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Otto Wolff

LA MEDICINA DE ORIENTACIÓN
ANTROPOSÓFICA Y SUS
MEDICAMENTOS
Antroposophisch orientierte Medizin und ihre

Digitalización y Arreglos
BIBLIOTECA UPASIKA
“Colección Antroposofía”
Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

CONTENIDO
Prefacio, página 3.
La Situación Actual de la Medicina, página 4.
Enfermedad y Curación, página 7.
La Naturaleza de la Curación, página 11.
Los Distintos Métodos para Hallar Sustancias Curativas, página 13.
1. Medicina Popular y Naturista.
2. Quimioterapia.
3. Homeopatía.
4. Medicamentos de la Medicina de Orientación Antroposófica.
Nuevos Caminos en la Preparación de los Medicamentos, página 25.
Muérdago y Cáncer, página 29.
Medicamentos Típicos, página 34.
Terapia con Metales, página 38.
Consideraciones sobre la Situación Terapéutica, página 44.
¿Cómo se Logra la Curación?, página 47.
Perspectivas, página 51.
Referencias Bibliográficas, página 53.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

PREFACIO
En los últimos siglos la medicina ha sido influenciada y dominada cada
vez más por las ciencias naturales. La atención del médico se fue desviando
paulatinamente del ser humano y el entorno que lo condiciona, centrándose en
el estrecho tubo del microscopio. Lo que originalmente se consideraba como
eucrasia o discrasia de los humores ha sido reducido a reacciones químicas en
probetas. Se ha perdido la imagen del ser humano. El individuo enfermo ya no
es considerado como ser anímico espiritual. Se lo evalúa en base a los
hallazgos de la física y la química y se lo trata como objeto que debe ser
reparado. Reconocemos plenamente que en esto se ha alcanzado una
perfección admirable. Pero a pesar de que los recursos de la medicina se han
ido mecanizando, electronizando y complicando cada vez más, los seres
humanos están cada vez más enfermos.
Aquellos profesionales representantes de esta medicina que han
conservado una visión clara y un libre discernimiento y cuyos criterios no
están totalmente sumergidos en la mecánica de esta medicina presuntamente
científica, comprueban y expresan que la misma medicina se encuentra
enferma. A menudo se trata de gente joven, estudiantes, de medicina o
médicos jóvenes que han superado la etapa de fascinación irradiada por la
medicina actual y que buscan una salida de la fijación unilateral de la
medicina. Buscan una concepción del ser humano, que les permita reconocer
al individuo sano, al enfermo y al agobiado por su destino. Desde comienzos
de este siglo existe una ciencia que brinda esa imagen del ser humano: la
antroposofía creada por Rudolf Steiner.
En el presente trabajo se exponen en forma clara y concisa los
fundamentos del arte de curar surgido de la antroposofía. La información
suministrada muestra que la medicina de orientación antroposófica no se
contrapone a una ciencia genuina, sino que constituye una ampliación de la
medicina enseñada y practicada en la actualidad. El lector de este trabajo es
incentivado a estudiar la obra de Rudolf Steiner, con lo cual el escrito cumple
su cometido de la mejor manera.
Dr. Friedrich Lorenz
Departamento Médico. Universidad Libre de Ciencias Espirituales
Goetheanum, Dornach (Suiza)

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LA SITUACIÓN ACTUAL DE LA MEDICINA


El enfermo que hoy en día va a consultar al médico, espera obtener un
pronto alivio de sus dolencias, porque está convencido de que prácticamente
“existe algo” contra todas las enfermedades, como por ejemplo gotas para el
corazón, comprimidos que calman los dolores y otros “para los nervios”;
espera que el médico subsane el “desperfecto” de la misma manera como él
hace reparar Su automóvil.
Efectivamente vivimos en una época que dispone de medicamentos tan
eficaces, que hubieran resultado inimaginables treinta años atrás. Contrarrestar
inflamaciones, tranquilizar estados de excitación, controlar las infecciones,
calmar dolores y dominar complicaciones mortales son resultados casi seguros
de la farmacología moderna. Hasta él individuo al que le hayan extirpado
ambos riñones puede seguir viviendo, ya que existen riñones artificiales. El
diabético, gracias a la insulina, puede llevar una vida (casi) normal, etc.
Constantemente se crean nuevos medicamentos de efecto más rápido, más
intenso y prolongado. Todo esto da la impresión, no solamente entre los legos,
de que así como ciertas enfermedades han sido erradicadas definitivamente, y
otras se controlan fácilmente, también será posible solucionar, dentro de pocos
decenios, los problemas aún pendientes.
Sin lugar a dudas, la medicina actual ha logrado numerosos éxitos en su
lucha contra las enfermedades; sin embargo, hay que ver claramente en qué se
basan dichos éxitos. Hacer un riñón artificial ha sido responsabilidad de la
técnica; desarrollar y fabricar productos medicinales eficientes, un logro de la
investigación química; para construir nuevos aparatos medicinales se han
aplicado leyes de la física. Vale decir que gran parte del progreso de la
medicina se debe, no tanto al arte y la habilidad del médico mismo, sino más
bien a resultados de las ciencias naturales: la tecnología, la química y la física.
Naturalmente hemos de aprovechar los resultados de las distintas disciplinas
de la ciencia natural; pero la medicina, cada vez más, se ha subordinado a
ellas, perdiendo y negando así su propia esencia. El que sufre las
consecuencias de esta evolución, por - o a pesar de - los éxitos obtenidos en el
campo de la medicina, es el enfermo, es decir el ser humano, al que ya no se
considera en su integridad; esto por otra parte tampoco sería posible,
meramente desde el punto de vista de las ciencias naturales.

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Es obvio que, como resultado de esta evolución, el hombre ya no es


capaz de adoptar una actitud interior frente a su enfermedad, o de comprender
el sentido de ella, de modo que la considera tan sólo un problema técnico, un
desperfecto que ha surgido sin su participación y que de igual manera debe ser
reparado por el médico sin la colaboración del paciente. Esto es muy
comprensible, ya que la medicina actual también califica a la enfermedad
como “error metabólico”, como “mando defectuoso” o “autorregulación
bloqueada”, etc. Pero nadie se pregunta quién es el que comete el error de
coordinación.
La medicina de nuestros días está unilateralmente orientada hacia las
ciencias naturales. Las facultades específicas del médico, su “ojo clínico”, su
intuición en el diagnóstico, la comprensión de la individualidad del enfermo,
de su destino, su constitución, etc. se toman mucho menos en consideración
que el diagnóstico obtenido a través de costosos aparatos. Naturalmente,
ningún médico rechazará los refinados recursos que se le brindan para el
diagnóstico. No obstante, hay que ver claramente que éstos sólo debieran
tomarse como un elemento más que acompañe las facultades médicas antes
mencionadas, pero que no las sustituya. Allí radica, actualmente, la desviación
unilateral dentro de la medicina, con la opinión formada de que el aspecto
científico-natural de la medicina es el único valedero para la investigación y
evaluación. Además la medicina actual se basa en una concepción estrecha y
parcial del mundo, incapaz de comprender la totalidad del ser humano.
La investigación psicosomática realiza grandes esfuerzos a fin de
evidenciar la importancia de la vida anímica en los procesos patológicos, pero,
debido al predominio de conceptos provenientes de las ciencias naturales, a lo
sumo se llega, por ejemplo, a que la psicoterapia opere paralelamente a la
medicina interna; esto también es una expresión de la especialización.
Así se evidencia cada vez más una desproporción dentro de la evolución
de la medicina. Por un lado se ha logrado aumentar la expectativa de vida del
ser humano; sin embargo, se comprenderá fácilmente que esto ha de llegar a
sus límites. Por otro lado, la prolongación de la vida no va acompañada de un
mejor estado de salud; por el contrario, es un hecho indiscutible que el hombre
en general está cada vez más enfermo. Lo confirman por ejemplo el evidente
debilitamiento progresivo de la constitución física de los niños en edad
escolar, el aumento generalizado de las patologías del tejido de sostén, la
debilidad de los tejidos conjuntivos, con sus secuelas, los daños en la columna
vertebral, el constante aumento de las cifras relativas a casi todas las
enfermedades crónicas o degenerativas, sin dejar de mencionar el continuo

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incremento del consumo de medicamentos, etc. Todo esto obliga a poner en


duda la meta fundamental del camino emprendido. Frecuentemente la
aplicación de los medicamentos no responde a un objetivo de curación real,
sino que tiende a obtener un rápido efecto visible, sin tener en cuenta la
conveniencia y, con ello, el sentido de un síntoma patológico.

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ENFERMEDAD Y CURACIÓN
La enfermedad afecta al ser humano en su totalidad. Un efecto corporal
puede producirle dolores, esto es, una vivencia anímica; a la inversa un shock
psíquico, un susto, puede producir reacciones físicas, e incluso conducir a la
muerte. Estas reacciones que por ser agudas son fácilmente visibles, también
tienen lugar en afecciones de menor intensidad, pero de mayor incidencia. Es
cierto que actualmente se reconocen influencias psíquicas que conducen a
enfermedades corporales y viceversa; pero estos conocimientos no bastan para
captar en su totalidad el problema “enfermedad” y su significado para el ser
humano. La medicina de nuestro tiempo se basa en las ciencias naturales, pero
la enfermedad no es un problema de estas ciencias. Por lo tanto es
comprensible que aún no se hayan solucionado estos problemas esenciales.
“Si bien la medicina actual se basa en los cuadros clínicos, ella no ha sido
capaz de dar una definición satisfactoria y generalizada acerca de qué es
realmente la enfermedad y qué es lo que ha de considerarse como tal”. (1).
El concepto de enfermedad y el problema del significado de un síntoma
patológico no son especulaciones teóricas, sino que tienen una eminente
importancia práctica. Según el extenso conocimiento antropológico que forma
la base de la imagen antroposófica del ser humano, existen dos grandes grupos
de enfermedades polarmente opuestos, vale decir que se mantienen
recíprocamente en equilibrio. Por un lado están las enfermedades
inflamatorias (altamente febriles) y por el otro lado, las enfermedades
escleróticas, a las que también pertenecen el cáncer y la diabetes. Por ser
polarmente opuestos, estos dos grupos también pueden neutralizarse
mutuamente, encontrándose en un permanente interjuego, a modo de balanza.
El descenso de un lado de la misma, puede estar condicionado por un
sobrepeso en ese mismo lado, pero también por falta de contrapeso en el lado
opuesto. Así también, una enfermedad o un síntoma recién se comprenderá
correctamente si se analiza la irregularidad correspondiente bajo el aspecto del
antagonismo. Empero, el hombre moderno está acostumbrado a pensar en
forma lineal, es decir, de tal modo que un hecho va surgiendo y evolucionando
a partir de otro, y que las diferentes etapas y ramificaciones ya no tienen, para
él, ningún contacto entre sí.
El enfoque polar, tal como ya había sido enfáticamente apoyado por

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Goethe, significa que de un origen se han desarrollado dos formas opuestas,


las que sólo son comprensibles en su conjunto, es decir, que una no podría
existir ni interpretarse sin la otra. Lo mismo puede decirse con respecto a las
referidas tendencias polares en las enfermedades inflamatorias y escleróticas.
Vamos a dar un ejemplo aclaratorio.
El hecho de que las inflamaciones y los tumores estén relacionados ya
ha sido constatado en el pasado por muchos investigadores, (2) llegándose casi
siempre a la conclusión de que existe cierto antagonismo, es decir, que los dos
polos se contraponen. Se ha comprobado que raras veces se nota la tendencia a
inflamaciones en las personas con cáncer, y que tales enfermos presentan
cierta inmunidad contra determinadas enfermedades infecciosas. Sobre todo se
observó que en los contados casos de curación espontánea de cáncer, ésta se
produjo después de una enfermedad altamente febril.
Si la correlación entre los estados de inflamación y cáncer ya se conoce
desde hace tiempo, sin que esto haya tenido consecuencias prácticas, ello se
debe, por un lado, a la falta del concepto de polaridad que permitiría la plena
comprensión de este fenómeno; por otra parte, no se le da la debida
importancia a la fiebre como factor integrante de la inflamación. Según las
investigaciones del premio Nóbel francés Lwoff, a la inmunidad contra una
infección virósica depende mucho más de la temperatura del organismo que
de las reacciones humorales o celulares. Los estudios realizados al respecto
demostraron que en casos de virosis la administración de antipiréticos resulta
sumamente inadecuada, ya que el descenso de la temperatura lleva a una
mayor multiplicación de los virus, a un aumento de las lesiones y a una mayor
mortalidad. Estas investigaciones confirman, en forma experimental, la
veracidad de la teoría de la polaridad antes mencionada, sin que por ello tales
resultados se hayan tomado en cuento para la práctica.
El citado enfoque polar del acontecer patogenético puede conducir a
conclusiones fecundas paca la patología y la terapéutica, como así también a
la noción de que la salud no radica en la ausencia de tendencias inflamatorias
o escleróticas del organismo, sino en un equilibrio entre estas dos fuerzas
polares.
A través del concepto de la relación salud-enfermedad, se reconoce que
hay dos grupos polares de enfermedades que hasta cierto grado pueden
compensarse mutuamente, es decir que una enfermedad puede curar la otra:
esta comprobación quizá pueda resultar algo chocante, teniendo en cuenta el
esfuerzo que realiza el ser humano para evitar todo tipo de enfermedades. Con
todo, no se trata de fenómenos totalmente desconocidos. El sabio griego

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Parménides exclamó: “Dadme una sustancia para producir fiebre, y yo curaré


cualquier enfermedad”. Ciertamente hoy en día podemos provocar fiebre, pero
sin poder curar con ello todas las enfermedades. De todos modos, la referida
sentencia encierra una sabiduría con respecto a la fuerza curativa de la fiebre,
que si bien ha sido redescubierta en nuestros tiempos, aún no se reconoce en
su pleno significado.
En tal sentido ha de interpretarse el hecho de que en los pocos casos de
curación espontánea del cáncer, es decir sin la intervención del médico, esa
curación se debió a la aparición de una enfermedad altamente febril (erisipela,
en la mayoría de los casos).
Lo expuesto también significa que la represión de una enfermedad
puede favorecer el desarrollo de otra. Lo que de ello resulta es de gran
importancia, puesto que en ciertas circunstancias implica la posibilidad de
evitar una enfermedad grave mediante otra mucho más leve (por ejemplo
aplicando una vacuna, lo que en cierto modo equivale a una “pequeña
enfermedad”). También puede darse el caso contrario, o sea que al reprimir
una enfermedad leve se favorezca la aparición de otra más grave. Hoy en día
se utilizan todas las posibilidades terapéuticas factibles, sin tener en cuenta
que, bajo ciertas condiciones, una enfermedad aguda e innocua puede ser un
intento del organismo de evitar una grave dolencia crónica, e incluso una
afección mortal. Naturalmente habrá que lomar en consideración el tipo de
enfermedad de que se trata en cada caso. Este es un campo amplío que reviste
gran significación. A veces un “inexplicable” aumento de determinadas
enfermedades podría comprenderse y solucionarse mejor mediante el estudio
de otras enfermedades.
Otra consecuencia que surge de este concepto fundamental sobre la
salud y la enfermedad, es que las mencionadas tendencias a la inflamación y la
esclerosis son condiciones inmanentes a la organización humana, y que, sin
estas tendencias el hombre no podría vivir sanamente. La tendencia de
endurecimiento es tan necesaria como la de disolución. Sin los procesos de
endurecimiento el hombre no tendría huesos ni dientes. Por otra parte, si en el
organismo humano no hubiera disoluciones, relacionadas con la posibilidad de
inflamaciones, éste no podría crecer ni regenerar sus tejidos, ya que no sería
capaz de eliminar las sustancias “viejas”; el hombre estaría constantemente
enfermo a causa de los “residuos”.
Otro aspecto que se deduce de lo expuesto consiste en que la capacidad
de enfermarse pertenece a la esencia misma del hombre; e incluso puede
significarle una importante ayuda. Vemos pues, que la enfermedad adquiere

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un significado que hoy en día básicamente se le niega. La enfermedad


constituye el extremo de una tendencia imprescindible dentro del organismo
humano, tendencia que tiene el significado y la misión de conducir al hombre
a la comprensión de sí mismo, y así posibilitarle su existencia humana en un
sentido más alto. “Si no pudiéramos enfermarnos, tampoco seríamos seres
espirituales. Lo somos por tener en nosotros la posibilidad de enfermarnos. Lo
que debe darse siempre en el pensar, sentir y querer, en la enfermedad se
manifiesta de una manera anormal”. (R. Steiner).

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LA NATURALEZA DE LA CURACIÓN
Todos hemos observado alguna vez el proceso más simple de curación.
Supongamos que la epidermis haya sido lesionada y que presente un corte. Se
procede a unir los bordes de la lesión, y después de algunos días veremos que
éstos se han “pegado” en cierta forma y luego ya quedarán firmemente unidos;
la herida cicatriza y se restablece la unidad del tejido. En principio ocurre lo
mismo en el caso de una fractura. El hueso ha sido quebrado y por lo tanto la
enfermedad, igual que en el caso anterior, consiste en una división o
separación. La curación en ambos casos se basa en el restablecimiento del
orden orgánico, en una nueva conexión de lo que había sido separado. Esta
unión es más firme que antes de la lesión, lo que es muy significativo.
Tal curación se produce “por sí sola”, sin intervención externa, ya que
coser una herida o aplicar un yeso sólo crea condiciones favorables, pero no
produce la curación propiamente dicha. No obstante, nada sería más absurdo
que pensar que este proceso tan complicado y eficaz se efectúa por sí sólo y
sin ser dirigido. Antes bien en nuestro organismo ha de haber un principio
superior e invisible que rige sabiamente los procesos en cuestión.
Indudablemente todo guarda relación con las fuerzas de crecimiento, pero
también las trasciende; pues, si bien es cierto que tanto la epidermis, por una
parte, como el hueso, por la otra, tienen que volver a unirse en función de las
fuerzas de crecimiento, hay que admitir que crecimiento por sí solo no
equivale a curación. “Aquí actúa el médico interno”, según palabras de
Paracelso. Es cierto que se sigue hablando de “fuerzas de autocuración”, pero
sin tener una clara noción de tal concepto.
¿De dónde obtiene cada una de las células la información sobre cuándo
detener el crecimiento?. Es que cada una de ellas ha de ser considerada no
como aislada de las demás, sino como parte integrante e instrumento de todo
el organismo.
En última instancia la curación se basa en un principio vital que actúa
en todo el organismo y que, en el curso del crecimiento va transformando al
conjunto de células no diferenciadas en un organismo bien ordenado; el
proceso de curación forma parte de las fuerzas vitales y de crecimiento que
actúan en todo ser viviente. En la ciencia espiritual antroposófica este
principio suprasensible de organización se denomina cuerpo etéreo o cuerpo

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vital. La vida es de naturaleza suprasensible. Vemos sus manifestaciones, pero


no su verdadera esencia. Carecemos de órganos físicos capaces de percibir
estos procesos vitales, como tampoco los poseemos para la percepción de las
fuerzas de electricidad y magnetismo, que pertenecen al dominio de lo
infrasensible.
Antiguamente se conocía exactamente la diferencia entre la función
curativa del organismo y la tarea del médico, y se decía: “Medicus curat,
natura sanat", vale decir, el médico ayuda a crear las condiciones propicias,
“cura”, pero la naturaleza es la que “sana”. (En algunos idiomas modernos ya
no es posible expresar esta sutil e importante diferencia de las dos palabras,
tan clara y precisa en latín).
Pero ¿Cómo es posible influir sobre estos procesos curativos?. Desde
tiempos muy remotos el ser humano lo ha hecho o tratado de hacer en la
medida en que su concepto de la vida humana lo permitía.
¿Qué posibilidades existen para saber si una planta o una sustancia tiene
la capacidad de ejercer un efecto curativo y cuáles de sus propiedades
aseguran ese efecto?.

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LOS DISTINTOS MÉTODOS PARA HALLAR


SUSTANCIAS CURATIVAS
Tanto históricamente como por la finalidad y el método podemos hablar
de cuatro maneras distintas de búsqueda de sustancias curativas.

1. Medicina popular y naturista:

En tiempos antiguos todos los pueblos recurrían al uso metódico de


hierbas medicinales para determinadas dolencias. ¿Cómo llegaban aquellos
hombres a descubrir las relaciones y afinidades entre la planta y la enfermedad
respectiva?. Hoy se piensa que simplemente acertaron al azar. Si así hubiera
sido ¡cuánto más fácil sería ahora detectar semejantes vínculos, desde que se
dispone de diagnósticos y métodos de investigación mucho más exactos!. Sin
embargo, justamente los ensayos con los remedios modernos muestran las
dificultades para reconocer realmente aquellas relaciones. No obstante, no se
puede dudar de que las plantas poseen las fuerzas curativas que se les asignan.
Hasta en nuestros días muchos medicamentos (por ejemplo para enfermedades
cardíacas) se elaboran mediante plantas que desde hace siglos se vienen
empleando con idéntico fin, tales como Digitalis, Crataegus, Convallaria
Majalis, etc.; sólo que en la actualidad se suelen extraer las llamadas
sustancias activas que se enriquecen, concentran y estandarizan. El ser
humano de tiempos pasados también conocía todas las plantas de efecto
estimulante, o sea, las que contienen cafeína; más tarde no se logró encontrar
una sola planta mediante análisis químico que contuviera cafeína, sin que tal
propiedad no haya sido conocida ya anteriormente por la sabiduría popular.
Igualmente desde hace varios siglos se conocen casi todos los vegetales
estupefacientes; y sería absurdo pensar que todo ha sido encontrado
meramente “probando”.
Indudablemente las “curanderas” del pasado ignoraban por completo
todo lo referente a métodos exactos de análisis químico; en cambio poseían un
estado de conciencia muy distinto: el encontrarse ante plantas de propiedades
curativas les causaba una sensación similar a la que se experimenta por la
enfermedad correspondiente; vivenciaban en forma inmediata la esencia de la
planta, y con ello su poder curativo. Esto es comparable al instinto de los

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animales que generalmente no comen las plantas tóxicas, e incluso, al


enfermarse, saben encontrar las plantas curativas adecuadas. En su estado de
conciencia opaca e instintiva, perciben la esencia de los vegetales, y ésta les
resulta repulsiva o atrayente. En el pasado existieron muchas personas con
tales capacidades, pero éstas se perdieron a medida que surgía en la época
moderna la conciencia más clara y más exacta, si bien la percepción antigua
siguió conservándose en casos aislados. Actualmente, en cuanto a la medicina
naturista, sólo puede hablarse de un método que se practica por tradición.
En el pasado se preparaba una “esencia” con el fin de “encerrar” la
sustancia activa de una planta medicinal; así se la denominaba por contener el
“ser” del vegetal. Hoy por esencia se entiende simple y abstractamente un
extracto alcohólico. Naturalmente en tiempos pasados también se usaban
sustancias tóxicas, pero se sabía exactamente que lo decisivo reside en la
dosificación y que la adecuada aplicación de los “Venenos” es tarea del
médico.

2. Quimioterapia:

Con el avance de la química también se buscó analizar las


“componentes” de los vegetales y reproducirlas sintéticamente y modificarlas.
Ante todo, se comenzó a analizar el efecto de las sustancias sintéticas,
anteriormente desconocidas. Debido a que, por supuesto, se ignoraba su
efecto, tanto en los seres humanos como en los animales, fue necesario
probarlas primero en experimentos en animales y, cuando se lograba
aminorar la fiebre o la presión sanguínea con una sustancia, seguir
transformándola luego hasta hacerla relativamente tolerable por el ser
humano. Siendo imposible - aún en la actualidad - predecir por la fórmula
química de una sustancia, todas sus propiedades activas, tampoco resulta
factible conocer de antemano los efectos imprevistos sobre el ser humano, que
no se producen en el animal o sólo se dan en determinadas especies. Esto no
es cuestión de la exactitud del análisis o del experimento, sino que es
inherente al procedimiento. Valga de ejemplo el resultado catastrófico del
Contergan. Esta sustancia (la Talidomida) había sido debidamente examinada
a través de experimentos en animales antes de ser aplicada en el ser humano.
A pesar de ello, en el hombre se produjeron malformaciones que sólo más
tarde pudieron constatarse también en ciertos animales.
Para las sustancias sintéticas, la mayoría de las cuales no existen en la
naturaleza, no hay, aparte del experimento en animales, otro sistema para

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determinar sus efectos primarios o colaterales. De todos modos, puesto que


indudablemente existen diferencias esenciales entre el hombre y el animal,
resulta problemático y limitadamente factible valerse de los resultados
obtenidos por el experimento en animales para su aplicación en el hombre.
Ante todo, únicamente pueden constatarse determinados efectos, pero de esta
manera no es posible llegar a una afirmación concreta con respecto a la
curación.

3. Homeopatía:

Alrededor del año 1790 el médico Samuel Hahnemann (1755-1843)


desarrolló un procedimiento para hallar sustancias terapéuticas que más tarde
se conoció como homeopatía. El principio del “similia similibus curentur”
(lo semejante se cura por lo semejante) se basa en que determinadas
sustancias, como por ejemplo un extracto vegetal, provocan en el organismo
humano determinados fenómenos correlativos, los guales se parecen a ciertos
cuadros patológicos. En el caso de una enfermedad, se pueden administrar
entonces pequeñas dosis, altamente diluidas, de la sustancia que en el
organismo sano produciría aquel fenómeno, y con ello se logrará la curación.
Es por esta razón que en la homeopatía el cuadro patológico y el remedio a
emplear son idénticos. Para el profesional experto, esto significa que el
diagnóstico le da a la vez la terapia; a partir dé los síntomas, sabe que ellos
corresponden a un determinado medicamento. No obstante, esta terapia no es,
de modo alguno, una terapia sintomática, sino el método contrario, puesto que
detrás de los síntomas percibe la irregularidad como un todo, sin detenerse en
aquéllos. El síntoma no es el punto de ataque, sino simplemente el leitmotiv.
El término homeopatía actualmente se emplea en general con respecto a
los medicamentos que se elaboran según el procedimiento de dinamización
(ver esquema más adelante). Sin embargo, el principio de la similitud como
fundamento esencial de la homeopatía forma también la base de muchas otras
medidas terapéuticas. Así, por ejemplo, con el fin de provocar una mejor
circulación sanguínea en una pierna, es dable colocar un lazo en ella durante
algún tiempo; al soltarlo por reacción se producirá una irrigación sanguínea
más pronunciada que antes. Este procedimiento se debe a August Bier,
conocido cirujano y vivaz promotor de la homeopatía, quien, dicho sea de
paso, tenía plena conciencia del carácter homeopático de la citada medida.
En el fondo igualmente pertenecen a la práctica homeopática la
estimuloterapia, como asimismo muchas medidas tomadas en procura de una

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reacción del individuo, las cuales implican pequeños esfuerzos adicionales,


con la finalidad de activar al organismo, o sea, fortalecerlo al tener que
sobreponerse a tales exigencias.
El remedio “acertado” es de igual naturaleza que el cuadro patológico,
lo que significa que al organismo justamente se le administra su dolencia
transformada en medicamento. Si se le diera éste en forma masiva, la
enfermedad empeoraría; en cambio en forma dinamizada, adecuadamente
preparada, es apto para curar. Lo que se emplea, ya no es la sustancia como
tal, sino una fuerza activa. De esta manera el organismo “aprende” a dominar
la enfermedad, al sobreponerse a lo que justamente equivale a las fuerzas
faltantes.
Hahnemann pudo hacer su descubrimiento después de suministrarse a sí
mismo, sin estar enfermo, corteza de quina, la que le hacía sentir frío en los
pies y en las yemas de los dedos, además de taquicardia, palpitaciones
cardíacas y decaimiento general. Como él conocía muy bien tal estado,
equivalente a las manifestaciones de la fiebre intermitente, llegó a la
conclusión de que el medicamento provoca el estado que sino aparece con la
enfermedad. Por consiguiente, para combatir una enfermedad habría que
aplicar la sustancia que tiene la propiedad de provocar un estado exactamente
igual, transformándola debidamente. Esto significa que se debe buscarla
relación existente entre enfermedad y sustancia, lo que en la homeopatía se
logra mediante el ensayo en que se administra el medicamento al individuo
sano.
De esta manera, en el curso de casi 200 años, se investigaron las
propiedades curativas de cientos y cientos de vegetales, minerales y sustancias
animales tóxicas.
Este procedimiento para hallar sustancias curativas es uno de los
artificios de la homeopatía; el otro consiste en el método de procesarlas. Si el
medicamento que corresponde a determinada enfermedad - o sea la sustancia
que produce aquel estado patológico - se aplicara en forma concentrada, ello
conduciría a empeorar la enfermedad.
El secreto de la homeopatía consiste en saber administrar justamente el
medicamento que es capaz de provocar las manifestaciones de la enfermedad
respectiva, pero no en forma sustancial masiva, sino preparado especialmente,
“dinamizado”.
¿Cómo se realiza ese proceso?. Dicho de otro modo: ¿Cómo se
transforma en medicamento esa sustancia?.
El procedimiento para preparar la sustancia o materia prima, por

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ejemplo un mineral como el azufre, un extracto vegetal, como la Belladonna,


o una sustancia animal tóxica, fue llamado “dinamización” (o potenciación)
por Hahnemann. Consiste en una dilución lograda agitando o triturando una
parte de la sustancia con nueve partes del “medio” - agua, alcohol o lactosa -.
Una parte de la mezcla obtenida se vuelve a diluir en nueve partes del medio,
y así sucesivamente. Quiere decir que la sustancia se diluye repetidas veces en
proporción 1:10, y el resultado será la dinamización decimal que se califica
mediante la sigla DI, D2, D3, etc.
A la D1 corresponde pues la concentración del 10 %.
D2 1 %.
D3 0,1 %.
D4 0,01 %.
etc.
Si para una parte de la sustancia se emplean 99 partes del medio,
resultará una dilución de 1:100, lo cual se llama dinamización centesimal y se
designa con la sigla C (en Francia se acostumbra usar potencias C, en
Alemania se da preferencias a las potencias D).
A Hahnemann, siendo médico con amplios conocimientos en las
ciencias naturales, no le cabía duda de que lo decisivo reside, no en la
“dilución”, sino en la “dinamizacion”; y por esta razón habla de fuerzas
dinámicas que influyen preponderantemente sobre el principio vital... “La
medicina homeopática desarrolla especialmente las fuerzas curativas
espirituales, inmanentes a la sustancia primaria”. Lo decisivo no radica pues
en las muy pocas moléculas de la materia prima que eventualmente aún
pueden hallarse en la preparación, sino en que la materia, por medio de esa
dinamizacion, cada vez más elevada, se sutilice y se transforme finalmente en
fuerza curativa de índole enteramente espiritual”. (3).
En el texto original se nota la dificultad con que tropieza Hahnemann
para expresar estas ideas; no obstante, resulta claro, que la cantidad
insignificante de sustancia primaria que aún pueda hallarse en la alta
dinamizacion nada tiene que ver con la eficacia del remedio. Evidentemente, a
Hahnemann le falta el concepto adecuado para describir correctamente lo que
había encontrado. Se trata de fuerzas que actúan en el medicamento, no de
sustancias; él habla de “fuerzas de índole espiritual”, vale decir que no son,
directamente, espíritu, pero tampoco sustancia. Al hecho de liberar el espíritu
lo llama “dinamizacion”, término que se podría interpretar como desarrollo de
fuerzas.
Hahnemann estaba convencido de que lo decisivo no reside en la

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“dilución”, sino que ésta es solamente el medio para alcanzar el fin: Todos los
días se oye decir que los medicamentos homeopáticos no son sino diluciones,
cuando en realidad son lo contrario, esto es, transformación de las sustancias
naturales y manifestación, revelación de las fuerzas curativas específicas,
inmanentes y ocultas dentro de su naturaleza íntima, lo que se obtiene
mediante agitación y trituración, agregándose un medio meramente
secundario y no medicinal; la sal común (cloruro de sodio) por ejemplo
desaparece en la dilución con agua, sin transformarse jamás en “medicamento
de sal común”; sin embargo se eleva a su poder maravilloso mediante nuestra
dinamización cuidadosamente preparada”. (4).
Hahnemann describe el efecto en los siguientes términos: “No son los
átomos físicos de estos remedios altamente dinamizados...” sino... “una fuerza
curativa específica de la sustancia primaria puesta al descubierto... que ejerce
su efecto dinámico sobre todo el organismo, e incluso es tanto más eficaz
cuanto más libre e inmaterial ha devenido a través de la dinamizacion”. (5).
Resulta pues que el medicamento homeopático no actúa directamente
en sentido de una reacción molecular química, sino “de un modo espiritual”;
influye sobre el principio vital en aquella región que gobierna las reacciones
materiales. Dicho de otra manera: apela al organismo para que éste vivifique
las fuerzas afectadas por la enfermedad. El medicamento homeopático no
sustituye las reacciones corporales, como se intenta hacer mediante el método
quimioterapéutico, sino que actúa sobre todo el organismo, quiere decir que a
éste no se lo pasa por alto, sino que se lo incluye en el proceso curativo.
Existen ya muchísimos resultados de experimentos que comprueban
irrefutablemente la eficacia de las sustancias altamente dinamizadas según el
principio homeopático, no solamente en la medicina, sino también en el
crecimiento de plantas como asimismo en experimentos con animales,
realizados según métodos estadísticos.
De la gran cantidad de trabajos experimentales existentes cabe citar dos
que satisfacen plenamente las exigencias de la investigación moderna:
Pelikan (6) examinó el efecto del nitrato de plata dinamizado sobre el
desarrollo de semillas de trigo. Durante cinco días dejó crecer semillas de
trigo no seleccionadas, sumergidas en una solución dinamizada, en pequeñas
placas con 50 semillas cada una, colocadas sobre mesas giratorias y sometidas
a las condiciones más equilibradas posibles (temperatura, luz, etc.). Se
realizaron más de 40 series de experimentos semanales, siendo en total 240 las
pruebas de crecimiento analizadas. Con ellas se obtuvo una curva de
crecimiento típica con máximos y mínimos. Las diferencias se certificaron con

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un margen del 1 % (probabilidad de azar) con relación al control con agua.

Figura 1: Relación del crecimiento medio de trigo en germinación con las


dinamizaciones del nitrato de plata.

Figura 2: Iguales condiciones de ensayo que en la Figura 1, pero con nitrato


de plomo dinamizado.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

De las curvas precedentes resulta un ducto típico que depende de la


sustancia dinamizada inicial (plata o plomo).
Con estos experimentos al mismo tiempo se analizaron otras cuestiones
tales como:
“¿Se modifica el efecto de la dinamización “en virtud de la
filtración”?”.
“¿Los resultados obtenidos dependen por ejemplo del año o de la época
del año?”.
1. La influencia de la filtración no tiene significado para la efectividad
de la dinamización.
2. La época en que se realiza el experimento (época del año y año)
tampoco tiene influencia.
Lo decisivo es el tipo de curva, que siempre vuelve a predominar y que
es determinado específicamente por las sustancias iniciales.
Pelikan (7) también examinó experimentalmente la posibilidad de
determinar una diferencia entre una dilución y una dinamización. Con la
metodología descripta analizó distintas series de dinamización decimal (1:10),
así como dinamizaciones centesimales (1:100) y dinamizaciones en la relación
1:5, 1:7 y 1:30.

Figura 3: El mismo esquema del experimento precedente con nitrato de


plomo dinamizado, pero con distintos ritmos de dilución (1:5; 1:7; 1:10; 1:30;
1:100) ordenados por grados de dinamización; ritmo uniforme en función de
la dinamización.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

Lógicamente para cada paso de dinamización se pueden calcular


fácilmente la concentración y la dilución de la sustancia inicial.
Teóricamente por ejemplo una dilución C2 corresponde a una D4, y en
consecuencia una C15 a una D30, etc. Si dependiera de esto, las curvas de
crecimiento obtenidas deberían expresar el tipo de dilución. Pero no es así.
Todas las curvas de dinamización (ver más abajo) muestran el mismo tipo
básico que corresponde al grado de dinamización y no a la dilución.

Con ello también queda pues confirmado experimentalmente que el


parámetro real es la dinamización y no la dilución. Lo que importa es el
número de pasos de dinamización y no el resto sobrante, la “concentración” o
“densidad de la sustancia inicial”.

4. Medicamentos de la medicina de orientación antroposófica:

Un nuevo concepto para la creación de medicamentos, totalmente


independiente de los tres métodos precedentes, es el introducido por Rudolf
Steiner. Se basa en la imagen amplia del ser humano que resulta de la
investigación científico-espiritual de la Antroposofía.
Una de las nociones fundamentales de la ciencia espiritual
antroposófica nos revela que el hombre y la naturaleza pasaron por una
evolución común, claramente visible, y que por tal razón existe un parentesco
esencial y reconocible entre el ser humano y los reinos de la naturaleza. En el

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

curso de la evolución conducente a la existencia humana, el antecesor del


hombre ha desprendido de sí mismo, paso a paso, los reinos de la naturaleza.
El conocimiento de este hecho pertenece al patrimonio más remoto de la
humanidad, como lo evidencian las mitologías de todos los pueblos, y como
también lo encontramos en los conceptos de Goethe, Oken, Carus y otros. Por
la investigación de Rudolf Steiner se fundamentó este conocimiento de una
manera moderna. Podemos estudiar la esencia de un vegetal, un animal o un
mineral del mismo modo que la de un ser humano, procediendo de tal manera
que a través de sus manifestaciones, cualidades, etc. penetramos hasta el
contenido espiritual subyacente en todo acontecer material. No existe ninguna
materia y mucho menos sustancia viva sin espiritualidad intrínseca; ésta a su
vez se halla diferenciada exactamente del mismo modo como la materia.
“Hemos de ir más allá del mero probar y experimentar que se practican
para conocer las propiedades curativas de una sustancia o de una preparación.
Hay que comprender al organismo humano según las condiciones del
equilibrio de sus órganos, y hay que comprender la naturaleza según las
fuerzas inmanentes del crecimiento y la desintegración. Así, el arte de curar
será algo que se basa en la comprensión y donde se emplea un medicamento
no simplemente porque la estadística nos dice que en tantos y tantos casos ha
sido eficaz, sino que la comprensión del ser humano y de la naturaleza nos
enseña cómo, en el caso particular, será posible transformar el fenómeno
natural dentro de una sustancia natural en fuerza curativa para el órgano
humano con respecto a las fuerzas anabólicas y catabólicas”. (R. Steiner) (8).
Si estudiamos la naturaleza de esta manera, se nos revelarán relaciones
entre determinados vegetales, minerales o metales, por una parte, y órganos y
procesos humanos, por la otra: podemos preguntar, por ejemplo ¿Cómo se
explica que de un óvulo surjan órganos tan distintos?. Es que la diferenciación
se basa en impulsos diferentes, fuerzas activas suprasensibles que también se
reconocen en la naturaleza.
Son fuerzas que actúan en la esfera de la vida y que se denominan
fuerzas formativas etéreas; tienen afinidad con las fuerzas “de índole
espiritual” de Hahnemann. Cuando obran en el ser humano, se va formando un
órgano, cuando actúan en la naturaleza, surge un vegetal, un metal, un
mineral. Ciertas relaciones eran conocidas en tiempos remotos y hasta la edad
media: así, por ejemplo, la vinculación entre el oro y el corazón, entre el
hierro y la vesícula biliar, pero también entre vegetales y órganos humanos,
como la existente entre diente de león e hígado, etc. Estos conocimientos se
han perdido, y sólo volverán a encontrarse de una manera nueva. Las

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

relaciones encuentran su explicación en la historia de la evolución, ya que los


órganos y las plantas o sustancias correlacionadas se formaron en la misma
época. Si bien el hombre se ha emancipado de la naturaleza debido al proceso
necesario de individualización, mantiene, sin embargo, su parentesco con ella
en condiciones bien visibles; como microcosmos es una reproducción del
macrocosmos.
En virtud del conocimiento de las fuerzas etéreas de la naturaleza y la
relación correspondiente entre los procesos del cuerpo y los de la naturaleza, o
bien, entre órganos humanos y sustancias externas, es posible obtener efectos
de éstas sobre aquéllos. De la misma manera es posible estimular los procesos
vitales o curativos dentro del mismo organismo. En un órgano enfermo
pueden activarse los procesos etéreos formativos mediante las fuerzas activas
de la naturaleza, como por ejemplo las de una planta. Se sobreentiende que, al
hablar de tales relaciones entre la naturaleza y el ser humano, solamente se
hace referencia a sustancias naturales; las sintéticas, si bien pueden ejercer un
efecto muy intenso, no guardan aquella íntima relación, aquel parentesco con
un organismo, con el ser humano. Es por esta razón que sus efectos,
principalmente en cuanto a su amplitud (efectos secundarios) y profundidad
(efectos tardíos), no pueden preestablecerse, sino únicamente constatarse a
posteriori; por la misma razón sólo es posible determinar sus efectos por
medio del experimento en animales. Sin embargo, los resultados de tales
experimentos no son, en principio, aplicables al hombre, sino cuando más en
relación con ciertos síntomas.
Los medicamentos que corresponden a la relación entre la naturaleza y
el hombre activan procesos fundamentales del organismo humano o de
determinados órganos; actúan, no contra una inflamación, ciertas bacterias,
etc., sino que influyen sobre un órgano, o bien sobre la totalidad del
organismo en cuanto a su función arquetípica. Un efecto semejante no resulta
comprensible si se mira exclusivamente el órgano aislado, sino que surge de la
consideración de todo el organismo.
Del mismo modo tampoco se comprenderá realmente el efecto de un
vegetal a través de una “sustancia activa” elaborada, quizás, en forma
complicada, sino únicamente a través de la aproximación a la esencia de ese
vegetal, esencia que por cierto encuentra su expresión hasta en la misma
sustancia.
La planta en sí es una unidad, un organismo; cada célula y cada parte de
la sustancia han sido formadas por este organismo y lo representan. Una
sustancia aislada ya no puede ser expresión de la totalidad, de lo esencial de

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

una planta, pero sí lo puede ser un extracto correctamente elaborado, una


“esencia” que aún contiene la naturaleza como tal, como ya se explicara
anteriormente.
Empero, un medicamento tampoco se obtiene mediante la simple
adición de dos o más sustancias diferentes, pues es mucho más que la suma de
sustancias activas; es, en cambio, un organismo, una obra de arte; el
farmacéutico lo debe conservar tal como la naturaleza lo ha creado, pero
también puede completarlo mediante medidas apropiadas. En su preparación
hay que partir de la unidad orgánica, no de las “componentes”.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

NUEVOS CAMINOS EN LA PREPARACIÓN


DE LOS MEDICAMENTOS
A los procedimientos farmacéuticos conocidos en la actualidad, como
por ejemplo la extracción, la decocción, etc., se suman diversos métodos
destinados a liberar las sustancias primarias (minerales, vegetales, órganos o
sustancias, animales tóxicas), hacer utilizables sus fuerzas y acercarlas a los
procesos del organismo humano. Los procedimientos que sólo cuentan con los
procesos materiales de la “concentración” o “aislación de sustancias activas”
pueden complementarse mediante métodos que se orientan hacia la dinámica y
las fuerzas activas de un vegetal.
Desde tiempos antiguos se utilizan distintos niveles de calor para liberar
las fuerzas curativas de los vegetales. Así por ejemplo resultará favorable una
extracción en frío (maceración) cuando se trata de plantas frescas; las raíces
secas y las cortezas, en cambio, requieren la decocción. Pero lo importante no
son solamente las sustancias que “componen” la planta y el “rendimiento” a
obtener, sino que, según la manera de hacer la preparación, se logrará el efecto
específico correspondiente a los sistemas de órganos del ser humano. Esto se
consigue principalmente mediante procesos térmicos más pronunciados, tales
como el tostar, incinerar y carbonizar. En realidad se trata de procesos
alquímicos sólo comprensibles si se tienen en cuenta los fundamentos
trascendentes. La ceniza, por ejemplo, no es simplemente una combinación de
distintas sales, sino un conjunto de sustancias que han pasado por un
determinado proceso. La respiración constituye el proceso correlativo en el
organismo humano; en ella tiene lugar algo parecido a una combustión; y es
por ello que mediante preparaciones cinéreas se puede actuar sobre los
procesos respectivos en el organismo humano, principalmente el sistema
respiratorio y los pulmones.
De tal manera los distintos procesos térmicos permiten emplear
adecuadamente las preparaciones vegetales con relación a las funciones
orgánicas correspondientes.
Uno de los procedimientos farmacéuticos basados en indicaciones dadas
por Rudolf Steiner consiste en la transformación de un mineral o de un metal a
través de cultivos de plantas. En ellos se emplean abonos de sales de los
respectivos metales y más tarde se procede a transformar en abono la planta de

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

tal cultivo. Así no sólo se logra activar los metales, esto es acercarlos a los
procesos vitales, sino que ello también permite emplearlos como “metales
vegetabilizados” para los órganos que guardan relación con la planta
respectiva. Entre las especialidades de esta índole figuran: Urtica dioica Ferro
culta, Cichorium Stanno cultum, etc. La selección de las plantas a usar
también se sujeta a su relación específica con el metal respectivo.
La ortiga contiene un porcentaje relativamente grande de hierro; pero
esto no es lo decisivo. Mucho más importante es la función que tiene que
cumplir la sustancia dentro de la planta. Podría tratarse, por ejemplo, de un
sedimento, o sea de sustancia agregada, sin valor alguno para el metabolismo
o para el uso terapéutico. Para averiguarlo se requiere un estudio de la esencia
de la planta en Cuestión. Entonces se verá que la ortiga efectivamente tiene la
capacidad de valerse del hierro de una manera particularmente “hábil”: no
sólo lo incorpora sustancialmente, sino que lo lleva a un estado apropiado a
sus impulsos, ya que es una planta totalmente modelada por la naturaleza del
hierro; así se explica su carácter ardiente y agresivo, expresión del impulso
marcial Marte-Hierro (ver párrafo sobre “Terapia con metales”, más adelante).
El hierro cumple muchísimas funciones en el organismo humano; una
de ellas se refiere a la parte anabólica o formativa: para activarla se puede
emplear el preparado Urtica dioica Ferro culta. Sabido es que las distintas
sales de hierro dan resultados muy diversos: cuanto más activo y transformado
se halla el hierro, tanto más fácil lo asimila el organismo. No se trata
simplemente del hierro como sustancia, sino ante todo de la capacidad del
organismo de valerse de él. En este sentido, la ortiga es de gran ayuda. Si ha
sido cultivada con el agregado de hierro, precisamente se estimula en el
organismo humano la capacidad de asimilarlo. Lo que importa, pues, no es el
suministro material del hierro, sino el estímulo, la dinámica en el empleo de la
sustancia.
Pero también el proceso formativo de la vesícula biliar depende en gran
parte del hierro. Pues bien - ¿Cómo se le puede “ordenar” al hierro que no se
oriente hacia la función anabólica, sino hacia el proceso biliar?. Esto se logra
mediante la planta medicinal, la cual, a su vez, se vincula con la bilis, como
por ejemplo el Chelidonium (celidonia mayor). Cultivándola adecuadamente
con empleo del hierro, la fuerza de éste se orientará hacia el proceso formativo
de la vesícula biliar. La especialidad medicinal respectiva es Chelidonium
Ferro cultum.
El proceso formativo del hígado depende de un modo peculiar de las
fuerzas del estaño, si bien éstas pueden actuar de diversas maneras. También

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

en este caso es posible dirigirlas mediante una planta medicinal: es el diente


de león, que tiene gran influencia sobre aquel proceso; y el efecto será más
favorable si en el cultivo de esta planta se emplea el estaño. La especialidad
medicinal correspondiente es Taraxacum Stanno cultum.
Sobre la etapa “posterior” de los procesos hepáticos se puede influir
mediante la achicoria, cuyo ciclo vegetativo, a diferencia del ciclo del diente
de león, culmina hacia el otoño; sus flores en vez de amarillas, son azules.
Tales “signos” tienen su importancia, pero es cuestión de desarrollar las
facultades para saber interpretarlos. Juzgar por analogía, diciendo por ejemplo,
que las hojas en forma de corazón son lo indicado para el corazón y las
reniformes para los riñones, etc., sólo evidenciaría una absoluta falta de
discernimiento. Antes bien, se trata de guiarse por esos fenómenos a fin de
formarse una imagen de la naturaleza de la planta en cuestión y de encontrar
su relación con el organismo humano. De esta manera, empleando la
especialidad medicinal respectiva - Cichorium Stanno cultum - es posible
estimular, no tanto las fuerzas anabólicas, sino más bien el proceso de
secreción hepática.
En muchos casos, aunque no siempre, la medicina de orientación
antroposófica suele emplear la dinamización en sentido de lo indicado por
Hahnemann. El hecho de que esta última no se emplea en la farmacéutica
corriente de nuestros días, se explica porque se suele pensar en términos de la
química, lo que no permite comprender la eficacia de métodos diferentes.
Si la medicina actual rechaza el empleo de los medicamentos
elaborados por alta dinamización, los cuales, eventualmente no contienen ni
una molécula de la sustancia primaria, lo hace debido al prejuicio de que algo
que no sea sustancia material no puede producir efecto alguno. Es que el
concepto actual de sustancia no permite comprender el fenómeno de la
dinamización porque no ve la relación concreta entre el espíritu y la materia.
Si bien se justifica que el hombre moderno quiera comprender lo que hace, su
modo de actuar no debería limitarse por las posibilidades individuales de
comprensión. Antes bien el hombre moderno, principalmente el investigador,
debería formarse sus conceptos en concordancia con la realidad.
Por medio de experiencias relativamente sencillas es posible
convencerse del resultado, a veces sorprendente, de remedios de alta
dinamización. Semejantes resultados, perdurables en la mayoría de los casos,
vale decir de curación efectiva, no se pueden lograr mediante ningún otro
medicamento o procedimiento. Es un aspecto trágico de la medicina actual
que ella, en forma consciente y total, rechaza la aplicación de estos

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

medicamentos - en detrimento del enfermo.


Sin duda es absolutamente necesario que estos remedios se empleen
según la indicación correcta; de otro modo no darán ningún resultado, lo que,
en el fondo, es válido para todos los medicamentos. El efecto será tanto más
evidente, como asimismo más rápido, cuanto más exacta sea la relación
correspondiente. El organismo será entonces directamente receptivo o
específicamente sensitivo para con el medicamento. Pero en ello también
reside la dificultad de la correcta aplicación, la que deberá hacerse en
concordancia con el cuadro terapéutico homeopático o la imagen esencial que
se obtiene a través del estudio científico-espiritual. Naturalmente, si un
medicamento de relación específica con el organismo femenino,
especialmente durante el climaterio, se “prueba” (como se ha hecho) (9) en
hombres jóvenes, es fácil “demostrar” su ineficacia. Esta “prueba” bastante
parcial de un medicamento homeopático muestra el prejuicio con que se tocan
estos problemas, en la creencia de que todo puede juzgarse desde el propio
punto de vista; pero en realidad se trata de un grotesco desacierto de un
investigador calificado en su propia especialidad.
La medicina de orientación antroposófica conduce a una ampliación del
arte de curar con inclusión de todo lo ya existente y empleándolo en base al
conocimiento de su relación con el ser humano pero también renunciando
conscientemente a esto o aquello, precisamente debido al mismo
conocimiento. Empero, la indicación y la aplicación de un remedio se dan, no
por la similitud del efecto de la sustancia con el cuadro patológico, como en la
homeopatía, sino en base a la imagen esencial que resulta del estudio de la
sustancia y del vegetal, así como del proceso patológico.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

MUÉRDAGO Y CÁNCER
La indicación de Rudolf Steiner de que el muérdago es el remedio
contra la enfermedad del cáncer, se origina en el conocimiento de la relación
entre el vegetal y un proceso patológico, y fue dada proponiendo determinadas
preparaciones y modos de aplicación. Desde entonces muchos médicos,
partiendo de esta base, vienen trabajando en el desarrollo de un medicamento
contra el cáncer. El Iscador® es la más conocida de las especialidades
medicinales de esta índole. Sobre estos trabajos ya existen importantes
experiencias experimentales y clínicas. (10).
Puesto que este tratamiento ha encontrado mucha aceptación, daremos a
continuación una breve descripción de sus principios con el fin de facilitar la
comprensión del modo de actuar del referido medicamento.
Podría parecer insólito pensar que una pequeña planta como el
muérdago sea realmente de utilidad positiva en el tratamiento de una dolencia
tan grave como lo es el cáncer. Preguntemos ante todo: ¿En qué consiste el
“cáncer”?. Sabemos que se trata de una proliferación local de células. En un
momento dado, que escapa a la observación, una célula, en vez de dividirse en
dos células “normales”, da lugar a un tipo de células de crecimiento “salvaje”,
descontrolado. Estas células nuevas crecen, no solamente más rápido, sino
también sin respetar los contornos de los órganos o del organismo como tal; y
si no se produce una intervención, el tumor sigue creciendo y perjudica al
organismo que se debilita cada vez más, invadido y envenenado por el
carcinoma y sus metástasis, y finalmente sucumbe. Es muy natural que se trate
de extirpar el tumor o de combatir esas células por medio de irradiación o
quimioterapia (los llamados citostáticos). Todas estas intervenciones son
necesarias y justificables; sin embargo tienen una enorme gravitación. Es por
esta razón que hay que evaluar las consecuencias positivas y negativas que
inevitablemente resultan de estos procedimientos, pues tanto los rayos como
las sustancias que se acostumbra utilizar, tienen que tener necesariamente un
efecto destructivo, pues eso es lo que se pretende. Pero ¿Cómo se explica que
una planta que ni siquiera tiene propiedades muy tóxicas, sea tan o más eficaz
que esos procedimientos?. Esto parece inadmisible, principalmente para los
especialistas.
El efecto que produce el muérdago es, efectivamente, muy distinto al de

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

las medidas a que nos referimos más arriba. Para comprenderlo en primer
lugar es preciso familiarizarse con las peculiaridades de este vegetal.
El muérdago tiene propiedades que nos pueden hacer comprender el
porqué de su eficacia: es un semi-parásito, vale decir que, si bien produce
clorofila, no es capaz de vivir sobre la tierra como otras plantas, sino que vive
a expensas del árbol al cual se fija (principalmente álamos, manzanos, pinos;
en cambio, no se da bien en hayas y cerezos, a pesar de que la manzana y la
cereza tienen cierto parentesco).
La siguiente particularidad es muy típica: toda planta superior orienta
sus raíces hacia el centro de nuestro planeta y va creciendo hacia el sol. No así
el muérdago, cuyos tallos y hojas no marcan ningún crecimiento en dirección
al sol; en cambio forman un arbusto redondo que se extiende sin respetar la
relación tierra-sol. Ambos lados de la hoja son idénticos, en contraste con las
plantas superiores. La hoja no es caduca sino siempreviva, quiere decir que el
muérdago no observa el ritmo de las estaciones del año. Estas y muchas otras
cualidades nos dicen que es una planta que no guarda ninguna relación con el
espacio y el tiempo, ni tampoco con la tierra.
En cambio evidencia una relación bien definida con la luz. La gran
mayoría de las plantas tienen que germinar en la oscuridad; hay algunas que
pueden germinar a pesar de la presencia de luz, pero el muérdago necesita luz
para germinar. Si otras hojas comúnmente devienen amarillentas cuando les
falta luz, no así la hoja del muérdago; y hasta la clorofila que sólo se forma a
la luz, se halla incluso en los acodos (que son las “raíces” del muérdago, que
penetran en las ramas leñosas del árbol, donde reina la oscuridad).
Además el muérdago está íntimamente relacionado con el agua. Se
desarrolla muy bien en árboles que se hallan ubicados sobre venas de agua o al
borde de arroyos. Sus hojas evaporan seis veces más agua que las hojas del
árbol huésped.
Un estudio más profundo del muérdago permitiría formarse una imagen
más exacta aún de su naturaleza; sin embargo las pocas cualidades
características aquí mencionadas ya conducen a la siguiente conclusión: el
muérdago no guarda relación alguna con la tierra y rehuye todo cuanto se
vincule con fuerzas típicamente terrestres; además posee una marcada afinidad
con el elemento acuoso. Pero esto no significa que absorbe agua y que se
vuelve acuoso como el tomate, sino que posee la capacidad de transmutar el
agua a través de un proceso vital. Esta capacidad la tiene por su relación con la
luz; y la luz es, precisamente, el elemento intensamente activo en la
estructuración. Esto se evidencia, por ejemplo, en las formas tan definidas de

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

las plantas de alta montaña, en contraste con el crecimiento exuberante e


informe típico de la falta de luz.
Pero ¿Qué relación tiene todo esto con el cáncer?. El crecimiento sano y
sus formas deben ser constantemente guiados y dominados. Sin duda el tumor
canceroso tiene vida (en realidad tiene un exceso de vida); sin embargo, su
crecimiento hace ver que no está suficientemente organizado y formado, lo
que significa que el cáncer es sustancia viva extraña. Su crecimiento está
alterado y vive a expensas del organismo. Las fuerzas formativas de este
último son demasiado débiles como para dominar y refrenar el crecimiento.
Empero, estas fuerzas formativas no provienen de la célula sino de la totalidad
del organismo y lógicamente no es posible encontrarlas si se insiste en
buscarlas en la célula.
A este respecto la importancia del organismo, su capacidad de
defenderse, la posibilidad de reconocer vida extraña, etc. recién se
comenzaron a estudiar en los últimos años. La inmunología ahora está
centrando su atención especialmente en el problema del cáncer; y se ha
descubierto que el organismo de los enfermos de cáncer está “ciego” en
cuanto a esta vida extraña y que no posee fuerzas suficientes para defenderse
contra ella. Esto conduce a una nueva posibilidad de tratamiento del cáncer: el
fortalecimiento de las defensas, lo que actualmente constituye un programa de
investigación mundial cuyos primeros resultados ya se están aplicando en la
práctica, mientras que hasta hace pocos años, el bisturí y los rayos se
consideraban las únicas armas para luchar contra el cáncer.
Ahora bien, en el muérdago hállanse combinados dos principios activos:
en él se encontraron por medio de nuevos experimentos, sustancias de
extraordinario efecto citostático, esto es, sustancias que en los cultivos de
células destruyen las células cancerosas o bien impiden su multiplicación
mucho más intensamente de lo que lo hacen las sustancias químicas
habituales. De estas últimas sabemos que tienen el inconveniente de paralizar
las defensas del organismo. En cambio, la peculiaridad de las sustancias del
muérdago consiste en que ellas, a pesar de su alta efectividad contra las
células cancerosas, estimulan todo el sistema inmunológico del organismo, de
lo cual existen pruebas experimentales. (10).
Lo extraordinario del muérdago es que no sólo actúa eficazmente sobre
las células cancerosas, sino que estimula las defensas de todo el organismo, es
decir que combate la dolencia del cáncer. Por lo general se dice que los dos
principios no son compatibles entre sí. Efectivamente hasta ahora no se
conoce ninguna sustancia, aparte del muérdago, que reúna en sí ambos

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

principios activos: tiene un efecto citostático, es decir inhibidor de las células


cancerosas, como asimismo un efecto imunoestimulante, es decir que ayuda al
organismo entero a combatir esa vida “falsa”.
Esta característica exclusiva del muérdago debiera llamar la atención de
los investigadores oncólogos de todo el mundo, puesto que aquí se abre un
camino transitable sin los serios inconvenientes de la destrucción pura.
Mientras tanto una larga práctica ha demostrado que efectivamente es
posible estimular las defensas de todo el organismo a través del muérdago.
Muchos trabajos clínicos confirman que la terapia con muérdago es un
tratamiento exento de los daños que se producen por los citostáticos usuales.
En un alto porcentaje de los casos tratados con muérdago se logra prolongar la
vida por más tiempo; con frecuencia se puede retardar el crecimiento del
tumor e incluso detenerlo y a veces también se obtiene una involución del
crecimiento tumoral. (10).
Sobre todo es posible, mediante la aplicación profiláctica, contrarrestar
la formación de tumores o, en el postoperatorio, evitar la aparición de
metástasis. Con todo, la investigación en este campo no está concluida, ni
tampoco agotadas todas las posibilidades de su aplicación.
En vista de que la enfermedad del cáncer influye sobre todo el ser
humano, aún el mejor y más efectivo medicamento, por sí solo, no basta para
combatirla. Prácticamente esto es extensible a todas las enfermedades crónicas
y las de efecto profundo. Para un tratamiento intensivo y para lograr un
cambio general, resulta imprescindible poner cuidado en la alimentación, en el
modo de vida, en actividades compensadoras, y principalmente en la terapia
artística, etc.
El arte es un factor fundamental para el sano y armonioso
desenvolvimiento del ser humano en su totalidad. La actividad artística “no es
cual un aditamento de lujo, sino una condición imprescindible para una vida
digna del ser humano; algo a través de lo cual el individuo recién se
transforma en ser humano completo y a través de lo cual la civilización
humana recién adquiere su sentido cabal”. (R. Steiner).
Rudolf Steiner ha dado impulsos decisivos para la aplicación
terapéutica del arte; así surgió una nueva rama de actividad profesional: la
terapia artística, que incluye pintura, dibujo, artes plásticas, música, recitación
y euritmia. De la euritmia - un nuevo arte del movimiento creado por Rudolf
Steiner - surgió la euritmia terapéutica, que tiene amplia aplicabilidad como
estímulo de la curación. La conformación del cuerpo humano, incluso en
cuanto a la sustancia, se produce de acuerdo con sus funciones y se basa en la

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misma fuerza formativa creadora que también originó los sonidos. Los
movimientos eurítmico-terapéuticos repercuten en los procesos vitales de los
órganos y sus funciones.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

MEDICAMENTOS TÍPICOS
Los medicamentos para enfermedades típicas están basados en efectos
terapéuticos totalmente nuevos. Tales remedios, como por ejemplo
Cardiodoron, Hepatodoron, Biodoron (Denominaciones comerciales usadas
por Weleda AG de Alemania y Suiza), se deben a las indicaciones de Rudolf
Steiner. Exteriormente podrían parecerse a mezclas, pero no lo son. En su
elaboración se utilizan vegetales o también minerales que se relacionan entre
sí y que son integrados en una unidad por medio de un procedimiento
farmacéutico especial. Por lo tanto, no se trata de combinaciones o mezclas a
las cuales se puedan agregar sustancias. Están basados en una concepción que
no parte de determinadas enfermedades sino de procesos fundamentales en el
organismo o en los distintos órganos. Por consiguiente, no combaten la
enfermedad en forma estrechamente circunscripta, sino que actúan sobre
grupos de enfermedades típicas de un determinado órgano, favoreciendo sus
funciones arquetípicamente. En tales medicamentos, un cierto antagonismo de
plantas o minerales es equilibrado por medio de un proceso farmacéutico y
condensado en una unidad superior.
Algunos ejemplos pueden ilustrar al respecto:
Un resultado esencial de la investigación científico-espiritual de Rudolf
Steiner reside en la idea de la estructuración ternaria del organismo humano.
Este nuevo concepto contempla un polo neuro-sensorial (sistema nervioso y
sentidos) y un polo opuesto metabólico-motriz (metabolismo y extremidades)
y como mediador entre ambos un sistema rítmico (circulación y respiración).
Se trata de una contemplación de índole dinámica, fundamental para la
comprensión de lo que son la salud y la enfermedad del ser humano. Cuando
se altera esta dinámica del organismo, cuando por ejemplo los procesos
metabólicos predominan de tal manera que se imponen al sistema neuro-
sensorial, se puede producir migraña. A través de una contemplación de la
naturaleza fecundada por la antroposofía se podrá descubrir una afinidad
orgánica entre el cuarzo (ácido silícico natural) y el sistema neuro-sensorial
por un lado, y el azufre y el sistema metabólico por el otro. Entre ambos
sistemas actúa como mediador el sistema rítmico, cuyo representante puede
ser reconocido en el hierro, lo cual también se manifiesta por el contenido de
hierro en la sangre, e incluso por todo el metabolismo del hierro. Por medio de

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

una preparación farmacéutica adecuada se obtendrá de estas tres sustancias


naturales, un medicamento (el Biodoron) exactamente orientado hacia los
citados procesos. No es, de manera alguna, simplemente un analgésico, ni
influye directamente sobre el sistema vascular, sino sobre la dinámica, en la
cual se originan los fenómenos patológicos. Es decir que no busca el éxito
superficial atacando el órgano en sí, sino los procesos en que realmente se
origina la enfermedad.
El hígado es el principal órgano del acontecer vital (cuerpo etéreo), ya
que en él se cumplen casi todos los procesos vitales mediante el metabolismo
de las proteínas, las grasas o los hidratos de carbono. En muchos idiomas la
terminología refleja la relación existente entre hígado y vida (Leben - Leber;
life - liver). Esto también significa que el hígado es el órgano con el mayor
carácter vegetal, propiedad que se puede constatar en muchos fenómenos del
metabolismo. En las plantas - y sobre todo en las hojas - se reconocerá el
crecimiento típico del hígado. Existe una planta que en forma especialmente
hábil “sabe” procesar el azúcar, que es de tanta importancia en el metabolismo
hepático: la vid. Por tal razón se emplean las hojas de vid agregándoles,
mediante una preparación apropiada, otras hojas que transmiten dicha función:
las hojas de la frutilla silvestre. En sus frutos la frutilla silvestre evidencia una
tendencia bien distinta a la de la vid, dirigida más bien a la proteína y su
impulso formativo. En el medicamento Hepatodoron se materializa la
combinación de hojas de frutilla y de vid. Se trata pues de un remedio que
vuelve a activar la forma arquetípica de la función hepática.
Sabido es que para comprender la función cardíaca no basta considerar
el corazón en forma aislada, puesto que forma una unidad con la circulación
sanguínea. No obstante, por causas prácticas y evidentes, se hace una clara
distinción entre medicamentos para el corazón y otros para la circulación, con
notable variación dentro de cada categoría. Con todo, es conveniente
considerar el principio que abarca al corazón y la circulación sanguínea como
una totalidad. Cuando ambos actúan conjunta y armónicamente, habrá una
función óptima; se evita sobrecargar la circulación, y el corazón se adapta
perfectamente a las condiciones dadas. El hecho de que hoy en día el corazón
sea considerado como motor y bomba para el movimiento sanguíneo, sin que
se aprecie debidamente la función independiente de la circulación, impide la
comprensión de los referidos procesos y posibilidades. Si uno se basa en
cambio en una noción más amplia del corazón y de la circulación,
comprenderá que la prímula (Prímula officinalis) y el cardo borriquero
(Onopordon acanthum) constituyen dos plantas antagónicas cuya relación

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

con la circulación sanguínea y con la función cardíaca se revela ante un


estudio más profundo. Esas dos plantas conjuntamente con el beleño
(Hyoscyamus) forman una unidad. El medicamento correspondiente
(Cardiodoron) no ha sido creado para una determinada enfermedad del
corazón, ni como remedio para la circulación, sino que abarca todas las
funciones cardiovasculares. Es una “sustancia curativa”, porque normaliza las
funciones de los órganos enfermos.
En forma análoga existen medicamentos para muchos órganos o
funciones basados en la misma concepción: el “nuevo” principio de estos
medicamentos radica en que ellos han de aplicarse, no contra una determinada
enfermedad o síntoma, sino para un órgano o una función. Lo que se busca no
es suprimir, quitar o bloquear, sino apelar a la función fundamental y las
fuerzas formativas propias de los respectivos órganos. Así se explica qué estos
medicamentos “típicos” señalen un camino que abre nuevas posibilidades para
el tratamiento y para la profilaxis, activando las fuerzas curativas del
organismo.
Rudolf Steiner señaló como misión para el futuro, la de “trabajar en
concordancia con la naturaleza en desarrollo, no con la naturaleza concluida”.
El individuo de concepción actual tendrá dificultad en comprenderlo, puesto
que está acostumbrado a referirse únicamente a sustancias, y no a procesos,
particularmente del ámbito de lo viviente, a los cuales trata de explicar como
reacciones físicas y químicas.
Toda sustancia, todo elemento activo que se aísla de una planta, se
convierte en objeto terminado que ya no obedece a las leyes de la planta viva,
pero que constituye el resultado de sus fuerzas activas. La utilización de estas
sustancias es, sin duda, necesaria y justificada. Pero el nuevo camino conduce
más allá de lo practicado hasta ahora; busca el reconocimiento de las fuerzas
que actúan en la planta y que llevan a la formación de la sustancia. Pero no
utiliza la sustancia material como tal, sino las fuerzas activas. Con el fin de
llegar a conocerlas es preciso que “el médico se entregue al examen de la
naturaleza”, como lo exigía Paracelso. Discípulos de Rudolf Steiner ya dieron
los primeros pasos en dirección a esas posibilidades del porvenir, como lo
muestra por ejemplo la preparación de los “medicamentos según el modelo de
plantas medicinales”. Entre otros, el Solutio Ferri comp., constituye una
imitación de los procesos vegetales de la ortiga (Urtica dioica), y el Solutio
Siliceae comp., de los de la cola de caballo (Equisetum arvense), etc.
Otra indicación de Rudolf Steiner, que hasta cierto grado ya se ha
llevado a la práctica, se refiere al aprovechamiento de fuerzas cósmicas en la

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

preparación de remedios. Por medio del estudio de las fuerzas que actúan en el
crecimiento y la estructuración de la planta, es posible valerse de ellas, de un
modo especial, a través de un tratamiento rítmico del zumo vegetal.
Se emplearon procedimientos especiales que, mediante procesos
rítmicos, permiten hacer influir sobre los zumos las fuerzas formativas
cósmicas, con lo cual se logra aumentar las cualidades terapéuticas. Estos
medicamentos se denominan preparaciones Rh.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

TERAPIA CON METALES


Una rama esencial de la medicina científico-espiritual consiste en el
empleo terapéutico de siete metales, a saber: plomo, estaño, hierro, oro, cobre,
mercurio y plata. Su aplicación resulta del conocimiento de la existencia de un
parentesco entre cada uno de esos metales y los respectivos órganos y
procesos del organismo humano, parentesco que se explica por el origen
cósmico (más exactamente planetario) del metal y del órgano, o bien del
proceso. Nombres como Mercurio (con el cual se designa al planeta como
asimismo al metal que le corresponde) revelan la intuición profunda de los
antiguos acerca de tales relaciones. También la denominación de saturnismo
para la intoxicación con plomo, o agua de Saturno para el acetato de plomo,
atestiguan que en tiempos pasados se vivenciaba cómo las influencias de los
astros son prácticamente idénticas a las de determinados metales, y éstas a los
respectivos procesos del organismo humano. Rudolf Steiner brindó una
descripción adecuada a la conciencia moderna, de los vínculos entre planetas y
órganos o procesos en el organismo humano. De ella se derivan las siguientes
correlaciones:

Planeta Metal Órgano humano


Saturno Plomo Bazo
Júpiter Estaño Hígado
Marte Hierro Vesícula Biliar
Sol Oro Corazón
Venus Cobre Riñón
Mercurio Mercurio Pulmón
Luna Plata Cerebro

Estas correlaciones han quedado evidenciadas por experimentos y


trabajos muy extensos (11). La aplicación terapéutica de estos metales se
practica de acuerdo con las correlaciones enunciadas. Pero hay que hacer notar
que, además de la relación con los órganos, existen afinidades de los metales
con determinadas funciones o procesos que abarcan todo el organismo
humano (12).
Podría parecer extraño que sustancias como el plomo y la plata puedan

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

tener tanta importancia en el organismo humano, en vista de que sólo se las


encuentra en cantidades insignificantes. Únicamente el hierro y el cobre tienen
relevancia como sustancias del organismo humano. Sin embargo, lo decisivo
reside en la dinámica específica, la fuerza activa dentro de la sustancia. Por
ejemplo, es fácil comprobar que la sustancia y los efectos peculiares del hierro
se, vinculan inseparablemente con ciertos procesos corporales y anímico-
espirituales.
Algunos metales o elementos únicamente ejercen efectos dinámicos y
energéticos; otros, como el hierro y el cobre, obran en su calidad de sustancia;
no obstante, se trata de matices que se confunden entre sí. Para el empleo
terapéutico de estos metales raramente será necesario usar dosis materiales,
sino que en la mayoría de los casos se transformará el metal respectivo a fin
de obtener un efecto dinámico, lo que se consigue mediante la dinamización
homeopática, o también por el método que conduce al metal vegetabilizado.
Sólo así se logra el efecto procesal que se requiere.
Si se observa sin prejuicio la naturaleza humana (hasta cierto grado se
puede decir lo mismo del animal), se podrá verificar que hay procesos que
conducen a la formación de nueva sustancia viva, lo que ocurre
principalmente durante el crecimiento; pero al mismo tiempo existe también el
proceso opuesto que consiste en la constante eliminación de sustancias que se
apartan del contexto vital y se tornan materia mineral muerta. Esta dualidad se
presenta, por ejemplo, en la osificación y la odontogonia. Aquel proceso
conduce a la vida, crea sustancia viva; éste, en cambio, conduce de lo viviente
a lo muerto y crea sustancia mineral. Estos dos procesos opuestos,
genuinamente polares, se cumplen incesantemente en el organismo humano; el
primero, por supuesto, predomina durante la juventud, y el segundo en la
vejez, conduciendo finalmente a la muerte.
Estos dos procesos son la expresión de los efectos antagónicos de la
plata y el plomo.
Así cómo la luna, vista desde la tierra, es el planeta más cercano, así
también la plata, el metal de la luna, actúa dinámicamente sobre los procesos
que trascienden en forma más inmediata las leyes de lo terrestre; esto es, sobre
los procesos vitales, los que en principio son de origen cósmico. El hecho de
que esos procesos tengan una esfera de influencia determinada, depende de la
naturaleza de la plata. Es por tal motivo que la vivificación y la regeneración
o, en un sentido más amplio, los procesos anabólicos, se hallan sometidos a la
plata. Esto no se refiere sólo a la función de los órganos de generación como
tales, cuya relación con la luna se evidencia en el ciclo menstrual, sino a toda

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

formación de nuevos tejidos.


Empero, los procesos vitales sólo pueden desarrollarse en el ámbito de
lo acuoso, jamás en lo sólido y cristalino. Por esta razón, el efecto de la plata
es casi idéntico con la capacidad del organismo de dominar correctamente los
procesos acuosos. Por lo demás, las relaciones extrahumanas de la luna con la
economía hídrica de la tierra son ampliamente conocidas (p. e. el ritmo de las
mareas).
La formación orgánica relacionada con la plata y la luna es el cerebro.
Este completa su evolución antes que ningún otro órgano, por lo que
realmente es el más antiguo de todos. Precisamente por el hecho de que, en el
curso de la evolución, las fuerzas formativas se han retirado de modo
relativamente precoz y completo, dicho órgano ha quedado casi totalmente
muerto y ejerce una función reflectora que también es típica para el obrar de la
plata. Esa función posibilita la percepción. La vivificación y regeneración,
como áreas de influencia polarmente opuestas, y por otra parte la
estructuración del cerebro, son típicas para el proceso de la plata.
El plomo se opone a la plata, no solamente en cuanto a sus propiedades
físicas y químicas, sino también con respecto a sus funciones específicas en el
organismo humano. El plomo produce una delimitación de la vida. Por efecto
de este metal las sustancias vivas pasan al estado sólido-mineral.
Simultáneamente se liberan las fuerzas etéreas que actuaban en la sustancia
viva, transformándose en fundamento para los procesos espirituales. En base a
una antigua sabiduría se hablaba de Saturno - planeta correspondiente al
plomo - como origen de las fuerzas de muerte. De ahí resulta el esqueleto
humano como símbolo de la muerte. Con todo, el ser humano tiene la
posibilidad de disponer libremente de su espíritu, gracias al proceso de muerte
que actúa en su organismo, que necesariamente hace que lo viviente se
solidifique y mineralice.
Si sólo actuaran los dos procesos referidos en el ser humano, éste no
haría más que oscilar entre la vida y la muerte; no tendría, en cambio, base
alguna para su actuar anímico. Para ello es necesario elevar ambos procesos a
un nivel superior.
Las sustancias “vivificadas” por el proceso de la plata, deben ponerse al
servicio del organismo entero para no adquirir vida propia: deben conducirse
hacia una función superior. El proceso que hace posible esto es idéntico con el
mercurio. Desde tiempos antiguos se le atribuyen al mercurio fuerzas
mediadoras y unificadoras. Mercurio, el mensajero de los dioses, media entre
el cielo y la tierra, entre las entidades espirituales superiores y el hombre, pero

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

también entre ámbitos diferentes entre sí. En tal sentido, se nos presenta aquí
un principio primordial de la curación, ya que muchas enfermedades se deben
a la falta de conciliación de condiciones opuestas: en un lugar sobra algo en
forma de sustancia o proceso, que falta en otro lado. Esto puede dar origen a
congestiones; la función del mercurio consiste en descongestionar y abrir
nuevos caminos. Esta es también la razón por la cual en la antigüedad
Mercurio era el dios de los comerciantes cuya misión era servir de
intermediarios para trasladar lo que abundaba en un lugar a otro donde
escaseara. En un sentido superior esto efectivamente es un acto de curación,
por lo cual Mercurio también era el dios de los médicos.
El órgano que se forma con las fuerzas del mercurio es el pulmón, que
en la inspiración y la expiración transmite las fuerzas vivificantes y
aniquilantes. Este fenómeno de la respiración, típicamente humano-animal,
constituye la base de una vida anímica superior que trasciende la vida
biológica vegetativa.
Mientras el proceso del plomo domina la delimitación entre lo viviente
y lo muerto, mineral, el estaño junto con el mercurio se sitúa en un nivel más
elevado que el efecto de la polaridad plomo-plata. Por consiguiente el área de
influencia del estaño no es el estado sólido o incluso mineral, sino los estados
semi-sólidos, típicos de las sustancias orgánicas. Sabemos que las sales de una
solución pueden cristalizarse, o sea, pasar del estado líquido al sólido, sin que
se produzcan estados intermedios ni una transición gradual. En el ámbito
orgánico, en cambio, hay toda clase de estados semi-sólidos, como los de la
miel, los geles, los cartílagos, etc. Un cristal de sal no es sólo el resultado de
las fuerzas de muerte, sino que evidencia fuerzas de la sustancia que conducen
a la cristalización; incluso la forma del cristal nos dice, en la mayoría de los
casos, de qué sustancia se trata. En contraste con esto, el estado semi-líquido
es susceptible de ser influenciado por otras fuerzas que no provienen de las
propiedades de la sustancia. La estructuración plástica del material orgánico se
produce por las fuerzas del estaño.
El hígado, que es el órgano que se forma por las fuerzas del estaño,
tiene por ejemplo una consistencia típica del estado semi-sólido; también
guarda relación con el dominio del agua, por lo que el proceso del estaño
abarca asimismo la economía hídrica, pero de una manera totalmente distinta a
la descripta con referencia al proceso del mercurio.
Por las fuerzas de la tercera polaridad, o sea cobre-hierro, lo alcanzado
por los procesos precedentes así como la sustancia creada por los mismos son
conducidos a la madurez y el desarrollo.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

El cobre pertenece a los factores anabólicos del metabolismo. Pero su


importancia no reside en la creación de sustancia viva - lo que es la función de
la plata - sino en su “maduración” a fin de que la materia resulte animada y
que el espíritu pueda servirse de ella. La sustancia vivificada por el hígado,
pero “sólo vitalizada”, ha de transformarse de tal manera que pueda acoger
impulsos anímicos y espirituales, lo que se realiza por la actividad del sistema
renal. El riñón es el órgano que corresponde al cobre. A través del proceso del
cobre, que actúa por intermedio del sistema renal, la sustancia viva “madura”
y se torna sensitiva. Gracias a ello el ser humano puede albergar en sí un
cuerpo anímico.
De los siete metales, la importancia fisiológica del hierro es la más
conocida, dado que en el organismo humano el hierro se presenta en
considerable cantidad, incluso en forma material; existen, sin embargo,
diversos estados y sitios de influencia. Y es precisamente su efecto que se
extiende ininterrumpidamente desde las influencias puramente dinámicas
hasta lo sustancial, que nos hace ver la importancia del hierro para el ser
humano. Es el metal de encarnación propiamente dicho, lo cual significa que
establece la unión necesaria del espíritu y el alma con el cuerpo: posibilita la
aparición del espíritu humano sobre la tierra.
El proceso del hierro le confiere al hombre la capacidad de actuar, el
coraje y dinamismo. El órgano que corresponde a estos procesos, y también al
hierro y al planeta Marte, es la vesícula biliar, con lo cual se hace referencia a
la secreción biliar a partir del hígado.
Las tres polaridades anteriormente citadas son resumidas e
intensificadas en el oro, que es el metal más universal; reúne en sí muchas
propiedades de los otros seis metales.
El oro forma el centro de las polaridades, del mismo modo como el sol
se halla en el centro del sistema planetario, o como el corazón es el punto
central de todo el ser humano y el órgano en que los más diversos procesos y
polaridades encuentran su equilibrio. Es por ello que se justifica el sentimiento
espontáneo que atribuye tanto valor al oro. Es el metal que abarca
armónicamente las polaridades más extremas. Como metal verdaderamente
digno de los reyes, es el símbolo de la senda evolutiva del individuo y de la
humanidad.
Estos siete metales constituyen la unidad del microcosmos del ser
humano, que es un reflejo del macrocosmos, lo que también es verificable en
forma real.

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ORO
Armonía

COBRE HIERRO
Animación Actividad

MERCURIO ESTAÑO
Mediación Dominación

PLATA PLOMO
Vida Muerte

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

CONSIDERACIONES SOBRE
LA SITUACIÓN TERAPÉUTICA
Los medicamentos altamente efectivos que hoy en día tiene a su
disposición el médico e incluso el enfermo (ya que en parte los consigue
libremente) se emplean “a ciencia cierta” para eliminar o aliviar dolores,
inflamaciones, estreñimientos, acidez estomacal, angustias, etc. En la mayoría
de los casos actúan rápidamente, pero sin resultado duradero, por lo cual
muchos pacientes los toman permanentemente. Estos medicamentos no curan
la enfermedad. En realidad simplemente combaten el síntoma, por lo que se
habla de un efecto sintomático. Cuando se trata de indisposiciones pasajeras o
trastornos de poca importancia, no hay razón para oponerse a su aplicación;
pero el paciente frecuentemente se habitúa a tomar tales remedios y cree no
poder arreglarse sin ellos, o bien no quiere o no puede dejarlos.
Muchas veces no es fácil saber si un medicamento combate el síntoma o
si realmente ataca las causas. Los analgésicos casi siempre tienen efecto
sintomático, ya que el dolor no es la enfermedad sino simplemente un síntoma
de ella.
En lo referente a otros medicamentos, como por ejemplo los
antibióticos, la decisión depende del concepto que se tiene de la naturaleza de
la enfermedad: si se opina que las bacterias son la causa de la enfermedad, el
efecto es causal; en cambio, si se las considera como síntoma de la
enfermedad, el efecto es sintomático.
Al respecto se podría objetar que ésta es una cuestión teórica y que lo
principal reside en que el paciente sea curado. Sin embargo, con eso no se toca
la realidad. Si las bacterias son la causa de la enfermedad, el individuo estará
restablecido al eliminarlas; en cambio, si se considera que las bacterias no son
la causa, sino qua ésta hay que buscarla en el organismo, resultará que la
eliminación de aquéllas no conduce a la curación. Efectivamente se evidencia
cada vez más que el problema enfermedad no es idéntico con bacterias, y que
la eliminación de éstas de ninguna manera significa salud. En el fondo un
tratamiento con antibióticos no se orienta hacia el ser humano, sino hacia las
bacterias que se intenta destruir o cuyo crecimiento se trata de impedir en un
sentido ideal, sin influir sobre el organismo. Es por ello que los efectos se
controlan con respecto a las bacterias y su grado de sensibilidad y no con

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

respecto al organismo. Los antibióticos se emplean sin tener en cuenta de qué


enfermedad se trata, de modo que se llega a tratar con el mismo medicamento
la pulmonía, la cistitis o un absceso en los pies, quiere decir, las más diversas
enfermedades. Lo único que se toma en cuenta para su aplicación es el agente
patógeno. Se entiende que se combaten enfermedades distintas con un único
medicamento, siempre que se conozcan la existencia y la naturaleza de las
bacterias en cuestión.
Además de los citados también existen medicamentos de otros efectos.
Si, por ejemplo, alguien presenta escasez de ácido gástrico, parece muy
natural suministrarle lo que le falta con el fin de restablecer condiciones
“normales”. Si en personas de cierta edad se produce una debilidad de la
función glandular, se recurre al suministro de extractos de esas mismas
glándulas, o bien al empleo de preparados sintéticos. Los tratamientos con
hormonas revisten iguales características. En todos estos casos se habla de
terapia sustitutiva. Naturalmente este método a veces puede ser necesario,
incluso para salvar la vida del paciente. En los diabéticos tenemos un ejemplo
de ello: por la administración de insulina que proviene del páncreas - faltante
en tales personas - se logra normalizar el metabolismo en tal medida, que es
casi igual al del hombre sano. En una crisis amenazadora para la vida (el
llamado coma diabético) por medio del suministro de esas hormonas se
consigue vencer rápidamente un estado que, de otro modo, muy
probablemente provocaría el deceso. No obstante, aún la administración más
acertada de insulina no basta para curar al diabético; prácticamente depende
de este medicamento durante el resto de su vida.
Mediante los resultados descriptos de los medicamentos sintomáticos o
mediante la terapia sustitutiva ciertamente es posible evitar la muerte y hacer
desaparecer o suprimir muchos fenómenos patológicos, pero no se puede
lograr directamente la curación. En este contexto cabe considerar el hecho de
que el ser humano de nuestros días goza, por cierto, de una vida más larga que
antes, pero que se enferma más frecuentemente y por períodos más
prolongados. A esto ya nos hemos referido en el primer capítulo de este
trabajo. En la actualidad existen muchísimas personas que deben tomar
medicamentos durante muchos meses o años de su vida para poder trabajar e
incluso para poder vivir. Ni siquiera se puede decir que esas personas tengan
buena salud, aunque parezcan tenerla.
Muchas de las impactantes intervenciones de la medicina actual se
deben al empleo de los medicamentos antes mencionados, y esto ha causado la
impresión de que ella ha llegado a un punto culminante de su evolución. Se

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

sobreentiende que la misión del arte de curar consiste en conservar la vida del
hombre y mitigar los dolores y las aflicciones; pero la tarea más noble del
médico es, con todo, la de curar al ser humano.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

¿CÓMO SE LOGRA LA CURACIÓN?


Para la descripción y calificación de las enfermedades se parte
actualmente de hechos anátomo-patológicos, quiere decir que se toma como
base la alteración corporal. En la mayoría de los casos no se busca la causa
que ha conducido a tal estado de cosas. Este enfoque de la enfermedad
concuerda con la mentalidad de nuestra época. Durante mucho tiempo se
consideró a las irregularidades linfáticas como origen de las enfermedades
(patología humoral). Al respecto se puede dar un paso más y preguntar qué
alteraciones de las fuerzas del organismo originan la modificación de los
humores, o de las células. La antroposofía permite describir concretamente las
fuerzas en que se basan los procesos vitales (cuerpo etéreo) como asimismo
aquéllas que se hallan en relación con el alma humana (cuerpo astral);
permite, además, estudiar la influencia del espíritu (el yo del ser humano),
incluso sobre las sustancias del organismo. Así es posible reconocer
perturbaciones patológicas, aunque se manifiesten de diversas maneras, y
tratarlas con un determinado medicamento. En base a las ideas científico-
espirituales que hemos esbozado podemos encontrar, por ejemplo, que una
persona sufre una alteración del proceso del estaño, lo que puede manifestarse
tanto en una afección hepática como asimismo en una deficiente formación
cartilaginosa, y ésta puede dar origen a determinada artropatía. La influencia
de este tipo de proceso de un metal también puede revelarse en irregularidades
de la constitución física del ser humano y hasta en la estructura del
pensamiento, lo que permite proceder con la terapia correspondiente.
Lo propio puede decirse con referencia al proceso de otros metales o
minerales. Para comprender cómo actúan, se debe estudiar la naturaleza de
cada sustancia, del mismo modo como para comprender el efecto de los
antibióticos, es necesario adquirir conocimientos acerca de las bacterias, según
se explicó anteriormente. Así resultará comprensible porqué una determinada
sustancia puede ejercer su efecto sobre cosas tan dispares como lo son un
hígado enfermo, una afección articular e incluso la naturaleza misma de una
persona, tal como lo hemos expuesto con respecto a la función del estaño.
Debido al concepto fundamental tan diferente es imposible comparar
los “éxitos” de la quimioterapia con la terapéutica a que nos referimos, puesto
que tanto el concepto de la enfermedad como la finalidad del tratamiento son

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

totalmente distintos. Se trata de una diferencia decisiva entre la sustitución de


las reacciones del organismo y la estimulación de éste para que pueda (volver
a) aprender a producirlas o a adquirir las fuerzas para dominar él mismo a las
bacterias. En el primero de los casos el ser humano es dejado casi totalmente
de lado; en el otro él es el centro a que se dirigen los esfuerzos del médico. Si
se releva al organismo de ocuparse él mismo de la enfermedad, ésta deja de
ayudar al ser humano en su desarrollo, y él queda separado de su enfermedad.
Con ello ya se toca el problema del destino humano, que está
profundamente vinculado con la enfermedad. Es uno de los principales logros
de la ciencia espiritual el haber puesto al descubierto la relación de la
enfermedad y el destino con la individualidad del ser humano; pero esto
involucra la necesidad de reconocer no sólo la existencia posterior sino
también la existencia previa, o sea, la reencarnación de la entidad espiritual
del hombre. En última instancia, la tendencia o capacidad de enfermarse es,
además, un problema espiritual que no es posible solucionar, ni a nivel de la
ciencia natural, ni a través del estudio del alma solamente.
El enfoque terapéutico actual es entusiasta en virtud del rápido e intenso
efecto de muchos medicamentos, los cuales le sirven de punto de apoyo. Pero
no toma en consideración las reacciones del organismo, ni tampoco la
conveniencia de su modo de proceder. En muchos casos, tanto el médico
como el paciente se dejan impresionar por resultados del momento, sin tener
presente las consecuencias que puede acarrear, por ejemplo, el hecho de
suprimir un estado patológico. Teniendo un concepto más amplio de
enfermedad se puede reconocer, por ejemplo, que la fiebre así como otras
reacciones inflamatorias, no sólo pueden implicar un peligro para el hombre,
sino que también constituyen un factor que le ayuda en su evolución y que
incluso puede transformar toda la constitución y sentar disposiciones
patológicas que quizá recién se manifiesten mucho más tarde. La polaridad
anteriormente mencionada de inflamación y esclerosis permite interpretar
correctamente dichas correlaciones. La enfermedad significa - como ya se ha
expuesto - separación, desunión, pero ante todo falta de equilibrio. Este es el
origen de toda enfermedad, a pesar de que a veces no se manifiesta
abiertamente. La misión del médico consiste en poner al descubierto las
condiciones alteradas y restablecer el orden. Sin embargo, no se habrá logrado
curar al paciente, sino cuando éste sea capaz de dominar él mismo los
procesos que habían conducido a un exceso o a una deficiencia. Pues a través
de la enfermedad él ha “aprendido” algo; se ha convertido en otro hombre,
visible o invisiblemente. Tal cambio no se produce jamás sin la participación

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

activa del paciente. En este sentido, a una persona se le puede dar un


tratamiento”, sin su propio esfuerzo e incluso contra su voluntad, pero no se la
puede curar realmente de esa manera.
La mayoría de las medidas terapéuticas actuales se orientan hacia
efectos y éxitos de poca duración, y es por esto que la medicina de nuestros
días tiene sus mayores posibilidades en el tratamiento de las enfermedades
agudas. En cambio, según Jores, “el enfermo crónico representa el problema
sin solución de la medicina actual”. (1).
Gran parte de las, enfermedades crónicas se derivan de enfermedades
agudas no curadas realmente, sino suprimidas momentáneamente; este es el
caso ante todo de las enfermedades inflamatorias crónicas. Otro gran
porcentaje de enfermedades crónicas se debe a la supresión rutinaria de toda
dolencia febril, procedimiento que altera totalmente el equilibrio de las
tendencias patológicas a que nos hemos referido anteriormente.
Los medicamentos son para el médico el medio indispensable para
lograr la curación, pues ellos ayudan al paciente a superar la crisis de la
enfermedad. No obstante, muchos remedios sólo suprimen las dificultades o
actúan en lugar del mismo organismo: hacen bajar la presión sanguínea o la
fiebre, destruyen las bacterias, etc.; pero el medicamento tiene la misión de
“indicar” al paciente cómo se produce la reacción sana, sin ejercer coerción.
Por consiguiente, no dice nada sobre la eficacia del medicamento el hecho de
cuan rápida o intensamente puede hacer bajar la fiebre o eliminar otro
síntoma. Naturalmente esto puede ser conveniente e incluso necesario para el
organismo; sin embargo, es mucho más importante darle al cuerpo la
posibilidad de saber dominar él mismo las reacciones, de captar el estado
general de modo tal que ya no sea “necesario” ese aumento de temperatura.
Esto es posible por medio del medicamento adecuado. Los narcóticos
habituales son infalibles, siempre que se empleen en dosis suficientemente
altas, independientemente de la causa del insomnio. Pero la enfermedad de la
falta de sueño, como tal, queda sin tratar. En cambio, el remedio adecuado le
“enseña” al paciente la manera de poder dormir, pero para ello es
imprescindible conocer las causas del insomnio. Por ende los remedios han de
ser tan diversos como las causas.
La cualidad de todo medicamento consiste en que se adecué al paciente
en todo su ser de cuerpo, alma y espíritu y que capacite al organismo para
restablecer él mismo la armonía. La curación ha de realizarse en la esfera de la
vida y del alma, y está antepuesta a todo acontecer material: son las mismas
fuerzas creadoras las que obran para curar. En este sentido podemos

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comprender las palabras del filósofo griego Herófilo de que los medicamentos
son “las manos de los dioses”. Curar, significa restablecer la forma divina
arquetípica del ser humano, y los medicamentos son los instrumentos para
lograrlo. Se entiende que el empleo de tales medicamentos sólo se hará en
forma adecuada, si se toma como base la imagen del ser humano, tal como la
hemos expuesto. A tal efecto hay que emprender el camino que conduce al
conocimiento de la naturaleza del vegetal, del animal y del hombre; pero no se
trata simplemente de adquirir conocimientos materiales exteriores, sino de
desarrollar facultades especiales y con ello familiarizarse con las leyes de los
mundos superiores (13). De ninguna manera se trata de rechazar o
menospreciar los recursos del médico moderno, sino de usarlos como
instrumentos a la par de otros conocimientos y posibilidades. De esta manera
será posible convertir la medicina actual, orientada preponderantemente hacia
las ciencias naturales, en arte de curar.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

PERSPECTIVAS
Lo que nuestro tiempo exige no puede ser simplemente la creación de
medicamentos de efecto cada vez más intenso y más rápido, sino la
comprensión amplia del proceso patológico como base para buscar el
verdadero modo de curar. La medicina ampliada por la antroposofía da la
posibilidad de lograrlo.
La medicina de orientación antroposófica no rechaza, de manera alguna,
los logros de la medicina moderna, sino que los complementa, superando su
criterio unilateral.
“No se trata de una oposición a la medicina que trabaja con los
reconocidos métodos científicos de nuestro tiempo, cuyos principios
aceptamos plenamente; consideramos que no debiera utilizar lo que aportamos
al arte de curar sino aquél que verdaderamente puede ser médico en el sentido
de esos principios. No obstante, agregamos a los conocimientos asequibles por
medio de los métodos científicos reconocidos actualmente, nuevos
conocimientos obtenidos mediante otros métodos, lo que nos obliga a trasladar
esta concepción más amplia del universo y del ser humano a un arte
terapéutico igualmente ampliado.
Puesto que no negamos la medicina oficialmente reconocida, ella
tampoco podrá, en el fondo, oponer reparo a lo que nosotros sostenemos. Sólo
podría rechazar de antemano nuestros esfuerzos quien no solamente exigiera
aceptación de su propia ciencia, sino que además pretendiera que no se debe
exponer ningún conocimiento que trasciende al suyo. (14).
A fines de la segunda década de nuestro siglo hubo médicos que
manifestaron vivo interés por la ampliación de la terapéutica basada en los
conocimientos de la ciencia espiritual. En 1920 Rudolf Steiner pronunció, para
esos médicos, las conferencias del Primer Curso sobre Medicina, al que le
siguieron otros más. En 1921 la doctora Ita Wegman fundó el Instituto
Clínico-Terapéutico de Arlesheim, cerca de Basilea (Suiza). Anexo a esta
clínica, que ahora lleva el nombre de su fundadora (Ita Wegman Klinik),
existió un laboratorio encargado de preparar los respectivos medicamentos
específicos. También en Stuttgart (Alemania Federal), donde se fundó otra
clínica antroposófica, se desarrollaron y elaboraron nuevos medicamentos.
Más tarde ambos laboratorios se fusionaron para formar la WELEDA AG con

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

casa matriz en Arlesheim y filiales y representantes en casi todos los países de


Occidente.
Ahora en todo el mundo hay médicos que trabajan en el sentido de esta
nueva terapéutica. Además existen cuatro clínicas en Alemania, dos en Suiza,
una en Holanda y una en Brasil, como asimismo un seminario en Arlesheim
(Suiza) donde se dictan anualmente dos cursos trimestrales de introducción
para médicos. En otros lugares se organizan regularmente cursos y jornadas
con el fin de exponer y promover los fundamentos y la práctica de la medicina
de orientación antroposófica.
Desde la muerte de Rudolf Steiner en 1925 las condiciones de la época,
como así también la situación en el campo de la medicina se han agravado
cada vez más, en el sentido de la concepción unilateral del ser humano,
ignorando o descuidando su naturaleza espiritual. No obstante, la situación
actual exige terminantemente que el hombre “estudie las fuerzas de la
naturaleza y del espíritu no sólo teóricamente, sino de modo tal que aprenda a
servirse de ellas, partiendo del conocimiento espiritual, con el fin de forjar la
vida en sus estados de salud y enfermedad. Con los progresos de la
civilización la vida humana se complicará cada vez más. Hoy en día ya se
nota, en el fondo de muchas almas, la añoranza de encontrar lo que las
capacite para hacer frente a la creciente complicación de la vida. La
antroposofía quiere, ante todo, responder a esa añoranza. Se podrá ver que
ella, frente a lo destructivo de la vida actual, se ofrece para colaborar
sinceramente en lo constructivo, en el crecimiento y la prosperidad de la
civilización - pero no con frases huecas, sino activamente, en la faz práctica de
la vida -. Quiere conducir a una cognición de tal naturaleza que los
conocimientos puedan verterse en la vida; y en todas las exigencias de la vida
quiere ofrecer conocimientos aptos para prestar la ayuda necesaria”. (8).
La antroposofía de Rudolf Steiner da la imagen espiritual del ser
humano, de la cual resulta un concepto de la enfermedad que abarca la
totalidad del individuo. Sólo si tal concepto comprende concretamente el
espíritu, el alma y la vida, será posible llegar a una medicina humanizada.
Los medicamentos necesarios para ello sólo cumplirán su cometido si
responden a la naturaleza del ser humano.

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Otto Wolf – La Medicina de Orientación Antroposófica y sus Medicamentos

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Jores, Arthur: Die Medizin in der Krise unserer Zeit. Berna 1961.
Ver también: Kienle, Gerhard: Arzneimittelsicherheit und Gesellschaft.
Stuttgart 1974. (En este libro se trata detalladamente el tema del
concepto de enfermedad y su enfoque unilateral en la actualidad).
2. Para una visión general y una orientación bibliográfica sobre estos
temas ver: Husemann/Wolff: Das Bild des Menschen als Grundlage der
Heilkunst, tomo II: Zur Pathologie und Therapie, nueva edición de la
primera parte, pág. 138 ff. Verlag Freies Geistesleben, Stuttgart 1974.
3. Hahnemann, Samuel: Organon der Heilkunst, pár. 270.
4. Idem… nota del pár. 269, en letra cursiva en el original.
5. Idem… par. 11, nota.
6. Pelikan, Wilhelm y Georg Unger: Die Wirkung potenzierter
Substanzen. Philosophisch-Antroposophischer. Verlag, Dornach 1965,
Stuttgart 1971.
Pelikan, Wilhelm en: Evolution und Heilmittel. Publicación de Weleda.
7. Pelikan, Wilhelm en: Potenzierte Heilmittel. Verlag Freies
Geistesleben, Korrespondenzblätter für Arzte 79/1971, pág. 94 ff.
8. Steiner, Rudolf: Was kann die Heilkunst durch eine
geisteswissenschaftliche Betrachtung gewinnen?. Rudolf-Steiner-
Verlag, Dornach 1958.
9. Martini, citado en Stiegele, Alfons: Homöopathische Arzneimittellehre,
pág. 37, Hippokrates-Verlag Marquardt & Cie., Stuttgart 1949.
10. Una compilación de estos trabajos puede ser hallada en: Wolff, Otto:
Die Mistel in der Krebsbehandlung. Verlag Vittorio Klostermann,
Frankfurt 1975.
11. Kolisko, Lilli: Sternenwirken in Erdenstoffen. Stuttgart 1927, 1929,
1932.
Faussurier, André: La Nature et le Langage des Formes. Supplément
au Bulletin Nr. 2/1970 de l’Association européenne d’agriculture et
d’hygiéne biologiques “Nature et Progrés”.
Fyfe, Agnes: Die Signatur des Mondes im Pflanzenreich. Verlag Freies
Geistesleben, Stuttgart 1967.
Idem…: Die Signatur Merkurs im Pflanzenreich. Verlag Freies

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Geistesleben, Stuttgart 1973.


Pelikan, Wilhelm: Sieben Metalle. Philosophisch-Antroposophischer
Verlag, Dornach 1968.
12. Un análisis mes detallado se puede hallar en:
Wolff, Otto: Therapie mit Metallen. En: Evolution und Heilmittel,
Número especial de Weleda Korrespondenzblätter für Arzte 79/1971,
pág. 118 ff.
Husemann/Wolff: Das Bild des Menschen als Grundlage der Heilkunst.
Tomo II/primera parte: Zur Pathologie und Therapie. Verlag Freies
Geistesleben, Stuttgart 1974.
13. En este contexto cabe mencionar las obras fundaméntalos de Rudolf
Steiner (Rudolf-Steiner Verlag, Dornach):
Philosophie der Freiheit (1894).
Wie erlangt man Erkenntnisse der höheren Welten? (1904).
Die Geheimwissenschaft im Umriss (1910).
Praktische Ausbildung des Denkens (conferencia del 18.1.1909).
14. Steiner, Rudolf / Wegman, Ita: Grundlegendes fur eine Erweiterung
der Heilkunst nach geisteswissetischaftlichen Erkenntnissen (1925).
Rudolf-Steiner-Verlag, Dornach 1972.

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