldados en derrota, presas de lo conocido como “el
pánico militar”, que a su impulso y en gran número, huyeron en desbandada.
“En dicho trágico suceso, se han apoyado los anglosajones, en esta II
Guerra Mundial, en la cual los italianos ya no somos sus aliados, sino sus
adversarios, para hacer, recién y con fuerza, su malvada propaganda contra
nosotros –la que hubiera sido de inconveniencia cierta para ellos, en la Primera
Guerra--, atribuyendo a los italianos, como pueblo, la universal y siempre
repudiada condición de “cobardes”. A pesar de ser, en particular por este caso,
completamente infundada tal aseveración.
“Debemos saber que todas las naciones --como las personas-- están
sujetas a los vaivenes de la buena o mala fortuna. En sus luchas experimentan
venturosas victorias e infaustas derrotas. “Usos de la guerra es vencer y ser
vencido”, dijo cierta vez en el Perú el Inca Atahuallpa.
“Muchas derrotas en la historia, de multitud de pueblos, en todo el mundo,
no se han debido, tanto por lo menos, a posibles ‘cobardías’, sino a situaciones
de marcado desnivel de poderíos; de mala dirección superior (del gobierno
político y del comando militar); a deficiencias en movilidad, armamento,
municiones, vestuario, equipo, alimentación, sanidad, entrenamiento, etc. (lo que
se llama logística); a la falta de entusiasmo por una causa; a la de una tradición
guerrera nacional (moral militar); en fin, a muchos, innumerables, motivos.
“Cuando un ejército no se halla en un buen pie en determinada
circunstancia bélica, puede sufrir una derrota y, en el descalabro, cundir el
pánico.
“No existe país que no haya experimentado en su historia alguna derrota
militar, en magnitud de verdadero desastre. ¡Nadie puede, a riesgo de pasar por
necio o malintencionado, tirar la primera piedra en este campo!

70
“¡Yo estuve en Caporetto! --prosiguió Barioli, motivando la natural
expectación de su juvenil auditorio-- Y puedo decirles que eso fue terrible. Mal
armados, mal dirigidos, cansados, con hambre y sed; frente a un enemigo de
muy superior poder, capacidad técnica y abastecimientos, fuimos derrotados.
Pero lo digo en pura verdad, no fui cobarde; ni vi realmente cobardías por mis
alrededores. Por el contrario, mucho sufrimiento y coraje. Y en los sectores
donde hubo fugas, no había otra posibilidad humana... ¡De nada me
avergüenzo!... Ni como persona individual, ni como italiano en lo colectivo. Muy
por el contrario, siento legítimo orgullo de mi ser y de mi Patria. Y más que
orgullo, esperanzas en su glorioso destino.
“Les ruego, mis queridos alumnos, no hacerse eco de la propaganda
malévola e interesada; que se ubica en los campos de la mayor ruindad. Tengan
presente que no se puede acusar de cobardes a los italianos --menos por los
italianos mismos, ni por los peruanos-- si sabemos, aunque fuere sólo por
algunos ejemplos de excepcional valentía y heroísmo, de italianos, como:
“Marco Polo, el más audaz aventurero y explorador de la Edad Media; por
la misma época, los ‘condottieri’ --italianos también--, extraordinarios soldados
de oficio, contratados por los príncipes europeos de aquellos tiempos; ¡Colón!
Quien fue genovés, italiano, protagonista principal de la epopeya española,
seguramente la más heroica entre todas las empresas, de todas las naciones, y
de todos los tiempos: ¡El Descubrimiento de América!; ¡Napoleón Bonaparte! el
mayor héroe de Francia, admirado por la Humanidad entera y traído al recuerdo
hasta por los locos, de muchas partes y a cada momento; fue italiano, de
sangre, de familia y de terruño, corso de nacimiento (de Córcega, isla de Italia,
arrebatada por Francia, hacía poco); ¡Bolognesi! quien fue uno de los más
grandes héroes del Perú, era hijo de italiano; Raimondi, esforzado explorador
científico, hecho peruano por adopción, fue italiano de nacimiento; también
Garibaldi, prócer de la Unidad Italiana, quien estuvo en el Perú, país al que
profesó alta estima y fue valiente como los que más. En fin, la Historia del
Mundo está llena de nombres de navegantes, exploradores y soldados italianos
o hijos de italianos, que han regado su sangre, mostrado su valor, iluminado con
su gloria, toda la Tierra.
“Por último, no siempre las derrotas son vergonzosa. Hasta pueden ser
gloriosas. Como la del Morro de Arica para el Perú. O, guardando las distancias,
la de Cristo en el Calvario, ante su propio pueblo. Se obtiene, de ellas, valiosas
enseñanzas y se impulsan inspiradas reacciones. Ha de saberse que si en esa
Primera Guerra Mundial, hubo para Italia un Caporetto, vino después una
gloriosa: Vittorio Véneto. Que la ganó mi Patria.
“¡Jóvenes de este Colegio, italiano, pero destinado a servir al Perú!: No se
dejen impresionar por una malévola propaganda, ni por malinformadas
maledicencias. No dejemos y menos lo hagamos nosotros, ofender a Italia y al
Perú. Dos naciones hermanadas en la Latinidad, la Cultura común, y la misma
Fe. Que tienen pasados gloriosos, dignos de orgullo y, sobre todo, fundamentos
para un destino extraordinario. Que no deben ofenderse entre sí. Ni someterse a

71
la visión interesada de quienes, como los anglosajones, atropellaron con
frecuencia a la dignidad de muchos pueblos.27
“Ni la Dirección, ni la Administración del Colegio, van a borrar las
inscripciones. Más bien, si algunos de ustedes me han comprendido y están de
acuerdo con lo que he dicho, les agradeceré que vean la forma de eliminarlas y
así, lo apreciará mucho, nuestra común dignidad patriótica.
“Muchas gracias.”
Nutridos aplausos y numerosas exclamaciones aprobatorias rubricaron el
discurso. Y a la mañana siguiente las paredes amanecieron limpias.28
El otro episodio que evidenciara la calidad humana y de pedagogo del Dr.
Barioli, fue el protagonizado con mi hermano Héctor (tres años menor que yo),
quien a la sazón comenzaba a manifestar algunas tempranas aficiones a la
literatura y al periodismo...
A mi querido fratelo se le ocurrió, en colaboración con otros muchachos
compañeros de su promoción, publicar un periodiquito artesanal, editado a
máquina de escribir y en contadas copias. Era semiclandestino, circulaba de
mano en mano y sus directivos cubrían su casi anonimato con curiosos
seudónimos.
El periódico se llamaba: “El Nacionalista”... De moda estaba el creer serlo.
De arranque quiso prodigarse rebelde; es decir, crítico y satírico. Quería destilar,
por todos sus poros, humor, burla; al mismo tiempo que protesta. En pocas

27
Cabe anotar que ya en tiempos recientes, con motivo de la Guerra de las Malvinas, un ministro
inglés, de cuyo nombre no quiero acordarme, dijo con indignante injuria: “Si los argentinos
recuerdan todavía que descienden de españoles, seguramente resistirán hasta el último hombre.
Pero si sienten que también son italianos, se rendirán el primer día”. Como insolencia británica:
¡un feo botón de muestra!... Menos mal que a los españoles no les regateó valentía. ¡Hubiera
sido el colmo!... Empero, los británicos les dedican, a los hispanos, otras amargas ‘medicinas’:
En esa misma guerra, habiéndose puesto a tiro de torpedo de un moderno submarino inglés, el
buque argentino “Belgrano”, verdadera “carcocha” naval, con 400 muchachos marinos abordo,
le tembló la mano al curtido capitán submarinista, quien dudando de hundirlo, pidió instrucciones.
Y la Primera Ministra, Margaret Tacher, emulando en alguna medida al norteamericano Truman,
el de Hiroshima y Nagasaki, dio la criminal orden: ¡Y se produjo la muerte, por congelamiento y
ahogo, de toda la tripulación, sin una sola excepción!... Fue el resultado trágico de la implacable,
prepotente y despectiva crueldad británica. Una más de muchas, de ella y de los
norteamericanos, que adeudan tanto a la Humanidad.
28
Viene al punto señalar cómo los efectos de la propaganda ideológica masiva llegan a ser
ilimitados y por ello los esfuerzos para neutralizarla, resultan muchas veces irrelevantes o
requerirían ser descomunales. Por ejemplo: el ‘escándalo Pinochet’: Con la mayor naturalidad lo
acusan de criminal contra los “Derechos Humanos”; pero quienes lo hacen, no tienen derecho de
acusar a nadie, de crimen alguno; pues, comunistas como son --en ejercicio, reciclados, o
cómplices--, los han cometido o apoyado, en masa, más que lo hecho por los partidarios de
cualquier otro sistema, en todo el mundo y en toda la historia humana. No señalan, en cambio, a
Fidel Castro, ni a los cómplices y sucesores de Mao. Acusan de fascista a Pinochet y a su
gobierno, no habiéndolo sido, pues practicó una economía liberal (la del F.M.I.) y canalizó su
organización política, luego de una temporal dictadura militar, por un referéndum y un pacto de
partidos, hacia una democracia liberal también, cual es la que actualmente rige en Chile.

72
palabras, espíritu de Adolescencia, de Juventud, de contradicción por sobre
todas las cosas.
Para garantizar el anonimato y sortear cualquier peligro contra la Libertad
de Prensa, de Pensamiento, y la consecuente situación personal de los propios
periodistas; y por lo agresivo, la relativa clandestinidad del panfleto, y su afición
a la burla, atribuyeron, al Director y a los otros directivos, nombres y apellidos
irónicos, supuestamente japoneses (?), resultando, en un semi castellano, algo
chistosos y lisos por añadidura. Así fueron:
Director: Sakamokito Seko.
Jefe de Redacción: Kasikaga Sumoto.
Administrador: Yasekeda Karato.
En cuanto al contenido mismo, estaba lleno de críticas y picantes
tomaduras de pelo, a profesores, inspectores (con especial saña en ellos), y
alumnos. Sin muchas contemplaciones, cortesías o protocolos; amén de
salpicado de más de una escatológica29 expresión. Propio --todo lo hecho y
dicho-- de mozos mataperros, aunque, en apreciable medida, indudablemente
bien “zanahorias”.
No tardó en caer algún ejemplar del mentado Titán del Periodismo, en
manos y bajo la inquisidora lupa de uno de los temidos e implacables
inspectores del Colegio... Todo el equipo a la Dirección`. Azorados ante Barioli,
los muchachos estaban “como perrito que se ha comido la manteca”... El sabio
maestro comenzó entonces diciendo:
-- “Ustedes son los autores de este periodiquito, el cual --no se puede
negar-- es sorprendentemente gracioso; puedo decir, hasta meritorio. Por ser,
además de ingenioso, de iniciativa propia y realizado con medios evidentemente
reducidos. Siendo tan jóvenes, llama la atención que lo hayan podido hacer.
“Pero con la misma franqueza, claridad y simpatía, debo decirles que el
escrito contiene ácidas e irreverentes frases hacia superiores jerárquicos a
quienes deben respetar, como son los profesores e inspectores; asimismo,
expresiones agraviantes para quienes debieran ser sus estimados compañeros
de estudios. También, duras críticas al Colegio. al Gobierno, etc.; las cuales, en
principio, no tienen por qué ser malas, sino inclusive beneficiosas, pero muchas
las han propalado a la ligera, sin fundamentarse lo suficiente.
“Aparte, hay muchas palabras calificables de groseras y hasta referidas a
cosas o situaciones sucias; a las cuales ni siquiera han buscado cubrir algo
elegantemente con los llamados “eufemismos”;30 que permiten decir --con
gracia-- cuanto se quiera; sin asquear al buen gusto, el cual nunca se debe dejar

29
Relacionada a lo excrementicio, sucio, o soez.
30
Formas de expresión metafóricas --con figuras y rodeos-- para hacerlas más digeribles y
menos chocantes o repulsivas. Muestra de ello, la daba cierto señor quien, al inquirir por un
baño, para cumplir necesidades fisiológicas de variado imperio y magnitud, preguntaba: --
¿Podrían indicarme dónde puedo lavarme las manos, dicho sea en lenguaje figurado?

73
de lado; como tampoco herir al prójimo con brusquedades y en grados injustos e
innecesarios...
“Ustedes se ocultan en el anonimato. Al respecto, debo decirles que tal
cosa es censurable. Deben acostumbrarse, siempre, en todas las circunstancias
de la vida, a dar la cara. Defiendan la Verdad, el Bien, la Justicia, la Libertad; en
fin, todos los valores, todo lo positivo, con el espíritu de una sana rebeldía, como
corresponde a los jóvenes; como han querido y creído, seguramente, hacerlo
ustedes. Y, en tal caso, no se oculten; afronten cuanto sea. Se los digo con toda
rotundidad, proceder así es lo más satisfactorio en la vida. Tengan solamente
cuidado de no equivocarse demasiado --un poco es imposible evitarlo--, tanto en
el fondo como en las formas. No hay que olvidar ni confundir las cosas
fundamentales.
“Es posible, comprendiendo como verdadero y justo lo dicho, que ustedes
estén pensando en alguna horrible sanción por aplicárseles de mi parte. Pero no
es así; no solamente no los voy a castigar, sino, por el contrario, los felicito y les
prometo darles la mayores facilidades que el Colegio pueda proporcionarles:
máquina de escribir, papeles, ayuda de personal de secretariado, para la
mecanografía y la diagramación, etc. Pero condicionadas a corregir las fallas
puntualizadas; y, para ello, y para la gramática y el estilo, puedo designar a un
profesor a fin de ayudarlos, cuando y cuanto ustedes quieran y lo soliciten...
“Por último, debo pedirles un favor: Ustedes tratan a los japoneses,
ciertamente con indudable gracejo, pero también con cierta burla.
Comprenderán cómo me colocan en un aprieto; pues soy italiano; mi Patria está
en una guerra terrible, en la cual somos aliados del Japón. En tales condiciones,
hasta podría suponerse que aliento o permito, en el Colegio bajo mi dirección,
con censurable deslealtad, ataques sarcásticos a quienes son nuestros leales
aliados. Les pido subsanar esto.31
“ He dicho todo... Ustedes ¿tienen algo que manifestar?...”
Atónitos, lelos, muy conmovidos, quedaron los muchachos; solamente
atinaron a responder algo así:
-- Tiene Ud. razón, Dr. Barioli. Perdónenos. Vamos a seguir sus consejos,
muchas gracias por su bondad y comprensión...
El periodiquito, ‘adecentado’ ya, siguió saliendo por el corto período en
que los alumnos de la iniciativa prosiguieron sus estudios en el renombrado ítalo
peruviano plantel.
-----

31
A mi hermano Héctor se le había ‘pasado la mano’ en ello --más por ligereza que por otra
cosa-- lo cual le costó, tambien, algunas reprimendas en casa, pues entre nosotros se tenía en
muy alta estima a los súbditos del Imperio del Sol Naciente, lar éste de los servidores domésticos
de la Hacienda “San Nicolás”, a quienes tanto afecto profesáramos y de quienes tanto habíamos
recibido.

74
Otra vivencia más, venida a la memoria y al deseo de narrarla, fue la
referida a un excelente profesor, del mismo “Colegio Italiano”, a cuyo alto
prestigio él contribuía notable e indudablemente:
Apellidaba Tabusso32 y tenía a su cargo el curso de Física, entonces
llevado en el Cuarto de Media. Viene al caso indicar cómo dicha materia era
tenida, universalmente, por todos los muchachos y en todos los colegios, como
muy pesada y “difícil”. Pero las notables calidades del profesor estaban
evidenciadas como la claridad de la luz del Sol, principalmente por el hecho de
haber convertido al curso, en el más interesante y ameno de todos. Y no
solamente ello, sino que se daba el caso singular de que ¡hasta los vaqueros!
abandonaban sus palomillosas y antirreglamentarias ociosidades, para escuchar
sus amenísimas clases.
La verdad, yo nunca he tenido la oportunidad de constatar, en toda mi
existencia, a otro profesor, realizando semejantes proezas pedagógicas.
Tabusso poseía excepcionales dotes de profesor: Dominaba el curso; profesaba
amor a la ciencia por éste contenida; presentaba, al lado de una actitud seria
pero cordial, un porte físico y espiritual que inspiraba respeto, admiración y
afecto. Tenía facilidad de palabra, era un gran orador académico, elocuente y
ameno; además de ordenado y muy claro... Podía ejercer una capacidad de
sugestión, hasta niveles casi hipnóticos.
Al inicio de su primera clase, nos dijo:
-- “Vamos a comenzar hoy el curso de Física. Y sé muy bien que ustedes
traen la idea, muy general, creída por mucha gente, de que éste es un estudio
pesado, sin utilidad práctica alguna; que a nadie interesa y que se pone en los
programas de los colegios por fastidiar a los muchachos.
“Quítense de la cabeza tal error. Yo voy a intentar demostrarles que es
una ciencia muy interesante, amena y útil. Les va a deleitar mucho. Por ahora
sólo les adelantaré, precisamente, cómo en la Física encontramos respuestas a
la mayoría de los porqués; preguntas de los niños y jóvenes, sobre las cosas del
mundo que nos rodea y que nos intrigan.
“Habrán podido observar cuánto nos satisface encontrar el porqué de
algo. Les ruego me sigan con atención; no por miedo, ni por interés en las notas,
sino por saber las cosas que desean. Por sana y encomiable curiosidad. Estoy
seguro de que les gustará”.
Así fueron efectivamente todas sus clases; devenían siempre en
amenidad creciente.
Recuerdo, por ejemplo, cómo cierto día explicaba en el Capítulo de La
Electricidad, la “Máquina Electrostática” (de Wimshurst, creo recordar). Decía,

32
No recuerdo su nombre de pila; pero era Ingeniero Civil e hijo de un célebre Doctor en
Medicina Veterinaria: Marino Tabusso; notable investigador, italiano, radicado en el Perú; quien
más tarde fuera mi Profesor en el curso de Patología Animal, de la Escuela Nacional de
Agricultura y Veterinaria (E.N. A..V.), de La Molina. Utilizaba, éste, el idioma español, hablado y
escrito, a muy admirable cercanía de la perfección.

75
acompañando a sus palabras --de variados volúmenes, tonos, e inflexiones--
con una acentuadora y expresiva mímica:
-- Vamos a tratar hoy una conocida máquina de laboratorio, que
demuestra, claramente, la producción, por frotamiento, de la electricidad llamada
estática –inmóvil--, constituida, como ya saben, por cargas eléctricas;
evidenciadas y descargables en chispas, como las –gigantescas-- de los rayos
en las tempestades atmosféricas. No se trata de la corriente eléctrica –móvil--,
conducida a través de cables, como la utilizada en las viviendas, por las
‘bombillas de luz’.
Como el Colegio no tiene esta máquina en su laboratorio, a falta de ella,
pondremos buena voluntad... Vamos a utilizar la imaginación y ustedes
ayúdenme, aportando su atención concentrada... Imaginando lo que voy a
explicar:
Supongan sobre la mesa, como piso de la máquina, un pedazo de
madera dura, gruesa y pesada, cepillada y charolada; rectangular, de
dimensiones de 60 x 30 cm.... ¿La ven?
-- ¡Siii! --Respondían los alumnos en coro...
-- Ahora, el aparato tiene como un apoyo central, insertado sobre la tabla,
de una forma parecida a un arco de fútbol; pero un poco más ancho, en las
bases que en las puntas de sus parantes laterales; y, además del travesaño
superior, el cual se presenta a modo de un eje, tiene en la parte inferior otro
eje... ¿Lo ven?
-- ¡Sí! --Respuesta unánime...
-- Bueno, vean. Vean ahora --decía, retomando la palabra el docto
profesor y fijando los ojos, casi hipnotizantes, hasta en el último alumno-- En el
eje superior están colocados y pueden girar, dos discos de vidrio, grandes, de
unos 20 cm. de radio, paralelos, pero separados entre sí, por unos cinco
milímetros. Cada disco tiene pegadas, en sentido radial hacia sus
circunferencias y en sus superficies externas, unas 28 plaquitas metálicas
rectangulares de vértices romos.
En el eje inferior, hay dos poleas (ruedas con ranuras centrales, para sus
respectivas fajitas o cordones), dispuestas en correspondencia, con dos poleas
más pequeñas adosadas una en cada disco. De tal forma, que se pueden mover
los discos con la ayuda de una manizuela, en la cual culmina el eje de las poleas
grandes. Pero los cordones están dispuestos, de modo que uno de ellos haga un
‘8’ entre sus dos poleas. Así, al mover la manizuela, un disco gira en un sentido
y el otro en el contrario...
Al lado de cada disco y en ángulo de 45º, hay dispuesta, sujeta por una
varilla, una escobita para cada uno, formadas de hilitos metálicos, que pueden
frotar a las plaquitas, cuando los discos de vidrio giran, formándose así cargas
eléctricas en ellas... ¿Lo ven claro?

76
- ¡Sí! --Respondían todos, con la más nítida sinceridad... Lo estamos
viendo... ¡Y en verdad lo veían!...
-- Continuando, por último, en el diámetro horizontal están dispuestas,
aisladas, unas varillas metálicas, sujetas y culminando en unas esferitas que
pueden tocar, en cada vuelta, a las plaquitas electrizadas y recoger sus ‘cargas’.
Cada varilla y esferita, tiene, además de sus sujeciones en el centro, al otro
extremo, otra esferita metálica, que permite acercar, o alejar, la correspondiente
de un disco a la del otro, mediante un movimiento en ángulo...
Ahora ¡Atención! ¡Atentos!...¿Listos?
-- ¡Listos!
-- Pongo las varillas de las esferitas, muy cerca una de la otra y en cierto
ángulo (la máquina tiene tornillos y abrazaderas para hacer todo eso); y doy
vuelta a la manizuela...
¡Atención!... Estoy haciendo rotar a los discos... Las escobillas están
frotando a las plaquitas... Las bolitas colectoras recogen la electricidad y la
transmiten a las de contacto entre las corrientes contrarias, producidas por los
discos girados en sentidos opuestos... Y... ¡salta la chispa!... Bien grande...
Claramente visible... ¿La vieron?
-- ¡Síii! --Respondió el auditorio estudiantil, a una sola voz, en coro... Pues
¡efectivamente la veían!
¡Qué prodigio de elocuencia magisterial! De poder de sugestión... De
maestría oratoria y pedagógica.
-----
Durante mi permanencia en el “Colegio Italiano”, tuve también
oportunidad de ligar una amistad personal muy afectuosa y especial, cuya
significación sería de inmensa trascendencia en mi formación y buena suerte:
Fue con uno de mis condiscípulos, apellidado Fiorini, cuyo nombre creo,
era o es --hace muchísimo tiempo que no sé de él--, Aldo, si no recuerdo mal...
La desmemoria parcial se explica, pues los alumnos nos tratábamos por los
apellidos y no por los nombres de pila...
El caso es que este muchacho era de origen ítalo ecuatoriano y había
tenido mala suerte en cuanto a las condiciones de su hogar paterno; de tal
modo, sufría gran pobreza, en saltante contraste con la riqueza general de los
otros alumnos del Colegio; prácticamente todos, de familias muy pudientes. Yo
había comenzado a pasar apuros económicos familiares; a raíz del fin de la gran
situación de mi padre en la Hacienda “San Nicolás” y quien no había podido
lograr, hasta ese entonces, algo comparable en Lima...
La pobreza común nos unió en una camaradería manifestada en múltiples
ocasiones y se mantuvo por un largo tiempo. Así, en vía de ejemplo, contaré que
en cierta oportunidad, se realizó un paseo de la clase a Pucusana. El costo era
relativamente elevado, pues comprendía los pasajes en ómnibus, de ida y vuelta

77
en dos días, alimentación más otros gastos durante el viaje, y alojamiento en el
hotel del mencionado balneario. Nosotros dos no estábamos en condiciones de
afrontarlos; pero no nos amilanamos y decidimos ir aparte y en bicicletas. En dos
"catres", como llamábamos en aquellos tiempos a tales máquinas, cuando por
su modestia y sobrado uso, estaban reducidas a la mínima expresión, de dos
ruedas, los fierros tubulares de la estructura, más timón y pedales. Como se
diría hoy, lo contrario a “full equipo”...
Para dormir, lo hicimos (?), debajo de unos botes de pescadores, a los
cuales, volteados, se los secaba en la arena caliente de la playa. Pensamos que
allí se podría roncar bien... ¡Craso error!... Aprenderíamos que la arena se pone
muy fría en las noches y que en realidad es muy dura para dormir, no tan blanda
como parece, por seca que pudiera encontrarse.
Al regreso, el chofer del ómnibus se apiadó de nosotros; nos concedió
pasajes y transporte gratis, colocando las bicicletas en la rejilla de equipajes del
techo del vehículo. Total: excursión exitosa y acentuada entre nos, la fraternidad
amical.
Años después, Fiorini se hizo vendedor de libros y yo le compré las
“Obras Completas” de Marco Tulio Cicerón. ¡De lejos, lo mejor y más útil que
haya leído en mi vida! Actuó él, quizás sin saberlo, como uno de mis más
grandes benefactores. Habré de referirme más adelante al episodio de tal
adquisición y a los fundamentos de mi juicio acerca de la jerarquía y excepcional
valor de la Obra.
-----
Al seguir tratando de la Adolescencia, tocaría referirnos a dos aspectos
que en la vida adolescente y en la primera etapa juvenil, comienzan a tomar
trascendental importancia: La Vocación Profesional y el Idealismo Vital. Pienso
que la importancia y la extensión de los temas reclaman dedicarles, en especial,
los dos capítulos siguientes. Por ello, a eso pasaremos inmediata y
sucesivamente.
* * * * *

78
C a p í t u l o IV

La Vocación Profesional

T
erminada que fuera la Secundaria, cumplidos los 16 años de edad, en
1,938, en el “Colegio Italiano”, en narración, aquí justificable, en vía de dar
testimonio personal acerca de las realidades de cada importante asunto a
tratar, referiré que ya tenía, entonces, casi definida mi Vocación
Profesional. Había decidido ser Ingeniero Agrónomo, especializado en el Cultivo
de la Caña de Azúcar.33 Eran varias las motivaciones:

Ante el recuerdo de nuestro querido “San Nicolás”, donde habíamos


pasado una infancia de ensueño, en verdad inmensamente feliz,34 nada tiene de
sorprendente que en cierta medida deseara e intentase repetir una experiencia
que fuera tan venturosa, para mis padres, hermanos, y para mí; suponiendo que
pudiera llegar hasta los hijos a tener en el futuro.

Procede añadir: la fundada admiración a nuestro padre y a la actividad


profesional que él ejerciera con singular pasión y brillo. Era lógico que, en gran
medida, deseara imitarlo. Agregaré que los estudios necesarios para lograr
dicha profesión, me complacían sobremanera. De ellos, había destacado,
durante la etapa escolar, en ciencias, como la Física, la Química, Botánica,
Zoología, Geología, Matemáticas; y en mayor o en menor grado, en las otras
disciplinas relacionadas con tan excelsa vocación.
En fin, sumadas a todo lo anterior, las posibilidades de canalizar ideales
patrióticos, de bien social y nacional, ofrecidas por la ingeniería agronómica,
llegué al convencimiento, siempre mantenido, de constituir ella la mas hermosa
profesión que pudiera darse. La verdad sea dicha, en aras de la sinceridad
debida.
-----

33
Habría de cambiar, tiempo después, la especialidad de Caña de Azúcar, por la de Ganadería
Tropical (de Selva), por las razones a exponer más adelante.
34
Narrada en el libro: “Yo Conocí el Paraíso” - R.C.V. - Edit. Lozano E.I.R.L. - 1,997.

79
La Molina.-- Así las cosas, comencé a prepararme para el ingreso, a producirse
en marzo de 1,939 --año en el que cumplía los 17 de mi edad--, a la entonces
llamada “Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria”, ubicada en el hermoso
fundo de “La Molina”; que tenía nivel universitario, sin llamarse ni ser --para
mucho mejor creo-- titular y pomposamente: “Universidad”...

Sugestivo el topónimo del predio, muy sonado a la sazón. Significaba un


notable impacto en el proceso de la formación personal de los adolescentes y
jóvenes, cuyo paso por sus aulas y esos lares, duraba varios años. Múltiples
eran las razones; a parte de las cuales nos referiremos más adelante.

-------

Concluida la Secundaria y decidido mi camino profesional, inicié, desde


fines de 1,938 y durante los primeros meses del 39, una entusiasta e intensa
preparación para ingresar a “La Molina”, cuyos exámenes, inclusive los de sus
estudios regulares, en especial los del primer año, tenían fama de ser
dificilísimos. Pero yo no tenía temor; al contrario, gran confianza. Demasiada.
Como amargamente habría de constatarlo poco después.

Desbordaba una avasalladora seguridad intelectual en mí mismo. Pues fui


siempre destacado alumno en las materias requeridas por el examen. Estudié
con singular tesón, esperanzado --con notoria inmodestia-- en mis ventajosas
facultades. No quise, no lo consideré necesario, inscribirme en ninguna
academia preparatoria; como lo hacían, en mayoría, mis contemporáneos
copostulantes. Ni siquiera traté de averiguar --como todos lo hacían-- los
secretos trucos, o mañosas modalidades, que pudieran jugar en los procesos
examinatorios.

Rendí las pruebas con singular candor. Percibí después --demasiado


tarde-- cómo jugaban otros factores, para mí totalmente impensados. Hasta los
caprichos de algunos de los examinadores35... Había uno que, por ejemplo, en
Anatomía, (Osteología), por ejemplo, no aceptaba le dijeran que un hueso era
plano; exigía, se le ocurría, que ¡“chato”!... Porque –aseveraba-- “los muchachos
deben hablar en lenguaje sencillo”... ¡Confundiendo sencillez con rudeza!

Otro, aceptaba sólo uno de los criterios científicos de clasificación de


plantas y animales: el concordante con el texto oficialmente adoptado. ¡Al pie de
la letra! No quería saber nada con los seguidos por otros prestigiados autores;
por cierto, en muy corta medida diferentes... Si una especie o rango de
clasificación, tenía sinónimos, sólo aceptaba uno de ellos...

¡Ni hablar de las distintas formas de definir o explicar conceptos más


generales o abstractos!... No aceptaban nada cuyo detalle no estuviera
previamente determinado en sus formularios u obtusos criterios. Pareciera
35
Debe aclararse que el personal de examinadores para el ingreso, no tenía el nivel pedagógico
de los profesores de planta, el cual era, por supuesto, mucho más elevado.

80
buscarse, exprofeso, una forma fácil de “jalar” a la mayor cantidad posible de
muchachos. Dada la clamorosa escasez de plazas, frente al elevado número de
postulantes.

Con todo, aprobé el examen... ¡Pero no alcancé vacante!... Me quedé por


muy pocos puestos.

Eran 30 las posibilidades sobre 500 postulantes. El número de alumnos,


para el Primer Año, se calculaba en unos 45; pero más o menos 15 lugares los
ocupaban los repetidores (“jalados” el año anterior, algunos por segunda vez).
Pasaban al Segundo Año, por lo general, unos 30. Y en total, en los tres años
subsiguientes, eran “jalados” ya sólo de 3 a 5 alumnos. Así se graduaban
alrededor de 25 jóvenes por promoción. Pero como es fácil comprender, los
‘invictos’, constituían una minoría. De allí la fama de muy difíciles que tenían los
estudios molineros.

Experimenté entonces, por primera vez en mi vida, una dolorosa


sensación de frustración, de fracaso, de grave derrota. Una depresión
apabullante. Hasta noté, en la familia y en nuestro padre --fue lo que más me
dolió--, una decepción acerca de mis aptitudes estudiantiles y en particular para
la dedicación agronómica, sentida, hasta ese momento, como un esperanzado y
compartido anhelo familiar.

Mas no habiendo mal que por bien no venga, el episodio me sirvió para
aprender a capitalizar errores y constatar cómo en la vida es muy encomiable
mostrar seguridad, confianza en uno mismo; cuando está fundada en el cultivo
de cualidades propias, en el estudio y el trabajo; pero se la debe equilibrar con la
Prudencia y la Modestia; esta última, “adorno cumbre de todas las virtudes”.

Avergonzado por mi derrota, llegué a pensar en enrolarme de peón en la


Carretera Huánuco-Pucallpa, obra que, como todas las del mismo género en
aquellos tiempos, se hacían, primordialmente, “a pico y lampa”. Así, eran
solicitados miles de obreros y en ella estaba empeñado todo el país; con plena
justificación en el superior interés nacional… ¡Con el mayor de los entusiasmos
colectivos!

Felizmente, a poco, la Escuela amplió las vacantes, dando oportunidad a


10 alumnos más; para lo cual permitiría un nuevo examen de admisión, a rendir
en el mes de julio --el anterior fue en marzo--, para los aprobados, pero no
ingresados por la falta de vacantes, pero con calificaciones subsiguientes a las
obtenidas por los ingresados primero. Entrarían los 10 que pudieran igualar o
superar, en la segunda prueba, las notas logradas por los ingresantes del primer
intento.

La decisión se nos comunicó en mayo y para hacer posibles los estudios


simultáneos del Ingreso y del Primer Año, se nos concedió, casi desde el
comienzo del proceso, el estatus de “alumnos libres”. De tal modo, al mismo

81
tiempo que podíamos prepararnos para el segundo examen de ingreso, nos
fuera posible ir estudiando y recogiendo materiales para cursar el Primer Año y
eventualmente rendir, en su oportunidad, la correspondiente prueba final, en el
difícil intento de aprobar y pasar al Segundo.

Por supuesto que el objetivo integral resultaba bastante utópico; ya que


los cortos meses restantes de mayo a julio quedaban absorbidos por la prueba
de ingreso y, en el improbable caso de entrar, se debería cumplir, en el medio
año faltante, el estudio que, los de la mayoría, no podían aprobar... ¡ni en uno
completo!

No obstante: ¡”Tuti contenti”!... Pues “con ingresar y hacer más fácil, para
luego, la repetición del primer año”, los muchachos, mayoritariamente, se daban
por muy bien servidos.

Me aboqué entonces al esfuerzo de aprendizaje más intenso realizado en


toda mi existencia. Y, en Julio... ¡Ingresé!... En el puesto uno, con 6 compañeros
más, ubicados en los siguientes lugares...

Sin embargo, no me di por satisfecho. Acentué más aún el ritmo de


estudios y aunque mis compañeros del reciente ingreso, no esperaban más por
el momento, yo decidí cursar, lo mejor posible, el Primer Año; e intentar la
aprobación de su Examen Final... Mientras tanto, ya para entonces, mi padre
comenzaba a mirar de nuevo dichos esfuerzos en contenta complacencia y con
mucha simpatía; por lo cual me entoné muchísimo en el vocacional propósito.

Llegó el fin de año y... ¡Aprobé el examen! Fui el único de los siete del
segundo ingreso y estuve entre los primeros puestos del total de aprobados del
Primer Año. Pasamos al Segundo 30 alumnos, entre repetidores (de una y dos
veces) y nuevos. En los años subsiguientes fueron quedando 4 en el camino y la
carrera la culminamos 26 compañeros; quienes, con el tiempo, llegaríamos a
ser, más que compañeros y amigos, como hermanos de una especie de familia
grande.

Mi ingreso definitivo y la aprobación inmediata del Primer Año, superando


ampliamente el inicial tropiezo y los pronósticos generales, obviando en su
totalidad la posible pérdida de tiempo por la semifrustración en el primer intento,
constituyó, dicho por terceros, inclusive colegas y amigos de mi padre --y
perdóneseme la inmodestia, ineludible por el sentido y significación del relato--,
una proeza estudiantil inusitada.

Las elogiosas referencias al respecto, escuchadas por mi admirado


progenitor, en la Asociación de Ingenieros Agrónomos, donde era común
informarse de tales asuntos en aquellos tiempos, lo hacían sentirse muy
orgulloso por ser su hijo el actor principal de los sucesos comentados. El
complacido cariño de padre salió a relucir de nuevo, renaciendo su interés por la
marcha de mi carrera profesional.

82
Recuerdo vívidamente y así puedo relatarlo, que casi año y medio más
tarde, en abril --el 17-- de l,94l, momentos antes de expirar, en su lecho de
muerte --por neumonía doble y fulminante--, a cuyo lado acudíamos con mis
hermanos y los otros familiares, para acompañarlo en sus últimos momentos, en
un instante de readquirida lucidez, llegó a decirme:

-- ¡Hola Rafael! ¿Cómo van tus estudios?...

-- Bien Papá. Los trato de hacer lo mejor que puedo --Contesté


compungido, conteniendo la emoción propia del trágico instante...

-- ¡Ojalá que estudiando fuerte salgas siempre bien!... --Dijo, finalizando


por su parte el corto pero dramático y elocuente diálogo.

-- Gracias, Papá... espero que así sea... --Puse, pleno de gratitud, el


punto final...

Y volvió a perder la consciencia, luego de algunas breves expresiones


dirigidas a otros miembros de la familia; expirando a poco y alcanzando la
definitiva paz, en medio de la general consternación familiar.

-----

El Primer año en la Escuela de La Molina resultó, si bien muy


satisfactorio, agradable, devino bastante agitado. Me pareció de rapidísimo
curso; como se comprenderá, por la principal razón de los avatares que he
narrado.

Disfruté mucho del lugar, de su ámbito, originalmente una bella hacienda


costeña, que había sido primero cañavelera y luego algodonera. Sobre la cual se
construyó un magnífico conjunto de edificios de hermoso estilo morisco español;
el principal de los cuales era el Internado; estaban dispuestos entre bellos,
floridos y arbolados jardines, con zonas de vistoso césped, calles enripiadas, y
múltiplles pasajes. Constituyendo, todo ello, el núcleo de este extraordinario
Centro de Estudios Agrarios Superiores.

En su vecindad, se estableció la Estación Experimental Agrícola de La


Molina, institucionalmente con cierta independencia de la Escuela. En estilo más
modesto, pero ciertamente simpático, propio de una hacienda media de la Costa
Peruana. La Escuela y la Estación, tenían sus propios campos de variados
cultivos, huertos, viveros, granjas, laboratorios, e instalaciones diversas. Para
una producción que ayudaba a sus sostenimientos económico-financieros,
además de servir para experimentaciones, prácticas y demostraciones agrarias,
en servicio de los profesores y alumnos, así como de los técnicos extraescolares
y agricultores del país, interesados en estas materias. Amén de los campos
deportivos y de esparcimientos juveniles, apropiados y deseables en
establecimientos de tal género.

83
Mi grata vida de Internado, su disfrute, duró sólo medio año del 39, o sea
el segundo semestre del Primer Año de Estudios (salvándome, dicho sea de
paso, del terrible bautizo o “saladera”, que ocurría en los inicios del primer
semestre), más los dos primeros meses del siguiente año, el Segundo de
Estudios. Pues el terremoto del 24 de mayo de 1,940, destruyó casi totalmente
sus más grandes y hermosas instalaciones.

El trastorno producido por el sismo, dio lugar a la interrupción, por unos


meses, de los estudios y a la necesidad de utilizar, provisionalmente --mientras
se reconstruía y refaccionaba, hasta lo posible, lo más importante de lo
semidestruido--, varios inmuebles que la Dirección de la Escuela consiguió en
algunos sectores de Lima (Colegio de la Inmaculada, en La Colmena; los locales
subsistentes de la antigua Escuela de Santa Beatriz, en Jesús María; etc.).

En el corto lapso que pude disfrutarlo, el Internado de La Molina me hizo


recordar al del Colegio Santa Rosa de Chosica, anteriormente referido. Por sus
innegables ventajas en comparación con el sistema de externado;
especialmente en cuanto al mejor uso del tiempo y el mayor orden en los
estudios; una vida más deportiva y sana; y el beneficio emocional significado por
la camaradería estudiantil, la fraternidad humana en general, que se hace
posible por la vida de los adolescentes y jóvenes en un ámbito común...
Indudablemente, el Internado es el mejor Sistema Básico de Educación para los
Adolescentes y Jóvenes. Mucho más, si un Sano Idealismo; una Elevada
Filosofía de Vida; una Clara Posición Doctrinaria Religiosa, Patriótica, y Moral;
inspiran a quienes dirigen la Institución Educativa de que se trate… Y, mucho
mejor, si el número de personas que integran la Comunidad Educativa, no es
muy elevado.

Aparte del terremoto, como causa desencadenante, el Internado de la


Molina, lamentablemente, no pudo tener un éxito total, ni larga duración. No
llegó a contar con el predicamento necesario entre los profesores y directivos de
la Escuela. Entre otras, por varias razones:

La primera, porque a diferencia del de “Santa Rosa”, no regía o inspiraba


a la Escuela, alguna Doctrina, Sentido de Alta Misión, o Ideal Espiritual Superior
(Religioso, Filosófico, Moral, Político, Social, Patriótico, Científico, Artístico, etc.).
A lo sumo, el encomiable y simpático, pero a todas luces insuficiente, propósito
de dar una formación tecnológica o profesional, hermosa por cierto y muy útil al
país. Y los directivos y profesores de la Escuela, siendo por lo general muy
buenas personas, no podían desligarse marcadamente, de la condición de
miembros de una fría y relativista sociedad liberal o burguesa. Más, en
importante proporción, eran escépticos burócratas laicos, de entes ministeriales
o sólo semiautónomos, quienes laboraban, para los fines de mejorar sus
ingresos personales, completando, en términos relativos, los de la rutina
administrativa, con los adicionales de la enseñanza y la investigación.

84
Sobre el dicho telón de fondo, en la juventud de aquellos tiempos habían
prendido --¡con el horror profesoral!-- en proporción e intensidad muy negativas,
ideas, actitudes, y hasta semi organizaciones, de claro sello marxista y del apra
(casi lo mismo entonces). Ideologías de caretas seudo idealistas, que trataban --
lográndolo en parte-- de llenar el alma juvenil... ¡Con Ideologías en verdad
materialistas y pragmáticas! Mientras los profesores y directivos formales, los
dejaban clara y espiritualmente... ¡vacíos!

Lo anterior, sin perjuicio de las mescolanzas emotivas y doctrinarias


habidas en amplios sectores juveniles, idolátricos muchos, de la cultura yanqui
decadente, empezada a imponerse y que impulsaban con neto y desbordante
entusiasmo, digno de mejor causa; hasta los rebeldes sin causa ni banderas, de
estrafalarias presiencias, con sus "músicas" y gustos artísticos (?) propios; las
histéricas devociones deportivas --más espectáculos en las bases y negocios en
sus cumbres--, muy lejos de constituir sanas aficiones; sumándose las bárbaras
y sádicas “saladeras” o “bautizos" de cachimbos; la superficialidad; el
consumismo; el hedonismo; el marcado y progresivo individualismo; etc.

Únase a ello, el “espíritu de muchedumbres”, del que hablara Le Bon; con


frecuencia y por mil motivos, formado por las grandes aglomeraciones de
muchachos. Quienes además gozaban de mayores libertades y prerrogativas
que las de un Colegio de Secundaria Común y propias de la Educación Superior.
Más claras las diferencias si se compara con uno religioso. Ha de
comprenderse, así, el porqué del recelo de los profesores y directivos de La
Molina, respecto a la capacidad de la Escuela para mantener, en el Internado,
una elemental disciplina, tan necesaria para su adecuado funcionamiento.

Por lo dicho, porque en verdad no se quiso restablecerlo, el Internado de


La Molina, no pasó de los comienzos del año 40. Con gran pena de parte de los
alumnos, pues a pesar de todo y a contracorriente de lo estimado por la mayoría
del profesorado, lo considerábamos altamente útil y satisfactorio.

-----
Las primeras amistades fraternas y perdurables. Una experiencia de clara
enseñanza proporcionada por la vida, a partir de la Adolescencia, es cómo,
precisamente en esta edad, se contraen y se comienzan a construir, las más
sólidas amistades del ser humano.

85
Por lo común, no es en la niñez cuando se adquieren los amigos que han
de perdurar por el resto de la existencia. Sus nexos se inician, mayoritariamente,
en la Adolescencia y en la Primera Juventud; cuando se posee la máxima
sensibilidad o receptividad emotiva y está ya definida la personalidad. También
se contraen, algunas adicionales, se seleccionan y forjan mejor todas, recién al
fin de la Juventud, en la Madurez, y en la Ancianidad... No obstante, agréguese
que, los buenos amigos, son siempre pocos. Los dedos de las manos sobran
para contarlos. No pueden ser muchos.

Así sucedió conmigo. Mis mejores amigos, en el sentido de la más intensa


y fraterna amistad, fueron los logrados en el Colegio Santa Rosa de Chosica; en
los últimos años del Colegio Italiano; en los del tiempo de mi preparación para el
ingreso a La Molina y de estudios allí; prácticamente, hasta el fin de los años de
la primera juventud.

Podría agregar otras amistades --muy pocas, empero--, las cuales


iniciadas de niños y relegadas algún tiempo, por circunstanciales fuerzas
mayores, pudieron recuperarse; en realidad hacerse de nuevo, contando con
factores muy especiales que, por lo mismo, no contradicen sino confirman la
regla.

Una razón de peso por la cual no duran mucho las amistades de los
niños, estriba en que, al desarrollar éstos, pasando por la Adolescencia,
cambian acentuadamente las características de sus personalidades. En verdad,
el ser humano es uno de niño y otro a partir de la Adolescencia. Es en esta edad
en la que se define, en grado preponderante, la fisonomía final de la persona
humana. En lo físico y en lo espiritual.

Todos sabemos, por propia experiencia, que habiéndonos conocido


alguna vez con otro niño y dejándolo de ver por un tiempo prolongado, al
reencontrarlo, de adultos... ¡lo desconocemos! Es ‘otro’. Y uno mismo sabe, de
sí, que también es ‘otro’. En cambio, culminada la Adolescencia, las
modificaciones de la personalidad van siendo, en adelante, mucho menores. Por
ello, quien fuese ‘conocido’ de Adolescente o de Joven, seguirá ‘conocido’,
después y por siempre. Situación muy diferente a la del caso anterior, tratándose
del niño.

Se explica, de tal modo y en gran medida, tanto el fenómeno sicológico


que tratamos, como la enorme importancia que adquiere, para una persona, la
calidad de las amistades que contrae en la Adolescencia y en la Primera
Juventud.

En lo que toca al caso de quien esto escribe, en el Capítulo anterior


adelanté algo sobre la valiosa amistad ganada, en el "Colegio Italiano" y en la
inicial adolescencia, con mi condiscípulo Aldo Fiorini. La especial significación de
tal lazo amical, por aleccionadora, la explayaré, en lo pertinente y como se
merece, en el capítulo, referente a la Juventud.

86
Por ahora, he de rememorar, una muy afectuosa que me ligara en los
ratos libres durante el Primer Año de Estudios de “La Molina” –pero fuera de
ésta--, con un excelente joven, ligeramente mayor que yo, quien así hubo de
fungir --cual otros en ocasiones sucesivas y similares-- de solícito ‘guía
espiritual’ mío. Tanto para algunas sanas acciones, como para otras 'algo'
insanas mataperradas, aunque siempre propias de la juvenil edad que
transitábamos, bastante tormentosa y arisca, por decir lo menos.

Llamábase: Alfonso Quirós Valverde36. Era sobrino político de la Sra.


Teresa Villacorta de Quirós, hermana de mi madrastra Julia. Residía el mozo,
junto con su hermano, un poco mayor, Max37, en la casa de sus tíos; quienes de
tal modo apoyaban sus estudios; pues no tenían ellos a su familia paterna
viviendo en Lima. Y, acudido que hube también yo, por un corto tiempo, bajo el
común techo, y otro más largo, viviendo en vecindad muy cercana, del mismo
barrio de Jesús María (entre las calles Huayna Capac, los Quirós; y 6 de Agosto,
los Cubas), la conexión se hizo natural y fácil. Se forjó una relación amical,
afectuosa, de verdadera camaradería y hasta de fraternales lazos.

Alfonso estudiaba para Odontólogo; Max para Químico Farmacéutico.


Ambos en San Marcos. Eran muy aplicados y singularmente inteligentes. El
primero marcaba el paso en los estudios de Zoología, Anatomía, y Fisiología. El
segundo, en Botánica, Física, y Química. Me ayudaban entonces en dichos
cursos. Con explicaciones oportunas; mostrando y prestándome los libros en los
cuales estudiaban. Cuando hacía falta, me guiaban a las bibliotecas de San
Marcos o Nacional, donde sus riquezas bibliográficas se nos aparecían
inmensas; más que suficientes para las necesidades de nuestros estudios; tanto
para el Ingreso, como para el Primer Año (1,939), referidos, casi en su totalidad,
a las dichas ciencias básicas.

Diré, asimismo, que acudíamos a los herbarios, museos, colecciones


zoológicas (entomológicas en especial) y mineralógicas (comprendiendo rocas y
minerales de la Geología). El principal era el “Museo Antonio Raymondi”, de la
U.M.S.M., ubicado en la Avenida Arenales. Ocurría, en coincidencia, que allí
trabajó algún tiempo mi hermano Manuel, en la disecación de ejemplares de la
fauna peruana; algunos de los cuales (mamíferos, aves y peces, especialmente)
todavía se pueden observar hasta hoy día. Aparte, él donaba con frecuencia
muestras museológicas del más variado tipo: plantas de herbario, insectos y
vertebrados, así como minerales, rocas, etc.

He de expresar que la compañía de Alfonso, en verdad, la orientación


solícita y constante de los dos hermanos Quirós, influyeron notablemente en los
buenos resultados y altas calificaciones obtenidas en mis estudios.

36
Fallecido --lo lamenté muchísimo-- hace pocos años, después de haber mantenido conmigo
una entrañable amistad. Fue además, durante numerosos calendarios, un magnífico dentista
para mí.
37
Murió también ya, precediendo a su hermano Alfonso.

87
Por añadidura, en algunos ratos libres, cuando nos era posible lograrlos, y
sumándosenos otros hermanos, primos, ‘palomillas’ y ‘vagonetas’ del barrio, nos
jugábamos unos partidazos de fútbol; muy entusiastas pero bien ‘chacras’; con
pelotas hasta de trapo, por supuesto nunca de tecnología de punta; en los
terrenos sin construir de las inmediaciones, que por entonces se ofrecían
numerosos.

No faltaban los paseos con ardorosos ‘cireares’; por la Plazuela Cuba o


Mariscal Cáceres. ¡Que para cambios de nombres de calles y plazas, Lima se
lleva la palma!... A veces, llegábamos al Paseo Colón o a la Avenida Arequipa.
¡En esos tiempos aun pasables y de paseables escenarios!... En ocasiones se
ofrecían muy animados, inclusive con retretas.

En múltiples oportunidades, tratándose de las tardes avanzadas, de las


noches, y de los feriados, la compañía de Alfonso agregaba sabor y calor al
transcurrir existencial de esos mis días de aún atónito y deslumbrado
adolescente...

Recuerdo que íbamos al cine frecuentemente. De nuestra preferencia era


el “Campoamor”; quedaba en el Jirón de La Unión y allí siempre proyectaban --
se había especializado en ello-- películas francesas, muy picarescas, en esos
tiempos tenidas por francamente pornográficas. De gran regusto, por cierto --
tóxicos morales al margen--, para los mozalbetes de antaño. Nuestro lugar y
categoría de localidades: la última; impajaritable, la “cazuela”... Las entradas,
para el dicho nivel, costaban 11 centavos, al principio (S/. 0.10 ingreso + 0.01
impuesto); un tiempo después, subirían a 22 centavos. Nosotros, para no gastar
en pasajes, llegábamos a pata, desde Jesús María –calculo ¡50 cuadras por lo
menos!-- para regresar, igualmente, "en carro de San Fernando" (‘un rato a pie y
otro rato andando’); dada nuestra notoria falta de molibdeno, por lo siempre
exiguo de las cajas propineras; comprensible lo cual, dada la carga significada
para nuestros sufridos mayores, por la superpoblación juvenil a régimen de
paternal dependencia. Así de simple, clara y dolorosa, era la cosa.

Cierta vez, acudimos a un lugar a la sazón puesto de entusiasta moda en


Lima. Había sido –creo-- una confitería transformada en salón de té-cine.
Exhibían allí películas en funciones continuadas y gratis –teórica y
habilidosamente--, mientras que, al mismo tiempo y a pedido, servían en las
mesitas para el efecto dispuestas, té o café, con dulces y bocaditos; todo eso sí
pagado --y bien--; constituyendo, en clara evidencia, lo primero el señuelo y lo
segundo el anzuelo...

El dicho local era conocido --en lenguaje acriollado-- como “El Marrón”. Al
nombre lo suponemos derivado del francés: Le Marrón, Les Marrons, o “Marrons
glasés” (castañas confitadas). Aludiendo seguramente a ésa la especialidad
golosinera del establecimiento. No he podido averiguar más; aunque para el
caso ello resulta irrelevante.

88
Alfonso había concebido al tal “Café Marrón” como a una mina para servir
a nuestros vespertinos deleites y a un muy bajo costo. Me instruyó para
explotarla, en conjunto, en la mejor forma posible...

Así, una tarde, muy orondos, nos zampamos al “Marrón”; cosa por otra
parte poco difícil, para dos jóvenes de buena presencia; siempre y cuando el
vestir no estuviese muy caído, estiráramos el pescuezo en digno ademán de
aristocrática pretensión y pusiéramos cara de circunstancias. Ya mi guía
espiritual se había informado de las películas correspondientes a esa función;
muy buenas, a su juvenil criterio, comprensiblemente bastante sicalíptico...

Nos sentamos, resueltos, en una de las enmanteladas mesitas;


acomodamos cubiertos y lozas. Y el líder, en gesto semitorero, chasqueó los
dedos por todo lo alto, llamando, airoso y con voz tonante:

-- ¡Mozo!

-- ¿Qué se sirven los señores? -- Acudió presuroso y dijo muy atento el


fámulo, impecablemente vestido de smoking blanquísimo y corbata michi negra.
Portando una servilleta pulcramente doblada en el antebrazo izquierdo e
inclinándose con cierta reverencia...

-- A mí me sirve un té, por favor. A mi acompañante, nada; pues se siente


algo indispuesto... ¡Ah!... unas servilletitas de papel, si no tiene inconveniente --
Dijo, serio, solemne, Alfonso... Agregaré: El té valía 5 ó 10 centavos, máximo. Y
estaba acordado entre nosotros, repartir, de todo lo que tuviéramos a bien pedir,
en partes iguales, consumos y costo; entre los dos ‘caballeros’ que fungiríamos
de ‘distinguidos clientes’... Con total naturalidad, dentro de su ‘elevado nivel
social’...

Ante la insólita situación creada, el mozo se desconcertó inicialmente;


pero reaccionando con rapidez . Pleno de justificada cólera, irónico, despectivo,
dijo:

-- No es posible, “s-e-ñ-o-r-e-s” (?), --enarcando las cejas y remarcando


su colérica ironía-- que entre dos personas, sólo se sirvan una taza de té, para
pretender así, casi gratis, verse todas las películas ¡Aquí no se aceptan
‘vivezas’!

--¡Oiga! ¿Qué es eso de ‘vivezas’? Si en la propaganda de este negocio


dice: “El cine es gratis” y “Los pedidos libres”. No hay fijado un “consumo
mínimo”. Ud. no es nadie, para obligarnos a consumir lo que se le antoje ¡Más
fuera!... ¡Está tratando con dos caballeros!... ¡Jumn! --Replicó, muy ‘digno’,
Alfonso. Quien en esto de la ‘dignidad’ y del ademán correspondiente, era un
experto, un verdadero maestro. Pretendiendo avasallar, sicológicamente, al
autóctono servidor... Pero no hubo tutías... La firmeza de un redivivo Pachacutec
--con la cual no contaba-- se manifestó allí...

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Las voces iban subiendo de tono y volumen. Armándose un alboroto
impropio ya del local, que siendo elegante y en gran medida cine, requería de
silencio o, a lo sumo, podría soportar discretos susurros...

Acudió al punto el ‘metro’, que le dicen --“maître”, para los francófilos


huachafosos--, quien, puesto al tanto de lo sucedido, terció en el lío, para
amainarlo, defendiendo, al mismo tiempo, los intereses del negocio de marras.
Con una mezcla de benedictina paciencia, salomónica justicia y tomista
prudencia, planteó la solución, diciendo:

-- Miren señores: Ustedes tienen en parte razón, pues hemos debido ser
más explícitos en nuestra propaganda. Pero el mozo les ha dicho la verdad, al
manifestarles, lo cual es por demás evidente, que por el valor de una taza de té,
no pueden pretender aprovechar, dos personas, toda la función y continuada por
añadidura. Pues de ese modo, generalizándolo, nuestro negocio se iría a la
quiebra. Les ruego demos por zanjada la situación, si ambos aceptan, por lo
menos, consumir un té cada uno y algunas, aunque fueran pocas o hasta sólo
un par de bizcotelas o pastelitos... Y, por favor, se van. Lo más pronto posible.
Habiendo de rogarles, encarecidamente, que no vuelvan más por aquí...

Rebuscando los bolsillos, encontramos ‘alguito’ para poder concluir el


‘conflicto’. Y, después de un corto lapso, bastante avergonzados, ‘con el rabo
entre las piernas’... nos fuimos, para efectivamente jamás retornar...

-----

Pero mejor suerte lograron ya otras alfonsinas aventuras, de parecido


jaez a la anterior. "Pecados de juventud", diríamos...

Se ofrecían a la sazón, comunes, en el centro de Lima, muy buenas


bodegas y pastelerías de italianos. Preparaban variadas especialidades,
olorosas a lontananza y sabrosísimas al paladar. En lo cual siempre estos
ciudadanos, ‘hijos de la bella Italia’, se han manifestado poseedores de singular
habilidad, tanto artística como tecnológica.

Algo insuperable, de lo que hoy día casi no se disfruta, pues han sido
prácticamente descontinuados, eran los famosos... ¡”pastelitos de carne”!
Hechos al horno, en forma de cortos cilindritos, de superficie dorada por el
tostado; con un tamaño aproximado de unos 5 cm. de diámetro, por igual de
alto; con un relleno de carnes de vacuno y de cerdo, molidas, muy bien
sazonadas con cebollita picada y diversas especias; mezclado todo, con un
excipiente que las suavizaba (al parecer era miga de pan, en pequeñas
cantidades, remojada en caldo y por los jugos del aderezo). La pasta o masa
que envolvía al contenido, era de la conocida como “hojaldre” o “mil hojas”;
bien... ¡mantecosita! (con manteca de cerdo naturalmente). Los dichos pastelitos
se ofrecían semi reventando y... ¡crocantes! Y aunque no a mi, pero sí a la
mayoría de las personas, les agradaba añadirles unas gotitas de limón, al

90
momento de ingerirlos. Se solía acompañarlos con cerveza o gaseosas... ¡Una
delicia!

A la vista del público, se acomodaba los dichos pastelillos en montones --


pareciendo cerritos--, en forma de llamativos tronco conos, sobre alguna mesa
cercana al mostrador principal. Un mozo facilitaba con su presencia la atención
al público; proporcionaba servilletitas de papel y limones, y realizaba una
discreta vigilancia --de reojo--, para evitar la acción de “gorrones” o “zampones”;
quienes no dejaban de acudir, en proporciones realmente perniciosas.

La ‘hora de salida de los pastelitos’, era muy puntual, tanto en las


mañanas (10 a.m.), como en las tardes (5 p.m.). Pero el anuncio verdadero lo
daba el olorcito, muy provocativo y etéreo, que proyectaban, desde las bodegas
de origen, hasta varias cuadras a la redonda…Los clientes de cada
establecimiento acostumbraban servirse por sí mismos los cárnicos y
mantecositos bollos que consumían. Y por lo general, muy honestamente, se
acercaban a la Caja, indicando el número de ellos. No faltaba, sin embargo, en
vía de un prudente cautelar los legítimos intereses del negocio, la constatación,
por parte del mozo, de los consumos hechos y su ratificación circunspecta, al
momento del pago. De tal modo, los ‘registros’ del empleado, debían concordar
con los ‘manifiestos’ de los parroquianos...

Con Alfonso, ingresábamos al escenario escogido para nuestra juvenil


rapacería, adoptando parecidos aires de dignidad, aplomo y desparpajo, a los
del caso “Marrón”... Pedidas las servilletitas de rigor y según lo acordado,
cogíamos un pastel cada uno y simulando distraída y elegante calma,
contemplando los alrededores, comíamos, delicadamente, en el primer
momento, hasta medio pastelito, cateando de soslayo al mozo y quedándonos
así, como disipados, por otro instante, hasta que, en una distracción del celoso
vigía, engullíamos el medio bocadillo residual; tomando al punto, con gran
rapidez, otra delicia; de la cual devorábamos la nueva primera mitad
impertinente, de un sólo queco... Y, otra vez, mirando displicentes hacia arriba...
A poco nos vaciábamos medio cerro de las riquísimas elaboraciones pasteleras.
En las manos nunca teníamos --ante el otear del vigilante-- más de ¡medio
pastelito! Así, en varias ocasiones, nuestro éxito --tanto mayor cuanta más
aglomeración de parroquianos había-- fue rotundo. A lo mucho pagábamos 2 ó 3
pasteles; habiendo tragado, más que comido, 10 veces esa cantidad... ¡cada
uno! Aplanando, en simultáneo y vertiginosamente, las montañas de tan
provocativas tentaciones.

Mas no faltaron los problemas, pues terminábamos por abusar del método
a límites de escándalo. Así, producíanse escenas realmente bochornosas:

--¿Cómo van a pagar un par de pasteles, si entre los dos se han comido
como 40? -- Terminaban diciendo, muy irritados, los mozos, el cajero y hasta los
propietarios, en más de una oportunidad...

91
-- ¡Oiga! ¡Qué se ha creído! ¡Hum! ¡Fíjese bien y no ofenda al público!
¡Está tratando usted con dos caballeros! ¡Eso no más faltaba! ¡Habráse visto! --
Replicaba Alfonso, pleno de su peculiar dignidad. Simulando santa ira y tratando
de salvarnos del temporal, provocado por nosotros mismos.

Más de una vez, en medio de enorme vergüenza, hubimos de pagar, si no


todo, una gran proporción del consumo real, lo cual nos significaba, ciertamente,
muy dolorosas catástrofes financieras.

Lo contado, como algo está dicho y admitido, era una parte de nuestros
pecados veniales de adolescencia y primera juventud. Se recuerdan
risueñamente, como palomilladas; por supuesto sin poderlos perdonar
plenamente y menos santificarlos. Quede constancia, no obstante y como
resultaba natural, que Alfonso Quirós, al madurar, se constituyó en uno de los
hombres más honestos que he conocido y a cuyo nivel también he intentado
llegar; sin corresponderme decir si lo he logrado.

Mas ocurre que tales hechos y episodios, aunque livianos algunos,


mueven hacia pertinentes reflexiones de carácter ético filosófico, de real
importancia. Desde aquellos tiempos, por la camaradería y las orientaciones,
casi siempre encomiables, de Alfonso, tanto en los campos del auténtico bien,
por ejemplo en los estudios, cuanto en las juveniles mataperradas; y de modo
parecido, con posterioridad, por las influencias de otros buenos amigos y
maestros, comencé a constatar cómo el ser humano, para sus acciones buenas
o malas; para la adquisición de hábitos sanos o viciosos; para asumir
orientaciones en lo personal y en lo colectivo, tanto hacia el bien y la salud
moral, como hacia el mal y el vicio, encuentra mayores facilidades apoyándose
en la compañía de otros seres que le sirvan de guías. Por ello, en el destino
venturoso o desdichado de las personas, juegan decisivo papel las buenas o las
malas compañías y los excelentes maestros o los deficientes profesores. Es así
como beneficia o daña muchísimo, acercarse o alejarse, de las buenas o de las
malas juntas; y de los positivos o negativos teachers.

-----

Ingresados a la Molina, ya en el ambiente de los estudios y refiriéndonos


a las amistades allí contraídas, los 30 muchachos integrantes de la promoción
del Primer Año, en 1,939, comenzamos a conocernos y luego a estimarnos
intensamente. En diversos grados, según las calidades personales y las
afinidades o las divergencias sicológicas constatables desde aquellos tiempos.

Así, uno de mis mejores amigos de por entonces, cuyo afecto y aprecio se
han mantenido y acrecentado por más de medio siglo, fue Alberto Vega Ayllón.
Se manifestó siempre --nunca ha dejado de serlo--, estudioso, trabajador, serio,
honrado, metódico, económico, y poseedor de varios otros positivos etcéteras.
Sin duda hecho así por formación familiar paterna u hogareña, además de su
natural conformación noble, de buenos sentimientos.

92
Viene al caso contar que la mayor parte de los cursos de la Escuela
tenían por textos las redacciones suministradas a la clase por los profesores, en
unos pocos ejemplares escritos a máquina y entregados por intermedio de los
alumnos delegados de cada año. Pero no alcanzaban para todos. Por otra parte,
ciertos cursos, pero muy pocos, se habían llegado a editar y se podían adquirir
como ‘separatas’ de la revista “Agronomía”, publicada por el Centro de
Estudiantes; pero, con ser las mejores impresiones, comprendían un número
muy reducido de los cursos, en relación con los mucho mayores requerimientos
de los alumnos. Se imponía pues la necesidad de copiar, con las pesadas y
ruidosas máquinas de escribir de entonces (las famosas “Rémington” y
“Underwood”), la mayoría de los textos; varios de los cuales pasaban de las 400
páginas... ¡Divinas hubieran parecido las maravillosas computadoras de hoy!...
Trabajo de hormigas era el de los alumnos copistas, que las vendían ‘a tanto la
página’ (5 ó 10 ctvos. c/u.)... A veces la competencia hacía bajar los precios. De
tal modo que el oficio no era muy rentable que digamos. No dado para los
muchachos ricos; sino, a lo sumo, para quienes precisaban agenciarse recursos
en apoyo de sus estudios, estando faltos de financiamiento externo o para
quienes, con sentido de responsabilidad --era el caso de Alberto--, no querían
abrumar a sus padres con tan fuertes gastos, cuales eran los estudiantiles.

La cosa, empero, no era sencilla, pues el trabajo debía ser bien hecho:
Pulcro en el ‘tipeo’, pese a la dureza de las viejas máquinas; las copias no
podían ser numerosas en cada tirada (no más de cinco), pues se utilizaba papel
carbón o ‘de calcar’; de lo contrario, resultaban de imposible lectura, difíciles
para estudiar en ellas. Había que borrar y corregir errores, uno por uno y hoja
por hoja, levantándolas con sus respectivos carbones y aislando éstos, cada
vez, con unas tarjetitas... Sin embargo, por ganar fácil la plata, algunos copistas
sin muchos escrúpulos, olímpicamente se saltaban párrafos y, mucho peor,
páginas enteras. Había que buscar gente seria y honrada... Así, en tal
búsqueda, trabé mi primera relación con Alberto... Y, hasta ahora --¡más de
medio siglo después!--, guardo una copia del curso de Botánica, pulcramente
editado por él. En la cual, como una especie de pie de imprenta o identificación
editorial, ponía, al fin de cada capítulo, sus iniciales en mayúsculas: A.V.A....
¡Qué tal capacidad, la de un Adolescente, para el esfuerzo, cuando lo anima una
vocación!

En los años siguientes, fui con Alberto un compañero, verdadero


camarada de múltiples aventuras, en varios de nuestros viajes de prácticas
vacacionales, abarcando los más lejanos parajes del Perú. Su espíritu
económico y previsor, nos permitió realizar muy exitosos periplos.

Con varios compañeros más y en virtud de las diversas cualidades


personales observadas en ellos, fui cultivando muy apreciadas y también
duraderas amistades; de las cuales he disfrutado, algunas, por más de medio
siglo, hasta ocurridos sus recientes y lamentables fallecimientos; más otras,
aunque ya pocas, con las que hasta la fecha felizmente todavía gozo... Uno a

93
uno los fui conociendo y apreciando. Habré de referirme, después, a los casos
más aleccionadores, en diferentes aspectos.

Y viene a propósito una cuestión de gran importancia en la Ética, como


principal rama de la Filosofía, traer a colación y a nuestra reverencia, los sabios
pensamientos del gran filósofo griego Aristóteles --inolvidable y siempre
vigente--, en relación con el tan apreciable valor de La Amistad. Decía el
inmortal pensador, que la Amistad, también uno de los más hermosos y
gratificantes sentimientos humanos, se puede clasificar en tres modalidades:

1.- La del Placer o de la Afición; es la que se establece entre personas


con aficiones semejantes o gustos complementarios. Haciéndose inclusive
necesaria para la práctica de las actividades correspondientes. Por ejemplo: la
de quienes realizan los mismos gratos esparcimientos o juegos deportivos; así
como reuniones sociales, culturales, etc. Es una clase de amistad muy común,
aunque relativamente superficial, que sin llegar a ser censurable, ni mucho
menos, no alcanza las altas jerarquías de la Verdadera Amistad.

2.- La Pragmática o del Interés, es la que se practica con el propósito de


establecer vínculos afectivos y de comunicaciones con quienes poseen dinero,
poder, honores, consideraciones sociales, políticas, etc.; en pos de obtener, o
por la simple expectativa de ello, aunque fuere concediendo también algo de lo
propio, cierto provecho personal, con el mayor énfasis en lo material o suntuario.
Forma en verdad prostituyente de la Amistad. Que no solo no tiene ningún valor,
sino, como actitud y conducta --por mucho que se ofrece muy frecuente--, es por
demás abyecta y repudiable. Propia de vulgares mediocres, oportunistas y
logreros.

3. - La de la Virtud o de Significaciones Morales; nace y se mantiene por


la mutua admiración de virtudes --culto y acatamiento de los Valores Superiores
y Perennes del Espíritu Humano-- entre los verdaderos amigos. Es la superior, la
más elevada forma de Amistad.

Por mi parte puedo expresar cómo, finalizando la existencia, constato


tener relativamente pocos amigos. Pero muy buenos. Excelentes. Dentro de una
vinculación fundada en el Aprecio y la Admiración por las enaltecedoras virtudes
que los adornan, y que --muy generosamente por cierto-- a su vez ellos creen
poder reconocerme... ¡Cuánta razón tuvo y sigue teniendo el genial estagirita!

-----

Pasando a otros aspectos, concernientes a la Adolescencia y a su tránsito


hacia la Juventud, procede referirnos a:
La Timidez.- Mi caso ofreció ciertas singularidades. Viene pues a cuento
anotarlas en aras de una mejor interpretación del asunto. Así, ha de apreciarse
por nuestras narraciones, cómo tardé tiempo, demasiado quizás, en alcanzar las
situaciones conocidas como propias de la vida romántica, romanticona, podría

94
ser en irónico decir... De las relaciones sentimentales con miras a la formación
de pareja. Siendo, la definitiva, uno de los primordiales apoyos de la Felicidad
Humana, al culminar la existencia, con en el Amor, el Matrimonio, la Familia y los
Hijos.
En realidad, hasta terminar mis intensos estudios superiores, celosos
siempre del tiempo juvenil, aparte de esporádicos desfogues carnales con
hetairas –que nada grato es confesarlos--, en cambio, con las llamadas “chicas
bien”, no pasé de algunos escarceos o enamoramientos por demás platónicos,
no llegando siquiera al punto de poéticas declaraciones, delicados besitos, o de
los arrumacos conexos. Y ,a veces... ¡ni al conocimiento de las agraviadas!
Fueron varias las razones, entre ellas, está señalado, lo intenso y
apasionado de mis estudios. Ellos dejaban poca disponibilidad de tiempo y de
concentración; tan reclamados, también, por los púberes amoríos. La falta de
dinero, consustancial a la general condición estudiantil y en particular a la mía;
pues fue una época de muy difícil economía familiar la nuestra, en coincidencia
con el alto costo de los estudios... Más una Timidez de Adolescente, la cual, por
un tiempo --quizás demasiado largo, he de confesarlo--, noté que me
aprisionaba, frenando los naturales impulsos hacia las gráciles damitas, por
entonces ofrecidas a la masculina predilección. Timidez de efecto cortante, a la
hora del asalto final a las femeniles fortalezas o del remate triunfal en las lides
amatorias.
La timidez en los adolescentes no es de sorprender, en razón de los
problemas de la edad; y por lo tanto, no tenía por qué serlo en mi caso; estaba
empero, acentuada por varios motivos:
La traía un poco desde la Infancia. Yo no había sido, ni mucho menos, lo
que se dice, “un niño bonito”, pleno de gracia, sino notoriamente lo contrario.
Tampoco llegaba a ser un adolescente de especial atractivo para las nínfulas de
entonces. Recuerdo, en cambio, cómo mis hermanos mayores: Daniel y Manuel,
tenían mucha mejor suerte con las chicas; ventura que yo no podía alcanzar. Me
daba muy bien cuenta de mi falta de logística propicia; aunque no recuerdo
haber llegado a sufrir --por prudencia sobre todo-- algún estrepitoso desaire,
"calabazas”, que llaman. Pero no me atrevía a rematar al arco.
En la niñez, se podía apreciar que estaba destinado a desarrollar una
elevada estatura; por ello posiblemente, se me hacía notable, en proporción, una
gran cabeza. Al común decir, era un 'gordo cabezón'. Por otro lado, varios en la
familia somos de nariz prominente; pero en mi caso, tal situación se sumaba al
hecho --como contaba nuestra madre-- de haber nacido con el apéndice nasal
lesionado, defectuoso, torcido, por las dificultades del parto (distócico). La lesión
congénita, además de afearme el rostro, deprimiéndome, dificultaba mi
respiración y me impedía un desarrollo orgánico normal. Agregaré cómo, según
fuimos también informados, nuestra madre padeció de dolencias reumáticas,
transmitidas, en varios de sus embarazos, hacia algunos de sus hijos. Esta
afección dio lugar a inflamaciones y abultamientos de las articulaciones, las

95
cuales perdían así flexibilidad, dificultando, adicionalmente, un buen desarrollo
muscular.
En mi caso, esta acumulación de desdichas, de carácter anatómico,
fisiológico, y estético, venía generando cierto estropicio biológico inicial. Téngase
en cuenta, además, en cuán alto grado, por lo común, los adolescentes son
sensibles a las críticas y burlas acerca de su aspecto físico, creyendo en general
concentrada en sí, más de lo real, la observación ajena.
Con el tiempo pude mejorar bastante presencia y fortaleza física; pero la
agilidad no llegó a ser del todo tan satisfactoria. Así, aunque nunca alcancé, ni
mucho menos las alturas de un Adonis, ni de un Hércules, pude arribar a
constituirme en una persona bastante presentable y en todo a poderla
considerar como normal. Superando inclusive algunos promedios y anulando,
completamente, los complejos y retraimientos nacidos y crecidos en el curso
inicial de la vida.
Al desarrollar mi alta estatura (1.85 m.), la desproporción de la cabeza
quedó prácticamente anulada. El ejercicio intenso, los deportes y el tiempo --que
permite la compostura de casi todo-- terminaron anulando, en gran medida, las
fallas en esqueleto, articulaciones y musculatura. Si bien no a niveles súper
atléticos, sí hasta algo mejores a los de la medianía. Dos operaciones a la nariz
me permitieron mejorar la respiración y la presencia. Por lo tanto, la posibilidad
del correspondiente desarrollo corporal, especialmente el toráxico y el muscular;
favorecidos, como está dicho en parte, por algunos deportes intensamente
practicados por mí, con particular entusiasmo y ciertos éxitos; como la natación,
el ciclismo, la equitación, las caminatas de gran aliento, etc. Con la adicional
superación estética consecuente, hacia una aceptable fachada... Valga la
inmodestia.
Además, en el curso de mi existencia infantil, adolescente, y primera
juvenil, diversos triunfos, sobre todo intelectuales: las prácticas bastante lucidas
de mis estudios, del escribir, de la oratoria, y de la enseñanza, me permitieron
alcanzar total aplomo y dominio de escenas, borrando los semi complejos y las
timideces portadas de inicio. Ciertamente el proceso reclamó tiempo. Sólo al
culminarlo, puedo decirlo, hube de disfrutar de la Vida, a plenitud y con
suficiente autoestima.
He conocido, pues, lo que significa soportar y vencer temporales
problemas de infancia, adolescencia, y juveniles, sin dejarlos volverse
infranqueables, para la marcha hacia una Existencia Feliz. Todas las
experiencias al respecto, incluyendo la mía, confirman el principio general
siguiente: Resulta importantísimo para el Adolescente superar, en el curso del
desarrollo de su Personalidad, mejor si con la ayuda de sus mayores, los
problemas y situaciones especiales que puedan generarle traumas sicológicos
de Timidez o Complejos de Inferioridad; en particular lo relacionado con su
apariencia y aptitudes físicas e intelectuales.
-------

96
1,939- Un año de inmenso significado:
-- Histórico Universal, pues se inició en él la II Guerra Mundial (1º de Set.).
La más atroz hecatombe padecida por la Humanidad en todos los tiempos y que
duró hasta el 29 de abril de 1,945 (muerte de Adolfo Hitler). Se ha culpado de
ella,
con gran injusticia e inexactitud --como lo sabemos bien quienes vivimos
estudiosamente esa época--, al Estado Alemán y en particular a su Conductor o
“Führer”.38
--Histórico Nacional, pues coincide con el ascenso al poder --al primer
gobierno-- del Dr. Manuel Prado U., quien iniciara un proceso circense de lo que
entonces se llamó “democratización”; comenzando a reabrir las puertas al Apra -
-partido inicialmente marxistoide y luego social demócrata-- que reincidió en un
desempeño político de nefastas consecuencias para el Perú en casi todo el siglo
XX.
--Personal, para los muchachos de antaño, los de nuestra molinera
hornada, en plan de concretar el primer paso hacia la hermosa Vocación
Profesional de Ingenieros Agrónomos.
Aparte, nuestros estudios durante ese primer año y en el marco de un
internado muy satisfactorio, eran de lo más importantes. Como se ha dicho,
consistían en la dedicación a las Ciencias Básicas. Lo cual permitía una
formación cultural suficientemente amplia y profunda. Como para forjar
profesionales idóneos, de gran criterio. Ante las muy variadas y difíciles
condiciones que plantea la vida en el Perú y el Agro peruano en particular.39
-----
La “Hacienda Urcón”.- Concluía el año y me preparaba para mi primera
práctica vacacional, facilitada por los primos Oliveri Vinatea, a realizarse en el

38
La verdadera causa de la 2a. Guerra –intervención de la judeo masonería aparte--, fue la 1a.,
sellada con el nefasto Tratado de Versalles. El cual dio sobrados motivos, para su rechazo, a los
líderes de los países vencidos. Y ni siquiera satisfizo a los vencedores (Italia y Japón entre ellos),
como para poder encontrar defensores. La verdad es que la segunda guerra fue continuación de
la primera, con varias menores intermedias. Alguien, con acierto, ha llamado al conjunto de
dichas contiendas: “La Guerra de los Treinta Años del Siglo XX” (1,914-1,945). Hitler, en la 1a.
conflagración, no era sino un modesto soldado, sin influencia alguna. Por su coraje en combates
pudo ganar la Cruz de Hierro y ascender a cabo. Las mentiras y la injusticia de la acusación, son
pues clamorosas.
39
Comenzaban a aparecer entonces corrientes, dentro y fuera de la Escuela, propugnadoras de
una huachafa imitación yancófila: La partición de la Ingeniería Agronómica en varias ramas con
exageradas especializaciones, eliminando en los estudios los básicos anteriores y adoptando el
sistema de “créditos”, “currículo flexible” y “ciclos por semestres”. Pero, opino --contra el parecer
general, lo reconozco--, apoyado en mi experiencia de largos años como profesor universitario y
en el conocimiento de la realidad nacional concreta, además de otras múltiples razones, que tal
sistema podrá servir para sociedades anglosajonas, ricas y desarrolladas, mas no para nosotros:
hispanos y subdesarrollados. Pero ese modo de pensar y proceder, triunfante al fin, ha
terminado por arruinar a la antigua Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria de la Molina
(hoy “Universidad Nacional Agraria”) y a la misma extraordinaria y hermosa Profesión de
Ingeriero Agrónomo... ¡Que, prácticamente, no existe más en el Perú!

97
verano de comienzos del ‘40, en la grande y hermosa Hacienda ganadera
“Urcón”, ubicada en las pintorescas serranías de la Provincia de Pallasca, del
Departamento de Ancash.
Estando así, por iniciar el segundo período anual de estudios en La
Molina, cuando llegaba a los 18 años de edad, con la práctica vacacional de
varios meses en la dicha hacienda Urcón, se iniciaba entonces en mí, sin
percibirlo todavía muy claramente, el proceso de cambio, en la vocación
profesional de Ingeniero Agrónomo, de la especialidad cañavelera, hacia la
ganadera,.
Dado que el ambiente serrano de Urcón se nos aparecía previsiblemente
exótico, a mis familiares y a mí, de origen y residencia costeños todos, cuando
estuve por emprender el largo viaje --por carretera, ferrocarril, y a mula, por
escabrosos caminos de herradura, con espeluznantes precipicios--, mi hermana
Isabel, con quien cultivaba especial compañerismo, cariñosamente me
recomendó:
-- Ahora que vas a Urcón, escríbenos contándonos tus impresiones y
‘aventuras’...
-- ¡Qué voy a escribir, si no sé hacerlo!... Soy un animal en eso --Repliqué
al punto.
-- No tienes que saber nada en especial; solamente narra, sinceramente,
lo que sientas... y basta.
Así, animado por ella, envié varias cartas contando mis nuevas
experiencias e impresiones, de los ambientes y paisajes de esa hermosa e
imponente sierra y de mis actividades estudiantiles y laborales en Urcón:
Especialmente bella su zona de Sierra Media o Quechua. Un límpido cielo
de firme y neto azul de fondo, por lo general con pocas pero blanquísimas
nubes, que armonizaban con el conjunto y daban también muy hermosos y
nítidos contrastes. Tan distinto del firmamento limeño, gris sin netos tonos,
catalogado como de color "panza de burro", por el renombrado Arquitecto y
humorista, Héctor Velarde. Súmense unas extensas praderas de punas,
rodeadas por imponentes nevados, con preciosas lagunas arboladas de
quinoales, quishuares, y saucos. Rojizos y pardos los suelos arcillosos de Urcón;
diferentes a los plomizos y arenosos de la Costa. Contrastando con el verdor
intenso de su vegetación; lavada con frecuencia por las lluvias. De sus árboles
de eucaliptus, cerezos, y alisos; sus azulados magueyes, retamas floridas en
amarillo, y sus fructificantes zarzamoras; más los cultivos de trigo, habas, maíz,
y papas. ¡Coloridas visiones por doquier! Hasta chillonas las vestimentas de las
tímidas pero coquetonas cholitas de esos lares. Además, y hasta entonces, yo
nunca había visto ni sentido lluvias de verdad, y menos nevar, granizadas, ni
rayos, ni truenos.
Concentraron especialmente mi atención los trabajos agrícolas y
ganaderos de la hacienda. En particular los de genética animal; de cruzamientos
y selección, en equinos, vacunos, y ovinos.

98
Mi primo Alberto Oliveri Vinatea, había cruzado finas yeguas de paso, de
gran alzada, llevadas de la Costa, con burros "hechores" gigantescos 40, de la
famosa raza norteamericana llamada de Kentucky; obteniendo unas mulas
impresionantes, de excepcional tamaño, fortaleza y brío; al mismo tiempo que
de gran nobleza, docilidad, y muy suaves (“de paso llano” o “de piso”). Sin
iguales para los duros caminos, cerros, cuestas, y sendas a campo traviesa, de
nuestras escarpadas serranías (“chaquinanas”).
Con los vacunos obtuvo bellos cruces progresivos de vacas criollas
serranas con reproductores Shorthorn; raza inglesa de hermoso color rojo
cereza intenso, de producción de doble propósito (carne y leche). Se elaboraba
también mantequilla y quesos deliciosos.
Y en cuanto a ovinos, bajo la dirección técnica del entonces muy joven
Ing. Agr. Rigoberto Calle Escobar --el más calificado profesional especialista en
la materia que se halla dado en el Perú--, realizaba un mejoramiento masivo de
sus rebaños de base, de ovejas criollas de ascendencia Merino, por cruzamiento
absorbente con carneros de la raza de origen australiano y neozelandés
Corriedale (de lana y carne), siguiendo con una rigurosa y constante selección.
¡Cuántas experiencias no habré contado en mis cartas!... Pero
regresando a Lima, realmente había olvidado las benditas misivas. Y, para mi
sorpresa, la hermana mía me dijo:
-- ¡Qué lindas fueron tus carta!...
-- ¿Lindas?... ¡Si yo no sé escribir!
-- ¿Cómo será?... Sin embargo, a mí sí me han parecido muy bonitas.
Sinceramente sorprendido estaba en verdad. Pero el hecho es que, desde
entonces, comencé a perder el ‘miedo a escribir’. Que había contraído, unos
años antes, en mi preadolescencia; al negativo influjo de un pésimo profesor de
Literatura. Pero poco a poco, fui ‘agarrándole el gusto’ al asunto. Y, aunque a
trompicones, conforme iré narrando, me lancé por esa ruta. Lo cual --en estricto
sentido--, si no ha dado hermosos frutos, en cambio, sí ha conferido mucho
sabor a mi existencia.41
-----
Por las interesantes observaciones que tuvieron lugar en Urcón, referidas
a sus prácticas zootécnicas modernas y de alto nivel profesional, comencé a
darme cuenta de que la Zoología y la Zootecnia, son a la Botánica y a la

40
"Hechores" se llama a los asnos reproductores machos o ‘garañones’, capaces de aparearse
con yeguas y producir (o ‘hacer’, de donde vendría la palabra: "hechores") crías mulares o
híbridas (entre las especies asnal y caballar); lo cual se logra amamantándolos y criándolos con
yeguas, de modo a conseguir, por la costumbre, un desenvolvimiento sexual y reproductivo sin
retrimientos y que, de otro modo, aparecería anti natural.
41
Años después, tuve ocasión de leer --con especial fruición-- las obras de don Miguel de
Unamuno, quien decía: “Escriba con sinceridad y sin mucho temor a las imperfecciones, si le
agrada hacerlo y mejor si lo hecho gusta a los demás; que el perfeccionamiento --nunca la
perfección-- vendrá después y progresivamente”.

99
Fitotecnia, como un escalón más avanzado y por lo tanto más interesante, del
conocimiento científico y técnico agrario; sin oponerse entre ellos, sino al
contrario. Pues, en ambos casos, no son posibles, las primeras nombradas, sin
las segundas; en otras palabras: Zoología, sin Botánica anterior; ni Zootecnia,
sin Fitotecnia precedente.
Y en el esquema empresarial, la ganadería tiene que darse, con
agricultura de pastos y cultivos de rotación y alimenticios, en ciclos mútuamente
complementarios. Con silvicultura o forestaciones además (para sombras y
protección de suelos y ambientes). Por ser así las actividades ganaderas,
integrales y de mayor complejidad, interesan, desafían a la originalidad, e incitan
con más fuerza, a las ansias juveniles del saber y del crear.
De tal modo, fui recalando en la Ganadería. Posteriormente, cuando
conocí la Selva, primero por Satipo y luego por Tingo María, Pucallpa e Iquitos,
en inefable deslumbramiento, viviendo además un tiempo en ella, me definí por
la Zootecnia Tropical; con énfasis en Vacunos, la rama pecuaria más promisoria
en la mencionada región. Finalmente, mi pasión por la Biología General, la
Ciencia del Suelo o Edafología, y la Genética o Estudio de la Herencia Biológica,
hicieron el resto, en fuerte impulso añadido a las motivaciones del proceso
descrito.
-----
Tengo, entre mis recuerdos de “Urcón”, numerosos de útiles aprendizajes;
asimismo, el de un accidente cuyas consecuencias pudieron ser muy graves,
pero que al final felizmente no se produjeron:
Ocurría que, como en toda gran explotación ovina, son operaciones de
rigor, muy relacionadas entre sí, “la contada” y “la selección y clasificación” del
ganado. En el caso de las ovejas --valiendo la afirmación para algunas otras
especies--, se debe conocer bien la sicología de los animales; los alcances de
su instinto gregario (inclinación a formar rebaños o grupos numerosos,
subyugándose a un comportamiento colectivo). So pena de fracasar, de modo
lamentable, en la crianza.
En las dichas operaciones es necesario coger y sujetar algunos animales,
individualmente, para precisar ciertos datos. Así, al atrapar a una oveja o
carnero determinado --o también a un cerdo--, hay que arrinconar al rebaño --o a
la piara-- en una de las esquinas del corral; fijarse bien en el animal que se
desea extraer; y mantener la atención sólo en él; e, introduciéndose, uno mismo,
dentro del montón, perseguirlo hasta agarrarlo; mejor, cuando está
apretujándose, queriendo esconderse en medio del grupo. A los ovinos
tomándolos primero del vellón o lana del cuerpo y luego sentándolos entre las
piernas del pastor; a los porcinos, de una pata trasera y después de las orejas,
desde sus bases, antes de tumbarlos. Si no se adoptan estas técnicas o
precauciones y como chambón, uno se alborota y pretende agarrar a cualquier
ejemplar, en cualquier forma, variando inclusive de objetivo o punto, termina por

100
no atrapar ninguno. Todos escapan en distintas direcciones, en medio de las
risas y burlas de la conocedora concurrencia; situación que a nadie agrada.42
En cierta oportunidad estábamos contando ganado lanar; para lo cual, por
lo común se agrupa al rebaño correspondiente utilizando dos grandes corrales,
con una estrecha puerta intermedia, de modo a permitir, en su momento, pasarlo
en fila, de uno a otro recinto.
A veces, como sucedió en el escenario del caso que trato, no hay corrales
y menos en duplex. Entonces lo que se hace es disponer, en una especie de
gran ‘8’, a varios pastores alineados en lateral y provistos de “cayados”
(báculos), bastones, o palos largos, para poder requerir en la operación una
menor cantidad de peones; funcionando, como puerta, el punto medio del ocho
humano.
Así las cosas, se procura hacer pasar, de una parte a la otra, a las ovejas
en fila india, lo más despacio posible, por la abertura del medio del ocho. Dos
personas especialmente colocadas, una a cada lado de la hilera, van contando y
apuntando en un papel las cantidades parciales resultantes; haciéndolo por
medio de rayitas en grupitos de a cinco (cuatro verticales, por una oblicua a
través), para luego, al concluir, confrontar los resultados.
La cuestión es no dejar escapar a ninguna oveja. Porque basta que una
sola salga por un lugar diferente que no sea 'la puerta', para que las demás se
vuelvan locas por seguirla. Si lo logran, algunas, buscarán otros grupos en los
cuales introducirse. Pudiendo ser estos de diferentes categorías y ya contados o
nó; echándose a perder... ¡todo un largo trabajo sobre varios cientos de
animales, en pocos minutos!... Por ello... ¡nadie debe distraerse!
Un día, muy lluvioso, estábamos realizando una labor como la descrita; yo
hacía de capataz de los pastores; el terreno era arcilloso, bastante quebrado, de
irregulares desniveles, con mechones, de trecho en trecho, de hierbas o pasto a
medio comer por el ganado,. Se había formado así, con las lluvias, un barro muy
resbaloso de su arcilla roja43.
En ésas, uno de los pastores, quien estaba con la boca abierta y mirando
a las nubes, dejó escapar una oveja... Corrí a contenerla, gritando:
--¡Cuidado!... Se escapa una...

42
Los animales individualmente débiles defienden, en la lucha por la vida, su propia existencia y
la de su especie, en dos formas principales: recurriendo a su gran capacidad de reproducción, y
a su instinto gregario. Formando aglomeraciones, llamadas: multitudes, rebaños, tropeles,
piaras, mangas, parvadas, cardúmenes, etc., según las especies de que se trate. Por ellas, pese
al sacrificio de algunos miembros de la agrupación, generalmente los viejos, enfermos y
defectuosos, logran escapar los sanos y fuertes; desconcertando a sus atacantes... ¡Inmensa la
Sabiduría del Orden Natural de la Creación!
43
Las arcillas de la Sierra y especialmente las de la Selva: antiguas, rojas, oxidadas, lavadas por
las lluvias, ácidas, con pocas bases alcalinas; son diferentes a las de la Costa, por lo general
nuevas, grises, de baja oxidación, alcalinas y no lavadas, cargadas de bases y sales. Las
primeras, al recibir humedad, si la cantidad de agua es moderada, se ofrecen muy resbalosas; si
mayor, se hinchan fuerte y se vuelven muy ligosas, en un barro “como chocolate derretido”.

101
Pero quiso mi mala suerte e inexperiencia hasta entonces dada en el
caminar por los suelos mojados por las lluvias de la Sierra, que pisara mal con el
taco en un desnivel, cayendo de espaldas, sin amortiguación alguna, con todo el
peso y cuan largo era mi cuerpo, golpeándome la cabeza fuertemente en la
región occipital. Por ventura, el choque con el suelo, de tal zona corporal, fue
sobre un montículo con densa cobertura de pasto, el cual funcionó como
amortiguador y no hubo así fractura del cráneo o de hueso alguno que lamentar.
Quedé tendido en el suelo. Perdí el conocimiento. "Privado", como se
dice... Cundió entonces el desconcierto en la peonada y Rigoberto Calle se
acercó presuroso a constatar lo sucedido. Me contempló fijamente. Mientras yo,
como si estuviera beodo, sólo atinaba a devolver a medias la mirada; sin un
claro enfoque visual. Casi al instante, me dijo:
-- ¿Qué te pasa?...
- ..................... -- (sin respuesta).
-- Se ha resbalado y golpeado en la cabeza, señor --Respondieron por mí,
casi en coro, los pastores que me rodeaban... Mientras “la contada” se convirtió
en un laberinto de padre y señor mío...
Al observar Rigoberto mi lastimoso estado, en medio de un susto
tremendo, enérgico, ordenó:
-- ¡Traigan su caballo! Y, con cuidado, súbanlo montado. Tú, José –uno
de los pastores--, llévalo de tiro por delante; y Juan –otro de los mozos ovejeros-
-, tú anda de arreo por detrás; atentos y lo contienen si quiere caerse... Y,
pronto, llévenlo a la casa, donde don Alberto. Infórmenle lo sucedido y que lo
acuesten en cama. Luego, sin tardanza, partiré y llegaré yo; apenas pueda
disponer el arreglo de la trifulca armada aquí... Tú, Rafael... ¡agárrate bien!... del
“charqui” (parte delantera de la montura), con las dos manos; y deja las riendas
algo sueltas; el muchacho te llevará... ¡Vayan con cuidado!... Sólo al paso y
lento, para que el trote no le sacuda la cabeza...
Así, semi despertando, como un borracho, me encontré sobre el caballo,
desplazándonos, a paso cansino, por los senderos de la cordillera y la puna…
A poco, un tanto vuelto en mí, recuperado el conocimiento cada vez más,
comencé a darme cierta cuenta de lo circundante y aunque mareado todavía,
pude hablar algo y pregunté al pastor:
-- José ¿Qué me ha pasado?
-- Te has caído señor --Me respondió, solícito pero lacónico, mi temporal
guía.
La pregunta, creo, la repetí más de diez veces en el camino. Y con la
mayor paciencia el afectuoso pastor reiteraba la misma respuesta:
-- Te has caído señor...
La casa estaba bastante lejos del lugar de los acontecimientos. Me
parece recordar que a más de dos o tres horas, al paso que llevábamos. En el

102
camino iba despejándome, poco a poco. Pero llegué a la casa todavía medio
"grogui". Me hicieron acostar, después de suministrarme una caliente y
agradable bebida. Y dormí profundamente algunas horas, como un bendito.
Dejándoseme tranquilo, por atinada prescripción de Alberto... Médico no había ni
a muchos kilómetros a la redonda...
Al día siguiente, amanecí mejor; en cuanto al estado general del cuerpo y
al entendimiento racional del mundo exterior. Pero en gran medida... ¡había
perdido la memoria! Tal situación nos asustó a todos. A mí por supuesto, con
mayor razón; pues como estudiante, de permanecer así la lesión, ello podría
significar el fracaso total de mi carrera. Mucho también preocupó el accidente a
mis hospitalarios anfitriones y cariñosos primos (Alejandro y Alberto). Se sentían
responsables, ante la familia común, dada mi juvenil inexperiencia personal.
Felizmente, en los días posteriores fui recuperando la memoria con
rapidez y en amplitud crecientes. Hasta cuando, a poco, quedé como si nada
hubiera pasado. Y la falta de memoria nunca llegó a ser mi débil. Sino todo lo
contrario. Al decir de numerosos y confiables terceros, quienes, benévolos, pero
sin mengua de ser justos, la apreciarían como bastante buena y sobre lo
común.... ¡A Dios gracias!
Mas había ocurrido algo curioso e interesante: En la inicial recuperación
de mis facultades, después del accidente, pude constatar una realidad de la
neuro fisiología humana. Me pareció sentir, por algunos momentos, despertar,
no en “Urcón”, sino en el Colegio “Santa Rosa” de Chosica, donde yo había
sufrido, cuatro años antes, un accidente parecido, aunque menos grave; al
resbalar en un piso de cemento mojado y golpearme, también en la parte
posterior de la cabeza, con un cercano lavadero de cemento. Todo con un cierto
desmayo y pérdida de la memoria, por corto lapso. Lo curioso es, precisamente,
la presentación de una especie de 'conexión de los recuerdos', posible de darse
entre un tramo de la existencia, con otro, tras anterior; dejando, por un tiempo,
en el olvido, en blanco, al inmediato previo o intermedio.
Justamente, por la época del percance descrito (la década de los 40), se
hacía muy popular una cómica película norteamericana, cuyo nombre resulta
irrelevante para el caso, protagonizada por dos famosos actores, contrastantes y
por ello más chistosos: Bud Abott (flaco y alto) y Lou Costello (gordito y bajo). Se
trataba de un caso concordante con lo aquí expuesto. Adquiriendo así el
argumento cierto realismo, no hecho de tan pura fantasía, como pudiera creerse.
En esa cinta, al gordito Costello le habían propinado un mal palazo en la parte
posterior de la cabeza, durante determinado lío. Al volver del desmayo, había
perdido la memoria, creyendo estar en diferente etapa existencial,
correspondiente a una previa a otro golpe muy anterior. Se agravó entonces el
enredo. Para desentrañarlo, el flaco Abott no encontró mejor solución que
propinarle un tercer garrotazo, en la misma ubicación cefálica. Total, Costello
ensambló la etapa última, con la antepenúltima, dejando en blanco a la
intermedia. Otra vez --y mayor-- el laberinto. Entonces, para intentar arreglarlo...
¡nuevo porrazo! Total, palo sobre palo, casi matan al pobre gordito. En medio de

103
las carcajadas incontenibles del público, hasta los terrenos de un lacrimoso
jolgorio...
Años después, hubo otra cinta, mejicana y más graciosa, del inigualable y
genial “Cantinflas”, con parecido tema, en la que un coprotagonista (Ángel
Carassa), hacía, con un supuesto hermano gemelo, con quien se desconocía
por razones existenciales, en unas etapas del argumento, de anodino amigo del
cómico principal y, en otras, de un sabio físico poseedor de terribles secretos de
la ciencia bélica. Pero, golpes iban y venían en las cabezas de los veteranos
mellizos, con las consecuentes pérdidas y recuperaciones de sus respectivas
memorias, salteadas y reconectadas, con lo que se armaban unos enredos en
extremo hilarantes.
-----
Concluida mi provechosa e interesante permanencia en “Urcón” y
coincidiendo con la terminación del verano de 1,940, regresé a Lima; para iniciar
el segundo año de los cinco de estudios profesionales en la Molina. Y nuestro
arribo a las nuevas clases, en los primeros días de abril, a diferencia de lo
sucedido el año anterior, fue de lo mas tranquilo, pleno de una sensación de
seguridad. Sin mengua del entusiasmo y alegría con que lo tomábamos. Los
cursos comenzaban a ser, aunque todavía generales y no de aplicaciones
concretas o de especialidades de la carrera propiamente dicha, sí cada vez más
conducentes a lograr el perfil básico del Ingeniero Agrónomo, tal como en esos
tiempos era concebido. Los iniciamos pues con marcado buen ánimo y especial
cariño.
El Terremoto del ‘40.- Transcurrían así, del modo dicho, los días completos del
mes de abril y casi todos los de mayo. Cuando un suceso tremendo sacudió,
impactó, nuestras casi imberbes existencias y cambió, en mucho, a La Molina
misma, cuyo ambiente venía siéndonos particularmente grato y acogedor; tanto
para nuestros estudios, como para las demás dedicaciones juveniles, las
deportivas y otros variados y sanos esparcimientos... Fue el cataclísmico
Terremoto del ‘40.
El 24 de mayo, un poco antes del medio día, se preparaban todos en el
Internado --personal de cocina y comedor y los estudiantiles comensales-- para
la hora del almuerzo. Siempre importatísima para nosotros. Como es fácil
comprender, entendiendo las voracidades bulímicas que caracterizan a la
Adolescencia y a la Juventud masculina, de todas partes y de todos los
tiempos...
Mientras tanto, los muchachos internos más estudiosos, terminadas las
clases matinales, estaban todavía en el pabellón del Dormitorio General. En sus
respectivas “camarillas” individuales; cerradas por dentro, generalmente con
llave. Dedicados a estudiar cursos, revisar copias, hacer tareas o trabajos
académicos, dibujos, etc. Protegiéndose de las impertinencias de los más vagos;
que a toda hora empleaban su tiempo o mataban su aburrimiento, fuera mejor
decir, fregando la paciencia al prójimo y, no haciendo bien los propios,
dificultando estudios ajenos. Cuando, a eso de las 11 y 30’ de la mañana,

104
comenzó a temblar la tierra. Con fuerza creciente y notable ruido. Produciendo
un progresivo espanto general...
Yo estaba en mi cuartito y a puerta cerrada con llave. Al principio, no hice
caso. Pues desde muy niños, en la familia, se nos había enseñado a ‘no tener
miedo a los temblores’; y, en todo caso, a ‘salir despacio y sin mayores
aspavientos’. No les tenía, pues, temor a los frecuentes movimientos telúricos
que se producen en Lima y en casi todo el Perú. Cualesquiera que fueren sus
intensidades. Por lo menos, a las de los producidos hasta esas circunstancias.
Podría decir, con y como mis familiares: ¡Nada de temblorcitos, ni sustitos
conmigo!
Sin embargo, siguieron pasando los segundos y la fuerza y ruidos del
remezón crecían. Comencé a alarmarme...
La gritería y carreras de los demás muchachos, en el exterior de los
cubículos, eran por demás estridentes y bullangueras. Vociferaban: ¡Terremoto!
¡Terremoto!... Añadiendo múltiples interjecciones de pavor. No faltando las
netamente groseras, que suelen adornar situaciones de parecida naturaleza...
Y... ¡dale con la tembladera! No olvidemos que los sectores de la Gran
Lima, en los cuales el sismo mostró su mayor fuerza destructiva, fueron,
precisamente: El Callao, Chorrillos, y La Molina...
Ya se sumaban fuertes crujidos que salían de las paredes y techos,
pareciendo que se quebraban. Comenzaron a caer los estucos y molduras. Se
generalizaba una densa polvareda...
Situación curiosa, notable, en el fenómeno que se venía produciendo,
estribaba en que, al remecerse el edificio, de un lado para otro y de arriba para
abajo, se soltaban los ladrillos; unos de otros y ellos mismos de sus respectivas
capas de mezcla o argamasa seca. Por evidentes deficiencias de construcción,
aparte de la fuerza terráquea.44 Dando lugar a pequeños pero numerosos
chasquidos; que se sumaban todos, en una especie de fuerte y áspero zumbar.
Anunciaban, terroríficamente, el desmoronamiento y final derrumbe total... O, por
lo menos, así nos parecía, con bastante claridad.
Entonces recién me asusté muchísimo más y de veras. Casi a extremos
de pánico; valgan verdades. Intenté salir; girando rápidamente la llave y perilla.
Pero la puerta ya no se quería abrir. Tuve que darle un fuerte empellón y otro
desesperado jalón. Por fortuna, coincidiendo posiblemente, a favor, alguno de
los intensos sacudones de todo el edificio... ¡se abrió la terca portezuela! Corrí,
anhelante, hacia afuera; impulsado por una hasta entonces inexperimentada
fuerza interior... ¡El instinto de conservación!... Que emergía desde lo más hondo
de mi ser... Me uní, por detrás, a un tropel de aterrados muchachos, quienes
bajaban ya desde el tercer piso --yo estaba en el segundo-- y corrían hacia una

44
Después del terremoto, las edificaciones de La Molina fueron incluidas en una investigación
oficial por malos manejos de las compañías contratistas sospechosas de fraude con los
materiales de construcción utilizados. Como siempre, no llevó a resultado alguno... ¡Contratistas
de Obras Públicas del Perú!: ¿Hasta cuándo abusareis de nuestra paciencia?

105
de las dos amplias graderías del edificio. Las cuales, por ambos lados de la
larga fachada y por dos grandes puertas, le daban salida hacia los jardines
exteriores. Ocurrió que al llegar al mismo borde superior de la primera escalera,
ésta se hundió ante sus pies; dejando un gran forado, imposible de pasar...
Sin embargo, por otra parte y felizmente --con la reserva correspondiente
al término, en tales circunstancias-- casi todos los alumnos del pelotón formado,
con anterioridad al nuestro, por la mayoría de los alumnos del segundo piso que
lo evacuaron más presurosos, ya habían pasado el último umbral, hacia el
exterior... Menos dos jóvenes más retrasados, a quienes les cayó, al casi
superarlo y por sus espaldas, el pesado balcón de cemento que se desprendió
del sobre dintel, del ala derecha del Internado. Esos dos muchachos fueron
dados por muertos, en los periódicos del día siguiente. Pero pudo aclararse,
después, que se trató de uno sólo... ¡Lo vi al rato de caer! Aplastado por los
bloques de concreto... ¡Tenía las piernas y muslos doblados y quebrados,
descoyuntados hacia la nuca! La impresión –horrible-- no se me borraría jamás.
En cuanto a nosotros, los del siguiente grupo, los retrasados del segundo
piso y prácticamente todos los del tercero, al vernos sin salida, quedamos
momentáneamente anonadados. Pero uno, el más vivaz de los muchachos del
tropel, gritó:
-- ¡A la otra escalera!
Así lo hicimos, en turbamulta y como se comprenderá fácilmente, a la
velocidad del rayo... Porque cuando se trata de salvar el pellejo, todo correr es
poco... El temblor... ¡terremoto declarado ya! continuaba. Parecía interminable,
de una potencia aterradora...
Llegamos a la segunda escalera, la cual... ¡seguía ahí!... ¡Bendito sea
Dios! Bajamos corriendo. Pero ya tambaleantes todos. Buscando por momentos
apoyo en las paredes, zarandeadas y descascarándose; cuyos ladrillos, sueltos,
salían disparados lateralmente contra nosotros, muy golpeados ya, sin poder
casi tenernos en pie, ni bajar seguros las gradas; recibiendo, por añadidura, una
lluvia de pedazos de estuco y de molduras, desprendidos de los techos y
paredes. En medio de una nube de polvo, la cual nos venía dejando más
'talqueados' –ironía macabra si se quiere-- que participantes en “yunzas” de
carnavales en los pueblos de nuestras serranías.
En lo a mí tocante, al llegar a la puerta y pretender saltar las últimas
gradas --¡eran las tres o cuatro finales!--, caí de bruces. Y, al voltear un poco la
cara hacia atrás y arriba, vi a la torre de ese sector... ¡amenazadora,
bamboleante, soltando, cual gruesa y peligrosa lluvia, sus numerosas y rojizas
tejas! Pareciendo venirse abajo, exactamente... ¡sobre mí! Pero pude divisar, a
la superficie del jardín, moverse, ondulante, como si fuese una alfombra cuando
se la sacude.
Fue entonces cuando tuvo lugar una sorprendente experiencia de notable
significado: Sentí, por unos segundos, la sensación de estar llegando a una
muerte segura, inevitable. Que yo iba a morir. Que tenía que morir. En ese

106
mismo instante... Pero, lejos de aumentar, mi terror terminó por completo. Una
increíble Resignación, se apoderó de mi espíritu. Me encogí cuanto pude y
esperé lo que debiera venir...
No obstante, pasaron algunas fracciones de segundo. La torre no caía
aún... Y el instinto de conservación, rápidamente, volvió a llamarme. Miré de
nuevo hacia adelante. Vi el campo abierto. Casi salté y corrí ‘en cuatro patas’,
avanzando varios metros. Mientras, por detrás, caían, estruendosamente, el
balcón y la torre, con sus tejas restantes...
¡Me había salvado!... El Terremoto terminó. Pero hube aprendido lo
también confirmado, años más tarde, por la lectura de las obras del sabio
Cicerón. Las cuales tantas veces cito, incansable, pero con suficiente
justificación, según creo. Podría resumirse el principio en la forma siguiente:
"Cuando llega el momento de la muerte o uno lo percibe así, se
presenta, en el ánimo, una suerte de Resignación o Conformidad.
Cualquier terror ante su presencia desaparece."
Resulta así una suerte de confirmatorio complemento de la convicción
ciceroniana de que: "No existe motivo racional suficiente para temer a la
muerte, tanto por lo menos, como es común en el vulgo."
Porque uno de los más grandes temores humanos, en verdad infundado
ciertamente, como estamos viéndolo, es pensar que se ha de mirar, aterrado, la
llegada de la Muerte, ("verle la cara a la Parca”), enfrentar al Momento Supremo,
con plena consciencia de ello, añadida al rechazo común y comprensible del
suceso... De tal modo, el trance se supone terrible, desesperante...
Mi convicción, experimentada, no tanto teórica, se consolidó, como lo
detallaré en próximos párrafos, en la circunstancia posterior de un accidente,
durante un viaje al Satipo, episodio distinto en la forma, pero de significación
similar al de La Molina. Ratificando, de modo irrefutable, el principio enunciado...
Más, si agrego los testimonios ya expuestos, de los fallecimientos de mis
padres. En dichos trances: el de mi madre, súbito, apoplético; el de mi padre,
más lento, por neumonía; ambos perdieron la consciencia antes de la
terminación de sus vidas. Resalta la veracidad de la afirmación ciceroniana: “El
umbral de la muerte no es tan horrible, ni siquiera tan percibible, como se
lo supone”.
-----
Terminado el remezón del terremoto, reclinado sobre la grama de los
jardines de la Escuela, comencé a contemplar la magnitud de los estragos
producidos por el sismo:
Los hasta entonces bellos edificios, en su mayor parte, se habían
derrumbado, completa o parcialmente. Todos presentaban serios daños y
averías. Como dijimos antes, hubo un alumno muerto y otro gravemente
lesionado. Numerosos estaban heridos o por lo menos golpeados, con fuertes

107
raspaduras, ‘empolvados’ por entero y presentando rotas, desgarradas, sus
vestimentas.
Varias casas de los profesores se habían venido abajo, en particular la del
Rector o Director de la Escuela; a cuya esposa, quien se hallaba encinta y había
estado en esos momentos dedicada a labores de su hogar, se la encontró casi
sepultada entre los escombros. Ajustadamente se la extrajo de los cascotes y
palos rotos que la cubrían; recibiendo primeros auxilios y sedantes. El
Laboratorio de Química se incendió a causa de la rotura de los conductos de gas
de sus mecheros.
Los alumnos, empleados y profesores, corrían de un lado para otro,
prestando auxilios. El personal de los servicios de comedor y cocina, tuvo
todavía empaque suficiente para salvar el almuerzo, las ollas y gran parte de la
vajilla; con todo lo cual lograron servir, de alguna manera, el menú
correspondiente a ese día. Lo hicieron a la intemperie, en mesas y asientos
improvisados; en favor de un buen número de personas que consideraron
conveniente almorzar primero, antes de irse a sus casas en Lima.
Episodio aleccionador lo constituyó el protagonizado por un alumno que
había mostrado, desde su ingreso a la Escuela, una constitución emocional de
acentuado tono místico; dando lugar, incluso, a la burla de los muchachos más
escépticos, descreídos, o cínicos: Concluido el movimiento terráqueo, todos los
alumnos evacuaron el edificio del internado, que había quedado en
resquebrajado cascarón. Abandonado, amenazando derrumbarse en cualquier
momento como un castillo de naipes. Con mayor razón, si tuviera lugar alguna
réplica del temblor.
Todos necesitaban sus cosas para poder regresar a Lima. Pero nadie se
atrevía a ingresar al entonces ya ruinoso recinto. Mucho menos a los pisos altos,
ni a permanecer algún tiempo en su interior... Este muchacho fue el único que se
decidió. Y durante más de dos horas iba lanzando por las ventanas las
pertenencias de los estudiantes, quienes, uno a uno, le rogaban buscarlas y
alcanzárselas. Él, imperturbable, con la más generosa solicitud, los iba
atendiendo. Lo hizo hasta con el último pedido... Decía no temer a la muerte;
pues en todo caso ella le abriría las puertas del Cielo y, mientras tanto, Dios lo
ayudaría.
Aparte de la racionalidad o no que inspirara a tales acciones, era
imposible negar el valor y la fuerza espiritual o emotiva demostrada por el actor
central del drama. Los admirables alcances de una convicción, de una fe. No
pudieron menos, todos, que estarse silenciosos. Por respeto, gratitud, y
admiración, al coraje y a la abnegada generosidad, de dicho joven. Cuyo nombre
no guardé en la memoria, aunque parezca increíble y no esté en ello ausente mi
vergüenza. No me explico hasta ahora las causas del olvido. Supongo --en
disculpa a medias-- que fue el anonadamiento, el trauma producido por la
catástrofe y el hecho de haber, este muchacho, abandonado la carrera al poco
tiempo de los sucesos que narro y desaparecido de nuestros escenarios, por
causas no llegadas a conocer por mí.

108
Pensando en la suerte corrida por mis familiares, en el primer medio de
transporte, prácticamente volé hacia nuestro domicilio paterno en Lima. Y si bien
allí las consecuencias no fueron tan graves como en La Molina, de todos modos
la casa de 6 de Agosto se rajó por varias partes, sufriendo daños relativamente
pequeños pero numerosos. Sumado al hecho, la ya muy difícil situación
económica familiar, al poco tiempo fue necesario vender el inmueble. Ello motivó
una nueva dispersión del clan. Pero se contuvo en gran medida por la
generosidad de nuestra hermana Ester y cuñado Federico Ruiz Huidobro; cuyo
hogar se manifestara, en nuestro destino, como nuevo y último reducto de la
unidad de la familia. Lo aportaron con particular afecto, estando ubicado en el
Centro de Lima, cerca de “La Colmena”, en la Calle Cañete, con el Nº 712,
según recuerdo...
En cuanto a la Escuela misma, por los efectos del terremoto, dados en la
destrucción inmobiliaria de su hermosa estructura básica original, la
organización, la regularidad, y el suave curso de nuestro transitar académico, se
trastornaron por un dilatado lapso.
Recuerdo que los estudios se suspendieron por más de un mes; mientras
los directivos de la Escuela disponían la rápida refacción de lo refaccionable y
conseguían salones supletorios en Lima. Así, las actividades académicas se
pudieron normalizar de un modo aceptable y reiniciamos nuestros estudios con
todo entusiasmo. La mayoría de las clases teóricas eran dictadas en los locales
de la capital y las prácticas de campo y de laboratorio, se realizaban en La
Molina. Adonde nos trasladábamos en varios ómnibus desde un paradero
ubicado en la Plaza Grau.
-----
Entre los meses de julio y agosto, visité a mi hermano Manuel --
”Manongo”--quien a la sazón trabajaba en la Hacienda Paramonga. Fue un
agradable y fraterno reencuentro, en el ambiente, concordante con nuestras
comunes aficiones agrarias, de una gran hacienda cañavelera costeña, que nos
traía, además, emocionantes recuerdos de nuestra cercana infancia.
Al viajar por tierra, de paso por el valle de Supe, pude observar los
estragos causados por el terremoto en “San Nicolás”. Sin embargo, la
destrucción, si bien en gran medida desconsoladora, no había sido total. En
verdad fue posteriormente que la bella hacienda supana se acabó de rematar;
con los sismos del ‘65, del ‘70, del ‘74, y otros menores; los cuales, unidos a la
Reforma Agraria velasquista, terminaron con el “Paraíso Infantil” de nuestros
más tiernos disfrutes y recuerdos.
-----
El Deporte.- Juega éste, una función vital, sobre todo en el desarrollo
adolescente y juvenil de la personalidad; lo que no disminuye el reconocimiento
de sus enormes beneficios en todas las edades del ser humano: “Mente Sana en
Cuerpo Sano”... ¡milenaria máxima de origen helénico! No puede haber salud
mental, vocaciones nobles, ideales generosos, al lado de la pereza física. Y es

109
comprendiendo este principio básico, que en La Molina se alentaba y facilitaba la
práctica de todos los deportes posibles.
En el año 1,940, se realizó una de las grandes Olimpiadas Universitarias.
Otra semejante se repetiría el ‘42. Fui en ellas entusiasta participante.
En la E.N.A.V. de la Molina, profesores, directivos, administrativos, y
sobre todo los alumnos, teníamos en muy alto aprecio, a legítimo orgullo, la
encomiable tradición de una cultivada camaradería y de constantes prácticas, de
frecuentes y brillantes competencias deportivas... La enseña ”Molinera” se
ofrecía plena de merecidos lauros y generadora de muy grandes satisfacciones.
Con todo ser, entre los centros de estudios de nivel Superior, de lejos, el
de menor población estudiantil, La Molina obtenía triunfos y premios que la
colocaban en los primeros lugares, en casi todos los deportes y pruebas
atléticas, de las justas universitarias en que participaba. Además, siempre
presentaba una alegre, ruidosa y uniformada barra. Que atronaba el espacio con
entusiastas, simpáticos y rítmicos clamores; con fervorosos, originales y
expresivos cantos. Todos los alumnos cumplían un compromiso de honor:
Participar. Por lo menos, en un deporte, equipo, prueba, competencia, barras, y
en toda actividad, en que se comprometía la Escuela...
Formé parte, con varios compañeros, del equipo de natación, en el cual
hicimos mucha camaradería. Competí en estilo libre (“crawl”), en las pruebas
individuales y de postas, de 100, 200 y 400 m.; así como en las postas de tres
estilos (libre, espaldas, y pecho o ‘mariposa’). Formamos un equipo que si bien
no podría calificarse de los superiores, era por lo menos regular; eso sí, muy
entusiasta, pundonoroso y hasta sacrificado. No dejamos de alcanzar 2º, 3º, y 4º
puestos, en las pruebas más difíciles.
Yo nadaba bien y me gustaba mucho hacerlo. Desde pequeño. Aprendí
en la bellísima piscina “La Esperanza” y en los mares de “San Nicolás” y de
Supe; como he narrado en mi anterior libro: “Yo Conocí el Paraíso”. Pero me
agradaba nadar por puro placer. No para pruebas de competencia o conquista
de tiempos y trofeos. En las que el afán por las mejores marcas y por los
triunfos, si bien confiere ciertos visos de heroicidad a las acciones, les quita su
epicúrea poesía.
Ingresar a las emulaciones natatorias de los campeonatos, llegaba a
constituir --por la extenuante fatiga y el ahogo que se experimentaba-- un
angustioso sacrificio. Y así, ‘a la hora de la verdad ‘, en el instante previo al
lanzamiento a la piscina, se llegaba a los linderos de un paralizante temor...
Pero, por ‘Nuestra Querida Escuela’, teníamos que vencerlo.
Entrenamientos de madrugada, rigurosos y agotantes; sin tomar en
cuenta fríos ni calores45; sesiones de gimnasia extenuadora; comida especial,

45
Para tener una idea de lo agotadores que eran los entrenamientos natatorios, señalaremos por
ejemplo, que para la prueba de 100 m. libre, todos los días debía culminarse con ensayos,
tomando tiempo, sobre esa misma distancia, varias veces. Después de haber hecho numerosos
‘piques’ (a gran velocidad) de 50 m. c/u; y varios recorridos ‘suaves’ --es un decir-- o de

110
con prioridad de la nutrición sobre los placeres gastronómicos. ‘Mucho chuño’,
se decía, por el gran requerimiento de calorías; en un deporte que había de
vérselas en simultáneo con el esfuerzo físico y las bajas temperaturas del agua
sin temperar y en pleno invierno. La voz de orden: ¡Fuera vicios, malas noches y
toda suerte de deleites artificiosos y debilitantes! Por otro lado, y sin dudas:
provechoso el régimen, para los adolescentes y para los muy jóvenes,
desbordantes de energías físicas.
Las pruebas mismas significaban un esfuerzo supremo. En medio de la
gritería, la inmisericorde exigencia, el insaciable reclamo, de nuestras delirantes
barras, en las carreras de mayor aliento uno se sentía ahogar... ¡desfallecer!
Había casos en los cuales se tenía que sacar de la piscina, extenuado, de los
sobacos y semiahogado, al exvoluntarioso nadador... siendo preciso revivirlo en
el camarín, dándole aire, enérgicos masajes, y otros auxilios. Pero, no se podía
negar, el trance... ¡era fabuloso!
Esas prácticas deportivas --incluyendo sus esfuerzos supremos--
enseñaban algunas lecciones interesantes. Una sobre todo: Cuando el
adolescente se entrega con entusiasmo al deporte, se aleja de los vicios, con
propia y grande convicción ¡Enorme el beneficio! Pues la intensa actividad física
mitiga, posterga, casi como que distrae en el adolescente y en el joven, al ansia
de satisfacer o desfogar sus púberes y desbordantes impulsos sensuales. Los
que, de otro modo, lo harían caer en grandes problemas, o lo atormentarían
hasta lo indecible. Así podríamos reiterar:
El Deporte intensamente practicado, sin exageraciones; no a extremos de
dedicación exclusiva ni excluyente, de histerias colectivas o seudo fanatismos; ni
por negocio o sed de dinero; así adoptado, en su justo término, el esfuerzo
físico, está entre los mejores medios de mantener a los adolescentes y jóvenes
fuera de las garras de los vicios. De apoyarlos y ayudarlos a pasar, acortar, la
difícil etapa comprendida entre la aparición de su desbordante instinto sexual --
en la pubertad-- y la normalización de su vida --en la madurez juvenil--, por el
matrimonio temprano y bien realizado, sin duda lo más conveniente y
recomendable en condiciones de vida normales.
-----
La Instrucción Militar.- Este aspecto cumplía un importante papel en la
formación educativa adolescente y juvenil en el Perú, pese a las indudables
fallas de que adolecía el sistema. Ha sido un gravísimo error, la supresión, hace
poco, de éste que, perfeccionado, debiera constituir un invalorable recurso
formativo y pedagógico nacional, por muchas razones y a las cuales habrá
ocasión de volver a referirnos más adelante.
Nosotros recibíamos, normalmente todos los años, desde los colegios, lo
que se llamaba la Instrucción Pre-Militar. Ya en la Escuela, a quienes lo
quisimos así, por inclinación vocacional hacia la Ganadería o Zootecnia y a la

'aflojamientos', de 200, 400 y 800 m. c/u.... En total, se sumaban unos 2,500 a 3,500 m. diarios,
a nadar casi sin descanso.

111
Medicina Veterinaria,46 nos dieron una preparación especial en Veterinaria Militar
(que ponía énfasis en los equinos: caballos y mulares). Esta enseñanza debía
culminar en un Despacho de Alférez de Caballería de Reserva, en la
Especialidad de Veterinaria. El resto de nuestros compañeros recibía una
instrucción militar general de Caballería, terminando con el mismo grado de la
Reserva, pero sin especialidad.
En los años 1,940 y 41, se realizaron dos grandes maniobras militares en
el Perú. Con la participación de los universitarios de Lima, organizados en un
gran batallón especial. Participé en la primera que se efectuó en la zona
comprendida entre Chorrillos y Pucusana, por el tiempo aproximado de un mes.
Nuestra instrucción, Pre y Militar, anterior a las maniobras, facilitó mucho
el desarrollo de éstas. La base de las operaciones fue la Escuela Militar de
Chorrillos, donde se nos dio los uniformes y el armamento del caso; nos
habituamos a la vida de cuartel y campamentos militares (vivacs o vivaques). En
todo, nos situaron como soldados regulares del Ejército, al mando de oficiales de
carrera de diversos grados. Fue en verdad una experiencia interesante,
aleccionadora, por muchos conceptos.
En Chorrillos comenzamos, precisamente, con el famoso rancho de
tropa... ¡Imponentes e invariables frejoladas diarias!... Hechas para férreos
estómagos de espartanos de nuevo y recio cuño Estaban constituidas --¡todos
los días!-- por una porción de frejoles negros sancochados y seudo guisados, a
una consistencia tal, que al recibirla en nuestros platos --de aluminio-- a un
golpe de cucharón de uno de los rudos soldados rancheros, el conjunto
mazacotudo quedaba vibrando como si se tratara de la recepción, violenta, de
un bodoque de ligoso material arcilloso para adobes.
El dicho estropicio culinario se acompañaba con otra porción de arroz,
mazacotudo también. El mentado cereal --blanco debiera ser-- se presentaba
rojizo, por los numerosos pedacitos de cáscaras del mismo color, mantenidas en
razón de un deficiente "pilado" (pelado). Siendo de lo más barato encontrable en
plaza. Pero ¡oh ironías del lenguaje!... se llamaba "carolino"...
El mejunje en cuestión, se mejoraba algo (?), con un gran pedazo de
carne, en verdad muy buena y una suerte de jugo del guiso caldudo de ella, de
olor muy fuerte y color poco atractivos. Se remojaba así al conjunto, de arroz,
frejoles y carne.
Cierta vez, uno de los muchachos, no sin razón, hizo determinados ascos
al malhadado zumo y en son de protesta reclamó:
-- ¡A mí no el jugo! ¿Para qué sirve eso? ...

46
En aquellos tiempos no había aún en el Perú, propiamente, una Escuela especializada de
formación veterinaria. Los veterinarios que ejercían en el país eran formados en el extranjero.
Pero a los ingenieros agrónomos, en la E.N.A.V., nos daban como adicional enseñanza, la
Veterinaria civil. Así, la ejercimos hasta que la primera Facultad peruana de Veterinaria (la de
San Marcos), comenzó --y luego las de otras universidades-- a formar Médicos Veterinarios en el
Perú.

112
-- Para que pasen los frejoles, pues co... -- Replicó, con grosería, el
chusco y sucio cabo ranchero...
Pero antes de los rústicos arroces, mazacotudos farináceos y olisqueados
cárnicos, venía algo que llamaban ‘sopa’ y cuyas características organolépticas
mejor no describo, en la posibilidad de estar, el respetado lector, en antesala de
alguna merienda hogareña. No era, por supuesto, ni de lejos, por buena, propia
de domingos de gloria; tampoco, por mala, dadas las circunstancias, cosa del
averno, el tal potaje tropero. Mas es del caso, que la mayoría de los estudiantiles
reclutas pasaban.47
Para concluir sobre el ‘menú’ de marras, señalaremos: lo referido al
balance de nutrientes protectores, proteínas, vitaminas, minerales y otros
etcéteras, no constituía mayor preocupación del Comando Logístico de las
Fuerzas Armadas de antaño...
Como es claramente comprensible, los delicados estómagos de los
jóvenes estudiantes de Educación Superior de Lima, no estaban hechos para
una prueba de resistencia y de potencial digestivo de tan enorme caballaje. Por
lo cual, a poco, se desataron en el destacamento incontenibles y multitudinarias
diarreas. Una cola inmensa, atiborraba la carpa del botiquín médico del vivac de
Chorrillos...
Como pudimos, nos embarcamos, los nuevos soldados, en un trencito,
que a la sazón todavía funcionaba de Chorrillos a Lurín y que, hoy, parecería
muy chistoso. Un corto trecho solamente, pues luego emprenderíamos unas
agotadoras marchas hasta Pucusana, por varias quebradas laterales del camino.
Al comienzo divididos en dos columnas a ambos lados de la Carretera
Panamericana Sur; en aquellos tiempos muy angosta, de dos carriles en una
sola vía. Al final las marchas eran por pampas arenosas, dunas y cerros; a
campo traviesa y durmiendo en improvisados campamentos.
Los afectados por diarreas más prolongadas, corrían a ratos un trecho
hacia los costados de la vía, para cumplir con sus implacables emergencias, sin
guardar mayor decoro, por cierto imposible en circunstancias tales. Y,
sádicamente, eran objeto de las burlas y risas de quienes, ya sanos, seguían
marchando alegre y normalmente formados en sus correspondientes columnas.
Acabada cada imperiosa atención del maltrecho y exigente aparato
digestivo, los afectados, arreglándose las vestimentas como mejor podían,
trataban de alcanzar a la carrera sus sitios anteriores. Logrado lo cual, la marcha
proseguía el curso previsto.

47
Esto del sabor de las ‘comidas de tropa’, hace recordar la muy contada anécdota de un
general espartano, quien había invitado a cierto colega ateniense a presenciar maniobras de su
ejército. Mostrado el ‘rancho’ de la tropa, incitado a probarlo, al primer bocado, el ateniense
exclamó:
--¡Puaj! ¡Qué asco! ¿Cómo pueden comer esto?
-- Perdone, pero me faltó mostrarle el ‘aderezo’... - Lo condujo hacia una colina para ver llegar a
los batallones y el espartano concluyó diciendo: Vienen de una marcha de más de 200 estadios
--aproximadamente 30 km.-- ¡El mejor aliño para la comida de un soldado!

113
Terminó, al fin, regularizado el funcionamiento intestinal de la totalidad del
contingente; salvo uno que otro ultra desdichado, precisado hasta de
hospitalización. No más se presentaron colíticas angustias... Y, ni de casualidad
siquiera, alguien perdió el apetito.
Lo curioso del caso es que terminadas las maniobras y regresando a
nuestros hogares: ¡Ya no nos llenaban las lechuguillas y calditos caseros!...
¡Extrañábamos los frejoles del Ejército!... Los dichos materiales farináceos,
realmente repletaban, pesaban, como si fueran de plomo, en nuestros ávidos
estómagos, siempre bulímicos, además de ya mucho más fuertes y curtidos.
Durante las operaciones de las maniobras, las órdenes generales se
daban por vibrantes toques característicos de corneta; a todos los cuales la
tradición había colocado letras risueñas, a veces en cierta medida
graciosamente lisas y siempre referidas a su finalidad. Así, por ejemplo:
Se llamaba a "rancho", con un alegre toque al que correspondía la letra
siguiente:
¡Traigan su plato, traigan su pan!
¡Vaya a la paila pa’ ver que dan!
Y el de ‘diana’ (para levantarse):
¡Levántate Raymundo!
Que las seis ya son
Y ya viene el Comandante
De la División
Venga o no Venga
O deje de venir
¡Váyanse a la porra! (o m.....)
Y ¡déjenme dormir!
Otra situación que ahora nos parecería muy curiosa, era la del uniforme
del soldado de infantería, figuraban unas prendas llamadas "bandas": una suerte
de vendajes de contención para las piernas, a enrollarse desde los botines o
tobillos, hasta las rodillas, a modo o en sustitución de las "polainas" o de las
botas largas de montar. En verdad, ayudaban mucho, reforzando la circulación
venosa de las pantorrillas y por lo tanto a la resistencia de las piernas del
soldado, en las prolongadas marchas y estaciones, de pie, obligado a cumplir
con mucha frecuencia en aquellos tiempos ¡Lejanos por entonces los cómodos
transportes militares motorizados de hoy!
Las tales "bandas" requerían para su colocación una destreza especial;
adquirible por entrenamiento y que, de no alcanzarse, se soltaban en forma por
demás ridiculizante; volviéndose totalmente inútiles y hasta de gran estorbo.
Aparte de que, muchas veces, se precisaba una gran rapidez en su colocación,
como en las alarmas, por los más variados motivos... ¡Imaginarse un ataque
aéreo, con la tropa a medio vestir!
En cuanto al armamento que recibíamos, consistía en un tremendo y
pesado fusil “Mauser” ¡Modelo 1,909! ...¡Anterior a la 1a.Guerra Mundial!... De

114
cerrojo y cacerina, con su correa para llevarlo "a la bandolera"... Disparaba sus
tiros ¡de a uno por uno! Con un movimiento previo del tal cerrojo. Se completaba
con una inmensa bayoneta, la cual, "calada" en el arma de fuego, llegaban,
juntas, a ser más altas que muchos de los soldaditos del Perú. Además, se
portaba cartucheras, con unas cuantas balas de guerra y numerosos cartuchos,
de fogueo unos, y con 'balas' de madera para maniobras, otros.
En los numerosos ratos disponibles, se nos enseñaba a desarmar y armar
de nuevo el fusil, a limpiarlo, cargarlo y descargarlo, para hacernos familiarizar
con dicho implemento bélico. También hacíamos ‘tiro al blanco’,
instruyéndosenos, sobre todo, en sujetar el arma fuertemente en el hombro y al
lado de la cara, ya que el artefacto de marras sabía dar unos tremendos
sacudones o "zapateos" y la mala sujeción podría motivar dolorosos y hasta muy
dañinos golpes en la que fuere descuidada faz.
En las mañanas pasábamos revista con bayoneta calada... Cierto día, un
muchacho, bastante papanatas, se presentó sin el tal aditamento. Al parecer,
algún mataperro, por hacerle una broma pesada, se la sustrajo en la noche y la
había escondido...
-- ¿Que le pasa imbécil? ¡Presentarse sin bayoneta! ¡No faltaba más! --
Vociferó el bronco sargento (un ‘maldito’).
-- Se ha perdido o me la han robado.-- Contestó, trémulo, el tonto.
-- Bueno, yo no sé, pero mañana se presenta usted con bayoneta o verá
lo que le pasa.
-- Pero ¿Cómo hago?
-- No sé, usted verá lo que hace. ¡Róbese otra so co....! -- Finalizó, con
tales groseros alaridos, el burdo mandón de tropa... Vaya burguesa moral (?) la
del tal criollo “Rambo”, maquiavélico éste, entre los mayores, y modelo militar
norteamericano: "Todo vale por el triunfo" y "El fin justifica los medios"…
Esa noche hubo frenéticos movimientos en nuestros dormideros --que no
dormitorios--. Pues, aparte del primer perdedor, quien trataba de conseguir una
bayoneta sustituta, otros 'robaban por si acaso'; para tener una de reserva, si
perdían la propia. Después de un gran laberinto nocturno --nadie durmió bien--,
en la revista de la mañana... ¡más de media docena de muchachos no tenían
bayoneta! El sargento casi se vuelve loco. Llamó, primero al teniente, éste al
capitán, y el susodicho al comandante. Total, hubo de hacerse una requisa
general, a fin de recuperar las bayonetas y volver las cosas a la situación
normal.
Así, cuando llegamos a Lurín, acampamos en sus terrenos baldíos
aledaños y nos dieron día ‘franco’. Varios grupos de troperos estudiantes
entramos al pueblo, a curiosear y en busca de diversiones ligeras; también de
algo agradable y delicado para ingerir, en plan de neutralizar los brutales efectos
de las rancheriles frejoladas. Desde luego, veíamos con halago la posibilidad de
beber algunas refrescantes gaseosas; más de uno pensaba en heladas
cervecitas y no faltaban quienes hasta en tragos de mayor efecto raspante en el

115
gargüero y turbador del cerebelo... Ingresamos pues al poblado, muy alegres y
bullangueros.
En ésas, alguien localizó una "chinganita", atendida por una sencilla y
muy amable señora poblana, quien ofreció a los muchachos venderles ‘kolitas’,
algunas cervezas y hasta un "cebichito", que estaba a punto de salir de la
cocina, según manifestó. Los muchachos estaban animados e impacientes;
aguardando la salida de la peruanísima delicia culinaria, que efectivamente
apareció al punto, provocativa, en un grande y hondo lavatorio de fierro
enlozado; que hacía asomar, encima del blanco pescado, curtido al limón,
trozadito y ubicado abajo, algunas cebollitas cortadas en pluma, en mixtura con
aromáticos ajíes, limo y chinchano, en trocitos y tiritas...
La impaciencia de la juvenil concurrencia llegó al extremo. Pero la señora
dijo:
-- ¡Esperen jóvenes un momentito! Corro a traer unos cubiertos y platitos.
-- Ingresando con rapidez a la trastienda y cocina.
Los muchachos no podían más con sus secreciones salivares y gástricas.
Uno de ellos metió la mano al lavatorio, sacó un pedacito de pescado con sus
cebollitas anexas y en un santiamén lo engulló, cual can hambriento. Lo siguió
otro, ya con dos o tres pedazos y más cebollas. A rapidísima continuación, otro,
otro, y muchos otros más. De tal modo, que en pocos segundos no quedó
siquiera un humilde resto ni de la saborizante liliácea que da nombre al criollo
plato. Y mientras la señora salía de la cocina, otros muchachos tomaban por su
sola cuenta las botellas de gaseosas y cerveza. Al regresar y contemplar el
estropicio, la humilde y hasta el momento cordial fémina, comenzó, aterrada, a
dar grandes voces:
-- ¡Esto es un robo!... ¡Socorro!... ¡Socorro!... ¡Boten a estos salvajes
ladrones!
Pero nadie hacía caso y la tienda fue terminada de saquear, por los
rapaces soldados Lo mismo hicieron luego, cual vándalos, con otras tiendas
vecinas. Y después, con las de casi toda la población. Pensar que se trataba de
un pueblo del Perú mismo, asaltado por soldados peruanos; no en guerra
internacional y de verdad, sino en maniobras nacionales internas. ¡Por jóvenes
con Educación Superior! ¿Qué habría podido suceder en una guerra contra
ignaras y enconadas tropas enemigas?
¡Cuán terribles deben ser las guerras, por Dios Santo! ¡Qué atroces las
ciegas reacciones colectivas, sin control, de las muchedumbres armadas!
Debo declarar, en pura verdad, que nadie del batallón lanzó la menor
recriminación contra los autores principales del multitudinario y tan horrible
desaguisado. Peor aún, pocos --ninguno creo-- fueron los que no se sumaron al
reprobable asalto. He de confesar --lleno de vergüenza por cierto--, que yo
mismo, no dejé de agarrar una que otra cebollita, si es que no fueron
acompañadas también de algunos trocitos del encurtido marisco.

116
A poco del suceso, algunos comenzamos a sentir una creciente y
bochornosa turbación. No comprendíamos qué nos había pasado...
Años después, tuve ocasión de leer las explicativas y formidables obras
del gran pensador francés, de fines del siglo XIX y comienzos del XX: Gustavo
Le Bon. Su especialidad era la Sicología de las Masas, de las Muchedumbres, o
de las Multitudes; y de los Pueblos, parecida, pero algo diferente, como
habremos de verlo. Aunque la acción de las fuerzas obscuras que dominan al
mundo y la superficialidad, con la mediocridad, hoy reinantes, han sepultado,
casi en un total olvido --y no es el único caso, en agravio de muchos grandes-- a
una verdadera genialidad del pensamiento universal.
Le Bon explicaba muy bien sucesos como el descrito, demostrativos del
efecto, sobre los seres humanos, de la Sicología de las Masas, la cual es muy
específica y característica de éstas. Con capacidad de absorber, subyugar y
unificar en su seno, a las personales. Los individuos se transforman, de tal
modo, que después de producidos los acontecimientos, ellos mismos se
asombran de lo sucedido y de lo que han hecho. Rendidos al contagio y al
empuje anímico colectivo de las muchedumbres.
En el episodio del ‘asalto’ al pueblo de Lurín, además de nuestras
personales vergonzosas conductas, evidentemente, fuimos presas de una clara
manifestación de Sicología de Masas.
Pero no fue éste, en nuestro periplo, el único caso de fenómeno
sicológico del género narrado. Bajo diferente forma, experimentamos otro:
Estando ya, después de Lurín, en cierto extenso arenal, en disposición de
‘simulacro de combate’, con otra unidad, pero de tropas regulares, ocupamos
posiciones, tomamos formación de ataque y realizamos progresión hacia ese
'enemigo’, imaginario, designado por el Alto Mando. Y sucedió que al correr, en
medio de gran número de ‘combatientes’, tendernos repetida y alternadamente
en el suelo, disparando y gritando, mucho y fuerte, se exaltó nuestra imaginación
y excitó nuestro ‘viril fervor combativo’. Tanto, cuanto que, al decir de los
oficiales dirigentes, la simulación estaba resultando excelente.
Sin embargo, cuando nuestros jefes consideraron suficiente lo simulado,
ordenaron toque de "alto al fuego" y detención del ‘combate’. Mas, siendo tal
nuestro despertado ardor combativo, entusiasmo y sugestión marcial colectiva:
¡no quisimos detenernos! Y, a ‘bayoneta calada’, nos lanzamos al ataque final.
El que, de culminar, ofrecía perspectivas de una atroz carnicería. ¡De un ataque
verdadero contra otros soldados peruanos! Sentíamos realmente ‘ganas de
pelear a muerte’, de ‘morir matando’, si preciso fuera... ¡Increíble pero cierto!
Nuestros oficiales tuvieron que hacer, en medio de gran desesperación y
alarma, inauditos esfuerzos para impedir un sangriento epílogo, en tan ficticia
como descomunal batalla; cuya consecuente matanza, por cierto, estaba fuera
de toda posible intencionalidad.
Era éste otro caso de “Sicología de Masas”. Como sucede o puede
suceder en todos los ejércitos del mundo, en sus bélicas acciones, reales o

117
simuladas... Se explican en parte, así, las verdaderas masacres ocurridas, con
tanta frecuencia, en tantas guerras.
Culminadas que fueron las maniobras, ellas se cerraron con un gran
desfile en las calles centrales de Lima, en el cual nos presentamos plenos de
intenso sentimiento patriótico y de marcial orgullo. Al son de vibrantes marchas
militares. Significó para nosotros, tal ocasión, un singular gozo emotivo.
-----
Son por cierto inocultables las múltiples deficiencias padecidas --al igual
que casi todas las instituciones nacionales--, por nuestras Fuerzas Armadas, en
los órdenes doctrinario, humano, y organizativo. Ello resulta naturalmente
doloroso, en tanto y en cuanto son también lamentables las condiciones
generales del país. Sin embargo, la Institucionalidad Militar como tal, aparte de
sus funciones legales de Garante de la Soberanía de la Nación y del Estado, y
del Orden Interno de la República, significa otras múltiples potencialidades de
Bien Público. Factor --debiera serlo-- de superación ciudadana, coadyuvante con
la acción de otras importantes instituciones, sobre todo, de la Educación; en la
Formación Integral de la Personalidad, para la Adolescencia y la Juventud.
En la milicia, el adolescente y el joven se educan y se curten; se forjan
recios y masculinos. Asimilan, entre otros, los principios de marcialidad, honor,
orden, obediencia, disciplina, autoridad, don de mando, y apropiada concepción
de las jerarquías. Han de practicar el culto y la devoción a elevados valores
religiosos --que en la verdadera milicia no se olvidan, sino todo lo contrario--; a
los morales; y los patrióticos o nacionalistas. Tan necesarios, especialmente en
estos tiempos de predominio, asfixiante, de un liberalismo escéptico, amoral,
individualista y masificador –dos, estos últimos, calificativos que en realidad no
resultan, para el caso, sino aparentemente antagónicos--, además de
internacionalista, apátrida, superficializante, afeminador, y falsamente pacifista;
con otros muchos etcéteras.
Se ha de procurar, ciertamente, no caer en patrioterismos reprensibles, de
mal gusto y de peores efectos. Mucho menos en burocratizaciones que
adormecen y castran al verdadero espíritu marcial. Nocivo también resulta
adoptar lo que hemos llamado la ‘moral de Rambo’: ”La búsqueda de la victoria
lo justifica todo”. Que, servilmente, algunos oficiales peruanos de las nuevas
olas, adoptan de sus instructores norteamericanos.
Por lo expuesto, resulta irrenunciable, dentro de una clara conciencia
nacional, el aprecio por lo auténticamente militar o castrense. Significa mucho,
en especial para la formación de una sociedad espiritualmente sana, viril, fuerte,
y positiva.
En el Perú no apreciamos debida y suficientemente estos principios y
valores. Hasta se ha llegado a suprimir, en los programas escolares, la
Instrucción Pre-Militar. Lo cual constituye un gravísimo error, que es necesario
subsanar lo más pronto posible. También se ha eliminado el Servicio Militar
Obligatorio --si no se tratara de la manifestación de una abierta mala fe--, sin

118
mayor análisis de sus provechosas proyecciones y de la diversidad de
modalidades de aplicación viables.
Un cabal entendimiento de la función militar en el desarrollo espiritual y
material del Perú, es vital. Y en ello debe dejarse de lado serviles actitudes de
imitación incondicional de lo extranjero, en particular de lo anglosajón.
Deplorable resulta tener en poca estima lo propio; el ser remedones y no
originales, en la conducta a seguir. No se debe perder de vista las diferencias
abismales de las realidades físicas y culturales existentes entre países diversos.
Los procesos y pesos históricos, geográficos, políticos, económicos, e
institucionales, que cuentan mucho en las características del desarrollo de los
pueblos, cuando, con toda evidencia, son muy disímiles.
-----
El Conocimiento del Perú.- Adquirirlo, en lo geográfico e histórico, constituye
un deber esencial de todo buen peruano; y el proceso ha de iniciarse, y durar,
todo lo posible, cuando menos en la Adolescencia y en la Juventud. Está entre
los mejores sustentos para el desarrollo de sus más nobles vocaciones e
ideales... Comprendiendo el principio, la E.N.A.V., lo estimulaba en nosotros, en
las más variadas formas; como habrá de narrarse, sin perjuicio de intercalar
algunas situaciones anecdóticas con ello relacionadas.
Finalizado el año 1,940, todos, parientes y amigos, profesores y
condiscípulos, estábamos ya restablecidos de la conmoción del sismo. Nuestra
casa familiar, 'de 6 de Agosto', se había vendido; mi padre y mi madrastra Julia
volvieron a lo de la cuñada y hermana: Teresa de Quirós. Y varios del resto de
los familiares fuimos a residir en la casa de mi cuñado Federico, en la calle
Cañete 712, en el Centro de Lima.
Al poco tiempo, mi hermano Manuel dejó su trabajo en Paramonga y
recaló también, conmigo, adonde los Ruiz Huidobro Cubas. Tomó por corto
tiempo un puesto de taxidermista en el Museo de Historia Natural “Javier Prado”,
ubicado en la Av. Arenales, por el medio camino de Lima a Miraflores.
Manongo y yo ocupamos un gran cuarto que nos asignó mi buena
hermana Ester. Consagramos, empero, como habitación dedicada a Morfeo o
dormitorio, sólo a una parte del ambiente. A Minerva, en cambio, como
escritorio, le concedimos la mayor extensión. El bendito cuarto, dada la actividad
laboral de mi hermano y la estudiantil mía, dejadas las camas en un muy
restringido espacio, estaba atiborrado de estantes, libros, mesas, y nutridos
herbarios y muestras zoológicas; con numerosos ejemplares, procedentes de
todo el país; en especial de artrópodos y entre ellos de insectos. Leíamos
mucho, conversábamos más, con gran entusiasmo; sobre asuntos de peso, de
interés cultural y nacional. Estudiábamos allí intensamente.
Por entonces teníamos ya dos sobrinitas muy lindas y graciosas. Se
llamaban, se llaman, pues son hoy 2 respetables abuelas: Elvirita, a la sazón de
unos 4 años y Estercita de 3. Ellas se volvían locas de curiosidad por entrar a
nuestro cuarto, adonde, al principio, no les permitíamos ingresar, por temor a

119
cualquier parvulino desaguisado contra tan sagrados contenidos del recinto.
Pero luego, recurriendo a pertinentes métodos sicológicos, les hicimos
comprender que ese era un lugar especial, sacrosanto. Lo llamábamos: “El
Templo de la Ciencia”. Al que había que entrar y mantenerse en él, muy
respetuosos y reverentes.
Les proporcionábamos libros con figuras de animales, algunas silletitas y
pequeñas mesas, para su entretenimiento. Se habituaron de singular y gracioso
modo. Con frecuencia pedían permiso a su mamá, para ir al “Templo de la
Ciencia”. Casi siempre provistas, cada una, de su respectiva baceniquita, para
cubrir pueriles e imperativas urgencias fisiológicas, sin necesidad de estar
entrando y saliendo. Sentaditas, a modo de tronos, en los dichos artefactos, y
mirando libros de figuritas... ¡eran un espectáculo!
Mientras tanto, también en la Escuela las cosas se iban normalizando.
Las clases, como las prácticas, se realizaban ya en La Molina. Sin embargo,
nunca más hubo, para los alumnos, alojamiento en internado. Teníamos que ir,
diariamente, desde nuestras casas, a pie, hasta la Plaza Grau, y de allí, en
ómnibus, a La Molina.
En el marco de tales situaciones, durante el transcurrir molinero, los
miembros de la promoción ‘43, nos hacíamos cada vez más fraternales amigos;
en especial me sucedió con Alberto Vega Ayllón. Para los inicios de 1,941, en el
verano anterior al año tercero de los estudios, organizamos entre los dos una
extraordinaria gira de prácticas vacacionales, con estadas temporales en los
intermedios del largo viaje por las regiones Central y Sur del Perú. El regreso lo
hicimos por mar, en un barco de la antigua Corporación Peruana de Vapores;
desde el puerto de Ilo al Callao. Dicho periplo nos permitió, además, adquirir un
cercano conocimiento de la geografía, de la historia, y de la realidad de gran
parte de la extensión territorial y de los pueblos de nuestra Patria.
Partimos de Lima desde la antigua Estación de Desamparados, en uno de
sus trenes de fumarantes locomotoras. De las veteranas, que trepaban
jadeantes sobre sinuosos y empinados rieles, en un trazo y construcción que
daba mérito a una asombrosa obra de ingeniería: un ferrocarril –por entonces el
más alto del mundo—que, dadas sus características, alcanzó merecido
renombre universal.
El destino era Huancayo, como primera etapa.
Habíamos acordado, con Alberto, pedir ayuda en toda la ruta, respecto al
alojamiento y de ser posible la alimentación --para tan digno y entusiasta par de
viajeros--, a nuestros futuros y respetados colegas, los ingenieros agrónomos
que laboraban en cada estratégico lugar del recorrido. Asimismo, nos
propusimos solicitar trabajos temporales, para poder solventar --con las
remuneraciones a recibir-- los otros gastos ineludibles. Aunque fuera
afanándonos como peones o capataces, en las diversas dependencias de la
Dirección General de Agricultura48 o en las haciendas particulares por ellos

48
En aquella época, todavía perteneciente al entonces Ministerio de Fomento y Obras Públicas.

120
conducidas. Confiábamos --con acierto, se demostraría-- en sus nobles y
generosos sentimientos de unidad y fraternidad profesional, felizmente a la
sazón reinantes. Según regla hasta entonces jamás violada por los ingenieros
agrónomos peruanos.
Llegados que fuimos a Huancayo, efectivamente las cosas sucedieron
como las habíamos planeado. El ingeniero jefe de la Zona de Agricultura, con la
mayor amabilidad, nos orientó hacia la cercana Estación Experimental de
Concepción; dedicada a los cultivos de trigo y otros cereales; los nativos y los
introducidos en el país; al de la papa; y teniendo, además, un pequeño establo
lechero. Un bellísimo lugar, del hermoso Valle del Mantaro.
Trabajamos, en la Estación Agrícola de Concepción, unos días; como
capataces y peones. Reuniendo algunos dinerillos para la continuación del viaje,
sin haber tenido mayores gastos propios en nuestro alojamiento y alimentación.
Finalizada la 1ª etapa, continuamos por carretera hacia Ayacucho; vía
entonces muy estrecha, sinuosa e insegura. Curioseamos, por corto tiempo, la
ciudad y seguimos hacia el pueblo siguiente: Huanta.
Huanta se ofrecía en esos tiempos --antes de tantas calamidades que ha
sufrido-- como un pintoresco y simpatiquísimo pueblo, de características muy
propias, dentro de las generales correspondientes a su esencia serrana y
ubicación en un templado --casi cálido-- valle bajo interandino. Su gente, muy
acogedora, cariñosa y sencilla. A nosotros nos impresionó de un modo
intensamente emotivo, imborrable.
¡Un bello botón de muestra de hondísima Peruanidad!
Los cerros que por lo alto rodean a Huanta, son semiáridos, cubiertos de
innumerables plantas de "tuna" (o "nopal": Opuntia spp.), cactácea que allí crece
en forma espontánea o silvestre, como en ningún otro lugar del Perú; y que
produce inmensas cantidades de deliciosos frutos comestibles, muy sanos y
agradables, sobre todo cuando hace calor y se tiene sed --llaman a Huanta:
“Tierra de tunas”-- y que se ofrecen de los más variados sabores y colores:
verdes de diversos tonos, anaranjados, morados, amarillos, rojos, etc. Y en las
mismas plantas de tunas, sobre sus ramas, que son planas o laminares,
llamadas ‘pencas’ o ‘palas’, parasitan unos insectos hemípteros, que se conocen
como “cochinillas”. La hembra es más grande que el macho y vive durante
mayor tiempo; alcanzando el tamaño como de un frejolito chino y cubren su
cuerpo de una secreción de cera muy blanca. Son chupadores de la savia de
las pencas y su líquido corporal interno (la linfa), tiene un intenso color rojo
(“carmín”), que se utiliza industrialmente, en escala mundial, como tinte
orgánico, natural y no tóxico; por lo cual, recogidas y secadas con cuidado, las
cochinillas, se venden en grandes cantidades en el país y hasta se exportan;
constituyendo una de las riquezas reales de las mayores potencialidades de esa
región; y, en menor grado, de varias otras semiáridas y templadas del Perú.
El valle mismo de Huanta, se ofrecía precioso. Dominaban los cultivos y
plantas propios de climas subtropicales semiáridos con irrigación: Caña de

121
azúcar, para la producción de aguardiente de caña o ‘chacta’ y ‘chancaca’, así
como algo de “huarapo” (jugo de caña fermentado, como bebida refrescante);
había plantaciones de vid y se producía buen vino y aguardiente de uva o
“pisco”; daban bien los paltos, naranjos, plátanos y frutos nativos deliciosos,
como pacaes, chirimoyas, lúcumas, nísperos, guayabas, etc. Una gran extensión
la ocupaba el cultivo de maíz, para choclo, mote, cancha y forraje,
principalmente; no faltaban los frejoles y ciertas hortalizas. En las partes algo
altas producían duraznos y manzanas, con algunos cultivos de papas, éstas más
abundantes en llegando a mayores alturas.
Como producciones forestales no frutícolas, eran comunes los árboles de
molle, sauces, álamos, cerezos o guindos, alisos en alturas mayores, y sobre
todo, en amplias zonas, muchos decorativos eucaliptus, que acababan de
hermosear los paisajes haciéndolos muy acogedores y confortables.
El pueblo mismo, era encantador, muy pintoresco. Con sus casitas de uno
o dos pisos, pintadas de blanco o de colores vivos y claros; con los típicos
techos serranos, de tejas rojas, de barro cocido. Había algunos edificios públicos
de cierta categoría, como la iglesia, la subprefectura, el municipio, el hotel
principal, etc.; y casas residenciales o mansiones, de hacendados y
comerciantes.
Sus calles no eran anchas, pero tampoco estrechas; la mayoría bastante
rectas. Estaban embaldosadas de piedras; unas con ‘lajas’ gruesas, otras con
cantos rodados (a un estilo como las del Huacho antiguo). Al centro de las calles
corría agua en pequeños cursos, por canales de piedra; que servían además de
desagües de las lluvias y de algunas descargas de los desechos líquidos de los
domicilios. En estos no había verdaderos servicios de agua ni desagüe.
La higiene de los ciudadanos, que exige siempre ciertas comodidades de
infraestructura, se realizaba, en quienes la realizaban --porque ella no era muy
popular, entusiasta, ni difundida, que digamos--, por el método de lavatorios de
fierro enlozado, para los requerimientos menores y de tinas o bateas de madera
en las operaciones mayores (baño corporal) --que ya eran muchos menos los
seres que las llevaban a cabo--; y... ¡“agua va”! por las ventanas, hacia las
calles. Con frecuencia, algunos --no pocos-- recurrían al río y a las acequias...
Sabido es cómo en tiempos antiguos y en los lugares fríos, sin instalaciones
adecuadas de cañerías y calentadores, la higiene no era difundida lo
suficiente.... ¡Ventajas son, sin duda, las que ofrece el progreso!
Las necesidades fisiológicas mayores --las menores en cualquier parte--
se cumplían detrás de las tapias o en recintos especiales, en cuyo interior se
disponía un cajón relativamente grande (con su hueco al medio), haciendo de
‘taza’ o “water”, sostenido sobre alguna acequia, por una especie de puentecillo
de maderos. De tal modo, los coprosomas evacuados, concluían navegando,
raudos y alegres, por las escorrentías citadinas, para afluir hacia campestres
acequias, o en curso final posible, hasta el río.
Y a propósito de servicios higiénicos, los mejores por entonces, los tenía
en Huanta, donde transcurría su plácida existencia, un pintoresco personaje: Se

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apellidaba Hernández; era Gobernador de la ciudad; función no rentada,
honoraria -- discutible realidad--, que significaba el cargo inmediatamente
subordinado al Subprefecto, el más alto funcionario de una Capital de Provincia,
cual era la simpática población en referencia. El dicho caballero, era un hombre
alto y delgado, enjuto; de tez morena clara, algo sonrosada y harto picada de
viruelas; de nariz levemente tosca y prominente; vestía de riguroso luto, por
viudez, al parecer reciente y de dama a la que --se notaba-- había profesado
intenso amor. Era lo que se llama un hombre de bien, un buen hombre. Como
tal, amable y servicial.
Es el caso que Hernández tenía dispuestos, en su amplia casa, dos
cuartitos especiales, que eran las dos mitades de lo que podría ser un baño
completo; o también, dos medio baños complementarios; uno que ofrecía un
‘water’ --de cajón--; y otro, la ‘ducha’. Ésta última, constituida por cierto ingenioso
juego, de un tarro grande de fierro; una lata de cinco galones, de las antiguas de
gasolina; unas poleas; y una soguilla o pita fuerte.
Había dispuesto, el baño en lluvia, sobre un piso-puente, encima de la
acequia, hecho con tablas dejando rendijas, de modo a permitir el escurrimiento
del líquido elemento de descarte. En la parte superior, estaba sostenida la lata,
de las antiguas de gasolina, perforada en su fondo, con múltiples agujeros,
hechos a clavo y martillo. Sobre la lata, un poco más arriba y al lado, estaba el
tarro de fierro, que podía ser volteado al girar por el eje al que estaba soldado
por su parte superior; así, cuando se jalaba el cordel, fijo en un punto del borde
inferior del dicho recipiente, accionando un sencillo juego de poleas que el
‘bañista’ podía operar a voluntad, el agua caía, refrescante y en ‘ducha’, a través
de la lata agujereada, sobre el gozoso cuerpo ávido de higiene que la utilizaba.
El Gobernador de Huanta, nos prestaba, siempre cordial, sus servicios
higiénicos, únicos en la ciudad, en cuanto a modernidad se refiere. Mas ocurría
que la personalidad de Hernández tenía dos características adicionales:
1. -Era entusiasta simpatizante de los alemanes, en la II Guerra
Mundial --sentimiento nada raro en aquellos tiempos-- y así
bautizó, a su bañadero, como “la ducha nazi”. Exigía cierta
pleitesía, al coraje alemán --por lo demás indiscutible-- puesto en
evidencia en esa terrible contienda.
2. -Se manifestaba muy aficionado al trago; gustando practicar su
‘hobby’ --como todo borrachoide que se estime-- en amistosas
compañías. Por ello, resultaba obligatorio, tomarse un trago de
aguardiente, antes del baño, para el valor; y otro, después del
baño, para el frío...
En cuanto a los pobladores de Huanta en general, de su gente, hemos
dado ya testimonio de varias de sus estimables cualidades. Agregaremos que
eran de natural y de costumbres muy alegres y fiesteros. Casi siempre estaban
en ‘feriado’. Lo atribuían, ellos mismos, al hecho de ser su tierra “cálida y
productora, como ninguna, de muy potables aguardientes y vinos”...
Incuestionablemente: “el licor alegra a la gente”... Siempre y cuando no se les

123
pase la mano. Las fiestas y jaranas huantinas --por cierto obedeciendo al
estímulo del abundante y buen tomar-- eran muy alegres y ruidosas, hasta
elevados decibeles.
Alberto era, desde antes de los hechos que narramos, muy dado a la
música vernácula, en especial la serrana, sin olvido de la criolla costeña. De
origen familiar de Candarave, localidad de las bellas serranías del Departamento
de Tacna, tocaba --y toca-- muy bien; entre otros, varios instrumentos de cuerda.
Con tales atributos, cayó de perillas en el ambiente huantino; en sus fiestas,
jaranas y frecuentes "serenatas". Yo, como ‘su 'yunta’, recibía de paso,
‘indulgencias por avemarías ajenas’.
Nosotros habíamos sido orientados hacia la dependencia local de
Agricultura, la que nos derivó hacia el equipo de Fomento que llevaba a cabo el
estudio y planeamiento de un Proyecto de Irrigación, el cual debía favorecer a
ese hermoso valle del Departamento de Ayacucho. Las labores del Estudio las
dirigía un excelente ingeniero civil, suizo alemán, cuyo apellido, me parece
recordar, era Grünther o algo así.
El trabajo de campo y gabinete consistía, en lo fundamental, en
Topografía y Levantamiento de Planos. Correspondía a un curso de nuestro
especial agrado, enseñado por un profesor de La Molina, muy competente y
respetado profesional, el Ing. Civil Juan N. Portocarrero.
La práctica de Huanta nos resultó así utilísima y muy grata. Se añadía el
hecho de que nos acompañaba en las tareas otro joven estudiante, pero de
Ingeniería Civil, de la entonces Escuela Nacional de Ingenieros, llamado Efraín
Ribeyro. A quien apodaban “Pechereque” --un pájaro saltarín del Norte--, porque
el dicho mozo era muy acelerado o hiperactivo; y como en tales casos suele
suceder, bastante gracioso y ameno. Además, tratándose de un proyecto
humano de Ingeniero Civil, era más experto que nosotros --siendo de Ingenieros
Agrónomos-- en las técnicas y artes topográficas; por ello nos resultó algo así
como un útil asesor o ‘jefe de prácticas’.
“Pechereque”, era tan inquieto y aventurero, que unos años después
viajaría a los EE.UU., seguramente para ganarse algo de dinero; y para lograr la
codiciada ciudadanía norteamericana, se enroló, como “voluntario” --o “carne de
cañón”--, en la Guerra de Corea. Como lo supimos después, al poco tiempo
murió --muy joven todavía-- de súbita enfermedad o grave accidente... ¡Destino
lamentable de muchos que viven apurados!
Diremos, de paso, que nuestro profesor de Topografía e Hidráulica en La
Molina, el Ingeniero Juan N. Portocarrero, era una persona de características
bastante singulares y encomiables; muy inteligente, trabajador, y honesto. Se
preciaba, con justicia y sin alardes, de perseguir, incansable, un constante
proceso de superación integral de su persona.
Cierto día, hubo de salir inesperadamente de clase, dejando sobre el
pupitre varios de sus papeles... Uno de nuestros compañeros, de lo más
mataperro y curioso, comenzó a ‘oletear’ en tales documentos. Especialmente

124
en los de formato de tarjetas grandes o "fichas", para el dictado de sus
lecciones, seguramente deseando enterarse de lo que quedaba a posteriori de
ellas, y deducir si podría escaparse del salón, sin mayores consecuencias... Miró
a dos o tres de ellas, que le llamaron la atención de modo especial y... ¡oh
sorpresa!... Los papeles de un Ingeniero:
¡Contenían versos!
Estaba así en exclamaciones y risas creídas pertinentes. En mofa de una
impropia (¡?) afición poética profesoral. ¡De un Ingeniero! Cosa que, ya desde
entonces, comenzaba a parecer rara... Cuando, en ésas, el ejemplar maestro
regresó y lo cogió in fraganti, curioseando sin respeto alguno, lo que no debiera
examinar no estando autorizado.
-- ¿Qué hace un alumno mirando, sin permiso, mis papeles? ¿A qué
vienen tantas risotadas? --Clamó, airado, el venerable.
-- Perdone profesor, reconozco que es una falta de respeto, pero me
vencieron el asombro y la curiosidad, pues sorprende ver cómo un ingeniero, y
tan notable como Ud., pueda ser aficionado a poesías y hasta llevarlas escritas.
¡Al igual y junto a las fichas técnicas de su curso!... Discúlpeme...
-- No debe extrañarles --replicó el criticado maestro--, ni menos
producirles risas, un profesional de ingeniería, como yo, y como pronto lo serán
ustedes, que muestre afición a la literatura poética y a cualesquiera otras de las
elevadas artes creadas por el Hombre; a los estudios de cultura general,
llamados de Humanidades, que hacen integral y formativa a la Educación de las
personas. Todo lo contrario; debería ser lo general. --Sentenció, finalmente, el
Ing. Portocarrero, en tono de verdadero y magistral guía; agregando, en voz más
alta, firme y solemne, estas inolvidables palabras:
-- ¡Sí, yo leo versos! Y no lo olviden:
“Ingeniero que sólo Ingeniería estudia, ni siquiera un buen Ingeniero
es”.
“Los grandes ingenieros, no se hacen con mentalidades estrechas, ni con
sensibilidades frías o muertas”.
¡Cuán sabio Principio Pedagógico! Y vale la pena generalizarlo:
“Quien estudia exclusivamente lo concerniente a su profesión, ni
siquiera puede llegar a ser un buen profesional en el campo de su
elección; algo imposible, sin una Formación Integral y Simultánea, de su
Persona”.
Observemos cómo, de un modo general, en las universidades del Perú y
en la mayoría de las del mundo actual, ya los estudios son exclusiva y
excluyentemente 'técnicos', muy especializados y directamente utilitarios,
crematísticos. No Humanísticos o de Formación Cultural e Integral de la
Persona. Con lo cual una de las más grandes deficiencias educativas, mal
llamadas “tendencias pedagógicas modernas”, queda en evidencia. Mientras ello
no se subsane radicalmente, un inmenso daño se continuará causando a las

125
nuevas generaciones, a la verdadera Civilización, a la riqueza espiritual y
material humana del Planeta y, con ella, a la de nuestra Patria.
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Regresando adonde estábamos, diré que pasamos como un mes en
Huanta. Muchas fiestas alegraban, alternando en las noches, nuestro laborioso
transcurrir diario. En un ambiente encontrado cada vez más familiar y agradable,
asimilándonos a su marco humano con la mayor naturalidad y complacencia.
Un problema se me presentaba: Aún no había aprendido a bailar bien.
Ello hacía acrecentar mi ya dicha timidez adolescente, hacia las bellas y púberes
féminas, y evidenciada al máximo en las danzantes reuniones sociales.
En mi casa paterna y mientras vivió mi madre, la familia no era dada a la
sociabilidad –casi siempre frívola--; se la miraba --no sin acierto, aunque
exagerando un poco la nota-- muy fría o despectivamente. No había fiestas
sociales en casa y mucho menos “jaranas”.
A partir de 1,937, cuando salimos de “San Nicolás”, y más en 1,938,
estando en nuestra casa de 6 de Agosto, mi madrastra Julia organizaba algunas
animadas y alegres fiestecillas. Y tanto ella como mis hermanas mayores,
Susana y Ester, gentilmente me animaban y enseñaron a dar algunos pasos.
Pero nunca llegué a ser un virtuoso y menos un entusiasta del 'dancing'. Por lo
cual, llegado a Huanta, era todavía un analfabeto en la materia.
Alberto, afectuosa y pacientemente, se empeñó en desasnarme acerca de
tal práctica, tan ligada a la música, arte de su especial afición y aptitud. ¡Que si
fue dura la tarea de semejante magisterio!
Lo recuerdo todavía; me enseñó, primero, las secuencias particulares de
los pasos y los movimientos del cuerpo, correspondientes al ritmo de cada
género de danza; después, a dar las vueltas --¡tan difíciles me parecían!-- y a
llevar a la pareja --¡más aún!-- armonizando con las respectivas músicas; fueran
éstas: pasodobles (”Aurora”, “Callao querido”, etc.), o huachafositos valsecitos
criollos (como: “Si los lazos que nos unen”), más uno que otro huaino (”Yau,
Yau, Pucapolleracha”: “Oye, Oye, Pollerita Colorada), imprescindibles estos
últimos, en las “yunzas”, “tumba montes”, o “árboles carnavaleros”, de muy
irrigadas y estrepitosas alegrías huantinas. Al tango, a la marinera, y a otras
complejidades musicales extremas, no llegué jamás. Nunca he podido, incluso,
posterior y felizmente, con los bailes roqueros de la nueva ola, de meneos
ridículos, con aborrecible separación (!) de las parejas. Terminé bailando como
para salir de apuros. Hasta pude darle un bajón a la timidez traída, todavía en
parte, desde la pubertad...
Moraleja:
Es buena acción favorecer en los niños, púberes y adolescentes, el
vencimiento de cualquier factor negativo que cause timidez, para que ellos
puedan lograr la mejor consolidación de una personalidad aplomada, cómoda y
plenamente desenvuelta.

126
Así, el par de muchachos, sin deserción ninguna, estuvimos presentes en
casi todas las jaranas y fiestas huantinas --¡de órdago!--; de aquella alegre y
veraniega temporada. ¡La pasamos soberbio!... Para los entendibles criterios
propios de nuestra edad.
Muchas fueron las otras incidencias, graciosas y emotivas, que allí
sucedieron. Pero sería alargar demasiado este relato. Así, mejor pasaremos a
decir que, muy apenados, salimos de Huanta; para el cumplimiento de la
siguiente etapa planeada, con destino: Abancay.
La capital del Departamento de Apurímac, es otra bellísima población, de
ecología propia de las zonas de Valle Bajo Interandino del Perú (“Yunga”); de
clima templado, subtropical, semiseco; parecido a los de Huanta, Huánuco,
Carás, y otros hermosos lugares de nuestra querida Patria.
Estuvimos pocos días en dicho valle; pero pudimos visitar la Hacienda
cañavelera “Patibamba”, que producía aguardiente ("cañazo","yonque", o
"chacta") y chancaca (en "mazo"); había también alfalfares y ganado,
especialmente criollo, de engorde a pasto.
El problema más grave que tenían era el de la invasión de sus campos
por una maleza, que fuera introducida del África como pasto, convirtiéndose en
mala hierba, en extremo invasora, terrible. Se llamaba “Kikuyo” (Penicetum
clandestinum) y no encontraban forma de combatirlo; pues se multiplicaba por
rizomas muy profundos y provistos de mucha sustancia de reserva (‘gordos’,
decían); además, se propagaba por semillas y por los pedacitos de tallos, que
podían quedar en los campos. Ha sido, durante mucho tiempo, hasta la
aparición de los herbicidas modernos, maquinarias eficientes, y por ciertas
prácticas culturales oportunamente adoptadas, uno de los problemas
agronómicos más graves de la zona.
De Abancay viajamos hacia el Cusco, pasando por Curahuasi, pueblecito
y zona dedicados, como actividad principal, al cultivo del anís. Pequeña y bella
planta aromática (Pimpinella anisum), de florecillas blancas, dispuestas en
umbelas; en tal razón, es perteneciente a la familia de las Umbelíferas. Adorna
el paisaje y perfuma el ambiente. Se utiliza (su producción de granos), para
elaborar los famosos licores o aguardientes “anisados”; se vende en el mercado
nacional y se exporta.
Llegados al Cusco, tuvimos oportunidad de visitar y observar
innumerables lugares y aspectos de esa impresionante ciudad y de su territorio
circundante: Sacsayhuamán, Ollantaytambo, el hermoso valle del Urubamba
(‘Sagrado de los Incas’), el impactante Machu Picchu; la Catedral, numerosas
iglesias, conventos y altares, esculturas (¡el púlpito de San Blas! - De madera
labrada), etc.; las numerosas casas, casonas y edificaciones importantes, de sus
diversas épocas históricas. Sus campiñas y cultivos, coloridos y múltiples; la
Granja de Kcayra, donde se llevaban a cabo interesantes experimentos, cultivos
y crianzas, de casi todas las especies vegetales y animales domésticas,
autóctonas e introducidas en el país, etc.

127
Se podría agregar, sus típicas comidas, muy sabrosas, especializadas en
base de lechón y cuy, con acompañamientos de variados ajíes, ricas papas de
innumerables variedades, y el suave ‘mote’ de... ¡maíz gigante del Cusco!
Faltan palabras para mencionar todo lo de cautivante que una visita al
“Ombligo del Mundo” puede deparar. Plenitud de Historia y de Enseñanzas. De
auténtica y profunda Peruanidad. De real identidad peruana, al mismo tiempo
que cusqueña, muy propia, singular.
¡Cusco! Síntesis viviente, en indetenible progresión. Mestizaje de sangres
y culturas. Que, a mayor abundamiento, no da fe, sino contradice, rotundamente,
a la nefasta “Leyenda Negra”; inventada para denigrar las innegables
aportaciones católica e hispánica a nuestra Nacionalidad y Cultura. Que niega al
mal llamado “Indigenismo”; izquierdoso (liberal-marxista), falso y tendencioso. El
cual se predica, si bien apoyándose en algunas situaciones observables en el
Cusco, pero maliciosamente interpretadas, con insalvable falsía, con torcidos e
inconfesados propósitos.
Después de unos días en el Cusco, partimos hacia Puno. Observamos la
ciudad misma y sus alrededores. Antes de arribar -en tren- habíamos visitado la
Granja Ganadera de Chuquibambilla, dedicada primordialmente a la crianza de
finos lanares y nativos aunquénidos (alpacas). Cerca de la ciudad, en Chucuito,
pudimos observar su interesante Estación Piscícola, dedicada a la cría,
propagación, beneficio, y comercialización, de truchas; excelente especie
acuática, cuya crianza promocionaba intensamente el Estado, desde las
instalaciones de dicha dependencia. Con gran provecho para la región y el país
en general... Saboreamos deliciosas truchas... ¡fritas y ahumadas!
Conocimos el Lago Titicaca (del quechua: Titi=Plomizo y
Kqakqa=Roquerío; por los grises roquedales de sus orillas). De los mayores
lagos, es el más alto del mundo. Navegable hasta en los varios grandes barcos
a vapor existentes en aquel entonces. ¡Una Maravilla de la Naturaleza! Inmenso,
imponente, marco poético de mil mitos y leyendas.
En el tiempo que pasamos en el Departamento de Puno, Alberto --más
experto en serranías-- me ayudó a observar y distinguir mejor el fuerte influjo
racial y cultural aymara, en la población puneña: idioma, música, alimentación,
vestimenta, etc. Y las diferencias con el mayor influjo quechua en el Cusco,
acabado de constatar poco antes.
Interesante resultaba, además, observar la intensa mezcla e inter
asimilación entre dichas dos culturas y sangres autóctonas; y, las de ambas, con
las hispánicas... Indudablemente: ¡El Perú es como un Gran Crisol de Seres
Humanos y de sus respectivas Culturas! Contiene, en proceso de fusión,
históricamente todavía por concluir, a todos los elementos de una progresiva,
indetenible, e integradora, Unidad Nacional del Futuro.
De Puno, tomando nuevamente el tren del F.C. del Sur, viajamos hacia
Arequipa.

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¡Blanca y hermosa ciudad! De bello e intenso cielo azul. De verde y
encantadora campiña (lamentablemente, antaño mucho más y hogaño ya muy
poca). Que descansa, serena, en las faldas del majestuoso volcán Misti... Ha
aportado excelsos personajes a la Historia del Perú.
Arequipa es, posiblemente, la más lograda síntesis humana --en un
homogéneo mestizaje, cultural y sanguíneo-- de la Nacionalidad Peruana. Razón
tienen los arequipeños de vivir orgullosos de su tierra y de su pueblo.
Arequipa ha edificado una singular arquitectura urbana --con primordial
utilización del “sillar”, roca volcánica--, dentro de un desarrollo que siendo
auténtica y singularmente arequipeño, es al mismo tiempo profunda e
indiscutiblemente muy peruano. Un verdadero ejemplo para los otros pueblos del
Perú. Las manifestaciones de su cultura son de hondo regionalismo, tanto como
claramente nacionales. Hasta sus comidas --¡el rocoto relleno!-- enriquecen la
culinaria nacional; son simultáneamente originales del terruño y, en lo esencial,
peruanas; como no podrían serlo más.
Nosotros conocimos la limpieza de su Mercado; donde podíamos
desayunar --desayunábamos en efecto-- a gran gusto y dentro de la mayor
pulcritud e higiene; sus típicas "picanterías" (servían "picantes" y "chicha", ésta
en vasos gigantescos, que parecían enormes baldes de vidrio). Un deleite en
todos los sentidos.
Su campiña, de impactante verdor y colorido; por su productividad pone
de manifiesto tanto la riqueza de su suelo --de origen volcánico aluvial--, como la
notable destreza y singular laboriosidad de sus chacareros y hortelanos.
Se ha dicho, muy expresivamente, que: “El arequipeño es un pueblo que
construye con lava y que come con rocoto”... ¡De emociones volcánicas, de
efervescencias anímicas! Arequipa, la “Ciudad Caudillo”, orgullo de los
arequipeños, es también, y justificadamente, orgullo de todos los peruanos.
De Arequipa, seguimos hacia Tacna, la tierra de Alberto... ¡Otro bello
rincón del Perú! Lugar especialmente simpático y con un pueblo afectuoso;
nítida faceta peruana también, en mayor o en menor grado; con su personalidad
local; bajo la forma de un criollismo costeño, con algún percibible influjo serrano.
Pasamos unos agradables días en la alegre ciudad y su hermosa
campiña; satisfaciendo curiosidades de turismo interno: ¡El ‘picante de cuy a la
tacneña’ y los baños termales de “Calientes”! hacían en gran medida valedera la
visita. Así como las informaciones de tipo profesional, agronómico y zootécnico,
que allí pudieron ser aprovechadas.
Y casi culminando la gira, enrumbamos hacia el puerto de Ilo. Allí
debíamos embarcarnos hacia el Callao, en un barco a vapor, mixto, de carga y
pasajeros, de la entonces “Corporación Peruana de Vapores”. Se llamaba
“Urubamba”.49 Nuestros pasajes los consiguió Alberto, por intermedio de su

49
La desaparición de la “Corporación Peruana de Vapores”, lamentable desde todo punto de
vista, se debió, como las de numerosas empresas similares, a la incapacidad del Estado

129
padre, quien, como ganadero y comerciante propietario del ganado, parte de la
carga del buque, los había recibido de cortesía, de la citada naviera.
La travesía de Ilo al Callao, caleteando en Mollendo y Chala, fue para mí,
como experiencia vital, de lo más instructiva y placentera, entre lo disfrutado
hasta entonces en materia de viajes. Años después, con los muchos efectuados,
en diversos medios, durante mi ya longeva existencia, hube de ratificarlo entre
los más gratos posibles... ¡No hay como los largos periplos en grandes barcos
de pasajeros! Es una verdadera lástima que, especialmente en aras de la
rapidez, tiranía de la época contemporánea, prácticamente se haya
descontinuado tan gratificante modalidad del transporte de personas.
La amplitud del horizonte en las vistas al mar, desde las barandas, las
cubiertas y los “ojos de buey”; la del espacio disponible dentro del barco mismo,
en sus acogedores ambientes; la fresca brisa marina; las exquisitas
comodidades de la nave; la sensación de verdadero descanso y placidez, sin
urgencias que perturben la paz y la tranquilidad del pasajero; lo grato de las
compañías y de las amistades que generalmente allí se entablan; de los
esparcimientos disfrutables abordo, etc. Muy poco o casi nada de todo esto, se
puede lograr en cualquier otra forma de transporte de pasajeros. Agréguese, la
calidad y abundancia de los alimentos, atendidos en forma tan cómoda, elegante
y con toda oportunidad, en sus amplios comedores. Con extensas ‘cartas’,
comprendiendo platos de modalidades al escoger; y en cuanto a su número a
servir y las cantidades en ellos contenidas, sin trabas ni límite alguno; ni en las
‘repeticiones’. tenidas a bien solicitar...
A propósito de la “Sección Mercurio” --así llamábamos a los merenderos y
a las meriendas--, a las 12 m. y 8 pm. --en punto--, tocaban unas sonoras
campanadas, llamando a los almuerzos y comidas. En cuanto las oíamos,
volábamos al comedor... ¡bulimia adolescente!... Aunque estuviéramos, como
efectivamente estábamos con frecuencia, conversando con simpáticas chicas
viajeras (Alberto enamoró, con la suerte que siempre lo favorecía, a una muy
linda, de origen chileno alemán). ¡Las abandonábamos, ipso facto y en
estampida! Sin disculpas, dudas ni murmuraciones. Repitiendo la imperdonable
descortesía, ante cada nueva situación, campanuda, y así de urgente.
En el comedor nos sentábamos los dos en una mesa, uniéndosenos otro
par de compañeros de la Escuela, quienes también habían embarcado en Ilo,
pero procedentes de otras vacacionales expediciones. El apetito, de cada uno
de los cuatro especimenes agronómico-molineros, era temible. Juntos...
¡devastador!

Peruano, hasta hoy insubsanada, para materializar, en nuestro Desarrollo Económico y Social,
una posición ni liberal: la Empresa Privada en todo; ni marxista: el Estado en todo. No se logra el
justo término entre la eficiencia Privada y el Fin Ético del Bien Común, a defender por el Estado;
justo término definido con claridad meridiana, por la sabia Doctrina Social de la Iglesia: “La
Iniciativa Privada, hasta donde sea posible; la Acción del Estado, hasta donde sea
necesaria”. Posición que ha logrado, en la práctica, ejemplares realizaciones, aunque fuere en
parte, en varios países, épocas, y sistemas políticos y económico sociales del mundo.

130
De arranque --como habríamos de repetirlo varias veces--, el primer día,
habiéndose acercado el mozo, inocente, en son de atender a nuestra mesa y
mostrando el menú, que contenía, al escoger, más de 14 platos, aparte de los
postres, muy atento, dijo:
-- ¿Qué se sirven los señores?
-- Tráiganos todo el menú, de ida, de arriba abajo, inclusive los postres, a
cada uno de nosotros; por lo pronto, pues seguramente lo repetiremos de vuelta
--¡y efectivamente lo repetíamos!--, de abajo arriba. -- Ordenó uno de los
inefables heliogabálicos tragonsales (¡que no propiamente ‘comensales eran’!).
Dejando estupefacto al mozo; quien, sin embargo, moviéndose con rapidez,
musitó presuroso:
-- Esteee... ¡Sí señores!
Y partió apurado en pos de bastimentos para atendernos. Pidió auxilio a
otros dos fámulos, de los cuatro compañeros de trabajo, que en total servían en
el dicho comedor. Y, al rato, se notaba unos movimientos muy agitados de los
mozos alrededor de nuestra mesa, contrastando con la apacibilidad visible en
las demás del recinto, las cuales eran atendidas solo por el servidor que restaba
libre.
Cierto día, en una de las mesas, cercana, estaban sentados, una viejita
de aspecto bonachona y un joven, a todas luces su hijo, de edad algo mayor a la
nuestra y al parecer muy su engreído; un “niño Goyito”, delgado, hasta enjuto,
delicado; se mostraba inapetente, ‘desganado’. Ambos, madre e hijo, no salían
de su asombro ante el espectáculo de nuestra voracidad, virtualmente leonina.
La dama --llegamos a escucharla--, en voz baja, le susurró a su añoso y enteco
vástago:
-- ¡Ay hijito! ¡Cómo me gustaría que tú comieras como esos muchachos
de la otra mesa! ¡En las cantidades y con las ganas que lo hacen! ¡Me muero de
santa envidia!
Pero nada nos avergonzaba. En medio de grandes risas, continuábamos
en el entusiasta y langostero empeño masticatorio. Y, además, las tardes y las
noches, eran también circunstancias de más comer, de relajo, y de placenteras
vivencias.
El buque tenía un amplio salón de reuniones y bailes; de lustroso piso
encerado y de grandes ventanas con amplias vistas al mar. Se lo dotaba con
música muy alegre. Bailábamos a todo dar. Con las juveniles, vivaces y
simpáticas pasajeras del barco, que a nosotros nos parecían lindas, divinas. En
dicho ambiente cuyo bamboleo por el movimiento marino hacía que las parejas,
en alborotados conjuntos, resbalaran en pleno baile, como patinando, desde el
lado más alto, en ciertos momentos, hacia el opuesto más bajo; y, al ratito, a la
inversa. En medio del jolgorio general.
Durante la travesía caleteamos, como se ha dicho, en Mollendo y Chala
(puerto éste mucho menor). Abordo, muy pocos habían sufrido mareos y en todo
caso los pasaron rápido. En el primer punto, hubimos de bajar un largo rato y

131
experimentar la desagradable sensación del “mareo de tierra”, resultante del
hecho de haberse acostumbrado al bamboleo del barco en el mar; pero que, al
pisar losa firme, se siente, rara y más molesta, la ‘borrachera’ terráquea: ¡Un
mareo al revés!... También experimentamos lo que era embarcar y desembarcar
“con pescante y silleta”; las mujeres --en menor número siempre-- en el asiento;
y los hombres agarrados de las sogas (4 cortas, confluyendo en la única del
güinche), y parados en los travesaños (‘palitos’) de la 'silla' de fierro, portante
implemento de la grúa.
Concluimos nuestra grata y aleccionadora gira, muy alegres y satisfechos,
llegando al Callao y de allí a Lima, a nuestras respectivas casas; en los últimos
días del mes de marzo del ‘41.
-----
Habríamos descansado unos días en Lima, reacomodando nuestros
bártulos, objetos personales y de estudio dejados en demasía un tiempo de su
cuenta; y, faltando algunos días para el reinicio de las clases correspondientes a
ese año lectivo, nuestro padre, quien a la sazón había asumido el cargo de
Director Nacional de Alimentación, nos propuso, a mi hermano Manuel, a mí, y a
un amigo común y excompañero de colegio, de apellido Rouillón, que viajáramos
de Lima al Satipo, ida y vuelta, en unos camiones que transportarían arroz
desde allí. La finalidad era ayudarlo en la vigilancia de las operaciones de
compra del cereal producido en dicha zona de Selva y de su transporte a Lima; e
informarlo cuanto pudiéramos sobre la conducción y ejecución del programa,
cuyo correcto funcionamiento le preocupaba mucho.
Así pues, con el mayor entusiasmo, viajamos, por tierra, en uno de los
camiones, a través, en gran parte, de un camino terrible.50 En convoy, hacia la
primera zona de Selva que conoceríamos. ¡Un enorme impacto nos habría de
producir! Se nos ofreció maravillosa. De singular embrujo. Añadiré que tanto mi
hermano Manuel como yo, con pequeñas diferencias de enfoques, nos
habíamos subyugado a una gran admiración y curiosidad por la Naturaleza.
Pero esta Naturaleza, la del Trópico Húmedo Peruano, es algo grandioso.
Indescriptible en pocas o hasta en innumerables palabras, si de eso se tratara.
En cuanto a las plantas, nos mareaban su número y variedad; y de la fauna, ni
qué decir, en especial de artrópodos, de insectos, y de éstos, solamente en
mariposas, se ofrecían ¡maravillas! De múltiples colores, tamaños y formas;
encontradas por miriadas, especialmente en las orillas de los cursos de agua y
en los charquitos que se formaban en las trochas que penetraban el monte.

50
Sin afirmado; estrechísimo, con precipicios pavorosos a los costados. En el cual sólo se podía
viajar, cada día, en un sentido; de curvas en extremo cerradas. Para pasar una curva, el camión
debía realizar varias operaciones, de adelantos y retrocesos; y para estos últimos, un “chulillo” o
ayudante, muy joven y despierto, portando una gran cuña de madera, debía colocarla en una de
las ruedas traseras, oportuna y precisamente, en medio de los ‘avisos’, en gritería, de chofer y
pasajeros. Una falla del “chulillo” y el camión, con todos los pasajeros y la carga, podía ir a
parar, de ‘culata’, al fondo del aterrador precipicio... y por desgracia, a veces ocurría... ¡Oh Perú,
cuántas valentías se han dado esparcidas en tu territorio!

132
Nosotros, cuando éramos chicos, nos jactábamos de saber de memoria
los nombres comunes y científicos de casi todas las plantas e insectos
existentes en “San Nicolás”, que correspondían en general a las especies de la
Costa Central del Perú. En la Selva, empero, no podíamos ni comenzar la
clasificación, ni encontrar siquiera alguna persona --¡no las había, ni las hay
creo!-- que conociera una aceptable proporción de la inmensa nomenclatura de
su biodiversidad.
La belleza de sus panoramas no encuentra palabras para describirla. Su
cielo azul muy nítido, con algunas nubes blanquísimas, haciéndole precioso
contraste, en los lapsos diurnos en que se presenta despejado. Imponente en
las fases de tormentas y precipitaciones de diluvios, con enceguecedores
relámpagos y truenos retumbantes. Sus bosques majestuosos y en apariencia
estáticos, pero bullentes de vida en su interior; de luchas implacables por la
supervivencia, confluyendo en un sorprendente equilibrio biológico, que les
confiere esa imagen de estabilidad perenne. Sus suelos arcillosos, rojos al
desnudo, pardos, casi negros, cuando plenos de mantillo o humus, armonizan
sus colores intensos con los de la vegetación y el firmamento.
Las producciones agrícolas, pecuarias y forestales selváticas, eran de
asombro; como me había dado una idea, hacía pocos años (el 38 o 39), en una
Exposición Amazónica que tuviera lugar en el Campo de Marte de Lima. Unas
yucas, papayas y piñas gigantescas; plátanos también enormes, deliciosos.
Naranjas, limones y otros cítricos, colgaban por millones en las ramas de sus
árboles unos y estaban regados otros como piedras por los suelos. Aparte de
sus crianzas domésticas de porcinos y aves, había un ganado vacuno, de varios
cruces de cebú, en la Granja Ganadera del Satipo, que en presencia, peso,
precocidad, productividad, etc., dejaba boquiabiertos a quienes lo contemplaran.
Más si se lo comparaba mentalmente con los animales producidos, por ejemplo,
en las altas serranías de Puno, región tradicionalmente considerada "ganadera".
Agreguemos su riquísima producción maderera. En fin, no terminaríamos de
expresar todo lo maravilloso por hacer constar al respecto.
Surgían entonces numerosas interrogantes, no sólo las científicas y
tecnológicas, que lo observado suscitaba, sino otras muchas, de grande y hondo
significado:
¿Por qué esta región de la Patria, tan fabulosa, se había mantenido
inconquistada en toda la Historia del Perú? ¿Por qué no habían podido con ella,
ni los incas, que dominaron a la Cordillera de los Andes y a los desiertos de la
Costa; ni los españoles, en cuyo Imperio “jamás se ponía el Sol”; ni los peruanos
mismos, que hicieron producir a valles, desiertos, altiplanos, laderas, y cumbres,
hasta lugares increíbles, por inhóspitos y difíciles que fueran? ¿Por qué esta
región, que en ciertas circunstancias aparece inmensamente fértil, suele
después, en otras, ver degradados sus suelos, flora, y fauna, a extremos de una
lamentable improductividad y pobreza? ¿Por qué desde esa apariencia inicial de
tanta exuberancia, pero de real fragilidad, puede producirse un desastre final,
cuando se rompe el equilibrio del sistema natural y no se lo reemplaza,
sensatamente, por otro, similar, aunque fuere artificial, pero también equilibrado?

133
Tales incógnitas significaban un desafío digno de la mayor dedicación y
entusiasmo, para un proyecto de ingeniero agrónomo, joven o adolescente
(como era yo), que en algo estimara su vocación profesional y a su persona; que
sintiera bullir en su ánimo --como yo lo sentía--, el ímpetu claro de la flama
Vocacional, conectada a un neto Idealismo Vital.
¡Cuánto se podría hacer por la Selva y por el Perú entero! Se me abrieron
los ojos... Me enamoré de esa tórrida y boscosa región. Sentí remecida mi
anterior vocación cañavelera costeña. Comenzaba a pensar, seriamente, a
sentir clara inclinación, por el Agro, las Forestas, y la Ganadería Tropical,
especialmente por la Vacuna, la más decisoria en el proceso de su
consolidación económica definitiva.
En Satipo nos hospedamos en un hotelucho --sin estrellas, ni luz eléctrica,
pero con incontables bichos-- y luego de ver los asuntos del arroz, motivo
primario del viaje, recorrimos lo que nos fue posible. Curioseando todo. Y
Manongo tenía una pequeña carabina Winchester para algunas aventureras
cacerías.
Cerca de nuestro rústico alojamiento, había un ‘bungalow’, donde vivía un
comandante de aviación, apellidado Galino, quien se había hecho famoso por
algunas hazañas aéreas en que había participado. Era Jefe de una pequeña
Base, con un campito de aterrizaje, por allí dispuesto desde los tiempos del
conflicto con Colombia (1,932-33). Vivía solo, sin esposa, pero junto con un
matrimonio francés, de apellido Fournier; el esposo era un experimentado
explorador selvático, de los que llaman "vaqueanos". La mujer, francesa
también, muy linda ella. El trío nos ponía al tanto de lo necesario a saber acerca
de la Selva; de sus secretos y saciando nuestras inmensas curiosidades al
respecto.
En cierta ocasión, estábamos los muchachos en una trocha que llegaba al
río Satipo, por un sector algo alejado del pueblo. Aprovechamos para tomar
agua y refrescarnos un poco, dado lo intenso del calor reinante. Cuando, en
ésas, levantando la mirada, observamos al frente, por un momento, a un natívo
o "chuncho", "campa"51, que se aprestaba a cruzar el río. Lo vimos hacer algo
que nos pareció muy curioso y aleccionador:
Entró resuelto al río y comenzó a nadar en el área comprendida en el
tercio longitudinal del inicio --referido al ancho total de su curso--, pero... ¡en
dirección aparentemente contraria a la de la corriente principal! En verdad, era a
favor de una de las contracorrientes, o por lo menos remansos, que en los ríos

51
Así se llamaban antes. Hoy se ha impuesto la moda --procedente, al parecer, de alguna
inefable O.N.G--- de llamarlos asháninkas. En Satipo vivían, en cuanto a indumentarias y
costumbres, prácticamente en estado semi salvaje (llamados chunchos), pero se ofrecían
amistosos con la población común o ‘civilizada’; muchos de ellos trabajaban como peones en las
plantaciones --más pequeñas que grandes--, bajo la modalidad de contratistas. Pero eran algo
difíciles, pues sin mayores explicaciones, muchas veces en forma súbita, abandonaban las
labores y desaparecían. Por disgustos varios, pero lo más común, por casos de enfermedades
graves o muerte, de alguno de ellos; al parecer, como el mejor modo de evitar la propagación de
epidemias en sus tribus.

134
se forman a sus lados ribereños. Cuando el campa estaba llegando al centro del
curso acuático, a su mayor correntada, siguió en contra de ella, con más fuerza
aún, con toda de la que era capaz, pero entonces ya algo sesgado (en unos
45º). Se producía así una composición de fuerzas, entre su rumbo natatorio y la
dirección de la corriente central del río. De tal modo que éste lo empujaba, hacia
la otra orilla. Y, al llegar a la segunda contracorriente o remanso, la aprovechó
para nadar ya a favor de ella, variando el sentido suyo anterior, según el
movimiento del agua que encontraba, y salió… ¡exactamente al frente de donde
había ingresado!... Nos dejó estupefactos. Y me sirvió la lección, pues sabiendo
bien y gustándome mucho nadar, aprendí a cruzar imponentes ríos..52
Cumplida nuestra estada en Satipo, emprendimos el regreso en otro de
los camiones, cargado ya de arroz y llevando algunos pasajeros.
A pocos kilómetros de la salida del pueblo, el chofer hizo una pascana a
la vera del camino, en una chacra que tenía, entre sus cultivos, algunos frutales
y caña de azúcar. De los primeros disfrutó el rudo conductor, con uno que otro
pasajero, de algunas de sus producciones mas jugosas (piñas, naranjas, cañas,
etc.) y compró, muy baratas o le regalaron, pues los choferes en tales rutas
suelen ser muy homenajeados por los pobladores, varias botellas de
aguardiente. Y así, alegres todos, continuamos el largo y --sin tomarlo en
cuenta-- peligroso viaje de retorno...
Por aquellos tiempos yo era muy comilón y ello favorecía que tomara
sueño con mucha facilidad, a ciertas horas del día, especialmente en los carros
y doppo la manggiatta. Ocurrió entonces que, avanzados una cierta cantidad de
kilómetros, ingresamos a la zona más escarpada de la ruta. Desde las aberturas,
más que ventanas, del camión mixto, se podía percibir las honduras de los
horribles precipicios; al lado mismo del ruidoso y casi destartalado vehículo.
Había algunos realmente espeluznantes. Ante ellos, era mejor no mirar. Y así,
comenzando a cabecear, me quedé profundamente dormido. Mi última visión,
consciente de lo exterior, fue la de un profundo abismo mi costado...
Mientras tanto, el camión había seguido su ruta con relativa tranquilidad.
Aunque el chofer y su "chulillo", con la complicidad de más de uno de sus
pasajeros, voluntariosos para estas lides, se habían chupado, gran parte de la
existencia del aguardentoso bebestible. El vehículo terminó pasando la zona de
los precipicios y transitaba ya por el casi llano territorio alto andino de las punas
de Concepción y Jauja --de Runatuyo, creo--, donde, habiendo llovido mucho, se
había formado gran cantidad de barro, fofo, a los flancos de la vía.

52
Sin embargo, años más tarde, un fracaso parcial e inesperado, me volvió más prudente,
respecto a los ríos, como se debe ser también con los mares: Fue en el río Chinchipe, al Norte
de Jaén. Pretendí cruzarlo en estilo parecido al campa; pero como lo hacía en ‘crawl’ (con la
cabeza semi sumergida), estando en pleno cruce y ‘embalado’, sentí como una fuerte pitada,
insoportable, en los oídos; tuve que levantar la cabeza y perdí velocidad; por lo que el río me
arrastró muchos metros aguas abajo... ¡y hacia el mismo lado por el que entré! Me explicaría el
fenómeno sonoro, como una consecuencia de la acumulación, en el agua, de los sonidos de
miles de millones de granitos de arena, que rozaban contra la superficie de ella, al impulso del
fuerte viento allí reinante. Esa parte del río atravesaba una extensa zona llana y arenosa.

135
Parece que el chofer, casi beodo, se durmió o cabeceó; se descontroló el
carro, se salió de la vía y las llantas de un lado se hundieron bruscamente en el
lodo. El camión se ladeó y volcó, al margen de la carretera; con las cuatro
ruedas hacia arriba... Me desperté bruscamente al momento de iniciarse la
volcadura, en medio de la gritería del chofer, el chulillo y, sobre todo, de los
pasajeros...
Pensé, con plena convicción, que… ¡estábamos cayendo en uno de los
profundos abismos de la ruta! Y he aquí que volví a experimentar esa sensación
de conformidad, a la que ya me referí en el caso del terremoto del ‘40, en La
Molina, al tratar el tema del “Temor a la Muerte”...
¡Me encogí y esperé lo peor!...
Pero, volteado el carro, quedó quieto... Alguien gritó:
-- ¡Salgan con cuidado!... El carro solamente se ha volcado...
Entonces, se escucharon los angustiosos gritos de una señora que había
quedado aplastada por unos sacos de arroz de la carga; y los quejumbrosos
ayes de algunos pasajeros golpeados, sin gravedad, pero que pedían algún
auxilio, el cual se les proporcionó, como se pudo. Y luego, todos quedamos, de
pie y atónitos, al lado del camión siniestrado.
En cuanto a mí, como en el caso de la E.N.A.V., pasado el primer instante
y dándome cuenta de que el asunto no era tan grave, como lo creyera al
despertar, se me pasó la resignación y vino al punto el instinto de conservación;
salí lo más rápido posible; no sin que me golpearan, el tablón que servía de
asiento, caído desde lo alto, y las herramientas de fierro contenidas en el cajón
de su base, que era normalmente tapado por la malhadada tabla.
Una vez afuera del carro, los pasajeros, que habíamos venido vestidos
con ropas delgadas, por el calor del Satipo, comenzamos a sentir un frío
espantoso; el propio de las punas del Perú. Era el atardecer y a medida que
anochecía, la congelante temperatura se hacía cada vez más insoportable.
Alguien atinó a proponer el recojo de parte del maderamen del carromato
destrozado en el accidente. Encendimos dos grandes fogatas, para calentarnos
algo, haciendo así menos insoportable la circunstancia; mientras esperábamos
que pasara un carro, para que diera auxilio al chofer y recogiera a los pasajeros
hacia Concepción o Jauja. Mas, por aquellos tiempos, el tráfico en esa carretera
era muy espaciado... ¡Durante horas, no pasaba vehículo alguno!
En eso, llegó un viejo automóvil vacío; recogió a las mujeres y a los niños,
que estaban muy maltratados. El resto seguimos esperando. Y a pesar de que,
hasta casi introducíamos las manos en el fuego de las hogueras, no lográbamos
calentarnos, o neutralizar algo, apreciablemente al menos, el paralizante frío. Y
así, las hogueras terminaron por agotar la leña del exbarandal camionero… Allí
aprendimos lo que significa el frío como tormento. Es realmente insoportable.
Por ello creo comprender mejor lo que fueron las tragedias del “Titánic” y la del
“Crucero Belgrano”; ésta última, causada por la horrenda crueldad británica, en
la guerra de Las Malvinas... Llegó un momento, en la madrugada, en el cual casi

136
pedíamos la muerte, como alivio a tanto sufrimiento. A Rouillón le sobrevino un
doloroso ‘calambre estomacal’ (o al diafragma pudiera ser).
Viene al caso aquí, otra de las grandes máximas de Cicerón:
“Ni siquiera, como se cree erróneamente y con frecuencia, la
muerte es el peor de los males; se la suele preferir, incluso, a muchos
atroces padecimientos”.
Se puede mencionar, en reafirmación de lo sostenido, que son tan
frecuentes otros males, generalmente admitidos como mayores que la muerte,
que, basándose en ello, hasta se justifican los suicidios; se practica la
eutanasia; se admiten los tiros de gracia... La muerte --se reconoce-- hasta evita
o termina grandes dolores físicos y morales: la tortura infligida con sadismo; los
sufrimientos por el frío extremo, el fuego, las enfermedades terribles; así como el
deshonor, la vergüenza ética, etc. He llegado a conocer personas que se
suicidaron por motivo de la puesta en quiebra de sus negocios y al no poder
pagar sus deudas; o por soledad extrema, desencantos y penas de amor;
depresiones y muchos etcéteras, cuya exposición no sería posible agotar aquí...
Felizmente, ya amaneciendo, un ómnibus nos recogió, llevándonos hacia
Concepción y Huancayo. Así pudimos, a mediados de abril, llegar a Lima.
-------
Finalizado el verano del año 1,941 y regresando del Satipo, nos
encontramos con una nueva situación en Lima, tremenda: nuestro venerado
padre había sufrido una pulmonía doble fulminante; se encontraba muy grave y
por ser internado en el Hospital Arzobispo Loayza, ubicado en la Av. Alfonso
Ugarte, muy cerca de la Calle Cañete, donde vivíamos los Ruiz Huidobro Cubas,
la tía Laura, nuestra hermana Susana, mi hermano Manongo y yo.
Recibido el aviso, esperamos a la ambulancia en la puerta del hospital,
desde la cual lo subieron en camilla hasta el cuarto que le fuera asignado en el
segundo piso. Llegó delirando. Y mientras era trasladado allí, preguntó:
--¿Por qué me traen a caballo?
-- No. Te has enfermado y te hemos traído en camilla para que te curen
mejor en el hospital. --Le informó, comprensivo y afectuosamente, uno de los
mayores de la familia.
Mi padre se había acostumbrado a bañarse en ducha fría en las
mañanas, muy de madrugada. Ocurrió entonces que, dentro de las funciones de
Director General de Alimentación, de la cual se hizo cargo con todo entusiasmo,
visitaba con frecuencia el Mercado Mayorista para constatar, personalmente, el
movimiento de las subsistencias de la Gran Lima. Un día se resfrió --no hacía
caso de enfermedades--; no tomó en cuenta la afección y a la madrugada
siguiente volvió a bañarse con agua fría –y ya era invierno en Lima--; empeoró, y
sin hacer caso de nuevo ¡volvió a bañarse! Hasta que cayó con un fiebrón,
síntoma de una fulminante pulmonía doble. Por cierto, casi no llegó a darse
cuenta de su gravedad y menos de lo próximo de su muerte. Y. por lo demás, ya

137
he dado varias referencias de este lamentable suceso, que puso fin, el 17 de
abril de 1,941, a los 57 años de su edad, a una existencia de singular valía. La
cual, de haber continuado, habría llegado a mayores realizaciones concretas
que las ya logradas y a la adicional recepción de merecidos honores y fama.
Nuestro progenitor, además de seguir pesando en muchos aspectos de la
vida familiar, era todavía el principal sostén económico de la mayoría de
nosotros. En cuanto a mí, si bien nuestro cuñado Federico y hermana Ester,
ambos muy generosamente, venían cubriendo gran parte de mis gastos de
vivienda y alimentación, los de estudios, y los llamados menudos --en verdad no
tan menudos, ni de funciones tan desdeñables--, tales aportes habrían de
resultarles progresivamente más pesados. La familia misma, de Ester y
Federico, crecía vertiginosamente.
Así las cosas, pensé que no podría continuar mis estudios. Experimenté
un enorme desaliento y casi decidí abandonar la carrera, para tomar algún
trabajo con cuya remuneración pudiera sostenerme, sin constituir una carga
económica para nadie; pues no se veía en el entorno quienes pudieran hacer
más de lo que hacían por mí; ya que la muerte del pater familiae, había colocado
en situación parecida, o peor, a los otros hermanos y personas dependientes de
quien, de modo tan inesperado como involuntario, nos dejaba en este, en gran
medida, insensible mundo... Ni los Ruiz Huidobro ¡que ya hacían tanto por
nosotros!
Pasando por tales circunstancias, un día comuniqué mi problema y la
decisión de dejar los estudios a mi apreciado amigo y compañero de promoción,
Miguel Rubio Galloso --lamentablemente fallecido, hace poco--, quien siempre
se manifestó noble y franco en sus relaciones conmigo... Y así me dijo:
--¡Qué bárbaro! ¿Cómo vas a dejar la carrera, tú que tanta vocación
demuestras y tan buenas notas logras? ¿Cuál es el verdadero motivo?
- No puedo solventar mis gastos y mi hermana ya no da más -- Respondí.
-- No es motivo suficiente. Me has contado que tu hermana y su esposo te
proporcionan, generosamente, entre otros rubros, vivienda y alimentación; pues
¿por qué no solicitas una beca?53 Y además consigues trabajo, enseñando
matemáticas, a muchachos de secundaria. Así ganas algo y aprendes mejor las
matemáticas, pues, recuerda: "Enseñando se aprende mucho más que
solamente estudiando". Siendo como son, para nosotros mismos, tan
necesarias en la Escuela las ciencias de los números -- Fueron sus sabias
palabras.
-¡Qué me van a dar beca a mí! Si es conocido que mi padre fue un
profesional destacado y por lo tanto de una posición económica
presumiblemente holgada. Pero nadie sabe cómo, ahora último, la situación ha
cambiado. Es menos creíble aún que no haya dejado --como sin embargo no

53
Antes de producirse el terremoto las becas significaban enseñanza e internado gratis; después
del sismo, en ellas la enseñanza seguía gratuita, pero en lugar del internado (alimentación y
alojamiento), se le daba, a cada becado, una ayuda en dinero efectivo, de S/ 50.00 mensual.

138
dejó-- herencia material alguna. Y, enseñando matemáticas, no me alcanzaría
para lo necesario. -- Repliqué, con pesimismo irreductible; ante lo cual, empero,
insistió Miguel, con otras atinadas reflexiones:
“Nunca hay que dar por imposible, lo que no se ha intentado. Ni
rendirse por adelantado. No hay peor diligencia que la que no se hace”.
¡Inténtalo! Dile la verdad al Director, quien parece una buena persona... Y
después, y sólo después, se verá otra cosa. Si lo pensado no resultara...
Así, me presenté ante el Director de la Escuela, quien a la sazón era el
Ing. Agr. Pascual Saco Lanfranco, dicho sea de paso, egresado en 1,905, con la
1ª Promoción de Ingenieros Agrónomos del Perú, la misma de mi padre. De la
antigua Escuela Nacional de Agricultura de Santa Beatriz… Y le dije:
-- Como Ud. habrá tenido conocimiento, Ing. Saco, hace pocos días
falleció mi padre, el Ing. Manuel E. Cubas, a quien, por ser su compañero de
promoción, habrá conocido muy bien. No le digo esto último, con alguna
intención de asegurarme lo que se llama “una buena vara” ante Ud., sino para
que tome, como absoluta verdad, lo que voy a decirle respecto a él, en cuanto a
su modo de pensar y de actuar: Mi padre, además de ejemplar cabeza de
familia, se distinguió desde el comienzo de su carrera, como un excelente
profesional, siendo muy bien remunerado. Así, sus familiares, en su compañía,
en vida, bajo su conducción, pero dependiendo de él, subsistimos siempre de un
modo placentero, en cierta innegable abundancia económica y de plena
comodidad material. Pero él no ahorraba nada y menos con las miras de dejar
herencia patrimonial alguna, pues tenía la convicción de que:
“Las personas deben vivir de su trabajo y no de loterías, ni de
herencias. La mejor Herencia que los padres puedan legar a sus hijos es la
Moral, forjada por sus enseñanzas y ejemplos; y la Intelectual,
representada por una elevada cultura, promovida también por ellos, y
adquirida desde temprana edad”.
Así murió pues nuestro padre, sin dejar un centavo para el futuro, a once
personas todavía dependientes económicamente de él. Nunca se lo
reprochamos; ni se lo reprocharemos jamás; pues lo que nos dio y dejó, fue
mucho más de lo suficiente y merecido. Se trata sólo de una aclaración de la
realidad, en este momento requerida... De tal modo, Ing., si bien nosotros hemos
vivido como ricos, ahora somos pobres; refiriéndonos a los recursos materiales.
Por lo cual, en lo que a mí toca, tendría --si no recibiera auxilio oportuno de la
Escuela-- la necesidad imperiosa de buscar un trabajo remunerado, a tiempo
completo; y, con gran dolor, deberé abandonar mis estudios, seguidos con
apasionada vocación y, como lo sabrá Ud., obteniendo muy buenas notas,
logrando excelente colocación en el orden de méritos.
Por lo dicho y en concreto, me permito solicitarle se me conceda una
beca, la cual sería, sin duda alguna, muy justa, aunque pudiera no parecerlo, a
quienes no conocen, ni tienen cómo ni por qué conocer, la situación económica
experimentada por mi familia y con ella la mía propia.

139
El Ing. Saco Lanfranco, guardó silencio, quedó pensativo unos instantes,
para responder luego:
-- Mire Ud. Cubas, comprendo muy bien los fundamentos y la necesidad
de su pedido. No me cabe la menor duda de lo dicho por Ud. Conocí a su padre,
fui su compañero y amigo y lamenté mucho su temprana muerte; pero sobre
todas las cosas, constaté, siempre, su acrisolada, singular, honradez y
veracidad. Y si es verdad, como lo creo, que “de tal palo tal astilla”, Ud. no
miente; aparte de ser muy lógico lo que dice. Déme unos días de plazo, porque
debo hacer la consulta al Consejo de Profesores y recién entonces podré darle
una respuesta definitiva. Pero estoy casi seguro de un resultado favorable;
puede considerarlo así.
Efectivamente, a los tres días, me dio la confirmatoria respuesta:
Favorable. Y así, comprendidos los estudios gratuitos y los 50 soles mensuales
que me daba la Escuela; más otro tanto aproximado, al poco tiempo añadido,
por mi trabajo de enseñanza de matemáticas, a un par de alumnos de
secundaria que conseguí, ya tenía una base de sostenimiento. A la cual se
sumaba la siempre bondadosa ayuda de mi cuñado y hermana, en vivienda,
alimentación, y las otras formas de auxilio relativamente extraordinarias --en
realidad frecuentes--, de variada naturaleza (libros, salud, viajes, ropa, etc.);
nunca hechas faltar por ellos cuando las percibieron necesarias. Se cumplía así,
con creces, lo proyectado, al iluminarme y alentarme, con las sugerencias y
consejos de mi buen amigo Miguel Rubio Gayoso. Mi carrera se aseguró,
viviendo desde entonces siempre agradecido a quienes me dieran tan decisivo
apoyo en ese crucial momento.
-----
Otros estímulos vocacionales.- Más o menos en julio o agosto del ‘41, mi
hermano Manuel consiguió, con el apoyo de nuestro cuñado Federico --siempre
generosamente dispuesto para ayudar--, un puesto de Administrador del
pequeño fundo algodonero cañetano: “Santa Rosa”. Allí, en Cañete, conoció y
se enamoró de la muchacha que algún tiempo después sería su esposa
(Yolanda Baglietto); asimismo, entabló amistad con el joven Eduardo Cabieses
Molina, quien ahora es el esposo de nuestra hermana Isabel y cuyo matrimonio
resultó secuencia de esa precusora relación.
Manongo me invitó al mencionado fundo en mis vacaciones de medio año
del ‘41, para disfrutar nuestra fraterna compañía y como oportunidad de muy
útiles prácticas agronómicas. Allí encontré el caso curioso de un suelo muy
suelto en la superficie, limo arenoso --cultivado de algodón--, que daba
manifestaciones de una riqueza por lo común no correspondiente a esa textura.
Las plantas de la dicha fibra, hasta se "iban en vicio", como si se encontraran
con un exceso de abono y de agua Resolví analizarlo técnicamente, dada mi ya
declarada afición por el estudio de los suelos agrícolas y de los fertilizantes
(Edafología).
Hice una zanja o "calicata"; tomé numerosas muestras de suelo y
subsuelo y me las llevé a Lima, al Laboratorio de la Escuela. El resultado fue

140
sorprendente y me dio motivo para escribir un artículo ilustrado con una figura
del corte o perfil del terreno, en colores; y que se publicó, al año siguiente, en la
Revista “Agronomía”, del Centro de Estudiantes de la Escuela.54
El notable ingeniero agrónomo de aquellos tiempos: Oswaldo González
Tafur, quien era Director General de Agricultura (del Ministerio de Fomento), me
hizo llamar, y en su Despacho me felicitó entusiasmado, instándome a realizar
otros trabajos de semejante naturaleza... ¡A escribir y a publicar más!... ¡Pasos
tan importantes para el desarrollo profesional y el integral de la persona misma!
Inclusive, los propios muchachos de la Revista, me pedían ‘más artículos de
ésos’. Y el año ‘42 --el mismo en el que apareció el trabajo-- me hicieron
miembro de la Directiva de esa publicación estudiantil; la cual, en el ’43, y ya
como Director, llenaría tanto mi espíritu, como habré de relatarlo.
-----
En el año ‘41 --refiriéndome ya a cuestiones más personales--, en la casa
de la calle Cañete, se había tomado los servicios domésticos de una muchacha,
buena, honesta y trabajadora ella, quien sorpresivamente comenzó a adelgazar
y a toser en demasía. Mi hermana Ester se asustó y la llevó al médico. Resultó
tener tuberculosis pulmonar avanzada. Felizmente --en cuanto a la muchacha--
tenía familia en la Sierra y el doctor, además de las indicaciones farmacéuticas
del caso, le recomendó volver a su tierra natal, para neutralizar o detener el mal,
con la conocida ayuda terapéutica del clima serrano.
En cuanto a la casa, se la desinfectó de inmediato, como se hacía
entonces, poniendo en cada cuarto un platito con formol, cerrando las puertas y
ventanas, por el mayor tiempo posible; y se mandó quemar cuanto fue
necesario. Se buscó, con la mayor prontitud, otra casa. Fuimos a parar a una de
la calle Francisco de Zela, de nuevo en Jesús María. Pero era chica y a los
pocos meses pasamos a otra en la calle Pachacutec, con el Nº 1331, también en
el mismo barrio, en la Avenida Cuba.
Fue, ésa, una vivienda y una vivencia, de muchos y gratísimos recuerdos.
Uno de mis sobrinitos, Federico (“Fico”), expresando en su media lengua, lo que
todos sentíamos por ella: que era de nosotros, la llamaba “la casa de noshotos”.
Y con dicha denominación familiar, quedó grabado, para siempre, el inmueble y
el hogar que albergó; pese a que la edificación era alquilada…
-----
Concluía mientras tanto, el año 1,941, el tercero de nuestros estudios en
La Molina y llegábamos a 1,942, cuarto lectivo molinero y a los 20 de mi edad;
dejando atrás a la Adolescencia y hallándome por ingresar a la Juventud.
No hay acuerdo unánime, sobre la edad fin de la primera y comienzo de la
segunda etapas cronológicas vitales del ser humano. Muchos piensan y

54
Lo sorprendente estaba en que el suelo superficial era pobre (un depósito de arena limosa,
obra de un aluvión fino o “ihuanco”), pero apoyado sobre un subsuelo húmedo y rico en materia
orgánica (suelo anterior de pantano).

141
legalmente es así –con demagogia opino-- que la Adolescencia termina y la
Juventud comienza a los 18. Yo creo que la verdadera edad del tránsito es a los
21 en el hombre y a los 18 en la mujer.
A los 21, el adolescente que culmina esa edad, ya calma en algo sus
desordenados ímpetus emocionales y pone un poco de realismo a sus
ensueños; asume también varias responsabilidades; por lo general ha definido
su Vocación Profesional y puede, o está por afrontar, los deberes de su propio
sostenimiento material y de adquirir verdadera autonomía personal, su
Independencia Económica. Comienza a esbozar Ideales –programas de vida en
pos de valores superiores y perennes del espíritu--; inicia, además, el proceso
de formar pareja, de arribar al Verdadero Amor, al Matrimonio, y a la propia
Familia. Pilares básicos de la posible Felicidad Humana.
El Idealismo y el Amor, como lo veremos en capítulos posteriores, cuando
se concretan, si se concretan, ello sucede ya en la Juventud pos 21’... Pero muy
pocos son los que se pueden construir, y bien, para su Felicidad, los tres
basamentos dichos. Pocos son también, en verdad, los que tienen la suerte de
poder definir a tiempo, aunque fuere solo una Vocación Profesional. Y rarísimos
los que pueden ofrecerse varias. Pero sucede, aunque algunas pudieran parecer
contradictorias o incompatibles entre sí (como Agricultura con Política;
Enseñanza con Milicia, etc.).
Por lo que me concierne, diré que al fin de la adolescencia, había
definido, ya muy claramente, mi Vocación Profesional Agraria, de Ingeniero
Agrónomo, con especialidad en Ganadería Tropical, en particular de Vacunos. Y
la emprendí, siempre, con el más intenso entusiasmo.
*******

142
Capítulo V

El Idealismo Vital

P
ara mejor seguir describiendo y poder analizar los cambios de la
Adolescencia en su tránsito hacia la Juventud, referiré mis experiencias en
tal lapso. Establecido que está, que es en la Adolescencia (l5-21), el
momento en que se define, o en el cual debe definirse, cuando se define,
la Vocación Profesional55. Pero también entonces, se comienza a esbozar, si
hubiere de construirse: El Idealismo Vital, o dedicación a un programa de
vida al servicio de valores espirituales, superiores y perennes, a los cuales
debe devoción el ser humano. Y que se concluye de edificar, en los casos
positivos, ya en la Juventud (21-35).
Debe decirse que el Ideal de Vida es al Destíno Humano, lo que el viento
a un barco de vela. Lo impulsa hacia promisorios horizontes; gratifica al espíritu,
y hace fructífera a la existencia. Desde luego, la de quienes, para propia fortuna,
lo sienten germinar desde la Adolescencia, lo hacen desarrollar, vigoroso, en la
Juventud, lo mantienen incólume, sin claudicaciones, en la Madurez, hasta el fin
de la Ancianidad, con la Muerte.
Por otro lado, se ofrecen, más variadas y en ambas primeras etapas, las
formas y oportunidades, por las cuales se determina el destino de la vida
personal, en cuanto al Amor y la formación de la Pareja Humana, el Matrimonio;
bases, a su vez, de la Familia... ¡Mucho mejor si Cristiana! Los tres elementos:
Vocación, Ideal, y Amor; bien definidos y en conjunto, constituyen, vale decirlo:
“El trípode fundamental en que se apoya la verdadera Felicidad terrena”... Pues
son los caminos para la aplicación de los Valores Superiores y Perennes del
Espíritu Humano. Vale decir, para la práctica de la Virtud.… "El Sumo Bien", al
decir de Cicerón.

55
Muchas veces el joven, por diversos motivos, no puede disponer de los elementos de juicio
suficientes para tomar una decisión adecuada respecto a la Vocación Profesional: “Especial
habilidad y agrado, en la ejecución de sus labores: útiles o productivas: científica, técnica,
empresarial, artística, profesoral, religiosa, filosófica, política, etc.”. Si no es auxiliado,
oportunamente, por personas mayores, competentes, afectuosas y comprensivas, puede darse
lugar a situaciones muy problemáticas.

143
Respecto a lo que a mí concierne, en las dichas etapas de la vida,
terminaba de transitar la Adolescencia, a fines del año 1,942, y me iniciaba en la
Juventud, a comienzos de 1,943 (21 de edad)... Al mismo tiempo, culminaba los
dos últimos años de estudios agronómicos (4º y 5º), en La Molina.
Un Viaje a la Sierra y Selva Central.- A inicios del verano del ‘42, con Alberto
Vega, organizamos otro viaje de prácticas vacacionales. Esta vez, a las zonas
de La Oroya, Cerro de Pasco, Huánuco, Tingo María, y Aguaytía (“Pampa del
Sacramento”, ubicada en la ruta hacia Pucallpa e Iquitos).
Resultó una gira inolvidable y de marcadas repercusiones en los destinos
de nuestras vidas. Especialmente en la mía; por las razones a exponer en el
curso de los relatos que siguen.
El recorrido lo hicimos, en una primera etapa, desde Lima, por tren del
Ferrocarril Central; como es sabido, obra de la Ingeniería Peruana, que fue, en
su época, de las más admiradas en el mundo entero. Salimos de la antigua
“Estación de Desamparados”, muy de mañana, para seguir hasta La Oroya. Y en
ese lugar transbordamos a otro convoy ferroviario hacia Cerro de Pasco.
Arribamos en la noche y como sucediera en La Oroya, durante los cambios de
carromatos, sentimos unos fríos espantosos, además de las mortificaciones
propias de la altura; no estando acostumbrados a soportarlas a descubierto.
Felizmente, las etapas extra vehiculares, a la intemperie, no duraban
mucho. Aparte, unos cholitos y cholitas vendedores (‘zoquetes’ y ‘chinitas’),
facilitaban a bajo precio, pero con insistencia lindante en insoportable majadería,
bebidas y alimentos muy calientes, de clara acción restaurante contra los efectos
del “soroche” o mal de altura. Recuerdo un hirviente “caldo de cabeza de
carnero” (incluidos los ojos del occiso). Decían del célebre potaje, que era
“levanta muertos”. Y en verdad caía al pelo para contrarrestar la semi
congelación y el decaimiento al casi colapso, de los sufridos viajantes.
Por los estragos del frío, la altura, y el corto tiempo disponible, no hicimos
prácticamente ningún recorrido en las dos indicadas poblaciones; no era
imaginable el menor ánimo para ello. Y, en Cerro de Pasco, tomamos un
rudimentario camión-ómnibus, de los llamados “góndolas”, para continuar
nuestra ruta, por una pésima carretera, hacia:

144
Huánuco.-Ya de madrugada, llegamos a su bella y pintoresca población, Capital
del Departamento. Considerada, no sin fundados motivos: “La Perla del
Huallaga” y “Ciudad de la Eterna Primavera”. De muy honrosos blasones. A la
que recién teníamos la gozosa satisfacción de visitar. Y que habría de grabar
hondísima huella en mi destino personal. Nos hospedamos en el bastante
modesto “Hotel León”, sin estrella alguna, pero y felizmente también, sin ávidas
pulgas, ni otros bichos de semejante ralea mortificatoria. Era llamado así, el tal
hospedaje, por el nombre del propietario, un casi anciano judío: León Aladzeme.
Estaba ubicado en una de las esquinas de la Plaza de Armas; la formada por
dos de sus más importantes jirones: el “28 de Julio” y el “General Prado”,
teniendo balcones hacia ambos lados.
Estábamos instalándonos y acomodando nuestros exiguos bártulos,
cuando sentimos un tremendo alboroto callejero, con bullanguera música de
fondo, a todas notas, folclórica serrana. La responsabilidad primaria de la
algazara, provenía de una gran banda de músicos, típica de pueblo. No
salíamos todavía de nuestra risueña curiosidad y cierto asombro, cuando,
irónico, Alberto dijo:
-- ¡Allí viene el pueblo entero a darnos la bienvenida!... ¡Y con banda de
músicos además!... ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!...
Nos asomamos a los balcones y avistamos una turbamulta con
predominancia de chiquillos y muchachos gritones, siguiendo en gran algarabía,
a lo que era, hasta entonces, una novedad para nosotros:
¡La Cuadrilla de “Los Negritos de Huánuco”!
En ésa y en otras numerosas oportunidades posteriores, pude observar,
con intrigada curiosidad, al famoso, impresionante y popular espectáculo
callejero en mención. Cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos
históricos huanuqueños...
Parece ser que nació o comenzó, con la costumbre, cada vez más
generalizada en los pueblos indígenas y mestizos del Perú, en su proceso de
cristianización y consolidación religiosa; en el cual se formaban cuadrillas de
adoradores danzantes, con sus respectivas e imponentes bandas de músicos,
concurrentes a los templos, y recorriendo los pueblos, antes y después de las
ceremonias litúrgicas, a rendir homenaje “al Niño Jesús”. Por ello lo hacían
desde la Pascua de Navidad (25 de Diciembre), a la de Reyes (6 de Enero).
Posteriormente, las danzas se generalizaron, extendiéndose a más días y a
otras fechas, correspondientes a varias festividades del año; así como a lugares
vecinos y hasta lejanos de la ciudad misma (grandes casas-huertas, haciendas,
y a muchos pueblos y ciudades).
Con el transcurrir de los tiempos, en cada localidad se iban agregando
elementos musicales, decorativos y de vestuario, de los más variados, de
acuerdo a los gravitantes gustos lugareños y los de diferentes épocas.
Así, “Los Negritos de Huánuco”, devinieron en un curioso y llamativo
espectáculo. Aunque para algunos críticos --sin duda severos en demasía e

145
intransigentes-- aparece grotesco y de mal gusto (cursi o “huachafo”).
Evidentemente no es justa tal apreciación, tratándose de expresiones populares.
Nosotros asumimos su defensa, como neta creación folclórica... Y continuamos:
Los miembros centrales de la cuadrilla, generalmente 12, con un ‘caporal’
y algunas mujeres de colorida vestimenta, haciendo pareja a parte de ellos,
presentaban un abigarrado atuendo. En el cual se ofrecían, acumulados y sin
buscada coherencia, las más variadas creaciones históricas, en lo que a modas
o uso de vestidos se refiere. Desde las emplumadas tenidas prehispánicas,
pasando por las chaquetas y pantalones ajustados, de tipo mejicano o de toreros
españoles, del siglo XVIII, a las casacas militares del XIX, con áureos bordados
barrocos, además de enormes entorchados; agregándose otras prendas, como
sombreros, unos de picos (de dos y tres), alones estilo mejicano otros, y algunos
de tarro o de copa; sacos largos, como los de etiqueta; pantalones otros, más
sueltos; chalecos, corbatas, zapatos y zapatillas, ya más claramente
contemporáneos éstos. En verdad, un entrevero imposible de describir; pero
marcadamente llamativo... Podría decirse: La Historia Nacional en su vestuario.
Pero lo más característico de la cuadrilla huanuqueña eran las máscaras
y de éstas, predominaban las de negros. De allí el nombre tradicional del
conjunto: “Los Negritos”. Respecto a cuyo origen son varias las opiniones. Unos
aseveran --posiblemente en mayoría-- que nace en el intento de una
teatralización popular, musical y danzante (ballet folklórico), referida a los
esclavos negros. Con modestia, pero claramente, nos permitimos discrepar de
tal teoría y presentamos otra hipótesis. Porque no es bien fundada la alusión a
elementos numerosos de población negra en Huánuco y menos esclava, que
casi no la hubo allí. La verdad es que, en la Sierra, sobre todo en el pasado
remoto, prácticamente no había grones. En razón de no encontrar ellos propicia
dicha región para su buen o soportable subsistir. Ni nadie consideraba práctico
utilizar, como mano de obra, a seres inadaptados, pues no se hallaban en su
ambiente. No hay que olvidar tampoco, cómo, para llegar a cualquier lugar de la
Sierra, por baja o interior que fuere la zona escogida, se debía atravesar, con
medios de transporte lentos y primitivos (a pie o en mula), altas cumbres
nevadas, desoladas punas y abruptas serranías; extensas, elevadas y frígidas
todas... ¡Inhóspitas ecologías para los hombres de ébano!... Un dicho popular al
respecto, es muy elocuente: “Gallinazo no canta en puna”.
En cambio, la más probable razón por la cual apareció, primero, alguna
máscara de "cutatos", estuvo en el deseo de representar, en el acto de la
“Adoración al Niño Jesús”, al rey mago Baltazar, quien era de abetunada faz.
Después, por llamativa y en imitación provocada, pudo generalizarse, con
exitosa aprobación popular, ese tipo de disfraz…
Los chicos de Huánuco se volvían locos por descubrir las caras habidas
detrás de las máscaras. Y algunos lo lograban en medio de indecible contento y
festejo general. A veces era el mismo enmascarado quien les daba gusto.
Por informaciones de los adultos, antiguos vecinos y naturales de la
ciudad, y por los descubrimientos de los mismos pequeños, se sabía que el

146
‘caporal’ de la cuadrilla, con varios de sus miembros, eran de una familia de
apellido Corrochano. Y los primogénitos de dicho clan, ‘heredaban’ la condición
de caporales o mayordomos; lo cual implicaba, de paso, afrontar los fortísimos
gastos de tan pintoresco conjunto. En especial el rico vestuario ya referido; y la
nutrida banda (platillos, bombo, tambores, cornetas, cornetines, flautas, y varios
otros instrumentos de viento y percusión); así como diversos y abundantes
artificios musicales complementarios, muy sonoros, portados por los danzarines
mismos: matracas; tamboriles; cadenas con campanitas, todas de plata;
cascabeles y sonajas, del mismo argentino metal, colgantes en pantalones,
casacas, sombreros, y vestidos.
Por lo dicho, resultaba gracioso que a la cuadrilla de los tales “Negritos”,
se la llamaba también de “Los Corrochanos”. Y, los más chiquillos, por su parte,
en su incipiente lenguaje infantil, y por el bullicio que armaba el tal conjunto,
especialmente con los platillos y el bombo, lo proclamaban como: “Los
Tatachines”... ¡Toda una alegría popular, especialmente de la gente menuda!...
Bailaban incansables los benditos “Corrochanos”. Por días enteros, con
sus respectivas noches. Haciendo pascanas --no descansando todos juntos, ni
mucho menos, sino alternándose y de a pocos-- en las casas-huertas grandes y
en las haciendas vecinas; en que los agasajaban con sabrosas viandas
lugareñas y harto del más aguardentoso trago disponible. En cualquier caso
siempre reclamado éste y concedido por los parroquianos, con gran afán y
afectuosa solicitud respectivas...
Los alegres sones emitidos por su banda, marcadamente rítmicos, hasta
de acentuada monotonía, repetitivos a linderos de machacones; muy del gusto
popular; y, pegajosos, como eran y resulta comprensible, los coreaba la contenta
turbamulta seguidora, cantando, con una letrilla muy simple, de cuatro versos
hexasílabos algo forzados, tan de reiterada manera, que culminaba inolvidable:
Ne-egrito Congo
Saca tu garrote
Para mátar gente
Como pericote.

Dado el excelente clima de la pintoresca y simpática, además de "Muy


Noble y Leal Ciudad de los Caballeros de León de Huánuco", aprovechamos
para hacer, aunque breve, un agradable recorrido turístico y de curiosidad
Peruanista. Fotos incluidas, en la Plaza de Armas y en sus sectores más
atractivos. Las calles, llamativamente rectas, anchas y largas, eran todavía
empedradas y con canal acuífero al medio; aparte de grandes acequias de riego
pasantes por las huertas de las casas; pero sin servicios, por tuberías, de agua y
desagüe a domicilio; aunque sí de una deficiente luz eléctrica.
No tuvimos ocasión --por falta de tiempo y de conexiones previamente
concertadas-- de realizar visitas o experiencias de específico carácter
agronómico en la zona.

147
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La Selva de Tingo María.- De Huánuco, con cierta rapidez, pasamos hacia


Tingo María. En otra ‘góndola’ de la misma compañía (de Simón Bazán) que nos
trajera de Cerro de Pasco. El tráfico, dado lo estrecho y peligroso de la vía, se
realizaba, en la semana, intercalado, en días de ‘bajada’ (de ida: los lunes,
miércoles y viernes), y de ‘subida’ (de regreso: los martes, jueves y sábados);
siendo solamente los domingos de doble tránsito, pero restringido. Con todo,
llegamos sin mayores novedades a nuestro destino; habiendo pasado por la
neblinosa y empinada cumbre de Carpish56 e ingresado, por allí, a la Selva más
alta de la Cuenca del Huallaga Sur.
La carretera, en estricta conveniencia regional y nacional, así como de un
mejor trazo topográfico, debió seguir, desde el puente de “El Rancho”, por la
zona baja y la margen izquierda del río Huallaga. Abriendo acceso a las
pobladas y ricas zonas productoras de café (de pequeños agricultores), de las
conocidas como “montañas” de “Pillao” (sector cercano al pueblo de Acomayo) y
de “Panao” (por su salida por ésta, la capital de la Provincia de Pachitea). Y,
especialmente, para franquear vía al impresionante y hermoso “Cañón del
Huallaga”, de inmenso potencial turístico y energético.
La ruta no tenía por qué subir hasta la escarpada cumbre, para concluir
en un peligroso descenso. No obstante, como se llegó a saber posteriormente,
pretextando ciertas dificultades de un tramo rocoso, en el trazo más bajo, unos
hacendados propietarios de grandes plantaciones de coca de la parte alta, muy
poderosos e influyentes,57 presionaron en Lima ante las autoridades de
entonces, logrando que la carretera se decidiera por “Carpish”. Favoreciendo así
sus intereses particulares y posponiendo los de la región y del país. Contra toda
razón y justicia. Pues, en cualquier caso, un ramal corto, desde el puente de “El
Rancho”, podría haberles servido bien. Y, si se quisiera más, con otro ramal
posterior, también breve, por el lado norte, por la salida del Cañón del Huallaga
(a la altura de “Cayumba”), hacia arriba, se habrían satisfecho, casi a plenitud,
sus requerimientos de transporte. Aunque no tanto, por supuesto, sus fines de
especulaciones prediales, que eran los que, en realidad, inspiraban sus
intenciones.

56
Punto de tránsito difícil para toda clase de transportes. Algunos años después, casi en el
mismo lugar, cayeron, impactando en sus cerros, con cortas diferencias de tiempo y distancia,
dos grandes aviones de pasajeros, produciéndose, en ambos, la trágica muerte de todos sus
ocupantes.
57
Los “hacendados”, eran los hombres más poderosos de Huánuco y los de mayor influencia
ante la política centralista de Lima, a la cual, a su vez, servían. Había una estrecha relación entre
las producciones, cocalera de la selva alta del Departamento, la cañavelera para aguardiente del
valle bajo, y la de víveres de las serranías media y alta. Ya que tales ‘bastimentos’ eran
tradicionalmente indispensables para las ‘peonadas’ de las tres zonas. Había hacendados
propietarios de los tres tipos de fundos; los que menos de dos; muy raros de uno. De predios y
organizaciones productoras, de las mayores entre las múltiples riquezas de Huánuco. De allí su
poder e influencias. Más cuando se asociaban o unían entre sí; lo que, por fortuna
compensatoria, no ocurría muy a menudo.

148
El tomar conocimiento, por primera vez en mi vida --inocente, dada mi
edad y los medios en que me desenvolvía hasta entonces--, de un hecho de tal
naturaleza, me produjo una intensa repulsión ética hacia esa forma de proceder:
inmoral y antipatriótica. Nació en mí, por vez primera, un ardiente propósito
Idealista, con incipientes visos Políticos:
Yo debía luchar, utilizando todos los medios a mi alcance, contra la
corrupción funcional y la falta de civismo. Y, sobre todo, de no claudicar,
jamás, en una digna conducta propia, de patriótica Decencia y Moralidad.
-----
¡Tingo María! Llamada: “La Ciudad de la Bella Durmiente”. Por la inmensa
silueta --como la de una doncella reclinada--, desde allí visible y delineada, en el
fondo del paisaje, por los boscosos y distantes cerros de la margen izquierda del
Huallaga. Era por entonces, todavía un pueblo modesto, pequeño. Tenía una
calle central, con algunas pocas chozas, más que casas; que las había éstas,
pero en mucho menor número, no mayor de una docena.
Las primeras de las dichas construcciones, eran de “pona” (tallos de esa
flexible y resistente palmera, cortados a lo largo, en chatos listones amarrados
con “ataderos” o tiras de cortezas flexibles, desgajadas de unos palos especiales
del monte), y de techos de “crisnejas” (de otra palma, de hojas en pluma, con
doblado longitudinal por la mitad y amarradas ingeniosamente). Las otras
edificaciones eran de madera aserrada, machimbrada o traslapada; o de ladrillos
y cemento; con techos de calamina, ambos tipos de viviendas.
La sustentación mayoritaria de las edificaciones era sobre cortos troncos
verticales de las maderas de la zona más resistentes a la pudrición, clavados en
el suelo a modo de pilotes. Las minoritarias y mejores, se apoyaban en pilares
de cemento, de modo a dar a los pisos de las edificaciones una distancia mínima
aproximada de 50 cm. sobre el suelo exterior; con el fin de evitar o mitigar los
efectos de la humedad del terreno y la invasión de una variada suerte de
innumerables alimañas, en esos lares muy abundantes por cierto.
Aunque de antigua fundación, como pequeño caserío, a comienzos del
siglo XIX, la población tingalesa, asentada al frente del “tingo” (en quechua) o
confluencia (en castellano), de los ríos Monzón y Huallaga, recién comenzó a
surgir desde que llegara el camino carretero en 1,937. Como uno de los
principales puntos de referencia y apoyo de la gran empresa nacional constituida
por la vía Huánuco-Pucallpa. Comenzada a construir en el segundo tercio de la
década de los ‘30. Como reflejo o indirecta consecuencia del conflicto --guerra
en verdad-- con Colombia (en el año ‘33). Que sorprendió al Perú ¡sin una sola
ruta de aceptable comunicación! para transportar a sus tropas. Ni para trasladar
algún abastecimiento significativo hacia la inmensa Región de la Selva (Iquitos,
Pucallpa, Yurimaguas, Moyobamba, Tarapoto, Madre de Dios, etc.).58

58
No había carretera a punto alguno navegable en la Selva del Perú. Llevar tropas al frente de la
guerra con Colombia, en la zona de Leticia, no era posible en escala significativa y menos con
armamento pesado, pues tendría que ser por tierra, a pie, por la ruta de Tarma, hasta el

149
Cuando nosotros llegamos a Tingo María (el ’42), había un sólo ‘hotel’ --
llamémoslo así--, construido de ‘pona’, que se denominaba “Del Águila”. Por el
apellido del propietario, loretano viejo de antiguo linaje, con innegable evidencia;
pues: “Como todo piurano es Seminario; todo loretano es del Águila; y todo
brasileño es da Silva”... Se trataba sólo de un ‘dormidero’, pues daban
exclusivamente un rudimentario ‘alojamiento’. Había que comer en un
restaurantito del pueblo, ubicado ya en una casa de ladrillos y cemento, de
bastante mejor apariencia y buenas condiciones.
El hotelucho de marras, no daba lugar a ninguna privacidad. Pues las
rendijas de la delgada y rala pona, permitían ver y oír desde todos los rumbos.
De ida y de vuelta. La ‘cama’ misma era una simple tarima de listones de la
dicha palmácea. Felizmente, había mosquiteros, pues, lo contrario habría
permitido, a los zancudos, mosquitos y demás picadoras y hematófagas
alimañas, sumándose a eventuales pulgas, piojos, y chinches, "sacar en peso",
sin perjuicio de anemizar, in extremis, a los sufridos huéspedes... Y por los palos
soportantes del techo a dos aguas del 'alojamiento', andaban, en suave transitar,
como Pedro en su casa, enormes ratas. Con las colitas levantadas, cual mástiles
de barquitos airosos; se supone, que tal levantamiento caudal, tenía por fin
ayudar al equilibrio de los dichos repelentes roedores, durante su paso por tan
exclusivas vías... Resignados ante ello, nosotros aceptamos, como muy cierto, el
dicho: “A todo se acostumbre uno... ”.
En el restaurantito vecino, además de lo dispuesto para servir los
alimentos a los clientes, había un par de mesas de billar. Con Alberto, quien
como yo gustaba de este interesante disfrute de salón, nos mandábamos unas
buenas partiditas. Se pagaba ‘unos cobres’ al propietario, quien al instante traía
las bolas y anotaba la hora. Las mesas eran de dos clases, calidades, o
categorías --por el estado de sus paños, entero, o parchado--, así como por sus
correspondientes juegos de bolas --nuevas, bien esféricas y pulidas en una; y de
viejas, golpeadas o ‘abolladas’, en la otra--, de 2 blancas y 1 roja, en c/u, como
es de reglamento. Y, lógicamente, se cobraba dos precios bien diferentes.
Cuando se estaba dispuesto a pagar más, se pedía las “bolas de paso”; y
cuando se quería desembolsar menos, se solicitaba las “bolas de trote”. Por otra
parte, antes de iniciar cada jugada, se debía extraer de la mesa los grandes
coleópteros, escarabajos o ‘toritos’, ¡torotes! --fuera mejor decir-- en ella
aposentados; en agobiante número, junto con innumerables otros bichos
menores. Caídos por la irresistible atracción ejercida sobre ellos por la
‘poderosa’ lámpara “Cóleman” -–de "camiseta", a gasolina, con bombeo a mano-
- que nos alumbraba.

Pachitea, afluente del Ucayali; llegando exangües los pocos soldados que llegasen de no haber
muerto en el camino. Los aviones de aquellos tiempos no podían llevar a más de 4 ó 5 personas,
debiendo hacer varias escalas intermedias. Por lo cual sólo era viable en ellos el viaje de los
altos oficiales. En realidad, el Perú tenía que enviar sus tropas en barcos suficientemente
grandes, por mar, dando la vuelta por el Canal de Panamá, para entrar por la boca del río
Amazonas, hacia Iquitos ¡Mientras EE.UU. y Brasil tuvieran a bien permitirlo! La carretera por el
Centro, desde Cerro de Pasco, sólo llegaba hasta Huánuco.

150
En cuanto al trabajo agrario, motivo principal de nuestra gira, nos
situamos en el llamado “Centro de Colonización de Tingo María”, instalado en
1,938 y todavía dependencia de la Dirección de Colonización, del entonces
Ministerio de Fomento59. Tenía dos divisiones: una, “El Centro” propiamente
dicho u oficina de tierras, dedicada al planeamiento, ejecución de las
parcelaciones, y a la tramitación de los títulos de propiedad de los terrenos para
el mejor asentamiento de los colonos; y otra, “La Estación”, Agrícola, con su
anexa “Granja Zootécnica”, para los aspectos del fomento del desarrollo
pecuario ésta.
Laboramos de caporales o capataces en las faenas agrícolas y ganaderas
conducidas por la entidad en las correspondientes acciones de promoción.
Como germen de la que pronto sería la “Estación Experimental de Tingo María”,
con su “Departamento de Ganadería” (desde abril de 1,942), que por muchos
años desempeñaran un trascendente papel en el desarrollo de la Región del
Huallaga y parte de la cuenca del Ucayali. Con repercusiones hacia toda la
Selva Peruana.
Era Jefe de la Estación --y ’pionero’ de la ‘Conquista de la Selva’, con
otros ingenieros que allí se esforzaban abnegadamente--, el Ing. Agr. Reynaldo
Crespo, quien nos atendió con especial cordialidad y solícito ánimo. Este notable
profesional, siguió manifestándose, a través de los años, cuando a menudo
volvíamos a encontrarnos, como un afectuoso amigo y buenísima persona.
Hasta hace poco siguió siendo querido y respetado Profesor de Cultivos
Tropicales en la Universidad Nacional Agraria. Pudimos así practicar y adquirir
conocimientos sobre variados cultivos y crianzas del trópico; además de
ganarnos ‘unos centavos’, tan decisivos para el financiamiento de la exitosa gira.
Se conducía trabajos sobre arroz, maíz, frejoles diversos, yuca, etc.; lo
llamado “panllevar”; así como frutales, especialmente cítricos y plátanos.
En las vecindades del Centro, estaban las instalaciones del “Estanco del
Tabaco”; dependencia del Ministerio de Hacienda de entonces, como lo eran
todos los “estancos”. Comercializaba y manufacturaba, en exclusividad, el
tabaco; compraba a los campesinos las hojas "curadas" o semiprocesadas;
vendía, al público, los cigarrillos que fabricaba; y daba asistencia técnica,
promocionando, de tales modos, el cultivo de esa planta. Su Jefe era el
competente Ingeniero Agrónomo y magnífica persona, Bruno Sanguinetti,
lamentablemente ya fallecido.
Un poco lejos del pueblo de Tingo María, pero ligada al Centro de
Colonización, ya en el camino hacia Pucallpa, en la Cordillera Divisoria --llamada
así porque separa las cuencas del Huallaga y del Ucayali--, cerca de la cumbre,
se había establecido la “Estación del Té”. A cargo de un hábil y experimentado
Ing. Agr.: Héctor Garayar, quien contaba con la colaboración de un asesor
ceilandés (o cingalés, de Ceilán, hoy Sri Lanka), de apellido Liyanage.

59
El Ministerio de Agricultura, en ámbito nacional, se planeó y organizó, recién entre fines de
1,941 y mediados de 1,942.

151
Se llevaban a cabo allí, tanto ese fascinante cultivo, como los ensayos y
las demostraciones de las mejores técnicas de labores de campo y de su
procesamiento agroindustrial... ¡Interesantísima actividad productiva!... De las
pocas --hasta ahora-- que podrían ser económicamente viables, a cierta escala,
en nuestra Selva Alta. De afrontarse, por cierto, sus problemas recurrentes de
comercialización y mercados internacionales.

La Ganadería Tropical.- En materia pecuaria, en Tingo María, se constituyó


(desde 1,938) una Granja Zootécnica, que realizó valiosos trabajos, sobre
diversas especies animales domésticas, como aves, porcinos, y --¡lo más
apasionante!—en vacunos. Con los ensayos conexos de sus respectivos pastos
y forrajes.
Por primera vez, para la Selva del Perú, eran enfocados --comenzaban a
estudiarse--, técnica y científicamente, los problemas de la Ganadería Tropical.
Bajo la responsabilidad profesional directa de los ingenieros agrónomos
peruanos. ¡Cautivantes asuntos! Por las proporciones del empeño y su
proyecciones sobre el desarrollo económico y social de la región e incluso del
nacional. Por la originalidad requerida para sus interpretaciones, planteamientos
y soluciones a concebir y comenzar a realizar.
¡Apasionantes los desafíos que implicaba la empresa! Inspiración y apoyo
para una hermosa Vocación Profesional y un patriótico Idealismo Vital.
Para mí, era en especial atrayente la Obra; dadas mis aficiones a los
estudios que obviamente involucraba: Botánica, Zoología, Genética, Zootecnia,
Suelos, Ecología Tropical, etc. Ya nacidas, e indeteniblemente impulsadas tales
inclinaciones, desde los tiempos y circunstancias de mis viajes a la Hacienda
Ganadera “Urcón” y a la Región de la Selva del Satipo. Amén de otros viajes, y
vivencias por numerosas zonas del Territorio Nacional que además hicieron
germinar, impulsaron fuertemente fuera mejor decir, mis Ideales Nacionalistas.
En el caso particular de Alberto, siguiendo seguramente de un modo no
del todo consciente, la trayectoria empresarial del padre, a quien profesaba gran
afecto y respeto, su atención se concentraba en la Sierra y en la Costa, en sus
respectivas e interesantes modalidades ganaderas.
Pero la Selva como tal, en múltiples y diferentes aspectos, tendía, en
cada circunstancia, a llenarnos --a ambos-- de inusitado asombro. Hasta los
ámbitos de una evidente fascinación y arrobador embrujo. Especialmente a mí,
con la tanta afición de siempre por las Ciencias Naturales y repitiendo –
profundizando y saboreándolas mejor-- las experiencias imborrables del Satipo.
El trabajo con vacunos era indudablemente el más interesante. Por sus
magnitudes y proyecciones. La Estación de Tingo María, en la mayor parte de su
extensión, estaba ocupada por los cultivos de pastos e instalaciones para el
ganado bovino de su Granja.
Por aquellos tiempos, en los medios técnicos profesionales peruanos, se
había abierto paso cierta convicción de la viabilidad del desarrollo de la
ganadería vacuna en la Selva. Por razones claramente lógicas y por

152
experiencias alentadoras fácilmente constatables. Aunque no dejaban de
presentarse, también y por cierto, inmensos problemas y dificultades.
Desde entonces se percibía que en el Trópico Húmedo Peruano, se dan,
en principio, entre las mejores condiciones del mundo, para el desarrollo vegetal,
vale decir, para la formación en grande de masa vegetal verde. En especial de
hojas. Las que siendo de plantas de pastos, de especies viables en la Selva --las
cuales son innumerables--, ello significa la posibilidad también, reunidas ciertas
condiciones adicionales, de sustentar ganado en grandes magnitudes y en la
mejor forma. Por el principio elemental: “Donde crece bien el pasto, desarrolla
buen ganado”.
En nuestros estudios en la E.N.A.V., se nos había enseñado, lo que es
una especie de axioma eco-botánico, expresable en la suerte de fórmula
siguiente:
Luz + Calor + Humedad = Vegetación
Así, ocurre que casi no hay otros lugares del mundo, en los que se
presenten, en el curso de todo el año y en sus más altos niveles, estos factores:
Luz, Calor, y Humedad. En tanta intensidad y en tanto tiempo, como en la Selva
Peruana. Y, de un modo general, en la Amazonía Sudamericana, de la que
forma parte la nuestra. Así como, de modo parecido, en algunas regiones de
Trópico Húmedo de África (Congo, Níger); y en las cálidas y lluviosas del
Sureste de Asia (Indochina e Indonesia: Java, Borneo, Sumatra).
La concentración en una zona, de los efectos conjugados y en un alto
nivel, de la Luz, el Calor y la Humedad, permiten el mejor desarrollo de las
plantas verdes; por supuesto, de las hechas para tales condiciones.
Así funciona, al óptimo, el proceso que aprovecha la energía luminosa y
calorífica del Sol, por la acción esencial --en cierto sentido misteriosa todavía--
de la clorofila. Sustancia verde de las plantas, que se concentra en los
corpúsculos o "cloroplastos", del protoplasma de las células de sus hojas y de
las otras partes verdes de los vegetales; por cuyo intermedio, se realiza la
síntesis --¡“foto síntesis”!--, del anhidrido carbónico (CO2), de la atmósfera,
tomado por las hojas, con el agua (H2O), proveniente del suelo, a través de las
raíces; para formar los primeros hidratos de carbono o “azúcares en C6”, como la
glucosa (C6H12O6).60
La glucosa es el componente inicial y básico, para la constitución de la
estructura corpórea y el suministro de la energía vital, de todos los vegetales. E,
indirectamente, de todos los demás seres vivos.
Por sucesivas polimerizaciones y deshidrataciones, los ‘azúcares en C6’
(glucosa, dextrosa, levulosa, fructosa, etc.), dan lugar a los demás hidratos de

60
Aun a riesgo de redundar sobre algo ampliamente conocido, creemos oportuno recordar que
se llaman “hidratos de carbono” a las combinaciones o compuestos de este elemento (C), con el
hidrógeno (H) y el oxígeno (O), guardando, para los dos últimos, la misma proporción en que se
presentan en el agua: (H2O) = 2 de H, por 1 de O. Así, la glucosa (C6H12O6), también podría
escribirse: C6 (H2O)6.

153
carbono. Que, con los agregados posteriores, en variadísimas combinaciones y
cuantías, de otros elementos, como el Nitrógeno: de símbolo N; el Fósforo: P;
Azufre: S; Calcio: Ca; Potasio: K; Sodio: Na; etc.; integran los componentes de la
llamada: “Materia Orgánica”. Constituida, así, por: los dichos azúcares en C6 y
los en C12 (sacarosa, lactosa, etc.); por las dextrinas, gomas, pectinas,
almidones, celulosa, leñinas, etc.; por grasas y aceites; por aminas, aminoácidos
y proteínas; más los compuestos orgánico-minerales (ácidos, sales, etc.).
Resulta lógica y viable, reunidas las otras condiciones esenciales
requeridas por cada desarrollo vegetal concreto y el de todas las plantas en
general, la mayor producción cuantitativa de masa vegetal verde en el Trópico
Húmedo. De hojas cuando menos, que no siempre de frutos y semillas, los
cuales suelen reclamar algunos períodos de menores lluvias y hasta de
sequedad ambiental o de los suelos, no siempre presentes en el Trópico
Húmedo. Es claro, que cumplidos requisitos tales como:
La armonía clima-suelo-planta o la adaptabilidad bioecológica; una
prudente diversidad biológica (cultivos asociados, alternados, e intercalados);
evitar el monocultivo (practicar rotaciones), la sobre explotación y el
sobrepastoreo; tomar precauciones sobre sanidad vegetal; cumplir el cuidado
del suelo, comprendiendo la fertilización química y mineral (N, Ca, P, K, y
algunos elementos menores) y, sobre todo, la orgánica (por variados
procedimientos).61
En el Trópico Húmedo, la materia orgánica --elemento esencial de la
fertilidad de los suelos, en todo el mundo--, así como se forma con relativa
facilidad y en gran volumen, también se descompone o destruye, muy
rápidamente, por la acción impulsora del Calor y la Humedad ambientales, en un
violento proceso físico-químico-biológico-enzimático.
Se dice, con toda razón: La “Capacidad de Fotosíntesis” de la Selva
Peruana, es la más elevada que pueda darse. Es el verdadero fundamento y la
mayor ventaja para la productividad agraria de nuestra Amazonía. No lo es
tanto, la ‘riqueza original de los suelos’, en su aspecto mineral. Por otra parte, el
hecho de su atribuida ‘pobreza’ geológica inicial, no daría explicación completa a
los frecuentes desastres de improductividades agrícolas y degradaciones de
suelos, que siguen a primeras producciones casi siempre asombrosas..
En el dicho sentido, no es verdad que la Selva no tenga posibilidades
agrícolas, ganaderas, o forestales. Lo cierto es que, su mayor potencialidad
agraria está en su “Capacidad de Fotosíntesis” y no tanto en la ‘riqueza mineral
de sus suelos’. Los cuales sí son, en principio y por lo general, originalmente

61
La mejor forma de enriquecer en materia orgánica a los suelos de la Selva, consiste en llevar a
cabo cultivos de pastos perennes y fertilizados, que no se sobrepastoreen. En tal forma, en cada
pastoreo o siega, una parte proporcional del sistema radicular de los pastos, en relación con el
follaje cortado o comido, muere y se descompone en el interior del suelo, formando una capa
progresivamente --con cada corte-- más rica en materia orgánica (humus) y por lo tanto más
fértil. Con los rebrotes del follaje, las raíces también rebrotan lo necesario, sin mayores
problemas; siempre y cuando el suelo se haya fertilizado y la plantación no se sobrepastoree.

154
ricos (pues tienen abundante materia orgánica); aunque, es cierto también, con
muchas excepciones y marcadas diferencias zonales. Además, pueden perder
su riqueza --generalmente la pierden--, con vertiginosa rapidez. Si no se les
cuida. Pero, al contrario y afortunadamente, es posible mantenerla, hasta
elevarla --y mucho--, si se cultivan con adecuadas técnicas conservacionistas y
enriquecedoras.
La mayoría de los forrajes para vacunos son precisamente masa verde.
Ya se conocían en Tingo María numerosos pastos para corte y pastoreo –
procedentes muchos del África Ecuatorial, de Asia y América Tropical--, que
desarrollaban muy bien en la Selva, produciendo impresionantes tonelajes por
Ha., por corte, y con notable número de cortes al año. Y así, reiterando lo dicho:
“Donde hay o se puede producir buenos y abundantes pastos, es posible
lograr excelente y numeroso ganado”. Siempre que se resuelvan, al mismo
tiempo, los otros problemas de los propios animales (resistencia al calor, a las
plagas y enfermedades especialmente)... ¡Así de relativamente simple es el
hecho y de lógica la conclusión!
Por ejemplo y concretando: Para pastoreo general, vegetaba con
elevadas producciones, el ‘gramalote’ o ‘nudillo’ (Panicum purpuracens y
Brachiaria spp.); para doble uso, el ‘elefante’ (Penisetum purpureum); de corte,
el ‘maicillo’ o ‘yacu grama’ --de yacu = agua, en quechua; por lo jugoso--
(Axonopus scoparius), y el ‘Guatemala’ (Tripsacum laxum), de desarrollo en
volumen parecido al de la caña de azúcar, pero con una textura mucho más
suave del follaje (laxa), semejante a la del maíz chala y que, abonado con guano
de islas, daba unos rendimientos extraordinarios al corte (es posible --se
estimaba así-- que pasara de las 400 Ton. al año, por Ha.), siendo apropiado
para suministrarlo a las vacas lecheras, picado y en comederos de establo.
Se comenzó también a realizar ensayos con camotes forrajeros y con
multitud de leguminosas, de las cuales, al final y unos años después, se
impondría con largueza el --en varios sentidos-- extraordinario “Kudzú” o
“Pueraria” (Pueraria phaseoloides; sinónimo: P. javanica).
Así, en cuanto a pastos, las perspectivas ya se presentaban halagüeñas.
Pero además se sabía que en África, Indonesia, así como en Las Antillas y en la
Zona del Golfo (de Méjico), en los EE.UU.; en Brasil, Colombia y en varios
países de América Tropìcal o Subtropical, estaban desarrollando e introduciendo
numerosas e interesantes especies y variedades de plantas forrajeras. Con toda
seguridad, adaptables a nuestro Trópico Húmedo.
De tal suerte, para superar la situación, solamente era preciso ampliar los
ensayos y experimentos, considerando un cierto tiempo para realizarlos. Como
efectivamente sucedió y tendremos ocasión de referirlo.
En segundo lugar, en cuanto a los animales mismos, ya se habían
desarrollado, históricamente en el Perú, importantes núcleos de ganaderías, en
base a ganado criollo, de antigua ascendencia hispana (de Castilla),
sobreviviente y notablemente adaptado a las zonas calurosas de Piura y

155
Tumbes, Jaén y Bagua, San Martín, y las orillas de los grandes ríos de la
Amazonía. Que si bien no eran de alta productividad o de suficiente resistencia,
demostraban, por lo menos, que la ganadería selvática no era un imposible, ni
una quimera.
De otro lado, precisamente en la zona más calurosa de nuestra Costa
Norte, en Piura, su tipo de ganado era de un buen desarrollo corporal y
adaptado, en grado importante, a las condiciones de elevadas temperaturas
ambientales y de las patologías pecuarias propias de regiones cálidas; aunque
no faltaban ciertos problemas en estos campos. Hasta que algunos hechos, en
parte fortuitos, abrieron los ojos a los estudiosos de la Zootecnia Tropical, a la
sazón iniciándose profesionalmente en el Perú:
Por el año 1,915, el destacado profesor de la Escuela Nacional de
Agricultura y Veterinaria, Dr. Luis Macagno, propugnaba la introducción del
cebú, para algunas regiones cálidas del país, logrando que el gobierno importara
algunos ejemplares para el Zoológico de Lima, recién establecido en el llamado
Parque de la Exposición. Fue así cómo, en dicho lugar, entre los animales
exóticos en exhibición, para atender a la enseñanza escolar y a la curiosidad
pública, se ubicó al tal grupo de cebúes, los cuales, por sus jorobas, colgajos,
orejas, y otras notorias peculiaridades de exterior, aparecían muy llamativos y
exóticos a los ojos del ‘populorum’ limeño. Uno de ellos fue adquirido por la
Hacienda “Pabur” de Piura y utilizado como reproductor, en cruzamientos con el
ganado criollo piurano, dando magníficos resultados; en peso, precocidad,
calidad de carnes, y resistencia al calor y a parásitos y enfermedades tropicales.
Los ganaderos de Piura –entusiasmados— hicieron importaciones
posteriores procedentes de EE.UU. (Texas), difundiendo la utilización de este
valiosísimo ganado de primer origen indiano. Al cual, por algún tiempo, se le
creyó de especie distinta (“Bos indicus”) del vacuno común o de origen europeo
(“Bos taurus”); pero en realidad --pues sus mestizos son muy viables y altamente
fecundos--, se trata sólo de dos ‘grupos raciales’ (variedades o ramas: asiática y
europea), de la misma especie: “Bos taurus”; con sus variedades: “índica” y
“europea”.
Entre los ingenieros agrónomos que dirigían los trabajos de colonización
de la Selva --llamada “Montaña” en aquellos tiempos--, estaba, como Jefe del
Departamento de Ganadería Tropical, de la Dirección de Colonización, el Ing.
Joaquín Alejandro Cortez. Era un entusiasta profesional, de gran sentido
práctico, quien había cursado estudios en el Brasil --cuya ganadería era
medularmente cebuína-- y trabajado con rebaños cebú y mestizos en la
mencionada hacienda agrícola-ganadera piurana “Pabur”. Con muy buen
criterio, pensó --y en tal sentido actuó-- que en la Selva peruana el cebú “debería
dar buenos resultados”. Puro o mestizado; para conferir resistencia al calor y a
las afecciones tropicales a los rebaños con los cuales se quisiera trabajar. A él
se debe el mérito de la introducción, en la Selva del Perú, de esos valiosos
animales, de tan decisiva influencia en su posterior desarrollo ganadero.

156
De tal modo, en 1, 938, se importaron del Brasil, por Iquitos, 20 cabezas
de cebú (machos y hembras, de varias razas), que se repartieron en las granjas
militares que había establecidas en las orillas de nuestros grandes ríos
amazónicos. Y en 1,939 se llevaron a Tingo María, procedentes de Texas, 4
toros cebú; dos de la raza Nellore y dos de la Guzerat. Se mestizaron estos
animales con un lote de vacas criollas de diversas procedencias, en especial de
las serranías de Huánuco y departamentos cercanos; así como de la Costa y
algo de la Selva misma. Había además un grupo de toros y vacas de la raza
Hereford; que de un modo casual –en verdad, sin ninguna consideración lógica--
se habían adquirido en Lima y llevado allí… Resultando los más variados cruces
de Criollo, Hereford, y Cebú. Sobre los cuales se comenzó a tomar datos y a
realizar observaciones algo minuciosas.
En los tiempos en que nosotros llegamos, en esta nuestra primera visita a
Tingo María (1,942), estaban ya desarrollados los productos de las primeras
mestizaciones. Y ofrecían resultados espectaculares. En cuanto a precocidad,
pesos, resistencia al ambiente tropical, y belleza de los tipos obtenidos. Ello
motivaba un gran entusiasmo y optimismo general.
Se ratificaban las observaciones ya referidas, realizadas en el Satipo.
Podía afirmarse, con holgada evidencia, que la Selva era capaz de producir y de
hecho producía --aunque sólo como muestrario aún-- mejores ejemplares
incluso, que otras zonas del país, especialmente de la Sierra, tenidas como
clásicas sustentadoras de buenas y grandes ganaderías.
Sin embargo, rápidamente se notarían la naturaleza y magnitud de
algunos problemas inquietantes de la Selva, cuya solución resultaba necesario
afrontar:
Entre los sanitarios,62 el más grave, terrible, en aquellos tiempos, era el de
la piroanaplasmosis, “tristeza”, o “tocazón”; especie de paludismo de las vacas,
por ello también llamada: “malaria bovina”, enfermedad de la sangre, a
protozoarios (Piroplasma y Anaplasma spp), que son transmitidos por las
garrapatas (Boophilus bovis), ectoparásitos arácnidos, de la familia de los
ixódidos, cuya hembra adulta, semejante a un grano de ricino, se adhiere por
decenas de millares al cuerpo de los vacunos, succionando su sangre hasta
repletarse y produciendo centenares de millones de huevos. Constituyendo, por
ello y además, un parásito hematófago expoliador, muy molesto y dañino.
Simultáneamente, se presentaban varias otras enfermedades infecciosas
(carbunclos, septicemias, gangrenas, etc.); y parasitosis, externas e internas,
muy perjudiciales y mortificantes para el ganado (“gusaneras de las heridas” o
miasis; el “paca curo”, “nuche”, “torsalo”, “dermatobiosis” o gusanera

62
Progresivamente solucionándose con el admirable avance de la Medicina Veterinaria y
atenuándose marcadamente, mientras tanto, con la introducción de la sangre cebú, en los
cruzamientos llevados a cabo en las ganaderías de la Selva; los cuales incrementaban, de modo
notorio, su resistencia a las afecciones tropicales.

157
subcutánea; la estrongilosis pulmonar de los terneros, etc.). Además de
marcadas deficiencias minerales (calcio, fósforo, yodo, cloruro de sodio, etc.).63
Pero lo que comenzaba a presentarse como la cuestión más inquietante y
a la vez el mayor desafío a la creatividad del zootecnista, era lo referido al
campo genético... ¡Al de una Ciencia Maravillosa!
Se venía entendiendo –hasta entonces-- que tres eran, por lo menos, las
condiciones que debía ofrecer un buen ganado para la Selva Peruana; pero,
lamentablemente, ninguno –ninguna raza-- existente en el mundo, las poseía.
Se debía crear una que las tuviera. A saber:
1- Resistencia al Trópico- Al calor. La daba el cruce con cebú; pues se
presenta muy baja en las otras razas.
2- Buena producción de carne- Por: Precocidad, Fecundidad, Peso, y
Calidad. La daba el cruce con razas de origen europeo.
Insuficiente en las otras razas.64
3- Uniformidad- Indispensable para la producción económica
organizada . Significa acentuada igualdad o semejanza, de los
individuos entre sí, en los rebaños; y entre las generaciones en la
descendencia. Pero no se definía aún, cómo poder lograrla.
Era, precisamente, en esta tercera condición, en la que se presentaba la
mayor dificultad. Pues no se sabía qué hacer, a partir del primer cruce. Cómo
continuar la reproducción (los cruzamientos o apareamientos) de los productos
mestizos de la primera generación (en Genética llamados de F1).
Si se volvía a cruzar, los de F1, con la raza progenitora (P), europea, se
bajaría la resistencia, en el nuevo producto de segunda generación (F2). Si se
aparearan con cebú, se bajaría la productividad. Y, si se realizara el apareo
entre dos de primera generación (F1), se produciría, sin remedio --así se
pensaba--, un ‘desorden hereditario’, una gran heterogeneidad; por demás
indeseable, en toda ganadería bien llevada. Una dispersión de genes y
caracteres; lo que se llama una disgregación genética.
¿Qué hacer?...
La vigencia mental del supuesto --en alguna medida cierto y en gran parte
erróneo-- se explica, pues no eran de conocimiento general todavía, las
condiciones y requisitos que podrían evitar, contener, o compensar… ¡y hasta
aprovechar!... la disgregación, llamada mendeliana; y lograr la estabilización o
fijación de un nuevo y superior tipo o raza de ganado.65

63
Explicaciones más amplias sobre el particular, se contienen en mi libro: “Ganado Amazonas” -
Una Solución Peruana-Editorial Universo-1,977.
64
Unos años después, todavía, se habría de esclarecer, definitivamente, la mayor conveniencia,
para la Selva Peruana, de la ganadería de leche o de doble propósito (carne y leche).
65
También, mayores precisiones, especialmente en el Cap. XII, pags. 205-208, de mi citada
obra.

158
Casi todas las experiencias hasta entonces conocidas o fácilmente
disponibles, movían a pensar que el propósito no era viable. En cualquier caso,
ni en el lapso de una generación humana, el cual hasta resultaría corto. Se sabía
de algunos de tales procesos de fijación sucedidos con éxito solamente en
especies pequeñas, capaces de muy rápida multiplicación (aves, conejos,
perros, cerdos, etc.). O sobre muy grandes rebaños, de animales mayores
(ovejas, vacunos, equinos, etc.), mantenidos en aislamiento y en estrecha
consanguinidad, por muchísimos años; además de sometidos a dos rigurosas y
prolongadas Selecciones: la Natural primero, agregándosele después, la
Artificial, estricta y larguísima. En pocas palabras: “Algo prácticamente inviable”.
Por lo menos, para las condiciones y requerimientos del caso dado en Tingo
María.
Reinaba pues la convicción general de que así era y tenía que ser
siempre: “Los mestizajes concluirían en un verdadero caos genético”.
No obstante y felizmente, la profundización de los estudios en el campo
de la Genética y numerosos logros posteriores en los terrenos de la ganadería
práctica, llegarían a demostrar, fehacientemente, lo infundado de tal creencia. Y,
por el contrario:
Había en el Perú, la apasionante posibilidad, incluso la necesidad,
cumplidas determinadas condiciones, de una realización genética distinta
de las habituales; de mucho más alta jerarquía técnica y científica.
¡La de Crear un nuevo Tipo o Raza de Ganado!... Imprescindible,
para lograr, en grande, el desarrollo ganadero selvático de nuestra Patria.
Y gracias a ello, el Económico General de tan deslumbrante e inmensa
región. Contribuyendo, así, a un impulso engrandecedor del Perú entero.
Había pues, como líneas arriba adelantara, razones de sobra para
“picarme” el germen de ese tan gran Ideal Patriótico, apoyado en una
apasionada Vocación Profesional.
-----
Para una actitud suficientemente comprensiva hacia la concepción de
general vigencia entonces acerca del dicho problema biológico de la Zootecnia
Tropical Peruana, sería necesario remarcar cómo la Ciencia Genética --si bien
en la actualidad es ya deslumbrante-- constituye una disciplina de muy nueva
aparición y desarrollo (en términos históricos y para situaciones de semejante
género y categoría)…
Recién, casi a fines del siglo XIX, el genial monje austríaco, de la
congregación católica de los agustinos, Gregorio Mendel (n.1,822 - m.1,884),
realizó unos singulares estudios y experimentos, de apariencia inicial modestos,
pero de importancia real muy grande, acerca de la herencia del color y tamaño
en flores. Dando nacimiento, así, genialmente, a la Ciencia Genética Moderna.
Por lo cual ha sido considerado, con plena justicia, como su fundador o padre.
Trabajó con plantas de arvejas o guisantes (alverjas en peruanismo lícito),
y tacones, del huerto de su convento. Sobre todo lo cual, tomando minuciosos

159
datos, realizó elocuentes estadísticas, compendiadas en un informe o
comunicación científica que fue a parar y ¡quedó archivada y en olvido! en la
Academia Británica de Ciencias de Londres. Como una de tantas
comunicaciones de innumerables científicos, no muy destacados la mayoría.
Mendel murió sin haber conocido la glorificación a que dieran lugar sus
excepcionales investigaciones y descubrimientos. Años después, ya comenzado
el siglo XX, otros científicos especializados en Biología, desempolvaron el
documento y lo difundieron. Apreciando, con acierto, aunque tardío para el autor,
su inmenso valor científico.
El genial monje estableció que los caracteres de los seres vivos se
transmiten, de una generación a otra, por obra de ‘factores’ o ‘mandatos
hereditarios’, internos, fijos, e independientes del medio. Los cuales, con
posterioridad, serían llamados ”genes”66. Que en la transmisión hereditaria son
pues autónomos entre sí, siguiendo las reglas matemáticas del “Cálculo de
Probabilidades” (de los grandes números).
Los descubrimientos de Mendel venían a llenar ciertos vacíos dejados por
los del naturalista inglés Charles Darwin (n.1,809, m. 1,882), quien,
honestamente --él mismo, con modestia de sabio--, incluso reconocía algunos
concretos. Fueron seguidores ultras suyos (los más radicales “neodarwinistas”),
quienes no los admitían de buena gana, en el positivista y soberbio intento de
negar Misterio a la Creación. Agregando, en cambio, varias deducciones
improcedentes, sin satisfactorias comprobaciones científicas. Como aquella –
irreal-- de que la acción prolongada del Medio, podría llegar, con el transcurso
del tiempo y a través de varias generaciones, a modificar, en su propio sentido, a
los genes mismos.
Las teorías de Darwin eran certeras en cuanto a señalar que la Evolución
de las Especies resultaba consecuencia de la Selección Natural, por dejar
sobrevivir --y estimular en parte-- a las formas más adaptables a cada Medio;
llevando así a una sorprendente correspondencia entre los caracteres de los
seres vivos y las condiciones de sus respectivos ambientes. Pero no eran
completas, en cuanto a las adicionales interpretaciones biológicas requeridas
para el total esclarecimiento de tales asuntos. Veamos algunos ejemplos
concretos:

66
Con el avance de los estudios botánicos y genéticos se precisó la ubicación de los genes en
los núcleos de las células y, dentro de éstos, agrupados en los llamados cromosomas (del gr.
cromos=color y soma=cuerpo; cuerpos coloreables), como bastoncillos, cuyo nombre alude a
que se impregnan de los colorantes utilizados en su microscopía. Cromosomas y Genes están
por pares, semejantes o correspondientes, llamados homólogos o alelos, uno del padre y otro de
la madre; en número fijo, en cada especie viva; los genes en muchos miles y los cromosomas en
bastante menor cantidad (23 pares en humanos, 30 en vacunos). Recientes investigaciones
señalan que los genes están constituidos por complejísimas proteínas o aminoácidos, en una
estructura básica común a todos los seres vivos: el Ácido Desoxirribo Nucleico; ADN o DNA (en
sigla inglesa). Se representa como una escalerilla helicoidal, para mejor explicación de sus
variadísimas combinaciones individuales, acoplamientos, fracturas, etc. (estudios de la llamada
“Ingeniería Genética”).

160
En los tupidos bosques tropicales húmedos, sus seres vivos más
evolucionados son todos trepadores o hechos para alcanzar las zonas más altas
de la vegetación, en pos de la luz solar. Indudablemente, la Selección Natural
sólo ha permitido sobrevivir a los que pueden trepar, como los monos o
cuadrumanos y mejor a los de cola prensil; los loros, guacamayos y aves
trepadoras en general; las serpientes de variado tipo, etc. Los insectos
caminadores y voladores, como las hormigas, avispas, mariposas, etc., no
afectables negativa e intensamente por la gravedad. Y en lo que se refiere a
vegetales, a las lianas, enredaderas y árboles de rapidísimo crecimiento vertical;
las plantas epifitas (que viven sobre las altas ramas de otras), como las
orquídeas, etc. Hasta aquí Darwin tiene razón suficiente.
Pero, siendo el Medio el mismo, si es único... ¿Por qué sus animales y
plantas no son iguales todos? De una sola especie y apariencia. Todos
serpientes, todos monos, o todos orquídeas. Como debieran ser si sólo influyera
la Selección Natural, la Acción del Medio. Si éste fuera el factor único, exclusivo
y determinante, de la formación de las especies.
Con toda evidencia, en la constitución y evolución de los seres vivos han
intervenido, también, tienen que haber intervenido, otros elementos: los
“factores” mendelianos, “mandatos hereditarios”, o “genes”. Los cuales son
internos e independientes del Medio y muy diversos. Determinantes de los
caracteres básicos ofrecidos a la Selección Natural, en una especie de amplio
abanico, y ella ha dejado subsistir solamente a los que podían concordar con el
Medio. Explícase así, cómo siendo las formas dadas, todas trepadoras, por
efecto de la Selección Natural, sean, al mismo tiempo, muy diferentes entre sí,
por la acción de la Herencia (de los genes).
¡Cuánta sabiduría la del Creador! Expresada en el Orden Natural. Tan rico
en variedad genética de especies biológicas y de tan notables semejanzas, por
adaptadas a sus medios propios y comunes. Y, por añadidura, preparado para
cualesquiera graves variaciones ambientales, garantizando la Preservación de la
Vida, por la supervivencia, por lo menos, de algunas de sus infinitas formas.
De hecho: Se complementan, más que se contraponen, las teorías de
Darwin y de Mendel.
Otros casos aleccionadores:
¿Cómo se explica, en el medio tropical de la India, el nacimiento de
“elefantes blancos” o albinos? Del todo inaparentes para vivir en esas
condiciones, de tan cálido y luminoso ambiente; resultando así completamente
inútiles para el trabajo y requiriendo artificiosa crianza, con una carísima
manutención.
¿Cómo explicar, también, los casos de humanos albinos, en medio de
negros, en el África Ecuatorial?
¿Cómo es posible que aparezcan caracteres patológicos, monstruosos, y
hasta letales o mortíferos? Tales como la hemofilia humana; o de los animales
machos con ano cerrado (las hembras sobreviven porque el recto se abre en la

161
vagina); o plantas sin clorofila (blancas), condenadas a morir; o cuando siendo
sólo ‘jaspeadas’, en blanco y verde, están destinadas a una debilidad
permanente, que sólo les permite sobrevivir, bajo cuidadoso cultivo por parte del
hombre; o el caso de los seres afectados de enanismo, gigantismo, y de
innumerables taras, congénitas y hereditarias, en varios grados de dominancia.
¿Cómo sería posible explicar todo lo dicho? Si se supusiera que en las
Formas Vivas y en la Herencia, solamente interviene el Medio. Como
instrumento único, brújula y motor, de la Selección Natural y por lo tanto de la
consecuente Evolución de las Especies.
¿Cómo se puede comprender estas cosas? Si no se admite, primero, que
hay factores hereditarios internos, Independientes del Medio. Que hasta le
pueden ser permanente o circunstancialmente contrarios; e incluso sujetos a sus
propios accidentes o modificaciones. Por razones y motivos en algún grado
desconocidos hasta ahora. Todavía misteriosos para la Ciencia. Si se quiere,
pareciendo hasta ‘caprichosos’. Pero no es posible negarle, por lo menos, una
gran dosis de Sabia Previsión al Orden Natural. No resulta racionalmente
descaminado, reconocer, como un designio Providencial o Divino, el haberlos
impreso, desde y en el mismo Acto Maravilloso de la Creación. ¡Con
inconmensurable Sabiduría y Previsión!
Es como si se hubiese tratado de dejar establecida, por la ‘oferta’ de
múltiples formas vivas espontáneas, un modo de Previsión Natural y Autónoma,
frente a los cambios ecológicos posibles en la biósfera terrestre, en el transcurso
de los siglos. Con miras a la perpetua Preservación de la Vida y como un medio
de aprovechar las múltiples circunstancias, de diversa índole, que se presentan
en el discurrir de la existencia terrestre.
No han faltado quienes, ubicándose en una especie de neodarwinismo
equívoco, suponen, por ejemplo, que si en determinadas razas de perros o de
vacunos, se cortara la cola a los primeros o se extirpara los cuernos a los
segundos, por varias generaciones seguidas, se podría llegar a obtener, al final
y de nacimiento, perros o vacunos ’mochos’; sin cola unos y sin cuernos los
otros. ¡Absurdo de grueso calibre!
Cada ser vivo aparece a la vida con un nutrido bagaje de genes y
caracteres de ellos dependientes, con el cual se enfrenta a la Selección (Natural,
Artificial, o a ambas) y sobrevive y prospera con los que mejor lo permiten. En
suma, el juego maravilloso, de Herencia y Medio, es el que, al final, determina
los Caracteres del individuo y de la especie. La Herencia (los genes, su conjunto
el genoma) ofrece las potencialidades (posibilidades) múltiples de los caracteres.
La Selección, por el actuar del Medio (Natural o Artificial), deja sobrevivir a los
más aptos; además, en cierta medida, estimula el desarrollo de los caracteres
favorables. Pero las modificaciones por obra del Medio, generalmente Son de
Poca Amplitud y No Se Heredan:
“Los caracteres adquiridos no se heredan”. El hijo del estudioso, no nace
sabiendo y ni siquiera acrecienta su inteligencia; ni el del pintor pintando; o el del
atleta campeonando. Lo que no permite la Herencia, no lo concede el Medio. “Lo

162
que Natura no da, Salamanca no crea”. “Al que nace barrigón, aunque lo fajen
de chico”...
Mas aquí vale la pena volver sobre Mendel. Para precisar los alcances de
sus descubrimientos y poder comprender mejor ésos y la importancia de los
estudios posteriores de otros esclarecidos científicos. Que, todos en conjunto,
terminaron por armar el asombroso edificio de la Genética Moderna, tal cual la
podemos conocer y aprovechar hoy.
El sabio monje agustino, como se ha dicho, expresó y sintetizó sus
conclusiones, que partieron del estudio de la herencia del color y del tamaño de
las flores de guisantes, en:67
“Las Tres Leyes Fundamentales de Mendel”:

1ª Ley- De la Dominancia Completa entre Dos Factores en Juego:


“Si se cruza una planta de flores rojas, siendo este caracter determinado
por un factor dominante (visible), con una de flores blancas, definidas por uno
recesivo (que se esconde); en la primera generación (F1), todas las plantas
salen de flores rojas (del color dominante).
“Pero si se vuelven a reproducir las de primera generación entre sí
(F1xF1), las de segunda generación (F2), disgregan y salen en la proporción de ¾
rojas y ¼ blancas.
“Siguiendo la multiplicación, para producir F3, de las blancas entre sí,
todas salen blancas.
“Pero las de rojas entre sí (considerando el conjunto de “puras” y
“cruzadas”), dan en F3, la proporción de 1/8 blancas y 7/8 rojas (“puras” y
“cruzadas”). En las siguientes generaciones este grupo sigue segregando a las
blancas, en progresión semejante, hasta separar completamente, a sus factores
determinantes, de la población de flores rojas.”

Se produce así, en F1, una yuxtaposición interna de los “factores” o


genes, para blanco y rojo. Pero como rojo domina sobre blanco, todas las flores
salen rojas, en esa generación F1. Quedando, momentáneamente oculto, el
color blanco recesivo.
En F2, se produce una dispersión o “disgregación”, por la cual una cuarta
parte (25%), aparecen blancas de nuevo y tres cuartas partes (75%) rojas: 25%
“puras”, con genes ‘alelos’ o correspondientes duplicados, venidos de padre y
madre, y 50% “cruzadas”, o sea con genes ‘alelos’ diferentes, que proceden de
padre y madre de bagajes hereditarios distintos.
Así a partir de F2, reproduciendo solamente las de flores rojas (puras y
cruzadas), se comienza a producir una separación progresiva o “segregación”,
de las blancas (en la proporción de 1/4, 1/8, 1/16, etc.). No pudiéndose distinguir

67
En el texto que exponemos, de “Las Leyes de Mendel”, introducimos algunas modificaciones
de forma, respetando escrupulosamente el fondo, para los fines de una explicación posterior más
fácil.

163
las rojas puras, de las cruzadas; salvo observando individualmente sus
apareamientos y las proporciones en su descendencia. Los factores hereditarios
siempre “disgregan” (se dispersan), al azar, si no actúa la selección; y
“segregan” (se separan), si hay una selección definida en uno de los sentidos.
En el presente caso, sucede en favor de las rojas.
Los factores alelos no se mezclan nunca, íntima ni definitivamente, entre
sí. El factor para caracter dominante no lo hace con el recesivo. La disgregación
primero y la segregación después, son, en lo factorial, siempre independientes,
autónomas.

2ª Ley-.De Dominancia Parcial entre Dos Factores en Juego:


“Si se cruza una planta (de flor roja), de una variedad que posea el factor,
solamente en dominancia parcial o intermedia, con otra planta de un factor alelo
(flores blancas), recesivo, en la primera generación (F1), todas las flores de las
plantas son iguales y de color intermedio (rosadas).
“Si se reproducen entre sí las plantas de F1 (de flores rosadas), en la
siguiente generación (F2), las flores salen en la proporción de ¼ semidominantes
(rojas), ½ intermedias (rosadas), y ¼ recesivas (blancas).
“Si se reproducen, para F3, las puras recesivas (blancas), entre sí, siguen
dando puras (blancas); y las puras semidominantes (rojas), entre sí, dan también
puras del mismo factor (rojas); mientras que las intermedias (rosadas), repiten la
proporción de F2. Sucediendo lo mismo, indefinidamente, en todas las
generaciones siguientes”.
La herencia intermedia no es fija. Pero debe entenderse la referencia, a la
de caracteres dependientes de un solo par de factores en juego (aquí, el
determinante del color de las flores: rojas o blancas), en los casos de
dominancia parcial.

3ª Ley-.Del Dihibridismo. O juego de Dos factores por Progenitor (P)68:


“Cuando se cruzan dos plantas en las que se cuentan dos factores
hereditarios en juego, en cada una, pudiendo ser casos de dominancias
completa o parcial, de ambos caracteres, todas salen iguales en F1.
“En las generaciones siguientes, los caracteres disgregan de modo
independiente, siguiendo, cada uno, las reglas y proporciones de las leyes
anteriores.”
Por ejemplo: En cuanto a color y tamaño de flores, una planta de flores
chicas y rojas, cruzada con una de flores grandes y blancas, en las que el color
rojo y el tamaño grande puedan ser, en dos individuos o progenitores diferentes
cada uno, total o parcialmente dominantes, en F1, todas las flores salen de un

68
En el estudio de la Genética, se utiliza la palabra “híbrido” o “hibridación”, para designar a los
cruzamientos, apareos, o a la reproducción en general, entre los seres vivos, sin hacer distingos,
se trate de linajes, razas, variedades, especies, o géneros. En lenguaje ganadero, se habla de
hibridación, cuando es entre especies distintas (caso del mulo, resultante del cruce del burro con
la yegua); y de mestizos, cuando es entre razas de la misma especie (por ejemplo: Brown Swiss
x Criollo, en la especie vacuna).

164
solo color y tamaño, correspondientes a los factores total o parcialmente
dominantes. Pueden ser: todas rojas y grandes, todas rosadas y medianas, etc.).
En F2 (de F1xF1) y en los mismos tipos de dominancias y recesividades,
se dan todas las combinaciones posibles de flores rojas (“puras” y “cruzadas”),
de blancas (siempre puras), de rosadas (siempre “cruzadas”); de grandes
(“puras” y “cruzadas”), de chicas (siempre “puras”), y de medianas (siempre
“cruzadas”). Así, simplemente en cuanto a las apariencias de las flores, se dan:
rojas, chicas, medianas, y grandes; blancas, chicas, medianas y grandes; y
rosadas, chicas, medianas y grandes.
Y, como ha sido expuesto, de F2 hacia F3 y en adelante, la disgregación
factorial sigue totalmente independiente y profusa, conforme a las dos primeras
leyes enunciadas.
Aparte, la posible segregación posterior, por selección, en favor de uno,
dos, o más de los factores en juego, va siendo cada vez más dificultosa, según
el número de los factores considerados y con el avance de las generaciones en
su multiplicación.
-----
Vale la pena proseguir en el análisis de estas leyes, de gran significado
en la interpretación de los fenómenos de la Naturaleza y de sus repercusiones:
Mendel casi terminó de aclarar las incógnitas que había dejado Darwin. Y
frenó, en gran medida, las corrientes erróneas y negativas de cierto
neodarwinismo radical, que seguía por el nocivo plano inclinado de exagerar las
influencias del Medio, en el marco de un Automatismo Unicausal o Determinismo
Materialista, en la explicación del Orden Natural y de su génesis.
Resultó refutando, además, la petulante autosuficiencia seudo científica,
en avance desde aquellos tiempos, que disminuía y pretende seguir
disminuyendo, la importancia y hasta la existencia, de hechos sin explicación
todavía fácil, situados en campos supracientíficos, metarracionales, o
sencillamente misteriosos. En cínica falta de una elemental reverencia hacia la
Creación, la Providencia, y la Sabiduría Divinas. Inclusive, negando tales
potencialidades ultra materiales.
Sin embargo, si bien Mendel esclareció cuestiones fundamentales en los
apasionantes temas de la herencia biológica, quedaban todavía algunas
incógnitas más a despejar. Por ejemplo:
¿Cómo y por qué, aunque siendo cierto que los factores de la herencia
son independientes y fijos, no influenciables mayormente, ni de modo duradero,
por el Medio, puedan aparecen, en ciertas ocasiones, caracteres totalmente
nuevos, sin relación alguna y hasta contrarios al ambiente?
Así, el ‘mocho’ o sin cuernos, hereditario, dando lugar a variedades de
razas vacunas, como el Hereford mocho (en paralelo con el ‘armado’); el
Aberdeen Angus (todos mochos); el Nellore (de la variedad mocho, de reciente
formación), etc.; carneros tropicales o “de pelo” (sin lana); cerdos de mayor

165
número de vértebras (de cuerpo más largo, como el Landrace); innumerables
enanas o gigantes, en especies, razas, y variedades, vegetales y animales, (y en
el hombre).
Otra incógnita: ¿Por qué los caracteres son unas veces dominantes y
otras recesivos? ¿Cómo se explican los casos de “vigor híbrido”,
“superdominancias”, o “neocombinaciones”, en los cuales ciertos descendientes
presentan caracteres de magnitudes mayores que las de sus progenitores?
Es entonces que aparece un tercer científico genial, el holandés Hugo de
Vries (n.1,848 -m.1,935); quien lanzara su famosa “Teoría de las Mutaciones”.
Sobre ella es posible sintetizar lo siguiente:
Las “mutaciones” son cambios imprevisibles, de una variedad potencial
muy amplia, en el ‘código genético’ de los seres vivos. En el número y
características de sus genes, así como de los cromosomas, en los que ellos
están contenidos; cambios que aparecen por razones todavía incompletamente
esclarecidas.
Las mutaciones son de dos clases: Las Espontáneas y las Inducidas. Las
primeras o las ‘Naturales’, son aquellas cuya aparición, se supone, es motivada,
entre otras muchas posibles causas, por las radiaciones solares o cósmicas de
alta energía, de intensidades irregulares y por períodos muy variables. Las
mutaciones Inducidas o Artificiales, son aquellas que se producen, entre otros
medios, por el influjo también de radiaciones de gran intensidad o potencia, pero
producidas por humanos ingenios electromagnéticos (rayos X; las de fisión
atómica; etc.); que llegan a afectar al núcleo de las células.
Por lo general y al parecer, dependiendo de la potencia con que opera el
agente que actúa, las mutaciones naturales dan lugar a genes ‘recesivos’; o sea
que se mantienen ocultos por mucho tiempo después de su generación real;
encubiertos por la presencia de los genes dominantes que preexisten y que les
son homólogos o alelos. Hasta que, por el juego del azar en la herencia, tienen
ocasión de ‘duplicarse’; viniendo, iguales, un gen ‘mutado’, recesivo, del padre,
con el otro, también ‘mutado’, recesivo y alelo, de la madre. Es decir, en los
casos que así son llamados ‘homocigotas recesivos’.69
Con el tiempo, siempre muy largo, los genes recesivos suelen volverse
parcial o totalmente dominantes. Parece ser que por una suerte de duplicación,
‘polimerización’ o multiplicación génica. Comparable a las multiplicaciones
cromosómicas (‘poliploidea’, que dan lugar a formas gigantes); y a las celulares
somáticas o comunes de todo cuerpo individual, que producen su crecimiento;
así como a las gaméticas (en la formación de los gametos o “gametogenesis”),
para la reproducción específica.70 Devendría, así, una consecuente

69
“Homocigota”, viene del gr.: homos, igual; y zigote, huevo; de genes iguales en la célula
huevo. Por oposición, “heterocigota”, de heteros, desigual, significa: de genes desiguales, no
duplicados, en la célula huevo.
70
La reproducción de las células somáticas (del cuerpo), se llama Mitosis o Carioquinesis. En
ella las células hijas tienen el mismo número de cromosomas que las células madres; porque en
el proceso sus cromosomas también se parten o dividen, manteniendo el número propio de la

166
multiplicación de la potencia de los genes; que, de tal modo, pueden hacerse,
primero parcial y luego totalmente dominantes, respecto de sus alelos.
Las mutaciones naturales se presentan bajo dos ritmos:
Uno, en períodos normales, que son relativamente breves, pero repetidos.
Se ofrecen de una en una o en muy corto número y para caracteres que pueden
ser indistintamente ventajosos o perjudiciales (en un momento ecológico dado o
para alguna ‘finalidad’ artificial predefinida).
Otro, en períodos llamados de locura hereditaria o de crisis de
mutaciones; entre lapsos muy largos, en número elevado de caracteres,
produciéndolos en variadísimas formas y pudiendo ser recesivos o dominantes.
En el campo de las Mutaciones Inducidas o Artificiales, suelen
presentarse recesivas o dominantes, muchas letales, subletales, y deformantes.
En los vegetales, algunas substancias como la colchicina (extraída del cólquico,
“Colchicum sp.”, planta liliácea, medicinal por sus raíces), inducen mutaciones
por poliploídea (multiplicación del número de cromosomas y sus genes), dando
lugar a formas de tamaño extraordinario (gigantes). También se registran, en
animales y plantas, acciones microbianas y virósicas de variado efecto
(utilizadas en la “Ingeniería Genética”).
Completando los descubrimientos de Darwin, Mendel, y De Vries,
Johansen (danés), y otros numerosos genetistas, especialmente
norteamericanos, siguieron avanzando en el esclarecimiento de los problemas
de la herencia con muchos genes (Poligénica), comprendida en el estudio de lo
que se llamó el Neomendelismo y la Genética de Poblaciones (herencia en
agrupaciones de numerosos individuos y expresada en “curvas de frecuencia”).
Ya que los trabajos de Mendel se habían referido a uno o a lo sumo a dos pares
de genes en juego y a corto número de individuos interviniendo en la
reproducción.
En los trabajos genéticos comenzó a resultar invalorable la observación
de los fenómenos hereditarios en un pequeño insecto: la “mosquita del vinagre”;
de nombre científico: “Drosophila melanogaster” (droso=vinagre; phila=amante;
melano=negra; gaster=barriga; "Mosquita del vinagre y de barriga negra"). El
dicho animalito ofrecía dos inapreciables ventajas: se multiplica prodigiosamente
dentro de una fácil ‘crianza’ y tiene en sus células solamente 4 pares de
cromosomas, número reducido que facilitaba mucho las investigaciones.
Durante algún tiempo estas cuestiones parecían contradecir los principios
contenidos en las Leyes de Mendel, pero pronto, ahondando en los estudios, se
constató que no solamente no las contradecían, sino que más bien las

especie (“diploide”). La reproducción de las células que forman gametos (gametogenesis) o


células sexuales (en las glándulas sexuales o “gonadas”, masculinas y femeninas), se llama
Meiosis; en ella los cromosomas no se dividen, sino se separan, la mitad en cada media célula
resultante, que son los “gametos” (espermatozoides u óvulos), los cuales presentan la mitad del
número de cromosomas propio de la especie (“haploide”). Al producirse la Fecundación, hacia la
célula huevo, se reconstituye el número normal de cromosomas de la célula correspondiente a la
especie; proviniendo, la mitad, del padre, y la otra mitad de la madre.

167
confirmaban; llenando --de paso-- sus parciales y aparentes vacíos; a la luz de
enfoques cada vez más amplios y profundos.
Así, por ejemplo, ya no se puede hablar del “vigor híbrido” como el
misterioso resultado de un cruzamiento casual o el sorpresivo de una mutación;
las que, generalmente, no se ligan a cruces; son imprevisibles; y no
necesariamente determinan caracteres ventajosos. Más bien, el tal llamado
“vigor híbrido”, cuando se presenta, es la consecuencia de un cruzamiento que
produce una “neocombinación mendeliana afortunada”. Que une, en un
individuo, genes determinantes de caracteres ventajosos, que se hallaban
separados en los progenitores. Trátase de evidentes y por lo general fructíferos
casos, de “Herencia Poligénica Combinatoria”.
Tal el caso del cruce de un animal cebú que es de líneas alargadas, pero
enjutas --caracteres determinados por múltiples factores, dominantes los
primeros y recesivos los segundos--, con otro de una raza europea de carne, de
líneas gruesas, pero cortas --dominantes los primeros y recesivos los segundos-
-, resulta un animal --por ser más largo y grueso--, de mucho mayor peso que los
correspondientes, tanto al cebú, como al europeo puros. La cría supera a los
padres. Y es por ello que el fenómeno se tipifica de “Superdominancia”, forma
más apropiada de llamar al pretendido “vigor híbrido”.71
Observemos que no se debe confundir los conceptos de: ‘reunión’, con el
de ‘mezcla’, de genes y cromosomas. Así como el de genes, con el de
caracteres. En los apareamientos entre individuos, linajes, variedades, razas, y
hasta en algunos, siempre pocos, cruces interespecíficos.
Está esclarecido que si bien dos genes, alelos entre sí, procedentes de
dos progenitores, no ‘mezclan’ sus substancias (o sólo en casos excepcionales y
muy parcialmente), sí pueden ‘reunirse’ (de F1 en adelante). Inclusive darse el
caso de que se ‘dupliquen’, en un mismo individuo, dos y más genes o
cromosomas, procedentes de las razas progenitoras, a partir de la 2ª generación
mestiza (F2). Se obtiene así individuos en los cuales, si bien sus genes y
cromosomas alelos no se han mezclado (sus substancias), sí pueden
presentarse reunidos en los individuos de la descendencia. Y hasta duplicados o
en “homocigocidad”; en uno, varios, o hasta en numerosos pares; procedentes
de dos razas distintas, en las cuales subsistían separados. Apareciendo,
entonces, ejemplares que se ofrecen como si fueran mezclados o de algún
modo intermedios,respecto a sus progenitores.
Son claros los casos de la llamada “Herencia Poligénica Acumulativa”,
donde los caracteres obedecen a varios, incluso a muchos pares de factores o
genes --no solamente a uno o dos--; por ejemplo, los de la joroba y los del
prepucio del cebú --entre otros--. Es posible así lograr la acumulación y la
duplicación, de varios de estos factores o genes. Dando lugar, según el grado de
acumulación duplicada, a verdaderas herencias ‘intermedias’ y fijas.72

71
Ver ob. cit. “Ganado Amazonas”, gráfico 5 de la pág. 229.
72
Más ejemplos y explicaciones, en: ob. cit, gráficos 4 y 6, págs. 225 y 233.

168
La dicha “Herencia Intermedia Poligénica y Acumulativa” se hace más
tangible, cuando es además “Combinatoria”, cuando se presentan los casos de
“caracteres” dependientes de múltiples “genes”, cuyas acciones se acumulan y
también se combinan, en mayor o en menor grado, incrementando la magnitud y
fijeza del “caracter” (por ejemplo: los cruces de cebú con las razas europeas, en
la resistencia al calor, la producción lechera y la de carne, etc.). Diferente por
cierto el caso de solamente uno o dos factores en juego, como sucede en la
“Herencia Mendeliana Simple” (con las flores de guisantes y otros ejemplos
similares).
-----
Volviendo a lo que estábamos, en los tiempos de nuestro viaje a Tingo
María (el año ‘42), tales cuestiones de Genética, estaban en inicial
esclarecimiento; no eran de dominio general entre los técnicos peruanos de la
época. Resultaba frecuente, en cambio, observar criterios y escuchar opiniones,
por desgracia muy superficiales sobre dichos asuntos. En mayoría, se limitaban
a ‘leer’ (?), y a la ligera por cierto, las famosas y ya dichas “Leyes de Mendel”;
para fines más de sabihondez, que de sincera curiosidad científica o deseos de
profundizar en el tema.
De tal modo, los trabajos ganaderos tingaleses denotaban desorientación,
falta de rumbo. Se hacía dispersantes cruzamientos; sin embargo, resultaba de
interés la minuciosa anotación de los datos de esas labores.
Para completar la visión del cuadro que se ofrecía, diremos que en esos
primeros años de la década de los 40, la gran novedad, en el medio zootécnico
mundial y nacional, era el reconocimiento oficial, en los EE.UU., de la nueva
raza de vacunos tropicales, productora muy eficiente de carne, llamada “Santa
Gertrudis”. Producto del cruce y ‘fijación’, de Cebú (ganado de origen hindú) x
Shorthorn (de origen europeo y del tipo de carne). Suceso tecnológico acaecido
en el renombrado “King Ranch” de Texas, propiedad de los señores Kleber
(padre e hijos); quienes, desde entonces, se hicieron famosos, ligando su
apellido a dicha proeza genética, de alta calificación mundial.
Resulta curioso observar, retrospectivamente, las tesis y discusiones que
se planteaban entonces para interpretar el fenómeno y sobre la mejor forma de
utilizar, nosotros en el Perú, las ventajas de esa fabulosa conquista de la
Zootecnia Moderna.
Se llegaba a sostener que el "prepotente"73 toro “Monkey” --ciertamente
de varias generaciones posteriores a F1--, considerado el ‘fundador’ o arquetipo
de la raza, era un “mutante”. Posición insostenible, desde un punto de vista
concordante con la Ciencia Genética ya naciente; pero no encontraban otra
explicación, ya que se sostenía --con visión rudimentaria, con lamentable lectura

73
Se dice que un toro es "prepotente", cuando marca acentuadamente sus características en su
descendencia. Y tal cosa ocurre, cuando es homocigota, en genes dominantes y deseables, en
suficiente número. Así, con claridad, se puede notar cuáles son sus crías.

169
superficial de las “Leyes de Mendel”--, que 'La Herencia Intermedia no es
Fijable'.
Se habría de ver, después, que en el caso de “Monkey”, se trató de una
“Neocombinación Mendeliana Multigénica y Afortunada”, posterior a F1. De un
Homocigota en varios caracteres dominantes deseables, muy visibles algunos
(bella estampa y hermoso color rojo cereza); fácilmente cuantificables otros
(gran peso y precocidad); y varios adicionales, claramente ventajosos
(resistencia al calor, calidad de carnes, nobleza, mansedumbre, etc.).
En cuanto a los rebaños o propiamente la raza “Santa Gertrudis, como
grupo numeroso de individuos, en el "King Ranch", no podía ser otra cosa que
un gran hato, en el cual se había producido: "Una Concentración de genes
deseables, dominantes y muy verificables". Llevados, en numerosos individuos,
a profusas “homocigocidades”. Y, cuanto más logradas, más nítida y uniforme,
“fijada”, la raza o el tipo (entendido éste, como un menor grado de fijación que la
raza).
Posteriormente, al impulso del entusiasmo y la admiración despertada por
la formación de la raza “Santa Gertrudis”, y confirmándose la interpretación
dada, se planearon y lograron varios tipos y más razas de ganado vacuno
tropical, de carne la mayoría, y algunas lecheras y de doble propósito. Tales
fueron: la “Charbray", producto de Charolais x Brahman (nombre del cebú
norteamericano más común, un polimestizo de varias razas de cebú); “Canchim”
(el Charbray brasileño); “Brangus” (Brahman x Angus); “Bradford” (Brahman x
Hereford); “Beafmaster" (trimestizo: Brahman x Hereford y Shorthorn); “Jamaica
Hope”, lechera de pequeño tamaño (cebú Sahiwal x Jersey); etc. Y ya nos
referiremos a lo que nosotros planteáramos en el Perú y para toda la Hoya
Amazónica: el “Amazonas” (cebú Nellore x Brown Swiss americano; de doble
propósito y fijado a media sangre).
Es el caso que estando en Tingo María, nos ubicábamos al centro de
todas estas inquietudes y discusiones. Un poco sin haberlo buscado
deliberadamente, pero ya me forjaba, en lo hondo del espíritu, una Vocación
Profesional definitiva, sobre la que comenzaba a apoyar, con todo entusiasmo,
un apasionado y patriótico Ideal de Vida: Yo debería participar en la grandiosa
tarea del Desarrollo de la Ganadería Tropical para la Selva Peruana y, con ella,
en el de toda la Región y del Perú, trayendo consigo un gran beneficio para
nuestra Patria. Basados en la creación de una Nueva Raza de Ganado Vacuno
Tropical de Doble Propósito (carne y leche). En el hermoso empeño, debería
aportar, esfuerzos, iniciativa, creatividad, y hasta tenaces luchas,.
-----

Hacia Pucallpa.- Dándonos vueltas en la cabeza multitud de ideas y


sintiendo el hervor en el corazón de variadas emociones, casi pos adolescentes
y juveniles ya, continuamos nuestro viaje, Selva adentro; siempre en unión de
Alberto, mi constante compañero de aventuras. Desde Tingo María, por la
margen derecha del Huallaga, hacia el Noreste, ascendimos la Cordillera

170
Divisoria; observando los aspectos interesantes de la ruta, por la carretera
Huánuco-Pucallpa, todavía en reciente construcción. Acercándonos a la "punta
de trabajo" --ésta ya en la bajada oriental de las cumbres-- y, luego, a las
‘trochas’ de exploraciones y trazo, hacia el Llano Amazónico.

¡Más de 400 kilómetros! Trabajados prácticamente a pulso, ‘a pico y


lampa’. Sin mayor auxilio de maquinaria pesada. Muy escasa y todavía
incipiente por entonces. La habilidad de los ingenieros y de los obreros
peruanos; su espíritu esforzado; su espartana rudeza y estoicismo, ante las
penalidades propias del trabajo en tan duras condiciones, se demostraron,
asombrosos, una vez más entre tantas. En los estudios, exploraciones, trazos,
dirección y supervisión, los primeros; como los segundos en la verdadera
‘artesanía’ de sus trabajos, en los ‘peraltes’ (inclinaciones en las curvas, para
compensar la velocidad de los vehículos), de las cunetas, la albañilería de los
puentes, y en el ‘perfilado’, con herramientas de brazo, en los ‘cortes’ y taludes.
Verdaderamente:
¡Una Obra de Titanes!...
Pasamos, al comienzo, por la Colonización de Naranjillo. Un programa
hábilmente concebido y dirigido por los altos niveles del entonces Ministerio de
Fomento, por intermedio de su Dirección de Colonización, Bosques y Tierras de
Montaña; durante el gobierno del gran estadista, Mariscal Oscar R. Benavides; y
continuada, en los primeros años del período correspondiente al Presidente Dr.
Manuel Prado.
En dicho sector de la carretera --muy cercano a Tingo María--, a sus dos
costados, se repartieron pequeños lotes --si no recuerdo mal-- de unas 20 a 30
hectáreas, cada uno; a verdaderos y calificados campesinos; de tres
procedencias: Huánuco, San Martín, y Cañete. Se pensó que los primeros
aportaban rusticidad y sobriedad; los segundos, conocimiento del medio
selvático y notable vivacidad e iniciativa; y los terceros, una formación ‘cultural’,
despierta y ‘moderna’. Además, se los intercaló.
No estuvo descaminada la idea, por cierto.
Adicionalmente, los de Cañete fueron como a una suerte de ensayo, para
‘descargar’ la tensión social, por reclamo de tierras --premonitorios de anhelos
posteriores de “Reforma Agraria”--, en varios valles de la Costa del Perú.
A cada campesino adjudicatario, se le construyó, en su lote, una casita
familiar modelo; de madera; modesta, pero acogedora y cómoda. Además, se
les dio, “rozada” (desmontada), una parte apreciable del terreno, y plantada de
diversos cultivos apropiados para su alimentación y posible venta a terceros; de
modo a poder, con estos últimos, agenciarse ingresos monetarios adicionales,
también imprescindibles, en esas condiciones.
Los principales cultivos y crianzas, con sus instalaciones, corrales y
pastos correspondientes, que se establecieron en favor de los nuevos colonos --
no necesariamente idénticos en todos--, a la entrega de sus propiedades,

171
tituladas, eran: plátanos de diversas variedades, café, cacao, maíz, yuca, pituca,
frutas diversas, como naranjas, limones. limas, paltos, mangos, además de caña
de azúcar (para comer, para forraje, para "huarapo" o jugo fresco, para
aguardiente, y chancaca), etc.; y algunas gallinas, patos, pavos, cerdos, y dos,
tres, o cuatro vacas semi lecheras. Los toros los recibían ‘en rotación’ o los
‘prestaba’ la Granja. También, un pedazo del terreno ya sembrado de tabaco;
con un contrato de compra de las cosechas, por parte de la oficina tingalesa del
“Estanco del Tabaco”.
Finalmente, sobre lo que así percibía el colono, se le entregaba, en la
mano: S/. 500.00, en efectivo... Para que 'se las arreglara como pudiera', hasta
la llegada de sus primeras cosechas. Y... ¡Adiós!
¡La Colonización fue un éxito!
Años después, he tenido ocasión de ver a varios colonos, a sus hijos y
descendientes, convertidos en hombres de empresa, no sólo como agricultores,
sino en tiendas comerciales, grifos, agroindustrias, transportes, y hasta de
profesionales liberales...
Lo anterior no quita que, ya muy posteriormente, por otras razones, en
especial por la falta de una adecuada Política Agraria Nacional --habiendo
habido, en cambio, terribles 'políticas' (?) antiagrarias-- y de la inexistencia de un
acertado Fomento del Desarrollo de la Selva, la Colonización de Naranjillo, haya
sufrido las lamentables vicisitudes (¡abandono, narcotráfico, y terrorismo!) de
casi todas las colonizaciones iniciadas en la Amazonía. Pero ése, ya es otro
cantar... ¡o llorar!
-----
Pasando Naranjillo, atravesamos la zona de medianas propiedades que
se estaba convirtiendo en cafetalera. Se salpicaban algunas pequeñas
plantaciones de coca. Preludios de la gran difusión que habría de tener esta
curiosa y original planta --tan poco conocida por muchos que gustan llamarse
‘expertos’--, en la nefasta expansión del narcotráfico.
Ya casi en la cumbre, se ubicaba el sector tealero; donde se hallaba
establecida la “Estación del Té”, a la que, con anterioridad, nos hemos referido.
Junto a ella, se habría de desarrollar una gran plantación privada, de avanzada
tecnología, ‘bautizada’, con no muy criollo gusto: “Tea Garden”. Encomiable obra
del notable Ing. Agr. peruano: Antonio Rivero Tremuille; empresa a la que,
tiempo después, diera incalificable trancazo, la Reforma Agraria velasquista.
Otra plantación de té, se había establecido, por la firma “Víctor Priano S.A”., en
la Hda. “Paty”, de la zona de Carpish (en las alturas huanuqueñas anteriores a
Tingo María).
Pasando la cumbre de la Divisoria, quedaba el fundo “Sinchono”, en el
que algunos japoneses comenzaron a establecer una plantación de Quina o
Quinina (Cinchona ledgeriana) y que, años más tarde, la Estación Experimental
de Tingo María, con el apoyo técnico y financiero norteamericano, desarrollara

172
en una escala importante; para terminar frustrada, por la competencia de la
quina de Indonesia y de los baratos sustitutos químico farmacéuticos modernos.
De “Sinchono”, avanzamos en el descenso de La Divisoria hacia la
cuenca del Ucayali, saliendo de la del Huallaga, y transitamos por sectores de la
carretera a medio concluir; con numerosas interrupciones, debidas a la
construcción de alcantarillas, puentes y túneles, y a la realización de profundos
‘cortes’. Nos aproximábamos, así, al famoso:
¡“Boquerón del Padre Abad”!...
La dicha formación geográfica, debía su justificada fama, a múltiples
razones, que arrancaban desde su importancia respecto a la construcción
misma de la vía y a sus antecedentes históricos.
Cuando la Carretera Huánuco-Pucallpa pasó la Divisoria, no llegó --cual
pudiera pensarse-- fácilmente a la cuenca del Ucayali, a la llanura Amazónica,
situación ineludible, para poder culminar la obra en el ansiado puerto de
Pucallpa... El de la Roja Tierra (en quechua: Puca=roja; y allpa=tierra, suelo, o
piso).
Un laberinto de altas cordilleras secundarias, impenetrables, tupidamente
boscosas, con torrenciales lluvias y neblinosas cubiertas --casi todo el año-- se
ofrecían a la vista y se oponían al trabajo de las brigadas de los ingenieros
exploradores de la ruta. Y, en aquellos tiempos, no se disponía de mapas y
planos detallados de esos lugares, tan agrestes. Las técnicas de las
observaciones y de los levantamientos aéreos, eran tan rudimentarias, como los
mismos aviones de que se disponía. La exploración a pie, aunque ya iniciada, se
presentaba en extremo difícil, por no decir imposible... Mas ocurrió que una
situación fortuita permitió resolver el problema:
A la sazón era Director General de Caminos el Ing. Civil Federico
Basadre, quien tomó muy a su cargo la realización de esta imponente obra vial,
al punto de que se lo considera su realizador principal. Y así se le dio: su
nombre a la carretera.
El Ing. Basadre, muy preocupado por el problema del paso de la carretera
hacia la cuenca del Ucayali, en cierta ocasión comunicó sus inquietudes a su
hermano, el Dr. Jorge Basadre, notable historiador peruano, como es sabido...
Don Jorge se interesó vivamente en el asunto, llegando a encontrar documentos
e información acerca de las exploraciones que, por el siglo XVIII, había
realizado, en nuestra Selva, el célebre sacerdote franciscano, históricamente
conocido como “el Padre Abad”.
Las referencias encontradas por su hermano Jorge, permitieron, al Ing.
Federico Basadre, en unión de sus más estrechos colaboradores, pergeñar una
ruta a través de un "abra" y de un "boquerón" en la Cordillera, basándose en el
paso que el padre Abad había descrito como existente...
Se formaron entonces brigadas de exploraciones integradas por
ingenieros de caminos que se harían famosos, como Ramón Remolina y Alfonso

173
Bernós, entre otros. Y, en hazaña que consigna la historia caminera del Perú, se
redescubrió el paso. Que así se bautizó como el “Boquerón del Padre Abad”.
En cuanto a su conformación geológica, el famoso cañón es de una
hermosura impresionante. En los tiempos en que Alberto y yo pasamos por allí,
nos pareció, además, de una virginal belleza integral. Ahora, por desgracia,
violada en grosera desmedida, con todo, mantiene algo de su valor fundamental.
El ‘abra’ de la Cordillera se presenta en un punto cerca del cual comienza
a cortarlo, en dirección noreste, el referido boquerón; producto de la acción
erosiva multisecular del río “Yurac yacu” (del quechua: yurac=blanco; y
yacu=agua). Que corre torrentoso y espumante por su fondo, empedrado de
cantos rodados gigantescos y encerrado entre dos altas y sólidas paredes
rojizas y brillantes, resultado de una antiquísima petrificación, en gruesos
estratos rocosos, de las que fueron originales arcillas muy oxidadas
(formaciones pétreas conocidas por los geólogos como “lutitas”)...
El río es ‘blanco’ porque en la partida de su curso corta formaciones de
rocas calcáreas (“calcitas”) de la Cordillera. La cal precipita a la arcilla inicial de
las aguas, a las cuales podría conferirles un color rojizo, dándoles en cambio
uno blanquecino; que se añade al de la espuma resultante de las turbulencias
del líquido elemento en su choque con las grandes rocas del fondo del cauce.
Avanzando en su recorrido, el río toca a la referida formación de los
gruesos estratos rojizos de “lutitas”. El color rojo vivo y brillante de la roca,
acentuado por la humedad del ambiente que la impregna, la hace parecer por
trechos como cascos de gigantescos buques; contrastando, en bella armonía,
con el blanco espumoso de las aguas de las honduras y con el verdor, intenso
de la vegetación boscosa circundante. Agregándose, cual hermoso telón de
fondo, un cielo de límpido azul y sus copos de blanquísimas nubes.
Además, de trecho en trecho, caen desde las alturas aguas múltiples, en
bellísimas cascadas y vistosos chorros; de diversas longitudes y caudales.
Labrando en su camino y a trechos, esculturas pétreas naturales de exóticas e
impresionantes formas. Descargándose, al final, en el río o a sus lados, en
varias ‘pozas’ y lagunitas cristalinas invitadoras a refrescantes baños. Una de
tales cascadas, es tan bella e impresionante, que ha recibido el nombre de: “El
Velo de la Novia”.
Cuando nosotros estábamos por arribar al “Boquerón”, no se había
construido aún la carretera allí. Solamente se podía llegar y transitar, a pie, por
las "trochas" de trazo y de ‘primera construcción’. Las recuerdo de penoso
andar. Que, para aliviarlo, procurábamos un paso rítmico y constante, cuando el
piso era rocoso o firme. Y, para ‘darnos valor’, nos alentábamos silbando,
aunque no muy bien que digamos --en particular yo--, pero sí muy entusiastas,
en incansable repetición, los fragmentos más vibrantes del “Brindis de la
Traviata”, de Giuseppe Verdi... Pero en los tramos de barro y palizadas, no
había cantares que valieran.

174
Para atravesar el cañón, no estaban construidos todavía los puentes
definitivos. De tal manera, la trocha cruzaba, de una banda a la otra, por unos
provisionales puentezuelos colgantes; por demás ‘movidos’. Formados por
cables y palitos, no siempre completos éstos, ni de suficiente grosor aquéllos. Y
con el torrentoso río abajo, realmente causaba temor pasarlos. Por valiente que
uno fuera, quisiera o aparentara serlo.... Añadiremos: en los farallones rocosos
(‘como costados de grandes buques’), la trocha se continuaba, por el exterior, en
una especie de ‘balcones’, apoyados --es un decir-- en palos introducidos, con
ayuda de taladros manuales, a modo de ‘clavados’ (?) en las rocas, con sus
respectivos amarres a los calados pisos de los dichos balcones y ‘a como
hubiere lugar’.
El caso es que llegamos hasta el comienzo de la famosa “Pampa del
Sacramento”...
Al salir de tan encallejonado boquerón, mirando hacia el Llano
Amazónico, hecho patente por el tránsito a la dicha Pampa, la sensación visual y
anímica producida por el expandido panorama, era de inenarrable impacto.
A pocos kilómetros del boquerón, ya en los comienzos del llano, llegamos
a uno de los campamentos de trabajo de la carretera, cuya construcción estaba
bajo la dirección general del experimentado Ing. Herman Bauman. El lugar
mismo adonde llegamos para pernoctar, se encontraba cargo de la autoridad
directa del mencionado Ingeniero Civil Alfonso Bernós --como persona, muy
amable él--; asistido por el Ing., Eduardo Vega, competente, honesto y
trabajador profesional, como el que más; por desgracia también ya fallecido. Fue
otro de los pioneros de la Gran Obra Vial y del desarrollo de nuestra Selva. Me
precio de haber disfrutado, por años, de su gratificante y honrosa amistad.
Estando en el campamento, en realidad el último punto de visita viable
bajo condiciones normales, debimos pensar en el regreso a Lima, para la
continuación de nuestros estudios. Mas, a partir de la primera noche, se
declararon varias jornadas seguidas de impresionantes tempestades, con
verdaderos diluvios. No hubo más, sino esperar a que pasaran.
Así se hizo. Pero calmados los temporales, se recibió la noticia de haber
cargado extraordinariamente el río... ¡llevándose al principal de los puentes
colgantes!... Dejando maltrechos a los demás.
Nos abrumó el desaliento, pensando en las grandes dificultades a
enfrentar en la Escuela, por el retardo en nuestro problemático viaje. Pero los
ingenieros Bernós y Vega, nos consolaron diciéndonos no ser ésa la primera vez
que les ocurrían tales percances; que sabrían afrontarlos y sacarnos del
problema. Ofrecieron poner rápidamente un “huaro” para hacernos pasar.
Habían quedado ‘varados’, también: un ingeniero norteamericano
(Raymond Russell), experto agrícola, especializado en plaguicidas, quien al
parecer estaba en misión de sondear las bases del futuro acuerdo con el Perú,
para el apoyo del gobierno de EE.UU. a la Estación Experimental Agrícola de

175
Tingo María74; así como un ingeniero alemán, experto en agroindustrias
tropicales, de apellido Langemak. Se planeó evacuarnos a los cuatro.
En efecto, al día siguiente arribamos al estribo del que había sido el
principal de los puentes, en el momento el verdadero problema. Por los demás,
aunque haciendo malabares, se podía pasar todavía. Por supuesto, armándose
de mucho coraje.
Los ingenieros, cumpliendo su promesa, habían instalado un “huaro” y
comenzaron a pasarnos, de a uno en uno. La cosa era impresionante: El
mecanismo constaba de una parrilla de palitos amarrados con ‘ataderos’ (tiras
de cortezas de monte), en la que se sentaba al transportable; iba colgada de una
doble polea o juego de dos ruedas hondamente ranuradas y opuestas, una
arriba y otra abajo, pudiendo ellas correr sobre una fuerte soga --como
abrazándola--, dado el modo de la propia sujeción de las dichas poleas, a una
especie de 'arco' metálico rectangular, fuerte y estrecho, que tampoco permitía a
la soga salirse del canal formado por las dos ranuras de las poleas.
Por un lado del cañón, se jalaba a una de otras dos sogas atadas al
soporte de las poleas. Por el opuesto, se soltaba la tercera soga, para que así
avanzara la silla en un sentido. Para pasar al contrario, se hacía el movimiento a
la inversa.
Al comienzo, el asunto parecía relativamente fácil. Pero a medida del
avance, la soga que soportaba al viajero y a sus bártulos, por acción del peso,
comenzaba a estirarse y a formar un pronunciado ángulo hacia abajo. De tal
modo, que la progresión tenía que hacerse, cada vez, con mayor pendiente
contraria, requiriéndose más esfuerzo al jalar. Con el consecuente mayor
bamboleo y menor avance por jalón. Y, abajo... ¡rugía torrentoso el río!...
Simulaciones presuntuosas al margen... ¡que si daba miedo la operación!
Pasado el susto del "huaro", proseguimos el regreso a la Capital,
repitiendo a la inversa el viaje de ida, pero ya más aprisa. Aunque, en el trayecto
inicial, a la salida del boquerón, experimentamos otro gran susto; por motivo de
nuestro paso --imprevisto para unos obreros dinamiteros de esa parte de la
carretera en construcción--, cuando estaban por explotar algunas cargas de
dinamita y llegando nosotros muy cerca. Hubimos de batir algunos "récords" de
velocidad, en el afán de guarecernos de las piedras de las explosiones y de
salvar el pellejo. Felizmente todo resultó sin mayores consecuencias que
lamentar.
Dejamos a Langemak en Tingo María, donde él habría de radicar por
muchos años y formar familia. Con Russell seguimos algún trecho más e

74
En realidad, más que de ‘ayuda’, la intención norteamericana era la de acoplar al Perú a los
esfuerzos productivos de otros varios países de Centro, Sudamérica, y el Caribe (como Brasil,
Colombia, Bolivia, Costa Rica, Jamaica, Barbados, etc.), promovidos por el gobierno de EE.UU.,
para lograr, en algún momento, la adquisición suficiente de vitales productos tropicales, que
importaba de Asia (en particular, jebe, quina --sin sustitutos químicos todavía--, café, té,
alimenticios varios, etc.), en peligro de faltarles por la guerra con el Japón; y los de África, por
acción de los submarinos alemanes en el Atlántico.

176
hicimos muy buenas migas; pues era muy alegre y simpático. Hablaba el
castellano con marcado acento de gringo. Pero espiritualmente se había
acriollado de un modo notable. Lamentamos no volver a verlo por algunos años.
Sin embargo, cierta vez, como unos cinco aniversarios después de tales hechos,
me crucé con él en el Jirón de La Unión:
--¡Oh Mister Russell! ¿Cómo está usted?-- Le dije con alegría y afecto, al
mismo tiempo que lo abrazaba efusivamente.
--¡Ouh moi bien! ¿Y usté? ¿Sou amigo Vega?-- Respondió e inquirió a su
vez, con calurosos abrazos, francas sonrisas e intensamente alegre de ánimo.
-- Todos y todo muy bien Mr. Russell. –continué-- Pero nosotros lo
hacíamos en los EE.UU. ¿Habrá viajado con frecuencia a su país?
-- ¡Oh nou! No he vuelto más -- Replicó resuelto, sorprendiéndome,
siempre con su acento de gringo bonachón.
-- Pero ¿cómo que no ha vuelto, ni de vacaciones siquiera? ¿A su tierra, a
su propio país? Que es grandioso verdaderamente.
-- ¡Oh nou! Nou mi gousta ya. -- Remarcó, acrecentando mi sorpresa.
-- ¡No le gusta ya EE.UU.! ¿Y por qué?... ¿Se puede saber? -- Insistí,
desbordando curiosidad y asombro...
-- ¡Hay moucho gringou!
--¡¡¿?!!...
Me quedé mudo. El simpático sajón americano, le había tomado --pese a
todos nuestros llamados ‘defectos nacionales’-- ¡un gran cariño al Perú! Gusto al
espíritu criollo --se puede suponer--, por la acentuada sensibilidad, la humanidad
que exhala todo el ser peruano. De indudable raigambre mestiza,
iberoamericana. Es lo que se denomina también, calor humano. ¡No quiso volver
a su patria! Al país que, por súper desarrollado y liberal, estaba generando, ya
desde antes, un extremo individualismo materialista. Una sociedad que venía
mostrando los signos de su deshumanización y decadencia espiritual. Si bien, en
lo material y tecnológico, acrecentaba y acrecienta todavía --por una evidente
capitalización colectiva gigantesca e inercia histórica innegable--, un
deslumbrante desarrollo.
Curioso y triste resulta, al mismo tiempo, observar cómo muchas veces
son los extranjeros quienes aprecian mejor los valores reales de nuestra
sociedad peruana. Del ser nacional. Y ¡qué lamentable! es percibir el servilismo
de quienes, a fardo cerrado, aceptan, promueven y propagan, muchos
sinvalores y hasta contravalores extraños. ¡Por el sólo hecho de ser extranjeros!
No se sabe apreciar, con dignidad, y aprovechar, lo realmente valioso de las
naciones poderosas, sin avasallar lo propio, ni dejar de lado un elemental
sentido crítico, para poder decantar lo que fuere de verdadera utilidad y posible
adaptación de lo foráneo. Ciertamente, las canteras de las mayores
huachaferías, entre muchos de nuestros compatriotas, se hallan en los campos
de la incondicional y servil imitación de lo extranjero.

177
Recuerdo, de aquellos tiempos, múltiples muestras de simpáticas y sanas
reacciones en nuestros pueblos hermanos de Iberoamérica. Un famoso cantante
mejicano, Tito Guizar, hizo inolvidable --aparte de su famosa canción: “Allá en el
Rancho Grande”-- una seguidilla en octosílabos, que decía, más o menos, así :
Son nuestros primos del Norte
Soberanos del invento
Pues siempre buscando están
Un nuevo procedimiento
Dicen que van a inventar
El amor modernizado
Que consiste en besos dar
Por tubo esterilizado

Prefiero mis porotitos


Y el amor con sentimiento...

-----

Terminada esta suerte de episodio de talante narrativo-filosófico, diremos


que, proseguido el viaje de regreso a Lima, sin mayores novedades dignas de
mención, llegamos a nuestras casas y a la Escuela de La Molina. En plan de
continuar los estudios, iniciando el cuarto año de Agronomía y para Alberto y
para mí, el último de la Adolescencia...
-----

El Idealismo Múltiple.- Hacia abril de 1,942, por cumplir los 20 años de


mi edad, estando por salir de la Adolescencia, y comenzando el cuarto de
estudios superiores, como he dicho, yo tenía, claramente definido, un Ideal de
Vida (programa en pos de valores de alta jerarquía espiritual), apoyado en una
definida Vocación Profesional (aptitud y placer en el ejercicio de una
profesión).75 El patriótico propósito de contribuir al inmenso esfuerzo de
Conquistar y Desarrollar nuestra Selva, sustentado en la profesión de Ingeniero
Agrónomo, especializado en Zootecnia Tropical.
Pero otras vocaciones e intentos idealistas adicionales comenzaban a
germinar en mi espíritu. Y si bien ellas habrían de encender, intensa y
gratamente, un fuego interior, un calor inefable, no dejaban de causarme
algunos desconciertos e incertidumbres:

75
Conocemos que si la vocación es referida a una actividad profesional o productiva, se habla de
“Vocación Profesional”. Pero cuando está --como puede y suele estarlo, para mejor-- dirigida a
las artes, las ciencias, la religión, la política, etc., en general a diversas actividades superiores
del espíritu, no necesariamente “utilitarias”, recibe el nombre correspondiente a cada una de
ellas. Por ejemplo: “Vocación Científica”, “Vocación Religiosa”, “Vocación Política”, etc. Algunas
profesiones pueden significar una dedicación simultánea, sobre lo utilitario, material y directo, a
las ciencias, las artes, la política, la religión, etc. Los casos de la Agronomía y la Zootecnia,
pueden ser ejemplos de vocaciones: bivalentes: Profesional y Científica.

178
Me ocurría tener dado por cierto, hasta entonces, que el Ideal y la
Vocación, sobre la cual el primero suele sostenerse, deberían ser únicos y
concordantes entre si. Pese a estar fresco el recuerdo de nuestro profesor, el
Ingeniero Portocarrero, de quien nos quisimos burlar, precisamente por sus
aficiones a versos y poemas. Lo cual nos parecía “fuera de lugar” en un
Ingeniero.Civil. Felizmente, su aclaración nos había hecho tambalear en esa
errada y nociva convicción: La de Vocación e Ideal únicos y excluyentes.
Iniciándonos en un cambio de mentalidad, más acertado al respecto.
Surgían varias interrogantes: ¿Es común que los adolescentes y jóvenes
puedan definir fácilmente una Vocación Profesional y vislumbrar un Ideal de
Vida? ¿Es posible perseguir varios Ideales y practicar varias Vocaciones,
simultánea o alternativamente en la vida? ¿O se debe tomar decisión por una
sola vía?... ¡He aquí unas cuestiones de inmensa importancia!
Poco a poco, por la experiencia, las lecturas, y por espontáneos
razonamientos, pude ir dilucidando tales asuntos. En primer lugar y en verdad,
son relativamente muy pocos los que pueden llegar a definir una Vocación y un
Ideal; pero los hay; constituyendo sano deber intentarlo. Y, dentro de esos
pocos, lo cierto también es que son ya mucho más raros, aunque felizmente
también los hay, quienes pueden lograr –resultándoles muy venturoso--
múltiples Vocaciones e Ideales. Inclusive varios, hasta en apariencia
contrapuestos76. Y simultáneos, en corto número; o sucesivos en mayor
proporción… Me permito creerlo, que valdrá la pena exponer, en cierta mayor
profundidad y analizar y dilucidar el asunto, en el curso de este libro. Aunque
fuere --o mejor-- por partes. Conforme vaya resultando oportuno.
-----
Regresando de Tingo María, volvimos a la normalidad y a la cierta rutina
de nuestras clases. Progresando, empero, en la formación profesional, con el
ingreso paulatino a los cursos de aplicación y dejando atrás, en el avance, a los
de carácter más general. Con el mayor agrado para nuestra vehemente
percepción juvenil referida a estas cuestiones curriculares.
Paralelamente y en particular para los fines de contribuir a mi sustento,
continué dando clases en forma individual y a domicilio, a jóvenes de
secundaria, en materias referidas a matemáticas y ciencias físico-químicas y
biológicas, como ya he indicado.
Descubrí que me agradaba mucho --y me sigue agradando intensamente-
- enseñar. Uno de los motivos de esa satisfacción –pienso-- estriba en que, al
enseñar, se aprende más que sólo estudiando. Suelen decir experimentados
pedagogos: “Cuando se debe enseñar como uno, es necesario saber como

76
Es el caso de la Política, de práctica en las ciudades (polis=ciudad) y entre muchedumbres,
con la Agricultura, propia del campo y de la casi soledad. El ejemplo histórico más conocido es el
de Cicerón, notable político romano, senador y varias veces cónsul; conductor de su predio
agrícola: Túsculo. Era, además, Filósofo, Escritor y Orador. Precisamente, una de sus
extraordinarias obras, fue titulada: “Cuestiones Tusculanas”. Alcanzó, en dichos órdenes, los
más altos niveles humanos, en el mundo entero y para todos los tiempos.

179
diez”. Entre otras razones para afrontar con seguridad, amplitud suficiente, a
satisfacción, las preguntas de los alumnos... ¡Que nunca faltan! Ni deben faltar.
De acuerdo a las más elementales normas de Pedagogía. Para hacer, a lo
enseñado por el maestro, más preciso y entendible; volcando así mejor su
saber, con nitidez, a los discípulos…
Se satisface así --primero en cuanto al mismo profesor--: “El ansia de
saber”. Inquietud de toda inteligencia vigorosa. Cuyo espíritu disfruta, de ese
modo, de los inmensos e integrales placeres del estudio: (adquirir
conocimientos), aprender (grabarlos en la memoria), y enseñarlos (transmitirlos).
“Enseñar al que no sabe”, es uno de los mandamientos de la Caridad
Cristiana; como “Dar de comer al hambriento”, “Dar de beber al sediento”, etc.
Produce la enorme satisfacción espiritual que causa toda realización de una
obra de Bien.
Cuando la enseñanza se realiza en salones de clase, ante alumnos en
grupos relativamente numerosos, se adquiere y ejercita, además, el llamado
dominio de escena (aplomo de la Personalidad), consustancial, propio, de la
Oratoria (en estos casos, la Académica). Al decir de Cicerón:
“La Oratoria constituye la actividad cumbre en la superación
personal y la más agradable que pueda darse en lo espiritual” .77
La buena relación entre profesor y alumnos es fuente de las más intensas
satisfacciones magisteriales. Y factor muy positivo en el destino de los
discípulos; así como para la sociedad en que maestros y alumnos se
desenvuelven.
En pocas palabras, la Vocación por la Enseñanza y los Ideales
Educativos que le están ligados --la superación de las personas y la más
trascendente de las sociedades--, se cuentan entre las satisfacciones
particularmente hermosas y gratificantes que puedan darse. Y no se oponen,
sino por el contrario es posible combinarlas, en la práctica, con las de otras
actividades de nobleza semejante.
Yo comencé a percibir, gran parte de lo dicho, desde el dictado de mis
primeras clases personales. Habría de tener, posteriormente, ocasión de
enseñar en colegios y universidades. Y realmente no tengo palabras para
expresar --de mi experiencia propia-- todo lo de invalorable que ofrece esta
dedicación. Ya habrá oportunidad de referirnos a ello, aunque solo fuere
precisándolo algo más.
En otro campo, al poco tiempo de arribar a La Molina, como he narrado
en parte, me hicieron miembro de la Directiva de la revista de los estudiantes,
llamada ”Agronomía”; como uno de sus redactores. En ella se publicó mi ya
mencionado trabajo, sobre un suelo agrícola de Cañete. Viene empero más al

77
Es muy importante no equivocar a la Oratoria, técnica y arte que culmina el desarrollo
espiritual humano, con la verborrea, la huera charlatanería, ni siquiera con la llamada facilidad de
palabra; que se confunden, muchas veces, con la dificultad de quedarse callado.

180
caso remarcar el hecho de mi participación, por primera vez en la vida, en los
trabajos de una publicación periódica impresa. Ello me abrió los ojos sobre sus
potencialidades en pro del idealismo en el propio marco existencial. Lo cual
habría de captarme, en varias oportunidades y en gran medida, con arrolladora
intensidad, por sus fascinaciones anímicas.
¡El Periodismo! Medio de difusión de potencialidades masivas, es --en
principio-- una excelente y noble vía para satisfacer el ansia humana de
intercomunicación intelectual; aunque --por desgracia-- suele también incumplir,
de modo deplorable, sus normas éticas. Y tanto mayores son sus efectos,
positivos o negativos, cuanto pueden ser el sentido y la magnitud con que
satisface los perennes mandatos morales. Cuando su orientación es
encomiable, se cuenta entre las incitaciones más vigorosas y nobles hacia el
Idealismo Vital.
Casi nunca es, pero podría y debería ser, una forma de influir, llevar
adelante, hacer triunfar, doctrinas, ideas, e intenciones generosas y positivas.
De combatir a las negativas o perversas, que suelen --incluso en predominancia-
- servirse del mal periodismo, con fines protervos. Descalificándolo entonces,
haciéndolo moralmente minúsculo o francamente negativo. Resulta así: banal
(superficial, frívolo), venal (mercenario, vendido, ventral o materialista),
“amarillo”, “basura” (grotesco, vulgar, escandaloso, pornográfico, extorsionador).
Habré de narrar cómo anduve, en varias ocasiones, a posteriori de estos
iniciales pininos, por los cautivantes terrenos del Periodismo. Los de las letras --
por inherencia específica--, apasionadas y combativas. Pero en este momento,
sólo considero procedente referirme al inicio de la trayectoria; para comentar
después con mayor amplitud lo que la dedicación periodística puede ofrecer
como aleccionadora y gratificante.
-----
Volviendo a nuestra vida estudiantil, aunque un poco al margen de los
estudios mismos, indicaré cómo por aquellos días del año ‘42, ya nos
apasionaba también otro campo: El de la Política (con mayúscula). Que no el de
la "politiquería" (o política, con minúscula). En particular, por el curso de la II
Guerra Mundial, cuyos puntos de máxima tensión venían alcanzándose, en
aquellos días, en ámbitos nacional y universal.
Esa terrible conflagración, no solamente tomó ribetes apocalípticos, por
sus destrucciones materiales cataclísmicas, sus inhumanas matanzas masivas;
sino que, colocó en pugna abierta y feroz, a las tres entonces predominantes
Concepciones del Mundo:
El Liberalismo y el Marxismo, aliados (¡?), por una parte; contra el
Fascismo, en el bando opuesto. Y, claramente al margen, dejaban a la Visión
Cristiana; ésta, ya hacía muchos años, progresivamente relegada del escenario
moderno y contemporáneo; desde los preludios de las revoluciones francesa
(1,789) y rusa (1,917); segregada de las grandes adhesiones y decisiones,

181
políticas, económicas, sociales, científicas, filosóficas, artísticas, y culturales en
general.
Los “aliados”, Liberales y Marxistas, lucharon a muerte contra el
Fascismo. Repitiendo de semejante modo, pero en mucho mayor escala, y sin la
intervención católica, el antecedente o ensayo, de la sangrienta Guerra Civil
Española.
En el Perú la gente pensante y cada vez un mayor número de la poco
cerebral, iban tomando apasionado partido en esta gigantesca pugna, bélica y
político doctrinaria. Por supuesto, muchos oportunistas estaban a la expectativa
de quién pudiera triunfar --momentos hubo en los cuales pareció cercana la
victoria alemana y del fascismo-- para proclamarse del lado del vencedor y
sacar, como es común, todo el provecho posible de tal situación.
En el curso de la Guerra, las noticias y los comentarios venían, en
cantidades y orientaciones, bastante acomodadas en favor de los “aliados”.
Especialmente a partir de la entrada de los EE.UU. De cuya dependencia no
hemos podido --ni querido-- zafarnos casi nunca. Las agencias de noticias más
poderosas eran norteamericanas. De tal modo, la mayoría de la gente en el
Perú, era ‘partidaria’ de los aliados:
-- ¿Adónde vas Vicente?
-- ¡Adonde va toda la gente!
Sin embargo, llegaban noticias y otros elementos de juicio procedentes de
Alemania, Italia y España. Digamos en un 20%. Se podía escuchar comentarios
radiales en español procedentes de Alemania; y leer los textos de los discursos
de Hitler y Mussolini... ¡Qué hubiera sido oírlos! Ambos, oradores fuera de serie.
De una estirpe hacía tiempo desaparecida del decadente mundo burgués.
Estaban muy por encima --años luz-- de los líderes, en general mediocres, de
las ‘democracias’ liberales. Y también de los gélidos burócratas,
deshumanizados, del comunismo. A lo dicho se sumaban los asombrosos éxitos,
desde tiempos anteriores a la Guerra, del desarrollo económico y social; así
como de la elevada moral colectiva y el resonante entusiasmo patriótico,
mostrados por Alemania e Italia. Realmente envidiables --dentro de una “santa
envidia”--, para nosotros los jóvenes peruanos, inmersos como estábamos, en
una sociedad tan deprimente y deprimida ella misma.
Aparte de los fulgores de su aliada España, renaciente vigorosa, de ruinas
y cenizas. Así como del Japón, de acelerado y prodigioso desarrollo económico
y social, con grandes triunfos recientes obtenidos en Asia.
Agregábanse --a todo ello-- las espectaculares victorias y hazañas
militares de Alemania. Dando la impresión de ser una especie de Esparta del
siglo XX. Lo cual hacía acrecentar, en mucho y a no pocos, las simpatías por “El
Eje”. Como se llamaba al bando ítalo-alemán, al que se sumaría Japón.
Prominentes y en importante medida numerosas personalidades políticas,
de la cultura y del periodismo en el Perú, se declararon, abiertamente,

182
partidarias de Italia y Alemania. Lo cual no quita que, una vez caídas estas
potencias... ¡Nadie lo fue!... Así es la vida... Y la gente.
Yo había tenido ocasión, años antes, en el Colegio Italiano, de recabar
algunas informaciones acerca de los perniciosos actuares de la judeo
masonería. Ellas me permitían, por lo menos, no caer en las trampas --hechas
para el vulgo o las masas ignaras-- confeccionadas por la propaganda
norteamericana. Podía así “separar el trigo de la granza”, en lo referido a las
noticias y comentarios periodísticos sobre la feroz contienda.
Por otra parte, en verdad y pese a su intensísima propaganda, los aliados
no daban muchos motivos de simpatía. Sobre todo, al comienzo de la guerra. En
la que, además, siempre perdían las batallas... ¡Hasta corrían!... Y mucho. Como
en Dunquerque, África del Norte, Filipinas, etc.
Se proclamaban “Campeones de la Libertad”, pero mantenían un
oprobioso poder colonial: en la India; en China (Hong Kong, desde la
inconfesable “Guerra del Opio” inglesa); en Indochina y la Polinesia (por
Francia); en Indonesia (Holanda); en varias otras porciones del Asia; en el
África; en numerosas islas del Caribe; en Filipinas (EE.UU.). Hasta en Europa
misma, su prepotencia humillante se daba por Inglaterra en Gibraltar; como en
Malta, Chipre y Creta. Y, en América, Las Malvinas, Esequibo (de Venezuela, en
las Guayanas), Belice (en Guatemala), también por Inglaterra; Panamá (Zona
del Canal); Guantánamo (en Cuba); Puerto Rico, por EE.UU.; etc…
¡Desmentían, con hechos, tan fingidos asertos!
Además, su sociedad, aunque ostentaba, por evidente inercia histórica,
un indiscutible y elevadísimo nivel de desarrollo económico y tecnológico –
material--, comenzaba a mostrarse decadente, frívola, escéptica y viciosa.
Continuaba siendo acentuadamente individualista y segregante; contra las
minorías consideradas 'inferiores', entre ellas, la nuestra: los ‘hispanos’. Y sus
políticos se ofrecían de una mediocridad lamentable. Poco digna de simpatías. A
pesar de la apabullante y costosísima propaganda empleada en el intento de
formar opinión y sentimientos favorables hacia ellos… en todo el mundo.
Lo anterior, sin necesidad de referirnos al sector marxista o comunista...
¡sus ‘aliados’!... De ferocidad satánica. De verdadera furia homicida. En
magnitudes que no tienen paralelo o precedentes. Que ni siquiera son creíbles o
imaginables, por mentes desinformadas. Ni pueden describirse con palabras.
Los politiqueros locales --de ocasión ‘en el candelero'-- cantaban en el
coro pro aliado. Sin poder ocultar sus ansias de recibir recompensas políticas y
crematísticas. Nuestro presidente Prado --ligado a la argolla bancaria, por el
Banco Popular-- se proclamó: “Campeón de la Democracia”... ¡Y era un
dictador!... En el sentido corriente de la expresión; aunque, más cierto, cabeza
de una dictablanda…de farándula, chicha; pero bastante autocrática o
autoritaria...

183
Así las cosas, algunos pocos de nosotros, en la Escuela, simpatizábamos
con El Eje. Por supuesto, la mayoría de nuestros compañeros, siguiendo la
corriente, estaban por los “aliados” (¡comunistas incluidos!)...
¡Se armaban unas discusiones de Padre y Señor mío!
Cierta vez, estaba yo metido en toda la candela de una ardorosa disputa
sobre la guerra. Solitario, por el bando del Eje. Contra una bulliciosa turba,
constituida, en abrumadora mayoría, por numerosos compañeros de nuestra
promoción, pro aliados decididos. Aunque poco lúcidos, la verdad. Como sucede
con los seguidores, a raja tablas, que son ganados por las propagandas masivas
de intencionada superficialidad.
Me desesperaba en argumentaciones que suponía sólidas, pero nadie
escuchaba y el encono del debate se acentuó progresivamente. Ocurría esto en
el interior de uno de los grandes ómnibus que nos trasladaban, dos veces al día,
de Lima a La Molina y viceversa.
Discutíamos sobre el origen y la culpa de la Guerra. La mayoría
vociferante rugía manifestando que... ¡por supuesto! el culpable era Hitler.
‘Quien ordenó la invasión de Polonia’, lo cual habría desatado la conflagración...
Yo trataba de hacerles ver que los hechos políticos casi nunca eran tan
sencillos, ni se debían juzgar tan aislados; que se encadenan de un modo muy
complejo; que la II Guerra Mundial no era sino la continuación o consecuencia,
hecha inevitable, de la Primera78. La cual fue promovida, en pura verdad, por el
Capitalismo Financiero anglo-franco-norteamericano, dominado por el Judaísmo
Internacional y encarnizado rival del emergente Capitalismo Industrial y Nacional
Alemán (de fresco inicio Prusiano); bastante más libre éste, de ese Poder
Mundial; que fue el que realmente promovió después, también y de modo
parecido, pero con mayor ímpetu, a la Segunda.
La primera guerra había culminado con el nefasto e infame Tratado de
Versalles. El cual no satisfizo a los vencidos por supuesto, pero ni siquiera a
todos los vencedores. En realidad, mereció general y acentuado repudio.
Precisamente, creó --entre muchos otros desaguisados-- el problema del
llamado “Corredor Polaco”; que, de modo inaceptable, partía en dos al territorio
nacional de Alemania. Constituyendo ello la causa principal del ‘conflicto polaco-
alemán’; de origen así bastante artificial y malévolo. Y que, además, fue azuzado
con impracticables y falsas promesas de apoyo a Polonia por parte de los
“aliados”.79
Hitler no tuvo, ni pudo tener, nada que ver, con la generación ni la
conducción de la Primera Guerra Mundial; así hubiese querido hacerlo, pues
78
Algunos historiadores han considerado y llamado --con sobrada razón-- a la suma de la
Primera Guerra Mundial (1,914-1,918), con la Segunda (1,939-1,945), más algunas menores,
complementarias e intermedias: “La Guerra de los 30 Años del Siglo XX”.
79
La falsedad de la acusación contra Alemania, por la ‘responsabilidad de la Guerra’, quedó
finalmente al descubierto, al término de la contienda; comenzada, según se dijo, en defensa de
Polonia y de su Democracia; sin embargo dejadas de su cuenta en manos enemigas. Quedó,
Polonia y su 'democracia’ ¡cercenada ella y sometidas ambas, al poder de Rusia comunista!

184
apenas era entonces, muy joven, cabo del ejército alemán; si bien fue muy
valiente, herido y condecorado hasta dos veces. Por lo tanto, no pudo ser el
culpable de la Segunda, consecuencia y continuación de la Primera.
Precisamente, la II Guerra se desató, resultaba inevitable, en razón
principal del dicho Tratado de Versalles. Que motivó y dio banderas a los países
que perjudicó; entre ellos hasta Italia y Japón de los vencedores, y Alemania y
Austria de los vencidos. Adicionalmente, los otros vencedores, favorecidos con
abuso, como EE.UU., Inglaterra, Francia, etc., por el Tratado de marras, se
trajeron perdida malamente su autoridad moral en lo internacional y cualquier
entusiasmo para defender a tan malferido mamotreto 'diplomático'.
Estábamos en semejante discusión, cuando desde el fondo del vehículo,
en lo más intenso de la batahola, salió una voz a todo pulmón, profiriendo,
tronante de indignación, de santa ira, las siguientes palabras:
-- ¡Cállense animales!... Cubas tiene razón. Ustedes solamente repiten
como loros lo que reciben de la propaganda norteamericana; sin analizar nada.
¿Qué defienden EE. UU. e Inglaterra? ¿La Libertad? ¿Y Filipinas y la India?...
¿La Democracia? ¡Si ellos son verdaderas Plutocracias! Sus gobiernos los
hacen con elecciones y las elecciones con plata, luego, allí manda el dinero.
¡Son Plutocracias! Y los plutócratas mas poderosos y organizados son sus amos
los judíos. ¡Tiene razón Hitler, cuando los combate!80 Y ustedes ¡no sean tan
bestias!
Me quedé perplejo. Atónitos todos. Por tan vigorosa y resuelta
intervención a mi favor; al lado de un bando inframinoritario. Por añadidura, en
forma extremadamente altanera y agresiva, contra nuestros desprevenidos pero
notoriamente mayoritarios opositores. En algo fundamental, en asuntos de
doctrinas políticas, en ellas muy desinformados, pero eran compañeros de
estudios y buenos muchachos, a quienes, en el fondo, queríamos muchísimo.
El que había hablado –gritado-- era Luís Córdova. Un alumno compañero
de promoción también y personaje muy singular. Que habría de ejercer, a partir
de entonces, una gran influencia en mi existir. En tal circunstancia, su
personalidad me llamó poderosamente la atención, como es fácil comprender.
Luis A. Córdova C., por desgracia fallecido hace poco, era en lo personal
especialísimo por sus cuatro costados. Había pasado varios años casi
desapercibido entre nosotros. Por su carácter muy retraído, hosco; puede
decirse marcadamente huraño, insociable. Además, padecía notorias
insuficiencias económicas; era pobre de solemnidad. Parecía amargado,
pesimista y a ratos colérico; por lo que echaba frecuentes ‘maldiciones’;

80
En aquel tiempo no había salido todavía la ‘historia’ del “Holocausto”; cuyas espeluznantes
versiones surgieron recién a fines de la Guerra. El tema no era pues materia de discusión, por un
lado; y tampoco se había llegado al caso presente, de que, hasta en un país tenido por
‘democrático’ y sin censura alguna, como la Alemania actual –y hay más-- están legalmente
proscritos el nazismo y el fascismo --¡pero no el comunismo!-- y tiene pena de cárcel quien
públicamente, en forma verbal o escrita, niegue, disminuya, muestre duda, o haga mofa, del
“Holocausto” ¡Hasta dónde llega el peso de la propaganda masiva y de los poderes semiocultos!

185
hirientes, sin mengua de muy agudas e ingeniosas. Por tales razones, vivía
aislado y lo apodaban: ‘amargado’, ‘vinagrillo’, ‘maldito’, ‘satanás’, etc. Casi
nadie percibió, durante los primeros años de estudios, hasta que lo fuimos
conociendo mejor, sus reales y grandes cualidades. Entre otras, una inteligencia
superior y una cultura singular. De niveles increíbles, de asombro, para jóvenes
estudiantes de nuestra edad.
La discusión, con el pleito que Córdova se compró, evidenciando una
simpatía hacia mí, largo tiempo guardada y no del todo explicable, concluyó más
o menos a capazos y con la finalización del viaje del ómnibus. Pero la afinidad
que comenzaba a manifestarse entre nosotros y mi reconocimiento por su
defensa, nos llevó a buscar oportunidades de conversaciones y mayores
contactos personales.
Así me enteré que almorzaba, todos los días, en una modesta casucha y
restaurantito anexo, de la "ranchería" de La Molina; que me recomendó como
barata y de muy buena sazón. Naturalmente, almorzar allí significaba una gran
economía de dinero, de tiempo y trajines; frente a los viajes que los otros
muchachos tenían que hacer en los más viejos que benditos ómnibus de la
Escuela... Y, efectivamente, en la tal fonducha, hacían un lomito saltado ¡de
chuparse los dedos!... Entre otros festines del culinario género criollo.
A partir de entonces, sostuvimos con Lucho --así comencé a tratarlo--
unas largas ‘sobremesas’, en las que cada día me sorprendían más su cultura y
su saber. Cuánto mayores eran las sorpresas, puesto que, como estudiante, en
los cursos profesionales, no brillaba precisamente entre los primeros, ni mucho
menos. Más bien --o mal-- estaba entre los últimos. Percibí que ello era
consecuencia, más que todo, de una marcada rebeldía personal contra “el
Sistema”. Que nos rodeaba, ahogando a muchos. Su cultura general,
humanística, en cambio, era sorprendente. Así como su afición a la lectura de
calidad selecta. Escribía muy bien, con ortografía y redacción impecables. Y
hasta versificaba con extraordinaria facilidad. Conocía de los griegos y romanos,
así como de los clásicos de la Lengua Castellana y de las traducciones y
originales de los grandes, en los principales idiomas europeos.
Cada vez descubría más cualidades y facetas de la personalidad de
Lucho: Un singular sentido del humor --especialmente en el campo de los
contrastes y de lo inesperado--, pese a su ‘amargura’ aparente; a una
delicadísima sensibilidad y dignidad humanas. Las que habían permanecido,
durante largo tiempo, encubiertas y hasta haciéndose increíbles, por los efectos
de negativas apariencias. Naturalmente, mi estimación por él crecía de continuo.
Lucho estaba familiarizado con las grandes obras nacionales y
universales, de la Literatura, la Filosofía, la Religión, la Política, la Ciencia, y de
cuanta disciplina elevadamente formativa pudiera tratarse. Le eran familiares: la
Mitología Griega, Homero, Virgilio, Platón, Aristóteles, Cervantes, Voltaire, Le
Bon, Darwin, Adam Smith, Garcilaso, Ricardo Palma, González Prada, José
Ingenieros, Chocano, Calderón, Zorrilla, Shakespeare, Goethe, Dante,
Schopenhauer, Molier... La lista no terminaría...

186
Nuestras conversaciones de los almuerzos y de sus sobremesas,
mientras los compañeros viajaban, arrebañados en el carromato escolar, nos
permitían volar por los cielos del intelecto y adonde las musas nos llevaran.
Una situación que entonces tomó importancia, en nuestras evoluciones
personales, era la correspondiente a las respectivas posiciones en materia
religiosa.
Sobre Córdova, evidentemente había ejercido particular influencia, desde
su infancia, la personalidad de una tía suya, a quien él admiraba intensamente;
intelectual notable de aquellos calendarios, soltera y con la que viviera algún
tiempo en familia. Se llamaba: María Jesús Alvarado. Mujer muy inteligente y
culta; de avasalladora personalidad. Era ella, además de feminista, iconoclasta.
Lo que se titulaba una pensadora y luchadora de “avanzada”, de “izquierda”. En
una época en la cual dicha posición era con frecuencia seudo romántica,
‘idealista’. Pese a provenir de los pagos del marxismo, sistema esencialmente
materialista y positivista. ¡Contradicción intelectual, no rara sino frecuente,
entonces y siempre!
En los campos de lo Trascendente, la tía era... ¡antirreligiosa y atea!
Lucho, sumergido con nuestros contemporáneos en una sociedad más hipócrita
que religiosa y con numerosos ateos, ya casi lo era; asimiló, hizo suya, tal
posición. Pero, curiosamente, nunca absorbió --todo lo contrario, detestó-- al
marxismo; concretamente al comunismo. Hasta simpatizó con el nazismo de
Hitler; en menor adhesión, con el fascismo de Mussolini; y desdeñando a Franco
de España.
El hecho se explicaba, en gran parte, porque ‘metido de cabeza’ en los
terrenos de la más elevada cultura --producto de genialidades--, no se le
cocinaba --aunque sólo fueran proclamas-- eso de ‘las masas al poder’. Y,
arequipeño hasta la médula, amante de su terruño, de su Patria Chica, no
comulgaba con las ruedas de molino del ‘internacionalismo proletario’ apátrida.
Así, era ‘comecuras’ a rabiar, pero no comunista.
En verdad, no tuvo muchos enfrentamientos conmigo en tales campos y
en esos tiempos. Pues, en materia religiosa, si bien yo me había educado y
formado en familia y colegios católicos, ya en la adolescencia, en ese lapso
precisamente en que conocí a Lucho Córdova, había enfriado mi sentimiento
religioso. Por no decir que hasta lo había abandonado.
La razón estribaba en el espectáculo ofrecido por los católicos
contemporáneos. En su inmensa mayoría, exclusiva y acentuadamente
beatunos y rezadores; casi cobardones; muy pedigüeños y milagreros, cándidos;
de general y ostensible adocenamiento intelectual y moral. Presentaban --y en
gran medida siguen presentando, por desgracia-- una figura distinta a la de los
católicos que yo en verdad admiraba y admiro cada vez más: La de sus
Apóstoles, Mártires, Misioneros, Cruzados y Caballeros. De sus Santos, Sabios
y Héroes. De los Descubridores, Conquistadores y Colonizadores de América.
La de quienes hicieron el Renacimiento y el Imperio Hispano. La de los
creadores de Artes y Ciencias. De los constructores de Catedrales y Naciones.

187
En fin, todas las formas, realmente asombrosas y venerables del Catolicismo
Luchador y Constructor. De sus seguidores auténticos, obreros y soldados de
Cristo.
Fácil fue que Lucho me alcanzara entonces unos libros de Voltaire –muy
agudo en el pensar, sibilino en los análisis-- y de González Prada --elegante
escritor, de estilo arrebatador, en los adolescentes ciertamente engañador--,
para que yo terminara, hasta por un tiempo bastante prolongado, cayendo en el
error de tomarlos demasiado en serio.
Más tarde, felizmente y con los años, por el estudio, así como por la
reflexión y observaciones más profundas, con el sano influjo de quien sería mi
novia y después mi esposa, católica sincera y piadosa, como pocas ella, de una
bondad y dulzura inefables, acabarían por hacerme comprender la verdadera
significación de estos asuntos. Enmendaría, para bien, las rutas de mi reflexivo
pensar y profundo sentir, en lo religioso, filosófico, y moral. Como habré de
explayarme en posteriores y debidas oportunidades.
Conversábamos con Lucho de todo lo valedero, en especial acerca de la
Revista “Agronomía”, de sus deficiencias en esos momentos y de lo que se
debiera hacer al tomar su Dirección. Como habría de suceder al año siguiente.
De semejante modo, hablábamos sobre Política Nacional y Mundial.
Pensábamos:
¡Qué hermoso sería poder luchar, alguna vez, por cambiar a la Sociedad
tan degradada y degradante que nos estaba tocando vivir!... ¡Regenerar al Perú!
Comenzaba a germinar en nosotros, a bullir, otro empeño: el Ideal
Político.
-----
Avanzando en el año 1,942, en un intervalo abierto en el curso normal de
nuestros estudios, realizamos una excursión promocional al Norte del Perú; con
especial dedicación a los departamentos de Lambayeque y Piura. Ello nos
permitía seguir completando, muy gratamente, nuestro conocimiento del Agro
Peruano y del Perú en general.
Varias otras experiencias y observaciones, que huelga comentar aquí,
tuvieron lugar concluyendo el ciclo académico del ’42; el penúltimo y 4º año de
nuestros estudios. Último de mi Adolescencia e inmediato anterior al inicio de mi
Juventud. Había definido ya, una principal Vocación Profesional y un
concordante Ideal de Vida. Sin perjuicio de tener esbozados, también, otros
ideales y vocaciones, de posibilidades complementarias. A concretarse en la
Juventud sobreviniente y en las edades posteriores. .
* * * * *

188
C a p í t u l o VI

La Juventud

D
ivino Tesoro. Así la consideran y la llaman los poetas y los no poetas. Se
la califica universalmente como a la mejor de las edades. No obstante y
sin mengua de nuestro inmenso aprecio por ella, lo cierto es que tan
maravillosa etapa existencial --testimoniando la inmensa Sabiduría del
Orden Natural, obra a su vez de la Divina Providencia-- no escapa a la regla
general siguiente:
Toda edad humana tiende a ser más gratificante que sus anteriores,
como pueden serlo también y progresivamente, respecto a ella, sus etapas
posteriores.
Pese a constituir, como generalmente sucede, la Infancia una edad tan
encantadora, por diversas razones, ningún Adolescente suele desear volver a
ella. Por otra parte, a pesar de ser, por añadidura, la Adolescencia una edad de
más deleitables ensueños y embelesos que la Infancia misma, ningún Joven
querría regresar a cualesquiera de ambas etapas anteriores. Agreguemos, que
quien está en la Madurez --bien orientada--, época de las mayores realizaciones,
tampoco retornaría, por vía voluntaria, si pudiera, a su Juventud. Y, por último, el
que habiendo sabido vivir, se encontrare en la Ancianidad, habrá de darse
cuenta --como aquí trataremos de demostrarlo--, que ésta puede ser la mejor de
las edades. Que el anciano deseará seguir viviendo; que irá perdiendo
progresivamente el temor a la muerte, si lo hubiera tenido; y que no hallaría
complacencia en ningún retroceso a un estado repetitivo de su pasado existir.
¡Recibimos la oportunidad de poder vivir en una Felicidad en
permanente ascenso!
¡Bendito sea Dios y su Infinita Sabiduría!
No ha de olvidarse lo ya dicho: El tránsito (con un ligero adelanto en las
mujeres sobre los hombres), de la Niñez (0 a 14 años en varones), hacia la
Adolescencia (15 a 21), es rápido, brusco, tormentoso; pero no sucede lo mismo
con los menos impetuosos de la Adolescencia hacia la Juventud (21 a 40), de
ésta a la Madurez (40 a 60), y luego el de ella a la Ancianidad (más de 60).

189
El Paso del Temporal.- Para un mejor sustento del modo de analizar el
tránsito existencial de la Adolescencia a la Juventud, referiré algunas de mis
personales experiencias al respecto:
Mientras transcurría el año 1,943, cumpliría los 21 años de mi edad,
concluyendo, a sus finales, el 5º de estudios, para poder graduarme de
inmediato, encontrar una colocación profesional y cumplir con el deber social y
moral de asumir mi propio sostenimiento económico, alcanzando así merecida y
responsable independencia –relativa por lo menos--; situación que marca,
además, una diferencia fundamental entre las dos edades en tránsito; en la
segunda de las cuales comienza a intervenir el “sentido de responsabilidad
moral y social”.
La situación familiar nuestra, trastornada por la muerte del conductor
paterno, se había vuelto a normalizar en apreciable medida, como está dicho,
gracias a la excepcional generosidad de mi hermana Ester y de su esposo, mi
cuñado Federico Ruiz Huidobro --concertados ambos--. Así, aunque fallecidos
ellos, hace ya numerosas lunas, la gratitud y el recuerdo nuestros se mantienen,
no sólo imborrables, sino crecientes, en los que fuimos beneficiarios de tanta
nobleza. Reconstituyeron ellos el núcleo de la familia, remplazando, de modo
admirable, al finado padre, titular del clan. El domicilio, para nosotros de
indeleble recuerdo, ubicado en la calle Pachacutec, con el número 1331, del
barrio o distrito de Jesús María, se constituyó, por años, en la Casa de la
Familia. En la concreción de su unidad hogareña. Donde algunos residieron
constantemente y otros con esporádicos intervalos de ausencias, por motivos de
viajes o de cambios de colocaciones de carácter laboral. Era tanta la bondad y el
cariñoso trato de los Ruiz Huidobro Cubas, que todos los alojados en su hogar –
además, por supuesto, de ellos mismos y de sus hijitos ¡encantadoras criaturas!-
-, los hermanos y una tía, nos hallábamos como en nuestra propia casa; o mejor
aún, si cabe decirlo.
La paz y lo afectuoso del ambiente, hacían menos áspero el serenar
progresivo de la adolescencia mía y las mucho menos escabrosas --según creo-
- de los demás hermanos, en cercanas edades. Harto requeridas –todas-- de
relajantes aires, como esos. Especialmente, en lo que me tocaba, por la
posesión de un carácter en particular difícil, para calificarlo de algún benévolo
modo... ¡Y en cuánta medida "difícil"!... ¡Alabado sea el Altísimo!... Los tales
padres adoptivos, colocaban así, muy en alto, su abnegación rayana en la
Santidad. ¡La calidad de bondadosos hermanos mayores, capaces de brindar
tan gratificante hospitalidad!
En tales agradables circunstancias, hablábamos de “la casa de
Pachacutec”, como ”la casa de nosotros”. Pero el mayor de los sobrinitos,
Federico, Fico, no podía, en su media lengua, pronunciar nosotros y decía
“noshotos”... La casa de Pachacútec quedó entonces bautizada, definitivamente,
como... ¡”La Casa de Noshotos”!...
La vivencia en familia, en el hogar ejemplar de nuestros hermanos Ester y
Federico, era así plácida, placentera. Constituyendo la mejor contribución a los

190
buenos tránsitos de la Adolescencia a la Juventud, que comprensiblemente se
aspiraba fuesen de lo más serenos, en los graciosos (?) miembros del clan que
habíamos sentado allí nuestro real.
Federico contribuía de modo excepcional al proceso, pues estaba siempre
listo para resolver problemas, atender consultas, despejar incógnitas y aconsejar
en debida forma a los muchachos. Con suma delicadeza; por oportunas y
atinadas orientaciones. Daba, en cada caso, las que se requerían y sobre ellas,
inclusive con frecuencia alcanzando préstamos de muy buenos libros. La
mayoría de las veces hasta los obsequiaba. Nunca le escuchamos un reproche,
una desentonada queja; ni siquiera por los innumerables desaguisados y
malacrianzas que tan ariscos púberes no hacíamos escasear; siendo asumidos,
por él y su media naranja, con inaudita y santa paciencia. Además, amenizaba la
existencia de quienes lo rodeaban pues poseía desbordante sentido del humor.
Era muy bromista. Contaré una anécdota referida a mi hermano Héctor (cono
Ato, lo bautizaron los sobrinos):
Ocurría que el susodicho fratelo era por entonces sonámbulo, al parecer
incurable. En las noches le daba por salir del dormitorio, golpeteando puertas,
ventanas y mobiliario, con gran estrépito, dando voces en elevados decibeles.
Cual si fuere don Quijote de La Mancha, en el famoso incidente de los odres de
vino, imaginando desaforados gigantes, con quienes, en febril delirio, se trabara
en fiera y descomunal batalla.
Mi hermana Ester, que se asustaba mucho, comunicó sus angustias a
nuestro cuñado, quien tomó la cuestión con evidente sorna y pidió considerar
terminado el asunto, pues él ‘lo arreglaría en dos patadas’... Como que, en
efecto, esa misma noche lo arregló: Federico, bien dormido Ato –quien, en
inocente ignorancia de los dichos pícaros planes, lo hacía profunda y
concienzudamente--, colocó, con sumo cuidado, sobre la puerta semiabierta y
con cierto apoyo en la pared del dormitorio del inefable bullanguero, un gran
lavatorio de fierro enlozado, lleno de agua bastante fría. Y, ya bien entrada la
nocturnidad, salió Héctor armando un gran barullo, como los que venía haciendo
de reglamento; pero, al empujar la puerta, hizo caer el lavatorio, con su acuoso y
frío contenido; primo tempore, sobre su cabeza y luego a sus espaldas. De
modo que, en seguida, quedó totalmente mojado... y despierto. Además de
'curado', para siempre, de sonambulismos de ése y de cualquier género. La paz
volvió a reinar en Pachacútec.
En simultáneo con la placidez familiar, lograba yo buenos amigos;
consolidaba satisfactorias amistades en la Escuela de La Molina, que me
permitían satisfacer las necesidades emotivo-espirituales, casi ansiedades, se
podría decir, de afectos y comunicaciones, que adolescentes y jóvenes
experimentan; habiendo de cubrirlas, so pena de variados traumas o complejos
sicológicos. Tenía, además, con mis hermanos: Daniel, Héctor, Laura, y en
particular con Manuel (“Manongo”) e Isabel (“Chobe”), muy buenas relaciones.
Aparte de las sostenidas con Susana y Ester, las mayores, con lazos en cierto
modo algo maternales más que fraternos. Y la invalorable tutela de la tía Laura

191
(‘Lalita’). ¡Una verdadera santita! Todo contribuía a dulcificar el alma y amainar
cualquier tormenta de adolescencia, en potencial o de inminente estallido.
En cuanto a la circunstancia mía, variados éxitos personales, cada vez
más frecuentes, sumaban su acción para conferirme creciente aplomo,
seguridad personal y autoestima o amor propio. Casi como de un adulto, que ya
no de un niño. Desterrando de a pocos la natural timidez, en mi caso algo
acentuada, pues venía desde la pubertad. Por otra parte, condición del ánimo
frecuente en tal etapa, también llamada: “La edad del pavo”.
Obtenía altas notas en las materias de nuestros estudios y así el prestigio
de buen alumno, de inteligente --que no tanto de “chancón”--, entre los
compañeros, profesores, familiares y amigos. Para no decir excelente y pecar de
vanidoso... más aún de lo hasta aquí hecho. Pero me doy por perdonado,
indulgente y amable lector, en licencia tomada para mejor fundamentar, apoyado
en realidades, mis. asertos referidos a Sicología Humana y a Filosofía de Vida.
En anécdota ya narrada, hice constar cómo gracias a nuestra hermana
Chobe, con motivo de mi viaje de prácticas a la grande y hermosa Hacienda
“Urcón”, ubicada en el Departamento de Ancash y mis cartas tan generosamente
elogiadas por ella, percibí que... ¡podía escribir! Con grandes imperfecciones por
cierto, pero de todos modos bastante mejor de cuanto yo mismo me hubiera
imaginado ser capaz.
Otras misivas a diversos destinatarios, artículos en la Revista
“Agronomía”, así como los temas escritos de nuestros ‘pasos’ y exámenes de la
Escuela, generalmente exitosos, más por su redacción que por su contenido --
según creo--, me confirieron mayor coraje para la expresión escrita. Bastante
decir, ciertamente, dada la innegable influencia de tal logro, en la formación
personal, el aplomo y la desenvoltura de un adolescente y un joven; gravitando
marcadamente en el desarrollo de su propia cultura.
Algo después, como habré de relatarlo, cierto incidente, casi a mediados
del año ‘43, me abriría un horizonte hacia el campo de la Oratoria, en algún
grado exitoso, lo cual sea dicho, con toda sinceridad, sin vanidad, ni alardes de
falsa modestia, llegaría hasta donde yo mismo no lo esperaba. Tales hechos --
natural es en los adolescentes y en los jóvenes, la repercusión positiva de sus
‘triunfos-- me posibilitaron adquirir y consolidar una personalidad lo
suficientemente asentada y resuelta... No en vano Cicerón, hace más de 2,000
años, señalaba cómo la Oratoria, conjunción y fruto de un arte y de una técnica
sublimes, ocupa o debe ocupar, la cumbre del proceso de una cabal formación
espiritual y cultural del ser humano.
El Amor y la Sexualidad.- En el campo de lo sentimental hacia lo
femenino y el de la sexualidad --calderos de las impetuosas efervescencias
adolescentes y juveniles--, el proceso se me presentaba, si se quisiera
calificarlo, algo peculiar:
Respecto a lo primero, diré que una serie de factores me hicieron relegar
el asunto, desde los iniciales tiempos de la adolescencia y durante casi todo el

192
transcurso de ella. Las causas principales estaban en mi original acentuada
timidez ya anotada y en la dedicación absorbente, del ánimo y del tiempo
disponible, a los estudios, que yo hacía por demás empeñosos. Primero, en el
proceso --también referido-- del difícil ingreso a la E.N.A.V. de la Molina; y luego,
en el transcurso de los siguientes ciclos académicos anuales, cumplidos de
modo muy apasionado. Tampoco disponía de suficiente dinero --¡oh esquivo
requerimiento del amor juvenil!-- para afrontar los compromisos que contraen los
novicios enamorados; carencia debida, en lo primordial, a mi temprana orfandad;
por muy neutralizada que ésta hubiese sido, como efectivamente lo fue y en
apreciable medida, por los fraternales auxilios recibidos. De todos modos, y
frente a mis inacabables necesidades, andaba "más calato que un perro chino y
más pobre que una laucha". Menos aún poseía carro,. Instrumento motorizado a
todas luces imprescindible y eficaz --habido en muchacheriles manos--
tratándose de lograr, a guisa de trofeos, seductoras féminas en situación de
merecer...
Total, se pasaba el tiempo. Y fuera de uno que otro escarceo infructuoso,
más platónico que epicúreo, no tuve lo que se llama una 'enamorada de asiento’.
Recién, todavía a fines del siguiente año (1,944) --al de mi egreso (1,943)--,
como más adelante lo ampliaré un poco, fue cuando comencé a conocer el real
Enamoramiento… El verdadero Amor. Y, después de unos cortos años --
noviazgo incluido--, el Matrimonio y la Familia. Sin espejismos ni falsificaciones;
para mi propia Felicidad; comprendida en un simultáneo Idealismo, por esencia
Espiritualista, pero sin mengua de una clara Visión Realista de la Vida.
Mas, volviendo adonde estábamos, añadiré que mi aceptada y hasta
recalcitrante soltería inicial, pretendía sustentarse, además, en un razonamiento
por el cual yo andaba incubando la idea --hube de admitirlo, tiempo después,
clamorosamente errónea-- de que ‘las mujeres distraían a los hombres de las
acciones de elevada significación’. Como las que Lucho Córdova y yo
deseábamos emprender. Y era común observar en personas brillantes y de
notable liderazgo en esas épocas, incluso admiradas intensamente por nosotros,
asumir y ostentar semejante teoría, con sus consecuentes posiciones y
conductas.
En mi afectuoso y amical contacto con quien venía haciéndose mi
"compinche", habíamos llegado a leer, con acentuada devoción --a posteriori
comprendida como improcedente--, a varios autores iconoclastas (demoledores
de creencias veneradas) y misóginos (despectivos hacia las mujeres);
Schopenhauer por ejemplo, quien escribía sentencias como la siguiente: “Las
mujeres son seres de cabellos largos y de ideas cortas” (¡?).
En pocos años, aunque pudiera parecer censurable --pero así hemos
sido, son y serán siempre los muchachos--, con el curso del tiempo, que en esa
edad se percibe muy largo, yo había puesto casi en el olvido, dejado de lado
podría decirlo, la grandeza intelectual y moral de mi madre... En ella, sus
dedicaciones hogareñas jamás se opusieron, sino por el contrario, facilitaron, su
vida matrimonial, el desarrollo de su propia personalidad, y el apoyo a los
ideales de su esposo, nuestro padre. Constituyéndose así, en la más concreta y

193
rotunda refutación que yo podría presentar, del malhadado y tan falaz ‘axioma’;
tan denigrante para el significado de la feminidad, en la vida humana. Siendo
ella, en verdad y por el contrario, complemento indispensable en la forja de una
superior identidad masculina.
Sin embargo, por otro lado, observaba a mi hermana Ester, casi
abrumada por su numerosa prole --¡llegó a tener 7 hijos!-- en las tareas y
preocupaciones domésticas; ellas se me antojaban --en dictamen por cierto
deficiente e injusto-- triviales y de distracción de ‘las cuestiones de mayor
importancia’.
Por esos mismos tiempos, mi cuñado Federico, quien como he dicho era
muy inteligente y culto, se había impresionado sobremanera con un famoso
libro, de innumerables ediciones, de millones de ejemplares, durante muchos
años, en varios idiomas y difundido por todo el mundo, titulado: “Cómo Hablar en
Público, Ganar Amigos, e Influir Sobre las Personas”; obra del autor
norteamericano Dale Carnegie.
El dicho texto, en verdad es un interesante manual, que trata temas de
gran utilidad, con notable ‘sentido práctico’. Ofrece reglas concretas acerca de
las técnicas para hablar bien en público. Y también para, sobre la base de esa
agradable oratoria, y de ciertas normas de cordialidad en las maneras sociales,
poder ‘ganar amigos’ (en el sentido de ser acreedor de una general simpatía) e
influir en las personas. Cosas, todas ellas, requeridas y muy productivas en la
época liberalizada en que vivimos.
Podría decirse que el defecto principal del libro --para un intelecto goloso
de la profundidad, posiblemente en demasía-- estriba en ser algo superficial. Lo
cual, por otra parte y precisamente por eso, facilitaba su masiva difusión.
Cabe remarcar el claro tinte liberal o burgués, positivista, del autor. Toma
a la “tolerancia” como a una herramienta práctica para cierta convivencia suave
y dulce. Aunque ella, en realidad, constituya una despectiva e indiferente actitud
hacia el Prójimo y hacia la Verdad misma. A la que supone variable y por lo tanto
relativa. No deja de ser, incluso, condescendiente con la mentira, tomada, en
todo caso, como falta venial, y también relativa. Así es como entienden los
liberales a la “tolerancia”. La cual, en cambio, bien interpretada, en importante
medida, pero de adecuado modo --como lo hace el Cristianismo--, sí es una
Virtud. La “tolerancia” liberal, implica innegable y consustancial desamor a la
Verdad. No les importa, no les duele tanto, que ella sea agredida, en aras de
“tolerar” situaciones de significado “relativo”. Como les son prácticamente todas.
En referencia al Amor al Prójimo y a otras cuestiones de carácter
espiritual, los burgueses no se entusiasman por apostolados, ni prédica alguna;
y menos pueden llegar al martirio en defensa de alguna fe o de ideales
colectivos. Sostienen --como está dicho y en gravísimo error--, que la Verdad es
múltiple, relativa o variable (con las circunstancias de los tiempos, los lugares, y
las personas). Por lo que, en sus relaciones con el Prójimo, al que, en el fondo,
fríamente menosprecian, lo mejor, lo más "práctico", “productivo y fácil”, es
“dejarlos en su error; para no perder su amistad, y sí más bien, para ganarlos

194
como amigos” (?) ¡Lejano este sentido, del aristotélico de la Amistad! Basada en
la común devoción a la Verdad y al cultivo de todas las Virtudes, que a su vez lo
son de los Valores. No hacen, los liberales, muchos intentos de convencer a
nadie. No lo recomiendan, salvo casos y formas muy especiales, por concretos y
“útiles”. No ingresan a enfrentamientos claros y decididos o extremos. Ni, por
supuesto, llegan a ofrendar los bienes y menos la vida, en defensa de la Verdad.
De Convicciones muy fuertes o de Ideales de hipotética hermosura. Así fueren
puestos en posibles peligros de ultrajes o profanaciones.
De tal modo, impulsado posiblemente por la visión predominante en la
época y por el libro de marras que comentamos, Federico se mostraba poco
dado a discusiones a fondo en materias que por lo general despiertan
apasionamientos y belicosidades, olvidándose las lecciones de los griegos,
acerca del discutir metódico e inteligente, sin mengua de la modestia, ni de la
decisión; con la finalidad esencial de arribar a la Verdad. Y no tanto de vencer o
‘campeonar’. Se vetaban, por los dichos motivos, temas de la mayor jerarquía,
en Religión, Política, Filosofía, Artes, etc. Nunca pude coincidir con ese modo de
pensar --el de Dale Carnegie-- y de actuar en consecuencia; a pesar del
inmenso cariño, respeto y gratitud, que le guardaba a Federico quien, a mi
parecer, tomaba demasiado en serio al citado escritor liberal.
Con toda evidencia, empero, Federico, por su natural modo y por las
ideas que había hecho suyas, se ofrecía muy agradable y simpático ante la
mayoría de las personas. Pienso que le faltaba admitir la diferenciación clara
entre lo que corresponde al sabio --en el sentido clásico grecolatino-- y las
concesiones permisibles al vulgo, a la masa, a las mayorías; valga decirlo, de
una vez, a la mediocridad. Aunque fueren actitudes de generosa inspiración --
como en él lo eran indudablemente--, pero que le hacían perder altura axiológica
y un precioso tiempo. Además de mermar la plenitud de las posibilidades
ofrecidas por sus innegables cualidades intelectuales y morales. Creo que, en
realidad, se desperdiciaba en apreciable medida.
El ambiente en “La Casa de Noshotos”, si bien llegaba a un altísimo
rango, tratándose de la armonía y los afectos hogareños, refiriéndonos ya al
nivel del enfoque de los temas en las comunicaciones intrafamiliares, diríamos,
en cambio, que no estaba en concordancia con las calidades intelectuales y
culturales de los más destacados miembros del clan. Me reafirmaba, así, en el
error sostenido por entonces y con frecuencia, de que: En el ambiente de las
familias no se podía ascender a las cumbres de la cultura y del intelecto
humano.
Me olvidaba del ejemplar logro de nuestros padres en “San Nicolás”. Y no
llegaba así a negar mis incipientes, pesimistas y equívocas ideas, acerca del
papel de la Mujer, el Amor, el Matrimonio, y la Familia, en el desarrollo y
aplicación de las Ideas de mayor jerarquía.
Anoto, sin embargo, que Federico, para satisfacer sus naturales deseos
de conversaciones ‘de mayor peso’, sostenía reuniones almuerzos, frecuentes,
con amigos de mucha categoría (Emilio Guimoye, Rómulo Ferrero, Fernando

195
Romero, Luís Rodríguez Carpi, etc.). Y, algunas veces, pese a mi notable menor
edad y pocos merecimientos, cariñoso y solícito, me invitaba; con gran deleite y
provecho cerebral de mi parte.
Llegué a pensar, con irrealidad por demás inmadura y para mucha
vergüenza actual, que casarse era desmerecer el significado de la propia
existencia; casi ‘una tontería’. Tomé así aversión al matrimonio; lo que me
inclinaba al alejamiento de amoríos o romanticones devaneos, que hicieran
peligrar mi, en todo caso, debilona misoginia y endeble soltería.
Pero refiriéndome al aspecto sexual, dada mi condición de de pos
adolescente y joven en inicial etapa, no podía negar ni dominar lo avasallador de
esos impulsos, que percibía y entendía irresistibles. De tal modo, para resolver
el problema, hube de recurrir, según las circunstancias, a los métodos en
vigencia entre los muchachos de entonces.
Pido, llegado a este punto, séanme comprendidos mis naturales
escrúpulos para detallar trayectoria personal en la referida etapa y en dichos
terrenos; en aras de un elemental decoro, en el entendido de que el asunto es
irrelevante y que inclusive puede resultar desagradable extenderse en ello.
Con Lucho Córdova pensábamos ¡vergüenza me da hoy decirlo!... pero
así era entendido por nosotros, que hablando ya del largo plazo, si el joven
quisiera preservar su ‘libertad de acción’, tendría entre las principales opciones
para sus desfogues sexuales, establecer periódicas relaciones con mujeres de la
“vida alegre” (la menos alegre de las vidas); o convivir, “de asiento”, con alguna
“querida” (!).
No percibíamos con claridad, naturalmente por falta de raciocinio
suficiente y de la experiencia que da la vida, que tales asertos significaban,
además de una real tontería, descolocar a la caballerosidad del hombre y rebajar
a repudiables extremos a la dignidad de la mujer. Y ni siquiera para algún real
beneficio en favor de los varones.
Resulta una necedad de grueso calibre --¡oh poder de las ‘ideas’ cuando
se hacen modas!-- suponer que algo se soluciona mediante tratos y relaciones
con prostitutas, quienes, al final de cuentas, son desdichados seres de una
individualidad destrozada, atormentada, cuya cercanía no puede sino generar
problemas sin cuento, jamás soluciones.
En cuando a las “queridas” --que nunca son realmente queridas--, repetiré
lo que a un hombre ‘práctico’ le escuchara cierta vez: “La querida, sin ofrecer las
ventajas de la esposa, trae acentuados y unidos a los suyos propios, todos los
inconvenientes y defectos que se le atribuyen a la mujer legítima”. La “querida”,
jamás es una solución; constituye, en cambio y siempre, una fuente de grandes
problemas. Como lo es cualquier tipo de convivencia con una mujer a la que no
se ama de verdad. Y, a la inversa, para una mujer, la llevada con un hombre al
margen del amor verdadero, que no puede desligarse del respeto a la propia y a
la ajena dignidad.
Tardaría en entender el principio perenne que puede expresarse así:

196
Mujer y Hombre son las dos facetas: Masculina y Femenina, de la
Persona Humana Integral. Como las dos caras de una moneda, que deben
estar ligadas, para que a ella le confieran valor; manteniendo, cada una, su
fisonomía o diseño, su lugar complementario y correspondiente. El soltero
y la soltera, son individualidades que, pudiendo serlo sin culpa, son
incompletas, sin plenitud humana.
"No es bueno que el hombre esté sólo"
¡Es frase Divina!
El hombre que humilla a su mujer, se denigra a sí mismo y abate a la
mitad de su propio ser. Cuando, en cambio, es inteligente, culto, caballero, y
sabio, idolatra a la señora de sus amores. Y estima, por lo menos respeta, a las
demás.
El Caballero Cristiano, al modo de don Quijote, arquetipo de caballero,
llama: “su señora”, a la mujer que ama. Y él se declara, voluntariamente, “su
siervo”. Sólo el ignorante y el torpe maltratan a la mujer. Por ello se puede decir,
con toda razón, que el “machismo” no existe. Lo que hay --y demasiadas-- son
torpeza e ignorancia... ¡juntas! Verdaderas causas de la mayoría de las
desdichas humanas. Cual lo dijera Aristóteles… Hace como 2,500 años!
Comete una insensatez quien, en actitud egoísta, pretende, en pos de
aparentes ‘ventajas’, convivir o relacionarse --¡hasta en intimidad!-- con seres
desdichados o de dignidad rebajada; como son las infelices prostitutas y las
menospreciadas ‘amantes’ o ‘queridas’.
¡Cuántas ideas equivocadas! suelen adoptar, sin real culpabilidad, pues
en el fondo les son ajenas, los adolescentes y jóvenes. Hasta que la experiencia,
la profundización filosófica, el estudio, todos posteriores, los extraen de las
obscuridades promovidas desde el exterior y de las consecuencias de sus
tempranos errores propios.
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La Hacienda Casa Grande - Un Gran Caso.- En las vacaciones del


verano de comienzos de 1,943, con Alberto Vega, organizamos el último de
nuestros viajes conjuntos de prácticas vacacionales. Esta vez, a la inmensa
hacienda cañavelera “Casa Grande”, ubicada en la Provincia y valle de Chicama
--como la otra, Chiclín, en la cual yo había nacido--, del Departamento de La
Libertad, en las cercanías de su capital, la bella y blasonada ciudad de Trujillo.
La posibilidad de este viaje me había entusiasmado desde el principio,
pues se trataba de volver a una hacienda de caña de azúcar... ¡Nostálgico
recuerdo de “San Nicolás”!... Deseaba también confrontar y consecuentemente
ratificarme, en definitiva, en la especialidad de mi vocación profesional como
Ingeniero Agrónomo. En Ganadería Tropical, o si todavía añoraba la de Caña de
Azúcar.

197
Mi primera constatación fue que “Casa Grande” era impresionante por su
enormidad, pero muy diferente a “San Nicolás”. En realidad, ésta era también
distinta a cualesquiera otras de las haciendas azucareras del Perú… ¡Era Única!
Resultaba evidente que si bien “San Nicolás” constituyó un “Paraíso
Infantil”, como lo fue para nosotros, ello lo debió, más que al hecho de ser un
fundo cañavelero, a la singular obra constructiva de nuestro padre. Dentro del
marco favorable de las muy especiales condiciones de ese ambiente natural y
humano. ¡Como “San Nicolás” no hubo ni podría haber jamás otro lugar igual!
Así de sencillo, muy claramente dicho, con apasionamiento, es verdad,
pero con innegable realismo.
Para que se tenga una idea de la magnitud empresarial de “Casa
Grande”, indicaremos que, aparte de sus anexos –varios--, en los tiempos de
nuestra visita, tenía plantadas unas 15,000 Has. de caña de azúcar y algunas
miles adicionales de cultivos de pastos y panllevar; más eriazos en vías de
aprovechamiento, por grandes obras de irrigaciones y drenajes.
Podría decirse que este inmenso latifundio comprendía una extensión 5
veces la de “San Nicolás”. Aparte de la posesión -–por la misma empresa-- de
unas enormes estancias ganaderas ubicadas en las serranías de los
departamentos de La Libertad y Cajamarca. Su centro poblado principal, debió
contar por entonces con unos 25,000 habitantes. Su inventario de semovientes
consignaba miles de cabezas de ganado de varias especies, entre las cuales,
numerosos y excelentes caballos peruanos de paso, de los mejores del Perú,
para trabajo y reproducción. Solamente en ovejas y carneros finos; para ‘repelar’
rastrojos (vegetación residual de los cultivos anteriores), antes de la entrada de
las máquinas a los campos por arar; así como para eliminar a las molestas
yerbas espontáneas de las acequias de riego, previamente a su ‘limpieza’ a
lampa; especialmente para dichas funciones, la Hacienda tenía 15,000 cabezas
de esa clase de ovinos. ¡Mayor población de ovejas, que la de muchas
haciendas ganaderas especializadas del resto del Perú y tenidas por 'inmensas'!
“Casa Grande” alcanzaba niveles tecnológicos ubicables entre los más
elevados del mundo. Poseía una Estación Experimental propia, para las
investigaciones agronómicas que requería. Su ingenio azucarero era inmenso y
también comprendía un laboratorio excelentemente equipado, para el control y
las investigaciones del proceso industrial del azúcar, subproductos, y derivados.
Contaba con una red impresionante de ferrovías, para el transporte de la caña
hacia el ingenio, del azúcar fabricado hacia su puerto, del personal y las cargas -
-ida y vuelta-- hacia diversas dependencias de la Hacienda, puerto y pueblos
vecinos y la ciudad de Trujillo. Era tal su fuerza económica e influencia política,
que el Estado peruano le había ‘reconocido’ un puerto propio (Malabrigo).
Esta empresa azucarera tenía las características de una gran
transnacional de enclave del sistema capitalista mundial. Con una población
propia dividida claramente en clases sociales (obreros, empleados, y altos
directivos); separadas con el mayor rigor administrativo; formando, la más
numerosa, un típico proletariado industrial; en pugna abierta, con frecuencia

198
belicosa, en los conflictos que sostenía, con su ‘patronal’ ¡Qué distinto dicho
ambiente, con el peruanísimo y casi familiar, de “San Nicolás”!
“Casa Grande” era propiedad accionaria, en mayoría, de la familia
Gildemeister, de origen judío alemán, que fungía de alemana, hasta comienzos
de la II Guerra Mundial, en que Alemania era una formidable potencia universal,
política, económica y militar; que estuvo inclusive a punto de ganar esa guerra.
Pero cuando las cosas iban cambiando, fue haciéndose “peruana”; seguramente
para evitar la rapiña de los siempre oportunistas politiqueros criollos, muchos de
los cuales supieron, desde la primera gran conflagración y con más claridad y
cinismo durante la segunda, aprovecharse --en verdadero robo-- de las riquezas
de los caídos ciudadanos: alemanes, japoneses, e italianos; si bien las de estos
últimos en menor cuantía, por haberse podido amparar en sus vinculaciones
económicas, sociales y familiares, más estrechas y frecuentes, con influyentes
peruanos.
Algunos hechos relacionados con lo anterior, me llamaron la atención por
entonces y me abrieron los ojos sobre la realidad ‘moral’ de la mayoría de las
gigantescas empresas apátridas, conocidas precisamente como
“transnacionales”, que actúan en el Perú y en los demás países del mundo.
Tentáculos, en final instancia, del pulpo financiero llamado por varios papas: el
“Imperialismo Internacional del Dinero”. Y, en otras semejantes palabras,
conocido como el “Capitalismo Financiero Mundial” o el “Poder Financiero
Internacional”. Que, en estricta verdad, tiene, como agarradas del cogote, a
prácticamente todas las naciones del Globo…
Un día, reposábamos tranquilamente en las cómodas instalaciones del
Casino de la Hacienda. A nosotros nos habían concedido derecho a su disfrute,
pues como practicantes, hacíamos de empleados (o sea de la clase media
casagrandina): apuntadores, asistentes de sección y caporales… Cuando, en
cierto momento, se sintió un fuerte ruido, producido por el vuelo muy bajo de un
gran avión cuatrimotor norteamericano --”fortalezas volantes”, las llamaban--,
evidentemente en problemas mecánicos y en plan de buscar un campo
apropiado para su aterrizaje forzoso...
A los pocos minutos se supo que efectivamente la máquina había
aterrizado de emergencia en un amplio campo cercano, recién arado y
preparado con el fin de plantar caña y para mejor- todavía, sin ‘surcar’. De
inmediato salieron varios carros desde las instalaciones centrales de la
Hacienda, en los cuales iban, muy alborotados, eufóricos, lo más graneado de la
dirigencia empresarial... Notamos, en mayoría, a ‘los alemanes’; pero ‘de un tipo
algo raro’... por decirlo de algún modo.
Añadiré, haber percibido, desde días antes, cómo los dichos personajes
se dejaban llamar ‘alemanes’, pese a lo cual, en el Casino no había sino revistas
norteamericanas de propaganda pro aliada de guerra... ¡Ni una sola hoja
alemana o pro germana!... ¡En una empresa supuesta propiedad de "alemanes"!
Nos sorprendió mucho, como es comprensible, ver a pilotos militares
norteamericanos y a civiles "alemanes", absolutamente desconocidos entre sí,

199
en lo personal, añadiéndose la ferocísima guerra sostenida entre sus respectivas
naciones, llegar al Casino, juntos y entremezclados, en medio de estrepitosas
manifestaciones de gran júbilo, de alegre ‘camaradería’ (¡?). Cual de modo
particular lo hicieron los segundos; dándoles, además, auxilio a los primeros y
recibiéndolos como a héroes de 'una gran causa’. Evidentemente, hecha común
y con gran fervor emprendida...
Los directivos de la Hacienda, nos hicieron ubicar, a los peruanos, con
nuestros bártulos incluidos, por otros lares. Cerraron el Casino con todos ellos
adentro y estuvieron por unos tres o cuatro días, con sus noches, en juergas y
borracheras; hasta que, bien ayudados los yanquis con los elementos logísticos
que les fueron donados, arreglaron sus problemas y se mandaron cambiar.
Los hospitalarios germanos, acompañaron a los ya saciados gringos
americanos, hasta el campo de vuelo, despidiéndolos con bulliciosas muestras
de entusiasta amistad; semejantes, o hasta mayores, a las conferidas con
motivo de su sorpresiva llegada.
Inquirimos acerca de la causa posible de tan sorprendente
comportamiento de los "alemanes" de la Hacienda. Alguno se nos sinceró,
diciendo que “ellos eran judíos antes que alemanes”; y por lo tanto “antinazis”; o
“circunstanciales anti alemanes" en la guerra. Por “postergación” ocasional, de la
alemaneidad, ante causa presente “de mayor jerarquía”; y que se sentían
pronorteamericanos, solidarios con éstos, en la gran conflagración, ya de
carácter universal. Porque, en lo fundamental, ella era “la lucha del Judaísmo
Mundial, contra el Nazismo Alemán”. Decían no sentirse traidores a Alemania.
Curioso resultaba observar a los dichos señores, que en una época eran
alemanes, en otra peruanos, y en una tercera, judíos pronorteamericanos... Y
eso no era todo:
A los pocos días del narrado episodio, poniéndonos en riesgo de sufrir
expulsión de la Hacienda, por violar las estrictas prohibiciones que nos impedían
“confraternizar con el pueblo de la ranchería”, pero sabiendo de una jaranita “de
rompe y raja”, por realizarse en el dicho bajo poblado, nos escapamos para
disfrutarla; como sencillos y alegres muchachos, bastante “mataperros”, cuales
naturalmente éramos entonces...
El mencionado ‘tono’ se realizaba en un modesto hogar rancherino, de
una familia Cubas, ‘tocaya’ de la mía --apellido bastante raro por lo demás--, en
la cual, por casualidad curiosa también, figuraban varios nombres de pila
comunes con los de la nuestra: Daniel, Manuel, Laura, Susana, Isabel, Héctor;
Jorge; faltando –creo-- sólo el mío. Tal circunstancia fortuita, favoreció, en las
salpicadas conversaciones propias de la fiesta, una ‘toma de confianza’ más
rápida y mayor de lo considerado común o normal.
En la confidencialidad producida, uno de los muchachos de esos
"tocayos" Cubas, nos manifestó su abierto descontento con la política de
relaciones laborales de “Casa Grande” como empresa. Por el 'espionaje' que se
practicaba –para el efecto, había un cuerpo organizado de ‘soplones’, con el

200
nombre de vigilantes o guardianes--; el despotismo o verdadera tiranía ejercida
por la alta dirección empresarial, en agravio de obreros y empleados; y, sobre
todo, por la segregación social y racial de... “esos nazis desgraciados” (!?) ¡Así
lo dijo! Con pleno candor, que no obstaba para un odio intenso, convencido,
contra los que ellos creían... ”nazis”.
Notamos entonces que en el pueblo casagrandino, los tales ‘alemanes’ se
hacían pasar o se dejaban tomar por ‘nazis’. Es decir, “Casa Grande” era
considerada --con la evidente anuencia de sus directivos--, según conviniera a
las circunstancias --de lugar, tiempo, y personas--, como empresa de peruanos,
de alemanes, de judíos, de pronorteamericanos, de capitalistas internacionales,
o de nazis... ¡Válganos Dios!... ¡Qué tales usos múltiples y juegos
inescrupulosos, con las nacionalidades y las posiciones doctrinarias!
En el curso posterior de la carrera profesional, en el de mi existencia
personal integralmente considerada, y en la amplitud de una perspectiva ética,
he podido confirmar, ratificar, plenamente y con frecuencia en verdad
desconcertante y lamentable, algo muy parecido en los comportamientos
mayoritarios de las llamadas “empresas transnacionales” (apátridas)...
Muchas compañías comúnmente conocidas como ‘norteamericanas’,
valga el ejemplo, suelen ofrecerse legalmente como ‘peruanas’, siendo en
realidad judías. Y los pueblos de las vecindades, que generalmente les toman
encono o recelo, por sus políticas prepotentes, contra nuestra Nación, sus
autoridades e instituciones, y en agravio del medio ambiente; así como por las
segregaciones raciales y sociales que practican --sin faltar, de parte nuestra, por
supuesto, la vulgar envidia--, le cargan el ‘debe’, el odio, a los ‘norteamericanos’.
Y así se habla del “Capitalismo Norteamericano” o del “Imperialismo Yanqui”,
cual terrible demonio. Pero que casi nunca es, por cierto, tan “yanqui”, como se
cree o se dice, sino judío, pero eso… ¡nadie lo dice!
Con toda evidencia, “Casa Grande”, como ámbito aleccionador, era un
“Caso Grande”; por tantas cuestiones que allí aprendimos o comenzamos a
observar inquisidoramente. En especial lo referido a ese plano inclinado de
mixtificación de conceptos y de tergiversación de significado de las palabras, en
el cual la Humanidad comenzaba a ser colocada y está ahora situada; para
conducirla con mayor facilidad, por quienes con toda evidencia la dominan.
Ese juego de la doble o múltiple nacionalidad, por ejemplo, es en verdad
desconcertante. Permite a los apátridas desplazarse, como Pedro en su casa,
por todos lo países del mundo y en especial por los más desprotegidos. Ha
permitido que tuviéramos un Presidente de la República japonés –y a éste huir
de la justicia peruana--; una ‘Primera Dama’ --¡oh penosa huachafería!--,
‘peruana’ (?), israelita, y belga; un Primer Ministro norteamericano, “gringo”
hasta de ‘facha’, pero que muy suelto de huesos se dice simultáneamente
peruano (?). Si Nacionalidad viene de Nación y Nación de Nacer. Y si sólo se
nace una vez… ¿Cómo puede una sola persona tener dos o más
nacionalidades? ¿No se está confundiendo mañosamente muy importantes
conceptos?

201
¿No será como en el caso de la sexualidad? Se nace hombre o mujer.
Nadie lo escoge o puede escogerlo, optarlo. Pero se ha generalizado hablar de
la “opción sexual” (!?); claramente para dar tráfico libre y cínico a la
homosexualidad; asunto de educadores, patólogos, y juristas, como lamentable
anormalidad que es; pero no para darle certificación de naturalidad (?) con sus
‘derechos’ (¡) correspondientes.
-----
Por otro lado, desde el punto de vista de nuestra preparación estudiantil y
profesional, la estada en “Casa Grande” resultó muy interesante:
Recuerdo, de modo especial, los trabajos sobre drenajes, por el sistema
de tubos cortos y adosados, de barro cocido, enterrados a suficiente profundidad
en el subsuelo. Ejecutados en magnitudes impresionantes; rehabilitando miles
de hectáreas de terrenos demasiado húmedos y también salinos. Era el mismo
tipo de obras, pero en mayor escala, que el realizado muchos años antes por mi
padre, en “San Nicolás”.
El riego superficial por surcos, se efectuaba con especial maestría en
“Casa Grande”. Algo semejante podía decirse de las labores de desyerbos,
abonamiento y las otras del cultivo de la caña de azúcar.
A nosotros nos proporcionaban, para los trabajos propios de las prácticas,
unos magníficos caballos peruanos de paso, ya castrados y bien “enfrenados”
(adiestrados), además de excelentemente aperados. “Casa Grande” tenía
merecida fama, en ámbito nacional, por la buena crianza de estos valiosos
equinos; que constituían, y felizmente siguen constituyendo, fundado orgullo del
Perú...
Cierta vez, a caballo, regresábamos alegres del trabajo, varios
muchachos becarios de la Hacienda y al entrar a la población, se le ocurrió a
uno: ‘apostar una carrerita’. En plan de ‘lucirnos’, como audaces “coboyes”. El
entusiasmo juvenil, festivo y harto irresponsable, con irrefrenado espíritu de
imitación épica además, nos impulsó a emular una ‘carga de caballería’,
ingresando así en galopante tropel, por las calles de la rústica población. Hasta
yo había olvidado la severa advertencia paterna sannicolasina, jamás hasta
entonces violada: “Los caballos de paso no se corren”... Pero más pudieron,
sobre los rebeldes mozos, las imborrables imágenes cinematográficas
(“westerns”), venidas desde la infancia, la adolescencia, y los primeros juveniles
tiempos, que las prudentes reglas establecidas por los mayores.
Para nuestra mala suerte, uno de los altos directivos de la empresa
pasaba en esos momentos por las cercanías y al vernos correr cabalgando a
galope tendido, nos dio el alto y reprendió en forma por demás enérgica.
Repitiendo la norma: “¡Los caballos de paso no se corren!”. Y agregando, de su
funcional acervo: “¡Los caballos de trabajo no son para jugar!” Además, nos
amenazó con 'botarnos' de la Hacienda, si repetíamos comportamiento tan
censurable... ¡Santo remedio! Una mayor seriedad presidió desde entonces
nuestra conducta, acabando con semejantes estropicios...

202
También recibimos instrucción técnica en la fábrica o ingenio azucarero.
En cierta ocasión, ingresamos con Alberto Vega al sector de los “vacumpanes”,
donde por evaporación en caliente (con el calor indirecto de vapor seco
conducido en tuberías interiores) y a un acentuado vacío (de allí el nombre de
los artefactos: vacum=vacío; y panes=bloques), se concentraba los jugos y
jarabes de la caña; para que, en punto de ‘miel’ (bien espesada y en
cristalización del azúcar concluida), se volcara a las "centrífugas" –las cuales
presentaban unos cedazos cilíndricos giratorios-- para la separación, por cernido
a inercia circular, del sacárido de la ‘melaza’ (líquido denso y oscuro residual),
de contenido incristalizable y que constituía uno de los subproductos más
importantes de la fabricación. Recuerdo, como anécdota risible, que no bien
habíamos dado los primeros pasos en los interiores de la dicha sección, cuando
escuchamos unos desaforados gritos:
--¡Ya pues Cubas! ¡C...jo! ¡Que derramas toda la miel! –Proferidos,
acompañándose de expresivas referencias a conocidas y olorosas liliáceas del
soez vocabulario popular, por la voz de un tremebundo capataz de paileros; ante
el desaguisado --desborde masivo e inundante del amelcochado flujo--, por
descuido, al parecer, de un modesto, gordo y 'cholazo' peón, evidentemente
titular de tan ilustre apellido.
--¡Cómo te conocen y te tratan hasta por aquí! --Me dijo, burlón, Alberto.
Los dos celebramos entre risas el incidente, en verdad sin tanto de
extraño, pues según lo sabía y estaba confirmándolo, mi familia paterna era
originaria del hermoso villorrio y los pagos de San Miguel de Cajamarca, de
donde y desde un largo tiempo, habían emigrado numerosos pobladores de tal
ascendencia; en especial hacia el Departamento de La Libertad y a otros
cercanos.
En el valle de Chicama estaba, al parecer, uno de los más nutridos
núcleos del apellido nuestro. Y remontando hacia sus lejanas fuentes, se llega,
según pude saber también, al pueblo de Cubas, en Castilla, España, muy cerca
de Madrid. Llamado así, el poblado, por ser desde antiguo de artesanos
manufacturadores de toneles o cubas de vino (hechas de roble). Dicen que hubo
hasta un marquesado de tal nombre; casta de los mandamases de aquel
pueblo... ¡Vaya uno a saber de genealogías!
En “Casa Grande” la pasamos muy bien, valgan verdades. El Casino era
muy cómodo, elegante y acogedor. La alimentación proporcionada, excelente en
calidad y ad libitum, en cuanto a cantidad se refiere --¡inesquivable desideratum
de los jóvenes!--; se podía servir y repetir lo que se deseara... Y ¡vaya si lo
queríamos! Uno de nuestros compañeros, de apellido Crovetto, recuerdo, era un
verdadero Gargantúa. Y nosotros, los demás, no éramos tampoco, que se diga,
unos tímidos canarios. La comida se ofrecía de estilo alemán: Variadas y
riquísimas ensaladas de papas especialmente; ni qué hablar de los deliciosos
embutidos. Y, dado el fuerte calor del verano, servían una “sopa helada”, muy
agradable y aparente para el tiempo, refrescante; en realidad, era una especie

203
de mazamorrita dulzona, de chuño con limón, bastante aguadita y muy fría,
como su nombre lo indicaba.
Cumplida nuestra provechosa permanencia en “Casa Grande”, que
comprendió también algunos gratos paseos a las playas, puertos y pueblos
vecinos, ya acabándose el verano de 1,943, regresamos a Lima, a proseguir
nuestros estudios...
En “Casa Grande” había aprendido mucho en lo profesional, con disfrute
adicional intenso en lo personal. Pero lo más importante fue haber acabado de
comprender, aun habida cuenta todo lo placentero expuesto, que mi
especialidad no sería ya la de Caña de Azúcar. Se afirmaba, más bien, mi
decisión por la Ganadería Tropical.
Llegué a percibir que gran parte de mi afición cañavelero-azucarera,
provenía de la añoranza de un “San Nicolás” paradisíaco. Pero comprendí, con
claridad también, que “San Nicolás” no solamente había sido único, sino que era
irrepetible. Como “Paraíso”, en especial Infantil, había desaparecido para
siempre. Sobre todo, desde la salida de mi padre. Y cuando cambió a fundo
algodonero, sufrió varios catastróficos terremotos y crisis económicas; amén de
la Reforma Agraria velasquista, que acabaron de amolarlo. No dándose, ni
pudiéndose dar ya, en ningún otro lugar, ni por acción personal alguna, las
condiciones para la viable construcción de un nuevo “San Nicolás”... Como el de
nuestra infancia. El que he tratado de describir, con justicia y embelesado, en mi
anterior libro: “Yo Conocí el Paraíso”...
-----
La Alegría Juvenil - Sentido del Humor.- En los primeros días de abril
de 1,943, estábamos de nuevo en La Molina. En plan de continuar nuestros
estudios, para culminarlos en el quinto y último año por cursar. E iniciando
propiamente mi Juventud.
En verdad, el transcurrir de nuestra vida en La Molina, había sido siempre
extraordinariamente grato y alegre; además de productivo en lo que a nuestra
formación profesional se refiere. Un aspecto digno de especial mención --de
acuerdo con la índole y finalidades de este libro-- era, precisamente, el
relacionado con el Buen Humor –infalible tónico del alma-- reinante sobre
nuestras juveniles existencias y molineras actividades.
Vale la pena remarcar que buena parte del tiempo la pasábamos
disfrutando de un franco espíritu de inconmensurable jolgorio, de general
contento; puesto de manifiesto por casi constantes sonrisas y frecuentes reires;
a niveles de estentóreas carcajadas, hasta culminar, a veces, en incontenibles
accesos de hipo.
Es Principio General de inmenso significado:
Nada es mejor para conservar y superar la salud del cuerpo y del
alma, que el disfrute, a plenitud, de un acentuado Sentido del Humor. Ello
vale para todas las edades. En todas hay que cultivarlo. Promover el Buen

204
Humor, constituye una de las más valiosas reglas de la Sabiduría y de la
mayor: la de Saber Vivir.
Hay especialmente dos etapas de la vida –lo que no quita que ha de
estimularse en todas--, en las cuales la Alegría de Vivir, el Sentido del Humor,
les son consustanciales, espontáneas actitudes, que deben mejorarse o
hacerlas superar, por estímulos ambientales, educativos, y filosóficos. Ellas son:
La Niñez, en la cual la alegría es plena de inocencia, sencilla y casi
inconsciente; dependiendo mucho de que los mayores la despierten, favorezcan,
y protejan; que le proporcionen el marco de las oportunidades y salvaguardas
requeridas para manifestarse y asegurarse. La otra es:
La Adolescencia y la Juventud –que para el efecto hacen una-- ya más
creadora y autónoma, espontánea. Muchas veces hasta se impone al medio,
sobrepasa los obstáculos que se le enfrentan. Inclusive existen diversas
modalidades juveniles de rebeldías humorísticas o de humor rebelde. Formas
satíricas, sarcásticas, mordaces (burlas, caricaturas, apodos, etc.), que pueden
llegar, si no se canalizan de buena manera, a ser hasta sádicas o crueles.
Ocurre que los estados de Alegría, de disfrute de un positivo Sentido del
Humor, cumplen importantes papeles como sustentadores de, además de una
Buena Salud, de una Elevada Educación, en el marco de la deseable Felicidad
Juvenil. Debe añadirse: Con una intensa actividad corporal; por las prácticas
deportivas y el trabajo físico agradable. Complementando, con armonía, al
esfuerzo intelectual. No hay que olvidar: “Mente sana en cuerpo sano”.
Lo anteriormente dicho no quita importancia, sino muy por el contrario la
incrementa y ha de sumarse por supuesto a la Sana Formación Moral y
Espiritual; construida desde la niñez, en hogares cristianos. A más de los sólidos
Idealismos: Personal (el propio) y Colectivos (familiar, social, nacional, universal,
etc.); dentro y alrededor de los cuales, Adolescentes y Jóvenes, puedan
desenvolver y desarrollar sus existencias. Cultivando intensos, románticos
sueños y hasta quimeras. Y, si se puede, mejor, candorosos, pero tiernos
enamoramientos, propios de sus tempranas efervescencias.
También, la fuerte necesidad espiritual de comunicaciones personales del
joven --como en ninguna otra edad se presenta en tan alto grado--, le hace
requerir el concurso de amistades múltiples e incluso algunas de mayor
intimidad; resultantes en las más duraderas de la vida. Desarrollando
“camaraderías” muy afectuosas, intensas y sinceras, que se concretan, con
frecuencia, en la formación de grupos de muchachos afines o “patotas” (“patas”
llaman a sus más amigos y notorios congéneres).
Ahora bien, son en especial, en la Adolescencia Postrera y en la Primera
Juventud, espontáneos y muy notables, el Sentido del Humor y la Alegría de
Vivir. Pues, la Adolescencia Inicial, suele verse demasiado afectada por sus
naturales incertidumbres y conflictos; pero la Posterior y la Primera Juventud, en
cambio, salidas de todo lo anterior, no son capturadas todavía, en apabullante
grado, por los graves ‘asuntos propios de los adultos o mayores'.

205
En el caso de nuestra promoción (‘43), de La Molina, constituida en
mayoría por muchachos pos adolescentes y de primera juventud, se daba pues
un gran desarrollo de esas situaciones de Alegría y Buen Humor, pero eran
mayores aún de las que pudieran considerarse comunes o "normales". Se
ofrecían, en verdad, de un nivel singular, extraordinario... Y gratísimo por
supuesto.
El hecho resultaba en cierta medida explicable, por algunas situaciones
de entonces, frutos de la casualidad, en el proceso de afluencia del recurso
humano estudiantil, hacia la promoción molinera nuestra:
Habían aterrizado, entre nosotros, algunos jóvenes condiscípulos
realmente excepcionales en los campos del humorismo. Se ofrecían de una
calificada habilidad en tal arte --más que técnica en su caso--, sin duda de
congénita posesión, que no tanto producto de elaborado estudio. Ocurría
además que, juntándose, ínter potenciaban en causación circular acumulativa,
sus notables facultades. Produciendo risueños impactos y desencadenando
estentóreas risas, en la ya de por sí muy alegre muchachada, cual lo era, sin
duda alguna, nuestra gloriosa promoción.
Se distinguían sobre el resto de los condiscípulos, en materia de habilidad
para hacer reír, haciendo propicias cualesquiera circunstancias, de tiempo o
lugar, tres de nuestros compañeros: Luís Córdova, Elías Aspiazu, y Rodolfo
Selem. En el resto de la clase, había varios otros que ofrecían también
indudables aptitudes humorísticas, aunque no en tan alto y excepcional grado
como en los ya citados. Pero sí en el suficiente como para aportar ingeniosas, al
mismo tiempo que oportunas, acotaciones y hacer resonar coros en favor de las
ocurrencias de mayor ingenio, jerarquía o impacto, con que se iniciaban las
"sesiones" humorísticas.
Lucho Córdova era, sin duda y de lejos, el de mayor valía y originalidad
en el género. Verdaderamente sus calidades resultan difíciles de describir y
calificar en justicia. Partiré expresando que lo más asombroso en él, como en
parte he señalado en anterior referencia, era su alto nivel de cultura general.
Pese a estar iniciándose en los estudios de una profesión científico tecnológica,
tal la Ingeniería Agronómica, no precisamente de humanidades. Agréguese lo
juvenil de su edad, a poco de terminada su segunda década. Conocía las más
grandes obras de la Cultura Universal; de la Literatura y la Filosofía clásicas
grecolatina y española, más otras traducidas de varios idiomas. La poesía era de
su deleite. No se le escaparon la Mitología Griega, ni la Biblia. Gustando
inclusive del inglés; lo sabía algo; como el portugués y el italiano. “La Divina
Comedia” de Dante Alighieri, el poema en italiano, estaba entre sus selectas
aficiones.
Córdova, como está dicho, presentaba un carácter en apariencia agrio,
amargado; renegaba y ‘echaba maldiciones’ con facilidad. Así había recibido
convergentes apodos, como: ‘Maldito’, ‘Vinagrillo’, ‘Satanás’, etc. ... Su aspecto
era menudo y enjuto. Nadie podía imaginar que semejante personalidad
encubría un notable talento o Sentido del Humor. Pero eso, precisamente, lo

206
favorecía en la creación y la práctica de un propio tipo de humorismo: el fundado
en especial en los contrastes y en lo inesperado; a más del sarcasmo. Y aunque
alcanzaba mayor jerarquía y brillo en el humorismo escrito, no dejaba de hacerlo
notable en el oral, casi teatral o espectacular. Valen algunas muestras
anecdóticas:
Teníamos un profesor de Horticultura y Arboricultura, cuyo nombre resulta
caritativo mejor no mencionar, quien en verdad era una buena persona y como
profesional conocía mucho sus especialidades; por las cuales, además,
evidenciaba una apasionada afición. En cambio y lamentablemente, no
mostraba ni las más elementales aptitudes pedagógicas; sobre todo en lo
referente a su autoridad ante los alumnos; al mantenimiento del orden, el
respeto y la disciplina en clases... ¡La más triste y dolorosa deficiencia que
pueda darse en un aspirante a profesor!... Y poseía una voz peculiar;
retumbante, de gran volumen y tono muy grave, siendo además grueso de
contextura y algo bajo de estatura, por todo lo cual, sus alumnos le habían
adjudicado, con inaudita precisión tan aguda como indiscutible, el ridiculizante
apodo de “Cañón”.
Cierto día, estábamos en una clase de Horticultura; se dictaba: “El Cultivo
de la Lechuga”... Como era ‘de cajón’ en todas las lecciones semejantes, se
describían en sucesivos capítulos los aspectos correspondientes a una
ordenada y sistemática explicación del tema. Así se trataban: Requerimientos de
Clima y Suelos; Variedades a cultivar; Preparación del Terreno; Época de
Plantación; Almácigos; Transplante; Labores Culturales; etc. Concluía el último
capítulo con las Plagas (en especial de insectos, otros artrópodos, y de
nematodos, helmintos o gusanos); y con las Enfermedades (producidas por
virus, bacterias, y hongos).
Así, habíamos llegado a las “Enfermedades” y el profesor enunció varias
(el “oidium” o “polvillo blanco”, la “mancha de la hoja”, etc.); prácticamente todas
las que había en ese entonces conocidas... Hizo una corta pausa y como dando
participación a la clase --que estaba más para meter vicio que para atender--,
preguntó con su cañonera voz:
-- ¿Hay alguna otra enfermedad de la lechuga y que me haya olvidado?
-- ...............................
¡Silencio absoluto!
--¿Nadie sabe? --Insistió, algo colérico el "Profe"...
-- ...................... ..........
¡Nada!... Otra vez.
Cuando, inesperadamente, desde el fondo del salón, de bien atrás, donde
siempre se sentaba junto a Elías Aspiazu, su perpetuo compinche, y con quien
estaban --ambos y cada uno a su manera-- metiendo vicio, saltó, por todo lo alto
posible, el mentado “Satanás”, profiriendo resonantes gritos, acompañados de
desaforados ademanes, en medio del asombro general, y mientras decía:

207
--¡Yo sé Padrino! ¡Yo sé Padrino!... Falta una enfermedad de la lechuga,
que usted se ha olvidado...
--¡No me llame Padrino!... ¿Acaso soy su Padrino?... ¡Contéste la
pregunta! -- Replicó, ya muy airado, el ‘teacher’...
--Bueno, Padrecito...
--¡Tampoco padrecito! ¡Más respeto, caramba! ¡No me diga, ni Padrino, ni
Padrecito! ¡ Limítese a contestar la pregunta... de una vez por todas!... ¡A ver!...
¿Qué enfermedad de la lechuga falta... que me haya podido olvidar?
-- El “Siete Cueros”... Padrino -- Gritó el endiablado mozo...
En medio de un estrepitoso y general carcajeo, la clase terminó a
capazos.
La verdad es que Córdova tenía "seco", al borde de un dolorido llanto, o
de lamentable crisis de locura depresiva, al pobre “Cañón”. Pero no se
compadecía… Cruel, aunque inconciente, si se quiere, llega a ser la Juventud.
-----
Recuerdo otra clase, pero esta vez de Arboricultura, en un Campo
Forestal, del cual disponía la Escuela para tales efectos,. El inefable profesor
había hecho una larga explicación de la morfología botánica de varias especies
arbóreas, leñosas, de la familia de las leguminosas (que producen frutos en
forma de vainas o legumbres, como el pacae, el algarrobo, etc.); concentrándose
en la importante subfamilia de las acacias y otras parecidas (de aspecto como el
de la Poinciana regia), de hojas compuestas, de foliolos numerosos y menudos;
con copa alta, en característica forma de sombrilla (“aparasolada”). Mostró una
de estas plantas. Con toda evidencia, se trataba de una especie y variedad de
Acacia (por adivinar).
De modo parecido al caso de la lechuga, preguntó si alguien sabía de qué
planta se trataba...
¡Silencio absoluto!
Pero no se desanimó el magister, y volvió a instar a la respuesta de los
pupilos. Hasta que “don Sata” --¡otra vez!-- saltó, vociferando saberlo, a más de
darle el consabido e irrespetuoso, a la vez que alternativo trato, de “padrino” y
“padrecito”. Entre las reiteradas e infructuosas protestas del inefable 'maestro'.
Calmados que fueron los ánimos, más por la bondadosa intervención de
algunas de las almas caritativas estudiantiles allí presentes, el voluntarioso y
vociferante alumno, al serle de nuevo requerida la respuesta, muy suelto de
huesos, con estentórea voz, gritó:
--¡Plátano!... ¡”Padrino”!...
Tan parecido el Plátano (“banano”) –aunque grande, herboso, suculento--
- a una Acacia --leñosa y arbórea aparasolada--, como pudieran serlo, una

208
orquídea con un papayo... Y así, otra vez, la clase terminaba en un carcajeado
desastre.
-----
No había forma de que Lucho Córdova se contuviera en sus acciones
demoledoras contra tan singular pieza de artillería, devenida en un especial tipo
de profesor --¡cruel ironía!-- blanco de sus implacables tiros. Hasta que, el
“punto” más que maestro, terminaba por botarlo de la clase... Pero, aún así,
tenía recursos para seguir fundiéndolo, hasta exasperarlo en extremo.
En cierta ocasión, iracundo, “Cañón” había expulsado de la clase al
“Maldito”, que tanto lo mortificaba... Pero la expectoración se había realizado
hacia un patio interior, donde Lucho se puso a fumar, practicando el arte (?) en
cuyo ejercicio era muy hábil. Sabía hacer vistosas volutas de humo. Y, por otro
lado, la puerta del salón de clases --que daba al dicho patio-- ofrecía un gran
orificio a la altura de la chapa, el cual había quedado abierto, seguramente, al
ser sacada ella, para componerla, en operación no bien culminada, como era
evidente... Puesta así la abertura a disposición de nuestro defenestrado
personaje, no tuvo él mejor ocurrencia que enviar llamativos aritos de humo de
cigarrillo, hacia el interior del salón de clases, a través del mencionado orificio.
Lo cual, como es comprensible, provocó grandes risas, en un alumnado con tan
poca seriedad y atención en las lecciones del curso...
Molesto hasta el desquicio, el de la cureña, salió vociferando su cólera y
ordenó al impertinente zahumador, cambiarse de sitio y pasar al espacio, con
jardines y circundantes caminos ripiados, que había en el exterior...
Mas ocurría que el tal estudiante (?) no era fácil de dominar y haciendo
honor a su apelativo, siguió en la brega, ‘fregando’. Del ripio de los senderos,
escogió las piedrecillas mayores y comenzó a lanzarlas, numerosas, hacia el
interior del aula, por las ventanas laterales; haciendo ya imposible continuar la
clase; por lo sonoros que eran los impactos rocosos contra los vidrios y las
maderas del amoblado interior del recinto...
¡Por enésima vez!... Quedaba frustrada otra de las resonantes lecciones,
de un muy buen hombre, con sanas intenciones, pero ¡tan desdichado el pobre!
Víctima de sus escasas aptitudes pedagógicas y de lo difícil que es, en realidad,
la misión magisterial, para la que muy pocos tienen aptitudes y preparación
suficientes.
-----
En otra sesión lectiva de Horticultura, al tratarse como tema “El Cultivo de
la Cebolla”, las cosas llegaron a tales extremos, que no quisiera recordar mi
relativa participación en ello, aunque hubiere sido muy poca, en realidad y de
todos modos, no la niego inexcusable.
Dicho sea, para aclarar mejor el asunto: Por entonces en la Escuela se
miraba, por muchos profesores y alumnos, con cierto desdén, injustificado por
cierto, al cultivo de las hortalizas; como actividad impropia de un Ingeniero
Agrónomo de buena ley, de categoría. Se la consideraba más de labradores

209
humildes, en especial de chinos y “serranos”. Se suponía, en cambio, más
correspondientes a “profesionales”, los conocimientos sobre Caña de Azúcar,
Algodón y otras plantas ‘importantes’; así como los de Ganaderías Vacuna y
Ovina; y algunas dedicaciones adicionales, de semejante o relacionado género.
En distintas palabras, las que pudieran realizarse en “gran escala”, siendo así de
apreciables rendimientos y significación económica.
“Cañón” no dejaba de sentirse medio ofendido y de proclamarse no
participante de tan peregrinas opiniones; a las cuales trataba, permanentemente,
de refutar. De tal modo, un día en clase, se manifestó, con su característico
vozarrón, expresando:
-- Muchos dicen que el cultivo de las hortalizas no tiene importancia, ni
rendimiento económico. Yo voy a demostrar lo contrario; lo falso de esas
creencias:
Si sabemos que la cebolla se siembra en surcos distanciados a 20 cm. y
que las plantitas se separan 10 cm. entre sí, tendremos, por cada m2. de
superficie, 50 plantas de cebolla. Que darán, por lo menos, 50 “cabezas”
grandes. Y suponiendo 4 cabezas por kilo, tendremos: 12.5 kg. de cebollas por
m2.... Así, en una hectárea (10,000 m2.), se podría obtener: 125,000 kgs.
Ahora bien, si suponemos el precio de la cebolla, en S/. 1.00 x kg.,
tendremos una producción, en soles contantes y sonantes, superior a la de
cualquier otro cultivo; de:
¡125,000 soles por Ha.! -- Lo proclamó, entusiasta y a voz en cuello...
Dicho lo anterior, hubo en la clase un lapso de admirativo silencio; para
luego oírse, desde el fondo del salón, un par de silbidos, fuertes y africados --
como los piropeantes de común empleo en los callejeros acosos-- y una
adicional ‘soecía’81, vulgaridad alusiva a liliácea botánicamente fraterna de la
que se estaba tratando en la lección de marras, en exclamación resonante y
resuelta, por todo lo alto:
-- ¡Fi fiuuu!... ¡Fi fiuuu!... ¡Cara.o! --¡Era Córdova!... ¡Por supuesto!
-- ¡Oiga Ud.! ¿Qué es eso de decir lisuras en clase? -- Cañoneó el
‘profe’...
-- ¡Ay! Perdone “Padrino”; pero fue el impacto de la sorpresa y la
admiración que me ha producido lo que Ud. acaba de decir y demostrar.
Las risas desencadenadas no permitieron escuchar las profesorales
protestas ante lo de “Padrino” y algunas posteriores acerca del añadido
“Padrecito”; ni las reiteradas por la lisurera liliácea, soltada en flagrante agravio
del decoro a guardarse en el marco de un respetable nivel universitario.
En medio del laberinto suscitado, el caballero del pupitre perdió
totalmente la paciencia y los papeles. Creyó ver entre los alumnos, con injusticia,

81
Séame permitido el neologismo de mi invención (?): ‘soecía’ (lo soez); a fin de poder afrontar
estas áreas escabrosas de la expresión escrita.

210
aunque fuese involuntaria, a Hernando Mercado, quien en realidad era de los
poquísimos que a pesar de todo le atendían bien, como a uno de los que le
“metían vicio”. Montado entonces en rabiosa cólera, perdió los estribos y gritó
amenazador:
-- ¡Oiga usted Mercado! ¡Guarde compostura! ¿O creen, por último, que
yo no soy suficientemente hombre como para quitarme el saco y agarrar a
trompadas a quien se dé de muy ‘vivo’?
-- ¡Qué tal raza! -- Replicó, con justa indignación, Hernando. Si soy yo
prácticamente el único que le atiende y me culpa con toda injusticia ¡Tienen
razón los que lo friegan tanto! ¡Bien hecho!
La situación se había puesto tensa por demás, entre el profesor y el
alumno aludido, en medio de un tremendo laberinto general. Entonces, Córdova,
haciendo de alharaquiento pacificador, se acercó como tratando de agarrar al
profesor, abrazándolo y gritando:
-- ¡No! ¡No!... No sea matón “Padrino”... ¡No le pegue!... ¡Ayúdenme a
sujetarlo! -- Clamó, simulando intensa ansiedad...
Otros 'estudiantes' (?) se acercaron al centro de la escena y ‘ayudaban’ a
sujetar al ‘teacher’. Innecesariamente, por supuesto; hasta contra su voluntad y
las clarísimas protestas de su parte, exigiendo inclusive que lo soltaran de
inmediato...
No faltó quien, en la trifulca que se armó, propinara un manotazo a la
humanidad de esta víctima de su rudimentaria pedagogía. Luego otro... y más
alumnos, nuevos manazos. ¡Hubo hasta algunas patadas! Total, una verdadera
“carrera de baquetas”, terminó sacándolo del salón en forma por demás
vejatoria.
¡Oh lamentable sadismo colectivo!... Especialmente cruel en las
manifestaciones de la sicología juvenil de masas. Como, patético el caso, de las
famosas “barras bravas” del fútbol. Y tantos otros de semejante naturaleza82.
Concluyó también, con ello y dolorosamente, la 'carrera' magisterial de tan
bondadoso como ingenuo profesor, sin mengua de ser un experto profesional.
Se demostraba, una vez más, que:
El gratificante ejercicio de la Enseñanza requiere de calificadas
condiciones personales. Cuando no se cumplen ellas, se dan situaciones por
demás dolorosas, a las cuales no puede aliviar la conmiseración ajena. El ansia
de expansión anímica de los muchachos, puede alcanzar imprevisibles extremos
y su impulso no acepta límites con facilidad.
-----
Añadiré algo más sobre las características curiosas de la personalidad de
Lucho Córdova:

82
El gran pensador, científico y filósofo francés, Gustavo Le Bon, citado varias veces, era muy
claro y acertado en tales asuntos, explicados en las obras que escribió al respecto.

211
Cual algunos alumnos no modélicos, previamente a las pruebas escritas -
-no habiendo estudiado los cursos--, él preparaba “comprimidos”, para poder
copiar las respuestas requeridas, a fin de ‘pasar’ los exámenes. Pero en el caso
del bendito “Satanás”, el proceso ofrecía algunas peculiaridades:
Conseguía un tipo de papel pergamino bastante doble y rígido, que
cortaba en tiras largas de unos 4 cm. de ancho y las doblaba, a modo de una
suerte de acordeoncitos, los cuales quedaban al final, cuando cerrados, como
cubitos chatos; constituidos por los pequeños segmentos cuadrados, unidos y
desplegables; en los cuales se podía escribir por ambas caras. Usaba para ello
unos lapiceritos con plumas muy finas y tinta china de la mejor calidad. Escribía
con una letra muy chiquita, al mínimo tamaño legible; disponiendo un dadito por
cada capítulo del curso y guardándolos, numerados, en sus bolsillos; ‘en el
sentido inverso de las agujas del reloj’; para poder encontrarlos con facilidad en
los angustiosos momentos del examen.
Y ocurría que el tal 'editor' era generoso, prestando los comprimidos --en
“daditos” clasificados-- a los compañeros en las circunstancias cruciales en que
les resultaban oportunísimos…¡Vaya que si los solicitaban! Con marcado interés
y confianza. La fama de la ‘calidad’ de sus producciones, era general e
indiscutida.
Cierta vez, a la entrada de un examen matinal, estaban casi todos los
alumnos ya esperando en la puerta del salón correspondiente y llegó “don Sata”,
pero cabizbajo y tristón. Alguien, ansioso, le preguntó:
-- ¿Qué te pasa? Se te ve muy mortificado. ¿No has 'preparado' los
comprimidos? ¿Ahora qué haremos?...
-- ¡Sí los he hecho! Aquí están. Ya se los prestaré en cuanto sea
necesario...
-- Pero, entonces ¿por qué estás tan triste?...
-- Es que, al copiarlos... ¡me aprendí el curso!... ¡Maldita sea! Y ahora no
los voy a necesitar.
Dejó muy clara la evidencia: El hacer los comprimidos y copiar en clase,
era para él, ante todo, una “mataperrada”; no un inmoral ‘fraude' estudiantil, ni
siquiera un "pecado de juventud". Más traslucía una tomadura de pelo “al
Sistema” y en particular al Educativo, de aquellos tiempos…¡Que al parecer será
el de siempre! ¡Y vaya uno a saber de los intrincados recovecos del alma
humana!
-----
Pero un campo en el cual Luís Córdova destacaba con luz propia e
intensa, era el humorismo escrito. Como he dicho, no solamente leía bastante,
sino escribía muy bien. En prosa, en múltiples formas y géneros. Y versificaba
con asombrosa habilidad, al parecer fácilmente; por lo general en cuartetos y
tercetos, rimados, epta, octa, deca, ende, y dodeca, sílabos; agrupados en
sonetos, décimas, seguidillas, odas y tantas otras modalidades, ilimitadas, del

212
arte poético. Siguiendo a sus paradigmas: Zorrilla, Calderón, Lope, Manrique,
Bécquer, Palma, Cervantes, etc. Con mucho donaire, agregado de criollismos
graciosos; y, sobre todo, con anécdotas muy risueñas de nuestro propio pasar
estudiantil.
Escribía a máquina, encuadernándolos, unos periodiquitos, con diversos y
sugerentes títulos: “Lechucero”, “Serruchero”, etc.; conteniendo satíricas y
graciosísimas secciones: Editorial, Sociales, Notas Técnicas y Científicas, Listín
Cinematográfico, Avisos Económicos, Noticias Policiales, Asistencia Pública,
Poesías, etc. Aparecían, los dichos 'impresos', sorpresivamente, durante las
excursiones de la promoción hacia diversas provincias del país. En las mesas de
noche de algunos de los compañeros. Muy pronto se comenzó a sospechar y
luego se llegó a la certeza, de quién era el ingenioso autor.
No caben aquí mayores detalles del asunto, pues las referencias tocaban
a situaciones muy propias, hasta exclusivas, de una promoción molinera. Otras
personas, no habiendo vivido las anécdotas, no estarían en condiciones de
comprenderlas en todo su real gracejo. Aparte, algunas se narraban en términos
bastante escabrosos, por decir lo menos, si bien comprensibles en el medio
juvenil en el cual se dieron. Pero ellas no resultarían pertinentes, por muy
graciosas cual realmente fueron, para la índole de este libro. Mencionaré
solamente, fragmentos de una de sus versificaciones, narrando alguna supuesta
"jarana" de ‘la cuadrilla de la promoción’; que habría tenido lugar con motivo del
cumpleaños de un compañero nuestro, apodado “don Benito”, a quien se
atribuía la condición de su caporal:
………..........................................
………...........................................

Todos que con hambre están


Dicen con voz de lata
Que traigan siquiera pan
O que devuelvan la plata

Que venga el pisco barato


La chicha y la cerveza
Que venga el arroz con pato
Para perder la cabeza

Benito no puede ya
Y Quiere emprender el vuelo
Se sube sobre el sofá
Y cae besando el suelo

Se voltea hacia la mesa


Y dice con voz muy rara

213
Yo quiero a mi canonesa83
Y se vomita la cara84
................................................
................................................

-----

El otro compañero de promoción que nos proporcionaba constantes


deleites, provocando risas y produciendo alegrías, por sus ocurrencias y chistes,
era Elías Aspiazu. Más conocido por el popular remoquete de: “El Cholo
Aspiazu”... ¡El 'olímpico' e inolvidable “Cholo Aspiazu”!
Tal eximio Caballero de la Orden del Buen Humor, era especialmente
agudo, ingenioso y ocurrente; inventando apodos y haciendo chistes. Su género
de humorismo se ofrecía sano y festivo. Por lo común se basaba en el hallazgo y
la relevancia de los parecidos risibles de las personas y de las situaciones, con
las imágenes nítidas de notorias realidades, de general percepción. Sin llegar a
ridiculizar en demasía o con criticable crueldad. Vale anotar algunos ejemplos:
A cierto ingeniero, quien sin ser un anciano, tenía la piel de la cara muy
arrugada, le colocó el mote de “Sauce Viejo” (comparando su faz con la corteza
agrietada propia de los árboles antiguos de dicha especie vegetal).
Otro caso:
El compañero a quien “don Sata” llamara, en sus satíricos versos, como
hemos visto, “el Caporal don Benito”, andaba pobre de solemnidad, sucio y
descuidado de vestimenta; con los puños de la camisa sobrepasando
demasiado las mangas del saco; y, por añadidura, con el pelo muy largo, sin
recortar por la nuca. Para decirlo con todas sus letras, ofrecía la real apariencia
de un ‘músico en desgracia’... Le aplicó, entonces, la ‘chapa’ de: ¡“Beethoven”!...
Que le resultó indeleble y vitalicia.
Uno más:
Teníamos otro compañero, quien desde los primeros años de la Escuela,
portaba el sobrenombre de “Pelusa”. En razón de que había intentado --
entonces y sin éxito-- dejarse crecer bigotes, aspirando a llegar, seguramente, a
la condición de un Pedro Infantes, para no hablar de Armendáriz, o “Chaflán”.
Mas, para su desventura, la potencia generatriz de sus faciales folículos
capilares, no estaba a la altura de tales narcisistas expectativas. Todo lo que
pudo conseguir, fue una ridícula pelusa, que más bien sirviera para fundamentar
su apelativo. Y que lo acompañara hasta varios años después, cuando recién
logró adquirir una presentación bigoteril menos deficiente. Pero, no obstante

83
Alude a una muchacha del colegio de “Las Canonesas”, de quien el interfecto estaba
estrepitosamente enamorado.
84
Trayendo al recuerdo la situación deplorable en que fuera encontrado, en su habitación, al día
siguiente de una noche de alcohólicos excesos.

214
cargar “Pelusa” con el dicho apelativo, de inicio, debió soportar otro adicional,
emanado de la aguda creatividad 'chapera' del inefable “Cholo Aspiazu”...
Diremos así, cómo siendo nuestro pubescente protagonista, bien
constituido en lo corpóreo --era inclusive buen jugador de fútbol--, por esas
frecuentes contradicciones ofrecidas por la existencia humana, andaba como
chorreado de cuerpo y en angulosidad de piernas, en apariencia de cansado.
Hasta parecía que se le doblaban las rodillas. Había recibido más de una
‘requintada’ de nuestro competente y a la vez puntilloso profesor de Topografía,
ya mencionado, el Ing. Juan N. Portocarrero; por no pararse apropiadamente,
como un verdadero Ingeniero, ante los trípodes de los aparatos de Agrimensura,
colocados “en estación”. El “Cholo” le dedicó entonces a ese nuestro buen
condiscípulo, el nuevo y menos decoroso apodo, por decir lo menos, de..:
¡”Prepucio”!
Como es conocido, prepucio se llama al forro de piel protector del glande
del pene, del hombre y de la mayoría de los machos de mamíferos;
presentándose, por lo común, sobre todo en los casos de ‘fimosis’, notoriamente
colgante, ‘chorreado’, o como un ‘colgajo’. No faltó quien, compadecido y
fraterno, dijera:
-- ¿Pero cómo le vamos a colocar el nuevo apodo de “Prepucio” a nuestro
querido “Pelusa”?
Quien, de ser querido por nosotros, en verdad era muy querido. Dadas su
reconocida simpatía, generosidad como compañero y otras múltiples cualidades
personales.
-- ¿Cómo podríamos llamarlo con esa clase de apodo, en presencia de
las muchachas amigas? Sería grosero, aparte de ofensivo -- Terció alguno...
-- Entonces, con el mayor cariño, lo llamaremos, en diminutivo:...
¡Prepupí!... Así las chicas ya no podrían adivinar de qué se trata. - Replicó,
pícara y finalmente, “El Cholo Aspiazu”.
¡Quedó zanjado el problema!... El agraciado, desde ese momento, cargó
con aquel nuevo, cariñoso, y ‘delicado’ sobrenombre.
No terminaron allí, empero, las tribulaciones sobrenominales del buen
“Pelusa”, “Prepucio”, o “Prepupí”:
En otra circunstancia, los alumnos de la promoción, en mayoría,
estábamos reunidos para iniciar unas prácticas de campo, esperando la llegada
del profesor y de los últimos alumnos por arribar... Cuando apareció Miguel
Rubio, manejando un carrito de su propiedad de modelo deportivo, bastante
antiguo...
Miguel se mostraba siempre afectuoso, atento y servicial. De tal modo,
con frecuencia recogía en el camino a los muchachos que se retrasaban algo y
habían quedado de a pie. En el episodio que narro, encontró, a una apreciable
distancia del grupo mayor de la clase, primero, a “Prepupí”, quien subió y se
ubicó en el asiento a su lado (el de copiloto).

215
Para esto, el seráfico pasajero venía vestido --según parecía considerarlo-
- en apropiado ‘traje de carácter’, para labores campestres, como las
significadas por las prácticas agronómicas. Así, su vestimenta comprendía:
pantalón de montar, botas y casco. Pero resultaba, en este caso, que las tales
prendas eran ‘heredadas’ de su señor padre, quien fuera militar, coronel, según
creo. Y así, el casco era de acero (¡); el pantalón encuerado en parte, haciendo
juego con la casaca también de cuero, siendo ésta, en verdad, una "polaca"; y
las botas, "de tubo" (¡), muy lustrosas. Todas las dichas partes, habían sido las
de un uniforme, manteniendo, por ello, sus correspondientes galas marciales,
además.
Total: “Pelusa”, más que un campechano ingeniero agrónomo o
estudiante de Agronomía, parecía un gallardo Oficial de Caballería (al margen
del cierto descolgamiento corporal que lo caracterizaba). Con benévola
apreciación, podría tomársele por algo así como a un teniente.
A pocos metros del recorrido en común, ambos personajes encontraron y
recogieron al bendito “Cholo Aspiazu”; quien se colocó de pie en el estribo del
auto, sujetándose de la portezuela con la mano izquierda. Con la derecha, sacó
presto un pito, que tenía en uno de los bolsillos del pantalón, entre otras
numerosas ‘curiosidades’, cual muchacho mataperro --¡que si lo era!-- y
comenzó a soplar el silbato con la mayor fuerza y entusiasmo posibles, al tiempo
que, desgañitándose en alternante consonancia, piteaba y gritaba, algo así:
-- ¡Frriip!... ¡Frriip!... ¡Pra-do!... ¡Pra-do!... ¡Pra-do!... ¡Frriip!... ¡Frriip!...
¡Pra-do!...¡Pra-do!... ¡Pra-do!...
Todos los demás, no bien llegaba el vehículo, coreaban y aplaudían
eufóricos. Especialmente cuando “Prepupí” bajó y... ¡se le vio la facha!... ¡Tan
parecida a la del Presidente Prado! Conocido por el apelativo de: “El Teniente
Seductor”... Y a quien se le atribuía el ridículo y jocoso lema de gobierno: “Salud,
Dinero y Amor”. Ocurriendo también que el tal personaje solía aparecer en
público de modo semejante al expuesto, haciéndose ‘pitear’ por uno o dos “pips”
y corear vivas nominados y aplausos, por un buen número de otros de esos
“tiras”.85
El de ”Manuel Prado”, como apodo, se sumó a los de “Pelusa”, “Prepucio”
y “Prepupí”, dentro de la alforja, felizmente amplia, con ‘buena correa’, de
nuestro dulce amigo y compañero de estudios; por desgracia hace tiempo
trágicamente fallecido y a quien sólo individualizamos aquí –con cariño--, de
modo, lo suponemos, algo difuso, por obvias razones.
-----
Elías Aspiazu, sabía también realizar risueñas ‘fundiciones’ en agravio de
los profesores:

85
Populares denominaciones conferidas a los miembros de la Policía de Investigaciones del
Perú (P.I.P.) o policía sin uniformes: “pips”, plural de la sigla de la Institución y “tiras” (que “tiran
soplo” o hacen espionaje).

216
Teníamos, por ejemplo, uno (L.G.D.), que dictaba el curso de: “El Cultivo
del Algodón”. Era conocedor de la materia y como persona caía muy simpático a
los alumnos. Se mostraba elocuente, risueño y ameno, en cuanto se refiere a la
Oratoria Magisterial. Dominaba la escena en el aula --en el sentido de derrochar
aplomo-- pero sin el menor rasgo de tiranía. En verdad, lo respetábamos y lo
queríamos. Nos gustaba su curso.
Seguramente, alentado por la “cancha” que sentía poseer ante sus
pupilos; sabiendo que los muchachos suelen poner agraviantes “chapas” a sus
profesores, lo cual puede ser inicio del plano inclinado de un respeto
decreciente; percibiendo uno de sus puntos débiles --todo ser humano los tiene--
, pues era bizco; quiso “poner el parche antes de que salga el chupo”, evitando a
tiempo que le adjudicaran un apodo ‘demasiado feo’;por todo lo cual, muy reilón,
en la primera clase, nos dijo:
-- ¡Bueno muchachos! Yo sé que ustedes les ponen apodos a todos los
profesores. Por si acaso, ya sé que a mí me llaman “Gossypium”86. Pero pueden
utilizarlo nomás; sepan que no me molesta, ya que tengo “mucha correa”...
Cuando, en eso notó que “El Cholo” lo miraba de modo especial, con
cierta picardía; ante lo cual creyó procedente añadir:
-- A ver Aspiazu: ¿Qué le pasa? ¿De qué se ríe? ¿O qué tiene que decir?
-- No ingeniero, si le dijera la verdad, usted se molestaría conmigo y yo no
quiero mortificarlo, ni faltarle el respeto…
--¡Qué ocurrencia! ¡Díga nomás! No me molesto -- Muy confiado, sobrado,
el profe lo instó a manifestarse de nuevo…
-- Es que usted no ha dicho completa la “chapa”... y que conste, por si las
moscas, que yo no la inventé -- Aclaró el pícaro mestizo.
-- ¡Dígala nomás! -- Ya en el área penal, pretendió driblear el magister…
-- Bueno pues... Si usted lo manda... Le diré que no ha dicho completo el
apodo que le han puesto. No es sólo Gossypium, el nombre genérico, sino que,
con el específico que falta, es:... ¡“Gossypium viscum”!
-- ¡Je! ¡Je! -- Alcanzó a un casi carraspear, con desgano, el clasificado
malváceo. Como entre que se reía y quería voltear la página. Con toda
evidencia, no le había gustado el taxonómico remoquete. Que la clase entera, en
cambio, sí festejó con estentóreas carcajadas.
-----
El Elías --como también lo llamábamos--, tampoco dejaba de banderillar,
entre otros profesores, al pobre “Cañón”... Como no le estudiaba, copiaba tupido
en los exámenes escritos. Pero no se molestaba en hacer ni en pedir prestados
algunos comprimidos. Plagiaba de frente de las hojas mecanografiadas del
curso. Se sentaba bien adelante en el salón, como ‘chancón’ o ‘franelero’, de
86
Nombre genérico, científico, del algodón. Y hay numerosas especies: Gossypium peruvianum;
G. barbadense; etc. E infinidad de variedades.

217
modo a no despertar sospechas, pues por lo general los “copiones” se ubicaban
atrás. Las copias las colocaba debajo de la carpeta, sobre las rodillas y muslos,
de modo a sujetarlas bien y hacerlas visibles cuando deseaba; simplemente
corriéndose un poco hacia atrás y mirándolas mientras el profesor se alejaba, en
sus clásicos y vigilantes (?) ‘paseos’, de adelante hacia atrás y viceversa. Y
cuando el profe se acercaba, se hacía como que meditaba mirando al techo y
dejando de copiar...
Mas alguna vez ocurrió que “Cañón”, pese a la poca perspicacia que lo
caracterizaba, había entrado en sospechas acerca del ‘raro’ comportamiento de
“El Cholo”. Y parándose junto a la carpeta del susodicho plagiante, dirigiéndole
la palabra en voz alta, ya de suyo bronca, para la audición de toda la clase, le
dijo:
-- Oiga Aspiazu ¿Qué es lo que pasa acá? Cuando yo estoy lejos, usted
escribe mucho y a gran velocidad y apenas me paro a su costado, usted no
escribe nada. ¿Puede explicar esto?...
-- Es que cuando usted se acerca, me pongo nervioso, Ingeniero, me
olvido y no puedo ordenar las ideas. Por eso tengo que pensar más cuando
usted está a mi lado.
La ‘inocencia’ de “Cañón” era olímpica y medio que se creyó el cínico
‘argumento’; no insistió entonces, mientras la clase entera sonreía.
-----
Otro profesor de personalidad muy singular era el Dr. Marino Tabusso.
Sus especialidades eran: “Patología Animal”, Ciencia Aplicada fundamental para
la Veterinaria) y “Microbiología”, básica también para la Agronomía; ambas muy
ligadas entre sí. Era realmente un sabio en sus materias.
Interesante resulta anotar que, no obstante ser Tabusso italiano,
dominaba el idioma español; habiendo llegado a niveles de casi la perfección;
con una extraordinaria elegancia en la expresión escrita, así como de notable
corrección en la oral. No restaba méritos, a esta virtuosidad, su larga residencia
en el Perú. El curso escrito --editado en separatas por la revista de los alumnos:
“Agronomía”-- se podía leer "hasta como obra literaria" –así lo decíamos--,
además de científica y técnica, de notable valor. ¡Cuánta falta nos hacen
profesores así en estos tiempos!
Cuando Tabusso hablaba en clases, se emocionaba y abstraía tanto, que
daba la impresión de ‘levantarse hasta desaparecer del mundo’. A veces parecía
como un sacerdote en éxtasis místico de la oratoria sagrada. Pero en su caso
solía ser en favor de los que llamaba: sus “calumniados microbios”. Pues decía,
con verdad, que así como los había ‘malos’ o dañinos, existían de los ‘buenos’,
benéficos o útiles... De tal modo, presentaba, pese a sus indudables altas
calidades culturales y profesionales, algunas fallas en lo pedagógico; en cuanto
a lograr disciplina en el salón y a establecer contacto suficiente entre profesor y
alumnos. Por lo cual, éstos, aprovechaban ciertos momentos para llegar al
relajo; a un clima colmado de indebidas chacotas.

218
El “Cholo Aspiazu”, en una de las clases, se hizo como que atendía con
excepcional concentración: La cara apoyada entre ambas manos y éstas,
continuándose en sus antebrazos y codos, sobre el tablero de la carpetita, en la
cual estaba sentado. Siendo tales muebles --a diferencia de los de otros
salones--, individuales y mas pequeños, además de unidos, la carpeta
propiamente dicha, con su respectivo asiento. Poco a poco, el zamarro fue
adelantando su mueblecillo; y, con él, su ‘graciosa’ humanidad. Hasta que llegó
a subirse a la tarima del profesor, casi topando su propia cara y el pupitre, con
los de tan inefable ‘teacher. Sacándolo así de su increíble ensimismamiento...
En medio de las risas de la turba estudiantil, airado, el docto maestro,
clamó:
-- ¡Oiga Aspiazu! ¿Qué le pasa?
-- Perdone doctor. Pero me concentré tanto, atendiendo a su clase, que
no me di cuenta de lo que pasaba -- Respondió el Elías.
Tabusso --bueno, generoso al fin-- no hizo cuestión de Estado por el
incidente. Es probable que no se sintiera con autoridad para recriminar
abstracciones extremas, momentos de ‘trance’, en la ‘concentración científica’.
Así, felizmente, la cosa no llegó a mayores.
-----
El tercer forajido, entre los principales, en la gestación del jolgorio
permanente de nuestra promoción, era Rodolfo Selem. En ámbitos familiar y
amical, lo llamaban “Fito”.
“Fito” Selem ofrecía, por aquel entonces, un tipo de humorismo propio,
bastante diferente al de los otros dos anteriormente referidos; con los cuales,
sin embargo, ínter potenciaban sus carcajeantes ocurrencias. Era
excepcionalmente agudo y oportuno. Quizás si su defecto, visto desde una
perspectiva de madurez cronológica, estaba en que, a fuer de satírico, llegaba a
ser muy hiriente, algo cruel. Sus fuertes eran los apodos y atribuir letras nuevas,
modificadas, para los propósitos que se trazaba, en caprichoso agravio de varios
condiscípulos, a canciones ligeras y alegres, hechas ya populares en el Perú de
aquellos tiempos.
El cierto sadismo de “Fito”, no solamente no merecía censura de nuestra
parte, sino, como muchachos que éramos, por el contrario nos hacía reventar de
risas; sobre todo cuando estábamos en grandes juntas. Eso se explicaba --lo
hemos dicho ya-- pues en la etapa juvenil se manifiesta mas intensa, tratándose
de sus agrupaciones, la llamada “Sicología de Masas”, que tan bien describe
Gustavo Le Bon… En la conducta colectiva no cuenta la compasión hacia el
prójimo.
No se puede negar que “Fito” estampó algunos apodos y ‘compuso’
ciertas canciones ‘geniales’; pero demasiado ‘lisas’ o hirientes hacia compañeros
vivos o con descendencia actual; resultando obvia la inconveniencia de hacerlos
públicos por estas líneas. Pues lo último que ellas quisieran es ofender.
Solamente se trata de anotar risueñas remembranzas.

219
-----
En materia del Buen Humor reinante entre nosotros, diremos por último,
que a los tres grandes: Córdova, Aspiazu y Selem, se sumaban otros virtuosos,
quienes sin llegar a ser, en la asignatura del reír, como los tres ya nombrados,
tenían su propio y adicional gracejo; haciendo buen coro, dando resonancias e
impulsos, a muchas risas, al tesoro de nuestro inagotable carcajear, durante ese
juvenil antaño.
De notables ribetes fue Francisco López Gadea, por desgracia hace poco
fallecido. Se le conocía y siempre se le siguió llamando, por todos y muy
cariñosamente: “Panchito”. Sería, en la plena juventud, la madurez y hasta sus
últimos días, excelente esposo y padre de familia ejemplar. Hube de honrarme,
largo tiempo, entre sus amigos más fraternos; mis hijos lo llamaban: “tío
Panchito”.
“Panchito”, era bueno como el pan, noble como el vino añejo, y alegre
como una castañuela. Optimista como el que más. Todo lo veía color de rosa.
Nunca se le oía una expresión amarga, hiriente, pesimista o negativa. Era
realmente un remedio del alma. Todos buscaban su cercanía. Mostraba gran
habilidad para hacer de prima voce en los coros festivos; por sus ocurrencias y
las alegres risas que hacía brotar en su seno; haciendo resonar, más aún y muy
por lo alto, a las creaciones del trío de chistosos estrella de la clase.
Otro, quien para satisfacción de sus compañeros, formaba parte, con gran
productividad humorística, del famoso equipo molinero ‘43, de las risas sin par y
sin fin, aunque de apariencia engañosamente seria e introvertida, era: Luís
Blume B..
Lucho Blume mostraba varias y estimables aptitudes: Sabía escribir y
versificar en chiste. Fue así ‘brazo derecho’ del escritor, director titular --su
tocayo y muy amigo--, Lucho Córdova, en la edición de los periodiquitos
humorísticos cuya referencia hemos hecho. Blume, además, era un virtuoso del
acordeón; instrumento que le permitía alegrar, en apreciable medida, nuestras
frecuentes y nutridas reuniones festivas; así como crear y adaptar mejor las
composiciones musicales satíricas, de profuso eclosionar en el clima de
entusiasmos, conocimientos, y creatividades promocionales, de todo orden, que
para felicidad nos iluminaban.
Otro tipo humano singular, era Apolinario --¡qué tal nombre!-- Rueda: “El
Negro Rueda”. En verdad, más zambo o de “color honesto”, cuanto que negro
propiamente dicho. Su nominación bautismal, de indudable sello criollo afro
negroide, sonaba ‘especial’, por decir lo menos; pues más que tal, parecía un
apodo.
Nuestro profesor de Química, Enmanuel Pozzi Escot, francés de origen y
muy acriollado con el tiempo, hacía constante uso del humorismo en las clases;
como instrumento para una mayor atención, memorización, y amenidad, en sus
alumnos, y para su propio dominio de escena. Adicionalmente, mostraba con
sus actitudes, un marcado desdén por los convencionalismos burocráticos de las

220
enseñanzas rutinarias, a la sazón ya comunes. Al pasar lista, por ejemplo, las
iniciaba por donde le daba el antojo (sea por el comienzo o por el fin), llamando
a los alumnos por el nombre o el apellido. Cuando ellos movían a risa,
precisamente los pronunciaba en voz muy alta. Así, teníamos un compañero de
apellido Saito, hijo de japoneses; lo llamaba, con voz tronante, por su singular
nombre de pila:
-- ¡Chiyuqui!
Risas generales... y pavo del 'punto'.
Para el caso de Rueda, especialmente, con mayores decibeles, clamaba:
-- ¡Apolinario!
Todos soltaban, al unísono, sonoras carcajadas. Pero no había, en este
caso, pavo visible. Pues, el color facial del susodicho cutato, cubría con creces,
el correspondiente a cualquier posible juvenil sonrojo.
A Rueda, su nombre de pila lo tenía curcuncho. En alguna ocasión
percibimos cómo en su ámbito familiar no toleraba lo llamaran Apolinario, e
impuso inclusive el apocopado “Apo”, como único sobrenombre admisible...
Moraleja:
Los padres debieran evitar y las autoridades, como los sacerdotes,
no permitir nunca, colocar nombres estrafalarios a los niños, en las
inscripciones de nacimientos o en las pilas bautismales.
Lo cierto es que el tal Apolinario era muy gracioso y se podría contar, de
él mismo, numerosas anécdotas...
Uno de nuestros compañeros, cuyo nombre por prudencia mejor es no
decir, dado que no goza de buenas pulgas, era también de tez bruna, pero de
color menos subido, algo cetrina, de facciones finas; a quien --por un notable
parecido-- habían apodado: Hailie Selassie (sempiterno Emperador de Etiopía)...
Mas no siendo el dicho sobrenombre de pronunciación fácil, venía quedando en
desuso. Por otro lado, había en nuestra clase varios compañeros también
“grones”; es decir, en mayor o menor grado, de “color honesto”. Rueda le
estampó entonces, al imperial interfecto, la “chapa” --más deglutible-- de “Jefe”...
¡De todos los 'negros' de la promoción! La que sí habría de recibir aceptación
general... Incluida, a la larga, la del mismo agraviado, sin mayores protestas ni
reniegos.
-----
En otro terreno, todos habíamos observado que el “Negro Rueda” no
gustaba de ir a las playas, ni nadar en piscinas; pese a que era deportista y
hasta buen jugador de fútbol. Alguien, de los intrigados, le preguntó cierta vez:
-- Oye Negro ¿Por qué tú nunca vas a las playas? ¿No te gustan?
-- No --Replicó, resuelto y al punto, el popular negroide.
-- Pero ¿por qué? Si no hay un muchacho, salvo tú, a quien no le gusten.

221
--- No... Porque me da erisipela (!).
-- ¡Un negro con erisipela! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! -- Se oyó un coro de muchas risas
estentóreas.
El ingenioso “Negro Rueda” contribuía así, en múltiples ocasiones, a
incrementar nuestras carcajeantes alegrías.
-----
Concluiremos esta parte, diciendo --recapitulando y resumiendo-- que en
la Escuela de La Molina llegábamos al máximo Disfrute de la Vida, en la primera
etapa juvenil de la existencia. Por la oportunidad, harto especial, en grado y
formas, de desarrollar un intenso Sentido del Humor; de practicar un gratificante
Humorismo, en variadas modalidades. Lo cual le hemos de reconocer a la
Bondad Divina y a la Buena Fortuna, durante nuestro periplo terrenal. Si algo
podemos recomendar y hacerlo recordar, siempre --basados en una experiencia
concreta que no admite negaciones--, a profesores, padres de familia y a todos
aquellos que algo tengan que ver con la orientación y formación personal de los
seres humanos, es lo siguiente:
El Buen Humor se cuenta entre los medios más eficaces para la
preservación y mejoramiento de la Salud del Cuerpo y la formación de un
Espíritu Noble y Elevado. Y mantenido hasta el fin de la Ancianidad, es el
mejor instrumento para Vivir y Envejecer con Dignidad; logrando el Pleno
Gozo de toda la Existencia. Es la Marcha de Aliento y la Música de Fondo
de la Felicidad Humana.
-----
Dos Excursiones de Promoción de especial trascendencia.- Durante
el año de estudios de 1,943, realizamos dos grandes giras por el Territorio
Nacional, en prácticas conjuntas de la promoción: Una a la Región de la Selva
de Huánuco y Tingo María, por el mes de Mayo; y otra, a la Sierra Centro y Sur,
por los meses de Julio y Agosto.
En la primera --y después de ella-- hube de elaborar y presentar un
informe sobre los trabajos de la Estación Zootécnica de Tingo María, el cual
habría de publicarse en la Revista “Agronomía” (Nº 31- Jul. Ag.-1,943), dando
lugar a un encendido debate de alcance nacional, el cual, entusiasmándome al
máximo, terminó por hacerme ratificar, ya de modo definitivo, sin marcha atrás
posible, mi vocación por la especialidad profesional en Ganadería Tropical, con
énfasis en la Vacuna.
La segunda excursión, resultante en un ‘repaso’ a una anterior bipersonal
hecha con Alberto Vega, permitió ir aclarando, cada vez más, ciertos prejuicios
traídos desde la etapa escolar infantil; inculcados por profesores e intelectuales
“indigenistas” (?); quienes --dicho sea de paso-- jamás son “indígenas”,
promotores de la “Leyenda Negra”, conjunto de infundios, de origen
judeomasónico, antihispánicos y anticatólicos, con pretensiones sin bases, de
constituir “Historia”. Percibimos realidades irrefutables sobre nuestra Identidad
Nacional: Mestiza y Católica. No multirracial, ni multilingüe y multicultural, como

222
se dice, sino Unificante. Ya habrá oportunidades para volver a referirnos al
asunto.
-----
Debo decir ahora, cuán decisivo resultó para mi trayectoria existencial,
como hubiese podido serlo para más de un joven, el hecho de haber sido, en
ese mismo año ‘43, elegido Director de la Revista “Agronomía”. Allí aproveché
bastante --según creo-- de los ejercicios, incipientes todavía, de Escribir y de la
Oratoria. Los cuales resultaron de ineludible necesidad el practicarlos. Además,
allí mismo, ciertos sucesos me abrieron los ojos sobre la naturaleza y
entretelones del Periodismo y de la Política. Enaltecedoras actividades humanas
--entre otras elevadas vocaciones y focos de nobles idealismos-- que pueden
llevar, y llevan, a niveles de heroicos y generosos apasionamientos.
-----
En los dos capítulos anteriores hemos tratado de la Vocación Profesional
y del Idealismo Vital, incidiendo en las fases iniciales de la constitución de estos
importantísimos factores de la Felicidad Humana. En el presente Capítulo, el de
la Juventud, debemos ampliar conceptos acerca de lo que al respecto se
completa, generalmente, en esta edad. Habíamos dejado establecido, también,
que no necesariamente Vocación e Ideal, son únicos; sino que pueden ser dos o
más cada uno, múltiples; y aunque algunos hasta aparentemente contradictorios
entre sí, la contradicción puede resolverse en variadas formas, entre otras, por el
tiempo de su ejercicio, por sus orientaciones específicas o de detalle, etc. Y es,
en la plena Juventud, precisamente, en que Vocaciones e Ideales, se
consolidan. Es por ello que volvemos sobre el tema aquí.
Hasta cinco Vocaciones y sus correspondientes Ideales --sorprendente
parece, pero algo natural es en el fondo--, se acabaron de definir y forjar en mí;
casi juntos y con bastante claridad, en el curso de los años ‘42 y sobre todo del
‘43. Coincidiendo con la llegada a la mayoría de edad y de los dos últimos ciclos
anuales en la E. N. A. V. de La Molina. Consecuentes, también, a las
experiencias, estudios y viajes, ya narrados; y en especial a las vivencias por
referir más adelante, acaecidas en la Revista Estudiantil “Agronomía”. Cinco
vocaciones, a saber:
El Periodismo. Escribir; en luchas por Causas Nobles. La Oratoria. La
Elocuencia. El Arte y la Técnica de Hablar Bien en Público; de la Comunicación
e Influencia Oral Masiva; para semejantes fines. La Enseñanza. Difundir
Doctrinas y Conocimientos; para la Formación de las Personas- “Aprender
enseñando”. La Política. Con Mayúscula. Noble y Elevada Actividad de Bien
Público; concordada con la Moral, debiendo inclusive ser subordinada a ella. Y
La Profesional. Ingeniería Agronómica, con Especialidad en Ganadería
Tropical. Ciencia y Técnica al Servicio de la Nación, en la Conquista de la Selva
Peruana.
El Periodismo. Había contado de mi parcial y primera experiencia de
‘periodista’ y de ‘escritor’, durante el año 1,942, como miembro de la Directiva de

223
la Revista “Agronomía”; comprendiendo la redacción y publicación de mi trabajo
sobre suelos en la Hacienda “Santa Rosa” de Cañete; así como algunas
colaboraciones en la redacción y correcciones de los originales de artículos y de
sus pruebas de imprenta.
Fui nombrado después, a comienzos de 1,943, para ese nuevo ejercicio,
Director --con plenos poderes-- de tan meritoria publicación estudiantil.
Consciente de la responsabilidad que estaba asumiendo, procedí a
designar a mis principales colaboradores inmediatos en la nueva Directiva, la
cual debía tener 6 miembros: 4 de nuestra promoción (‘43) y 2 de la siguiente
(‘44); en el acertado criterio, ya en parte vigente, de preparar a dos directivos
para sucedernos y conectarnos mejor con la siguiente plana, garantizando la
buena continuidad de la Revista.
De tal suerte, designé, como ‘Jefe de Redacción’, a nuestro compañero
Hernando Mercado Jarrín, quien era reconocido entre nosotros como poseedor,
en los terrenos de las artes literarias, de una excelente ortografía y redacción.
Pues, guardando yo aún en mi fuero interno, algo del complejo de “no saber ni
poder escribir”, pensé, en él, como valioso elemento de ayuda --y efectivamente
lo fue-- para los fines de las correcciones en los originales de edición y en las
pruebas de las impresiones; amén de las redacciones de editoriales, crónicas, y
páginas adicionales a las de colaboradores y columnistas especiales o “de
planta”. Los otros miembros de la Directiva o “Redactores”, fueron:
Carlos Águila Pardo, a quien le solicité su colaboración como ‘orador
oficial’, pues todavía era yo presa, también. de mi otro complejo: el de “no saber
ni poder hablar en público”; habilidad incluso más difícil que la de escribir.
Previendo que se requeriría de un ‘discurseador’ en el equipo; por los
compromisos frecuentes de “publics relechions” --como dicen los huachafos--; y,
también, porque se debía exhortar a los alumnos, con impetuosa y avasalladora
vehemencia, para que se suscribieran a la Revista, ayudasen a conseguir
avisos, compraran números atrasados, así como separatas de los cursos
publicados. Pues, sólo con todos esos y otros ingresos adicionales, era posible
sostener las endebles finanzas de la que llegaría a ser nuestra muy querida y
batalladora publicación.
Carlos gustaba del buen hablar en público... O simplemente del hablar
ante auditorios de preferencia numerosos; en cuanta ocasión se presentara. A
nuestro sencillo criterio, lo hacía bastante bien... En los chifazos de camaradería,
en la jamás olvidada Calle Capón, que nos mandábamos con agradable
frecuencia e intenso regocijo, él hablaba de cajón... ¡Aunque no fuese
necesario!... Y, cuando no se lo pedían, se insinuaba y hasta reclamaba ‘el
honor’. De tal modo, en virtud de su 'universal prestigio’, de la fe tenida en sus
condiciones retóricas, lo llamé a colaborar. Lo cual aceptó con el mayor contento
y entusiasmo.
El tercero --¡no podía faltar!-- fue Lucho Córdova; quien realmente y al
poco tiempo, se constituyó en “mi brazo derecho”. Con gran lealtad y en todos
los asuntos concernientes a la Revista: Redacción y Correcciones --¡por

224
supuesto!--, Impresión, Diagramaciones, Búsqueda de Colaboradores y
Suscripciones, Finanzas, Administración y Contabilidad, Avisaje, Distribución,
etc.87
Como he dicho, colocamos además a dos alumnos de la promoción ‘44:
Miguel Balbi y Fernando Suito, quienes --especialmente el primero-- se habían
mostrado, desde tiempo antes, muy voluntariosos y cooperadores;
asegurándonos así con ellos y como debíamos hacerlo, la continuidad de la
Revista.
Otros muchachos, nos ayudaban en múltiples formas: Unos consiguiendo
avisos; la principal manera de financiar publicaciones y --lo aprendimos desde
entonces-- de apoyarse, la abusiva e interesada presión, de las fuerzas del
dinero (del “Poder Financiero”). Algunos compañeros y profesores colaboraban
escribiendo artículos sobre cuestiones técnicas y de interés general y cultural.
Hubo otros aportes especiales y muy útiles, como los de nuestro
condiscípulo Felix Águila Calderón, de grandes condiciones como dibujante a
tinta china. Hizo los diseños simbólicos (logotipos e íconos, como diríamos
ahora) que decoraron los encabezamientos de las distintas Secciones. Así como
el marco de las carátulas, impresas a colores variados, para cada número; con
el nombre de la Revista: “Agronomía”, como título principal y los subtítulos
explicativos adicionales, así como los campos para indicar el mes, año
calendario y el de la vigencia de la publicación, con el número de cada edición.
En el espacio central iba una magnífica fotografía del bello edificio
principal o Pabellón de Administración de la Escuela, de estilo morisco español,
tomada por Rodolfo Sélem, quien era un buen aficionado a tal arte... ¡En las
maquinitas “de cajón” de aquellos tiempos!
Un alumno de la promoción ‘45: Gonzalo del Solar, quien era Secretario
de Economía del Centro de Estudiantes, ayudó en llevar las cuentas del
movimiento económico, el cual, comenzado con déficit, llegó a terminar con
amplio superávit, al fin de nuestra gestión.
En verdad, nos auxiliaron numerosos compañeros, cuyo entusiasmo,
felizmente, se logró despertar.
Cuando recibimos la Revista “Agronomía”, cumplido el ejercicio de 1,942,
su situación era bastante deficiente, en numerosos aspectos, por muy meritorio,
como efectivamente lo fue, el trabajo realizado por los muchachos de las
directivas anteriores... ¡Y si no será difícil y abnegada la labor periodística,

87
Con Lucho Córdova nos pasábamos largas trasnochadas, en los ya dichos, baratos y famosos
chifas de la calle Capón, corrigiendo pruebas de imprenta y redactando artículos, en medio de
una bulla terrible y de mucho humo, producidos por los clientes... de los comunes y de los más
bullangueros, borrachines y fumadores. Tanto tiempo dedicábamos a ello, que estuvimos a punto
de perder nuestros estudios. También corregíamos pruebas, hasta altas horas de la noche, en la
propia Imprenta “Lumen”... ¡A linotipos! (tipos en línea, hechos con aleación de plomo, muy
caliente, fundida). Estaba ubicada en la calle lateral a Palacio de Gobierno, dando a la Estación
de Desamparados... ¡Don Víctor Andrés Belaúnde --lo vimos varias veces-- también corregía y
supervisaba allí sus muy valiosas publicaciones!

225
además, cuando es honesta! Por consecuencia --más que de las evidentes
deficiencias, del Periodismo y de los periodistas mismos— de las acciones del
"Sistema" dominante, en lo Político, Económico, Social, Religioso y Moral, tanto
en el país como en el mundo.
Nosotros nos propusimos --especialmente Lucho Córdova y yo-- cambiar
a la Revista, radicalmente; para bien, revolucionándola a fondo. Preservando,
por supuesto, lo bueno hasta entonces hecho.
Comenzamos desde el arreglo y limpieza del local u oficina, encontrado
en estado deplorable; así como haciendo imperar la disciplina en el
comportamiento de los muchachos al interior de ella. Amén de una buena
disposición del mobiliario y de la marcha administrativa y contable.
Para el mejoramiento de las finanzas y del prestigio general de la Revista,
impulsamos la venta de gran cantidad de cursos en separatas y de números
atrasados; el incremento de las suscripciones y del avisaje; además de la puesta
al día y ampliación de los canjes con publicaciones nacionales y extranjeras; así
como de la cobranza de la subvención que se debía recibir de la Escuela.88
De la Revista, cuando mucho, salían anteriormente tres números al año;
nosotros logramos publicar seis. Lo cual no se había conseguido nunca. La
carátula era antes de un color insulso, por decir lo menos (“caqui”). La que
hicimos, resultó colorida, muy vistosa, como se ha explicado. Pero lo más
importante estaba en el contenido mismo:
Rompimos con el cierto sentido rutinario, de frialdad emotiva, así como de
evidente superficialidad, que había adquirido la Revista. Contenía ella
reproducciones de cursos (“separatas”) y por lo general artículos gélidamente
“técnicos”; sin mayor visión nacional, filosófica o doctrinaria; ni actitud combativa
alguna o de “calor humano”, al menos.
Por añadidura, las primeras páginas estaban ocupadas por las referencias
a eventos deportivos, ocurridos en la Escuela o con participación de sus
estudiantes, dándoseles, así, deformada prioridad, que no les correspondía.89
Nosotros establecimos, en la primera página, inmediatamente después
del Sumario, la Sección Editorial, con su gran y vistoso “logo” propio y las
indicaciones generales y de ley, correspondientes a toda publicación del género
(Nombre, Dirección, Directiva Responsable, precio, fecha, número, etc.). Y el
Editorial mismo, bajo el título: “Nuestra Palabra”, trataba siempre temas de peso
¡Que si los había de sobra1 En la Escuela y en el Agro Nacional...

88
La Revista recibía de la Dirección de la Escuela una subvención de S/. 200.00 por número
publicado. Estas cobranzas, paradójicamente, estaban atrasadas.
89
Ya desde entonces se comenzaba a notar la tendencia creciente y general en el mundo y en el
país, a levantar la aparente ‘importancia’ del así impropiamente llamado “deporte”, que debiendo
ser el medio más sano de ejercicio y desarrollo del cuerpo, en apoyo del espiritual, se ha
convertido, en cambio, en espectáculo masivamente idiotizante y en negocio abiertamente
especulativo.

226
No solamente explicábamos los fines de la Revista; opinábamos sobre los
de la Escuela y los de la Profesión; acerca de la Misión de la Juventud ante el
Perú; sino que tocábamos los problemas mismos de la Política Agraria y los
Humanos, de aquellos tiempos --¡los de la plena II Guerra Mundial!--, abiertos al
intenso interés general de los peruanos y de prácticamente todos los pobladores
del mundo.
Había, además, los temas de la Autonomía de la Escuela, que pugnaba
por abrirse paso, frente al Ministerio de Fomento, al cual hasta entonces ella
pertenecía.
Igualmente, la cuestión de la Enseñanza Veterinaria en el Perú, que
debiera seguir y desarrollarse civil y en nuestra Escuela. Pero que, con toda
impropiedad, para constituirse en una Veterinaria Militar, era disputada por un
reducido aunque influyente sector castrense, torcidamente interesado en ello,
con la anuencia de algunos ‘políticos’ de frágil moralidad, pero a la sazón
poderosos, para, en el curso de un largo y accidentado proceso, terminar por
ubicarla como una nueva “Facultad” --abrumada entre otras numerosas-- en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos...
En fin, innumerables otros asuntos, como las turbideces de la Compañía
del Guano y de la producción y comercio de los Fertilizantes en general; las
desorientaciones acerca del Desarrollo de la Selva, en especial de su
Ganadería; el álgido Problema Alimenticio, etc. Los tratábamos, tanto en los
editoriales, como en artículos específicos y en los de comentarios diversos; con
gran energía y vigor. Hasta con un ímpetu francamente crítico y combativo, por
entonces inusitado, en los pacifistas ambientes de la profesión, que se venía
aburguesando y burocratizando por demás.
Todo lo hacíamos nosotros mismos; solos unas veces y por artículos de
algunos profesores en otras ocasiones. En especial ‘resonaron’ los muy valiosos
y casi virulentos del Prof. Dr. Emm. Pozzi-Escot, concordantes con el nuevo
espíritu que animaba a la Revista. Los dichos escritos producían gran impacto,
tanto en el interior de la Escuela misma, como en todos los predios de la
Agronomía Peruana, con fuertes ecos hasta en la Política Nacional del Perú.
Conscientes los muchachos de los efectos que causaba la aparición de
cada uno de los números de la Revista, terminaron llamándola: ¡”La Bomba”!...
¿Ya salió “La Bomba”?... preguntaban ante cada inminente edición.
Cuando escribí el primer Editorial, experimenté un cierto temor, previo a
su impresión, fundado en la todavía poca confianza en mis aptitudes de
‘escritor’. Acudí entonces a Hernando Mercado, con el manuscrito proyectado,
pidiéndole que lo leyera y examinara detenidamente, para luego, con toda
confianza y sinceridad, me dijera si valía la pena publicarlo. Advirtiéndole que yo
prefería evitar a tiempo el posible ridículo, a una edición, pretendidamente
halagadora, pero de evidente impropiedad. Le pedí que, en el caso más
favorable, procediera a corregir las faltas de ortografía y redacción, que de todos
modos suponía numerosas. O que, en la situación más negativa previsible, me

227
expresara su opinión, con claridad meridiana, sinceramente, hasta si debiera
hacerse un nuevo editorial; a ser mejor escrito por otro alumno...
No tardó ni dos días Hernando, regresó con el artículo minuciosamente
leído y corregido. Y me dijo entonces:
Francamente, sin hipocresías de ninguna especie, que no las acostumbro,
he encontrado bueno el artículo. Por supuesto, debe ser publicado. Solamente
me he permitido hacerle unas pocas y pequeñas correcciones ortográficas,
fácilmente visibles, pues las he marcado de modo resaltante.
Me sorprende mucho lo que dices -le respondí-, pues con la misma
franqueza te diré que dudaba de la calidad del artículo y temía graves faltas de
ortografía y redacción...
Prácticamente nadie escribe perfecto, en cuanto a lo gramatical se refiere
--me replicó-- Se trata de superarse poco a poco, a fuerza de constancia. Lo
más importante, sobre una ortografía aceptable, que no le falta a este proyecto
de Editorial, es su valiosa originalidad, el sentimiento, la sinceridad; saltantes por
todos sus lados.
¡Muchas gracias! ... De ahora en adelante tendré más ‘valentía’ para
escribir. Aunque me prometo, a mí mismo --le dije--, sin caer en soberbia, ni
excederme en la confianza, permitiéndome acudir, siempre, a tu generosa
ayuda.
Y así fue efectivamente. Escribí desde entonces con mucha mayor
facilidad y soltura, auxiliándome, por supuesto, con la asistencia de Hernando
Mercado, de Luís Córdova, y con frecuencia también, con la de Miguel Rubio;
otro compañero de estudios y 'Cervantino Paladín de la Gramática Castellana’.
Además, cuantas veces podía yo, me ayudaba con diccionarios y textos
sencillos, de ésa excelsa disciplina básica –la Gramática-- que comenzaba a
entender mejor, para la correcta expresión escrita y hablada.
En nuestra Revista publicamos algunas tesis de grado, así como
numerosas colaboraciones de los estudiantes, procurando estuviesen dotadas
de originalidad y destilaran vocación profesional entusiasta, así como elevados
sentimientos de amor patrio, sensibilidad social y otras inquietudes nobles e
idealistas de semejante jerarquía.
Fuimos desterrando los pensamientos, actitudes y hábitos, rutinarios,
burocráticos, oportunistas, “sin alma”, rudimentarios y “huachafos”. Que parecían
avasallar, desde ya --¡y mucho más ahora!-- al espíritu generoso de la juventud.
¡Toda la Revista mostraba una potencia espiritual desbordante e
inusitada!
Se crearon varias secciones de interés: “Notas de la Escuela”; “Síntesis”,
la cual ofrecía extractos resumidos de lo mas interesante aparecido en las
revistas recibidas en canje; “Comentarios”, para cuestiones de interés nacional;
“Publicaciones en Canje”, que informaba a los alumnos, por una relación
general, sobre las publicaciones recibidas y puestas a su disposición;

228
“Consultas”, en la cual dábamos respuesta a las interrogantes de los lectores,
sobre los más variados temas de carácter técnico, etc.
Viene al caso señalar, cómo teniendo nosotros una clara idea de la
valiosa significación del Deporte, en especial para la vida juvenil, le concedimos,
a este rubro, la importancia que realmente merecía y merece. Aunque sin
domesticarnos, jamás, ante la fingida ‘consideración’ y hasta ‘prioridad’, que la
‘cultura’ burguesa dominante, simula concederle. Valgan verdades, empero,
llevándolo hasta niveles de histerias colectivas, de espectáculos idiotizantes, en
agravio de las mayorías, convirtiéndolo en un descarado negocio, cínicamente
especulativo.
Al Deporte le dimos, con toda sinceridad y decisión, verdadera y
apropiada importancia. Asignándole un espacio propio, con el nombre de: “Notas
Deportivas”. Ubicado en la parte final de la Revista, pero con mayor número de
páginas, ilustraciones, logotipo especial y más cuidado en la redacción, que en
las publicaciones anteriores. Sin embargo, jamás suplantando o posponiendo
temas de evidente mayor trascendencia, a los cuales, por lo general, casi no se
apreciaba.
Narraremos cómo, en el penúltimo número del año ‘43, en cuanto a las
“Notas Deportivas” de aquella edición, nos vimos en un ‘serio aprieto’; dado
nuestro permanente y sano propósito periodístico de propender a elevar, en los
diversos campos y con la más grande intensidad, la moral (también en su
acepción de ‘entusiasmo’) de los muchachos de la Escuela:
Ocurría que todos los años tenían lugar dos clásicos partidos de fútbol,
entre los equipos de nuestra Escuela y los de la Nacional de Ingenieros. Uno
correspondía al seleccionado de los cuatro primeros años de cada instituto y el
otro al del 5º o último, el nuestro, el de “los ancianos”.
Estos partidos comprometían a fondo el entusiasmo de la muchachada
ingenieril; tanto agronómica, como de las diversas especialidades de la civil.
Unas veces, ganaba “La Molina” --aunque éramos de un menor número de
estudiantes-- y otras “Ingeniería”. Las “barras”, por demás bullangueras y
vistosas, competían también ardorosamente, en decoración de los escenarios,
himnos, gritos, “maquinitas”, y cánticos. Alentadores del propio bando y
satirizantes del ‘adversario’.
La sana alegría juvenil, el colorido, sonoridad y belleza, de los dichos
torneos y otros de carácter atlético, emocionaban “hasta la pepita del alma”, a
todos los muchachos. Ganar era muy importante. “Cuestión de Honor”. Y,
perder, muy triste. Una tragedia. Pero que, a poco, deportivamente, se asumía,
sin decaer, jamás, la caballerosidad en el trato inter escolar y la fraternidad, en y
pos eventos, brotadas en medio de las pugnas entre los ‘adversarios’ de
canchas y pistas.
Cosas de la vida... pero ¡así es el fútbol!... en los dos partidos del año ‘43
¡perdimos!... Y ¡debíamos dar cuenta de ello en las “Notas Deportivas”! No
obstante, sin deprimir a los muchachos; sin bajar el tono de la Revista, siempre

229
entusiasta, optimista y triunfador. Y, al mismo tiempo... ¡sin mentir! Norma ética
jamás abandonada... ¿Qué hacer?
Nos reunimos en Consejo Directivo para deliberar sobre el asunto.
Alguien --no recuerdo quién-- planteó tomar las cosas por el lado del humorismo.
Asumiendo, seguramente, la sabia máxima:
“Nada arregla mejor las situaciones difíciles o las hace más
llevaderas, que el Buen Humor". "Todo se puede perder, menos el Humor".
Que se debe generar y ha de conservarse y cultivar, constantemente, con
indesmayable devoción.
Llamamos entonces al inefable “Cholo Aspiazu”, a quien, investido para el
caso con el pomposo título de: “Cronista Deportivo del Secretariado de
Deportes”, le encomendamos la redacción de la crónica correspondiente a ese
festival, tradicionalmente realizado en homenaje al “Día del Estudiante de
Ingeniería”...
El articulista ‘ad-hoc’, se las ingenió para resaltar en los episodios propios
del evento --en utilización del habilidoso recurso de "la verdad a medias"--, los
aspectos favorables al bando de Agronomía; con múltiples y graciosas
referencias complementarias, a los más rebuscados apodos, por enaltecedores
y chistosos, de clara pertenencia a los nuestros; amén de subidos ditirambos
sobre las “hazañas” de los “chacareros”, en sus pugnas con los “adoberos”.
Una buena cantidad de líneas dedicó a la descripción del escenario y de
las variadas y más jocosas incidencias, previas al partido, en el partido, y
después del partido; presentando a nuestra barra –esto en pura verdad-- como
“triunfadora”, frente al desempeño de la rival de Ingeniería.
Mas en el asunto de los partidos mismos, la cosa era ya más peliaguda.
Sin embargo, con gran maestría, mucho salero, dramatismo, e imágenes
vívidas, los describió, con indiscutible veracidad, en cuanto a las situaciones y
los datos positivos; pero callando lo desfavorable. Y tomándose licencias, no
precisamente justicieras, en el campo de las apreciaciones subjetivas. Es claro,
evidenciado en estos puntos, el enfoque bromista de la narración... Señalaba...
¡hasta el resultado en goles!... Pero… ¡sin decir quién era el ganador!... Vaya un
textual ejemplo:
“Los cuadros de Agricultura respondieron como de costumbre y se
“apoderaron de la cancha, demostrando mejor calidad de juego que sus rivales y
en "todo momento fueron sus dueños y señores, haciendo, de este modo,
temblar más "de una vez, a las defensas contrarias...”
“El primer partido terminó con el 'score' (sic) de 2 a 0 y el segundo con el
de 1 "a 0, en medio de la gran alegría de los vencedores.”
Pero... ¡No decía quiénes fueron los vencedores!
Ciertamente, el artículo y la Revista hubieron de ser celebrados de modo
unánime por los alumnos, quienes, risueños ya, despejaron tristezas,
depresiones y complejos de derrota. Los dirigentes, por nuestra parte,

230
quedamos muy satisfechos por los resultados de la ingeniosa y original salida
‘literaria’, de tan gran apuro; gracias al nunca suficientemente bien ponderado y
nuestro muy querido y grandioso “Cholo Aspiazu”.
-----
La Revista dio las mejores ocasiones para desarrollar en nosotros --
además de la afición al periodismo-- múltiples ideas y emociones, generadoras
de varias formas de vocaciones e idealismos vitales; motores de una gran
Felicidad Existencial. Aunque, en verdad, el Periodismo nunca funcionó en mí
como una vocación propiamente profesional, pues no dependí de él para mi
sustento económico, sí fue, en cambio, una intensa dedicación, en vigoroso
apoyo a grandes ideales. Sólo en una época tuve ocasión de escribir
colaboraciones pagadas, mucho tiempo después y por un corto lapso, en la
Revista “Oiga” y en el Diario “La República”, así como algunos artículos
remunerados por entidades interesadas en sus temas, en varios de los más
importantes periódicos de Lima. Pero es el caso aquí, que estábamos
comprendiendo, por la Revista “Agronomía” y prácticamente por primera vez en
la vida, ‘en pellejo propio’, algo muy trascendente:
La existencia humana se presenta muy hermosa, cuando se la
percibe alentada por vocaciones intensas e ideales superiores. Tanto más,
cuanto mayor el número y jerarquía de sus posibles formas.
Así fue como se añadieron, consolidaron, y fortalecieron, en mi espíritu,
también las otras vocaciones e ideales.
-----
La Oratoria.- Había indicado cómo hasta el inicio de nuestras inolvidables
aventuras periodísticas molineras, yo tenía la sincera convicción de mi
incapacidad total "para escribir" publicaciones; y mayor, si cabe, "para hablar en
público”. Y así, recién venciendo a la primera, estaba tratando de dominar a la
segunda”.
Muy lógico me parecía que no pudiendo casi escribir, menos pudiera
hablar en público. Por tales razones y reconociendo una realidad supuesta
inobjetable, había pedido la colaboración de nuestro condiscípulo Carlos Águila
Pardo; a los fines de afrontar cualesquiera ‘compromisos oratorios’,
concernientes a la función por mí asumida, con tanto empaque, cuanto pocas
dotes.
Ocurría que uno de los primeros pasos de la Nueva Directiva, debía
consistir en lograr la cooperación de los muchachos, en especial la de los más
numerosos, que eran los del Primer Año, en forma de masivas suscripciones,
compra de números atrasados y de “separatas” de los cursos editados; y,
pudiéndose algo más, hasta promoviendo el avisaje...
Conseguir el entusiasta apoyo de los alumnos del Primer Año resultaba
algo muy importante, decisivo, pues constituían alrededor de la mitad de la
población estudiantil molinera; aunque, al mismo tiempo, eran los más
‘chúcaros’, indomables o salvajes, para decirlo con todas sus letras. Sumaban

231
como 100, pues comprendían a los recién ingresados (unos 50), más los
“jalados”, una, dos y más veces, no habiendo podido pasar al segundo año en el
primer intento. El resto de la Escuela, con cuatro promociones de
aproximadamente 25 muchachos cada una, totalizaba como 100 alumnos más.
Por otra parte, después del terremoto del ‘40 y por un tiempo
relativamente largo, los de Primero o “cachimbos”, no pudieron ser ubicados
como los demás grados en las insuficientes edificaciones refaccionadas y
reconstruidas de La Molina, razón por la cual fueron instalados en Santa Beatriz
(en el hoy barrio de Jesús María, de Lima), en un edificio y terrenos todavía
disponibles de la antigua y primera Escuela de Agronomía del Perú, que fuera
fundada en 1,902 (en la cual había estudiado mi padre, sea dicho de paso).
El hecho de estar solos los “cachimbos”, sueltos en plaza y dueños de la
cancha en Santa Beatriz, sin una media sombra, ni siquiera ante cierta
competencia indirecta de los alumnos de años superiores, añadiéndose la alta
proporción de “jalados” primarios y reincidentes --“vagonetas”, forajidos y
pendencieros, casi todos éstos--, creaba en ellos una actitud bastante
autónoma, “libertaria” y hasta “iconoclasta”, francamente rebelde o subversiva...
Para afrontar tan tormentosa situación y erupcionable ambiente, había
sido designado por la Escuela, un “Inspector”, a tiempo completo. Una suerte de
“sargento”, del arquetipo consagrado por la imaginación popular, como “maldito”
o “mascafierros”. Del temple de un domador de fieras, retirado ya de alguna
Fuerza Armada y contratado ex profeso; quien, ayudado por algunos asistentes,
de similares genomas y frutos de semejantes procesos de ‘profesionalización’,
mantenían el orden, tanto cuanto les era posible. A un grado pasable, por lo
menos.
Con todo y así, nada quitaba que el Primer Año constituyera una
población estudiantil temible, para quienes la contactaran, sin su clara y previa
anuencia o –peor-- con su previsible antipatía. Se mostraban en especial
belicosos contra los alumnos de los años superiores --de modo general
envidiados, recelados y hasta detestados-- cuando ocasional o inesperadamente
se veían obligados a presentarse ante ellos, agrupados éstos.
No obstante ser y estar las cosas del modo dicho, los de la Directiva de la
Revista, con pleno sentido del deber y elemental decoro varonil y funcional, nos
impusimos fecha y hora para constituirnos en Santa Beatriz. Con el propósito de
... ¡arengar a tan feroces "cachimbos"!
Es el caso que ratificamos la ya descontada y honrosa designación, 'en
favor' (?) de Carlos Águila Pardo; como 'orador de fondo', para la dicha
riesgosísima "Proclama a los Cachimbos". Por supuesto, decididos todos
nosotros, eso sí, a darle resuelto respaldo presencial, en solidario grupo...
¡Hasta las últimas consecuencias!
Es de verdad histórica, que C.A.P. aceptó gustoso y valiente el encargo,
pleno de abnegado coraje y de efervescente orgullo. Pues por una ocasión así:

232
la de ejercitar en condiciones de tan alta y notable jerarquía, su vehemente y
ardorosa elocuencia, era capaz de dar... ¡hasta la vida!
Resueltos pues, aunque para mayor seguridad -nunca excesiva en esas
condiciones-, al llegar al teatro de los acontecimientos, atinamos a llamar al
experimentado “Inspector” y le pedimos que --bajo su exclusiva cuenta y riesgo--
reuniera, previamente, a los “cachimbos”, en el salón más amplio y les exigiera e
impusiese el necesario orden; adelantándoles que: “una comisión de alumnos de
la Directiva de la Revista, asistiría para hablarles acerca de importantes asuntos
que les concernían e interesaban, tanto a ellos mismos, los de Primero, como a
todos los estudiantes de la Escuela”...
Así lo hizo en efecto el susodicho 'domador', con la mayor solicitud. Y
estando lista, en sorprendente calma --aunque previsiblemente no muy
duradera-- la juvenil y temperamental audiencia, nos anunció llegada la hora de
ingresar “a la arena del circo”. Valerosos, entonces, nos aprestamos a entrar,
con C.A.P. a la cabeza...
Mas ocurrió, en el umbral de la sala, el súbito afluirme, ‘a testa e cuore’,
algunos pensamientos y sentires, que me impulsaron a revisar,
vertiginosamente, las convicciones y actitudes hasta ese instante adoptadas.
Con las consecuencias a referir luego, al narrar completo el episodio. Amén de
otras proyecciones adicionales, por cierto venturosas y decisivas, para el curso
de mi vida posterior. Como podría sucederles también --de allí el principal interés
del hecho-- a no pocas personas, colocadas en alguna situación semejante...
-- Espera Carlos --le dije-- Perdóname, pero creo que lo estamos
haciendo muy mal. Especialmente yo. Veo ahora por completo improcedente
que el Director de la Revista, ante una situación difícil, se muestre tan sin
capacidad ni valor para afrontarla. Como un inepto y cobarde. Que no se atreve
a presentarse ante los alumnos, para hablarles, cara a cara, teniendo que
buscar a quien lo reemplace. Déjame hablarles primero, por lo menos algunas
palabras a modo de introducción; y si notaras que algo faltase, si fallo en mucho,
lo cual es muy probable, entonces tú entras, apuntalándome, como completando
mis informes y explicaciones.
-- Efectivamente --me respondió Carlos, con noble desprendimiento, más
destacable en él, dada ‘su entusiasta vocación retórica’--, pienso algo parecido;
tú debes pronunciar, al menos, algunas palabras iniciales...
Así pues, ingresé al “área penal”... y comencé a hablar... Frente a un
auditorio todavía tranquilo y algo expectante...
Vi al frente, borrosas, muchas caras, cuyas expresiones no distinguía con
claridad. Sentía cierto temor, de un género hasta entonces para mí bastante
desconocido, raro, difícil de explicar90. Una frialdad o adicional ‘aplanamiento

90
Era sin duda una manifestación incipiente del llamado por los tratadistas: “Temor Oratorio”. El
cual se debe aprender a dominar pronto; volcándolo inclusive, hasta su opuesto: el “Coraje
Oratorio” (envalentonamiento ante el público); que es casi natural en el ‘orador nato’. Y ha de
aparecer lo más rápido posible en el aprendizaje retórico. De lo contrario, el temor se acrecienta

233
emotivo’, me impedía lograr la elemental comunicación público-orador y
viceversa, requerida en tales circunstancias. Y ser fluido, entusiasta, ameno...
No recuerdo bien con qué “frases de rigor” o “lugares comunes” inicié mi
‘discurso’; parecía, empero, ‘atollarme’ o ‘dar vueltas a una noria’. Los oyentes
comenzaban a distraerse e impacientarse...
Cuando, en dichas circunstancias estaba, un grupo retrasado, al parecer
de los más ariscos “cachimbos” --quienes se habían quedado fuera del salón--,
curiosos por saber lo que pasaba adentro, ingresaron en bullanguera ‘patota’. Y,
al observar elementos extraños en el estrado, con toda evidencia alumnos de
años superiores, segregados habitualmente de sus simpatías, se manifestaron
con fuertes silbidos, abucheos claramente agresivos y vociferando a todo
pulmón:
-- ¡Fiu!... ¡Fiu!... ¡Fuera!... ¡Fuera!... ¡Fuera!...
En ese instante, sentí una intensísima cólera, una rabia tremenda,
incontenible; como posiblemente no había experimentado otra tan fuerte en toda
mi vida. Aunque de algún modo parecida a la sensación que se produce en un
hombre “cuando se va a trompear”. De un soplo se me pasó todo posible temor
y rastro de frialdad...
De inmediato e instintivamente guardé un claro, en gran medida teatral
silencio, siguiendo al grupo con la mirada fija y furiosa, desde la cierta mayor
altura del estrado, hasta que se sentaron en algunas de las bancas posteriores
del salón; habiendo callado, progresivamente, hasta un casi total mutismo, sus
iniciales estridencias...
En seguida experimenté la sensación de sobrevenirme, desde lo más
interior, “desde la pepita del alma”, incontenible, un torrente de ideas y
sentimientos; así como de las palabras correspondientes a su expresión,
pugnando por brotar, raudas entonces, por mis ya tronantes estructuras de
fonación oratoria...
Retomé así, el hilo del discurso, haciéndolo, empero, ya más caluroso,
vehemente y fluido; diciendo, al momento, más o menos lo siguiente;
-- Antes de continuar con el tema en que estaba, debo dejar claramente
establecido que el conjunto de directivos estudiantiles que hemos venido aquí,
está formado por jóvenes elegidos especialmente por nuestros compañeros. Y
sabemos muy bien cuáles son nuestros deberes, derechos, y
responsabilidades... ¡No somos un grupo de infelices tetelemeques, a quienes
nos pueda avasallar nada, ni pisotear nadie!...

y puede llevar, “in extremis”, al terror o “Pánico Oratorio”; el cual anula, por completo y
definitivamente, al novato; cuando se le presenta de inicio y no es neutralizado, lo que ocurre,
lastimosamente, con no poca frecuencia.

234
Venimos en pos y al servicio de un Gran Ideal de Unidad y de Acción
“Estudiantil. ¡Que sabemos honrar y defender!... Venimos a exhortarlos a
ustedes a unirse, generosa y valientemente, a nuestro esfuerzo....
Pero un grupo de graciosos y falsos valientes de montón, han pretendido
interrumpir la Asamblea y atropellarnos con su cobarde bullanguería... Cuando,
individualmente, no son capaces, ni de sostener la mirada, ante quienquiera que
los encare resuelto…
-- Y di un violento puñetazo, con todas mis fuerzas, sobre la carpeta que
servía de tribuna de oradores. Pero el venerable mueble estaba profusa y
profundamente picado de polillas; a un extremo hasta ese momento no
sospechado por nadie... ¡Y se partió!... Sonora y espectacularmente...
Observé entonces, con toda claridad, el semblante atónito, en cierto modo
admirativo y rendido, de los muchachos oyentes. Percibí que había adquirido, en
ese crucial instante, lo llamado, en la Técnica y en el Arte Oratorio: un neto
“Dominio del Público”. Conquista primera, de un orador que pueda preciarse de
tal.
Mas al mismo tiempo advertí --instintivamente todavía-- que era preciso
dar un golpe de timón, para cambiar el tono enérgico y de imperio, de evidente
eficacia al inicio del incidente, pero que podría comenzar a tomarse por injurioso,
a uno algo más halagador y persuasivo. Cuyo resultado, favorable a la
movilización de voluntades, era precisamente el buscado por nosotros, al
promover la dicha convocatoria estudiantil. Por lo cual, proseguí más o menos
así:
-- Yo sé muy bien, cuánto ese grupo, de graciosos sin gracia, es aquí la
excepción y no la regla. Que ustedes, la mayoría, son los primeros en
repudiarlos, en rechazarlos; y esperamos que ellos mismos, al fin de cuentas,
comprendan su error y se arrepientan. Confiamos en todos ustedes, en su
generosidad e idealismo, virtudes propias e irrenunciables de la Juventud
auténtica. Sabemos que podemos contar con los aquí presentes91...
Apagados, tranquilos ya los graciosos y “el auditorio en el bolsillo”, seguí
el discurso diciendo todo cuanto tenía por decir; más lo que allí recién se me
ocurrió. A partir del dramático trance inicial y con gran fogosidad y vehemencia.
Virtud ésta, la más importante para las lides retóricas; al decir de Cicerón,
maestro universal y de todos los tiempos, en tan cautivante materia. Condición
innata, además de excitable, en un verdadero orador.
91
Gustavo Le Bon, autor mencionado varias veces, enseñaba que las muchedumbres --todo
auditorio algo numeroso lo es-- gustan admirar la energía, hasta se rinden a ella, "entregan su
voluntad al hombre fuerte"; y por oposición, desprecian, detestan, al pusilánime. Pero, al mismo
tiempo, son muy susceptibles y vanidosas; se ofenden con facilidad y gustan mucho del halago o
el elogio, del “piropo” (son “femeninas”, decía). El Orador honesto puede hacerlo, pero sin llegar
a mentir o adular. Debe evitar ofenderlas, sin dejar de ser enérgico. Siempre dentro de lo ético;
teniendo en cuenta los sabios principios enunciados por Le Bon y Cicerón. El demagogo y el
charlatán, por el contrario, se degradan ellos mismos y corrompen a las masas, engañándolas y
explotándolas; recurriendo a las conocidas debilidades que las caracterizan; en vez de
conducirlas por los caminos del bien, educándolas y superándolas.

235
Me interrumpieron varias veces, con grandes aplausos y hurras. Al final,
el entusiasmo fue general, arrollador. ¡Un éxito! Los muchachos se suscribieron
en masa a la Revista; compraron números atrasados, separatas de cursos y
varios se ofrecieron para trabajar y colaborar en múltiples formas, en nuestra
querida publicación. La cual tomó, desde entonces, un indetenible impulso de
superación.
Fui el más sorprendido del resultado... Había ingresado al escenario de
los hechos en el pleno y sincero convencimiento de que yo “no sabía, ni podría,
jamás, hablar en público”... Pero había emergido del suceso, envalentonado,
como si hubiera sido armado caballero, de alguna nueva e imaginada orden de
la caballería nobiliaria de la elocuencia.92
La experiencia me reveló el significado e importancia de la “Furia
Oratoria”. De lo que también se ha dado en llamar el “Coraje Oratorio”. Como el
más poderoso soporte y estímulo de la Técnica y del Arte de Deleitar,
Conmover, y Convencer, con el habla; virtuosidades fundamentales de la
Oratoria; aptitudes básicas de quienes se expresan bien en público, de los
Oradores (con mayúscula).
En el Orador llamado ‘nato’ o de evidentes condiciones naturales --
aunque el verdadero no sólo nace, sino que también se hace--, el “Coraje
Oratorio” brota espontáneo; al sólo presentarse el hablante ante la audiencia,
poseído de un vehemente deseo de comunicar su mensaje. Y más si es
provocado, oportuna y hasta sorpresivamente --como aconteció conmigo en el
episodio que estoy narrando--, por algún suceso bastante casual.
Tuve ocasión de esclarecer e interpretar mejor el fenómeno, un tiempo
después, con motivo de las lecturas del ya aludido manual de Oratoria. de Dale
Carnegie, que me proporcionara mi cuñado Federico. Expresaba, el mencionado
autor, que: “Si a un ignorante y desarrapado vago, que anduviera distraído por la
calle, algún mozalbete de mala entraña, lo tumbara de una pedrada o proyectil
de semejante naturaleza, el tal sujeto, seguramente se levantaría indignado,
furioso, y siendo capaz de proferir muchas resonantes palabras; más
elocuentes, posiblemente, que las de un diputado jacobino de la Revolución
Francesa, hervidero reconocido, tal morralla, de famosos e incendiarios
oradores”... Pues: “El Enardecimiento Emotivo, está en la base de la
Elocuencia”. Principio que todos los tratadistas de Oratoria, de todos los
tiempos, y de todo el mundo, de modo unánime, reconocen y proclaman, con
rotundidad sin fisuras.
El episodio, en lo a mí tocante, contribuyó a borrarme del espíritu,
precisamente por ese envalentonamiento sin par, que se me produjo, todas las

92
Debo confesar que el episodio inclusive alentó, durante un largo tiempo --para mal por cierto--
mi vanidad, siendo motivo de algunos tropezones o fracasos posteriores; por haberme creído ‘un
orador’ sin serlo, en pura verdad. Habría de comprender, después, por varias experiencias y
valiosas lecturas ciceronianas, cómo la técnica y el arte oratorios, son algo mucho más grande y
serio. Lo bueno del caso, en cambio, estuvo en que sí me abrasó, desde entonces, una sincera y
tonificada ansia de aprender, con intensa afición, todo lo posible, sobre el tema.

236
timideces remanentes, hasta algunos casi complejos, traídos todavía desde la
Niñez y de la primera Adolescencia. Lo más interesante, empero, de la
significación del hecho, deriva de las posibilidades de su repetición y de hacer
generales sus consecuencias, en los casos de situaciones semejantes.
No es casual, además, que los clásicos griegos, romanos, y cristianos,
verdaderos creadores de nuestra Civilización, consideraran, siempre, al estudio
y a la enseñanza de la Oratoria, inseparable, unida, a la de la buena Escritura.
Vale decir, la Retórica, disciplina de la Correcta Expresión, hablada y escrita;
cumbre del proceso formativo integral de la Persona, propio de la verdadera
Educación, cuyo más alto paradigma es la del Sabio, en el sentido precisamente
clásico del calificativo.
-----
Otra circunstancia favorable al incremento de mi inicial ‘experiencia
oratoria’, poniéndome a prueba de nuevo, en relación a esta enaltecedora
actividad, se dio a poco, con motivo de un artículo publicado, como colaborador
especial de la Revista, por nuestro eminente y muy apreciado Profesor, el Dr.
Emmanuel Pozzi Escot,:
El escrito constituía una dura aunque justificada crítica a la entonces
llamada “Compañía Administradora del Guano”; entidad teóricamente autónoma,
ubicada en el denominado “Subsector Público Independiente” y adscrita al
Ministerio de Hacienda de aquellos tiempos; del cual, a la vez, dependían otras
entidades que producían rentas y administraban ciertos gastos del Estado. La
finalidad era la indicada por el nombre: Administrar la Riqueza Guanera del
Perú, de acuerdo al interés público. Y entendíase como primordial función de la
dicha Compañía, el vital servicio a la Agricultura Nacional, especialmente a la
pequeña, del suministro económico del fertilizante aviar marino, a la sazón
reconocido como el mejor del mundo, entre todos los abonos de uso masivo.
Pero... ¡Cuántas picardías políticas y desgracias históricas nacionales,
incluso la infausta y mal llamada “Guerra con Chile” (o “del Pacífico”), están
ligadas al Guano y al Salitre! Que pudieran titular, con más propiedad, a esa
conflagración, encendida entre... ¡tres pueblos hermanos!... Enredando,
inclusive, casi a cuatro.93
En su artículo, Pozzi Escot decía --entre otras-- cosas como las ‘perlas’
siguientes:
“En la Compañía del Guano no solamente huele mal el producto que
vende, sino toda la Empresa” -- Haciendo referencia a su notoria putrefacción
moral y administrativa...
“Hemos preparado a nuestros agrónomos por más de 40 años... para que
en materia de abonamiento no hayan podido superar las normas de Manco
Cápac” -- Aludía a la falta de homogeneización del producto; a su no

93
Perú, Bolivia, Chile, y Argentina. Para mayores informaciones y más detalles acerca de este
asunto, ver: “Razón de Patria”-Editorial “Universo”; también obra del autor.

237
complementación con mezclas adecuadas de otros fertilizantes necesarios; a la
no tipificación de composiciones, concordándolas con las necesidades de las
diversas zonas ecológicas y de los varios cultivos a servir, etc.
“Si un comerciante de harina de trigo, particular o privado, por ejemplo,
hace faltar en los costalillos que vende, un cuarto de kilo del producto; o les
encuentran dentro algunas piedrecitas de unos 50 gr., por referirnos a las más
grandes imaginables, recibe una fuerte multa o puede ir a la cárcel... Pero la Cia.
del Guano ¡entidad del Estado! vende, tranquila e impunemente, guano en sacos
rotos, con una falta común de 10 a 20 kilos en cada uno y con piedras de 5
hasta 15 kilos de peso; aparte de pájaros muertos y una gran cantidad de
plumas; éstas, sin valor fertilizante alguno...
“Sin embargo, la Cía. manda, en sus boletines “informativos” (!), “cortar en
pedacitos las plumas, con tijeras, para los fines del análisis”. El cual ostenta así,
en notable aumento, su contenido de Nitrógeno Total (en las plumas muy alto),
en función del cual se cobra el guano. Y no, como debiera ser, solamente por su
tenor utilizable por las plantas; el de su real valor fertilizante, llegado al suelo, y
que está contenido prácticamente sólo en el excremento seco (con la orina) y no
en las plumas de las aves ¡El Estado convertido en el primer estafador de los
agricultores!
“La Cía., muy suelta de huesos, ‘informa’ periódicamente al País, que
tiene en existencia determinados miles de toneladas de “guano rico” (con alto
contenido de Nitrógeno) y cantidades, a veces muy superiores, de “guano pobre”
(con bajo contenido de Nitrógeno)... ¡Que en un tiempo fue rico! Pero que ha
perdido su riqueza... ¡“Evaporado” su Nitrógeno!
“Este “empobrecimiento”, proceso de descomposición, de degradación, a
la intemperie y en abandono, del Nitrógeno orgánico del guano (proteínas,
amidas, aminas, urea, ácido úrico, etc.), hacia el amoniacal (gaseoso) y su
consiguiente ‘evaporación’ o pérdida en el aire... ¡por criminal desidia!... ¿a
cuánto asciende, por año, en valor monetario, en agravio del país?... ¿Quién
responde por ello?”
Por el estilo de estas impresionantes y certeras denuncias, estaba lleno el
mencionado y ‘explosivo’ artículo...
En tanto, cada vez que la Revista salía, ‘calientita’, de la Imprenta,
nosotros, los de la Directiva y algunos de nuestros más cercanos colaboradores,
naturalmente con gran expectativa y cariño, leíamos, examinándolos, sus
primeros ejemplares; para ver ‘cómo habían quedado finalmente’... ¡después de
tantos afanes y correcciones! Repartiéndonos un corto número de ellos, poco
antes de la impresión y distribución masiva o general...
Resultó así, que uno de los muchachos, cuyo padre era alto funcionario
técnico en la dicha entidad guanera, llevó, para leerla en su casa, una de las
revistas, "bomba" como todas...
--¡Mira papá!... – Dijo, el dicho mozo, a su progenitor, ya en el calor
hogareño. -- Ve el artículo sobre la “Compañía del Guano”... ¡Está bárbaro!...

238
En la Escuela, a esta clase de escritos, “saca ronchas”, también los llamamos:...
¡“bombas”!
--¡Vaya que si es una “bomba”! -- Replicó el veterano, luego de hojear la
Revista y leer rápidamente el escrito en cuestión -- Mañana mismo, temprano, la
llevo a la oficina y... ¡la que se va armar!
Efectivamente ¡“Se armó la gorda”!... Informado de su contenido, de
inmediato, el más alto ejecutivo de la Compañía, de acuerdo con varios
directores más, alertados telefónicamente, convocó a sesión extraordinaria e
inmediata de Directorio...
La reacción brotó ‘feroz’. Y triste fue constatar; duro resulta recordar y
decirlo ahora, cómo la fiereza mayor se manifestó en uno de los directores,
quien, a la vez, era precisamente –hasta entonces-- un muy querido y
respetado... ¡profesor nuestro!
No diré el nombre; ni siquiera daré las iniciales; pues, aunque censurable
por cierto, ha fallecido hace tiempo. Y habiendo, como tiene que haber tenido,
herencia biológica, no quisiera herir a quienes, sin culpa propia, deben, como lo
ordena el mandato Divino, honrar a sus progenitores. Al final, lo que interesa es
dar cuenta y certificar los hechos, por sus lecciones positivas; no tanto las
personas, ni sus posibles expiaciones... De verdugos, felizmente, no tenemos
genes ni dones.
Es el caso que el ‘profe’ de marras, colocado frente a sus superfluos,
inmediatistas y crematísticos intereses y objetivos, se olvidó de su prestigio
intelectual y moral ante nosotros, sus alumnos. Se olvidó, completamente, de los
principios, en los cuales aparentaba creer y satisfacerse proclamándolos y
defendiéndolos.
Los directores de la Compañía ‘encargaron’ al dicho ‘profesor’ (¿¡):
“arreglar el asunto con los estudiantes, a cualquier precio, de modo a evitar el
escándalo, impidiendo la publicación de tan molesto artículo”... ¡Frases hechas
que pretenden encubrir, siempre, como entonces, una repudiable estructura
moral aburguesada y decadente!.
Nunca olvidaré la llamada telefónica, esa misma noche, recibida en mi
casa de Pachacutec:
-- Oiga Cubas --inició así su ‘filípica’, el seudo maestro--, ustedes, mis
alumnos, han publicado en la Revista de los estudiantes, un artículo sumamente
agresivo e injurioso, ofendiendo, con verdadero escándalo, a la Compañía del
Guano, en la cual yo trabajo, dejándome muy mal parado...
-- Disculpe ingeniero --respetuoso todavía, lo interrumpí al inicio de su
perorata--, Ud. sabe muy bien que los artículos que aparecen firmados en las
publicaciones, son de entera responsabilidad de sus autores. En ese asunto, es
el Dr. Pozzi-Escot, también Profesor distinguido de la Escuela, su colega por lo
tanto, frente a quien correspondería, en todo caso, algún reclamo de parte suya;
por lo menos en primera instancia.

239
Y con el mayor respeto, pero igualmente con toda franqueza, debo decirle
que nosotros no hemos visto, ni vemos, agresión ni escándalo alguno.
Solamente hay, singulares, pero veraces y rotundas afirmaciones, relacionadas
con el interés del país y que, en cualquier caso y en definitiva, debieran
esclarecerse... Pudiera ser que estemos equivocados, pero de todos modos, le
ofrecemos a la Compañía del Guano y por supuesto a Ud. mismo, las páginas
de nuestra Revista para que, a partir del próximo número, puedan, precisamente
en beneficio de la Verdad, del Perú, y de su Agricultura, refutar o aclarar, lo que
crean procedente... Ése debería ser el camino para la solución del asunto.
No veo por qué Ud. pueda quedar “mal parado”, por ser Profesor de la
Escuela y Funcionario de la Compañía al mismo tiempo; si usted no es dueño de
ninguna de esas dos entidades, ni las maneja a su discreción o real antojo; y por
lo tanto no tiene por qué asumir responsabilidad personal y directa alguna,
acerca de las respectivas y múltiples actividades institucionales, colectivas, que
a ellas les son propias...
-- Vea usted Cubas, dejemos los alegatos teorizantes a un lado y “vamos
al grano”: la Compañía me autoriza decirles que está dispuesta a pagar todo el
valor de una nueva edición, pero ya sin ese ‘bendito’ artículo; debiendo
entregársenos, para destruirlos, todos los ejemplares de la primera impresión. Y
le participo que, en caso de no aceptar ustedes la propuesta o de cumplirla
insatisfactoriamente, yo pediré y seguramente lograré, en el Consejo de
Profesores de la Escuela, que les quiten la subvención con la cual pueden
publicar su Revista.
Me es viable, inclusive, proponer y conseguir, que prohíban publicar en
adelante “Agronomía”; con cargo de expulsar de la Escuela a los dirigentes
rebeldes, truncando así su carrera; si, pese a todo, pretendieran hacerlo. Le
advierto que existe ya un consenso, entre los profesores, de que esa revista se
ha constituido en un verdadero panfleto subversivo, al cual ya es tiempo de
acallar, pues está causando muchos trastornos...
Atónito quedé. Y ya muy quebrantados en mí, la devoción de discípulo, el
respeto, hasta entonces profesados, a quien así me estaba hablando. No
obstante y pese a todo, atiné a replicar con rotundidad:
-- Mire ingeniero, con lo que me está diciendo, me produce usted, como
persona y como profesor, una indescriptible decepción. No lo adulo si le digo
que hasta este momento lo teníamos entre nuestros mejores Maestros. Con
mayúsculas y con todo el inmenso significado de la palabra. Pero, ahora, veo,
con gran pena, qué poco aprecio tiene Ud. a la Verdad, al Amor a la Patria, al
Decoro en la Función Pública, a la Profesión de Ingeniero Agrónomo, y... sobre
todo ¡a su papel de Maestro!...
En concreto, lo que puedo contestarle, es lo siguiente: Por mi sola
decisión, no tengo derecho a poner en riesgo la existencia permanente de
nuestra querida Revista; y, aunque mi opinión es totalmente contraria a su
propuesta, voy a presentarla, en su nombre, mañana mismo, en la Asamblea
Extraordinaria de los alumnos, que al efecto convocaré especialmente. Pero le

240
anuncio, con toda claridad, que daré resuelta batalla para que sea rechazada. Y,
en el caso de perder en el intento, renunciaré irrevocablemente a la Dirección de
la Revista.
Una última cosa, ingeniero, quiero que sepa que si el título de una
profesión, por amada que fuese, como sucede con la nuestra, hubiera de
adquirirse al precio de una claudicación moral, del calibre de la que Ud. me
propone... ¡esa profesión no valdría nada!... No me dolería perderla. Y, desde
ya, puede usted proceder en consecuencia, como mejor le parezca...
--¡Es ‘una vaina’ tratar con muchachos tan tercos y tan ‘fuera de la
realidad’!... Convoque a la Asamblea y ya veremos. Pero mientras tanto, no
reparta la Revista - Dijo, por último, confiando seguramente, en la que suponía
posible mayor ‘sensatez’ y ‘pragmatismo’, de la mayoría de los muchachos; o en
la esperanza de ‘mover algunos resortes’, en el mismo seno de la propuesta
Asamblea estudiantil...
-- Así lo haré... ¡Buenas noches!... ¡Si ha lugar! -- Puse, de ese modo,
punto final al tenso diálogo...
Al día siguiente, lo más temprano que nos fue posible, convocamos a una
Gran Asamblea Extraordinaria de los Estudiantes de la Escuela...
Yo estaba eufórico, desbordando fervor emotivo, inmerso en lo que
consideraba --no sin algún fundamento-- una ‘lucha heroica’, en defensa de
elevados principios morales y patrióticos, contra un ruin y positivista
oportunismo, entonces como hoy, casi tan prepotente y, por desgracia, desde ya
imperante... ¡Y con qué fuerza!
El “Furor Oratorio” –salido desde el ‘fogón’ interior del espíritu--, estaba
encendido. Sentí que podía hablar con --para mí todavía sorprendente—gran
elocuencia. Expuse, ante los muchachos de toda la Escuela, allí reunidos, el
motivo de la cita; narrando mi comunicación telefónica con el profesor de marras
y planteando el dilema:
1. - O nos mantenemos firmes, con una Revista Libre; publicando lo
que nos parece correcto --el artículo de Pozzi en concreto--; pero
poniéndonos en riesgo de perder la subvención recibida de la
Escuela y hasta de la clausura de “Agronomía”; así como de la
frustración de la carrera profesional de los alumnos dirigentes.
2. - O nos rendimos al ultimátum del seudo profesor y su Compañía
del Guano --¡de guano tenía que ser!--, para dársenos, a nosotros
y a la Revista, una existencia tranquila y sin problemas... No
obstante, aviso- -les dije-- que yo, y seguro estoy de que toda la
Directiva, en ese caso, renunciaríamos irrevocablemente.
-- ¡Nooo!... ¡No nos rendimos! -- Fue el resonante clamor unísono, en
respuesta de sin igual elocuencia gestual, de la noble muchachada, refiriéndose,
en clarísimo rechazo, a la segunda opción planteada -- ¡Que salga “La
Bomba”!... ¡Queremos una Revista Libre! -- Expresaron así, su rotunda decisión.

241
-- Pero no es tan sencilla la cosa --Repliqué e insistí entonces, aclarando
seguidamente las situaciones--. Por una parte, no se deben preocupar
demasiado por nuestras carreras, pues las ofrendaríamos sin titubeos en caso
necesario, porque ellas no se pueden poner en subasta. Es poco probable,
además, si somos firmes y unidos, que la Alta Dirección de la Escuela, se atreva
a tanto; frente al posible juicio del estudiantado, del público nacional, y a los
ecos del suceso, especialmente ante el periodismo. Pero, de otro lado, la
Revista requiere dinero, por mucho que no nos guste esa cruda e inescapable
realidad. Fácil es hablar y gritar, mas aquí se precisa hechos, acciones y
sacrificios, concretos:
Si no somos capaces de juntar, entre nosotros mismos, el dinero
necesario para suplir a las subvenciones de la Escuela y a la pérdida de
ingresos significada por algunos avisos importantes (los del guano, de otros
fertilizantes, y de anunciadores muy vinculados a la Compañía), la Revista no
podría salir.
Si no damos una muestra muy clara de la férrea unidad y decisión de todo
el alumnado en este asunto, el “profesor” --entre comillas-- que nos ha echado la
puntería y el Consejo, ante el cual puede influir, entonces sí, serían capaces de
clausurar “Agronomía”. Y hasta de expulsar de la Escuela a sus dirigentes y
‘secuaces’; como nos califican por añadidura algunos acomodaticios y malos
profesores e inertes burócratas. Censurables, por supuesto; sin autoridad moral
pero muy influyentes en el medio político...
Yo quisiera saber, por ejemplo: ¿quiénes y con cuánto están dispuestos a
contribuir los que al parecer y quiera Dios sea de verdad, muestran tanto
entusiasmo y decisión?
“Ipso facto”, como un solo hombre y movidos por elásticos resortes, los
muchachos al unísono levantaron manos y brazos, casi todos con uno o varios
billetes de 20, 10 ó 5 soles. Y se notaba también, a varios alumnos --los que
completaban la asistencia--, quienes seguramente no disponiendo de dinero en
ese momento, solicitaban con frenético afán, rápidos préstamos a sus
compañeros cercanos; para poder cumplir con lo que a todas luces, llegaron a
considerar ‘un sagrado deber estudiantil’.
Nadie dejó de contribuir. En un instante tuvimos a disposición una gran
cantidad de billetes que nos permitían contemplar con optimismo la financiación
de por lo menos los dos números siguientes...
-- ¡Que salga “La Bomba”! -- Ordené en voz alta a mis ayudantes, para
que corrieran hacia la Imprenta Lumen, a sacar todos los ejemplares ya
disponibles y los distribuyeran de inmediato; lo cual se logró a las pocas horas
de esa misma tarde...
Lo cierto es que el suceso trascendió al conocimiento de toda la Escuela y
al de importantes sectores económicos y políticos del País. El ‘profesor’ (?) que
quiso avasallarnos, quedó anonadado. En inocultable desaire y gran ridículo. El
Consejo de Profesores no tomó ninguna medida en contra nuestra. Y, el mismo

242
Director, valgan verdades, el honorable Ingeniero Pascual Saco Lanfranco,
aunque introvertido, frío, al parecer bastante apático, con una añadida sonrisita
notoriamente significativa y muy propia de él, expresó su apoyo y simpatía por la
noble causa en la que se habían embarcado nuestros juveniles arrestos
periodísticos:
-- “Tiren para adelante” -- Dijo y mantuvo puntual; no nos quitó, ni por
pienso, la subvención económica acostumbrada.
Esta victoria aseguró, definitivamente, la marcha de la Revista hacia el
futuro. Era, a la vez y en buena cuenta, mi segundo triunfo en los terrenos de la
Oratoria.
-----
Refiriéndome a la significación de los episodios acabados de narrar,
siendo ellos también dos iniciales seudo ‘lucimientos’ personales en Elocuencia,
debo comenzar por decir que me confirieron una Seguridad --algo así como esa
“mentalidad ganadora” que llaman-- para “Hablar en Público”. La cual constituye
condición esencial y primera de todo aquel a quien se pueda titular de Orador.
Y habiendo todavía deducibles más reglas y principios, útiles e
importantes, a explayar aquí; en cuanto al supremo arte y la rigurosa técnica del
Buen Decir, vayan algunos:
Si bien es indispensable adquirir Seguridad, no obstante, como diría
Cicerón: “Hay que guardarse de no exagerar”. Pues ocurre que cuando se
triunfa en las primeras experiencias oratorias, se suele exagerar la confianza;
hasta llegar a indebidas y antipáticas situaciones de vanidad o de soberbia. Para
caer, inexorable y finalmente, en lamentables fracasos y en humillantes ridículos.
Lo dicho, por no haberse adquirido conciencia plena de la real grandeza de la
disciplina Oratoria; al lado de la siempre pequeñez relativa de las cualidades del
orador principiante. O inclusive de las del ‘cuajado’; si no se llegara a
comprender y adoptar, de modo cabal, la convicción de que:
“La Modestia es el adorno cumbre de todas las virtudes”.
Recuerdo cómo, envalentonado y hasta engolosinado por mis primeros
‘éxitos’, comencé a “lanzarme al ruedo”, en cuanta oportunidad se presentaba.
Con la mayor facilidad y gran frecuencia... ¡Qué fracasos no experimenté y
cuánto ridículo no habré sufrido!... Por no reparar lo suficiente en que:
“Sólo se debe hablar en público de lo que se conoce muy bien, se
ama intensamente, se desea comunicar con entusiasmo, y cuando se ha
preparado concienzudamente el discurso. No se debe, jamás, hablar por
hablar. Es obligatorio el silencio, cuando las circunstancias no cumplen
los requisitos esenciales señalados”.
El Dr. Mario Polar Ugarteche, quien fuera un notable orador y escritor,
decía:
“No hay que confundir la Facilidad de Palabra, con la Dificultad para
Quedarse Callado”.

243
Cuando se tuviera que hablar, en ocasión inoportuna, de un tema extraño,
asignado por otros, que no se conoce, o no se estima lo suficiente, que no se
desea comunicar, y cuyo texto no se ha preparado: ¡No aparece el “Fuego
Oratorio”!
Sucede, a semejanza del fogón, sin combustible, de una locomotora a
vapor: Se "apaga" o no se enciende. La expresión se hace inevitablemente
incoherente y anémica. Aparecen “lagunas” durante el discurso; por momentos
no se sabe qué decir; "se da vueltas a la noria”, retornando sobre lo mismo ya
dicho, repitiéndolo, ostensiblemente, en fastidiosa demasía.
Para el logro de la mayor Seguridad del Orador, no se debe olvidar el
conseguir un pleno dominio sobre todo remanente de “Terror Oratorio”;
adquiriendo, en cambio: Tranquilidad, Serenidad. En el sentido de un sosiego
suficiente, con facilidad de reacción, ante situaciones variables e imprevistas;
posibles de presentarse en cualquier evento. Y, sobre todo, es indispensable
para la adecuada Precisión del Discurso. Preparado.
El tema de la Preparación ha sido y es materia de diversas opiniones e
innumerables discusiones:
-- Por un lado, muchos --no percibiendo cabalmente el significado de la
Oratoria, con acierto parcial, empero-- suponen que el discurso “debe ser
improvisado”, espontáneo, hablado, “con el corazón en la mano”. Jamás
preparado por escrito, ni menos leído. Puesto que la primera cualidad del Orador
debe ser su natural Sinceridad. Y lo escrito, obviamente es preparado de
antemano, fuera del escenario y de sus acontecimientos; a veces incluso por
distinta persona. Además, la lectura es casi siempre ‘muy aburrida’ a la
percepción de los auditorios. Y si el texto es aprendido de memoria, puede
resultar pareciendo una recitación o “paporreteo”.
Aparte, el discurso leído, sea bien, o ‘paporreteado’, anula toda
posibilidad de aprovechar o de eludir, según sea el caso, circunstancias
inesperadas, positivas o negativas. Así como la de lograr una comunicación
directa y recíproca, imprescindibles, entre el orador y el público.
De otro lado --por desgracia constituyendo mayoría hoy, en que cada vez
se concede menos importancia a la verdadera Oratoria--, hay quienes piensan
que el discurso “debe ser escrito”; hasta pudiendo ser hecho por otra persona; y
pronunciado leyéndolo; de modo a evitar fallas comprometedoras o para mejor
poder publicarlo.
En esta posición, se admite como sabido, que si bien leer la disertación
puede constituir un modo bastante insípido para el público, resulta, en cambio,
muy cómodo para los oradores (?) mediocres –lamentablemente, ahora casi la
totalidad o numerosos en demasía--. Y, en general están también, las personas
de mucho fungir de ‘cultas’, pero que no se han preocupado, jamás, del estudio
serio de la Elocuencia, como Arte y como Técnica Superior.
Afortunadamente, para la cabal dilucidación del tema, como siempre,
sobre estos asuntos, Cicerón "da en el clavo" del acierto:

244
Establece, en efecto, que el Orador debe ser, ante todo, Sincero. Y esa
sinceridad está demostrada, porque sólo habla de lo que conoce, ama, y desea
comunicar, con Vehemencia. Remarcando cómo, el ánimo vehemente, es
condición esencial del Orador. Y si bien la Oratoria tiene mucho del Arte Teatral,
esto no sólo no quita, sino incrementa las posibilidades, acentúa los efectos
positivos, de la expresión en verdad Sincera.
Explica el asunto el sabio, diciendo que el Orador es y debe ser, en
apreciable medida, como un eximio Actor Teatral.94 Virtuoso en el Dominio de la
Escena, en las Potencialidades de la Voz, la Corrección de la Expresión Verbal,
la Jerarquía de la Mímica, la Elegancia del Porte Personal; y los otros aspectos
dignos de particular apreciación, en el Arte Dramático. Pero, precisamente, lo
supera en Sinceridad, pues:
El Actor recita un “parlamento”, escrito por otra persona: el Autor Teatral o
Dramaturgo; quien lo hace al margen de los sentires y pensares de cualquier
posible Actor; el que así tiene que desempeñar un “papel”, representar
personajes de creación ajena, o simular situaciones imaginadas por otros.
Aunque el Buen Actor pueda hacerlo, a un grado de “compenetración” con el
Personaje y las Situaciones, con tal “realismo” y “originalidad”, cuanto que los
espectadores llegan a suponer que es el artista quien habla y actúa, por propio y
natural impulso, tal como se le ve... pareciendo hasta “espontáneo”...
El Orador, en cambio, jamás puede ni debe dejar de producir la impresión
y la realidad, del “propio y natural impulso”. Mucho más en su caso, pues la
Pieza Oratoria es creada por él mismo. Quien es el autor al crearla, y además el
actor al pronunciarla. Con un texto correspondiente a lo que él piensa, siente, y
quiere expresar. Aun cuando artísticamente pulido, pero por él mismo, a los fines
de un mayor perfeccionamiento del fondo y de la mejor presentación de la forma
de la Obra (de Arte y de Técnica, que eso es un Gran Discurso). Todo lo cual,
además, implica el debido respeto al Público e intensa devoción al empeño.
Cicerón agregaba que el Orador, actuando con Sincera Espontaneidad,
auto exaltada, eso sí, por la Vehemencia del comunicador nato y ansioso, teatral
por ello si se quiere, “no debe leer el discurso, aunque ha de prepararlo”; incluso
procurando escribirlo completo. Tratar de imaginar las situaciones que pudieran
producirse en el evento.95 Y memorizarlo luego. Con adecuados métodos
(llamados mnemónicos). Pero habiendo tenido ya grabados, en el cerebro y en
el corazón, desde mucho tiempo antes, el contenido esencial y el alma del
discurso.
El saber --por tenerlo de antiguo en el pensamiento y haberlo preparado
previamente y de memoria-- el texto íntegro del discurso, no constituye motivo

94
Hoy podríamos incluir además en estas consideraciones, en cierta medida, a los actores de
Cine y T V.
95
De donde se infiere que el Gran Orador habrá de ser, simultáneamente y por lo menos, un
Buen Escritor. Aunque no todo Gran Escritor pueda ser, sólo por ello, un Gran Orador. Aparte, el
género literario específico (el oratorio), que se emplea en la elaboración de los discursos, es
diferente, en grado apreciable, a los otros géneros literarios (narración, ensayo, poesía, etc.).

245
para un ‘paporreteo’ al momento de pronunciarlo. Sino, por el contrario y
sencillamente, para disponer, cual si estuviera escrito en el cerebro, de un
recurso auxiliar, de modo a poder acudir a él en cualesquiera circunstancias
imprevistas. Ya confiadamente. Y cuantas veces pudiera hacerse necesario.
El Orador no debe llevar escrito en papeles el discurso completo (a lo
sumo un esquema o una breve “ayuda memoria”), sino grabado en la mente y
por estallar en el corazón. Ello le confiere gran Seguridad –sustentada, en lo
fundamental, por su compenetración, de siempre, con el tema--, de modo a no
presentársele deplorables “lagunas”. Al mismo tiempo, le confiere tranquilidad
para poder percatarse, en todo instante, de las circunstancias variables del
ambiente, aprovechándolas mejor. Hasta variar algo el discurso, si ello resultare
procedente. Es decir, tomar “Pleno Dominio de la Escena". Del Momento, y de la
Audiencia.
El discurso así preparado, sobre materia que se conoce bien, depositario
de una especial afición, e intensamente deseado de comunicar, permite
desarrollar al Orador, de modo adecuado, su exposición; y también aprovechar
todas las condiciones especiales y circunstancias imprevistas del entorno y del
momento. En favor de lo que debe y puede llegar a ser una verdadera Obra de
Arte y de Técnica, en el campo de la Expresión Verbal.
El Orador que se precie de tal, no gustará ni aceptará pronunciar
discursos leídos, así fueren escritos por él mismo96 y mucho menos por otros. Ni
los pronunciará, ‘hablados', sin preparación. Tampoco aceptará la asignación de
temas ajenos o que no domine.97
Por último, creo oportuno referirme a lo también enseñado por Cicerón,
que resulta interesante para comprender o formarse una idea cabal, de la
verdadera significación y de las dimensiones de la Técnica y del Arte Oratorio:
Había establecido, el insigne maestro de Retórica, que la Educación,
orientada a la formación del hombre verdaderamente Sabio, debía culminar con
el estudio de dicha disciplina, puesto que ella lo habría de ubicar en el verdadero
camino hacia una constante Superación.
En una parte de su obra escrita, en vía de recurso metodológico para
completar sus explicaciones, Cicerón describe, como modelo supremo del arte
que tratamos: al “Orador Perfecto”. Haciendo ver cómo, para serlo, precisaría
colocarse en las cumbres de la Filosofía, de las Ciencias y de las Artes. Amén
de su excelencia en las cualidades espirituales y físicas de la persona humana.

96
Puede haber excepciones en particulares casos (por necesidad de publicación posterior; por lo
extremadamente delicado del tema; etc.). Pero aun en esas circunstancias, el orador debe
procurar memorizar el texto, previamente a su lectura. Y leerlo, de tal modo, que casi no parezca
leído o se note lo menos posible. También, sencillamente puede pronunciar el discurso tal como
debiera ser, alcanzando después, a los interesados, las copias del texto que ha sido previamente
escrito; el cual resultará, como es lógico, sólo bastante parecido al pronunciado, sin que tenga
ello mayor importancia.
97
Es relativamente fácil ‘dar la vuelta’ a un tema asignado (sólo un título podría decirse), para
‘reemplazarlo’ por otro que pase con parecido nombre, pero que sea del fondo deseado.

246
De la Filosofía y de las Ciencias, pues los temas de los discursos del
Orador deben comprender a las Grandes Ideas, a las Precisas Verdades y
Conocimientos. A los contenidos de las expansiones generalizadoras del
pensamiento filosófico; a los claros principios y las leyes de las Ciencias. Así
como --en cuanto a las Artes-- el Orador requiere saber, por todo lo alto, de
Gramática y Literatura, pues escribe sus propias piezas oratorias; de Teatro, ya
que ha de dominar escenarios con espectacularidad; de Música, por constituir la
voz, con sus modulaciones, entonación, timbre, volúmenes e inflexiones,
elementos básicos de la elocuencia y de indudables vinculaciones con el
conocimiento musical.
No dejaba de señalar Cicerón, además, cómo el orador, al construir con
armonía sus discursos e imágenes; y, al esculpirlos, pulirlos, retocarlos, con
encomiable dedicación y paciencia, actúa, con múltiple efecto, a la par de
literato, como una suerte de músico, escultor y pintor. Eximio.
De otro lado, el Orador Perfecto, imaginado por Cicerón, en cuanto a su
apariencia física, habría de ser de majestuosa elegancia y armónica contextura,
concordantes con sus singulares virtudes espirituales.
En otras palabras, el Orador Perfecto tendría que ser el Hombre Perfecto.
Pero como tal situación –la del Hombre Perfecto-- no existe, ni puede existir,
tampoco es posible, en estricta verdad, el Orador Perfecto. Cicerón no
consideró, en esa categoría, ni siquiera al gran Demóstenes; calificado por sus
contemporáneos y por muchos de sus posteriores apologistas, como “Divino”; ni
a él mismo por cierto, aparte de en razón de cumplir con su elemental deber de
modestia… ¡El más grande de los maestros oradores, de todo el mundo y de
todos los tiempos!
Sin embargo, cuando el insigne romano delinea la Imagen del Orador
Ideal, no es para tenerlo como un objetivo concreto alcanzable y menos
alcanzado, por alguien, sino como un Paradigma, inalcanzable, ubicado en la
cumbre de la imaginación, al final de una Ruta. En el Camino señalado y
definido por la disciplina Retórica. Por la cual, el estudioso, debe transitar en el
empeño hacia una constante superación oratoria personal... ¡Sin fin! Como en
todo verdadero Ideal. Es decir, el aprendiz ha de proponerse avanzar, siempre.
Aunque nunca pueda llegar a la perfección plena. Pero eso ya es suficiente,
muchísimo.98
-----

98
Nótese cómo puede establecerse una nítida diferencia, dentro de las llamadas Concepciones
del Mundo, entre el “Idealismo Cristiano”, desarrollado sobre el Platónico, adoptado éste por
Cicerón, y el “Pragmatismo Liberal”. Mientras que para el primero hay un superior Modelo, tan
sublime que resulta inalcanzable (Jesús); y un Rumbo, un camino inculminable (la Doctrina,
incluyendo su Ética). Para el segundo no hay modelo universal, sino lo aceptado
individualmente; ni nada superior a lo realizable en concreto. Solamente considera “metas” u
“objetivos”, que se agotan al momento de su ‘logro’ (Se llegó a la meta, se acabó la carrera. Otra
meta, requiere otra carrera). Para el idealista cristiano, nunca se termina la carrera. Cada avance
estimula el esfuerzo. Frente a las dificultades y frustraciones jamás se pierde u olvida la devoción
al Modelo, ni la fe en la Doctrina, en sus Principios inspiradores.

247
Las ‘experiencias retóricas’ en La Molina, en especial en el ámbito de las
estudiantiles luchas periodísticas de la revista “Agronomía”, me iniciaron por el
camino vocacional e idealista oratorio. Con sus múltiples posibilidades de
aplicación; similares, pero de cierta mayor jerarquía, que el arte --y la técnica
también-- del bien escribir. Cuyos desarrollos habría de continuar yo, con gran
satisfacción existencial durante muchos años, en variadas formas y
circunstancias. Obteniendo interesantes lecciones, a las cuales me referiré al
tratar las etapas vitales, materias de los capítulos siguientes.
-----
La Vocación Política.- Cuando un joven se apasiona en el Escribir
Periodístico y en el Hablar en Público, ya está colocado en el plano inclinado y
en el umbral de la Política. Admirando y gustando de los buenos escritores y
oradores; del sentido de la comunicación humana; sobre desarrolla, comienza a
preocuparle, la suerte de la sociedad en que vive. Apreciando la existencia de
problemas importantes y de situaciones trascendentes. Se adoptan ideologías o
doctrinas. Se sigue o ejerce liderazgos. Se siente, con pasión, algún Ideal
Político.
Tal sucedió, muy claramente, con nosotros; en Luís Córdova y en mí.
Pero a lo dicho se añadía la intensa vivencia de los episodios y sucesos a que
daban lugar las numerosas luchas emprendidas por nuestra querida “Revista
Agronomía”; en defensa de los superiores intereses del país y del prestigio de la
profesión. Tales como:
El asunto de la Compañía del Guano, el cual nos hizo ver lo putrefacto de
muchas de nuestras instituciones; la general indiferencia, egoísmo y hasta
cobardía, además de una incuestionable mediocridad de sus dirigentes. Y el
deseo de “tapar las cosas". El anteponer la ansiedad por los riesgos de la propia
situación económica e intereses superfluos, al Amor Patrio... ¡El poco sentido del
deber cívico y moral!
¿Tenía esto que ser siempre y forzosamente así?... ¡No lo aceptábamos!
Asimismo: La lucha de nuestra Escuela por desarrollar, anexa, como le
correspondía, la Sección Veterinaria; profesión hermana de la nuestra.
Enfrentando los mezquinos y poderosos intentos --triunfadores al final-- de un
pequeño círculo de militares encabezados por un oficial, civil asimilado, de
formación profesional veterinaria en el extranjero y vinculado al más alto poder
‘político’ (La Presidencia de la República), por lazos, además de los sociales que
suelen darse, de algunos otros irregulares --por decir lo menos— resultantes de
penumbrosas relaciones de alcoba.
¿Tenía esto que ser siempre y forzosamente así?... ¡No nos parecía!
Agregaré: La superficialidad puesta de manifiesto por la burocracia de la
Dirección de Colonización y Tierras de Montaña, al encarar los problemas del
Desarrollo Ganadero de nuestra Selva. Y la actitud irresponsable de muchos
profesionales que se prestaban a encubrir errores... ¡"para no hacerse
problemas"!

248
Recuerdo cómo, cuando terminé el informe, criticando a los trabajos de
Tingo María, en ocasión inmediata a nuestro reciente viaje promocional de
estudios a esa zona, lo presenté a nuestro profesor de Zootecnia (J.A.L.F.),
pidiéndole que lo revisara y de encontrarle errores, como estaba casi seguro los
presentaría, tuviera la amabilidad de indicármelos; antes de su publicación --
como efectivamente lo hizo--, de modo a evitarme alguna ‘metida de pata’ y
hasta el peligro de hacer el ridículo.
El diálogo producido fue aleccionador:
-- Mire usted Cubas --comenzó diciéndome el Profesor--, a su trabajo no
solamente no le he encontrado errores, sino que, por el contrario, lo considero
muy bueno. Hasta me ha sorprendido mucho su calidad; en los aspectos
técnicos, se lo digo sin hipocresías de ninguna especie; ni por alguna
improcedente intención de halagarlo.
-- ¡Muchas gracias Doctor! --Repuse al punto, pleno de orgullosa y
justificada satisfacción.
-- Pero... ¡hay un pero! –Replicó y continuando-- Dígame Cubas ¿Qué
edad tiene usted?
-- Veinte años cumplidos, Doctor...
-- ¡Ah! Yo tengo el doble: 40. El doble de su experiencia sobre la vida.
Ello, y el aprecio y el afecto que le profeso, me autorizan a intentar hacerle ver
algo y darle un consejo. De cuya utilidad no dudo: Su artículo, aparte de lo
técnico que está intachable, contiene expresiones muy duras hacia el Ministerio
y la Dirección que han conducido los trabajos; así como en agravio de los
profesionales embarcados en la tarea. En virtud de tal situación, se ganará usted
numerosos enemigos; y al egresar de la Escuela, jamás le darán trabajo allí.
Escriba usted dentro de lo no hiriente, lo que tenga que escribir, pero
jamás ataque --(¡?)--, pues ello crea rencores difíciles de borrar. No olvide este
consejo, el cual se lo doy con la mejor de las intenciones y el mayor cariño:
“En esta vida, viva usted y deje usted vivir”.--- (¡?).
Como escrita en bronce, indeleble, tengo todavía grabada en la mente
esa tremenda frase, que me dejó por un momento anonadado.
Pero le respondí al punto, más o menos en la siguiente forma:
-- Mire usted Doctor: No dudo, en absoluto, que lo mueven los mejores
sentimientos hacia mi persona, lo cual se lo agradezco en primer lugar; y, por
supuesto, se ve que está usted sinceramente convencido de su acierto en lo que
me acaba de decir. Pero, con la misma sinceridad, significando simultáneamente
mucho aprecio y respeto, debo expresarle, rotundamente, mi desacuerdo:
El artículo dice la Verdad, desde la perspectiva técnica, de la Genética
Animal, sobre los trabajos de la Estación Zootécnica de Tingo María, como Ud.
mismo lo ha señalado claramente, hasta con generoso entusiasmo. Y como ellos
han sido hechos al margen del acierto, con desconocimiento técnico,

249
injustificable en los funcionarios y profesionales que los conducen,
ineludiblemente se deben señalar sus errores y a los responsables del caso.
Para hacer posibles las correcciones necesarias al programa; evitando mayores
daños al país. Eso naturalmente duele y se califica, con exagerada
preocupación, creo, de “ataques” y de “críticas hirientes”... ¡Pero “no se puede
hacer tortillas sin romper huevos”!
No creo que se deba tener por norma: “jamás atacar”. Por el contrario. La
Verdad y el Bien, deben ser siempre defendidos y sus contrarios, el error y el
mal, siempre combatidos, “atacados”; sea dicho con todas sus letras. Y muchas
veces, precisamente, la mejor defensa es el ataque. Más aún: De ninguna
manera se debe dejar de proceder, como es debido, justificándose en la
previsión de “no ganarse enemigos” o “despreciar oportunidades” de mero
interés personal y material o crematístico; por conseguir o no perder, "buenos
puestos”, bien remunerados.
Con mayor razón en los jóvenes: Lo propio es Luchar, combatir, atacar y
defenderse; en pos de acciones conducentes al mejoramiento y superación del
medio en el cual viven: de su Patria y del Mundo. Es lo que se llama: el
Idealismo. Un ‘joven’, sin ideales, deja en verdad de ser joven; como lo dijera
José Ingenieros: "entra en temprana decrepitud espiritual"... Mientras que el
buen anciano, el “viejo-joven”, los mantiene hasta el final de sus días.
¡Venerable! resulta así.
Quienes, con el paso y el peso de los años, abandonan sus nobles
ideales juveniles --perdóneme la tosquedad de mi franqueza, Doctor--,
argumentando “experiencia” y sesudas o “prudentes” razones, no lo hacen por
eso, en verdad, sino porque, al margen de su voluntad, los han perdido –los
ideales nobles--, por obra de variadas fuerzas y circunstancias, cuyas
magnitudes los abrumaron y vencieron.
Mas, pese a todo, los hombres maduros, jamás debieran desalentar el
idealismo de los jóvenes; ni encauzarlos por los fofos canales de la concepción
burguesa o liberal, hedonista, sensual, rutinaria, superficial, y hasta falsamente
‘pacifista’, ofrecidos hoy a la generalidad de los seres humanos.
Yo, Doctor, le reitero mi agradecimiento por sus buenas intenciones; pero
ansiando se corrija a fondo lo de Tingo María, de enormes proyecciones hacia el
desarrollo de toda la Selva Peruana, publicaré mi artículo y asumiré las
consecuencias. No me importan mucho los posibles ‘enemigos’ a ganarme; sé,
en cambio, que algunos ingenieros, presentes o futuros, por lo menos, se unirán
al propósito de tan trascendente mejoramiento. Y en cuanto a los “puestos” en
los ministerios, ésta será oportunidad para no ingresar a la burocracia estatal y
de ser más independiente; como siempre me lo recomendara mi recordado
padre.99

99
¡Cosas tiene la vida! Como lo veremos más adelante, a poco de publicado mi artículo,
precisamente, no sólo no se me “cerraron las puertas de los ministerios”, como pronosticaba “la
voz de la experiencia”, sino por el contrario, me llamaron a trabajar en la Estación Experimental

250
-- En fin --concluyó el Profesor-- yo he querido aconsejarlo y lo hago de
buena fe. Será responsabilidad suya lo que le suceda en adelante y, pese a
todo, ojalá tenga usted buena suerte...
El artículo salió publicado y resultó ¡otra “bomba”!... Toda la burocracia
agraria explotó.
Uno de los más experimentados y prestigiosos ingenieros (Joaquín
Alejandro Cortez) replicó por escrito; educadamente, pero con fuerte pretendida
ironía, muy despectiva, hacia "el joven estudiante" que lo había elaborado. La
Revista publicó esa réplica y al siguiente número la contrarréplica mía...
La polémica resultó muy sonada. Y el general dictamen fue –falsa
modestia aparte-- que la gané en toda la línea. Cosa de la cual doy cuenta,
ciertamente, no por vanagloria, sino para los fines de resaltar el deficiente nivel
técnico de los programas gubernamentales, su débil ánimo, y la injustificada
‘solidaridad’ de la burocracia del Sistema. Cumpliéndose, por casi todos, la
repudiable consigna:
¡Complicidad y dejar vivir con tranquilidad, para vivir mejor!
¿Tenía esto que ser siempre y forzosamente así?
¡No!... Nosotros, como jóvenes, por lo menos... ¡teníamos que cambiar o
contribuir a cambiar las cosas!
-----
Y lo dicho no era todo. Por aquellos tiempos el mundo atravesaba las más
terribles circunstancias de la II Guerra Mundial. Éramos testigos y oyentes de las
acciones y proclamas de los contendores de ambos bandos: Los “Aliados”,
“democráticos”, “liberales” o “burgueses”… ¡con los “comunistas”! por un lado. Y
los del “Eje” (Roma, Berlín, Tokio), “Fascistas” o “Totalitarios”, por el otro.
Se ofrecían notables diferencias entre los dichos adversarios, en cuanto a
principios y doctrinas, concepciones morales, fuerza espiritual --el ‘voltaje
anímico’ de la juventud y de sus pueblos en general--; así como la eficacia y
resultados de sus actuaciones económico-sociales, políticas, y militares; además
de sus producciones culturales, artísticas, y científicas.
Hablando con objetiva imparcialidad --si cabe en asuntos de tal índole-- y
al margen de la larga y arrolladora propaganda, que había logrado –desde
entonces y hasta ahora-- imponer conceptos y sentimientos irreales, sobre los
hechos sucedidos y sus actores, había, empero, una fuerte atracción, por sus
simpatías y superioridades notables, del Eje sobre los Aliados (o liberales).
Decadente ya, el mundo burgués, en el cual nosotros estábamos --y seguimos
estando, con más fuerza, por desgracia-- involuntariamente inmersos. Y, al
parecer, sin esperanza de salida viable alguna. La contundencia, realismo, vigor
de los principios, doctrinas y acciones, de los del Eje... ¡Su fervoroso, masivo, y

de Tingo María, en excelentes condiciones para entonces... ¡Por haber sido el autor de la
publicación!

251
envidiable, patriotismo!... Popular y en las élites... Eran por demás resaltantes,
sobre lo mostrado por los Aliados.
La mal llamada “Democracia” –en todo caso "Plutocracias"--, de los
liberales, no podía, ni puede ocultar sus falsías. Pues sus gobiernos se instauran
por “elecciones generales” --’francachelas electoreras’, fuera mejor decir--;
imposibles sin “campañas electorales”, y éstas, sin dinero. Por lo tanto, los
propietarios de las riquezas –las más de las veces mal habidas--, poderosos
financistas, ricos, de los inescrupulosos, con ansias de poder, o "plutócratas",
son los reales usufructuarios y dueños de los resultados de las "elecciones" que
financian o que pueden desvirtuar. ¡Una “Plutocracia”!... Mas nunca una
verdadera “Democracia”.
Ni qué hablar de los aspectos Morales y del Patriotismo. El mundo
burgués, ya decadente –que no propiamente “moderno”--, establece que la
Moral es relativa (!), variando según las personas, los tiempos, y los lugares --
¡no solo sus apariencias, sino la Moral misma!--; y que corresponde al fuero
individual, no al social... El más elemental estudio de la Ética demuestra el
absurdo del dicho “relativismo moral”; conducente, inexorablemente, a la
amoralidad generalizada; y ésta, a su vez, a la inmoralidad total... ¡Como lo
estamos viendo y viviendo!
¿Y qué puede decir de Patriotismo o Nacionalismo, el pensamiento
liberal? El cual, con el marxismo, propugnan el “internacionalismo” en todos los
terrenos; llamado hoy, en difundida y vaga huachafería: “Globalización”.
Apagando, hasta donde pueden, los sentimientos nacionales y el fervor
patriótico, tan consustanciales a la verdadera naturaleza humana y al sustento
de su elevación en los campos social y político... Y ¡cuidado!: No es lo mismo, el
“Universalismo Católico”: Armonía, sin pérdida de válidas singularidades, ni
personalidades, de todas las naciones, en los diversos campos de la vida
humana.
El ambiente de inmoralidad y de frigidez egoísta general, emanado por
todos los poros de la decadente sociedad burguesa, hace comprender el
sentimiento de rechazo producido en el ánimo juvenil y la simpatía natural, en
cambio, por otros sistemas que podrían significar lo contrario ¡Nos llenábamos
de “Santa Envidia”! Al contemplar los espectáculos ofrecidos por las sociedades
de Alemania, Italia, España, y hasta de Japón. Lamentable, en cambio, el
panorama contrastante de nuestro Perú y de sus pueblos hermanos de Ibero
América, visión tenida, pese a quererlos tanto, como realmente los amamos.
No quedaba tampoco muy atrás ni a salvo --todos iban casi en paralelo--,
lo que se veía --¡y se sigue viendo, cada vez peor!-- en EE.UU., Inglaterra,
Francia, y otros países que se dicen “adelantados”. Era imposible admirarlos
honestamente; contemplando la frialdad gélida de su política, tan superficial y
hasta circense; viendo cómo eran, las mayorías populares, víctimas de una
intensa, repetitiva y cínica propaganda, que no pudiendo ‘digerirla’, habrían de
‘tragarla’ empero, sin mayores trámites... No podíamos dejar de notar lo grotesco
de sus candidatos en “campañas electorales”; ostentando, por todo ‘contenido’ y

252
sin motivo válido alguno, forzadas, hasta idiotas, “sonrisas Kolynos”... Haciendo
de tal modo --a todas luces en extremo ridículo--, su “marketing” político, como
se diría hoy...
Nosotros pensábamos que algo teníamos que hacer o participar en
construir al respecto. Para remediar tan triste situación... Pero notamos
claramente desde entonces, que primero deberíamos ser económicamente
independientes y contar con algún elemental recurso adicional de la misma
naturaleza; "Un Capital de Operación"... Pese a lo impetuosamente románticos y
espiritualistas, cuanto nos sentíamos a la sazón.
Fue así que Lucho y yo nos hicimos el propósito firme de participar en
Política (con mayúscula). La Idealista por supuesto. Y pensamos en las muchas
cosas necesarias al respecto:
En primer lugar, la Independencia Económica y los Recursos para la
Financiación de la dicha Acción Política. Y habríamos de lograrlos, por lo menos,
mediante la forja de una pequeña o mediana empresa agraria, propia.
Ocurrió así, que en nuestro último viaje con la promoción, a la Selva
Centro Oriental, al pasar por Huánuco, tuvimos oportunidad de visitar un
hermoso fundito frutal --de unas 20 a 30 Has.--, ubicado en una meseta que
domina el panorama de la bella ciudad de Huánuco. Era propiedad del notable
agricultor de la zona, Sr. Ruperto Cuculiza y estaba muy bien cultivado de
naranjos (de las variedades Valencia y Washington Naval), por entonces en
plena y abundante fructificación. Nos impresionó sobremanera la belleza y
productividad del predio... Pensamos, “ipso facto”, hacer nosotros algo
semejante en el futuro. En la misma región de Huánuco. Ingreso natural a la
dicha Selva Centro Oriental.
Confiábamos --¡Oh candoroso, aunque divino, optimismo de jóvenes!--,
sin contar con un centavo de capital propio, en poder realizar el proyecto con
préstamos de algunas personas amigas --¡caritativas hasta lo inefable, habrían
de ser!-- y del entonces Banco Agrícola, en operación... por verse... ¡Sin
garantías concretas!
Lograda que fuere la primera parte del propósito: establecer el fundo frutal
y nuestra independencia económica consecuente, podríamos pensar en el inicio
de la verdadera Acción Política –fundando y poniendo en marcha un Nuevo
Movimiento Político--; sin dejar de pensar, actuar y pesar, simultáneamente, en
la “Orientación de los Programas Ganaderos del Perú en la Selva”. Con Lucho
Córdova nos comprometimos, bajo palabra de honor, a emprender juntos estos
intentos y a no separarnos por ningún motivo.
Así llegaban, apasionantes, los últimos días del año ‘43 y del 5º y final de
nuestros estudios...
-----
La Ganadería Vacuna Tropical.- He descrito ampliamente cómo se forjó
en un largo proceso mi vocación profesional de Ingeniero Agrónomo,
comenzando con la especialidad de Caña de Azúcar, la de mi padre, para

253
evolucionar, después, hacia la Ganadería Vacuna y dentro de ésta a la Tropical.
Mas esta vocación se fue enraizando, definiendo y precisando, hasta el detalle y
con singular fuerza, sobre todo con motivo de publicarse en la Revista
“Agronomía” mi ya citado informe acerca de los trabajos ganaderos oficiales en
Tingo María; con su famosa polémica subsecuente. Tal debate público, de
carácter técnico, con notorios ribetes científico intelectuales y hasta políticos,
terminó de enardecer mi germinante y ya entusiasta inclinación profesional,
obligándome ¡con el mayor de mis agrados! --valgan verdades-- a estudiar y
profundizar, mucho más, en esos temas.
De la discusión pública del problema ganadero selvático peruano, así
como por las experiencias de varios profesionales, se venía desprendiendo,
cada vez con mayor claridad, cómo, aparte de muchos de los problemas que
podríamos llamar “menores”, el principal, en cuanto a los bovinos se refiere,
consistía en que era necesario lograr: Una Nueva Raza de Vacunos. Adecuada
al medio Tropical Húmedo. Y altamente Productiva. La cual, por aquellos
tiempos, se suponía aún, habría de ser para la producción extensiva de carne. Y
solamente pocos años después, se terminaría por definir que debería ser para la
intensiva de leche; de animales de gran peso y alzada (o sea de “doble
propósito”).... ¡Menudo el desafío zootécnico!
La necesidad de producir una Nueva Raza o Tipo --logro éste, menos
trascendente y de alguna menor jerarquía técnico genética, pues no involucra la
“fijación”-- de una Nueva Raza de Ganado Vacuno Tropical, digo, se comenzó a
presentar, cada vez más evidente. En realidad --falsa modestia aparte-- fui, el
primero --y después, mucho tiempo, el único-- en sostener este planteamiento.
Pero, también, arrancaron fuertes corrientes de celos profesionales, de envidias
burocráticas, y de intereses crematísticos mezquinos e inconfesables, que
combatieron la idea. Con saña digna de mejor causa. Hasta queriendo
ridiculizarla. Pero sin mayores fundamentos... Por años --¡casi medio siglo!--
hube de luchar contra tales corrientes; cuyos manejos consiguieron, finalmente,
frustrar, en gran medida, un trascendental y patriótico intento, como habrá
ocasión de explicarlo.
Y volviendo adonde estábamos, es el caso que en los tiempos de la
famosa polémica, no había --ni hay aún ahora--, para la Selva del Perú, otra
salida, sino lograr: Una Nueva Raza de Ganado Vacuno Tropical (la cual, hasta
entonces se suponía, debiera ser de carne). Una nueva raza, por varias razones:
•No existía disponible, en número apreciable, ningún tipo de ganado
suficientemente productivo y al mismo tiempo resistente a las agresivas
condiciones ecológicas del Trópico Húmedo Peruano.
•El ganado “criollo selvático”, sobreviviente en verdad, de la raza histórica
de Castilla (España), bajo una existencia marginal de siglos y una crianza por
demás deficiente, no llegaba a los adecuados niveles exigibles, en los ya dichos
rubros de producción y resistencia.

254
•El “criollo de la Costa Norte” (Piura), podría merecer apreciación algo
superior al "selvático", pero de todos modos insuficiente, en cuanto a
productividad y resistencia, además de ser, también, muy heterogéneo.
•El “criollo de la Sierra”, se mostraba mucho más susceptible al calor y a
las enfermedades tropicales; con una productividad muy deficiente en ese
medio..
•El ganado "cebú" --que debía ser importado--, si bien ofrecía muy fuerte
resistencia al medio tropical, en cambio, la calidad de su carne, la cantidad, y
rapidez (peso y precocidad), de su producción, no eran suficientemente
satisfactorias y peor, si refiriéndonos al rendimiento lechero.
•Las razas llamadas “finas” o "europeas"; si bien altamente productivas,
mostraban muy bajo --en extremo limitante-- nivel de resistencia a las durísimas
condiciones del Trópico.
•El ganado de la nueva raza “Santa Gertrudis”, de reciente formación y
reconocimiento oficial en los EE.UU., habría de importarse a muy alto costo y
sólo vendían machos (para reservarse el monopolio comercial de “la raza pura”).
Por ello, tendría que llevarse a cabo un programa muy complicado, de lotes
puros y separados de cebú “Nellore” y de europea “Shorthorn”, para cruzarlos
luego y producir hembras de media sangre; sometiéndolas a un “cruzamiento
absorbente”, con toros importados “Santa Gertrudis” de buena calidad. Y, para
más inconvenientes, la raza “Shothorn” -participante en su formación- y un poco
en menor grado, la ”Santa Gertrudis” misma --hecha para el relativamente suave
subtrópico norteamericano--, no venían mostrando resistencia suficiente para un
Trópico Húmedo, mucho más agresivo, como es el Amazónico Sudamericano.
•Los cruces diversos, de varias razas (de cebú, Nellore, Gyr, Guzerat,
etc., con algunas europeas, como Hereford, Holstein, Jersey, Ayrshire, etc.),
hasta entonces realizados --fuera de programas de “fijación” genética hacia
verdaderas Razas o a Tipos bastante homogéneos--, no garantizaban la
“estabilidad zootécnica" en las siguientes generaciones; condición ineludible en
toda ganadería bien organizada.
El Perú precisaba --y sigue precisando-- para el Desarrollo de la Región
de la Selva, de la formación de Una Nueva Raza de Ganado Vacuno Tropical;
producto del cruce inicial, a “media sangre” (50%), de una raza pura, muy
productiva, de origen europeo, con otra, también pura, muy resistente al trópico,
de cebú o ganado indiano; para ser “fijado” luego, en un largo proceso de
consanguinidad y selección, muy rigurosas.100
¡Un trabajo genético de gran jerarquía!

100
Cortos años después, a la Nueva Raza en proyecto, la definiría, en cuanto a las razas
participantes en su formación (Nellore por la cebú y Brown Swiss por la europea) y en los
detalles de sus características finales (como Lechera de Doble Propósito). Y la ‘bautizaría’ con el
bello y significativo nombre de: “Amazonas”.

255
El empeño constituiría el resultado del vigoroso impulso de un gran Ideal
Personal, apoyado en una singularísima Vocación Profesional.
-----
La Enseñanza.- En mi existencia “Molinera” habría de sumar y ampliar
algunas convicciones y conocimientos ya recogidos en parte en años anteriores,
acerca del tema de la Enseñanza. Misión excelsa, referida a la formación
integral de la Persona Humana, en especial de los jóvenes.
Al observar el actuar de nuestros profesores, podía constatar en ellos, en
principio, lo sublime de su función. A la par que el juego antinómico --dialéctico
se diría-- de sus cualidades o virtudes y de sus defectos o fallas. Los cuales
eclosionaban en la realidad concreta --que así podía ser grandiosa o
minúscula— y cuya percepción se nos ofrecía clara y aleccionadora.
He descrito mi primera experiencia como ‘profesor’ en la enseñanza
personalizada de matemáticas a muchachos de secundaria. Pude darme cuenta
entonces de las dificultades que, en principio, significa el enseñar. Y de sus
ventajas, en cambio, como ‘impulso del propio aprendizaje’; precisamente del
mismo maestro, en virtud del ya dicho principio: “Para enseñar como uno, hay
que saber como diez”. Allí comprendí, mejor que nunca, lo interesante y
provechoso cuanto era “enseñar”...
Comencé así a fijarme, con mayor interés aún, en mis buenos maestros,
como modelos a seguir en apreciable medida --sin espíritu de ciega imitación por
supuesto--; y también, en las situaciones contrarias de los malos profesores,
para evitar la triste condición de quienes ‘enseñaban’ sin verdadera vocación, ni
elementales conocimientos de las materias dictadas, o siquiera poseyendo, por
lo menos, sencillas “intuiciones pedagógicas”.
En los colegios, en los años de secundaria, observaba la calidad de varios
de mis abnegados maestros de la congregación de los hermanos maristas del
“Champagnat” y la de los sabios padres agustinos del “Santa Rosa” de Chosica.
Como recordaba todavía, años antes, en el Colegio del Dr. Luís C. Infante, en
Miraflores, en el cual cursé el cuarto de primaria; a su excelente profesor de
Aritmética y Álgebra, quien me grabara, por muchos años, especial afición por
las Matemáticas, rescatándome de la general actitud de repudio hacia ellas;
haciendo posible, posteriormente, mi ingreso, sin temores ni problemas, a una
de las ramas más importantes de la Ingeniería... Pero, como he narrado, quien
se llevaba la palma, de Buen Profesor --¡cómo agrada recibir de los alumnos
este título, mejor cuando espontáneo y aunque fuere sin diplomas!--, era el de
Física, en el “Colegio Italiano”: el Ing. Tabusso...
Mas ocurría, como es natural, que también los había malos. Recuerdo, en
dos de los colegios mencionados, a uno de Música y al otro de Literatura;
aunque haya de excusarme de nombrarlos, pues no resultaría generoso
hacerlo... Por mucho tiempo les debí, me perjudicaron gravemente, sería mejor
decirlo, con unos complejos muy deprimentes, de inutilidad, relacionados con
esas elevadas artes...

256
Ya en La Molina, mis observaciones fueron más amplias, profundas e
importantes; así como las deducciones de ellas obtenidas:
Nuestro Profesor Julio Gaudrón, era un Ing. Agr. belga, que conectaba
todavía, a la Escuela de “La Molina”, con la primera de los fundadores de “Santa
Beatriz”. Mostraba, como cualidades notables: la Seriedad con que tomaba su
desempeño (dedicación al estudio, estricta puntualidad y asistencia, orden, un
casi majestuoso continente, etc.); el Conocimiento amplio y profundo de sus
cursos (Física, Botánica y de todos los relacionados con ésta, llegando a la
Genética y a la Fitopatología); era muy Cumplidor al disponer las prácticas y en
la entrega de materiales de estudio (copias) y las notas; y, pese a ser extranjero
(franco parlante de origen), se mostraba Muy Cuidadoso con el Idioma
Castellano, hablado y escrito, indicando mucho respeto por esta tan grande
riqueza cultural nuestra. A todo lo anterior, agregaba el ser Exigente en los
estudios de sus alumnos y, aunque severo, era Muy Justo en las calificaciones.
Gaudrón inspiraba --más que imponía— general reconocimiento y enorme
respeto, acerca de su saber profesional y jerarquía profesoral. Pero el hecho
curioso estribaba en que su aspecto físico no lo favorecía; pues presentaba un
vientre voluminoso; era lo que se dice: “un panzón”; se dejaba crecer una larga
barba; y así, en una descripción negativa, podría decirse que su “facha” llegaba
a ser ridícula. Los alumnos le habían adjudicado el apodo de: “El Chivo”. Sin
embargo y pese a tan gravitante factor, se lo respetaba –y hasta se lo temía--
como al que más. Aunque nunca pudimos verlo aplicando algún castigo concreto
o tomando represalias con las notas. Pero nadie se atrevía a “meterle vicio”.
Cuando pasaba lista o se dirigía a un estudiante en particular, por joven que
fuere, lo trataba, solemne, de “Señor”.
La virtud más resaltable de este profesor, era el saber “imponer respeto”.
Mas, como está dicho, por inspiración, no tanto por imperio. Justo es remarcarlo.
Aplicaba, para evitar el descarrío de los muchachos, los conocidos principios:
“No hay que dejar que comiencen”.
“El Profesor debe, de inicio, mostrarse ‘respetable’, parar hacerse, luego y
automáticamente, ‘respetado’; habiendo, además, de respetar a sus alumnos; y
de hacer respetar a todo el ambiente del salón de clases”.
Otro profesor, ya antiguo a la sazón, y muy diferente del anterior; con
llamativa personalidad, singular, muy original, era el Dr. Emmanuel Pozzi-Escot.
Francés de nacimiento y formación, quien tenía por especialidad la Química
Analítica. Resaltaba en él un asombroso Conocimiento del Curso que enseñaba;
además de una Amplísima Cultura General y Sapiencia en Muchas otras
Disciplinas, básicas y de aplicaciones vinculadas, o no tanto, con la Química
(Como: Física, Microbiología, Suelos, Abonos, Viticultura o Cultivo de la Vid,
Enología o Tecnología de Vinos, Genética Vegetal, Tecnología Lechera, etc.).
Era, con frecuencia y en bastante justicia, calificado de “Sabio”.
El Dr. Pozzi, se manifestaba despectivo hacia la mediocridad reinante.
Como un declarado Rebelde contra la masificación propia "del Sistema". Casi un

257
"iconoclasta". Lo expresaba claramente con sus palabras, a las que
complementaba muy bien con sus gestos y actitudes. Utilizando, con frecuencia,
El Humor y la sátira, como ya lo hemos referido.
No exigía atención unánime de los alumnos en sus clases; daba por
suficiente, se conformaba, con la de quienes, con toda evidencia, eran de los
‘selectos’; a los que, individualmente, trataba con afectuosa deferencia y les
concedía mucho de su valioso tiempo. El resto, menos lúcidos y poco
interesados --Pozzi, por lo demás, acostumbraba salirse del curso, para disertar
sobre cuestiones de sapiencia más general--, no asistían, se salían
prontamente, o se distraían; pero no llegaban a “meter vicio” de modo abierto; lo
respetaban y en gran medida temían pasar a un cierto grado de ridículo, ante las
agudas reacciones sarcásticas del “profe”; quien manifestaba una rapidez
mental y un risueño sentido de las cosas, increíbles, para su edad, pues por
entonces frisaba largamente la séptima década…
Escribía muy bien, con gran fuerza expresiva y ardiente combatividad.
Como adversario... ¡era temible! He descrito y sirva de muestra, la trifulca
armada con la Compañía del Guano, a propósito de su artículo --¡”bomba”!--
publicado en la "Revista Agronomía”.
Como orador académico, este verdadero Maestro, era muy especial:
Elocuente, pues ponía mucho calor en sus expresiones, a las cuales, además,
adornaba con vívidas e imaginativas narraciones, casi metafóricas, pero muy
vinculadas a las realidades circundantes; aderezándolas, inclusive, con toques
de picante humor satírico y hasta, de vez en cuando, con algunas francas
"lisuras"; confiriendo gran fuerza expresiva, sin hacer descender al nivel de
simplezas o de torpes groserías, a sus inolvidables frases.
Pero había algo singular en su oratoria, que lo hacía único. Y hasta le
valió su indeleble y exclusivo apodo: “Sosén”. El dicho y raro bisilábico fonema,
sin etimología alguna posible, era una “muletilla” o manía de dicción,
indominable, fuera de explicación cierta; la pronunciaba, de modo simple, entre
algunas palabras, y repetida, con exclamativos énfasis y la mímica
correspondiente, al terminar sus frases o párrafos. Combinándolas con la
general acentuación final aguda de las palabras, dado el notable ‘dejo’ francés
de su prosodia castellana, asaz imperfecta.
Lo curioso era observar cómo un tan grave defecto de dicción, cual otros
que pudieran constituir, en cualquier persona, motivos de acentuada deficiencia
de ejecución oral, de personal cortedad oratoria, o de apabullante timidez, a
Pozzi no lo afectaba en lo menor. Por el contrario, él... ¡lo convertía en un
poderoso refuerzo de su elocuencia! Cicerón escribía --más de veinte siglos ha--
resaltando esa posible conversión, de algunos defectos, en especiales recursos,
por obra de habidos grandes oradores natos: ¡Convertir un defecto irremediable,
en especial “arma oratoria”! Todavía recordamos muchos de sus pensamientos y
frases de a tonelada:
Cierta vez, estaba explicando el valor relativo de los abonos en virtud de
sus respectivas composiciones químicas (Contenidos de Nitrógeno, Fósforo,

258
Potasio, etc.), pero haciendo ver cómo sólo ellas no podían definir la calidad de
los fertilizantes; pues el asunto era bastante más complejo (materia orgánica,
otros elementos mayores y menores, flora y fauna microbiana, enzimas, clases
de plantas, climas y suelos influenciantes e influenciables, disponibilidad de
agua, etc.); y que, por lo tanto, para deducir conclusiones reales se requería
mucho “Sentido Común” y “Espíritu de Observación”.
Pozzi insistía intensa y frecuentemente, en la necesidad de desarrollar en
los profesionales, desde que eran estudiantes, las dichas dos esenciales
virtudes. Así, con su característico acento y pegajosa muletilla, elevando y
bajando por momentos el volumen y tono de su voz, dándole variadas
inflexiones, acompañada de sincronizada mímica, decía:
-- La Quimic Analitic nos pegmité... sosén... averiguar el contenido de los
elementos quimicos (sin acento), provechosos contenidos en los fertilizantes...
sosén..... sosén --(aquí exponía ampliamente la explicación del proceso del
análisis químico)-- ¡Pero eso no es todo!... sosén, sosén. La cuestión es mucho
más complejá, sosén...No olviden nunca... sosén... de estudiag estas cosas, con
mucho Sentido Común y Espíritu de Observación...sosén, sosén... Verán
entonces que un buen agronomo (sic) no debe olvidar nunca el papel de la
materia organíc... sosén... sosén... ¡Universal componedora... sosén... de los
suelos... sosén, sosén!...
Pero la mejor forma de aplicar la materia organíc en los suelos, es
desmenuzandola... sosén... y tanto más, si previamente fermentada o digerida...
sosén... de modo que va con sus componentes ya en los comienzos de su
desintegración... sosén... y pueda incorporarse mejor... sosén... sosén... Con
una gran población bacteriana o de micro flora y micro fauna además, para su
mejor y rápida descomposición final y así muchos de sus componentes puedan
ser absorbidos y asimilados por la plantas...sosén, sosén...
Por eso... sosén... comprenderán fácilmente... sosén... que la mejor
materia organíc es el excremento de los animales y del hombre, procedentes de
materia organíc masticada y digerida sosén... lleno, además, por miles de
millones, de agentes microbianos, benéficos, para tales fines... sosén, sosén...
Contra todo lo que puedan decir los agronomos muy dados a la pura quimíc, ha
de saberse... sosén... que no se ha inventado, ni podrá inventarse, que no hay,
ni habrá jamás, mejor abono... que: ¡La Caca!... ¡sosén!... ¡sosén!... ¡La m.....!...
¡sosén!... ¡sosén!... ¡De cualquier animal!... ¡O del hombre mismo!... ¡Como lo
saben los chinos!... ¡sosén!... ¡sosén!... Tanto mejor cuanto de más proteínas se
alimente el ser vivo en cuestión; pues así dará un guano o estiercól de mayor
contenido de Nitrógeno y Fósforo, elementos fertilizantes fundamentales; de los
más escasos y caros también... sosén, sosén... Por eso el Guano de Islas,
proveniente de las deyecciones de las aves marinas... sosén... que comen
pescado... sosén... es el mejor de todos... sosén... más aún, si se le combina --
para darle volumen o cuerpo y otros múltiples componentes también necesarios-
- con estiércol bien descompuesto, de los varios herbívoros u omnívoros
posibles de utilizar... sosén... sosén...

259
¡Lección inolvidable!
En otra ocasión, explicaba el verdadero papel y los límites de la utilidad
de los análisis de suelos, para definir los cultivos posibles y las fórmulas o
‘recetas’ para los abonamientos adecuados; estableciendo la necesidad de
tomar en cuenta, siempre: “La Relación Suelo-Planta-Clima. Y así dijo:
--Yo conocía... sosén... a un agricultor muy interesado en los progresos
de la Ciencia... sosén... en favor de la Agricultura... sosén. Así le entró la idea de
mandar hacer un analisís de sus suelos... sosén... para saber cuál sería la mejor
planta a cultivar allí... sosén... y la más provechosa ‘formula’ de abonamiento a
utilizar.... sosén, sosén...
Así, envió las muestras al laboratorio de suelos de un quimic agronomo,
hasta entonces muy amigo suyo... sosén, sosén... El amigo tomó las muestras,
las cernió, preparándolas... sosén... para los analisís (sic)... --Aquí aprovechaba
Pozzi para describir, reiterando, muy minuciosamente, explicando y enseñando,
todos los pasos de un análisis fisico-químico completo de una muestra de suelo;
partiendo del famoso mecánico de Boyoucos, hasta llegar al químico, para el
Nitrógeno, del entonces no menos célebre, de Kjeldal.
-- Terminado el analisis... sosén... le fue remitido el “boletín”, a nuestro
amigo el agricultor, sosén, sosén... El cual... sosén... en el resumén o conclusión
final... sosén… --Tomaba entonces un corto papel y haciendo como que lo leía,
se esforzaba, al mismo tiempo, en corregir sus habituales ‘infracciones’ al hablar
español castizo -- decía lo siguiente:
“Suelo agrícola bueno; franco arcillo arenoso, suficientemente retentivo
del “agua; rico en materia orgánica; con aceptable contenido de Nitrógeno,
Fósforo, y “Potasio. Abono recomendado: Guano de Islas, 1 Ton. x Ha. Cultivo
recomendable: Algodón".
-- Pero resultaba... ¡Sosén!... ¡Sosén!... Que la muestra correspondía al
Suelo de un fundo ubicado en... ¡las orillas del Lago Titicaca!... ¡Sosén!...
¡Sosén!... ¡En un Clima donde no puede vivir y menos producir, la Planta de
algodón!... ¡Sosén!... ¡Sosén!... El agricultor persiguió, correteandolo, al
laboratorista, queriendo pegarle... y matarlo... ¡Sosén!... ¡Sosén!
No lo olviden nunca... sosén... sosén... Que al juzgar las situaciones
agronomics, sosén, jamás deben dejar de lado la relación: clima-suelo-planta.
¡En conjunto!... ¡Sosén!... ¡Sosén!... Siempre tengan presente lo que significan:
el Espiritu de Observación y el Sentido Común... ¡Sosén!... ¡Sosén!” --¡Cuánta
importancia tienen y cuán insistente en ello, era el Maestro Pozzi! Sobre todas
las sabiohondeces de los vasallos de las modas.
Algo parecido se ofreció en otra explicación en clase: Se trataba del
análisis químico de los alimentos para poder deducir su valor nutritivo.
Igualmente exhortaba el sabio profesor a mirar las cosas en una perspectiva
más integral y no tan vanidosa, concreta y simple, como venía haciéndose
desde entonces costumbre indominable. Y así contaba:

260
-- Una vez, cierto medico de moda... sosén... en fe de un boletín sobre la
composición alimenticia del huevo de gallina... sosén... demostrada por el
correspondiente analisís quimíc... sosén... le recomendó, al cliente que lo
consultaba, muy flaco y paliducho... sosén.... que comiera huevos: “el alimento
que, junto con la leche, son los mejores del mundo”, como “lo demuestran” sus
composiciones quimícs... sosén, sosén. Por sus proteínas, minerales, vitaminas,
etc.... sosén....sosén... Pero resulta que el enfermo estaba... ¡mal del hígado!...
¡Sosén!... ¡Sosén!... ¡Y lo podía matar!... ¡Sosén!... ¡Sosén!
En fin, las clases de Pozzi y las consultas que se le podía hacer después
de ellas, estaban llenas de enseñanzas sobre la Química misma, pero y sobre
todo, acerca de la sabiduría que confieren la Vida, la Experiencia, y el Estudio...
Así, varios de nuestros compañeros y sobre todo Lucho Córdova y yo, le
profesábamos la más rendida admiración.
Y para no hacerla demasiado larga, resumiré sobre los demás profesores
que recuerdo, sus principales virtudes, dignas de resaltarlas en el propósito de
aprovechar enseñanzas acerca de las buenas técnicas pedagógicas; las cuales,
por sobre todo y en conjunto, constituyen un depurado Arte.
Así, hemos dicho de Marino Tabusso, su gran Conocimiento de la Materia
Enseñada, virtud primera de un Profesor. Y su gusto y Dominio del Idioma,
condición del hombre culto, consustancial al Magisterio.
Luís Gamarra Dulanto, buen Orador Académico, además de muy
simpático y alegre; practicaba una Afectuosa Relación con los Alumnos.
Del Ing. Juan N. Portocarrero, hemos resaltado su conocimiento profundo
de los cursos enseñados (Topografía, Hidráulica, Construcciones Rurales, etc.);
su Seriedad y Sentido de Responsabilidad en todas sus manifestaciones; y,
sobre todo, su apasionada convicción de la importancia de la Cultura General,
de modo especial y precisamente con mayor razón, en los profesionales
especializados (era un declarado aficionado a la poesía). Su frase: “Ingeniero
que sólo Ingeniería estudia, ni siquiera un buen Ingeniero es”… ¡Merece
recordarla y repetirla, siempre!
Jacobo Zender, Profesor de Agricultura General, era judío de origen, pero
bien acriollado o peruanizado; elegante y de gran Simpatía; muy buen orador
académico y notoriamente Ameno. Además de Clarísimo en las explicaciones de
sus clases. Quizás si su mayor virtud era esta última cualidad. Pues
incrementaba, notablemente, su nitidez didáctica, por el método --que hasta
entonces era bastante singular en el Perú-- de ir anotando, con tiza en la pizarra,
palabras o frases cortas, que resumían los conceptos que iba explicando; a los
cuales además ordenaba, enlazándolos con “llaves”, variadas de tamaño, por
jerarquizadas --de mayores a menores--, de acuerdo a las categorías de las
ideas por unir, subordinar, y categorizar... ¡Un gran método --el llamado así de
“Cuadros Sinópticos”-- para el dictado de las clases y sus explicaciones!
Yo mismo, lo adopté para siempre y con marcado éxito, desde unos
pocos años después; cuando hube de ejercer la enseñanza escolar secundaria

261
primero y la universitaria más tarde, en los múltiples y variados cursos que he
dictado.
Pero no todas eran cualidades, las profesorales. Había, para desdicha,
hasta de ellos mismos, profesores cuyos defectos, de orden personal y
pedagógico, sobrepasaban, en demasía, a sus --a veces ciertas y encomiables--
virtudes; en un balance tan negativo, que fracasaban en toda la línea... En el
ejercicio del que debería serles un noble y gratísimo ministerio.
Hemos mencionado al famoso “Cañón”, cuyo nombre no es caritativo
mencionar, pero viene a cuento dejar establecido cómo su incapacidad para
mantener el orden en las clases, terminó de anularlo por completo y de modo tan
trágico…para no expresarlo con la despectiva calificación de ‘tragicómico’.
Había otro Profesor (el Dr. González Aguinaga), quien enseñaba Zoología
y Anatomía Veterinaria. Conocía profundamente sus cursos, pero era muy
desordenado, atolondrado, y caprichoso. Falto total de amenidad y simpatía.
Tenía una “facha” por demás desvencijada y de facciones toscas; lo apodaron:
“El Cholo” (a pesar de ser blanco y hasta rosado de tez). Sin embargo, era muy
exigente y “jalador”. Sembraba el terror y por ello sus alumnos le estudiaban
fuerte, pero “por pasar el curso”; mas sin su real y profundo conocimiento, ni
menos por haberle tomado afición a las materias tratadas (salvo quienes, por
muy acentuada vocación agronómica, zootécnica, y veterinaria, nos
buscábamos otros caminos para aprender mejor: museos, bibliotecas, personas
de saber en tales cuestiones, etc.).
Un caso muy triste, para concluir estos casi sombríos acápites, acerca de
nuestras juveniles constataciones de orden pedagógico, fue el de un ‘teacher’,
cuyo apellido --para mejor creo-- hasta tengo en el olvido y a quien habían
estampado el sí recordado apelativo de “Puñal”... Enseñaba Matemáticas y no
tenía la menor idea de cómo mantener el orden en la sala, ni menos de lograr
atención por parte de los alumnos. El despectivo apodo se originó en una clase
en que quiso explicar los movimientos uniformemente acelerados y
desacelerados; se le había ocurrido entonces, en vía de infortunada metáfora y
¡en muy mala hora! decir:
-- Supongamos que lanzo al frente, con todas mis fuerzas, un puñal... --y
le salió un estrepitoso y ridículo “gallo”, en la crítica palabra final...
-- ¡Puñaal! ¡Puñaal! ¡Oñoñoyy! --corearon entonces los juveniles
malandrines, en disforzado y raspante gemido, con el que se suele corear a los
"tercermundistas"; en infamantes y públicas burlas; naciendo así, tan pernicioso
remoquete...
Pero no quedó todo allí; en alguna de las clases posteriores, uno de los
más sádicos y forajidos alumnos, llevo un puñal ¡verdadero! a la sesión lectiva.
Y, cuando “el punto” profesoral estaba volteado hacia la pizarra, escribiendo
unas fórmulas matemáticas, el ‘angelito’ de marras, le lanzó con gran fuerza el
puñal. Rozando entonces el arma, primero la cabeza del ‘teacher’, se clavó,
vibrante, en la negra y pizarrosa madera... Ni qué decir que el desfalleciente

262
“Puñal” humano --al lado del palpitante ídem metálico-- quedó lívido. Y,
suponemos, para siempre acobardado, enfermo de los nervios. Totalmente
anulado para labor magisterial alguna... Habría clamado entonces, cual Sancho,
respecto a la gobernación de la Ínsula Barataria: ¡Ab renuncio! Pues nunca más
se le volvió a ver por los predios de La Molina.
En lo que a mí respecta, las observaciones molineras, tanto en lo positivo,
como en lo negativo, acerca de las artes y técnicas pedagógicas, me resultaron,
en lo posterior, de inmensa utilidad; cuando, en el curso de mi existencia, hube
de ejercer la actividad docente, en varias ocasiones y durante largos años.
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Llegados los últimos días de nuestra vida ‘molinera’, tanto Lucho Córdova
como yo, hubimos de tomar importantes decisiones, en relación con nuestros
destinos vitales:
Habíamos pensado, primero, dedicarnos a la Lucha Política; organizando
algún Movimiento para intentar un Cambio Radical en el Perú. Tristemente
inmerso, entonces como ahora, en un repudiable orden (?) o Sistema, de
inspiración liberal o burguesa, decadente por cierto, con poderosos influjos
ideológicos marxistas y marxistoides. Burdamente acriollados, si no fuera mejor
decir, "huachafeados".
Los ejemplos de Italia y Alemania, nos causaban admiración y nos
seducían intensamente. A mí me cautivaba, más aún, el modelo español, del
Generalísimo Francisco Franco. Inspirado, en gran medida, en la ideología de
José Antonio Primo de Rivera, pensador y político, nacionalista y católico,
bastante más nuestro que los ítalo germanos anteriormente mencionados. Pero
no sucedía tanto así con Lucho, quien no pasaba el claro sello pro católico
franquista; pues él era, a la sazón, rabiosamente antirreligioso.
Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que nuestro ‘idealismo’ debería
"pisar tierra"; pues resultaba imprescindible, para los fines de hacer realidad tan
inmenso propósito, contar, en primer lugar, antes que nada, con independencia y
recursos económicos… que ¡no teníamos! Ni por asomo, Aparte de que nuestra
anhelada ‘Acción Política’ --tan a contracorriente del "Sistema"-- no podría ser
muy abierta o pública, desde el comienzo; por lo que venía ocurriéndosenos la
necesidad de pensar en una organización inicial –especialmente para la
Formación Doctrinaria de los cuadros-- bastante reservada o casi secreta. Al
modo de la Masonería, de la cual comenzábamos a tener noticias. Pero ya la
sabíamos de muy opuesto sentido ético y doctrinario al de nuestros
pensamientos.
He contado cómo, en la última gira de prácticas promocionales a la
Región de la Selva Centro Oriental, al pasar por la zona de Huánuco, habíamos
tenido ocasión de visitar el bellísimo fundo frutal de naranjos: “Marabamba”.
Predio de relativa pequeña a mediana extensión (de unas 20 a 30 Has.), ubicado
en las cercanías de la ciudad y sobre una meseta, que ofrecía una hermosa y
dilatada visión panorámica de una buena parte del valle. Era entonces propiedad

263
del Sr. Ruperto Cuculiza, distinguido agricultor huanuqueño. Se nos había
ocurrido hacer algo así, en una Sociedad Agrícola, a fundar y ya ‘comprometida’
bajo palabra de honor, entre Lucho y yo. Como primera base de nuestros más
trascendentes proyectos.
Comprendíamos que solamente alcanzada la Independencia Económica,
con algunos importantes recursos adicionales, recién podríamos, de tal modo,
actuar en Política y también influir en el Desarrollo de la Ganadería Selvática, a
promocionarse más al interior de ese territorio, hacia la Hoya Amazónica.
Pero resultaba que para montar un negocio como el que nos
proponíamos, por pequeño que fuere –no obstante, una verdadera empresa al
fin--, para el objetivo de alcanzar nuestra independencia personal y para el de
lograr suficientes medios económicos adicionales, como está dicho, se requerían
importantes recursos... ¡de Capital!
Y ocurría que no teníamos... ¡ni para comprar una lampa!...
¿Qué hacer?
Estábamos en las dichas angustias, cuando una situación inusitada vino a
definir nuestros inmediatos y siguientes pasos, al mismo tiempo que nos
disponíamos para el egreso definitivo de la Escuela:
Fui llamado, uno de esos días, a la Dirección, donde me comunicaron que
un representante en Lima, de los técnicos norteamericanos que estaban
colaborando --era la plena II Guerra Mundial-- con la Estación Experimental de
Tingo María, había manifestado su interés en contratar mis servicios, para los
trabajos ganaderos de dicha institución; la cual habría de funcionar con gran
autonomía dentro de una cooperación peruano-norteamericana.
Me quedé asombrado... ¡Lelo! Pues se me había pronosticado, por todos,
absolutamente lo contrario. Lo que yo mismo había reconocido como lo único
que podría sucederme... Atiné entonces a indagar las razones del hecho:
-- Pero ¿se puede saber por qué y cómo, es que han solicitado, que a mí
precisamente, me llamen para trabajar con ellos?
-- Han dicho --me aclaró, cordial, el Ing. Pascual Saco Lanfranco, Director
de la Escuela-- que quieren... “a ese exalumno por graduarse, que ha escrito,
hace poco, los artículos polémicos publicados por la Revista de los
estudiantes”... Y se han enterado de ello, pues es conocido cómo los
norteamericanos, cuando van a laborar a cualquier parte, hacen una previa
“Revisión de la Literatura Existente sobre el Tema a Trabajar”. De tal modo,
toparon con sus escritos y se han interesado en contar con el trabajo
profesional: “de una persona que demuestra tanto interés por su especialidad e
iniciativa tan propia en el estudio”. Añadiré: Averiguado que durante sus
estudios, usted ha sido uno de los primeros alumnos, por todo ello, se lo ha
llamado. En resumen, es una gran propuesta, me parece, pues además ofrecen
muy buen sueldo y condiciones de trabajo largamente superiores a todas las
recibidas, hasta ahora, por los recién egresados de esta Escuela... ¿Qué
responde?

264
-- La verdad es que no salgo de mi asombro, Ingeniero –dije--. No podría
haberse presentado nada más agradable para mí. Pero hay un gran
inconveniente: No sabiendo que podría darse una situación semejante, yo
contraje un compromiso, bajo palabra de honor, con mi compañero Luís
Córdova: emprender, juntos, una pequeña empresa agrícola, para hacernos
independientes... La única forma en que yo podría aceptar el ofrecimiento, es si
a Córdova le ofrecieran, en Tingo María también, un puesto semejante al mío; y
siempre que él aceptara. Creo que así nos sería mucho más fácil posponer, un
tiempo al menos, nuestro primer proyecto común.
-- Pero ¿cómo voy a proponer a Luís Córdova? --Replicó el Director-- Si
ese alumno, usted lo sabe, ha sido siempre... ¡el último de la clase!
-- Ud. conoce muy bien Ing., que no siempre los últimos en los estudios,
son los últimos en la vida práctica. Y yo puedo decirle, por mi parte, porque lo
conozco sobradamente, que Córdova posee una gran inteligencia,
extraordinaria, mucho sentido común, y una singularísima cultura general.
Además, sabe y le gusta el inglés y se podría así entender muy bien con los
gringos de Timgo María. Tiene gran afición al cultivo del jebe o caucho y a los
forestales en general. Le puedo asegurar que no se arrepentirían si lo
contrataran. ¿Qué le parece si usted consulta esto con los norteamericanos?
Mientras cambio opiniones con Luís Córdova y nos reunimos de nuevo.
-- ¡Correcto!
A los pocos días me volvieron a llamar... ¡Y fuimos contratados los dos!
A partir del primer mes del año 1, 944.
Y pensar que por escribir combativos artículos en la "Revista Agronomía”,
no solamente no se me “cerraron las puertas para todo empleo”, como me
pronosticaran, un profesor y varias otras personas, sino que, hasta me di el lujo
de prácticamente imponer, la concesión de uno adicional, para un compañero de
promoción, aunque injusta, en realidad, inicialmente descalificado.
Nuestra fe en el Idealismo Combatiente se fortificó muchísimo desde
entonces... Llenos de legítimo orgullo y alegría, con Lucho Córdova, preparamos
nuestro viaje para trabajar en Tingo María. Ya como nuevos... ¡Ingenieros
Agrónomos! Y, cumpliendo nuestra responsabilidad laboral y social, dejábamos
atrás, definitivamente, a la Adolescencia, y recorreríamos así la inicial Juventud.
Pero ocurría que yo no contaba ni con la ropa adecuada para llegar a la
ciudad de “La Bella Durmiente”, en la condición de flamante ingeniero, ni para
los trabajos de campo en su cercana Estación Experimental y Sección
Ganadera... ¡Qué buenos "empresarios" o "conductores políticos" hubiéramos
podido (?) ser!... Evidentemente, por lo menos una etapa previa de ahorros, en
un puesto bien remunerado, se hacía ineludible.
Una vez más, mi buen cuñado Federico Ruiz Huidobro, por supuesto con
el apoyo de mi generosa hermana Ester, me prestó dinero, el suficiente; aunque
más fue el que me regaló, creo, como para comprar, entre otros elementos: de
vestuario, un casco --en aquellos tiempos, implemento sine qua non de una

265
veraz ingeniería--, botines, y gran cantidad de ropa ligera, adecuada para el
Trópico Húmedo... Más unos soles adicionales, como “bolsa de viaje”… Y
¡Llegamos a Tingo María!
Esta vez, empero, añadimos la mayor euforia de un comprensible estado de
ánimo, potenciador del ya inefable embeleso que motiva, en quienquiera que lo
contemple, tan esplendoroso paisaje tropical. Arribábamos a nuestro primer
destino laboral, rebosantes de ardores juveniles, de generosas ilusiones; con el
espíritu más lleno de un romántico Idealismo, fruto de nuevas elaboraciones
imaginativas, al calor de las efervescencias anímicas de los todavía cercanos
tiempos estudiantiles y de nuestra reciente finalización de los estudios de la
carrera, y de la graduación profesional.
Concurrentemente, actuaban sobre nosotros los entusiasmos colectivos
nacionales puestos en evidencia, entre otras situaciones, por las grandes obras
públicas, de verdadero aliento y significación patriótica, que a la sazón se
emprendían. Un especial ejemplo, en impetuoso avance, lo constituía la
Carretera Huánuco-Pucallpa.
Agréguese a lo expuesto, el despertar anímico de la sociedad peruana, en
gran medida reflejo del mundial, en esas dramáticas y tensas circunstancias: La
entonces recientemente concluida Guerra Civil Española (1,936-39); la plena II
Guerra Mundial (1,939-45); y la cercana y venturosa –aunque temporal-- salida
del Perú de su terrible crisis institucional y económica de los años ‘30 al ‘33:
incluyendo la injustificable –entre dos repúblicas hermanas-- Guerra con
Colombia.101… Y procede, aquí, decir más al respecto:
En gran medida el Idealismo de los adolescentes y jóvenes, como lo
estamos haciendo notar, es ciertamente el producto principal de lo imaginado y
creado por ellos mismos, en el curso de su formación personal. Pero, en muy
importante proporción, también, por las influencias y circunstancias del ambiente
--nacional y mundial-- de la época en la cual les toca vivir. Mas ello sucede, con
mayor fuerza, cuando se trata de los llamados “grandes momentos históricos” --
101
La crisis que atravesó el Perú, a partir del año ‘30 y que durara hasta el ‘33, tuvo lugar
coincidente con la caída del gobierno tiránico de Leguía, en gran parte desencadenada por el
“crack” financiero mundial del año 1,929, que arrancara en la bolsa de Nueva York (Wall Street).
El país sufría pues, en el año ‘33, los estragos recientes de una larga tiranía y de la dicha
hecatombe económica mundial, a la que se sumaba la propia nacional, incluyendo una
desocupación alarmante; y, como si fuera poco, el Presidente de la República, general Sánchez
Cerro, había sido asesinado, dentro de un clima de verdadera guerra civil, desencadenada por el
Apra, enfrentada sangrientamente al Ejército; mientras avanzaba, desatado, un grave conflicto
armado, verdadera guerra internacional, con la hermana República de Colombia, por el conocido
asunto de Leticia. En tan angustiosa situación, el Congreso designó Presidente Provisorio, con
plenos poderes --dictador, en el exacto sentido del término--, al coronel --más tarde General y
luego Mariscal-- Oscar R. Benavides, quien, demostrando ser el estadista peruano más notable
del siglo XX, en seis años, pacificó y levantó extraordinariamente al Perú. Que resonó, en casi
todos los campos, en los primeros lugares de Hispanoamérica. Llenando de legítimo orgullo
patriótico y entusiasmo colectivo, a todos los peruanos. Después, abriría políticamente a su
régimen, dejando un país reorganizado y próspero, al Presidente Prado, quien aprovechó esa
venturosa circunstancia. Fue así, por entonces, cuando nosotros llegábamos a Tingo María.
Foco de un generalizado clima de optimismo, de entusiasta y fervoroso patriotismo.

266
tales los correspondientes a ésas nuestras juveniles vivencias--, en que la
potenciación de los factores en juego, configuraban grandes impulsos y
espectaculares escenarios. Muy impactantes, para el alma humana. Es así,
como y cuando, se forjan los más intensos idealismos.
Las Encrucijadas Doctrinarias y el Idealismo Vital.- En ciertas épocas,
las pugnas entre las ideologías o doctrinas que orientan los comportamientos
humanos, individuales y colectivos, dicho con mayor razón, si los
enfrentamientos son muchos y ardorosos, dan lugar a climas intelectuales,
sociales, y políticos, de enormes efervescencias anímicas.
Se debe aclarar que las referidas consecuencias pueden orientarse tanto
hacia el bien y a la salud espiritual de los seres humanos, propiamente al
Idealismo Espiritualista, cuanto y por el contrario, a los más deplorables males
del ánimo o del claro desánimo. Al Materialismo Positivista o el Escepticismo
Materialista. Camino cierto hacia la degradación humana, que se hace general y
progresiva. A la superficialidad, el vicio, y la delincuencia.
Son los dichos resultados, fases de la actitud despectiva del "no creer en
nada ni en nadie"; de confiar solamente en lo material y útil; en lo concreto; en lo
demostrable por la experiencia, la experimentación, o una pretenciosa
“racionalidad científica" (?). En suma, es el llamado "Pragmatismo" --con
repulsiva petulancia-- por los cínicos contemporáneos. Término envolvente y
encubridor de una real hipocresía intelectual... En coloquial lenguaje, dicen
adoptar un "sentido práctico" de la vida”. En verdad, lo menos práctico y real que
pueda darse. Pues:
El hombre siempre ha reclamado, reclama, y reclamará, hasta la
consumación de los siglos, colmar su espíritu con alguna ferviente fe; con claras
y firmes convicciones; con intensos ideales; frutos de sus razonamientos,
deductivos e inductivos; inclusive de sus inconscientes intuiciones y
emociones... ¡Llegando a una verdadera sed de imaginativas y etéreas ilusiones,
sueños y quimeras!...
Cuando las sociedades humanas, en ciertas épocas y por variadas
motivaciones, incuban espiritualidades generosas, aparecen enteras
generaciones de jóvenes idealistas y frecuentes genialidades personales. En el
ámbito de una nítida grandeza colectiva.
En cambio, si la sociedad degrada o degenera --sirvan de ejemplos la
Roma Imperial postrera y, concretamente, el mundo burgués actual--,
desaparecen los estímulos hacia las nobles manifestaciones del espíritu y sus
valores... Prima un generalizado escepticismo, seguido de un materialismo
egoísta y sensual. La mediocridad y la masificación se imponen... Y los jóvenes
son las primeras y más dolorosas víctimas del desastre consecuente.
El influjo de un espíritu dado en la colectividad en que se vive, funciona
cual la calidez incubante que rodea al embrión de los ovíparos, en el mundo de
los alados seres; presupuesta su apropiada genética constitución y la adaptación
al ambiente en que deban desenvolverse. Así se da, en unos casos, tanto la

267
eclosión de las bellas aves del Paraíso, nativas de orientales parajes tropicales,
como la de los vistosos guacamayos de los amazónicos lares nuestros,
anidados en hermosos y exuberantes bosques. Mas, en otras situaciones
contrarias, la de horrendos avechuchos de buitres carroñeros, empollados en
tétricas cavernas de agrestes roqueríos. Se unen y combinan, pues,
contribuyendo a los resultados específicos, los genomas de los actores, con las
características del medio ambiente, y el aliento o calidez de sus respectivas
incubaciones...
Así, por los años de nuestro egreso molinero y el arribo a los pagos
tingaleses, el Perú y el Mundo atravesaban una época en la cual, por obra de las
múltiples y fervorosas devociones doctrinarias en boga, las fieras pugnas entre
ellas, aparte del influjo de otros variados sucesos a la sazón acaecidos, los
idealismos consecuentes o por lo menos los ingenuos seudo idealismos o
utopías, las cálidas ilusiones, o los eufóricos entusiasmos, personales y
colectivos, eran de los mayores que pudieran ser vistos, en toda la centuria...
Ciertamente muy intensos y difundidos.
Podría afirmarse que desde las primeras décadas del siglo XX se ofrecía
a la elección de la humanidad de Occidente, en especial a los jóvenes, una
nutrida gama o amplio abanico de opciones en intensa pugna, a escoger, en los
campos Ideológicos, Doctrinarios, o de Concepciones del Mundo. Como marcos,
guías, o fuerzas de inspiración --que en esencia eso son-- de un curso
existencial idealista...
La situación fue intensificándose, hasta mostrarse cumbre, en el lapso de
unos 50 años, comprendidos entre las décadas del ‘30 a la del ‘70. Decayendo,
desde entonces, aceleradamente, hasta nuestros días. En los que prácticamente
parecen ya no existir devociones doctrinarias e idealismo alguno. Se entiende,
con posibilidades de iluminar o satisfacer, masivamente, de alguna manera, a
los espíritus, ya vacíos, de la desconcertada humanidad contemporánea. Y
aunque el Liberalismo (el Neo, con mayor precisión), el mundo burgués, todavía
parezca triunfante, lo cierto es que hace tiempo ha ingresado a su decadencia,
en plano inclinado de ángulo muy agudo.
Sobre el dicho telón de fondo, podemos decir que la Iglesia Católica, a
fines del siglo XIX, había lanzado la sabia y famosa encíclica: “Rerum Novarum”,
del papa León XIII; y, durante largos años del siglo XX, otras de diversos papas;
iniciando una verdadera reacción, de "Un Nuevo Apostolado". Para recuperar el
lugar que le corresponde y debiera reocupar en el mundo de nuestros tiempos.
Pero que, en gran medida, había venido perdiendo… ¡Inclusive abandonando!
Por la acción perversa de la judeo masonería y de sus engendros, de tóxicas
fructificaciones: el Liberalismo y el Marxismo. Sin olvidar "La Teología (?) de la
Liberación". En un proceso más de dos veces secular...
La Organización Eclesial, la Dirección o alta Jerarquía del Catolicismo,
reaccionaba así, como tenía derecho y como estaba en la obligación de hacerlo,
contra el “arrinconamiento” marginante, hacia templos y oratorios, en que había
sido colocada, por tan perversa y ladina acción, perniciosísima, de las ya citadas

268
fuerzas, hoy señoras del mundo, encubiertas unas y descaradas, cínicas, las
otras. Además de soportar, a niveles de heroico martirio, las abiertas y
sanguinarias persecuciones y sacrílegas profanaciones realizadas por el
fundamentalismo liberal y el de los comunistas y comunistoides; de toda laya y
en todos los tiempos y lugares, que les fueron propicios.La Acción Católica, las
congregaciones religiosas antiguas y nuevas, y numerosos Congresos
Eucarísticos nacionales, continentales y mundiales, fueron eficazmente
organizados. Y en la Guerra Civil Española, la Iglesia Católica de España, tomó
el bando Nacionalista, decidida, abierta y valientemente. El Idealismo Cristiano,
volvía a comprometer, con fuerza entonces inusitada, a muchos católicos, en
especial jóvenes. Cuyo fervor espiritual se elevaba así notablemente.
Por el otro lado, muy del contrario por cierto, el Comunismo Marxista
había tomado gran vuelo desde 1,917, con el triunfo de la llamada Revolución
Rusa... Y aquí se daba un hecho curioso:
Constituyendo por antonomasia el Marxismo, claramente, una concepción
positivista y materialista, además de antirreligiosa (“la religión es el opio del
pueblo”, decían) e inmoral, antimoral fuera más propio (“la moral es un prejuicio
burgués”, pregonaban), sin embargo, por su aparente empeño en pro de la
“Justicia Social” (“La Revolución Proletaria”), cautivaba a grados de delirante
fanatismo, al espíritu de muchos jóvenes incautos e incluso el de hombres
maduros de buena fe, aunque, es claro, desinformados. Amantes de la Justicia y
rebeldes contra las iniquidades evidenciadas, como Sistema, por “El Capitalismo
Salvaje” (“demo liberal”, “burgués”, “internacional”, o “yanqui”)...
Una Teoría del Mundo francamente materialista y positivista, llegaba así,
en curiosa paradoja -sin embargo muchas veces repetible-, a inspirar actitudes
de un utópico y aparente... ”Idealismo”... En apariencia, también... ”Espiritualista”
(tras el valor espiritual de la “Justicia”)... ¡Curiosa Autocontradición!
No obstante, sin constituir el fenómeno, en realidad, rareza alguna,
sicológicamente considerado, en ciertas situaciones como la mencionada,
funciona una suerte de seudo idealismo superpuesto, iluso; que puede llegar a
cubrir a la real visión positivista y materialista del mundo. Y darse Inclusive, al
lado de una despiadada crueldad fáctica (en la acción concreta)...
¡Complejidades del alma humana, que se saben! Que han aclarado agudos
estudiosos de la Sicología. Se daban así --¡hasta dentro del Marxismo!--
situaciones de compromisos anímicos seudo idealistas, desconcertantes. Pero
reales e intensos, en jóvenes y hasta en adultos, de aquellos tiempos.
Por otro lado, el Liberalismo, aunque primando todavía en la mayoría de
los países adelantados y poderosos, como se ha dicho, venía siendo
doctrinariamente muy vapuleado por sus adversarios; quienes capitalizaban a
favor sus notorias debilidades, múltiples errores, y no pocos fracasos; en varios
órdenes de las actividades humanas. Ello, hasta muy pasada la Primera Guerra
Mundial. Mas, ingresando a la Segunda Gran Conflagración, el bando liberal
hubo de “sacar fuerzas de sus flaquezas”, para afrontar esa mucho más grave
situación y difícil prueba... Habría de planear y realizar una propaganda

269
favorable, en escala mundial nunca vista, lo más inteligente posible; y, por
repetitiva y masiva, muy efectiva. Comprendiendo que debía lograr una
apreciable elevación de la temperatura anímica, de las masas humanas que
embarcaba --sin mayores escrúpulos-- en el afán bélico de su bando, que era el
de los anglosajones principalmente.
El Liberalismo tuvo que buscar apoyarse en algún Valor Superior de
carácter Espiritual, para fundamentar su descomunal propaganda, entusiasmar y
justificar el sentido de las luchas en favor de su causa; la supervivencia de su
"Sistema"; ingresado ya, desde hacía largo tiempo, como lo hemos mencionado,
a una abierta y profunda grieta, en su credibilidad y aparente solidez. En una
categoría --lo diremos con benevolencia hacia el Liberalismo-- que su historia de
algún modo autorizaba a utilizarla, aunque malentendida hoy en gran medida.
Un Valor Moral intensamente seductor y muy importante, por cierto, era el de...
¡La Libertad!
Así, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, estando por alcanzar una
abrumadora victoria –lo que, además, siempre atrae partidarios--, el Liberalismo
se entonó mucho. Cosechando así los frutos de su ya dicha avasalladora
propaganda, presentándose, colectivamente, como el "Campeón de la
Democracia", el "Paladín de la Libertad"... ¡Aunque aliado con el Marxismo!
(¡?)... Ganó, de tal modo, mucho predicamento en la mayoría de las personas de
nuestro medio de ese entonces. No le faltaron idealistas sinceros, crédulos en
esa “Democracia”. La que más tiene de Plutocracia (de Plutos, dinero; que de
Demos, pueblo); en tal “Libertad” (sin Marco Moral alguno), en el deformado
entendimiento burgués del asunto. De tal forma, los liberales sumaban impulsos
proselitistas notables en nuestra sociedad. En la forja de individualidades y de
ambientes grupales, de conformaciones sicológicas, aunque extrañas o
engañosas, de algún aparente modo al menos... ”Idealistas”
Por otro lado, las parciales, pero espectaculares victorias militares, los
notables heroísmos y las evidentes realizaciones positivas, políticas y
económico sociales, del Fascismo y de sus amigos y aliados (Italia, Alemania,
España, Portugal, Japón, etc.), alentaban simpatías, admiraciones, e idealismos
políticos nacionalistas, muy entusiastas. Aunque de signo contrario a lo común,
al "Sistema", y por lo tanto, en no muy elevado número. En franca minoría.
Haciendo también, simultáneamente y como contrapartida, erupcionar –
enardecidas-- volcánicas odiosidades de sus no pocos y sí muy poderosos
adversarios, en los ámbitos nacional y mundial.
Se presentaban, además, toda una suerte de mezclas102 y de creaciones,
doctrinarias, ideológicas, partidarias, y algunas hasta más o menos singulares,
sectarias, o pintorescas. El conjunto y sus pugnas, contribuían, por cierto, a

102
El Partido Aprista, el primero, era una enrevesada mixtura --”compendio de la huachafería
peruana en lo político”, lo llamaría Federico More-- de Marxismo con Liberalismo.
Posteriormente, aparecerían varios movimientos (Unión Revolucionaria, Acción Popular, Social
Progresismo, Democracia Cristiana, etc.), constituidos por otras mezclas de las concepciones
básicas enunciadas, en diversos grados y formas.

270
levantar la ebullición espiritual de la mayoría de los contemporáneos de tales
sucesos.
-----
El Ambiente y el Ánimo.- Los jóvenes integrantes de nuestra masiva
inmigración laboral hacia los tingaleses lares, hirvientes de intensos
entusiasmos, comenzamos pues a trabajar en Tingo María… De la misma
promoción ’43, éramos:
Lucho Córdova, destinado al Cultivo del Caucho (Jebe); en algunos
viveros en Tingo María mismo y, unos 120 km. más al interior, en una enorme
plantación iniciada en la zona de Yurac Yacu (Blanca Agua o Río Blanco),
afluente del Aguaytía, pasando el Boquerón del Padre Abad, a la entrada del
Llano Amazónico. Recuerdo que, además, nuestros compañeros: Hernando
Mercado J., lo hizo en la Quina (Chinchona sp., productora de la “quinina”), en
instalaciones ubicadas en La Cordillera Divisoria (de las cuencas del Huallaga y
del Ucayali)103; Chiyuqui Saito, en frutales y té104; Luís Blume en Construcciones
Rurales de Selva; Felix Aguila C., en Cultivos Forestales105 ; Carlos Águila P., en
Crédito Agrario (en la agencia del entonces Banco Agrícola); Yo en el
Departamento de Ganadería Tropical de la Estación Experimental (vacunos,
cerdos, y forrajes)106.
De otras promociones arribaron también varios ingenieros, hacia labores
en diversas especialidades (plátano, tabaco, cacao, café, cube, horticultura, pan-
llevar, suelos, etc.)... Nadie en el cultivo de la coca; base del terrible vicio de la
adicción a la cocaína... Habría de convertirse, empero y con los años, en un
pernicioso cultivo predominante... ¡Ironías que ofrece la vida! Tampoco se
concedió importancia a la caña de azúcar. Condenada injustamente por
constituir --la mayor parte-- sustento de la fabricación de aguardiente... ”Para
enviciar a los indios”. se decía. Sin avizorar las tantas provechosas posibilidades
agrícolas, ganaderas, e industriales, que ofrece este cultivo.

103
Los cultivos del caucho y de la quina, no pudieron prosperar desde pocos años después,
primero por la competencia de las plantaciones promovidas por los holandeses en Indonesia
(Java) y luego por productos industriales europeos y norteamericanos, químicos o sintéticos,
más baratos.
104
Los frutales y hortalizas tampoco pudieron expandirse posteriormente por las deficiencias del
mercado, las dificultades del transporte, y la falta de un adecuado fomento de su
industrialización. El té, el café, el cacao, y hasta el tabaco, han padecido, siempre, de mercados
problemáticos y se les agregaron los efectos de la Reforma Agraria, absurdamente concebida
durante el gobierno de Velasco. El cube sucumbió por la competencia de los insecticidas
químicos.
105
En cuanto a los asuntos forestales, en el Perú nunca pudo cuajar una adecuada política al
respecto; por falta de conocimientos suficientes sobre el tema, por parte de la tecnocracia
correspondiente y por el influjo político de los intereses creados en la explotación maderera.
106
El crecimiento de la ganadería ha sido detenido en la Selva, por la falta de adecuadas
políticas de desarrollo de la región y de la ganadería del país en general; aparte de los efectos
del narcotráfico y del terrorismo... ¡De nuevo “está por verse” el Desarrollo de la Selva!

271
¡Qué felices y orgullosos nos sentíamos! como jóvenes, de ser miembros
de tal hornada de heroicos “pioneros” de la “La Gran Tarea”, que –suponíamos--
algún día llegaría a culminarse: ¡La Conquista de la Selva del Perú!...
Para el alojamiento de la juventud profesional que llegaba a trabajar en la
inmensa obra planeada y ejecutándose en la Estación Experimental de Tingo
María, la más importante de la Selva, se disponía, entre otros lugares, de las
instalaciones del cómodo “Hotel de Turistas”107. Era una hermosa construcción
de madera, de arquitectura especialmente diseñada para el Trópico Húmedo,
ecología correspondiente a la zona.
La edificación estaba fundada sobre pilotes de concreto, un poco altos,
para evadir las alimañas de mil clases allí habidas y la excesiva humedad del
suelo; contaba además con doble techo, distanciados, uno exterior, con
planchas de “eternit” y otro interior o “cielo raso” de madera; ambos materiales,
aislantes notables del calor ambiental. Además de estar dotada de amplia
ventilación interna, por el auxilio profuso de grandes aberturas y ventanales, con
protección de telas metálicas, contra las invasiones de insectos voladores. Todo
muy bien dispuesto.
El hotel estaba constituido por un pabellón central y cuatro “bungalows” o
casitas bimodulares (hasta para dos parejas o matrimonios, o una familia, con un
baño común). El edificio principal tenía, además de los ambientes de recepción,
oficina, corredores y balcones, cocina y servicios, un gran comedor interior y otro
abierto al exterior, pero sombreado. Contaba, si no recuerdo mal, con unos doce
o catorce dormitorios, relativamente pequeños, uni y bipersonales, con un baño
múltiple común...
En los días en que nosotros llegábamos, estaba terminándose la
construcción --gracias a un acuerdo entre la Estación Experimental y la
Compañía Hotelera-- de un nuevo pabellón, que llegaría a ser famoso, como
más adelante veremos: “El Pabellón de Solteros”. A poco sobrenombrado, por la
socarrona muchachada: “La Jaula de los Tigres”...
Era de unos 30 dormitorios bipersonales, con baño completo en cada
módulo para cuatro personas; bastante grande y confortable, con un corredor-
balcón común y circundante. Estaba destinado a empleados jóvenes y solteros,
en apreciable número llegados a trabajar en la institución, que por entonces
“abría trocha” al Desarrollo de la Región de la Selva...
¡Ansiado objetivo –sueño-- de todos los peruanos!
En los comedores del cercano Pabellón Central del Hotel, nos servían
desayunos, almuerzos y comidas, agradables, de buena calidad; pero al
comienzo en baja cantidad; al menos a nuestro parecer de bulímicos jóvenes

107
La cadena de “Hoteles para Turistas”, de propiedad y administrados por la Compañía
Hotelera del Perú, de la Corporación Nacional de Turismo, constituyó una de las iniciativas de
gran visión, y vital obra de desarrollo económico nacional, cuyo mérito correspondió al gobierno
del Mariscal Oscar R. Benavides.

272
casi adolescentes. Por añadidura, de apetito bastante exigido por un fuerte y
entusiasta trabajo en la Estación.
Felizmente, de modo muy comprensivo hacia las insinuaciones de nuestra
parte, las autoridades laborales de las que dependíamos, ordenaron: “dar
raciones más abundantes y apropiadas a los muchachos, que no son turistas
con arteriosclerosis o personas mayores a dieta”... Todo se desenvolvió, a partir
de entonces y por un tiempo, a satisfacción general.
Mas, a poco, una nueva situación comenzó a nublar el panorama: Por
aquellas heroicas épocas, no era viable, para los juveniles y vigorosos
garañones que en importante número arribaban a tan tórridos lares, conseguir
en el vecino pueblo de Tingo María, femeniles elementos, de condición fácil,
para los fines de sus imperiosos “desfogues” sexuales... Considerado que fuera
ello, el único camino expeditivo, práctico y aceptable --según los patrones éticos
(?) o pragmáticos, a la sazón vigentes--, que podría permitirles resolver tan
acuciante problema.
Y sucedía que --adicionalmente a lo que ocurre en situaciones similares,
en las cuales las durezas ambientales, ya de por sí, disminuyen la proporción de
las mujeres, de todo 'temperamento', arraigables allí--, se daba la casualidad de
ser, la esposa del más alto funcionario del mencionado Centro de Colonización,
dama muy devota y enérgica ella. Por lo que había constituido, con las consortes
de los empleados casados --a las que jefaturaba--, una suerte de falange, más
que de cofradía, de unas muy combatientes señoras, quienes declararon una
guerra sin cuartel --unidas a las autoridades políticas, municipales, y policiales--
a todas las formas del ejercicio de la “profesión femenina más antigua del
mundo”, tan requerida por los ardientes muchachos tingaleses...
Se motivó, de tal suerte, el espanto y el éxodo masivo de todas las
magdalenas que pudieren ser descubiertas y calificadas, pública y policialmente
--cual lo son muchas, con tanta inhumanidad, impropiedad y frecuencia--, de
prostitutas, “mujeres malas” o “de la vida alegre”. Desdichadas, infelices…
¡Fuera mejor decir!
Y es de comprender, con facilidad, la angustiosa situación que se
producía --acentuada cada nuevo día y cada repetida noche, peor-- en los
jóvenes del tropical “Pabellón de Solteros”...
Cierta vez, llegó al hotel una damisela, a todas luces “de cascos ligeros”,
que se presentó como “periodista”. El Pabellón Central estaba copado, ante lo
cual el imprudente Administrador no halló mejor solución al problema que
alojarla en uno de los dormitorios de... ¡“La Jaula de los Tigres”!
Llegada que fue la interfecta al dicho campo minado, hubo de ser --¡por
supuesto!-- muy bien acogida por los voraces huéspedes. Fueron risueñas y
coquetonas las conversaciones iniciales; pero iban subiendo de tono y volumen.
Al principio entre tres o cuatro contertulios. Pero los ávidos conversadores iban
aumentando en número y entusiasmo, así como la altisonancia de las voces y
las carcajadas... Y más gente iba llegando... Mayor jolgorio... Siendo añadidas,

273
cada vez, crecientes y escandalosas risas. Algunas manos transitaban,
traviesas, ya fuera de zonas discretas o permisibles. Se iniciaban discusiones y
disputas... Alguien había llevado unos traguitos. Luego otros más... Risotadas
múltiples. Altisonantes palabras... Manos descontroladas, ya francamente
pecaminosas y hasta vejatorias... Y en ésas, se armó una trifulca de padre y
señor mío; incluso un conato de violación masiva (un “fusilico”, al crudo decir
popular)...
Alguno, creyéndose con cierta autoridad, intentó poner fin al laberinto,
clamando con fuerza:
--¡Qué tales salvajes!... Con sobrada razón llaman a este lugar: “La Jaula
de los Tigres”... ¡Y vaya que si son feroces!... ¡Basta ya!
Se llamó a los mandos superiores de la Estación y del Hotel. Se despachó
a otros lares a la “periodista” de marras. Y alguna paz –momentánea al menos--
volvió a reinar en el teatro de tan escandalosos acontecimientos.
La situación reclamaba, empero, soluciones más duraderas, de un mayor
alcance...
Cupo sugerirlas al bastante inteligente y más que ello astuto, ingeniero
Oscar Garibaldi P., quien se preciaba de ser muy “pragmático” y que a la sazón
desempeñaba el cargo de Subdirector de la Estación (todas las funciones tenían
un Jefe gringo y en “contraparte” un ‘sub’ o adjunto peruano)… Muy "práctico", el
garibaldino asistente, expuso al Director General, Dr. Benjamín Birdsall, la no
poco cínica propuesta y el razonamiento siguientes:
-- Lo que sucede y ha de comprenderlo Dr., es que estos muchachos
sufren, por su prolongado aislamiento, una peligrosa continencia sexual, como
se dice, “de náufragos”; exacerbada por el fuerte calor propio del trópico de
Tingo María. Hay que ver de facilitarles un viaje a la ciudad de Huánuco; por lo
menos una vez al mes, en los dos días no laborables de un fin de semana; en
algún ómnibus proporcionable por la Estación. De modo que puedan encontrar
la forma de "desfogar" su reprimida sexualidad, o “botar la piedra”, que le dicen.
De lo contrario, a cada rato vamos a tener la repetición de problemas similares...
-- O. K. ¡No more problems here! -- Replicó el gringo; aunque menos
astuto, tan “práctico” o más que su inefable asociado, no deseando mayores
complicaciones en su jurisdicción. Así, con tan peculiar y entusiasmante motivo,
hacíamos cortos pero frecuentes viajes a la bella y acogedora ciudad de
Huánuco. Que llegaría a ejercer inmensa influencia sobre mi vida personal.
-----
Hemos dicho que en la organización establecida por los norteamericanos,
para las dependencias de la Estación Experimental de Tingo María, estaban
dispuestos siempre los cargos de un jefe norteamericano con un subjefe, adjunto
o asistente, peruano. Con habilidad, el sistema perseguía varias finalidades, en
gran medida muy racionales:

274
Los gringos se reservaban las jefaturas, pues daban la plata y la mayor
parte de los recursos de los programas (personal técnico muy especializado,
máquinas y vehículos de primera clase, finos instrumentos modernos de
laboratorio, etc.), deseando, naturalmente, mantener el control de la marcha de
los proyectos, destinados a servir, fundamentalmente, a sus entonces vitales
requerimientos bélicos (productos tropicales de difícil acceso para ellos).
Por nuestra parte, los peruanos percibíamos colocaciones profesionales
bajo trato correcto y bien remuneradas --pagaban los mejores sueldos del país,
en situaciones equivalentes-- y se ofrecían muchas oportunidades de formación
técnica personal, de un nivel hasta entonces no presentado en el Perú entero y
menos en la región de la Selva.
Adicionalmente, el sistema permitía una mayor compenetración
profesional y personal entre jefes y asistentes, gringos y peruanos; el mejor
conocimiento o aprendizaje recíproco de sus idiomas; de la realidad nacional por
un lado y de las más avanzadas tecnologías mundiales por el otro.
Pero había más: En la elaboración y sobre todo en la publicación de los
informes y comunicaciones técnicas, que se hacían en boletines y revistas, en el
Perú en castellano y en los EE.UU. en inglés, los norteamericanos eran los
titulares principales; los que figuraban en primer lugar, aportando en muchos
casos conocimientos concretos de “tecnologías de punta”. Sin embargo, ellos
mismos apreciaban la imaginación notablemente vivaz, el criterio por lo general
más amplio y la fértil creatividad de los profesionales peruanos; quienes, pese a
sólo figurar en segundo plano como “asistentes”, prácticamente eran --y se
sabía-- quienes hacían los artículos; inicialmente en castellano, para ser luego
traducidos al inglés por hábiles traductores de la Estación o de Lima. Para
nuestros connacionales era suficiente premio saberse los autores reales o
fundamentales de los trabajos; y, por añadidura, verlos publicados en inglés...
¡Con alcance de lectoría mundial! Aunque sólo fuere en relativo secundario lugar
de figuración. Al final, “tuti contenti”.
-----
Durante el tiempo que pasamos en Tingo María, trabajando en la Estación
Experimental y alojados en el Hotel de Turistas, en su famoso “Pabellón de
Solteros”, nuestra vivencia fue pues, conforme a lo hasta acá dicho, sumamente
placentera en lo material. Y, más importante, en lo espiritual, plena de ideales,
de entusiasmos, de tonificantes esperanzas; tanto individuales, como colectivas
de orden nacional.
Gozábamos, además, como resulta natural comprenderlo, de frecuentes
momentos de jolgorio y gran alegría; por constituir parte de un entusiasta y
numeroso grupo juvenil, desenvolviéndonos en la más franca, cordial y
afectuosa camaradería. Se podría, pero huelga narrar las múltiples anécdotas
ilustrando lo dicho; aunque nos parece que sí vale la pena referir algunas, de
cierta significación en cuanto a las relaciones entre un grupo de muchachos
peruanos, hispanos, o ‘latinos’, cual era el nuestro, con otro tan diferente, como

275
lo constituía el de los jóvenes técnicos y funcionarios norteamericanos, ‘gringos’,
de manifiesta cultura anglosajona.
Las referencias resultan de algún interés puesto que permiten, como a
nosotros nos permitieron, desde temprana data, efectuar un análisis
comparativo, amplio y desprejuiciado, entre las sicologías de una sociedad como
la nuestra, en lo fundamental latina o hispano criolla y mestiza, por un lado, con
otra, en lo medular, anglosajona, cual la norteamericana.
En sus relaciones con los peruanos, como en la mayoría de las
situaciones que se les presentaban nuevas, los “gringos” eran muy dados --e
inducidos por sus superiores además-- a conducirse, al pie de la letra, por
instrucciones de manuales. En especial, en “el trato con latinos”. Una de ellas,
era la de “confraternizar” --como recurso adicional de su intensa propaganda de
guerra--; procurando, para tales fines, organizar fiestas, reuniones, juegos
deportivos y de salón, en los cuales reinase general alegría y cordialidad...
Así, en una ocasión, había tenido lugar, en el Pabellón Central del Hotel
de Turistas, un ágape dispuesto por la esposa del Director General de la
Estación Experimental –el ya referido Dr. Benjamín Birdsall--, una gringa flaca y
fea como sólo ella podía serlo; pero quien, en llamativo contraste, era muy
simpática de trato. La dicha dama, en ánimo de acrecentar la alegría de la
reunión, resolvió armar “un juego de salón”, entre jóvenes gringos y peruanos...
Consistía el asunto en colocar, al centro de la sala de baile, una doble
hilera de 10 sillas cada una, tocándose por los espaldares y dejando hacia
afuera, disponibles, los asientos respectivos. Ofrecían, de tal modo, lugar para
veinte personas sentadas. Pero “jugaban” 21ª... Al golpe de una sonora palmada
de quien dirigía el “juego”, los participantes, a un paso rítmico y al son de una
musiquita bastante candelejota, dando vueltas al conjunto de las dos filas de
sillas, debían sentarse, rápidamente, uno en cada una. Sobrando, así, un
“perdedor” sin asiento, quien debía pagar una multa o “prenda”; por ejemplo, una
botella de licor o algo equivalente, para el consumo de los demás asistentes,
tenidos por “ganadores”...
Sin embargo, a nuestro criollo entender, el pasatiempo de marras, se nos
aparecía o antojaba ridículo, demasiado pueril o simplón... Para no decirlo con
un vocablo más crudo. No faltaron quienes, para desfogar el parcial fastidio y
animar más la situación hacia un mayor reír, decidieron “hacer una trampita”:
Aprovechando una distracción momentánea de la dirección del evento,
movilizaron otra silla del salón, de entre las no alineadas, y la colocaron en una
de las filas; de tal modo, que a la siguiente palmada... ¡todos dispusieron de
asiento y quedaron muy bien sentados!... ¡No hubo perdedor! En medio de las
risas generales de la muchachada de la camiseta rojiblanca. Pero los gringos no
tomaron la cuestión de igual manera:
-- ¡Ou nou!... ¡Eso ser trampa!... ¡Eso ser mentira!... ¡Alguien no jugar en
serio! --Gritó, furioso, uno del rubicundo bando... y los demás le hicieron decidido
coro…

276
¡Los 'anglos' no aceptaban la mentira y la trampa, ni en broma!...
Encomiable, de todos modos, su definida devoción por la Verdad. Nosotros, en
cambio, poniendo cierto Sentido del Humor, sobre el supremo valor de La
Verdad, éramos más de manga ancha al respecto. Hasta desdeñábamos --con
injusticia--, el candor de los gringos.
Para general complacencia, la jefatura femenina, tan graciosamente
sajona como sagaz y cordial, intervino a tiempo. Y, así, la reunión pudo no
terminar a capazos, como sin duda hubiera sucedido sin su presencia.
-----
En otra ocasión, debíamos ir”, varios técnicos peruanos y
norteamericanos, en una camioneta, de las que llaman “pic-up, hacia cierta zona
de trabajo en común…
Y ocurría que el chofer era un negrito, chiclayano, muy risueño y
simpático, por lo cual devino en bastante popular en la Estación. De faz
notablemente retinto él, cosa no frecuente en el Perú, crisol de un profuso
mestizaje, tierra con cholos y zambos, donde no suelen presentarse colores
raciales muy netos. Es el caso que estando todos por abordar el vehículo, uno
de los norteamericanos --posiblemente el más importante de los expertos
requeridos para la tarea técnica a realizar--, se negó en redondo a subir y tomar
asiento al lado o cerca del moreno chofer. Con la mayor rabia, enrojecido el
rostro por la cólera, vociferó:
-- "Eso" que va a ir con nosotros, adelante y manejando la camioneta...
¡es un "negro"!... ¡En mi tierra ellos tienen su sitio y nosotros sabemos dárselo!...
¡O lo sacan, o yo no voy!
Perplejos quedamos todos los peruanos, ante la --para nosotros-- insólita
situación... La tarea se frustró, por supuesto, pues nos opusimos a humillar al
negrito.
El problema llegó a la Dirección de la Estación y el Dr. Birdsall, con toda
la energía y la diplomacia de que fue capaz, procuró que el asunto tuviera
alguna salida aceptable y se olvidara muy presto; pues en los tiempos de la II
Guerra Mundial, no le convenía a los gringos “causar mala impresión en el Perú”
y pecar de “racistas”… ¡De “lo mismo que acusaban a Hitler”! Y hablamos de un
episodio o muestra, del "racismo norteamericano", todavía subsistente y
presentado con crudeza a nuestros ojos... ¡en 1,944! ¡A mediados del siglo XX.
Pero puedo decir más: Veinte años después… ¡en 1,964!... con motivo de
un viaje que realicé a los EE.UU., paseando por las afueras de una de sus
grandes ciudades, en una urbanización nueva y en desarrollo, observé un
curioso espectáculo:
De uno de los edificios, de muchos pisos, a cuyo pie había estacionados
numerosos automóviles y carros de mudanzas, salían como si fueran abejas
espantadas por una pedrada caída en su colmena, gran cantidad de gente
blanca, que, con toda evidencia, se estaba mudando de sus domicilios, en forma
multitudinaria. Y a unas pocas cuadras de distancia, de modo parecido, pero

277
inverso, gran número de carros de mudanzas y de pasajeros, al pie de otro
elevado edificio, portaban cantidades de gente negra; con sus bártulos y
mobiliarios, que iban ocupando los departamentos allí vacíos… Preguntamos al
guía norteamericano sobre la naturaleza del fenómeno y dijo tratarse del famoso
“Pánico Negro”:
Si el administrador de un edificio habitado por blancos, se descuidaba y
alquilaba un departamento a una familia negra, los “cara pálidas” --sin decir
nada-- se mandaban mudar al instante y en masa... Los departamentos se
devaluaban en su alquiler o venta... Y se volvían a llenar, entonces, pero de sólo
negros. El blanco no insultaba, ni ofendía directamente a los cutatos, mas no
aceptaba, de ninguna manera, vivir cerca de ellos.
Y pensar que hay --¡y muchos que se dicen compatriotas nuestros!--
quienes nos tildan de “racistas”... ¡A los peruanos!... Cuando hemos llegado a
tener –popularmente elegido y reelegido--, por más de diez años... a un
Presidente de la República… ¡japonés! Pura sangre nipón; hijo de padres
japoneses pura sangre; casado con japonesa pura sangre; y por tanto, con hijos,
asimismo, japoneses pura sangre, a quienes incluso confirió nombres
japoneses... Fue y es reconocido como ciudadano --¡súbdito!-- japonés por el
gobierno del Imperio del Sol Naciente.
A mayor abundamiento, en la actualidad, acabamos de ostentar --elegido
popularmente también-- un Jefe de Estado, mestizo, casi indio puro, pero con
apellido de virrey; que habla inglés y no sabe quechua, pero que gusta llamarse
indio (lo apodaron “Pachacutec small”); cuando mejor podría ser calificado de
“american cholo”; de educación superior y estudios pos grado universitarios
norteamericanos y varios adicionales influjos poli étnicos o apátridas (su
matrimonio con una mujer judío belga).
Hemos de decir, aparte, que el Perú tuvo el primer gobernador mestizo de
América (Almagro el Mozo); varias glorias artísticas, literarias en particular, y
hasta políticas, mestizas (baste citar al Inca Garcilaso, de jerarquía universal y a
varios notables presidentes de la República, mestizos o “cholos”, como
Gamarra, Castilla, Sánchez Cerro, etc.).
-----
Otra anécdota risueña que nos mostrara cierta faceta de la sicología de
los “gringos” norteamericanos, diferentes por cierto de los latinos o “hispanos”,
estuvo dada en ocasión de uno de los tantos variados periplos en carro que
debíamos realizar por motivo de nuestros trabajos técnicos de campo:
Así, encaramados varios profesionales jóvenes en uno de los carromatos
de uso diario, íbamos muy alegres y optimistas, cuando en esas el vehículo
manifestó un desperfecto mecánico, por cuya causa disminuyó progresivamente
la velocidad de su marcha, hasta que finalmente se plantó... Y antes de que
siquiera uno de nosotros, los peruanos, pudiera reaccionar de algún modo, el
más acomedido de los místeres, se lanzó al suelo y comenzó a mirar debajo de
la camioneta, al parecer, en afanosa búsqueda de la causa del problema...

278
-- Pero está claro que la falla debe encontrarse arriba, en el motor, seguro
en el carburador, no abajo; porque la máquina estuvo un ratito antes como
“tosiendo” --Dijo uno de los juveniles peruvianos...
-- ¡Ou! Disculpe, tiene razón --Respondió el gringo... y con la mejor buena
voluntad, inclusive ensuciándose las manos, ayudó en la entonces reorientada
tarea mecánica.
Poco después, por algunas confidencias recogidas, averiguamos que el
candoroso yanqui se había arrojado al suelo, no tanto por su natural
acomedimiento, sino por seguir, al pie de la letra --cual hacen los más fieles
protestantes con su Biblia--, las indicaciones de un Manual, que a todos los
“anglos” les proporcionaba la Dirección de la Estación, para lograr: “Las Mejores
Relaciones con los Latinos o Hispanos”. En el documento de marras, en alguna
parte, se les decía algo así:
“Los latinos son muy ceremoniosos y poco acomedidos ellos mismos
entre sí, pero aprecian mucho en los demás y toman gran simpatía por la
sencillez y el acomedimiento extremo, con ruptura total de protocolos... Así, si
Ud. viaja con ellos en un vehículo motorizado, de pasajeros o mixto (con parte
de carga), no pelee por los primeros y más cómodos sitios, sino, por el contrario,
cédalos; y si el carro se malogra y se planta, no dude en echarse debajo del
artefacto, para ser el primero en buscar la avería. Así --y para mejor-- se ensucie
la ropa en el afán”. ¡Exactamente, lo que estaba escrito, sucedió!... ¡Al pie de la
letra, fue cumplido el precepto!
-----
La misma señora Birdsall, como ya lo hemos indicado, a propósito de
anécdota anterior, no estaba al margen, ni mucho menos, de las influencias del
ya dicho “Manual para el Trato con Latinos”. Muy por el contrario, con gran
convicción, lo aplicaba con tanta frecuencia como singular entusiasmo.
Así, sobrevinieron los días de carnavales y la mencionada dama directiva
creyó llegada la mejor ocasión para --a la letra del 'sacrosanto' libraco--
“estrechar alegres y cordiales lazos con los 'hispanos', muy aficionados al relajo
fiestero”; impulsando, con tal propósito, los preparativos de la mayor celebración
carnestoléndica local: Un grandioso "Baile de Disfraces", en el Hotel de Turistas.
Temprano, en la fecha señalada, se apareció la doña en nuestra
Residencial, en circunstancias en que varios nos encontrábamos en agradable
descanso y amena tertulia, tocante a juveniles y alegres dedicaciones...
-- Hoy en la noche es la gran fiesta de Carnavales; están todos invitados y
deben asistir disfrazados --Dijo la blonda veterana, con mucha y alegre
cordialidad, sin mengua, empero, de la mayor rotundidad e imperio...
¡Atónitos quedamos!
La verdad es que eso de disfrazarnos --aparte de que no teníamos
disfraces-- se nos ofrecía como una reverenda ridiculez; en gran medida
extranjerizante y pituca; muy impropia de nuestra condición, a todas luces

279
peruanísima, criolla, y clase mediera. De arranque replicamos resueltamente,
que iríamos a la fiesta, pero que ¡jamás nos disfrazaríamos!... ¡Nos negamos de
plano!
Sin embargo, ante --para ella-- tan inesperada actitud, la inefable
madama, se puso al borde de la histeria y posterior soponcio. Tal era su
angustia y desesperación, que terminó conmoviéndonos... Lo cierto es que le
habíamos llegado a tomar bastante cariño a la gringa... Y lo merecía. Por sus
varias y notorias cualidades personales.
-- No se preocupe, señora Birdsall... ¡Nos vamos a disfrazar! --
Consolándola, se lo dijimos, a una sola voz, todos los muchachos allí presentes.
Y otra vez a solas, nos preguntamos entre nosotros:
-- ¿Y de qué nos vamos a disfrazar ahora, si no tenemos ni disfraces?
-- Con imaginación e inventiva podremos resolver el problema --Dijo
alguien de los optimistas... Y pusimos manos a la obra:
El más presto fue a la cocina y se consiguió un mandil y gorro blancos,
además del gran cucharón sopero... ¡Quedó disfrazado de cocinero! Otro, un
poncho, unas sandalias, aparentando "ojotas"; su sombrero viejo, y quedó de
“indio” o campesino serrano. Alguno, simplemente se colocó cierto añoso “casco
de ingeniero”, con su par de botas de campo, casaca de cuero, y dijo estar
disfrazado de ídem. Otro, las plumas del gallo, a la sazón sacrificado y "pelado"
para el almuerzo, fijadas en la correspondiente “vincha”, para la cabeza;
añadiendo faldellín de tiras de telas de colores, sobre el calzoncillo; y
manifestando ser un “chuncho” o nativo selvático. Felix Águila C., de oscura tez,
casi aceitunada, --era de los “grones” de la Promoción--, hizo, con su toalla,
algún remedo de turbante, agregándole, invertida, cierta brochita, cual adorno
frontal; y, cubriéndose el cuerpo con blanca sábana, a modo de túnica, dijo ser
un “hindú”... Y así, de semejante modo, se generaron varios ingeniosos disfraces
más, que iban satisfaciendo, sin mayores problemas, las expectativas de la
gentil dama organizadora principal del festejo.
Pero faltaban algunos compañeros por disfrazarse o a quienes debía
adjudicárseles simulaciones de vestuario más o menos llamativas y ocurrentes.
Entre ellos, C..A..P., nuestro querido “Pelusa”. Agravaba, empero, la situación,
este inefable camarada de innumerables aventuras tingalesas, pues, aficionado
al trago como era, se apareció tarde en demasía y en una “tranca” de Padre y
Señor Nuestro. No se daba cuenta ni de qué se trataba...
-- ¿De qué lo disfrazamos? --Inquirió angustiado alguno...
- ¡De "Chino"! --Luego de corta dubitación, propuso Lucho Córdova,
ingenioso y sarcástico, como siempre y cual ninguno.
- ¿Cómo de “Chino”? Si Pelusa no tiene nada de asiático o de “achinado”
y ni siquiera ropa alguna para el caso --Replicaron varios al unísono…
-- He visto que Pelusa tiene una bata de seda azul muy brillante; podría
servir. Si además quemamos, a fuego de velas, un corcho de botella de vino y

280
con eso, carbonizado, lo pintamos, tiznándole las cejas y las comisuras de los
ojos, jalándoselos, como pareciendo de chino; y, lo mismo, al bigotito ése, tan
ridículo, que tiene (al cual debía su apodo), alargándolo y chorreándolo, hacia
los lados y abajo... ¡No habría nada que objetar! Añadiendo una boina negra y
unas chinelas o pantuflas, podría completarse el atuendo...
¡Quedó magnífico!
Así la fiesta venía resultando todo un éxito. Muy alegre y simpática... La
gringa no cabía en sí de contenta... Mas ocurrió que en uno de los momentos de
mayor entusiasmo y animación, la señora Birdsall sacó a bailar al “chino Pelusa”,
a quien no se le habían disipado aún del todo los humos de su curda vespertina.
Y, sin haberse --dicho advenedizo mongoloide-- amarrado bien la disfrazante
bata, debajo de la cual no había tomado la precaución de ponerse siquiera
alguna prenda interior, por obra de las fuerzas centrífugas emanadas del alegre
bailar, la sinense cubierta se abrió, de par en par, cual suave portón de dos
hojas... del Jardín de Alá… dejando plenamente al descubierto... ¡sus frutícolas
vergüenzas!
-- ¡Oh! ¡Oh! --Exclamó por todo lo alto la impresionada y anglo sajona
fémina, añadiendo incontenibles risillas, agudas y plenas de un desprejuiciado
sarcasmo, coreadas, en las más variadas formas, tonos e intensidades, por la
bulliciosa concurrencia... Pero cerrado el telón de tan inopinado espectáculo, la
fiesta continuó y finalizó en medio de una creciente alegría general, hasta bien
avanzada la noche y llegando ya el nuevo amanecer.
-----
Nuestras relaciones con los norteamericanos de la Estación Experimental
de Tingo María eran excelentes. Hábilmente estimuladas por la tecnología de
punta por ellos aplicada en el campo de las relaciones públicas y empresariales,
con el auxilio de sus famosos manuales. Amén del apoyo que les significaba su
vasta y avasalladora propaganda, en escala mundial, con motivo de la Segunda
Gran Guerra. Y, ciertamente, de la admiración general, en gran medida
justificada, que los norteamericanos, como pueblo, merecían y merecen. Todo
impulsaba al aprecio nuestro a su favor. Sin embargo, también y
lamentablemente, se llegaba al extremo de presentarse algunas tendencias a la
adulación servil y a suscitar, en la muchachada peruana, un cierto complejo
colectivo de inferioridad, frente a la estadounidense.
Así, entre las ideas más generalizadas, estaba la de que “los gringos eran
muy trabajadores y los peruanos, en cambio, unos ociosos”. Pese a que si bien
era notoria la laboriosidad de muchos de los norteamericanos de Tingo María --
no faltando peruanos también muy empeñosos--, no estaban ausentes entre
ellos más de una “oveja negra”. Tal el caso de un empleado, plenamente
“gringo”, yanqui o sajón, que llegó a constituir un verdadero dolor de cabeza
para los directivos de la Estación. Pues se ofrecía como el hombre más ocioso y
borracho de los que en el mundo han sido o que pudieran ser. Al menos, puedo
certificar que jamás he visto, en toda mi larga existencia, nada semejante, en

281
cuanto a vicios y pereza humana... Pero así son las cosas de la realidad y las
generalizaciones del vulgo.
Uno de nuestros compañeros y compatriota, aunque de itálica
ascendencia, de apellido Rubini, si no recuerdo mal, quien, la verdad sea dicha,
no andaba muy bien de la azotea, se indignaba en grado sumo, al observar las
lamentables manifestación del dicho complejo:
-- ¿Quién dice que los peruanos somos más ociosos o menos
trabajadores que los norteamericanos? --Gritó un día, furioso-- ¡Yo voy a
demostrar lo contrario! ¡No hay un gringo que me gane trabajando!
Ocurría que el furibundo y peruviano “nacionalista” laboraba en el
principal vivero forestal y frutícola de Tingo María. El esfuerzo de los obreros --
que compartían los técnicos jóvenes a cuyo cargo estaban-- era muy duro a la
vez que cuidadoso; porque había que acarrear, palear y mezclar mucha tierra,
previamente seleccionada, con abonos químicos, minerales, y enmiendas
orgánicas, de variadas clases; además de construir edificaciones y ramadas,
cargando, serruchando, y clavando, abundante madera; portar en regaderas y
otros recipientes, mucha cantidad de agua, para el riego de las semillas en
germinación, de las plántulas de reciente nacimiento, y de las plantas de mayor
desarrollo; así como otros múltiples esfuerzos físicos de todo género e
intensidades.
A partir de cierto día, Rubini se puso a trabajar con tal furia y denuedo,
que ni se presentó en el Hotel a la hora del almuerzo. Alarmado, uno de sus
compañeros, se constituyó de nuevo en el vivero en horas de la tarde, a fin de
indagar por el susodicho hombre-abeja, quien, localizado que fue, bañado en
sudor y más activo que una de esas himenópteras obreras, hubo de ser
exhortado a tomar un descanso reparador e ingerir los alimentos que su
organismo requería ya de modo urgente y clamoroso... Aunque fuere, al menos,
que tomara las colaciones vespertinas…
-- Yo no iré a comer y seguiré trabajando, hasta que se reconozca que los
peruanos somos los más trabajadores; que ningún gringo nos gana --Sentenció
resuelto Rubini.
Llegó así el problema, claramente informado, a las alturas de Mr. Birdsall,
quien, muy preocupado, llamó a sus principales consejeros para deliberar sobre
el asunto ¡Y no resultaba éste baladí, ni mucho menos! Pues si la cosa seguía
adelante, con el riesgo de un daño grave a la salud, o mucho peor, de la muerte
del arisco empleado peruano; incluyendo la difusión periodística del posible
trágico episodio; teniendo en cuenta --por los norteamericanos-- la situación de
su guerra y las lógicas necesidades propagandísticas, aparecer como “viles
explotadores del trabajo humano” en el Perú... ¡sería la muerte!... Ocurrió
entonces que, “pragmático” como siempre, el Ing. Garibaldi tuvo ocasión de
alcanzar otro de sus "prácticos" consejos:
-- Creo que “no hay que hacer olas”, ni mayor problema del asunto. Nada
se pierde al concederle, a este buen muchacho, desquiciada especie de “contra

282
huelguista laboral”, su pedido. Que carece de importancia real o práctica alguna.
Opino a favor de que una comisión de alto nivel de la Estación, se presente ante
Rubini y lo exhorte a normalizar su desempeño y cubrir sus necesidades
masticatorias. Y, para el efecto, declararle que efectivamente se reconoce que
los peruanos no son menos trabajadores que nadie. Por último, de requerirlo, se
le podría dar, incluso y en el mismo sentido, hasta una declaración escrita y
firmada.
Así se hizo... ¡Y se acabó el problema!
-----
Nuestra vida en Tingo María transcurría así entre anécdotas sabrosas, en
un ambiente con paisajes de ensueño, alojamiento y alimentación especialmente
confortables y gratos. Formábamos, además, un juvenil grupo humano en el cual
se desarrollaba una hermosa camaradería. Aparte de que nuestras actividades
profesionales y de todo tipo, eran, por lo más alto y a plenitud, concordantes con
nuestros idealismos individuales y mayoritariamente colectivos, así como con las
intensas vocaciones que a todas luces venían demostrándose; amén de las
oportunidades de superación y perfeccionamiento técnico profesionales que allí
se presentaban. Por los 21 ó 22 años de edad, o un poco más en algunos... ¡En
la plena Juventud!... Nos sentíamos inmensamente satisfechos, alegres, y
felices.
En cuanto al caso particular mío, en lo que respecta a la función laboral
profesional propiamente dicha y a otros accesorios andares personales, el hecho
es que fui asignado al Departamento de Ganadería de la Estación, como
Asistente del Dr. Harold Brooks, el Jefe norteamericano, siendo Subjefe o
Adjunto, el Ing. peruano, Carlos Gallo U. Mi trabajo era de gran importancia, muy
interesante, variado y ameno. Teníamos a nuestro cargo el ámbito de excelentes
instalaciones de establos, corrales, oficinas, parcelas de pastos de corte y de
experimentación, y extensos potreros para pastoreo muy bien cultivados; un
hato de ganado vacuno, a los fines de su crianza productiva, reproducción,
estudio, experimentación, etc., así como para las acciones de fomento (venta,
bajo condiciones muy ventajosas, de vaquillonas y toretes, y eventuales
servicios de montas), en favor de los pequeños colonos tingaleses.
El ganado era de múltiples razas y cruces. Variaba en número, entre 200
a 400 cabezas. Aumentaba con los nacimientos y los nuevos lotes que llegaban
con frecuencia de los más diversos lugares del país y del extranjero, y que se
trabajaban, en primer lugar, en cuarentena y aclimatación. Alternativamente,
disminuía su número, en cortos lapsos, por los animales que se repartían a los
colonos, aparte de la mortalidad natural y de las cabezas de saca negociadas
para camal.
Contábamos también con un pequeño lote de caballos de silla, la mayoría
de paso, para las labores ganaderas del Departamento. Se aperaban al estilo
criollo y cow boy del oeste americano o de vaqueros del norte mejicano, en
razón del gusto del Dr. Brooks, vaquero y lechero práctico en su tierra y, como

283
tal, gran aficionado a los animales domésticos, en especial a los vacunos y
equinos, e implementos propios del trabajo ganadero.
Había, por último, un chiquero bien construido y una piara de unos 50
cerdos finos, para distribución, de las crías o gorrinos, entre los colonos. Pero el
programa de porcinos nunca se presentó promisorio. Los cerdos, en particular
los de razas finas, extranjeras, de gran tamaño y propias para explotaciones
masivas o industriales, basadas en una alta tecnología y en costosas
instalaciones; hechas para las crianzas no domésticas, ni de “chacras”, carecían
y carecen de las posibilidades que evidenciaban y evidencian, los vacunos de
doble propósito (carne y leche), en la Selva Peruana. Más apta para producir
suculentos pastos verdes perennes, alimento fundamental de los bóvidos, como
herbívoros rumiantes que son, que granos, tubérculos o raíces, especialmente
básicos para los cerdos, dada su condición de omnívoros monogástricos. Los
granos, los tubérculos y las raíces sólo son viables allí, en el Trópico Húmedo,
de un modo temporal, no permanente, sobre los mismos suelos, a los que
agotan a corto plazo e irremediablemente; restando estabilidad a las
explotaciones que sobre ellos se pretendiera establecer.
En el Departamento de Ganadería de la Estación había varios empleados
más. Entre otros: Uno de oficina que llevaba las cuentas, los registros
zootécnicos, los archivos, escribía las comunicaciones, y ejercía los otros varios
menesteres propios del género... Tomaba, empero, con tanto entusiasmo la
actividad ganadera, que si se ofrecía --y era con frecuencia--, hasta dejaba sus
bártulos oficinescos y ayudaba a lacear, tumbar, sujetar, e inclusive a curar al
ganado. Había, también, un capataz de campo, para capitanear a los peones en
el trabajo con los pastos; otro ganadero o zootecnista, para los grupos
operativos de la crianza propiamente dicha; y uno veterinario, para el equipo de
curaciones y de labores zoosanitarias preventivas.
Contábamos con alguna maquinaria, movilidad, y servicios varios: tractor,
picadora de pastos, molino de granos, herramientas de todo tipo, instalaciones
de luz eléctrica, agua y desagüe; un camioncito, una camioneta y una carreta,
jalada por bueyes o por el tractor, etc. Podíamos decir que estábamos dotados,
a plenitud, de todo lo necesario.
Yo tenía --desde muy de madrugada-- que supervisar y colaborar en el
ordeño del lote de vacas lecheras, en su alimentación suplementaria, registros
de producción, y en la crianza de los terneros; dirigir, a pie y a caballo, a veces
en camioneta, los trabajos de preparación de las tierras, la plantación y cultivo
de los pastos de los potreros, para la alimentación básica, a campo, del ganado;
y de los lotes de experimentación de forrajes; así como la plantación, cultivo,
siega, y carguío, de los de corte; que, cosechados, se acarreaban al establo.
Igualmente, corrían a mi cargo, las operaciones de la selección –cooperando
con el Dr. Brooks-- y la separación del ganado; según las necesidades de la
crianza, de los estudios genéticos, del fomento ganadero, de las sanitarias, de
las comerciales, y otras.

284
En los establos mismos, además de los ya dichos ordeños de las lecheras
y de la alimentación de todos los animales estabulados (vacunos, equinos, y
porcinos), incluida la preparación de sus alimentos concentrados, los
suplementos de sal con minerales (calcio, fósforo, yodo, y elementos menores),
y del forraje picado y granos molidos, veíamos los apareamientos individuales y
los variados tratamientos veterinarios preventivos y curativos necesarios.
Con la camioneta viajábamos, en compañía de un capataz y los peones
necesarios, a la zona agrícola principal (Naranjillo), a cuyos colonos
comprábamos maíz y yuca, para complementar, molido el primero y picada la
segunda, la alimentación de los vacunos y conformar la principal de los cerdos.
En la misma “pic-up”, pero ya solo, o a lo sumo con un ayudante, hacía también
frecuentes salidas hacia los pequeños predios de los campesinos tingaleses,
dotado de las medicinas veterinarias y los implementos del caso, para atender a
las necesidades zoosanitarias de sus crianzas.
Casi siempre, a medio día, con el caballo bien aperado que tenía
asignado a mi servicio, llegaba, para almorzar y descansar un momento, a
nuestra residencial, donde amarraba, a la sombra, en un árbol o en uno de los
postes del inmueble, a este mi bien amado rocín. Para volver al rato a concluir la
jornada, hasta el inicio del obscurecer.
En los intervalos de los dichos afanes, para mí siempre agradables,
muchas veces solo o en compañía del Dr. Brooks, del Ing. Gallo, o todos los
tres, me daba tiempo para revisar y leer bastante, libros, boletines y revistas, de
muchos lugares del mundo --además de los editados en el Perú-- y que, en
especial, nuestro estimado jefe, entusiasta, conseguía y aportaba con profusión.
Estudiábamos de un modo muy intenso las inquietantes cuestiones
técnico científicas propias tanto de nuestras funciones directas en el
Departamento de Ganadería de la Estación, como las correspondientes al
ámbito de la zona de Tingo María. Y, cuánto más, los grandes problemas de la
Ganadería de la Selva Peruana en su integridad, del Trópico Húmedo del mundo
en general, y de los que más directamente les están ligados: los Agrícolas, los
Forestales, y los Agroindustriales. Alternábamos extensos y animados
comentarios, profundas y amigables discusiones, sobre todos esos apasionantes
tópicos. En mi labor en Tingo María, aunque ella duró muy poco, unos 6 meses,
tuve ocasión de observar, estudiar y aprender mucho, particularmente en el
campo profesional, como Ingeniero Agrónomo, en la especialidad de Ganadería
Vacuna Tropical:
Como se ha dicho, la población vacuna de nuestro Departamento era un
verdadero muestrario o mosaico de todas las razas y cruces posibles de hallar o
realizar en el Perú: Había, sin o con variados cruces, vacas criollas procedentes
de la misma Selva, así como de diversos lugares de la Sierra de Huánuco,
Pasco, Junín, y de otros departamentos; algunas de la Costa de Lima, de Piura y
de Lambayeque, principalmente. También existían ejemplares de razas de
origen --remoto o cercano-- europeas y norteamericanas, puros o casi puros y
en diversos cruces; había Brown Swiss, Holstein, Shorthorn (variedades de

285
carne y de doble propósito: carne y leche), Ayrshire, Simenthal, Hereford
(mochos y armados); posteriormente llegaron Jersey, Guernsey, etc. Los toros
eran en mayoría cebú, de las razas, Nellore, Guzerat, Brahman, y
posteriormente Gyr.
Puede comprenderse el amplio campo de observaciones y estudios
prácticos que se nos ofrecía, para interpretar o deducir explicaciones, sobre la
herencia genética. El valor y curso de los caracteres zootécnicos, en los
múltiples cruzamientos posibles de las razas de cebú, con las de origen
europeo, en comparación con los otros tipos de apareamientos. Realmente se
presentaban algunos casos de asombro. Por ejemplo: De modo casual se
generó un extraordinario toro. Resultante del cruce, a media sangre, de cebú
Nellore, con Hereford, de la variedad con cuernos o armada; casi puros ambos.
Un ejemplar de impactante estampa e impresionante vigor. De hermosura
animal a cabalidad indescriptible... ¡Como para servir de modelo a un calificado
escultor!... ¡Verdadero monumento animado! Era enorme de alzada o estatura.
De pelaje corto y lustroso, brillante; de bellísimo color rojo cereza encendido,
más hermoso aún que el de su ascendencia Hereford. Con una vistosa cara
blanca, sin exceso en la extensión de este color; bastante menor que en el
modelo del mismo progenitor europeo puro; resultando, sin embargo, en su
caso, una faz de mayor armonía y sobriedad. Presentaba dos grandes, afilados
y poderosos cuernos; moderadamente abiertos, dirigidos hacia adelante y arriba,
que le daban gran belleza, masculinidad, y tremendo poder combativo.
Acompañaban, a su respetable armamento córneo, una vigorosa corpulencia,
notable musculatura, un porte por demás elegante, y un temperamento fogoso, a
la vez que notoriamente de gran nobleza. El animal se convirtió en todo un
espectáculo para quienes lo contemplaban. Y en el dueño y señor de los
vaqueros rebaños. Aunque, hasta culminar su total imperio de macho, hubo de
sostener --muy a su gusto al parecer-- frecuentes y descomunales peleas, con el
cebú más grande y soberano inmediato anterior del plantel --un gigantesco
Nellore, seguramente su padre--, al que muy pronto venció y relegó de modo
inapelable… Tal magnífico ejemplar, de viril vacuno, había sido bautizado con el
bello nombre de “Montañez”. Pues, ocurriendo en aquellos gloriosos tiempos,
que a nuestra extensa región de la Selva, se la llamaba “Montaña”, se quiso, con
dicha significativa denominación y con tan hermosa figura, honrar a la --para
todos los peruanos-- una muy entrañable porción del territorio Patrio.
Pero resultaba que hasta tanto “Montañez” no terminó de consagrar su
dominio, los dichos combates, en pos de imperar en los tingaleses hatos,
motivaron en nosotros, sus cuidadores, angustiantes zozobras y tremendos
afanes, pues en cada encontronazo, los dos toros rivales pulseaban, primero
cabeza con cabeza, agrediéndose así en el inicial intento y simultáneamente
para protegerse de las francas cornadas contra las partes menos defendibles de
sus respectivas corpulencias. Y lo hacían con toda la potencia de sus fortísimas
musculaturas, intentando y logrando, uno de los contendores, entonces el
seguro vencedor --haciéndolo retroceder primero--, voltear al adversario, para
cornearlo luego impunemente por los flancos; poniéndolo así indefenso, fuera de

286
combate, en plan ya de huir a la carrera, cediendo el terreno y tratando de salvar
el pellejo como mejor pudiere…
Se habrá de comprender nuestros afanes y zozobras, si se tiene en
cuenta que cada pulseada y retroceso violento, de estos dos mastodontes, que
bordeaban los mil kilos de peso por cabeza, en el centro de un corral de
tablones, terminaban quebrándolos y haciéndolos volar en pedazos por los aires.
Más de una vez golpearon, con empujes de ribetes elefantiásicos, las columnas
básicas del establo central, remeciéndolo, hasta faltar muy poco para que lo
trajeran abajo. Por si no fuera suficiente, en los potreros del campo, bastaba se
vieran de lejos estos dos enormes toros, para que, intentando la pelea,
rompieran también los cercos de alambres de púas --sin importarles los
hincones y desgarros-- así como las fuertes puertas que cerraban a los potreros
mismos. Estando en el pleno furor de las peleas era casi imposible separar y
dominar a los mencionados contrincantes. Especialmente a “Montañez”, dada su
descomunal fuerza y temible cornamenta. Sogas y lazos, arreos a pie y a
caballo, gritos, piedras y proyectiles diversos, palos, rebenques o látigos revienta
chasquidos, picanas eléctricas, mangueras con presión de agua, antorchas de
fuego, entropado con ganado manso y presencia de vacas, etc. Todos los
medios disponibles o imaginables, devenían por lo general insuficientes. Sólo
con mucha tenacidad, esfuerzos, ingenio, no poca astucia y aprovechando
circunstancias de buena fortuna, podíamos salir venciendo los aprietos en que
nos ponían tan endemoniados seres; dejándonos rendidos, totalmente
exhaustos.
Pero eran tales las tensiones y los afanes experimentados en esos
episodios, que en más de una oportunidad, en mis noches de inquietos
dormitares, en la residencial hotelera, fui víctima de tremendas pesadillas.
Posiblemente a causa también, de ingerir pesados 'platillos' en las cenas; como
algún tacu tacu recalentado, acreedor de previas y poco cristianas
fermentaciones bacterianas y enzimáticas post culinarias... El argumento
recurrente, de tales episodios oníricos, lo constituía la angustia de nuestros
forcejeos y luchas con el bendito “Montañez”:
-- ¡Cuidado con “Montañez”!... ¡Agárrenlo! --Eran mis desaforados gritos,
en simultáneo con violentos despertares que, dicho sea de paso, llamaban
mucho la atención y a risa a mis compañeros y colegas...
Resultaba cosa seria intentar dominar al susodicho toro Y aun cuando
habiendo vencido al Nellore, cesaron sus peleas, parecía como que se dio
cuenta de su poderío y no se dejaba ya manejar fácilmente.
Aparte, “Montañez” sólo era media sangre cebú. No podía dar lugar, en
apareos con vacas sin cruce cebú, sino a crías de un cuarto de sangre cebuina;
resultando entonces menos útil y necesario que el mismo Nellore puro, con el
cual peleara y al que había vencido. Pues este último, en cambio, sí podía
producir animales de más proporciones de sangre cebú, para nuestro programa
de aquel tiempo. Si bien con “Montañez” sería posible mantener la media sangre

287
cebú en ciertas crías suyas, ello solamente resultaría viable si las vacas con las
cuales se apareara, fueran también media sangre y que no eran muchas.
Dada la heterogeneidad habida en los animales de la Estación,
especialmente en cuanto a los procedentes de progenitores total o parcialmente
no cebúes, los Hereford constituían ínfima minoría; y más aún, los ½ sangre
Hereford-Nellore. La utilización de un animal, si bien de aspecto maravilloso,
pero de un valor zootécnico solamente individual, pues era "media sangre", no
podría aportar la necesaria uniformidad o calidad generalizada, en los hatos de
Un Programa Ganadero de Rumbo Definido, como el que se debía perseguir en
Tingo María. Hay que añadir, que ya se comenzaba a vislumbrar que los
animales a obtener debieran ser de alguna aptitud lechera. Y “Montañez” era
netamente sólo de carne. Su extraordinaria hermosura y aptitud peleadora, pese
a todas las simpatías que esas cualidades pudieran despertar, no constituían
suficientes méritos zootécnicos para calificarlo como reproductor principal del
Proyecto. Al final de cuentas, con gran pena general, se tuvo que sacrificar al
famoso “Montañez”, destinándolo al camal. Dio magnífico rendimiento, en
cantidad de carne, de excelente calidad.
Pero no sólo “Montañez” era un soberbio producto de las mestizaciones
cebuinas con europeas, a media sangre, realizadas en el Departamento de
Ganadería de la Estación Experimental de Tingo María. Se produjeron otros
ejemplares machos magníficos y aunque no llegaron a igualar a nuestro prócer
bovino, de todos modos, eran de muy buenos biotipos.
Las vaquillonas y vacas, de media sangre cebú, con diversas otras razas
y variedades, criollas y de directo o remoto origen europeo y norteamericano,
resultaban ejemplares de hermosísimo aspecto exterior (o fenotipo) y
sorprendente productividad, de carne y de leche, de gran calidad ambas.108
El Dr. Brooks, quien, como se ha dicho, había sido ganadero lechero
práctico en su tierra, personalmente se tomó el trabajo de seleccionar las
mejores vaquillas y vaquillonas que, al ojo, evidenciaban superiores
características de aptitud lechera. Las amansó, alimentó especialmente; las
asistió en sus montas y partos, así como que las ordeñaba, personalmente, dos
veces al día, criando separados a sus terneros. Las convirtió, casi las hizo, fuera
mejor decir, muy buenas vacas lecheras.
Se obtuvo, en Tingo María, rendimientos inusitados, para las condiciones
de entonces en la Región de la Selva: de 5, 8, 10, y hasta 12 litros de leche al
día; en dos ordeños, con súper alimentación y separación de terneros. En
algunas se llegó a emplear ordeño mecánico.
La leche del establo --de primerísima calidad, con alto contenido de
grasa-- se repartía a las familias de los empleados casados de la Estación, a las
escuelas y al Hospital. Era disputada ardorosamente, por lo que hubo de
108
Hemos expuesto ya, con bastante detalle, muchas de las situaciones y problemas, técnicos y
científicos, ganaderos, forrajeros, zoosanitarios, y hasta agrícolas y forestales, de la Estación, de
la zona de Tingo María, y de la Selva Peruana en general; desde un poco antes de nuestra
llegada.

288
adoptarse ciertas medidas disciplinarias, para evitar peleas y molestos conflictos
en su distribución diaria (dos veces: en la mañana y en la tarde).
La producción de leche en la Estación, partiendo de un pequeño núcleo
preexistente, desde hacía cortos años, se desarrolló con gran intensidad,
principalmente obedeciendo a la intensa afición del Dr. Brooks. Una motivación
empírica si se quiere; sin obedecer a mayores estudios, experimentaciones, ni
deducciones racionales, científicas o técnicas. Pero se notó, de inmediato, la
muy superior rentabilidad económica relativa, de la producción de leche, sobre la
de crianzas para carne. Consideradas a igualdad de superficies, de los terrenos
comprometidos en las respectivas explotaciones.
Y no fue eso todo. En las salidas que yo hacía hacia las chacras de los
colonos, ellos expresaban, siempre y sin contradicción alguna, sus intensos
deseos de adquirir ganado de la Estación, especialmente vaquillonas "de aptitud
lechera". Pero no querían "ganado de carne":
-- Queremos “lecheritas” –decían-- “Para dar alimento a nuestros hijos;
para tener ingresos diarios por la venta de leche; y para tener recursos
extraordinarios, por la saca de toretes y vacas viejas, cada cierto tiempo.
Asimismo, como medio para utilizar mejor los rastrojos, los pastos sembrados, y
los residuos de los cultivos y de las cosechas”...
Ellos también se daban cuenta --práctica o empíricamente-- de que, en
las condiciones de la Selva, el ganado lechero o de doble propósito (carne y
leche), era superior al de aptitud solamente para la producción de carne. Y a
mayor abundamiento sobre el tema, por esos días llegó a la Estación y estuvo
unos días en la zona, un competente investigador, economista norteamericano,
llamado Charles Loomis, quien estudió muy bien esta cuestión: de si “carne o
leche”, para Tingo María.
Loomis llegó a la conclusión, irrefutablemente demostrada, de que “la
Región de la Selva, sólo era apropiada para la ganadería vacuna de leche (que
es intensiva) y no para la crianza de carne (que es extensiva). Bastante diferente
ésta, por otra parte, a la explotación de engorde de toretes, de año y medio de
edad, semi confinados o a encierro completo, por tres meses, con alimentación
complementaria o de sobre racionamiento (modalidad que sí es intensiva). En
razón principal de no haber allí pastos naturales; siendo los costos de
producción de los pastizales y forrajes, implantados o artificiales, muy altos, por
unidad de superficie o por tonelaje. Sólo afrontables por las explotaciones
intensivas, como las lecheras o los centros de engorde, derivados estos de la
recría de machos (toretes), en las haciendas de población vacuna de doble
propósito, así como en las de ganado lechero, pero de razas de gran alzada y
peso, o los traídos de lejanas crianzas de ganado de carne, donde ésta fuera
viable (por la existencia de pastos naturales)”. El principio, ni en teoría, ni en la
práctica, ha podido ser refutado. Por nadie. Desde esa fecha.
Pero durante mucho tiempo, hasta buenos años después de los hechos
mencionados, numerosos “profesionales” recalcitrantes, peruanos y extranjeros,
verdaderamente duros de mollera, contra toda evidente realidad, sostuvieron,

289
con empeño digno de mejor causa, las posibilidades, en la Selva, de la
ganadería vacuna para carne, en crianzas extensivas.
Nuestras experiencias en Tingo María, empero, habían comenzado pues,
desde entonces, a indicarnos --o por lo menos lo discutíamos ya con gran
vehemencia y convicción-- que la ganadería allí debería ser a media sangre
cebú, con otra media europea lechera. Y trabajarse en la fijación de un tipo o –
mejor-- en la Creación de una verdadera Nueva Raza de Ganado Vacuno
Lechero Tropical. Es decir, además de lechera y por su corpulencia para carne,
resistente a las duras condiciones del elevado calor, alta humedad, fuerte y
variada luminosidad, y a las terribles enfermedades y plagas propias de las
zonas tórridas.109
Muchos profesionales, al constatar los extraordinarios resultados
ofrecidos por los mestizos de cebú a media sangre, lo atribuían a una suerte de
misterioso fenómeno --sin explicación convincente— llamado, de antiguo: “vigor
híbrido”... Imposible o muy difícil de repetir. Menos, de fijar o perpetuar en la
descendencia. Ni siquiera como tipo (convencionalmente se tomaba así a un
cierto grado de fijación menor a la racial) y, por supuesto, se consideraba una
irrealidad, proponer el dicho cruzamiento, como la base de una nueva raza. Se
manifestaban universal y rotundamente escépticos al respecto. No aceptaban
que se pudiera, por el camino de las “neo combinaciones mendelianas”, llegar a
la homocigocidad o duplicación de genes deseables, es decir a la "fijación", con
una adicional y posterior estricta selección constante, a través de varias
generaciones.
Además, por nuestras “revisiones de la literatura técnica” mundial, los
pensares y converses, principalmente con el Dr. Brooks, habíamos tomado
conocimiento y hecho convicción de algunas teorías de la Zootecnia Ecológica
que, por aquellos tiempos, trataban de explicar el influjo del color del pelaje y de
la piel en la resistencia al calor de los vacunos en los trópicos, seco, semiseco,
húmedo, y súper húmedo.
Se pensaba que el color rojo del pelo era lo más favorable para la
adaptación animal al calor tropical, por reflejar las radiaciones rojas y,
lógicamente, las que le son más cercanas, correspondiendo a las caloríferas del
espectro solar. Después hubo de cambiar algo la apreciación de esta idea; se
vio que de mayor importancia era la piel negra y más polivalente o universal,
para los diversos grados de calor, humedad, y luminosidad, de los trópicos, el
color pardo o gris del pelaje (como el de los animales de amplia difusión

109
Hasta mediados de la década del 50, inclusive la gran empresa norteamericana Le Torneau
Inc., en Tournavista, cerca de Pucallpa, cayó en el error de negar lo evidente; inició e intentó
desarrollar, por largos años, una gran crianza ganadera extensiva, en base de ganado
especializado de carne, Charolais y Charbray (nueva raza norteamericana ésta, procedente del
cruce de Charolais, de origen francés x Brahman, raza nueva de cebú americano). No escapó de
ello, tampoco, el SCIPA, dependencia semiautónoma del Ministerio de Agricultura, que trabajó
mucho tiempo con las --¡nuevas!-- razas de carne: Brahman y Santa Gertrudis; negándose, sin
mayores razones válidas, la posibilidad de la creación de una Nueva Raza Vacuna Tropical,
Lechera o de Doble Propósito.

290
planetaria, vg.: el venado, la rata, el burro, la mula, el ganado Brown Swiss, etc.).
Sin embargo, habíamos llegado a tomar entonces convencimiento de lo primero.
Mientras cavilábamos bajo tales consideraciones, sobre qué razas -
cebuina y europea- escoger, como superiores, arribaba por esos días a la
Estación, un hermoso toro de raza cebú Gyr, de color rojo casi completo, con
algunas pequeñas manchas blancas. Era, al parecer, bastante puro de su raza;
aunque llegó como “Indubrasil” (en verdad, llamados así los caóticos poli
mestizos brasileños).
Coincidentemente, Brooks había hecho traer de EE.UU. un hermoso lote,
puro, de un toro y 6 vaquillonas de la bella --aunque pequeña de alzada-- raza
lechera Guernsey. Pues, además de que él era un entusiasta criador y rendido
enamorado de esa raza, había supuesto --y bien-- poder obtener, del cruce del
cebú Gyr de color rojo, casi entero, dominante, con las Guernsey, de color
naranja rojizo, aunque manchado u overo en blanco, pero recesivo, animales
cruzados, también marcadamente de color rojo, casi entero. En verdad, en
cortos años, se llegó a obtener lindas crías y muy productivas y hermosas vacas
lecheras…
Germinaba entonces en mí, la idea de que la nueva Raza Vacuna
Lechera Tropical pudiera ser originada de Gyr x Guernsey, a media sangre,
habiéndose de lograr por una larga selección rigurosa y consanguinidad
estrecha, por varias generaciones... Conjeturaba ya, que podría llamársela con
el significativo y bello nombre de “Amazonas”. Mi entusiasmo por tal empeño se
acrecentó mucho.
Al Dr. Brooks, en cambio, se le comenzaba a producir una terrible
confusión mental. Pues no adquiría aún seguridad suficiente sobre qué razas de
cebú o europeas escoger como progenitoras (pensaba también en las varias
razas que habían en la Estación) y, sobre todo, qué grado de sangre utilizar (si
1/2, 1/4, 1/8, 3/8 5/8, 3/4, etc.), para iniciar la fijación; y si ésta, finalmente,
debería intentarse. Yo trataba de hacerle ver, a mi Jefe, que era necesario
decidirse por un solo camino, que escogido con suficiente cuidado, daría
necesariamente un buen resultado. Pero que si, en el curso del trabajo, otro
pareciera mejor, no habría mayor problema, pues con un cruzamiento
absorbente simple y posterior, podría asimilarse, el primer programa, dentro de
un eventual segundo plan. De lo contrario, si se emprendiera un programa de
cruzamientos múltiples, muy complicados y casi caóticos, no se llegaría a ningún
resultado útil. Ni sería posible componerlo económicamente después;
significando, siempre, un desmesurado gasto... Pero el gringo era terco. Como
buen anglosajón, pensaba que era necesario "experimentar" hasta el extremo,
cada caso; con cada cruce de razas y con cada grado de sangre. Antes que
razonar mucho. ¡El conociendo empírico y el experimental, excluyentes sobre la
deducción y la previsión racionales! Las discusiones, lamentablemente,
comenzaron a presentarse cada vez más tensas y difíciles.
-----

291
Y no fueron sólo experiencias de Genética Animal, las que se pudo
recoger en el Departamento de Ganadería, de la Estación Experimental de Tingo
María. Había también interesantísimos resultados en materia pastos y forrajes.
Quizá si lo más resaltable eran los ensayos de nuevas especies y variedades
muy productivas y el significado del abonamiento, tanto en el incremento de sus
producciones, como por su contribución en la preservación de la fertilidad y el
mejoramiento de los suelos.
Recuerdo la especie para corte conocida como “Pasto Guatemala”
(Tripsacum laxum). Abonado --en ese entonces se hacía con guano de islas--,
daba rendimientos realmente fabulosos. Con un pequeño lote de terreno
plantado de este pasto --cuyo follaje por su volumen parece caña de azúcar,
mas por su textura y jugosidad, semeja al maíz para hojas o “chala”-- se podía
dar, diariamente, pasto picado suficiente a todas la vacas en ordeño del establo.
Y que no era solamente importante por su rendimiento forrajero, sino que, la
planta con fertilizantes, desarrollaba, junto con el follaje, un profuso sistema
radicular, que ayudaba mucho enriqueciendo al suelo en materia orgánica; por la
descomposición de la parte de las raíces, muertas y proporcionales, al volumen
de cada corte del follaje para pasto.
Desde entonces se demostró que la fertilización de los pastos –y
posteriormente con urea, roca fosfórica, cal, cloruro de potasio, y hasta con
elementos menores-- era el camino para nutrirlos y alimentar mejor al ganado, al
mismo tiempo que para preservar, e incluso mejorar, la fertilidad de esos suelos.
Se introdujo numerosas leguminosas, que después habrían de demostrar
su gran valor forrajero y mejorador de suelos (kudzu o pueraria, stylosanthes,
desmodiun, etc.), Dieron también notables resultados, el camote forrajero, el
frejol terciopelo, etc.; además, por supuesto, del gramalote, la brachiaria, el
gordura, pangola, pasto elefante, etc.; para pastoreo, corte y doble uso.
El extraordinario desarrollo de los pastos, por la luz y el calor, más la
humedad, de la Selva; bases de su prodigiosa Potencialidad de Fotosíntesis,
introducidos allí, siendo originarios de otras regiones tropicales del mundo, en
especial de África, demostraban, irrefutablemente, las posibilidades ganaderas
selváticas peruanas.
Cuestiones que igualmente ocuparon nuestra atención y preocupaciones,
fueron las zoosanitarias tropicales. Rápidamente percibimos el grave efecto de
las enfermedades llamadas "carenciales": La falta de sal marina, calcio, fósforo,
y los "elementos menores", como el fierro y el cobre, además del manganeso, el
zinc, el boro, el yodo, etc. Resolvimos radicalmente estos problemas por
inyecciones intravenosas oportunas de gluconato de calcio (particularmente en
vacas recién paridas) y suministro abundante de sal marina, en mezcla
apropiada con sales y óxidos minerales, conteniendo los dichos elementos
menores esenciales. Establecimos una fórmula de la mezcla que difundimos por
toda la región y que fue conocida, después, en el país entero.
Sin embargo, las mayores batallas estaban dadas por nuestras luchas
contra los endo (lombrices internas) y ecto (artrópodos externos) parásitos del

292
ganado; y con las enfermedades bacterianas y micro parasitarías (por
hematozoarios); estas últimas transmitidas por parásitos externos;
complementándose, las prevenciones y combates, por medio de las "pruebas
diagnósticas", vacunaciones periódicas, y quimioterapias específicas.
Las garrapatas, eran enemigas de primerísimo rango. Combatidas con
baños, a base de polvos de cube o barbasco, que contiene rotenona, o de
productos arsenicales especiales; con rotación de potreros para romper el ciclo
reproductivo del parásito; y, sobre todo, enfrentándoles la resistencia del cebú y
de sus cruces, hasta los de media sangre.
La piroanaplasmosis, enfermedad a protozoarios en la sangre,
semejantes a los del paludismo del hombre, pero que las garrapatas y no los
zancudos, son las que la transmiten. Había que tratarla por separado, con
métodos químicos, en base a inyectables. También jugaba la mayor resistencia
del cebú y de sus cruces.
Los endoparásitos, los constituían especialmente una gran variedad de
lombrices intestinales y pulmonares. Se controlaban dosificando vermífugos
especiales para cada caso; con mucha higiene en los establos, y con la rotación
de los potreros de pastos. En cuanto a los ectoparásitos, las miasis o larvas de
las moscas de las “gusaneras” de las heridas; se curaban con creso, tintura de
yodo, o repelentes elaborados en laboratorios veterinarios especializados. Pero,
muchas veces, las heridas no quedaban en gusaneras sencillas, sino que se
producían gravísimas gangrenas (septicemias gangrenosas). Sobre todo, en los
animales que se golpeaban con las barandas de los camiones, durante sus
penosos pero ineludibles viajes; requiriendo, en aquellos tiempos, prevenciones
y tratamientos muy complicados.
Un ectoparásito que causaba muchas mortificaciones al ganado, era la
larva de la mosca Dermatobia cyaniventris, conocida por los campesinos
selváticos, como “pacacuro” (del quechua: paca=escondido; y curo=gusano). El
mentado bicho, aparecido al estado larval, se introduce en la piel del animal,
perforándola y se sitúa debajo de ella, fijándose por obra de unos anillos de
pelitos muy rígidos o espinitas de su cuerpo, succionando suero y sangre, y
creciendo así notable y rápidamente, a la vez de producir una gran irritación en
la herida, y torturante escozor en su víctima. Además, no siendo uno, sino
muchos, los “gusanos” que se prenden en cada vacuno, le producen tal
decaimiento progresivo; que pueden llevarlo a la extrema caquexia, la
predisposición a otras graves dolencias, y a la muerte. Se combatía la detestable
alimaña, exprimiendo fuertemente cada “chupo” o bulto gusanífero, hasta hacer
saltar a la repulsiva larva de su refugio subcutáneo, previo remojo, de su orificio-
respiradero, con abundante yodo o creso. Felizmente, como en la práctica la
plaga se presentaba, casi solamente, en ganado que pastaba en potreros
enmontados, con limpiarlos del monte arbustivo, se solucionaba el problema en
gran medida. Además, siendo el ganado cebú y sus cruces, más resistentes,
como lo son a la piroanaplasmosis y a casi todas las enfermedades y parasitosis
tropicales, también, por este lado, quedaba abierta otra vía de neutralización de
la plaga.

293
En fin, sería demasiado largo e improcedente aquí, describir todo lo que
se pudo experimentar y conocer, en materia Veterinaria Vacuna Tropical, por
nuestros trabajos en Tingo María; pero es un hecho que de allí partieron los
conocimientos germinales que hicieron posible, en varios puntos de la Selva,
con meritorios trabajos posteriores de muchos otros profesionales, afirmar la
Veterinaria Tropical Peruana.
Quizás, como anécdota risueña, podría contar que saliendo yo con
frecuencia en la camioneta del Departamento, en plan de ayudar a los colonos
en las curaciones de su ganado, topé cierta vez con el predio de un mediano
agricultor de caña de azúcar orientada a la producción de aguardiente y que
estaba ubicado en las cercanías de la Estación. Poseía, además, en crianza
complementaria, algunas cabezas de ganado lechero, bastante fino, de raza
Holstein y por lo tanto muy delicado y sufriente, respecto a los rigores de la
ecología tropical.
A una de las vacas se le había agusanado una pequeña herida en la piel
de la base de uno de sus cuernos; al parecer, causada por un rasguño con la
soga con que solían sujetarla. La curación era de lo más sencilla y en pocos
minutos, extrayendo los gusanos, valiéndome de una pinza y desinfectando con
creso, concluí el operativo, dejando las instrucciones del caso para los
tratamientos posteriores... Pero en el instante de recoger mis implementos, me
quedé lelo. Al contemplar, muy cerca, a una linda jovencita, de un género y
categoría, que a la sazón se hacían ya muy raros en esos tórridos lares. A poco,
la percibí también muy simpática de trato. De edad, algo menor que la mía. A
todas luces era la hija del propietario del fundo... Y como resulta natural en todo
joven en situación semejante, experimenté una compleja sensación --por no
llamarla conmoción-- difícil de describir. No era tanto solamente de índole
sensual, cuanto más emotiva y muy interior; intensa y arrobadora. Era, sin duda,
lo que podría llamarse, un pre enamoramiento, bastante romanticón y platónico,
para calificar, desde el balcón mental de un adulto mayor, tal juvenil inquietud
existencial...
He de decir que, con tan bello motivo, yo buscaba frecuentes pretextos
válidos (?), para contactarme con la encantadora damita. Y ¡nada mejor que las
curaciones de las dolencias de la vaca de marras!... Muy solícito, exagerando la
importancia de la lesión en tratamiento, me ofrecí para repetidas visitas de
atención veterinaria a la vacuna pupila y, sobre todo, para lograr mi visual
satisfacción.
Resultó que, compartiendo cuitas con los compañeros de andanzas
tingalesas, me enteré de que mi querido colega “Pelusa” (C..A. P.), encargado
del Banco Agrario, tambien estaba “cireando” por esos lares; como ofreciendo
servicios financieros al predio. A su propio decir: “perdidamente enamorado”.
Estimulados por una leal competencia, ambos amigos, cumplíamos, lo
mejor que podíamos, los ineludibles a la vez que dulces mandatos de Afrodita,
en agravio de esa inocente especie de hermosa Sirena del Huallaga. Ocurría,
empero, que la señora madre de tan bello y codiciado tesoro femenino, no nos

294
consideraba candidatos suficientemente dignos de su maternal aprobación,
indispensable para el caso. Hacía honor a un sentido muy práctico --y acertado
al parecer--, cerrando sutilmente, pero de modos muy efectivos, las
oportunidades más aprovechables a “ese par de muchachos”. Solía decir: “los
hombres muy jóvenes, no toman decisiones firmes, ni duraderas, y una nunca
sabe adonde van a llegar. Para las hijas hay que conseguir o aceptar, solamente
caballeros logrados, profesionales cuajados, algo maduros ya; y cuidarse de los
muy muchachos, que más están al juego y la diversión; no llegándose con ellos
a ninguna parte”. Hablaba de edades, siquiera, unos 10, 15, o hasta 20 años,
sobre las nuestras...
Y tenía razón, pues “Pelusa”, por ejemplo, era un poco borrachín y
veletoso enamorado. Por la parte mía, tampoco creo que hubiera llegado a
ninguna parte; por flechado que me sintiera de Cupido, pues, por concordancia
con ideas traídas con Lucho Córdova, pensábamos que ceder al impulso de
contraer matrimonio, era rendirse a “las femeniles banalidades de la vida
burguesa”. Que exclusivamente el hombre solo podía luchar, a fondo, en pos de
grandes ideales. Lo contrario, era incorporarse a la desdeñable mediocridad
liberal.
Seguíamos a Schopenhauer: “Las mujeres son seres de cabellos largos y
de ideas cortas” ¡Reducía, el aprecio a la mujer, al nivel de la cobertura de una
necesidad orgánica! Cometíamos entonces la barbaridad de tomar demasiado
en serio tales pensamientos. Yo requeriría tiempo todavía, para liberarme de
ellos y lograr el necesario equilibrio ideológico, la plena racionalidad, al respecto.
A fin de mejor conducir mi existencia vital. Así, el romanticón y platónico
escarceo, quedó solamente en eso. Pues nada más, tangible, pudimos lograr;
frente a la desigual competencia de los otros ingenieros de mayor veteranía; que
sumaban, a su favor, la suegril benevolencia. Aunque, el episodio, no dejó de
contribuir al deleitoso disfrute, de nuestra cálida permanencia en los parajes
tingaleses.
-----
Llegábamos así a mediados del año ‘44 y el transcurrir en Tingo María no
tendría un pero que ponerle; si no fuera por la suerte a correr por el gran Ideal
profesional y personal que me impulsaba: Participar decisivamente en el
desarrollo o conquista de la Selva del Perú, por obra de la Ganadería; en cuyo
meollo estaba la Creación de una Nueva Raza de Ganado Vacuno Lechero –o
de Doble Propósito-- Tropical. Y que parecía caer, estaba cayendo, en
frustración. En el fondo, por la limitación mental y científica, a la par que por una
terquedad y cerrazón, muy anglosajona, del buen e innegablemente honesto, Dr.
Harold Brooks.
Habíamos dicho que a nuestro personaje, el programa de cruzamientos le
había producido un gran enredo, entrevero o "chanfaina" mental. Sobre todo, en
cuanto a las razas a escoger y los grados de sangre a mantener en el proceso
de la fijación de los caracteres deseables. No lograba captar bien el asunto (del
Neomendelismo y de la Herencia Poligénica); y andaba, de un lado para otro,

295
con inmensos pliegos de papeles, graficando, con fórmulas y cuadros, los
múltiples esquemas de apareos que se le ocurrían. Y no valían explicaciones,
por elocuentes que pretendieran ser. Reiteraba siempre, como una muletilla, su
máximo argumento: “Para decidir un camino, desde el primer paso, hay que
'experimentarlo previamente'; lo demás, son sólo suposiciones y ellas no tienen
valor técnico”.
Pero la ‘terquedad' de Brooks, no era de su exclusiva motivación personal
o resultante sólo de la característica sicología anglosajona. La verdad es que
también se apoyaba, aunque inconscientemente para él, en una aplicación del
Liberal Positivismo Intelectual, de la Racionalidad Inductiva, pro Empírica, y pro
Experimental, Excluyentes. Que ya caracterizaba, desde mucho tiempo atrás, a
la cultura de los pueblos más desarrollados de Occidente; con Inglaterra y
EE.UU. a la cabeza. Habiéndose casi abandonado --y muchas veces, hasta
rechazado-- la Racionalidad Deductiva e Imaginativa --al modo de Aristóteles y
Santo Tomás de Aquino--, para adoptarse la ruta hoy seguida, de modo casi
incondicional, por muchos gringos, por numerosos 'agringados', y por el propio
Brooks en el presente caso. Hasta sin darse bien cuenta de los hechos. Es el
rumbo señalado originalmente por Francis Bacon, más otros filósofos ingleses y
algunos franceses... Cuando lo apropiado resultaría una cierta combinación de
las dos tendencias, dentro de un “Justo Término” aristotélico.
Hecha su mente de tal modo, Brooks no podía aceptar que racional e
imaginativamente, basándonos en algunas claras experiencias previas, aunque
parciales, indiscutibles, se pudiera escoger --con racionalidad deductiva e
imaginación--, entre todas las posibilidades, una como la mejor; o a lo sumo dos.
Y, un poco posteriormente, absorber la segunda en categoría, por la demostrada
como primera. Se economizaría así, tiempo e inversión, que el Perú no estaba,
ni está, en condiciones de dilapidar.
Era lo único que podríamos intentar; pues lo contrario además de
hacernos ingresar a un laberinto genético, tendría que significar, en la
conducción del Programa, la utilización de innumerables, incontables, potreros
de pastos, para la crianza separada de los rebaños de cada raza y tipo de
cruces; multiplicados en número, por las “clases” de ganado (es decir, lotes por
sexos y edades). Algo absolutamente imposible, desde el punto de vista
económico, para la Estación Experimental de Tingo María y para el Perú; como
país pobre. Incluso, con toda la ayuda norteamericana que pudiera darse.
Pero la tendencia a limitarse las posibilidades del razonamiento deductivo
y el poder de la imaginación, como se ha dicho, no era solamente ‘patrimonio’
del técnico norteamericano de Tingo María, ni de la cultura de esos tiempos. En
la medida en que fue avanzando, en el Perú, el servil sentimiento
pronorteamericano --en su sentido más negativo-- y que hoy ya nos agobia
repulsivamente, se repetían y se repiten, tales situaciones de rechazo a la
inventiva y a la originalidad peruanas. Cuando yo presentaba mis
planteamientos acerca de la Creación de una Nueva Raza Vacuna Tropical,
Lechera o de Doble Propósito, resultante del cruce, a media sangre, de europea

296
con cebú, invariablemente, se me preguntaba y se suscitaba el siguiente
diálogo:
-- ¿Qué experiencia lo ha demostrado? ¿Dónde se ha realizado? ¿Se ha
hecho en EE.UU.?
-- No. Experiencias indiscutibles, las hay; pero solamente de los hechos
que sirven de base a nuestros razonamientos y deducciones. No se ha hecho en
EE.UU. ni, tal como lo proyectamos, en ninguna parte del mundo. Lo queremos
hacer nosotros, por primera vez, en el Perú... ¡Es su mayor mérito!
-- ¡Ah! No. Entonces no lo creemos posible. Es un sueño de locos y no
tiene sustento científico, ni técnico... ¡Nadie lo ha probado!
¡Positivismo, fundamentalista, extremo y servil!
¡Cuánto he luchado contra esta corriente! El primer "round", se dio en
Tingo María... Y fueron muchos los posteriores.
Para mí, ver cerrada la posibilidad de un creativo Proyecto hacia una
Nueva Raza de Ganado Vacuno Tropical, que hiciera posible la Conquista de la
Selva del Perú, significaba el apagón de mi mayor ideal profesional y personal; y
la previsible caída, hacia el futuro, en una intrascendente rutina burocrática. Por
mucho que la existencia se me gratificara allí, con más de una situación
placentera.
Las discusiones con Brooks, cada vez más tensas y la nulidad mental de
otros “técnicos” cercanos, terminaron por desalentarme. Reconozco ahora que
debí tener más paciencia. Pero el hecho fue que me faltó. Era muy joven
todavía.
Conversé largo con Lucho Córdova y volvimos a pensar en nuestra
independencia económica, trabajando en agricultura en Huánuco. Imaginando,
para después, el accionar político y el apoyo a la ganadería tropical, con el
desarrollo integral de la Selva. Juntamos los ahorros que pudimos –no de
elevado monto por supuesto-- y se resolvió que Lucho continuara por un tiempo
en Tingo María, en sus labores del Programa del Caucho. Para así poder darme
respaldo, con algo de financiamiento por una parte de sus sueldos, al comienzo
de la ejecución de nuestros planes. Yo debería ir a Huánuco, en pos de tierras
que fueran ofrecidas (?) en venta --¡¿con qué recursos para la supuesta
compra?!— o, por lo menos (?), en arrendamiento.
¡Qué lejos estábamos de entender, por experiencia "en pellejo propio", el
problema de la: “Tierra y la Población en el Perú”! que Rómulo Ferrero,
inteligente y muy culto Ingeniero Agrónomo de aquellos tiempos, había definido
tan bien y tempranamente. Haciendo ver, a la inversa de lo que muchos creían,
esta cruda realidad del Agro Peruano: “Las tierras agrícolas son muy escasas y
relativamente muy caras en el Perú”... ¡Y nosotros suponíamos que, con un
corto viaje a Huánuco, podríamos conseguir una buena y barata chacra, para
trabajar independientes!... En frutales ¡Nada menos!

297
Así, renuncié al puesto. Lié petates y viajé a Huánuco… A mediados del
año 1,944.
-----
Empero, llegados a este punto y como quiera que podría alargarse en
demasía el presente Capítulo, dedicado a parte de la Juventud, consideramos
que procede abrir uno nuevo, el 7º. En el que trataremos, con la amplitud que se
merecen, pero siempre a considerar dentro de la Juventud, los temas del Amor,
el Matrimonio, los Hijos y la Familia. Que. añadidos a los que se les relacionan y
con todo lo de las ya vistas iniciales etapas juveniles, se cubre el lapso total de
la dicha edad juvenil. Completándose, mejor así, tan importante asunto.
Y como en el marco temático del hilo argumental adoptado en el presente
libro, el escenario físico que se ofreció, tenía como centro a la hermosa y
acogedora ciudad de Huánuco, es que, a partir de mi retorno de Tingo María,
iniciamos el siguiente Capítulo.
* * * * *

298
C a p í t u l o VII

El Amor
El Matrimonio. Los Hijos
La Familia

E
n una de las conocidas “góndolas”—rústicos híbridos de camión y
ómnibus de aquellos tiempos y escarpados lares—, de la “Compañía de
E Transportes Bazán”, me embarqué en Tingo María para, a las pocas
horas, arribar a la bella, plácida y acogedora ciudad de Huánuco. La de
los “Caballeros de León” (Reino de España, de donde procedieron la mayoría de
sus fundadores), Capital del Departamento del mismo nombre, que tanto habría
de significar en mi destino personal.
Fue a mediados del año 1,944, como ha sido dicho; y si no recuerdo mal,
en los primeros días del mes de julio. Sabiendo que sería para una permanencia
de mayor duración que las de otras oportunidades anteriores.
Arribé a mi destino, pleno de optimismo, con la ilusión de encontrar algún
fundo, en venta o en alquiler, para trabajar independientes, en actividades
agrarias, de preferencia en frutales, como pensábamos en asociación con Lucho
Córdova. No habíamos percibido, ni teóricamente, y menos experimentado en
carne propia, las proporciones del ya mencionado y tremendo problema de la
Realidad Agraria Peruana: La Escasez y Alto Costo de las Tierras de Cultivo.
Las advertencias tan serias y fundamentadas del Ing. Agr. Rómulo
Ferrero, no nos habían hecho mella aún. Sonaba, en cambio, grato y repetido,
en nuestros oídos, se destacaba en nuestras lecturas, el error común de que: “El
Perú es un País Esencialmente Agrario”. Por lo tanto, resultaba muy lógico
suponer que tuviera tierras de cultivo en abundancia. Y que, una cierta
proporción de ellas, al menos, tendría que ofrecerse, y con frecuencia, en el
mercado inmobiliario. Tanto en ventas como en arrendamientos.

299
Así, con muy alentadoras ideas ‘en la mochila cerebral’, llegando a “La
Perla del Huallaga”, me alojé en el “Hotel León”; el mismo de la oportunidad
anterior (1,942), en el viaje que realizara con Alberto Vega, en esas prácticas
estudiantiles ya narradas; el mismo también, de otras varias ocasiones, pero
más breves.
El Hotel de Turistas de Huánuco, acababa de ser construido, a la par que
la pavimentación de las cuatro calzadas perimétricas de la Plaza de Armas y
algunas de las principales arterias de acceso a ella. No obstante, resultaba
demasiado costoso para mi exigua bolsa de gastos personales —en previsión
mantenida así--, siendo, en cambio, el hospedaje escogido suficientemente
económico, de aceptable limpieza y buenos servicios. También, por saber que
me hospedaría algún tiempo allí, durante mis gestiones en pos de terrenos
propicios, tomé pensión mensual; más barata por cierto que los pagos por días.
Al hotel llegaban agentes viajeros de numerosas firmas comerciales de
Lima, que abastecían a las tiendas de Huánuco; asimismo, arribaban algunos
jóvenes y solteros profesionales, en iniciación laboral en la zona y que no
ganaban lo suficiente como para mayores complacencias en comodidades.
En el comedor del alojamiento tenía así ocasión de conversar con
forasteros jóvenes como yo, pero que habían tomado ya cierto contacto con el
medio. No faltaban tampoco, muchachos huanuqueños, hechos amigos de los
forasteros y que se incorporaban a los animados converses suscitados allí y en
los que yo participaba con frecuencia y gran contento.
En pos de tierras.- Pude informarme, en las circunstancias dichas,
acerca de quiénes tenían haciendas, fundos, chacras, o terrenos, más o menos
adaptables al objetivo perseguido por nosotros. Tuve ocasión de hacer
numerosas visitas cortas a campos de las cercanías de la ciudad y conocer a un
buen número de agricultores y ganaderos huanuqueños... Muy amables la
mayoría de ellos.
Tomé relación entonces con el que era, sin duda, el más hábil y
caracterizado agricultor de la región: don Ruperto Cuculiza Vélez de Villa. Este
estimable caballero, habría de ejercer gran influencia en mi vida, durante varios
años, a partir de esos días. Don Ruperto, como casi todos lo llamaban con
respeto y aprecio, además de ser un buen agricultor y excelente persona, en
varias oportunidades me conectó con otros hombres de campo, inclusive
proporcionándome muy buenos caballos, gratuitamente, para poder visitarlos en
sus respectivos predios ¡Un huanuqueño muy querendón y propagandista de su
terruño y de su pueblo!110

110
Era Administrador de la gran Hacienda Quicacán (del quechua = “donde hay ataderos”,
aludiendo al ágave, maguey, pita, o cabuya, especie vegetal silvestre, de la familia de las
Amarilidáceas, con dos variedades: azul y verde, allí abundantes y productoras de una fibra muy
fuerte); el fundo era propiedad de la familia Thorne. Y don Ruperto, también era propietario del
huerto mediano naranjero “Marabamba” (del quechua: mara = piedra para batán, que allí se
encuentran; y bamba = hoyada suave, casi pampa, correspondiente a la topografía de su suelo,

300
Recuerdo muy bien que cierta vez me dijo:
-- "Huánuco, ingeniero, es un lugar bendito.111 Está ubicado en el centro
mismo del Perú, nuestra Patria. La propia ciudad cuenta con el mejor clima del
mundo; muy suave, templado, semiseco; ni cálido, ni frío, ni húmedo; parejo,
casi todo el año. Ideal. No se necesita desnudarse, ni ponerse ropas gruesas; en
ninguna época. Pero si le agradara un clima algo más fresco, con sólo subir por
su valle o por cualesquiera de sus quebradas afluentes, se puede llegar a
lugares bellísimos y al gusto climático preciso de quienquiera. Y si, por el
contrario, se deseara ‘temperamentos’ algo más cálidos y húmedos, ello se
puede lograr descendiendo, por el Huallaga, en dirección a sus zonas selváticas.
"Y en la amplia extensión territorial del Departamento, es posible
encontrar a siete de las ocho ecologías, regiones geográficas o naturales,
definidas en el Perú; con la sola excepción de la Costa Marítima o Chala. A
saber:
"La Yunga, de Quebrada (tipo Chosica), de los Valles Bajos Interandinos
—que es la de la ciudad de Huánuco y de sus cercanías--, acabada de describir.
La Sierra Media o Quechua, de colorido sin par. La Puna Baja o Suni, La Puna
Alta o Puna propiamente dicha; de grandes potencialidades ganaderas,
forestales, y agrícolas, ambas dos últimas. La Cordillera o Janca, minera por
excelencia. La Selva Alta o Rupa Rupa. Y la Selva Baja u Omagua; dos
emporios de verdor y de esperanzadoras visiones… ¡de todos los peruanos!
"El clima de la ciudad de Huánuco y de sus cercanías es el óptimo para el
ser humano; como le digo, pero además, por su alta luminosidad, factor
importante en la formación de los aceites esenciales de los vegetales; resulta así
decisivo para llegar al mejor aroma y sabor conocidos en las flores y en las
frutas —Él mismo, era destacado fruticultor en la zona, especialmente naranjero;
y su hermano Pedro, a la sazón Diputado Nacional por el Departamento, otro
entusiasta en el fomento de la fruticultura regional y de la reforestación, en todas
sus modalidades—. "Por ello, la huanuqueña, es ecología en especial excelente
para la flori y fruticultura, además que para la arboricultura en general"...
--Ingeniero —Me decía, en son de orgulloso propagandista y apasionado
amante de su terruño:

de origen morrénico); desde allí se daba una hermosa vista del valle y de la misma ciudad de
Huánuco.
111
Huánuco es nombre resultante de un largo proceso: Deriva del quechua: "Guanaco Pampa"
(Pampa de guanacos); inmensa meseta de puna, de la cuenca alta del río Marañón huanuqueño,
sede de la antigua ciudad incaica (o del Tahuantinsuyo), la primera que recibiera dicho nombre.
Constituía parada o etapa intermedia, entre el Cusco y Cajamarca, en camino a Quito. Siendo
refundada por los españoles. Mas, por lo duro de su clima, fue trasladada de lugar, de la cuenca
del Marañón, a la vecina del Huallaga, valle mucho más benigno; por lo que, la primera urbe,
quedó como Guanaco, Guanuco, y después Huánuco, Viejo; y, la segunda, como Huánuco,
Nuevo; o simplemente Huánuco.
En la segunda refundación española y su poblamiento, participaron, en predominancia, varios
caballeros españoles procedentes del reino de León, España. Por leal a la Corona, en la rebelión
de Girón, y por eso último, fue titulada: “La Muy Noble y Leal Ciudad de los Caballeros de León
de Huánuco” (no por haber leones o pumas allí).

301
-- “En Huánuco, las flores tienen aroma, las frutas tienen sabor, y las
mujeres saben querer”.
Don Ruperto, por ser muy amigo, fraterno en verdad, en modelo de
hermosa amistad, de don Guillermo Martins, quien a poco sería mi suegro,
habiéndome tomado gran aprecio, como yo a él se lo correspondía, influyó algún
tiempo después, mucho y generosamente, en la realización de mi matrimonio,
como habré de narrarlo.
Pero en el asunto de las tierras, pasaban los días y no era posible
concretar nada dentro de la misión que me había llevado a tan gratificantes
pagos; pues los terrenos, podría decirse, no estaban ‘de oferta’, como en
taquilleros de bodega, de fácil acceso; ni mucho menos.
Pronto me di cuenta de que las únicas oportunidades de lograr tierras, por
compra o arrendamiento, se presentaban en los casos de ‘líos entre herederos’,
de parientes en juicios interminables, a los cuales era bastante aficionada la
ciudadanía tradicional huanuqueña.... Cuyos integrantes, graciosamente,
pronunciaban: “ficios”, para referirse a tales eventos, emergentes en los campos
de un pretendido, pero leguleyesco "Derecho" (?) ¡Bastante más que torcido!...
Sea dicho en pura verdad y con clara ironía.
Fue así que pude detectar un lindo fundito, ubicado muy cerca de la
ciudad, en una meseta u hoyada suave de sus alturas, de ecología que ya
podría clasificarse de Quechua Baja. La zona se conoce como “Nauyán-Rondos”
y era titular de la propiedad la familia Cavalié-Oneglio, en litigios por herencias.
Dada su altura, el predio ya no servía para los subtropicales cítricos,
como naranjos, limas, mandarinas y limoneros, pero sí, y muy bien, para frutales
de clima menos templado, rosáceas o de hueso (duraznos, ciroleros, etc.) y
pomáceas o de pepa (manzanos, peros, etc.). Había, incluso, en notable
producción, un gran árbol de nueces (nogal), que demostraba otra interesante
posibilidad.
Entusiasmado, avisé a Córdova, quien rápidamente llegó de Tingo María,
para visitar el terreno, en esta nueva vez, juntos, e intentar el trato final con los
dueños.
Lamentablemente, por varios motivos, el principal una desmesurada
“subida al cerezo”, de los propietarios, al momento de precisar las condiciones a
la firma del contrato —por otro lado, costumbre muy frecuente en el medio, como
comencé a constatarlo--, y no se pudo llegar a nada concreto.
-----

302
El Amor.- En una de las circunstancias, de alternados y forzosos reposos,
con afanosas andadas en pos de tierras, conocí a un joven que ya tenía algún
tiempo trabajando de agente viajero en Huánuco y estaba alojado en el mismo
hotel. Lamentablemente, después de unos breves días de muy grato y utilísimo
contacto amical, no volví a verlo más. Se llamaba, o se llama: Lucio del Pino. En
verdad anhelo que siga vivo; me agradaría muchísimo volver a verlo...
Es del caso que le bastó a Lucio un corto tiempo para gravitar positiva y
extraordinariamente en mi vida. Entre los que más. Sin que, al parecer, se
percatara a plenitud de ello. Influyó en mí de un modo determinante, más que
nadie ni nada; al lado de las generosas acciones de mis padres y de unos
cuantos bondadosos familiares y amigos......
Ocurrió que cierta tarde, rodeábamos, sentados, una de las mesas del
comedor del cjtado hotel, en espera de la realización de una fiesta que debería
tener lugar allí, en razón del matrimonio de una de las hijas del propietario del
establecimiento (León Alatzeme). Con tan especial motivo, el caballero había
invitado, además de algunas amistades y a sus pocos parientes habidos en
Huánuco, con la mayor cordialidad también, a sus huéspedes —nosotros-, en
esos días alojados allí...
Cuando, en tales circunstancias, apareció en bullicioso y alegre tropel, un
grupo a todas luces de bonitas y muy simpáticas chicas, en la mejor edad de
merecer. Una de las muchachas, en particular, me impactó sobremanera. Bien
alta ella —como para ‘mi coteja’--; esbelta, graciosamente algo delgada; morena
clara, de piel canela suave; de cabellera intensamente negra, como sus bellos
ojos; grandes, de mirada muy dulce, a la vez que daban a su rostro una
expresión alegre y vivaz. Aparecía muy ‘movida’, dinámica y como lideresa del
grupo...
Me impresionó con una fuerza hasta entonces —la verdad-- ¡jamás
experimentada!
-- ¿Quién es esa ‘flaquita’, alta y morena, tan simpática, que allí destaca?
-- Pregunté a Lucio del Pino...
-- Dora Martins Echevarría, es su nombre. Todos la llaman cariñosamente
“Dorita”. Pertenece a una de las mejores familias del lugar y su padre, don
Guillermo, es un caballero por sus cuatro costados; excelente persona,
altamente respetado en todo Huánuco. Ella es una chica muy honesta; ‘por
siaca’; su familia la cuida mucho, especialmente su madre, que es considerada
temible, como potencial suegra. Trabaja en la farmacia: “Botica Peruana”,
propiedad de su papá, de quien es brazo derecho; una de las mejores boticas de
la ciudad; ubicada en la calle (jirón) Dos de Mayo, cerca, a pocas cuadras, de la
Plaza de Armas. --se trasladaría, muy pronto, a una edificación nueva, a sólo
unos veinte o treinta metros de dicho ambiente público y central huanuqueño.
-- ¡Cómo me gustaría poder conocerla!... ‘De presentación’; conversar con
ella y, si fuera posible, entrar en cierto ‘plan serio’, de ‘cireo respetuoso’. —
Apunté, esperanzado...

303
-- Aunque ella no es muchacha de las que se dice ‘fáciles’, ni mucho
menos, contando con la formalidad de tus intenciones, yo te la puedo
presentar... Nos pondremos de acuerdo en la hora, para verla mañana en la
Botica. Siempre será mejor que en esta reunión, a la que, la verdad, no la noto
muy propicia para el caso —Dijo finalmente Lucio.
En efecto, la fiesta no dio para mucho. Bastante rápido llegaron y se
fueron los novios y con ellos gran parte de la concurrencia invitada. Yo estaba
entre gente casi toda todavía desconocida y mi fuerte no era el baile. Como
además me hallaba cansado, terminé yéndome a dormir temprano... Pensando
hacer mejor las cosas al día siguiente. Y así, a eso de las cuatro de la tarde —
exactos, en día y hora pactados--, nos constituimos en la botica... Ella estaba
afanosa, dinámica, eficiente, atendiendo cordial y solícita, al numeroso público
que allí acudía en pos de los más variados específicos medicinales y de la
preparación de innumerables recetas, como era muy acostumbrado elaborarlas
en las farmacias de aquellos tiempos.
Nunca olvidaré cómo la vi entonces: Vestía, con buen gusto, una ligera
tenida de trabajo; sostenía, a intervalos, un lapicito, con el pabellón de la oreja
derecha y, en ciertos momentos, lo tomaba, graciosamente, con la mano del
mismo lado, para las anotaciones y cuentas necesarias en el despacho... Lucio
esperó, prudentemente, disponer de un instante propicio y le dio la voz. La
saludó con cortés afecto, y pretextó, ipso facto, que ‘su amigo’ –yo— quería ‘un
remedio para el dolor de cabeza’…
—“Mejoral” --Recomendó ella. Y me presentó entonces Lucio, muy
elogiosamente, dándole mi nombre y principales datos personales; como a un
joven ingeniero agrónomo, llegado a Huánuco desde Lima y Tingo María, en pos
de tierras agrícolas, para poder trabajar independiente y establecerse en la
región... Sonriendo, además, le dijo:
-- Ayer te vimos en la fiesta del Hotel León... El mucho alboroto y el poco
tiempo no fueron propicios para acercarnos... Pero Rafael, como no podía ser de
otro modo, ha quedado muy impresionado por la simpatía de tu siempre grata
persona...
-- ¡Ah! Muchas gracias, tanto gusto. —Respondió ella, haciendo un
simpático mohín y estirando la mano, en cordial ademán de respuesta a los
atentos saludos recibidos y a la amable presentación a mi favor... Y, estando
muy cerca su papá, me lo presentó, produciéndome él una impresión
especialmente grata.
Hubo entonces —el público ya reclamaba su turno de atención y ella
debía volver a lo suyo— un corto intercambio de algunas frases de juvenil
cortesía, cuales son las de rigor entre varones y damas jóvenes, máxime en
circunstancias de semejante cariz; en las que uno cualquiera o los dos
protagonistas —en nuestro caso, muchísimo más yo, que ella, por cierto—,
pudieran ofrecerse, cual sansebastiánicos voluntarios, a los flechazos de
Cupido. En resumen, le pregunté si sería posible verla de nuevo y conversar en
otra circunstancia; sin perturbar su trabajo y con suficiente tranquilidad...

304
-- Sí —respondió--, me agradaría; Casi todas la noches, temprano, desde
a eso de las siete, acompañada por algunas de mis hermanas, de mis padres, o
de varias buenas amigas que tengo, salgo a pasear y conversar, dando vueltas
alrededor de la Plaza de Armas, aprovechando el fresco del inicio de las noches;
y en algunas otras ocasiones, muy lindas, en horas más avanzadas, de luna
llena, y, con mayor razón, cuando hay castillos de fuegos artificiales; una
costumbre muy huanuqueña, de mi tierra; especialmente en las fiestas
populares... Si quieres nos podríamos encontrar allí.
-- ¡Aceptado!
¡Salí feliz de ese primer encuentro!...
Al anochecer inmediato, estuve puntual en la Plaza de Armas, como
después habría de estarlo muchas veces, terminados los días de mis afanosas
indagaciones acerca de la posibilidad de conseguir algún predio rústico --
¡siquiera uno!--, cual cabecera de puente, en la realización de nuestros agrarios
sueños empresariales y de independencia económica...
Allí, nuevamente ¡me encontré con Dora!
Iniciaba ella su acostumbrado paseo por las anchas veredas perimetrales
del jardín central de la Plaza, acompañada de unas amigas en relativo corto
número. Me acerqué y las saludé con la mayor cortesía; pero sin exageraciones
de mal gusto y me respondieron con alegre cordialidad; uniéndome entonces al
conjunto y participando, con el mejor de los ánimos, en la grupal conversación...
Y como me lo había anticipado Lucio del Pino, pude confirmar, con meridiana
claridad, que se trataba de una chica muy custodiada y que, ella misma, se
cuidaba mucho. No había lugar, ni por pienso, a plancito alguno; mucho menos,
fácil o rápido... Habría de ser, en todo caso y en toda pureza… ¡una tarea de
romanos!... la ‘conquista’ del corazón de semejante virginal tesoro.
No me fue difícil, empero, iniciar y sostener con ella, sanas, prolongadas y
amenas conversaciones:
De su lado, me contaba las vivencias suyas en Huánuco, para mí de
enorme interés, por corresponder a visiones que me eran bastante novedosas,
incluso exóticas; por mucho que había atisbado, algo ya, de esas bellas tierras y
acogedora gente, en nuestros recorridos por sus diversas zonas, poblaciones y
ecologías. Me ponía al tanto de su apreciable y numerosa familia; de sus viajes y
estares en Lima, Callao y La Punta, adonde iba de vacaciones casi todos los
veranos, invitada y alojada en lo de una buena y generosa tía, llamada René --
¡una gran mujer!--, hermana de su padre y casada con un español de nombre
José Abadía, caballero también de excepcionales virtudes; como, en ambos
casos, habría de constatarlo algún tiempo después... Curioso resultaba que don
José —”el tío Pepe”, en familia--, empresario extraordinariamente trabajador,
tenía en propiedad, en Lima, un negocio muy singular: una “Fábrica de Velas y
Chocolates”... ¿Qué tendrían que ver las velas con los chocolates?... Pues nada
en principio. Solo se trataba de una casualidad, sucedida en los procesos de las
adquisiciones de sus propiedades fabriles; las que no fueron de construcción

305
planeadas por él, sino solamente unificadas, a posteriori, de las compras de los
locales dichos y en la razón adicional de ser, el mercado, el mismo, para las dos
clases de productos.
Pero la curiosidad... ¡qué cosas tiene la vida!... era la misma que durante
varios años, hasta dos veces por día, nos había llamado la atención a los
muchachos estudiantes de mi promoción y a muchos otros en “La Molina”—en
los viajes que hacíamos en ómnibus desde Lima a la Escuela de Agronomía--, al
contemplar y leer, en un gran letrero: “Fábrica de Velas y Chocolates”- José
Abadía; en el frontis de su local, ubicado al final de la Avenida Grau; un poco
antes de voltear hacia la carretera que nos llevaba al fundo molinero, para asistir
a nuestras clases regulares y a las prácticas de campo. La pregunta —
desconocida que era la génesis de tal unidad fabril— siempre era y siempre
quedaba sin respuesta: ¿Qué tienen que ver las velas con los chocolates?...
¡Qué iba a pensar yo que, buenos años después, estaría pretendiendo y
casándome con la sobrina del dueño de tan especial negocio!
Las velas que fabricaba don José eran las comunes de parafina y algunos
tipos de cirios para las ceremonias religiosas de los pueblos serranos. Las velas
se vendían y consumían, a imponente escala, en las ciudades y pueblos de todo
el Departamento de Huánuco y vecinos; donde no había luz eléctrica o ésta se
interrumpía con frecuencia. Los chocolates eran de dos clases: Unos, más o
menos finos y presentables, envueltos en platinas de varios colores; serían con
posterioridad delicia de nuestros hijos y sobrinos, a quienes "El tío Pepe"
obsequiaba con derrochante generosidad. Otros, la mayor parte de la
producción, estaba constituida por un chocolate "popular", azucarado –con los
cristales del azúcar visibles--, en parte pegado en papel sulfito (el de envolver
productos varios en las "bodegas de esquina"), llamado también: "chocolate de
chucuyes".
El vocablo “chucuy”, era y es un especial y despectivo modo huanuqueño
de designar a los campesinos míseros de las alturas, la mayoría mestizos o
cholos, muchos seudo o marcadamente “indios” (?). Viene del idioma quechua:
(que lleva) “chuco", o “chucu”; forma sencilla de gorro para protegerse del frío,
semejante al “chullo” (que, a su vez, parece que derivó del “gorro frigio” europeo,
hispano francés, de los siglos XVII y XVIII), pero con menos punta superior y sin
‘orejeras’ laterales; utilizado por los pobladores de esos inclementes parajes y
que, a ojos populares, caracterizaba sus apariencias de muy marcada manera.
El mencionado “chocolate de chucuyes”, estaba presentado en tabletas
de unos 10 x 15 cm., que por ser mezclado con bastante azúcar, a más de
endulzarlo, ella abarataba su costo considerablemente; iba envuelto, sólo y en
parte, como hemos dicho, en ‘papel sulfito’, blanco, muy delgado; casi
transparente, todo lo cual, lo hacía suficientemente agradable y práctico. De muy
bajo precio y por lo tanto muy "popular". De consumo masivo. Especialmente
entre los sectores más pobres de la población (campesinos, peones agrícolas,
obreros, etc.).

306
Volviendo a lo de nuestras primeras conversaciones de cortejo, con la
damisela que comenzaba a inquietarme hasta las entretelas del alma, por mi
parte, le exponía algunos antecedentes de la personal existencia mía, que
podían picar su curiosidad natural y femenina, llamándola, en añadido, a cierta
simpatía hacia mi modesta trayectoria. Y, sobre todo, hallaba ocasión para —en
desahogo emotivo ansiado por las circunstancias— decirle algo de mis sueños y
proyectos; de los que era posible tomar por más interesantes y de mayor
trascendencia. En fin, conversables materias, no faltaron, por muchos días... Sin
embargo, no estaban ausentes las dificultades:
Sería al inicio del segundo o tercer paseo en la Plaza, cuando Dora se
presentó acompañada de las ya dichas amigas y además por su hermanita
menor, de nombre también René —como la buena tía— y que a la sazón tendría
unos siete u ocho años de edad. Era —notable ‘al tiro’— una chiquilla
sumamente engreída; además de por sus padres, por Dora misma, muy
querendona y engredora ella, de los suyos; tal como a partir de entonces pude
percibirlo. La tal niña, se mostraba notablemente vivaz e inquieta de genio; en
grado extremo; al punto de ser calificada por los coetáneos de muy “mataperra”
o “traviesa”’... ¡Un “diablillo” con faldas!... En cuanto ‘el encanto’ me vio, se me
vino encima, propinándome unos terribles puntapiés en ‘la espinilla’... Atónito
quedé, sin saber qué hacer. Pero antes de yo poder reaccionar, ella gritó:
-- ¡Vete! ¡Fuera! ¡Anda, vete!... Sé que te quieres casar con mi hermana
Dora y que después te la vas a llevar, como César se va a llevar también a mi
hermana Olga... ¡Vete! ¡Fuera! --¡Y más patadas!
César Mares Urdanivia, era en lo profesional un médico sumamente hábil
y como persona se manifestaba en especial inteligente y culto; estaba asimilado
a la Policía en la que tenía el grado de capitán. En los días de este suceso,
efectivamente se hallaba por casarse con Olga, la mayor de los hermanos
Martins Echevarría. La infantil fierecilla tenía pues sobrados motivos para estar
dolidamente alarmada y recelosa. Habría que añadir —como a poco me
enteraría— que la familia era muy unida y particularmente cariñosa entre ellos,
padres y hermanos.
Dora se puso colorada y no sabía qué decir. Pues dada la forma de
nuestro trato, si bien era evidente, ‘entre nos’, que yo estaba interesadísimo por
ella --y hasta muy "templado"-- no habíamos tenido, ni remotamente, ocasión de
decirnos con claridad nada amoroso; ni yo de declararlo, o de pedir algo; ni ella
de aceptar o conceder siquiera situación de enamoramiento alguno y mucho
menos de noviazgo... O ¡mucho menos! de matrimonio. Pero ahora la chiquilla
salía con eso... ¿De donde lo sacó? No podía haberse originado en ella sola,
sino con toda evidencia, de comentarios hogareños; adelantando lo que hasta
ese momento no era —se suponía o se aparentaba— sino una remota
posibilidad...
Tratando de salir del apuro y al mismo tiempo para poner término a la
pateadura que ese pequeño demonio me venía suministrando, Dora sacó
impulsos de donde y como pudo, y dijo:

307
-- ¿Qué haces y qué tonterías hablas René? ¿De dónde se te han
ocurrido esas cosas? Es mejor que vuelvas a la casa —y pidió acompañarla a
una de las buenas amigas de su corte...
-- No te preocupes —Le dije, tratando de auxiliarla—. Así son las
criaturas; no ha pasado nada...
No obstante, el bollo se había quemado; y después de un intercambio de
dos o tres frases cortas y con relativo disimulo, Dora vio la forma de regresar a
su casa, también ella, tan pronto como pudo.
Ocurrió desde entonces, que para cada una de las posteriores
oportunidades, previsoramente, atiné a llevar algunas bolsitas de caramelos que
me abrieron las puertas de un armisticio con el infantil encanto; y, añadidas las
reprimendas que con seguridad la pequeña recibió en casa... ¡santo remedio!
Amansamiento total. Las cosas retornaron a una plácida normalidad.
No obstante, sucedía que no pasábamos de conversaciones inocentes —
demasiado inocentes, para mis amatorias ansias--; y, por añadidura, de
amplitudes testimoniales colectivas, casi multitudinarias.
Felizmente, por aquellos tiempos el papá de Dora, alternativamente, era
alto directivo o presidía el Club Central Huánuco; principal centro de reuniones
de la sociedad huanuqueña; donde él, casi todas la noches, se jugaba sus
‘casinitos’, ‘golpeaditos’, o alguno que otro ‘poquercito’; de apuestas monetarias
poco significativas. Ella lo ayudaba, reuniendo las colaboraciones amigables de
varias damas y de algunos caballeros, en organizar los bailes y eventos propios
de la institución.
En la dicha situación, aunque siempre había sido, y soy todavía, duro
para integrarme a clubes sociales y para convertirme en asiduo bailarín, fui
instado a inscribirme como socio --¡mi primera claudicación por amor!-- e
invitado a sus siempre concurridas, alegres y elegantes fiestas.
Elevé a su mayor cumbre mis modestos conocimientos acerca de bailes
de salón y me concentré en los más sencillos: valsecitos criollos, bastante
huachafositos más de uno; en los alegres pasodobles y corridos mejicanos; y en
los romanticones y acaramelantes boleros. Y, fogoso el ánimo, impulsado por mi
creciente enamoramiento, le entré resuelto al peligro...
Así, al encontrarme con la causa de mis ardorosas inquietudes, la saqué
a bailar varias veces seguidas... Con gran emoción de mi parte, la tomaba por el
talle; y si bien por aquella época se bailaba algo pegaditos —no como ahora,
separados y descentrados, entre epileptiformes ademanes--, con todo, la
pegada, reclamaba sus discretas distancias; en razón directa del ‘respetamiento’
habido. Se comprenderá pues, el incompleto aunque prudencial aparte, que en
tales circunstancias tenía que guardarse.
Ya embarcados en la danza, me fue posible conversar, de a dos y de tú a
tú, aunque fuere con un cercano público también bailante, pero no llegado a
impertinente. Al menos, pude hablarle sentimental y en relativa confianza.
Comencé a decirle, con cálida franqueza, que estaba rendidamente enamorado

308
de ella; que la amaba; que comprendía muy bien cómo, en esos momentos y por
su parte, no tendría por qué estar embargada del mismo sentimiento hacia mí, ni
mucho menos con igual intensidad. Que yo confiaba poder alcanzar semejante
fortuna con el transcurso de algún tiempo; que solamente le pedía, por lo pronto,
aunque no me aceptase de inmediato, que no me rechazara de plano y
permitiera seguir alternando, como lo estábamos haciendo hasta ese momento...
En oportuna circunstancia bailada, ella asintió, dándome esperanzas.
Pero, en el afán de decirle tantas cosas, la había ‘monopolizado’ en los bailes.
Dejando al margen de sus justificables expectativas a otros jóvenes, y también
las de algunos mayores; pues concentraba ella gran atractivo entre los varones
de la época... No obstante, solía darme cierta ventaja mi estatura, más en
armonía con la suya.
Pero ocurría adicionalmente, que Dora había asistido al suceso festivo en
que tuviera lugar mi ‘declaración’ —como lo hacía a casi todos--, con su muy
amorosa y mucho más vigilante madre; quien sentada en una silla cercana, no le
—nos fuera mejor decir— quitaba la vista de encima. Lo cual impulsó, a quien se
estaba apoderando de mi corazón y de mi vida entera, a pedirme que no la
sacara a bailar tan seguido, pues podría tener problemas con su progenitora...
-- ¿Qué problemas? ¡No hay ningún problema! --Repliqué altivo y a
renglón seguido agregué resuelto-- Mis intenciones son muy serias. Si quieres y
dando por supuesto que me aceptas, les puedo decir a tus padres que deseo
casarme contigo…
-- ¡Oh! no. Sería demasiado prematuro. Te ruego, por ahora, solamente
espaciar un poco nuestros bailes.
Disminuí, creo, algo así como en 0.5 % --sin conceder más--, la
frecuencia de los danzares nuestros. Dora no pudo hacer mucho, en verdad,
ante tan avasallante pertinacia.
Lo cierto es que el asunto siguió prosperando; entre los paseos en la
Plaza de Armas y los bailes del Club. En algún momento, además, comenzamos
a ir al cine. Pero no le faltaba, tampoco en estos andares, un fuerte resguardo,
amical o familiar... ¡Siempre ella con una muy celosa y nutrida compañía!
En una función, de modo algo furtivo, en la semi oscuridad de la sala, le
tomé la mano y ella me respondió la caricia con una suave presión...
¡Experimenté una sensación de agrado inefable!
Cierta primera noche y otras espaciadas después, me invitó a conversar
en la sala de su casa y luego a comer. Por supuesto... ¡siempre estaba bien
acompañada! por sus padres, hermanas —los hermanos varones pasaban en
Lima, por estudios, la mayor parte del tiempo--, o las amigas más fieles. Hice
buenas migas con su mamá. Por varias razones, pues aparte de ser ella una
buena y muy estimable señora como madre y esposa, se mostraba bastante
aficionada a las actividades agrícolas y pecuarias —de instintos muy
chacareros—y por tanto podía compartir aficiones y conversar mucho conmigo,
dada mi extracción también campestre y mi ingeniería agronómica de

309
apasionada profesión. Pero había un detalle adicional que nos impulsaba a
congeniar más:
La doña cocinaba muy bien; aunque lo hacía ‘cuando le daba la gana’.
Así, en su casa le decían que allí se comía en ‘carrera de caballos y parada de
borricos’. Por lo demás, Dora y sus familiares no se ofrecían como gente de ‘alto
coeficiente masticatorio’ o de ‘buen diente’. Eran lo que se dice muy
‘desganados’. Cuando la madre disponía una excelente comida, los destinatarios
del banquete no le hacían los honores que le eran ampliamente merecidos...
Pero, cuando yo llegaba, la llenaba de sinceros elogios. Luego de hacer notar el
‘apetito de diputado’ o ‘de preso político’, que siempre me ha caracterizado, que
de seguro mantendré incólume hasta el fin de mis días, que lo llevaré hasta la
tumba.
Quien comenzaba a ser mi suegra, oía y veía, con mucho regusto, los
sinceros elogios, de palabra y de obra, verdaderos homenajes, que yo rendía a
las geniales y encomiables creaciones, de su arte culinario, de estilo tan
peruano.
Pero nada de lo dicho, hacía cejar, a tan digna matrona, en su ultra
recelosa guardianía —a un grado excepcional, jamás conocido por mí— de las
filiales alhajas femeninas de su cuidada y honorable joyería hogareña.
Semejante estado de cosas, me había colocado, emotivamente, en un
punto de muy alta tensión. Se inquietaba mi espíritu a límites casi insoportables.
Cada vez más me sentía enamorado con desesperante intensidad. Cual las
cuerdas de una guitarra, de continuo estiradas, según gráfica expresión juvenil y
popular: “se tiempla” el enamorado. Se tensa. Si fuertemente, se dice que está
“muy templado”. Tanto más, cuanto le dificultan el curso natural de su amor. Así,
puede decirse, como la vida me lo iba enseñando, con progresiva certeza, que:
El amor se enardece con las dificultades y se enfría con las
facilidades. El difícil se hace intenso, profundo, duradero. El fácil,
superficial, efímero, quebradizo.
El enamorado busca, empero, facilitar y culminar su amor. Así trataba yo,
en una y mil formas, de romper aunque fuere solo en parte, el inexpugnable
cerco, la estricta vigilancia, que se nos oponía. En cierto momento, creí llegada
la oportunidad:
Era costumbre en Huánuco, la realización, en días feriados, de alegres
paseos campestres (“pic-nics”) multifamiliares, a lugares pintorescos y
hermosos, tan abundantes en las cercanías de la ciudad. Así, en cierta ocasión
se había organizado uno a la conocida zona de “El Rancho”.
El nombre dicho, comprende a un caserío, a sus aledaños, y a un puente
sobre el río Huallaga, ubicado en su cercanía. Permite éste, el paso de la
carretera hacia Tingo María y a toda su Selva interior; comenzando por la subida
a la cumbre de “Carpish”. También sale de allí, siguiendo por la margen derecha,
aguas abajo del mismo río, el ramal hacia Panao, capital de la Provincia de
Pachitea; el cual, después de un corto trecho, voltea hacia el Este y asciende

310
por las estribaciones de la Cordillera Oriental, bordeando de inicio el pintoresco y
cercano vallecito de Yanamayo.
Y también, pasando el Puente de “El Rancho” y siguiendo por la zona
ribereña de la margen izquierda, aguas abajo del río Huallaga, quedan todavía
los restos del camino de herradura hacia las montañas de Pillao y Tingo María,
atravesando uno de los cañones más hermosos y menos conocido de la
geografía peruana: ¡El Cañón del Huallaga”!
Escogiendo un bello paraje vecino a “El Rancho”, acampó, entusiasta, la
expedición del huanuqueño “camping”. Lugar donde, iluso, creí viable tramar
alguna acción de libertaria rebeldía amorosa...
Llegado determinado momento, después de ingerir, golosos, los
agradables bastimentos comestibles y los refrescantes bebestibles, propios de
juntas de esa naturaleza, la muchachada dio, en colectiva manifestación, la voz
de paseo libre y abierto por los alrededores... Tomé de la mano a Dora y
jalándola suavemente, le susurré al oído:
-- Vamos a subir a ese cerrito y a lo mejor allí podremos exclamar: ¡Al fin
solos!
Ella —dada su educación, forjada a la luz de estrictas normas morales
inculcadas en la familia por generaciones y en el colegio con su religiosidad
inherente— se resistió un poco a entrar en complicidades conmigo, en una
'acción' que estimaba 'poco recomendable'. Pero, finalmente, se dejó llevar y me
siguió un corto trecho. Sin embargo, la subida era bastante fuerte y rápido sintió
cansancio; no dejando de experimentarlo yo también en alguna medida...
Mientras tanto, la futura suegra venía un poco atrás. Pensaba yo que por su
edad estaría cansada desde mucho antes y más intensamente que nosotros…
¡Ingenua esperanza!
Dora se agotó totalmente primero y su mamá... ¡se ofreció para ayudarla
a subir! Y luego ¡a bajar! Fue una de las tantas veces en que la señora demostró
su increíble, inaudita, energía física y fortaleza de carácter. A la par, en
magnitud, que su celo en el cuidado de los suyos... ¡En especial de sus hijas!
Mi sino era —parecía serlo— soportar, por siempre, esa exasperante
situación. Sin embargo, tenaz, terco yo, no perdía las esperanzas de poder
aclarar el panorama, poniendo fin al 'problema'.
-----
Al poco tiempo de haber definido con Dora la situación de nuestros
germinales amoríos, Olga, su hermana mayor —como ya adelanté algo--, se
casó con el Dr. César Mares Urdanivia, formando hogar en casa ubicada en el
Jirón 28 de julio, casi en su esquina con la Plaza de Armas.
Cuando novio, César Mares, en sus relaciones con Olga, no había tenido
tantos problemas como yo, respecto a las libertades amatorias propias de un
novio. Era unos 15 años mayor que yo; más cuajado profesional —médico y
capitán asimilado de la Policía--; hábil, canchero a todas luces. Primero se hizo

311
muy amigo de nuestro suegro común, aprovechando las circunstancias y el
terreno propicio constituido por el “Club Central Huánuco”, al cual también era
asiduo concurrente, como distinguido socio e integrante de las mesas casineras.
Y le entró al asunto en un plan de mayor seriedad y porte más solemne, de lo
que podría hacer yo. Concretó con rapidez su compromiso matrimonial y la
realización de una suntuosa ceremonia nupcial.
En los frecuentes tratos circunstanciales habidos conmigo, Olga me había
tomado gran afecto, que yo por supuesto correspondía complacido. Ella era, por
otro lado, una hermana muy querendona con Dora. Apoyado en tales
situaciones, un día le dije:
-- Mira Olga, tú eres una mujer joven, que acabas de casarte y de pasar
por el mismo trance del enamoramiento y el noviazgo; has de comprender
entonces, mejor que nadie en tu familia, lo incómodo y verdaderamente fuera de
lugar, que resulta, para una pareja en recientes relaciones de tipo romántico,
como son las sostenidas por tu hermana Dora y yo, el no poder tratarnos en
confianza, ni estar solos, siquiera algunas veces, a causa de la cerrada
‘marcación’ a que estamos en todo momento sometidos. Por eso, como Dora
viene a visitarte casi todos los días en las tardes, a tomarse un cafecito en tu
casa, perdonándome la pechugonada, pero quiero pedirte un favor: que me
invites también a mí y nos permitas conversar, para tratarnos como Dios manda,
entre enamorados.
-- Bueno, es justo.. —Me contestó— Dora viene, efectivamente, casi
todos los días a tomar su café en las tardes --costumbre muy huanuqueña-- y yo
tendría mucho gusto en que ustedes se vean y conversen aquí... Les diría a mis
padres esto y no creo que se opongan, pues sabemos que tú eres un joven serio
y que tus intenciones son buenas. Pero eso sí, te lo digo con toda claridad y
franqueza: no serán, éstas, ocasiones para estarse besuqueando y menos en
pachamancas, pues yo estaré vigilando muy de cerca.
-- ¡Qué ocurrencia! Olga --Repliqué al punto... Con cierta hipocresía,
calificable con indulgencia de lícita o comprensible, tomando en cuenta lo
apremiante de mis ímpetus amorosos. No sin pensar en mi fuero interno:
¡Inclinación de familia, este tan celoso vigilar!... Y dije:
-- Sólo pretendemos conversaciones en confianza, para irnos conociendo
mejor.
Así, la primera tarde, llegué a la casa de Olga, en cuya sala me esperaba
Dora... ¡Junto con ella! Daba la impresión de solo haber cambiado de cancha
para jugar el mismo partido... Pero, como marcado, seguía igual, a marcación
estrecha. ¿Señal ya inequívoca de una actitud implacable de la familia toda?...
¡Tal parecía!
No obstante, a los pocos minutos, compadecida seguramente, Olga dijo:
-- Bueno, yo tengo que hacer algunas cosas de la casa, voy un momentito
adentro y vuelvo... Pero ya les digo: ¡Formalitos ah!

312
-- No te preocupes Olga —Le repliqué, en tono de seráfica inocencia,
faltándome poco para entornar los ojos, en gesto de ladino fingimiento.
Y no bien salió la joven, guapa, y celadora dama, mi cerebro maquinó,
rapidísimo, la forma de terminar, de una vez por todas, la deprimente situación
significada por tan vejatoria —casi ridícula y muy incómoda— vigilancia extrema,
que nos afectaba en demasía. Recordé entonces el decir de los sabios:
“El Buen Humor, la Risa, la Broma Oportuna, resuelven las más
difíciles situaciones humanas”.
Y así, a muy pocos minutos de ausentarse de la sala, la estricta dueña de
casa, con angustioso tono y la voz más tronante de que pude ser capaz, grité:
-- ¡Socorro! ¡Socorro!
Volvió entonces de inmediato Olga, preguntando:
-- ¿Qué pasa?
-- ¡Dora me está queriendo besar! –Clamé, en fingida y vociferante queja,
de muy altos decibeles...
Rió bastante con la ocurrencia la buena cuñada. Desde allí, nos dejaba
libres por relativos largos momentos... Y, a la primera oportunidad, apasionado,
pleno de una inefable emoción —candorosa es posible, pero muy dulce--, como
sellando mi fervoroso amor por Dora… ¡pude 'robarle' un tierno beso!
-----
Mientras dedicaba las tardes y las noches tempranas a mis idolátricas
andanzas amatorias, durante las hora del día continuaba, afanoso, la búsqueda
de terrenos sobre los cuales pudiéramos ejecutar —Lucho Córdova y yo—
nuestros soñados proyectos agro-empresariales.
Ocurría, en tanto, que entre las más leales amistades de Dora, a quien
profesaban excepcional cariño, se contaban cuatro muchachas, hermanas
huérfanas y solteras ellas, de apellido Trujillo. Propietarias eran, por herencia
familiar, de una chacrita de varios lotes, situada en las alturas del lar nativo de la
históricamente célebre “Perricholi”: el tibio y muy pintoresco pueblecito de
Tomayquichua. Cuyo nombre resulta de la unión de dos palabras quechuas:
“tomay” = cerca, en el camino de; y “quichua” o quechua = zona ecológica
correspondiente a la bella región de la Sierra Media; también a la raza, y al
idioma, predominantes en tiempos de los incas o Imperio del Tahuantinsuyo.
Correspondían, las dichas damiselas, a un nivel social algo modesto, lo
que al parecer las hacía más proclives a cierta sumisión a los dictados de quien,
también por entonces, demostraba ser dueña de mis desvelos. Tres de estas
mozas se llamaban: Yuvis, Avilia, y Perisatilde... ¡Para estrambóticos sus
nombres! En esa afición, Huánuco y San Martín, se llevan la palma, en el Perú
entero. Eran ellas, de simpatías personales bastante pasables; y, la otra, Delia
se llamaba, ofrecíase gorda en exceso y asaz feíta, para cualquier gusto
masculino normal; aunque, contra otros precedentes referidos a las relaciones

313
entre los valores de Bondad y Belleza, fuera, en singularidad encomiable, la más
buena del lote; hablando de los sentimientos, ya en los campos de la
espiritualidad.
Las pequeñas propiedades de las Trujillo eran, como fundito conjunto, de
un modesto valor; por su ubicación (en alturas de relativa lejanía y sin un ramal
carretero de acceso); por su poca extensión superficial; y la dedicación
productiva a rubros de baja rentabilidad (maíz, papas en minúsculas parcelas,
trigo, cebada, habas, alverjas, etc.). Las habían arrendado a un joven medio
aventurero, de nombre Luís Born, quien de modo algo parecido al mío, pero a
edad unos diez años mayor, estaba queriendo abrirse paso independiente,
también como pequeño empresario agrícola.
El mencionado marchante, si bien tenía un medio apellido judío (el
paterno), no mostraba pertenecer a ninguna de las organizaciones del
Judaísmo. Podría haber sido uno de los llamados “judíos de la puerta” (del
templo), “de los de afuera” o, calificados despectivamente, como “marranos”.
Siendo pobre de solemnidad, pasaba inmensas pellejerías. Soltero y sin socios,
ni compañeros de trabajo, aventuras, e infortunios, estaba solo. Además, el
fundito de marras, tomado en arriendo, como se ha señalado, no daba para
mucho, en cuanto a su productividad económica, ni reclamaba dedicación por
demasiado tiempo; y, él mismo, carecía de capital o recursos propios.
De tan rangalido personaje, podría decirse, con toda razón, que era "más
calato que un perro chino"; o, al modo argentino: "más pobre que una laucha"
¡Debía a todos los santos! Andaba por doquier pidiendo dinero prestado,
haciendo "perro muertos" y buscando siempre lo más barato Todo lo cual no
obstaba para que fuera una persona meritoriamente jovial, muy amable y
servicial.
Fue así como Lucho Born, con quien tomé contacto e hice cierta relación
amistosa por intermedio de Dora y de sus amigas las Trujillo, me dio la voz
sobre una pensión, a su decir y como efectivamente pude constatarlo, muy
buena, limpia, como para el nivel de profesionales con suficiente autoestima;
añadiéndose un excelente servicio de comida; y siendo mucho más barata que
todos los otros hoteles de Huánuco, inclusive el “León”. Me mudé entonces a
esa posada, en el Jirón 28 de Julio, a unas dos cuadras de la Plaza de Armas.
En una gran casa que había sido importante y hermosa residencia particular. El
conductor del hospedaje, un gordo y prieto señor de apellido Reyes, era
auxiliado por su activa, menudita y muy simpática esposa, que se llamaba
Consuelo (“Conchito”, para sus adúes). Ambos sabían del negocio, pues él
había sido administrador del Hotel de Turistas, de donde lo habían despedido —
según se supo después--, por sus desmedidas aficiones al trago y a los juegos
de envite...
En la pensión “Reyes”—que así se denominó y que se colmó
rápidamente— pude contactarme, mejor que nunca hasta entonces, con muchas
personas, funcionarios, profesionales, y empresarios de diversos giros, que
estaban en condiciones de aportar precisos y valiosos datos sobre predios de

314
posible disponibilidad para los fines perseguidos por nosotros. De tal suerte,
llegó a mi conocimiento que en la zona conocida como de “Yanamayo”, había,
entre otros y siendo posiblemente el mejor, un fundo bastante grande, que
podría conseguirse en compra o alquiler. Dicha propiedad pertenecía a las
prolíficas familias —huanuqueñas por antonomasia— Ramírez y Meza.
Emparentadas además entre sí, y con medio Huánuco; familias que a la sazón
se encontraban en prolongados litigios por herencias.
El principal nexo lo podía constituir el señor Felix Ramírez, quien vivía con
su familia en una casa con tiendita y pequeño restaurante anexos, ubicados
cerca del puente “El Rancho”; lugar ya referido al narrar el episodio de la
excursión en que participara, hacía un corto tiempo, con familiares y amigos de
Dora.
“Yanamayo” (Yana=negro, oscuro, por la apariencia que ofrece, visto de
lo alto, por sus piedras negruzcas y las algas pardas de su fondo; en contraste
con los rojos=puca, por plenos de arcillas coloradas; o los yurac=blanco, cuando
espumosos y calcáreos; y mayo=río), es el nombre de un río secundario,
afluente del Huallaga por su margen derecha, a muy corta distancia, aguas
abajo, del puente “El Rancho”. Constituye el eje o la base de uno de los valles
menores especialmente hermoso, como son, en verdad, casi todos los laterales
al de Huánuco. Ascendentes desde la tibia zona Yunga o Subtropìcal Semiárida
y que llegan a la muy colorida y pintoresca Sierra Media o Quechua; arribando,
algunos, hasta las altas Punas (incluso, a veces, hasta la Cordillera, Janca o
región de las mayores cumbres), donde abundan —abundaban, fuera más
exacto decir— hermosos bosques, de alisos, saúcos y quinoales, con nutrida
fauna de venados, vizcachas, zorros y ¡hasta pumas!... Con bellísimas lagunas y
cascadas.
En el idioma quechua, para los casos referidos a los ríos o cursos de
agua, había la palabra “mayo”; así como “yacu”; para indicar simplemente agua;
y “cocha”, para lagunas y lagos. En cuanto al color característico o aproximado
de las aguas, además de los dichos “yana”, para el negro, “puca” para el rojo,
“yurac”, para el blanco, había “angash”, ancash, angas, ankash, o ankas, para el
azul, etc. En el caso de las aguas tibias, calientes o termales, estaba “conoc”.
Palabras todas, que algo modificadas, han sido heredadas por nuestra cultura y
toponimia mestiza.
-----
Es el caso que tomadas las referencias en la “Pensión Reyes”, acerca de
las posibilidades del fundo “Yanamayo”, hice contacto nuevamente con el señor
Felix Ramírez, uno de los agricultores más caracterizados de su ya mentado
clan, quien me confirmó que dicho predio estaba comprendido en un largo litigio
judicial entre sus familiares. Y la mejor solución considerada por varios de ellos
estribaba en proceder a la división y partición de la propiedad, mediante un
levantamiento topográfico, el estudio del conjunto y la demarcación de los
posibles lotes resultantes, unos cinco, que debieran ser de valores equivalentes.
Me propuso que yo hiciera el trabajo técnico, con el compromiso, por parte de

315
los propietarios, de arrendarnos, por lo menos, un lote y pagarme la labor
profesional, haciéndola valer a cuenta de la merced conductiva que se pactara.
Así pues, procedí a preparar los trabajos del levantamiento del plano
topográfico del fundo “Yanamayo”, como base para su división y demarcación
correspondiente.
Entre los colegas ingenieros civiles —así nos considerábamos con ellos,
recíprocamente, los agrónomos--, siendo además amigos y estando alojados en
la misma pensión, me agencié, en calidad de préstamos: un eclímetro y su
soporte, para medir ángulos verticales y horizontales —teodolito hubiera sido
demasiado pedir en esas circunstancias--; además de una mira y una “wincha”,
de 50 metros. Y, con tales elementos, casi rudimentarios en verdad, con mucho
esfuerzo previsible y sin pretender una alta precisión, aunque sí la suficiente
para el caso, me dispuse a emprender la tarea...
Conseguí una apropiada alforja de cuero, de las acomodables en las
monturas de las acémilas de silla a emplear, con el fin de portar los útiles
menores y delicados —los mayores eran llevados por ayudantes o cargados en
mulas--; algo de víveres complementarios a los que se pudiera encontrar
fácilmente en la zona de trabajo; alguna ropa y utilería para el caso; etc.
Lucho Born, acomedido y amable como era, se ofreció para acompañante
y de ayuda, gratuita, en varios de los viajes al lugar. Hube de confirmar,
entonces, que:
La Servicial Cordialidad, la Alegría en las Expresiones, el agradable
Sentido del Humor, están, sin duda, entre los mejores adornos y
complementos de la Amistad y de las Buenas Relaciones Humanas.
Tanto el cortés amigo, como el señor Félix Ramírez, me sirvieron de
portamiras y auxiliares, con la ayuda de uno que otro peón contratado. En una
libreta, yo apuntaba ordenadamente los ángulos verticales y horizontales
tomados con el eclímetro y las distancias medidas —a toda paciencia— con la
cinta; tanto en la poligonal básica, de trazo cercano al río y a las cumbres; como
en las mediciones complementarias de relleno del plano; de las de las curvas a
nivel; y las de los linderos de los lotes.
Los mismos ingenieros ya dichos y otros amigos de la Oficina de Caminos
de Huánuco, me ayudaron y facilitaron lo adicional necesario, pagando yo los
gastos, al costo, cuando ellos pudieran afectar a esa dependencia (gabinete,
tableros, calculadoras, tablas, papeles, tintas, útiles, etc.). Asimismo, para los
cálculos —los más laboriosos eran los de reducción al horizonte de las
distancias inclinadas--; el dibujo y las copias, que en ese entonces se hacían “a
ferroprusiato”, resultando azules de fondo, con los trazos en blanco, siendo el
original elaborado en papel “pergamino” (semitransparente) y las líneas, letras,
números y dibujos, a tinta china.
El trabajo de campo resultó por demás interesante. Y tanto ése, como el
alternado de oficina, me hicieron necesarios y recordar. los estudios y las
experiencias topográficas de la Escuela de La Molina, bajo la dirección de

316
nuestro respetado y competente profesor, el Ing. Juan N. Portocarrero. Además
de las ya referidas prácticas de la estada vacacional en Huanta, hacía
relativamente poco tiempo.
Para la tarea, desde el primer viaje —realicé varios, durante
aproximadamente los dos meses que duró el empeño--, con la compañía de Luís
Born, tomamos por base central de operaciones, un bellísimo sector del fundo
“Yanamayo”, conocido como “Verbenapampa” (“Pampa de Verbenas”).
El topónímo se inspiraba en la plantita herbácea, muy aromática y
medicinal, del mismo nombre (verbena, en español), febrífuga y astringente,
entre otras propiedades; perteneciente a la familia de las verbenáceas, de
numerosas florecillas lilas dispuestas en espigas y de hojas alargadas y
hendidas. Olorosa hierba allí espontánea y abundante.
La verbena se presentaba en asociación con varias especies botánicas,
medicinales y aromáticas; de ambas, y de diversas otras propiedades muy
conocidas; como la menta, el muñá, el chincho, la yerba buena, etc.; ha de
añadirse, la de oloroso y comestible fruto, de espinoso follaje trepador (útil para
‘cercos vivos’), la “zarza mora” o frambuesa silvestre; los bellos árboles de
alisos, los cerezos o guindos, y los eucaliptus (de remoto origen australiano),
entre otros. Amén de los coloridos cultivos acompañantes; de papas, maíz,
alverjas, habas, etc.; y las especies, decían allí que ‘cultivadas’ (?), pero
prácticamente silvestres, productoras de riquísimos “blanquillos” y
“melocotones”. El resto de los terrenos se veía cubierto, cual alfombrado manto,
de un intenso verdor, constituido por abundantes y tupidas gramas y trebolares,
susceptibles de utilización pastoril o forrajera. Un límpido cielo azul intenso,
adornado por los copos de algunas blanquísimas nubes, en todo tiempo, salvo
los de tempestuosas lluvias, culminaban la impactante decoración del bellísimo
paisaje.
“Verbenapampa”, como los otros sectores semejantes de “Yanamayo”,
ubicados en la zona “Quechua”, se ofrecía integrado por numerosas seudo
graderías, pequeñas mesetas o “patas” (q.), de variadas dimensiones; con toda
evidencia, restos de antiguos andenes incaicos. Todo lo cual hacía, a la dicha
hoyada o semi llano (en español); “pampa” o “bamba” (en quechua), de un
adicional impacto visual y evocativo, completada que era su denominación, con
la palabra hispana: Verbena. Dando sustento lingüístico mestizo, al lugareño
nombre.
En el centro del paraje —al igual que en cada lote— había una rústica y
pintoresca casita de adobones, pintada de blanco y con un techo rojo de tejas. El
panorama era precioso. Don Felix Ramírez quería que uno de los lotes fuera, en
lo fundamental, “Verbena Pampa”. Me ofreció que si le tocaba en suerte de la
partición, nos lo daría en arriendo, pues notó que a mí me había gustado
muchísimo.
Hacía ya buen tiempo —desde el caso Nauyán-Rondos— que Lucho
Córdova y yo estábamos pensando, hasta persuadidos, ante la imposibilidad
práctica de conseguir terrenos de la zona subtropical, aparentes para el cultivo

317
de naranjos y otros de la misma ecología templada, que bien podríamos
contentarnos con tierras de adquisición más viable y baratas, aunque situadas a
mayores alturas, en climas menos cálidos, pero adecuadas para cultivar otros
frutales, como durazneros, blanquillos, ciroleros, nogales, manzanos y peros;
además de plantas herbáceas de producción intensiva, como papas, las
hortalizas más transportables, y otras especies de sus obligadas rotaciones.
El primer día arribamos, con Lucho Born, a la casita central de “Verbena
Pampa”, base de nuestras operaciones, ya en la tarde, después de trepar a
caballo la cuesta de “El Rancho”; adonde llegamos, desde Huánuco, en uno de
los clásicos camiones “mixtos” de itinerario, de ‘pasajeros’ (?) y carga; incluidos
algunos animales domésticos (!): gallinas, pavos, y patos --¡muy alejados de
cualquier bienvenido estreñimiento!--; también, carneros, y ¡hasta chanchos!... Y
sin que nos hubiera afectado depresión alguna, producto posible de tan
inopinada compañía, en el dicho tránsito.
Acomodamos al toque nuestros bártulos. Encendimos una lámpara
Coleman a gasolina; de esas conocidas como “de camiseta”: una especie de
bolsita de tela de asbesto, que se hacía muy luminosa al ponerse incandescente
por bien calentada, al influjo interior del combustible ingresado a presión y
simultáneamente encendido el fuego.
Preparamos una frugal cena... Y larga conversación de sobremesa.
Dispusimos luego el ‘dormitorio’ (?). Era, la pieza destinada al pretendido
efecto, un sombrío cuarto lateral al ambiente de ingreso o “hall”, con columnas
frontales éste, y que hacía también de ‘comedor’ (!). Para dormir, el tal
dormidero, no tenía camas. Hacía de ellas, el zócalo de adobones que se
anchaba en un par de sectores planos —es un decir---, de extensiones
aproximadas de 1 x 2 m., ofreciéndose con superficies muy irregulares,
erosionadas, por un claro y prolongado descuido y maltrato; semejando, dadas
sus anfractuosidades y durezas, a los coriáceos pellejos de gigantescos
cocodrilos. Constituían ellas, áreas de incalculables poderes ofensivos sobre las
espaldas de quienes no se ingeniaren adecuadas protecciones...
En fin, con suficiente paja triguera y algunos ponchos encima, a guisa de
colchones y almohadas, mas unas modestas sábanas y frazadas, aprestamos el
optimista duerme. Y, llegada la hora de acostarnos, ingresamos al recinto de
marras, con la Coleman a toda luz, poniéndola en una mesita central del
primitivo alojamiento. No era posible el lujo de vestir piyamas, por lo cual
quedamos en traje de fajina... Última conversación y un poco de lectura. Hasta
tomar el sueño. Apagamos entonces la lámpara...
Pero, a los pocos minutos, comenzamos a sentir como un creciente
revoloteo, una suerte de rumor o murmullo, producidos por numerosos bultitos,
cual cuerpecillos que caían desde unos huecos del techo y parecían corretear
por el piso...
-- ¿Qué pasa? -- Exclamé, sorprendido...

318
-- ¡Voy a prender la lámpara! -- Dijo Lucho Born, quien efectivamente al
punto la encendió y... ¡oh sorpresa!:
-- ¡Son ratones! --Clamamos al unísono, sorprendidos, los dos audaces
aventureros de la topográfica expedición. Y verdaderamente eran ratones o
pericotes… ¡por centenares!... Si no por miles.
Se descolgaban por las roturas del techo interior (“cielo raso”), que a la
vez era el piso del “terrado” (peruanismo, por desván), convertido en depósito de
una gran cantidad de maíz en coronta, en proceso de secado y desgrane.
Afluían veloces, en cascadas susurrantes, los repulsivos roedores. Desde ese
espacio habido entre el techo superior de tejas a dos aguas y el dicho inferior,
plano de carrizos unidos con barro y ya seco, de nuestro precario y poco
decoroso habitáculo.
-- ¿Qué hacemos? -- Impresionados, confundidos, nos interrogamos con
las miradas.
-- Salgamos afuera con la lámpara y los machetes, dejando a la
habitación a obscuras y con la puerta cerrada; volvamos luego a entrar,
rápidamente, a toda luz y con los machetes listos de modo a matar a los ratones
que podamos con el plano de los sables; los restantes se asustarán, huirán, y
podremos dormir tranquilos —Dijo Lucho, con inocultado optimismo...
-- ¡Manos a la obra!
En efecto, entramos como queda dicho; y, a planazos de machetes,
matamos una increíble cantidad de pericotes; los demás repugnantes roedores,
escaparon aterrados. Así y al fin, nos dispusimos a descansar de un modo más
apacible.
-- No estaría demás –dije— taparnos con las sábanas el cuerpo y sobre
todo cabeza y cara, por si algún maldito ratón sobreviviente, pretendiera subirse
a las camas… Y ¡a dormir se ha dicho!... Así, apagamos de nuevo la luz...
¡Vana ilusión!...
A los pocos minutos ¡otra vez! el ratonero alboroto Pero sabíamos ahora
con certeza que eran pericotes. Sentíamos que éstos, por centenares, salían
cada vez en mayor número del almacén de maíz, se subían a las camas y los
percibíamos hasta ¡sobre las sábanas que cubrían (?) nuestras caras!
A pesar de ser sólo “pericotitos”, como podría decirse, para disminuir la
magnitud de nuestro amargo trance --¡habría que haberlo pasado, más que oír
contarlo!--. En verdad, la sensación que experimentábamos, entre gran
repugnancia y cierto temor; era horrible, difícil de describir… ¡Insoportable!
¡Qué atroz situación! la de los pobres presos, en las cárceles bárbaras —
como las peruanas—, en las que, dichos infelices, son acosados, no solo por
pequeños ratoncillos, sino hasta por enormes, inmundas, y voraces ratas...

319
Varias veces repetimos las salidas a obscuras y los súbitos reingresos a
plena luz de la lámpara, al dormidero de marras; para los correspondientes
pericoticidios, a planazos de machete. Pero ni así pudimos dormir aquella noche.
A la mañana siguiente, tuvimos que hacer vaciar el maíz y limpiar bien el
terrado. Sin perjuicio de traer de “El Rancho”, un par de hambrientos gatos
ratonófagos, acostumbrados a cazar y hacer meriendas opíparas de sus odiados
y tradicionales enemigos.
¡Santo remedio!
A partir de la segunda noche, ya pudimos dormir con tranquilidad. Y a su
amanecer, desde la otra banda del allí pequeño río “Yanamayo”, nos hizo
entusiastas señales, el propietario del fundito —del mismo nombre— colindante
con “Verbena-pampa”, el Sr. Augurio Meza Ramírez, prominente miembro de la
sociedad huanuqueña, amigo de mi suegro, y dueño también de una hacienda
cocalera (de coca para “chacchar”), en la Selva Alta de Huánuco.
Alegre por nuestra llegada a esas relativas soledades y la cierta compañía
que podríamos aportarle, don Augurio nos invitaba a conversar y a tomar
desayuno... ¡con unos deliciosos chicharrones a la huanuqueña! De trozos de
costillitas de cerdo tierno y gordito, precocidas en agua, con su punto preciso de
sal, y luego doradas con la exudada manteca propia; acompañadas de camote
amarillo frito, mote de maíz blanco gigante, cebollas rojas y ajíes de escabeche
encurtidos los dos... ¡De chuparse los dedos!
En mi ya larga vida, dos son los lugares donde he podido saborear los
más deliciosos chicharrones del Perú: La Hacienda “San Nicolás”, con sus
cercanías de Supe y Huacho; y Huánuco, donde era frecuente verlos preparar
con maestría... Mi suegra, se contaba entre los más meritorios artífices de esta
gloria culinaria del Perú.
-----
Así pues, obviados los primeros problemas y cumplidos los acomodos del
caso, pudimos realizar, regularmente, las labores topográficas que me había
propuesto:
Durante numerosos días trabajaba en campo, como se ha dicho en parte,
las mediciones de la poligonal básica, de las curvas a nivel, así como de los
rellenos requeridos para completar el plano, con las referencias para la partición.
Ello reclamaba duras caminatas, penosos escalamientos y bajadas, por el curso
del río, sus cercanías y las cumbres del correspondiente ramal cordillerano.
Podía contemplarse, en añadidura y como compensación del cansancio,
hermosos paisajes y bellos rincones campestres; amén de cautivantes ruinas
incaicas; especialmente en las crestas de los cerros –sabia preferencia,
evidente, de las localizaciones arquitectónicas de incas y pre-incas--; de sus
fortalezas, atalayas o miradores, en especial, para los fines de una mejor
defensa contra invasiones, basada eh la más clara y oportuna visión de los
amplios espacios circundantes.

320
Una vez acumulados suficientes datos de campo, de importantes
porciones del trabajo total, volvía a Huánuco, para realizar el avance de las
correspondientes labores de gabinete. Y luego, regresaba, otra vez, a “Verbena-
pampa”; a verificar las aclaraciones específicas necesarias y a continuar el
trabajo general de mediciones.
Entre tales ires y venires, tenía ocasión de ver a Dora ¡y cultivar nuestro
cariño! Que, por lo menos en lo que a mí respecta, era cada vez más intenso y
acuciante.
Así las cosas, al fin, terminé el plano, que indicaba los lotes en su posible
partición y división. Si no recuerdo mal, demoré, entre campo y oficina, unos tres
meses. Lo entregué, en original y con las varias copias pedidas, al Sr. Felix
Ramírez, quedando en espera de sus noticias sobre el arreglo entre los
herederos; y, por supuesto, del pago de los honorarios por mi trabajo.
Pero pasaba el tiempo y no tenía mayores nuevas del acuerdo y partición
entre los herederos; ni del pago de mi labor, en cualquier forma que fuere.
Finalmente, don Félix Ramírez terminó diciéndome que no había podido
conseguir el debido acuerdo de los herederos... ¡ni siquiera para el pago del
valor del plano!
Todo quedó en nada... Y de nuevo ¡a seguir buscando terrenos!
-----
El Amor, las Convicciones Doctrinarias y el Idealismo.- En mis
relaciones con Dora, casi todo venía marchando bien, salvo dos cuestiones; dos
poderosas fuerzas de contracorriente —resumidas en el subtítulo— pero siendo,
en el fondo, de una sola naturaleza. Se demostrarían de la mayor importancia y
proyecciones en nuestro futuro:
Por el lado de la dueña de mis desvelos, la convicción de su profunda fe
católica, se enfrentaba con mi declarada situación de “ateo” o ‘descreído’; e,
incluso, con la de “hereje” o ‘comecuras’, correspondiente a la general
apreciación local que alcanzaba a mi modesta persona.
Y, por los predios de mi intelectualidad, se ofrecía la certeza de que el
Matrimonio, culminación del enamoramiento ‘serio’ —como del que yo estaba en
pos— constituía una barrera infranqueable, un lastre para la prosecución de
ideales superiores de vida. Cuales eran los intentos nuestros —los de Lucho
Córdova y míos— y que, el inefable socio, sostenía con especial y 'rabioso'
convencimiento; por lo que no ocultaba su reprobación a los 'románticos'
amoríos de su camarada de aventuras. Causábame ello, las trepidaciones de
una cierta "crisis de conciencia"…. Hasta llegar al punto cercano de un
verdadero ‘complejo de claudicación’...
Habré de referir en ocasión posterior y en mayor detalle, cómo salimos del
atolladero. Por ahora baste decir que volviendo yo al redil católico, por obra de la
constante y meritísima labor de apostolado, de tan idolatrada prenda femenina,
primero como ilusionante novia y luego, en verdad, cual una maravilla de

321
esposa. Bajo el asesoramiento y consejos de varios sabios y santos sacerdotes
y obispos; amén de mis ya mejores reflexiones y verdaderas buenas lecturas.
Pero, sobre todo, por el concordante influjo sentimental, la fuerza de mi
apasionado amor hacia ella; que fueron, juntos, los factores que abrieron mis
ojos e inclinaron mi espíritu, a una nueva y mejor visión de las cosas…
Quizás si funcionó la constante recomendación de Miguel de Unamuno,
quien se negaba a separar el Intelecto del Sentimiento. Siempre enseñaba que,
el mejor camino hacia la Verdad, se construye combinando ambas facultades.
No le gustaba, según decía, que lo llamaran “Intelectual”; prefería “Sentimental”.
O, mejor, las dos clasificaciones en una… Lo óptimo resulta: "Pensar con el
Sentimiento y Sentir con el Pensamiento".
En cuanto al otro problemático aspecto, yo comprendería, a la larga, que
el amor y el matrimonio no solamente no constituyen obstáculos —como lo creía
errónea y firmemente hasta entonces--, sino que, por el contrario, pueden
representar poderosas fuerzas positivas en favor de los ideales más elevados.
Como la vida real, a mí mismo, e innumerables ejemplos de la Historia Humana
pueden demostrarlo. Nos fue posible así, no sin enormes tropiezos, como lo
veremos, en mérito a ser esos episodios muy aleccionadores, alcanzar,
finalmente, la plena armonía amorosa y conyugal. Por ahora, baste añadir –
remarcando— el señalamiento de ciertos principios que, pese a ser de total
vigencia, no suelen reconocerse lo suficiente:
Las diferencias de carácter religioso, entre amantes o enamorados,
novios, y cónyuges, constituyen un poderoso obstáculo para la mayor armonía
de sus relaciones. Es preciso evitarlas en lo posible. Pero se pueden vencer, en
caso de presentarse y a pesar de todo, por una acción ejemplar de Apostolado y
Conversión. Lo cierto es que la final Unidad Religiosa, la de una Concepción de
la Trascendencia Eterna, que preside y enmarca a cualquier Concepción del
Mundo Terrenal y Temporal, es esencialmente necesaria en la Pareja Humana.
En el Matrimonio, para la forja de una verdadera Familia, como la Cristiana. Para
la unión consagrada y definitiva, “en una sola carne”, del Hombre con la Mujer
que se casan. Como fue dispuesto por el Redentor. Si no se logra dicha
situación, contra todo lo que quiera decirse, las dificultades resultan
prácticamente insalvables, en agravio del destino y la armonía conyugal y
familiar.
Dora, concordante con su familia, tenía pues razón, en su inicial
desconfianza de casarse conmigo, por lo menos tan demasiado pronto. Como
muy católica que era… ¡con un "ateo" o descreído y mucho más si antirreligioso
y "comecuras"! Encomiable, por cierto y adicionalmente, su empeñoso
apostolado, con la debida orientación y el apoyo eclesiásticos. Más el definitorio
influjo de su tan valorado amor...
Casos parecidos, al de las diferencias religiosas, aunque de apreciables
menores potencialidades negativas, son las de carácter socio económico
culturales y las de nacionalidad. Así, debe acogerse la prudente determinación

322
de evitarlas, en lo posible. O de remediarlas, hasta lo viable. Con la mayor
decisión, tino, y prontitud.
Cuando en una pareja se presentan marcadas diferencias en el terreno
social, que incluye lo económico, casi siempre, además, de la mano con lo
cultural, si ello no ha podido ser evitado, el miembro más favorecido en dichos
aspectos, debe, amorosa, delicada y sinceramente, empeñarse en la tarea de
ayudar al ser que ama. En un proceso, largo si fuere necesario, de superación
constante, para llegar, desde sus iniciales niveles, hasta donde sea posible;
especialmente en lo cultural, sin olvidar los principales aspectos económicos y
sociales. Un craso error constituye pretender que cada cual, en el matrimonio,
mantenga, invariable, su nivel primero. La bifurcación de destinos, la falta de
comunión espiritual, y la agraviante actitud despectiva o vanidosa, de uno hacia
el otro, o hacia sus parientes y amigos, sería el enojoso resultado.
En cuanto a las diferencias de nacionalidades, es asunto más serio y
tanto mayor cuanto grandes las distancias culturales y raciales entre las de
origen de los cónyuges. Así, pocos relativamente, serían los problemas de un
matrimonio entre personas procedentes de dos estados de nuestra Comunidad
Iberoamericana de Naciones. Mayores, por ejemplo, si entre hispanos y sajones.
Más, si los primeros, con otros germánicos o con eslavos. Extremas casi, si con
asiáticos o africanos.
Cuando la unión se realiza entre personas de nacionalidades muy
distantes —lo que resulta prudente tratar de evitar, como se ha dicho--, en la
práctica y en gran medida, uno de los dos se sacrifica y se asimila a la
nacionalidad del otro. En cuya tierra —en la patria correspondiente---, se
establece la residencia hogareña. El amor y el deseo de armonía, presionan
para hacer fructífero este sacrificio.
Dejar a la propia Nación, a la Patria —la Tierra de los Padres, y todo lo
que le está ligado, correspondiente a una Nación, a un Pueblo, con definida
Personalidad Colectiva--, es caer en el “Ostracismo”. Que fue considerado
siempre, un gran sufrimiento. Desde los tiempos de los inmortales griegos... La
triste suerte de los gitanos es un caso demostrativo. Otro, la “maldición”,
atribuida por castigo y en agravio del pueblo judío, condenado a la vida apátrida
—”El Judío Errante”--, en expiación terrible, por la muerte de Jesucristo.
Lo que resulta imposible es que ambos cónyuges, en la unión
matrimonial, en su vivencia en común, puedan mantener, juntas, simultáneas y a
plenitud, sus respectivas y diferentes nacionalidades y patrias.112
Mas son ciertos los casos —sobre todo entre quienes no aprecian ya los
valores de Patria, Nación, Religión, Idioma, Costumbres, etc.— en que ambos

112
Un caso muy interesante que ofrece la Historia Universal, fue el armonioso matrimonio de
Napoleón III., Emperador de Francia (inicialmente masón, de la rama de los carbonarios), con la
española y muy católica condesa Eugenia de Montijo (o de Guzmán). Ella se asimiló a la
nacionalidad y a la residencia francesas, renunciando a las españolas. Resultó ejemplar
Emperatriz de Francia; en tanto que él, abandonó la masonería y volvió al seno de la Iglesia
Católica.

323
ceden cada uno su parte; y así el matrimonio resulta ubicado en una suerte de
“Tierra de Nadie” o de territorio intermedio. Hoy esto es muy común y los actores
de tales metamórfosis, casi apátridas, incluso se jactan de ser “ciudadanos del
mundo globalizado” y califican, despectivamente, de ‘arcaísmo’, a ser
querendones de su Patria y de su terruño. Pero nada de ello despeja sus
profundos errores.
Por otro lado, en lo que se refiere a la supuesta por mí —hasta
entonces—incompatibilidad del amor y el matrimonio, con la prosecución de un
elevado idealismo en el curso de la vida humana, también, hondas reflexiones,
buenas lecturas, estudios filosóficos más certeros, y profundos observaciones
directas, experiencias vitales propias, etc., concluyeron por demostrarme que:

La Persona Humana no está completa en cada uno de los seres, de


los dos sexos diferenciados propios de su especie. Son como la cara y el
sello de una moneda. Toman valor cuando se unen. Poseen elementos
iguales o muy semejantes unos, pero también diferentes otros; y la
mayoría, constituyen fuerzas de atracción y complemento. El Hombre y la
Mujer, se necesitan mutuamente; de modo intenso, casi ineludible; desde
que logran su pleno y normal desarrollo. Ínter potencian sus capacidades,
cuando se juntan 113
Por algo es tan certera la versión bíblica de la reflexión Divina en la
Creación: “No es bueno que el Hombre esté solo” (‘Hombre’, como especie;
la mujer también, por lo tanto)...
La Mitología Griega, por su parte, planteaba, en la figura del “Andrógino”
(andros, hombre; ginos, mujer), la creación simultánea. Como la obra de Zeus
(Dios Supremo de los griegos, Júpiter para los romanos), quien, ante la soberbia
rebeldía –luzbélica podría llamársela--, mostrada por dicho ente, envalentonado
por su resultante más que doble potencialidad, en castigo y con la mayor furia, lo
separó, con su espada y toda la fuerza de su brazo, en dos mitades —como si
cortara una naranja--. Desde entonces se dice que el ser humano solamente se
completa, cuando encuentra y se une, de nuevo, con su “Media Naranja”.
Si el hombre y la mujer viven separados o 'solteros', sienten casi
insoportables sus insuficiencias. Sostener que tal cosa no sucede o incluso que
fuera mejor pretender adrede dicha situación, constituye un profundo error, de
muy grueso calibre. Hasta una necedad. Más cuando lo hacen o dicen, seudo
intelectuales, ’pensadores’ (?), escritores, políticos, etc., de ciertas categorías y
famas, más gratuitas o fabricadas, que merecidas --cuales eran, en buen
número, debo confesarlo, los seguidos por mí, por nosotros, con L.C., hasta
esos momentos--. Habría que precisar quiénes eran sus patrocinadores (ojo); o

113
Casos aleccionadores fueron los de los esposos Curié, descubridores de la radioactividad; de.
Joseph Goebbels (con su fiel esposa y varios hijos), notable político alemán; Miguel Grau
(afectuosísimo esposo y padre), por quien palabras elogiosas sobran; Juan Domingo y Eva
Perón, en Argentina, etc.

324
las deficiencias educativo formativas; las patologías sico sexuales, por ellos
padecidas; etc..
Cosa muy especial y distinta la constituye el caso del celibato en el clero
católico, en el que la fuerza mística que da la fe, hace posible, en primer lugar,
sobrellevar este enorme sacrificio, de ribetes heroicos. Por otro lado, el voto de
castidad de los sacerdotes, unido a los de pobreza y obediencia, les permite ser
verdaderos “soldados de Cristo”, totalmente desprendidos de problemas
terrenales, constituyéndose, así, en una de las mayores fuerzas de la Iglesia
Católica. Es pues algo muy diferente del caso de los seres humanos comunes y
corrientes, simplemente seglares o laicos, cuyas misiones, trayectorias,
vocaciones y destinos, son otros distintos.
-----
Durante los días en que seguíamos, Dora y yo, transcurriendo nuestra
entusiasta y juvenil existencia, avanzaba el brotado afecto mutuo y el proceso de
conciliar nuestras divergencias filosóficas y religiosas; y, aunque se produjeron
varios ‘tumbos emotivos’, mal que bien, los íbamos superando...
Mientras yo... ¡seguía buscando tierras!
-----
Un empeño inaudito-. En cierta ocasión, cuando estaba ya muy
descorazonado, casi perdidas las esperanzas de lograr el objetivo profesional
que me había llevado a Huánuco, tomé contacto, por intermedio de don Ruperto
Cuculiza, con uno de sus hermanos: Miguel. Señor éste, distinguido abogado de
la región; Vocal de la Corte Superior de Justicia de Huánuco y Pasco, propietario
de varios inmuebles urbanos y rústicos, entre estos, de uno que proponía en
arrendamiento, llamado “Callancas” --(en q.).= lugar de reuniones o asambleas
lugareñas--, por un pequeño llano que presentaba dentro de un propicio
bosquecillo de hermosos alisos. El tal fundo había sido dividido en dos y la oferta
era de su parte baja, denominada “Mito” (nombre de la pequeña, sabrosa,
jugosa, agridulce y muy aromática "papaya de altura"). Fruto que allí se daba
con profusión y que es muy especial para preparar riquísimas compotas. El
dicho lugar estaba situado a unos 30 km. de la Capital del Departamento, por la
carretera, en construcción entonces, que iba hacia la Provincia de Dos de Mayo.
Al dividirse la propiedad, la zona alta quedó con el nombre original, tal
cual, o con el agregado de Alto. La baja, el Dr. Cuculiza se la adjudicó por
honorarios profesionales, en los litigios que comprendieron esas y otras
propiedades; y fue recibiendo el topónimo de “Mito”. Que era también el del
pueblecito o caserío colindante en su extremo más bajo. Al otro lado de la punta
formada por la confluencia del riachuelo “Gorimayo” (del quechua: gori = oro y
mayo = río; río de oro, por sus arenas doradas), que desciende por la quebrada
de “Mitocucho” (“cucho” = rincón o lugar; en este caso, de “mitos”), con el río
“Higueras”, que aproximadamente 30 km. más abajo, desemboca en el
Huallaga, por el lado sur de la ciudad de Huánuco. En cuanto a lo de “gori”,

325
añadiremos que nunca vimos oro por allí; aunque en las dichas arenas de sus
riberas, sí se observaba abundante mica dorada (el "oro de los tontos”).
Por otra parte, como hemos dicho, “Mito” es el nombre de la planta y del
fruto de la "Papaya de Sierra" o "de Altura"; mucho más pequeño, aromático y
sabroso, éste, que el más grande de la Selva. Y que en esos lares había sido
notoriamente abundante. Por desgracia, hoy está casi extinguida la especie. Fue
así pues, que el caserío, el fundo, y la quebrada, recibieron el nombre del tan
famoso y benéfico vegetal.
El fundo que nos ofrecía M. C., era sumamente quebrado, agreste. Unos
dispersos pedazos cultivables ‘a puro brazo’; que sólo se podían roturar con
“chaquitacllas”114. Y, en el mejor de los casos, a “yuntas” de bueyes. Terrenos
ubicados sobre una imponente y elevada cordillera. El predio estaba situado en
una zona límite entre la Puna Baja y la Sierra Media o Quechua;
correspondiendo, la mayor parte, a la primera. El cultivo más importante que
podía llevarse allí, era el de papas. Pero sin mecanización viable alguna.
Felizmente, la dicha carretera en construcción, ya avanzada hacia la Provincia
de Dos de Mayo, pasaba por buena parte de su extensión. Las tierras en sí, eran
de apreciable buena calidad y bastante profundas; de origen morrénico glaciar y
aluviónicos antiguos; con regular contenido de materia orgánica, residual de su
vegetación espontánea de cierto desarrollo, en condiciones de lluvias no muy
escasas. Pero su topografía, poco decir sería que: ¡Tremenda!... En las
escarpadas cumbres de cada mole geológica... ¡gigantescos cerros!... había una
serie de hoyadas y pequeñas mesetas. La mayoría éstas, restos de andenes
incaicos; en las cuales, en unas, en las más bajas, se podía cultivar trigo y
cebada; maíz, frejoles, alverjas, habas, y hasta papas "primerizas" bajo riego; en
otras, las más numerosas, extensas, y de mayor altura, papas "postreras" bajo
lluvia.
Junto al pueblo de Mito, había unas cuantas plantas, semi silvestres, de
duraznos y blanquillos, con algunas de mito. Por razones de topografía y altura,
no era posible llevar esta incipiente ‘fruticultura’ (?), a mayores extensiones y

114
Por lo común, algo imperfectamente traducida la palabra, como “arado de pie” . Los incas, los
pobladores prehispánicos en general, no tenían, ni conocieron, el arado. Más parece significar
(con el adjetivo por delante, dada la sintaxis quechua): “chaqui” = seca, dura; condición referida
presumiblemente a la madera de que estaba hecha su punta; y “taclla” = herramienta o punzón
para romper. La punta propiamente o seudo-azada, en su versión original, era labrada en
“chonta” (durísima corteza leñosa de una palmera del mismo nombre, que se da en la Selva), o
en ramas de otras especies, casi tan duras, pero de la misma Puna, como las del “quinoal”. En
tiempos de nuestras andanzas huanuqueñas, ya las puntas o “calzas”, se hacían de fierro, de
muelles viejos y rotos, de camiones y automóviles, labrados por hábiles artesanos herreros. Se
adosaban a palos fuertes y livianos, suerte de mangos, de un poco más de 2 m. de largo, por
unos 10 cm. de grosor; rectos y con su parte final más alta algo curva, lo que facilitaba, a la
mano derecha, el “palanqueo” de las “champas” roturadas y a “voltearlas”. Una especie de
“pedal”, labrado en dos maderitas adosables, para apoyar el peso del cuerpo (al “patear”), con el
pie izquierdo; y un “manguito” curvo más alto, para la mano también izquierda; muy
ingeniosamente hechos todos, dispuestos y amarrados, con tiras de cuero, completaban tan
admirable herramienta.
.

326
niveles técnicos... El fundo era, pues, eminentemente “papero”. Y la ‘técnica’ (?)
allí practicada, era impresionantemente primitiva...
Al contemplar las características del predio, afloraron a mi memoria las
ironías y mofas de nuestro querido compañero de promoción en la Escuela:
Nacional de Agricultura y Veterinaria de La Molina, el famoso “Negro Rueda”
(Apolinario, está ya dicho, era su estrafalario nombre de pila), quien, en el curso
de algunos de los viajes estudiantiles por las serranías del Perú, solía decir:
-- Estos serranos —los “negros”, sabido es, no demuestran mucha
devoción hacia los “serranos”, los cholos, y menos a los indios— son muy
conchudos. Enseñan un tremendo cerro y dicen: Ahí esta mi “hacienda”... ¡Ja!
¡Ja!
Recibida la propuesta del Dr. Cuculiza y hecha por mí una primera veloz
visita a los terrenos en oferta, necesariamente todavía harto superficial en sus
términos, llamé a Lucho Córdova, por telegrama a Tingo María, a la sazón el
único medio de comunicación rápida, entre las dos bellas ciudades del Huallaga.
Con el objeto de examinar mejor la cuestión y tomar las decisiones del caso. Ya
con Lucho Córdova, vimos, no sin enorme angustia, que no había, no era viable,
otra opción para nosotros, que abandonar, definitivamente, las iniciales
aspiraciones frutícolas, en general citrícolas o las palteras. Inclusive algunas
posteriores hacia los durazneros, ciroleros, manzanos, peros, o nogales. No nos
quedaba sino aceptar la dedicación fundamental al cultivo de papas; ésta, de
todos modos, actividad económica intensiva, que venía cobrando actualidad e
interés general, con motivo del alza de los precios de los artículos alimenticios, a
finales de la Segunda Guerra Mundial...
Pero el empeño significaba enfrentar zonas de mayor altura; frías, muy
duras, inhóspitas…
¡No había alternativa! Se trataba –no abandonando el idealista propósito--
de aceptar un tremendo reto y apoyarnos en un indoblegable optimismo, tan
propio de nuestras juventudes y singulares idiosincrasias.
Visitamos entonces el fundo, ya juntos y detenidamente. Nos sobrecogió
—en doble y dramática confirmación— la excepcional perspectiva de lo recio del
trabajo a realizar allí. Y, sin otra salida a la vista, tratamos con el propietario las
condiciones del arriendo. Pero este hermano de don Ruperto, si bien
competente profesional abogado, hombre de buen nivel de inteligencia y cultura,
claro y definido en sus propuestas, rápido en tomar decisiones, era meticuloso
hasta una desesperante manía e increíblemente tacaño...
.Preparó, muy minuciosa, la Escritura Pública para el contrato de
arrendamiento. Consideraba, aparte de una relativa elevada merced conductiva,
un plazo demasiado corto, con puerta abierta para su renovación, en
condiciones más ventajosas, sólo para el propietario; además del no
reconocimiento de mejoras. Resguardaba celosamente la concordancia de todos
los demás puntos, con sus exclusivos y excluyentes intereses de propietario; sin
consideración alguna hacia las racionales expectativas de los arrendatarios.

327
La elevada merced conductiva, el corto plazo, y el no reconocimiento de
mejoras, en los arrendamientos rústicos, resultaban abusiva consecuencia, casi
automática, de la gran demanda de tierras de cultivo, en un país falto de ellas,
en relación con sus habitantes (como lo aclarara tan acertadamente Rómulo
Ferrero); frente a una pequeña e inelástica oferta de tan escasos bienes de
producción; de poco margen de incremento; pues ello resulta muy difícil y, en
todo caso, de altísimo costo y viable sólo en muy pequeña magnitud.
El no reconocimiento de las mejoras —en proporción ninguna—; de las
forestaciones y construcciones, como estipulaban los propietarios, por lo común,
se debía a su deseo especulativo y al temor de no poder pagar, al término de los
contratos, el valor de esa clase de inversiones, posibles de resultar muy
elevadas, corriendo así el riesgo de ‘perder’ sus propiedades.115
Pero dicha negativa situación, se constituía en una mucho más perniciosa
y grave de lo que pudiera parecer a primera vista, tanto en daño de los
arrendatarios, como del interés nacional… ¡Clamando a gritos la Reforma
Agraria! Sin que, al ponérsele remedio, bien entendidas y dispuestas las cosas,
tuvieran por qué recaer injusticias sobre los propietarios. En última instancia, la
seguridad en el pago de los arriendos y la mayor solvencia de los arrendatarios,
se aseguran por el influjo de las mejoras en el incremento de la rentabilidad de
las tierras, en especial por las plantaciones forestales; y más, en beneficio
directo del propietario, podría ir la revaloración del casco, con el reconocimiento
parcial, por lo menos, de las mejoras.
No faltaron otras sabrosas estipulaciones, en el contrato de marras, con
tan inefable propietario. Por ejemplo: establecía el pago mensual de los
arriendos; no semestral o anual, como se acostumbraba... Sin mayor empacho,
argumentaba que: “en esa forma aprovechaba mejor los intereses financieros de
su capital”. Y como documentos o constancias de pago de la merced conductiva,
no expedía recibos, sino especificaba como “válidas", las notas de los abonos
bancarios correspondientes en su cuenta corriente... ¡Para no pagar
impuestos!... Eludiendo los timbres de ley... ¡Por el monto aproximado, éstos, de
dos soles!
El fundo tenía como una docena de “peones arrendatarios” (feudatarios),
quienes por el usufructo de unas pequeñas chacritas, estaban obligados a
proporcionar su trabajo gratuito una semana al mes, en favor de los cultivos del
propietario o del principal arrendatario. Nos obligaba, el contrato, a cuidar que no

115
Una de las mejoras más beneficiosas para los agricultores y ganaderos, concordante con el
interés público o nacional, la constituye la forestación (plantación primera) o la reforestación
(plantación de restitución) de los predios rurales: Mejoran el clima, los suelos, embellecen y
hacen acogedores a los paisajes; proporcionan seguridad y prosperidad económica al
campesino. Y, asimismo, producen materiales útiles y valiosos, como postes, madera,
combustibles, etc. Muchas de las plantas forestales soportan uno y hasta varios cortes; y el valor
de sus troncos puede producir cuantiosas fortunas. Es viable legislar de modo que el
arrendatario, en cierto momento, con un suficiente corte forestal, pueda pagar el valor del fundo
a su propietario; hasta con un justo y racional ‘premio’ o bonificación, por lucro espectaticio
legítimo, de haberlo.

328
abandonaran o excedieran la extensión asignada a cada uno y que cumplieran,
“religiosamente”, sus respectivas cuotas de trabajo feudal... “Porque ésa era una
muy importante riqueza del fundo”.116
Se especificaba que cualquier población de ganado, en todas sus
posibles especies, debía estar permanentemente inventariada, con pleno
conocimiento del propietario, quien sólo autorizaría el incremento de su número,
de acuerdo con la capacidad de los pastos, naturales y cultivados... ”De modo
que el capital forrajero del fundo no se viera afectado o depredado”. Por
supuesto que no podría calificarse negativamente esta cláusula, como las
demás relacionadas con la ganadería, las forestas, y la preservación de las
aguas y de los suelos, si no fuera por la carga adicional de minuciosa avaricia
que destilaban.
En relación con lo forestal, también se dictaba otra celosa prohibición,
terminante; en el fondo acertada y conforme, al parecer, con el encomiable
espíritu conservacionista —de clara raíz paterna, de origen europeo--, tanto de
él, como de sus hermanos Ruperto y Pedro: La limitación de talar árboles. Eso
sí, siempre enfatizando la motivación principal suya: “a fin de no descapitalizar la
propiedad”; permitiendo “solamente cortar ramas”, para usos de leña u otros
imprescindibles, pero sin dañar a las plantas y a condición, “sine qua non”, de
permisos específicos. En los casos en que se necesitara extraer troncos, para
construcciones o mejoras, en el mismo fundo (casas, depósitos, etc.), debería
recabarse autorización previa del dueño, haber plantado, y estar ya prendidas,
por lo menos, el triple del número de las plantas por cortar.
Como nosotros traíamos desde la Escuela una lógica afición por la
forestación, en los primeros días en que tomamos el fundo, plantamos varios
cientos de arbolillos de eucaliptus, conseguidos en los viveros del Ministerio de
Agricultura de Huánuco. Lo hicimos en hileras a los lados y muy cerca de la
carretera que pasaba por el predio, aprovechando la tierra removida de los
taludes y su disposición colectora del agua de las lluvias, agregada a la de sus
cunetas. Y hasta décadas después de nuestro paso por esos lares, hemos
tenido múltiples ocasiones de contemplar muchos de los ya hermosos árboles

116
Todas éstas y las demás especificaciones contractuales del documento que estábamos
firmando, amén de las pellejerías que pasáramos, para lograr siquiera, ese tremebundo espacio,
destinado a un productivo trabajo agrícola, nos hizo ver, por primera vez y en carne propia, la
perentoria exigencia de una racional y justa Legislación o Reforma Agraria en el Perú. Por
supuesto que no la barbaridad marxista perpetrada en los tiempos del gobierno “revolucionario”
militar de Velasco. Pero la pura verdad es que llegó un momento en el cual nadie pudo negar la
necesidad y urgencia de dicho fundamental cambio social y económico. Hasta don Pedro
Beltrán, llamado el “Capitán de la Oligarquía Peruana”, Primer Ministro del aristocrático
presidente Manuel Prado, creó una Comisión de la Reforma Agraria, que redactó el primer
proyecto nacional sobre la materia. Un tiempo después, en la década de los ‘ 60, todos los
partidos políticos, presentaron, cada uno, su propio proyecto de ley en el Congreso... ¡Hasta la
Unión Nacional Odriísta (U.N.O.), presentó el suyo!... Con todo y ser, el tirano Odría --Jefe,
Fundador y Dueño, de tal aberración política--, un seguro servidor del Poder Financiero Peruano
(?) y Mundial.(!) ... Otra cosa es que, después, se tergiversaran los conceptos y se torcieran las
acciones, desprestigiándose lo que debió ser un sano proceso económico y social.

329
plantados por nosotros y que estaban, varios, por el segundo y hasta su tercer
corte.
Por lo hecho en forestación y mejoras inmobiliarias, no sin inmensas
dificultades, pudimos conseguir de M.C. la autorización para cortar algunos
árboles de alisos, con el objeto de utilizar sus troncos como vigas y obtener de
ellos tablas —para puertas y ventanas— en las construcciones, así como en
muebles, precisados en el trabajo de la explotación agrícola.
Pero una verdad adicional sea dicha: Recién descubriríamos la enorme
superioridad forestal --para las zonas de Sierra Media algo altas y de la Puna
Baja-- hasta frente al mismo eucalipto y otras especies de origen foráneo, pero
muy bien adaptadas al medio, del aliso (Alnus sp.), árbol nativo de la familia de
las betuláceas, que crece espontáneo en dichas regiones del Perú. El mismo
Ministerio de Agricultura, no daba por entonces mayor importancia a los árboles
nativos o silvestres; inclusive al indicado aliso. Para citar sólo dos ejemplos
adicionales: al “quinoal” o “queñua” (Polilepis racemosa), y al sauco o “arrayán”
(Sambucus sp.), extraordinarias especies arbóreas éstas, para la Puna. No
producía, el agrario Ministerio, no tenía y por lo tanto no vendía, plantones de
ellos …¡De ninguno de los tres!
El aliso no solamente es de muy bello y frondoso follaje, con un
desarrollo, de sus conjuntos, de hermoso y acogedor aspecto. Sus bosques y
bosquecillos, precisamente por su valor estético, constituyen inspiración de
pintores; y hasta los venados se refugian en ellos, que les sirven de conocidos
refugios y “dormideros”. Además, su madera tiene muy buenas cualidades y se
ofrece fácilmente laborable, en casi todos los tipos de utilización carpintera,
salvo los propios de maderas muy duras.
Empero, posiblemente la principal virtud de tan maravillosa planta, estriba
en constituir, el aliso, un árbol de extraordinaria función protectora y mejoradora
de los suelos; a los que defienden y enriquecen abundantemente en Nitrógeno y
Materia Orgánica. Poseen una cualidad muy rara, en especies que, como ella,
no son de la familia de las Leguminosas: La propiedad de fijar al nítrico
elemento, tomándolo del aire; y de favorecer, además, la asimilación del fósforo
del suelo, haciéndolo más soluble, por acidificación. Obras de la simbiosis con
unos hongos especiales que se ubican en sus raíces (“micorrizas”), y que, a
cambio de los jugos nutritivos recibidos del árbol, realizan tan maravillosa tarea
bioquímica.
Cuando se “roza” o tala un bosque de alisos, queda disponible un suelo
riquísimo, que puede dar varias cosechas de papa y maíz, aunque después, por
lo general, resulte agotado y destrozado; especialmente por la erosión de las
lluvias, sobre el terreno en pendiente, removido, y sin protección si no se
reforesta.
En el curso de mi permanencia por unos 20 años en la región de
Huánuco, pude observar, aterrado, los miles de hectáreas de bosques de alisos
depredados por la codicia irresponsable de vandálicos leñadores y de ignaros
campesinos, inconscientes; para utilizar masivamente su leña, por fácil de trozar

330
y por su alto poder combustible, cualidades adicionales, de significados suicidas
del aliso. Explotando, sin reparos, y con entusiasmo digno de mejor causa, los
ricos suelos que forman; inigualables, para cultivos de papa y de maíz.
Nunca se debiera olvidar, que:
La Conciencia Agrícola, Ganadera, Forestal, y de la Protección de los
Climas, Flora y Fauna, y de los Suelos, que en conjunto integran una
Concepción Positiva de la Vida Campestre, constituyen la base de una
cabal Conciencia Política y Social de los Gobiernos. Para cualquier
posibilidad de Desarrollo y de la Construcción de Civilizaciones.
-----
El día que visitamos “Callancas Bajo”, en compañía de su propietario, M.
C., en un automóvil de alquiler, contratado exprofeso en Huánuco, topamos con
la choza, más que casa, de quien estaba ejerciendo una especie de guardianía y
caporalía provisorias, un tal Pastor Lazo; buen hombre y sufrido campesino él;
rubio de presencia, pero muy pobre; era familiar de los antiguos propietarios de
la heredad, aunque bastante venido a menos. Vivía allí con su mujer y sus
hijitos... ¡dos lindas y graciosas criaturas! Todos con evidentes deficiencias de
vestuario y alimentación.
El famélico rubicundo caporal, pensando seguramente “cachuelearse”
algunos modestos recursos para conseguir los indispensables ‘frejoles’ con qué
paliar el hambre, suyo y de su mísérrima familia, había cortado ¡sin permiso!
leña en la pequeña cantidad de un par de atados o “tercios”. El escándalo que
armó ‘el señor doctor’, fue tremendo, increíble; nos dejó anonadados. Pues,
además, cargó el automóvil con los ásperos y leñosos bultos, incomodando a
todos; y, en llegando a la ciudad ¡él mismo! vendió la leña en el Mercado. Con
todo un largo y por demás desagradable regateo. Si mal no recuerdo, el valor
total del 'decomiso', era de:... ¡dos soles!
En lo que viajábamos por la carretera, no dejó de contar, entre otras
‘perlas’, que “compraba en el Mercado las naranjas ya un poco malograditas, por
sobre maduras, pero ‘muy baratas’, dando igual o más y mejor jugo que las
recién cosechadas”... Hasta se decía, en vox populi, que “no comía plátanos por
no botar las cáscaras” ¡Horrible la impresión con que la avaricia y mezquindad
agravian al decoro (?) de la persona 'humana'!
¡Con quién nos las estábamos viendo…Dios mío! Para las tratativas
pendientes, del futuro inmediato. Total, colocados en un callejón sin salida, ya
montados sobre el caballo, haciendo de tripas corazón, firmamos el contrato.
Comenzamos a organizarnos para iniciar la casi heroica, temeraria
empresa, en que nos habíamos metido... ¡Que si resultó chúcaro el rucio!
Hicimos, con Lucho Córdova, nuestra Escritura de Constitución de
Sociedad Colectiva. Le adjudicamos la pomposa razón social de: “Sociedad
Agrícola Cubas y Córdova Ingenieros”... Por aquellos tiempos —la semejanza
con cualquier denominación mercantil de relumbrón ¿una simple coincidencia?--,

331
ocurría que campeaba, por todo lo alto, en el ámbito macro empresarial peruano,
la poderosa firma: “A. y F. Wiese Ingenieros S.A.”... ¡Prosopopeya no faltaba!
Hubo de establecerse la contabilidad del negocio y para ello tuvimos que
recurrir, prima fase, a ejemplares del curso correspondiente de la Escuela; y,
felizmente, a poco, nos ayudó mi hermano Manuel, quien recién casado con la
que resultara así mi cuñada Yolanda Baglietto, llegó para establecerse en
Huánuco, como profesional Contador de la firma “A. y M. Miloslavich S. A.”,
representante de la “Ford Motor Co”.; colocación para la cual Dora dio algún
apoyo, por su amistad personal y familiar con varios directivos de la firma.
Y, a propósito de los cursos de la Escuela, inmediatamente de egresados,
ya desde nuestra estada en Tingo María, se nos hicieron necesarios: el de
Inglés, para poder entendernos con los gringos; Y llegados a Huánuco, el de
Topografía, para los levantamientos de planos de los terrenos ‘en cartelera’; y
durante un buen tiempo, el de Economía Rural, para valorizar fundos, calcular
arriendos y capitales necesarios, precisar bases de administración, etc.; además
del ya dicho de Contabilidad, para llevar las cuentas generales de obligación
legal, las bancarias, las de inversiones, de gastos e ingresos periódicos (flujos
de caja), impuestos, etc.
Y pensar que estos cursos —salvo el de Topografía-- ¡jamás merecieron
alguna caritativa ‘cotización’ en nuestras jornadas estudiantiles! Más eran
ocasiones para “meter vicio”. O, por lo menos, nunca les concedimos atención e
importancia, en la medida en que las reclamarían, a posteriori y justificadamente,
la vida profesional, desde sus inicios. Los jóvenes y con frecuencia los mayores,
casi nunca aprecian --llegando al desdén--, lo que en sus vidas podría serles lo
más placentero o lo realmente más útil y necesario.
No obstante, sabíamos por cierto, nos dábamos bien cuenta, de que era
preciso disponer de un capital suficiente. Mas ocurría que, hasta la firma del
contrato de arrendamiento, sólo disponíamos de cantidades muy pequeñas de
dinero, fruto de nuestros minúsculos aunque esforzados ahorros tingaleses; los
que sólo podían servir para los gastos personales, de movilidad, y otros
menores, propios de las múltiples gestiones iniciales.
¿Cómo conseguir el Capital necesario para las inversiones y los gastos
mayores de la ‘Empresa’? Para el sostenimiento, por lo menos, de la inmediata
campaña agrícola. Si no nos alumbraba… ¡ni un modesto sol!
El ‘craneo’ conjunto (de los dos socios), a extremos de ‘recalentamiento
neuronal’, nos llevó al siguiente programa:
Primero: Conseguiríamos ‘Un Par de Préstamos Básicos’, personales
(apoyados en la confianza y afecto que tuviéramos a la sazón ya conquistados);
de S/. 5,000.00 c/u.; a largo plazo y a un tipo de interés moderado. Como inicial
fundamento financiero... ¡Nada Menos!
Segundo: Tramitaríamos, a renglón seguido, un préstamo de Avío
Agrícola de Corto Plazo, en el entonces Banco Agrícola del Perú; para la primera

332
campaña de cultivo de papas y otros secundarios y de rotación (cereales y
menestras).
Para los primeros préstamos, echamos la puntería, como a uno de los
candidatos, a quien había sido nuestro querido, muy admirado, profesor de
Química y colaborador brillante de la “Revista Agronomía”: el Dr. Emm. Pozzi-
Escot. Que, sabíamos, poseía una apreciable fortuna, producto de su
extraordinaria capacidad profesional y empresarial. Y, como al otro blanco de
nuestros disparos, ubicamos a don Rufino Aspiazu, muy pudiente personaje él,
padre de Elías, nuestro entrañable compañero de promoción, el inefable “Cholo
Aspiazu”.
Y, tal como se previó y vio --¡increíble pero cierto!--, no se erró la
optimista puntería. Viajamos a Lima. Lucho, amigo, fraterno, del graciosísimo
“Cholo”, aliándose con él --entrando en complicidad, fuera mejor decir--, se
encargó de convencer a “Papá Rufino”... ¡Muy grande el mérito de la hazaña!
Pues si bien constituiría horrenda ingratitud decir de este honorable caballero
que era tacaño, por lo menos y en pura verdad, no dejaba de ser cuidadosísimo
administrador de sus bienes y rentas, nada inclinado a dádivas... ¡Ni con sus
propios vástagos! De lo que el mismo Elías habría podido dar fe. Yo asumí la
tarea de convencer al Dr.Pozzi, misión que pude cumplir con gran facilidad y a
pleno éxito; pues fui tratado con la mayor y generosa deferencia de su parte.
Es del caso agregar que sobrepasando incluso nuestras juveniles y
exageradas expectativas, ninguno de los dos generosos benefactores, consideró
cobrar o aceptar siquiera, intereses, estipular plazos de cancelación, ni pedir
garantía alguna. Nos ayudaron —no parecía haber otra razón, aparte de su
indudable bondad— por puro aprecio y simpatía personal hacia nosotros y a
nuestro singular empeño. Posiblemente, conmovidos por la fe desbordante y el
incontenible entusiasmo, que exhalábamos por todos nuestros poros... ¡Milagros
del corazón humano! Hasta ahora, pese a tratarse de sucesos de tan remotos
tiempos, no salgo de mi asombro, por lo inauditos... Evidentemente:
La Fe y el Optimismo, cuando abrasan al espíritu humano, además
de ser contagiosos, confieren a las acciones del hombre, una inmensa
potencialidad de realización; hacen posibles los más increíbles esfuerzos,
sacrificios, y resultados.
Para el crédito de campaña del Banco Agrícola, nos valimos del contacto
y el conocimiento —sólo de ellos, sin connotación indecorosa alguna— tenidos
con su Perito Residente en Tingo María, quien atendía además a todas las
provincias del Departamento de Huánuco, el Ing. Agr. Alberto Zumaeta Ruiz —
por desgracia ya fallecido, algún tiempo después, a muy temprana edad--, quien
había egresado de la Escuela dos años antes que nosotros y comenzaba a
destacar como brillante y abnegado profesional. Era de notable inteligencia y
gran honestidad, gracioso de carácter, muy ocurrente; de modo que
disfrutábamos en grande como sus sinceros amigos, dentro de un clima de la
mayor corrección funcional.

333
En el plano pues, de una absoluta rectitud, además de rápido, solícito y
eficiente en la acción, Zumaeta realizó el estudio bancario de nuestro proyecto,
el cual fue aprobado y así concedido el préstamo correspondiente.
Llegamos al punto, entonces, de poner en marcha toda la maquinaria
empresarial: Adquirimos las primeras herramientas, implementos, muebles,
enseres y útiles, indispensables; así como los víveres de previsora reserva, para
temporadas de suficiente amplitud. Y nos instalamos en una choza grande —no
llegada a la categoría de casa--, construida con paredes de adobón, con piso de
tierra apisonada y techo de paja “ichu”; alquilada en el mismo pueblo vecino y
colindante de Mito, pues la hacienda (?) de marras… ¡no tenía ni casa!
Iniciamos la construcción de un domicilio algo más presentable y amplio,
con techo de tejas —aunque todavía en términos de bastante rusticidad y
modestia--, en el área inmediatamente vecina al pueblo, sobre la ya referida
punta en mini llano, o micro península, formada por la confluencia de los
riachuelos “Higueras” y “Gorimayo”. También construimos un gran depósito, para
herramientas, semillas, pesticidas, abonos, y productos de cosechas, al borde
inmediato inferior de la carretera y más o menos en la parte media del fundo.
Para ambas construcciones, hubimos de talar y trasladar grandes troncos
de alisos, subiéndolos o bajándolos (éstos en mayoría y lo más difícil), a pura
fuerza humana, amarrados con sogas, sobre escotaduras labradas con
pequeñas azuelas; a fin de utilizarlos, como vigas unos, y luego de aserrados
otros, en tablones, tablas, y listones (para pisos, puertas, ventanas y muebles).
El aserrío se realizaba con grandes sierras de dos operadores (a cuatro manos),
algo curvas, llamadas “corvinas”; y con el auxilio posterior de múltiples formas y
tamaños de serruchos unipersonales.
¡Significaba un esfuerzo casi sobrehumano, indescriptible!
Arreglamos algunos ruinosos caminos de peatones y acémilas, así como
pequeños canales de regadío, para las papas tempranas (sembradas en mayo y
junio). Y nos empeñamos, nosotros mismos y movilizando a todo el pueblo, en
una “faina” (faena popular o “minka”), para construir, con la sola utilización de
herramientas manuales, de algunas carretillas y del eventual auxilio de uno que
otro cartucho de dinamita, un pequeño ramal de carretera, de 1 km. de longitud
aproximada, que pudo unir al pueblo de Mito, con la troncal Huánuco-La Unión;
construida por la Dirección General de Caminos, pero de tal modo, que pasaba
muy por lo alto, dejando fuera, sumido en grandes dificultades, al modesto
poblado, escenario de nuestros ilusionados emprendimientos.
Constituía por cierto el empeño, en la agro producción y en la
construcción rural, un esfuerzo físico y moral inaudito; realizado en las más
difíciles condiciones de ambiente y recursos que se pudiera imaginar. Tanto para
la preparación y el acarreo de los materiales de trabajo, como para las tareas
mismas de los cultivos y de las obras civiles. Agregaré que para movilizarnos,
hacia o desde Huánuco, a veces teníamos que hacerlo a pie ¡30 km.! Y sin dejar
de llevar alguna indispensable impedimenta, por pequeña que fuera... De bajada
o de subida —esto lo más penoso--; cuando no podíamos conseguir camión, lo

334
cual sucedía con frecuencia desesperante. También teníamos necesidad, por mil
razones, de recorrer el fundo (en pocas de cuyas partes, ello era fácil). En
especial, precisábamos transitar por los alrededores del predio, con el objeto de
conseguir peones, semillas, víveres, y diversos elementos para la producción,
cuyas urgentes necesidades no dejaba de presentarse.
Para afrontar en gran parte lo anterior, adquirimos, con sus
correspondientes aperos de silla, una bonita yegua de color castaño, pero algo
terciada o pequeña, para Lucho Córdova, en razón de ser él mas menudo y
liviano que yo, y mejor el animal para escalamientos cerriles con poca carga; y
pensando, adicionalmente, en la posibilidad reproductiva de la femenil equina.
Asimismo, compramos, con sus aperos de primera, un buen caballo de paso, de
mayor alzada, rosillo de capa, para mí; en ventaja sobre mi socio, en materia de
caballerías, por haber sido yo más habituado, desde niño, en esas lides; y
previéndose necesarios trabajos más recios, de mayor aliento y frecuencia, que
debían realizarse sobre una apropiada, bien herrada y aperada, cabalgadura.
Cuando teníamos que viajar a Huánuco, aunque forzosamente en
espaciados lapsos y por pocos días, yo siempre los esperaba con la ansiedad y
vehemencia propias de mi enamorado ánimo. Por significarme ellos las
ocasiones de ver a Dora; circunstancias en que mi corazón llegaba a las más
altas cumbres de un platónico romanticismo. Se iniciaba en mí, la forja de lo que,
en realidad, llegaría a ser el verdadero, primero y más grande Amor de mi vida...
¡Para siempre!
Pero nuestras movilizaciones tenían, como más pragmáticos objetivos,
realizar las innumerables gestiones en la ciudad, precisadas por la empresa
agraria común (compras, operaciones bancarias, trámites legales, contables,
tributarios, administrativos, diligencias médicas y medicinales, de correo,
adquisición de periódicos, revistas y libros, etc.). Para todo lo cual, en llegando a
Huánuco, nos alojábamos en la ya dicha “Pensión Reyes”, una de cuyas
especiales comodidades estribaba en que podíamos utilizar sus patios interiores
como cuadras, donde, en los tránsitos viajeros, era posible alojar a nuestros
rocines y alimentarlos; con alfalfa fresca, cebada en pasto (alcacer) y avena o
maíz en grano, que comprábamos en el mercado citadino.
Ocurrió, empero, al tiempo de nuestros intensos ajetreos y vaivenes
huanuqueño-mitosinos, que el dueño y conductor del famoso hospedaje, el
inefable “Gordo Reyes”, en la —resultada así— última de sus soberanas noches
de juergas, de juegos de azar, y de borracheras... ¡perdió hasta la camisa!
Acumulando en su pasivo, un tremendo saldo en rojo por tan repudiable
costumbre. Con ya abrumantes deudas, trampas, arrugas, y ensartes. Al punto
de no encontrar otra vía, para ‘salvarse de mazmorras’, que ‘desaparecer del
mapa’; como efectivamente desapareció, sin dejar rastros, hasta estos benditos
días del Señor.
Abandonó, nuestro regio personaje, en el local de la hostería de marras,
dejada “al garete”, armas y bagajes, residuales de sus cocineriles afanes y
serviles andares por las alcobas y demás ambientes del memorable albergue...

335
En singular arranque de optimismo y autosuficiencia, con Lucho Córdova,
decidimos entonces… ¡hacernos cargo del “boliche”!
Ya estaban pensionados algunos colegas y profesionales varios;
entrañables amigos nuestros; entre ellos, al haber conseguido una graciosa
“chamba”, nada menos que de investigador (!), en la Estación Experimental del
Ministerio de Agricultura:
¡El inefable “Cholo Aspiazu”!
Como lo hemos mencionado varias veces, tan ilustre mestizo, era muy
gracioso y por demás bromista. En una oportunidad en que yo había llegado de
la chacra, muy tarde, cansado y de noche, coloqué a mi caballo en el corral, con
agua de beber y su correspondiente forraje en grano, y me acosté. Pasado un
buen rato me desperté violentamente, sintiendo como la conmoción de un
terremoto… ¡Era "el Cholo"! quien había introducido al noble bruto al interior del
dormitorio y, contra su resistencia, pretendía… ¡acostarlo en mi cama, estando
echado yo allí descansando!
Acostar a un caballo es imposible, salvo tumbándolo con sogas, porque el
caballo nunca se echa --y menos podría hacerlo sobre un catre de fierro y su
colchón, con un ser humano añadido--; lo hace solo cuando está enfermo, para
morir. Y, a veces, se revuelca unos instantes, al fin de una larga jornada, si se
halla muy cansado. Duerme parado –pocas personas saben esto--,
descansando, flexionándolas por turnos, solamente las dos patas traseras; las
dos delanteras, prácticamente no las mueve, pues dada la disposición especial
de sus tendones y ligamentos, no se fatigan sus músculos. Deja también,
parpadeando su sueño, caer algo la cabeza, que queda sostenida por el gran
ligamento cervical, el que tampoco permite la fatiga muscular del cuello.
-- Oye Cholo ¿Cómo se te ocurre meter a un caballo en el dormitorio de
humanos y querer acostarlo en una cama ocupada por un cristiano?
-- Es que como tu quieres tanto a tu caballo… pensé que deberían dormir
juntos –Replicó con cínica picardía, el travieso heterocigoto, entre las risas de su
juvenil entorno.
Y el caballo era efectivamente tan querido, que Lucho Córdova y yo
deseamos ponerle un nombre, pues lo compramos anónimo (sin DNI). Pero nos
topamos con un problema: Nuestra modesta imaginación no daba lo suficiente
para el caso…
Ni los innumerables ejemplos de la Historia, de la Literatura, o de los
Criadores de Caballos Peruanos de Paso, nos daban la solución…
-- Cholo ¿Qué nombre le pondremos al caballo?… Podría pasar a la
Posteridad, a la Historia, ser Famoso…
-- ¡Caramba! A mí tampoco se me ocurre… ¡Ejem! ¿Y por qué no?
Llamémoslo, simplemente: ¡"El Caballo"!…
Y se quedó con el nombre de "El Caballo".

336
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Pensamos ¡ilusionados! que la ex "Pensión Reyes", podría resultarnos un
buen “negocio”, pues “los productos alimenticios podríamos traerlos de la
chacra”. Sin más, a la cocinera, una hábil mujer, la nombramos Administradora y
¡”tiramos pa’ delante”! Creímos que sería “como soplar botellas”. El tiempo nos
enseñaría otra cosa: la dura realidad de un tremendo error. Lo ingrato y aleatorio
del negocio hotelero, cuando no se ha nacido para ello.
Simultáneamente, aunque dotados de lo indispensable, como puede
colegirse, íbamos realizando nuestros trabajos agrícolas en las condiciones más
penosas y rodeados del mayor atraso cultural y tecnológico que es posible
imaginar. Más, si consideradas para dos jóvenes profesionales costeños (en
todo caso, Córdova, era de la “cuesta de Arequipa”, solamente de nacimiento y
los primeros años de su vida); para dos juveniles producciones ¡de la Educación
Superior capitalina del Perú, de la Edad Contemporánea!...
Teníamos que encender una cocina de leña --¡no había sido tan fácil el
asunto!--, después de cortar, rajar y acomodar, dicho primitivo material
combustible; y cocinar nosotros mismos nuestros alimentos... ¡Aprendimos el
oficio! Añádase, lavar los platos y la ropa; realizar las demás ineludibles tareas
domésticas... ¡Benditas sean las mujeres que lo hacen! Pudimos decirlo, desde
entonces, con la mayor convicción.
No había agua, ni desagüe, ni luz. Cuando el coraje daba para tanto, que
no es mérito si se dispone de lozas y de mayólicas, de agua caliente en
cañerías, como sucede en la civilización, nos lavábamos y bañábamos en las
aguas heladas —enemigas juradas de la higiene— de la quebrada del
Gorimayo. Las necesidades fisiológicas menores, se satisfacían ‘a espacio
abierto’ —diría un ocurrente: “no hay como orinar en el campo”--; las mayores,
se cumplían agarrando un buen palo, como arma defensiva contra la voracidad
coprofágica de los numerosos y flaquísimos 'chanchos' de la comarca y —en
atención al decoro personal-- cubriéndose tras de cualquier tupido matorral o
estratégico muro.
La oscuridad, se resolvía con una buena Cóleman, el complemento de
lamparines a kerosene, muchas velas de parafina, fósforos, y linternas de mano
a pilas.
Todos los días teníamos que subir y bajar luego, hasta y desde las zonas
en trabajo, por unas terribles cuestas y pendientes; a paso rápido, en una o dos
horas --¡y muchas veces llovía!--; en un esfuerzo físico posible de realizar
solamente por gente muy joven, entrenada y sobradamente entusiasta, como sin
duda lo éramos nosotros. Claveteábamos con brocas los botines y utilizábamos,
a guisa de bastones, sujetables a la muñeca con lacillos de cuero, unos palos
delgados de madera muy fuerte, como ayuda en las subidas y de apoyo, ante
posibles resbalones, en las bajadas; especialmente en los días lluviosos... Amén
de servir de armas, contra cerdos y perros hambrientos, durante el recurrir a los
ya mencionados bucólicos servicios higiénicos. Los cascos ingenieriles ‘de

337
reglamento’, para la cabeza, y los ponchos de jebe al torso, sobre fuertes ropas
de trabajo y abrigo, completaban nuestros atuendos de campaña.
Y, como si fuera poco el esfuerzo, para dar ánimo a los peones, nosotros
mismos manejábamos, durante buenos ratos, las herramientas, sin haber estado
hechos, desde el nacimiento, forjados en la infancia y la juventud, ni estar
entrenados siquiera, para esos trabajos: Con azadones, lampas, palas, picos,
zapas, zapapicos, bidentes, trinches, machetes (tipo ‘sables’ y curvos o
‘calabozos’), arados para yuntas, etc. Inclusive aprendimos a utilizar —a
”patear”— la “chaquitaclla” o "arado de pie".
Contemplando retrospectivamente la magnitud del esfuerzo realizado,
llegado hasta lo que podría constituir una intensa mortificación física, que sin
embargo no parecía serlo, sino por el contrario, representaba una vigorosa
fuente de Alegría y hasta de Felicidad. Al realizarse en pos de Valores
Espirituales Superiores (de Verdad, Libertad, Bien, Justicia, etc.). Hasta importar
relativamente poco los resultados materiales concretos o el triunfo mismo.
Más de una vez me fue dable observar el fenómeno sicológico descrito y
deducir su significado ético. Así fueron mis luchas en pro del Programa del
"Ganado Amazonas"; el de la forja, con Dora, de nuestra Independencia
Económica; el empeño en la actividad Política, proponiéndonos salvar la
situación de nuestra Patria, etc. De tal modo, podría concretarse el principio
siguiente:
En la vida del Ser Humano, lo importante es forjar Ideales en su
Espíritu. Ello significa afrontar, con entereza, lo que comúnmente se
entiende por sacrificios y dolores. Que, el Idealista, no solamente los
soporta, sino que los convierte en motores de Alegrías y de Felicidad. Lo
que importa al Idealista y por lo tanto al Hombre Feliz, es la lucha, el
empeño, al servicio de los Valores. Con ello se premia suficientemente. El
triunfo, los honores, y hasta los resultados materiales concretos, vienen
por añadidura y pueden, incluso, desdeñarse.
-----
Durante algún tiempo, el ya mencionado y rubicundo seudocampesino,
Pastor Lazo, nos ayudó como Caporal, hasta que vislumbró un nuevo mejor
destino en la zona de Selva de Tingo María y hubo de ser suplido, en la mejor
forma que nos fue posible. Era, además, un apasionado lector; de tal modo que
intercambiábamos libros de nuestras respectivas aficiones. En alguna ocasión
me prestó la obra del entonces famoso escritor anarquista, rabioso anticatólico y
marxista, Pedro Kropotkin: “Cristo el Más Grande de los Anarquistas”.
Relativamente interesante, para reflexionar en contrario, sobre los profundos
errores —empero entonces en boga—, que sin embargo contenía, significando
una tesis sumamente negativa y hasta perniciosa.
En lo referente a lo agrario, casi nada de la moderna “tecnología de
punta” nos servía. Más bien, posiblemente aprendimos lo que no hubiéramos
podido captar en toda una vida profesional muelle, como las que, por lo común,

338
llevaban muchos colegas nuestros. Pero no se podría negar que la cultura de
nivel universitario y los amplios conocimientos científicos generales, recibidos en
la Escuela, nos sirvieron bastante bien para entender, interpretar, poder
explicarnos, muchas situaciones y fenómenos experimentados en el fundo de
nuestros afanes. Por primera vez, en nuestras todavía cortas existencias.
No había, allí, ni cómo hacer análisis de suelos; conseguir abonos de
calidad, ni menos los completos; buenas semillas; plaguicidas efectivos;
herramientas y máquinas modernas, menos las motorizadas, aparentes para el
medio, etc. En la práctica y en concreto, casi nada.
Era preciso aguzar el ingenio, observar mucho y hasta inventar
soluciones. Quizá, más que nunca, y para eso precisamente, resultaban muy
útiles los ya dichos conocimientos racionales y científicos generales, recibidos
durante la formación “molinera”; para desentrañar mejor los saberes empíricos
campesinos e interpretar, de más acertado modo, las cuestiones suscitadas por
las propias experiencias, que demandaban juicios esclarecedores.
Saber, por ejemplo, qué tierras eran aparentes para qué cultivos, sin la
viabilidad de un estudio formal con análisis completos de suelos en laboratorios
(inexistentes en Huánuco), lo que obligaba a traer a la memoria las enseñanzas,
entre otras, las de nuestro sabio profesor Pozzi-Escot; completadas con
observaciones propias y algunas apreciaciones empíricas de los más
experimentados e inteligentes hombres de campo del lugar.
En reafirmación del principio básico, desde entonces nunca olvidado:
“Toda producción vegetal es el resultado de la conjunción
armoniosa de tres factores fundamentales (considerado, cada uno, en sus
múltiples variantes posibles), que se ofrecen, íntimamente ligados e
interdependientes; a saber: Clima (en sus numerosos microclimas); Suelo
(en sus diversos tipos); y Planta (en sus abundantes especies, variedades
y linajes).”
Así, para escoger los más apropiados lugares (por micro climas y suelos)
y las mejores especies y variedades de plantas, al efectuar nuestros sembríos,
examinábamos detenida y minuciosamente:
Los suelos de los posibles lotes a sembrar, clasificando sus tipos y
calificándolos respecto a sus calidades; al tacto (consistencia mecánica y
textura; si arenosos, arcillosos, limosos, francos, o combinaciones de ellos); a la
vista (color en seco y en húmedo: si negros, pardos, rojos, o grises); y al olfato u
olor (si claro aroma orgánico mineral, característico de la “buena tierra”)... Como
decía el Prof. Pozzi –lo reiteramos--, personalidad merecedora de nuestra más
rendida admiración: “No puede llamarse un buen Ingeniero Agrónomo, quien no
sabe conocer la ‘buena tierra’, en sus diversas modalidades, tomándola gustoso
con las manos, sin asco, ni temor a ‘ensuciarse’ --que ‘si es buena es sana’--,
‘agarrándola’, apreciándola al tacto, al olfato, ‘oliéndola’; a la vista, ‘mirándola’.
Su textura (proporción de gránulos y coloides), estructura (de ‘migajón,’suelta,
compacta), y su color”… ¡Y Pozzi era sólo Profesor de Química, no de Suelos!

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El clima y microclimas (altura s.n. m., temperaturas, luminosidad, y
humedad ambiente; incluidas la disponibilidades de agua de lluvia y la de riego,
etc.). Dentro de las situaciones de Puna Baja y Quechua Alta, en que nos
desenvolvíamos; había múltiples variables a escoger. Y un factor topográfico de
gran influjo climático, lo constituía la inclinación de las laderas en cultivo,
respecto a los puntos cardinales; por las diferentes insolaciones que recibían
(luz y calor anual). Más las orientadas hacia el Norte, por la mayor verticalidad
de las radiaciones que les correspondían, al estar nosotros situados en el
hemisferio Sur; menos, por tanto, las dirigidas al Sur; e intermedias, las
enfrentadas al E. u O.
La vegetación espontánea, anterior, era, empero, lo definitivo, para
nuestro juicio en la selección de las tierras. Porque esas plantas silvestres tenían
sus propios requerimientos en materia de microclimas y tipos de suelos.
Bbastaba pues, conocer la concordancia de ellos, con los de la especie o
variedad a cultivar, para que, observando sobre el terreno a escoger, la
presencia de una población botánica natural o espontánea, de exigencias
coincidentes (las había para con la papa, el maíz, el trigo, la cebada, etc.), se
pudiera aseverar la conveniencia y el éxito previsible del cultivo proyectado... El
mejor recurso, sobre cualquier método de análisis físico-químico-biológico de
laboratorio, o forma alguna de pretensiosos estudios súper científicos.
La experiencia recogida en el fundo de Mito, nos sirvió de mucho, en ese
presente y en nuestro futuro profesional, tanto en los asuntos de ecología
agronómica, como en múltiples otros aspectos agrarios. Hasta ahora creo, en
justicia y aparte una falsa modestia, tener derecho a considerarme un
profesional agrónomo con capacidad suficiente como para, observada que fuere,
en cualquier lugar del Perú, su formación vegetal silvestre, poder diagnosticar
las básicas características de su clima o microclimas, de sus tipos de suelos, y
determinar, por tanto, los cultivos más aparentes o viables.
Otro problema que hubimos de afrontar fue el mejoramiento de la
fertilidad natural de las tierras, para los fines de la producción agrícola:
En la zona de nuestros trabajos, en el Departamento de Huánuco por lo
general, los campesinos practicaban una pequeña agricultura, casi toda para
consumo propio; no era lo que se llama comercial, o de mediana o gran escala.
Así, en materia de fertilización de sus tierras, no compraban fuera de chacra, ni
por tanto utilizaban, abonos químicos, minerales, u orgánicos, modernos; para
ellos exóticos y de precios prohibitivos. Se contentaban con emplear los
excrementos y la orina de sus animales domésticos, especialmente de ovinos,
caprinos (los mejores, los de estos dos), vacunos, y equinos; a los que
encerraban en las noches, en la mayor estrechez, a “dormir”, sobre fracciones
sucesivas de los lotes a sembrar, antes de arar o “voltear” la tierra, la cual cubría
e incorporaba, así, a la orgánica y casi natural fertilización.
Al dicho ingenioso sistema (precolombino, con auquénidos), lo conocían
como “majadeo” (de majada, manada, o rebaño). Basado en pequeños corralitos
para los encierros del ganado, hechos de cañas y palos ligeros, pero muy

340
fuertes y bien amarrados: que cada 24 horas cambiaban de lugar a uno
contiguo, hasta cubrir la extensión deseada.
Durante el día, los animales comían el pasto existente en los terrenos,
antes de aplicarse en ellos los encierros y también el disponible en los campos
vecinos. Las raíces del pasto ya comino y del pisoteado en parte ,
incrementaban la riqueza en materia orgánica mejorante, al momento del
"volteado" del suelo, con su cobertura del rumiado material excrementicio.
Ingenioso el método, sin duda; pero cuando se debía sembrar
extensiones mayores que las permitidas por la cantidad de ganado disponible y
la capacidad fertilizante de tal método de estercoladura, o sea para amplitudes
comerciales, el problema de la falta de abonos complementarios, se constituía
en verdadero factor limitante de la producción.
Cuando iniciamos nuestras labores agrícolas en los lares de Mito,
topamos con dicho grave y adicional problema. Utilizamos por cierto el
“majadeo” hasta el máximo posible. Y, como no teníamos ganado propio,
realizamos tratos con pequeños agricultores-ganaderos vecinos,
quienes “majadeaban” cierta extensión nuestra, a cambio de cedérseles el uso
de algunos sectores de pastos naturales para sus animales, en extensiones y
tiempos equitativos.
Pero el refuerzo para la fertilización, especialmente en el cultivo de papas,
lo tuvimos que realizar con guano de islas; el cual recién se comenzaba a
vender en Huánuco, para pequeños y medianos agricultores, en una modesta
agencia u oficina, cuyo principal “depósito” (?)... ¡a cielo abierto! con el producto
expuesto a las lluvias y al sol, estaba ubicado... ¡en Cerro de Pasco!
Las condiciones en que se vendía el guano de islas, eran calamitosas
Venía en sacos viejísimos y rotos (carcomidos por los efectos de la sal, el
amoniaco y la humedad); por tanto, con desmesurados faltantes de peso;
contenía pedrones y piedras de todo tamaño y en grandes cantidades; además
de muchas plumas y varios pájaros muertos. Aparte, sin ninguna garantía acerca
de su contenido de Nitrógeno (factor básico de la fertilización a darse con el
producto); pues no se acompañaba de análisis alguno y, en cambio, la larga
temporada a la intemperie, transcurrida en Cerro de Pasco, evidenciaba, sí, una
fuerte pérdida, por fermentaciones y la consecuente formación de gas amoniacal
volátil (nitrogenado), disipado en la atmósfera, en desmedro de lo disponible en
el fertilizante del valioso elemento Nitrógeno.
Llegado a la chacra, el dicho guano --¡precisaba conformarse con lo
recibido!-- se debía golpear, para romper grumos y trozos, despedazar los
pájaros y cernir bien todo lo grosero, para convertir el conjunto en un material
pulverulento, homogéneo y aplicable al suelo –a pesar de todo--, con el mayor
provecho posible para las plantas. Cuando podíamos, lo reforzábamos con
cantidades apropiadas de salitres o nitratos, sódico y mejor potásico; así como
con sulfato o nitrato de amonio; cuando se podían conseguir por pedidos
directos a firmas limeñas especializadas en el rubro, que desde nuestros

341
tiempos en la “Revista Agronomía”, habíamos tenido ocasión de contactar por
sus avisos publicitarios.
Con todos los mencionados abonos, aplicados a la preparación de las
tierras, al sembrío, y en los aporques, pudimos llevar con éxito los cultivos, en la
escala necesaria, inusitada a la sazón en Huánuco, para lo llamado “pan-llevar”
o cultivos alimenticios (unas 40 hectáreas en total, en varios rubros, con 30 Has.
netas de papas); que dicho está, se hacía posiblemente, por allí y por primera
vez, en tal magnitud, en un solo fundo.
Otro serio problema a resolver, era el conseguir las semillas necesarias,
en especial de papas. En cantidades suficientes, de calidad, uniformidad, y en
oportunidades adecuadas (considerando sus períodos de ‘latencia’ y de
‘brotamiento’); de variedades de alta productividad, características comerciales,
y resistentes a plagas y enfermedades. Pero no había firmas que las vendieran,
ni estaciones experimentales o semilleros que las produjeran. ¡Inmensa la
dificultad!
Teníamos que recorrer innumerables chacras de la zona y conseguir
numerosos pequeños lotes de semillas de las variedades más abundantes, lo
que permitía suponerles, como atributos lógicos, mayores rendimientos,
resistencia a fitopatologías, adaptación al medio, y la mejor aceptación en los
mercados. Pero sus productores, en pequeña escala, no las sembraban
separadas o clasificadas, sino en una mezcla desconcertante. Habríamos de
comprender que lo pequeño de sus plantaciones y su profusa mixtura,
constituían la mejor defensa o “control biológico”, contra plagas y enfermedades,
en las condiciones allí dadas. Aparte —muchas veces la principal razón--,
porque una producción ‘escalonada’ (con diversas variedades, de diferentes
períodos vegetativos) les permitía resolver su angustiante --¡que si padecían
hambre verdadera!-- abastecimiento alimenticio, durante buena parte del año.
Debimos pues realizar, minuciosos y agotadores trabajos de acopio,
clasificación, y selección, de semillas; las que, por tal labor y los descartes
correspondientes, se encarecían en importante proporción; pero todo iba en aras
de la calidad de este vital insumo agrícola. Así logramos catalogar, clasificar y
sembrar, apreciables extensiones de algunas excelentes variedades de papas:
Unas, de grandes tubérculos redondos, ligeramente achatados, de ‘ojos’
(yemas o brotes latentes) superficiales; especialmente apropiadas para pelar a
cuchillo y freír, buenas también para sancochar, y asar; de unos cinco meses de
período vegetativo (p.v.), adaptables a cultivos tanto ‘tempranos’ o ‘primerizos’,
como a "postreros" o "tardíos"; con las variedades llamadas: “semita” (de
cáscara clara), y “paltag” (de cáscara oscura). Otras, las mejores para
sancochar, asar a las brasas, en horno, y en “pachamanca”, por suaves y
harinosas, ‘de pelar a uña’; presentando ‘ojos’ hundidos y cáscaras coloridas
(moradas oscuras unas y rojizas más claras otras); de siete meses de p. v., más
apropiadas para zonas de un poco mayor altura y en cultivos ‘tardíos’ o
‘postreros’; muy conocidas como “huayrush”. Y la “amarilla”; la mejor, la de color
‘yema de huevo’, de ojos profundos –no es para pelar a cuchillo, ni de freír--;
papa ‘de lujo’ en múltiples usos (puré, causa, asada, sancochada, como

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guarnición, para industrializar, etc.), de superior sabor ¡Única en el Mundo! Que
sólo se da en el Perú y en algunos de los países andinos y vecinos nuestros; es
de relativo bajo rendimiento por Ha., pero apropiada para producir en las más
altas zonas agrícolas de la Puna peruana.
En las otras especies y variedades de plantas (trigo, cebada, quinua,
habas, alverjas, etc.), no había tampoco, localmente, semillas superiores, por lo
que resultó necesario conformarnos con las que se podía encontrar en el medio.
Siendo, empero, cultivos secundarios para nosotros y no nos significaron, en
conjunto, problema de mayor magnitud.
En materia de máquinas y herramientas, aparte del indescriptible atraso
tecnológico en el ambiente campesino circundante y de los deplorables niveles
de abastecimiento del mercado local en tales rubros, por la inaccesibilidad y
topografía de los terrenos, no era viable aprovechar --¡ni pensarlo!-- el gran
auxilio que podría significar el empleo de los tractores grandes y de sus
implementos, del siglo XX. Y los apropiados, pequeños, y a motor…¡incluso
habría que inventarlos!
Para arar las tierras, tuvimos que utilizar, prácticamente, los mismos
arados: ‘el de pie’ (o chaquitaclla), de ¡Manco Capac! y el de yunta, de
¡Francisco Pizarro!
Sin embargo, hicimos todo lo posible por perfeccionar esas herramientas
e introducir el uso de varias nuevas para el medio. Mejoramos las “calzas” de
hierro de las chaquitacllas. Enseñamos a utilizar el “arado reversible” para
yuntas (que podía trabajar en laderas, en líneas de la menor pendiente, no en
rectángulos o círculos; y voltear la tierra hacia un solo lado); con reja, talón,
vertedera, gancho, y cadena, de acero; con mancera y timón de madera. No se
pudo difundir más, como fuera deseable, por las dificultades en el
reentrenamiento de los bueyes, acostumbrados al timón rígido de sólo madera o
palo, de los arados tradicionales, y que no aceptaban fácilmente la flexible
cadena (por su falta de rigidez y el ruido que producía al iniciar el tiro); amén de
los tropiezos para conseguir repuestos, especialmente de las rejas.
En otras herramientas, logramos establecer el uso de mejores azadones
de acero —llamaban “lampas”, a los rudimentarios, “hechizos” (hechos por
herreros), con materiales deficientes--, los nuestros, de fabricación inglesa,
importados por la firma “Beaussire”. Asimismo, la zapa grande de dos dientes
(bidente) y el trinche corto (de 4 ó 5 dientes y mango de palana), ambas dos,
para completar y perfilar los trabajos de las tacllas y arados, en los “cantos” o
bordes y donde la consistencia del suelo o de las champas (más sueltas o muy
duras, según los casos) no permitían la total eficiencia de las dos últimas
herramientas; también servían para la cosecha de papas. El trinche de mango
largo y dientes delgados flexibles, para el “venteo”, en la trilla de cebada y trigo.
Y varias otras muy útiles; en especial, el "azadoncito de mango largo”, para las
operaciones de riego en papas tempranas; ya que permitía al regador conducir
el curso del agua, en los surcos, pisando más firme desde tierra seca, y no en la

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ya muy humedecida, fangosa, en la cual se podría hundir, destrozando los
bordos y surcos.
Para arar la tierra, si bien la “chaquitaclla”, cuando la superficie del suelo
presentaba un tupido ‘alfombrado’ de hierba, por lo general hacía un mejor
trabajo (de mayor profundidad y más completo volteado) que el arado a yunta,
en “una reja” (vez o “pasada”), en grado variable, según el tipo de arado, la labor
de éste era más fácil en terrenos sueltos o ya trabajados en cultivos anteriores y,
sobre todo, mucho más económica en mano de obra.
Así, una Ha. se podía roturar, a “chaquitaclla”, con 10 a 12 “paradas” (de
3 hombres c/u.: 2 “pateadores” y un “volteador” de “champas”); en total 30 a 36
jornales; según la clase de terrenos, la calidad de las herramientas, y el empeño
de los peones. En cambio, la misma extensión, precisaba unas 3 yuntas, o pares
de bueyes o toros, con sus respectivos “gañanes” (conductores), quienes, por
aportar los animales a yugo, recibían el valor de un doble o triple jornal c/u.;
significando así un costo total equivalente a 6 a 9 jornales; y, si eran dadas “dos
pasadas” o “rejas cruzadas”, para no desmerecer en calidad, ante el posible
trabajo con “chaquitacllas”, se podría considerar hasta l2 a l8 jornales por Ha..
La diferencia (entre el valor de 12 a 18 jornales, para dos rejas con
yuntas; frente a 30 a 36 jornales con chaquitacllas) resultaba abrumadora, en
favor del empleo de bueyes.
Y aquí procede traer a necesario buen juicio, algunos hechos de la mayor
importancia, para un certero análisis de la Historia de la Agricultura Peruana:
Los andenes, maravilla constructiva —convertir, inmensas cordilleras, en
gigantescas graderías de fértiles planos cultivables ¡a puro pulso!--, obra de los
incas y pre-incas, de las civilizaciones prehispánicas andinas —asombro del
mundo--, se pueden trabajar a chaquitacllas, pero no a yuntas y menos a
tractores (de los grandes); por las dificultades de sus accesos, del laboreo de los
‘cantos’ o bordes, con el peligro de caídas o ‘rodadas’.
Tal situación determinó —en un largo proceso de varios siglos, acentuado
en los últimos tiempos, en los contemporáneos, más aún, en pleno siglo XX--,
que se destruyera tal proeza constructiva, propia de titanes, con el propósito de
unir, en mayores extensiones cultivables, a las “patas” o pequeñas mesetas
artificiales, que constituían las gradas de los andenes, para permitir el ingreso y
el actuar de las yuntas primero, y de los tractores después. No habiéndose
podido inventar, introducir o adaptar, todavía, máquinas (tractores económicos,
pequeños, muy especiales); herramientas e implementos aparentes y baratos,
diseñados todos ellos –debieran serlo--, para el medio Andino (en especial para
la Región “Quechua”).
Se han destruido, así, innumerables, valiosísimos andenes.
Entregándose, inermes, a la erosión y al descalabro ecológico, centenares de
miles de hectáreas de las que fueron algún día, profundas, excelentes y
productivas tierras de cultivo de andenes.

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Los intelectualoides “indigenistas”, generalmente liberales izquierdosos y
marxistas reciclados, que en verdad nunca son "indígenas", en el impreciso
sentido semi-racista en que usan el vocablo, más por odio a lo hispano --¡en
repulsivo tufo de la media traición!--, que por sincero amor al “indio” (?),
aseveran que “fueron los españoles”, los autores de la destrucción de esa
maravilla del esfuerzo humano colectivo, significada por los andenes.
Agraviando, con su falsa y torcida ‘defensa’ de lo autóctono, al otro elemento
básico en la forja de nuestra nacionalidad integral, mestiza, que es la
Peruanidad. A la cual se debe exaltar, no con el “Indigenismo”, o el
“Hispanismo”, parcializados; sino con un “Peruanismo” auténtico. Por ello,
integrador; por el Mestizaje, Cultural y Sanguíneo, de la gran Síntesis Humana,
que constituye el Perú; de primordial base incaico-hispana y añadidos otros
múltiples y valiosos aportes menores; orientados, todos, hacia la Unidad Final de
nuestra Nacionalidad.
Nada es más falso y calumnioso, entre las acusaciones ‘de cajón’ contra
“los españoles”, que afirmar que fueron ellos los destructores de los andenes.
Pues lo cierto está en que, apenas hubo en el Perú ganado vacuno en cantidad
suficiente, no sólo los españoles, sino pocos de ellos, y sí más los criollos
serranos, los mestizos, y los indios mismos, de todos los grados y clases,
durante más de 400 años, derribaron los muros de contención de los andenes,
que se les oponían para poder utilizar yuntas. Y después tractores… Por simple
necesidad o ventaja económica —prácticamente ciega, por cierto--, de corto y
mediano plazo. Sin que mediara, en ello, deliberado propósito vandálico. En todo
caso, fue una inconsciencia lamentable, una irresponsabilidad colectiva nacional.
Inclusive mucho más republicana y contemporánea, que virreinal o hispánica.
Lo puedo afirmar, decirlo con meridiana claridad, apoyado en mi propia
experiencia personal; estando en condición, por tanto, de ser portador de un
veraz testimonio sobre tan cruda realidad, técnica y económico-social, por
demás evidente: Así, en acto de contrición, por el exigible pero no acatado
cumplimiento de una elemental racionalidad ecológica, con gran vergüenza de
mi parte, lo digo: Hasta mi socio, Luís Córdova, y yo mismo, personalmente,
presionados por los pragmáticos e implacables mandatos de la economía
agraria corto-placista, débiles y harto inconscientes –desconocedores entonces
de la trascendencia de las acciones de tal género--, indudablemente... ¡Dios nos
perdone! destruimos también numerosos andenes, en el fundo huanuqueño de
nuestros intensos afanes.
Creímos sinceramente haberlo hecho por necesidad económica
ineludible, sin tener otra salida inmediata y sin haber podido comprender hasta
entonces y en ese entonces, la magnitud de nuestro desaguisado. Ni lo que
correspondía y se podía hacer con respecto a los dichos andenes. Problema
frente al cual debiera darse toda una Tarea Nacional, parte ella, de la general
Política Agraria del Perú. Aunque ese ya sería un tema demasiado ajeno y
amplio para estas líneas.
Sólo concluiré diciendo que a poco de haber destruido los andenes y de
sembrar los terrenos “igualados”, observamos que no servía de mucho esa

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‘contra-nivelación’. Pues la fertilidad del suelo y por lo tanto su productividad, se
mantenía sólo un tiempo; al principio y especialmente, en las partes más planas
y bajas, donde la erosión por las lluvias no restaba, por “lavado”, tantos
elementos nutritivos, sino que, en compensación parcial, ellas acarreaban,
disueltos y en suspensión, algunas cantidades de las partes altas, a las que
dejaban, pronto, en gran pobreza, con una decreciente productividad, hasta
llegar prácticamente a cero. En el fondo y cada vez peor, en relativamente corto
tiempo... ¡casi de nada había servido la destrucción de los andenes! Y, en el
largo plazo... ¡se arruinaban, erosionados y lavados, todos los suelos sometidos
a tan destructivo proceso!
Pasando al último punto de estos nuestros problemas técnicos de
carácter agronómico, señalaré los de las plagas y enfermedades, en particular
las de la papa; que era el cultivo más importante y con los mayores problemas al
respecto:
Felizmente, nuestra zona de trabajo agrícola se presentaba relativamente
nueva para los cultivos especializados y en extensiones algo significativas (de
sembríos no asociados y de una sola variedad vegetal). De tal modo, la situación
fitosanitaria se ofrecía, en un comienzo, bastante benigna; las plagas y
enfermedades todavía no eran muy extendidas, ni persistentes, endémicas.
Pero, desde nuestra primera campaña, se hizo necesario escoger muy bien las
semillas y desinfectarlas con un especial producto mercurial; sumamos a ello, el
cumplir rigurosamente con las épocas apropiadas de preparación de tierras,
sembríos, cultivos y aporques; asimismo, con guardar las distancias entre surcos
y entre plantas; dar los riegos necesarios, siempre vespertinos, jamás matutinos;
y, “tanteando el tiempo”, hacer las pulverizaciones cúpricas preventivas, contra
la enfermedad fungosa de la “rancha” de la papa (producida por el hongo
fitopatógeno: Phitophtora infestans) --¡una de las más terribles en las plantas
cultivadas del Perú!--, utilizando compuestos dispersables en agua, aplicados
con las entonces famosas bombas pulverizadoras de mochila “Vermorel”.
Cumplíamos pues, del modo dicho, nuestras tareas de conducción de las
labores agrícolas en el fundo que habíamos tomado como sede de nuestros
empeños hacia la soñada Independencia Económica.
Hemos dado una idea de lo esforzados, penosos, y calificados, de
nuestros esfuerzos. Agreguemos el significado de acarrear “a lomo de cristiano”;
y, cuando se podía --¡era más difícil y costoso!--, a “lomo de burro”, las
toneladas de peso que representaba llevar, “hasta la punta de los cerros” --
¡inmensos!--, los insumos más importantes, en especial semillas, abonos, agua
para las pulverizaciones, etc.; y, de retorno, trasladar cosechas, grandes palos
de construcción, etc. .... ¡En bajadas y subidas, y con fuertes y tenaces lluvias!
Para levantar el entusiasmo de los peones, duplicamos el jornal
acostumbrado en el lugar e iniciamos el pago equivalente a medio jornal, a los
peones-arrendatarios (feudatarios) que antes no recibían nada, por los días que
trabajaban “para la Hacienda”, en cumplimiento de su “pago en trabajo”, por
tierras recibidas en uso... Por supuesto que tal situación nos volcó en contra a

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todo el pueblo de Mito... Por “malograr el mercado (!) de la mano de obra”. Pero
resistimos el embate y seguimos adelante. Al final de cuentas, movíamos
“mucha plata en el pueblo” y pronto se amistaron con nuestras entusiastas y
humanitarias acciones.
Pronto también, vimos crecer --¡qué hermosos nos parecían!-- los, para
nosotros, extensos campos de cultivo, de papas, de maíz, de cebada, de trigo --
¡de ondulantes espigas de oro!--, de verdes habas, y alverjas; más algunas otras
sementeras en menores magnitudes, aunque de interesantes utilidades. El
optimismo y el entusiasmo, alentaban y alegraban, a plena intensidad, a
nuestros espíritus. En particular yo, a la emoción constructiva del singular
empeño empresarial común, añadía la inefable de mi creciente devoción
amorosa por Dora; quien había capturado mi corazón y toda el alma; con lazos
que se demostrarían, desde entonces, definitivamente consolidados; sentimiento
que reactivaba y disfrutaba, por algunos días, en cada viaje que hacia, desde el
pequeño y solitario pueblecito de Mito, a la entonces bella, pintoresca y
entrañable ciudad de Huánuco
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En otros terrenos del ánimo, a pesar de lo remoto del lugar en que nos
habíamos metido, no estábamos incomunicados del mundo. En cada viaje a
Huánuco, por turnos, Lucho Córdova y yo, conseguíamos los periódicos de Lima
(diarios y revistas), que llegaban por tierra en las tardes de los mismos días de
su publicación; a una librería llamada “Cuyubamba”, por el apellido de su
propietario; y, cuando estábamos en Mito, con cualquier persona acomedida,
nos hacíamos llevar las dichas publicaciones, aunque fuere con algún retraso.
En Huánuco, además, había servicios de correo y telégrafo, así como una
cabina telefónica pública e instalaciones domiciliarias —con aparatos ‘de
manizuelas y central con señoritas--, que nos permitían una relativa buena
comunicación, con la Capital y muchas ciudades y pueblos, dentro de casi toda
la agreste geografía del Perú.
Además, en el propio Mito, ad portas de la misma chacra nuestra, para
gran suerte, había una pequeña oficina, con sólo un empleado (Roque Martel,
era su nombre), de correo y telégrafo, que en especial servía de estación
intermedia para las comunicaciones de Huánuco con las provincias de Dos de
Mayo y Huamalíes; sin perjuicio de las que les permitía, comodísimas e
inmediatas, al pueblecito de las deliciosas papayitas de altura y con ello a
nosotros.
A mayor abundamiento, en el modesto poblado había una tiendecita de
sencillos abarrotes y venta de pan del día; que se elaboraba en ese rústico
establecimiento, en un horno a leña, de los hemiesféricos, típicos de nuestras
serranías, hechos de adobes y ladrillos comunes y "pasteleros". Con los
recursos de que disponía, esa especie de ‘venta’ quijoteril, daba atención a la
pequeña población local y, sobre todo, a los ‘pasajeros’ y arrieros, quienes para
arribar a la carretera hacia la capital del Departamento, llegaban allí en su última
etapa ‘desmotorizada’; o volvían para salir, "en carro de San Fernando", o en

347
"pié ajeno", de regreso, por el mismo camino de herradura de la margen derecha
del alto Higueras.
El dueño de la tienda, un señor llamado Dalmacio Echevarría, era una
muy singular y simpática persona; suegro de Martel, el telegrafista administrador
del mini Correo; tenía mucho sentido del humor, era muy trabajador y servicial,
querido y respetado por los poblanos. Don Dalmacio, así conocido y tratado, no
tardó en hacerse muy amigo nuestro.
En las noches, a la luz de una clásica Cóleman, caíamos con frecuencia,
café de por medio y en plan de tertulia, a lo de don Dalmacio; quien, además,
era muy ameno conversador e informado ciudadano, tanto de los mayores,
como de los menudos aconteceres de la colectividad huanuqueña, de los
citadinos y de los campesinos.
Don Dalmacio tenía un receptor de radio —R.C.A. Víctor, de los de
aquellos tiempos; bullanguero (con mucha “estática”)--, y en las noches
sintonizábamos el entonces famoso noticiario radial: “El Panamericano”. Así
teníamos... ¡al día! las noticias nacionales y mundiales.
En materia de comunicaciones, no podíamos pues estar mejor. Nuestra
suerte era difícilmente igualable por gente de campo alguna, de aquellos
tiempos y de esos lares.
Así, podíamos seguir, en materia de política peruana, los últimos tramos
del primer gobierno de Manuel Prado y los inicios del de Bustamante y Rivero; y,
en cuanto a la mundial, las etapas finales y más trágicas, apocalípticas, de la II
Guerra Mundial.
Habíamos seguido, por años, con gran simpatía, la heroica lucha del
pueblo alemán, encabezado por Adolfo Hitler, su conductor genial --¡dígase lo
que se quiera decir!--, apoyado por unos pocos otros países, contra
prácticamente el mundo entero. Constituido en coalición de gobiernos liberales
decadentes y marxistas feroces; secundados por indefinidos y serviles aliados.
En aberrante “unidad”, promovida por la judeo masonería; vilmente organizada
en grandes y oscuros poderes internacionales apátridas. Fue inmensa la pena
que sentimos por la caída de Alemania y de su causa. Por primera vez, es
posible, veíamos con claridad, muy cercana, que:
No siempre y menos en el corto plazo, el triunfo acompaña a la
Verdad, el Bien, la Justicia y a los otros Superiores Valores Espirituales y
Perennes, en posibilidad de ser servidos por una Causa Idealista. Vale
notar que el Idealismo no consiste tanto en buscar victorias inmediatas,
sino, precisamente, en luchar siempre, sin desmayo, en pos y dentro de los
marcos de supremas categorías morales. Que, de todos modos, tienen la
posibilidad de imponerse en el Largo Plazo. Más, si alguien, como suele
suceder, toma la posta del empeño.

-----

348
Mientras Lucho Córdova y yo estábamos inmersos en los afanes de nuestro
empeño agrario en Huánuco, correspondiente a una muy clara y común
vocación profesional y a las aspiraciones de independencia económica,
concebida como el primer peldaño de la ruta en pos de nuestros más caros
ideales; mientras tales situaciones tenían lugar, ocurrían en el Mundo, por cierto
con intensos reflejos en el Perú, acontecimientos de inmensa trascendencia
histórica:
El fin de la Segunda Guerra Mundial y en nuestra Patria el tránsito del
gobierno conservador de Manuel Prado, al esperanzado renovador de
Bustamante y Rivero.
Ya hemos referido algo de esos sucesos. Ahora remarcamos que los del
Perú no fueron sino un rebote de los mundiales; sobre todo de la apocalíptica
conflagración de 1,939 a 1,945. El triunfo en la guerra había correspondido a
una alianza entre los poderíos del Liberalismo y del Marxismo internacionales.
Unión calificable, en toda verdad, de aberrante. Aunque, a la sazón, no era vista
así, por las mayoritarias opiniones mundiales. De tal modo, a partir de 1,945,
casi todos los gobiernos del mundo, adoptaron una u otra, o diversas mixturas,
de las dichas dos erróneas posiciones básicas... ¡Hechas circunstancialmente
“amigables” y, luego, más en las apariencias, "enemigas". Cuando, en verdad,
una no es sino la "mala hija" de la otra. Las mezclas entre esas dos perniciosas
doctrinas, estaban representadas por la Social Democracia y sus múltiples
afines y derivadas... Como el Apra en el Perú.
Así se dio un proceso de cambios políticos; de un gobierno -–liberaloide—
como el de Prado, al de Bustamante y Rivero —una suerte de pre Demócracia
Cristiana--, de inicio aliado y sostenido por el Apra, especie “chicha” de Social
Democracia. De tal modo, al calor de un ambiente exaltado por la ilusión de ser
considerado el umbral de una nueva Edad Histórica Universal, se convocó, por
primera vez dedicada a la Selva del Perú, del 29 de junio, al 3 de julio de 1,945:
La IV Convención Agronómica Regional - 1ª del Oriente- En Tingo María…
El certamen congregó a una numerosa y calificada concurrencia de
ingenieros agrónomos y profesionales afines, que, repetimos, por primera vez en
el país, se reunían para estudiar y analizar los grandes problemas de la Selva
Peruana. El clima que animaba a la conferencia, de muy alta jerarquía técnica y
científica, era de gran entusiasmo patriótico, de esperanzada visión acerca del
porvenir de la Selva nuestra Se sentía, muy fuerte, el ya dicho reflejo de las
ilusiones mundiales —hoy lo sabemos bien--, en alta proporción muy
engañadoras.
Resultaba así explicable la fecundidad del evento, en el número como en
la calidad de los trabajos; el vuelo imaginativo, creador, de los ponentes y

349
participantes, peruanos y extranjeros.117 Se presentaron medulares estudios y
propuestas sobre todos los temas imaginables para la agenda de una reunión de
esta naturaleza. Acerca de Suelos, Bosques, Cultivos, Crianzas, e Industrias
Conexas. Pero vale la pena destacar algunos por las lecciones que aportaron y
que todavía mantienen vigencia... ¡Habiendo pasado, largo, medio siglo!
Posiblemente la más notable y brillante ponencia fue la del Ing. Rómulo
Ferrero Rebagliatti; el mismo que ya había deslumbrado al país y enorgullecido
a la profesión agronómica con el otro trabajo suyo, anterior, ya referido: “Tierra y
Población en el Perú”; por el cual había llamado la atención, definido y aclarado,
el gran problema peruano de la escasez, en relación con su población, de
buenas tierras cultivables; de las dificultades para conservarlas y acrecentar su
extensión; esta vez, en Tingo María, decimos, hizo brillar de nuevo su talento,
presentando la ponencia: “La Conservación del Suelo en la Montaña” (por
aquellos tiempos se llamaba “Montaña” a la Región de la Selva). Aclaraba que si
bien en los trópicos húmedos, la tierra es por lo general rica de origen, pues
consustancialmente contiene abundante materia orgánica, factor esencial de la
fertilidad de los suelos, esa riqueza es muy frágil, pues se sustenta en un
equilibrio ecológico. La materia orgánica allí, como se forma muy rápidamente,
también se descompone o destruye con gran velocidad. Por las reacciones
físico-químico-microbiológico-enzimáticas, que el calor y la humedad ambiente
favorecen.
Por lo dicho, se advertía seriamente, por primera vez también en el Perú,
sobre la Importancia de la Conservación del Suelo —de su materia orgánica en
particular—, en especial en las regiones tropicales húmedas, como es la
condición de la Selva Peruana. Y, por lo tanto, la de preservar y reconstituir las
forestas en proporciones racionales; remarcando además, especialmente a este
fin, el papel favorable del cultivo de pastos perennes, y mejor, incluyendo los
leguminosos. Nunca sobre pastoreados. Más bien si fertilizados. Y sobre los
cuales, obviamente, procede, en esas condiciones, imperiosamente, la
ganadería vacuna lechera o de doble propósito, sobre tales forrajes sustentada.
Al punto de poderse afirmar, categóricamente, que:
No puede haber Colonización de la Selva Peruana sin Ganadería.
Agregando:
La Agricultura en la Selva debe ser mixta, es decir, combinadas,
forzosamente: la Agricultura, de preferencia arbórea y arbustiva; con la
Ganadería, privilegiando la vacuna de doble propósito y el cultivo de
pastos gramíneos, perennes, fertilizados, y de leguminosos, en adecuadas
proporciones; con la Silvicultura o explotación y preservación racional de
los bosques, con intensas forestaciones y reforestaciones.

117
Para una más completa información sobre este importante certamen, ver mi ob. cit. “Ganado
Amazonas”- Cap.V., Págs. 63-87 y Anales de la IV Convención Agronómica Regional-1ª del
Oriente-Tingo María-Asociación Peruana de Ingenieros Agrónomos.

350
Confrontados con la realidad actual, estos principios continúan totalmente
vigentes... ¡E inaplicados! Increíble pero cierto. Hoy, más de medio siglo
después, prácticamente ningún programa oficial de Desarrollo Económico y
Agrario de la Selva Peruana, considera, en sus propuestas o acciones, a la
Ganadería Vacuna. Valdría la pena "investigar" —y hacerlas públicas— las
causas, o intereses mezquinos en juego en tan “misteriosa” situación. Como el
"cortoplacismo" político; la oportunidad de "negociados" más fáciles por otras
vías, en medio de una ignorancia generalizada sobre estos asuntos, entre otras
"razones". Por ahora, preferimos no adelantar más opinión. Quede simplemente
despertada la curiosidad patriótica...
Pero viene al caso poner atención en los particulares ribetes del talento
intelectual del Ing. Agr. Rómulo Ferrero R. Sin ser verdaderamente lo que se
llama “un hombre de campo”, sino más bien un “consultor de bufete”, había
concedido dedicación a los estudios teóricos generales de la Economía Política
y de la Agraria, manteniéndose alerta sobre sus principales aspectos en el
ámbito mundial; para lo cual dominaba el inglés y se agenciaba las mejores
publicaciones internacionales, en ese idioma y en español, que utilizaba con
notable elegancia y corrección...
Asombraba en Ferrero, que “sin mucho campo” en su formación
profesional de ingeniero agrónomo, sin sobradas estadías campestres —hasta
era posible que “nunca hubiera sembrado un rábano”--, puesto ante cualquier
Gran Problema del Agro Peruano y al medio de una nube de colegas, “de
ostensible chacra”, “cuajados”, pero que no daban con alguna buena explicación
de su naturaleza, él, en visión, “a vuelo de cóndor”, sobre la realidad examinada,
a más de muchas buenas lecturas y acertadas consultas con los expertos más
sabedores de la materia, en unos pocos trazos, lo aclaraba hasta sus mayores
honduras.
Así había sucedido, en un corto tiempo anterior, con el problema de la
“Tierra y Población en el Perú”, magistralmente esclarecido, según hemos
referido ya. Pero además, su realidad tan cruda, nos había sido dado
experimentarla por esos días en “carne propia”. Reiteramos que todos creían,
agrónomos, empíricos, y neófitos, que “el Perú es un país agrario” y, por lo tanto,
“de abundantes tierras cultivables” disponibles y en relación con el número de
sus habitantes; además de fáciles de incrementar en extensión, especialmente
en la Costa, por irrigaciones y en la Selva por carreteras colonizadoras.
Ferrero desmenuzó esas tan optimistas como irreales y generalizadas
creencias. Hizo ver que la extensión total de tierras cultivadas en el Perú (de las
cuales, debe aclararse, sólo una tercera parte eran de calidad aceptable y con
riego), apenas llegaba a 1’200.000 Has.; para una población que ya pasaba los
7’000.000 de habitantes. O sea que en nuestra Patria, la Relación
Tierra/Hombre, era de 1/6 --¡hoy es de 1/10!-- de Ha. cultivada por Habitante...
¡Una de las más bajas del mundo! Y que, ganar buenas tierras --¡mientras la
población sigue aumentando a gran velocidad!--, deviene prácticamente
imposible en la Sierra (por su clima y topografía); resulta de precios casi
prohibitivos en la Costa, por irrigaciones y drenajes –más caros éstos todavía y

351
que ellas los hacen necesarios--; o en la Selva por carreteras –carísimas para
construir y conservar— y por costosos programas de colonizaciones;
añadiéndose, en estos casos, sus grandes costos de aperturas o desmontes y
desmalezados de cultivos, en la producción misma; y en los de la conservación
de sus suelos... ¡Razones principales y sobradas de la gran pobreza del pueblo
peruano!
¡Qué lúcidas e irrebatibles se ofrecieron sus interpretaciones! Como
rotundas, consolidaron su vigencia. Pero no había sido todo. Con motivo de la
Convención de Tingo María, que estamos narrando y como pudimos constatarlo
siempre, volvió a confirmar las potencialidades de su privilegiado intelecto.
Lo curioso del caso es que la ya dicha ponencia, sobre los suelos de la
Selva, su mejor cuidado y racional explotación, dejaba, con meridiana claridad,
establecida la naturaleza y origen de sus, al parecer, inextricables problemas...
pero es el caso que Ferrero, su autor... ¡posiblemente no habría estado ni tres
días en algún lugar del Trópico Húmedo Peruano!... Mientras, los allí “vaqueanos
viejos”, no podían dar ni darse cuenta del asunto; y menos, del modo racional de
encararlo. Ocurre que es Universal el Principio:
Donde el mediocre y el necio no ven nada, cayendo en confusión de
pensamientos y de expresiones, el sabio, el talento, el genio, perciben lo
necesario, piensan y se expresan, con claridad, precisión, y sencillez.
Es difícil en verdad poder encontrar con frecuencia personalidades tan
esclarecidas y singulares como la del Ing. Agr. Rómulo Ferrero. Puedo decir,
empero, que unos 20 años después de sucedido el caso que narro, tuve ocasión
de conocer otro semejante pero, si cabe, más asombroso todavía: El del Dr.
Héctor Cornejo Chávez —hoy, por desgracia, víctima de una penosa dolencia
que lo ha postrado y del ostracismo al que lo condenó finalmente el Sistema, por
su impenitente como honesta rebeldía--; brillante abogado y eminente profesor
universitario, que destacó en los primeros niveles de la Política Nacional,
posiblemente en el más alto de todos, en el Siglo XX. Cofundador del Partido
Demócrata Cristiano, fue su presidente y principal líder, Diputado Nacional,
Senador de la República, y Constituyente. Pero resultaría demasiado, para los
alcances pretendidos por estas líneas, extendernos más en la presentación de
los honrosos cargos y singulares méritos del Dr. Cornejo. No obstante, deseo
relatar aquí algunas elocuentes situaciones y anécdotas, que evidenciaran su
excepcional talento y valores humanos:
Ocurría que siendo Cornejo Senador (en 1,963-68), debía defender las
posiciones de la Democracia Cristiana en el Senado, en los casos de los
Problemas Agrarios, pues los democristianos no contábamos, ni nuestro aliado
Acción Popular, con algún senador profesionalmente idóneo para dichos casos.
En Diputados, en cambio, habíamos varios (García Llosa, Vila Salcedo, y yo, por
la D.C., y Navarro Grau, Bardi Zeña, y otros por A.P.). Pero como no era posible
eludir dichos temas, Héctor Cornejo –el mejor orador de su Cámara— fue
encargado de ellos… ¡Siendo un Abogado de Estudio y Profesor Universitario

352
en Derecho Familiar!... ¡Sin experiencia concreta, ni estudio agrario formal
alguno!
Por el bando contrario, La Coalición Apra-UNO, había varios y el principal
o líder de sus agrarios, era el senador Julio de la Piedra, empresario agricultor
de oficio y miembro de la familia propietaria de la gran hacienda cañavelera
“Pomalca”, ubicada en el rico Departamento de Lambayeque. Don Julio era lo
que se llama un agricultor “práctico”, empeñoso hasta la terquedad, aunque
poco dado a las lides culturales y menos que todas a las humanísticas... ¡Por
algo era "odriista"!
A poco de iniciados los debates senatoriales sobre el Agro, hubieron de
chocar tales protagonistas… Pero Cornejo era un incisivo orador de polendas,
de clase internacional; mientras que de la Piedra estaba muy 'crudo' en las
faenas del género ciceroniano. Porfiado empero, y confiando en sus
‘conocimientos agrícolas prácticos’, zarandeado en los debates, en demasía y
con frecuencia –precisamente como a un muñeco "porfiado"--, no se amilanaba.
Sin embargo, tanto fue golpeado, que en cierto momento, alterada su paciencia,
tronante vociferó:
-- El senador Cornejo no me va a discutir a mi, que soy un agricultor
práctico, nacido y crecido en el campo, a un hombre de campo, siendo él un
hombre de ciudad, de escritorio, que en la vida ha sembrado un rábano…
-- Yo, señor de la Piedra, efectivamente no he tenido la suerte de nacer y
vivir en el campo, lo que creo me hubiera gustado muchísimo; soy un intelectual
de los que Ud. llama despectivamente ‘de escritorio’ –mueble imprescindible
para desarrollar el intelecto, algo a su vez imprescindible para pensar bien-- y
profesor universitario en especialidades de Derecho; que puesto, en razón de mi
actuar político, en la necesidad de defender en esta honorable Cámara, el
destino de la Agricultura Peruana, estudiando mucho, recorriendo el país,
observando, reflexionando, y consultando a los que saben, me he preparado,
con decisión, para los debates. Y si Ud. se compara conmigo, para disminuirme,
le diré, en mi defensa, que no antepongo en estas discusiones mi interés
personal y crematístico y que, efectivamente, no soy un rústico.
¡Uuh! – Se oyó, retumbante la exclamación, en todo el hemiciclo…
En otra ocasión Héctor Cornejo debió dictar una conferencia sobre “Los
Problemas Agrarios del Perú”. Fue brillante y tuve ocasión de pedirle una copia
de su resumen. En 12 puntos concretó tales problemas básicos. Nunca, ningún
ingeniero agrónomo, ni yo mismo, modestia aparte, con mi intensa vocación
profesional, larga experiencia de campo, espíritu de observación, y actitud
permanente de estudio y trabajo, lo habíamos podido hacer. De un modo tan
claro, tan preciso, y tan conciso… Unos veinte años después, yo sería profesor
en la Universidad de Lima, de varios cursos en la Facultad de Ingeniería
Industrial, entre ellos, el de “Problemas Nacionales”, que comprendía, por
supuesto, los agrarios. El documento de Cornejo, me sirvió como el capítulo
principal, puesto además en los cuadros sinópticos del curso; que fue editado

353
por la Universidad de Lima, en un libro-folleto, que tuvo dos ediciones, de gran
éxito y que ya se agotaron.
-----
Volviendo a lo de la Convención Agronómica de Tingo María, he de referir
que se presentaron numerosas ponencias interesantes: Una muy valiosa del Ing.
José del Carmen Muro, sobre las características de los suelos del Trópico; otra
del Dr. Javier Gazzo, en relación a los Fertilizantes; y varias acerca de diversos
problemas de las zonas de Selva. El Dr. Harold Brooks, en simultáneo con una
ponencia sobre Ganadería, un poco enrevesada, debe decirse, presentó una
exposición que sí impresionó muy favorable y llamativamente. Como he narrado,
había hecho importar, de EE.UU. (Tennessee), un hermoso lote de 8
vaquillonas, con su correspondiente torete, de pura sangre (de “pedigree”), de la
raza Guernsey, lechera, de algo corta alzada, de color manchado (overo, o pío),
de amarillo naranja o rojizo, sobre blanco. A las hembras las había hecho
aparear con el toro Cebú rojo, ligero manchado de blanco (nevado),
marcadamente Gyr (sin llegar a ser puro), del cual disponía la Estación. Al
momento de la Convención Agronómica, pudo presentar pues un impresionante
lote –pese a ser pequeño—de siete hermosos terneritos (hembras y machos), de
de color rojo predominante (del Gyr), de notable uniformidad (por las madres
puras y el padre casi puro) y de singular belleza (por el vigor y armonía del
cruce).
La exposición objetiva, visual, de Broks, hizo notar mejor, que nunca
antes, las posibilidades prácticas, las potencialidades, de la Zootecnia Moderna,
en el Desarrollo de nuestra Selva, mediante el logro de un nuevo tipo, o mejor,
de una raza nueva, de ganado vacuno lechero tropical; por el cruce, con
posterior selección estricta y consanguinidad a media sangre, de una raza pura
de cebú, como tal resistente al trópico, con otra lechera, también pura, de origen
europeo (indirectamente si norteamericana). Vale decir: El Proyecto
“Amazonas”, que yo venía vislumbrando, desde tiempo atrás.
Por último, yo mismo presenté una ponencia titulada: “Ganadería y
Colonización en el Perú”. En ella y por algunas intervenciones adicionales, traté
de despejar un poco los enredos ‘teóricos’ en los que se había metido y por los
que todavía pugnaba, el voluntarioso técnico norteamericano; pero destacando
los aspectos positivos de su ponencia y de su exposición. Y, en lo fundamental,
expuse la naturaleza de los problemas de la Ganadería y de la Colonización de
la Selva Peruana. Mereció general aprobación.
Así pues, satisfechos por los resultados del evento, regresamos a
Huánuco, para retornar a nuestras empeñosas labores agrarias, en sus agrestes
alturas.
-----
A poco y mientras tanto, en el país, casi coincidiendo con el término de la
II Guerra Mundial, concluía el gobierno de Manuel Prado y comenzaba el que
sería único y muy corto de Bustamante y Rivero, quien había accedido al poder

354
como resultado de su victoria en las elecciones de 1,945, en las que actuó en
alianza con el Apra. Pero no tardaron los apristas, ya que nunca fueron buenos
aliados,118 en copar todas las posiciones políticas que les fueron posibles y les
interesaron. De tal modo, creadas las Juntas Municipales Transitorias (gobiernos
provisionales de los municipios, hasta tanto se pudieran dar las elecciones
municipales, que no las había aún), casi todas resultaron de franco dominio
aprista. Campearon allí entonces, la demagogia más irresponsable y un total
desconocimiento de los problemas agrarios…
Sin más trámite, el municipio aprista, decretó el control de precios de los
productos agrícolas alimenticios, con la mayor puntería dirigida hacia la papa,
que estando en los inicios de la cosecha grande (la postrera), se vendía a S/
0.30 el kilo, en el mercado de Huánuco (habiendo quitado fletes y ganancias de
los comerciantes, era ya muy poco lo que quedaba para el chacarero)… Y, ‘sin
asco’, bajaron el precio “oficial” ¡a S/ 0.10!... ¡A la tercera parte de un precio ya
mísero…
Se comprende fácilmente que tal situación nos puso en peligro de una
quiebra inminente. Pero no nos dimos por vencidos. Por esos días se habían
hecho muy populares, en el Perú y en el Mundo, unos productos insecticida que
se preparaban a base de diversos extractos (con disolventes como la bencina, el
kerosene, etc.) de las flores, o inflorescencias en capítulo (una especie de
margaritas, blancas con el centro amarillo), de la planta de Piretro (Pyrethrum
sps; de la familia de las Compuestas). La producción vegetal, seca y
enfardelada, se vendía al peso en el mercado nacional y también era exportable;
en grandes cantidades y a buen precio. Don Ruperto Cuculiza nos entusiasmó
hacia este cultivo, para un proceso progresivo de cambio del de la papa. Nos
prometió comprar la producción y nos proporcionó semillas, alcanzándonos
algunos folletos con instrucciones agronómicas al respecto. Y como es una
planta de rápido período vegetativo, de fácil almacigar y trasplante, muy
rápidamente logramos tener apreciables extensiones de esta producción…
¡Hermoso era el espectáculo! de los cerros del fundo, en sus laderas, mesetas o
“patas”, y hoyadas, cubiertos de plantitas de Piretro en floración, que hacían
cierta semejanza a un bello proceso de “nevada” en las dichas cumbres... ¡Qué
emociones contemplativas y esperanzadoras ilusiones experimentamos
entonces!
Mientras tanto, la política de precios topes y control (?) de la
especulación, impuesta por los munícipes apristas, venía fracasando
progresivamente en toda la línea. Los especuladores comerciantes de papa, al
por mayor y los minoristas, la aprovecharon al comienzo totalmente a favor suyo,
pero poco a poco tuvieron que soltar algo para los productores. Mas el daño
estaba hecho y era muy difícil, para los arruinados chacareros, salvarse del
desastre…

118
Tal sucedió, con Prado en su segundo gobierno, muriendo su partido; con Bustamante cuya
caída provocaron; con Odría, cuyo “Partido Restaurador” quedó aniquilado; con Belaúnde, de
cuya caída, en su primer gobierno, fueron los principales responsables. Por ello se dice, en el
ambiente político peruano, que: “El amor del Apra, es un amor que mata”.

355
Escribí entonces un artículo sobre “Política Agraria y Alimenticia”, que
publicó el diario “El Comercio”, en página preferencial, a todo dar… ¡Y yo era
sólo un joven profesional de 23 años de edad!... En términos generales, el
escrito era una vigorosa defensa de los agricultores paperos en especial y de los
cultivadores de productos alimenticios en general, a la vez que un ataque
apasionado --¡siempre me precié de serlo!--, pero sin salirme de la verdad más
neta, contra los políticos demagogos e irresponsables, desconocedores de la
realidad nacional. Había fuerza emotiva e imágenes vívidas, conceptos sólidos.
Fue muy sonado… Y Dora no dejaba de sentir cierto orgullo de que su "novio" –
ya habíamos establecido ese ’estatus’— manifestara semejante nivel intelectual
y personal empaque...
-----
En las dichas esperanzas y desesperanzas andábamos, cuando se me
ocurrió, en ese inopinado momento, invitar a Dora ‘a conocer la chacra’…adonde
habría de ir a vivir conmigo, una vez casados, en fecha que yo daba por muy
próxima.
¡Tremenda insensatez!
Los inefables socios de la Empresa Agrícola “Cubas y Córdova Ingenieros
S.C.”, habíamos ya abandonado la choza-domicilio en la que iniciamos nuestras
labores y construido una modesta y un poco más decente casita –menos
indecente diríase mejor--, de techo de tejas; paredes enlucidas y pintadas; con
pisos, puertas y ventanas de madera… ¡Pero sin agua, ni desagüe, ni luz
eléctrica, ni servicios higiénicos! Ubicada en el fondo profundo de una
encañonada quebrada ("cucho" en q.), cuyas límpidas pero heladas aguas y sus
tapias y matorrales cercanos, eran los únicos recursos para cubrir las
necesidades fisiológicas urgentes y las elementales de aseo. También habíamos
abierto el ramal carretero que nos unía a la troncal hacia Huánuco. Y en las
partes altas realizamos diversas forestaciones y construcciones
complementarias...
Dora fue efectivamente de visita, con sus padres y algunos de sus
hermanos… Ni qué decir que la impresión les resultó:
¡Terriblemente Desoladora!
En adición a lo dicho, he dejado de mencionar que en una de las piezas
principales de la bendita 'casa', su pared posterior tocaba con el inmenso cerro
allí limitante de su primordial espacio vital y ofrecía, al interior de la habitación, la
presencia por demás impertinente de gran parte de una enorme roca allí
incrustada; la cual no había sido posible volar, ni remover. Pedrón a cuya
presencia nosotros nos habíamos resignado a soportarla. Pero daba la
impresión de un inerte y gigantesco intruso inexpulsable. Pero es el caso, que tal
pétrea presencia y la total falta de servicios higiénicos, de electricidad, y demás,
descalificaron y descartaron --totalmente, a ojos de la familia de Dora-- a la dicha
potencial ‘residencia’, de la flamante y delicada novia…

356
Regresado que hubimos a Huánuco, Dora buscó un momento para hablar
conmigo y me dijo:
-- Mis padres han visto la situación de tu chacra, la casa, y el negocio, y
de ninguna manera aceptan que me case pronto para vivir allá…
-- Y tú ¿que dices? –Repliqué al punto…
-- A mí la chacra me ha parecido terrible; pero, sobre todo, yo tengo que
tomar muy en cuenta y obedecer, lo que dicen mi papá y mi mamá.
-- ¡Dale con la familia! Pero la verdad es que “la mujer que quiere a un
hombre se va con él a la punta del cerro” ¡Qué tanto ‘mi familia’! –Colérico añadí:
-- Por último decide: Tu familia o yo…
-- ¡Mi Familia! –Me respondió rotunda y resuelta...
Me dejó de una pieza…
¡En el más ridículo desaire!
A poco, hube de formalizar, con su padre –en un tenso diálogo--, la
ruptura del noviazgo.
------
Quedé abrumado por una indescriptible pesadumbre, una tristeza y un
dolor, como jamás los había experimentado. Pero estaba convencido de que
nunca debería ceder ante un agravio a mi 'dignidad' personal, tan hondamente
herida —lo creía sinceramente así--. Confiaba en mi 'fuerza de carácter' y de
acuerdo a ello comencé a manifestarme. Puse, por un lapso –corto, pero
'dignamente'—, distancia de por medio, con quien había sido, hasta hacía poco,
el objetivo primordial de mis desvelos.
He dicho que fue una insensatez, realizar la invitación de marras, a una
visita 'prenupcial, de mi novia y de mis posibles suegros, a nuestra primitiva
chacra; pero lo fue más proponerla como ineludible residencia postmatrimonial; y
peor aún, darme por ofendido por las naturales reacciones de los afectados. Con
el tiempo, llegué a comprender que ellos tenían razón y nada era más cierto que
resultaba yo, precisamente, quien estaba en un profundo error. Había olvidado
que Lucho Córdova y yo, estábamos metidos en un empeño 'empresarial' de
ribetes extraordinarios, fuera de lo común, muy raro; exclusivo de nosotros dos;
por un espíritu idealista, incubado deliberadamente y por años, a la luz adicional
de numerosas y variadas influencias, frutos de las casualidades que también nos
circundaron durante mucho tiempo. No recuerdo que en nuestra generación, ni
en el país entero, hayamos podido encontrar, por lo menos, un caso de dos
muchachos varones, semejante al nuestro. Los esfuerzos y sacrificios a que
llegamos –sin jactancias de ninguna índole--, eran de ribetes casi heroicos…
Y yo pretendía que una sencilla muchacha de Huánuco, que hacía poco
había conocido, ingresara, de lleno, a compartir semejantes –hasta
desorbitados— impulsos anímicos, y sacrificadísimos esfuerzos y sufrimientos
físicos.

357
Pero había más. Estaba, con todo mi ser, profundamente enamorado de
Dora. Enamorado casi hasta la exasperación, padecía –disfrutaba, fuera mejor
decir— de una verdadera "Locura de Amor". Naturalmente, había tomado la
iniciativa, la parte activa, en el proceso; y Dora constituía la receptiva, la pasiva.
Yo notaba que ella me había llegado a querer; pero también percibía, como era
natural, que no tan intensamente todavía –buen tiempo después, recién habría
de llevar su amor hasta lo inefable—, como era entonces mi cariño hacia ella. Lo
que, dadas las circunstancias, no tenía nada de extraño, ni por qué llamar la
atención. Resultaba necio pues, reclamarle, tan prontamente por lo menos…
¡venir conmigo "a la punta del cerro"!
Y un factor más: Yo había perdido a mis padres en los últimos años de la
niñez y en la adolescencia. Además en mi familia se había practicado siempre,
mucha libertad y autonomía personales entre todos sus miembros. La de Dora,
en cambio, se mantenía completa, era muy unida y observaba los patrones más
tradicionales y comunitarios que pudieran darse o hasta imaginar. En mí había
calado muy hondo aquel error de concepto, grave prejuicio burgués –lo
reconozco--, generalizado en demasía, por el cual, enamorada que sea una
pareja, pueden y hasta deben, "mandar al diablo", a padres y cuñados, e irse, si
así lo desearen, a "la punta del cerro".
El primero que me hizo ver el error, fue el papá de Dora, quien —pese a
todos los vaivenes y tormentas de nuestros amoríos iniciales, al final, siempre
llegó a ser mi suegro--, en el diálogo mencionado de la ruptura del noviazgo,
cuando le salí con aquello de "la punta del cerro", me dijo:
-- Se equivoca Ud., joven; cuando sea mayor y algún día tenga hijos, verá
lo que ello significa, tanto para el padre como para la madre: El embarazo, el
parto, la crianza, la educación, los cuidados de la salud, la alimentación, etc.
Uno vela por una hija, por más de 20 años… Y aparece un desconocido joven,
quien conociéndola superficialmente, por unos cortos meses, y por bueno que
fuere en lo personal, pretende llevársela "a la punta del cerro", separándola de
padres y hermanos criados con ella ¿Cree Ud. que eso es natural y justo? ¿No
cree Ud. que la pareja debe cariño y respeto a los padres propios y cada uno a
los de su contraparte; y que los padres mismos, a su vez, han de ser deudores
de semejantes sentimientos hacia yernos y nueras; aparte de la situación de los
cuñados y otros parientes entre sí? Si un hombre dice amar a una mujer ¿no ha
de querer también a los padres que ella ama? ¿No ha de amarse a los seres
que el ser amado ama?
Desconcertado y casi mudo me dejó con tan esclarecedoras razones. Y la
ruptura del noviazgo solo la pude sustentar, a medias, en el resguardo de la
dignidad propia, a mi criterio mellada por la forma de la respuesta de Dora. Ya
que no puede haber amor sin un elemental decoro personal; y, además, dejé
sentada la imposibilidad de abandonar el proyecto empresarial en que estaba
inmerso.

358
Pero hubo más todavía: A poco de mi 'pelea', un día me encontré con don
Ruperto Cuculiza, quien siempre con en esa entonación huanuqueña
característica, cálida, simpática y lenta, algo cancina, me dijo:
-- ¿Cómo van sus amores con la señorita Martins, ingeniero? Ud. sabe
que yo estimo mucho a esa familia, pues soy amigo del padre, desde las épocas
escolares y no necesito decirle el aprecio que tengo por usted, como persona y
como profesional; por lo cual los veo con muy buenos ojos como pareja y les
deseo la mejor de las suertes; por eso le pregunto: ¿cómo van?...
-- ¡Muy mal, don Ruperto! Hemos peleado y es definitivo…
-- ¡No me diga! ¿Y se puede saber por qué?
-- No se puede seguir en una relación sin respeto a la dignidad propia,
tanto como a la de su pareja –Y le conté los hechos, en términos parecidos a los
aquí empleados…
-- Perdóneme que intervenga en un asunto tan personal, ingeniero, pero
lo hago basado en el tantas veces dicho aprecio que les tengo. Permítame que
le diga que yo lo veo de diferente manera: En primer lugar, en materia de
amores, nunca está dicha la última palabra. En segundo lugar, no me preocupa
tanto la 'pelea'; que ni en los más intensos romances faltan las rencillas, sino por
el contrario, suelen ser grandes y frecuentes. Como dicen los norteamericanos –
Don Ruperto había residido y estudiado en EE.UU.--:"In love, the reconciliations,
are the best things" ("En el amor, lo mejor son las reconciliaciones"). Y también
hay que saber que en asuntos amorosos se debe aplastar la soberbia con un
poco de modestia. Pero yendo a la cuestión de fondo, quiero preguntarle una
cosa, ingeniero: ¿En su trato con la señorita Martins, ha podido observar usted si
ella es una hija amorosa con sus padres?...
--- ¡Oh! Don Ruperto, si para ella todo son sus padres… ¡Su novio es la 5ª
rueda del coche!...
--- Y con sus hermanos ¿Cómo es?...
--- ¡Ah! ¡Sus hermanitos!... ¡Ni qué decir! ¡Su familia lo primero!
--- Bueno, ingeniero –replicó al instante--, yo lo que le puedo decir, es
que: "Aquella joven que es una buena hija y una buena hermana, con toda
seguridad, será más tarde una buena esposa y una buena madre"… ¡Sabias
palabras! ¡Frases de Profeta! –Y, como si no fuera suficiente, añadió:-- ¿O a
usted le podría parecer bien, que fuera una muchacha desnaturalizada, que
tomara a la ligera el amor debido a su Familia? ¡No pierda a esa muchacha que
es un gran Tesoro, ingeniero!...
¡Lelo! ¡Meditabundo! ¡Patidifuso! Me dejó este diálogo. Remeció mis
convicciones y sentimientos, ya bastante quebrantados por el peso de mi dolor y
el progresivo reconocimiento de mis errores…
Traté, entonces, por lo menos, de ver a Dora, aunque fuere a la distancia,
conociendo los lugares que frecuentaba; pero ella no se dignaba mirarme
siquiera. Algunas veces hasta me pareció que me hizo más de un desdeñoso

359
"torcido". Mis intentos de buscar una oportunidad de iniciar el 'amiste', venían
resultando vanos. Mi hermano Manuel, cariñoso, pero convencido él, trataba de
persuadirme de que Dora no me quería, que no me era conveniente como mujer,
y que debía recurrir a toda mi fuerza de voluntad, para mantenerme lejos, digno,
y olvidarla. Lucho Córdova, por su parte, no podía estar más satisfecho, pues
consideraba que el 'enamoramiento' y las consecuencias naturales del proceso,
habrían de sacarme de la ruta de nuestros ideales comunes de independencia
económica y de la realización de los propósitos políticos de mayor cuantía, en
los que siempre habíamos pensado. No dejaba de opinar que la mujer constituía
una especie de 'pesada ancla', para las realizaciones de los grandes propósitos
correspondientes a las masculinidades esclarecidas ¡Tremendo error! a
comprenderlo después, pero cargado desde nuestra primera juventud; y que yo
recién venía esclareciendo. La propia experiencia y el honesto estudio, me lo
harían ver.
Así las cosas, alguna vez acudí a un baile donde habría de estar Dora.
Pero ella ni me miró. Sin embargo, para su mala suerte –en esos tiempos no era
bien visto que las damas bien educadas desairaran las invitaciones a bailar por
parte de los caballeros atentos— la sacaban a bailar muchachos un poco
'terciados' de talla, lo que se dice "achaparrados"; que no los había de suficiente
'alzada', por lo menos en relación a su elevada estatura y siendo conocido que
"los petizos las prefieren altas"... Un poco burlón, me sonreía yo, que siempre
había podido servirle de pareja, en las fiestas de los dichos lares y bellos
tiempos...
Cuando en una de esas, se apareció, en cierto escenario festivo,
sorpresivamente –pues estaba él solamente de paso en viaje hacia Tingo María-
-, mi gran amigo y colega, ingeniero agrónomo, pero de la promoción posterior
('44): Gonzalo del Solar; quien había sido miembro también de la Directiva de la
"Revista Agronomía" y del Centro de Estudiantes, como Tesorero-Contador. Nos
teníamos mutuo e intenso aprecio y afecto. Gonzalo era alto de estatura, similar
a la mía; de buena planta, tez y ojos claros; era muy simpático y enamoradizo…
No tardó en 'otear' a Dora y la sacó a bailar varias veces. Naturalmente, hubo
algunos ligeros coqueteos, desde ambos fortines. Me di cuenta de que a Dora le
había caído bien el joven… ¡Y la oportunidad de 'sacarme pica! Por su parte, al
mozo, evidentemente le gustaba mucho, quien, con todo y pelea, era el foco de
mis dulcineicos desvelos y quijotescos dolores…No lo podía negar: sentía el
aguijoneo de unos intensos celos… Pero tomé al toro por las astas y en un
momento en que Gonzalo se había separado de ella y llegó por donde este
sufrido caballero estaba, expresándose, con gran entusiasmo, de "esa chica tan
simpática", lo abordé y le dije:
-- Mira Gonzalo, ya me había dado cuenta de que tal muchacha es de tu
agrado y percibo también que tú no le caes mal a ella, sino todo lo contrario.
Pero sucede que es mi exnovia, con quien estoy peleado desde hace poco, pero
en posibilidad de amistar; estamos sólo en una etapa de 'sacarnos pica'. Y
sucede que hasta hace un momento, en esta fiesta, yo llevaba las de ganar,
pues a ella, por su elevada estatura, no le ligaba una pareja, que no le fuera

360
despareja, ya que todos sus pretendientes a bailarla, más que para ello, estaban
para "inspectores de zócalos"… Hasta que llegaste tú, que además de ser alto,
le caes "al dente". Por todo ello, te quiero pedir, de todo corazón, una cosa…
-- ¿Qué?
-- Que me hagas el gran favor de no volver a sacarla a bailar. Tú estás de
paso, irás a Tingo, volverás a Lima, y no podrías establecer nada serio con ella.
Si ella se prendara de ti, no sería sino para hacerla sufrir, pues nada permanente
ni serio podría esperarse. Y si algo cuajara entre ustedes, en un supuesto que
considero muy improbable, te lo digo con toda franqueza, no sabes lo que yo
sufriría. En aras de nuestra gran amistad, te pido este inmenso favor y
perdóname la 'frescura'…--Al punto me replicó:
-- ¡Qué ocurrencia! ¡Por supuesto hermanón! ¡No faltaba más! Tú sabes
lo que yo te aprecio ¡Dalo por hecho!...
No volvió a bailarla y a poco se fue de la fiesta; con el agregado de que
desde el amanecer no se le volvió a ver ni el polvo. Así me salvé de lo que para
mí hubiera sido un horrible naufragio. Pero Dora siguió sin hacerme caso.
Percibí que en adelante debería rumiar en soledad y en silencio mi enorme
sufrimiento.
-----
Así estaba, dolido en el Amor, tambaleantes en los negocios —por el
asunto de los precios de la papa--, cuando, para acabar de amolarnos, nos llegó
la noticia del fin de las oportunidades del piretro en la Sierra Peruana –y del
cube en la Selva--, pues se había descubierto el DDT, poderoso insecticida
químico clorinado, al que pronto seguirían otros de semejante tipo, y luego los
más fuertes fosforados. No teníamos ya compradores para la bella flor seca que
producíamos y, ahora sí, se nos venía encima la ruina total…
En medio de nuestro gran desánimo, pero tenaces, analizamos la
situación con Lucho Córdova y concluimos en que deberíamos hacer algo así
como "comenzar de nuevo". Uno de los dos debía lograr un puesto más o
menos bien remunerado, fuera de Huánuco si era preciso y enviar remesas
mensuales al otro, que trataría de 'resucitar' el negocio, a base del cultivo de la
papa, que ya dominábamos mejor y cuyos precios tendían a mejorar de nuevo,
por el fracaso de "la política de precios topes y de combate a la especulación".
Además, solicitaríamos un segundo préstamo al Banco, refinanciando el
pequeño saldo negativo del anterior… Entonces, Córdova hizo algunos
contactos con amigos de Tingo María, pero que no dieron resultados positivos…
Estando en las dichas vicisitudes, en cierto bendito día, recibí en la
Oficina de Mito, un telegrama por el que me citaban a la Central Telefónica de
Huánuco –así eran las comunicaciones rápidas y urgentes en aquellos tiempos--
, para el día siguiente, en las primeras horas vespertinas, de parte de la
Dirección de Colonización, del Ministerio de Agricultura. Era para ofrecerme el
puesto de Jefe del Departamento de Ganadería Tropical, con un buen sueldo y
excelentes condiciones laborales y para el desarrollo técnico profesional. Tal

361
propuesta se derivaba, indudablemente, del prestigio que había alcanzado en el
ámbito de la agronomía nacional, por mis ya numerosos escritos y sonadas
actuaciones en el campo de la ganadería de la Selva. Y, al mismo tiempo, el
cambio de gobierno había significado una 'barrida general' de muchos elementos
burocráticos y anquilosados por allí. Vimos con Lucho, que además de satisfacer
mi pasión vocacional, era la oportunidad buscada de salvar la situación de
nuestra maltratada empresa, por los aportes regulares que yo podría hacer con
gran parte de mis sueldos. Por otro lado, ello me permitiría, también, poner
distancia y tiempo de por medio, en el asunto de Dora… Por si me faltaran
'fuerzas' para el debido resguardo de mi 'dignidad personal', a punto de
tambalear… Y de los "ideales" que teníamos en tan alta estima.
Así, puestos de acuerdo, Córdova quedó en la chacra y yo viajé a Lima.
Mi hermana Ester, siempre generosa, me acogió nuevamente en la "casa de
noshotos", de la calle Pachacútec, en Jesús María; muy cerca de la Dirección de
Colonización, que estaba localizada en el segundo piso del Edificio de Salud
Pública, en la Avenida Salaverry; pues el Ministerio de Agricultura no tenía aún
edificio propio.
-----
Tomé con mucho entusiasmo mi cargo y enviaba religiosamente la mitad
de mis sueldos mensuales para auxiliar a la chacra de Huánuco, intercambiando
frecuentes cartas con Lucho Córdova. Estuve durante más de un año y pude
realizar algunas cortas visitas al escenario de mis anteriores afanes… Pero de
Dora nada aparecía en concreto.
Lo primero que hice en el cumplimiento de mi función, fue organizar un
plan de recorridos por todas las zonas de la Selva donde teníamos
dependencias o estábamos por establecerlas (Tingo María, Iquitos, Satipo,
Yurimaguas, Jaén, Bagua, Tarapoto, etc.), para compenetrarme de sus
problemas y tratar de unificar, hasta donde resultara conveniente o viable, sus
orientaciones técnicas generales. Me resultó interesante en sumo grado y muy
fructífera, esta experiencia personal. Pero narrar los detalles de todo ello, ya se
saldría de las finalidades del presente libro. Sí resulta del caso, en cambio, decir
que en fervoroso seguimiento de mi vocación e ideal profesional, comencé a
trazar y redactar los lineamientos, cosa que se hacía por primera vez en el Perú,
de un Plan Nacional de Desarrollo Ganadero de la Selva. Y como hasta ese
momento pensaba que el cruce básico, del programa zootécnico, debería ser a
media sangre, entre el cebú Gyr y la europea Guernsey119, hice preparar 4
grandes láminas a tinta china, en colores: En una primera, estaba pintada, e
indicados al mayor detalle sus caracteres zootécnicos, la raza Gyr, en dos
ejemplares, uno de cada sexo; en la segunda, la raza Guernsey; en una tercera,
con numerosas figuras pequeñas, el Plan de Cruzamientos, trabajado con los
progenitores y cuatro generaciones del cruce a media sangre; y, en la cuarta

119
Ver en mi libro: "Ganado Amazonas", toda la evolución que experimentó nuestra visión de
este problema zootécnico y las poderosas razones que la motivaron, hasta concluir en el cruce
Cebú Nellore x Brown Swiss.

362
lámina, imaginadas las características, minuciosamente también, pero sólo
previstas; por el conocimiento ya tenido de las dominancias de los caracteres y
de sus grados, del aporte de los progenitores. El extraordinario trabajo de dibujo,
pintura, e imaginación –todavía conservo las láminas--, lo realizó, con mi
colaboradora dirección, el joven profesional veterinario, del plantel de la
Dirección, Daniel Tovar Vega, portentoso artista del lápiz, el pincel, y la pluma de
dibujo. Por desgracia muy tempranamente fallecido; y que era hermano de mi
querido compañero de promoción, Federico, quien vivió hasta hace poco.
Así pues, desde el punto de vista profesional no podían ser más
satisfactorias mis vivencias en el cargo que había asumido. Mas en el plano
personal, yo no dejaba de sufrir mucho por mi ruptura del vínculo sentimental
con Dora. A nadie lo comunicaba, pero mi dolor no disminuía, ni con el tiempo, ni
con la distancia; sino, por el contrario, se incrementaba sin cesar. De tal modo,
como accediendo a un llamado de 'distracción' del trauma, me dejé llevar,
muchas veces, por eso que llaman también 'diversiones' –tontos medios para
disipar dolores— y, de tal modo, me daba, en censurable medida, a comilonas,
al trago, a frecuentes y necios desfogues sexuales prostituidos. Y hasta no
faltaron algunos breves y desordenados 'amoríos', pero en extremo
superficiales.
Mientras ocurría todo lo anterior, Lucho Córdova comenzó a llamarme en
angustiosas cartas, manifestando que "no aguantaba más", las durísimas
condiciones del fundo, el que, además, estaba llegando al punto de quiebra y
que, por otra parte, le venían ofreciendo un buen y seguro cargo en Tingo María.
Me instaba a que lo reemplazara y, si lo viera necesario, me encargara de
liquidar el negocio.
Simultáneamente, en el Departamento de Ganadería, de la Dirección de
Colonización, habíamos terminado de preparar ya, el dicho Plan de Desarrollo
de la Ganadería de la Selva del Perú, con su correspondiente Presupuesto y
Láminas Ilustrativas. Yo estaba bastante entusiasmado. Pero resultó que un
buen día, se reunieron en nuestras oficinas, un grupo de diputados de reciente
elección –apristas en mayoría--, con los más altos funcionarios del Ministerio,
para discutir los presupuestos del Ramo, para el año 1,947. Y estos inefables
"Padres de la Patria" (?) y sus burocráticos ayayeros, hicieron 'chichirimico' de
nuestros trabajos. Repartieron los fondos que debieran estar destinados al
mencionado proyecto ganadero nacional, en ridículas partidas, para satisfacer
prebendas politiqueras de baja ley, en puestos públicos inútiles y en obritas
pueblerinas demagógicas e intrascendentes. El Programa se fue al agua…
Decepcionado así en Lima y llamado a Huánuco por mi socio, decidí
renunciar al cargo ministerial y retornar a los huanuqueños lares, lo más pronto
posible; para ver qué se podía hacer con nuestro negocio; especie de profundo
pozo absorbente de tantas y tan intensas ansias de nuestros espíritus juveniles,
como de las energías físicas de nuestras candorosas humanidades.
En esas cavilaciones andaba, cuando en una buena tarde aconteció el
suceso quizás más trascendente de mi vida: Recibí una llamada telefónica, en la

363
casa de mi hermana Ester –la de "noshotos"--, en Pachacútec; primero, por voz
de una fémina, que no me era conocida; simplemente preguntando por mí:
-- ¿El Ing. Rafael Cubas Vinatea?
-- Si ¿con quien tengo el gusto?
-- Un momento, le van a hablar…
-- Hola —Una voz muy dulce, algo tímida al inicio… ¡inconfundible!... fue
la que escuché al otro lado del auricular…
¡Era Dora!
Por unos segundos quede sin habla y a punto de perder el aliento. Pero al
instante me recuperé y anhelante dije:
-- ¡Hola!... ¿Dónde estás?
-- En la casa de mi tía René --Una espléndida mansión, recién construida,
en la Avenida Arequipa.
-- Puedo ir ahora mismo, al momento, si quieres… ¿Te parece bien?…
-- Bueno, te espero a tomar té…
Más rápido de lo que canta un gallo, abordé un taxi y me constituí en lo de
su entrañable y extraordinaria tía… ¡Que si fue intensa, Inenarrable, la emoción
que experimenté en tan inesperado como desconcertante reencuentro!… Dora,
por su parte, se mostró muy dulce, amable y cordial ¡Me volvió el alma al cuerpo!
Sosegados que fueron los ánimos, Dora me explicó el origen y el proceso
de la bendita llamada, que yo así la consideraría por siempre: Resultaba que
tenía ella una amiga muy querida, llamada Berta Tizón, a quien veía todos los
años, cuando veraneaba en La Punta; primero, en una casa que su estimada tía
René poseía allí, y luego, desde la nueva residencia de Lima, por cuyo teléfono
me hablara Dora y adonde yo, tan entusiasta, acudiera a su reencuentro.
Ocurría además, que Berta también, habiendo tenido un novio, había peleado
sin muy convincentes motivos; por lo que, al final de cuentas, amistar no le
habría de pesar, sino muy al contrario. Situación algo semejante a la de Dora.
Por otro lado, la tía René, quien quería mucho a su hermano Guillermo,
mi potencial suegro, y por lo tanto a sus hijos, en especial a la hijas, y de éstas a
Dora, se había averiguado al detalle, como hábil mujer madura, mi "currículum
vitae"; que contribuían a ratificar las informaciones de su amiga, la esposa de
don Ruperto Cuculiza –¡mi "hincha"!--, Luisa Torre, quien a su vez, dado su
origen italiano y el haber estudiado en el colegio ídem, era muy amiga de mis
primas Oliveri Vinatea, quienes, con sus padres y hermanos, me querían y
apreciaban muchísimo (hasta había hecho mis prácticas estudiantiles en su
fundo "Urcón"). El caso es que averiguado por Vinatea –casta de pintores y de
distinguidas personalidades en el Perú— y por Cubas –el sonado prestigio de mi
padre (Manuel), como ingeniero y de mi tío (Daniel), como canónigo--,
adicionado a lo más inquirido sobre mí mismo y acerca de algunos parientes
colaterales, sumaron nota aprobatoria, de mi modesta persona, ante los ojos y el

364
elevado criterio de la cariñosa y buena tía; quien, además y en todo momento,
con su esposo, el tío Pepe (Abadía), me trataban con el mayor afecto y
consideración.
Parece ser que lo expresado y seguramente las reflexiones propias, con
los efectos del tiempo y la distancia sobre nuestra separación, habían
conmovido, favorablemente hacia mí, los sentimientos de Dora. La tía René,
también, le había prometido influir en sus padres, para mitigar su oposición a lo
nuestro. El caso es que Berta le había dicho a Dora:
-- ¿Por qué vamos a seguir solas y peleadas con nuestro novios, si los
queremos y ellos nos quieren; y además, son buenos muchachos y de mucho
porvenir? No seamos orgullosas, ni tontas, y luchemos por el amor a que
tenemos derecho. ¿Por qué no los llamamos?
-- Yo me siento corta. Tengo vergüenza de llamarlo y temor de que ahora
me desaire. Además ¿Cómo haría con mis padres, que se oponen tan
radicalmente a nuestro matrimonio?
-- Por la oposición de tus padres no te preocupes tanto. La tía René ha
prometido que si amistan, ella los convencerá. Y tú sabes de la influencia que
ella tiene sobre todos tus familiares. Y en cuanto a la vergüenza y temor: ¡Si
sabemos muy bien, por tantas versiones que han llegado, que él te sigue
queriendo mucho! ¿Qué te parece si tu llamas a mi novio y yo al tuyo, para el
primer contacto? Y luego nos pasamos el fono…
-- Bueno, sea lo que Dios quiera; llamaré al tuyo –Dijo Dora…
Pero no pudieron localizar al novio de Berta y la primera parte del plan
fracasó. Sin embargo, con toda generosidad, ella le dijo a Dora:
-- ¡Yo llamaré al tuyo!...
Y así fue como recibí la llamada providencial.
Después de las naturales explicaciones mutuas y sinceras expresiones de
amor profundo, acordamos amistar a plenitud y que con el auxilio de la tía René
recabaríamos la aprobación de los padres de Dora. Yo renunciaría, como
efectivamente renuncié, a mi puesto de Lima y viajaría a Huánuco; para arreglar
la suerte del negocio, mi situación económica, convencer a los padres de Dora y
fijar si fuera posible, lo más pronto, la fecha de nuestro matrimonio…
Así se hizo y a poco estuve de nuevo en Huánuco.
-----
Al llegar a la chacra, Córdova estaba listo para partir, como efectivamente
partió, hacia Tingo María, para hacerse cargo de su nuevo puesto recientemente
conseguido. La situación del fundo era catastrófica. Se precisaba liquidar el
negocio, antes de caer en quiebra; con las consecuencias económicas y morales
que ello podría significar. Me aboque a este empeño con toda la dedicación y
habilidad de que fui capaz.

365
Vendí y rematé todo lo que pude, pagando múltiples deudas; y al final
quedó un saldo negativo con el Banco, más lo que debíamos a Pozzi Escot y a
papá Aspiazu; guardé una pequeña reserva para cualquier emergencia futura; y
de acuerdo con Lucho Córdova (nos coordinábamos por correspondencia rápida
y telegramas), propusimos al Banco, la división de la deuda entre los dos socios
y su pago con parte de nuestros sueldos por mensualidades; de la deuda de
Pozzi me hice cargo yo y de la de Aspiazu, Lucho.
Simultáneamente busqué trabajo para mí y tuve la suerte de que acababa
de llegar a Huánuco, como Jefe del Servicio Departamental de Agricultura, el
Ing. Agr. Juan Francisco Filomeno, egresado unos pocos años antes que
nosotros y de quien éramos muy amigos. Su esposa: Lola García, era de
Barranca (cerca de Supe y San Nicolás) y muy amiga de mis hermanas mayores
Ester y Susana. Este ingeniero me tenía gran estimación personal, aprecio como
profesional y estaba necesitando un ingeniero agrónomo joven, zootecnista, con
conocimientos suficientes de veterinaria –reunía yo todos estos requisitos--, para
encargarle la Sección Ganadería, del Servicio. Me ayudó, entonces, mucho en
las gestiones para conseguir el puesto, que me caía pintado. El sueldo era de S/.
400.00 mensuales –soles de aquellos tiempos--; tenía bajo mi dirección varios
ayudantes y contaba con una camioneta para las labores de campo y una
oficina, aceptablemente montada, para las de gabinete y papeleos.
El trabajo --¡a mi oficio me llamaron!— consistía, fundamentalmente, en
dar asistencia técnica, en favor de los ganaderos, pequeños y medianos, de
Huánuco y Pasco; en una combinación de Agronomía (de pastos y forrajes,
además de las debidas rotaciones y asociaciones agrícolas, y para las
producciones forestales); de Zootecnia (crianza y alimentación de ganado); y de
Veterinaria (prevención, control, y tratamiento, de las enfermedades de los
animales domésticos). Además, se prestaba para la realización de numerosos
Estudios e Investigaciones, sobre todos estos aspectos. Comencé a laborar con
inmenso entusiasmo.
-----
El Matrimonio.- Así las cosas, habiendo madurado mucho mi
personalidad, por el sufrimiento amoroso, el avance de la edad, y por
innumerables reflexiones acerca de una más acertada filosofía de vida y de
interpretación del mundo, me resultó fácil y agradable mejorar, notablemente,
mis relaciones con los suegros y otros familiares de Dora; así como mi trato más
suave y comprensivo con ella misma. Por su parte Dora no me decepcionaría y
progresivamente no sólo mostró un creciente cariño hacia mí, sino además una
capacidad de sacrificio y de compenetración con mis ideales, que realmente no
dejaba de asombrarme, cada día más.
Para el caso de mis suegros, a ellos, en la anterior relación, los había
espantado: Primero, la estrepitosa presentación propia de mi agresivo ateismo.
Segundo, nuestro incierto destino económico. Y Tercero, como lo habían
percibido intuitivamente, el que Dora no estuviera preparada, por su amor recién
germinando, para un inusitado sacrificio, en pos de tan raro 'idealismo'.

366
Pude y supe, en la segunda vez, calmar el temor de los padres: En el
primer aspecto, pues yo había borrado ya mi situación de "come curas", como
resultado de mis constataciones personales de que las ideas por mí tomadas
anteriormente, lo eran, en realidad, de las detestables corrientes ideológicas
judeo-masónicas, puestas al descubierto, después, como perversas y
torcidamente anticatólicas, antes que racionales o a favor de la Verdad. En
cuanto al segundo asunto, la liquidación del negocio de la chacra, por mi propia
iniciativa, los tranquilizó también. Acentué, además, con mi suegra, los lazos de
identificación con las comunes aficiones hacia las tecnologías agropecuarias.
Con mi suegro, el agregado fue la afición a los libros, pues él era distribuidor y
representante, en Huánuco, de grandes editoriales españolas, de las cuales me
hice cliente. En lo referido al tercer problema, bastó el amor creciente de Dora y
un poco de mayor paciencia y calma de mi parte –ya no anticatólico yo, sino al
contrario--, para ir encausándola hacia ideas y sentimientos propios de la
posición idealista que siempre he sostenido, que mantendré hasta el fin de mis
días. Y que se aleja además, muchísimo, de cualquier resabio liberal o burgués.
Me fue posible pensar entonces en nuestro Matrimonio: Indisoluble,
Consagrado por un Solemne Sacramento; "hasta que la muerte nos separare".
Así, concordar fecha tentativa --¡audacia no faltaba!--; siendo prevista para ese 8
de diciembre. Y nos abocamos a prepararlo...
Buscamos y ubicamos una casita muy modesta, que era propiedad del
dueño —se apellidaba Castillo, según recuerdo— de una primitiva heladería,
situada en la Plaza de Armas de Huánuco. El tal proyecto domiciliario, tenía
acceso por un callejoncito, que salía al Jirón Constitución, cercano al
mencionado centro cívico y corazón de la ciudad. Contaba con las habitaciones
mínimas para un matrimonio joven, de modesta clase media –muy media--, sin
hijos; contaba con un pequeño baño con ducha; y no tenía cuarto, ni baño para
la muchacha de servicio. Pero nos parecía linda… ¡Pueden tanto los ojos del
amor!
Para amoblar la casa y dotarla de los utensilios necesarios, hicimos un
'plan' para sugerir y organizar los regalos de parientes y amigos; y con parte de
nuestros ahorros, todavía subsistentes, completamos lo indispensable…
Nos casamos, efectivamente, el 8 de diciembre, en una muy simpática
ceremonia realizada en la capilla de la Hacienda Quicacán –que me recordó el
encantador matrimonio de mi hermana Ester, en 1,935, en la capilla de la
Hacienda San Nicolás--, el escenario lo facilitó don Ruperto Cuculiza, quien,
además, obsequió el 'banquete de la boda', realizado en la misma casa-
hacienda, como regalo de matrimonio. La luna de miel la pasamos por unos
cortos días en Tingo María; el carro lo proporcionó mi suegro y nos alojamos en
uno de los bellos "bungalows" del Hotel de Turistas de esa bellísima localidad…
¡Indescriptibles días de Felicidad y deleites mil!
-----
Regresamos a Huánuco a normalizar nuestra vida de casados, en la
referida casita del heladero bendito… Debíamos hacerlo con S/. 200.00

367
mensuales. Allí Dora demostró de lo que era capaz: Yo le había pedido que no
aceptara recibir ayuda económica de su padre, quien con singular
desprendimiento la ofrecía. No tardaron los suegros en apreciar nuestra
delicadeza, aun cuando, de todos modos, buscaban las formas de ayudarnos, lo
tenían que hacer—y lo podían hacer pocas veces--, con mucha discreción, de
los modos más indirectos posibles. También le pedí a Dora que por la ayuda que
ella le daba a su papá, con trabajos en la botica, durante algunas horas diarias,
no le recibiera ningún pago o remuneración.
Dora sabía gastar con mucha economía; además se ayudaba, por
ejemplo, haciendo, muy ingeniosamente, con lana de tejer, unas motitas para
polveras de mujeres y cosía –sabía coser y tejer muy bien— vestiditos para
muñecas, que compraba 'desnudas' y lindamente vestiditas, las vendía, con las
motitas, en la botica de su papá y en la tiendecita de una amiga francesa,
esposa de un ingeniero amigo mío… Hacía negocitos y economías, con suma
habilidad. Y así podíamos vivir, bien y austeramente, como nos habíamos
propuesto y nos gustaba.
Con el tiempo íbamos adquiriendo una compenetración asombrosa; tanto
más sorprendente, cuanto que nosotros éramos, de inicio, muy distintos, en
multitud de aspectos; pero poco a poco aprendimos a sumar, a potenciar, las
diferencias complementarias; a tolerar muchas de las opuestas –que hasta
llegaban a parecernos graciosas--; y a corregir las demás, si negativas y en
cuanto ello era posible…
Nuestra armonía, y el Amor consustancial, crecían sin cesar. En soporte o
apoyo de una Felicidad en verdad excepcional. Situación afortunada por cierto;
adicionados que fueron también los otros dos importantes sustentos de la Vida
Feliz: la Vocación Profesional y el Idealismo Vital. Compartidos,
progresivamente, al influjo de la Racionalidad Filosófica y del sentimiento de un
Amor sublime; que jamás nos abandonó, ni se ensombreció, en todos los años
subsiguientes de nuestras vidas…
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Llegado que hube, al final del párrafo precedente a las anteriores líneas
suspensivas, interrumpí --¡por unos treinta y seis largos meses!-- estos escritos.
Debido a la triste y dolorosa situación recaída en mi persona, por la penosa
enfermedad, que duró más de un año, y la muerte subsecuente, de mi esposa
Dora. Quien fuera amada por mí en grado indescriptible. Y correspondido yo, en
inefable e inmerecida magnitud… Ocurriendo tal deceso, el imborrable 6 de
Mayo del 2004. Y totalizando, sobre tres, esos terribles períodos calendarios.
El fallecimiento de quien, por más de 50 años, fue mi fiel, amorosa,
abnegada, y adorable, compañera. Con quien, juntos, alcanzamos una armonía
conyugal, llegada hasta lo indecible.

368
¡Terrible la enfermedad que padeció y sus complicaciones, que la llevaron
a la tumba!: Denominada: "Miastenia gravis", la dolencia consiste en un intenso
debilitamiento progresivo y terminal, por causas aun no esclarecidas, de la
tonicidad muscular; de modo que se presentan dificultades crecientes para el
movimiento de todas las partes del organismo que deben, de alguna manera,
hacerlo voluntaria o involuntariamente; desde los brazos y las piernas; el tórax y
la garganta, para la respiración, la deglución, y la fonación. Afecta… ¡hasta los
párpados! El enfermo sólo recibe paliativos, para el retardo de un final
inexorable. La enfermedad, además, se complica con toda clase de afecciones
respiratorias, intestinales, circulatorias, y de la piel. Es horrible presenciarla y
siempre difícil describirla.
El hecho es que la pobre Dora pasó más de un año de padecimientos en
el Hospital Edgardo Rebagliatti Martins –¡curiosas casualidades ofrece la vida!
pues quien en justicia fue perennizado con el nombre de dicho extraordinario
nosocomio, había sido un cercano pariente suyo--; institución donde se le
efectuó varias operaciones y terapias, traqueotomías, respiración mecánica
artificial, inyecciones, aplicación de sueros, múltiples mangueras, y cuanto
pueda darse en situaciones de esa índole. Y nosotros, los familiares más
cercanos, a su lado, sin poder hacer prácticamente nada… ¡En la más completa
impotencia, en medio de un extremo desconsuelo e intenso dolor!
Por la grave enfermedad de Dora, que debe ser dicho, afrontó con
admirable entereza, recibiendo permanente auxilio religioso; durante su curso,
más los dos años transcurridos desde su fallecimiento, en total sobre tres, por
supuesto que resulté impelido, irresistiblemente, a suspender estos escritos.
Mientras –pensé-- me sobreponía al dolor y, de ser posible, reorganizaba mi
vida.
Pero estando así, ocurrió que algo recuperado el aliento y sobre todo,
cariñosamente reconvenido en mi desánimo y alentado hacia el esfuerzo, por
mis queridos hijos y nietos, heme aquí, a los 85 años de edad, de nuevo en la
faena…
No obstante, cabrían algunos interrogantes:
¿Cómo puede el autor hablar de la Vida Feliz? Siendo como es, víctima
de tan apabullantes Tristeza y Dolor. ¿Puede hablarnos de la Ancianidad Feliz,
quien padece desolada, descarnada Viudez? Luego de haber disfrutado, por el
tiempo de casi toda una vida, de un Amor inmenso ¿Con qué autoridad
intelectual —y hasta ética— podría hacerlo? o ¿No debería, mejor, poner punto
final a sus esfuerzos y archivar el proyecto de semejante obra?... En otras
palabras y siendo algo común: ¿No le resultaría lícito "darse a la pena"?... O por
lo menos guardar silencio, con respecto a palabras cuyo optimismo la realidad
negaría, al parecer, tan rotundamente...
Mas, contra todo lo que se pudiera pensar, creer, y decir, no es, ni debe
ser así.
En primer lugar:

369
Es cierto que al perder a Dora, fue como perder a la mitad de mi persona,
en cuerpo y alma. Con ello, también, a la mitad de mi Felicidad. No obstante,
puedo decir, sin jactancias de ningún género, que la mitad de una Felicidad, tan
inmensa, como era la que nosotros disfrutamos, resulta muy superior a
cualesquiera otras, íntegras, de las que es común observar alrededor. Y de tal
modo, con una sola mitad que me queda, pero tan valiosa --cuyo parcial
resquebrajamiento propio, debo y puedo tratar de reparar--, no tengo por qué
entregarme a la Desgracia. Y, a Dora –que está en la Gloria—, no le agradaría
observar en mí, una supuesta debilidad y un cobarde abandono vital.
En segundo lugar:

Recordemos que el Amor, además de Vía de la Unidad de Hombre y


Mujer, hacia la Persona Humana Completa, Integral --como las dos caras de
una moneda--, con las facetas Masculina y Femenina, soldadas, precisamente,
por el Amor intenso, que le da valor, unidad, y solidez, es uno de los más
importantes Apoyos, quizás el mayor, para la forja de la Felicidad Humana –los
otros dos del trípode, como sabemos, son: la Vocación y el Idealismo—, pero
no constituyen la Felicidad misma; ésta es la Resultante, en verdad, de la
devoción a los Valores Superiores y Perennes del Espíritu Humano. Por otra
parte, no debemos olvidar, tampoco, a los que podríamos denominar:
Instrumentos o Caminos, hacia la Felicidad Humana; y que Cicerón llamaba:
Los Seis Más Grandes Placeres del Espíritu: La Contemplación, la
Meditación, la Conversación, la Lectura, el Escribir, y la Oratoria.

Sabiendo interpretar la Vida con acierto filosófico, no han de faltar auxilios


para evitar el abismo de la Desgracia y la Depresión consecuente. Y alcanzar o
recuperar, en importante medida, una gratificante Felicidad.

En tercer lugar:

Ante una Felicidad en peligro de perderla, hay que afrontar, las


situaciones dadas, con mentalidad positiva; sabiendo que todo tiene su lado
bueno y su lado malo. Es cuestión de dirigir la mirada, siempre preferencial,
hacia lo primero, para disfrutarlo; sin olvidar que hay lo segundo, para prevenirlo
en lo posible, o soportarlo con entereza. No se debe desdeñar, tampoco, el
recuerdo deliberado y frecuente, de las situaciones gratas, alegres, y felices.
Jamás olvidar que: "El Buen Humor es el Mejor Remedio del Alma". De tal
modo, aceptada la dura realidad de una pérdida como la experimentada por mí,
ello no debe llevar a caer en el foso de la Desdicha o la Desgracia, lo contrario
de la Felicidad. Pues: Mientras se prosiga en la devoción hacia los Valores
Espirituales, Superiores y Perennes, la Felicidad está asegurada y
presente. También: Si no se abandonan sus Caminos o Placeres del
Espíritu; en especial: el Meditar, Conversar, Leer, y Escribir; sin olvido de
la Contemplación y la Oratoria, en sus múltiples y variadas formas y
oportunidades de practicarlos.

370
Así pues, le entramos de nuevo a la brega… Y continuamos...

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A partir de mi matrimonio con Dora, tuvimos una vida muy activa y plena
de situaciones por demás aleccionadoras y placenteras. La Felicidad nunca nos
abandonó.
Puedo decir que mientras estaba soltero, practicaba demasiado desorden
en mi vida personal (tragos, juergas, disipaciones, deficiente manejo de bártulos
y ropas, etc.); me era difícil la conducción de mi economía, siempre perdiendo
plata en los negocios que emprendía. Pero una vez casado, todo era éxito,
orden, previsión y estabilidad financiera –la de nivel "micro" o doméstica y la
"macro" o empresarial--. En negocio que emprendíamos, ganábamos dinero. El
tiempo me alcanzaba para leer y escribir; para hacer cuanto sanamente pudiera
ocurrírseme… Y pensar que alguna vez concordé en suponer –¡qué absurdo!--
que 'la mujer es una especie de ancla para el hombre emprendedor e idealista'...
Iba disipando, así, varias de mis primeras más erróneas y arraigadas ideas.
Como he dicho, había tomado con gran entusiasmo mi trabajo en la
Sección Ganadería del Ministerio de Agricultura en Huánuco. Recorrí hasta el
último rincón de todas las provincias y distritos del Departamento y algo del de
Pasco; en camioneta, a caballo, a mula, a pié, y hasta en canoas y balsas; en
labores de vacunaciones contra enfermedades infecciosas del ganado,
dosificaciones y tratamientos contra parásitos, enseñanza o extensión
veterinaria en favor de los pequeños ganaderos, diagnósticos de las más
variadas zoopatologías, y múltiples estudios e informes técnicos acerca de
diversas situaciones y problemas. En las zonas de Selva, renové mis
experiencias en la Ganadería Tropical, que tanto me apasionaba. Dora –
demostrando siempre, ser una excelente, extraordinaria, esposa-- me
respaldaba y ayudaba en todo esto; en mil formas y en cuanto le era posible.
Algunas veces, hasta me acompañaba en duros y peligrosos viajes.
A poco de iniciadas mis andanzas por las más agrestes zonas ganaderas
del Departamento de Huánuco, arribó a esta ciudad, para hacerse cargo de la
Oficina de Extensión Rural, del S.C.I.P.A. (Servicio Cooperativo Interamericano
de Producción de Alimentos), mi compañero de promoción y gran amigo --
llegaría a serlo intensamente fraterno— Francisco López Gadea, el popular
"Panchito", quien concordaría conmigo varios viajes en tareas complementarias
por la muy amplia extensión campestre huanuqueña. Pasamos así innumerables
circunstancias gratísimas, además de profesionalmente muy productivas…
¡Grande el valor de la Amistad!
Recuerdo, entre otros, nuestros pasajes por el Distrito de Huallanca (Prov.
de Dos de Mayo), lugar de muy amables gentes y productor de los famosos y
riquísimos "quesos de Huallanca"… ¡Los mejores del mundo! Como pudimos
conocer y saborear. Y en otros lares, también huanuqueños, la deliciosa
"mantequilla de Sacsahuanca" (Prov. de Ambo); y los "jamones serranos de

371
Panao" (capital de la Prov. de Pachitea), elaborados de piernas y brazuelos de
cerdo, crudas, saladas, secas, y ahumadas, a leña de aliso… ¡Insuperables!
Por otro lado, durante un buen tiempo me aboqué al estudio del problema
de las grandes mortandades de ganado, especialmente vacuno y ovino, que en
los meses finales de todos los años (Noviembre. y Diciembre), coincidiendo con
el fin de la sequía anual y el comienzo de la estación lluviosa, se producían en
las alturas (punas), de las provincias de Dos de Mayo, Huamalíes, Ambo, y
Pachitea; además de las del Departamento de Pasco. La intensidad y magnitud
de tales epizootias (término veterinario, equivalente a epidemias de la medicina
humana), eran tantas, que los ganaderos locales volvían locos, telegráficamente,
a los funcionarios del Ministerio de Agricultura de Lima, pidiendo auxilio, con
resonancias y ecos, en el periodismo y en los medios políticos nacionales.
Los ganaderos, en mayoría, suponían tratarse de enfermedades infecto
contagiosas (las producidas por bacterias, bacilos, y virus), de espectacular
propagación. Y como éstas generalmente les sonaban de nombres terribles,
pensaban –sin saber bien de qué se trataba-- en el "carbunclo sintomático", la
"septicemia hemorrágica", la "fiebre aftosa", y otras pestes por el estilo. Los
periódicos, los políticos, y hasta algunos funcionarios del Ministerio, burócratas
en plan de "pasar la papa caliente", o de "arrimar el piano", no dejaban de
hacerse eco, en todo o en parte, de tal 'diagnóstico' (?), hecho en lontananza o
en la semi ignorancia del asunto…
Fui enviado varias veces a estudiar el problema. Recogí multitud de
muestras, enviándolas al Instituto de Biología Animal de Lima. Iban, numerosas,
en una mezcla, en partes iguales, de agua destilada con glicerina; otras en
formol, y todas con los protocolos de autopsias e informes correspondientes.
Fueron innumerables los envíos. En ningún caso resultaron positivas algunas de
las popularizadas presunciones referidas; era, en cambio, muy frecuente,
general, la cuantiosa, masiva, presencia de parásitos internos... Con toda
evidencia, la causa de las mortandades era otra, diferente de las supuestas. Al
contrario, de mis observaciones y estudios fui deduciendo una distinta
conclusión: Se trataba, en realidad, de la acción de dos factores que se
interpotenciaban: una desnutrición extrema, predisponente; con la masiva
invasión parasitaria desencadenante; actuando en círculo vicioso o causación
circular acumulativa de signo negativo; que llevaba hasta la muerte, en corto
tiempo, de gran número de animales; con las apariencias de una devastadora
enfermedad infecto contagiosa y no de una enzootia parasitaria, como en
realidad lo era.
Lo anterior se explica porque, en todos los seres vivos, una situación de
desnutrición avanzada, favorece a la invasión de parásitos, internos y externos.
Lo expresa el popular aforismo: "A perro flaco todas son pulgas". Y el parásito
produce desnutrición en su huésped, pues expolia a su víctima; y la desnutrición
producida, favorece la invasión por más y nuevos parásitos; estos, a su vez,
producen mayor desnutrición, y así, progresivamente, se llega hasta el colapso
fisiológico, orgánico, total, del animal parasitado.

372
Cabe explicar que el parásito encuentra tanto más propicio para su acción
patógena, al organismo del individuo a parasitar, cuanto más desnutrido se halla
éste; porque la máxima reproducción o multiplicación del agente expoliador, se
realiza, como es lógico, precisamente coincidiendo con esas condiciones de
mayor desnutrición, que es la que ellos mismos producen adicionalmente en el
huésped; siendo, por el claro principio genético de la selección natural, que los
parásitos se forman orgánicamente, se adaptan, superviven, y se multiplican
más, en las dichas condiciones humorales propias de la desnutrición. Con
deficiencias, en los humores o líquidos corporales internos, de nutrientes
orgánicos y elementos minerales; como ciertas proteínas, glucósidos, lípidos,
ácidos, etc., de los primeros, y cloro, sodio, yodo, potasio, cobre, calcio, fósforo,
azufre, hierro, manganeso, cobalto, zinc, etc., de los segundos. Además del
especial papel de las vitaminas, en su completo alfabeto. Factores, todos los
cuales o en mayoría y como es así comprensible –por su sentido contrario--, les
resultan claramente adversos a los parásitos. Y en especial a los internos.
De tal modo, el ganado, Vacuno y el Ovino, con el Caprino, cuando se
crían juntos –las otras especies tienen sus particularidades que no son del caso
enumerar aquí--, el tal ganado, decimos, de las punas o alturas de nuestras
serranías, en su inmensa mayoría, está expuesto a desnutrición crónica y a
verdaderas hambrunas estacionales (meses de sequía de cada año); al
sobrepastoreo de sus campos, sin cercos ni rotaciones; a la falta de
suplementos forrajeros y minerales, etc.; y, sobre ello, a la infestación parasitaria
masiva de los pastos y de los animales.
En el caso de Huánuco en particular, sucedía que las mayores crisis del
problema se producían al fin de la temporada seca e inicio de las lluvias, pero
cuando todavía el pasto no había crecido ni madurado lo suficiente; en
Noviembre; habiendo pasado, de Junio a Octubre --comiendo para sostenerse al
mínimo--, al pasto de las zonas húmedas, humedales u "oconales", de más
verdor, pero escaso e infestado de huevos y larvas de toda suerte de parásitos:
cilíndricos o lombrices, filiformes o estróngilos, pulmonares e intestinales;
planos, como el distoma hepático y las tenias de varias especies, etc.; aparte de
los ectoparásitos: ácaros de las sarnas, los piojos y las garrapatas, que se
agregaban por contagio directo. De tal modo que estos desdichados,
hambrientos, desnutridos animales, eran invadidos, en masa, en oleadas
sucesivas y crecientes, por las larvas y huevos de infinidad de parásitos, cada
vez en mayor número; comenzando en Mayo, mes final de la época de lluvias
(Diciembre-Abril), de relativas menores situaciones de desnutrición (por la
existencia de más pastos) y de infestaciones (por pastar en sectores altos
menos infestados); y rematando en Noviembre, momento de mayor desnutrición
(por la sequía estacional culminada: Junio-Octubre) e invasiones parasitarias,
dada la mayor permanencia en los "oconales". Se producían así las grandes
mortandades a las que nos hemos referido.
Para probar mi teoría o interpretación del fenómeno, destaqué, en el
camal de Huánuco y por un año, a uno de mis ayudantes, al más serio,
minucioso y confiable, para tomar datos sobre el grado de infestación parasitaria

373
del ganado que allí se beneficiaba, pero que procedía de las alturas. En unos
formularios especiales que preparé, se anotaba bajo mi supervisión, día a día y
mes a mes, los porcentajes y grados de infestación observables, de los más
importantes parásitos agraviantes, en las enzootias huanuqueñas. El grado de
infestación se clasificaba en: alto, medio, y bajo. No se observó un solo caso de
animal libre de parásitos.
Pronto se vio que había nítidos paralelismos, por un lado, entre los grados
de las infestaciones causadas, por cada una las más importantes especies de
parásitos, en los individuos de cada especie de ganado y, por el otro, entre los
grados de parasitismo múltiple, padecidos por cada individuo, de todas las
especies de ganado en observación; por lo que, a poco, decidimos, para facilitar
el estudio, con los mismos resultados prácticos, dedicar la estadística al ganado
ovino y caprino --que numerosos ganaderos crían juntos y que ofrecen
patologías similares--; y, como parasitosis, escogimos la estrongilosis pulmonar,
la cual, en las operaciones de detectar los grados de infestación, se ofrecía
mucho más expeditiva y nítida (abriendo, con tijeras, tráquea y bronquios, de
animales relativamente pequeños, como eran los de este ganado menor).
Los datos de la investigación, no solamente ratificaron las deducciones
sobre las causas de la mortandad ganadera en estudio, sino que permitieron
precisar las curvas anuales de intensidad de los ataques parasitarios, lo cual
tenía mucha importancia, pues el concepto general –pensando que la humedad
favorece al parasitismo-- era que los mayores ataques se daban en la estación
de lluvias o sea de Enero a Marzo, mientras que nosotros establecimos que, con
pequeñas variaciones, eran en Noviembre y Diciembre; y la más baja incidencia,
en Abril y Mayo.
Lo precisado por nosotros permitía fijar mejor las épocas de dosificaciones
antiparasitarias, que deben darse en dos momentos: en la de mínima infestación
(Mayo), para intentar cortar el ciclo biológico del parásito y en la de máxima
infestación (Noviembre), para reducir, en forma más notable, los daños
parasitarios.
Hice un gráfico explicativo del asunto y resolví publicar el trabajo, que con
algunas fotografías y dibujos adicionales, el Ministerio de Agricultura, por
intermedio de la Dirección de Ganadería, editó –lo hacía así como estímulo en
favor de los profesionales que emprendían estudios e investigaciones
semejantes-- en un folleto titulado: "Estrongilosis Pulmonar de Ovinos y
Caprinos" (de 74 páginas y creo que en 1,000 ejemplares). Tuvo gran
resonancia, pues modificó una interpretación, hasta entonces dominante, pero
errónea, dejando establecidas las mejores épocas para las dosificaciones
antiparasitarias y, en general, definió los métodos más eficaces para enfrentar el
parasitismo masivo que asolaba a nuestra ganadería serrana; además de haber
dilucidado, plenamente, el problema de las "Pestes ganaderas de cada fin de
año en la Sierra Alta". La edición se agotó y guardo solamente dos ejemplares
como recuerdo. Poco tiempo después de publicado el folleto, el Ministerio me
premió, becándome una corta estadía de perfeccionamiento en Parasitología, en
el Instituto Nacional de Biología Animal, en Lima. Lo cual motivó, en añadidura,

374
un placentero viaje, en compañía de Dora, a la Capital, alojándonos en la casa
de su hermana, mi cuñada Milka, ya casada con el Dr. Nicanor Parodi,
competente y estudioso biólogo, quien laboraba también en el mencionado
instituto.
Pero además de las estadísticas, el gráfico, los cuadros, dibujos y las
fotografías, que estaban en el centro del trabajo, tuve, como resultaba del caso,
que ir redactando simultáneamente el texto, primero en varios borradores y
luego en limpio, a máquina de escribir, de las clásicas y tan 'duras', en original y
dos copias hechas a papel carbón (dos ejemplares para la impresión en Lima y
una copia para guardar). Tarea en la que, con gran abnegación y cariño, me
ayudaba Dora.
Ella copiaba el documento en limpio, durante muchos días,
acompañándome en la oficina por las tardes y en largas noches. Mientras
avanzaba su embarazo de nuestro primer hijo y que llevaba con mucho
sufrimiento, como le sucedía, por causas orgánicas, con las esperas de sus
otros vástagos. Así y con todo, debía escribir, con gran meticulosidad para no
equivocar el manuscrito, y en caso de suceder ello, debía borrar
cuidadosamente, en cada hoja y en cada una de las copias a papel carbón… ¡O
rehacer las páginas!
Sin embargo nunca se quejó y lo hacía con la mayor buena voluntad y
animoso entusiasmo. Pero algunas veces, movido por mi impaciente
vehemencia e indudable torpeza en el caso, que hasta ahora me duele y
avergüenza rememorar, le recriminé, en mala forma, algunos errores
involuntarios y perfectamente comprensibles, que cometía al teclear el
documento. Soportaba ella, con gran estoicismo, mi imprudencia. A la larga,
empero, fueron muy acrecentados, la admiración que su persona había cobrado
en mí, así como el inmenso amor que le profesaba.
Al final, cuando terminamos la obra y la vio editada… ¡cuánto orgullo y
satisfacción sintió y compartió conmigo!... El Amor es más grande cuanto más
sostiene los esfuerzos del Idealismo.
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Los Hijos - La Familia.- Nació nuestro primer hijo. Y luego fueron


viniendo tres más, de los cuales, la tercera, fue mujercita; totalizando cuatro.
Muy buenos, excelentes, Hijos. Para inmensa ventura nuestra. Años después,
habrían de venir los Nietos, que totalizan 11, tres mujeres y ocho varones.
Encantadores. Y muy pronto llegará el primer Bisnieto… Disfruto la situación,
en indescriptibles magnitudes.
Formaba así mi Familia –los cónyuges y los hijos; que se agranda con los
seres que con el tiempo se van relacionando íntima y estrechamente--; que es
ella la construcción del más cercano y afectivo entorno de la Persona Humana.
Y que resulta de la culminación de la cadena iniciada por el Amor, seguido por el
Matrimonio y la Familia, en toda su más amplia acepción. Constituyendo, como

375
se ha dicho, el Amor, uno de los tres apoyos, el principal posiblemente, de los
que componen 'el trípode' que sustenta a la Felicidad del Hombre. Siendo, los
otros dos: la Vocación Profesional y el Idealismo Vital.
La experiencia de tener hijos no puede ser descrita en términos de la
enorme satisfacción que produce. Hay que experimentarla. Algo semejante, pero
de un toque especial, es la de tener nietos. Maravillosa también. En cierta
ocasión, conversaba con un docto caballero, bastante mayor que yo, y le
exponía el inmenso contento que experimentaba al haber tenido a mis hijos, a la
sazón bastante tiernos todavía; añadiéndole mi sorpresa por no haber podido
tener antes ni la más remota idea del asunto. Y me acotó al punto:
-- Efectivamente, es muy grande la complacencia de tener hijos; pero
ahora que la conoce, puedo agregarle, mi estimado ingeniero, algo que no se
queda atrás y que ya tendrá usted ocasión de experimentarlo; así se lo deseo
con la mejor buena voluntad del mundo: La de tener nietos. Es tan grande, que:
"La vida bien vale la pena vivirla, solamente por la satisfacción de
tener hijos y nietos".
Tan excelentes son las relaciones entre nietos y abuelos, tanto los llega a
querer uno, tanto a deleitarse contemplando el candor infantil, tanto a
comprender el frecuente error de exagerar la severidad con ellos, con los niños
en general, que también puedo decirle: "No hay placer más grande, para los
abuelos, que malcriar a los nietos"… Debería inscribirse, el poder hacerlo, en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
¡Cuánta verdad en sus palabras!
Mis hijos hombrecitos, apenas pudieron caminar y correr, me
acompañaban y muchas veces con su mamá, en mis labores agrícolas,
ganaderas y veterinarias, hasta queriendo participar en ellas y lo hacían en la
medida de sus posibilidades; incluso mi hijita, a veces se unía a 'la fuerza
laboral' del séquito.
Pude contemplar y percibir el aliento espiritual que significan los hijos y
comencé a constatar que nunca significaron un obstáculo para mis acciones
individuales y las conjuntas con mi esposa, ni siquiera para viajar, pues
encargábamos a los chicos en los hogares de mis suegros y cuñados,
pasándola ellos hasta mejor y más 'consentidos' que en nuestra propia casa.
Verifiqué que ni siquiera constituían "una carga económica adicional que no se
puede soportar", como mucha gente mayor cree –¡lo que no es cierto!--, hasta
con ribetes de dogma. Y así evitan tener hijos, o los tienen muy pocos… ¡Qué
necedad!
Nos fue posible comprobar que con cada hijo venía un aumente de sueldo
o un buen negocio nuevo… ¡Qué cierto es aquel adagio: "Cada muchacho viene
con su pan bajo el brazo"! No hay que temer a la venida de los hijos, que son o a
poco se comprende que son bienvenidos; y nunca, en verdad, llegan a
'demasiado' número.

376
Con Dora no pudimos tener más de cuatro, pues ella sufría hasta ponerse
en peligro de muerte con los embarazos –náuseas terribles desde la concepción
hasta el parto— y el alumbramiento le era por demás traumático. Pero siempre
nos parecieron pocos los vástagos tenidos y es claro que nos hubiera agradado
tener más… Levanto pues la calumnia de atribuir a los hijos el ser un obstáculo
en la trayectoria de la vida, en el destino de los progenitores, reales o
potenciales. Por más audacia que pretendan conferir a sus rumbos vitales.
Debo confesar con dolor y gran vergüenza, que al principio fui muy duro
con mis dos primeros hijitos hombres. Me sacaban de quicio sus "pataletas" y
peleas. La correa funcionó con demasiada fuerza y frecuencia… ¡Qué errores
comete uno en la vida! Y sobre todo cuando se deja llevar por la ira; fuego
causante de los más trágicos y horribles incendios emocionales del ser humano.
Al principio de nuestra etapa reproductiva, como le sucede a gran número
de jóvenes padres, yo manifestaba una clara preferencia por tener "hijos
hombres"; se siente uno 'más macho' así. Pero cuando nació nuestra hijita mujer
–Dorita la llamamos también y ella cuando comenzó a hablar se hacía llamar
"Tutita"--, 'me robó el corazón'. Terminó de 'amansarme' y dulcificar –hasta
donde era posible y es creíble--, al punto de que se terminaron las "palizas" para
sus hermanitos mayores; y, el tercero de nuestros hijitos hombres, ya no probó
nunca lo que era una azotaína.
Me he interrogado muchas veces: ¿qué es lo que, de sus hijitas mujeres,
cautiva a un padre? Creo que –además del especial candor y encanto infantil
femenino-- es el hecho de contemplar a una Miniatura de Mujer: a La Feminidad
en Pequeño. Que por tierno contraste, precisamente al espectador masculino, lo
tiene que impactar y enternecer sobremanera; tanto más cuanto mayor su propia
Masculinidad (física y espiritual).
Cuando Dorita veía afanarse a su madre, quien en verdad era por demás
empeñosa, teniendo así merecida fama de muy 'trabajadora', ella se ofrecía para
colaborar y tomando resuelta la escoba, decía: "yo soy muy 'trabajera' también".
Y cierta vez, enfermé de gripe, por lo que, guardando cama, hube de levantarme
en algún momento; se dio cuenta de ello y con diminuta, delicada y femenina
solicitud, me alcanzó y puso las pantuflas, acompañando su acción con dulces y
cariñosas palabras. Me emocionaba hasta lo inefable.
Pero no dejaba de tener sus berrinches: Gustaba usar "chupón", mas
ocurría que el ama y su mamá eran algo –es un decir— desordenadas, y
perdían con cierta frecuencia el dicho parvulino y bendito aditamento, que ella
llamaba "ufú", motivándose unas pataletas de padre y señor mío. Al ver los
angustiados afanes de las féminas hogareñas, cierta vez recomendé,
creyéndome descubridor de la divina pomada, comprar media docena de
chupones e ir supliendo los que se iban perdiendo. Al principio dio resultados la
'sabia' medida; pero la bebe se daba cuenta cuando el chupón era nuevo y
reclamaba también el usado, para tener los dos; terminando por percibir que
eran originalmente seis –pareciera que los contara-- y los reclamaba a todos;
uno lo usaba y a los otros cinco los hacía atar con un cordoncito; y en no

377
habiéndolos completos… ¡ruidosa pataleta!... Al son, cadencioso y en altos
decibeles, de un cantar a gritos: ¡Yo quiero mis 'ufús'!...
--¡Se los ha robado el 'Nego'! (por un negro terrible, imaginario y
asimilable a un "cuco") –Le decían su madre y el ama, en plan de zanjar
definitivamente el asunto ¡Pero nada!
No era pues Dorita, a contracorriente de su delicado encanto, muy ajena
al ejercicio de sonoras y persistentes rabietas. Cierta vez, viajábamos en
automóvil por un extenso y lejano campo; yo les enseñaba a mis hijos, siempre
que podía, la devota observación de la Naturaleza, las plantas y los animales,
despertándoles en especial su curiosidad por las diversas especies de los
segundos, cuando pequeños; y habiéndonos topado con una burra y su cría,
ésta recién nacida –sabido es que los burros se ofrecen lindos de chiquitos,
aunque de grandes no sean dotados de gracia alguna--. Dorita se encantó con el
burrito y se le antojó subirlo al auto… No hubo razones que valieran en contrario;
en interminable pataleta, gritaba:
-- ¡Yo quiero llevarme al burrito!
En todo el camino, bastante largo, hasta la casa. Pero al margen de tales
'gracias' o pequeños sinsabores, Dorita fue siempre una niñita plena de encanto
y dulzura… Recomiendo tener hijitas mujercitas ¡No hay pierde!... Años
después, ella nos dio cuatro de nuestros once queridos y encantadores nietos...
¡Los niños constituyen otras de las maravillas de la Creación Divina!
Nuestra vida familiar se desenvolvía sumamente placentera, al abrigo de
un intenso amor de pareja, en el clima del tierno embeleso por los hijos. Al
mismo tiempo, se sumaban, para hacernos más grata la existencia, nuestras
relaciones con los otros miembros del amplio entorno familiar, integrado por
padres, suegros, hermanos, cuñados, tíos, sobrinos, primos, etc., que se hacían
cada vez más afectuosas y estrechas.
------
Mi trabajo en el Ministerio de Agricultura era intenso y dedicado; al
impulso de mi fervorosa vocación profesional… Cierto día, estaba trabajando en
la oficina e ingresó la secretaria diciéndome:
-- Ingeniero, está allí afuera, un hombre 'muy mal trajeado', que trae una
maleta o maletín grande y que dice querer hablar con usted.
-- ¿Y qué es lo que quiere hablar conmigo?
-- Manifiesta que es vendedor de libros, pero que ha sido compañero de
colegio de usted; lo que quiere hablar es personal… Dice apellidarse Fiorini…
-- ¡Fiorini! ¡Mi gran amigo Fiorini!… ¡Que pase de inmediato! ¿Qué tiene
que hacer que esté 'muy mal trajeado'?…¡Eso no tiene importancia!
La verdad es que rápidamente salí yo primero, entusiasta, antes de que él
entrara, para darle el encuentro. He narrado ya, cómo me hice y fui fraterno
amigo de Fiorini (Arnaldo o Aldo, como prefería llamarse), en el Colegio Italiano

378
o "Antonio Raymondi" de Lima, en los años 1,937 y 38. Lo abracé efusivamente,
correspondiéndome él en igual forma, y le dije:
-- ¡Mi querido Fiorini! – Acostumbrábamos, en los colegios, a tratarnos por
nuestros apellidos, como ya he dicho.
-- ¡Hermano del alma! – Me respondió, entre más y fuertes abrazos
mutuos…
-- ¿Qué buena suerte te trae por acá? – Le pregunté.
-- Resulta que he terminado de ¡vendedor de libros!… en este país de
ignorantes en el que nadie lee nada... y en el programa de mis modestas ventas,
me tocó venir a Huánuco; sucediendo que en el hotel, de modo casual, oí hablar
de ti; me dijeron que trabajabas aquí y así no quise pasar sin saludarte. Me da
un gran gusto verte tan bien, estás gordo y se te ve contento.
-- Si, la verdad es que no puedo estar mejor, trabajo a gusto, gano lo
necesario, me he casado con gran suerte en el matrimonio, y tengo ya varios
hijitos que me parecen lindos… Le pregunté entonces:
-- ¿Y a ti, cómo te va? – Por las condiciones de su raída y casi sucia
vestimenta, añadidas a su extrema delgadez corporal, se evidenciaba que le iba
muy mal, holgando si se quiere la pregunta, hecha solo en aras de una fraterna
cortesía.
-- ¡Ay hermano! Me estoy muriendo de hambre. Como te digo, el oficio
más triste en el Perú, es el de vendedor de libros. Nadie los lee y menos los
compra.
Me dio una pena enorme su situación y rápidamente pensé en la forma de
ayudarlo sin herir su dignidad. Lo conecté y recomendé a varios de los
profesionales y empleados de mayor categoría de la oficina y de las principales
instituciones de Huánuco, para que pudiera hacer las mejores ventas posibles;
encabezando yo, por supuesto, las compras. Además lo invité a almorzar en mi
casa; añadí algunos halagos y discretos obsequios, le presenté a Dora y
charlamos largo y tendido... Al definir mis compras, me mostró sus catálogos,
que eran muy gráficos y bien presentados. Comenzó, entusiasta, con las obras y
colecciones más modernas, famosas y de moda en esos tiempos, en los medios
intelectuales peruanos y mundiales. Libros "Best sellers" y autores "Premios
Nobel". Y la verdad es que yo sinceramente no era, ni mucho menos, admirador
de ellos, sino muy por el contrario, la mayoría me parecían detestables… Y así
le dije:
-- ¡Qué pena que sólo vendas esta clase de libros que llaman "modernos"
y por los que se hace mucha propaganda, pero lo cierto sea dicho, a mí no me
gustan, me parece que son puro 'bagazo', al gusto masivo de la mediocridad o
para deliberadas promociones de falsos valores. Yo he venido observando que
cuanto más antiguos los libros son mejores. Por ejemplo, Ricardo Palma, y si
más remotos, superiores, como Cervantes…

379
-- ¡Ah! Si quieres algo antiquísimo --y tienes razón en lo que crees-- acá
tengo a los grandes griegos y romanos… No hay nada más remoto y superior al
mismo tiempo. Tengo, entre otras, las obras de los griegos Platón y Aristóteles, y
del romano Cicerón; lo mejor que se haya escrito en el Mundo, en toda la
Historia Universal… Y comenzó a mostrarme las hojas de los correspondientes
catálogos. Pero le dije al punto:
-- Hay un inconveniente –¡Obsérvese el grado de ignorancia que sobre el
asunto tenía yo entonces!--: No sé latín y menos griego ¿Cómo podría leerlos y
entenderlos?...
-- ¡No seas bruto! –Me lo reprochó, en un plano de afectuosa confianza--
Los grandes griegos y romanos han sido traducidos a todos los idiomas del
mundo y por supuesto al español. Acá tienes unas magníficas ediciones de las
obras completas de ellos en nuestro idioma --Y hablaba mientras me mostraba
las hojas informativas del caso… Entonces le dije:
-- Reconozco mi ignorancia, pero además he leído algunos artículos de
varios intelectuales, que tratando sobre el significado mismo del pensamiento de
tales genios, me han dado la impresión de ser muy complicados y prácticamente
incomprensibles. Y supongo que si de entender se trata, habrá de ser, en todo
caso, más fácil para mí, un latino que un griego… Si hasta hemos estudiado algo
de latín en el colegio ¿No te parece?
-- En primer lugar, no hay que hacer tanto caso a los intelectualoides
'modernos' que hablan o escriben en difícil; en verdad los mediocres presentan
en complicado lo que es simple; mientras que los verdaderos talentos presentan
en sencillo lo que se ofrece muy complejo. En cuanto a lo segundo que dices,
efectivamente, me parece también que a nosotros, agregaría que por nuestra
inmediata raíz cultural latina, nos es más afín un romano que un griego. Aparte,
conviene tomar nota, que los latinos aprovecharon las enseñanzas de los
griegos, las desarrollaron y aclararon bastante. Efectivamente, creo que
debieras comenzar por un latino o romano. Te recomiendo a Cicerón.
Fiorini demostraba que había adquirido una envidiable cultura y profundos
conocimientos sobre estos temas; como frutos de su dedicación personal y
también del afanoso y sufrido trabajo en el que estaba empeñado. Me enseñó el
catálogo correspondiente (de Ediciones Anaconda); la obra constaba de seis
tomos con más de 5,000 páginas, prologadas –algunos fragmentos del dicho
prólogo se mostraban en el catálogo-- nada menos que por don Marcelino
Menéndez y Pelayo, uno de los más grandes intelectuales españoles de fines
del siglo XIX y comienzos del XX. Estas "Obras Completas de Marco Tulio
Cicerón", puede decirse que tienen tres partes, cada una de las cuales, por sí
sola, representa un valor suficiente, en su respectivo género, como para ser
calificada de extraordinaria creación intelectual, insuperada, insuperable, por
cierto genial. Una, es el mejor Tratado de Oratoria que se haya escrito en la
Historia de la Humanidad. Otra, un seguimiento y desarrollo de la obra de
Platón: "La República", con semejante título y tema… ¡Qué Tratado de Política!
y ¡Cuánta falta no les haría! a los circenses politiqueros contemporáneos, en

380
especial a los del Perú; leer y meditar sobre las geniales enseñanzas de esta
obra. Y, la Tercera, es un profundo Tratado de Filosofía de la Vida, que tanto
bien les significaría comprender a un increíble número de personas que, no
obstante considerarse cultas e inteligentes, sobreviven apenas, huérfanas de
tales conocimientos...
Le compré la obra a Fiorini –hice el pedido, junto con otros libros, para
hacerlo más 'jugoso'-- y, al poco tiempo, cuando me llegó, la comencé a leer; de
una manera que me vino a resultar de inusitada y creciente avidez… La primera
noche casi no pude dormir. Y las siguientes, mi mujer tenía que jalarme al
dormitorio, que me era gratísimo, sea dicho de paso…
Pero he de narrar, en este punto, un hecho aleccionador: Cuando llegaron
a mi oficina los paquetes del correo bancario con los libros, era en especial
voluminoso, el que contenía a los de Cicerón; además de ser el más
visiblemente etiquetado. Pretendí guardarlos rápidamente debajo del escritorio,
pues algo me decía que no habrían de ser gratas las consecuencias de su
descubrimiento por algún indiscreto oletón. Posiblemente, el mensaje era la voz
interior de algún complejo: el de un soterrado temor a parecer con pretensiones
de 'filósofo', que no las tenía; o simplemente, el de ser calificado de "tipo raro" o
"chiflado". No obstante lo dicho, uno de los ingenieros, de los más frívolos y
superficialmente curiosos que puedan darse, perfecto burgués de formación –de
deformación, fuera mejor decir--, vio los paquetes y preguntó:
-- ¿Qué es eso?
-- ¡Deja! –Le repliqué— Son unos libros que compré para ayudar a un
amigo que los vende y para adornar un estante de mi casa.
Pero tomando uno de los ejemplares de Cicerón, mirándolo y
blandiéndolo por todo lo alto, con voz estentórea, el sujeto de marras, leyó:
-- ¡Marco Tulio Cicerón "Obras Completas"! --Volteó y se quedó
mirándome, al tiempo que decía: -- ¿Tú lees estas cosas? ¡Un Ingeniero
Agrónomo leyendo Filosofía! ¿Estás chiflado?
-- Ya te he dicho por qué los he comprado. –Replique molesto; y entre
presuroso y semi avergonzado, debo reconocerlo, guardé los paquetes y poco
después, en maneras clandestinas, los llevé a mi casa...
¡Qué semejanza! con el episodio ya narrado y sucedido unos años antes,
con nuestro respetado profesor, el ingeniero Portocarrero, en La Molina, y que
volvió a mi memoria en estas circunstancias… Aunque: "Ingeniero que solo
Ingeniería estudia, ni siquiera un buen Ingeniero puede ser", como nos lo dijera a
sus alumnos, a él se le negaba el derecho a su afición Poética… y a mí, ahora, a
la del estudio de la Filosofía… ¿No dice esto mucho de las negativas ideas que
suelen generalizarse en nuestros decadentes tiempos liberalizados?…En esta
orgullosa –soberbia-- Edad Contemporánea.
Sin embargo, puedo decir que nunca en mi vida --¡y que si soy un lector
"vicioso"!— he leído una obra mejor, ni más útil; ni que haya influido tanto en mi
persona. Fiorini se convirtió, sin saberlo seguramente, en uno de mis mayores

381
benefactores. Se fue. Y por diversas razones y esas cosas que tiene el destino,
perdimos contacto y no nos volvimos a ver más. ¡Cuánto lo he lamentado y lo
lamento!... Y no sé siquiera si vive aún.
-----
Mi trabajo en la Sección Ganadería, de la Oficina Regional de Huánuco y
Pasco, del Ministerio de Agricultura, seguía viento en popa. Aumentaba notable
y aceleradamente el número de campesinos que acudían a solicitar nuestros
servicios, cuya singular utilidad apreciaban con clara evidencia. Y no eran sólo
los míos, sino también los de algunos colegas, de los más trabajadores; en
primer lugar, los de mi compañero de promoción: Francisco López Gadea (el
popular "Panchito"). Quien tenía a su cargo la Oficina de Extensión Rural del
SCIPA.
Así ocurrió que se comenzó a precisar, como complementos de nuestras
labores profesionales e insumos para los trabajos de los propios campesinos,
una serie de productos de especial uso en el campo: medicinas veterinarias,
semillas, fertilizantes, plaguicidas, etc. Al principio, la Oficina de Panchito, que
para el efecto disponía de un pequeño presupuesto, bajo la modalidad de 'Fondo
Rotativo', podía afrontar las dichas necesidades; mientras no fueron de gran
volumen. Pero, cuando los requerimientos crecieron, se comenzó a notar la
necesidad de un mayor 'Capital de Operaciones', sustento ineludible éste, de las
existencias. Con mayor razón porque el SCIPA no estaba autorizado a contraer
créditos, ni a pagar los pedidos con letras; que debían ser proporcionales al
volumen de las ventas. Es decir, urgía más Capital que el disponible, a todo dar,
en nuestras modestas dependencias.
Uno de los productos que llegaría progresivamente a representar un
importante volumen, fue el tetracloruro de carbono. Sustancia líquida, etérea,
que se vendía en cápsulas de gelatina de 1cm3 para ovinos y porcinos, y de
5cm3, para vacunos y equinos. Constituía entonces el remedio más eficaz y
conocido para combatir a la "Distomatosis Hepática". Terrible afección
parasitaria al hígado, en herbívoros (en especial vacunos y ovinos) y en
omnívoros (cerdos), producida por el Distoma hepático; platelminto (gusano
plano), de color marrón y de forma parecida a la de una pequeña hoja de laurel,
que vive y se enrolla en los canales biliares, atorándolos, sedimentando
cálculos, e inflamándolos, produciendo así grandes trastornos orgánicos a sus
huéspedes (diarreas prolongadas, de curso muy grave y frecuente pronóstico
mortal).
La Distomatosis hepática se unía a otras graves parasitosis,
especialmente a las intestinales y pulmonares a helmintos filiformes (estróngilos)
--sobre las que escribí y publiqué el trabajo correspondiente que con anterioridad
he mencionado y que se combatían con fenotiazina en polvo dispersable y en
bolos--, juntando e interpotenciando sus dañinos efectos. Asolaban, así, a las
ganaderías de la Sierra del Perú y con ellas, por supuesto, a las de Huánuco y
Pasco.

382
Puestos en la necesidad de enseñar a los pequeños ganaderos a
dosificar a sus animales, y de proporcionarles a todos, a los que ya sabían y a
los que recién estaban aprendiendo, las cápsulas y también los dichos bolos y
polvos, cuando se terminaban las existencias, antes de la llegada de los nuevos
pedidos, nos veíamos atados de manos, sin poder hacer nada…
Pensé entonces que si las boticas vendían remedios para los humanos,
bien podrían hacerlo con las medicinas propias para los animales, si con ello
ganaban algo adicional. Pero no quise, en un primer momento, hacerlo con mi
suegro, para que no se pensara que estaba pretendiendo un negocio personal
disimulado, aprovechando de mi trabajo en el Ministerio. Hablé con varios
dueños de boticas de Huánuco y ninguno quiso hacer la prueba. Constaté
entonces cómo el comerciante común y rutinario, por lo general es muy
receloso, desconfiado, para conferir un giro adicional a su actividad comercial; ni
siquiera para ampliarla con algún rubro semejante a los ya conducidos.
Me encontré así, de todos modos, forzado a pedirle a mi suegro que
realizara lo que sus colegas no querían hacer y que dispusiera atender con sus
dependientes a los campesinos, a la presentación de nuestras recetas;
asignándose por el producto la debida utilidad establecida para los semejantes
de uso humano. Accedió, más que con intención de negociar con operación
alguna de esa nueva clase, por acceder, afectuosa y caballerosamente, a mi
ansioso pedido. Pero la cosa no resultó tan fácil, pues entre otras situaciones, la
mercadería venía en cajas, con las etiquetas de instrucciones pegadas en sus
tapas; en el caso del tetracloruro, eran de 1,000 cápsulas, de las pequeñas; y de
100 de las grandes. Los 'clientes' en un 95 %, eran campesinos muy pobres e
ignorantes, analfabetos; propietarios, cada uno, de pocas cabezas de ganado
por especies. Resultaba así que requerían comprar ínfimas fracciones de cada
envase; por cápsulas sueltas (recibidas en bolsitas de papel, proporcionadas de
cortesía por la botica) y contadas; que ellos además, con toda parsimonia y con
su habitual desconfianza, 'recontaban'; quedando de tal modo sin las
instrucciones originales en su poder. Para subsanar el hecho, yo había
preparado unos volantitos que contenían sencillas indicaciones, para que las
leyeran los dependientes de la botica –quienes habrían de demostrar no ser muy
aficionados a la lectura-- y para los clientes mismos que supieran leer –raros por
decir lo menos--, para que pudieran explicarlas a los analfabetos, con semejante
paciencia –suponía-- a la por nosotros practicada… Ocurría, empero, en tales
situaciones, que se llegaban a producir, entre despachadores y "caseritos", más
de un pintoresco a la vez que elocuente diálogo:
-- Dame diez 'bolitas' (cápsulas), del remedio para carneros… y bien
envueltas Taita…
-- ¡Por diez capsulitas tanta vaina!... En fin, toma…
-- Dime Taita, si está preñada mi ovejita ¿puedo darle el remedio?
-- Bueno, no sé tanto, pero lee acá –alcanzándole al mismo tiempo uno de
los papelitos de instrucciones…

383
-- ¡Pero no sé leer Taita!
Baja el Telón de la Tragedia de los Seres Humanos en la Extrema
Miseria.
Pronto me di cuenta de que así tampoco funcionaba el asunto. Lo puse en
consulta con Dora, en un intercambio de ideas…y le dije:
-- ¿Qué te parece si nosotros adquirimos una existencia de cápsulas y así
ayudamos al trabajo de nuestras oficinas?
Ya habíamos pagado nuestra deuda al Banco de Fomento Agropecuario,
a razón de S/. 200.00 mensuales y hacía algunos meses que, de común
acuerdo, estábamos acumulando un pequeño ahorro, por depósitos, a interés
legal, en cuenta abierta en la agencia de uno de los bancos comerciales de
Huánuco. Dora asintió, diciéndome:
-- Me parece bien, pero habría que cargar al precio de compra de las
cápsulas, un porcentaje, para no perder: por mermas (un cierto número de
cápsulas se rompían con facilidad); errores de contada; fletes, y otros
imprevistos; de modo que no disminuya el fondo. Y también algo que equivalga
al interés que nos paga el Banco por el ahorro, aunque, de todos modos, lo
dejaríamos en el Fondo, bajo cuya forma tendríamos nuestras economías, ya no
en efectivo, evitando así la tentación de gastarlas… Y si se pudiera, un poquito
más, sería mejor, para ir agrandando el Fondo, en la medida en que aumenta el
volumen de ventas y así no vuelva a faltar el producto. Creo que 5% sería el
mínimo en justicia y mejor 10%, ya que, por todo lo dicho, la verdadera utilidad
neta, sería mucho menos... El incremento del precio por unidad, no resultaría
significativo (como referencia, la utilidad bruta, al por menor, en las boticas, era
del 30 %, mínima, en mercaderías de clase semejante).
Así lo hicimos (al 10%) y el movimiento de las cápsulas siguió
aumentando. Nuestras modestas oficinas y algunos ambientes de mi casita
hogareña, comenzaron a llenarse de numerosas cajas de las benditas cápsulas
y también con algo de bolos y de polvo dispersable de fenotiazina en bolsitas
(ésta para suministrar en dosificaciones líquidas y para mezclar con sal)…
Mientras tanto, aparecieron en el mercado poderosos insecticidas y
garrapaticidas de muy amplio uso posible en las condiciones de Huánuco. Eran
los principales: el DDT, para piojos, el Gamexane para garrapatas, y el Clordane
para hormigas. Sobre todo, demandados, el primero y el segundo, de modo
semejante a lo sucedido con las cápsulas de tetracloruro, pues el SCIPA
principió a expenderlos en bolsitas de 50 grs., que resultaban muy prácticas para
las condiciones del pequeño campesino huanuqueño… Después salio el
hexacloretano en pastillas o bolos, más moderno y manipulable específico
contra la misma distomatosis. También había, para ganaderos medianos,
tetracloruro de carbono líquido, en tamborcitos de fierro de un galón, que se
podían adquirir con adjuntas mochilas y pistolas dosificadoras; cómodos
lanzabolos que venían por separado y que facilitaban las dosificaciones de
muchos vermicidas y específicos de variada naturaleza. Eran reclamadas

384
nariceras (especie de tenazas romas), para sujetar de las narices (ollares), a los
vacunos y aciales (especie de lazos metálicos cortos y flexibles, pero de fuerte
mango largo y rígido), para sujetar equinos y grandes cerdos. Igualmente,
antibióticos, desinfectantes, vacunas, sueros, inyectables e inyectores (jeringas y
agujas, para poner inyecciones). El Pireván en ampolletas (producto alemán, de
efecto espectacular, lo hemos dicho, para combatir la piroanaplasmosis o
"tocazón", en el ganado vacuno, de las zonas más bajas) y su coadyuvante el
aceite alcanforado, también en ampolletas. En fin, la lista no terminaría…
Pero los nuevos rubros concluyeron por acentuar de nuevo las
deficiencias del 'Capital de Operaciones' para 'mover' tan gran abastecimiento
de insumos veterinarios. Y como si no fuera abrumante ya la situación, se abrió
la demanda de buenas semillas de hortalizas y pastos; que también el SCIPA
había comenzado a vender por pequeñas fracciones…
Frente a tan angustiante proceso, referido al buen desempeño de
nuestras labores, dicho que está, la oficina de Panchito sólo disponía, para el
caso, de un ínfimo presupuesto, la mía de ninguno; y por parte de las centrales
de Lima, no se apreciaba suficiente sensibilidad al respecto, como para que de
allí llegara algún auxilio, o mejor, la solución definitiva del problema… Agotado
además, el extraordinario aporte de Dora y mío, no se vislumbraba nada práctico
en el horizonte…
-----
Hacia la Independencia Económica.- Con Dora volvimos a plantearnos
el problema del abastecimiento de los insumos más necesarios para los
campesinos, pero a ofrecerlos en mayor escala, y comprometiéndonos nosotros
más en el empeño. Con la posibilidad concreta de labrar, en un tiempo
prudencial, nuestra Independencia Económica plena o total. Y así, un día le dije:
-- ¿Qué te parece si abrimos una tienda que pueda suministrar todos
estos elementos a la agricultura huanuqueña? Un cierto modelo es la firma
Franko Klinge de Lima. Y dar, además, asistencia técnica para el mejor uso de
los productos que se vendan. Podría ser la base de nuestra Independencia
Económica, de la Libertad personal, con la que tanto he soñado; como
sustento de superiores Ideales de vida ¡No volvería a ser empleado de nadie!
Habré de dirigir, con autonomía, la marcha de mi Vocación Profesional, en el
campo Técnico Agropecuario; ayudado, con tanta abnegación y Amor, por tí;
que estás hecha tan capaz para el Comercio. En una empresa que será, al
mismo tiempo, Técnica y Comercial…Yo aportaría, inicialmente, el Conocimiento
Técnico y tú, también, al comienzo, el Comercial. Para, al final, poseer y aportar,
ambos y juntos, los dos géneros de habilidades: ¡La fórmula completa e ideal
para el caso! Dentro de nuestra lograda, profunda e integral unidad, en lo
personal.
-- En principio –Me contestó con suavidad y prudencia muy femeninas--
no estaría mal. Pero como es algo tan nuevo y especial, tengo algún temor de
que no resulte…

385
-- No habría que temer –Le dije entonces-- nada grave que pudiera
sucedernos; ni habría mucho que perder. En cambio, lo que está por ganarse,
sería tan grande, que bien vale la pena correr algún riesgo, si lo hubiera. Mira:
Como te lo he dicho varias veces, yo todavía no, pero tú si, sabes muy bien de
Comercio; yo, en cambio, sé de Técnica Agropecuaria; aunque tú, de ello,
todavía no sepas lo suficiente. No obstante, al poco tiempo –y así resultó
efectivamente y con creces--, los dos, dada nuestra profunda unidad, sabremos
lo necesario de ambas materias. De los dos conocimientos en que se basará el
negocio. Y que nadie en Huánuco los posee, juntos, como los poseeremos
nosotros dos; pues los ingenieros, que saben de Técnica Agropecuaria –aunque
no todos, ni tanto--, no conocen nada de Comercio; y los comerciantes, que por
lo general con las justas entienden de Comercio –¿del moderno?--, no "manyan"
la Técnica Agropecuaria. No tendríamos competencia, que pudiera
perjudicarnos, si fuera que la temiéramos; lo que no sucede, pues haremos,
como ya lo hacemos ahora en menor escala, un singular y económico servicio –
casi caritativo-- a las campesinos, nuestros futuros clientes. Y, sobre todo, si al
principio invertimos la mayor parte del capital en mercaderías de fácil y rápida
salida, "de pan caliente", como se dice; que además producen utilidad, muy
moderada, pero utilidad al fin; equipando con modestia y sobriedad el local; de
tal modo que cualquier liquidación y recuperación de nuestro dinero en efectivo,
no sería difícil o imposible; por lo menos en su mayor parte. Agreguemos que, al
principio, no dejaría mi puesto, para así no cargar al negocio los gastos de
nuestro sostenimiento personal. Yo le dedicaría, a la tienda, todas las horas y
días libres de que pudiera disponer de mi función oficial, mientras no me fuera
posible o necesario renunciar. Mientras tanto, hasta que pueda cooperar a
tiempo completo contigo, tú serías el alma del negocio; como lo fuiste para la
botica de tu papá. Te iré explicando y enseñando los aspectos técnicos en lo
que fuere preciso y haré las instrucciones escritas, concisas, que tú precisaras y
las que sean para entregar a los clientes. Por otro lado, las consultas técnicas,
en oficina y campo, constituyen, precisamente, gran parte de nuestro trabajo
normal en el Servicio Departamental del Ministerio de Agricultura…
-- Tienes razón –acotó Dora, ya con franco entusiasmo— sin embargo,
para mayor seguridad, deberíamos seguir poniendo, todos los meses, los S/.
200.00 que ya veníamos aportando y que, en un año más, agregadas las
utilidades anteriores, contenidas en el capital ya acumulado y las algo mayores
del nuevo período, sumarían, unos S/.5,000.00; y, además, no debemos sacar
para nada personal, plata del negocio. Y yo añadiría, los S/.5,000.00 que tengo
de los ahorros que llevé al matrimonio, que tú nunca quisiste que les variara su
destino, en gastos sin importancia. Así la cosa cambia, de modo que
inicialmente operaríamos con unos S/.10,000.00 de Capital. Mas la ventaja de
multiplicar su potencia, por las compras con letras –¡Hasta hacía poco yo no
sabía ni cómo llenarlas!... Ni quién era el girador, el aceptante, el endosante, y el
descontante, aparte del avalista, cuando lo había--, digo con letras de a 30, 60,
90, y 120 días, en las adquisiciones de las mercaderías necesarias,
completándose, de ese modo, un mejor panorama...

386
Nos lanzamos pues a la aventurada empresa, que llegaría a ser la más
importante y exitosa en nuestras existencias. Y, para mí, hablando en el terreno
económico, la primera con verdadero éxito. A partir y lo remarco, de mi
matrimonio y profunda unión con la extraordinaria mujer que fue mi
esposa. A quien tanto amé y a quien, ahora y siempre, lo admito y lo proclamo,
no haberla merecido… ¡ni de lejos! Resulta explicable el hecho, solamente, por
la infinita bondad de Dios para conmigo. En tal situación: ¿se podría ser ateo?...
Y pensar que alguna vez, durante demasiado tiempo, había llegado a 'opinar' (?)
que ¡"Las mujeres son una rémora para las grandes realizaciones del hombre
idealista"!... y que ¡"Dios no existe"!... Humildemente, pido perdón por éstos tan
graves errores, desatinos, míos.
Procedimos entonces a determinar el local. Mis cuñados César y Olga
Mares Martins, tenían su casa, que era grande, situada a menos de media
cuadra de la Plaza de Armas, con puerta principal al Jirón 28 de Julio; y
adicionalmente, al costado, con independencia y puertas propias hacia la misma
calle, tres cuartos; de los cuales uno lo habían alquilado para oficina, a un grupo
de modestos contadores; pero aun disponían de otros dos, intercomunicados y
libres, que nos alquilaron, uno para tienda y el otro para su depósito.
Resanamos los dichos cuartos y los pintamos, como mejor y más barato
pudimos hacerlo; adquirimos y colocamos una puerta de hierro enrollable, para
el local de expendio, dejando para el depósito, tal cual, la que tenía de madera
vieja Sacamos la Licencia Municipal y pintamos, en la pared exterior, en lo más
alto y a todo lo ancho de su frente, con grandes letras, el resonante nombre y
subtítulo, de la nueva y todavía pequeña empresa comercial: "Establecimiento
Técnico Agropecuario"- Al Servicio del Agricultor y del Ganadero.
Lateralmente, en ángulo recto con la pared adyacente a la puerta
metálica, ya pintada ésta de marrón, en su lado derecho superior y muy cerca de
ella, pusimos un letrerito colgante de metal, pintado por ambos lados con el
logotipo del negocio: Un óvalo, con un filete de color sepia y en su interior, en
verde, sobre un fondo amarillo-crema --¡los colores de La Molina y de la
Profesión!--, las grandes letras correspondientes a la sigla del 'boliche': E.T.A.
Se conocería en Huánuco, a partir de entonces, a la nueva tienda, como: "La
Eta".
Para el interior del local, uno de mis cuñados, que había tomado en
traspaso una bodega de abarrotes, nos regaló un gran taquillero y un mostrador
algo viejos. Los hicimos remozar, a precio muy módico, con nuestro amigo y
compañero de labores, Humbolt Ingunza, empleado del Ministerio de Agricultura,
quien era aficionado a la carpintería, oficio o "hobby" que ejercía fuera de sus
horarios burocráticos. Quedaron "como cuete". Pusimos iluminación con unos
modestos fluorescentes. Y, para los servicios higiénicos, 'planeamos' gorrearlos,
donde mi cuñada Olga.
Acomodamos la mercadería en la forma que mejor pudiera presentarse.
Para llenar (?) los taquilleros –compramos uno modesto adicional y otro
mostrador con vitrina--, las cajas y los frascos más vistosos, de los diversos

387
productos, fueron puestos 'en fila de a uno'; y, visibles, en el mueble con vidrios,
colocamos el instrumental veterinario y algunas pequeñas herramientas
agrícolas manuales (para jardinería y horticultura), todo lo cual se preveía
vender.
Las semillas de hortalizas, para ventas a granel, las importamos de
Dinamarca –de las mejores del mundo--, junto con el cuajo danés –de prestigio
universal-- y algunas vacunas muy buenas, por intermedio de la firma
Establecimientos Veterinarios; las primeras las colocamos en frascos grandes de
vidrio con sus respectivas tapas (como los numerados, en las bodegas comunes
de aquellos tiempos, para vender caramelos a los niños), y al exterior les
pegamos las figuritas correspondientes a los sobrecitos, de cada una de las
especies de hortalizas, que se vendían en ellos, por unidades de pocos gramos,
las que llegaban envasadas (de la firma del ramo, Manrique Hnos., a la sazón
famosa en el giro, en todo el Perú y que también vendía buena semilla de
cebolla arequipeña a granel). De presentación, los frascos… ¡impecables!
Adicionalmente, hicimos confeccionar un par de mueblecillos, colocables
juntos en el taquillero más grande, constituidos, cada uno, por una especie de
columnita de cuatro palitos verticales y cinco tablitas, a modo de pisos
horizontales, donde se colocaban, en cada uno, dos platitos (como los de apoyo
de las tazas de té), volteados, el uno contra el otro, cubiertos previamente, por el
interior, con papel secante, procedente de pliegos grandes y cortado en círculos
del diámetro de los dichos platitos (se hacía fácil con una tijera grande,
colocando el plato volteado hacia abajo sobre el secante y recortando a éste,
guiándose por el plato mismo). Luego se mojaban con agua limpia los dos
secantes de cada plato y se esparcían, contadas, en uno de ellos, 20 semillas,
de la especie cuya germinación se quería probar; todos los días se repetía el
riego, hasta que germinaran claramente; se multiplicaba x 5 el número de
germinadas y se tenía el "Porcentaje de Germinación"; a la vista, y mostrable al
cliente…No había mejor propaganda.
Por otra parte, fraccionamos en botellas, consiguiéndolas vacías de
regalo de cuantos familiares pudimos, y lavándolas muy bien, algunos productos
líquidos de mucho uso, como alcohol, lejía, creso (enérgico desinfectante),
aceite de ballena (como ablandador de cueros, frotaciones en animales
golpeados por rodadas en los cerros y quebradas agrestes, etc.); y, para mejorar
la presentación de dichas botellas, una vez lavadas, llenas y encorchadas,
fundíamos parafina en unas latitas puestas al fuego, adicionándole óxido de
hierro (rojo) en polvo, en la que sumergíamos, por breves segundos y de
cabeza, a las dichas botellas; de modo que, sacándolas de inmediato, aparecían
con su 'pico' bellamente adornado por la cubierta de parafina coloreada. Se
pegaban, finalmente, sus etiquetas con el logo, nombre y dirección de la tienda,
más la denominación del producto… ¡No podían ser mejor presentadas!
Todas las etiquetas, así como las facturas, guías, papel de cartas, los
memorandos y formularios de pedidos, instrucciones para el uso de los
productos, etc., y hasta el papel de envolver, que venía en rollos y se
acomodaban en sus correspondientes portarrollos, con los dichos, logo, nombre

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y dirección del negocio; combinando los colores sepia y verde, los mandábamos
a imprimir, al por mayor, en la imprenta de un señor Alberto Valderrama, quien
vivía en La Punta, tenía su taller en el Callao, y era muy amigo de la tía René de
Dora. El trabajo lo hacía baratísimo, casi regalado. Supuse, después de algún
tiempo, que la buena y generosa tía, seguro para ayudarnos discretamente,
habría pagado al señor Valderrama parte del valor de la primera obra, o
conseguido que nos cobrara, a lo mucho, entonces y en adelante, al costo o a la
mitad, el valor del material y los trabajos. El hecho es que tan necesarios
elementos no agraviaron, desde el inicio y en demasía, nuestra aún debilona
economía.
Así nos fuimos agenciando todo lo necesario, algo por obsequios de
gente bondadosa, otros implementos de segunda mano, unos de ocasión, y
varios a plazos: Una balanza de precisión para pesar de dos gramos hacia abajo
hasta decigramos, para ingredientes de recetas, las que en esos tiempos, sin
tantos específicos disponibles como ahora, constituían importante proporción de
los remedios, tanto para personas como para animales; otra balanza, de dos
platillos, para 1 gr., hasta 2 Kg., especialmente útil para pesar los paquetitos de
50 gr. y los paquetes de ½ y 1 kg. de DDT, Gamexane –la operación se hacía
con máscaras y guantes en el depósito interior-- y de otros productos, gran parte
de los cuales, en bolsas y etiquetados, pasaron también a 'llenar taquilleros'; una
balanza de plataforma para 1 hasta 200 kg., para mercaderías en ventas a
mayor escala. Con el transcurso del tiempo fuimos adquiriendo,
progresivamente, los otros elementos muy útiles para el mejor desarrollo de
nuestro negocio...
¡Y abrimos la tienda!
El primer día, Dora, al principio, hasta tenía algo de vergüenza por estar
parada en el mostrador y que… ¡nadie entrara!
Pero, a poco, acertó a pasar por allí el Ing. Agr.Tito Eulogio Delgado, mi
colega, amigo, y compañero de trabajo en el Ministerio (él en la Sección de
Experimentación Agrícola), cuya esposa era una buena señora francesa, amiga
también de Dora; ingresó a la tienda y después de las cordiales felicitaciones del
caso, compró una botella de alcohol y una de lejía y nos dijo:
-- Aunque compro una insignificancia, dicen que la primera operación trae
suerte y eso es lo que más quiero para ustedes…
-- ¡Muchas gracias! -- y un abrazo, en respuesta.
Además, "Panchito" López envió unos "cholitos", con sus respectivas
recetas, para Tetracloruro, Fenotiazina, Hexacloretano, DDT, Gamexane, etc. La
tiendita rompió así su pudorosa 'virginidad'.
De allí no paró el asunto hasta alcanzar el más grande de los éxitos que,
constante y aceleradamente, superaba todas nuestras más optimistas
expectativas. Y es que prestábamos, incuestionablemente, un amable, gran y
singular servicio, en especial a los campesinos, pequeños agricultores y
ganaderos, los más pobres y olvidados, como eran los del Departamento de

389
Huánuco y los de Pasco. Sobre todo, sustentado en las excepcionales
habilidades de Dora, en la dirección y administración del naciente negocio…
¡Una empresaria de Primera!
Vinieron a mi mente las proféticas palabras de don Ruperto Cuculiza,
quien, como ya he narrado, me anunciara que siendo Dora "una buena hija y
una buena hermana, sería también –como efectivamente lo fue--, una buena
esposa y una buena madre"… Y se quedó corto, pues además de incomparable
familiar de todos los suyos y afectuosa amiga de quienes tuvieron la suerte de
disfrutar de su amistad, su personalidad femenina, tan maravillosa, ejemplar en
múltiples campos, resultó, por si fuera poco, una insuperable trabajadora y mujer
de negocios.
Alcanzó Dora en grandeza tanto, que admirado y agradecido, lo
proclamo… ¡Por Dios Santo!
---- -
Vendíamos cada día más y llenamos la tienda de multitud de artículos de
gran utilidad y precios muy ventajosos para el campesinado huanuqueño.
Además de lo que desde antes habíamos previsto, más específicos, productos
biológicos y sustancias químicas, fertilizantes, insecticidas, fungicidas,
desinfectantes, semillas, alambre de púas y grampas, máquinas fumigadoras
contra hormigas "coqui"(de la Selva), despulpadoras de café, fumigadoras y
espolvoreadores de todo tipo, arados reversibles y cadenas, instrumental
veterinario, diversas herramientas y máquinas, en especial las manuales,
portátiles y ligeras, etc..
Y en una de las comunicaciones que tuve con Pozzi Escot, me
recomendó un producto: Fosfato de Amonio; que venía en vistosas cajas de 5
Kg. –sumando adorno para 'decorar' nuestros taquilleros-- y me dijo:
-- Ud. puede vender mucho en Huánuco, región productora de
aguardiente, un rubro que les puede ser muy útil a los agricultores huanuqueños:
el Fosfato de Amonio. Lo distribuimos con mi socio, el señor Bulitta –Salvador, si
no recuerdo mal--. Ud. sabe, porque les hemos enseñado en la Escuela, que la
levadura es un vegetal como cualquier otro, sólo que microscópico, dicho con
mayor precisión, del grupo de los hongos, y que, como todos ellos, responden a
la aplicación de los elementos nutritivos que les son necesarios.
Los orgánicos, el mineral Potasio (K), con otros menores, los toman las
levaduras de los jugos azucarados, que ellas "fermentan y que están plenos de
las sustancias consideradas 'impurezas' en su extracción. El Nitrógeno (N), bajo
forma de nitratos o amoniacales, y el Fósforo (P), bajo forma de fosfatos,
constituyen los principales 'fertilizantes' que las levaduras precisan que se les
agregue, o con cuyo concurso toman mayor vitalidad y 'trabajan mejor'. Hacen
rendir más, más rápido y con mejor calidad, a los jugos, en los procesos de
elaboración del aguardiente de caña. Tal es la razón de ser del producto Fosfato
de Amonio, que distribuye mi socio Bulitta… ¡Haga la prueba! No se arrepentirá.
Efectivamente comenzamos a venderlo con singular éxito.

390
A poco de abierta la tienda adquirimos, a plazos, varios más de los
elementos que precisábamos para su mejor funcionamiento y la atención al
público:
Una pequeña refrigeradora a kerosene, para conservar sueros, vacunas,
y antibióticos; un aparato o mueblecito, para bandejas de tarjetas especiales, del
sistema Cárdex, por entonces utilizable para las listas, movimientos,
anotaciones, y control de Existencias; una Caja Registradora, para guardar y
controlar el efectivo y las ventas.
La adquisición de la Caja Registradora y el Cárdex, fue algo muy
importante para nosotros; hasta nos permitió revolucionar los métodos de la
actividad comercial acostumbrada en Huánuco. Era de la marca "Nacional Cash
Register"; y con la máquina llegaba un folletito, extraordinariamente interesante:
Era un pequeño tratado o amplio manual de instrucciones sobre los principios y
métodos para conducir un negocio comercial minorista, moderno, y orientado por
una avanzada técnica y elevad ética empresarial.
Contenía desde Principios, tomados de Henry Ford, como: "Lo que
importa no es ganar mucho por unidad, sino vender numerosas unidades,
aunque se gane relativamente poco en cada una de ellas"; "Más que ganar
dinero con cada venta, importa ganar un cliente". Y enseñaba cómo establecer,
conducir y ampliar los Créditos; elaborar bien un Libro de Caja y una correcta
Contabilidad Comercial –los comerciantes de Huánuco, llevaban contabilidades
(casi siempre falsas, o "dobles"), por "cumplir" (?) con la ley y para eludir
impuestos--. Propugnaba, sobre todo, la Contabilidad como una útil herramienta
y guía del trabajo comercial moderno, honesto y eficiente. Mostraba hasta cómo
trabajar con el sistema de "Inventario Permanente", que --en esos tiempos, sin
computadoras-- nadie lo llevaba en Huánuco. Nosotros lo hicimos singularmente
y por primera vez.
Para el efecto, en papelitos recortados, o en los 'tíkets', si el cliente no los
pedía, se anotaban, en cada venta, el nombre del artículo, mejor en abreviaturas
o en claves, y las unidades vendidas; se juntaban momentáneamente en un
pincha papeles y en los ratos libres se sumaban los del mismo ítem o rubro, en
pliegos algo grandes, especialmente rayados; y luego se pasaban, los totales, al
Cárdex. De tal modo, se sabía, al momento, las existencias de cada artículo;
con ello se podía controlar simultáneamente la Caja, y hacer, con oportunidad y
rapidez, inventarios generales y, por lo tanto, balances. Rapidísimos. Teniendo
fácil, el Inventario de Mercaderías, que generalmente, del modo clásico, se hacía
la parte más difícil.
Lo demás resultaba sencillo, pues en el libro Mayor estaba valorado el
monto de los Muebles y Enseres; en el Auxiliar de Caja, el dinero en efectivo; en
el de Bancos, los saldos bancarios; en el de Letras por Pagar, dicho monto; las
Cuentas por Cobrar las daban las copias de facturas y documentos del caso,
que en un ganchito se tenían colgadas; cuentas por pagar (aparte de las letras),
en otro colgador, estaban las copias de los documentos del caso (facturas, guías
etc.). En fin, algunas cortas y rápidas sumas y restas, daban los saldos

391
necesarios, al Debe y al Haber, para culminar el Balance General y deducir las
Utilidades del Ejercicio.
Sucedía en cambio, que en los días de balance de fin de año, los
comerciantes de Huánuco, prácticamente no podían asistir a las fiestas de Año
Nuevo, "porque estaban en Inventarios y Balances"… Pero a Dora le gustaban
esos festejos, pues como tengo contado, a su papá, siendo prominente y
constante miembro de la Directiva del Club Central y propiamente sin alma él de
fundamentalista mercachifle, no le placía fallar a uno, para lo cual cambiaba, en
algunos días, las fechas de sus balances, pero no sin fastidios de variada índole.
Nosotros, en cambio, con Dora, terminábamos el mismo 31 de diciembre,
temprano, el Balance. Y, en la noche:… ¡A bailar se ha dicho!
De otro lado, no pasó mucho tiempo para que nos compráramos, también
a plazos y de ocasión, una camioneta Ford, "pic-up", algo usada. La remozamos
y la pintamos y en sus puertas le colocamos el nombre del negocio y su logotipo.
A nuestros ojos… ¡quedó preciosa! Nos resultaría muy útil, tanto para los
servicios técnicos de campo, como para carga de diversas mercaderías, de
adquisiciones y para ventas. No dejaba, además, de constituir una efectiva
forma de propaganda ambulatoria local.
A poco también tuvimos que tomar un muchacho empleado, para labores
de limpieza, carga de mercaderías algo pesadas y para el embolsado de los
diversos productos que se expendían así; amén de los mil recados que en esas
circunstancias se requería efectuar. Fue necesario también tomar una señorita
empleada –las "ahijaditas" de Dora estaban pintadas para el caso— a fin de que
ayudaran a la atención del público y pudiera remplazar a mi consorte, quien
tenía fuertes tareas en la casa y con frecuencia debía ayudar a su papá.
Felizmente todas las muchachas que conseguimos resultaron
extraordinariamente idóneas.
El negocio iba tan bien, que al segundo año nuestro Capital, pasó de 10 a
20 mil soles y nuestras existencias de mercaderías de los S/. 80.000.00. Y cada
año duplicábamos el Capital, con referencia al año anterior.
-----
Un hecho casual que resultó de gran trascendencia para nosotros, fue el
caso de la venta de semillas de alfalfa.
Las había de dos clases principales: la de "San Pedro" y la de "Alta
Sierra"; la primera, más apropiada para la Costa y las Serranías Bajas; la
segunda, para las Zonas Altas de la Sierra. Las semillas, que eran caras, pero
de la mejor calidad en el mercado (sanidad garantizada, alto poder germinativo,
de pureza varietal, sin impurezas de cualquier tipo, "descuscutadas", etc.), las
vendía, en Lima, al por mayor, mínimo en sacos de 70 kg., un señor alemán,
muy serio y correcto, de nombre: Félix Lentz.
Nosotros comprábamos, con frecuencia, 2 ó 3 sacos de dicha semilla
cada vez, y los fraccionábamos en costalillos de 20 kg. y en bolsas de papel de
5 kg. y menos, c/u.

392
El término "descuscutadas", resulta importante entenderlo, en el comercio
de las semillas de alfalfa, pues la "Cuscuta" (Cuscuta sp., de la familia de las
Convolvuláceas), es una planta parásita de la de alfalfa, constituyendo una plaga
terrible. Es desprovista de clorofila, por lo que se presenta decolorida o clorótica,
con sus ramitas filiformes y flexuosas, abrazando a las plantas de alfalfa y
succionándole sus jugos, pues como parásita que es y sin clorofila, no puede
elaborar sus propios nutrimentos. Por el aspecto que ofrece, los campesinos la
conocen como "cabello de ángel" (cual los tales fideos); y se reproduce por
semillas producidas en infrutescencias en glomérulos, que se juntan con las de
su planta parasitada, la cual es así infestada en su descendencia; semillas que
son de aspectos muy similares y del mismo tamaño; diferenciándose solamente
en que la superficie de su tegumento, en la cuscuta, es rugosa, mientras que la
de la alfalfa es lisa. De tal modo, la limpieza a mano de una semilla encuscutada
resultaba imposible. En los tiempos en que yo andaba por estos afanes, estaba
ya inventada una ingeniosa máquina descuscutadora; pero era un poco
complicada y bastante cara, al punto de que no la podía poseer cualquier hijo de
vecino. El señor Lentz tenía una muy eficiente.
El fundamento del proceso era bastante sencillo: Consistía en espolvorear
a las dos semillas mezcladas (alfalfa y cuscuta), con óxido de hierro en polvo o
limadura muy fina de hierro. De tal modo la semilla de cuscuta se impregna de
hierro en toda su rugosa superficie; mientras que la de alfalfa, no se impregna de
nada porque su tegumento es liso y hasta lustroso. Se hacía entones pasar las
semillas por un campo electro magnético, en el que quedaban las semillas
rugosas y pasaban las lisas. Y podían así recogerse por separado.
Las semillas de Felix Lentz, resultaban así de calidad insuperable y
adquirieron un gran prestigio. Sus ventas nos representaron uno de los más
interesantes rubros y sin competencia alguna… Dicho sea de paso nunca
abusábamos de las varias situaciones sin competencia que pudimos lograr en
nuestro negocio.
Cierta vez, el señor Lentz nos había despachado, casi juntos, dos pedidos
de semillas de alfalfa; pero por algún error en sus controles de almacén y
contabilidad, facturó y cobró, por intermedio de uno de los bancos de la
localidad, solamente uno de los despachos. Le escribí entonces una carta
haciendo notar el error y pidiéndole que me girara la factura correspondiente
para pagarla, como efectivamente lo hice…
Quedó asombrado con seguridad, tan estimable comerciante, pues de
inmediato me retornó una carta conteniendo un discreto pero elocuente y
elogioso reconocimiento a "tan singular muestra de honestidad personal".
Y a poco recibí otra misiva, por la que el Sr. Lentz me comunicaba que un
excliente suyo, propietario de una pequeña tienda ubicada en el pueblo de
Yanahuanca, del Departamento de Pasco, pero muy cercano a Huánuco, le
había quedado debiendo y se negaba a pagarle, una cierta suma, por valor de
semillas de alfalfa que le había vendido con anterioridad. Me preguntaba si
podría ejecutar la cobranza y para lo cual, en el caso afirmativo, me adjuntaba la

393
documentación correspondiente. La realicé efectivamente y con gran rapidez.
Hice notar al sujeto de marras, el error que significaba pretender "trampear" a su
abastecedor, quien además le concedía financiación; ya que: Perder un crédito
es tanto como perder un capital propio. Pues, cuando se paga puntual, se
puede renovar el adeudo repetidamente. Le hice ver, además, al proyecto de
tramposo, que en el supuesto de que no pagara por mi intermedio, además de
perder definitivamente su crédito ante el Sr. Lentz, por mi parte, como encargado
de la cobranza, yo tenía los documentos y contaba con los servicios de un
abogado suficientemente bueno como para hacerle pagar todo lo debido, más
los costos de la cobranza y el juicio subsiguiente…
El caso es que el sujeto pagó al punto. Y así remití el giro a su digno
acreedor, en menos de las 48 horas de recibida su carta. El hecho volvió a
impresionar favorablemente su juicio en cuanto a mi persona y al día siguiente
de recibida la remesa, me llamó por teléfono y me dijo:
-- Mire ingeniero, en dos recientes oportunidades, he podido comprobar
que es usted una persona muy honrada y eficiente. Y como sabe, además de mi
negocio con semillas de alfalfa, tengo el de exportación de café en gran escala,
pero no tengo oficina, agencia, ni socio en Huánuco, uno de los departamentos
más importantes de la producción cafetalera peruana. Le propongo asociarnos
para comercializar el café de ese Departamento, ya que usted reúne las dos
cualidades esenciales para este trabajo conmigo.
-- Pero, señor Lentz –Le dije—Yo conozco, como ingeniero agrónomo,
muy bien el cultivo del café y hasta lo he practicado con mis propias manos, en
todos sus aspectos agrícolas… Pero el comercio del grano sé que tiene sus
complicaciones y francamente no creo poder dominarlo… por principio, no me
agrada meterme en lo que no conozco.
-- No es tan difícil –Replicó--. Como buen comerciante, usted sabe que el
porcentaje de utilidad comercial, que inteligentemente debe asignarse a un rubro
por vender, depende de varios factores, entre otros: del volumen y rapidez de las
ventas; del valor unitario relativo del producto; de cuán perecible o duradero sea;
de la facilidad y el costo del financiamiento; etc. Todo eso cuenta a favor de
poder asignar, al café a comprar por ustedes, una utilidad o comisión de ventas,
en porcentaje, aparentemente demasiado baja, de 2%, pero que, en realidad, en
el caso del café precisamente, puede llegar a sumar una utilidad total muy alta,
de muchos miles de soles.
Y en cuanto al saber mismo, de la comercialización del café, yo le
enviaría, por el tiempo necesario, un empleado mío, de suficiente experiencia en
el asunto, para que le enseñe todos los "secretos" y detalles prácticos de la
comercialización y despacho del café; en especial, los más importantes: el
control del grado de humedad del grano, que puede dar lugar a serias pérdidas
del peso comprado; y la prevención, en las adquisiciones, de partes, aunque
fueran pequeñas, de algún producto fermentado, que pueden malograr a
grandes lotes. Son los dos cuidados más necesarios de tomar; además de la

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general apreciación de las buenas cualidades organolépticas (color, aroma y
dureza).
Mientras necesite a mi empleado, usted ganará 1% de comisión. Cuando
ya no lo precise, porque aprendió el trabajo, lo devuelve a Lima si quiere y usted
ganará, completa, la comisión de 2%. ¡Anímese y no le pesará!... --¡Y vaya que
en verdad no nos pesó ni mucho menos!... Me abrió –Nos abrió, a Dora y a mí—
las puertas de una prosperidad económica en gran medida inesperada.
Tocó la casualidad de que el empleado que envió el Sr. Lentz, resultó
siendo un joven Luís Talledo, quien había sido alumno de La Molina y que por
razones personales no había podido terminar la carrera. Era un buen amigo mío
desde antes y por lo tanto pudimos repetir las buenas migas hechas durante
nuestros días estudiantiles.
Aprendimos muy pronto y bien el trabajo y Talledo pudo regresar a su
base de origen; la comisión quedaba completa para nosotros. Los campesinos
cafetaleros encontraban por demás convenientes nuestros servicios de
comercialización, tanto para el consumo nacional, como para la exportación de
sus productos (solamente el 2% de comisión, operando con la más nítida
honestidad comercial y una muy cordial y afectuosa atención al cliente). De tal
modo, fuimos tomando progresivamente a nuestro cargo, cada vez mayor
proporción del mercado huanuqueño de café.
Ganábamos mucho dinero. Además, como el señor Lentz nos adelantaba
fondos en los bancos, para las compras, sin costo adicional alguno, ello mejoró
mucho nuestro crédito bancario, ante los diversos proveedores de Lima, y frente
al resto de los comerciantes locales. Comenzaron a presentarse oportunidades
de nuevos negocios y financiamientos… ¡Todo iba sobre rieles… viento en popa!
Pero nunca faltan situaciones conflictivas, problemas y encrucijadas
morales…
El comercio cafetalero huanuqueño, hasta nuestra participación en él,
estaba prácticamente en manos o era controlado, por un pequeño pero
poderoso grupo de negociantes chinos. Estos, verdaderos especuladores,
ejercían una explotación inicua, en agravio de los pequeños caficultores de
Huánuco.
Señalaré que comenzaban por desmoralizarlos sistemáticamente: Como
los camiones cargados de café arribaban a Huánuco, solamente los días martes,
jueves, y sábados, y bajaban a la Selva, los lunes, miércoles y viernes; cuando
los campesinos llegaban con su producción a vender, les decían o hacían decir,
simple y secamente: "Hoy no compramos, no hay precio"… Las víctimas se
desesperaban pues tenían planeado liquidar el café y hacer sus compras ese
día, para poder viajar de regreso a sus chacras al amanecer siguiente… De tal
modo, ya en la tarde, se rendían incondicionalmente, rematando su café a precio
vil; por lo general, con un mínimo de 30 % de descuento, sobre el precio real o
justo.

395
Se sumaba, que si bien en Lima el mayorista exportador compraba a
"peso bruto", pues el valor del saco, que pesaba un kilo, era prácticamente el
mismo que el de un kilo de café, los chinos de Huánuco, les descontaban un kilo
"por peso neto"… y ¡sin pagar o devolver el costal!. Además, otro kilo "por pilón"
(¡por errores posibles de balanza o de pesada!... ¡del comprador!); un kilo
adicional "por humedad" del grano calculada (que debía medirse exactamente,
con aparatos especiales, que los había).
Y, como si fuera poco: Comprándose el café "lavado", en "pergamino", o
con la cáscara interior seca (el endocarpio), y resultando, cuando "pilado" (o
pelado), de 120 kilos del primero, 100 kilos del segundo, aprovechaban, los
orientales tramposos, para descontar 20% (¡)… Cuando, en todo caso, era 20 x
120… ¡cosa diferente por cierto!
Nosotros habíamos eliminado todas estas trampas y mañoserías;
hacíamos un comercio eficiente, honrado y a un porcentaje de utilidad, por bajo,
inusitado. Así, íbamos conquistando avasalladoramente el mercado local, en
plan de llegar a su absorción casi total. Los chinos, además de disgustados, se
alarmaron sobremanera. Uno de ellos que en otros campos había sido amigo
nuestro y que además era vecino de mis suegros, me llamó un día, invitándome
melosamente a su oficina de trastienda y con parla de típica pronunciación
oriental, me dijo algo así:
-- Mile señol ingenielo, nosotlo sabiendo que uté e buen amigo e pelsona
muy etimable, pelo siendo nuevo en lo negocio, no sabe cómo e el asunto y
puele maloglal totalmente la plaza. Yo, en nomble de tolo mi paisano, le ofleco
que uté puele ponel un emplealo y levisal tola nuetla guías del café que
complamo y depachamo. Y pol cada saco complado pol nosotlo, dalemo a uté
20 sole, sin que uté ponga nala de tlabajo ni melio de plata, pelo siemple que uté
se complometa a hacé lo mimo que nosotlo, en completo acuelo, tolo lo
compladole de Huánuco.
-- Ud., don Manuel –que así se llamaba el cordial (?) y mongólico seudo
cabecilla, y a quien le repliqué— dirá que soy un tonto; pero no puedo aceptar
su propuesta. Yo tengo una convicción muy diferente a la de ustedes. Para mí,
el Comercio, debe ser una respetable Actividad Económica de Servicios; no
herramienta de viles abusos, en agravio de los seres más humildes, por parte de
los hombres más "vivos" y poderosos. Jamás emprendería, en cualquier campo
de mi vida, actividad alguna que no estuviera regida por la más limpia honradez.
Estoy casi seguro de que ustedes no me comprenderán; pero yo sería muy
hipócrita si no les dijera lo que no quiero, ni puedo, llegar a pactar. Reciba usted,
don Manuel, en todo caso, mis disculpas, si procedieran
Por supuesto que la reunión tuvo un corto y agrio final; con el que se
inició, por primera vez en Huánuco, creo, una abierta lucha comercial de tal
clase; pero cuyo resultado nos fue, de todos modos, francamente favorable.
Seguimos avanzando en la limpia y casi total conquista del mercado cafetalero
huanuqueño; en el vertiginoso ascenso de la prosperidad de nuestro negocio.

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La experiencia me ratificó un principio en el que siempre he creído con
inconmovible fe:
La Rectitud Moral, Honradez o Probidad, es un Deber Ineludible para
todo Ser Humano bien constituido. Y, además, fundamento de su Felicidad
personal; pues, como resulta cierto y ha sido esclarecido por una sabiduría
milenaria, ella implica o deriva, de la devoción a los Valores Superiores y
Perennes del Espíritu; a los que, en su mayoría, la Integridad Ética también
sirve y acata. Por supuesto, pensadas y dichas son tales cosas, desde la
perspectiva de una Concepción Espiritualista del Mundo y de la Vida.
Mas, incluso desde una percepción materialista o pragmática, de las
realidades y de los hechos de la humana existencia, la Honradez, que suele
confundirse con la "legalidad", pese a que no siempre resultan ellas
coincidentes, en cierto modo llega a ser: "Un gran negocio". Es admitido el
hecho, por lo menos, para el mediano y el largo plazo; aunque pueda, en el
corto término y engañosamente, parecer a muchos lo contrario.
Ocurre, además, a contracorriente también de lo comúnmente
creído, que la virtud de la Honradez se ofrece, tanto más valiosa, "útil" o
"ventajosa", cuanto más escasa o menos abundante se muestra; como
sucede con todo bien, cuando es muy necesario y está situado en gran
carestía.
-----
Soplaban ya los vientos de nuestra prosperidad económica en ascenso,
cuando sucedió otro hecho, para nosotros también trascendente:
Dora tenía una medio parienta, ancianita, viuda, muy simpática ella, que
nos demostraba claro afecto. Se llamaba Teresita Fernández (si no recuerdo
mal) de Eulert (un buen señor alemán, hacía poco fallecido). Pasaba
diariamente, la dicha dama, por la puerta de nuestra tienda, saludaba muy
cordial e intercambiaba algunas frases propias de femeniles converses, en
especial con mi querida consorte…
Un día, la apreciable señora, ofreció vendernos una propiedad inmueble
que poseía en los extramuros del hermoso y pintoresco pueblecito de Santa
María del Valle, a unos 30 km. de la ciudad de Huánuco y al lado derecho de la
Carretera a Pucallpa. Se trataba de una casa-huerta;bastante rústica y ruinosa la
vivienda y un poco menos de hectárea y media de terreno, plantado
parcialmente de café y algunos frutales de varias especies, en total mezcla y
desorden, además de en gran abandono; pues, como resultaba natural, ella, por
su edad y viudez, no estaba ya para agrícolas afanes. Lo hizo en condiciones,
de precio y plazos, bastante ventajosas y tentadoras.
Se me vino a la mente la posibilidad de realizar el frustrado sueño que
con tanto entusiasmo, Lucho Córdova y yo, habíamos incubado unos 10 años
antes: ¡Poseer un huerto frutal de producción comercial en Huánuco!... Quimera
que había sido el buen viento que nos llevara a tan incomparable región de
nuestra Patria. Pensé que tomando como núcleo o base de expansión ese

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pequeño predio, sería viable adquirir sucesivamente e integrarlos, otros lotes
vecinos; en un lugar en el que abundaban campesinos, pequeños propietarios,
sobrevivientes en condiciones de extrema miseria, de parte de quienes no
faltarían adicionales ofertas de venta de terrenos, que permitirían ir haciendo
realidad esa ilusión de la primera juventud nuestra…
La ubicación del inmueble no podía ser mejor. El clima prácticamente era
el mismo que el de la ciudad de Huánuco… ¡El mejor del mundo! Templado y
semiseco, pero con buena agua de riego proveniente de una laguna de las
alturas. Inmejorable para la fruticultura y horticultura, en condición subtropical
benigna. Muy placentero como lugar climático, para vivienda y descansos, de
fines de semana plácidos y de vacaciones reconfortantes. Aparte de su gran
utilidad como Campo Experimental Agrario, que efectivamente lo fue, para
nuestro negocio, permitiendo probar allí, los diversos tipos de herramientas
manuales que vendíamos; las múltiples especies y variedades de semillas de
hortalizas, pastos y coberturas; plantones de frutales y flores: varias clases de
fertilizantes; y muchos productos químicos, de gran utilidad en las actividades
agropecuarias.
La edificación, de estilo campesino, característico de la región, era
antigua y estaba ruinosa; pero se podía refaccionar y modernizar notablemente.
La huerta estaba incompleta, pues solo ocupaba parte del terreno; cercado todo
por un muro perimétrico, coronado de cactus y espinosas tunas, estorbo al
ingreso de ladrones y que era, en su mayor parte, de "tapial", con un corto tramo
hecho de piedras, que habían sido extraídas para un mejor cultivo y
acomodadas en pared; la plantación se mostraba muy desordenada y en gran
abandono; pero era susceptible de ampliación y mejoras notables.
Nos decidimos y compramos la propiedad. Me aboqué entonces, con
gran entusiasmo, a la tarea de transformarla, de acuerdo a nuestros gustos y
necesidades.
Procede señalar que para entonces yo había tomado un gran gusto a la
actividad de la Construcción, extendida hacia la Arquitectura; como singular Arte,
expresiva, no solamente de la personalidad, los sentimientos y las ideas, del
constructor y del artista, sino incluso del alma misma del pueblo, de la nación, de
donde proceden; de su cultura ancestral, del ambiente y del paisajes en que se
desenvuelven.
Ya desde los tiempos de mi infancia y adolescencia me estimulaba la
contemplación aficionada de las hermosas construcciones, de todo tipo, que
realizara mi padre en la Hacienda "San Nicolás"; y por mi participación auxiliar
en la edificación de nuestra casa, en la calle 6 de Agosto de Lima, allá por el año
1,938… Agregaré las interesantísimas experiencias constructoras que pude vivir
y compartir, en la gran Obra de la Colonización de Tingo María, en los inicios de
mi actividad profesional… Y las construcciones que yo mismo había realizado,
en unión con lucho Córdova, hacía poco, en el fundo de Mito, en medio de las
azarosas vivencias que ya he narrado…
Siempre he pensado y creo que ningún peruano debiera olvidar que:

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Es de la mayor importancia, para una Nación y para sus ciudadanos,
propender a la preservación y a la forja de una Arquitectura propia y de su
correspondiente Urbanismo (Técnica que concuerda al Planeamiento y a la
Construcción de Ciudades, con su Arquitectura característica u original).
De modo que denoten, proclamen y permitan, cimentar su personalidad
colectiva. Estimulándose, así, un sano orgullo y autoestima, como pueblo,
del cual se emana.
En tal sentido, complace observar en el Perú, el caso de Arequipa, que ha
desarrollado una Arquitectura y un Urbanismo, propios y valiosos… muy
arequipeños, al mismo tiempo que muy peruanos. Y, en gran medida, lo es
también el caso del Cusco, que ha preservado bastante de lo incaico, de lo
colonial o barroco, y de lo republicano; muy propios todos, convirtiendo ello, en
el vigoroso apoyo de un Turismo excepcional. Y en motivo de justificado orgullo
para la región y para todo el país.
Apena, en cambio, observar el caso de Huarás; destruida en gran parte
por un grave terremoto y a la cual no se atinó a reconstruirla dentro de un estilo
que fuera, al mismo tiempo que neto huarasino, claramente peruano. Cosa
parecida ha sucedido con la ciudad de Huánuco, de singular riqueza cultural y
paisajística, pero que no ha podido resistir al avance (?) de la "modernidad" y del
"progreso" (mal entendidos). Y, así, su Plaza de Armas, ha visto quebrantada su
unidad y armonía, cerrándose la posibilidad de una apropiada arquitectura que
pudiera --y debiera-- ser, al mismo tiempo que bella, realmente propia,
huanuqueña y muy peruana. Se ha construido allí una Catedral siguiendo un
modelo… ¡de la pos Segunda Guerra Mundial… y procedente de un pueblo de
Alemania! Además, varios grandes y estrafalarios edificios públicos y privados,
alrededor de la misma plaza, , Sin el menor sentido de la estética, ni de armonía
urbanística alguna. Olvidando las hermosas esencias culturales huanuqueñas y
peruanas.
Algún día deberá comprenderse en el Perú, la importancia de forjar
nuestra propia Arquitectura, en concordancia con un inteligente
Urbanismo. Algo debería hacer al respecto, cada uno de nosotros, en la medida
en que nos sea posible…
Así las cosas, colocado ante el compromiso de restaurar y mejorar la
casa-huerta del Valle, decidimos, con Dora, hacerlo de modo a preservar lo
básico de su estilo tradicional, concordante con el paisaje y la tradición cultural
del medio, pero perfeccionándolo; a fin de dotar a la vivienda de las
comodidades modernas, como: agua potable (hicimos al respecto una
instalación especial, incluyendo un estanque de cemento); desagüe, con
tuberías; luz eléctrica (con un grupo electrógeno a gasolina, que se ubicó en un
cuartito especial, algo alejado de la casa), de arranque y apagado a control
remoto; cocina moderna a kerosene; buenos pisos de losetas, de planchas de
vinilo y de apropiadas maderas; calentador de agua, mayólica y aparatos de
colores en el baño principal y blancos en los otros; ventanales amplios y
vidriados y puertas y espacios mas grandes; etc. Los techos de tejas fueron
mantenidos como tales, pero renovados, inclusive sus cielorrasos, colectores de

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aguas pluviales, tijerales y vigas; así como fue refaccionada una bella torrecita-
mirador, que sirvió de palomar; se aplicó buenos enlucidos y pinturas en las
paredes; etc.
Todo el exterior se pintó de un color crema suavemente amarillo, que
armonizaba muy bien con el colorido paisaje circundante; con su cielo azul
intenso, como fondo de algunas blanquísimas nubes; con el rojo vivo de las
tejas nuevas; y con el también suave tono verde claro, de los interiores que
aparecían visibles al exterior; en sus dos vestíbulos (uno delantero y otro
posterior), que presentaban ellos, en añadidura, redondas y vistosas columnas.
Las puertas, ventanas y mamparas, además de ampliadas y vidriadas
notablemente, para incrementar la iluminación interior y mejorar la estética
general de la edificación, como se ha dicho, recibieron en su maderamen, con
los zócalos, un color marrón, también en armonía con los colores y tonos de las
otras partes.
En la zona delantera, el frente del muro perimetral, fue arreglado para
hacerlo más vistoso. Bien enlucido y pintado, también de crema amarillo, se
previó protegerlo de las lluvias, en su parte superior, con unas tejas nuevas,
acomodadas como un breve techito, a todo lo largo. Y como al centro ofrecía un
arco de entrada, cerrado con una grande y pesada puerta vieja, de madera ya
carcomida, muy apolillada, la sacamos y botamos; reemplazándola por una bella
y ligera reja de hierro forjado, que pintamos de verde y que, cerrando la entrada,
sin embargo dejaba ver, por su mediana altura y el artificio de su hermoso
calado, el acogedor ingreso del inmueble.
La reja la confeccionó un conocido artesano herrero de Huánuco –un
verdadero artista en la materia--, apellidado Pardavé y que el populorum
huanuqueño lo apodara: "El Cuy Pardavé"… Su cara parecía realmente la de un
cuicito… ¡Vaya la habilidosa puntería popular huanuqueña para estampar
"chapas" o apodos indelebles a los seres humanos de su colectividad!...
Y, por todo lo alto, en curva paralela y concordante con el arco frontal, con
letras grandes, en bulto y pintadas de verde (hechas de maderitas labradas y
fijadas a la pared con taquitos y tornillos), pusimos nombre al que comenzaba a
ser nuestro tan hermoso y muy querido predio: "Villa Santa María".
Arreglamos también, hasta teniendo que volar con dinamita algunos
imponentes pedrones, el camino de acceso, desde la carretera troncal Huánuco-
Pucallpa, constituido por cuatro 'calles' (?) seguidas, desde los extramuros del
pueblo. Se podía llegar así, a partir de entonces y cómodamente, a la puerta de
la casa, con camionetas o automóviles, e incluso estacionarlos en sus
inmediaciones.
Y ya, para el ingreso mismo a la propiedad, había un corredor, enmarcado
en ambos lados, por dos muros de media altura; que enlucimos de cemento, por
su parte superior y lateralmente, sobre el cual, en adecuados espaciamientos, se
colocaron unas esbeltas columnitas rectangulares de ladrillos "cambray"
(pequeños y delgados), con diminutos pedestales y capiteles del mismo material,
pintados de rojo los ladrillos y de blanco sus líneas de la mezcla cementante.

400
Por lo alto una bella parrilla, de vigas y viguetas, de buena madera, cubierta por
barniz marino (en protección de la intemperie).
Formaba, el dicho conjunto, la base para un lindo parral que instalamos
allí, aprovechando algunas plantas de vid, de variedades blanca y negra criollas,
encontradas en abandono y dispersas en la huerta y que fueron trasplantadas a
los precisos nuevos lugares que les correspondían, en ubicación tan decorativa
como utilitaria. Cuidadas, podadas, regadas y abonadas, adecuadamente; las
plantas de vid, favorecidas además por sus apoyos estructurales, al poco
tiempo, confirieron, en "parral", un aspecto de incomparable belleza a este
nuevo y bucólico paraíso nuestro. Y produjeron, para el generalizado solaz
familiar, abundantes y deliciosas uvas de mesa…
Agregaré que al lado izquierdo del ingreso, ya en el interior de la huerta,
había también una gran higuera, cuya forma perfeccionamos con apropiada
poda; y le conferimos, con esmero, los cuidados adicionales del caso: riegos,
abonamiento, escardas, etc.; al punto de que se convirtió, pronto, en un bello y
frondoso árbol, muy decorativo del inmueble y productor de abundantes,
grandes, deliciosos, incomparables, higos negros. Y, por el lado derecho, otra
enorme planta que llegaría a ser productora de inmensas y hermosas
chirimoyas… ¡Fruta de reyes! Sumaba ella, en cierta simetría arbórea,
decoración a la campestre residencia; y abundante abastecimiento familiar de
frutícolas manjares.
El piso del corredor de entrada, que era de tierra, lo empedramos con
"cantos rodados" escogidos, redondos en sus partes superior e inferior y algo
aplanados lateralmente; colocados de artesana manera en el suelo, nivelados,
con una sencilla unión entre ellos, por fina arenilla con algo de arcilla; al estilo
que yo recordaba, desde mi niñez, haber visto en las calles de la ciudad costeña
de Huacho y en la casa hacienda de "San Nicolás", en un patio de inolvidables
juegos infantiles nuestros, conocido, precisamente, como: "El Patio de Piedras".
Los bordes del empedrado corredor y una canaleta central para desaguar las
lluvias, se encementaron apareciendo más sólida y compacta la obra.
Siguiendo por la entrada, hasta el final del corredor, éste se abría en un
espacio algo amplio, ante la edificación misma de la casa propiamente dicha,
comprendiendo, por un lado, un sector también empedrado, en continuación del
correspondiente pavimento del mencionado corredor, permitiendo estacionar un
carro, para protegerlo de impertinencias o robos, tanto de día como de noche. Y
a continuación, hacia el lado derecho, se abría un vistoso jardín, plantado de
bellas rosas, multicolores claveles, y tulipanes, que introdujimos con estacas
vivas, semillas, y bulbos, que vendíamos en nuestra tienda; al centro, había y lo
podamos, dándole, además de forma, todos los cuidados del caso, un ya bien
crecido duraznero, el que, defoliado en invierno, le eclosionaban unas lindas
florecillas blancas en primavera, y daba, en verano, jugosos, aromáticos, y muy
sabrosos, frutos blancos (pues era de la variedad de "blanquillos"). Una salida
lateral, con baja y corta grada, daba acceso al sector delantero derecho
(entrando), de la huerta.

401
Añadiré que un jardincito semejante al delantero, había también en la
parte posterior de la casa y a la vista de su vestíbulo correspondiente; pero el
duraznero que allí se hallaba, era de la variedad de flores rosadas y de
riquísimos frutos amarillos (de "melocotones").
Ya para ingresar a la vivienda, que estaba ubicada a un nivel más alto –
aproximadamente 1.20m.-- que su ya descrito espacio inmediato anterior, se
construyó una pequeña escalera lateral de cemento, que remataba en una
especie de castillito adelantado sobre la casa, con un barandal del mismo
material; que lo unía armoniosamente con el primer vestíbulo; sirviendo,
también, de una especie de mirador a baja altura; de lugar de descanso y de
tranquilas y agradables conversaciones.
Los desniveles habidos en los pisos, se explican porque todo el terreno de
la propiedad era, originalmente, un plano algo inclinado, por su origen geológico
aluviónico; declive que se había neutralizado, en varias partes, con la
construcción de una especie de suave andenería, terrazas sucesivas, o suerte
de gradas bajas, presentadas de trecho en trecho.
Desde el lado izquierdo delantero de la casa, donde había, en primer
lugar, un gran depósito para herramientas y semillas, con puerta de madera muy
firme, se podía acceder a su costado interior correspondiente, por un callejoncito
relativamente estrecho, con umbral en arco y sin puerta de cierre, que resultaba
bastante decorativo para el conjunto de la edificación. Por dicho camino, también
se podía llegar a la bella torrecita dedicada a palomar, en el que criamos
hermosas palomas de la raza o variedad gigante, conocidas como "romanas"…
Sus pichones ¡cada uno del tamaño de un pollo!... Resultaban una delicia
culinaria, en tallarines "al dente", con salsa de tomates, laurel y hongos… Sus
alegres, vistosos vuelos y revoloteos, alrededor de la casa, decoraban y
embellecían, aun más, el singular y colorido panorama.
La construcción del empedrado se siguió, por el callejoncito, hacia el otro
patio habido en el lado izquierdo e interior de la casa, ya mencionado, y al que,
adicionalmente, se accedía por una puerta de la cocina. Este arreglo de su piso,
se realizó igualmente con el encementado de sus bordes y del canal de
escorrentía de las lluvias. Además, allí también se dispuso otro hermoso parral,
con dos plantas de vid, bien cultivadas, en su sector colindante de la huerta.
El así condicionado y nuevo ambiente, también hermoso y acogedor, se
comunicaba, por otro umbral al extremo izquierdo, con un espacio donde había
un depósito para leña y trastos semejantes y un horno rústico, de los típicos en
los caseríos de Huánuco, para elaborar pan "serrano" y asar lechones; pasado
el cual, se abría un gran corral y chiquero. Los dispusimos, uno para gallinas y
algunos cuyes, y el otro para cerdos.
En el primero, debidamente acondicionado y equipado, con la mejor
técnica posible, colocamos algunas gallinitas criollas y una numerosa población
mayoritaria de hermosas gallinas finas, con sus correspondientes gallos, de la
raza de color moro: Plymouth Rock barreadas. Las criollas o chuscas eran para
que criaran pollitos… ¡Nuestro placer era darles triguito en las mañanas y tardes

402
y verlos retozar en la huerta, con sus madres cluecas, buscando gusanitos!...
Para reproducir a los finos utilizamos una incubadora a kerosene. Y obteníamos
pollitos por centenares.
En el segundo corral hacia el fondo, o chiquero propiamente dicho, con el
que concluía la construcción casera, criamos algunos cerdos, machos y
hembras, mestizos (manifestando, de tal suerte, notable "vigor híbrido"), de las
razas: Poland China, negra con la punta del hocico y la parte baja de sus patas
de color blanco; y Duroc Jersey, de color rojo cobrizo o dorado entero; y que
presentaban, ellos mismos, los cruces, un moteado de negro, sobre fondo
amarillento. Se ofrecían, cuando adultos, de una corpulencia imponente y de
gran capacidad de engorde.
En varias oportunidades, mi querida suegra, acostumbraba disponer en
nuestras casas frecuentes 'chanchicidios', demostrando entonces excepcionales
habilidades para conferir, a los victimados porcinos, magníficas presentaciones
culinarias; de tal modo, halagándonos intensamente, elaboraba variadas y muy
apetitosas cerdiles viandas. No hacía faltar los asados, los adobos, y
especialmente, los "chicharrones a la huanuqueña": De costillitas de chancho,
mejor si tierno y gordito; cortadas en trozos, hervidos con apropiado aliño de sal
y dorados luego en su propia grasita, desprendida por el prolongado hervor; iban
acompañados de camote frito en tajadas, mote de maíz gigante, y encurtidos de
cebolla colorada grande (arequipeña), coliflor, zanahoria, y ají amarillo en tiras.
Agregaré la mención de su obra maestra: el "relleno" o "morcilla"; en cuya
elaboración, la mamá de Dora se manifestaba como una eximia maestra. Se
hacían de la sangre del cerdo, que recién extraída se batía con un poco de agua
y los aderezos o condimentos del caso (sal, pimienta, comino, ajos, cebolla muy
picadita, yerba buena), más numerosos pequeños pedacitos de grasa del mismo
cerdo; pero el secreto principal estaba en el agregado y mezcla adicional a todo
lo anterior, de una apropiada cantidad de polvo de maíz blando de altura, del
mejor utilizado para "cancha" (amiláceo), tostado, molido y finamente cernido;
resultaba de tal modo, al freír bien la morcilla para su consumo, de una
consistencia y un sabor realmente insuperables; podía ir acompañada con
camote frito, papas doradas, arroz graneado, solos o en cualquier combinación
de éstos.
Ya en la huerta misma, mirando hacia la casa, al lado derecho, tuvimos
que hacer una poza o pequeño estanque de tierra, ya un poco cerca de la pared
perimetral del mismo lado, con el fin de poder recibir, calmar, y almacenar, algo
del agua de riego para ese sector, que venía, por una acequia exterior, con
demasiada velocidad y fuerza, significando cierto peligro de desbordes y erosión
del hortelano y fértil suelo. Mas aprovechando esa propicia situación,
construimos un corral para criadero de patos, con sus postes paradores, malla
de alambre en cocada, puerta y nidos correspondientes.
¡Era un deleite inefable, para Dora, mis hijitos tiernos todavía, y para mí
mismo, el contemplar bañarse y nadar, en fila, a los amarillos patitos, en
seguimiento 'disciplinado', de sus madres, "las señoras patas"!...

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Sin embargo, tan tierno embeleso contemplativo, no constituía obstáculo
alguno para --¡oh frecuente y dura insensibilidad humana!-- en alternadas
circunstancias y sin mucha compasión, rendir los honores a varias maravillas
culinarias elaboradas a costa de los dichos indefensos nadadores volátiles,
imaginados en la forja de apetitosos platos. El arroz con pato, del "aguadito" y
del "graneado"; el "escabeche"; y, sobre todo, lo máximo: "el pato al vino". Una
suerte de adobo del palmípedo, confeccionado con varias especias (pimienta,
comino, ajos, orégano, etc.), incluyendo, por supuesto, el ají colorado; poca
agua y abundante vino tinto; más papas en tajadas grandes; cocinado, el
conjunto, a densidad, aroma y sabor, propios de una espesa, olorosa y deliciosa
sopa… ¡De chuparse los dedos! La mayor habilidad en la confección de tan
artística obra gastronómica, la ostentaba mi cuñada Olga, quien aprendió la
receta en halago de su esposo, mi concuñado, el Dr. César Mares Urdanivia,
arequipeño por antonomasia y, precisando más, natural de Chuquibamba.
En cuanto al arreglo de la huerta misma, en su parte en producción, que
comprendía aproximadamente la mitad del terreno total no construido y estaba
repartida en dos sectores laterales, a derecha e izquierda del corredor de
entrada, mirando frente a la casa, lo primero que tuvimos que hacer, fue un
vigoroso y general "entresaque" y desmalezamiento; comprendiendo la
erradicación de las plantas frutales muy débiles o enfermas y las excedentes en
número, que no contaban con espacio suficiente para un buen desarrollo
posterior; así como de las malas yerbas y arbustos silvestres, improductivos o
perjudiciales.
Luego, hubo de venir una poda radical de limpieza y formación, efectuada
con herramientas especiales, de las que vendíamos en nuestra tienda;
operación hecha en todas y cada una de las plantas frutales y cafetos que se
consideraron útiles; lo cual comprendía un adecuado tratamiento para la
cicatrización de las heridas causadas por los cortes grandes (los menores no
requerían tratamiento), cortes realizados siempre a ras de los troncos y ramas
gruesas. La curación de las heridas las hacíamos con una mezcla de barro
arcilloso, fino y limpio, con el agregado de compuestos cúpricos dispersables o
solubles en agua (de los utilizados como fungicidas en las fumigaciones
corrientes en el cultivo de papas y de muchas otras plantas), más un poco de cal
apagada. Una vez curadas así, las lesiones, cicatrizaban rápidamente, las
plantas rebrotaban con vigor y, en las siguientes podas complementarias de
formación, con ayuda de "cuchillos de desbrotar", seleccionábamos los brotes o
nuevas ramillas a conservar, y así las plantas tomaban una forma equilibrada y
hermosa, a la par que desarrollaban más sanas y producían mejor…
Una vez limpia la huerta, regado, removido, y abonado, su suelo,
quedaron algunos claros o vacíos, que hubieron de ser recalzados. Lo hicimos
con algunas plantas injertadas de paltos finos, casi todos híbridos, de
procedencia norteamericana, de las variedades:
"Fuerte", que produce numerosos frutos sabrosos, de cáscara verde, de
grueso mediano, pulpa muy agradable verde clara, de tamaño relativamente
pequeños, especiales para consumo individual, por lo que resulta muy

404
comerciable; "Naval", de frutos grandes y redondos, hermosos y sabrosos, de
cáscara verde, de grosor medio; "Hass" y "Thompson", parecidas, pero de frutas
aperadas u ovaladas, también grandes y deliciosas; "Guatemaltecas", de frutos
grandes y medianos, redondos y aperados, de cáscaras oscuras, gruesas y
rugosas, de pulpa suave y amarillenta (una, conocida como "Queen", reina,
producía frutos gigantescos, casi del tamaño de una pelota de fútbol); la
"Mejicana", variedad no híbrida, que da unas paltitas aperadas, de agradable
sabor, de cáscara negra y muy delgada, con una producción previa de muy
abundante floración, por lo que resulta excelente como planta "polinizadora", etc.
Las plantitas para los trasplantes eran adquiridas, ya injertadas, algo
crecidas y en macetas de barro cocido, las cuales se vaciaban o rompían, al
momento de plantarlas en terreno definitivo, facilitándose así la operación y
haciéndose más seguro su prendimiento. Las conseguíamos en el vivero para
promoción frutícola que tenía el Ministerio de Agricultura en los extramuros de la
ciudad de Huánuco.
En cuanto a los cafetos, se eliminaron las plantas muy viejas, se podaron
las buenas –el café tiene una modalidad de poda especial, que yo conocía por
mis prácticas y estudios agronómicos-- y se realizó un recalce, para aprovechar
los espacios disponibles, en la huerta del lado derecho, realizado por trasplante,
aprovechando las plantitas nuevas que abundantes crecían al pie de los cafetos
adultos. Llegamos a tener así, para consumo propio, "café de huerta" de
Huánuco… ¡El mejor del mundo"!
En los espacios que quedaron finalmente libres, en el lote de la derecha,
sembramos algunas plantas de alcachofas y otras de espárragos, para deleite
familiar y en lo demás plantamos una cobertura de trébol híbrido –ensayando
unas semillas de nuestra tienda--, protector y mejorador del suelo (en nitrógeno
que el trébol fija del aire, en simbiosis radicular con bacterias llamadas
radicícolas; y en materia orgánica, por sus profusas hojas y raíces que al morir
aporta constantemente al terreno). Llegó a formar una alfombra o colchoneta,
muy suave y muelle, de un color verde intenso y con numerosas florecillas de
intenso color rojo lila... Constituía un placer recostarse, largos ratos,
conversando, a la sombra de un frondoso chirimoyo o de un acogedor pacae…
En el lote izquierdo de la huerta, no estando tan tupido como el derecho,
resultaron más fáciles el entresaque y las podas. Había, además de la higuera
que he referido, algunas plantas de naranjos, que restauramos adecuadamente
y que dieron muy satisfactorias y apetitosas producciones. Mención especial
merece un árbol de paltas, ya crecido, que encontramos enredado entre varios
eucaliptos mal desarrollados, de los cuales lo liberamos, extirpándolos de raíz.
Y, cuidado debidamente el palto, creció hermoso y produjo abundantes frutos,
de gran tamaño (como el de las paltas de Chanchamayo); de forma aperada; de
cáscara brillante, de color verde bien oscuro con tonos negruscos y violáceos,
de mediano grosor, ni muy gruesa ni muy delgada; de pepa chica y de una pulpa
muy suave, de color verde amarillenta, sin fibras, muy provocativa y sabrosa.
Puedo decir que nunca en mi vida he tenido ocasión de probar y comer una
palta tan deliciosa como las producidas por este árbol de existencia por demás

405
casual, en verdad providencial. He lamentado mucho, siempre, no haber podido
disponer del tiempo y los medios suficientes para formar y difundir esta palta
como una nueva variedad peruana.
Resulta oportuno señalar que cada árbol de palto, puede constituir el
punto de partida de una nueva variedad, si se lo propaga en número suficiente
por sus yemas en apropiados injertos (con patrón mejicano). La razón estriba en
que si bien la especie botánica del palto (Persea gratisima), anatómicamente es
monoica (del gr.: monos=uno y oicos=casa), de flores de ambos sexos
(hermafroditas) en la misma planta, fisiológicamente se comporta como dioica
(di, dos), pues los estambres (órganos masculinos), maduran en tiempo
diferente que los pistilos (órganos femeninos), obligando a una fecundación
cruzada con otros árboles de distintas variedades y de profusas floraciones (la
variedad mejicana está entre las mejores polinizadoras); y las polinizaciones, así
cruzadas, las favorecen el viento, las abejas, avispas, y otros insectos. De tal
modo, en los paltos, cada pepa, es el inicio o germen de un individuo vegetal,
híbrido o mestizo, comienzo posible de una nueva forma biológica y hasta
varietal. Tal debió suceder con el árbol encontrado en El Valle y cuyas
características he descrito.
Si se quiere "formar una nueva variedad", a base de un hallazgo, como el
que me toco observar, se precisa hacer un gran vivero, para obtener numerosas
plantitas, de uno a dos años de edad, de la variedad "mejicana" de 'patrón', por
ejemplo, en macetas de barro cocido, e injertarlas con yemas del "biotipo"
encontrado, que se considera excelente. Bien unidos, soldados y
apropiadamente desarrollados, numerosos injertos, puede quedar constituida
así, la población inicial de una nueva variedad. Pero todo ello requiere de
tiempo, construir un vivero especial, personal entrenado, y mucha dedicación.
Con pena lo digo, no estuvo a mi alcance lograrlo…
En el mismo ya mencionado lote izquierdo de la huerta, la inicial población
arbórea frutal era mucho menos tupida y no había en ella cafetos, por lo cual, al
realizarse el desmalezamiento, las podas y despejes, quedó bastante más
campo libre, que en el de la derecha anteriormente referido. Llenamos
convenientemente los vacíos grandes, con varias plantas de paltos finos
injertados; y en los espacios bajos que dejaban sus apropiados
distanciamientos, sembramos varias "tablas" o "melgas" de alfalfa, de la
variedad "San Pedro"; con semilla también de nuestra tienda y que era
especialmente adecuada para las condiciones de las zonas de Sierra Baja del
Departamento de Huánuco ("yungas"). La utilización de ésta especie botánica de
pasto, "la reina de los forrajes", se previó para alimentar a nuestros animales
domésticos, algunos cuyes, gallinas, y especialmente los cerdos. Pero la
principal razón para plantar la alfalfa en la otra fracción de la huerta, estribaba en
su papel como mejoradora del suelo; pues lo enriquece en materia orgánica (por
las raíces que mueren y se pudren consecuentemente a cada corte del follaje), y
en nitrógeno (por acción de las bacterias "radicícolas", en simbiosis propias de
las plantas de la familia de las leguminosas y que actúan fijando ese vital
elemento contenido en el aire); en un mecanismo químico-biológico semejante al

406
que hemos descrito en el caso del trébol híbrido. Pero además y principalmente,
la utilizábamos, segándola y cortándola, algo menuda, para aplicarla como
"abono verde", al pie de todas las plantas frutales y en los espacios libres 'a
tierra descubierta', en los momentos previos a su remoción, escardas, "úreas", o
"cultivos"; acciones por las que se la enterraba, regando luego, para su
adecuada desintegración biológica e incorporación al suelo.
Del modo descrito, la plantación hortícola frutal que habíamos recibido
quedó satisfactoriamente arreglada y en plan de continua superación,
cosechábamos una variadisima y buena cantidad de frutas deliciosas. Además
de las múltiples clases de paltas indicadas, muchas chirimoyas, higos, naranjas,
pacaes, melocotones, blanquillos, uvas; hasta había limas, limones, lúcumas,
unas matas de ricos plátanos de seda e isla, una planta de mangos; y un grupo
de árboles, bien altos, como corresponde a su fama específica, de dulces y
aromáticos nísperos…
Nuestros dos hijos hombrecitos y mayores, que a la sazón eran unos
chiquillos: Ricardo y Rafael; especialmente el primero, el de más edad y que
hacía de 'jefe', se las ingeniaron para construir una 'casita', al estilo de la de
Tarzán, en la copa de uno de los mencionados nísperos y que les venían
sirviendo de 'miradores'. Para escalarlo y acarrear los 'materiales de
construcción' del caso – desechos de cajonerías de la tienda--, se ingeniaron
haciendo una especie de escalera para el efecto, clavando, alternados y
suficientemente espaciados, en uno de los nísperiles troncos, unos grandes
clavos de acero --¡oh antiecológico estropicio, a la vez que increíble la
resistencia de la autóctona vegetal víctima!--, de 5", que compraban, con varias
herramientas adicionales y complementarias, de carpintería y de ferretería,
sirviéndose de cierta cuenta en una 'libreta de créditos', muy abierta, a cargo y
avalada por sus padres –nosotros--, por supuesto; en la tienda, en Huánuco, de
don Onlifornio Chiu, amable, culto e inteligentísimo chinito, muy amigo de toda
nuestra familia...
Era de ver gozar, durante horas, a los dos inocentes niños, con algunos
amiguitos de ocasión, en tan audaz y tarzanesco habitáculo. Pero no dejábamos
de recomendarles mucha prudencia… ¡Lo que podría significar una "caída del
níspero"!
La huerta tenía, a partir de la línea posterior de la casa y hacia arriba y
atrás, un terreno libre, sin cultivar; de una extensión aproximada equivalente a la
mitad de la total de la propiedad.
El suelo de este sector, precisó de nuestra parte, un trabajo tan
excepcional e intenso, que para comprenderlo viene al caso hacer una
explicación de de su proceso de formación geológica y de su evolución edáfica,
relacionándolo con el de la huerta ya hecha y con lo sucedido, en general, con
los terrenos habidos en antigua explotación agrícola, en el área correspondiente
a las chacras del pueblo de Santa María del Valle:
El origen de esos suelos estuvo en el desecado cono de deyección
aluviónico, dirigido transversalmente hacia el río Huallaga, consecuente, en

407
tiempos geológicos remotos, a la ruptura del dique natural morrénico, del
derrame y arrastre, con el agua y gran parte de su propio contenido
mineralógico, de una enorme laguna preexistente, en esas vecinas alturas. Muro
de contención que es llamado "morrénico", por haber sido producido por las
partes delanteras o "morrenas", de gigantescos glaciares, empujando y
arrastrando, entreverados, diversos materiales sueltos y rocosos, de múltiples
tamaños, clases, y formas; que se presentan hoy, muchos de ellos, semi
rodados.
De la gran laguna original, no quedó sino una muy pequeña residual,
sumida entre inmensas montañas circundantes. Fue llamada: "Manca Pozo".
Palabra mestiza que: además de Pozo (en castellano), o Pequeña Laguna,
expresa muy gráficamente, que es en forma de Olla (en q.= "manka"). Sirve,
actualmente, para abastecer de agua potable y de riego, al dicho pueblo y a sus
chacras vecinas.
Para los viejos pequeños agricultores de El Valle, su tarea hacia el logro
de terrenos de cultivo y huertas productivas, consistió --durante mucho tiempo--
en un prolijo y constante "desempedrado" y, mediante el riego frecuente, en
incorporar, en cantidades apreciables, limo y arcilla nueva, para ir "haciendo
suelo"; con la adicional aplicación de abundante materia orgánica, por rotaciones
con pastos (alfalfa, para especialmente alimentar a sus cuyes y caballos), más
buenas cantidades de estiércol y por las hojas y raíces muertas, en las
numerosas renovaciones vegetales, durante prolongados períodos de cultivo.
Es así como nosotros encontramos suelos bastante hechos en los dos
sectores delanteros de nuestra huerta. Pero la extensión posterior de la casa,
estaba 'por hacer'. Solo tenía un horizonte superficial que había recibido el débil
influjo del intemperismo local y de la rala vegetación espontánea, propios de una
ecología templada y semi seca, característica de esa zona de Huánuco.
Comenzamos por un intenso desempedrado. Con carretillas, picos y
lampas, cajas de cartón, cajones de madera, canastas y hasta mantas de
costales de yute descosidos. Lo hicimos Dora, yo, mi suegra, algunos peones
contratados, las muchachas del servicio doméstico… ¡Inclusive los chicos,
nuestros hijitos y algunos de sus primitos!... Hasta con la participación de Dorita,
que era la tercera en edad y a la sazón casi una bebe… ¡Pero más empeñosa
que los adultos; muy "trabajera" ella, se decía! Todo en medio del más bullicioso
y alegre jolgorio.
Las piedras las acomodábamos al costado del campo por cultivar, en el
espacio habido entre la acequia regadora y la pared limitante al exterior. Luego,
se regó profundamente el terreno; y habiendo conseguido una yunta de bueyes,
se aró toda la superficie disponible… Con lo que salieron más piedras… ¡Y a
sacarlas de nuevo!
Increíble, pero el campo llegó a quedar irreconocible ¡Limpio de piedras!
Trazamos las melgas y después de otro riego profundo, antes de la
escarda o nueva aradura esparcimos gran cantidad de estiércol bien

408
descompuesto, con sus fertilizantes químicos complementarios; más abundante
alfalfa picada, para "abono verde"… Y otra pasada de arado.
Hicimos entonces los pozos de plantío para los paltos; bastante profundos
y vueltos a rellenar, en parte y en lo necesario; pues la tierra adicional venía de
las macetas, añadiéndose los correspondientes abonos y más buena tierra
agregada al final. Plantamos los nuevos frutales, sacándolos de sus recipientes
y ubicándolos al "tresbolillo" (en triángulos equiláteros), a un distanciamiento de
8m. entre plantas; haciéndoles un bordo alto de tierra, alrededor, para favorecer
un mejor remojo de los suelos de cada una de las plantas…
Además, excavamos unos pozos algo pequeños, de 0.80 x 0.80 m., de
lados y de 0.90 m., aproximados, de profundidad, a distancia de 1m. del tronco
de cada planta y ubicados en la parte mas elevada de su terreno, con el fin --
dejándolos llenos de agua, después de cada riego-- de ayudar al mejor remojo
del duro subsuelo; facilitando su ablandamiento, con el deposito allí, además, de
materia orgánica en varias formas y grados de descomposición.
Y luego, un nuevo y fuerte riego general.
Sembramos, en los espacios libres, entre las plantas de paltos, alfalfa en
un par de tablas o melgas; las restantes, las destinamos para almácigos y al
cultivo de hortalizas varias (cebollas, cebollines, poro, ajos, coles de diversas
variedades, incluyendo desde col quintal hasta col china y de Bruselas; también
lechugas de todo tipo, acelgas, zanahorias, beterragas, apio, rabanitos, etc.).
Unidas estas producciones vegetales a las de alcachofas y espárragos, ya
plantados y obtenidos en la huerta anteriormente hecha…
¡Podrían ser satisfechos los apetitos del más declarado sibarita y los
deseos del más fanático vegetariano!
Pero el problema básico del terreno, radicaba en la delgadez de su suelo
y en la dureza del subsuelo. Como hemos dicho, su origen geológico era el
derrame de los materiales morrénicos lacustres y los del muro natural de
contención del embalse, que habían hecho posible la formación de la gran y
antigua laguna de las alturas de El Valle.
Es del caso señalar que las arcillas de los pisos de los lagos o lagunas,
prolongadamente inmersas en aguas, no de procedencia fluvial (que traerían
sedimentos), sino inmediata o casi inmediatamente provenidas de las lluvias y
deshielos, que producen pocas sedimentaciones y fuertes lavados oxidantes; o
las de cualquier origen, pero sometidas a un intenso intemperismo tropical
húmedo, como corresponde a la situación de los terrenos desboscados y
cultivados con descuido, en los grandes valles del Äfrica Ecuatorial (por ejemplo:
del Congo, el Níger, etc.), de la India (Ganges, Indo), y del Amazonas, en
América del Sur; arcillas así, resultan de las que se llaman antiguas, lavadas, o
ácidas; por oposición a las nuevas o modernas, no lavadas, neutras o alcalinas;
más propias éstas, de condiciones ecológicas moderadas y de buena fertilidad
edáfica; frecuentes en los climas templados y semi secos o secos; pero, éstos
últimos, en terrenos racionalmente regados.

409
En cuanto a las dos primeras clases de arcillas: por la prolongada acción
del agua, disolvente, extractora y movilizadota, de las bases; que además, al ser
procedente de las lluvias, también es portadora, en apreciable medida, de
oxigeno disuelto en ella, tomado gaseoso del aire que atraviesan esas lluvias;
tales arcillas, podemos precisarlo, además de adquirir un fuerte color rojo, por la
sobre oxidación de su hierro, van perdiendo, en gran medida, lo que se conoce
en la química de los suelos, como las antes dichas "bases". Constituidas
principalmente por hidróxidos o hidratos y también óxidos, de metales alcalinos y
alcalino térreos, como el Potasio y el Calcio primordialmente y, en menor cuantía
e importancia, el Sodio, el Magnesio y otros. Quedando libres, pero sin ser muy
arrastrados ni percolados o filtrados, los óxidos, sesquióxidos, hidróxidos, y
anhídridos, de Hierro, Aluminio, Silicio y algo del Fósforo. Todo lo anterior, con la
importante y progresiva desintegración de la arcilla original o 'joven'. Que
esencialmente es un silicato complejo de aluminio y potasio hidratado; con
añadidos, en diversas proporciones y complejidades, de Sodio, Calcio,
Magnesio, Hierro, Cobre, Manganeso, Cobalto, Zinc, Boro, y otros.
El proceso descrito, parte pues, de suelos originales, de materiales
geológicos determinados, correspondientes, no sólo a una estructura química,
sino también física y mecánica; que puede definirse con cierta facilidad y arriba a
otra final, también bastante clara y diferente; para el conocedor y estudioso de
tan apasionante asunto; a saber:
La primera situación, en todas sus posibles mixturas, tiene por
fundamento una arcilla nueva (silicato doble de aluminio y potasio hidratado),
cargada de otras bases, además del potasio; y ofreciendo el hierro en bajas
oxidaciones. Es neutra (pH.7) o ligeramente alcalina (poco + de pH 7), de color
variable, ligeramente gris parduzco o gris, variando al pardo franco, hasta el casi
negro; según y por lo general, de acuerdo a su contenido de materia orgánica
descompuesta o "humus", con el que se hubiere complementado. Se ofrece,
también, de fácil y suave "floculación" o coagulado, al reposar, bajar su
humedad o secarse, y en presencia del Calcio. De modo que, mezclada con los
coloides orgánicos del humus y englobando a los cristales o granos de arena
silícea y de sus micas (laminillas negras o doradas, constituidas por silicatos
muy complejos y duros de descomponer, que acompañan a los granos silíceos),
además de al limo (arenilla muy fina), forma, con todo ello, grumos, como las
migajas del pan, por lo que se dice que adquiere la "estructura de migajón":
permeable, absorbente, y filtrante, del agua y del aire; haciendo posible
constituir, de tal modo, los mejores y más fértiles suelos agrícolas.
Cuando la fuerte y constante acción del intemperismo o también la simple
pero intensa y prolongada del agua, se ejercen sobre la dicha arcilla original,
ésta se degrada progresivamente. Pierde las bases cercanas, especialmente el
Calcio, por lo cual va disipando, de modo progresivo, su facultad de flocular
elástica y suavemente, de formar "migajón"; paralelamente, el humus se oxida,
'quema' o 'combustiona'. Al continuar el proceso, va perdiendo, también, disuelto
y percolado, el potasio; mientras el Aluminio, de su propia composición, queda
libre en el suelo, como sesquióxido hidratado, de floculación muy dura cuando

410
seco. El Hierro que tiene, entre combinado y mezclado, en múltiples formas, se
sobre oxida y acentúa un intenso color rojo característico; el silicio pierde su
condición de integrante de silicatos de las arcillas y pasa a quedar como bióxido
de Silicio o anhídrido silícico, que flocula amorfo, endureciendo muy fuertemente
al secar, a modo de lo que sucede estructuralmente en el vidrio.
Todo lo anterior, da lugar a una presentación muy dura, casi vítrea o
rocosa y de color rojo muy intenso. Por ello se ha dado en llamar, al proceso: "La
Laterización" de los suelos (de "laterita", del latín: later = ladrillo). "Que se
vuelven como ladrillos". De color rojo intenso, como está dicho, y de consistencia
vítrea o semi pétrea, cuando secos.120 Y, por demás resbalosos y ligosos,
cuando llegan a humedecerse (poniéndose 'como chocolate derretido'). Por lo
general, son casi impenetrables al agua, al aire, y por supuesto, a las raíces.
Así pues, el subsuelo de nuestra chacra de El Valle, era en gran medida,
una "laterita"; de consistencia pétreo vítrea o vítreo rocosa.121 Los lugareños
consideraban, a estos subsuelos, como que 'eran de piedra'; pues así les
parecían cuando intentaban, en seco, clavarles picos o usar la lampa en ellos. El
proceso de mejoramiento, tuvo que ser necesariamente largo y muy empeñoso.
Se trataba de dar marcha atrás; o de ir a contramarcha, de su avanzada
involución laterízante, anterior, o venida de inicio. Había que ablandar su textura,
restituir bases y reconstituir y aportar coloides; en importante medida. De modo
especial en el subsuelo; comenzando por el suelo para, de modo indirecto,
favorecerlo por "percolación":
Para el dicho fin, utilizamos varios e importantes recursos:
Riegos abundantes y profundos; remojando bien el suelo, por supuesto, y
el subsuelo, al percolar el agua de riego del horizonte superior al saturarse; la
cual, además, portaba bases en solución, arcilla y humus coloidales, y hasta
limo fino; en suspensión, llevados desde los terrenos exteriores a la huerta, por
donde pasaba la dicha acequia regadora; y también del suelo hortícola mismo.
Agréguese, los dispositivos especiales de riego, de los muritos circulares
alrededor de las plantas, para empozar algo de agua adicional y también los
pocitos laterales e individuales, más profundos, cerca de cada árbol, para hacer
durar y penetrar más el agua; y a los que siempre añadíamos una porción

120
En los ladrillos, por la acción del intenso calentamiento que se les aplica en su fabricación, la
arcilla que es su principal componente, en el barro inicial, se desintegra; y su sílice coloidal, con
la sílice (SiO2) cristalizada de los granos de arena, se funde y luego se solidifica amorfa, como
en el vidrio, acompañada del aluminio y del hierro, que se super oxidan y deshidratan, en
especial éste, al contacto con el aire, en proceso muy favorecido por el calor. Por su lado, las
bases, salidas de la arcilla, quedan en forma de óxidos y no gravitan mayormente en su
consistencia y aspecto; pero sí, en el color rojo, el Fierro. Muy parecidos, su color y estructura
vítreo rocosa, con el comentado proceso de "laterización" natural de los suelos.
121
El vidrio no es sino arena silícea, o sea de sílice (Si O2 o anhidrido silícico), predominante y
cristalizada, pero presentada inicialmente en cristales fragmentados, que ha sido fundida a
elevada temperatura y enfriada luego rápidamente, solidificando en una estructura amorfa,
llamada "vítrea".

411
especial de la materia orgánica en descomposición expresamente preparada
(fuente de humus), y de fertilizantes minerales y químicos (cargados de bases,
adicionales a los otros aportes)...
A propósito de lo último, la aplicación de materia orgánica e
indirectamente del humus que le es consustancial, aparte de lo significado por la
acción, singular y directa al respecto --en algunas de las melgas o tablas de la
huerta--, del trébol y de la alfalfa, reconocidas que son, como pastos de la familia
de las leguminosas, la utilización de la segunda forrajera, como "abono verde", y
de los restos de las raíces y hojas muertas, aportados, en general y
constantemente, por todas las otras plantas del predio; incorporamos,
masivamente, el ya mencionado estiércol, bien descompuesto ("compost");
adicionado de una adecuada cantidad y mezcla, de fertilizantes, químicos y
minerales, de los comunes en primer lugar; tales la Úrea; el Sulfato y el Nitrato
de Amonio; el Cloruro, el Sulfato, y el Nitrato de Potasio; y los Fosfatos y
Superfosfatos de Calcio; como agregado aporte de varios de los conocidos y
denominados comúnmente "elementos mayores " e importantes "bases"
(Nitrógeno, Fósforo, Potasio, Calcio, Azufre); y de los que son llamados
"elementos menores", los cuales se aplican en muy pequeñas cantidades –casi
infinitesimales, sin dejar por ello de ser importantísimos-- y bajo forma de
diversos compuestos químicos (sulfatos de cobre, manganeso, zinc, y cobalto;
biborato de sodio, etc.).122
El estiércol descompuesto, lo conseguíamos en las haciendas, vecinas
entre sí: "Mitopampa" y "San Roque". Ubicadas muy cerca de la ciudad de
Huánuco; a la salida por la carretera a Pucallpa. Eran propiedad de dos nuestras
muy amigas familias 'dobles' (Ruiz Gonzales y Gonzales Ruiz). Y, especialmente
amigo, era el miembro de la segunda, hijo del propietario titular y su principal
apoyo: Roque ("Roquecito"). Allí, igualmente en ambos fundos, el guano
provenía, abundante, de las deyecciones de las yuntas de bueyes que movían
los rudimentarios "trapiches" con los que se molían las cañas de azúcar, para
extraerles el jugo con el que, por fermentación, se elaboraba el aguardiente, de
popular consumo en las serranías de Huánuco. Pudriéndose el bovino estiércol,
mezclado con el "bagacillo" –"bagazo" menudo que quedaba como residuo de la

122
Seudo teóricos, ciegos fundamentalistas del naturismo y la ecología, muy en boga hoy,
satanizan el "uso de químicos" en la agricultura. Pero, como posición extrema, ella resulta
errónea y hasta ridícula. Es claro que hay que procurar no utilizar, en lo posible, plaguicidas
tóxicos (como los fosforados, clorados, arsenicales, y nicotínicos), en cambio sí, básicamente,
abonos orgánicos –"la materia orgánica, el humus, es el mejor abono y componedor universal de
todos los defectos de los suelos"--; pero casi siempre, se hace necesario completarlos con
algunos productos minerales y químicos. Baste decir que si no se utilizara abonos químicos
nitrogenados, la Humanidad se moriría de hambre. Si al ser humano, por ejemplo, se lo llevara al
extremo de "no usar químicos"… ¡no debería (?) consumir, en su alimentación, sal refinada y
yodada, que es química!... ¿Y el "bocio"?... Ni el ganado sal integrada además con minerales
mayores (Calcio, Fósforo, Hierro, etc.), ni con elementos químicos menores, además de
nutritivos, vermífugos y antiparasitarios (Cobre, Yodo, Azufre, etc.)… Tampoco a las plantas se
les podría reforzar sus abonos orgánicos, con elementos químicos y minerales, mayores y
menores, que funcionan como verdaderos insecticidas y fungicidas sistémicos, en semejante
papel... ¡Todo ello constituiría un gigantesco absurdo!

412
molienda, ya que el mayor servía de combustible--, formaban enormes
montones, casi montañas, verdaderas "composteras", que invitaban a su
aprovechamiento.
Roquecito y sus primos, nos permitían --y hasta cordialmente nos
invitaban-- cargar la tolva de nuestra camioneta, cada vez que pasábamos hacia
El Valle, o a los camiones que tuviéramos a bien contratar especialmente,
cuantas veces quisiéramos.
Con tan bello motivo, nosotros aprovechábamos la generosa oferta y
cargábamos inmensas cantidades de tan maravilloso elemento de fertilización
orgánica de los suelos.
Llevado a la huerta y antes de aplicarlo, lo mezclábamos con los
productos que aportaban los elementos mayores: Nitrógeno, bajo la forma de
Úrea (con más de 40% de N.), cuando disponíamos de ella en la tienda; de lo
contrario la reemplazábamos, en proporción adecuada, con los menos ricos,
Sulfato o Nitrato de Amonio; se trataba de elevar el contenido nitrogenado del
guano descompuesto de vacuno, que venía con un aproximado de 2%, y llevarlo
a 3 ó 5 %. El Potasio, lo aportábamos en forma de nitrato, cloruro o sulfato,
según disponibilidades y para elevar, a proporción semejante, el porcentaje
original en el Guano; del mismo modo, lo hacíamos con el Fósforo y el Calcio,
que llegaban en forma de fosfatos, mono, di, o tri cálcicos. Todo se mezclaba
muy bien con el estiércol.
Al final, se agregaban los elementos menores, para aplicar una cantidad
aproximada de 1 kg. x Ha. de cada uno de los compuestos (sulfatos, de cobre,
zinc, cobalto, manganeso, y biborato de sodio), totalizando unos 5 Kg. Y, para
hacer aceptablemente uniforme la mixtura de los elementos menores con los
mayores y con las grandes masas del estiércol o guano de corral bien
descompuesto, se los mezclaba, primero entre ellos, y luego con una buena
cantidad de los fosfatos, para después hacerlo con el resto y con los otros
elementos mayores (menos los nitrogenados que se debían mezclar y aplicar
por cuerda separada). Finalizando así el proceso, con la aplicación del abono
completo: orgánico en humus, con los dichos elementos mayores y menores, y
de inmediato, con el o los nitrogenados a emplear, en cada lote, en las labores
de abonamiento ya explicadas. Estaría casi demás decir, que al estiércol traído
del exterior, se sumaba el producido por nuestros animales domésticos (cerdos,
gallinas, patos, y hasta palomas); y toda materia orgánica desmenuzable que
podíamos conseguir.
Al poco tiempo, se notaban los resultados: ¡Extraordinarios!
Las plantas en cultivo, producían en inusual abundancia e insuperable
calidad, las mejores frutas y verduras que pudiera imaginarse…Y se dio,
además, una situación de gran interés agronómico y fitopatológico: Bien
cultivadas, abonadas y regadas, podadas y espaciadas, la población vegetal
productiva, además de mejor nutridas y de mayor rendimiento, se hicieron más
resistentes a toda suerte de plagas y enfermedades –obedeciendo a semejantes
principios a los que constatara en mi ya narrada anterior experiencia, en el

413
Ministerio de Agricultura, sobre las afecciones parasitarias e infecciosas del
ganado--, de modo que, a poco, no precisamos emplear plaguicidas químicos. A
la vez que, la mayor resistencia de las plantas cultivadas mejor nutridas, daba
tiempo a desarrollar y multiplicarse prodigiosamente a los enemigos naturales de
las plagas: otras especies de insectos, en particular pequeñas avispas y
moscas, que alimentan a sus propias crías desovando en las larvas plagosas,
aniquilándolas de ese modo; también algunos coleópteros, como las llamadas
"mariquitas" (pequeñas, redonditas y de color rojo vivo), cuyas larvas aniquilan a
los pulgones. Por su parte, los elementos menores, llegados, aunque fuere en
cantidades casi infinitesimales, a los humores orgánicos, líquidos interiores, o
jugos de las plantas, como ocurre, de semejante modo, en la sangre y sueros de
los animales, contrariaban el desarrollo y multiplicación de las bacterias y de los
hongos infecciosos y de los insectos y vermes endo y ecto parásitos.
La Casa-Huerta de "El Valle", se constituyó así en un lugar de
indescriptible belleza y encanto; de inefables momentos familiares de bucólicos
placeres y alegrías. A la par que 'Campo Experimental', incomparable para la
"E.T.A.".
Pero, así como: "No hay mal que por bien no venga"…"No hay bien
que no traiga contratiempos". Hecha conocida y pasada la voz de la
seducción del lugar, no faltó en Huánuco gente amiga y familiares que
comenzaron a visitarnos, en creciente número y con alarmante frecuencia...
Para pasear, descansar a gusto, comer bien a cordial invitación; y regresar
cargados de frutas y verduras de primera calidad. Nuestros descansos y
privacidad familiar comenzaron a afectarse. Pero terminamos por amoldarnos
con cierto generoso estoicismo: Dora, en particular, los atendía 'socialmente' –
ella siempre fue muy cordial, amiguera y sociable--; yo con frecuencia me "hacía
el sueco"; con la excusa de 'tener que trabajar en la huerta'; pero, al fin y al
cabo, nos agradaba también el trato con algunos de los buenos amigos y
familiares; así como obsequiar, orgullosos, los productos de nuestros trabajos en
la tan querida huerta…Productos que, por otra parte, habríamos de constatarlo
con alguna tristeza, no se vendían fácilmente en el incipiente o rudimentario
mercado huanuqueño. Más útil nos resultaba, este hortelano escenario, como el
dicho 'Campo Experimental' de nuestro negocio.
-----
Podría sorprender que me alcanzara el tiempo para desarrollar la múltiple
actividad de mi persona, que realizaba en Huánuco por los tiempos que refiero y
que vengo describiendo. Sin embargo, puedo explicarlo:
En primer lugar, la ayuda, excepcional de mi queridísima esposa Dora.
Ella, en realidad, era el alma de nuestro negocio y la administradora ejemplar del
hogar común; así como invalorable apoyo en la conducción de la casa huerta.
Para lo primero, se ayudaba con unas magníficas empleadas, de toda confianza
y que eran, además, sus "ahijaditas", aparte de los obreros auxiliares necesarios
y de nuestra camioneta que ella manejaba con gran destreza. En la casa, la
cocinera y el ama, eran otras maravillosas ahijaditas, con quienes se quería

414
mucho y, por añadidura, mi suegra la ayudaba de un muy acomedido modo,
para el que no encuentro manera de describirlo y calificarlo, en justo y merecido
elogio. Y, en cuanto a la huerta, en la que había un guardián-capataz y se
contrataban algunos peones eventuales, Dora, en unión de mi suegra, además
de excelente ama de casa y eximia cocinera ella, chacarera de alma, corazón y
vida… ¡qué no hacían, juntas y por separado, para ayudarme y hasta para
sustituirme cuando era preciso!
En mi oficina del Ministerio, yo disponía de 4 subalternos, uno de los
cuales hacía de secretario y los otros de asistentes ganaderos y
veterinarios…¡Excelentes colaboradores! Y contaba, además, con una
camioneta para el servicio oficial.
Viene al caso señalar, además, que la vida y el trabajo en Huánuco,
contaban con una especial ventaja adicional, relacionada con la economía de
tiempo y esfuerzos: Aparte de su clima excepcionalmente benigno, en una
ciudad relativamente pequeña o mediana, como Huánuco, casi todos los lugares
que uno pudiera precisar visita, para alguna gestión laboral o con fines
meramente personales: Oficinas de trabajo, Prefectura, Municipalidad, Corte de
Justicia, Correos y Teléfonos, cines, hoteles, restaurantes, tiendas y Mercado,
boticas, Hospital, notarías, oficinas y consultorios de abogados, médicos y
dentistas, Cuartel de la Guardia Civil, oficinas públicas en general, y todos los
etcéteras, estaban ubicados, casi sin excepción, a no más de seis cuadras a la
redonda de la Plaza de Armas o 'Corazón de la Ciudad'. Y la gente que uno
tenía que tratar, eran familiares o amigos; prácticamente, el pueblo en su
integridad, parecía una gran familia; la cordialidad y la ayuda afectuosa, eran
casi generales; la ropa ligera e informal. Las gestiones se podían realizar a pie y
muy rápidamente… ¡Qué diferencias! con el tiempo que se pierde en Lima, por
ejemplo, en movilidad, compromisos, y cambios de vestimentas; además de las
demoras en las 'atenciones' (?) burocráticas y en las colas interminables.
Yo he sabido siempre, escoger personas, distribuir trabajos, y organizar
equipos humanos; más si ayudado tan bien por Dora y sin practicar una
exagerada 'sociabilidad', se comprende cómo pude desenvolverme con
eficiencia… y sin atarantamientos por falta de tiempo.
El negocio, siguió, de tal modo, prosperando, 'levantándose como
espuma'.
En cuanto al café, venía resultando enorme el volumen de nuestras
compras en Huánuco y de las correspondientes remesas a Lima. El Sr. Lentz, ya
no se daba abasto para financiar la totalidad de sus operaciones con nosotros. Y
coincidentemente, por esos días, un señor de apellido Hasted, quien tenía en
Lima un negocio al por mayor de tostaduría de café e interesado especialmente
en el llamado "café corriente", en sus dos formas, el seco con todo su fruto o
"cereza seco", y el pelado o "corriente pilado", se contactó con nosotros, para
proponernos trabajar con él, en forma parecida a la que practicábamos con
nuestro primer comprador y sin importarle que siguiéramos con él…

415
Consideramos un deber ético consultar la aceptación con el señor Lentz,
con la salvedad de reservar, para él, la preferencia en nuestras operaciones.
Caballerosamente aceptó. Y así… siguió creciendo el negocio.
Mas, al poco tiempo, recibimos otra llamada. Esta vez del señor Juan
Lanfranco Monier, excelente caballero, lamentablemente ya fallecido. Era,
además de buena persona, de las que se conocen como muy pudientes,
prospero y afortunado empresario; tenía una gran hacienda en Chanchamayo y
una importante oficina en Lima; era uno de los más grandes exportadores de
café del Perú y negociaba también en la importación y exportación de maderas
(posibilidad dada por las diferencias entre las maderas extranjeras y las
peruanas). Juan Lanfranco, además, había sido compañero de colegio de mi
hermano mayor Daniel. Quería establecer relaciones comerciales con nosotros,
animado además por las buenas referencias nuestras que había podido
recoger…
Volvimos a consultar con el señor Lentz la nueva situación, quien al
parecer, sea por razones de salud o de su ancianidad sobreviniente, estaba ya
'frenando' sus negocios, por lo que ahora, más fácilmente todavía, dio también
su consentimiento.
De tal modo, sumando las operaciones con Lanfranco, nuestro negocio
experimentó un adicional y vigoroso impulso. Al poco tiempo, vimos que se
hacía necesario un nuevo y amplio local, por lo menos para los fines de trabajar
con el café.
Simultáneamente, percibimos que en lugar de enviar a Lima el producto
con cáscara original o "pergamino", que equivale éste aproximadamente al 18%
del peso total, nos resultaría más económico y ventajoso, enviarlo "pilado" o
pelado, pulido y seleccionado.
Nuestro nuevo socio comprador, concordando con nosotros, propuso
ayudarnos en el financiamiento para comprar un terreno y construir un moderno
y cómodo Edificio Comercial, con una Planta Industrial de Beneficio de Café, que
incluyera el pilado, pulido y selección del grano, oficinas, tienda para ventas al
por mayor, depósitos, espacio y piso encementado para secar el café que
pudiera llegar húmedo (nada se prestaba mejor para ello que el clima seco y
soleado de Huánuco), estacionamiento para camiones y otros vehículos, casas,
habitación para los conductores del negocio y para el alojamiento de posibles
huéspedes, etc.
Así compramos, en el Jirón Crespo Castillo, a menos de dos cuadras de
la Plaza de Armas de Huánuco, más de 1.000 m2 del terreno que había sido
parte de una vieja casa con huerta, ya por abandonar y que pertenecía a la
familia de apellido Ampudia, de cuyos integrantes, dos jóvenes féminas, eran
antiguas amigas de Dora.
Sobre la dicha base y con los planos que Juan Lanfranco hizo
confeccionar con un buen arquitecto de Lima, levantamos la edificación
¡Magnífica la obra!

416
Fue ejecutada bajo la dirección inmediata de un prestigiado y experto
maestro de obras de Huánuco, de apellido Chocos, con mi constante y
minuciosa supervisión y dirección superior. Tomé con inmenso cariño el
empeño. Hasta hoy queda como testimonio concreto y casi monumental --
perdónese la inmodestia, en aras de nuestro entusiasmo constructivo--, éste,
uno de los mejores que nos sería dable ofrecer, de nuestro paso existencial por
las tan bellas tierras de "La Perla del Huallaga".
Desde los cimientos y por las calidades de los materiales utilizados,
conferimos a la obra una singular solidez, belleza y elegancia; además de su
extraordinaria funcionalidad o práctica utilidad.
El hermoso cerco perimétrico y la parte industrial, fueron hechos con
ladrillos a "cara vista". La parte de oficinas y viviendas, enlucidas y pintadas de
un bello color durazno, con los ribetes de puertas y ventanas de blanco. El
portón de entrada, plateado, era metálico, de marcos de tuberías soldadas y
malla de gruesos alambres. A sus dos pilares, para conferir al conjunto algún
tono de peruanidad, les dimos la apariencia de construidos con piedras al estilo
incaico.123
En el sector propiamente industrial, hubimos de colocarle un gran techado
de madera y planchas de calamina. Pero las vigas requerían cubrir una amplia
luz y las maderas comerciales de la Selva de Huánuco no tenían el largo
suficiente; las precisábamos de 14 pies, como mínimo. Lanfranco realizó una
importación especial de pino Oregón para las dimensiones necesitadas y así
resolvimos el problema. En este punto, el maestro Chocos tuvo ocasión de
demostrar su extraordinaria habilidad; como suele presentarse en artesanos
peruanos, cuyas destrezas nos enorgullecen a veces tanto:
Se trataba de subir, colocar y fijar, las largas y fuertes vigas transversales
de madera, sobre las altas columnas verticales de concreto armado. Para ello,
éstas últimas, ofrecían, de construcción y en su cumbre, unos largos pernos, en
los que debían encajar los agujeros hechos, previamente y con berbiquí, en las
vigas de madera. Con la viga en el suelo, se tenía que marcar, exactamente, el
lugar del orificio; taladrar y elevar luego, cada madero, para encajarlo, ajustado,
en el perno de la parte superior de la columna… ¡Lo hacía con asombrosa
precisión matemática!

123
Nos hubiera gustado –como pudimos hacerlo en nuestra casa de El Valle-- dar a toda la
construcción un sello más peruano todavía y no tan casi exclusivamente funcional y moderno,
como fue en realidad; pero mis conocimientos y aptitudes para el diseño arquitectónico no daban
para tanto. Y, en el ámbito nacional, por desgracia, los arquitectos, ya desde entonces, se
habían entregado o rendido, en cuanto al modo de construir, a un "modernismo", de alcance
"globalizado". Sumándose la rendición general de nuestra 'cultura artística' (?), al Individualismo
Egocéntrico, propio del Sistema Liberal imperante; así como la condescendencia o acuerdo, con
los consecuentes y desordenados "gustos", de los clientes… ¡Lejos los tiempos, de principios del
siglo XX, en que los arquitectos Marquina, Malakowski, y seguidores, por ejemplo, intentaron y
consiguieron, en importante medida, difundir estilos de indudable valor arquitectónico y de
personalidad nítidamente peruanos!... Pero no se han vuelto a repetir, a continuar, ni menos a
desarrollar, tales meritorios esfuerzos.

417
Una vez techada el área requerida, se encementó su piso, así como la
superficie para el secado del café a cielo descubierto. Se tomó la precaución de
cimentar bien las bases para la instalación de la maquinaria propia del proceso
industrial: un poderoso y moderno motor a petróleo, las piladoras y pulidoras
mecánicas, las fajas de selección y las transportadoras, dispositivos de
ensacado y cocido de sacos, etc. Se hizo una poza de recepción del café en
pergamino por procesar, el cual, por un sistema de "canjilones", era elevado
hacia las máquinas, para el inicio del proceso propiamente dicho.
Para la instalación de las maquinarias, Lanfranco envió a un técnico de
Lima, quien estuvo algunos días con nosotros y dejó en su marcha normal a la
Planta.
En cuanto a la parte de las oficinas y viviendas, el edificio se ofrecía de
dos plantas, con un techo plano superior impermeabilizado, que hacia arriba
servía de piso a una terraza con barandas. En el primer piso, hacia la calle,
había dos puertas y una gran ventana, en la fachada propiamente dicha o
principal, que seguía a continuación del portón de la Planta ya descrito. La
ventana era de gran tamaño y servía también de vitrina de exhibición de las
mercaderías y objetos en venta más vistosos y llamativos del negocio; la puerta
a continuación, era amplia y daba ingreso principal al sector comercial; y, la
última puerta, constituía la entrada al segundo piso, donde se ubicaba la
vivienda principal; era de fierro con vidrios corrugados; la puerta anterior y la
ventana, se cerraban con cubiertas de hierro enrollable; y, todas, como el portón,
fueron pintadas de plateado.
En la parte superior de la fachada del primer piso, se pintó, con grandes
letras verdes el nombre de la firma: "Establecimiento Técnico Agropecuario" --
para las ventas al por menor, quedaba siempre la antigua tiendita— y, sobre el
portón, de modo parecido: "Planta de Beneficio de Café". Aparte de los vistosos
números municipales dorados, correspondientes a cada una de las puertas y al
portón.
El sector comercial comprendía una oficina de atenciones, recepciones,
despachos, y un amplio espacio para depósitos de corto plazo y exhibiciones de
las mercaderías en ventas al por mayor. La amoblamos y decoramos, con
bellos, sobrios y elegantes muebles, taquilleros, y mostradores, además de
equiparla con balanzas y otros implementos para el caso.
Una particularidad muy funcional de la oficina, fue que la pared que
lindaba con el interior de la Planta tenía, además de una puerta relativamente
pequeña de acceso a ésta, una forma curva y estaba calada por una estructura
de marcos amplios de fierro, pintados también de plateado, con vidrios
transparentes; de modo que permitía, cual puente de mando de un barco,
observar, desde la oficina, todo lo que podía suceder, en el ingreso a la Planta,
tanto por las visitas del exterior, como en las labores propias del personal y los
movimientos de materiales y mercaderías, en el amplio interior de las
instalaciones de la industria, cercadas éstas, con malla de alambre, sostenida
por esbeltos postes.

418
En el primer piso, también y por último, entre la Oficina y la Planta, quedó
un espacio que se aprovechó para llenarlo con el pequeño departamento para
huéspedes, que contaba con una salita-comedor, un dormitorio, un baño, y una
cocina. La salita-comedor, la usaría yo, algún tiempo después, como privadísimo
y placentero escritorio, donde me encerraría, muchas veces, a leer, con gran
deleite y tranquilidad, incontables páginas de las obras de Cicerón y otras
maravillas grecolatinas del cerebro humano… Sea dicho de paso, no con mucha
aprobación de Dora –¡tan activa ella!-- por esos mis escapes, de la rutina
comercial, hacia las altas cumbres de la intelectualidad más diletante…No
dejaba de preferir una mayor dedicación mía a las "pesadas del café" y a otras,
aunque prosaicas, más dinámicas y "productivas" labores comerciales… Al final,
yo siempre salía ganando… O –¡tan bondadosa ella!-- me dejaba que ganara.
En el segundo piso, estaba nuestra amplia casa habitación. Con todas las
comodidades, en dormitorios, baños, salas de recibo y de estar, departamento
de servicios domésticos, etc.; y con la mejor decoración y amoblado; para Dora,
para mí, y para nuestros hijitos… Nació Danielito, nuestro cuarto hijo, en el 59 y
Juan lanfranco fue padrino de su bautismo y del de la construcción… Así
resultamos doblemente compadres.
Terminando con la descripción del inmueble, diré que para su
construcción la habíamos diseñado, como resultaba lógico, inserta en un terreno
rectangular. Pero el que habíamos comprado, era algo irregular, dejaba un
pequeño excedente de unos 30 m2, a los que dimos acceso por una puertita
lateral, en el muro perimetral izquierdo, que colindaba con la casa vecina de don
Onlifornio Chiu. Allí construimos un corralito que pusimos a disposición de mi
querida suegra124 , para que criara sus pollos, actividad pecuaria en la que ponía
tanto deleite, como poca tecnología y pequeña escala de operaciones… Perdía
plata, por supuesto. Pero ella, hiperactiva y chacarera hasta la pepita del alma,
gozaba inmensamente...
En cierta ocasión alguien le dijo a mi suegro:
-- Don Guillermito, perdone la indiscreción, pero ¿por qué le fomenta
usted a su señora esa actividad, o mal negocio, en el que se agita tanto y pierde
plata?…
-- Porque ella disfruta mucho, se desahoga, física y espiritualmente, como
no tiene usted idea. Y después de atender a sus pollos, queda muy tranquila…
Además, toda la familia también queda muy tranquila. Reina una santa paz en
nuestro hogar. Sobradamente, vale la pena, el pequeño gasto de cubrir las
pérdidas del bendito "negocio"…
¡Cuanta sabiduría dan los años y las experiencias de la vida!

124
Dora, como santa mujer, quería muchísimo a su madre y yo había llegado a tomarle un gran
cariño a mi suegra. Cosa que pudiera parecer rara; pues resulta muy común hablar del repudio a
las madres políticas ¡Tremendo absurdo!... ¿No sería censurable, por desnaturalizada, la mujer
que no quisiera a su madre? ¿Y no es lógico que uno quiera al ser que ama el ser amado?... La
general idea contraria, no puede ocultar su torpeza de origen.

419
La Planta de Café y su edificio, significaron otro fuerte viento de popa a
nuestro próspero negocio. Cada vez mayores eran las cantidades de café de
primera clase, "lavado", pilado, pulido, y seleccionado, en sacos uniformes de 70
kilos, cosidos y marcados, que enviábamos a Lima, como producto de nuestra
labor comercial e industrial; ésta última, era la única en Huánuco.
El proceso de beneficio del café, dejaba como residuo, importantes
cantidades de la cáscara (pergamino), que obsequiábamos a la gente pobre,
que la pedía; para utilizarla de relleno de colchones y almohadas de modesta
factura, y como combustible auxiliar de la leña de uso doméstico humilde.
Nosotros mismos, empleamos una buena proporción, de este material orgánico,
en el mejoramiento de la tierra de nuestra huerta de El Valle; con grandes
resultados, al complementar el sistema de abonamiento que allí aplicábamos y
ya descrito.
Con el tiempo, la construcción cumplió varios otros objetivos adicionales,
pues por ley de la Economía, con nuestra prosperidad creciente, comenzaron a
llover muchas oportunidades de nuevos negocios: Iniciamos comercio con el
achiote, el palillo o azafrán, el kión, jengibre o ajo chino, con algo de maderas,
máquinas despulpadoras de café, semillas de cebada cervecera… y hasta con
distribución de cerveza (completábamos, en cierta medida, fletes de ida y
vuelta). Hubimos de rechazar numerosas tentadoras posibilidades pero que eran
ya muy fuera del giro de nuestra firma.
No entramos al rubro de camiones, al que nos hubiéramos inclinado por
las cargas que movíamos. Lanfranco nos hizo ver que mejor era trabajar con
agencias de transportes, como lo veníamos haciendo, que con camiones
propios. Con irrefutables razones decía: "No hay peor, ni más engañoso
negocio, que el de camionero". Sujeto a la más despiadada competencia; en un
país en el que hay tanta desocupación, cualquier desempleado que sabe
manejar –y lo sabe hasta quien ha sido "chulillo"--, se agencia un pequeño
capital para la cuota inicial del pago en letras de un vehículo, aunque sea
hipotecando la casa de su mamá; y luego, no cuenta sino "gasolina y aceite".
Nada, de su propio trabajo, de esclavo de sí mismo; ni de ayudantes y
cargadores; ni de la reposición del capital; ni de los intereses del mismo; ni de
repuestos, ni de riesgos o seguros; mas mil etcéteras.
Es interesante observar el claro mandato de la Economía, con mayor
razón, bajo el Sistema Capitalista: "Todo negocio próspero, atrae más negocios.
En general, la plata llama a la plata; el capital convoca a más capital"... Siempre
que la tontería o el error humano no tuerza el camino espontáneo de las cosas...
Cuentan que en cierta ocasión, un inocente ciudadano preguntó al famoso
multimillonario J. D. Rockefeller:
-- Díganos Mr. Rockefeller, si se puede saber: ¿Cuál es su secreto para
poder ganar tanto dinero?
-- No hay ningún secreto… ¡Es lo más fácil y natural del mundo!
-- Pero si fuera así, todos seríamos millonarios…

420
-- No, es que: "El asunto está en formar los primeros 1,000 dólares, en
efectivo, para el capital inicial; por el ahorro u otros medios, lícitos por supuesto.
Lo demás viene prácticamente casi solo".
¡Cuánta verdad contiene el aserto! ¡Qué pocos capitalizan o construyen la
plataforma inicial! ¡Cuántos mal comienzan o desbaratan, con clamorosos
errores, sus iniciales posibilidades empresariales!
Nuestro próspero desarrollo en los negocios, hizo necesaria la
colaboración de algunos familiares, a la vez que pudimos darles cierta ayuda
económica. u oportunidad laboral. Especialmente a mi suegro y a un cuñado. El
primero había tenido que traspasar su botica. La competencia se había hecho
muy dura, desmejorando el negocio farmacéutico; adicionalmente, el papá de
Dora, había realizado, con muy mala fortuna, ciertos emprendimientos, en unión
de algunos de sus hijos, en los ramos de abarrotes, camiones (!), y hasta en un
fundo en la Selva. Pero fundamentalmente creo que fue la falta de la ayuda, a
tiempo completo, de su hija Dora, al casarse ella conmigo y quien había sido su
brazo derecho …No estábamos sino reparando el 'perjuicio'. Don Guillermo nos
ayudó muchísimo, pues era contador de profesión, conocía de negocios, estaba
muy bien vinculado en Huánuco, y como persona, muy serio, respetable y
singularmente respetado. Mi cuñado, como persona joven y vivaz, nos ayudaba
en muchos de los campos de acciones y gestiones concretas.
Otra vez, La Familia, en lugar de ser una carga, constituía una valiosa
ayuda.
-----
Desde que se inició el proceso claramente ascendente de nuestro
negocio, quise independizarme completamente de mi trabajo en el Ministerio de
Agricultura. No era que me desagradara esa labor; muy por el contrario, me
complacía sobremanera, pues estaba en todo concordante con mi entusiasta y
clara vocación profesional. Pero deseaba la completa independencia económica,
con la cual había soñado desde la más temprana edad. Aparte de que, con
frecuencia, se presentaban problemas, con la dirección centralizada y
desconocedora, desde Lima, de muchos de los problemas locales, en las dichas
actividades ministeriales. Y, sobre todo, no faltaban conflictos con los sucesivos
"jefes" que me tocaban…
En las dependencias públicas del país, se presentaban y se siguen
presentando, con incontable frecuencia, tiranteces y hasta conflictos, entre los
jefes y sus inmediatos subalternos. Por múltiples razones; pero principalmente,
por celos de "mandos" y por recelos de posibles "serruchadas de piso". La
jerarquía superior, suele sentir más segura su "autoridad" --hasta en los terrenos
de frecuentes y muy deleitadas arbitrariedades-- cuando el subalterno depende
del puesto. Si no existía tal dependencia, como era mi caso y así me sentía más
libre, las molestias 'jefecísticas' se incrementaban. Por ello, aparte del Ing.
Filomeno, quien era muy caballeroso, los que lo sucedieron, no dejaron de tener
conmigo 'encontronazos', que de tiempo en tiempo me mortificaban.

421
Dora me contenía en el propósito y la decisión consecuente. Pensaba y
creo que con razón suficiente, que si habíamos prosperado tanto, era en gran
medida, porque no solamente no gastábamos en nuestro sostenimiento, sino
que, todos los meses agregábamos algún ahorro al capital de la empresa.
Seguir así, el mismo sistema, si no imponía lo contrario alguna necesidad
ineludible, era lo mejor.
Pero de tiempo en tiempo, yo insistía en mi propósito…
Hasta que, cierto día, llegó a Huánuco mi gran amigo Alberto Vega Ayllón,
excompañero de promoción en La Molina y camarada de muchos viajes y
aventuras, de las cuales he narrado algunas. Trabajaba en el Banco de Fomento
Agropecuario o Banco Agrario, en el cual ocupaba un alto cargo en el
Departamento de Ganadería. Lo llevaba, a la bella "Ciudad de la Eterna
Primavera", la misión de dar asistencia al establecimiento allí de una Agencia del
Banco. Y, principalmente, la de contratar primero, para dicha dependencia, a un
posible Jefe, que debiera ser honesto, competente ingeniero agrónomo, y buen
conocedor de la región.
Me habló sobre la posibilidad de que yo fuera nombrado para el cargo. El
sueldo era más del doble del que recibía en el Ministerio y tendría el mando, en
la agencia de una institución, en la que se trabajaba con gran autonomía y yo no
sería subalterno directo de nadie. Vimos, en conjunto, que constituía, por
añadidura, una gran oportunidad de favorecer, más aún, a los pequeños y
medianos agricultores huanuqueños, en quienes se hacía así más real su
posibilidad de una superación tecnológica y económico social, por medio del
crédito; pues ningún avance en la tecnología puede hacerse viable, sin una
mayor inversión, debidamente financiada.
Me tocó, "en la pepita del alma", en el fondo de mis ardorosas e idealistas
emoción social y vocación profesional, de siempre. Y así me animé al cambio de
colocación. Dora, por supuesto, también se mostró conforme…
Pero habría –pensé-- una cierta incompatibilidad, o desconfianza por lo
menos, por el asunto de mi negocio. Con toda claridad se lo hice ver a Alberto,
pero al mismo tiempo, haciéndole notar que estaba a cargo de Dora y que, por
su buena organización y adecuado personal, prácticamente 'marchaba solo', con
respecto a mí; y que, por lo tanto, yo podría desempeñar el cargo "a tiempo
completo". De todos modos le pedí que consultara este asunto al Banco y vieran
si no lo consideraban un inconveniente insalvable. Así lo hizo y la respuesta fue
que no había ningún problema, siempre que yo cumpliera satisfactoriamente con
mis labores y obligaciones bancarias. Que, más bien, debería cumplirse un
trámite adicional: Consultar con el Ministerio de Agricultura si no se opondrían a
esta contratación, pues había un convenio, en el alto nivel, para no 'arrancharse'
a los mejores profesionales, superando ofertas en competencias entre sí;
práctica que en esos tiempos se estaba generalizando y había dado lugar a más
de un conflicto interinstitucional.
Aprovechando de un rápido viaje a Lima, me presenté ante el Ministro de
Agricultura, que entonces era el Dr. Alberto León, quien había sido nuestro

422
profesor de Zootecnia. Muy amplio y amable, dio su rápida aprobación,
aseverando que, como profesor de la Escuela que había sido, "su mayor
satisfacción era ver superarse y mejorar a la juventud profesional que había
contribuido a formar". Y Alberto me contó, en oportunidad posterior, que el
Banco había dado mucha importancia a la previsible honestidad del profesional
por contratar. Y así, un alto funcionario, le preguntó:
-- ¿Qué sabe usted de la honradez del Ing. Cubas?
-- Puedo decirle que lo conozco muy bien, pues somos amigos y hemos
sido compañeros de promoción en La Molina; siempre demostró una honestidad
sin tacha. Además, fue prestatario del Banco, hace pocos años; y no teniendo
suerte, por la mala política nacional de precios sobre la papa y otros productos
alimenticios, prácticamente perdió su negocio; pero, liquidando lo que pudo y por
rigurosas mensualidades, con parte de sus sueldos, en un puesto que consiguió
después, pagó hasta el último centavo de su deuda al Banco; como puede
observarse en nuestra contabilidad y que constituye un caso que nunca se había
visto hacer por nadie, ante nuestra institución. Aparte, puedo decirle que él es
hijo de quien fuera el notable y honestísimo Ing. Agr. Manuel E. Cubas
Verástegui, que varios de los más veteranos funcionarios del Banco han de
haber conocido; y usted sabe que "de tal palo tal astilla"…
-- ¡Suficiente!... Que lo contraten.
¡Si no valdrán la trayectoria honesta propia y la de los padres!
Así las cosas ingresé a trabajar en el Banco. Corría el año 1,955. Abrimos
una pequeña oficina en la primera cuadra (desde la Plaza de Armas) del Jirón
Leoncio Prado. Tenía una camioneta nueva para el servicio de campo y me
ayudaban, un empleado asistente de oficina y un conserje. Como se hacía
necesaria una asistencia legal, contratamos, a tiempo parcial, la del Dr. Rafael
de Noriega, quien tenía su estudio a media cuadra de nuestro local. Unos años
después, el Dr. Noriega, llegarías ser un excelente Director General de los
Registros Públicos, a los que levantó, desde un atraso increíble, hasta una
modernización ejemplar. Para las movilizaciones al campo, yo mismo manejaba
la camioneta y el Banco pagaba los gastos de gasolina, alojamientos y
alimentación. Estos últimos, eran presentados en cuentas hechas por el Perito –
que era yo--, tal como se realizaban.
En el Ministerio de Agricultura, los gastos de alojamiento y alimentación
de los técnicos, se llamaban "viáticos" y estaban sujetos a una endiablada
reglamentación; los pasajes o la gasolina, se comprobaban con los respectivos
boletos y recibos. En el Banco la cosa era mucho más simple, pero podría
tildarse de confiada en exceso. Cuando fui a Lima, a tomar oficialmente el cargo
y recibir las últimas instrucciones, pregunté al funcionario que me las dio:
-- Y, finalmente ¿cómo es eso de los gastos de alojamiento y
alimentación?
-- Muy sencillo: Ud. pasa la cuenta de lo que gasta, sea lo que realmente
sea, en cada viaje; y si no gasta nada, pues sencillamente no cobra nada.

423
-- Pero el Perito podría abusar de la autorización ¿No hay una norma o
Reglamento, como sucede en el Ministerio de Agricultura? ¿Ustedes no tienen
desconfianza?...
-- ¡De ninguna manera! El Banco no puede darse el lujo de desconfiar de
ninguno de sus empleados. Acá manejamos mucho dinero y todos tenemos que
ser muy honrados y confiables; sin siquiera sombra alguna de sospechas. Si
sólo sospecháramos de alguien, le pediríamos inmediatamente su renuncia o lo
despedimos ipso facto...
¡Qué sabia disposición administrativa, de ética institucional, y de norma
de trato al personal! Y no era la única. Como veremos después, hasta entonces
el Banco tenía varias otras dignas de mención, que explicaban el éxito que logró,
durante mucho tiempo, en el fomento del Agro nacional, hasta que bastardas
acciones habrían de arruinarlo posteriormente.
Trabajé con un enorme entusiasmo y el movimiento de la oficinita creció
prodigiosamente. Lo hice, casi siempre y hasta donde nos era posible, incluso
mejorándola mucho, la labor "en yunta" que siempre habíamos realizado con
Panchito López del SCIPA; ahora completando el servicio a los campesinos con
la Extensión Agrícola, el Servicio Veterinario, y la Asistencia Crediticia… ¡una
atención completa! No podía pedirse nada mejor en favor de tanta gente
humilde, sumida en la extrema miseria.
Mi empleado asistente se llamaba Ernesto Malatesta y era muy hábil,
honesto y leal. Pero tenía un defecto… ¡que no era poca cosa!... le gustaba el
trago... Los escanciaba con cierta frecuencia y en sintonía con sus 'amiguísimos'
de cantina…Pero lo hacía, generalmente, en horas fuera de oficina, donde era
muy importante, pues en mis continuas salidas al campo, él debía, además de
realizar sus labores propias de secretariado, abrir el local, atender al público, a
los prestatarios, y cerrarlo al fin de la jornada.
Cierta tarde y durante la noche subsiguiente, Malatesta, parecería que
"haciendo honor a su apellido" (en italiano: malatesta = mala cabeza), "se pasó
de copas"; y al día siguiente, cuando regresé de mis labores campestres, en una
jornada algo corta, encontré que la oficina no estaba abierta, a pesar de ser ya
bastante tarde para ello… Malatesta se había "pegado una tranca soberana" y
no pudo dar cuenta oportuna de su persona, ni de responsabilidad laboral
alguna. La falta era gravísima.
Cuando llegó, sin habérsele pasado completamente "los humos", se
mostró asustado, avergonzado, y sin saber qué decir…
-- Mire Malatesta --le dije-- Siéntese en mi sitio y yo me sentaré en el
suyo. Suponga –le expresé a continuación-- que los hechos se hubieran
producido exactamente iguales, pero a la inversa ¿Se da cuenta de la gravedad
de la falta? En la más estricta justicia ¿Qué sanción cree usted que
correspondería aplicar? Conteste a conciencia, y le prometo que no la agravaré,
ni un ápice, sobre lo que usted responda.

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-- Me debe usted despedir, ingeniero. Es lo justo. Pero sólo le pido que
me permita renunciar y que no se me curse la carta correspondiente, con
expresión de la causa… Ello me arruinaría para siempre, pues como joven
recién estoy comenzando una trayectoria laboral, la que, manchada tan
gravemente, me frenaría para siempre. Créame que estoy muy avergonzado y
profundamente arrepentido… En lo personal, a Ud., le pido mil disculpas… Si
proceden.
-- Pues, vea usted Malatesta –le respondí-- no solamente no lo despediré,
sino que no le aplicaré siquiera ningún otro castigo… Pero, con una sola
condición: A la primera que usted vuelva a emborracharse y hacer algo parecido
a lo que ha hecho ahora, no hablaremos una palabra más y me traerá su
renuncia irrevocable…
¡Santo remedio!
Una de las grandes satisfacciones que he experimentado en mi vida, fue
la de haber decidido, o la de haber podido contribuir, a la redención de una
persona. Lo cierto es que Malatesta no volvió a repetir más algo semejante a lo
que había hecho. Ni a dedicarse al trago, inclusive fuera de los horarios de
oficina. Quedó curado. Fue, desde entonces, un hombre de provecho y de gran
rectitud. Se caso con una buena muchacha y constituyó un armonioso hogar,
con unos encantadores hijitos. Ascendió en el Banco, honesta y merecidamente
–un tiempo de haber salido yo--, hasta elevadas posiciones. Lamentablemente,
años después, a relativa temprana edad, falleció de una trágica dolencia
terminal.
Al poco tiempo de funcionar nuestra pequeña oficina, se atiborró de
clientes y de trabajo. Hubimos de tomar entonces otro local más amplio; al
mismo tiempo que se nos ascendía de Agencia a Sucursal. Contratamos uno
hermoso y excelentemente ubicado, que era propiedad del Sr. Arturo Ramírez,
prominente empresario de la localidad. Tenía dos pisos amplios, con grandes y
seguras puertas y ventanas. Estaba situado en una de las esquinas de la Plaza
de Armas, formada por el cruce de los jirones Dos de Mayo y General Prado;
prácticamente vecino a la Prefectura y a la Catedral; a pocos pasos de las más
importantes dependencias públicas y lugares de reuniones cívicas y privadas de
mayor significación en Huánuco. Lo arreglamos y amoblamos adecuadamente,
dentro de una sobria elegancia.
En el nuevo local organizamos los ambientes necesarios para el caso y
tuvimos que contratar personal adicional. Ante esta situación, consulté a Lima
sobre el procedimiento a seguir en los nombramientos. El funcionario encargado
de los asuntos de Personal, me dijo:
-- Ud. busque y escoja, en ese medio, a lo mejor que pueda encontrar;
hace su propuesta y si no existe un motivo específico y válido de oposición, acá
ratificamos su decisión. Si algún contratado precisa de un entrenamiento
especial, Ud. se pone de acuerdo con nosotros sobre la forma de cubrir tal
necesidad. Así de sencillo.

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-- Francamente, le diré que me sorprende el singular procedimiento del
Banco, pues en el Ministerio de Agricultura y en todos los ministerios –en esos
tiempos, por lo menos--, el Ministro –aunque sólo fuere en las apariencias del
trámite y resultara, en realidad, el producto de indecibles "cubileteos"-- nombra
hasta el último conserje ¿No hay el temor de que los funcionarios de menor nivel
abusen de tal facultad y conviertan el asunto en motivo de favoritismos de muy
negativas consecuencias?…
-- No. Porque el personal que va a contratar en nombre del Banco, es el
que va a trabajar para ayudarlo a Ud. mismo, en sus propias labores; que muy
malas resultarían si ese personal no fuera eficiente y honesto. Ud. sería el
primero en "pagar el pato" de una mala elección… y no tendría derecho a
quejarse.
¡Otra de las sabias políticas del Banco Agrario de los primeros tiempos!
La mejor forma de desconcentrar (en lo funcional) y descentralizar (en lo
geográfico), es que todo nombramiento o contratación, de un personal de grado
inmediatamente inferior al de un determinado funcionario, se haga a propuesta
de éste mismo, con la seguida aprobación del inmediatamente superior, quien
solamente lo objeta en los casos de inconveniencias evidentes y, en tal
situación, exigiendo otras mejores propuestas.
Así las cosas, tomé al nuevo personal, adicional y necesario: Dos
señoritas secretarias; dos inspectores de campo, para supervisar estrechamente
los préstamos; un técnico para la radio, que se instaló al servicio de nuestras
comunicaciones con todas las dependencias del Banco; y, especialmente, a un
joven ingeniero agrónomo, para subjefe de la sucursal y asistente mío. Fue el
Ing. Agr. Guillermo Freyre Laos, quien era huanuqueño de nacimiento, agricultor
y ganadero práctico, además de profesional agrónomo; de honorable familia,
propietaria de los hermosos fundos: "Huachog" (q.: "Solitario"), situado en el
mismo valle de Huánuco, donde habría de construirse el aeropuerto y que
canjearon por el de "Huarapa" (palabra mestiza="donde hay jugo de caña
fermentado" o "huarapo"), ubicado en la zona "quechua", de la quebrada de
"Huancachupac" (q.: "Extremo pedregoso de grandes cantos rodados"). Sumado
este personal al que existía anteriormente, la Sucursal quedó suficientemente
dotada para un trabajo bancario, de oficina y campo, de gran eficiencia.
Nuestra Sucursal tomó un notable impulso e indudablemente
prestábamos un gran servicio al campesinado de Huánuco. Agregando: Bajo la
realmente sabia orientación que traía el Banco desde su fundación; un gran
"cariño a la camiseta", y una honestidad funcional sin tacha, emanados por
todos sus poros. Así progresábamos y laborábamos, muy contentos y
legítimamente orgullosos... Sobre todo lo pude experimentar durante los
primeros tiempos.
A poco, progresivamente y cada vez más, comenzaron a notarse,
empero, los efectos y estragos sobre la institución, de la labor de zapa –y hasta
de saqueo-- de los políticos inescrupulosos del país, especialmente durante los
períodos de gobierno de Odría y el segundo de Manuel Prado. Hasta que, años

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después, con la responsabilidad adicional del Apra y de Acción Popular, llevaron
al Banco a la ruina total. Con grave daño para el Agro peruano. En especial para
la mediana y la pequeña agricultura, los sectores más pobres del Perú.
Así, llegó un momento en el que comenzaron mis problemas:
Había un, más que agricultor, propietario pudiente (llamémosle, por
discreción, en posible favor de su descendencia: G.R.), quien no necesitaba
realmente del crédito del Banco Agrario, hecho para los agricultores pobres;
pues él disponía, en abundancia, si así lo quisiera, del de los bancos
comerciales. Pero siéndole más ventajoso, por más barato, el primer tipo de
préstamos, presentó su solicitud. Le hice ver que los préstamos de nuestro
banco eran para los más pobres y además dados con una finalidad agraria
concreta, para los cultivos o crianzas del fundo. Que, en su caso, no procedía la
operación.
-- No se preocupe –me dijo muy seguro--, Ud. haga el estudio no más, es
lo único que le pido, y yo me encargo de que en Lima aprueben el préstamo…
-- ¿Aunque sea con mi opinión desfavorable?
-- Aunque sea con su opinión desfavorable (!).
-- Sin embargo, debe Ud. saber que aun así fuera aprobado el préstamo
en Lima, lo que no creo, yo soy el que debe girar los cheques, por las sucesivas
partidas en que se divide el crédito… y si no firmo los cheques, no sale la plata.
-- Ud. haga el estudio y envíelo a Lima, es lo único que le pido, le repito, y
de lo demás, me encargo yo –replicó G.R., con cierta inocultable insolencia…
La seguridad del sujeto, derivaba de la "vara" que contaba con el
Sugerente de Créditos, G.K., uno de los primeros en rendirse a la corrupción,
claudicando de la encomiable trayectoria original del Banco y a quien el personal
de Lima apodaba "El Gato", por la apariencia de su faz, rememorante, con
llamativa claridad, a las de ese ingrato felino, y quien andaba muy "templado" de
la hija del tal G. R. Especialmente hermosa y atractiva ella, a quien, su zamarro
padre, tomando nota de la situación, la enviaba a cumplir las gestiones que
precisaban de un seductor anzuelo. Casi está demás decir que G.K., para
deleitar mejor a su libidinosa visual, cada vez que aparecía la tentadora
damisela, estiraba el pescuezo, de tal forma y manera, que acentuaba su gatuna
apariencia original, cual si se tratara del carnívoro bicho, oteando un sabroso
trozo de pescado.
Y, así, el préstamo salio aprobado, pese a mi opinión desfavorable, por
las maniobras y a los impulsos subgerenciales de Lima…
Llegados que fueron a mi oficina los documentos del caso, tal como lo
había anunciado, me negué a girar los cheques; pues no había gastos por hacer
en chacra, ni necesidad de fondos para alguno de ellos. Tanto G.R. como G.K.
se pusieron furiosos. Pero nada pudieron hacer. Aunque G. K., evidentemente,
"me marcó", desde aquella ocasión, como "hombre difícil"...
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Un tiempo después, vino otra prueba:
Un cierto personaje de Huánuco (H.P.R.), muy inescrupuloso él, por decir
lo menos, diputado en el gobierno de Odría, quiso 'agarrar' al Banco con un
préstamo fingido en sus finalidades. Ya era conocido por muchas 'hazañas' en
agravio del Bien Público. Vayan unos ejemplos:
Como diputado conseguía partidas presupuestales para obras públicas a
realizarse en Huánuco, en especial carreteras… y ellas eran construidas por una
empresa en sociedad anónima… ¡de su propiedad!
Otra vez, arrendó un fundo en Huánuco y para trabajarlo hizo que le
llevaran, prestado por más de dos meses y con flete gratis, un tractor, con su
tractorista e implementos, del Ministerio de Agricultura, del Departamento de
Junín (de la Estación Experimental de Concepción)… ¡Con toda desfachatez!
Un día, temprano, G.K. me llamó por teléfono desde Lima:
-- Vea usted Ing. Cubas, el Banco tiene interés en la posibilidad de
conceder un préstamo al Sr. H.P.R., cuya solicitud debe estar en poder de Ud.,
pues se la hemos remitido oportunamente por correo aéreo ¿En cuánto tiempo
podría Ud. enviar el informe?
-- Muy rápidamente ingeniero. El fundo queda a media hora de aquí, por
carretera y en camioneta. Ida y vuelta una hora. Más una de visita al terreno,
que es plano y de fácil acceso y una hora más en la elaboración del documento;
en total tres horas. De modo que, esta misma tarde, puedo colocar el sobre en la
agencia aérea y mañana, después del desayuno, puede tener Ud. el informe…
-- ¡Excelente! –Exclamó G.K., entusiasmado y al parecer olvidando la
"tirria" que ya había comenzado o tenerme-- ¡Así debieran ser todos los
funcionarios!...
Efectivamente, fui al predio, confeccioné el estudio, y lo despaché en la
tarde, para la salida del avión a la mañana siguiente muy temprano. En los
rubros: Opinión del Perito puse: Desfavorable. El solicitante no es agricultor; es
persona acaudalada y evidentemente utilizaría el dinero en finalidades distintas
a las promovidas por el Banco. Solvencia Moral: Mala. Es conocido como
político inescrupuloso…
En la mañana misma, a las pocas horas, recibí la llamada telefónica de
G.K. furioso:
-- ¡Oiga Ud. Cubas! ¿Qué es lo que ha hecho Ud.?
-- ¿Por qué ingeniero? –repliqué seráfico, casi como tomándole el pelo--
¿No ha recibido Ud. el informe?
-- Claro que sí, pero ¿no se da Ud. cuenta de que habiéndole dicho yo
que el Banco tenía interés en ese expediente, le estaba sugiriendo que debería
venir con opinión favorable?…
-- Pero es más justo y lógico que cada quien ponga la opinión que
honestamente tenga y no la que "le sugiera" nadie…

428
-- ¡No se haga pues Cubas! Venga mañana mismo.
Efectivamente, viajé de inmediato…
Me constituí en el Banco y más rápido que inmediatamente fui recibido
por el inefable subgerente…
-- ¡Oiga Cubas! Lo he llamado para recriminarlo personalmente; ya que no
es posible que un funcionario como Ud., se haga el tonto y "no entienda" la
clarísima sugerencia del Banco, en relación al expediente del Sr. H.P.R.
-- Perdone Ud. ingeniero, con todo respeto, pero lo que se me han dado
no son honestas "sugerencias", sino impropias indicaciones, por decir lo menos.
No he consignado solamente mi opinión, sino ella concuerda con verdaderas
situaciones concretas y clarísimas…
-- Ud. no tiene que andar con leguleyadas… sino hacer "lo que se le
dice"…
-- ¡Ah! ¡Qué bueno está eso! ¿De modo que Ud., quien es el realmente
interesado en la concesión del préstamo, no opina por escrito, ni firma nada; y
quiere conseguirse un zonzo que lo haga? ¿No le da vergüenza intentar
corromper así a los jóvenes profesionales, que empiezan su carrera y además
tirar por la borda los principios éticos del Banco, hasta ahora, institucionalmente
tan bien mantenidos?
-- ¡Oiga Ud.! ¿Qué significa esa insolencia? ¡No se olvide que yo soy el
Subgerente y Ud. es mi subalterno!
-- No hay ninguna insolencia, sino la Verdad y la defensa de lo Justo ¡Qué
bonito proceder el suyo! Presiona al ingeniero perito, para conseguir un informe
favorable; y luego, muy orondo, como quien lleva una bandeja, lo alcanza al
Directorio… ¡para que así lo apruebe, sobre esa base!... Y Ud., al medio, no se
compromete a nada, se lava las manos ¡Qué tal frescura!... Si Ud. cocina
mazamorras de mal gusto… ¡Se las come solo Ud. mismo!... Lo que pasa es
que aquí "hay gato encerrado"… --Olvidé, en ese momento, que al dicho
indeseable… ¡lo apodaban: "El Gato"! Tiré la puerta en gran estrépito y, al
mismo tiempo, con todas sus letras, lo mandé a "donde se fue Padilla".
Acto seguido, bajé al primer piso donde funcionaba un "pool" de
secretarias y tenía varias amigas. A la más amable de ellas, le dije:
-- Señorita, le voy a dictar una breve carta, que le ruego mecanografiar lo
más rápido posible, porque acabo de tener un lío de padre y señor mío con "El
Gato" y antes de que me bote malamente, por escrito, debo adelantar una
renuncia decente…
-- Con todo gusto, pero ¡no renuncie! –me contestó muy cordial y la dejé
escribiendo; mientras solicité y me fue concedida de inmediato, una entrevista
con el Presidente del Directorio…
Ocupaba a la sazón, ese elevado cargo, el Dr. Emilio Foley, una
excelente persona y funcionario del Banco, quien había sido siempre muy

429
correcto y amable conmigo, haciendo notar una clara deferencia hacia mi
modesta persona. Yo le correspondía con creces el aprecio.
-- He venido doctor –le dije— no a quejarme, sino a despedirme, pues
acabo de tener un gravísimo altercado con el Ing. G.K. y comprendo muy bien
que siendo yo el subalterno, el Banco tiene que darle la razón al superior
jerárquico. Pero temiendo que me despida en mala forma y por escrito, he
dejado redactada y copiándola, mi renuncia, la que espero se adelante a
cualquier mala acción en mi agravio. Vengo a pedirle que se acepte mi renuncia,
que no se me despida. Y, especialmente, para agradecerle a Ud. todas sus
deferencias y permanentes muestras de aprecio hacia mi persona, que yo
retorno con creces…
-- A ver, cuente: ¿qué ha pasado?
Puesto en autos, dijo:
-- Mire Ud. Ing. Cubas ¿Ha venido con la camioneta?
-- Sí doctor…
-- Bien, estamos en verano. Y debe Ud. tranquilizarse. Váyase unos
cuatro días a la playa… y regrese después para hablar conmigo…
El día del regreso, ya en su despacho, me dijo:
-- Regrese Ud. a su sede y aquí no ha pasado nada…
-- Pero ¿Cómo puede ser?
-- Mire ingeniero, el Banco necesitaría muchos hombres honrados y con
coraje como usted. Regrese, con todo mi respaldo y no hablemos de despidos ni
renuncias…
-- ¿Pero la situación del Ing. G.K. cómo queda? ¿Y mis relaciones con él?
-- ¡A ese viejo tonto déjelo de mi cuenta!
Nunca volvieron los problemas con "El Gato", quien con toda
desvergüenza se tragó en silencio su humillación; no se metió más conmigo…
Por desgracia, poco tiempo después, Foley murió trágicamente en un
accidente de aviación, durante un viaje al Brasil en ejercicio de sus funciones
¡Lamentable pérdida para el Perú y para el Banco!
-----
Ocurrió en otra ocasión, al margen ya de gatunas intervenciones, un
nuevo incidente, que volvió a nublar la apacible tranquilidad de mis actividades
bancarias huanuqueñas:
Resultó que un grupo de connotados y aristocráticos ciudadanos, del
primaveral escenario de nuestro existencial devenir, incubaron la 'luminosa' idea
de "tirarse" un terreno, perteneciente al Ministerio de Educación –seguramente
reservado para construir algún colegio al servicio del más modesto 'populorum'--,
con la finalidad de poder construir allí… ¡Nada menos!... que un nuevo local

430
social para el "Club Central Huánuco", destinado a los delicados y graciosos
esparcimientos de la 'rancia' (?) sociedad local.
Y con tan bello como cínico motivo, se organizaron para gestionar, con
franelera metodología, que el tiránico gobierno de Odría, cediendo a la
adulación, emitiera un decreto… ¡transfiriendo, el destino del terreno, de la
Enseñanza popular, a la frívola sociabilidad aristocrática local!...
Hicieron confeccionar, muy orondos, una grande y vistosa "Tarjeta de
Oro", en homenaje al tirano, entonces Presidente de la República,
"constitucionalizado", por obra de artificiosos manejos politiqueros, el General
Manuel A. Odría. La dicha tarjeta ofrecía, en caligrafía artísticamente grabada,
increíbles ditirambos, en homenaje de tan singular 'guerrero' y 'estadista'; frutos
de las más primitivas producciones hortelanas, de los seudo edenes adulatorios
imaginables en el Perú.
Muy orondos los "sobones" integrantes de la organización –corteses,
hasta melifluos siempre, alternándose en grupos pequeños, para lo que
consideraban una tarea meritoria (?)--, se presentaban a las oficinas y domicilios
de los predecibles "puntos"; con una gran lista en las manos –de nombres,
firmas e indicación de montos--, para solicitar sus "voluntarios" aportes o
contribuciones, para cubrir los gastos significados por tan valiosa, pero mucho
más reproductiva joya…
¡Y en cierto momento aterrizaron en mi oficina!
-- Hemos venido a pedirle su contribución ingeniero, para lo que Ud. ya
debe estar ampliamente enterado…
-- ¿Y es obligatoria esta cuota, en virtud de alguna ley o decreto que no
puedan desacatarse? Ustedes saben que yo soy un ciudadano de orden.
-- ¡Qué ocurrencia señor! –Respondió el más caracterizado-- ¡Es
completamente voluntaria!...
-- Entonces, haciendo uso de esa libertad, no deseo contribuir. Debo ser
franco con ustedes. La buena educación y el aprecio a los demás, no se tiene
que desligar de la sinceridad en el trato, que es la mejor muestra de respeto y
aprecio hacia las personas. Este gobierno, tiránico y deshonesto, no merece
mis simpatías; además, respecto a los bienes nacionales, las escuelas para los
pobres, deben tener preferencia sobre los locales para la sociabilidad de los
seres pudientes; y, perdonen, pero el gesto de regalar una tarjeta de oro, una
joya, con expresiones laudatorias, a un gobernante, no muy elogiable, por decir
lo menos, para obtener un favor, puede ser calificado, objetivamente, de una
adulación, de un acto muy desagradable. En el que, por lo menos yo, con todas
las disculpas de ustedes, a quienes las ruego, no puedo participar.
Demás está decir que los comisionados se fueron muy descontentos y sin
cuota alguna.

431
Esta vez, del Banco, no me llamaron para viajar a Lima de inmediato;
pero sí por teléfono, casi inmediatamente. Si no recuerdo mal, fue el Ing.
Guillermo Wieland, muy buena gente él, entonces Jefe de Créditos de Sierra:
-- Otra vez, Cubas, está trayendo problemas. Ya vinieron a quejarse por
eso de la tarjeta de oro…
-- Pero era voluntaria…
-- Está bien, sin embargo, no tenía por qué agregar un "raje" tan fuerte del
Gobierno. Bastaba que no pagara el "cupo"; sin decir nada más. No olvide Ud.
Cubas, que si bien, nosotros no somos el Gobierno y antes muy independientes,
tampoco somos, ni podemos ser, anti-gobierno. Muchas veces el silencio es
suficiente y hasta de mayor elocuencia… En fin, ya veremos cómo arreglamos
este desaguisado… pero ¡por favor!... no vuelva a repetir tantos líos.
-- Bueno Ing., está bien; y disculpe la molestia.
-----
Llegado el año 1,956, concluyó el gobierno despótico de Odría, "el
ochenio"; y se inició el segundo de Manuel Prado: "El Campeón de la
Democracia". Con ello, el retorno a la ídem, decían --¿Hubo Democracia alguna
vez en el Perú?—. Por lo menos, se liberalizó mucho la relación pueblo-
gobierno. Las actividades institucionales, culturales, cívicas, gremiales, y
políticas, por reflejo, comenzaron a reactivarse intensamente en Huánuco…
Yo traía, desde antes, como he narrado, un fuerte impulso interno, un
verdadero instinto, de participación entusiasta, en acciones colectivas. Además,
las prácticas 'discurseadoras' en el seno de ellas, favorecidas por mis nuevos
estudios ciceronianos de la verdadera Oratoria y los relativos, pero muy gratos,
éxitos logrados en ese terreno, estimulaban, en mucho, mis entusiasmos en los
liderazgos locales…
Participaba en numerosas instituciones, como asociado, miembro de las
directivas, y hasta presidiéndolas. Tales como: la Beneficencia Pública; la
Cámara de Comercio; el Centro Cultural Huánuco; Cultores del Arte; Club
Central Huánuco; Cuerpo de Bomberos; Asociación de Escritores y Artistas
(ANEA.--Filial de Huánuco); Comité Pro Electrificación de Huánuco; Asociación
de Ingenieros; etc. Escribía también, con innegables éxitos, en varias revistas y
periódicos huanuqueños.
Lo anterior, unido a la avasalladora marcha de nuestra empresa, con lo
que representaba, para Dora y para mí, en lo económico y social, nos había
colocado en una muy expectable situación en el medio local y departamental…
Así las cosas, un buen día me llamó por teléfono, mi gran amigo y colega
Alfredo García Llosa. Egresado, Alfredo, un año antes que yo, de La Molina,
desde entonces nos habíamos tratado afectuosamente y mucho. Participamos
juntos en el mismo "Batallón Universitario", en las grandes maniobras militares
de 1,941, en los umbrales de una casi guerra con la hermana República del
Ecuador; asimismo, en las Olimpiadas Universitarias de 1,940 y del 42, él como

432
basquetbolista y yo como nadador; también, en los negocios de plaguicidas y
productos para la Agricultura y la Ganadería, de los cuales nuestra firma era
distribuidora de Agroklinge, compañía de propiedad familiar, por su entonces
esposa Josefina, lamentablemente ya fallecida. Por lo demás, siempre se mostró
muy serio y honesto, trabajador efectivo, y excelente amigo. Me dijo entonces:
-- Te llamo, Rafael, porque no sé si lo sabrás, estoy metido en esto del
Partido Demócrata Cristiano, del que seguro habrás tenido satisfactorias noticias
e informaciones favorables…
-- Efectivamente, Alfredo. Por los periódicos, he seguido la trayectoria de
ese movimiento político y la verdad es que lo miro con mucha simpatía…
Parecen ser muy inteligentes, honrados y competentes profesionales. Y tienen
excelentes oradores…
-- Bueno pues, el caso es que en estos próximos días, viajará a Huánuco,
en plan de propaganda, de proselitismo, y de constituir un Comité Departamental
en ésa, un grupo de dirigentes del Partido. Desgraciadamente yo no los podré
acompañar y ellos no conocen todavía la zona, ni tienen muchas relaciones allá.
Te quiero pedir, sin comprometerte a nada que no sea de tu libre voluntad, que
los orientes y ayudes en lo posible, a posicionarse inicialmente en el medio de
Huánuco, en el que sé, que tú eres "amo y señor"… ¡Ja! ¡Ja!... Sé también, que
han tomado conexión con unos señores Mantero, de una familia muy católica de
allá, reforzando la recomendación con la de un curita amigo de ambas partes…
-- Con todo gusto, Alfredo, haré lo que pueda, tratándose de ti…
Así, tomé contacto con los Mantero, para que, con algunos amigos, fueran
a recibirlos al Aeropuerto; y yo sumarme en el Hotel de Turistas, para darles las
mejores informaciones del caso. Los Mantero se mostraron un poco reticentes
pues, como era su norma, en eco a los más temerosos comerciantes locales –
"hacer olas políticas siempre es perjudicial para los negocios"— y por su
condición reconocida de tímidos "beatitos", poco dados a luchas ardorosas,
rápidamente –salvo el joven Constantino, en menor grado, pues era el más
decidido de todos ellos-- buscaron la forma de "zafar el bulto". Y dejaron así,
prácticamente de su cuenta, a los distinguidos visitantes, en el ya mencionado
alojamiento; donde, como pude, los asistí con algún oportuno asesoramiento.
Los conecté con un muchacho taxista y perifoneador experimentado, para
las propagandas locales de este tipo; en recorridos automovilísticos callejeros.
Lo más efectivo para poder concentrar público en la Plaza de Armas, a una hora
determinada. Pero un poco antes, en una imprenta amiga (la "Tarazona", de don
Glicerio Urdanivia, arequipeño de pura cepa, huanuqueñizado por méritos
propios), se mandó confeccionar numerosos y pequeños volantes; que servían
para complementar el tal perifoneo, por un lado; y parte se reservaron para el
momento de la actuación; pues, arrojándolos con elevación al aire, por obra de
palomillas contratados al efecto, constituían un llamativo cebo o 'anzuelo', para
juntar a los asistentes más juveniles y tempraneros, a la vez que curiosos. Los
que, aun cuando inicialmente estuvieren dispersos y fueran pocos, servían, del
dicho modo, como 'núcleos aglomerantes'; de un básico público inicial, al cual

433
poder dirigir la palabra en un primer momento; el más difícil siempre, en
'concentraciones' de nuevo cuño; como habría de ser la de los novatos
democristianos, recién llegados a las gloriosas riberas del Huallaga...
Pero en lo que estaba yo en los dichos afanes en favor de tan nobles
caballeros de la Democracia Cristiana naciente en el Perú, llegaron a mis oídos
informaciones de que los apristas locales, característicamente celosos de
cualesquiera otras organizaciones políticas, estaban preparando una asonada,
de sus famosos "búfalos" --con paliza incluida--, contra ese inocente grupo, en la
actuación pública que para la noche organizaban, teniendo como escenario la
Plaza de Armas.
Tal cosa me indignó sobremanera y para una posible y necesaria
defensa, logré organizar un grupo encabezado por cinco jóvenes, de los más
"fortachones" de Huánuco. Como indicación demostrativa de la potencialidad
corpórea de los escogidos, diré que el hermano de uno de ellos estaba entre los
campeones nacionales de lucha libre y el abuelo de ambos –"de tal casta tal
jamelgo"-- había sido muy famoso en Huánuco, en lo referente a forzudas lides;
así contaban que alguna vez, colérico, porque a un burro lo habían introducido
maliciosamente en su chacra, levantó al jumento, con solo la gran fuerza de sus
dos brazos, y lo arrojó al otro lado de la elevada tapia que cercaba al predio…
Y entonces, a quien designé comandante del grupo, le dije:
-- He sabido que los apristas, pretenden apabullar, a patadas, al joven
grupo de políticos que ha venido a sembrar, con todo derecho, su mensaje en
Huánuco. Por la propia dignidad de nuestro pueblo, no debemos permitir tal
cosa. En ustedes confío, por si llegara a ser preciso, para el correspondiente
bufalicidio…En realidad, se trataría de una aleccionadora contrapateadura.
-- ¡Confía en nosotros!
Así las cosas, todavía tuve tiempo de sostener, en el Hotel, una larga
conversación con los recién llegados. Los más prominentes eran los doctores
Héctor Cornejo Chávez y Luís Bedoya Reyes. Me trataron con mucha
deferencia, pues al parecer yo había sido bien recomendado ante ellos.
Me explicaron los principios de su movimiento y algunos detalles de su
organización y actuaciones públicas en el pasado reciente, instándome muy
cortésmente a integrarme a sus filas. Yo veía ya, aunque desde una relativa
lejanía, con favorable predisposición, al Partido Demócrata Cristiano, como
nueva corriente que ofrecía algunas esperanzas al futuro del Perú. La
honestidad y la capacidad de sus dirigentes, se ponía frecuentemente en clara
evidencia. Pero tenía algunos reparos, que con toda sinceridad los expuse ante
los dos altos dirigentes que nos visitaban:
Principalmente, la falta de una clara definición antiliberal y, sobre todo,
anticomunista o antimarxista. Argumenté que se debería ser mucho más
rotundos en estos aspectos, con mayor razón si se proclamaban "cristianos".
Primero el Dr. Cornejo trató de explicar su posición, aseverando que sí eran
claramente anticomunistas y antiliberales; pero al notar que no me satisfacían

434
del todo sus argumentos, un poco como que perdió la paciencia y se distrajo en
otros asuntos propios del momento… Bedoya, en cambio, tuvo más paciencia y
haciendo honor a su reconocida habilidad en los tratos personales, que desde el
inicio de sus actividades políticas, se le observó siempre, se detuvo más para
explicarme sus puntos de vista, con gran paciencia y cordialidad…
Me dijo que ellos eran, en realidad, anticomunistas como los que más –
dejó de lado, en ese momento, al liberalismo--; pero que, tratándose de las
"tácticas" y "estrategias" políticas, en las circunstancias concretas, no era
procedente, ni menos "prudente", declararse "anti algo". Más correcto resulta
colocarse en "lo positivo"; constructivamente en "lo que se es". Ofreciéndose lo
Bueno, no se tiene por qué referir a lo Malo. Basta con lo Bueno. Lo Malo queda
automáticamente rechazado. En política los "antis" son antipáticos y traen malos
resultados, manifestó enfático. Por ello, los demócratas cristianos, no
proclamamos ningún anti; o, en todo caso, "somos anti nada" (¿¡); estamos a
favor, en pro, de todo lo Bueno; y eso es suficiente (?!). Los políticos que se han
lanzado por los "antis", siempre han terminado mal. Lo cierto es que tales
argumentaciones, de una apariencia bastante certera, contenían gruesos errores
de fondo, que ya habrá ocasión de esclarecer más adelante; pero en esos
momentos --yo andaba todavía inmaduro en doctrinas políticas--, lo reconozco,
me remecieron, colocando a mi juvenil espíritu en los terrenos de inmensas
dudas e indecisiones…
Así estaba la situación, cuando llegó la noche y con ella la hora del mitin.
Comenzó a hablar Cornejo y después lo hizo Bedoya… Jamás se había
escuchado en Huánuco, ni yo en ninguna parte, dos discursos mejores.
Excelentes. Y distintos. El primero incidía en la lógica; el segundo en la
emotividad. El impacto local fue tan grande que, a poco, comenzaron a gritar
algunos muchachos por las calles, con el tono típico y la modalidad popular
huanuqueña:
-- ¡Están en la Plaza, oye, unos que han venido de Lima y hablan lindo,
oye!
Y ocurrió que el núcleo humano, formado al influjo de los volantes del
palomillesco lanzamiento, al comienzo de la actuación, fue creciendo
vertiginosamente…Los apristas, alarmados, se reunían en su local partidario,
ubicado a menos de dos cuadras de la dicha Plaza de Armas... Y aparecieron,
en tropel, cuando el evento estaba culminando; y, a todos los gritos de:
-- ¡Fuera! ¡Fuera!
Entonces, percatándome del estropicio por venir, muy indignado, di la
orden de contra atacar, a mis valerosos y forzudos "bersaglieri". En la
vanguardia de la bufalería aprista, la sorpresa y el desconcierto se hicieron
evidentes…Pero, de todos modos… ¡allí se armó Troya!
-- ¡"Boche"! ¡"Boche"! ¡Trompeadera en la Plaza! –Gritaban alborotados
los muchachos, corriendo de un lado a otro, por las calles aledañas.

435
En pocos instantes, el amplio espacio público, terminó de llenarse de bote
en bote…
Observando lo sucedido, Bedoya, quien en ese momento hablaba desde
lo alto del balcón al público, dijo:
-- Parece que hay quienes quieren hablar o decir algo. No hemos venido
aquí para hablar solo nosotros. El que quiera hacerlo, que pida la palabra y
suba, con toda confianza, que pondremos el alto parlante a su disposición…
En medio de la trifulca producida en el llano, desde la plaza misma y en
voz especialmente alta, grité:
-- ¡Pido la palabra!
-- ¡Que suba el señor que quiere hablar! Acotó al punto Bedoya…
Subí, tomé el micro e, ipso facto, dije más o menos lo siguiente:
-- Señores Luís Bedoya y Héctor Cornejo Chávez: Me tomo la
representación del pueblo de Huánuco; y así, en su nombre, y en el mío propio,
les damos la más calurosa bienvenida, como a un Movimiento Político que es
una verdadera esperanza para nuestra Patria, el Perú, y para Huánuco (grandes
aplausos). Al mismo tiempo, les expresamos nuestro rotundo repudio y rechazo
a las expresiones bárbaras de unos pocos búfalos apristas, que ofenden a la
dignidad del pueblo de Huánuco, al que no tienen derecho de guiar, a patadas y
a golpes, a escuchar solamente lo que a ellos les parezca; si es que en medio
de su animalidad puedan poseer, o tener algún derecho, a ostentar parecer
alguno (más intensos aplausos).
Reciban nuestras felicitaciones por tan brillantes discursos. Y yo,
personalmente, les pido que me acepten como nuevo afiliado en el Partido
Demócrata Cristiano (Grandes aplausos).
Y, con el asentimiento de ustedes, señores dirigentes nacionales, pido a
mis conciudadanos huanuqueños, que también se adhieran, los que así lo
deseen en este momento. ¡Formemos el primer Comité Departamental del
Partido en Huánuco!… ¡Viva el Perú! ¡Viva Huánuco! (prolongados aplausos).
¡Suban al vestíbulo de este balcón, para inscribirse y firmar el acta
correspondiente! (Grandes hurras, aplausos, y subida en tropel de
numerosos ciudadanos).
Se inició así, con el impresionante éxito inicial, la vigorosa marcha del
Partido Demócrata Cristiano de Huánuco. Y yo quedé embarcado, "hasta las
patillas", en este idealista y apasionante empeño…
Casi demás está decir que en poco tiempo el Partido alcanzó un
prodigioso desarrollo. Me di con todo entusiasmo a ello. Llegamos a tener pronto
más de mil afiliados, cotizantes y formalmente inscritos. Un amplio local
alquilado y amoblado adecuadamente, en los altos de una gran casa, en el Jirón
Huánuco (a cuadra y media de la Plaza de Armas) y con un enorme letrero
iluminable de noche. Fue, después de los de Lima y Arequipa (lugares donde el

436
Partido se fundó, sincronizada y simultáneamente), el comité más importante, en
ámbito nacional.
-----
Los afanes de la actividad política, me conferían mayor resonancia en el
entorno de la sociedad huanuqueña de aquellos días. Eran los primeros meses
del huanuqueño "verano" (el de Sierra: mayo-agosto), del año 1,959…
Así las cosas, ocurrió un acontecimiento que tendría enormes
repercusiones en mi destino y en el de mi familia:
Tuvo lugar en Huánuco la realización de una Feria Agropecuaria e
Industrial. La más grande que hasta entonces se había realizado allí. Fue
organizada por la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Huánuco, por
intermedio de un Comité, cuyo presidente era mi gran amigo Roque González
Ruiz, por entonces también Alcalde de la ciudad. Yo fui nombrado Comisario. En
"yunta", trabajamos con la mayor intensidad que es dable imaginar…
El certamen culminó en un éxito extraordinario, sorprendiendo, por varios
días, a la multitudinaria concurrencia, constituida por un abigarrado conjunto de
expositores, agricultores y ganaderos de toda la Región, y por los propios
habitantes de la ciudad de Huánuco, amén de innumerables visitantes de
diversos lugares del Perú. Se presentaron y fueron premiados, además de
muestras de muchos productos agrícolas, forestales, e industriales (en mayor
proporción, artesanías), magníficos ejemplares de múltiples razas de ganado, de
varias especies: vacunos, ovinos, caprinos, porcinos, etc.; además de otros
animales domésticos: gallinas, patos, pavos, palomas, cuyes, conejos, etc. Creo
que no hubo especie, ni raza importantes, que no estuvieran representados. Se
ofreció hasta un vistoso concurso de caballos peruanos de paso…
Y no faltaron anécdotas de humor:
Para los fines de un mejor desenvolvimiento del certamen, contratamos,
con su correspondiente equipo de perifoneo, a un --famoso en Huánuco—
experto en radio mecánica y "locutor", quien, para esta última habilidad, se creía
también, sin mucha base por decir lo menos, el "non plus ultra". Un 'pichón de
orador', de quien nadie recordaba su nombre de pila, sino solo su apellido; que
más parecía un apodo. Y, así, con tal apelativo, se lo llamaba simplemente:
¡"Chasán"!
En los momentos de la repartición de premios, en los rubros pecuarios, él
los anunciaba, indicando el galardón, el animal laureado, y al afortunado
propietario. Pero el tal "Chasán", no andaba en buenos términos con la retórica
castellana, ni con un elemental tino oratorio; todo lo cual no impedía que, en su
perifoneo, pusiera una resolución y una tronante voz, dignas de mejores causas
y superiores usos…
Ocurrió entonces que el Comandante de la Policía huanuqueña, don
Jorge Vaccaro Sánchez, correcto caballero, firme autoridad, de poderoso
vozarrón, quien tenía dividida, a su favor y en contra, a la opinión ciudadana de
la localidad, había presentado al concurso canino, a un finísimo perro de raza

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Doberman, en aquellos tiempos de mucha novedad y muy llamativa estampa…
Y ganó el primer premio, en su grupo zootécnico. "Chasán", con voz estentórea
y el mayor entusiasmo, lo proclamó:
-- Primer Premio: ¡Al Perro del Comandante Vaccaro!
Risas a rabiar y aplausos generales, en las atestadas tribunas…
Un poco después, tocó indicar los premios en aves canoras. Un sobrino
mío, aun niño, hijo de mi cuñada Olga --hermana de Dora-- y de su esposo, el
Dr. y Capitán, médico asimilado de la Policía, César Mares Urdanivia, había
presentado un pajarito cantor, propio de la ecología regional y de cuyo nombre
específico no he podido guardar memoria. Ganó el ave su premio… y entró a
tallar, radialmente, a todo volumen, el inefable "Chasán":
-- Primer premio, en pájaros: ¡Al mejor pájaro de Huánuco!... ¡El pájaro del
Dr. Mares!
¡Hurras! ¡Bravos! y Risas, por doquier…El entusiasmo colectivo resultó
indescriptible…
Esa misma noche, un numeroso grupo de amigos –amigotes en mejor
decir—, compinches del Dr. Mares en numerosas comilonas y jaranas de muy
alegres tonos y elevados niveles alcohólicos, a quien, además, 'le debían' la
colocación de ingeniosas e indelebles "chapas" –graciosas elaboraciones en las
que el dicho picaresco galeno era un verdadero maestro, por demás habilidoso--
, se presentaron, en patota, con varias guitarras, a más de diversos licores,
embotellados y en extremo energizantes; en son preparativo de una incendiaria
juerga: "Para felicitar a la afortunada esposa del ciudadano poseedor del mejor
pájaro de Huánuco"… ¡El festejo, alegrísimo, duró hasta altas horas del día
siguiente!
Pero, ya en serio, el suceso que más resonara en la Feria, como se verá,
lo constituyó el discurso de apertura, el cual, en mi condición de Comisario del
Comité Organizador y en su representación, hube de pronunciar:
Comencé expresando que no era nuestro propósito traer superficiales y
frases protocolares, sino, por el contrario, emplear la ocasión para promover
hondas reflexiones sobre los grandes problemas agrarios del Perú y en especial
los de Huánuco. Sobre la dolorosa situación de sus empobrecidos campesinos,
agricultores y ganaderos. Dejados en el desamparo por casi todos los gobiernos
y más aún por el entonces actual; sumándose el total olvido y desconocimiento
del asunto, por parte de la vigente representación parlamentaria. La cual, junto
con las autoridades locales del Gobierno Central… ¡estaba allí presente! Casi en
su totalidad. En evidente plan de recabar, en confiada inconsciencia, una "gran
aclamación de su pueblo"...
El público, en cambio –por lo demás, no muy afecto a sus diputados y
senadores--, percibiendo la verdad, entereza, y claridad, de lo que se decía,
comenzó a mostrar su satisfacción, con nutridos, aplausos de creciente
sonoridad y frecuencia. Así continué expresando, más o menos lo siguiente:

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Señalemos, en primer lugar, el Problema de la Tierra: Escasa y con la
propiedad concentrada en pocas manos, se presta a toda clase explotaciones y
especulaciones. Y, los que la trabajan, en su inmensa mayoría, lo hacen en
minifundios antieconómicos, improductivos; por añadidura, sin facilidades para
su titulación; lo que les hace perder una de sus más importantes funciones: la de
servir de la mejor garantía para los créditos necesarios en toda actividad agraria
y económica en general. Aparte, no hay una Política de Irrigaciones y
Mejoramiento de Suelos. Y las comunicaciones, por vías para vehículos
motorizados, no existen o son muy deficientes; de modo que no es posible el
debido aprovechamiento de muchas tierras y la salida fácil de los productos.
No se fomenta, en debida forma, las reforestaciones y a la ganadería en
todas sus modalidades. Que constituyen no solamente medios para superar y
asegurar la economía campesina, con sus producciones propias, para dar
seguridad a sus finanzas, sino, además, para conservar y mejorar los suelos y la
ecología en general.
En materia de fertilizantes, la situación es atroz, por decir lo menos. Si no
fraudulenta y hasta criminal, como podría calificarse. El guano le llega al
campesino, por intermedio de la Compañía Administradora del Guano, después
de "guardado", varios meses, en el llamado "depósito" de Cerro de Pasco… ¡a la
intemperie! Ya en gran parte podrido y húmedo, en sacos rotos, con mucho
menos peso del que se les cobra; conteniendo, además numerosas piedras de
todos los tamaños, tierra, plumas, y pájaros muertos; todo sin valor fertilizante
alguno… ¡Por menos iría preso, cualquier comerciante, de cualquier producto!...
Y no hay experimentación ni enseñanzas, sobre el uso, ni provisión, de
cualesquiera otros fertilizantes, que pudieran resultar sustitutos, o de necesarios
complementos agronómicos y económicos del guano.
No hay verdadera Experimentación Agraria; y la Enseñanza y la
Extensión, son muy pobremente financiadas por el Estado. No se ofrece la
provisión de apropiadas semillas certificadas. Menos, alguna investigación,
enseñanza, y promoción, de adecuadas maquinarias, implementos, y
herramientas, agrícolas y pecuarias.
No hay una Política de Comercialización e Industrialización de los
productos agrarios. Cuando se dan buenas cosechas o altas producciones,
bajan mucho los precios: el agricultor y el ganadero, son dejados de su cuenta.
Si el precio sube, por malas cosechas o poca oferta: el gobierno y los municipios
imponen "precios topes", francamente perjudiciales… ¡El productor siempre
pierde!
Y, de la Industrialización, que daría valor agregado y facilitaría la
conservación y la comercialización de las producciones agrarias… ¡nadie habla
siquiera!
Es tan deplorable la situación del Agro peruano en general y del
huanuqueño en particular, que si no se hace algo pronto, es imposible pensar en
un afortunado desarrollo económico de nuestra Patria.

439
Tomen nota, sobre todo los señores representantes aquí presentes; y si
no abrieran sus ojos y sus oídos a ello, solo obtendrán el mas rotundo repudio
del pueblo huanuqueño…
Una verdadera ovación rubricó estas sinceras y certeras palabras. Y fue,
por demás evidente, el tremendo disgusto de los que se creían integrantes de
una brillante represtación parlamentaria, situada en medio de un pueblo que
consideraban ingenuo y conformado con su suerte… Por supuesto, a los muy
pocos días:
¡Nueva llamada de Lima!
-----
El reclamo, esta vez, fue personificado por el Ing. Ramón Remolina, a la
sazón Gerente General. Y, al Dr. Foley, fallecido ya, lo había sucedió en el cargo
de Presidente del Banco, el Dr. Eleodoro Romero Romaña. En pleno régimen
pradista, de su 2º gobierno.
Remolina era una buena persona; yo le tenía simpatía y él, con toda
evidencia, me apreciaba. Reunía varias cualidades. He narrado que antes de
ingresar al Banco --como ingeniero civil de profesión que era--, había dirigido al
equipo que redescubrió y exploró el famoso Boquerón del Padre Abad, durante
el trazado y construcción de la gran Carretera Huánuco-Pucallpa, a la que, con
tan meritorio esfuerzo, hizo más viable Y, antes de ocupar la Gerencia del
Banco, fue alto directivo de la Corporación Peruana del Amazonas, por lo que
las materias agrarias, en especial las de la Selva, no le eran extrañas.
Llegado que hube a su despacho, me dijo:
-- Otra vez, Ing. Cubas, ha metido un nuevo y gran laberinto. La
representación parlamentaria de Huánuco, en pleno, ha venido a quejarse de su
discurso en la Feria Departamental, que han calificado de subversivo, pues
usted se ha permitido atacar, abiertamente, al Gobierno y a esos diputados y
senadores, en público y en sus propias caras…
-- Pero ingeniero, si es muy poco lo que dije, sobre este mal gobierno y
sus peores parlamentarios, en relación con lo que realmente merecerían…
-- Sin embargo, entienda Cubas, no es a usted a quien le toca decir estas
cosas. Como funcionario del Banco, no debe intervenir en política. Porque
aseveran, además, que usted toma parte muy activa en ella, por intermedio del
Partido Demócrata Cristiano, adicionalmente feroz adversario político del
pradismo gobernante…
-- No obstante, con todo el aprecio y el respeto que le guardo, Ing.
Remolina, no entiendo bien cómo me dice que no actúe en Política –la que se
escribe con mayúscula--, participando en un Movimiento Idealista, Doctrinario, y
de Categoría Mundial; mientras que varios altos funcionarios del Banco y –
sinceramente, perdóneme el atrevimiento— hasta usted mismo, ingeniero, hace
muy poco y salió en los periódicos, estuvieron en un ágape político --con
minúscula--, de un "partido" –vuelva a perdonarme por lo que pudiera

440
interpretarse como un abuso de su generosa paciencia—, que no es exagerado
decirlo, sin doctrina, "pragmático" en sus actuaciones, y más propio de una
circense politiquería criolla. Reunión que fue organizada en homenaje a la Sra.
Clorinda Málaga de Prado, esposa del Presidente de la República, con quien
nada tendría o debería tener que ver, oficialmente, el Banco; institución que
debe ser "autónoma" y "apolítica"...
Y ocurre por añadidura, que todos –funcionarios y no funcionarios—
tenemos, no solamente el Derecho, sino la Obligación, de pensar y hablar de, y
actuar en, Política –de la que se escribe con mayúscula--: "La más noble y
elevada actividad que pueda emprender el hombre". Como ya lo dijera el gran
filósofo griego Aristóteles.
-- ¡Oiga Cubas! Aristóteles fue de hace más de 2,000 años ¡Estamos en el
siglo XX! Eso no viene al caso… ¡Déjese de filosofar y sea más práctico, por
favor, ingeniero Cubas!
-- Aristóteles sigue más vigente que nunca; no es anticuado, es perenne,
lo cual es muy distinto, ingeniero. Y, en cualquier caso, hay que intentar cambiar
las cosas…
-- ¡No pretenda cambiar el Mundo, ni se las dé de Salvador Cubas! Eso
será muy hermoso, de acuerdo, pero pise tierra. No se olvide: "Todo Redentor
termina crucificado".
-- ¡Qué pena que no nos podamos entender ingeniero! Realmente creo
que giramos en órbitas distintas.
-- Así veo, es clarísimo. Pero mire: Aquí ha venido toda la representación
parlamentaria de Huánuco, repetidamente, para exigir que lo saquemos o lo
sancionemos. Han ido hasta Palacio de Gobierno y el propio Presidente de la
República ha exigido una solución del asunto ¡Me ha colocado usted en un
tremendo callejón, casi sin salida!... Le propongo una cosa:
Acepte usted su traslado a nuestra sucursal de Cañete –en aquellos
tiempos, la Federación de Empleados Bancarios, había logrado imponer
legalmente a los bancos, la prohibición de trasladar a los empleados sin su
consentimiento expreso, pues se establecía que todo traslado no consentido, era
una forma de hostilización o presión, en agravio del funcionario--. En esa nueva
plaza, ganaría más que en Huánuco, pues la de Cañete es oficina más
importante, de mayor movimiento, inclusive le podríamos aumentar el sueldo
correspondiente; estaría en la Costa y más cerca de Lima…
-- Lo siento mucho, pero no puedo aceptar, ingeniero –repliqué--. Yo
estoy radicado en Huánuco, mi esposa y su familia, que ya es mi familia, son de
allí. Huánuco es como mi Patria Chica, mi Terruño. Quiero mucho a ese lugar.
Además, ahí está mi negocio, ya bastante próspero; y aunque lo ve mi mujer, en
caso de cambiar yo de residencia, ella también tendría que hacerlo y así no
habría quien conduzca nuestra empresa; la cual, mal que bien, es la reserva de
una posible y holgada independencia económica para mí; cosa que en la
práctica ya está dada y es precisamente eso lo que me permite llegar, sin ser

441
especialmente valeroso, en realidad, a un nivel al cual no pueden arribar muchos
de los empleados que trabajan en el Banco o en la Administración Pública. Para
"meter tantos líos y laberintos", como a ustedes, los directivos del Banco, les
parece los que yo armo. En pocas palabras, no puedo aceptarlo, ni en verdad lo
deseo; aunque se lo agradezco encarecidamente y comprendo su posición,
ingeniero…
-- ¡Caramba! Entonces no sé que más hacer por Ud. No sabe cuánto lo
estimo…Pero yo me lavo las manos. No puedo mayor cosa al respecto. Y usted
tendrá que atenerse a las consecuencias de su decisión… No le puedo
garantizar lo que harán o no, otras personas en el Banco; ante la avalancha de
tan furiosos diputados y senadores, con el decidido respaldo presidencial… ¡El
más alto poder del Estado!…
-- Sé perfectamente, ingeniero, de su buena voluntad hacia mi persona;
que ha hecho bastante más de lo que pudiera reclamársele; se lo agradezco
particularmente y le pido que me perdone por las molestias que le ocasiono.
Pero déjeme continuar, por mi cuenta, hasta las últimas consecuencias…
Y sin nada más por decidir al respecto, regresé a mi oficina de Huánuco.
-----
Pasaron unos días de aparente calma. Cuando, a poco, recibí la noticia
de que llegaría, de la Principal de Lima, una comisión especial de inspección y
auditoría. Y efectivamente llegó…
Supe, un tiempo después, que se había organizado, en contra mía, una
confabulación, entre los parlamentarios huanuqueños y algunos altos
funcionarios del Banco –de los ya degradándose, exceptuado estaba, por cierto,
Remolina--. Confiando en el principio burocrático de que: "No hay ninguna
oficina, en parte alguna, en la que no se cometa, por lo menos, algunos errores,
o no existan deficiencias administrativas, aunque fueren involuntarias"; facturas
equivocadas; pagos o gastos indebidos, por sus finalidades o excesos; deudas
incobrables y moras en demasía, por vigilancias y préstamos defectuosos; etc.
Presidía la bendita Comisión, arribada a Huánuco, uno de los más 'caídos'
subgerentes; un pobre diablo, de apellido Llosa, creo, y de cuyo nombre de pila
no me acuerdo, ni vale la pena acordarse. Se alojó en una elegante "suite" del
Hotel de Turistas y de allí dirigió el 'operativo' de espulgar ladinamente y con la
subordinación de los varios empleados traídos consigo, mi actuación bancaria;
con sus esporádicos ingresos personales a nuestras oficinas… ¡Y resultó que no
iban encontrando nada malo!... Llegando a la situación de un verdadero fiasco…
Los gastos operativos (alimentación, gasolina, hospedajes, etc.), eran, en
proporción al volumen de los préstamos estudiados y otorgados, no solamente
intachables, como los de las adquisiciones "logísticas", sino los más bajos de
todas las oficinas del Banco en el Perú entero. Y así, de modo parecido, sucedía
con todos los otros indicadores. Debo decir, en honor a la verdad, que no podría
atribuirse, a mi sola persona, el mérito administrativo evidenciado por tan innoble
pesquisa, contradictoria de sus propios fines. Lo cierto es que llegué a contar

442
con la colaboración de un excelente equipo de empleados: honestos,
trabajadores, competentes, muy leales, e inspirados en el singular y encomiable
espíritu del Banco original y en los principios filosóficos y éticos, que pude
transmitirles.
El objetivo de la malhadada confabulación, marchaba pues al fracaso.
Pero, los conjurados no eran tan tontos como pudiera parecer. Los malvados
suelen ser astutos. Habían previsto, adicional y simultáneamente, hacerme
objeto de otra acusación, la que tomaron, aunque siendo falsa, por infalible en
sus efectos:
Con la complicidad del Prefecto del Departamento, en el fondo un buen
hombre, pero irritable y receloso, un señor Toledo Ocampo, de no muy feliz
recuerdo en la ciudad, planearon presentarme como promotor de una "asonada
política".
Supe, después, que pensaron alegar y "probar" (?) que, este modesto
ciudadano, con motivo de una "misa de campaña", que estaba organizando la
jerarquía eclesiástica de Huánuco y que tendría lugar en la Plaza de Armas de
dicha "Muy Noble y Leal Ciudad de los Caballeros de León", en mi condición de
"beatuno" democristiano (!), tendría el propósito de reunir, azuzar y sublevar, al
populacho huanuqueño, contra el gobierno, "con la complicidad de los curas" …
¡Y con el toque a rebato de las campanas de la Catedral!... ¡Nada menos!...
Lo que querían en verdad, era armar un resonante escándalo "político" en
la localidad y que, por añadidura, saliera en los periódicos nacionales; en el cual
yo estuviera involucrado como protagonista principal. Para poder así justificar
(¡?) mi "expectoración" del Banco. No inteligentes y cultos, pero astutos, si
eran…
De tal suerte, uno de esos días, en la mañana muy temprano, los
"inspectores" y "auditores" venidos de la limeña Oficina Principal, estaban por
concluir su tan afanoso como infructífero escarbar en imaginadas, más que
existentes, carroñas documentarias burocráticas. Y, ausente, por supuesto, el
cobardón Subgerente Llosa, quien "se lavaba las manos" en la elegante "suite"
del referido Hotel de Turistas, que por cierto se hacía pagar por el Banco. Yo
estaba en mi oficina interior, trabajando normalmente…
Cuando, en esas, uno de los empleados entró y me dijo:
-- Ing. Cubas, lo buscan…
Salí y me encontré con un oficial de la Policía. Era un Teniente y estaba al
mando de cuatro guardias bien armados…
-- Buenos días ¿Qué se le ofrece? –Le pregunté cortésmente.
-- ¿El Ing. Rafael Cubas Vinatea?
-- El mismo…
-- Señor, sírvase acompañarnos. Está Ud. detenido.
-- ¿Se puede saber por qué razón? –Repliqué al punto.

443
-- Yo no sé ingeniero. Solo he recibido una orden, que debo cumplir, de
llevarlo detenido, al cuartel de la Policía. Le ruego no ofrecer resistencia y, en tal
caso, será usted tratado con todas las consideraciones que se merece…
-- No hay problema Teniente. Vamos...
Di las instrucciones correspondientes en la Oficina, e indirectamente para
mi casa. Subí a la camioneta, en medio del personal que vino armado hasta los
dientes, abriéndome paso, previamente, ante cierto público curioso que había
comenzado a juntarse; y así, bien resguardado, más que escoltado, por el oficial
y sus guardias, a los pocos minutos llegué al dicho Cuartel General de la Policía
de Huánuco…
En la puerta nos recibió el Comandante Vaccaro, jefe máximo policial, ya
notificado de nuestra llegada. Al instante me preguntó:
-- ¿Sabe usted ingeniero por qué lo han mandado acá?
-- ¡Ah caramba! Lo menos que debió hacerse es notificarme la causa de
mi detención. No tengo la menor idea, ni el Teniente me la ha podido decir…
-- A mí tampoco me han dicho nada, sino que lo hiciera traer y que lo
tenga detenido acá…
-- No hay problema Comandante, diga Ud. donde está el calabozo y
vamos…
-- ¡Qué ocurrencia ingeniero! El Prefecto me ha ordenado que lo tenga
detenido, sin decirme por qué causa. Pero él manda de la puerta para afuera. De
la puerta para adentro, mando yo. Ud. es un caballero y mi amigo; por lo tanto
esta es su casa. Ande por donde quiera. Si desea tiene el teléfono a su
disposición. Si alguna compra o recado, los guardias tienen orden de
atenderlo…
-- Muchas gracias Comandante, es Ud. un caballero. Desde aquí, de su
oficina, veo que poseen un hermoso jardín interior. Si no lo tiene a mal, allí me
gustaría estar…
-- ¡Adelante!
Y sin más, fui a parar, como detenido, al jardín central del Cuartel de la
Policía de Huánuco. Me acomodé en una de sus acogedoras banquitas…
Ocurrió entonces que estando en los inicios de algunas cavilaciones
relacionadas con los últimos acontecimientos en que había participado, a los
pocos minutos, por el mismo portón, a través del cual yo lo acababa de hacer,
ingresó, custodiado por dos guardias bien armados:
¡"El Loco Soberón"!
El Ing. Walker Gustavo Soberón, constituía un personaje muy singular y
pintoresco de Huánuco. Especie de Quijote, criollo-huanuqueño. Había cursado
estudios de ingeniería agronómica en Chile y, aunque no se tenía certeza
general de su total culminación o certificación profesional titulada, de la que

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alguien pudiera dar fe, pasaba por "Ingeniero", sin mayores dudas ni
murmuraciones. Lo cual era reafirmado por el hecho de que, en la testa suya --
de neuronas que al parecer no andaban bien ensambladas, explicándose así su
popular apelativo de "loco"--, usaba un casco, del tipo de los que, en aquellos
tiempos, eran de característica moda, en los trabajos de campo de casi toda la
profesionalidad ingenieril. Al punto de que: "Ciudadano con casco, Ingeniero
fijo".
Soberón, además de un hombre en verdad de corazón noble, era muy
entusiasta, activo y eficiente, en los cargos institucionales y de servicio público,
que con frecuencia y regusto asumía. De modo honesto y desinteresado
además; pues, por añadidura, era de posición económica familiar acomodada,
por lo que no requería, no reclamaba, mayores remuneraciones, ni gollerías; y
muchas veces, ni siquiera pago modesto alguno. Quería mucho a Huánuco,
tierra y pueblo suyos. Hasta la pepita del alma. Soñaba con su desarrollo y
grandeza. Era un verdadero, quijotesco idealista. Ello, evidentemente, contribuía
a remachar su apelativo de "loco"… Pues no es raro observar que se toma por
"loco" a todo "idealista"…
En algún momento Soberón llegó a ser Alcalde y transformó a Huánuco.
Realizó varias obras de trascendencia, agenciándose, de modo increíble y
múltiple, los recursos necesarios; y lo demás, lo hacía "a pulso" y con un viejo
tractor a orugas (Caterpillar), que sabe Dios de qué cementerio de fierros viejos
se consiguió y con qué buenos mecánicos y amigos lo 'resucitó'…
Refiriendo algunos ejemplos de sus acciones, contaremos el caso de la
obra que realizó en la confluencia del río Higueras, sobre la orilla izquierda del
Huallaga, al lado Sur Oeste de la ciudad, entonces en extramuros. Ese lugar era
un cono de deyección pedregoso, de cantos rodados, de importante espesor, del
primer río, sobre el segundo, que no tenía utilización alguna, ni agrícola, ni
habitacional. Soberón, con su casco y su tractor y el auxilio de unos cuantos
peones, carretillas, picos y palas, excavó un gran estanque, arrimando con la
pala frontal de su tractor, una gran cantidad de piedras, para formar un ancho
muro o dique, que separaba al río Higueras del foso hecho. Y continuó el dique
por el corto trecho precisado para defender a la excavación de las corrientes del
Huallaga. La excavación la planeó e hizo bien honda y ancha, y para economizar
acarreo de material, acumuló la pedrería en tres grandes montículos, cuyas
cumbres allanó, para conseguir superficies planas y aprovechables. Construyó
una compuerta de ingreso controlado de agua del Higueras y otra para su salida
o desagüe hacia el Huallaga... Y quedó ¡una hermosa laguna, con tres islas en
el interior!
En los alrededores de "La Laguna" –como desde entonces se la llamó--
plantó hermosos árboles de sauces, álamos, eucaliptus, pacaes, chirimoyos,
variados arbustos y flores; y en las partes más húmedas, una gran diversidad de
plantas acuáticas y semi acuáticas. Agregó algunos puentecitos y dio en
concesión cabañas como restaurantes y locales de recreo; algunas bancas y
otro mobiliario apropiado de variado tipo, botecitos a remos, etc., completaban el
esquema del estético y confortable ambiente… ¡Quedó como un bello y

445
magnífico lugar de esparcimiento público!... Donde antes no había sino un eriazo
pedregal.
La picardía popular huanuqueña, bautizó, a la dicha triple formación
insular, con el expresivo topónimo de "Las tres Cuculiza". Pues hubo un
momento en que uno de los hermanos Cuculiza, era Diputado, otro Presidente
de la Corte Superior, y el tercero, Alcalde. Y así, la influencia local, el casi
dominio Cuculiza, llegó a ser por demás evidente… El ingenio del pueblo,
entonces, lo perennizó con aguda ironía.
En cierta ocasión, nuestro inefable personaje tuvo que rectificar una calle
de la ciudad, pero una parte de un huerto de naranjos… ¡de su propio padre!…
constituía un obstáculo. No se detuvo el hombre; y, personalmente, con su
tractor, abrió el paso necesario; derribando cuanto impedimento se le presentó al
frente; sin pensar siquiera, en pago o indemnización alguna…
Realmente, con su casco –el yelmo de Mambrino-- y montado sobre su
tractor –Rocinante--, "El Loco Soberón"… ¡era temible!
Construyó el Malecón sobre el río Huallaga. También, la carretera, corta y
en serpentín o caracol, hacia Nauyán-Rondos, hermoso sector ecológico, que en
páginas anteriores he descrito y ubicado prácticamente sobre la ciudad de
Huánuco. En el curso de este camino, queda una explanadita en la que está
ubicado el monumento de Aparicio Pomares, héroe campesino mestizo –tenido
impropiamente por 'indio'— quien desesperara al destacamento chileno que
ocupó Huánuco, durante la Guerra del Guano y del Salitre, como resulta más
certero llamarla, que no "con Chile", pues en realidad fue promovida por el
capitalismo internacional apátrida, interesado en dichos fertilizantes, por
entonces de gran valor y muy codiciados. Desde el pie de dicho monumento, es
dable, para los turistas y observadores en general, contemplar el hermoso
panorama que ofrece la ciudad íntegra y su paisaje circundante. También, al
lado noroeste de la ciudad, al costado derecho de la quebrada de Morcas, abrió
otra pequeña carretera, despejó y allanó una explanada bastante amplia, a la
cual bautizó con el nombre de Pedro Puelles, el de uno de los caballeros
españoles fundadores de Huánuco. Fue allí donde pudimos realizar la famosa
Feria, escenario de los problemas que me estaban llevando a prisión… Puelles
también se convirtió en el lugar de las expansiones populares huanuqueñas, de
todos los años, en los 15 de Agosto, con motivo de los aniversarios de la
fundación de la ciudad. Allí se disfrutan, en tales festividades, las
manifestaciones folclóricas del más intenso colorido y tradicional raigambre.
Pero cuando y donde Soberón se llevó la palma de su soñador quijotismo,
fue al concebir y ejecutar su más grande "obra": La invasión, expropiación,
lotización, y urbanización, de los fundos Paucarbamba y Paucarbambilla.
Ubicados al lado de la ciudad de Huánuco, en la margen derecha del Huallaga.
Eran propiedades de la influyente familia Echevarría. Lo hizo con la mira puesta
en su ansiada gran expansión de la capital huanuqueña. Lo que, al principio,
pareció un "sueño de locos"; pero ahora, todos reconocen que fue una visionaria
previsión, que resultó, a la larga, realmente beneficiosa. Hoy representa más de

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la mitad de la extensión urbana de la capital del Departamento. Y hasta fue
necesario construir un gran puente de acero, a la altura del barrio de San
Sebastián, para mejorar su comunicación, pues el antiguo, de "Calicanto",
terminó siendo insuficiente.
Por supuesto que estas acciones le granjearon la agria enemistad de la
familia Echevarría y de la mayoría de sus relacionados, los Cuculiza incluidos. Ni
qué decir, por añadidura, del Prefecto. Con todo ello, se acrecentó su fama de
"loco". Pero él no se inmutaba y siempre "tiraba para adelante"…
Con el mayor acierto Soberón fue un entusiasta de la forestación y de la
reforestación. El clima de Huánuco es seco en la ciudad y ello se acentúa en los
meses de julio y agosto, en los que suelen levantarse grandes y molestas
polvaredas. La reforestación intensa de los alrededores de la población,
mitigarían y hasta podrían eliminar el problema. Soberón lo comprendió muy
bien y se hizo un entusiasta forestador; construyó varios viveros de eucaliptos y
plantó, meritoriamente, miles de arbolitos por varios lugares. Pero la obra total
requería de muchos más medios, de todo orden, de los que el no disponía. Por
ello, lamentablemente, su obra en este aspecto, no pudo trascender más, como
hubiera sido muy beneficioso.
Señalaré, por último, que Soberón participó, con gran entusiasmo, en el
Comité Pro Electrificación de Huánuco, en el que también tomé parte,
entablando yo, con tal motivo, alguna soberoniana amistad. Tal Movimiento
Cívico, se había trazado el objetivo de municipalizar los servicios eléctricos, que
por entonces en manos privadas, estaban dando lugar a numerosos abusos.
Estos intentos expropiatorios, también sacaban de quicio, al Prefecto y a más de
un pacífico ciudadano, fundamentalista de "la divina pomada de la empresa
privada".
Pero lo que resultaba ya casi hilarante, de la sicología y la trayectoria
cívica y política de Soberón, era que este inefable ciudadano, pertenecía al
Partido del Gobierno –Movimiento Democrático Pradista y después Movimiento
Democrático Peruano--, del cual era ¡nada menos! que su Secretario General
Departamental de Huánuco… Vale decir ¡el máximo líder del Partido Oficial, en
la localidad!... Sin embargo, él se ofrecía muy libre en sus ideas, palabras, y
acciones concretas. Con frecuencia, abiertamente contrarias a las de su
organización política; en ámbitos y escalas local y nacional… ¡Era un fervoroso
"partidario" del Gobierno! ... en lo que le parecía acertado o bueno; y ¡al mismo
tiempo! un efusivo "rebelde opositor", contra el régimen que debiera respaldar;
entendiendo que no, en lo que estimaba malo, injusto, o censurable.
El Prefecto Toledo Ocampo, representante directo y oficial del Gobierno,
sobrevivía al borde de la desesperación y del desquicio cerebral, con "las cosas
del loco Soberón". Los verdaderos desaguisados y sonoros alborotos que
armaba: manifestaciones públicas, abiertas trifulcas, huelgas, paros, escritos,
discursos incendiarios, y todo lo que pudiera imaginarse de un 'agitador' de
notorias agallas.

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¡Este era el Soberón que ingresaba al Cuartel de la Policía de Huánuco,
haciéndome compañía, en la igualitaria condición de detenidos!
Era de clarísima evidencia que, el Prefecto Toledo Ocampo, había
ordenado detener también a Gustavo Soberón, primero, "para asustarlo y
escarmentarlo", porque ya "lo tenía curcuncho" con "sus cosas"; y,
principalmente, porque deteniendo a los dos, podría presentar, "como más
creíble o verosímil", la falsa acusación contra mí, de que pretendía alborotar la
tranquilidad pública huanuqueña. Sin respetar, o "pese a mi condición, de
funcionario del Banco Agrario"…El caso es que, al ingresar al jardín tan singular
ciudadano, me abrazó con cariño y, en voz bien alta, me dijo:
-- ¡Líder! –Así me invocaba siempre afectuoso y grandilocuente, siguió
diciendo-- ¡¿Quién hubiera pensado que un día nosotros habríamos de estar
juntos, en prisión, en "Defensa de la Democracia"?!...¡La Historia de Huánuco,
tendrá que consignarlo algún día!
-- Bien Líder –le retorné cariñoso el apelativo— pero lo cierto es que esto
es una zamarrería que encoleriza; de quienes han tramado, con toda injusticia,
nuestras detenciones; y tal cosa tendrá que esclarecerse…
Y nos sentamos en la banquita, conversando amplia y amenamente…
Mientras tanto Dora, quien estaba encinta, llevando "un tremendo bombo"
de ocho meses, de quien sería nuestro cuarto hijo, Danielito, conocedora ¡sabe
Dios cómo! hasta de los últimos detalles de todo lo sucedido esa mañana,
furiosa hasta lo indescriptible, ipso facto, se presentó en la Prefectura,
encarando, resuelta, al titular del cargo, y en un a medio gritar, le dijo:
-- ¡Oiga Prefecto Toledo Ocampo! Ha ordenado Ud. detener injustamente
a mi esposo y vengo a exigirle que dé la orden de que lo suelten al instante… O,
de lo contrario, se las va a ver Ud. conmigo...
-- ¡Señora, por favor! Cálmese y tenga Ud. en cuenta su estado. Puede
producirse un aborto, la pérdida de su bebe y el peligro de su propia vida...
-- ¡Qué aborto ni que ocho cuartos! ¡Ordene soltar a mi marido de
inmediato!
-- Señora, no puedo liberar a su esposo, pues está acusado de que, en
compañía del "loco" Soberón y en complicidad con los curas locales, en su
condición de fervoroso demócrata cristiano, querían aprovechar la misa de
campaña y al toque de las campanas de la Catedral, soliviantar al pueblo, en un
peligroso motín contra el Gobierno…
-- ¡Esas son tonterías! Y Ud. es el primero que sabe que tal cosa es una
gran mentira. Mi marido es un hombre de orden, de ley, y de moral. Pertenece a
un Partido doctrinario, que no tiene por meta la violencia, ni por práctica el
desorden. Todo su programa y su acción, se basa en la legalidad… ¡Así es que
no me venga con esa farsa, que no me chupo el dedo!... Pero le advierto que si
no suelta a mi esposo, inmediatamente, yo sí, personalmente, voy a tocar a
rebato las campanas de la Catedral y llamar al pueblo de Huánuco a sublevarse,

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como un solo hombre, contra todas sus tiranías y tomar por asalto la Comisaría,
para liberar a quien Ud. tan injustamente y con argumentos tan ridículos, tiene
en prisión. Y no crea que hablo babas. El Partido de mi marido ya tiene bastante
gente decidida; llamaré también a los seguidores de Soberón, quienes Ud. ya
sabe cómo son; y sepa, además, que el de Huánuco, es mi pueblo, soy
huanuqueña de corazón, y sé que aquí me quieren de verdad. En un ratito, y
esta vez, sí de verdad, puedo lanzarlo sobre el cuartel de la Policía y la
Prefectura. Y nada podrá hacer Ud., con las apenas dos docenas de
"cachaquitos" con que cuenta… --Así amenazó Dora, echando fuego por los
ojos.
-- Señora, tiene Ud. razón en parte. Debo confesarle que lo dicho
públicamente, solo es, en realidad, un pretexto. Pero la verdad es que tengo una
orden, que no puedo desobedecer, del Sr. Ministro de Gobierno y de toda la
Representación Parlamentaria de Huánuco, desde Lima, de tener detenido a su
esposo, hasta las 5 de la tarde. Y después, soltarlo. Señora ¡por favor!
tranquilícese y le prometo, bajo palabra, que a esa hora, en punto, lo soltaremos.
Y también le prometo que, por supuesto, será tratado con todas las
consideraciones posibles ¡Cálmese! Y puede Ud. enviarle los recados que
desee… ¡Cálmese señora, por favor, tenga en cuenta mi situación y mucho
cuidado con su estado! ¡Por favor!...
Se calmó bastante Dora y así dijo finalmente:
-- Está bien. Pero si a las 5 pm. no sale, o le hacen algún daño… ¡Se las
verán conmigo!
Regresó pues a casa, mi valiente, siempre leal, esforzada y cariñosa
esposa. Ya bastante tranquila…Y, mientras tanto, llegada ya cercana la hora del
almuerzo, me preparó uno por demás abundante y sabroso. Como preveía
corresponder a una persona como yo, demostradamente, 'de diente poco
tímido'…
Estábamos así, "en mazmorras", Soberón y yo, cuando arribaron mis
apetitosas viandas. Y, como a mi compañero de infortunio, parecía no llegarle
nada, en el transcurrir de un prudencial lapso, procedí a desenvolver el empaque
recibido. Y, dada la abundancia del envío, me resultó muy fácil y nada
agraviante, invitarle casi la mitad, además de hacerlo, con otras porciones
menores, en beneficio de los guardias más cercanos, en posibilidad de
experimentar comprensibles 'antojos'… No pudo más con su emoción, entonces,
mi romántico acompañante, y al punto me dijo:
-- ¡Líder! ¡Qué conmovedor cuadro el que ofrecemos! Gracias a tu
generosidad, compartiendo fraternalmente, como verdaderos camaradas en la
lucha y en el dolor, "el mismo pan en la prisión"; por la Causa de un Común Ideal
de Libertad y de Dignidad Cívica…
-- ¡No es para tanto Líder! En el fondo lo debemos a Dora, quien nos ha
enviado estos manjares, en tanta abundancia…

449
-- Bueno –agregó— No hay nada que hacer, que Dorita es una mujer
maravillosa, extraordinaria, una verdadera alhaja; que se ve que te quiere
muchísimo y, está casi demás decirlo, que por tu lado, tú la adoras ¡Qué gran y
hermoso matrimonio hacen!...
-- ¡Así es Líder! Y no sabes cuánto agradezco a Dios esta buena fortuna.
Tan generosamente concedida, como inmerecidamente recibida…
-- Me quito el sombrero Líder. Y sea dicho con claridad meridiana, me
lleno de santa envidia. Pues yo no puedo decir lo mismo. Sin dejar de ser mi
esposa una buena mujer, ni por asomo llega a tanta grandeza. No comparte mis
ideales y por eso yo le digo, más que 'señora Soberón', con cierta ironía: 'señora
Vegas' --su apellido paterno, pues era hija de uno de los dos hermanos de ese
apellido; españoles radicados por muchos años en Huánuco, con cuya sociedad
estaban ya muy relacionados familiarmente, que toda la "Huanuqueñidad" era
como una Gran Familia, y habían llegado a ser de los más ricos comerciantes,
propietarios de la mayor tienda de abarrotes de la ciudad--. Ella –continuó-- no
me ha enviado ni un modesto sanguchito; siempre dice que "ya la tienen harta
mis locuras"… ¡Qué le vamos a hacer, Líder!... Pero a pesar de todo, la quiero --
Remató, finalmente, con noble resignación, hacia su "media naranja" y a tan
dolorosa tristeza existencial.
Así las cosas, breves horas después de tan opíparo almuerzo y de una
animada conversación 'de sobre mesa'… ¡nos soltaron!
Llegué inmediatamente a la Oficina. Allí me esperaba Dora, muy alegre y
cariñosísima, por supuesto. Tomé nota y de inmediato las disposiciones del
caso, sobre mis labores bancarias y también, desde luego, las correspondiente a
nuestra casa y familia, incluidos nuestros hijitos…
Y, en tales circunstancias, Ernesto Malatesta, nuestro principal empleado
administrativo, me dijo:
-- Ingeniero, el Subgerente Llosa, quien está en la "suite" alquilada en el
Hotel de Turistas, ha dejado encargado decirle que, en cuanto llegara Ud., se
haga presente ante él…
-- Y ¿cómo es que el conchudo ése, no está en la Oficina y ni siquiera se
ha dignado hacer algo por mi suerte o en mi defensa?... ¡Bastante imbécil este
sujeto! Al tiro voy a cantarle cuatro verdades…
Llegué pues al hotel y allí estaba el necio, muy posesionado y 'solemne',
en la "suite" que tanto lo embelesaba. Luego de un seco saludo de rigor, de mi
parte, me soltó, engolando petulante la expresión y a boca de jarro:
-- Ahora ¿qué tiene Ud. que decir ingeniero? ¡"Cómo es posible que un
alto funcionario del Banco, esté metido en tan grave escándalo político"! --Saltó
la liebre, la madre del cordero, del real motivo de toda la grotesca maquinación
urdida contra mí...
-- ¡Debiera darle vergüenza! –Le repliqué con gran y colérica energía—
Hablar todavía en ese presuntuoso tono y con tan estúpidas palabras…

450
-- ¡Oiga Ud.! No le permito dirigirse a mí en esa forma. No olvide que soy
un Subgerente del Banco y por lo tanto su superior jerárquico.
-- Pues se aguanta. lo que yo tenga a bien decirle. Con todo lo
Subgerente que usted pretenda ser, no merece considerarse jefe, ni superior de
nadie. Ni siquiera reúne los méritos para merecer la categoría de un modesto
conserje del Banco. Así es que ¡menos prosa ni pretensiones! Y escuche más:
Yo he sido víctima de un inicuo atropello y Ud. no se ha dignado, ni siquiera, ir y
averiguar, como "jefe" que dice ser, sobre la suerte de un "subalterno", para, en
primer lugar, defenderlo de una injusticia, como sería su obligación moral… ¿Es
ése, el proceder suyo, el de un verdadero "jefe"? Cuando a mí me sucede algo
así –de modo excepcional, felizmente--, hago antes lo propio y, recién después,
"aclaro" los hechos, con mi subalterno; así fuera su situación la de culpable. Es,
con esa autoridad moral, que le encaro su clamorosa imbecilidad y cobardía…
-- ¡Ya veremos esto en la Oficina Principal!
-- ¡Qué bien! Verá Ud., que irá por lana y saldrá trasquilado.
Así terminó, a capazos, la reunión en el hotel. Lo cierto fue que la
Comisión de Auditoría en pleno, con el bellaco de su 'jefe' a la cabeza, lió
petates y regresó a Lima, sin trofeo alguno y con el rabo entre las piernas.
El hecho, de esta derrota de la maldad, fue favorecido, en añadidura,
porque mientras yo la pasaba aislado en prisión, Dora no se había quedado
dormida, e hizo saber, al Dr. Héctor Cornejo Chávez y a varios otros
prominentes líderes de la Democracia Cristiana, todos los detalles de la injusticia
y lo burdo de la maniobra urdida, pretendiendo agraviarme…
Hay que decir que por aquellos días era clarísimo que un Cornejo Chávez
pesaba, en el Congreso de la República, él solo, más que diez veces todo el
conjunto del deplorable grupo parlamentario de Huánuco. Dado el ínfimo valor
intelectual, moral, y oratorio, de tan desabrido ramillete. En cambio, él y el
Partido Demócrata Cristiano en su conjunto, habían adquirido un grande e
inusitado prestigio político y por lo tanto un enorme poder e influencia, en ámbito
nacional. Cornejo había llegado a ser, por su calidad intelectual y moral, y por su
extraordinaria y demoledora elocuencia, hasta temible, en especial para sus
inescrupulosos e ineptos adversarios.
Así pues, el Diputado estrella de la Democracia Cristiana, movió a temor y
respeto, al propio Ministro de Gobierno –quien había dado las ya dichas órdenes
inconfesables, en mi contra, al Prefecto del Departamento--; al Ministerio de
Hacienda, al que estaba ligada la Superintendencia de Bancos, que podría
llamar la atención al Banco Agrario, por prestarse a maniobras políticas de baja
ley. Y, en la misma Cámara de Diputados, con su dicha excepcional y
demoledora elocuencia, podría enrostrar y llenar de vergüenza a tan primitivos
parlamentarios, los del pradismo; por sus censurables acciones y reacciones
politiqueras: A los representantes del Gobierno, que era presidido por quien se
hacía llamar: "El Campeón de la Democracia"… ¡Persiguiendo, con malas artes,

451
a la Libertad de Pensamiento y de Palabra; amén del Derecho a la Libre
Afiliación Partidaria!
Logramos pues una clara victoria y al parecer: ¡La paz volvió a reinar en
Varsovia!
-----
Pero los malvados suelen también ser tenaces. Ni por sus derrotas, se
dieron por vencidos totalmente. Solo cambiaron de táctica. Como al poco tiempo
lo demostrarían…
Optaron por ir minando –como se dice-- la "logística" de la Oficina a mi
cargo: Progresivamente y de un modo por demás mañoso, iban desatendiendo
nuestras necesidades más imperiosas. No enviaban, oportunamente, ni los útiles
de escritorio más elementales; ni el dinero suficiente para los gastos y pagos
esenciales; no concedían las autorizaciones para el nombramiento de los
empleados de oficina, para las cuentas y correspondencia; ni de los inspectores
de campo, para vigilar la marcha de los préstamos concedidos y asegurar su
resuperación; aprobaban los que tramitábamos con opinión desfavorable y
desaprobaban los casos contrarios. En fin, ponían mil y una dificultades en todo
lo que les fuera posible…El objetivo estaba en llevar, al final, a un
funcionamiento de nuestra Oficina con múltiples y graves fallas… Y, luego,
hacerme responsable de todo ello. De modo que "manchado" como funcionario,
pudieran encontrar motivos suficientes para, esta vez sí, despedirme, sin pena ni
gloria… ¡Hasta con ignominia!
¡Se había llegado al límite!
Hablé con Dora, extensa y detenidamente, sobre el asunto. Y nos
planteamos y resolvimos aceptar la necesidad de mi renuncia. Y así se hizo. Sin
plantear mayores problemas. Expresando: "motivos personales"…
-----
Se aproximaban los finales del año 1,959. Era, por fin, Económicamente
Independiente.
Me concentré entonces, sumando mis esfuerzos a los ya muy grandes y
productivos de Dora, "con alma corazón y vida", en nuestras propias cosas,
negocios, y dedicaciones de mayor importancia, durante los años '60, '61, y
comienzos del '62.
Así, tomaron un extraordinario impulso: Nuestra Casa-Huerta de El Valle;
el negocio de productos para la Agricultura y la Ganadería (E.T.A.); el Comercial
e Industrial del Café; y, especialmente, el desarrollo del Partido Demócrata
Cristiano en Huánuco.
Trabajé, además, muy intensamente, por el P.D.C., en ámbito nacional,
añadiendo en esa labor, algo de sus relaciones internacionales, a más de los
dichos empeños en el campo departamental. De tal modo, acompañé a los
principales líderes democristianos en sus giras por todo el Perú; asistí a varias
Asambleas Nacionales (Lima, Arequipa, Trujillo) y reuniones internacionales

452
(Lima, Santiago de Chile); todo lo cual dio lugar a múltiples y aleccionadoras
situaciones, experiencias y anécdotas, pero que se ofrecen ya al margen de las
finalidades del presente libro.
A fines de 1,961 y para las elecciones del 62, el Partido D.C. lanzó mi
candidatura a la Segunda Vicepresidencia de la República (a la Presidencia, iba
el Dr. Héctor Cornejo Chávez; y a la Primera Vicepresidencia, el brillante
intelectual, catedrático y político, Dr. Mario Alzamora Valdez). Simultáneamente
–por aquellos tiempos, los candidatos no "nos lanzábamos", nosotros mismos;
sino que, nos proponían--, fui presentado como cabeza de lista, para Diputado
Nacional por Huánuco.
-----
Estaba por llegar el año 1,962. Y, en percepción convencional,
culminando mi Juventud, para arribar a la Madurez… Ya en posibilidad de
concretar mis luchas en pos de un Ideal de Vida largamente soñado: Perseguir
un Cambio Radical en el Perú, impulsándolo hacia constituirse en un Gran País,
por llegar a ser más Moral, Digno, Justo, Próspero, y verdaderamente Libre.
No se vaya a tomar lo que he de decir a continuación, como un alarde de
vanidad o de soberbia; ni siquiera de un justificable orgullo: Estaba alcanzando
ya, desde entonces y con la suma del progresivo andar anterior, nunca
retrocedido, la Felicidad posible en un Ser Humano. Una Felicidad en el sentido
filosófico del vocablo. Pero que, de ningún modo, atribuyo a preponderante y
menos exclusivo mérito de mi persona. Muy por el contrario, éste ha sido
mínimo, en verdad. Clara está, sea dicho en cambio, la Infinita Bondad de Dios –
o la Suerte, si se quisiera decirlo de otra manera--, que puso en el camino de mi
vida, tantas circunstancias y factores favorables. En todo caso y con algo de
modestia aparte, yo sólo los aproveché bien… Las líneas de este libro,
elaborado con especial cariño y dedicación, lo que pretenden es hacer
aplicables, por otros, ojalá en buen número de personas, los instrumentos
doctrinarios que a mí me han servido de tanto.
Vemos así, que la situación, de Plenitud Existencial, se puede alcanzar:
En primer lugar, por: Una Declarada y Siempre Practicada Devoción,
Jamás Claudicada125, hacia los Valores Superiores y Perennes del Espíritu
Humano (La Verdad, la Justicia, el Bien, la Belleza, la Libertad, la Valentía,
etc.).
En segundo lugar, por: La fortuna de lograr un Gran Amor de pareja,
compartiendo los cultos de Valores Superiores, hechos comunes; un
Matrimonio Armonioso, de armonía cultivada en afectuosas
reciprocidades; Buenos Hijos, después, encantadores Nietos y, si cave el
añadido, embelesadores… ¡Bisnietos!; magníficas relaciones en una

125
Lo que no quiere decir que, eventualmente, en vía de excepción, no se cometa faltas contra
ellos –"El que esté libre de culpas, que tire la primera piedra"—. Lo importante es no
desconocer, jamás, la vigencia del valor correspondiente; reconocer la culpa; reparar los efectos
de la falta; y hacer propósito firme, de no volver a cometerla.

453
numerosa Familia; y Amistades, verdaderas, de gran estimación (pocas,
pero muy buenas).
En tercer lugar, por: Concretar Ideales de Vida: Políticos (de Bien
Público); de Creaciones Profesionales y Empresariales; de Independencia
Económica; de Caridad Humana; etc.
En cuarto lugar, por: Trabajar siempre al calor de intensas Vocaciones
Profesionales, que pueden ser, una o hasta varias (para una mejor
explicación, en vías sólo de graficar ejemplos, diremos que, en mi caso,
fueron: La Agronomía, la Zootecnia, y la Veterinaria; la función Política; la
Empresarial, como oportunidad de creaciones útiles; la Enseñanza; etc.).
Finalmente, agreguemos: Las múltiples formas de apoyo a la
Felicidad. Tales como el cultivo del Sentido del Humor y de una Visión
Positiva de la Existencia; los Correctos Hábitos de Vida, Sin Vicios y con
buen cuidado de la Alimentación y la Salud, los Deportes y Ejercicios
Físicos; las Encomiables y Elevadas Dedicaciones Espirituales, como las
del Arte Literario, con la Buena Lectura y el Bien Escribir, así como la
Oratoria edificante; el ejercicio, en mayor o menor grado, de todas las otras
posibles artes, que siempre ennoblecen el espíritu, como la Música, la
Pintura, etc.
Tales son los fundamentos de la Felicidad, descritos aquí, como puede
suceder a la culminación de la Juventud.
Pero debemos dar término acá, a la Primera Parte de este Libro. Para
tocar, en una Segunda, o final, lo que corresponde a la Madurez ("La Edad de
las Cosechas"), y a la Ancianidad ("La Edad de la Sabiduría"). Esta última –
como lo demostraremos, contra lo que generalmente se cree—, puede contener,
como etapa, sobre las demás, las oportunidades de la Mayor Felicidad Posible,
en la Existencia Humana.

*******

FIN
DE LA PRIMERA PARTE.

454

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