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WILLIAM, JAMES Y CATHERINE BLAKE:

William Blake fue el tercero de los seis hijos que concibieron James y Catherine
Blake. Nació en Londres, en un lejano Noviembre de 1757.

Sabemos que James Blake fue un próspero dueño de una mercería que atendía las
necesidades de las clases medias-altas en un concurrido Barrio del Londres más
comercial y bullicioso.

James fue lo que en aquél entonces se denominaba bajo el nombre de disidente


cristiano - creyente contrario a los dogmas que el Anglicanismo proclamaba - y
algunos de los biógrafos de William Blake - Alexander Gilchrist, entre otros -
sustentan que de ahí podría emanar el librepensamiento y radicalismo político que
acompañaron a W. Blake hasta el postrero de sus días, si bien los disidentes
cristianos poseían cierto espíritu crítico que fácilmente se desprendía de lo religioso
para trasladarse hacia el campo de lo social.

Ultra lo expuesto, cabe decir que las señales que el contra-anglicanismo labra en
William Blake derraman el cuenco de la sencilla fe, pues los mitos y textos sagrados
son, a su vez, un substratum que el artista utiliza con asombrosa generosidad,
confabulando así una senda extraña, iniciática y reveladora, en donde visiones y
sueños estructuran un todo profético que llama a un nuevo hacer, a una nueva
humanidad que escribe: “Sé y Haz”.

El carácter religioso-profético del completo de la obra de William Blake no puede ser


menospreciado. En numerosas ocasiones el propio Blake declaró que una gran
cantidad de sus lienzos y gravados fueron prójimos de una suerte de demencia
espontánea que, decía, lo trasponía velozmente hacia la sabiduría de lo divino.

La lámina que aquí analizaré se titula ‘The Ancien of Days’, ‘El Anciano de los días’.

El concepto “anciano de los días” es un misticismo muy común, fuertemente


extendido entre las religiones judeo-cristianas. También está presente en la Cábala,
en donde ejemplifica al soberano Macrospus - Dios tal y como es por sí mismo,
ajeno todavía a la creación -.

El Anciando de los días es la eternidad y el tiempo de todas las cosas anteriores a los
días, la eternidad y el tiempo (Pseudo-Dionisio Aeropagita). No es aún el Dios al que
sirven los hombres, se trata de una incongruencia, es el todo reducido a la unidad.

No parece insólito, a priori, el que un creyente confeso elabore un aguafuerte en


beatificación del enigmático “anciano de los días” bíblico, mas algunos de los
estudiosos de W. Blake mantienen que la imagen representada en ésta obra
corresponde a un ser extraído de la mitología propia del autor, Urizén. (Creo, sin
duda alguna, que ésta interpretación es la más cercana a la realidad)

En la teología de William Blake, Urizén traza con un compás la jaula en la que la


imaginación de los hombres quedará atrapada para siempre.
Urizén engendra al espíritu de la razón y Blake lo define como opresor,
unidireccional. Por tal hecho dispuso la imagen del ‘compás’ como acertada
metáfora del labrado que la racionalización de los quehaceres humanos ha llevado
a cabo sobre un ser que resuella a magia cuando se manifiesta simbólicamente; la
mitología del artista nos revela que la razón es estéril si acontece falta de la
capacidad imaginativa humana.

Mas como decía,


Dado el tinte profundamente beato que acompaña a todos y cada uno de los
trabajos que llevará a cabo William, considero que ‘El Anciando de los días’ - por
ser la representación del poderío más primigenio de Dios - ha de ser uno de los
trabajos conceptualmente más productivos del autor...

FORMACIÓN:

La formación de William Blake se inicia con la inscripción en la escuela de dibujo del


profesor Henry Pars (1734-1806). Éste dirigía una institución fundada por la Society
of Arts en donde se impartían lecciones de dibujo y modelaje para aplicaciones
comerciales y/o industriales.

Parece ser que William adquirió con considerable presteza el arte de la pintura.
En la escuela de Pars los alumnos copiaban estampas o pequeñas reproducciones
de las obras culminantes del período clásico. Con mucha audacia Malkin dijo que
tal hecho podría explicar la insólita semejanza que existe entre la pintura de Miguel
Ángelo, por ejemplo, y la de William Blake pese a la disparidad de períodos y
lugares.

Posteriormente, William sofisticó su actividad artística bajo la tutela del grabador


James Basire (1730-1802), el cual trabajaba, de nuevo, con estampas y diminutos
gravados para impartir sus clases. Nuevamente Malkin se ve en lo cierto al afirmar
que el gran arte entra en el corazón de Blake por el pequeño arte de la
reproducción de obras, principalmente renacentistas, siglos ha finitas.

Cabe aclarar que William Blake no deslumbró a su período del mismo modo en que
lo hizo siglo después.
Existen, ciertamente, algunos encargos de considerable importancia - tal es el caso
de los dibujos llevados a cabo en la abadía de Westminster - mas su espíritu no fue
desplegado en toda su profundidad hasta que los tiempos se vieron empujados a
luchar contra lo que W. Blake ya había experimentado en cuerpo y alma, esto es -
que se perciba en toda su inmensidad - la opresión de las cadenas de la razón…

‘EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MONSTRUOS’, ROMANTICISMO

Cabe decir que es algo común el encontrar férreos defensores de la imaginación


entre los románticos - véase Defensa de la Poesía, de Shelley -, mas William Blake
despunta, en éste sentido, por hablar de ella cual gran Tótem. En efecto, el artista
concibe a la imaginación como un atributo que fugazmente hace las veces de
camino hacia lo ilimitado, hacia el poderío engendrador de lo divino.
El acto de “imaginar”, a su vez, se opone directamente al acto de “razonar” o, en
otras palabras, al hecho de “realizar ciencia”, de modo que Blake encontró en la
imaginación un doble filo más que suficiente para hacer frente a las dos grandes
cruzadas que compartía con el Romanticismo, estas eran, el capitalismo y
positivismo ciego que acompañaban a la Revolución Industrial y de Masas.

El ultra-homo nietzscheano, a mi parecer, no resta demasiado alejado de una


interpretación del talento creativo humano como la que Blake sostiene.
En algunos de sus escritos póstumos, Nietzsche describe al ultra-homo como un
‘estado’ temporal y extático, de profundísima inspiración útil.

Cabría que se observase hasta qué horizonte ha sido ensalzada la


imaginación/creación artística en las obras de estos enormes visionarios; ellos
percibieron en la lejanía el desenfreno instintivo y consumista que se cernería sobre
la sociedad, así como la vacuidad de las instituciones educativas o de conocimiento
que hoy en día otorgan títulos a personas que no sabrían nombrar siquiera una
obra culmen de la historia universal del pensamiento.
El Dios ha muerto nietzscheano no es una simple llamada a la caída del
cristianismo, antes bien, habla de una muerte del hombre en tanto la psicología de
los siglos anteriores creía poder discernir algo entre la oscuridad del gran laberinto
de la mente. La conquista del mundo inconsciente fue un hito que redibujó el hablar
de la ciencia general… Podría decirse más, fue una renovación suscitada desde el
campo de la psicología, en tanto que ésta – como la antropología -, es la única
ciencia susceptible de hacer palpables algunas cuestiones permanentemente
filosóficas. (Véase Foucault)

Tanto Nietzsche como William Blake entendían que la creación era la facultad
nuclearmente más genuina y originaria del ser humano; la Revolución Industrial
dejaba entrever las atrocidades que la ceguera del positivismo tecnócrata permitiría,
ejemplificadas en un colectivo de asalariados totalmente faltos de derechos, de
recursos suficientes... El gran logro de algunos pensadores del Romanticismo fue
desvelar tal problemática; y no es necesario andar muy lejos para percibirla, pues
todavía impera en nuestros tiempos… W. Blake es, aquí, el visionario oportuno que,
aderezando el fuego del vitalismo más mítico y errático, levantó un hilo conductor
que sigue vigente, de facto, en la falsa ética actual.

Allen Ginserg sentenció una vez: “Estamos bloqueados de nuestras propias


percepciones. Las puertas de la percepción se han cerrado, los umbrales del
sentimiento sellado, los senderos de la sensación obstruidos, los caminos de la
imaginación tapiados, los campos de la consciencia cubiertos de polución.”

El cronista Luís Racionero explica que Allen Ginsberg solía declararse heredero de
la poesía de W. Blake, pues en ella el poeta hallaba: “un saber mágico, oculto” si
bien Blake “fue el primero en vislumbrar que la razón proporcionaría una visión única, de
esclavización mental en el mundo”.
Ciertamente, muchos otros también fueron críticos del ‘sueño de Newton’. El mismo
Rimbaud consideraba que la liberación mental y social eran un todo inseparable en
el que solamente la imaginación - o el acto creativo – podía proporcionar certeras
conclusiones y dignas resoluciones a los eternos problemas de la especie una vez
sociabilizada.

Recuérdese la gran sentencia de ‘Las Cartas del Vidente’: ¿Yo? ¿Trabajar? ¡En la
vida!

La imaginación es la facultad poética por excelencia. La razón, tal y como su raíz


latina ‘ratio’ indica, tiene la única capacidad de relacionar unos conceptos con otros.
Theodor W. Adorno relata algunas de las consecuencias últimas de una humanidad
sometida - quizás sin saberlo - a los tentáculos de la tecnocracia más malévola y
endeble.
Adorno pertenece a una generación de pensadores - grandes enriquecedores de
los siglos XIX y XX - en la cual encontraríamos a demás personajes, tales como
Marcuse, Walter Benjamin y demás...
Al igual que los enfants terribles más sobrios, estos personajes retomaron – quizás
de un modo más sobrio y pausado - la antigua senda que el Romanticismo había
desenvuelto con mano temblorosa... La sucesión de los años y de las décadas
había corroborado todas las críticas: la supuesta racionalidad de las instituciones
humanas es fría y menosprecia la existencia.

W. Blake - de nuevo él hace referencia a la imagen de Urizén -, considera que el


carácter opresor y contra-vitalista - que posee la actitud racional aparece por
primera vez en la Ilustración. En efecto, Blake relata como Urizén experimenta su
caída hacia la ambición en plena Ilustración, trazando - con un compás - una jaula
en donde el hombre se verá encerrado hasta el fin de sus días...
Tal celda, pues, llevará por nombre ‘razón’ y será el nuevo ídolo que el humano
seguirá sin cuestionarlo siquiera…

Aquí encontramos una muestra de por qué W. Blake es adjetivado como “el último
gran visionario”, pues no está claro hasta qué punto debemos entender a Urizén
estrictamente como una divinidad, o bien, por el contrario, en su sentido más
metafórico y sentenciador, éste es, el de aquello que conduce a un pueblo humano
a gritar progreso y raciocinio cuando todavía se muestra falto de felicidad y equidad.

El capitalismo es la imagen más representativa de la racionalización extrema a la


que se ve sometida la especie. El capitalismo es la explotación del hombre por el
hombre, así que de nuevo entrevemos la lucidez de William cuando sentencia:
“Debo crear un sistema o ser esclavizado por el de otro hombre. No me interesa
razonar y comparar, lo mío es crear.”

Lo que preocupaba a William Blake, así como a la mayoría de Románticos, era que
los novedosos sistemas de producción que imperaban en las industrias eran
autoritarios; reducían - y reducen aún hoy - la diversidad, el individualismo, la
espontaneidad y muchos otros componentes triviales, necesarios para que una
persona pueda manifestarse en su bien encontrada complejidad humana.
¿En qué debe sentirse realizado un trabajador de una gran ‘cadena de montaje en
serie’? ¿Acaso sabe en qué parte de producto será útil su trabajo? ¿Por qué habría
de luchar más de lo debido para la corporación empresarial?

La completa racionalización de la sociedad y sus instituciones ha levantado muros


que ocultan el mundo tal y como es.
La historia ha sido tergiversada para un sinfín de causas y ahora el miedo ha calado
hondo. Muchos creen que la Democracia es Libertad y que el Trabajo es una
Suerte.

EL ANCIANO DE LOS DIAS:

William Blake “Si las puertas de la percepción estuvieran limpias, veríamos todo tal y como
es: infinito y eterno.”

En el aguafuerte ‘El Anciano de los días’ podemos ver a una figura humana
arrodillada, centrada en el interior de una pequeña circunferencia.

Indudablemente, tal y como ya habíamos señalado, existe un nexo determinante


entre la pintura del renacimiento y los trabajos que hoy en día conservamos de W.
Blake.
Los cuerpos humanos que uno puede encontrar entre los gravados y lienzos
blakeanos poseen, incluso ante los ojos del contemplador despistado, un
determinante paralelismo en relación a los que uno podría descubrir en los cuadros
de Miguel Ángelo, por ejemplo. Recordemos que en la escuela de Pars los alumnos
eran mandados a copiar manuales de anatomía - así como pequeños gravados o
estampas – los cuales, mayoritariamente, fueron elaborados durante el movimiento
Renacentista.

La relación entre geometría y mísitica la podemos documentar ya en la antigua


Grecia, en escuelas tan representativas como el pitagorismo, el orfismo e incluso el
posterior aristotelismo.
Algunos de los primeros sabios encontraron en la circunferencia la representación
física de aquello infinito, por lo que no es un hecho baladí el que se encuentre ésta
[la circunferencia, también lo esférico] en el eslabón más alto de algunas de las
religiones más arcaicas... No en vano, pues, William Blake coloca al personaje
principal, esto es, “el anciano de los días”, en lo profundo de una esfera que
comparte un enorme parecido con nuestro Sol terrestre, con el Gran Astro,
encerrando así a través de una doble vía, la antigua concomitancia de lo
geométrico con lo divino.

Según parece, las primeras representaciones que se conservan de Jesucristo, lo


presentan como el conductor de una carreta en el interior de la cual encontrábase
un sol.
La antropología actual, además, nos ha revelado que la mayoría de religiones - en
gran medida las juedo-cristianas, las romano-paganas y la hermética egipcia - son
descendientes de un ancestral culto al Sol o a los seres vivos en su totalidad, de
modo que William B. no sigue una determinación del todo estética o arbitraria al
presentar a su personaje como si del Sol resplandeciente se tratase, antes bien, se
zambulle en la colosal tradición pictórica que ha tratado lo teológico y lo místico.

Otro detalle de merecido análisis es el haz de luz que se desata del brazo de la
divinidad, la luz primigenia, cuyas únicas características son la pureza -
ejemplificada en W. Blake por el color blanco - y la dualidad, fenómeno que habla
de vida y de muerte, enigmática cuestión ad infinitum que diseccionará la realidad
evanescente. En ‘El Anciano de los días’ el espectador podrá apreciar con cuanta
pujanza es confeccionado éste principio ontológico, el de los contrarios, que Blake
propone como irrefutablemente oriundo del acto de la Creación mayúscula o Divina.

Así pues, el Dios de William Blake es a la vez Luz, Oscuridad, Infinitud y Perfección.
Muchos artistas podrían haber cavilado durante endosísimas horas para llegar a
concebir, finalmente, una imagen representativa de un poderío tan inconcebible e
indeterminable; sin embargo, William Blake culmina éste logro con solamente tres
símbolos telúricos del todo representativos, ancestrales y místicos. (el
antropomorfismo de los dioses, la esfericidad y la dualidad en lo existente, dígase también
del ciclo de la vida)

Acabamos de mencionar que la constitución de éste ser – El Anciando de los Días -


es humana y aparece semidesnuda. De ningún modo se nos aparece con la
ornamentación ostentosa de la iglesia tradicional, menos aún guarda parecido
alguno con la dorada imagen del Creador medieval.
Se trate o no de Urizén, podemos apreciar a un Dios que se arrodilla ante el
espectador - acto del todo desconcertante e inaudito en los modos de
representación del Ser supremo.

Finalmente, desearía acrecentar la consecuencias que podemos desanudar de un


antropomorfismo tal - no olvidemos que el aguafuerte figura a un Dios en un estado
previo a la creación de las cosas -.

Efectivamente, el hecho de que Dios sea antropomórfico significa que el ser


humano ha de poseer, a su vez, cierto carácter divino, o al menos productivo y
talentoso. El hombre ha de asemejarse a la Divinidad en tanto que ha de cultivar el
Acto Creativo para que se dé la totalidad de la existencia de un modo acertado y
provechoso.

William Blake, pues, deja en el trasfondo de ‘El Anciano de los días’ un llamada si
no a la rebelión, a la creación, a la imaginación de unas nuevas directrices para el
mundo, último remedio contra la ponzoña que llama a la racionalización de la
especie, a la destrucción del mundo y a la hipocresía de la humanidad toda.

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